AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Preludio [privado] [+18]
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Preludio [privado] [+18]
La noche anterior transcurrió como si se tratase de una fantasía proveniente de una historia que narrase un imposible. El encuentro de dos desconocidos cuyos caminos no deberían de haberse cruzado, mucho menos haberse enredado entre sí, pero que desafiando toda norma se empeñaron en tomar ambas sendas para transformarla en una sola. Un solo camino que había empezado en la capilla, con una promesa de una vida compartida…
Mi sueño debió haber sido tranquilo y plácido, pero me desperté con un sudor frío recorriéndome el cuerpo entero. Mi corazón palpitaba con fuerza y volteando sobre mi costado busqué a Agarwaen con inquietud antes de que lograse tranquilizarme al sentirle respirando a mi lado. Suspiré aliviada observándole dormir.
Después de todo lo que habíamos atravesado, después de cada obstáculo, de cada nuevo impedimento me parecía casi irreal que fuera él quien descansaba tan cerca, poder estirar mi mano y tocar suavemente su pecho, sentirme atraída por la visión de su perfil y desplazar mi mirada lentamente sobre cada uno de los rasgos que completaban un conjunto que bajo mi crítica usualmente bastante despiadada me parecía perfecto.
Lo observé abstraída acercándome más a él y sintiéndole moverse entre sueños para rodearme con su brazo en un gesto que me hizo sonreír antes de que mi expresión se tornase pensativa mientras mis dedos se desplazaban sobre esa marca que se extendía sobre su piel. La estudié con preocupación, pareciéndome que desde la última vez que estuvimos juntos se había expandido aún más, dolorosamente consciente de lo que traía consigo en significado a pesar de que me mostrase animosa frente a él, deseaba servirle de apoyo ante todo lo que aún faltaba por venir.
Los primeros rayos del sol entraron por la ventana de la habitación del hotel y poco después del amanecer le noté comenzar a desperezarse. -Buenos días…- Lo observé con una sonrisa al notar como parpadeaba para enfocar la mirada y regalarme ese hermoso par de azul profundo.
-Esta es una imagen a la que podré acostumbrarme cada día.- Sonreí al aproximarme y sentir su aliento sobre el mío, la mano masculina se alzó para hundirse en mi cabello, acercándose así nuestros rostros y desbocando mis sentidos.
Repentinamente se escucharon un par de golpes en la puerta por lo que me escurrí de los brazos del cazador jugando a escaparme de él para ponerme una bata, cerrarla bien y salir del dormitorio atravesando el salón anexo antes de abrir la puerta y toparme con el rostro de Leonidas.
Al parecer se necesitaba de la presencia de Agarwaen para realizar algunas pesquisas en relación con la bruja por lo que acudía por él, disculpándose por llevárselo de mi lado tan pronto. Negué, comprendía perfectamente, Agarwaen ya se encontraba a mi lado escuchando también y poco después ya vestido y estando por marcharse no pude más que retenerlo tomándolo del brazo, con mi lado racional en pugna con el emocional. -No dejes de cuidarte.- No quería dejarle partir pero comprendía que debía hacerlo.
Pasé el inicio del día comprando artículos para nuestro bebé en los negocios cercanos al hotel y cuando ya estaba entrada la tarde dejé caer las bolsas sobre uno de los sofás del dormitorio.
Me cambié de ropa, buscando un vestido elegante y discreto de color azul oscuro, esperando con inquietud el regreso de Agarwaen. Salí del dormitorio y bajé las escaleras hacia la planta baja antes de entrar en un salón adonde había diversas mesas y algunas parejas bailando.
Me cambié de ropa, buscando un vestido elegante y discreto de color azul oscuro, esperando con inquietud el regreso de Agarwaen. Salí del dormitorio y bajé las escaleras hacia la planta baja antes de entrar en un salón adonde había diversas mesas y algunas parejas bailando.
Al poco rato me encontraba frente al piano, había pedido permiso para utilizarlo y tras conseguirlo me acerqué a el, posé mis dedos sobre las teclas, cerrando los ojos y concentrándome en lo que quería expresar. No era una eminencia tocando ni mucho menos y hace mucho no lo hacía, pero comencé a presionar las teclas de manera tal que el salón se inundó de un dulce sonido en el que una melodía aprendida antaño expresaba como una loba le aullaba a la luna para descargar de esa forma sus sentimientos.
Última edición por Annabel Hemingway el Jue Mayo 10, 2018 11:46 pm, editado 1 vez
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 153
Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Preludio [privado] [+18]
La noche de bodas había sido perfecta, como en los cuentos que madre de niño me contaba, el príncipe terminaba con un “y comieron perdices y vivieron felices” hoy ese final parecía posible, y sin embargo, la marca que crecía por mi hombro como la tiña se adueñaba de mi final de cuento al lado de la loba.
Me sentía observado, ya hacía horas que los haces del sol se habían colado por los postigos de la habitación pero la noche había sido muy movida y estaba adormilado, me giré con una ladeada sonrisa pero aun con los ojos cerrados y rodeé la cintura de Annabel mientras esta reía contra mis labios.
Mis azules se abrieron perdiéndose en sus bosques y nuestras bocas se encontraron dulces, en un beso calmo.
-Te deseo -susurré mordiendo su inferior -también puedo acostumbrarme a esto.
Acaricié su vientre con mi zurda mientras nos mirábamos con fijeza, la felicidad la rozábamos con la punta de nuestros dedos y sin embargo ambos sabíamos que no sería ni de lejos completa hasta que desapareciera de nuestras vidas Nessa.
Tenia que proteger a mi mujer, a mi hijo, quería que las cosas para ellos, para Grecia fueran distintas, quería una tierra en paz, no una en guerra como la que a mi me había tocado vivir y haría l oque estuviera en mi mano para que ese niño que crecía en las entrañas de la mujer que yo amaba viviera un sino distinto al mio.
Me perdí en el cuerpo de mi esposa unos instantes, la palabra esposa sonaba épica y de repente la puerta fue golpeada, gruñí no permitiendo que Annabel se me escapara, peor al fina entre risas lo hizo y colocándose la bata corrió hacia la puerta conmigo tras ella.
Era Leonidas, me necesitaba ,según el tenía noticias complicadas, así que el cerco se acotaba y necesitábamos tiempo para establecer las defensas necesarias.
Un beso contra la boca de mi esposa fue mi despedida, me hubiera pasado la mañana entre sus piernas, dando tumbos sobre las sabanas de esa cama, pero el deber me llamaba y en esta ocasión me separaba del dulce candor de mi reciente esposa.
Pasé el día en la mansión, preparando trampas por si la bruja llegaba a dar con nosotros, tratando de descubrir el modo de hacer de la fortaleza algo impenetrable.
Fue al anochecer cuando decidí cansado volver a los brazos de mi mujer, echaba de menos esa risa que retumbaba en las paredes de la habitación del hotel. Manchado de barro caminé por el salón donde unas parejas bailaban, la música me había atraído frente a un piano que Annabel tocaba con tristeza, ladeé ligeramente la cabeza en silencio, no queriendo interrumpir su melodía cantada a la luna llena y solo con la ultima nota carraspeé para que me percibiera.
La gente se fue dispersando quedando ella y yo solos, estaba preciosa y mi mano atajó la distancia para que la tomara y se alzara de la banqueta.
-Estas preciosa -susurré acortando la distancia para perderme en sus labios -¿tomamos una copa? -susurré.
