Let's play pretend! // Privado - Lobbo [+18]

Tras su última conversación con el líder de la orden, se le había encomendado una misión distinta a las demás. Esta vez no se trataba de dar caza a un vampiro milenario ni de encontrar la guarida de un omega descarriado y peligroso, sino que el cometido de la loba era intentar organizar el norte. Los cazadores allí estaban desperdigados, actuaban en solitario, no atendían a normas ni se preocupaban por los rastros. Había que poner orden y Blackmore había confiado en Thea para llevar eso a cabo. Aquello iba para largo, no era algo que se pudiera cumplir en unos días. El territorio era basto y ella lo sabía mejor que nadie, a fin de cuentas se había criado en las tierras más salvajes, a pesar de ser hija de quien era y del trasfondo militar que la rodeaba.
 
Además, la cazadora tenía su propio plan, uno que, por encima, le había comentado a la orden de Hellsing, aunque al no tener del todo claro cómo saldría la cosa, no había ultimado detalles. Así que, en cierto modo, estaba sola ante el peligro por ahora. Ya más adelante, una vez asentadas las bases, profundizaría en el mecanismo y funcionamiento de su idea. Por el momento, debía acudir al concilio que se celebrara aquella tarde cerca de los bosques. Estudiar a la presa de cerca era primordial y Thea ya había fijado un objetivo, el varón más oven de los Landvik. Desde su punto de vista, ella era una candidata ideal para un matrimonio concertado y estaba dispuesta a arriesgar su libertad por una causa mayor. Esa familia tenía mucho poder en Rumanía y siendo todos licántropos, podía suponer un grave riesgo para la población, así que debían estar vigilados de cerca.
 
Se arregló lo suficiente como para en el evento llamar la atención, pero tampoco de manera exagerada como para parecer que eso mismo era lo que buscaba. Era una joven atractiva y la chica era plenamente consciente de ese hecho, así que lo utilizaba como un arma más cuando le resultaba de utilidad. Se conocía la zona como la palma de su mano y en caso de necesitar escapar si algo se torcía, no tendría problema en lograrlo. Pero debía ser positiva, se había estudiado el proceso que iba a llevarse a cabo en el concilio, los tiempos aproximados y a los que atenderían. Era meticulosa hasta rallar lo absurdo, pero eso le había salvado el trasero en diversas ocasiones.
 
Ella acudía como representantes de las tierras que su padre comandaba, así que tenía “invitación” sin necesidad de falsificarla. Llegó tarde expresamente, porque así ya todos estarían presentes y su arribada les obligaría a mirarla. Conocía como funcionaba la sociedad y lo que lograba captar atenciones, pues había asistidos a tantos actos políticos y militares como el mismísimo rey de Francia.

Había llegado el día en el que todos los alfas de las manadas se reunirían en el norte, la unión hacia la fuerza, aunque eran muy distintos. Todos ellos tenían el ego lo suficiente alto como para creerse los alfas indiscutibles, hoy por fin cedían ante la petición de mi hermana de reunirse en busca de soluciones para el norte.
Se buscó un punto común, Akershus, la fortaleza independiente, hogar de Elaine y Sirius. De suceder algo el conde podría aplacar los humos, aunque en la negociación había tratado de mantenerse ajeno a las cosas de lobos. Mi hermana Elaine era la máxima representación de las manadas, la inductora de este concilio, era la unión indiscutible entre los lobos a los que ella representaba y los humanos, pues se había desposado con un hijo del conde Cannif.

Poco a poco los lobos fueron llegando a Akershus. Mi hermana hizo de anfitriona, saludaba a todos y cada uno de los representantes hablándoles con cariño y sabiduría, alabando sus proezas omitiendo sus errores. Los conocía, durante meses había tratado con cada uno personalmente, había acudido a los distintos bosques, los fronterizos a Akershus y los de la periferia del norte, hoy esperaba que todos ellos por fin estuvieran preparados para llegar a acuerdos.

Antes de empezar, para que no fuera llegar y hablar de los problemas, habían decidido pasar una noche tranquila, una cena suculenta, conocerse, unas jarras en la taberna, bromas y crear buen ambiente. Se habían habilitado unos caserones para servirles de provisional alojamiento a los distintos jefes de clanes y así a la mañana siguiente, con el zenit el congreso empezaría.

Madre y padre fueron los alfas del bosque mas salvaje, en las afueras y septentrional a las aldeas de los fiordos. Muchas eran las voces discordantes que me proponían como alfa, quitandole su hegemonía a Thea, la nueva alfa.
La saludé al cruzarmela, no le presté atención en exceso pues francamente mi alfa gruñía por dentro mas que dispuesto a lanzarse a su yugular y arrebatarle en duelo singular lo que era mio por derecho, el problema era que eso no ayudaría a conciliar la paz.

Me puse hablar con el joven Skoll, nos reíamos con una jarra en la mano, no tardó en unirse saga con esa sonrisa divertida que se gastaba.
Le tiré el brazo por encima de los hombros mordiéndole el hombro con picarda.
-¿como va tu cruzada por seguir virgen a toda costa? -pregunté divertido.
Chocamos las jaras y la espuma se desparramó por mi diestra.
-¿que pasa hermanito? -dijo Elaine colgándose de mi cuello repartiendo besos por mis mejilla.
-Sirius tu mujer necesita afecto -dije divertido al ver llegar al vikingo.
Créeme, cada noche hay tormenta en Akershus -dijo con picarda mientras mi hermana le daba un manotazo y todos nos reíamos.

Al llegar, ya corría el alcohol y la comida engrasaba las manos de los lobos más glotones. The no comprendía por qué debían perderse las formas de aquella manera. Se podía ser lobo y tener clase, comportarse como una dama o un caballero según correspondiera. Sin embargo, allí en el norte, estaban acostumbrados a actuar como fieras. Los licántropos que ocupaban las tierras de su padre eran los primeros en el rango de asalvajados y ni Ruran ni ella parecían encajar como alfas del grupo. Obviamente, ella no deseaba serlo, su verdadero sino residía en la orden de Hellsing y el rango de su padre sólo le servía de tapadera. Su porte elegante, la hacía destacar aún más entre el resto, pero solía implicar miradas de desdés más que de admiración o respeto. En el fondo no le importaba lo más mínimo, pero para su misión debía conseguir ser aceptada y si para ello debía rebajarse al nivel de los demás, lo haría.

