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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Vie Mar 02, 2018 4:04 am

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La Residencia du Bouëxic de Guich se erguía majestuosa en medio de un enorme jardín que podía hacer las delicias de cualquier persona. El aroma de las maderas finas y las pocas rosas que sobrevivían el frío del invierno endulzaban el ambiente y le otorgaban el último toque para hacer perfecta la estampa. Por dentro, el mármol liso y brillante, competía de lleno con cada una de las ornamentaciones, los cuadros, los exquisitos candelabros, la cristalería, los ramos gruesos de flores, los tapices y alfombras señoriales… Ese era el hogar de las mellizas, Marion y Fleur du Bouëxic de Guich, una tan hermosa como la otra, criadas con esmero y de modales refinados, al menos Fleur, quien resultaba ser la más dócil debido a su carácter dulce, era Marion o Julie, como le llamaban cariñosamente, quien llevaba el desorden y la tormenta a cada rincón del fastuoso hogar.

Madame Rossini, la tía de las niñas, se había dado por vencida con la criatura hacía mucho tiempo antes y era Madame Renoir quien ahora lidiaba con ella, siempre en medio de alguna astucia o habladuría, Julie hacía imposible el mantenerla al margen de los chismes debido a su comportamiento. Fleur, quien casi siempre tenía los ojos puestos en algún libro o en el teatro, asistía a las corretizas y regañinas sin decir una sola palabra. Por más que quisieran domar a su hermana, nunca lo iban a lograr, ella lo sabía bien, habían estado en el mismo vientre y desde entonces era Marion quien pateaba a Joyce, dejando ver desde ese momento, que sería un dolor de cabeza. Si bien, eran cercanas y tenían esa extraña conexión particular, lo cierto es que Fleur no conocía ni reconocía más a Julie, de noche, cuando despertaba después de un mal sueño -que por lo general incluía a la otra- la veía dormir a su lado y se quedaba pensando si realmente eran hermanas. Además del color de cabello y las pecas, algunas facciones y el cumpleaños, no se parecían en nada más, menos después de que se convirtieron en señoritas, cuando Julie se distanció de ella de forma definitiva.

Aquel lazo roto también sobrevino después de que Fleur se diera cuenta que su hermana tenía encuentros furtivos con hombres. La primera vez que lo supo a ciencia cierta, sintió un vacío en la barriga y en el pecho que la llenó de incomodidad y vergüenza y algo más, pero nunca pudo ponerlo en palabras. Julie se había acostado con alguien y, además de habérselo ocultado, después de eso se comenzó a ensañar con ella, como si aquel suceso la hubiese convertido en algo superior. Ya no se reunían por las noches a hacer hechizos, ni prendían velas para iluminar el alma de su madre; Julie había convertido a Fleur en el blanco de sus comentarios mordaces y también de las bromas más pesadas, como la de  llenarle de polvo los abanicos para que cuando ella los usara por coquetería, la polvareda le cubriera el rostro y el vestido dejándola en ridículo para que la misma Julie se riera de ella frente a todos.

Madame Renoir había impuesto límites a eso, una de las medidas que encontró fue encerrar a Julie en su habitación, pero ella se escabullía dándole joyas a los sirvientes, amenazándolos también con venderlos en el mercado de esclavos y demás. Fleur, que sabía de esas chapucerías, solía delatarla cuando veía el peligro rondarla gracias a las cartas que echaba cuando escuchaba la puerta cerrarse. La noche anterior a ese día, su hermana había vuelto a escapar y por supuesto, a la hora que Annette La Motte llegó con su madre y la modista, aún no había llegado a casa. Fleur la excusó con un dolor de cabeza que seguramente tendría, como siempre que se largaba y la hizo de anfitriona ofreciendo té y pastitas, mientras hablaban del dichoso baile en la Residencia La Motte. Precisamente la modista había llegado para probar los vestidos casi listos, así que entre tanto, mientras Gertrude servía más té y las mujeres hablaban, Annette y Fleur se quitaban la una a la otra los respectivos vestidos para quedar en interiores.

Annette fue quien preguntó por Julie, ya que no había estado presente en ninguna de las sesiones con la modista, así que su vestido no estaba tan adelantado, Fleur más que nerviosa, inventó otra excusa habiendo olvidado lo del dolor de cabeza, dejando ahora el malestar en su barriga. —Debió comer fresas enmohecidas, pero no te preocupes, haremos como antes, que me tomen medidas a mí que estamos casi iguales, solo le deben agregar un poco a la falda porque ella es más alta—, explicó, mientras se subía el tirante del corpiño. —Me adelantaré, ¿está bien?. Salió de la habitación para alcanzar a la modista y a Madame La Motte en la habitación de costura para comenzar.


Última edición por Fleur du Bouëxic de Guich el Vie Mar 02, 2018 8:37 pm, editado 2 veces
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Vie Mar 02, 2018 4:28 pm

La Residencia du Bouëxic de Guich se erguía majestuosa en medio de un enorme jardín en donde reinaba la tranquilidad, al menos hasta que apareció ella, Marion Julie, corriendo con los pies apretados en unos coquetos zapatos que le dolían mucho; acomodándose con una mano una manga del vestido mientras se enganchaba la otra en las espinas de una rosa y maldecía en voz baja porque no quería que nadie supiera que estaba ahí, no, ella supuestamente estaba en su habitación y ese era su destino, entrar antes de que vinieran a despertarla para tomarle las medidas del vestido para esa estúpida fiesta.

No podía entrar por la puerta pues temía ser vista, se suponía que nunca había salido de ahí, así que trepó varonilmente un árbol que daba hacia la ventana del dormitorio de las niñas Du Bouëxic de Guich. Con esos zapatos le costaba mucho, inmensa era la posibilidad de resbalarse y romperse la cabeza contra el césped y ella no quería que la descubrieran de una forma tan tonta, ni muerta, por supuesto, todavía no había experimentado lo suficiente. Así que se sacó los zapatos y, rezando por que no hubiera nadie en el cuarto, los arrojó hacia el interior de éste por la ventana abierta. El tercer intento fue exitoso, entonces pudo subir al árbol con menor chance de morir. Entró así, por la ventana, despeinada y con la cara y el vestido llenos de tierra y hojas y hasta una pequeña herida de espina de rosas en el brazo izquierdo.

Juró en un susurro, corrió a trabar la puerta y, con todo el esfuerzo del mundo, se desvistió para ponerse la ropa de dormir y así simular que recién se levantaba, cuando la realidad era que había dormido fuera, en los brazos de un caballero. Tras limpiarse un poco la cara, parar la sangre del brazo y quitarse las hojas de encima, Marion Julie bajó tallándose los ojos para encontrarse con las invitadas: Annette la Motte, su madre y la costurera, todas habían llegado. Agradeció que nadie la hubiese ido a buscar a la habitación, tal vez la sirvienta o la misma Fleur la habían cubierto, sabía que ella sabía lo que ella hacía, la misma Julie se había ocupado de que lo supiera contándoselo de forma directa para ver si le despertaba algún tipo de envidia.

Buenos días —dijo con un falso bostezo, entrando en la habitación de costura echándole apenas una mirada cómplice a su hermana—. Me quedé dormida.
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Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Vie Mar 02, 2018 8:27 pm

Al entrar en la sala, los vestidos estaban dispuestos sobre los sillones y sus cojines, el de Fleur era de satén rosado, muy pálido para que su piel resaltara; el de Annette era blanco y el de Julie verdoso, a elección de la misma Fleur ya que su hermana no se quiso meter en esos asuntos. De hecho, el que llegara tan de pronto no le vaticinó nada bueno y por un momento tuvo miedo de lo que sucedería. —Buenos días—, respondieron todas, Marion se veía trasnochada y enferma, lo cual aventajó la situación, así que a la par, Madame La Motte y Fleur preguntaron por su salud—: ¿Cómo está tu cabeza?—, preguntó Madame.

