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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Alessa Windsor Mar Dic 07, 2010 3:26 pm

Desde la penumbra de vetustos caminos, el repiqueteo de las pezuñas de los caballos marcaban un sonido casi hipnótico para la joven aristócrata. Habían arribado a destino con la caída de la noche, a pocos días de haber dejado el castillo situado al noroeste del territorio londinense, Alessa podía fácilmente reconocer el aroma a tierra mojada del suelo parisino que recordaba con tanta nostalgia desde sus días de adolescente.
A más de cuatro centurias desde la muerte de su madre, recordaba que la fallecida reina Isabel (la loba) hablaba del suelo donde nació y reinó con enternecida pasión. Tanto era el aprecio por esas tierras, que Alessa las había visitado en incontables ocasiones, haciéndose propietaria incluso de una extensa mansión al sur de Paris.
Morris, el cochero, silbaba una contagiosa melodía al mismo tiempo que azotaba las riendas de los agotados caballos, mientras la joven sumida en un acuoso mar de pensamientos trazaba cuidadosamente las actividades a realizar una vez llegase. Con días de antelación, la princesa había escrito dos cartas, lacradas con el sello real, que llegarían a dos destinos opuestos, la primera que pondría en aviso al personal de servicio sobre su viaje, y la segunda al banco de la ciudad, para que el establecimiento tuviera su patrimonio monetario disponible en cuando decidiera utilizarlo.
Por las lúgubres calles el opaco carruaje portador del sello “Von Bükert” se habría paso, los ladridos de hambrientos perros propinaban ecos en los vacías y negruzcas callejones.
La vampiresa corrió levemente las cortinas de su transporte para ver claramente cuales sitios de la siempre viva Francia, se hallaban más resaltados... los bares y burdeles, hogares de las más vívidas diversiones, y los mejores consejos transformados en largos tragos, llevaban todo el centelleante brillo de la noche. Algunas risas de fondo, mientras el coche estampaba fuertes pisotones en charcos barriales, sugerían efímeros romances y pasiones saciadas por algunas monedas.
-En unos instantes llegaremos, su majestad- dijo el sujeto bajando un tanto el ala de la galera.
-No hay prisa Morris, déjame disfrutar del murmullo de la oscuridad, ésta ciudad tiene un aroma especial ¿sabes?- dijo con semblante pacífico -Sabe al mejor pecado, miente la mejor caricia, y guiña los párpados de ojos cansados en alboradas, y de par en par abiertos a la llegada del crepúsculo- repuso.
-Pareciera como si le agradara más que su ciudad natal- bromeó atinando un leve azote en el lomo del corcel.
-No te equivoques, Morris, es lo pecaminoso de París, en conjunción con las incontables oportunidades que ofrece, digamos que Inglaterra, aún conserva su típico puritanismo...- dijo sonriente mientras levantaba cómplice el ceño -No temo admitir que ésta ciudad también enclaustra algunos yerros de mi pasado...-
Los minutos transcurrían, y el recorrido comenzó a verse circular, Alessa aún disfrutaba el paseo cuando para la cuarta vez que cruzó el mismo farol, y a una risueña pareja en la misma vía, recibió la curiosa noticia de que el cochero no podía recordar el camino exacto que los llevaría a la mansión. La princesa suspiró en desgano, y cerró las cortinas dejando como última imagen a la entretenida pareja que caminaba por la tórrida avenida.
Golpeteó levemente la cúpula del carruaje, el cual instantáneamente se detuvo ante la implícita orden, Morris descendió del mismo para abrir la puerta, marcada con el sello real. De la oscuridad del coche, descendió Alessa, suponía divertido pedir direcciones a aquel joven y su acompañante, Morris la observó extrañado, ya que no era su costumbre socializar con personas ajenas a su orbe social, pero ya que se hallaba en la ciudad en la que todo podía suceder, consideró interesante pedirles amablemente que la ayudaran con su predicamento. Para su grata sorpresa, no fue muy difícil averiguar con segundos de plática, que se encontraba frente a uno de su especie, y más extasiada la impresión cuando se percató del hipnótico aroma de la escolta...
El cochero pudo casi adivinar los deseos de su ama, puesto que tosió efusivamente en señal de incomodidad. La princesa solo atinó a agradecer la atención del vampiro, para luego dar una última bocanada de aire ante el perfume de la muchacha.
-El delicioso aroma del miedo, y los festines al alcance de las manos- Pensó mientras con un misterioso rictus regresó a su oscuro y lúgubre transporte. La larga cola del vestido se elevó con letargo hasta finalmente perderse con ella dentro.
Al cabo de media hora, Alessa Von Bükert arribó a su ansiada mansión al sur de la ciudad de las luces, la horda de eficientes sirvientes llevaron las maletas hacia su recámara, dejando que se apartara del lado de Morris para darse un baño de burbujas. Un tanto cansada se dejó caer desnuda y expuesta en la amplia bañera de mármol, para ser despertada minutos después por una de sus fieles sirvientas, quien le entregó un par de entradas para el "Theathre Des Vampires".
La demora en llegar le había impedido a la mujer hacer saber a la princesa que había sido invitada a un espectáculo esa misma noche. Alessa un tanto molesta nunca se negaba a asistir a eventos de esa índole, amaba la música clásica mucho más que a las obras teatrales, puesto que aceptó sin más.
Una fila de cinco mujeres ingresó en el baño, cubrieron con una bata el húmedo y desnudo cuerpo, preparando a la aristócrata para asistir a la velada. Peinaron el largo cabello, y maquillaron el porcelano rostro, la cubrieron con un vestido rojo de delicada seda, y asignaron las joyas adecuadas, lumínicos diamantes colgaban del lánguido cuello, y de los lóbulos de los oídos, pequeñas gotas diamantistas que podían notarse dado el peinado alto que le habían realizado.
-La misma frivolidad…- pensó mientras las doncellas danzaban con artículos de belleza a su alrededor – De las mismas manos, los mismos acicalamientos, de mis ganas casi extintas el querer cumplir con los propios protocolos… ¡oh París!… quizás estando de regreso, la premonición de nuevas aventuras puedan concretarse…- sonrió bajando la mirada para ponerse de pié y marchar a fuera de la mansión.
Tomó unos momentos para que llegaran nuevamente a la ciudad, los corceles en su noble postura llevaban el coche de Madmoiselle Von Bükert y su escolta hacia el teatro designado. Había algo de ansiedad en su expresión, ya que apretujaba el pañuelo de seda blanco con una disimulada impaciencia, extrañaba la buena música de esos lares.
En la entrada del antiguo edificio, la alfombra roja aterciopelada marcaba el sendero, veía decenas de elegantes personas ingresar del brazo, sonriendo modestas, algunas presumiendo el exceso, y ella, simplemente conteniendo la frenética necesidad de que sus oídos fueran enternecidos con una cálida melodía.



