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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ziu Miér Mar 14, 2018 8:48 am

Corría a través del bosque, quebrando las ramas, zarzas que saltaba mientras jadeaba agotado por la carrera. Mi cuerpo estaba tenso, cada vez mas cerca los huargos, los soldados que los guiaban me cortaban el paso, gruñí cuando una de las afiladas ramas sajó mi mejilla a mi paso, pero no detuvo mi avance pues de hacerlo me convertiría en carnaza de lobos. Al otro lado del rio el campamento apostado por los norteños fieles al rebelde que había llenado de esperanza el norte, llegar allí mi meta sin alcanzar la muerte.

Una zancada tras otra me llevó a meter las botas en agua dulce, el agua chapoteaba a mi paso mojando mi cuerpo, casi alcanzado mi destino un huargo se abalanzó sobre mi, caí desplomado, gruñí rehaciendome, y cambíe de forma, pronto mi hocico creció, garras, colmillos y pronto la pelea de dientes, de ojos ambar y de mordiscos hirió a ambos. Pero donde hay uno, vienen dos y pronto estuve rodeado por la manada que desquebrajan mis cuartos traseros, mi yugular sangraba y pronto mis gruñidos desafiantes se convirtieron en quejidos lastimeros, la muerte me alcanzaba ante las fauces de la manada.

Fue entonces cuando escuché a los soldados de Akershus, defendían al débil norteño, el enemigo de mi enemigo era su amigo y yo acaba de convertirme en el caballo de Troya.
Los huardos cayeron bajo una lluvia de flechas, de carmesí se tiñó el rio, alcé la cabeza hundiendo mis ojos en los azules de una guerrera que trataba de parar la hemorragia de mi cuello haciendo presión sobre mi tupido pelaje, luego solo oscuridad.

Un cuerpo desnudo quedó tendido sobre el agua, recuperé la forma humana ante los ojos de los allí presentes.
-Esta vivo -dijo la guerra buscando que la ayudaran para moverme de allí -aunque no se por cuento tiempo, pierde mucha sangre.

Lo siguiente que recuerdo fue golpear mi cuerpo contra el lomo del caballo, la oscuridad volvió a hacerse conmigo, el caballo galopaba a toda velocidad, noté el sudor caliente de su cuerpo que contrastaba con el viento frio , levanté la cabeza en un intento de mirar a quien me llevaba, ví que ella también me miraba, bajó mi cabeza con su mano.
-Aguanta muchacho.
Me dolía mucho el costado, intenté desesperadamente presionar mi herida, pero los brazos no me respondían, un gemido se escapó de mis labios mientras que la visión se me nublaba, solo pude ver durante un segundo y quizás por última vez, el suelo húmedo por las primeras lluvias de otoño en mi bosque.




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Mensaje por Ylva Miér Mar 14, 2018 9:54 am

Las noches nunca eran aburridas cuando se patrullaba el perímetro, al menos eso era lo que opinaba la loba. Ella disfrutaba de su trabajo, le dedicaba toda su pasión a liderar la pequeña patrulla que le habían asignado. Su sueño, llegar a lo más alto de las tropas, ya no estaba tan lejos. Habían visto e ella potencial, que a pesar de ser una mujer, tenía talento para organizar una defensa o un ataque, que tenía recursos y buenas ideas. Algunos de los hombres solían relajarse en algunos de sus turnos, pero ella no permitía que eso ocurriera entre los suyos. Era una mujer a la que le gustaban las cosas bien hechas, concienzuda y perseverante. Para llegar allí a donde ansiaba estar, debía llevar a sus hombres también alto, porque ellos eran el reflejo de su labor.
 
Estaban pasando por el camino del bosque que transitaba cerca del río cuando escucharon unos gruñidos en la distancia. Tras un golpe de talones empujaron a sus caballos a galopar en la dirección de los ruidos donde, claramente, se estaban peleando unos lobos. Pero por allí los únicos cánidos que habitaban, eran sobrenaturales, todos lo sabían, así que si había una revuelta de perros, la cosa olía mal. Antes de llegar siquiera al núcleo de la reyerta, saltó del caballo con agilidad, aterrizando con una rodilla hincada en el suelo y se impulsó para salir a la carrera hacia allí. -¡Disparad con los arcos!- Ordenó, deteniéndose unos segundos para ver cómo llovían las flechas y se clavaban en las tupidas pieles de los huargos. Se metió en mitad de la pelea, cargando el escudo con la zurda para cubrirse de las saetas y cubrió con éste al animal malherido que, poco a poco, perdía el pelo y recuperaba su forma humana. Dos de los atacantes cayeron muertos tras teñir de rojo el cauce del río, color que se unió al que ya había iniciado el hombre que yacía entre los brazos de Ylva ahora. El resto huyeron, malheridos, derrotados. -Sigue vivo.- Le indicó a uno de sus hombres que a toda prisa se arrodilló junto a ella para ver cómo estaba el desconocido. -Ayúdame a subirlo a mi caballo.- Se levantó, sujetando al cambiante por debajo de los hombros y su guerrero lo sostuvo de los pies. Lo alzaron del lecho del río y subieron a la grupa del semental negro que cabalgaba la escudera. De un salto se acomodó en la montura y reanudaron la patrulla del perímetro. -Cuando lleguemos al primer poblado, descansaremos y llevaremos al herido a curar.- Comentó a sus compañeros. Vio entonces que el cuerpo que colgaba de ambos lados de su macho la mirada y le obligó a cerrar de nuevo los ojos y bajar la cabeza. -Descansa si quieres vivir para ver un nuevo día, amigo. Aguanta un poco más, muchacho.-
 