¿Cómo está tu barriga?—, preguntó al unísono Fleur. Un silencio incómodo se hizo presente en la sala y el rostro de la modista reveló las suspicacias que podrían derivarse de tal descuido. Fleur, dueña de sí misma a pesar del descalabro, soltó una risita suave y miró a Madame La Motte. —Oh, perdón, no la puse al tanto, hace un momento que fui con Annette a cambiarnos, pasé por la habitación de Marion y me avisó que el dolor había bajado a la barriga, eso te pasa por comer fresas enmohecidas, hermanita. — Si le creyó o no la madre de Annette, ya lo sabrían mañana a la hora del té, la modista al tener de cuerpo presente a la otra melliza, alabó los cabellos de ambas y probablemente guiada por los chismes, se acercó a Marion para ayudarla a sacarse la ropa de dormir y poder tomarle medidas reales, lo único que quería era alzarle el cabello, para ver si ella también tenía algunos rizos verdosos como Fleur.

Fue ella quién atajó el trayecto de la modista, interponiéndose entre su hermana y las manos curiosas y mal intencionadas, con un gesto suave y una sonrisa inocente, le tomó de las manos para llevarlas a su propio vestido. "No toques a mi hermana"¡No, no, no, no!, comience conmigo por favor, me muero por probarme el vestido—, la mujer no disimuló mucho su disgusto y volteando casi cómplice con La Motte, accedió porque no le quedaba de otra manera. Tomó el vestido de Fleur y le ayudó a vestirse, mientras eso sucedía, Fleur le señaló a su hermana un pedacito de hoja que llevaba aún metida en los rizos y alzó una ceja, señalando a Madame La Motte. La modista aplaudió cuando Fleur quedó vestida, dándose cuenta que las medidas estaban más que perfectas, aunque el escote le disgustó.

El escote está demasiado abajo, no me gusta... ¿Podría cambiarlo?—, Fleur pidió amable, aunque no era una petición sino una orden. —Marion—, dijo de pronto Madame La Motte. —Por favor, ¿podrías ir por Annette? Seguramente se quedó prendada del té y aún nos falta mucho por acá, de paso ponte zapatos, mira como traes de maltratados esos pies...

Fleur juró en silencio y miró a su hermana directamente a los ojos, si eso llegaba a oídos de Mimí, se le iban a acabar los privilegios también a ella, porque de alguna manera había sido cómplice muchas otras ocasiones. Era verdad que muchas de las amistades de las mellizas hacían lo mismo, pero en ellas el peso de los chismes era mayor debido a esas malditas habladurías que, podían adivinar, venían de su círculo más cercano. Nunca odio tanto como en esos momentos a esa fantoche que se hacía llamar Madame y en silencio, mientras se percataba de las miradas entre ella y la triste costurera -no volvería a llamarla modista-, juró que haría un hechizo para dejarlas calvas a ambas.
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Vie Mar 02, 2018 9:06 pm

Miró a La Motte y a Fleur alternadamente, con una expresión de completo desconcierto, lo cual probablemente no era bueno… Pero esperaba que lo atribuyeran a la somnolencia que presuntamente todavía la dominaba. Con la explicación de Fleur —aunque quizá debió entenderlo antes—, supo que ella había mentido para justificar su ausencia. Así que le siguió la corriente.

Es que me encantan las fresas —dijo con cierto tono de sufrimiento, llevándose una mano a la barriga y la otra a la cabeza, por si las dudas.

—Pero sí estás en condiciones de probarte el vestido, ¿verdad? Ya falta menos para la fiesta —dijo la modista, acercándose.

Marion no tuvo tiempo de responder. Como máximo, hizo un gesto de hastío: “sí, esa maldita fiesta”, pensó, pero apenas abrió la boca para hablar, Fleur se interpuso entre ella y la modista, que había estirado una mano hacia sus cabellos, para pedirle que le probara primero su vestido. Bueno, tenía sentido, a Fleur le importaba más esa fiesta que a ella, así que Julie no se opuso. Se limitó a observar, aburrida; su expresión sólo cambió cuando Fleur le señaló el pelo, y ella, al llevar una mano hacia ahí, detectó la hoja. Procuró no entrar en pánico, a pesar de todo; sacó la hoja de sus rizos, la apretó hasta prácticamente desintegrarla y, cuando nadie la miraba, la desechó en el suelo, así pasaba como cualquier mugre.

Sí, hermanita, se te ven las mellizas —bromeó Julie, fresca, cuando su hermana hizo el comentario acerca del escote. Luego le llamó la atención Madame La Motte—. Ah, sí, es que mis zapatos nuevos me aprietan mucho… Estoy mejor descalza, gracias por la sugerencia, voy por Annette ahora. —Hizo una reverencia que hubiera tenido mucha más gracia si hubiera llevado puesto un vestido de diario en lugar de ese camisón largo de abuelita, como decía ella.

Le caía mal Madame La Motte y, apenas le dio la espalda, la insultó por lo bajo. Odiaba que la mangonearan y tal, sobre todo alguien que no era de la familia, pero si fue de buena gana era porque quería ver al bomboncito de Annette; no lo hacía desde hacía rato pues la chica la evitaba desde que Julie la había besado en los labios, pero sabía que caería, tarde o temprano el hechizo debía hacer efecto, aunque tampoco podía pretender que Annette se sintiera atraída hacia alguien que ni siquiera veía, ¿no? Así que se paseó delante de ella llamándola con un cantito coqueto:

Annetteeee…

—¿Qué pasa, Julie? —preguntó ella, notoriamente incómoda por cómo la melliza du Bouëxic de Guich se imponía delante de ella, relamiéndose los labios.

Te requieren en el cuarto de costura —le dijo y cuando Annette se levantó, le dio una palmada en el trasero y la siguió—. Mi turno, ¿verdad? —dijo al ver a Fleur ya vestida, y empezó ella misma a quitarse la ropa, para mostrarse frente a Annette.
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Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Vie Mar 02, 2018 10:28 pm

La reacción de Annette fue un pequeño gritito que llamó la atención de las damas en el cuarto de costura, Fleur, supuso que la causante había sido su hermana así que intentó rápidamente llevar la atención a otra cosa, por ejemplo, los detalles del vestido de su hermana. Cambiada a medias, Fleur aprovechó la nueva presencia de Julie para acercarse a ella y tomarla de la mano, el contacto físico entre ambas era cosa del pasado, sin embargo, pudo sentir la enorme fuerza que venía de su hermana, así como también sus manos heladas y gruesas, sintió ganas de abrazarla pero tuvo que contenerse, temiendo que la rechazara como la última vez. —¿Podemos hablar una palabra en privado, Marion?—, le pidió, mirándola con gesto suplicante. Aunque le hubiese dicho que no, se excusó con las presentes y la arrastró de nuevo fuera de la habitación, cerrando la puerta de éste, Annette las miró con preocupación y tropezó frente a su madre, denotando el nerviosismo que sentía de estar tan cerca de Julie.