Última edición por Alessa Von Bükert el Miér Dic 08, 2010 12:13 am, editado 1 vez
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Mensaje por Diva Goldsmith Mar Dic 07, 2010 9:22 pm

¿Cuales eran las razones que me mantenían atada aun en aquel hotel detestable ante la falta de los cientos de sirvientes que solía tener en Londres? Aun faltaban 7 días para finalizar las remodelaciones de la residencia que mi madre había ordenado construir para mi hospedaje en Paris. Mi poca paciencia le jugaba gracia a la falta de habilidades de aquellos ingenieros, obreros y demás sirvientes que debían tener terminado mi nuevo hogar.

A pesar de tan mal recibimiento, indirectamente, de mi querido Paris no le guardaba rencor. En mi Humilde recinto estaba acompañada de apenas 3 bellas jóvenes, mis damas de compañía, dos hombres robustos que custodiaban mi entrada y un joven carrero nuevo, mas que carrero, podría decir que cumplía dos funciones, la de pasearme tardes-noches por las calles iluminadas de senderos y la de mi dulce néctar de vida por las mañanas cubiertas de cortinas negras de mi habitación.

Las pocas noches de las que pude disfrutar solo estaban llenas de paseos nocturnos en soledad. Algo diferente deseaba esta vez. La luna en su punto mas esplendoroso se veía amenazada de nueves que deseaban ocultar continuamente su belleza. Mis damas trajeron a mis manos un folleto del teatro. Nunca tuve la oportunidad de deleitarme con tal tipo de eventos, algo irónico, pero verdadero. Emocionada solo en mi interior las jovencitas entendieron cual era su trabajo.

Era divertido y gracioso ver las expresiones de las niñas cuando la hora de ver mi cuerpo pálido descubierto. Se quedaban temblorosas, pobres mortales, ellas tan inocentes de la lujuria hecha carne femenina, atraídas por la piel aterciopelada y sin conocer los peligros de tal atracción hacia mi. Mas yo siempre mantuve mi posición de solo sonreír y dejar que me vistieran. Una vez cada tanto tenia mas que permitido acercarme a esas niñas y soplarles una briza de deseos inalcanzables a sus oídos: " La tentación hacia una mujer no fue nunca mal visto desde mi posición". La duda y el respeto las dominaba y la jugarreta solo me servia para distraerme un poco de aquellas paredes frias.