Una vez en la población, bajaron al desconocido y lo llevaron a casa de una bruja que se especializaba en ungüentos y pócimas, nada de hechizos ni magias extrañas. Era una curandera. Tendido estaba el hombre sobre una cama y la mujer entrada en años le examinaba, limpiando sus heridas. Los cortes debían esterilizarse para que no se infectaran ni se pudriera la carne, así que una vez todo aseado, la loba se situó a su lado, daga en mano y una vela. Acercó la hoja a la llama y la dejó allí hasta que el acero cambió de color y se puso naranja brillante. -Esto te va a doler, amigo. Pero es eso o en unas semanas amputarte la pierna.- Pegó el hierro candente a la piel y aguantó cinco segundos antes de retirarla, escuchando los gruñidos y quejidos de aquel al que estaba quemando la carne. Repitió el acto hasta sellar el gran corte que le recorría parte del muslo, por suerte no en la zona de la arteria.
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Mensaje por Ziu Mar Abr 03, 2018 7:04 am

Abrí los ojos de forma pesada, una anciana daba vueltas a mi alrededor con una vasija de agua en la mano y un trapo.
Mis ojos se achinaban de nuevo, los parpados me pesaban, alrededor el humo de la lumbre, entreabrí los labios resecos tratando de ubicarme, de centrarme en esa mujer de ojos claros que a mi lado me hablaba.
Asentí sin entender lo que decía y de nuevo mis ojos se entrecerraban, manchas marrones y un velo cada vez que de nuevo los abría.
Apreté los dientes cuando un chorro de alcohol cayó sobre mis heridas, sacudí la cabeza ligeramente, el quemazón me doblegaba.
-Dame -pedí la botella de alcohol para dar un buen trago y calmar mi dolor.

La norteña llevó el cero rojo como las mismas brasas a la piel de mi muslo, aullé de dolor una y otra vez percibiendo aquel olor a carne quemada.
-Lo vas a matar -dijo la curandera llevando el paño de agua mojada a mi frente para bajar las altas fiebres mientras con la izquierda sujetaba mi pecho contra el lecho para que dejara de moverme.
De nuevo la oscuridad se apoderó de mi, incapaz de aguantar despierto por mas tiempo.

No se las horas que pasaron, mi cuerpo estaba perlado en sudor, tosí ligeramente ladeando mi cuerpo que se estremeció, apreté los dientes, estaba solo, a través de los postigos no pasaba ningún rastro de luz, así que intuí que la luna era la dama blanca que coronaba el cielo dotando la estancia de sus suaves haces plata.

Randulf no escatimaba en imaginación, cuando me dio suelta en el patio de armas y me dijo corre y no te detengas pues si no llegas al rio da por muerta a tu sobrina y peorsuerte correrá tu hermana jurando por Loqui, supe que de esa carrera no solo dependía mi vida, si no la de la única familia que me quedaba.
Me hubieran matado si los soldados de Höor no hubieran intercedido, su bondad era a su vez una debilidad que Randulf sabía a su favor utilizar.

Intenté ponerme en pie, apreté los dientes intentando llega a la puerta para salir al exterior, mas en ese instante la puerta se abrió de golpe y fue l morena de ojos claros la que atajó la distancia metiendo su cuerpo por debajo de mi cuerpo.
-Me meaba -dije como clara excusa -¿donde estamos? -pregunté
Me había lazado en el afán de descubrir si había traspasado los inquebrantables muros de Akershus, pues allí, dentro de la cabaña me resultaba imposible saber mas.

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Mensaje por Ylva Mar Abr 03, 2018 11:33 am

Por mucho que Rahma que se quejara, sabía tan bien como la loba que si no cerraban la herida con fuego, aunque no muriera desangrado, le esperaba algo peor que la muerte en un mundo en el que, últimamente, sólo se luchaba. Porque un guerrero sin una pierna, ¿qué valía tendría? Ninguna, a no ser que le subieran a un árbol y le encargaran hacer uso del arco, y no estaban para perder el tiempo en tonterías como poleas o contrapesos, así que con el dolor lacerando la piel del desconocido, Ylva le estaba dando la oportunidad de una vida digna. Para cuando terminó de sellar el corte y llevó su vista al rostro del que yacía sobre la cama, se encontró con un hombre inconsciente. Se levantó, dejando enfriar la daga y permitió que la bruja hiciera lo que fuera necesario para atender al herido. -Te dejo a su cargo. Vendré más tarde.- Se acercó a la mujer y en un gesto afectivo entre ellas, besó la frente de la anciana antes de salir de la casa.

Se reunió con sus hombres para proseguir con la guardia pues la frontera no se vigilaría sola y la noche siempre traía amenazas. En cuanto salió el sol, fueron a todos a descansar, pero la cambiante se acercó a la choza a preguntar por el desconocido que, al parecer, seguía dormido. Ella fue a hacer lo propio y se tomó sus horas de sueños para reunir fuerzas. El norte no descansaba nunca, como tampoco lo hacía Randulf, así que los turnos nunca cesaban de rotar para proteger Akershus y sus gentes. Al despertarse, regresó a la cabaña y el paciente seguía dormido. -Para cuando despierte, ya no tendrá ni cicatriz, a este paso.- Bromeó la loba con su vieja amiga y la hechicera se echó a reír de manera apagada y algo ronca a causa de la edad. -Me voy a por provisiones para los chicos, ¿te traigo algo?- La mujer negó con la cabeza y le hizo un gesto con la mano para que se fuera. -Tan habladora como siempre, abuela.- Ylva le dedicó una ladeada sonrisa a la señora, con la cuál no tenía parentesco alguno, pero esa bruja estaba sola en el mundo y había ayudado a la guerrera en muchas ocasiones, así que a base de roce y bastantes disputas, se habían cogido cariño y se trataban como si fueran familia.