¿Dónde estuviste?—, preguntó, apretándole la mano en su desesperación. —Marion, ¿tienes idea de lo que podrían decir si te descubren? La modista tiene tentación con tu cabello, quiere ver si tu también tienes hebras verdosas, no dejes que te arregle el cuello. En los salones de té estás hablando de nosotras de nuevo—, la estaba reprendiendo, pero aún así, conservaba ese tono de voz dulce que solamente tenía para con Marion, después de todo, eran casi una misma y aunque nunca se lo fuera a confesar, Fleur podía sentir cuando su hermana experimentaba sensaciones muy fuertes, como los llamados orgasmos, en parte por eso no podía dormir cuando ella estaba afuera, las reminiscencias de tales sucesos podían robarle el aliento y hacerla abochornarse. Para despejar precisamente todo eso, se abalanzó sobre Marion, abrazáNdola con fuerza por el cuello. —Dios, temo que un día alguien te haga daño y yo no pueda ayudarte... Por favor, Julie, sé más cuidadosa, yo no sé qué haría sin tí...

Se separó de ella después de un momento y le dio un beso en los labios, justo como cuando niñas, acarició suavemente sus mejillas impregnadas en pecas, se sentía de nueva cuenta cerca de ella, como siempre, como antes de que descubriera esas cosas nuevas que la alejaban de sus abrazos. —Y por favor, sé más discreta con Annette, ya se ha quejado conmigo de que la tocas...— Mintió, dando por sentado que eso sucedía. Ojalá pudiera escandalizarse del comportamiento de Marion para poder contenerla o al menos intentarlo como la misma Mimí trataba. Pero no era esa libertad absoluta la que molestaba a Fleur, sino el hecho de que la gente hablaba sin conocer a su hermana, tachándola de cosas espantosas que la condenaban. Ella misma había tenido que cerrar un par de bocas en días pasados, frutos de incidentes reales, como el hecho de que Marion había sido la causante de que Deirdree Fiquet no se casara porque su prometido había jurado con sangre hacerlo solamente con Mademoiselle du Bouëxic de Guich.

Señoritas—, interrumpió el momento la modista, la costurera como Fleur le había comenzado a decir. —Estamos esperándolas, Mademoiselle Marion, por favor, necesito tomarle las medidas correctas, viéndola bien, es mucho más alta que Mademoiselle Fleur—. Entró entonces a la habitación, esperando a las mellizas quienes intercambiaron miradas cómplices. Fleur le dio un último beso a su hermana y entró primero; quería acabar ya, quería preguntarle cosas a Julie, cosas tal vez que no debería saber, pero que sin embargo, deseaba saber, ¿cómo era?, ¿por qué le gustaba tanto?...
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Vie Mar 02, 2018 11:13 pm

Fue Fleur quien la interrumpió.

¿Es que no ves que estoy casi desnu…? ¡Fleur! —chilló cuando la arrastró fuera del cuarto de costura, haciéndola tropezar con las prendas—. ¿Qué te pasa? —le preguntó de mala manera una vez allí, frotándose el brazo que le había agarrado para sacarla de la habitación pues le había tocado justo donde las espinas de las rosas lo habían hecho. Sin que ella se diera cuenta, comenzó a sangrar de nuevo, apenas—. Estuve con un hombre —contó como si nada, alzando el mentón con un aire de orgullo y superioridad, como diciendo «¿qué vas a hacer al respecto?», aunque también manteniendo la voz baja porque sabía que no le convenía que se enteraran todos tampoco—. Con Monsieur Courtemanche —especificó, acercándose más hacia ella para dejar claro que era un secreto—. El que nos gustaba a ambas de niñas, ¿recuerdas? —Soltó una risita—. No me importa lo que digan —mintió, mirándose las uñas. Si tan así fuera, no se escondería; no obstante, lo hacía, en parte porque le divertía, pero también porque sabía que podría armar un escándalo de aquellos, sobre todo porque uno de sus amantes era negro, esclavo, y el mismo Courtemanche, era casado.

El abrazo de Fleur la tomó por sorpresa. Al principio no reaccionó, pero al escuchar sus palabras, lentamente levantó las manos para corresponder al abrazo.

¿Quién me va a hacer daño?... —dijo, incrédula, considerando la posibilidad y a la vez tratando de reprimir el pensamiento, pues si empezaba a ver así las cosas, nunca más haría nada; y antes muerta que aburrida.

Se separó de Fleur cuando ella le dijo que fuera más discreta con Annette porque le contaba que la tocaba.

¿Eso te dijo? —preguntó, indignada porque la maldita la iba a joder de lo lindo si seguía abriendo la boca, pero fingió que su reacción se debió a otra cosa—: ¡Qué embustera!

En ese momento, la puerta del cuarto se abrió y ambas debieron callar. Marion suspiró con hastío, negó que la diferencia de estatura entre ambas fuera tanta y accedió a que le tomaran las medidas de una vez. Entró de nuevo en la habitación arrastrando los pies detrás de Fleur, preguntó «¿en qué estaba?» y terminó de desvestirse para que la modista hiciera lo suyo.
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Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Sáb Mar 03, 2018 12:12 am

La ansiedad porque las visitas abandonaran el lugar se debía a la curiosidad, sí, pero de saber cómo había sido aquel encuentro. Desde que Julie mencionó al hombre con el que había pasado la noche, los sentidos de Fleur se agudizaron y no pudo evitar volver a sentir lo que había sentido la noche anterior, gracias a esa conexión que ahora encontraba insana. ¿Qué haría Julie si se enteraba de lo que provocaba? Seguramente haría locura tras locura, buscando volverla loca, como siempre. Gertrude en ese momento entró, encontrándose de frente con una Marion semi desnuda que, de forma descarada, utilizaba el hechizo que su madre le había heredado; todas las presentes, excepto Fleur, fijaron la mirada en las curvas y pliegues del cuerpo juvenil que se ocultaba a medias debajo del corpiño e interiores delicados. Julie tenía más cuerpo de mujer que Fleur, sus piernas eran más gruesas y torneadas y sus pechos más visibles, Annette, incómoda, no podía apartar la mirada de los rosados pezones que se asomaban con encanto por los límites del encaje.

Ma--Mademois... Por favor...— Intentó hablar la modista, mientras le colocaba un par de pedazos de fina tela sobre el pecho, cubriendo y rompiendo aquel encantamiento que flotaba en la habitación, perfumándola con la esencia misma de Marion. Fleur también cayó un poco, mirando a su hermana a través del espejo que estaba frente a ella, tan... Hermosa. Según Mimí, Julie era la más parecida a su padre, pero tenía ese encanto que hacía a Joyce irresistible; en cambio, Fleur tenía más parecido físico a su madre, pero era igual de aburrida y sosa que el Almirante, siempre estudioso, siempre silencioso y a la sombra de su mujer, como ahora ella misma de ese torbellino que llamaba hermana. Si el corazón de Fleur podía albergar malos sentimientos hacia su hermana -algo imposible, verdaderamente- éste hubiese sido la envidia, el deseo de tener una pizca de esa gracia, de esa sensualidad y libertad de ser. Carraspeó entonces, trayendo de vuelta a la realidad a todas y Gertrie, quién permanecía como una estatua en la entrada, tiró una bandeja vacía, la del servicio de té que iba a buscar precisamente.

¡Gertrude, por Dios!—, la regañó Fleur, mientras se tocaba el pecho que sentía daba tumbos por los latidos acelerados de su corazón. Madame La Motte en cambio, siguió mirando a Julie de forma casi descarada. Fleur no pasó por perdido eso y se acercó a ella, para pedirle por favor los listones que tenía entre las manos y que apretaba con tanta fuerza que sus dedos ya estaban blancos. —Madame La Motte, ¿se encuentra usted bien?—, preguntó, intentando que su mirada por demás desubicada se fijara en ella.