Un largo vestido de ceda negra, detalles en hilos dorados, cuello descubierto y largos aros de oro adornaban su palida piel, rizos detallamamente delicados con una caida seductora para su mirada y finalmente, largos guantes negros. Una gentil mano humana se ofrecia a ayudar en su bajada del carruaje que llevaba el grabado de Goldsmith. Una figura delicada, misteriosa y, casi me atrevería de decir, temida por varias humanas, bajo sutilmente para admirar a quienes disponían de ingresar a tan bellisimo apogeo de arte. Algo peculiar llamo su atención. Una dama de similar linaje cautivo su atención. Pero por no parecer osada se dispuso a ingresar al reciento donde la esperaba un balcon para ella y un asiento libre, del cual desconocía su ocupación. Allí se quedo esperando a que el espectáculo comenzara, Las miradas la obsorvian y los murmullos de los espectadores la ensordecían.

Sin embargo, algo aun revoloteaba por su mente. Una mariposa radiante de igual especie. No la consideraba desconocida pero aun tampoco una aliada.

- Una dama nueva en la cuidad al igual que yo... no es mala mi intecion... Solo desearia saber ¿quien era?-


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Mensaje por Alessa Windsor Miér Dic 08, 2010 12:10 am

Era risible la actitud de las personas que ingresaban en el vasto teatro, el humo del cigarrillo y las carcajadas frenéticas de algunas mujeres captaron la atención de la vampiresa. Morris aguardaba detrás, escoltando silenciosa y atentamente a su ama, quien caminaba estoica a lo largo de la aterciopelada alfombra color escarlata.
Carecía de la capacidad de emocionarse hasta las lágrimas, puesto que habían sido muchas las que había derramado en la época en que Eduardo III (su hermano) había reinado en Inglaterra, las batallas combatidas en su nombre, y la pérdida del mismo luego de sus padres, la habían vuelto una persona de sentimientos gélidos, quizás la coraza de una aparente fortaleza en realidad resguardaba el secreto interés que tenía de proteger a los de su contexto más cercano. Es así, que aún encontrándose feliz de volver a París, y ansiosa de presenciar lo que parecía una memorable presentación artística, contuvo cada expresión para simplemente suspirar en gozo.
De repente volvió a percibir el mismo aroma, el mismo que temprano a la noche reconoció del cuerpo de aquel joven al que detuvo por indicaciones.
- Vampiro…- pensó sin demora. Giró disimuladamente en dirección al delicado perfume que enclaustraba “nosferatu” en su interior. Se trataba de una atractiva joven de tés impoluta, mirada inquisidora y rasgos frágiles como pimpollos en flor. Habían otros a su alrededor, pero pudo denotar que se trataba de una vampira de elegancia y clase. Algo en su aspecto, algo en los ademanes de la misma, sugerían a Alessa que se aproximase a hacer las propias salutaciones. Pero una vez más, Morris se aclaró la garganta adivinando el paso de su ama. La princesa sonrió de lado, con una mueca de entendimiento, y encantador fastidio, para luego ingresar con él hacia el deslumbrante teatro.
Las entradas los situaban en el primer palco hacia delante, cuatro butacas adornaban la porción, y la vista directa hacia el escenario afirmaban ser uno de los mejores asientos del lugar. La vampiresa tomó asiento, y tras el murmullo y el imperceptible desorden de cada recién llegado, pudo observar a la distancia donde se localizaría la joven que con antelación notó.
- Morris- dijo Alessa mientras hacía un ademán al escolta – Quiero que te dirijas hacia la dama que se halla sentada en aquella butaca junto a los pilares barrocos, y la invites cordialmente a que se una a mi, no deseo pasar la velada a solas, y la compañía de tan agradable muchacha quizás embellezca más la velada musical- repuso mientras dirigía la vista hacia delante y semi-cruzaba las piernas acomodando el amplio vestido.
- Enseguida Madame- dijo el sujeto haciendo una reverencia, al mismo tiempo que algunas miradas notaron la acción, el murmullo y los rumores habían empezado.
- Creí que bastaría con mi compañía ésta noche- comentó un tanto molesto Morris antes de salir del palco.
- ¿Dijiste algo, cochero?- Repuso hiriente la princesa
- No, Madame - se retractó el sujeto, el comentario "cochero" le había dolído –Es solo que…creí que mi compañía le sería útil en ésta velada…- dijo con los ojos perdido en los zapatos sobre el alfombrado.
Alessa giró levemente por sobre el hombro en dirección al confundido hombre, y dijo…
- Sabes bien que cuando nos hallamos a solas, puedes llamarme por mi nombre, y tienes razón, tu compañía hubiera bastado, si la súbita presencia de aquella joven no me hubiera intrigado tanto, desconozco si será de la alcurnia que presiento, o si será nada más que una enemiga que haré al paso, ve… - ordenó suavemente – tu compañía me será aún más útil de regreso a casa- dijo mientras guiñó fugazmente al acompañante.
Un hálito de esperanza invadió al escolta, quien con una seductora sonrisa volvió a propinar una reverencia para luego ir en busca de la invitada.
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Mensaje por Diva Goldsmith Miér Dic 08, 2010 4:00 pm