Se fue al pueblo vecino a por algunas pieles, un par de odres nuevos y a hablar con el herrero que le había preparado un arma especial bajo encargo. Para cuando regresó ya era de noche, la noche libre que le daban a la semana. Normalmente ignoraba esos descansos y se unía a alguna otra patrulla que guardara la zona, pero aquel día, tras entregar las cosas a sus hombres, regresó a casa de Rahma y, para su sorpresa, se topó con el herido ya de pie y a punto de salir de la choza. -Sal y mea, entonces.- Se hizo a un lado para dejarle pasar, señalando hacia la puerta con la zurda. -Cuando regreses, contestaré a tus preguntas y tú a las mías, si te parece.- Le guiñó un ojo, muy acostumbrada a confraternizar con el sexo opuesto dado su rango. Se acercó entonces a la mesa y sobre ésta dejó un saco con una hogaza de pan, algunas patatas, una col y un conejo recién cazado con un limpísimo tajo en el cuello que le sesgaba la yugular. -Cenaremos en un rato, imagino que tienes hambre.- Le comentó al desconocido que seguía plantado junto a la salida, mirándole. Ella se acomodó en una silla y con suma rapidez y pocos cortes, despellejó al animal de un tirón.
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Mensaje por Ziu Lun Abr 23, 2018 6:43 am

Asentí sin mas saliendo al exterior, el frio invernal del norte golpeó mi cuerpo apreté los dientes al notar como mi carne se contraía, la paliza que me habían dado había sido muy creíble, no podía quejarme, Randulf no escatimaba en dolor con los suyos.
Me acerqué a unos arbustos y llevé mi diestra a la cinturilla del pantalón sacándome la verga que sostuve con la mano regando las hojas de meado.
Acabado la operación me la sacudí ligeramente y la volví a calzar dentro antes de meterme dentro de la casona.

Con ese gesto ademas de cambiar el agua al canario acaba de percatarme que estábamos en un improvisado campamento, aun no había logrado atravesar las puertas de Akershus, así que de momento tendría que continuar con mi particular operación disimulo.
Con la zurda en mi costado caminé hacía la morena de ojos claros con paso renqueante, la herida en la pierna no había curado y mis huesos estaban quebrados, desde luego que no podían dudar de las ganas de matarme que pusieron los huargos.
-Gracias -dije tomando asiento en la mesa apretando los dientes al notar como se contraía mi vientre -Mi nombre es Ziu -deslicé mi mirada por el emblema de Akershus -sois soldados de Höor -afirmé mas que pregunté clavando mi mirada en la suya.

Sabía que ahora llegaría la retaila de preguntas, obviamente un buen mentiroso siempre se basaba en parte de verdad pues ese era el modo de no olvidar, así que contaría de cierto modo mi historia aunque enredándola ligeramente.
Su pregunta no tardó en llegar.
-Recuerdo poco de la libertad, era un niño de unos 8 años cuando Randulf arraso mi aldea, mató a mis padres y a mi hermana y me llevó con el para servirle en su ejercito.
Desde entonces he vivido un infierno aunque he aprendido a luchar como muchos otros..no estoy orgullosos de lo que he tenido que hacer por permanecer con vida.
Vi el momento de escapar y lo aproveché, pero la traición se paga cara en el ejercito del tirano y bueno, huir es lo que hacía hasta que fui atrapado y acorralado en el rio por la horda de Randulf, de no ser por vosotros había muerto.

La historia era creíble, real, aunque por supuesto eludí los matices a contar. La mujer no parecía desconfiar de ninguna de mis palabras ¿como hacerlo? Cuando ella misma había visto con sus propios ojos que estuvieron a nada de terminar con mi existencia.
Llevé el mendrugo de pan a la boca y lo empujé con hidromiel.
-Estoy hambriento -aseguré -¿vamos a Akershus?
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Mensaje por Ylva Miér Abr 25, 2018 8:32 am

Mientras el hombre salía a hacer sus cosas, la cambiante se dedicó a despellejar al conejo y la anciana, mientras, peló y troceó las patatas y la col. Lo echó todo a un caldero y lo puso a cocer con agua, mientras que al animal lo ensartaron en un palo y lo colocaron sobre las llamas a asar. Pronto empezó a oler a deliciosa carne que se iba haciendo lentamente.
 
Regresó entonces el herido y tomó asiento, alargando la mano para comer algo de pan. -Yo soy Ylva.- Contestó a su presentación y una sonrisa ladina se formó en sus labios, cargada de orgullo, cuando reconoció el emblema y le dijo lo que eran. -Así es, somos guerreros que luchamos por el conde.- Su espalda erguida, el mentón alzado y la mirada lobuna de la mujer delataban que no era un soldado raso cualquiera, tenía algo de poder y no lo ocultaba, aunque ansiaba más de lo que tenía y, tal vez, ese desconocido que se sentaba frente a ella, pudiera ayudarla de algún modo. ¿Por qué le perseguían los hombres de Randulf? No era de Akershus, se delataba solo, necesitaba averiguar el motivo del ataque. -¿Y tú a quién sirves, Zíu? ¿Por qué querían matarte las aberraciones de ese tirano?- La respuesta que el contrario le dio le pareció muy creíble, a fin de cuentas todos conocían el modo de proceder de Randulf. Pero la loba no terminaba de fiarse, si había traicionado al tirano, podría hacerlo con ella también. Un hombre que no tenía nada que perder no era de confianza, pues por unas monedas o una hogaza de pan, vendería incluso su alma.
 