¡Oh, sí, sí, querida mía!— Se recompuso, parpadeando y cerrando la boca, la cual sentía seca. —Annette, querida, iré a recoger los manteles que encargamos... Tengo que irme, estoy segura que Fleur te prestara su coche para que te lleven a casa, adieu, adieu—, se despidió lo más aprisa posible y salió de ahí, llevándose consigo esos pensamientos que la seguirían por mucho tiempo. Annette sin embargo, no dijo nada, se limitó a mirar a la modista y la forma en la que sus manos se posaban sobre Julie, la mirada de la mujer también recayó en ella y en silencio, de forma tensa, una guerra se hizo presente. Gertrude se marchó poco después de recoger todo y Fleur, incómoda y asqueada, tomó del brazo a su hermana.

Para ya—. Ordenó, tragando grueso. El tacto con Marion era electrizante y en su mente tuvo imágenes de los actos de la noche anterior. La soltó de inmediato y salió a toda prisa del lugar, necesitando el contacto con algo helado; fue rumbo a la ventana y la abrió para que el viento gélido del invierno le bajara los calores de las mejillas. Una inmensa vergüenza la embargó, haciéndola llorar en voz baja, se sentía tan tonta, tan sosa como le diría Julie... Tan inútil.
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Sáb Mar 03, 2018 1:11 am

¿Qué pasa? —le dijo a la modista como si no supiera lo que estaba provocando. Tal vez en un principio no se hubiera dado cuenta, pero al alzar la mirada, vio la de todos sobre ella, incómodas a más no poder. Se miró a sí misma, como preguntándose si había algo mal con ella, pero al contrario, recordó el hechizo y supo que esa incomodidad se debía a que estaba demasiado bien incluso para esas mujeres, no sólo Annette. Sintiéndose más atractiva que nunca, alzó el mentón con soberbia y, disimuladamente, esbozó una sonrisa. Cuando la modista le echó la tela encima, dijo—: Esto no es el vestido… —Y se dio cuenta de que la idea era taparla a como diera lugar, no importaba con qué.

¿Y si se rehusaba? ¿Hasta dónde podría llegar el hechizo si no permitía que lo aminoraran con esas tretas? No tuvo chance de probarlo. Fleur carraspeó y apenas Marion volteó hacia ella, el estruendo de la bandeja dando contra el suelo la hizo chillar de susto, llevándose ambas manos hacia las orejas para cubrirlas. Menos mal que su hermana se ocupó de reprender a Gertrude, si hubiera tenido que hacerlo ella, habría olvidado que era una señorita y quién sabe qué cosas tan horribles le habría dicho. Conocía más malas palabras de las que debería, después de todo, y no le gustaba para nada que la asustaran, aunque fuera accidentalmente.

Cuando se recuperó de dicho susto, notó la mirada de Madame La Motte todavía sobre ella, ¿ni siquiera ese ruidazo la había distraído?, ¿por qué no le quitaba la mirada de encima ya? Ella quería conquistar a Annette, no a la madre. Pensando más allá de su propio narcisismo, ¿no estaría yéndosele de las manos el hechizo? Pero, por otro lado, era divertido incomodar tanto a la señora, quien seguramente no entendía por qué una niña de la edad de su hija le parecía tan atractiva. Contuvo la risa cuando la vio partir tan apresurada, utilizando los manteles como obvio pretexto para salir de ahí.

¿Que pare qué? —le dijo a Fleur, haciéndose la desentendida. Sin embargo, su hermana no contestó, simplemente salió tan rápido como un rayo de la habitación, un poco como Madame La Motte, ¿le estaba pasando también lo mismo? Dios mío, ¿funcionaba entre hermanos el hechizo? Le preocupó un poco la idea, no quería que precisamente su hermana tuviera esos sentimientos hacia ella. Quizá tenía razón, debía parar ya, al menos hasta que supiera bien cómo definir el blanco.

Torció la boca y salió detrás de ella, dejando a la modista con las telas en la mano, llamándola.

¿Fleur? ¡Fleur! —La buscó hasta que dio con ella en la ventana de la estancia. La había abierto, entraba mucho fresco por ahí y ella continuaba semidesnuda, lo cual hizo que se le erizaran los pezones y todos los vellos del cuerpo. Pero aguantó—: ¿Estás llorando? —preguntó lo obvio, con un tono de extrañeza. ¿Qué estaba pasando ahí?
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Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Sáb Mar 03, 2018 1:54 am

Annette, sola en la habitación, miraba aún la figura de Julie frente al espejo, sintiendo una urgencia en el vientre que sólo podía ser colmada por aquella joven a la cual había esquivado todo el tiempo. ¿Cómo era posible que hubiese hecho eso?, ¿por qué no accedió desde el primer momento para poseer todas las promesas que aquel cuerpo, tan juvenil como el suyo, escondía. La modista, apremiada de pronto, comenzó a reunir sus cosas con la excusa de que debía volver rápidamente a su taller, ahora que había visto a la otra señorita de la casa, podía hacerse una idea más justa de las medidas, porque una cosa estaba segura en su cabeza, jamás iba a olvidar a aquella chiquilla.

Frente a la ventana, llorosa, Fleur se cubrió el rostro cuando su hermana apareció. No volteó a verla, sino que se encogió más sobre ella misma y comenzó a negar suavemente con la cabeza. —Déjame sola, no quiero verte mientras tengas eso encima—, hablaba claramente del hechizo, lo tomó como excusa para no ver a su hermana y volver a recordar las imágenes de su rostro torcido en muecas que no entendía, tampoco quería escucharla, es más, necesitaba salir corriendo de la estancia a pesar de estar en ropa inacabada. Se limpió los ojos y miró hacia afuera, la nieve colmaba los rosales más cercanos y esa visión apaciguo sus pensamientos equívocos. La modista pasó por ahí y miró a Julie de nuevo, sonrojándose y sintiéndose ahora sí verdaderamente mal, porque el deseo podía más con ella.

Mademoiselle, por favor, entrégueme el vestido, tengo que volver a mi taller, tengo que salir de aquí...— Le pidió desesperada, dejando caer varios dibujos e hilos al suelo. Fleur obedeció, cubriéndose la parte superior, puestas así, una a un lado de la otra, no había punto de comparación: la piel de Julie era dorada, colmada de pecas, llena de curvas y todo con las proporciones perfectas, Fleur se comparaba, delgada en demasía, con los huesos amenazando con romper la piel pálida y traslúcida.

Mira lo que hiciste, Julie... ¿Tienes idea del alcance de eso?, Madame La Motte salió de aquí como si apestara y esa pobre mujer seguramente terminará haciendo alguna indecencia por ahí, Dios mío, Annette, regresaré con ella, tú—, volteó a verla de pies a cabeza. —Por amor de Dios, ponte algo encima, te vas a resfriar—. Concluyó, cerrando la ventana para volver hacia la sala de costura la cual encontró vacía. El vestido de Annette estaba ahí, pero no había rastros de ella, asumió que había ido a lavarse o quizás al servicio, pero, ¿sin ropa? Alzó una ceja y con la campanilla, llamó a la pobre Gertrie quien hacía sus labores pensando en lo que había visto en aquella habitación. Al escuchar el repique de la campanita, se apresuró con la idea de que ahí estaría Marion, pero no fue así. —¿Viste a Mademoiselle La Motte?—, preguntó Fleur, tomando su vestido para ponérselo con la ayuda de su sirvienta. Esta respondió que no y se limitó a levantar el desorden que había quedado atrás, separó las cosas de la modista y de las señoritas y esperó a que volvieran por ellas, si es que volvían.