No necesitaba preguntar cual era el motivo de su dolor, lo conocía, la había visto mirar la marca que hacía mi pecho se extendía, el tiempo se agotaba, la guerra se aproximaba.
-Te quiero Annabel, no lo olvides nunca.
Me sentía observado, ya hacía horas que los haces del sol se habían colado por los postigos de la habitación pero la noche había sido muy movida y estaba adormilado, me giré con una ladeada sonrisa pero aun con los ojos cerrados y rodeé la cintura de Annabel mientras esta reía contra mis labios.
Mis azules se abrieron perdiéndose en sus bosques y nuestras bocas se encontraron dulces, en un beso calmo.
-Te deseo -susurré mordiendo su inferior -también puedo acostumbrarme a esto.
Acaricié su vientre con mi zurda mientras nos mirábamos con fijeza, la felicidad la rozábamos con la punta de nuestros dedos y sin embargo ambos sabíamos que no sería ni de lejos completa hasta que desapareciera de nuestras vidas Nessa.
Tenia que proteger a mi mujer, a mi hijo, quería que las cosas para ellos, para Grecia fueran distintas, quería una tierra en paz, no una en guerra como la que a mi me había tocado vivir y haría l oque estuviera en mi mano para que ese niño que crecía en las entrañas de la mujer que yo amaba viviera un sino distinto al mio.
Me perdí en el cuerpo de mi esposa unos instantes, la palabra esposa sonaba épica y de repente la puerta fue golpeada, gruñí no permitiendo que Annabel se me escapara, peor al fina entre risas lo hizo y colocándose la bata corrió hacia la puerta conmigo tras ella.
Era Leonidas, me necesitaba ,según el tenía noticias complicadas, así que el cerco se acotaba y necesitábamos tiempo para establecer las defensas necesarias.
Un beso contra la boca de mi esposa fue mi despedida, me hubiera pasado la mañana entre sus piernas, dando tumbos sobre las sabanas de esa cama, pero el deber me llamaba y en esta ocasión me separaba del dulce candor de mi reciente esposa.
Pasé el día en la mansión, preparando trampas por si la bruja llegaba a dar con nosotros, tratando de descubrir el modo de hacer de la fortaleza algo impenetrable.
Fue al anochecer cuando decidí cansado volver a los brazos de mi mujer, echaba de menos esa risa que retumbaba en las paredes de la habitación del hotel. Manchado de barro caminé por el salón donde unas parejas bailaban, la música me había atraído frente a un piano que Annabel tocaba con tristeza, ladeé ligeramente la cabeza en silencio, no queriendo interrumpir su melodía cantada a la luna llena y solo con la ultima nota carraspeé para que me percibiera.
La gente se fue dispersando quedando ella y yo solos, estaba preciosa y mi mano atajó la distancia para que la tomara y se alzara de la banqueta.
-Estas preciosa -susurré acortando la distancia para perderme en sus labios -¿tomamos una copa? -susurré.
No necesitaba preguntar cual era el motivo de su dolor, lo conocía, la había visto mirar la marca que hacía mi pecho se extendía, el tiempo se agotaba, la guerra se aproximaba.
-Te quiero Annabel, no lo olvides nunca.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 24/06/2016
Localización : dificil de encontrar
Re: Preludio [privado] [+18]
La música me transportó a otra parte, alejándome del salón, tejiendo hilos de pasado y presente me mostraba con cada nota que producían mis dedos recuerdos de alguien más joven, mis primeras veces frente a un lienzo, mis manos dibujando, descargando mis emociones, mi primera salida con mi antiguo prometido, manos ajenas que recibían una pequeña fortuna al cerrarse el negocio que acarrearía la maldición, la mordida…
Mis dedos deslizándose sobre las teclas con vida propia rememoraban la muerte de François, mi primera conversión frente a la luna llena, la primera vez que vi a Agarwaen… mi entrega a él en el arroyo, los temblores de placer bajo mi piel reconociendo las sensaciones dormidas con el despertar de mis gemidos.
Mis dedos bajaron la escala logrando que la música fuera más lúgubre y triste. Ahora una loba corría a través de los árboles, lo hacía siguiendo aquella llamada que la seducía otra vez, con el astro nocturno sobre su cabeza, incitándola, reflejándose en un hocico que anhelaba el sabor ferroso y se dejaba llevar por los haces de plata que creaban magia nocturna, por el viento que acariciaba su pelaje mientras corría conquistando el bosque, hasta que encontró la silueta de su hombre. Por lo cual se detuvo y se acercó, pero él estaba herido de muerte y ella alzaba el hocico y aullaba, logrando estremecer el bosque y a la misma luna que se tornaba más sombría.
Abrí los ojos de golpe al escuchar su voz. Agarwaen me trajo de vuelta al salón, mi mirada completamente ambarina se concentró en él y al escucharlo me fui sosegando, retornando al usual color pardo que ahora le observaba… Mis oídos muy sensibles repararon en los sonidos de un par de pasos en un pasillo al alejarse. Las ventanas del salón atraían los roces de las ramas de árboles que frente a ellas se curvaban hacia el jardín bajo una luna en cuarto menguante.
Me levanté y tomé la mano que me tendía, dando unos pasos hacia él. -Estás manchado de la cabeza a los pies.- Sonreí al percatarme de ello, negando con la ceja arqueada cuando me pregunto si quería una copa. -Con agua mineral y dos cubos de hielo.- Reí suavemente al decirlo. Se olvidaba de qué no podía tomar, algo que aún me pasaba a mí con frecuencia aunque afortunadamente lo recordaba a tiempo antes de probarlo.
Su siguiente te quiero sonó tan solemne que por un momento no dije nada, tan solo lo miré hasta que las palabras encontraron salida. -Te quiero, hemos decidido llegar hasta este punto cazador, ahora alza las armas y úsalas con todas las municiones que tengas.-
Nos habíamos saltado convencionalismos, su tierra estaba divida por una línea entre lo que él era y lo que yo era, pero nada de eso importaba, tan solo importaba ahora el juramento que nos hiciéramos el uno al otro la noche anterior.
-Al parecer nos hemos quedado solos.- añadí, reparando en el hecho. No lo pensé dos veces, tiré de él hasta que topamos con la barra y me senté en ella abriendo las piernas para que quedara prisionero en medio de ellas. Llevé mi boca hasta su mandíbula, mordiéndola y humedeciéndola con mi lengua. Mis manos tiraron de su camisa, no me costó romperla haciendo volar los botones, me recreé con mis manos sobre su pecho y las suyas me acariciaron las piernas, los muslos, deteniéndose a disfrutar de mis glúteos mientras mi lengua bajaba por su cuello y succionaba el hueco de su clavícula hasta hacerle jadear.
-Hasta que la muerte nos separe…- Sabía muy bien lo que le estaba diciendo. -…dentro de setenta años…- Alcé el rostro y nuestras bocas se juntaron en un duelo profundo que logró que mi centro húmedo y caliente pulsara enardecido impulsándome a deslizarme hacia el borde de la barra para frotarme contra su dureza con insistencia una y otra vez antes de encajarme contra ella, ardiendo entre mis piernas. El peso de nuestras repetidas separaciones me impulsaba a no querer estar un minuto sin él, al igual que nuestra recién hallada cercanía en el presente. Necesitaba creer en lo nuestro, necesitaba quererlo recorriendo su fatídica marca con mis besos, como si al hacerlo una y otra vez ambos pudiésemos encontrar alivio.