Sirvió un par de jarras y le tendió una a él. -Bebe, te ayudará a paliar el dolor.- Le instó a llevar alcohol a sus venas. Le había abrasado la pierna, lo que le había salvado de una amputación futura, pero no dejaba de ser un proceso doloroso y tardaría en dejar de retorcerse con los movimientos bruscos e incluso los suaves. Fue a buscar el conejo pues mientras habían estado hablando, éste se había terminado de hacer lo suficiente como para estar jugoso por dentro y crujiente por fuera. Lo troceó con una daga que se sacó de la bota y le puso un plato con carne, patatas y col delante. -No tengas tanta prisa, amigo. Nosotros somos los encargados de guardar el perímetro, sólo cruzamos las murallas una vez al mes para ver a las familias.- No le dejaría entrar a la ciudadela sin haberle estudiado a fondo antes. Si bien podía ser un buen as en la manga si conocía informaciones relevantes sobre el tío del conde, no pondría en riesgo a la gente frente a un posible espía de Randulf.
 
Tomó asiento también y comenzó a comer con calma, observando los gestos y movimientos ajenos. Analizaba su fuerza y rapidez, buscaba saber si exageraba en algún grado su dolencia o si actuaba de manera natural con lo que las heridas le permitían. -¿Sabes cazar?- Ser un buen guerrero no implicaba saber conseguirse la comida. Tenía hombres entre sus filas que eran incapaces de acertar con una flecha o estudiar las huellas de los animales. Ligar ambas aptitudes era muy positivo, pero había buenos luchadores que jamás habían cazado nada en toda su vida.
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Mensaje por Ziu Mar Mayo 15, 2018 2:48 pm

Así que eran soldados que vigilaban las fronteras, solo se adentraban en Akershus una vez al mes para ver a sus familias, deducía hacían algún tipo de cambio de guardia y en ese tiempo tenía que ganarme su confianza, no despertar ningún tipo de suspicacia y ganarme a la mujer que tenía frente a mi y que altiva me dejaba claro que todo lo de ese campamento pasaba por ella.
Sus ojos azules como el mismo mar del que ambos eramos hijos estaban ancladas a mis dos tempestades se que buscaba errores en mi discurso mas difícilmente encontraría nada , todas mis palabras se sustentaban con verdes a medias y de alguna manera mis heridas eran profundas, podían haberme matado, Randulf no se andaba con chiquitas.
-Soy un cámbiate como tu, se que detectas mi aura, ademas creo me viste en mi forma animal enfrentar a los huargos, soy buen cazador gracias a mis instintos, y se rastrear, mis sentidos están agudizados, quiero ayudar, agradezco lo que por mi habéis hecho, en cuanto pueda moverme con mas facilidad os ayudaré al menos en conseguir presas para las comidas.

Hambriento empecé a devorar el conejo llevándolo con gula a mis labios, sajando la carne con los dientes mientras el aceite resbalaba por mis manos masticando con la boca abierta, elevé la mirada un instante al ver la cara de asco con la que me miraba la dama.
-Me crie en el castillo de Randulf, me tiraban la comida al suelo, he sido criado como un perro -aseguré como excusa a mi comportamiento.
No es que los vikingos nos caracterizáramos por tener mucha educación, pero de nuevo en esto no mentía, fui capturado de niño y desde entonces me pegaba con otros por un mendrugo de pan. Allí solo los fuertes sobrevivían, Randulf lo llamaba selección natural.
Los latigazos de mi espalda no eran tampoco una falacia, nada podría hacerla sospechar de que solo era un hombre que había adquirido la libertad tras vivir en el mimo Hel.

Me chupé los dedos mirándola.
-podría ser de ayuda para el conde, he visto la fortaleza de Randulf desde dentro, quizás podría servir esa información para algo -dije de un modo inocente y no premeditado
Nada mas lejos de la verdad, pues sinceramente sembrar la semilla era mi única misión, hacerla creer que podía servir y que por eso debía enviarme cuanto antes a Akershus.

Di un buen trago de hidromiel empujando la carne por mi garganta, necesitaba paliar el dolor, uno para nada fingido.
-Mejoraré pronto, soy un cambiante, mi curación es mas acelerada que la de los humanos. ¿Y tu? ¿que me cuentas de ti? Apunté cogiendo una hogaza de paz – pareces una mujer interesante -me eche a reír -tampoco estoy muy acostumbrado a ya sabes...

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Mensaje por Ylva Mar Mayo 15, 2018 4:52 pm

La insistencia del lobo por querer cruzar la frontera no hacía sino levantar las sospechas de Ylva. Había visto en primera persona como los huargos de Randulf casi le mataban, pero aún así, no era la líder de su grupo por chuparse el dedo o fiarse de las apariencias. Era por su astucia y suspicacia, por su mente analítica y fría, porque, al contrario que el resto, no se dejaba llevar por los impulsos. Los norteños eran todos muy impetuosos y si bien eso les convertía en excelentes guerreros, también hacía de ellos unos blancos móviles perfectos. Hacían falta estrategas para controlar a esos intrépidos hombres y que así las guerras se tornaran victorias, en vez de muertes vanas. -También yo fui criada como un perro.- Respondió a su comentario, aunque no lo interpretaba ella del mismo modo. La cambiante había crecido con lobos, en la manada de su madre tenían prohibido transformarse sin que fuera estrictamente necesario y únicamente su padre, El solitario, había osado desobedecer aquella norma, hasta la partida de la que ahora luchaba por comandar sus propias tropas bajo el mandato del conde Cannif. Para ella, ser un cánido era un orgullo y haber podido crecer rodeada de aquellos que lo hizo, todo un privilegio. Pero lo que más hinchaba su pecho era el nombre que la precedía: Endre.
 