Se cruzó con Lobbo y aunque ella le dedicó la mejor de sus sonrisas, fue completamente ignorada. Su loba interna rugió y casi se podía ver crepitar las llamas en su mirada, sin embargo, apretó la mandíbula e inspiró lenta y profundamente para calmarse, recurriendo a su querida meditación para apaciguarse a sí misma. Al parecer la cerveza ayudaba a relajar el ambiente, así que se armó de valor y cogió una de las que iban arriba y abajo en bandejas de madera. Olió el líquido y no se le antojó del todo desagradable, así que le dio un sorbo silencioso, aunque la espuma le dejó de todos modos bigote. Hizo una mueca por la amarga sorpresa que resultó ser el fermento dorado y se limpió con la lengua los restos, más amargos aún que el propio jugo de la cebada. No le gustó, pero aún así le dio otro trago, más largo, evitando respirar al tiempo en que la bebida bajaba por su garganta. Agarró entonces la falda del vestido con la zurda, pues en la derecha llevaba su copa y se dirigió al grupo en el que su objetivo se hallaba. Conocía al resto de lobos, los había visto en otras ocasiones, pero con la que más había hablado era con la rubia, que si no recordaba mal se llamaba Saga. -Buenas noches.- Saludó a todos los presentes y luego se centró en la muchacha. -Hacía tiempo que no nos veíamos, ¿cómo se encuentra tu padre?- Diplomacia era algo que a la hija del general le sobraba y preguntar por los líderes era algo primordial en un mundo gobernado por lobos. Saga sería la heredera de su manada algún día pero, por ahora, seguía siendo Aúkoc el que mandaba. La joven se la quedó mirando extrañada, como si no entendiera que le hablaba con tantas confianzas. Aún así, le respondió con una leve inclinación de cabeza y una sonrisa algo forzada. -Está bien, dando guerra como siempre.- Los demás se rieron, debía ser una broma interna que la intrusa no comprendía, pero por mimetizarse con el resto, rio bajo. Estaba claro que la cosa estaba tensa allí y que la veían como a la rara, la presumida, la estirada. Pero no conocían a la verdadera Thea, a la cazadora, a la loba salvaje y agresiva. Sí, podía ser muy calculadora y la meticulosidad era su seña, pero no dejaba de ser una fiera cuando se necesitaba que lo fuera. Ella observaba de reojo al joven de los Landvik, le mirada a escondida y aunque lo hacía con una intención muy concreta, a ojos del resto se podía interpretar como timidez, curiosidad e interés.

Thea no se rendía, había decidido acercarse al resto no se bien con que finalidad, si bien era cierto que era nórdica, había pasado gran parte de su vida lejos de estas tierras, para todos era una “intrusa” , una princesita con aires de grandeza pero con el poder suficiente como para tener voz y voto en este concilio, a fin de cunetas era la alfa de mis tierras.

Dejé escapar el aire, cuando se refirió a Saga, esta respondió de forma cortes, como ella era mientras yo apartaba mi brazo de sus hombros y daba un largo trago a la jarra.
Mi hermana mucho mas diplomática conversó con Thea, la quería de su parte, era importante llegar a un acuerdo entre todas las manadas y hoy por hoy la suya era fuerte y numerosa, la necesitábamos y así me lo hizo saber dándome un codazo en el estomago.
-Buenas Thea -dije sin mas mirando después a mi hermana con un claro “¿ya esta?” -Voy a por otra jarra, la he vaciado.

Salir de allí era lo sensato, era fácil que ella y yo acabaríamos discutiendo sobre porque se había adueñado de lago que siempre había pertenecido a los Landvk, mi padre era el alfa, mi madre era la alfa, ella no era nada, solo la maldita usurpadora que se aprovechó de las circunstancias.
Su mirada no dejaba de seguirme allá a donde iba, como si me buscara de un modo u otro.

Saludaba a Shahale que me estaba contando que su hijo por fin se había prometido cuando de nuevo sonetiza la mirada parda de esa mujer que no dejaba de provocarme. Envalentonado por las tres jarras que llevaba encima acabé acortando las distancias para mirarla de frente.
Era una mujer bella, quizás con otros le sirviera ese cuerpo curvilíneo y cara de niña buena, pero yo acostumbraba a perderme entre muchas piernas y su bajada de pestañas no iba a convertirme en su perro fiel ni de coña.
-¿quieres algo de mi? -pregunté ladeando la sonrisa -ademas de mis tierras por supuesto -atajé con sorna antes de lazar la jarra y golpear la ajena -Skoll.

La situación no le era nada favorable a la hija del general, porque aunque los demás pudieran soportar su presencia, tolerarla o incluso entablar conversación con ella, Lobbo, el que era su objetivo, le tenía un rencor especial y ella sabía bien el motivo. Las tierras, aquellas que el muchacho se empeñaba en decir le habían sido robadas, cuando la realidad nada tenía que ver con eso. Pero bien, aquella era precisamente su baza, saber que el joven Landvik deseaba aquellos terrenos y sus manadas más que nada. Ella podía dárselas si se desosaban. Ocultó una ladina sonrisa que sólo podrían haber descubierto aquellos que la conocieran suficiente por el brillo de su mirada. Para los allí presentes, ella seguía con la misma expresión afable y porte educado.
 
Entabló conversación con la hermana, una joven hermosa, lista y cordial. Ella conocía la diplomacia, no como el resto y era educada y cortés. Si bien podía ser todo una fachada, algo le decía que la chica era buena por naturaleza y que no fingía en sus actos ni era condescendiente con ella por interés del concilio. Pudo ver como el castaño se revolvía por un golpe de codo que Elaine le daba y se tuvo que morder el labio inferior con disimulo para que no se le escapara una breve risa. -Buenas noches, Lobbo.-
 
Creyó que era su oportunidad, pero el macho enseguida se disculpó y se fue a otra parte, dejándola de lado una vez más. Podía notar como su pecho reverberaba con los gruñidos de su fiera interna. Desde un principio había sabido que no sería fácil, pero tampoco creyó que la rehuyera de aquella manera. El resto se dispersaron y pronto quedó sola, observando a su presa a cada paso que daba, intentando meditar un nuevo ataque, un flanco por el que acercarse y acorralarle. Porque si no tenían ni un minuto a solas, no podría poner en marcha su plan, ni ninguno que se le ocurriera.
 
Dándole vueltas estaba a la cabeza cuando fue el propio Landvik se acercaba a ella. Le sorprendió que no se diera media vuelta a mitad del camino o que la esquivara al pasar por su lado. Se plantó justo frente a ella y le habló. Todo muy extraño. Hasta que dijo las palabras mágicas, claro. Retuvo el aire para no suspirar pesadamente y lo dejó escapar muy despacio, cas contando los segundos que tardaba en vaciar los pulmones de oxígeno. Por su cabeza pasó un ¿Por qué iba a querer algo que ya tengo? pero, obviamente, no lo dijo. Quería ganarse al licántropo, no enfurecerlo. Eso sabía hacerlo él solo sin ayuda externa. -Siempre me gustaron los retos y los hombres complicados… Mi padre dijo que estaba loca cuando le dije lo que pretendía al venir al concilio en su nombre.- Hizo una pausa, intentando averiguar si el contrario se enteraba de lo que estaba ocurriendo o si su mente no daba para tanto. Al ver su expresión de confusión o de “¿Y a mí qué me cuentas?”, supo que tendría que detallar más. -¿Hasta qué punto deseas recuperar las tierras que ahora comanda Ruran Silje?-

Llevé el vidrio de nuevo a mis labios y di un trago profundo a ver si ademas de mi sed aplacaba mi ira también. Me relamí la espuma mirándola, no entendía bien si la muy necia se pensaba eramos amigos, mas cuando me dijo que había venido al concilio para algo por lo que su padre la tildaba de loca no pude evitar poner cara de “me importa una mierda”
-Yo mas que loca considero andas con un palo metido por el culo -dije ladeando la sonrisa mientras alzaba una de las manos en son de paz -pero no reconoceré haber dicho esto si mi hermana pregunta. Me acerqué a su oído para que nadie mas nos oyera  con una picara sonrisa en mis labios -solo estoy aquí porque mi hermana cree que debo mostrarme...- hice una pausa meditando las palabras -amable contigo, demostrar al resto de manadas que si yo puedo respetarte y ceder, todos podemos -me encogí de hombros pasando por su lado para irme -así que debería dejar de beber para poder fingir bien, mis ámbar me delatan cuando te miro y no precisamente porque seas mi tipo.