Mientras tanto Fleur, se limitó a hacer un pequeño hechizo olvidadizo, para borrar la noche pasada, tanto de su mente como de su cuerpo, ya no tenía intención de preguntar nada a Marion, tampoco estaba de humor para convivir con nadie así que decidió enclaustrarse en su habitación por el resto del día, leería algo, dormiría, lo que fuera, pero necesitaba sacarse de encima aquello y de paso, pensaría en una manera de decirle a su hermana que lo que hacía también la afectaba a ella y que debía parar o hacer algo, pero pedir ayuda a Mimí significaría decirle todo lo que ocurría... Negó de nuevo, no podía hacer eso, no a su hermana, pero tampoco podía tolerarlo, confundida y molesta, salió de la sala de costura para encaminarse a su habitación, subiendo escalones, extendiendo sus pasos suaves ante la ausencia de calzado, hasta su puerta, o más bien la puerta compartida. La abrió... Ojalá no lo hubiera hecho.
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Sáb Mar 03, 2018 2:18 am

Bajó la mirada, sintiendo que Fleur la estaba regañando por conquistar a todos a su paso con el hechizo. Lo que no quiso admitir era que no sabía todavía cómo deshacerlo. No tuvo tiempo, tampoco. La modista apareció pidiéndole el vestido a Fleur con una urgencia tal que, aunque le dio culpa a Julie, también le pareció divertida precisamente porque se sabía responsable de ella. Se puso seria de nuevo cuando su hermana otra vez la reprendió, pero no dijo nada, sólo agachó la cabeza y se cubrió el pecho con los brazos.

Cuando Fleur se fue, ella también lo hizo. Avanzó hacia el cuarto para ir a vestirse, pero grande fue su sorpresa cuando al abrir la puerta, encontró a Annette olisqueando sus ropas.

¿Qué haces, Annette?...

La muchacha, sabiéndose sorprendida, soltó la prenda que tenía en la mano, dando un respingo.

Está bien —dijo Julie, cerrando la puerta tras su espalda, entendiendo bien de qué iba eso—. No estoy enojada…

Se acercó hacia Annette y le acarició la mejilla. Ella echó el rostro hacia atrás, abriendo la boca jadeante. Julie comenzó a besarle el cuello y a quitarle lentamente la poca ropa que tenía. Condujo hacia la cama a una Annette completamente entregada a sus besos y a sus caricias. Julie la recostó sobre el lecho y le lamió todo el cuerpo, deteniéndose entre sus muslos.

Fue entonces que oyó la puerta abrirse, y se separó violentamente de Annette, ahogando un grito de susto. Se puso blanca de pánico, pero al menos cuando alzó la mirada vio que era Fleur. Ella le guardaría el secreto.

¡Cierra la maldita puerta! —le gritó, sonando más aterrada que enojada. Annette se cubrió como pudo y Julie, a pesar de la orden que le había dado a su hermana, se levantó, limpiándose los labios con las manos. No podía seguir con esto.
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Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Sáb Mar 03, 2018 2:47 am

El alma le abandonó el cuerpo inmediatamente. La boca se le secó y puso sentir un estallido en todo el cuerpo que le hizo eco en los oídos, el pulso se le disparó y lo único que pudo hacer, fue abrir los ojos como platos y mirar la escena completa: Annette tirada en la cama de ambas, con las rodillas flexionadas hacia arriba, desnuda, igual que su hermana quien tenía el rostro entre sus piernas... ¿Qué demonios estaba haciendo ahí?

Despertó del trance al grito de Julie y obedeció ipso facto, cerró la puerta cuando salió y se quedó totalmente en blanco, con la visión de Annette retorciéndose sobre su cama, haciendo los mismos ruidos que Julie hacía en sus memorias compartidas. Avanzó un par de pasos hacia el pasillo y miró que estaba vacío, entonces cayó al suelo sobre la alfombra y permaneció ahí, con las piernas dobladas debajo del cuerpo, sin decir, ni hacer nada. Al poco tiempo, Annette salió del cuarto llorando y se acercó a ella, inclinándose para abrazarla. —¡No me toques!—, le gritó Fleur, empujándola con tal fuerza, que la hizo caer de espaldas, acción que valió más llanto y gritos de agonía por parte de la jovencita. Fleur no se conmovió, la miró con asco y después retiró la mirada de ella, gritando a viva voz—: ¡Gertrie, Gertrie!

La mujer llegó al poco tiempo y observó a su ama, junto a la señorita La Motte. —¿Sí?—, respondió, acercándose para ayudar a Fleur a levantarse, pero al igual que como había hecho con Annette, la empujó, aunque sin tanta violencia.

Llama a Simone, dile que... La señorita—, alzó una ceja, la palabra salió tan sucia y forzada que por un momento, Fleur pensó que alimañas ponzoñas saldrían de su boca también. —La Motte se retira.

Gertrie ayudó a Annette a levantarse y ambas desaparecieron por la escalera. A qué hora y cómo se fue no lo supo Fleur, permaneció ahí sentada, intentando digerir lo que acababa de ver. No tenía nada de malo, supuso, pero una cosa era verlo en recuerdos borrosos y otra era tenerlo ahí, enfrente, en su propia cama. Ya no quería dormir ahí, se mudaría a otra habitación, aunque eso terminaría por enterrar su pequeño acercamiento, formando una barrera física ahora sí, entre ambas.
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Sáb Mar 03, 2018 12:41 pm

Maldijo tras el portazo que dio Fleur. Automáticamente nerviosa, empezó a dar vueltas por la habitación, mientras Annette sollozaba asustada, tal vez temiendo que las delatara. No sólo era un pecado tener esa clase de contactos antes del matrimonio, también lo era hacerlo con otra mujer y tanto Annette como Julie eran conscientes de eso, aunque fue sólo la primera la que entró en pánico, pues Julie confiaba lo suficiente en Fleur como para saber que no la delataría; lo cual no quitaba que estuviera tremendamente abochornada.

Vístete, ¿quieres? —le espetó a Annette, pues sus sollozos la ponían aún más nerviosa. La chica obedeció y salió de la habitación llorando, pues ni siquiera era homosexual hasta donde sabía, todo era producto del encantamiento cuya existencia desconocía. Debía estar tan confundida… y con esa sensación de que había hecho algo realmente malo, lo cual le pesaba pues la dulce Annette nunca podría encontrar placer en lo incorrecto, como Marion.

Pero esto quizá había sido demasiado. Sentía que la habían atrapado y eso ya no era divertido. Al menos, pensó, fue mi hermana. No quería imaginar lo que hubiera ocurrido si las hubiera descubierto otra persona. Quizá era hora de reflexionar acerca lo que estaba haciendo y cómo lo estaba haciendo (¿por qué no había sido más cuidadosa?, ¿acaso le gustaba, precisamente, correr riesgos?); algo que le tomó el resto del día, pues no se atrevía a salir y ver a Fleur a la cara, sobre todo después de oír el escándalo allá afuera y la forma en que su hermana había echado a Annette de la casa. Sintió culpa, se vistió lo suficiente para cubrir sus partes íntimas y así, en interiores, se sentó en la cama abrazando sus rodillas.  
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Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Dom Mar 04, 2018 2:47 am

Pensó en eso todo el tiempo que estuvo sentada a mediación del pasillo, tuvo que levantarse cuando no sintió las piernas y el frío la hiz comenzar a sentirse débil, con dificultad, arrastró el cuerpo hacia una de las mesitas que contenían un par de estatuas pequeñas de ornamento y se levantó con pesadez. Estaba triste y era visible, no sólo en su sino, sino también en el ambiente que se percibía en casa, comenzó a oler a manzanas podridas y un frío más seco que el del clima detrás de las ventanas, se instaló en pasillos y habitaciones. Ambas mellizas estaban mal y los sirvientes, consternados por ese repentino cambio, comenzaron a encender las chimeneas, sin éxito alguno, seguían titiritando de frío.