Ella también comía, aunque no con el mismo desespero que el herido, eso se veía enseguida. Cualquiera que le viera, no sólo por sus formas sino por la prisa, pensaría que llevaba semanas sin llevarse nada a la boca. Le escuchó, masticando despacio, analizándole todo el tiempo, observando cada gesto, estudiando cada palabra. Razón no le faltaba, alguien que hubiera visto las tripas de la fortaleza de Randulf podía ser una baza estupenda para un ataque sorpresa, pero aquel hombre, por el momento, no era de fiar. Faltaban aún dos semanas para el próximo cruce de frontera, usaría aquel tiempo para asegurarse de que llevarle frente a Höor Cannif era una ventaja y no una condena. -Claro que ayudarás, aquí todos arriman el hombro, desde los niños hasta los ancianos. Los rescatados no se libran aunque tengan los hígados fuera. En dos días te quiero ver cortando leña, despellejando corzos y arreglando armaduras.- Una confiada sonrisa asomó a los labios de la loba que se llevaba la jarra a la boca para darle un largo trago.
 
Se levantó una vez dio por terminada la comida y fue a buscar a la anciana que estaba en la otra estancia trabajando en sus pociones. La trajo de la mano y la sentó allí donde antes había estado aposentada ella, frente al “invitado”. -Rahma, éste es Zíu. Se va a quedar un par de semanas con nosotras, hasta el próximo cruce del muro.- La anciana hizo un asentimiento de cabeza como saludo, acompañado de una sonrisa con bastantes dientes ausentes. -Ella es la más sabia del lugar, así que si te da un consejo, obedece a pies juntillas.- Le recomendó, dando una cercana friega a la espalda de la bruja.
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Mensaje por Ziu Jue Jun 07, 2018 5:06 am

No era idiota, podía leer en su mirada la desconfianza teñida a fuego en sus ojos verdes. No la culpaba, vivíamos tiempos difíciles, allí donde me crie todos eran enemigos, todos podían apuñalarte por la espalda y no podías creer en su palabra. Había escuchado que la palabra del conde siempre era certera, que si la daba jamas la retiraba, que cumplía sus promesas, pero también que medía mas de dos metros que tiraba fuego por la boca, que descendía de los mismos gigantes, que el héroe de Akershus era hijo de Hela, había escuchado tantas mentiras que seguramente su leyenda solo fuera eso, una bazofia.

Me puse en pie siguiendo a la vikinga, me había dado poco tiempo para curar mis heridas, según ella todos colaborábamos en estas tierras, así que me limité a asentir sin mas, en peores condiciones había tenido que alzarme para luchar porque Randulf si no daba era tregua, o le servias o te enterraba.

Por unos instantes recordé el miedo en la mirada de mi preciosa sobrina, nació fruto de una violación, era un inocente bebe que yo me había encargado de criar como si fuera mía. Mi hermana estaba muy tocada por todas sus vivencias y en ocasiones se le iba la cabeza, necesitaba sacarla de allí pero sobre todo que no muriera y Randulf acabaría con ellas si yo no conseguía mi misión, dar con su hija y devolvérsela.

Saludé a la anciana, parecía una mujer sabía, seguramente sabía de heridas pues no tardó en inspeccionar las mías, curaban rápido por mi condición de cambiante, aunque le hizo saber a la chica que podía haber muerto fácilmente, algo que todavía daba mas veracidad a mis palabras.
-Estoy agradecido -dije con esa tosquedad que siempre me acompañaba -pero tengo que seguir mi viaje hacía Akershus, creo que podría ayudar a Höor, alistarme en su ejercito, solo quiero vengare de aquel que aniquiló a mi ladea.

La mujer me miró fijamente como si mis palabras no le gustaran demasiado.
-¿acaso no buscarías tu venganza si te hubieran cogido siendo un niña y torturado todos y cada nos de tus días. Randulf me ha obligado a hacer autenticas salvajadas con los míos, quiero protegerlos y no destruirlos.
Mi discurso era lógico, pero su mirada, esa que parecía atravesar mi alma me ponía nervioso.
-¿que? -pregunté ladeando la sonrisa -¿necesitas un polvo o algo? -pregunté sin cortarme un pelo y haciendo gala de mis mala educación.



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Mensaje por Ylva Jue Jun 07, 2018 5:39 am

Besó la sien de la anciana. -Come, no seas cabezona.- Le indicó, colocándole un plato con guiso delante y fue a llenarle una jarra, pero con agua, porque aquella abuela no bebía alcohol nunca, ni siquiera para cosas de hechicería. Clavó de nuevo sus orbes en el lobo que tenía delante, erguido ahora y, de nuevo, insistente. Era testarudo, no cabía duda que era norteño y, aunque ahora mismo en lo que hacía hincapié molestaba a Ylva, que fuera terco podía ser una ventaja más adelante si el hombre aprendía a explotarla. No quería molestar a Rahma mientras se alimentaba, así que se acercó a Zíu, pasándole un brazo por encima de los hombros y le arrastró al exterior de la chabola.