Mis dedos deslizándose sobre las teclas con vida propia rememoraban la muerte de François, mi primera conversión frente a la luna llena, la primera vez que vi a Agarwaen… mi entrega a él en el arroyo, los temblores de placer bajo mi piel reconociendo las sensaciones dormidas con el despertar de mis gemidos.
Mis dedos bajaron la escala logrando que la música fuera más lúgubre y triste. Ahora una loba corría a través de los árboles, lo hacía siguiendo aquella llamada que la seducía otra vez, con el astro nocturno sobre su cabeza, incitándola, reflejándose en un hocico que anhelaba el sabor ferroso y se dejaba llevar por los haces de plata que creaban magia nocturna, por el viento que acariciaba su pelaje mientras corría conquistando el bosque, hasta que encontró la silueta de su hombre. Por lo cual se detuvo y se acercó, pero él estaba herido de muerte y ella alzaba el hocico y aullaba, logrando estremecer el bosque y a la misma luna que se tornaba más sombría.
Abrí los ojos de golpe al escuchar su voz. Agarwaen me trajo de vuelta al salón, mi mirada completamente ambarina se concentró en él y al escucharlo me fui sosegando, retornando al usual color pardo que ahora le observaba… Mis oídos muy sensibles repararon en los sonidos de un par de pasos en un pasillo al alejarse. Las ventanas del salón atraían los roces de las ramas de árboles que frente a ellas se curvaban hacia el jardín bajo una luna en cuarto menguante.
Me levanté y tomé la mano que me tendía, dando unos pasos hacia él. -Estás manchado de la cabeza a los pies.- Sonreí al percatarme de ello, negando con la ceja arqueada cuando me pregunto si quería una copa. -Con agua mineral y dos cubos de hielo.- Reí suavemente al decirlo. Se olvidaba de qué no podía tomar, algo que aún me pasaba a mí con frecuencia aunque afortunadamente lo recordaba a tiempo antes de probarlo.
Su siguiente te quiero sonó tan solemne que por un momento no dije nada, tan solo lo miré hasta que las palabras encontraron salida. -Te quiero, hemos decidido llegar hasta este punto cazador, ahora alza las armas y úsalas con todas las municiones que tengas.-
Nos habíamos saltado convencionalismos, su tierra estaba divida por una línea entre lo que él era y lo que yo era, pero nada de eso importaba, tan solo importaba ahora el juramento que nos hiciéramos el uno al otro la noche anterior.
-Al parecer nos hemos quedado solos.- añadí, reparando en el hecho. No lo pensé dos veces, tiré de él hasta que topamos con la barra y me senté en ella abriendo las piernas para que quedara prisionero en medio de ellas. Llevé mi boca hasta su mandíbula, mordiéndola y humedeciéndola con mi lengua. Mis manos tiraron de su camisa, no me costó romperla haciendo volar los botones, me recreé con mis manos sobre su pecho y las suyas me acariciaron las piernas, los muslos, deteniéndose a disfrutar de mis glúteos mientras mi lengua bajaba por su cuello y succionaba el hueco de su clavícula hasta hacerle jadear.
-Hasta que la muerte nos separe…- Sabía muy bien lo que le estaba diciendo. -…dentro de setenta años…- Alcé el rostro y nuestras bocas se juntaron en un duelo profundo que logró que mi centro húmedo y caliente pulsara enardecido impulsándome a deslizarme hacia el borde de la barra para frotarme contra su dureza con insistencia una y otra vez antes de encajarme contra ella, ardiendo entre mis piernas. El peso de nuestras repetidas separaciones me impulsaba a no querer estar un minuto sin él, al igual que nuestra recién hallada cercanía en el presente. Necesitaba creer en lo nuestro, necesitaba quererlo recorriendo su fatídica marca con mis besos, como si al hacerlo una y otra vez ambos pudiésemos encontrar alivio.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 153
Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Preludio [privado] [+18]
Mi sonrisa traviesa impacto contra los carnosos de mi esposa cuando esta subida sobre la barra me acogió entre sus piernas abriéndolas provocativa.
-¡Vaya, veo que me has echado mucho de menos!
Mis manos se posaron en la parte alta de sus rodillas, fui ascendido con las dedos , acariciando su piel que ardía bajo mis dedos, excitado por el candor de su cuerpo, por esa mirada lobuna que se perdía en mis mares ahora oscuros.
-voy a tener que dejarte mas tiempo sola, porque me estas poniendo muy cachondo -aseguré al sentir el baile de sus caderas que alzaba y endurecía mi envergadura.
-Joder – jadeé cuando sus nalgas buscaron el borde para restregarse contra mi embergadura, mojando la tela que separaba nuestros sexos.
Nos mordimos la boca y nuestras lenguas como dos titanes emergieron de sus panteones para encontrarse hambrientos, gruñendo, enredándose en una gesta épica.
Cada vez nos tocábamos con mas rudeza, su culo había buscado el borde para sentirme y de un tiron la camisa quedo rasgada llenando la cámara del tintineo de los botones.
Nos miramos en silencio, lamidos nuestros cuerpos por el anaranjado fuego jadeábamos de frente contándonos en silencio lo mucho que nso amábamos. Esto no iba a ser facil, pero los mayores amores nunca lo son y acaban coronando el firmamento con sus constelaciones titilantes. Nos besamos despacio regalándonos suspiros al otro fruto del deseo que nos llevaba a arder mas que la lumbre que a nuestras espaldas crepitaba.
De un tirón rompí sus bragas que cayeron al suelo empapadas, su diestra se había colado por la cinturilla de mi pantalón tomando el tronco para mover la piel acariciándolo, cubriéndolo y descubriendolo, llevándome a gemir al sentir la yema de su dedo pasearse por mi capullo.
-Uffffff -resople hundiendo mi lengua en su boca besándola con dureza, saqueando su boca necesitado de ella.
¿Qué no haría por aquella mujer? como Perseo la rescataría, como Ícaro con mis alas de una isla escaparía, daba igual lo dificil que fuera la prueba, por ella cruzaría las 9 puertas del tártaro si con eso pudiera pasar una vida entera a su lado.
Su boca mordió mi mandíbula, lamió mi barba gimiendo, acariciando su centro con mi punta complemente excitada.
-Estas hoy calentándome mucho Annabel -aseguré cuando llevó mi glande a la entrada de su cueva exigiéndome que me la follara.
De una embestida me cole en su profundo abismo, encajando las caderas entre sus piernas que se enredaron a mi cuerpo permitiéndome entrar hasta el fondo.
Cada vez entraba mas dentro recorriendo con mi boca su cuello, marcándola como mía ocn succiones que dejaban mi propia marca en su cuello, su espalda se arqueaba como un puente, si alguna vez fue mía, era en este instante en el que el tempo se agotaba y me debatía entre la vida y la muerte.
Saque sus tetas del corsé masajenadolas con mis manos, juntandolas, separandolas pellizcando sus pezones mientras las veía rebotar ante mis ojos con cada penetración.
-Uffff- resople llevándolas a mi boca para comérmelas, torturarlas con lamidas y mordiscos, enloqueciendo con aquel cuerpo curvilíneo.
-Te quiero -repetí para que sucediera l oque sucediera no olvidara que siempre la había amado, incluso cuando ni yo mismo lo sabía.
-¡Vaya, veo que me has echado mucho de menos!