Aquella caja decorada en telas oscuras impregnada en la pared (balcón) desprendía misterios con la presencia de la dama de negro, pero mas misterios pilló cuando los espectadores observaron que la musa de muchas miradas había se desvaneció del lugar y las cortinas estaban cerradas con si no hubiese sido ocupado por nadie.

Entre los pasillos del teatro, Diva era acompañada por tal cochero que escondía su cuello con un elegante traje casi como el de un ministro o un consejero mas que el de un cumple cochero. En el camino se contaron con distintivo personaje al cual no ignoro en la entrada, solo observo sigilosamente. Se detuvieron y tal desconocido realizo delicada reverencia ante su figura, sin embargo un mal entendido casi la avergüenza a Diva delante de algunos humanos que recorrían por allí. Luked, su cochero se adelanto ante las acciones inéditas del extraño sujeto y lo apunto con un bastón que llevaba en su mano derecha.

- No te atreváis a lastimar a tan amable caballero, Luked! - Miro fríamente al muchacho el cual no tuvo mas que acatar y retroceder cerca de ella. - Mi señora, es un completo extraño, mi deber es cuidar de su magnificencia - Con una mano y con delicado acto, sostuvo el perfil del muchacho y en abrir-dejar de ojos un esencial brillo se escapo de sus ojos -Os pido que me disculpe mi ¡actives mi lady, no volverá a ocurrir - Este hizo pasos hacia atrás y se quedo arrodillado mirando con rencor al otro sujeto.

Diva dirigió su mirad al muchacho y le sonrió agradablemente, con una leve reverencia saludo al cochero y escucho atentamente las palabras. - Mi señora, Alessa Von Bükert, me solicita que la invite a formar parte de su palco privado del teatro. Espero una respuesta agradable de su parte madame -
Una leve risa se escapo de sus labios los cuales cubrió con la punta de sus dedos. - En este mismo momento me dirigía a formar parte de la compañía de tu señora. Por favor, adelantad su llegada, infórmele que la señorita Diva Goldsmith acepta gratamente vuestra invitación. Demorare apenas unos minutos antes de que el espectáculo comiese -. El servidor de aquella dama no entendió como Diva conocía los deseos de su ama, mas sin perder tiempo volvió al palco para notificarle la respuesta positiva de la próxima nueva invitada.

En cuento el servidor desaprecio de sus presencias, Luked tomo por la cintura a Diva y la introdujo a una habitación que estaba apenas en unos pasos. Diva solo sonrió y posos sus manos en el cuello de el antes de ingresar. Unos minutos demoraron allí dentro, una vez fuera, en las manos de la dama se hallaba un delicado pañuelo negro el cual llevo a sus labios rojizos, el muchacho salio algo agitado pero con un aspecto totalmente diferente, seductor, satisfecho o con otras palabras exhausto de lujuria. – Que no se vuelva a repetir mi querido, sino, utilizare castigos mas veraces – Esté se mantuvo en silencio, ofreciendo su brazo para retomar su camino, dio una sonrisa seductora.

Luked abrió la puerta de aquel palco perteneciente a su nueva anfitriona, Diva entro delicadamente y a espaldas a la joven dio aviso de su llegada.
- Os pido que perdone mi innecesaria demora. Es un gusto formar parte esta noche de vuestra presencia- Realizando actos de gratitud espero la repuesta o palabra alguna de aquella mujer que excitó un interés penetrante en ella una ves que llego al teatro.