Se detuvo a un par de metros de la entrada, retirándose lo suficiente para colocarse frente a él con sus azules orbes fijos en los foráneos del mismo color, aunque más turbios. -Me importa una mierda que quieras venganza. Las cosas funcionan así y no vamos a hacer excepciones, menos aún por alguien como tú, que aunque casi te matasen, sigues siendo un desertor de Randulf.- Hizo un gesto con la cabeza, como si le señalara con el mentón. -¿Crees que los traidores son de fiar? Porque yo no. Y aquí soy la que manda. Así que ayudarás, sanarás tus heridas y en dos semanas tendrás audiencia con el conde. Eso si es que yo lo permito. ¿Queda claro?- Ella era una mujer orgullosa, una loba orgullosa. Tenía deseos de alcanzar lo más alto en el ejército del conde Cannif, quería ser uno de sus comandantes, un rango capaz de guiar a sus hombres a la victoria. Y no se amedrentaba ante nada, ni se sometía a designios de aquellos que no estaban, oficialmente, por encima de ella. Y aún así, aunque sin demostrarlo abiertamente, obedecía a regañadientes. Lo suyo no era ser gobernada, sino mandar. Aunque respetaba a sus superiores y sabía reconocer aquellos que eran buenos en la batalla o la estrategia y a algunos incluso los admiraba. Pero aquel intruso era, a partes iguales, un as en la manga y un comodín que podía llevarla a la ruina. Debía medir bien sus pasos, estudiarle a fondo, analizar cada movimiento que hiciera durante los trece días que les quedaban antes del próximo cruce de la muralla. -Ahora deja de gruñir y sígueme, te enseñaré el pueblo. Necesitas moverte o no mejorarás rápido. Sabes que nosotros no somos meros humanos, funcionamos diferente. Somos animales y debemos actuar como tales en ciertas ocasiones.- Le hizo un gesto con la mano para que fuera con ella. Le mostró los campos de cultivo, la granja donde tenían algunos animales como gallinas, cerdos y ovejas, le enseñó la herrería, la casa del zapatero, el horno de pan y la taberna. -El alcohol cura las heridas, así que cuando quieras un trago, este es tu lugar.- Empujó la puerta con una mano, cediéndole el paso. -A la primera invito yo.- Giró la vista hacia la mesera que había tras la barra y alzó la zurda, la mano que tenía libre, mostrando dos dedos. -Ron negro para nosotros.- Ya dentro, fue a buscar una mesa a la que sentarse.
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Mensaje por Ziu Jue Jun 28, 2018 10:07 am

La norteña era dura de pelar, me dejo muy claro y ademas en mi idioma que no vería al conde hasta transcurridas dos semanas, pero yo no tenía tanto tiempo. Randulf no era un hombre paciente precisamente y si no devolvía a su amada hija al calor de su abrazo bien podría mandar a mi hermana y sobrina al frio de Hel.
Mi gesto se mantuvo impertérrito, eran muchos años practicando el mismo, poniendo frente a mi mil y un escudos para ponerme las atrocidades por montar y continuar adelante en un mundo bestias.

No di respuesta ¿para que? Delatarme era algo que no podía permitirme así que me limité a asentir y a levantar mi culo de la silla para que la guerrera, de la que tenia que ganarme su favor, me mostrara el lugar.
Campos, granjas y granjeros ademas de la pequeña milicia del conde y como no la taberna donde podríamos emborracharnos cada noche.
Me senté en la mesa esperando ese ron negro que tantas veces había acompañado mis das oscuros.
-Vas a tener que invitarme a mas de una ronda, ser un ...desertor, no te da una gran paga -apunté haciendo referencia a su frase anterior mientras eleve mi mirada hasta la ajena.

Nuestros ojos chocaron como aceros, puede que fuera un mentiroso, mas no en todo mentía.
-Nunca seré un desertor, no cuando te conviertes en soldado por obligación. En el castillos de Randulf o te levantas como Lobo o mueres como cordero.
He tenido que ser lobo, nadie me ha dado a elegir una vida en la granja, no soy un desertor, soy un superviviente.

Llevé la jarra a mis labios dándole un profundo trago.
-Puede que naciera libre, pero no siempre fui libre de tomar mis decisiones. Ambos somos guerreros, blandimos el acero, la diferencia es que tu elegiste la senda que seguir y yo la seguí para mantenerme vivo.

Ella no había visto arder su aldea y morir a sus padres frente a sus ojos claros como el mismo cielo, yo por contra trataba de proteger lo único que me quedaba e iba a hacerlo aunque la hija de Randulf volviera a su peculiar infierno.

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Mensaje por Ylva Jue Jun 28, 2018 12:07 pm

Podía no faltarle razón en que había sido obligado a formar parte de las filas de Randulf, algo que él juraba, pero que la loba aún no se creía. Se había criado a la sombra de su padre, un hombre suspicaz y solitario. Ella había aprendido a no fiarse de nadie, salvo que se ganaran esa confianza a pulso. Ylva batallaba cada día porque el conde depositara su fe en ella, igual que lo hacían sus hombres para merecer el honor de luchar a su lado. Ese recién llegado era, por ahora, un intruso afortunado. No era una mala mujer, pero era dura con los suyos, más aún con un forastero. -El que abandona a su ejército, es un desertor. Lo es aquí y en cualquier parte del mundo, sin importar el cómo llegara a las filas de aquellos junto a los que peleó con su acero.- El término podía no gustarle a Zíu, pero era como le verían todos y como ella le llamaría hasta que se mereciera otro nombre.
 