Mis manos se posaron en la parte alta de sus rodillas, fui ascendido con las dedos , acariciando su piel que ardía bajo mis dedos, excitado por el candor de su cuerpo, por esa mirada lobuna que se perdía en mis mares ahora oscuros.
-voy a tener que dejarte mas tiempo sola, porque me estas poniendo muy cachondo -aseguré al sentir el baile de sus caderas que alzaba y endurecía mi envergadura.
-Joder – jadeé cuando sus nalgas buscaron el borde para restregarse contra mi embergadura, mojando la tela que separaba nuestros sexos.
Nos mordimos la boca y nuestras lenguas como dos titanes emergieron de sus panteones para encontrarse hambrientos, gruñendo, enredándose en una gesta épica.
Cada vez nos tocábamos con mas rudeza, su culo había buscado el borde para sentirme y de un tiron la camisa quedo rasgada llenando la cámara del tintineo de los botones.
Nos miramos en silencio, lamidos nuestros cuerpos por el anaranjado fuego jadeábamos de frente contándonos en silencio lo mucho que nso amábamos. Esto no iba a ser facil, pero los mayores amores nunca lo son y acaban coronando el firmamento con sus constelaciones titilantes. Nos besamos despacio regalándonos suspiros al otro fruto del deseo que nos llevaba a arder mas que la lumbre que a nuestras espaldas crepitaba.
De un tirón rompí sus bragas que cayeron al suelo empapadas, su diestra se había colado por la cinturilla de mi pantalón tomando el tronco para mover la piel acariciándolo, cubriéndolo y descubriendolo, llevándome a gemir al sentir la yema de su dedo pasearse por mi capullo.
-Uffffff -resople hundiendo mi lengua en su boca besándola con dureza, saqueando su boca necesitado de ella.
¿Qué no haría por aquella mujer? como Perseo la rescataría, como Ícaro con mis alas de una isla escaparía, daba igual lo dificil que fuera la prueba, por ella cruzaría las 9 puertas del tártaro si con eso pudiera pasar una vida entera a su lado.
Su boca mordió mi mandíbula, lamió mi barba gimiendo, acariciando su centro con mi punta complemente excitada.
-Estas hoy calentándome mucho Annabel -aseguré cuando llevó mi glande a la entrada de su cueva exigiéndome que me la follara.
De una embestida me cole en su profundo abismo, encajando las caderas entre sus piernas que se enredaron a mi cuerpo permitiéndome entrar hasta el fondo.
Cada vez entraba mas dentro recorriendo con mi boca su cuello, marcándola como mía ocn succiones que dejaban mi propia marca en su cuello, su espalda se arqueaba como un puente, si alguna vez fue mía, era en este instante en el que el tempo se agotaba y me debatía entre la vida y la muerte.
Saque sus tetas del corsé masajenadolas con mis manos, juntandolas, separandolas pellizcando sus pezones mientras las veía rebotar ante mis ojos con cada penetración.
-Uffff- resople llevándolas a mi boca para comérmelas, torturarlas con lamidas y mordiscos, enloqueciendo con aquel cuerpo curvilíneo.
-Te quiero -repetí para que sucediera l oque sucediera no olvidara que siempre la había amado, incluso cuando ni yo mismo lo sabía.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 24/06/2016
Localización : dificil de encontrar
Re: Preludio [privado] [+18]
Al parecer Agarwaen estaba bastante animado según noté enseguida con su exclamación. Asentí con la sonrisa ladeada, acogiendo su entusiasmo y sondeándole con una cierta malicia que provenía de esa manifestación de mi interior producida por la actual fase lunar.
La luna estaba en cuarto menguante pero no estaría así un largo tiempo. Nunca estática del todo, siempre manifestándose de un modo u otro, la esfera blanca podía influir en mi de diversas maneras aunque el influjo no se diese a conocer del todo bajo las percepciones ajenas, se encontraba latente bajo mi piel, especialmente cuando se aproximaba a escasos días de mostrarse en todo su esplendor.
Alcancé la cinturilla de su pantalón y tiré de ella hacia adelante para acercarle más y tener acceso a la erección que comenzaba a manifestarse. Contuve la respiración mientras me peleaba con la cremallera, anticipando tenerla ya en mis manos, la tela me impacientaba al no permitirme encontrarla aún.
¡Si! Por fin, ¡si! Mi sonrisa pasó a ser triunfal al percibirla entre mis dedos, sólida y larga se acomodó perfectamente en la curva de mi mano. -Te has marchado tanto tiempo que ya me había olvidado de cómo era.- Bromeé en protesta por su larga ausencia de todo el día. Mis dedos se pasearon por toda ella hacia arriba y hacia abajo, calentándosela, mientras mis sentidos captaban perfectamente como se le alteraba la respiración antes de que lanzara un sonoro ufffff.
Sus dedos bajaron hasta mi sexo acariciándome por encima de mis bragas. Sonreí sintiéndole respirar contra mi boca mientras uno a uno iba desprendiendo los pequeños ganchos que sujetaban mis ligueros. -Creo que tu falo también ya se olvidó de mi.- Lo incité con esas palabras mientras le observaba antes de acercarme a su boca y morderle los labios. Mi lengua se extravió en el interior de su boca peleándose con ella y a mis oídos llegó el sonido del desgarrón de la tela que venció de esa forma a mis bragas lanzándolas al olvido.
El salón se encontraba húmedo y caliente, mi piel se había puesto extremadamente sensible debido a su cercanía, mis partes íntimas pulsaban sintiendo el calor de todo su cuerpo.
La tela de los ligueros que encerraban mis piernas, mi vestido, el corsé que ceñía mi pecho, cada trozo de tela rozaba mi cuerpo de forma desquiciante, tornándose insoportable al encontrarme necesitada de las atenciones del cazador.
Su erección contra mi entrada lanzó mi excitación hasta la estratósfera como si fuera una bengala, el calor de su falo propició el ardor y el cosquilleo ansioso de mis profundidades, estas derramaron lágrimas anhelantes que se escurrieron por mis paredes lubricando su glande. -Ahora, ya, de una vez, Agar...-
El cazador no ignoró mis súplicas, de una embestida me penetró. Gemí satisfecha mientras su falo sobrepasaba mis húmedos pliegues para llegar hasta mis entrañas.
Rodeé su cintura con mis piernas para pegarme del todo, quería sentir cada vibración de la carne ajena que me iba dilatando, percibir cada segundo, no perderme un instante de como me invadía a cada centímetro. -Sigue… sigue…-
Sacó mis pechos del corsé, dándoles la bienvenida. Los masajeó y los pellizcó, estimulando las cúspides turgentes y sensibles, hinchándolas y llenándolas de cosquilleos.
Mi pudor se había escapado por la ventana, gemí inclinándome más sobre la barra, arqueándome contra él para que se balanceara justo en ese lugar preciso que activaba aún más el placer, haciendo vibrar todas y cada una de las terminaciones nerviosas de mi vagina que continuaba mojándose en torno a él.
Mis talones se clavaron en sus nalgas, mis pechos sonrosados comenzaron a bambolearse frente a su mirada cada vez que entraba y salía en un ritmo glorioso. Mis oídos percibían su respiración pesada y caliente a un lado de mi oído excitándome más todavía. -Tortúrame… más… clá… vame más…-
Le tomé el rostro buscando su lengua, lamiéndola con ferocidad, hundiéndome en su boca con cada nueva penetración mientras continuaba mi reclamo de su pelvis que comenzaba a brillar sudorosa deslizándose contra la mia, fundiendose el sudor del uno y el otro con cada nuevo roce.