Iba a seguir caminando y pasar de largo cuando ella volvió a dirigirse a mi, me gire para enfrentar sus pardos.
-¿Hasta que punto? Hasta ese punto en el que acudiría frente a mi manada y retaría a tu padre a duelo singular, como antaño se hacia, el vencedor mantiene el liderazgo de la manada y las tierras y el otro se larga con el rabo entre las piernas o muere. Si te portas bien puede que te deje quedarte con el resto de las hembras, con suerte te montaré una luna llena -dije desprendiendo la ira que contenía y que ahora el alcohol azuzaba con fuerza -solo una cosa me mantiene aquí, en este concilio y es mi hermana -ella quiere la paz entre las manadas, y yo no quiero ser el culpable de joderla. Cedo mi hegemonía solo para que las manadas del norte se unan contra Randulf, ese es el único motivo por el que tu padre sigue liderando el bosque que me vio nacer ¿lo entiendes?

Di otro trago furibundo antes de continuar.
-Voy a darte un consejo, firma ese tratado y búscate un buen marido que te saque el palo del culo.
Nuestras miradas se encontraron y sin mas, aparté mis ojos de los ajenos, mi tono amarillo radioactivo me delataba así que sacudí un par de veces la cabeza dispuesto a seguir mi camino.

No podía importarle menos lo que los demás opinaran de ella. Jamás había tenido intención alguna de heredar las tierras de su padre, si ahora fingía quererlo era por un bien mayor. Así que el esfuerzo de Lobbo no valía para nada, porque una vez conseguido su objetivo, ella se centraría por completo en la orden de nuevo y dejaría que su padre cediera el mando de las manadas a quien él considerase digno sucesor, un buen alfa, noble y sensato como él, y no un caprichoso engreído como el joven de los Landvik que ahora tenía delante.
 
Las contestaciones ajenas le hicieron mucha gracia. Que ese lobo pensara que tenía alguna posibilidad de vencer en duelo singular a Ruran era tan risible como el hecho de creer en la justicia frente a la horca. Sin embargo, no le comentó lo loco que estaba o lo ridículo que sonaba diciendo todas aquellas tonterías. Tenía un nuevo plan de acercamiento y lo seguiría, aunque su orgullo licano se resintiera en su pecho, pues su cordura seguía mandando por el momento. Y mejor no se lo podría haber puesto el contrario cuando, intentando insultarla le puso el tema en bandeja de plata, y no de madera cutre como la que allí usaban para pasear copas y jarras. -¿Y si me quitas tú el palo del culo?- Comentó con una leve sonrisa y un ladeo de cabeza muy canino. Pero era consciente que dicho de ese modo y con la de copas que llevaba el otro encima, le costaría entender lo que le decía, a pesar de haber sido el propio Landvik el que hiciera la gracia. Aún así, decirlo de manera específica le costó más de lo que en un primer momento había pensado. Hizo una pausa, tragando saliva, pero casi sintió como si lo que bajara por su garganta fuera un engrudo de masa cruda para pan. Le dio un breve sorbo a la hidromiel que aún contenía su primera jarra y elevó el rostro, clavando sus ojos avellana en los ámbar ajenos que, por un instante, habían pretendido evitarla, hasta que la escuchó preguntar y su curiosidad lo retuvo. Finalmente, se vio capaz de pronunciar las palabras e intentó no atropellarse al hacerlo y parecer calmada. -¿Por qué no te casas conmigo y recuperas las tierras?- Antes de que contestara siquiera, vio pasar a uno de los del servicio portando más alcohol y cogió una copa para dársela a Lobbo, como si le obligara a digerir lo que acababa de escuchar. -Piénsatelo bien antes de abrir la boca. Podrías arrepentirte de tu decisión.- Le dedicó una afable sonrisa y se alejó, dejándole con la palabra en la boca.

En cuanto estuvo medio oculta entre el gentío, pues se había dirigido a una zona con muchos invitados reunidos, apresuró el paso y se fue a esconder en una zona donde no había nadie. Sabía que si el licántropo quería, podría dar con ella por su olor. Lo que buscaba era darse tiempo a sí misma para intentar calmarse de nuevo, porque a pesar de lo que pudiera aparentar, este tema la tenía de lo más incómoda. Se miró la mano izquierda, la cual temblaba ligeramente y se forzó a abrir y cerrar los dedos para que el riego sanguíneo le devolviera su pulso habitual mientras esperaba que su actuación funcionara con el joven Landvik.

Ladeé la sonrisa al escuchar sus palabras arrastrada “¿y si me quitas tu el palo del culo?” Una risa sarcástica escapó de mis labios.
-Para eso tendría que tocarte -dije deslizando mis ojos por su cuerpo curvilíneo con descaro y ...pareces estar llena de mierda, no quiero mancharme las manos -susurré relamiendome los labios.

Iba a largarme, había dicho demasiado, el alcohol corría por mis venas desaforado y si quería la paz en el norte, facilitar las cosas a Elaine, lo mejor era que me largara de fiesta a otro lado.
-Señorita -fui a despedirme cuando la loba me detuvo, seguramente buscando un mordaz comentario para atajar el mio. Tomó una copa que bebió con premura mientras yo ladeaba la cabeza en un gesto muy lobuno esperando me soltara el antebrazo.
Lo que no esperé ni de lejos fue su oferta, mi mirada turbia por el alcohol se centró en sus ojos ¿Había entendido bien? ¿casarnos? No fue suficiente robarme mis tierras que ahora ansiaba atarme a ella?
Hubiera respondido, mas silenció mis palabras pidiéndome que lo pensara y sin mas, me soltó dispuesta a salir corriendo de aquel lugar como si ahora mi presencia empezara a quemar.
Seguí su estela con mis ámbar prendidos en llamas y de un trago apuré esa jarra que me había dado para que empujara la buena nueva de un compromiso que no quería ni de lejos.

Permanecí en esa fiesta un buen rato, bromeé con Sirius y también con Skoll, las horas fueron pasando, en mi mente seguía retumbando la misma pregunta ¿por que no te casas conmigo y recuperas las tierras?
Si bien era cierto un matrimonio concertado conseguiría aunar las opiniones que se alzaban enfrentadas sobre si yo merecía ser el alfa o por contra el padre de Thea era justo merecedor de serlo, tendría que atarme a algo...yo era libre como el viento ¿podía atraparse acaso el viento?

Su olor llegaba a mi, seguir su rastro para un lobo era fácil, ella lo sabia y en los lindes del bosque de Akershus me esperaba. Mi velocidad sobrehumana atajó la distancia y pronto quedé de frente a ella. No lo entendía ¿que ganaba ella con todo esto?
-¿Por que? -pregunté enredando ligeramente las palabras -¿mis tierras a cambio de un compromiso que a ti no te trae ningún beneficio. Posees dinero, tierras y seras una de las alfas cuando tu padre caiga ¿que te ata entonces a un matrimonio conmigo?
Quizás estaba demasiado ebrio como para ver con claridad lo que esa mujer se traía entre manos.