Les habían servido las jarras ya, pero la guerrera no cogió la suya para darle un trago hasta dejar claras las cosas. No le gustaba andarse con rodeos ni perder el tiempo. Si le tendía una mano a ese hombre era porque podía sacar algo de él, sino ni se hubiese molestado en sanar sus heridas ni le hubiese cargado en la grupa de su corcel. Los fríos ojos de la loba analizaban constantemente al oponente, porque eso era por ahora el lobo que tenía en frente. -Si trabajas, te pagarán y podrás beber hasta quedar ciego.- Era una expresión, pero porque había llegado a ocurrir de verdad. Algunos hombres bebían tales cantidades ingentes de alcohol que terminaban por perder la vista. Tras dar un trago largo a su ron, pasó la lengua por el labio superior, recogiendo las gotas que a éste habían quedado adheridas. -Y bien, ¿tienes alguna pregunta? Sin que te repitas.- Añadió al final, porque ya le había dicho que no vería a Höor Cannif hasta que transcurrieran trece días y por mucho que insistiera, ese hecho no cambiaría. A decir verdad, si continuaba insistiendo, revocaría la posibilidad siquiera de que eso ocurriera. Ella era el soldado de mayor rango en aquel poblado, su palabra era ley por ahora y dudaba que siendo lo que era y viniendo de donde lo hacía, nadie más le ofreciera ayuda a un huido de las tropas del rey tirano. -Si no tienes nada más que decir, te dejaré aquí bebiendo. Ya sabes dónde está la cabaña de Rahma. Dormirás allí mientras permanezcas con nosotros.- Ella tenía cosas que hacer, era una mujer ocupada. Le había mostrado la zona e indicado cuáles serían sus tareas. Por el momento, Ylva no tenía más que añadir a su conversación.
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Mensaje por Ziu Vie Jul 20, 2018 8:05 am

Desertor, las palabras retumbaban en mis oídos como si fueran ciertas, ojala así fuera, mas la verdad era bien distinta.
No todo lo contado era una mentira, pero la cambiante era desconfiada y pronto me dejo claro todo lo que tendría que hacer en ese poblado.
Mi trabajo hablaría por mi, me ganaría el dinero como cualquiera de ellos y para entonces tenía que haberme ganado la confianza de la dama y de todos sus secuaces, bueno, no parecía tan difícil.

Ladeé la sonrisa alzando la jarra en su dirección, si creía que podría amedrentarme con la rudeza de sus palabras se equivocaba, venia del mismo Hel, esto se me antojaba como un paseo por el Valhalla.
-Skoll -añadí antes de que la mujer se pusiera en pie.

El esto del día lo aproveché para trabajar en la herrería, al parecer el hombre estaba ya viejo y necesitaba de un brazo joven para forjar y a quien enseñar el oficio.
Elunt era un buen hombre, contaba muchas historias y la verdad es que me reía bastante de sus fantasmadas.
Era un hombre curtido en años y también en batalla pero en una acabó malherido de una pierna y nunca recuperó el movimiento así que tuvo que reinventarse y pasó de empuñar armas a forjarlas.

Las noches las pasaba en la casa de la vieja, era amable conmigo, ademas de que su comida estaba buenísima, mi condición de cambiante y sus cuidados me hicieron rápidamente recuperarme y en cuestión de unos días estaba completamente sano.

Mi día a día allí no distaba mucho de el de cualquier soldado, trabajar, entrenar y beber en la taberna después.
E llevaba bien ocn el resto de hombres del conde, así que las cosas iban bien con todos menos con la cambiante que no sabía bien porque parecía despertar su odio y su desconfianza.

Me acerqué una noche a ella en la taberna estaba bastante pasado de copas, así que digamos que la estupidez reinaba en mi mas que la cordura de hacer oque tenía que hacer.
-No te caigo bien ¿por que? He trabajado como el que mas ¿que problema tienes? ¿es que te pongo tanto que no puedes resistirte a mis encantos y por eso me mantienes lejos de ti por si me cuelo en tu cama?
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Mensaje por Ylva Sáb Jul 21, 2018 6:51 am

Habían transcurrido los días y aunque ella había estado ocupada con sus guardias, ya fueran a solas o en grupo, y ayudando a la gente del pueblo con cosas aquí y allí, se había asegurado de que, en todo momento, alguien tuviera vigilado al nuevo. Sabía que se llevaba bien con sus hombres, porque en el fondo todos eran iguales, en cuanto alzaban unas jarras y se ponían a hablar de culos, no los diferenciabas excepto por el largo de sus barbas. Pero ella no se fiaba de nadie, ni de su propia sombra, así que menos del intruso que ahora se encontraba excesivamente cerca de sus fronteras. Sí, era una buena baza, un as excepcional en la manga, pero si no lo llevaba sujeto de una correa, presentárselo al conde podía convertirse en una catástrofe.
 
Aquella noche se habían reunido una gran parte de sus filas en la taberna para descansar, mientras un reducido grupo hacía guardia junto al río, cabalgando al paso sus monturas. La loba se acercó al bar para reunirse con sus tropas y demostrar que ella, también, era uno más aunque no fuera hombre. Tomó asiento en una de las mesas y mientras se tomaba la segunda copa de ron, se aproximó el “invitado”, bastante pasado de vueltas por cómo se balanceaba y arrastraba los pies al andar. -Buenas noches, Zíu.- Saludó al cambiante, pero éste no correspondió a tan noble gesto y comenzó a soltar todas las estupideces que pasaban por su nublada mente. Los allí presentes, se dividieron en dos grupos: Los que estaban ya beodos que estallaron en fuertes carcajadas y los que aún estaban suficientemente serenos como para saber que aquel tipo se estaba metiendo en problemas y callaron.
 