Le sentía salir dejando solo la punta y sin titubear salía a su encuentro con mis caderas, con mi centro añorando que su miembro erecto y pesado me atravesara otra vez, que empujara más fuerte hasta hacerme aullar desde mis profundidades.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 153
Fecha de inscripción : 16/01/2015
Re: Preludio [privado] [+18]
Gruñí satisfecho en su interior, sintiendo un torrente de sensaciones que atravesaban cada musculo de mi cuerpo y que lo tensaban al completo.
Enterré mi cabeza en su cuello, mi respiración acariciaba su pelo meciéndolo lento, cálido ericé su piel que mordí casi a la vez dejándola impregnada de saliva.
Eran sus dedos los que se paseaban ardientes por mi pelo, atrayéndome mas hasta su cuelo, era de lobos marcarse y esa zona para ella era muy estimulante.
Deslicé por allí mis dientes, gruñí hundiéndome mas dentro tanto que mi verga rellenó todas sus paredes de palpitaciones calientes tocando el fondo.
-Te deseo -gemí enloquecido por el movimiento de caderas de la loba que trazaba deliciosos circulos.
Recordé el lago, como me cabalgó, no una, si no por dos veces y no pude evitar sonreír antes de que su boca atrapara la propia encajando sus labios entre los míos.
Mordidas, lamidas, besos largos, húmedos y profundos donde nuestras bocas se permitieron jugar al escondite.
-Te necesito -susurré en su cavidad provocandole un escalofrió.
Pedía mas y yo torturaba su centro con intensidad, como un titan que necesita demostrar su poder y a la vez su necesidad.
Ella gemía sin parar, su cuerpo se arqueaba creando un delicioso puente que apoyaba sobre mis manos, ojos amarillos radioactivo que se centraron en mis dos azules.
-me pones mucho -aseguré mordiendo sus dos montañas, alzadas, ofrecidas, mi lengua jugó con sus picos, mis dientes los coronaron rozándolos con mordidas.
-Creo que no quiero salir de aquí nunca -aseguré bajando la mirada hasta el centro donde confluían nuestros sexos.
Mi verga entraba por completo dentro y después salia entera dejando solo la punta antes de volver a clavarla como una estaca en llamas.
La visión era demencial, mis orbes dilatados de deseo seguían fijos en esa imagen de sexo duro y allí llevé los dedos de mi diestra para separar sus labios y poder tener mejor visión de todo.
Pellizqué su clítoris abultado, lo rocé con la yema de los dedos sin parar de frotarlo.
-Dios -gruñí a punto de sacudirme dentro de ella, me estaba poniendo muy cachondo.
Annabel atrajo mi cabeza hacia sus tetas ofreciendomelas, los dos estábamos muy puestos, perdidos en el cuerpo ajeno, no quería terminar, amaba cada curva, cada borde de mi mujer, su olor, su sabor, estaba perdidamente enamorado de ella
Enterré mi cabeza en su cuello, mi respiración acariciaba su pelo meciéndolo lento, cálido ericé su piel que mordí casi a la vez dejándola impregnada de saliva.
Eran sus dedos los que se paseaban ardientes por mi pelo, atrayéndome mas hasta su cuelo, era de lobos marcarse y esa zona para ella era muy estimulante.
Deslicé por allí mis dientes, gruñí hundiéndome mas dentro tanto que mi verga rellenó todas sus paredes de palpitaciones calientes tocando el fondo.
-Te deseo -gemí enloquecido por el movimiento de caderas de la loba que trazaba deliciosos circulos.
Recordé el lago, como me cabalgó, no una, si no por dos veces y no pude evitar sonreír antes de que su boca atrapara la propia encajando sus labios entre los míos.
Mordidas, lamidas, besos largos, húmedos y profundos donde nuestras bocas se permitieron jugar al escondite.
-Te necesito -susurré en su cavidad provocandole un escalofrió.
Pedía mas y yo torturaba su centro con intensidad, como un titan que necesita demostrar su poder y a la vez su necesidad.
Ella gemía sin parar, su cuerpo se arqueaba creando un delicioso puente que apoyaba sobre mis manos, ojos amarillos radioactivo que se centraron en mis dos azules.
-me pones mucho -aseguré mordiendo sus dos montañas, alzadas, ofrecidas, mi lengua jugó con sus picos, mis dientes los coronaron rozándolos con mordidas.
-Creo que no quiero salir de aquí nunca -aseguré bajando la mirada hasta el centro donde confluían nuestros sexos.
Mi verga entraba por completo dentro y después salia entera dejando solo la punta antes de volver a clavarla como una estaca en llamas.
La visión era demencial, mis orbes dilatados de deseo seguían fijos en esa imagen de sexo duro y allí llevé los dedos de mi diestra para separar sus labios y poder tener mejor visión de todo.
Pellizqué su clítoris abultado, lo rocé con la yema de los dedos sin parar de frotarlo.
-Dios -gruñí a punto de sacudirme dentro de ella, me estaba poniendo muy cachondo.
Annabel atrajo mi cabeza hacia sus tetas ofreciendomelas, los dos estábamos muy puestos, perdidos en el cuerpo ajeno, no quería terminar, amaba cada curva, cada borde de mi mujer, su olor, su sabor, estaba perdidamente enamorado de ella
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Preludio [privado] [+18]
No me consideraba particularmente una adicta al sexo, sobre todo dada mi educación, las relaciones se consideraban una obligación más que nada, una manera de procrear, el “deber” de una esposa. Pero con el cazador mis perspectivas se iban ampliando, en este momento mi vagina deseaba la voracidad de su miembro. Moviendo mis caderas exploraba el placer que me brindaba mi marido, mis sentidos se concentraron en como su duro falo presionaba mi vagina, desviando la mirada hacia abajo, observándole salir un poco, notando como su masculinidad quedaba representada en pleno con el tronco de su polla hacia afuera. Entorné los ojos moviendo mis caderas para que volviera a insertarla adentro, para aceptar otro nuevo delicioso empuje, para sentirle encima y adentro de mí. Deslicé una de mis piernas sobre su cadera, atrayendo su rostro hacia mis tetas que seguían bamboleándose frente a su mirada.
Detalle interesante, al parecer al cazador le gustaban mis pechos más de lo que me había parecido en un principio. Sus besos recorrían mi cuello, mi clavícula y se desviaban de regreso hacia ellos, como si se hubiesen convertido en un imán para su boca. Introdujo su lengua en el canalillo entre ellos mientras los apretaba y se desviaba hacia uno de los pezones erectos que le apuntaban. Mis gemidos se agitaron cuando acopló en simultáneo el compás de una nueva penetración de su polla al baile de su lengua que mantuvo atrapado el pezón entre sus dientes.
Comencé a mover mis caderas en contra ritmo para excitarle más la verga. Oía los gruñidos escapar de su garganta cada vez que nuestros cuerpos volvían a producir un chasquido que provocaba la piel contra piel. -Aún… quiero más cazador…- En respuesta escuché un fuerte gruñido, empujó con violencia clavándome la estaca muy adentro una y otra vez, sin contenerse, aturdiéndome de éxtasis primitivo y salvaje. Llevó sus dedos hasta mis labios vaginales, abriéndolos, moviendo de forma circular su verga hinchada de sangre, llevando uno de sus dedos hasta mi clítoris para acariciarlo. Gemí sumamente excitada, cerrándome cálida y húmeda alrededor de su miembro. Mis dientes buscaron su cuello y mordí la suave piel absorbiendo su sabor, la sensación de su piel, su yugular latiendo al humedecerla con mi lengua.