Por mucho que el licántropo se empeñara en vejarla, a Thea nada le importaba tanto como su misión, aquella que ella misma se había encomendado. Así que omitió cualquier insulto y palabra ofensiva. Se tragó el orgullo, el carácter y las ganas de coger al contrario y estamparlo contra un roble, atravesando el tronco con él. Pero ahora que estaba sola en la linde del bosque esperando a que Lobbo fuera a su encuentro, le daba vueltas y su odio iba creciendo. Ese hombre era mucho más engreído y estúpido de lo que recordaba. Por mucho rencor que le guardara por creer que Ruran le había usurpado lo que por derecho de linaje le pertenecía, la ley de los lobos no funciona así, esa que con tanto entusiasmo el joven Landvik blandía. Ella podía llevar sólo cuatro años siendo lo que era, pero conocía a la raza desde niña y los había estudiado con su padre, por no hablar de todas las indagaciones que había hecho con los documentos y libros que poseía la orden.
 
Estaba tardando demasiado y ella empezaba a exasperarse. Se descalzó, porque los zapatos le molestaban y en cuanto sus pies desnudos tocaron la hierba, inmediatamente se sintió mucho más tranquila, calmada. Comenzó a pasear por la zona, observando los tréboles que crecían aquí y allá. Se agachó en alguna ocasión, cuando creyó ver uno de cuatro hojas, pero siempre eran dos que se habían juntado, engañando así a la vista del que anhelaba algo de suerte. Pudo escuchar unos rápidos pasos acercarse y por el olor, supo que era a quien ella estaba esperando, así que se incorporó e intentó parecer tranquila, aunque no se molestó del todo en ocultar cómo se sentía, pues el verse afectada en cierto grado la ayudaría en su pantomima.
 
Disimuló la sonrisa que amenazó con salir a sus labios cuando el castaño le hizo las preguntas que estaba segura llegarían si es que él se planteaba siquiera aceptar el trato. De no interesarle, la hubiese seguido ignorando como intentó hacer desde el principio y ella, sin embargo, le había aguado los planes. Exageró un suspiro, dramatizando. Fue desviando su mirada, expresamente, como si le diera vergüenza contar las cosas que a Lobbo le soltaba. Viles mentiras, pero muy bien actuadas. -Luego decís los alfas que tenéis muy buen instinto… Cómo puede ser, entonces, ¿qué no te hayas dado cuenta?- Le dio la espalda unos segundos, llevándose ambas manos a la cara. Quería que pareciera que se sentía mal, entristecida, mas lo que hacía era pellizcarse las mejillas para que éstas se sonrojaran. Habló bajo, sabiendo que aún así él la oiría por lo desarrollados que ambos tenían los sentidos. Con los labios abultados cerca de las palmas que aún resguardaban su rostro. -Intenté decirlo de manera sutil antes…- Suspiró de nuevo, girándose a enfrentar los ojos algo perdidos, seguramente por el exceso de alcohol, ajenos antes de proseguir con su teatrillo particular. -Sé que tú me odias, que me ves como a tu enemiga, aquella que tiene lo que debería ser tuyo… Sin embargo yo… yo…- Se cubrió de nuevo el rostro con ambas manos y se encogió al mismo tiempo, hasta acuclillarse en el suelo, descalza como estaba, con el vestido mojándose por la humedad que rociaba la hierba. -No sé por qué, pero… estoy enamorada.-

Enarqué una ceja al escucharla decir que no me había percatado de lago pese a ser un alfa ¿cuenta de que? La loba me dio la espalda ante mi cara de no entender nada de lo que hacia ¿iba a llorar? ¡no me jodas! Pero cuando se giró para enfrentar mi turbia mirada y me confesó que estaba enamorada me puse a reír a carcajadas, como chiste era bueno.
Llevé mi mano al estomago y mi diestra como punto de apoyo al tronco de uno de los arboles cercanos mientras no paraba de reír, claro que cuando me percaté de que solo me reía yo alcé la mirada cambiando el gesto a uno mas...incrédulo, que luego pasó al de “acojonado”
-¿que lo dices en serio? -pregunté mientras esta con sus mejillas plagadas de rubor asentía -¿de mi? -pregunté abriendo los ojos como platos.

No nos conocíamos, apenas habíamos intercambiado unas palabras y en su mayoría habían sido desafíos velados, sonrisas falsas y algún improperio en la distancia ¿como cojones iba a estar de mi enamorada?
-A ver si lo he entendido bien ¿tu quieres casarte conmigo porque estas enamorada de mi y yo...por las tierras?
Hasta dicho ebrio como iba me sonaba mal, del culo a decir verdad.
-Mira yo...yo y el amor no nos llevamos bien -dije con ese afán que me caracterizaba por salir corriendo de todas las relaciones que pudieran resultarme estables.

Negué con la cabeza desviando mi mirada de su persona, meditando si aceptar el trato es lo que quería. Las tierras pertenecieron a mis padres, podría ir, enfrentarme a su padre y recuperar mi manada en duelo singular, era la ley de los lobos, peor eso me llevaría a romper la paz que tanto a mi hermana le habia costado crear, estaba atado de pies y mano.
-No voy a enamorarme de ti -gruñí entre dientes como advertencia -si acepto, solo será un matrimonio de conveniencia..yo conseguiré mis tierras y tu...bueno, tu ¿que quieres tu exactamente? Te vale con poder decir que eres mi mujer? ¿sexo tal vez? No entiendo bien que esperas exactamente.

Quizas necesitaba unas jarras mas para poder asimilar todo esto o quizás dormir la mona para poder hablar con un poco de cordura todo esto.
-Como exactamente llevaríamos esto...casándonos ¿y después?

El que se echara a reír era una de las posibilidades que Thea ya tenía calculadas, pues sabía lo engreído y, al mismo tiempo, insensible e incrédulo que era el joven Landvik, lo tenía ya estudiado desde la distancia, aquello que le había sido posible dada su mala relación entre ambos. Precisamente por eso necesitaba una excusa para estar en su día a día, y cerca además del resto de su familia. Como hija de Ruran, no podía hacerse pasar por alguien del servicio ni similar, la conocían a la perfección y dado que Lobbo la odiaba como lo hacía, pero deseaba las tierras de su padre por encima de cualquier cosa, incluido su propio orgullo, había dado con ese plan, un matrimonio a la fuerza, un casamiento que a él le ofreciera aquello que más anhelaba y a ella una proximidad, envidiable por cualquier espía, a sus objetivos. Así que cuando le escuchó carcajearse, siguió con su actuación, le observó con sus ojos de pupilas ligeramente dilatadas y algo vidriosos, a causa de los polvos que había usado al llevarse ambas manos a la cara. Era buena mintiendo, siempre lo había sido, y conocía muchas tretas que solía usar para conseguir lo que quería cuando se trataba de cazar.
 