Ylva ladeó ligeramente la cabeza, al tiempo que enarcaba la ceja izquierda, observando con sus dos fragmentos de hielo el porte borracho de aquel que estaba allí plantado, frente a ella. -¿Crees que soy una remilgada dama de la alta sociedad a la que le importa mantener las apariencias y conoce la vergüenza? A mí lo único que me importa es el honor, lobo. Y si quiero acostarme con un hombre, no espero en casa a que éste venga a pedírmelo.- Agarró de la pechera al norteño que tenía a su lado, uno de los que se había mantenido en silencio, y sin mediar palabra, le mordió los labios, antes de devorarlos en un salvaje beso. Le soltó tras largos segundos en los que, incluso los que habían estado riendo, enmudecieron. Se pasó la lengua por el inferior propio, regresando la mirada al que seguía de pie, o intentándolo, junto a la mesa en la que ellos se encontraban. -Tal vez, el problema seas tú. Me parece que no estás acostumbrado a que las mujeres no mojen las bragas al verte. Bienvenido al mundo real, donde las hembras son libres y no esclavas de un tirano que las obliga a fornicar con él y sus soldados.-
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Mensaje por Ziu Mar Ago 14, 2018 8:51 am

La “general” no podía asumir que parte de ms palabras eran tan ciertas como que ambos estábamos en la taberna bebiendo, según ella aquí el único con un problema era yo aunque no todos los presentes estaban en eso de acuerdo.
Se comió la boca con un pobre desgraciado que incapaz de decir si o no se dejó hacer mientras mi sonrisa se ladeaba por las palabras que soltaba.
-Me parece que tu problema no es que no mojas las bragas al verme, si no que no logras evitar que eso pase -dije con un deje divertido en la voz.

Dicho esto me di la vuelta para volver a mi mesa, lo que tenía que decirle ya se lo había dicho ahora podía seguir jugando al ratón y al gato conmigo, mas su actitud era absurda e infantil, entendía en inicio desconfiara de mi, incluso que me llamara desertor, algo en lo que no estaba muy de acuerdo pero que después de un trabajo implacable, que siguiera en sus treces era ya fruto de un rencor mas profundo.

La ignoré el resto de la noche, dos mujeres de bastante buen ver o al menos de tetas grandes si mojaron por mi sus bragas y en la misma taberna nos divertimos los tres.
Era la hora de retirarse cuando una de ellas decidió que podíamos seguir la fiesta en su casa, no me pareció tan mala idea, así que tras despedirnos del grupo caminamos hacia la puerta.

Al llegar a su mesa deje caer unas monedas.
-A la siguiente ronda invito yo -le dije guiñándole un ojo .creo que es lo único que ta calentara esta noche y volviendo a devolver mi brazo sobre uno de los hombros de las norteñas seguí mi camino hacia fuera de la taberna.

Atrás los hombres ya tan pasados como yo hacían sus jarras retumbar contra la mesa de madera por mi afrenta, así era el norte, o eras lobo o cordero y algo me decía que ambos eramos mas de lo primero.
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Mensaje por Ylva Mar Ago 14, 2018 12:30 pm

El lobo era un engreído, pero no era el primero con el que se topaba Ylva y tenía muy claro que tampoco sería el último. El mundo estaba lleno de machos que se creían que las hembras eran seres inferiores que debían lamerles las pelotas, pero ese no era el caso de la general, ella no besaba el suelo de nadie y no se sometía sin honor. Únicamente rendía cuentas ante aquellos que se habían ganado su respeto y a los que aspiraba parecerse algún día o con los que deseaba estar al mismo nivel, mas no ante un desertor que se creía que por haber arrimado un poco el hombro tenía derecho a exigirle algo. -El respeto se gana, no se regala.- Espetó cuando el intruso le daba la espalda y se marchaba. Ella era quien diría la última palabra y una válida, no sandeces llenas de testosterona innecesaria.
 
El resto de la noche pasó tranquila con jarras vaciándose, charlas amenas, risas, anécdotas e historias de batallas pasadas. Era momento de subirle la moral a los soldados, de fraternizar con ellos, mostrarse cercana, amigable, familiar. Juntos eran un todo y solos no tendrían nunca las de ganar. Debían mantenerse unidos, confiar los unos en los otros, quererse al punto de desear proteger al prójimo con su propia vida. Y mientras se divertía con sus muchachos, ignoró por completo al lobo como éste lo hizo con ella. Las cosas se habían dicho y quedaron claras, no había más que decirse y ella no pensaba ir a buscarle para nada.
 
Pero Zíu parecía necesitar demostrar algo, como si no tuviera suficiente autoestima e intentar quedar por encima de Ylva se lo fuese a remediar. La mujer observó las monedas y alzó el rostro, enarcando una ceja ante el pedante comentario que escapó de los labios de aquel hombre, ocultos entre el tupido vello facial que conformaba su barba salvaje. -Chicas.- Llamó la atención de las dos acompañantes que el engreído lobo se llevaba bajo los brazos como si fueran grandes trofeos y él el ganador de la noche. -Cuando terminéis con él y necesitéis más, podéis venir a buscarme. Yo sí os dejaré satisfechas.- Alzó la jarra en dirección a los tres mientras el resto aún permanecía en silencio. -Ya habéis oído, muchachos, a la siguiente invita él.- Sonrió ladina y le dio un largo trago a su bebida, girándose hacia el resto de la mesa que ya se estaba riendo de nuevo.
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