Fleur permaneció en la sala de costura, ahí dentro ya todo estaba en orden pareciendo así que no había sucedido nada momentos atrás. Gertrude entró para animarla un poco, pero fue inútil. —¿Dónde está Marion?—, preguntó por fin, dejándose envolver en los brazos de aquella amable mujer que genuinamente estaba preocupada por las niñas de la casa.

En la habitación de ustedes, no ha hecho ruido ni ha pedido nada, se saltó como usted la hora de comida y la bandeja de la cena tiene un rato afuera de la habitación—, explicó, mientras frotaba el la espalda y brazos de Fleur.

¿La cena? ¿Tan tarde es?—, preguntó, cerrando los ojos, cansada.

Las siete darán en breve, ¿qué sucedió?—, preguntó, pues si bien Gertrie no tenía tantos años como Madame Renoir, conocía bien a las mellizas y conocía más a Fleur, así que de inmediato supo que ahí en ese mismo lugar algo había pasado, culpa claro, de Marion.

No lo sé—, respondió Fleur, incorporándose. —¿Podrías por favor preparar una bandeja con queso, pan y leche caliente? Dos raciones... Y fresas—, ordenó pausada, con amabilidad pero firmeza. Se levantó junto a Gertrude y esperó a que la bandeja llegara para ser ella misma quién la llevara hasta la habitación que compartía con Marion. —Abre la puerta—, ordenó de nuevo, entrando por fin. Ahí hacía mucho más frío, tanto, que el aliento de Fleur fue visible y un escalofríos la recorrió entera, la ventana estaba abierta y pensó lo peor, porque estaba a oscuras todo y la única luz que entraba, blanca y estéril, apenas y daba visibilidad. —Marion—, la llamó, dando un par de pasos hacia la mesa donde dejó la bandeja. Se adelantó a cerrar la ventana y tropezó con el vestido de su hermana, mientras buscaba las cerillas, invención maléfica que siempre perdían por la habitación. —Marion...— Volvió a llamarla, encontrándola en la cama. Subió a esta y se acomodó a su lado, abrázándola después de echarse encima las cobijas destendidas y frías. El cuerpo de su hermana estaba helado y por un momento un atroz pensamiento fúnebre la hizo apretar los ojos, pero el movimiento de los hombros y la barriga, lugar donde la mano de Fleur quedó, la tranquilizaron a medias. Le dio un par de besos en los huesos notorios de la espalda y le hizo un gesto cariñoso con la punta de la delicada nariz. —¿Estás bien?... Háblame, por favor—, le pidió con la voz rota por el incipiente llanto.
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Dom Mar 04, 2018 9:43 pm

Si arribó a una conclusión, ésta fue que sentía culpa, sí, pero no verdadero arrepentimiento. Cada vez que recordaba la sensación de la suave y delicada piel de Annette sobre sus labios, no podía retractarse de lo que había hecho, aunque ciertamente, lamentaba el final del episodio y era éste el que le impedía salir de la habitación con la frente en alto; éste, la vergüenza de saberse descubierta, y la culpa por el placer que encontraba en cada acto indecente que ejecutaba, ese mismo que la retenía de pedirle perdón a Dios por los pecados cometidos.

—Mademoiselle Marion —la voz de Gertrude sonó del otro lado de la puerta, junto con unos pequeños golpecitos en la lujosa madera—, le he traído la cena.

No tengo hambre —le espetó Julie desde adentro, sin siquiera moverse de su sitio para ir a recibir la comida.

—Algo debe comer, mademoiselle Marion —insistió la mujer.

Julie, para que se fuera de una vez, simuló que aceptaba.

De acuerdo, deja la cena ahí y vete, en un momento voy a recogerla. —Nunca lo hizo. Se quedó allí, en la habitación cada vez más oscura (no se molestó en encender los candelabros), preguntándose si iba a ir al infierno por todo lo que estaba haciendo. Además, ¿qué debía decirle a Fleur?, si es que debía darle una explicación. Supuso que aquello no la tenía, o que su hermana probablemente no la necesitaba; tal vez lo mejor fuera no volver a hablar del tema nunca más, pero la idea de que lo hicieran la atemorizaba.

Por eso se puso nerviosa cuando Fleur entró en la habitación, y guardó silencio, como si quisiera pasar desapercibida, como si no estuviera realmente ahí. Se encogió de nuevo en la cama, como una pequeña bola blanca y pecosa, casi como si quisiera desaparecer apretándose a sí misma el cuerpo helado por la correntada de aire que entraba por la ventana.. Finalmente, fue inevitable disimular su propia presencia cuando Fleur colocó luz. Escondió el rostro entre las piernas flexionadas, pero ella la buscó y visibilizó con un abrazo. Julie no dijo nada, al menos en un principio, no quería hablar y no podía mirar a Fleur a la cara. Pero mientras ella la tocaba y besaba, le sobrevino otro ataque de culpa y rompió en un llanto estruendoso:

¡Soy una cerdaaa! —chilló. «Y me gusta», pensó, lo cual era la parte más grave del asunto. «Así como los cerdos disfrutan revolcándose en el lodo, yo, Marion Julie du Bouëxic de Guich, encuentro fruición revolcándome en el pecado y la suciedad», reconoció para sus adentros—. Lo siento, hermana, lamento que hayas tenido que ver eso. —De nuevo, no lamentaba haberlo hecho—. Me guardarás el secreto, ¿verdad? —preguntó lo obvio—. ¿Qué harás con Annette? No dejarán de ser amigas por mi culpa, ¿verdad? Aún iremos a la fiesta… Sí, será como si nada hubiera pasado...

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Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Lun Mar 05, 2018 12:33 am

En cuanto Marion dio señales de vida con aquel gritito casi infantil, Fleur en reacción, soltó una risotada. En la habitación de altísimos techos aún resonaba la aguda voz de la melliza menor, denigrándose a la par de los cerdos. Fleur, conteniendo la risa y con un poco de bronca, la consoló con palabras de buen amor y caricias en las mejillas, brazo y espalda. La hizo darse la vuelta para quedar frente a frente y ahí a punto de darle un beso de nuevo en los labios, recordó donde los había tenido horas atrás e hizo un mohín de asco, depositando el beso de consuelo en la frente de su hermana. —No eres una cerda, tranquila... ¡Ay, Marion! No es momento de pensar en la fiesta, sino de las consecuencias—, ahí estaba Fleur, intentando poner razón a todo aquel circo.

¿Qué haremos si la misma Annette se lo dice a su madre? Créeme, es así de tonta... No tengo idea de como seguiré viéndola a la cara sin recordar la expresión que tenía—, intentó imitar el gesto torcido y ridículo de placer, riéndose después, apenada. —Qué asco, Marion... Lávate la boca con menta y lejía—, concluyó en broma, antes de suspirar y acomodarse boca arriba. El hechizo de las velas que proyectaban en el techo las sombras danzarinas de las flores la distrajo de sus funestos pensamientos, se mordió el labio inferior y volteó a ver a su hermana, a los ojos fijamente. —¿Duele? Eso que le hacías a Annette, parecía que le dolía, no sé... ¿Así se hace también con un hombre?