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Mensaje por Alessa Windsor Miér Dic 08, 2010 6:49 pm

La muchedumbre seguía llenando poco a poco las butacas del recinto, y mientras Alessa aguardaba pacientemente el retorno de su escolta, un extraño presentimiento la invadió. La premonición de estar bajo la mirada de alguien, aquel erizar de su piel frente a la certeza de que desde el monto creciente de personas alguien se hallaba estudiándola la puso atenta. Con gran disimulo empezó a correr la mirada por los alrededores, sin poder develar verazmente de quien se trataba. No sintió repentina incomodidad, tampoco nerviosismo… por el contrario, se sentía intrigada. Notaba los abanicos de las damas, el centellar de joyas bajo las luces del teatro, tanta frivolidad, tanto disfraz, y tan pomposas actitudes que al final de la noche carecían de importancia.
Alessa volvió a posarse sobre el aterciopelado sillón, bostezó, y llevando delicadamente la punta de los dedos hacia sus labios, rozó la delicada seda de los guantes alrededor de los bordes, una y otra vez, desde las comisuras hasta las pequeñas montañitas. Distraída con la sensación del roce, levantaba la vista hacia la amplia pintura que adornaba el espléndido techo del lugar, las influencias de pintores era notoria: Piero della Francesca, un tanto más de Botticelli, tantas variantes pero era una sola la opinión… una obra de arte. El esmerilado candelabro que colgaba del mismo se movía de tanto en tanto en lentos meneos casi pendulares, la picardía y maldad de la vampiresa le permitía imaginar qué sucedería si se desprendiese de la magna cúpula del edificio, de seguro aplastaría a las vulgares señoras que alardeaban de su vestimenta y adquisiciones en accesorios. Quizás eliminaría de su vista a los ancianos en trajes militares que acomodaban sus monóculos en señal de poca visión hacia el escote de las promiscuas damas, que se hacían llamar “nobles”.
La princesa fantaseaba divertida justo en el instante en que Morris ingresó nuevamente en el interior del palco.
-¿Y bien?- preguntó la aristócrata notando sin voltear que únicamente podía sentir el aroma del fiel acompañante.
-He llevado exitosamente el recado hacia la dama quien respondió afirmativamente, advirtió una demora en su arribo hasta antes del inicio del espectáculo- informó aún inclinado en la reverencia.
Alessa emitió una mueca, mientras el sujeto se erguía nuevamente de pié a un lado de la dama. La misma continuaba observando a los alrededores mientras repentinamente rozaba con la misma mano que acarició sus labios, el borde de la mano tendida de su acompañante. Cuando el guante de seda rozó la punta de sus dedos, Morris se estremeció. La princesa levantó la mirada con una sugerente sonrisa, y el cálido rostro del cochero súbitamente sonrojó. Divertida y provocadora, Alessa sonrió.
-¿Notaste algo peculiar en ella?- cuestionó mientras volvía a desviar la mirada.
-No señora, salvo un comentario…- dijo de reojo a su ama – Mencionó haber estado a unos instantes de acudir ella misma a presentarse ante usted como compañía- repuso.
-Es normal que lo haya dicho, querido Morris-respondió, mientras la palabra “querido” volvió a provocar un pequeño salto en el pecho del sujeto – Se trata de alguien de mi especie, y uno de los “dones” atribuidos, es ser casi predictivos. Pensé que sería adecuado dar la iniciativa ante tal protocolo, pues hay algo en ella que capta mis más turbias atenciones-
La respiración del escolta empezó a incrementarse, como si algún tipo de inquietud se apoderara de él, y tan inmediato fue el notar para Alessa, que se puso de pié quedando frente a frente con él. Los expresivos ojos color miel de Morris provocaban con su apertura el pinchar de las largas pestañas en sus parpados, y las gotas de sudor que descendían de las sienes provocaron una sonrisa pícara en la princesa:
-¿Cuántas veces no te he mencionado que puedes llamarme por mi nombre cuando estemos a solas?- Provocó mientras con sus dedos secaba las gotas de sudor del rostro de él. Las yemas de los guantes se humedecieron con el salado líquido, y mientras la vampira se aproximaba segundo a segundo a los labios de Morris, el tibio aliento de él, le abría las puertas de un ineludible beso.
Ambrosía divina era el roce de labios helados con otros que despedían vida, como dos telas frotándose juntas, y el roce de lenguas que los humectaban de tanto en tanto. A la princesa le divertía ver que mientras ella sostenía el rostro de Morris, éste apretujara los ojos sin saber si sostenerla de la cintura o contraer los puños para no tocarla. Ella tomó distancia, y observó la hinchazón de los labios ajenos, sonrió al ver que aún no abría los ojos para mirarla, y como torturándolo, se mofó de su timidez diciendo:
-Me besas como los ojos cerrados… ¿te resulta desagradable que tome ventaja de tu fidelidad?- Dijo provocando que Morris reaccione, él quiso responder, pero ella hábilmente dijo –Silencio, alguien se aproxima-
Caminó algunos pasos hasta el sillón y se posicionó tal cual minutos antes, el escolta se irguió firme, para la llegada de la visitante.
- Os pido que perdone mi innecesaria demora. Es un gusto formar parte, esta noche de vuestra presencia-
Al instante en que oyó la introducción de la joven, Alessa Von Bükert se puso de pié, y estampando pausados pasos en su dirección repuso:
-Descuide… el placer es todo mío, es grato que haya aceptado la invitación- Con un ademán y una sonrisa, señaló con la mano la dirección de la butaca para que su invitada tomase asiento.
Una vez juntas, y con los escoltas de pié en rivales intercambios de miradas, el espectáculo dio inicio.
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Mensaje por Diva Goldsmith Miér Dic 08, 2010 8:13 pm