Clavé las uñas en su piel, un espejo de mediano tamaño se encontraba en una de las paredes cercanas, devolviendo una imagen aterradoramente erótica. Agar tenía las nalgas tensas por la fuerza con la que me corneaba, los músculos de los brazos apretados, las venas marcadas en ellos al moverse para jugar con mis pechos, gotas de sudor suyo caían sobre mi piel. Mi imagen me mostraba aún vestida, con las enaguas alzadas y los pechos al descubierto, mi pequeña vulva abierta bajo sus dedos con su polla larga y dura metida hasta la mitad. Le hice una ligera seña con la cabeza para que lo viera, con una sonrisa algo perversa en mis labios.
Tras un vistazo rápido profundizó una embestida que me alzó de la barra, gemí dejando caer la cabeza hacia atrás y doble las piernas deslizándolas hacia arriba sobre su espalda para que llegara hasta el fondo. La expresión masculina era de puro placer, las pupilas dilatadas, la expresión al límite. Mis uñas le arañaron la piel, se clavaba en mi jadeando fuertemente sin dejar de pellizcarme los pechos, me moví hacia adelante y hacia atrás, seduciéndole la pelvis de forma frenética. Miré hacia adonde se unían nuestros cuerpos, su glande relucía por sus jugos excitados por mi, su verga grande y brillante volvía a tomarme con fuerza entre los pliegues que se abrían para él.
Alcé mi entusiasta trasero para impulsarme hacia su polla y sentir su golpe con más fuerza y velocidad. Gemí fuerte cuando el cazador volvió a apretarme el clítoris con frenesí al mover su mano y aceleró las embestidas con un fuerte gruñido de placer doloroso. Sentí que iba a explotar de un momento a otro y le seguí en su viaje al clímax, disfrutando de la violencia de sus caderas entre embestidas rápidas y agónicas, deseosa de recibir el flujo de su simiente.
Detalle interesante, al parecer al cazador le gustaban mis pechos más de lo que me había parecido en un principio. Sus besos recorrían mi cuello, mi clavícula y se desviaban de regreso hacia ellos, como si se hubiesen convertido en un imán para su boca. Introdujo su lengua en el canalillo entre ellos mientras los apretaba y se desviaba hacia uno de los pezones erectos que le apuntaban. Mis gemidos se agitaron cuando acopló en simultáneo el compás de una nueva penetración de su polla al baile de su lengua que mantuvo atrapado el pezón entre sus dientes.
Comencé a mover mis caderas en contra ritmo para excitarle más la verga. Oía los gruñidos escapar de su garganta cada vez que nuestros cuerpos volvían a producir un chasquido que provocaba la piel contra piel. -Aún… quiero más cazador…- En respuesta escuché un fuerte gruñido, empujó con violencia clavándome la estaca muy adentro una y otra vez, sin contenerse, aturdiéndome de éxtasis primitivo y salvaje. Llevó sus dedos hasta mis labios vaginales, abriéndolos, moviendo de forma circular su verga hinchada de sangre, llevando uno de sus dedos hasta mi clítoris para acariciarlo. Gemí sumamente excitada, cerrándome cálida y húmeda alrededor de su miembro. Mis dientes buscaron su cuello y mordí la suave piel absorbiendo su sabor, la sensación de su piel, su yugular latiendo al humedecerla con mi lengua.
Clavé las uñas en su piel, un espejo de mediano tamaño se encontraba en una de las paredes cercanas, devolviendo una imagen aterradoramente erótica. Agar tenía las nalgas tensas por la fuerza con la que me corneaba, los músculos de los brazos apretados, las venas marcadas en ellos al moverse para jugar con mis pechos, gotas de sudor suyo caían sobre mi piel. Mi imagen me mostraba aún vestida, con las enaguas alzadas y los pechos al descubierto, mi pequeña vulva abierta bajo sus dedos con su polla larga y dura metida hasta la mitad. Le hice una ligera seña con la cabeza para que lo viera, con una sonrisa algo perversa en mis labios.
Tras un vistazo rápido profundizó una embestida que me alzó de la barra, gemí dejando caer la cabeza hacia atrás y doble las piernas deslizándolas hacia arriba sobre su espalda para que llegara hasta el fondo. La expresión masculina era de puro placer, las pupilas dilatadas, la expresión al límite. Mis uñas le arañaron la piel, se clavaba en mi jadeando fuertemente sin dejar de pellizcarme los pechos, me moví hacia adelante y hacia atrás, seduciéndole la pelvis de forma frenética. Miré hacia adonde se unían nuestros cuerpos, su glande relucía por sus jugos excitados por mi, su verga grande y brillante volvía a tomarme con fuerza entre los pliegues que se abrían para él.
Alcé mi entusiasta trasero para impulsarme hacia su polla y sentir su golpe con más fuerza y velocidad. Gemí fuerte cuando el cazador volvió a apretarme el clítoris con frenesí al mover su mano y aceleró las embestidas con un fuerte gruñido de placer doloroso. Sentí que iba a explotar de un momento a otro y le seguí en su viaje al clímax, disfrutando de la violencia de sus caderas entre embestidas rápidas y agónicas, deseosa de recibir el flujo de su simiente.
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Preludio [privado] [+18]
Elevé la mirada hacia el espejo, la visión que me devolvía el mismo era demencial. Sus pechos alzados se movían en un vaivén aplastados por mi propio pectoral, su espalda formaba un arco perfecto, que solo rompío bajo la insistencia de su pelvis por salir a mi encuentro y ser penetrada hasta el fondo.
Mi verga a medio meter brillaba por lo mojada que estaba y aprovechando que había alzado la cabeza para ver el espejo sus labios mordieron mi nuez, chupando cada tramo de mi cuello mordiendolo entre gruñidos.
Sus nalgas se levantaban violentas de la barra, como yunque y martillo nuestros sexos golpeaban escuchando de fondo el chapoteo de la charca de nuestros fluidos.
Mis labios golpearon su boca, mi lengua los perfilo y la suya salio al encuentro en un baile de serpientes.
-Dímelo, dime que quieres todo de este cazador -susurré con la voz ronca llevandome un mordisco en el labios superior.
Pegue un tirón de su cintura acompañándolo de una embestida, la estocada llegó hasta el fondo dejando mis huevos duros golpeando sus nalgas.
-Eres una loba mala -susurré al ver su traviesa sonrisa mientras se pellizcaba las tetas y alzaba una con su diestra en mi dirección.
Mi boca mamó de su pecho, estaba abultado por el embarazo, turgente y su piel se erizaba bajo el contacto de mi cálida y húmeda lengua, gruñí perdido en los tirones que di en su pezón mientras mi verga gorda, palpitante y llena de sangre rezumaba semen dentro de ella.
No podía ms, estaba a punto de reventar, mi esposa se fue primero sentí como estrangulaba mi verga entre los pliegues de su sexo, como escupía su propio elixir al correrse mientras su boca entreabierta emitía jadeos roncos y yo la miraba como si fuera una diosa.
-Cometela -pedí al sacarla llena de espasmos, manché su vientre del primer latigazo de semen y lo dirigí hacia su boca goteando por encima de sus pechos.