Temía las respuestas de Marion por su desparpajo al hablar, más en aquella intimidad que gozaban ambas en ese momento. Alzó una ceja y después giró de nueva cuenta el rostro, alzando la mano para que la sombra de ésta se reflejara, hacía como que acariciaba las flores y después hizo la figura de un perro, aunque ella siempre había pensado que era un lobo o algo parecido. —¿Recuerdas el sueño que siempre tenía de niña? El del lobo que me devoraba... Ha vuelto, pero ahora no me come, lo siento...— Bajó la mano por su vientre, hasta rozar por encima entre medio de sus muslos. —Entra en mi y me duele mucho, no es como lo que siento cuanto tú—. Guardó silencio de inmediato, estaba a punto de revelarle aquella conexión y no quería, temía lo peor de parte de su hermana. —Nada, le pediré a Mimí que vuelva a bloquear esos sueños. Me aterran.
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Lun Mar 05, 2018 1:24 am

Sí lo soy —insistió, limpiándose las lágrimas con cierta violencia, como si su mera existencia le diera bronca; a ésta, le sobrevino la preocupación cuando Fleur planteó la posibilidad de que la misma Annette fuera quien la delatara. Aquello sería realmente un escándalo, Madame La Motte no se quedaría callada ante tal pecado, ¿quién sabía hasta dónde podía llegar?—. No lo hará… Es tonta, pero no cavará su propia tumba —dijo, sin real convicción, sólo era lo que quería creer—. Además… me ama —añadió. Aunque más no fuera por causa de un hechizo, el embelesamiento de Mademoiselle Annette hacia Julie era irrefutable y ella pensaba que eso le serviría de escudo—: No va a querer que nos separen para siempre… Porque eso haría Madame La Motte si se enterara, ¿cierto? —No quería pensar en cosas peores—. Lo siento… He arruinado tu amistad con Annette. —Bajó la mirada, culpable. Aunque le gustaba la idea de saberse tan deseada que podía ponerlo todo del revés a su paso, nunca quiso perjudicar a Fleur.

Fue la pregunta posterior la que la hizo recobrar la compostura. Superada la sorpresa inicial (porque en realidad no esperaba que la recatada Fleur quisiera hablar del tema), alzó el rostro y echó los hombros hacia adelante, orgullosa al saberse experimentada, al menos más que su hermana y otras tantas chicas de su edad que no probaban nada por temor a lo prohibido.

No duele, bueno, depende de la persona que lo hace, de si sabe hacerlo o no… pero te puedo asegurar que a Annette no le dolía —dijo—. Con los hombres tienes que… —Se aseguró de que su hermana la estuviera viendo antes de hacer el gesto de la felación, con la mano empuñada cerca de la boca y la lengua, dentro de ésta, contra la mejilla a la par—. Ya sabes, por la forma que tiene… —Se distrajo momentáneamente con el juego de sombras que hacía Fleur y, luego, le contestó—. Es que la primera vez duele, como una cortada. Y sangras —informó—. Pero luego es ric… ¿Cuando yo qué? —preguntó de pronto, sin haber pasado por alto esa extraña frase inconclusa.

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Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Lun Mar 05, 2018 2:07 am

Es un hechizo, Marion, no duran para siempre—, la reprendió por confiada, ¿en verdad no lo había aprendido? Parecía estar más ocupada con esos temas mundanos y vulgares del cuerpo que con enriquecer su propio poder. ¿Qué de especial veía en eso? Al ver el gesto que hacía no lo entendió, pero disimuló porque no quería que su hermana siguiera burlándose de ella; al menos daba por sentado que sabía con exactitud cómo eran esas cosas de los hombres, no la creía tan tonta como realmente era. Se incorporó en la cama y levantándose de esta, caminó hasta la mesa donde había dejado dispuesta la cena. Flexionó las rodillas y depositó la bandeja en el suelo, después, con dificultad por lo pesado que era, bajó un candelabro y llamó con gestos a Marion para que la acompañara debajo de la cama, omitió su pregunta última porque no quería responderla, así que guardó silencio mientras cortaba una loncha de queso y la dejaba sobre un pedazo de pan.

Masticó con calma, tomando el vaso de leche con nata y azúcar para dar un sorbito, humedeciendo el pan dentro de su boca, todo así sabía mejor. Después suspiró, mirando ahora las sombras en la pared. Conjuró un hechizo de la infancia, y las figuras oscuras que se proyectaban gracias a los muebles, tomaron formas increíbles de seres contranatura que bailaban o se perseguían por toda la habitación. Una de ellas, un lobo de dos patas, se mantuvo en una esquina; con un chasquido de sus dedos, Fleur lo desapareció, temerosa. —Tendré que hacer un hechizo de olvido para Annette, lo haré mañana por la mañana, pero deberás deshacer el que tú hiciste o no servirá de nada—, se quedó pensativa, tomando una fresa para metersela completa en la boca, masticó un poco y comenzó a hablar de nuevo, de forma atropellada y con el jugo de la frutilla escurriendo por su mentón. —¿Sabes como, verdad? Si llamamos a Mimí para que arregle esto tendrás que decirle todo lo que sucedió, aunque no creo que haga falta—, tragó por fin y se limpió con el dorso de la mano.

Volteó a ver a su hermana y sintió cierta extrañeza, como si de pronto no la reconociera. Las sombras que bailaban y reían en silencio comenzaron a deambular por la habitación, separadas de las paredes aunque manteniéndose cerca de la luz para no desaparecer. Fleur miró sus ilusiones y agitando la pequeña mano, las borró para siempre. —¿Recuerdas que cuando tú subías a los árboles del jardín y caías, yo lloraba también porque me dolía?— Preguntó de pronto, acercándose a ella para hablarle en confidencia, arriesgándose a que Marion usara eso para molestarla, pero confiando en que quizás si lo sabía, se detendría. —Cuando tú sales por las noches... Y tienes esos encuentros, a veces yo también lo siento, despierto agitada, puedo ver tu rostro, el de la persona, sentir los olores y las texturas, por eso a veces cuando camino con Gertrude de la mano y paso por callejones me sé los caminos, por favor, deja de meterte en esos lugares—, la reprendió incluso en esa confesión. —Debes de tener cuidado, Marion, te pueden lastimar un día o atraparte... Dios—, se persignó y apretó los ojos, abrazándose de su hermana con fuerza. —Para ya de hacer esas cosas, te lo imploro, Marion... Hazlo por mí.
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Lun Mar 05, 2018 10:02 pm

No le llamó la atención la comida hasta que Fleur fue a buscarla.

¡Fresas! —exclamó, prácticamente saltando de la cama para ir a comer la dichosa fruta, olvidando así la pregunta que había quedado en el aire. Apenas colocó los pies en el suelo, se acuclilló para quedar a la altura de la bandeja que Fleur había puesto ahí. Robó una fresa y se la llevó a la boca sin vacilar, antes de que la bandeja fuera hacia abajo de la cama. Entonces se reacomodó ahí, metiéndose en ese hueco entre el suelo y el lecho donde su hermana ya estaba, y picó también el pan y la leche—. Ehm, pues… —titubeó un poco, mientras masticaba, cuando Fleur le habló de deshacer el hechizo que le había echado a Annette—. La verdad es que no sé cómo romperlo —reconoció—. Pero ni loca le cuento todo a Mimí, tiene que haber otra manera… —Se puso a pensar rápidamente, nerviosa—. .Bueno, puedo dejar que me ame en silencio y listo… No involucrarme yo con ella, sólo… sólo quería hacerle el amor y ya… Para saber cómo es, ¿entiendes? Con una chica… Sé que está mal, pero… —Calló, avergonzada.