Observándole aún acuclillada, escuchó sus preguntas, su cúmulo de dudas. Asintió cuando preguntó si pretendía casarse con él porque le ama, puras patrañas, pero eso él jamás lo sabría, no hasta que fuera demasiado tarde para él y el resto de la realeza de Rumanía, al menos. Apretó los labios al contener un suspiro, aunque a la vista del que la estuviera mirando parecería más bien que contenía el llanto. -Me conformo con estar a tu lado… siendo tu esposa.- Ladeó la cabeza en un gesto muy lobuno, y dada la posición en la que se encontraba, el brillo de sus orbes y cómo le miraba, bien podría parecer un cachorro desamparado o, en este caso, desesperado por la atención del “hombre al que amaba”. Lo tenía todo sumamente ensayado, a pesar de los nervios y las pequeñas trabas, y de la testarudez desmesurada de Lobbo, creía que la cosa estaba funcionando.
 
Se alzó muy despacio y tocó la mano ajena con la yema de los dedos, de manera efímera, suave, casi como si temiera que al rozarse una piel con la otra, el macho se desvaneciera. Como era de esperarse, él se apartó de inmediato, no quería tocarla, pues como le había dicho antes para el más pequeño de los Landvik Thea “estaba cubierta de mierda”. Pero ahora eso que tan mal le olía siempre, relucía como el oro, pues le ofrecía en bandeja el que cuando Ruran muriera, gobernara sus tierras. -No te pido más que desposarnos y una oportunidad. Tal vez nunca me ames, pero podrías llegar a dejar de odiarme con el tiempo, ¿no?- Quería darle lástima, aunque ella odiaba ese sentimiento, sentirlo y provocarlo aún más asco le daba. Pero en este caso era su mejor baza y esperaba que surtiera efecto.

Me centré en lo que ante mis ojos se mostraba como una mujer desesperada, enamorada. Llego un momento en el que incluso me dio pena al verla derrumbada frente a mi cuerpo, con los ojos brillantes, las mejillas plagadas rubor y esas palabras que me sonaron a total sumisión, solo tenerme ¿en serio?
Su roce me abrasó cuando se alzó, no tanto porque una parte de mi la odiaba como porque el amor era un sentimiento con el que llevaba enfrentado toda una vida, lo rehuía, nunca terminaba bien y yo lo sabia, era un sentimiento peligroso, demasiado, las peores guerras no habían sido llevadas a cabo por tierras si no por eso que abrasaba las entrañas.
-No puedo -dije finalmente reculando hacia atrás.

Su rostro se desencajó, como si algo no le encajara, como si pensara que aceptaría el compromiso sin dudarlo.
-No voy a casarme contigo, no porque no ansié mis tierras, las quiero, pero ...tu amor te hará pedazos y eso nos enfrentará a mi y a tu padre. No soy precisamente un hombre -ladeé la sonrisa -fiel, tampoco calmo. Me gusta el sexo, bebo a menudo, me divierto ¿estas segura de que un tipo como yo es lo que mereces? ¿cuanto tardaras en odiar todo lo que soy? -pregunté relamiendome los labios.
-ni siquiera nos hemos besado una vez ¿como sabes que soy exactamente lo que quieres? -negué con la cabeza.
-Mira, estoy borracho, no pienso con claridad y aun así creo que estoy mucho mas acertado que tu...

Podía ver como su mirada amarilleaba, como si mi respuesta no le gustara.
-Quiero esas tierras, no enfrento a tu padre porque eso traería la guerra, pero ¿que esperas exactamente? ¿que harás cuando llegue oliendo a otra mujer a nuestro lecho? Follaremos o solo fingiremos hacerlo? No se, esto es demasiado...obtuso o seré yo que no tengo la mente clara como para entender exactamente que quieres. Dices que me amas, peor no veo deseo en tu mirada, ese sentimiento lo conozco,, lo he visto en demasiadas mujeres y no estoy tan ciego como para no verlo.

Cuando el contrario le dijo que no se casaría con ella, fue como si le lanzara una jarra de agua fría a Thea, no porque la rechazara, no porque se sintiera ofendida, dolida y vejada, sino porque no le cuadraba que se negara a obtener de manera tan sencilla lo que él más ansiaba. ¿A caso se había vuelto loco el lobo? Estaba cerrando la única puerta que le iba a devolver aquello que, según él, por derecho le pertenecía. Era consciente que no podía enfrentarse a Ruran, que con ello echaría por tierra todo lo que Elaine Landvik estaba consiguiendo con el concilio que al día siguiente tendría lugar. Ella le ofrecía en bandeja conseguirlo sin esfuerzo y él se negaba, ¿por qué? ¿Por si ella le odiaba? Menuda tontería más grande, ¡si ya lo hacía! Claro que eso, según la actuación de la joven Silje, no era cierto en aquellas circunstancias. Se suponía que ahora le amaba y, al parecer, a él le sabía mal que su personalidad y líos de faldas a ella la destrozaran. Qué estúpido preocuparse así por la muchacha cuando siempre la había ansiado destrozada, tal vez hasta muerta.
 
Quiso responderle, decirle que sabía de sobra cómo era, que se tiraba a todo lo que tenía patas, que se emborrachaba a menudo y que lo único que le faltaba era que le fueran las apuestas. Pero no podía decirlo, no cuando fingía estar de él enamorada. Se mordió la lengua e intentó tirar por otro lado su estrategia. -Puede que no seas el mejor hombre, que te gusten demasiado las mujeres y la bebida… Pero yo, mi instinto…- Hizo una pausa, llevándose ambas manos al pecho y dejó que sus ojos fulguraran dorados. -Mi loba te busca, te desea, te reclama…- Se le quedó mirando fijamente e intentó de nuevo fingir que deseaba tomarle de la mano, pero se reprimía, todo actuado, claro. Desvió la vista hacia el suelo, como si meditara las palabras ajenas, intentando conciliar sus sentimientos con la realidad que la golpeaba, falsamente. Se mordió el labio, se llevó una mano a acariciar la carne atrapada bajo los dientes y con ese gesto, buscó de nuevo los orbes foráneos. -Yo puedo darte sexo si es lo que deseas… Y nunca te faltará alcohol en casa.- Cualquiera que la escuchara, pensaría que realmente le quería con ella, que le necesitaba y que le ofrecería cualquier cosa a cambio de su compañía, de su presencia, de estar a su lado aunque jamás pudiera amarla.
 
Debía hacerlo todo más creíble, demostrarle que hablaba en serio y que “sus promesas” no eran infundadas. Sabía que le había echado en cara que no siquiera se habían besado, pues bien, nada le costaba. De repente, sin darle tiempo a reaccionar siquiera, le sujetó el rostro con ambas manos y pegó sus labios a los ajeno. Cerró los ojos, intentando imaginar que era otro al que besaba, no importaba quién mientras no fuera Lobbo. Se embebió del alcohol que él mismo había tragado, su aliento estaba de él impregnado. Ladeó un poco la cabeza, entreabriendo la boca y dejó que su instinto la guiara para que la unión entre ambos no se viera forzada.