Su mirada se penetro en aquella muchacha de tan sutil y singular belleza, era como una niña inocente y desprotegida, pero la ignorancia no era parte de forma de ser y con tan solo el contacto visual descubrió algunas de sus características que la hacían interesante. Para la dama recién llegada le resulto muy gracioso encontrar a aquel servidor de Alessa en un momento especialmente particular, no podía negar que una de las especialidades de las damas perteneciente a su propio linaje, era seducir hasta tentar, amar hasta matar y deseas hasta obtener sin ningún retraso lo que se nos encaprichaba.

Tome asiento junto a la muchacha pero no demostré expresiones de desagrado ante la falta de dialogo en nuestra primera impresión, el inicio del espectáculo nos interrumpió, mas no tuve otra opción que amoldarme a las ridículas costumbres humanas. El silencio en todo el anfiteatro se hizo más que dueño de cada uno de los espectadores. Tal era mi aburrimiento que comencé a jugar con los guantes de ceda negra que llevaba puestos. Alessa no reproducía ninguna palabra de sus labios y yo no deseaba interrumpir tanta calma entre dos desconocidas que podrían, en algún futuro, ser enemigas o las mejores amigas.

Inconfundible me resultaba la aptitud de mi Luked, siempre a la defensiva contra otros hombres de su propia especia. Humanos, que se puede esperar de ellos mas que ver a simple vista el deseo de competir, superarse ante ellos mismos y obtener lo que otros ya tienen. Solo segundos me vasto leer los pensamientos de mi sirviente. Le molestaba indescriptiblemente la presencia del otro paje en el mismo saloncito. Si estuviésemos solo ya hubiese mordido su cuello; para mi ese ritual le hacia ver quien le pertenecía a quien. Que irónico, mi servidor crees poder tenerme sin que otros hombres estén presentes ante mi, siendo el solo un alimento de mi lujuria y de mi sed.

Interrumpí la atención de alessa en el momento en que un soprano comenzaba una melodía demasiado turbia para mi gusto. – Señorita…. Alessa, ¿verdad?. Me atrevo a preguntarle ¿Qué la trae a París? – Mirando de reojo a la joven. En ese momento Luked se acerca con una bandeja de plata con dos finas copas de vino para ambas damas.


El delicioso aroma del miedo, un paseo por París (abierto a participar)  Emmyrossum2009121107411
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El delicioso aroma del miedo, un paseo por París (abierto a participar)  Empty Re: El delicioso aroma del miedo, un paseo por París (abierto a participar)