Mi mujer agotada se alzó para lamer la punta mientras yo la sacudía manchando sus labios de mi leche.
Se metió los dedos dentro de su coño y empezó a masturbarse mientras se lo bebía todo de mi, limpiando cada pliegue los dos gruñíamos sin par completamente perdidos en le clímax.
Mi verga a medio meter brillaba por lo mojada que estaba y aprovechando que había alzado la cabeza para ver el espejo sus labios mordieron mi nuez, chupando cada tramo de mi cuello mordiendolo entre gruñidos.
Sus nalgas se levantaban violentas de la barra, como yunque y martillo nuestros sexos golpeaban escuchando de fondo el chapoteo de la charca de nuestros fluidos.
Mis labios golpearon su boca, mi lengua los perfilo y la suya salio al encuentro en un baile de serpientes.
-Dímelo, dime que quieres todo de este cazador -susurré con la voz ronca llevandome un mordisco en el labios superior.
Pegue un tirón de su cintura acompañándolo de una embestida, la estocada llegó hasta el fondo dejando mis huevos duros golpeando sus nalgas.
-Eres una loba mala -susurré al ver su traviesa sonrisa mientras se pellizcaba las tetas y alzaba una con su diestra en mi dirección.
Mi boca mamó de su pecho, estaba abultado por el embarazo, turgente y su piel se erizaba bajo el contacto de mi cálida y húmeda lengua, gruñí perdido en los tirones que di en su pezón mientras mi verga gorda, palpitante y llena de sangre rezumaba semen dentro de ella.
No podía ms, estaba a punto de reventar, mi esposa se fue primero sentí como estrangulaba mi verga entre los pliegues de su sexo, como escupía su propio elixir al correrse mientras su boca entreabierta emitía jadeos roncos y yo la miraba como si fuera una diosa.
-Cometela -pedí al sacarla llena de espasmos, manché su vientre del primer latigazo de semen y lo dirigí hacia su boca goteando por encima de sus pechos.
Mi mujer agotada se alzó para lamer la punta mientras yo la sacudía manchando sus labios de mi leche.
Se metió los dedos dentro de su coño y empezó a masturbarse mientras se lo bebía todo de mi, limpiando cada pliegue los dos gruñíamos sin par completamente perdidos en le clímax.
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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Re: Preludio [privado] [+18]
Sonreí mirando a Agarwaen y procedí a acomodarme el corsé, subiéndolo para ajustar nuevamente mis pechos en el vestido mientras volvía a amarrar las cintas. Le hice una seña con el dedo para que se subiera los pantalones y apenas acabábamos de hacerlo cuando un grupo de aproximadamente unas cuatro personas, un par de caballeros junto con un par de damas que les acompañaban entraron en el salón, un segundo más y nos hubieran pescado in fraganti.
No pude evitar soltar la risa mirando al cazador antes de bajar de la barra, alisando la falda de mi vestido. Uno de los caballeros alzó la voz llamando al cantinero desaparecido momentáneamente de su lugar de trabajo. Por los amplios ventanales de cristal se vislumbraba la magnificencia de la luna, derramaba una luz fantasmal sobre las casas de la ciudad en anticipación a la futura noche de luna llena que se cerniría en unos días.
La contemplé atraída hacia ella y hacia los sonidos circundantes nocturnos que imperaban en la amplitud del jardín que se perdía bajo mi mirada hacia el exterior, y por un instante esa inquietud primitiva se mantuvo removiéndose en mi interior antes de que un movimiento del cazador capturado con el rabillo de mi ojo me sacase de mi abstracción y me hiciese fijar mi atención en él.
Tomé la mano masculina en la mía y entre risas causadas por el conocimiento de nuestro desaliñado aspecto buscamos las escaleras que nos llevaran de vuelta a la habitación. Una vez la encontramos dejé escapar el aire llevándome la mano al vientre con alivio. -Afortunadamente ninguno de los presentes ha parecido percatarse.-
Me acerqué a Agar para besarle antes de acercarme al sillón y dejarme caer sobre este, observándole dar unas zancadas en la habitación para buscar el mueble bar y servirse un trago.
-Quisiera que no tuviésemos que volver mañana a la cabaña.- Me sinceré al decirlo, esta era nuestra última noche sin preocupaciones antes de regresar. Leonidas y Agar se encargarían de asegurar las zonas que rodeaban la cabaña y saldrían a buscar rastros de la bruja.
Desaparecí de su vista un momento para internarme en el baño y cambiarme de ropa, poniéndome en su lugar algo más cómodo para dormir. Me puse un camisón de tonos plateados que me llegaba por encima de las rodillas y mientras lavaba mi rostro me observé en el espejo, preguntándome cuanto de mi había estado presente esta noche y cuanto se había manifestado que se debiera a la influencia de la futura luna llena.
Salí del baño con gesto pensativo y me detuve junto a la puerta a observarle. -En realidad hasta ahora tenemos algo de tiempo para nosotros.- Con la gravedad de la situación y con todo lo acontecido parecía que corríamos todo el tiempo y que nunca nos deteníamos simplemente para estar con el otro.
Sentía esta urgencia al mirarlo, algo que me daba vueltas dentro, una ansiedad, un deseo de conocerle. Me preguntaba si incluso él podría entender esa urgencia.
-¿Qué tanto me conoces Agarwaen?- Lo miré intensamente al preguntarlo, qué tanto sabía de mis pensamientos y de mis obsesiones, de todo lo que derramaba en mis lienzos una y otra vez.
Tomé en mi mano una de las bolsas de las compras que había hecho durante el día y me dejé caer sentada a un costado de la cama. -¿Te habrías casado conmigo ayer aún si no hubiese habido ningún factor que nos apremiara a hacerlo?- Saqué un trajecito de bebé de color blanco que repasé suavemente con mis dedos, lo dejé encima de la bolsa y me recosté sobre un costado observándole.
En el exterior la luna brillaba con fuerza, podía sentirla aún sin fijarme en sus haces plateados entrando por las ventanas, la luna conocía parte de mí pero la otra parte pocos la conocían.
No pude evitar soltar la risa mirando al cazador antes de bajar de la barra, alisando la falda de mi vestido. Uno de los caballeros alzó la voz llamando al cantinero desaparecido momentáneamente de su lugar de trabajo. Por los amplios ventanales de cristal se vislumbraba la magnificencia de la luna, derramaba una luz fantasmal sobre las casas de la ciudad en anticipación a la futura noche de luna llena que se cerniría en unos días.
La contemplé atraída hacia ella y hacia los sonidos circundantes nocturnos que imperaban en la amplitud del jardín que se perdía bajo mi mirada hacia el exterior, y por un instante esa inquietud primitiva se mantuvo removiéndose en mi interior antes de que un movimiento del cazador capturado con el rabillo de mi ojo me sacase de mi abstracción y me hiciese fijar mi atención en él.
Tomé la mano masculina en la mía y entre risas causadas por el conocimiento de nuestro desaliñado aspecto buscamos las escaleras que nos llevaran de vuelta a la habitación. Una vez la encontramos dejé escapar el aire llevándome la mano al vientre con alivio. -Afortunadamente ninguno de los presentes ha parecido percatarse.-
Me acerqué a Agar para besarle antes de acercarme al sillón y dejarme caer sobre este, observándole dar unas zancadas en la habitación para buscar el mueble bar y servirse un trago.