Enarqué una ceja cuando dijo que sabía como era ¿en serio? ¿Y aun así quería casarse conmigo? ¿esa hembra debía estar loca? Iba a responder, cuando sus ojos ámbar centellearon, mis labios se entreabrieron instintivamente, era una alfa y yo también y esa sensación irracional, lobuna, salvaje una llamada que surgía entre macho y hembra del mismo estatus y linaje nos llamó, rugió.
Mi pecho subía y bajaba violento, ojos mostaza que centellearon como rayos frente a los suyos.
Sus labios hablaban de sumisión, de que cedería a mis necesidades, sexo, alcohol, lo que fuera si la montaba cada noche, pero su mirada por contra me dictaba algo distinto, fuego, ese que las fraguas del norte encerraban, viento, el mismo que me convertía en una bestia libre y bosque, el que nos había visto nacer a ambos.

Mis ojos turbios bajaron a su boca, mordía su labio inferior y un suave gruñido escapó de mi garganta.
Eso bastó para que ella atajara la distancia, su mano en mi rostro sujetándolo con firmeza, como si temiera me escapara. Su boca colisionó voraz con la mía, nuestras respiraciones se fusionaron agitadas, la mía bañada en alcohol, la suya limpia, fue su lengua la que se adentró entre mis labios paladeando los nuevos senderos hasta ahora desconocidos.
Mi cuerpo atajó la distancia pegándose con el suyo, ambos cuerpos abrasaban, calientes como estaban mi hombría endurecida se hundió en su vientre bajo. Gruñí de nuevo enredando mis dedos en un puño, su larga melena parda cayó en cascada. Jadeamos contra los labios ajenos, nuestros ojos nos delataban, dos alfas mirándose de frente, pocas veces en esas circunstancias los instintos no ganaban la batalla, mas sabía que de ceder a ellos, perdería la guerra ante ella.

Reculé relamiendome los labios, buscando la calma que ni de lejos encontraba.
-He dicho que no -atajé como si ahora mismo importara lo que dijera o no -he de irme y tu también mañana será el concilio, mi hermana ha trabajado duro para que la paz en el norte se produzca entre las manadas, no vamos a joderselo.

Mis ámbar aun centelleaban.
-¿estas en celo? Pregunté sacudiendo la cabeza embotada antes de girarme para largarme de allí o acabaría enredado con ella sobre la hierba.

Tal y como había imaginado dada la fama de Lobbo, no le costó nada que cediera a su instinto, a los deseos carnales que solían gobernar al licántropo que tenía delante y que, ahora, se apegaba a ella con necesidad y deseo. Podía sentir su hombría aprisionada entre la ropa y sus cuerpos, el calor que desprendía y que allí se concentraba. El contrario no dudó ni un segundo en corresponder al beso, tornándolo más voraz, más agresivo. Él estaba pasado de copas y aquello influía en que su control fuera aún menos del habitual, algo que Thea no había fallado en calcular.

Sin embargo y a pesar de lo frío de la situación mental con la que la hija de Ruran se había metido en todo aquello, no podía negar que la sensación de devorarse con un alfa, nada tenía que ver a lo que ella hubiese experimentado antes. No era el primer hombre al que besaba, ni el primero que la aferraba a su pecho con fuerza, pero el torbellino que se desataba era nuevo, obvio teniendo en cuento lo que ambos eran y lo que sus instintos les dictaban. No pudo evitar gruñir cuando él se separó y sus orbes la delataron por una fracción de segundo, no en algo grave, sino en el anhelo de continuar con aquello que había iniciado sólo por la misión y de lo que su loba interior se había adueñado. Tardó un poco en centrar de nuevo la cabeza, en aclarar su mente y volver a meterse en el papel que tanto había ensayado y perfeccionado en las últimas semanas.

Apretó los labios para no hacer rechinar los dientes, dejó caer los párpados e inspiró profundamente, buscando esa relajación que tanto la ayudaba. Cuando abrió de nuevo los ojos, estaba más calmada y podía seguir actuando, aunque una de sus rodillas le temblara, pues con la falda del vestido desde fuera no se apreciaba. -Si estuviera en celo no serías capaz de controlarte. Puede que no lo hayas experimentado, pero en el fondo lo sabes.- Se pasó la lengua por el labio inferior, antes de volver a la actitud de chica enamorada. -Pero yo no soy tan mala como me pintas. No vendría aquí de estar en época de calentura, porque te nublaría el juicio y no es lo que deseo.- Mentiras y más mentiras. Claro que de estar en celo, Lobbo hubiese dejado de ser un problema, pero se hubiesen convertido en uno el resto de machos. Por suerte, no iniciaba el ciclo hasta dentro de unas semanas, así que tenía tiempo de intentar camelarse al joven Landvik y, en cuanto estuviera asegurado el compromiso y tuvieran que compartir casa, el celo terminaría con cualquier problema que asomara.

Suspiró, desviando la mirada al suelo y jugó con la gasa del vestido entre los dedos, como si le supiera mal lo que iba a decir, como si le doliera en el alma. -Tienes razón… Tal vez deberíamos descansar y hablar de nuevo mañana.- Alzó la vista, mas su rostro siguió algo bajo, otorgándole un aspecto más apenado y vulnerable.

Bostecé rascándome la nuca y haciendo a un lado las pieles con las que estaba cubierto. Descalzo caminé hacia la palangana introduciendo las manos en las claras aguas, llevándolas después al rostro que pronto quedó empapado. Las gotas de agua resbalaban por mis pestañas, por la mandíbula y escurrían por mis labios hasta que a ciegas di caza a la toalla que había sobre el mueble y me sequé.
Humedecí el pelo con los dedos y caminé hacia el armario sacando unos pantalones marrones de monta, una camisola blanca y me calcé las botas.

A las 12 se celebraría el concilio, tenia la cabeza algo embotada por la resaca, en mis labios aun paladeaba el maldito sabor de la loba. Thea estaba loca, su plan era absurdo lo mirara por donde lo mirara. ¿Casarnos? era cierto que quería esas tierras, pero ¿estaba dispuesto a atar mi vida a la de ella para conseguirlas? Seria un infierno para ambos, no podría nunca hacerla feliz y esto acabaría en tragedia.
El amor era un sentimiento complicado, si ninguno amara, no sería tan problemático, pues a fin de cuentas podríamos llegar a establecer reglas en la firma del contrato, peor ella juraba amarme y francamente, de no hacerlo ¿que cojones podía querer de mi?

Tras un copioso desayuno con mi hermana y con Sirius donde olvidé lo acontecido la noche anterior y estuve de risas con el vikingo hablando sobre las tormentas que desataba en Akershus a la hora de fornicar con mi hermana. Elaine le daba capones por bocazas y nosotros seguíamos bromeando hasta que llegó la hora del concilio.
-¡Me portaré! -le dije a mi hermana besando su mejilla al ver esa mirada que me dedicaba.

Una vez en el cenador exterior que se había preparado para que se celebrara en concilio tomé asiento junto a Saga que conversaba con Skoll. Saludé a ambos chocando la frente con la del lobo y mordiendo con suavidad el hombro de mi amiga.
-Esta noche podíamos ir a la taberna, ya que mañana no hay concilio, disfrutemos la ultima noche en Akershus.
-¿Vuelves Lobbo a Rumanía? -me preguntó Skoll.
-Mañana no, pasado, mi hermana se queda con el brujo, pero yo tengo unos asuntos que resolver por allí, supongo que en un mes aproximadamente volveré.

Elevé la mirada cuando sentí la presencia de la loba.
-Buenos días -dije sin mas como si la conversacional que mantuvimos nunca se hubiera producido.
Los otros dos alfas la saludaron y esta tomó asiento a nuestro lado en silencio.