Mensaje por Alessa Windsor Miér Dic 08, 2010 9:02 pm

Inmóvil y atenta a la función, transcurrió el tiempo. Alessa había perdido noción de su contexto en cuanto la plena melodía empezó a invadir el salón… había ansiado escuchar tales melodías desde que el carruaje abandonó su castillo en Inglaterra, y allí en el palco principal, los agudos tonos de la soprano se elevaban cada vez más. Cuatro centurias, tantos eventos, cuántos cambios mas… la única pasión inmutable en su ser, era la música.
En medio del acto y el lánguido desplazar de la estrella, Alessa notó el pronto aburrimiento de la dama que la acompañaba, ignoraba que el introito de su presentación fuera entorpecido por el presentar de la obra. Tenía muchos deseos de descubrir el misterio de la joven, aún cuando bastaba el hecho de capturar desde el inicio, su esencia vampiresca.
Alessa no había bebido sorbo del líquido vital desde hacía ya horas, quizás instantes previos al ingreso de las calles parisinas, que tomó a un campesino en medio del camino, el cual sirvió de aperitivo para saciar su hambre.
La obesa mujer que interpretaba la pieza en la obra, vaciló la voz en una aguda nota, ese ínfimo error bastó para que Alessa frunciera el seño aturdida. La princesa era perfeccionista, no había duda de ello, por lo que al ver la instantánea recuperación sonora en la voz de la cantante, le hizo semi-morder sus labios vaticinando el hallar de su víctima.
Solo bastaría un chasquido de dedos para que Morris tomara una muda orden y la llevara a cabo, pero también se había percatado de que a sus espaldas, su propio sirviente se encontraba batiéndose en un duelo de miradas con el escolta de la dama invitada.
Alessa se sentía cómoda, estaba segura que su acompañante no develaba peligro alguno para ella, de haber sido así, ambos instintos hubieran sido inmediatamente activados ante una sutil amenaza.
El fastidio de Morris la tenía sin cuidado, estaba acostumbrada a su típico reaccionar frente a desconocidos, así que hizo caso omiso al apretón fuerte que su escolta realizaba de tanto en tanto al espaldar del sillón de la princesa. Saboreaba en la mente el desgarrador festín que tendría una vez librara al teatro, de una cantante tan llena de defectos en la voz, pero el sabor que hallaba picando cada centímetro de sus labios, era aún el beso que había propinado a Morris. Se impedía sonreír, puesto que siempre dijo que “sonrisas al aire, son señales de picardías ocultas” y era su costumbre mostrarse impávida y seria frente a desconocidos.
Antes de finalizar el acto, y frustrando la decisión del arrebatar la vida a la soprano, su compañía, la bella joven a su lado interrumpió el silencio…
– Señorita…. Alessa, ¿verdad? Me atrevo a preguntarle ¿Qué la trae a París? –
La delicada y dulce voz de su invitada había emitido una pregunta que Alessa no se había realizado el día que decidió partir de Inglaterra. Los negocios que poseía en tierras, ganado e inversiones bancarias podrían haber sido una razón a controlar en los predios franceses, pero si no utilizaba esa excusa, entonces tendría que admitir que dejó su tierra natal porque simplemente extrañaba los aires parisinos, las diversiones de la ciudad de las luces, y los propios desfasajes que ella lleva a cometer.
-Placer, París me atrajo en un viaje de placer…- dijo sonriendo – Perdone mi distracción, verá, disfruto mucho de la música, y no pude evitar caer en un trance hipnótico una vez la banda empezó a liberar los violines de fondo- repuso.
El esbirro de la joven noble había atinado en aproximar dos copas de vino, y mientras ambas platicaban en forma de murmullos para no acaparar la atención de las personas debajo, Alessa dijo:
-No quisiera ser impertinente, pero pude notar un leve acento inglés en usted, ¿me equivoco?- preguntó mirando de reojo a la joven, deseaba saber su historia, puesto que sus instintos proponían el augurio que ella formaría parte de su futuro… no sabía de qué manera, pero sabía que así sería. Fue entonces que en el momento en que bebía un sorbo de la copa, el telón de "Theatres Des Vampires" finalmente quitó a la inepta soprano, y fue el vocero principal, quien dio introducción a un nuevo acto...
Alessa aún platicaba amenamente con la noble joven a su izquierda, ignorando la efusiva introducción del vocero, más cautivó su completa atención la súbita aparición de aquel hombre... aquel quien había emitido las previas direcciones para que ella pudiera arribar a su hogar. Era aquella... la mirada.
Morris se percató inmediatamente del cambio y ella ignoraba que se había tratado de primo violinista.
Las notas comenzaron a emerger del majestuoso instrumento, los intermitentes iluminados que emitían las luces del teatro hacia la pulida madera, provocaban un propio brillo en la melodía… el arco trazaba caricias en las cuerdas que le recordaron a varios violinistas de diferentes tiempos, Pierre Marie François de Sales Baillot, Louis-Gabriel Guillemain, Jean-Marie Leclair. Pero había algo particular en él, no solo la enternecedora forma de liberar tales notas sentimentales, además de no guiarse de partituras, y mientras ella trazaba círculos con los dedos alrededor del borde de la copa, comentó con su joven y bella acompañante…
-¿No le parece maravilloso lo que la música puede hacer…?.- dijo con febril mirada – ¿…Y más aún lo que el músico puede explotar del instrumento cuando el talento es nato?- Una mueca satisfactoria hizo ladear su cabeza en intrigada expresión, la sonrisa de entendimiento en Diva permitió que ambas supieran que la nueva atracción se hallaba en clave sol.
Una sonrisa amplia… Morris se vio molesto cuando notó que la casi insensible mujer que tanto conocía, dibujó una amplia sonrisa una vez el músico alargó la nota final del “violino”. El acto acaecía, y los aplausos fueron merecidos. Posando la copa del líquido que reemplazaba el elixir de vida, miró directamente a su acompañante... ella también había notado la esencia del joven, un nocturno, tal como ella, tal como Alessa.
-Cuénteme de vuestra historia, y si os place, puede acompañarme en una breve caminata por las instalaciones del teatro, necesito un poco de movimiento ante tanto estatismo- sugirió la princesa nocturna. Aprovecharía el momento para deshacerse de la Soprano, y quizás… la oportunidad ofrecería con sus fortuitas opciones… algo más.
Algo de pecado, algo de lujuria encerraban las paredes de ése teatro, pero lo que invitaba en bufonesca estampa, era el tomar en serio cada una de sus propuestas.En aquella melodía Alessa no pudo hallar partícula de error, y era lo que oprimía su aliento, la música... raíz y desinencia de sus privadas atenciones.
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Mensaje por Diva Goldsmith Jue Dic 09, 2010 1:30 pm