Agarró otra fresa, aunque no tenía verdadero apetito o no podía sentirlo con toda su intensidad. Comió esta vez de forma desinteresada, mientras las sombras de las paredes se desvanecían. Pero arribaban otras, las de la culpa de Marion cuando, una vez más, era reprendida por Fleur.

¿Sientes mis…? —preguntó, incómoda, torciendo la boca y frunciendo el ceño—. Hm, creo que hubiera preferido no saberlo… —Se abanicó la cara, pudorosa—. ¿Y qué opinas? ¿Entiendes al menos por qué lo hago, Fleur? —cuestionó de pronto—. Ya sé que es peligroso, ya sé que no quieres que lo haga, en cierta forma tampoco quiero hacerlo, pero si sientes lo que yo… debes entenderme, debes entender que me siento viva cada vez que sucede —le explicó—. ¿Qué puedo hacer contra eso? Si me detengo… Oh, Fleur, voy a morir de angustia y apatía. ¡Este lugar es tan aburrido! —exclamó—. Me siento atrapada... O me matan por adúltera, o me muero de tristeza y hastío, ¡ugh! —añadió, molesta—. Bueno, no planeo llegar a vieja de todas formas —confesó, con un pequeño suspiro. La idea le parecía deprimente—. Pero mientras tanto, no quiero sentarme a esperar a perder mis dientes, el color de mi cabello, mi belleza… sin haberla aprovechado. ¿No te pasa?


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Chair et mon sang Empty Re: Chair et mon sang

Mensaje por Fleur du Bouëxic de Guich Lun Mar 05, 2018 11:47 pm

Si la tía Rossini hubiese escuchado a Marion en ese momento, la habría entregado sin duda alguna a la inquisición para que se encargaran de su alma pecadora y lasciva mientras berreaba que la maldita hechicera de su madre tenía la culpa y demás sandeces que solía decir de Joyce, la madre de las mellizas. La solía llamar "meretriz de Satanás" mientras hablaba de lo infortunado que había sido el Almirante después de conocerla, cuando en realidad, sus padres habían sido muy dichosos el breve tiempo que su matrimonio duró. Según Madame Renoir, Joyce no utilizó ningún hechizo con el Almirante, al contrario, cuando estaba cerca de él, se desnudaba completamente para convertirse solo en una mujer enamorada, lo mismo él, quién veía por sus ojos y sentía a través del corazón de su amada. La diferencia de edad que había entre ellos era compensada gracias a la inteligencia y diligencia de ambos.

Cuando su tía atacaba a su madre, Fleur, quién jamás era grosera con ella, se transformaba y si estaban comiendo, solía azotar los cubiertos en la mesa, haciendo resonar la cristalería, fijaba la mirada en su tía y le provocaba los peores dolores de cabeza que pudiera imaginarse, aunque eso no estaba bien y ella misma lo sabía, no quería ni podía evitarlo, su madre era intocable y nadie, absolutamente nadie tenía porque faltarle a su memoria. Sin embargo, ahí estaba su hermana aceptando que quería hacer el amor con una joven, cuando ni siquiera debería tener esos pensamientos con un hombre, ¿cuándo fue que perdió el rumbo de esa forma Marion? Tampoco es que de más niñas lo tuviera, siempre fue... particular, pero solía obedecer y tener más intereses, no solamente el de la satisfacción del cuerpo, algo tan burdo y mundano que escandalizaba a Fleur por lo básico y mezquino. —No encuentro realmente tanta fascinación por todo eso, Marion, no lo entiendo y creo que jamás lo entenderé.

Flexionó los pequeños brazos y apoyó el peso de la cabeza en sus manos, mientras miraba las fresas y se decidía a tomar una nueva, lo hizo y mordió la punta, masticando con la boca abierta, algo que solamente hacía en la intimidad de la habitación, con su hermana. —Eso que te hace sentir viva, la misma satisfacción y sensación yo la encuentro en la ópera, en el ballet, en una poesía... Cuando la orquesta alcanza el punto más álgido de la composición, mi piel se eriza y todos mis sentidos despiertan, se me agita la respiración, me dan ganas de llorar y reír al mismo tiempo, lo mismo con el ballet, ¿sabes? Cuando logro algún nuevo movimiento, siento eso mismo que tú me haces sentir cuando haces... eso. Yo me siento viva a través del arte, de la música... No me hace falta algo tan... ¿Cómo decirlo?, ¿violento? Si te soy sincera, siento que te estás menospreciando demasiado, entregándote a cualquiera, si algún día yo siento la necesidad de entregarme a alguien físicamente, será solamente porque ha logrado que mi alma le pertenezca, será porque su sola presencia me haga sentir lo que siento cuando escucho una sinfonía de Mozart o un cuarteto de Bach...

Permaneció en silencio, esperando claro, la burla de Marion, aunque había sido sincera con ella, volvió a colocar otro pedazo de queso en un pequeño trozo de pan y continuó comiendo, mientras la luz invernal del día desaparecía, envolviéndolas en la oscuridad total de la noche a la luz de las velas. —Yo me encargaré del hechizo, si le pusieras más atención a Mimí sabrías como romperlo, pero necesito que tú estés presente claro.
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Mensaje por Julie du Bouëxic de Guich Mar Mar 06, 2018 12:14 am



Sintió una incómoda desconexión con su hermana cuando expresó que no lo entendía, ni siquiera recibiendo pizcas de sus sensaciones a distancia por ese vínculo tan fuerte que tenían desde el vientre de la difunta madre, el hechizo interminable del amor fraternal.

Eso es porque no lo has probado —le dijo con cierta molestia, como si no hubiera derecho a que opinaran distinto. Bueno, ¿cómo podía Fleur opinar, si no tenía ninguna experiencia directa con el tema?—. Exacto, siempre estás con tu ópera, con tu ballet, con tu poesía… —añadió con un tono burlesco. «Ñoña», pensó, pero no lo dijo porque tampoco quería ofender a Fleur; la amaba con todas sus fuerzas y tal vez por eso odiaba que difirieran, sentía que eso las distanciaba un poco—. Yo me cansé de todo eso, quise probar cosas nuevas. Oh, ni siquiera sé cómo comenzó, hermana, pero esa violencia de la que hablas, si realmente está ahí… me gusta. Y no me siento menospreciada, al contrario, tienes que ver cómo me miran, cómo me tocan… ¿Cómo puede todo ese deseo hacerme sentir menospreciada? —argumentó—. Tampoco me entrego a cualquiera, oye, ¡tengo mis exigencias! —clarificó, como si realmente ello cambiara las cosas—. Sí, bueno… Supongo que hacerlo por amor es otra cosa.

Ahí la había atrapado. Julie estaba aprendiendo mucho sobre sexo, pero ¿qué sabía del amor? No tenía sentimientos por sus amantes, se suponía que debía tenerlos para llegar a ese nivel de intimidad, pero ella sentía que en realidad no necesitaba más motivación que el deseo que despertaba en los demás y que esto, de hecho, le facilitaba mucho las cosas.

Pero el amor es complicado —argumentó, entonces—. Creo que estoy mejor así, sin sentir nada por nadie. —Comió otra fresa y, mientras masticaba, añadió—: De acuerdo, desharemos el hechizo. Pero sólo con Annette, ¿sí? No volveré a acostarme con Monsieur Courtemanche, mas quiero que me vea y sufra por no poder tenerme —dijo por último, tocándose el cabello de forma coqueta.


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