-Quisiera que no tuviésemos que volver mañana a la cabaña.- Me sinceré al decirlo, esta era nuestra última noche sin preocupaciones antes de regresar. Leonidas y Agar se encargarían de asegurar las zonas que rodeaban la cabaña y saldrían a buscar rastros de la bruja.
Desaparecí de su vista un momento para internarme en el baño y cambiarme de ropa, poniéndome en su lugar algo más cómodo para dormir. Me puse un camisón de tonos plateados que me llegaba por encima de las rodillas y mientras lavaba mi rostro me observé en el espejo, preguntándome cuanto de mi había estado presente esta noche y cuanto se había manifestado que se debiera a la influencia de la futura luna llena.
Salí del baño con gesto pensativo y me detuve junto a la puerta a observarle. -En realidad hasta ahora tenemos algo de tiempo para nosotros.- Con la gravedad de la situación y con todo lo acontecido parecía que corríamos todo el tiempo y que nunca nos deteníamos simplemente para estar con el otro.
Sentía esta urgencia al mirarlo, algo que me daba vueltas dentro, una ansiedad, un deseo de conocerle. Me preguntaba si incluso él podría entender esa urgencia.
-¿Qué tanto me conoces Agarwaen?- Lo miré intensamente al preguntarlo, qué tanto sabía de mis pensamientos y de mis obsesiones, de todo lo que derramaba en mis lienzos una y otra vez.
Tomé en mi mano una de las bolsas de las compras que había hecho durante el día y me dejé caer sentada a un costado de la cama. -¿Te habrías casado conmigo ayer aún si no hubiese habido ningún factor que nos apremiara a hacerlo?- Saqué un trajecito de bebé de color blanco que repasé suavemente con mis dedos, lo dejé encima de la bolsa y me recosté sobre un costado observándole.
En el exterior la luna brillaba con fuerza, podía sentirla aún sin fijarme en sus haces plateados entrando por las ventanas, la luna conocía parte de mí pero la otra parte pocos la conocían.
Última edición por Annabel Hemingway el Dom Jul 22, 2018 9:02 pm, editado 1 vez
Annabel Hemingway- Licántropo Clase Alta
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Re: Preludio [privado] [+18]
No pude evitar echarme a reír al ver entrar a esos cuatro mientras nosotros aun jadeando acababamos de recolocarnos las ropas después de aquel momento intimo y osado.
Mordí su labio inferior rodeando su cintura para atraerla contra mi cuerpo aun hambriento de sus besos, sus dedos me pedían silencio o llamaríamos demasiado la atención y nos descubrirían ,algo que francamente no me importaba lo mas mínimo, gritaría a los cuatro vientos que esa loba era la mujer de mi vida.
Entre risas y guiado por mi reciente y preciosa esposa subimos las escaleras adentrándonos en el piso superior, infinidad de besos, de caricias y de promesas todas ellas efímeras, pues la verdad es que el mal me perseguía, impactaron contra labios ajenos y propios.
Paradas pasionales en el que nuestras lenguas bailaban con el fulgor del fuego. Una vez en la habitación me serví una copa, Annabel se ponía cómoda y mis ojos no paraban de repasar mientras aquel cuerpo perfecto, curvilíneo y ahora mio de la mujer de mis sueños.
Cuando salió del baño, sabiendo de sobra que había estado mirando pues me había visto a través del espejo espiándola como un niño chico, se sentó en el lecho, parecía preocupada, quizás por el mal que nos acechaba.
Tomé asiento a su lado acariciando con mis labios la desnudez de su hombro.
-¿Que te preocupa Anna?
-¿que tanto me conoces Agarwaen? -preguntó hundiendo sus lobunos pardos en los míos con intensidad, necesidad tal vez.
Ladeé la sonrisa sin comprender.
-Te conozco lo suficiente como para saber que quiero compartir el resto de mis días contigo. Se que eres una mujer fuerte, independiente, que a amado y a sufrido, que cuando te encontré no estabas menso perdida que yo en aquel lago y que seguramente tras mantener relaciones sexuales y aun sabiendo era cazador no me olvidaste, yo tampoco a ti y juro lo intente.
Se que no es el hijo que crece en tu vientre quien nos ha traído hasta aquí, si no que nos hemos amado desde el mismo minuto en el que salvaste mi vida...todo lo demás no importa.
Quería, necesitaba que comprenderá que si no quise conocerla mas en inicio no fue porque no me gustara, si no porque era una loba, luche con todas mis fuerzas para remediarlo y cuando Set la trajo ante mi, ese día supe que mi vida se tambalearía, ella me odiaba o eso fingía pero...
-No estoy contigo porque estés embarazada, estoy contigo porque estoy enamorado, no será fácil ,no voy a prometerte una vida larga, ni siquiera se si me queda vida que ofrecerte, pero si voy a jurar ante mis dioses que con mi ultimo aliento de vida te amaré y que lucharé por una vida a u lado
Mordí su labio inferior rodeando su cintura para atraerla contra mi cuerpo aun hambriento de sus besos, sus dedos me pedían silencio o llamaríamos demasiado la atención y nos descubrirían ,algo que francamente no me importaba lo mas mínimo, gritaría a los cuatro vientos que esa loba era la mujer de mi vida.
Entre risas y guiado por mi reciente y preciosa esposa subimos las escaleras adentrándonos en el piso superior, infinidad de besos, de caricias y de promesas todas ellas efímeras, pues la verdad es que el mal me perseguía, impactaron contra labios ajenos y propios.
Paradas pasionales en el que nuestras lenguas bailaban con el fulgor del fuego. Una vez en la habitación me serví una copa, Annabel se ponía cómoda y mis ojos no paraban de repasar mientras aquel cuerpo perfecto, curvilíneo y ahora mio de la mujer de mis sueños.
Cuando salió del baño, sabiendo de sobra que había estado mirando pues me había visto a través del espejo espiándola como un niño chico, se sentó en el lecho, parecía preocupada, quizás por el mal que nos acechaba.
Tomé asiento a su lado acariciando con mis labios la desnudez de su hombro.
-¿Que te preocupa Anna?
-¿que tanto me conoces Agarwaen? -preguntó hundiendo sus lobunos pardos en los míos con intensidad, necesidad tal vez.
Ladeé la sonrisa sin comprender.
-Te conozco lo suficiente como para saber que quiero compartir el resto de mis días contigo. Se que eres una mujer fuerte, independiente, que a amado y a sufrido, que cuando te encontré no estabas menso perdida que yo en aquel lago y que seguramente tras mantener relaciones sexuales y aun sabiendo era cazador no me olvidaste, yo tampoco a ti y juro lo intente.
Se que no es el hijo que crece en tu vientre quien nos ha traído hasta aquí, si no que nos hemos amado desde el mismo minuto en el que salvaste mi vida...todo lo demás no importa.
Quería, necesitaba que comprenderá que si no quise conocerla mas en inicio no fue porque no me gustara, si no porque era una loba, luche con todas mis fuerzas para remediarlo y cuando Set la trajo ante mi, ese día supe que mi vida se tambalearía, ella me odiaba o eso fingía pero...
-No estoy contigo porque estés embarazada, estoy contigo porque estoy enamorado, no será fácil ,no voy a prometerte una vida larga, ni siquiera se si me queda vida que ofrecerte, pero si voy a jurar ante mis dioses que con mi ultimo aliento de vida te amaré y que lucharé por una vida a u lado
Agarwaen- Cazador Clase Alta
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