Mi hermano Lobbo siempre había sido muy temperamental, aunque mi madre lo crió junto a mi y nos dio una educación exquisita, él siempre supo que Damon era su tío y mi madre no era su madre. Al fin y al cabo yo la tenía a ella, Velkan tenía a sus dos progenitores y él a ninguno. Podía entender su rebeldía, su necesidad de destacar aunque en casa nunca fue necesario porque era tan hijo como cualquiera de nosotros, su ansia por demostrarle al mundo que él tenía un linaje tan bueno como el de Velkan, sólo que la vida le había arrebatado mucho con la pérdida de sus padres.

Esas tierras le pertenecían moralmente, pero en la práctica el actual alfa las gestionaba y tenía el poder sobre ellas. Había conocido a Ruran, como al resto de alfas y el asunto era delicado. Desafiarlo como Lobbo pretendía en primera instancia era una declaración de guerra y todo mi trabajo se iría al traste. Por suerte había conseguido que mi hermano entendiera lo importante que era permanecer unidos contra Randulf, incluso a costa de hacer sacrificios personales. Todos nos dejábamos algo en el camino y él lo había entendido. Quizás con el tiempo pudiéramos solucionar lo de su derecho a liderar, pero actualmente era algo que debíamos posponer. Yo quería que alcanzase sus metas, como yo estaba alcanzando las mías, y que fuera feliz como yo lo era, lo mismo le deseaba a mi hermano Velkan, que seguramente tendría que quedarse con el trono de Rumanía cuando mi padre estuviera ya cansado de portar la corona. Pero por el momento, Lobbo se sentía como un paria, como un desplazado fuera de lugar cuando no debería ser así. Me acerqué a él cuando lo vi entrar en el castillo.

— Lobbo…ven, hablemos.— Enredé mi mano en su brazo y lo acompañé hasta su dormitorio.— Sé que la hija de Ruran está aquí, me han dicho que será la nueva alfa. Si iniciamos un conflicto interno, todo esto se irá a la porra…¿sabes eso que siempre dice padre? Lo de que “los dos guerreros más poderosos son la paciencia y el tiempo”.— hizo una mueca sonriendo después.— y luego mamá ha de recordárselo porque es el primero que la pierde…jajajajaja. Bueno, deberíamos tener un poco de paciencia. Cuando los clanes estén unidos, podremos tratar de solucionar el asunto del liderazgo de las tierras salvajes. Son tuyas por nacimiento, y las tendrás…pero no ahora. ¿Confías en mi?

-Anoche hablamos, me ha pedido acordar una boda de conveniencia, yo recuperaría mis tierras, ella simplemente me quiere como marido, dice estar enamorada -ladeó Lobbo la sonrisa incrédulo -le he dicho que no, terminaría en desastre, me conoces, no soy muy ducho a la fidelidad y menso a las relaciones estables.

—hum…¿y no te gusta ni un poco? A mi me parece una mujer muy guapa. Quizás podrías tratar de conocerla y tal vez resulta que te gusta y la forma de recuperar las tierras viene con un regalo inesperado. No digo que te cases, sólo… que pases un poco de tiempo con ella. A lo mejor es tu tipo. Ya sabes que los lobos nos emparejamos tarde o temprano, la vida de lobo solitario es muy ardua…¿quien sabe? Si no te gusta…pues nada, buscaremos otra forma de recuperar tu legado.

-Lo pensaré -fue toda la explicación que su hermano menor le dio para zanjar el tema.

Elaine le estampó un beso en la mejilla y le dio un achuchón, consiguiendo que Lobbo pusiera muecas de disgusto, como hacía también Velkan. Pero le daba igual, era la heredera de su madre en cuanto a mantener la unidad familiar y así lo haría siempre, expresando sus sentimientos de cariño por sus hermanos. El Concilio comenzaría unas horas más tarde y la princesa de Rumanía, la voz del rey Landvik y alfa de las manadas más potentes de varios paises, dio la bienvenida uno por uno a los líderes de los clanes sentándose alrededor de una mesa redonda.

— Bienvenidos. En este dia me siento muy afortunada de poder reunir a los más sabios y valientes líderes que conoce nuestra raza, y agradezco vuestra presencia y la oportunidad de hablar hoy aquí.— Elaine tenía el porte regio y elegante de su madre, pero había sido mordida por Damon Lanvik y estaba bien orgullosa de su línea de sangre.— Una vez leí una frase del general Julio César: Divide et impera…divide y vencerás. Mi padre siempre me ha dicho que la fuerza de un lobo es la fuerza de su manada. Y yo os digo que si Randulf quiere dividirnos para vencernos…no tiene ni idea de con quién está tratando. La fuerza de nuestra raza será tan fuerte como los lazos que nos unan. Sólo cuando estemos dispuestos a aparcar nuestras diferencias y abrazar todo aquello que nos une, será cuando podamos hacer frente a ese usurpador, a ese loco que pretende utilizarnos como carne de experimento, o que pretende enfrentarnos lobo contra lobo para que nosotros mismos nos devoremos. Todos los que estamos hoy aquí bajo la luna creciente que saldrá esta noche, compartimos lo que algunos llaman maldición, y yo llamo bendición. Todos los problemas que tengamos, podemos tratar de resolverlos, podemos negociar, acordar, razonar… porque somos hermanos de sangre y luna. Contra el único que debemos combatir es contra aquel que quiere destruirnos y esclavizarnos. Pongamos hoy la primera piedra para mantener la paz entre nuestras familias y trabajemos para luchar codo con codo, como hace mi marido y sus hermanos con nosotros, para mantener a nuestras familias seguras y nuestras tierras intactas.

En cuanto llegó a la habitación que habían dispuesto para ella, se dejó caer sobre la cama y tal y como estaba, vestido puesto y zapatos en mano, se quedó dormida de inmediato. Al despertar tenía todo el cabello revuelto y la gasa de la falda estaba completamente arrugada. Se sentía sumamente pesada, como si llevar sobre la cabeza una gigantesca piedra de las canteras del norte. Resopló, frotándose la cara y fue a asearse, ponerse ropa limpia y arreglar el nido de pájaros que parecía tener por melena.