Con una sonrisa en sus labios pensó casi una locura pocas veces realizada por ella. La copa de cristal transparentaba la figura grotesca de la soprano, la cual miraba desde hace mucho tiempo con cierto deseo. Al escuchar la pregunta de la joven Alessa no tuve mas que romper su vil y mortuoria reflexión para contestar.

- Vengo desde Londres, soy la única hija de la familia Goldsmith, no puedo decir mucho mas de lo que no le resulte aburrido mi querida. Los galanterías están de mas no le parece? – Miro con cierta picardía a Alessa mientras le señalaba con sus ojos a aquella enorme mujer deseosa de un encuentro fatal. - No voy negarle que la música es un arte extremadamente delicado, tampoco es mi interés causarle admiración sobre mi, pero… - Se puso de pie y acercándose por detrás del asiento de la muchacha le susurro al oido casi de forma tentadora. – Me siento a gusto de decir que yo poseo mejor melodía de voz que aquella presa deliciosa -

Se voltio a ver a su siervo, el cual estada perplejo de aquella osada forma de actuar de su ama. Mas no le resulto impórtate y tomo nuevamente su silla para finalizar con el ultimo trago de su copa. La función estaba a punto de finalizar y aun allí esta dos, ansiosas como niñas que deseaban jugar a las escondidas y perderse entre los misterios.

- Espero no ser impudente… pero la función esta terminando. Los camarotes solo son ocupados por sus respectivos dueños. No deberíamos estar aquí perdiendo tiempo. Señorita Alessa, la invito a cenar – Diva sonrió con tal placer y sin ser elocuente.


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El delicioso aroma del miedo, un paseo por París (abierto a participar)  Empty Re: El delicioso aroma del miedo, un paseo por París (abierto a participar)

Mensaje por Alessa Windsor Jue Dic 09, 2010 1:44 pm

Cuando la joven vampira que la acompañaba, sutilmente se puso de pié para susurrarle tal don oculto, Alessa no pudo más que sonreír ante la jovial actitud, pícara y sugerente se encogió de hombros viendola regresar a su asiento. Sentía la necesidad de carcajear puesto que le parecía observarse a si misma cien años atrás, pero se contuvo en una divertida expresión de complicidad.
Faltaban quizás treinta minutos para que el show terminase, asi que agilizó sus planes ante la sugerencia de la señorita Goldsmith.
Parecía que había notado las mismas falencias en el acto de la artista, y parecía tener el mismo apetito por librarse de tal error.
Alessa se puso de pié, y con su escolta, acompañada al mismo tiempo por su invitada y su respectivo consorte, abandonaron el palco principal para perderse en los amplios pasillos del lugar. Los murmullos del interior de la sala hacían ecos hacia los pasillos donde ellas sigilosa, pero elegantemente trasuntaban.
(Tema finalizado en ésta sección, y movído a "Theatre Des Vampire")
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