Ya toda dispuesta, bajó las escaleras y se encontró con algunos alfas que ya conocía de habérselos cruzado en otras ocasiones. Con los que tenían una edad cercana a la de su padre solía llevarse bien, eran dados a la diplomacia. Sabían controlar sus temperamentos y no se dejaban llevar por el lobo que tenían dentro. Saludó con cordialidad a cualquiera que se cruzó en su camino, dirigiéndose allí donde se iba a celebrar el concilio. No había desayunado nada, pero se había levantado tan tarde que consideró que lo más adecuado era aguantar en ayunas hasta la comida. Una vez en el gran salón con todo de mesas y sillas dispuestas, buscó con la mirada la que a ella le interesaba y dirigió hacia allí sus pasos. Aquel día iba más recatada, llevaba los pantalones de un uniforme militar de los de la armada de su padre, pero adecuado para ella y unas botas de montar. Para la parte de arriba una blusa blanca con mangas anchas y puños cerrados, encima un chaleco de cuero que no cerraba en el pecho. -Buenos días.- Saludó a todos los presentes, dedicándoles una cordial y afable sonrisa y fue a sentarse. Los dos lados de Lobbo estaban ocupados, así que tuvo que conformarse con tomar asiento junto a Saga. Estaba claro por cómo la ignoraban que ninguno deseaba tener mucho que ver con ella. Sin embargo, no terminaba de entenderlo. Sí, podía no ser la mujer más simpática o no ser tan salvaje como, tal vez, se esperaba de la futura alfa de las tierras que su padre comandaba. Pero no les había hecho nada, jamás había sido cruel o les había menospreciado a pesar de no compartir sus gustos ni opiniones. Había tenido mucho cuidado siempre en cómo se comportaba ante los demás, siempre alerta, ocultando sus sospechas. Pero si lo pensaba fríamente, debía ser el instinto animal. Todos allí eran licántropos y los que estaban menos machacados por los años, aún se dejaban llevar mucho por la naturaleza y algo debía decirles que Thea, no era de los suyos.

Al verse excluida del círculo de amistades, decidió centrarse en el discurso de Elaine mientras jugaba con una copa vacía de vino en las manos. El tallo de cristal bailaba entre la yema de sus dedos y sus ojos intentaban encontrar el punto de dilatación del soplido del vidrio, mientras analizaba mentalmente las palabras de la mayor de los Landvik. Compartía su punto de vista, aunque para ella el enemigo no era Randulf, sino cualquier ser sobrenatural que atentara contra la seguridad de los suyos, de su familia, de sus amigos, de quienes habitaban las tierras comandadas por Ruran y de la orden de Hellsing. Cuando aquella que había organizado el concilio terminó de hablar, todos se alzaron copa en mano y brindaron por unirse contra Randulf, por poner aquella piedra que mantuviera la paz entre las manadas. The se levantó con el resto y dejó que le llenaran de vino su recipiente para chocarlo con las jarras de hidromiel que el resto de su mesa sujetaba. Bebió después, observando a Lobbo y aprovechó que Saga salió corriendo a saludar a alguien de otra mesa para cambiar de silla y colocarse junto a él. -¿Te importa si me siento aquí?- Volvía a ser la muchacha educada y algo tímida de la noche anterior. Le miraba con sus grandes orbes llenos de esperanza, aunque lo que esperara no fuera lo que el contrario imaginaba.

El discurso de mi hermana nos motivó a todos, nuestros gruñidos se aunaron y las jarras se alzaron violentas entrechocando entre ellas dejando claro que hoy seria el día en que se pusiera la primera piedra.
Eramos manada, muchos alfas que por primera vez cedían ante una realidad, juntos seríamos mas fuertes. Corrían malos tiempos, Ranfdulf, nos mermaba, nos cazaba y experimentaba con nosotros creando autenticas aberraciones. Protegeríamos nuestras fronteras, protegeríamos a nuestras familias, a nuestros hijos.

Mi hermana recibía a los alfas mas ancianos que la colmaban de felicitaciones por el discurso. Saga se alzó corriendo hacia un hombro grande de aura poderosa que parecía buscarla, un cambiante. En ese instante Thea aprovechó el descuido tomando asiento a mi lado.
Preguntó si podía sentarse con esa educación que la caracterizaba, mas yo no me negué ,teníamos una conversación pendiente y este era un momento ta bueno como cualquier otro. Mi hermana tenía razón, no eran tempos de guerra si no de acercamientos...
-Esta bien -dije tragando saliva. Mi jarra estaba vacía y por Odin que ahora mismo no me vendría mal un cuerno de hidromiel infinito para ayudarme a pasar el trago -me casaré contigo.

Dejé escapar el aire como si acabara de correr por le bosque durante horas.
-Pero tenemos que acordar las condiciones de este matrimonio, si queremos que funcione, si no queremos acabar en guerra ha de quedar claro y consensuado cada detalle de este matrimonio concertado.

Ella asintió, sus labios se curvaron ligeramente, a fin de cuentas se salía con la suya.
-¿vamos al lago? ¿a mi habitación? ¿donde crees que podemos tratar este tema con discreción? Antes de comunicar el compromiso tenemos que tener cada punto acordado ¿te parece?
Tomé una botella de vino por el cuello y sendas copas, íbamos a necesitarlo.
-Tu dirás...

El castaño no se negó así que se acomodó en el asiento un poco ladeada, pudiendo así observar mejor a quien, en teoría, la acompañaría en la comida, en una posible charla. Meditó un instante el cómo iniciar la conversación, pero antes de poder llegar siquiera a una conclusión en su cabeza, Lobbo despegó sus labios y aceptó algo, aun que no quedó muy claro si respondía verbalmente a lo utilizar aquella silla o estaba hablando de otra cosa, no hasta que puntualizó pasados largos segundos de silencio que se antojaron casi eternos. En cuanto le confirmó lo que deseaba, tuvo que contener la euforia, no porque fuera a casarse con él, como si aquello le importara, sino porque su plan había funcionado y pronto tendría acceso a la familia Landvik al completo para estudiarla.

Como era de esperar, él quería poner límites, pautas, normas al matrimonio. Ella misma consideraba que era importante hacerlo, en especial para poder usar esas imposiciones como bazas. Conocía bien la fama que tenía el lobo y sabía por dónde pillarlo si hacía falta. Él iba a pedir poder llevarse a la cama a cualquiera y ella le dejaría, siempre que fueran fulanas desconocidas que no mancharan su nombre y la dejaran como una cornuda. Si buscaba el sexo fuera, a ella la dejaría tranquila y podría dedicar esas horas en las que él marchara a saciar su libido para investigar por la casa. -Me parece bien.- Asintió a la propuesta ajena y se levantó cuando vio que él lo hacía y cogía la botella con las copas. Ladeó un poco la cabeza en un gesto muy lobuno y analizó las opciones antes de responder. -Vayamos al lago, ya que dudo que nadie ande por allí cuando está a punto de servirse la comida.- Lo del dormitorio era peligroso, sería encerrar a Lobbo y eso le haría sentirse más acorralado aún, lo que pondría en riesgo todo lo que parecía haber conseguido hasta el momento.

Salieron los dos de allí, saludando a la gente, disculpándose por su marcha. Ella siempre muy diplomática y él portándose bien, seguramente por hacerle un favor a su hermana. Les había visto juntos y sabía lo bien que se llevaban. El castaño la adoraba y ella le quería y regañaba. Le recordaba a la relación que ella mantenía con sus hermanas. Las echaba de menos cuando no estaba en casa y desde que entrara a formar parte de la orden, eso ocurría muy a menudo. Aunque, al menos ahora, residía de nuevo en el norte y no en Francia. Caminaron hasta el lago y, nada más llegar, ella se apoyó contra un árbol para quitarse las botas. Le encantaba sentir la hierba bajo los pies, la relajaba y, al mismo tiempo, hacía que se sintiera algo más cercana a su lado licano sin tener que sacar a la bestia. -Imagino que ya debes tener algunas de esas condiciones en mente y por eso propusiste el hacerlo ahora...- Comentó al buscar los orbes ajenos con la mirada, encogiendo y estirando los pequeños dedos de sus pies como si intentara que pellizcaran briznas verdes.