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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Shelby Morgan Jue Mar 22, 2018 11:17 am

En la mansión D’Amencourt había tantas habitaciones que tuvo que poner un hechizo de marcación para no equivocarse con la suya. La primera vez que pisó París era pequeña, después pasó unos meses en la mansión de los Sacro, y así poco a poco fue pasando cada vez más tiempo con ellos hasta que con 17 la mandaron el año entero a estudiar allí. Desde niña había manifestado un don para la magia casi tan potente como el de Sirius, pero con otras disciplinas, y al igual que él, fue adquiriendo destreza gracias a la instrucción de Giuliana. Sin embrago llegó el momento en que la bruja no podía ayudar más a la joven Cannif, sus poderes escapaban a sus conocimientos y les aconsejó a Höor y Danielle que la enviasen a París con el amigo del conde, allí podrían ayudarla mejor. Por primera vez en su vida, a la intrépida almirante Morgan le jodió levar el ancla rumbo a una aventura, porque en este caso se separaría de su hija, pero era consciente de que era bueno para ella. Ellos no sabían cómo lidiar con el poder que tenía y qla única que podía, les recomendaba hacerlo porque tampoco se veía capaz. Bueno, París no estaba lejos y además se quedaría con la familia Sacro, que eran de la total confianza de Höor, así que el golpe era menos duro.

Por primera vez en su vida iba a estar separada de su gemelo, que se había metido con ella de todas las formas posibles cuando le dijeron que iría a París a estudiar, pero la joven hechicera notaba crecer el don dentro de ella y quería ser tan buena como sus hermanos, pero en su rama. Sólo conseguiría eso entrenándose con quienes fueran los mejores, en este caso la Logia de brujos y el aquelarre de los Sacro. Arturo Sacro había viajado a Akershus y ella a París, eso parecía como un intercambio en toda regla.

Llegó a la mansión de la Araña una mañana de primavera y se quedó anonadada con los jardines, el invernadero y aquella lujosa villa de interminables pasillos y salones. Marzia Sacro, la madre de Lucio, de inmediato se hizo cargo de la niña Cannif, enseñándole todo y preparándole una agenda de actividades para que pudiera saber qué iba a hacer y dónde. Erline, la señora de la casa, le pareció una mujer muy bella pero muy fría y distante, y Flamma era bastante similar. Por lo visto, no iba a encontrar allí más calor humano que el de Marzia, pero a fin de cuentas, no venía a hacer amigos sino a entender sus dones.

Durante semanas se dedicó a estudiar y leer todo lo que Marzia le llevaba y a practicar en la Logia las cosas que se consideraban “básicas”, pero pronto descubrieron que Shelby dominaba muchas disciplinas de forma natural, intuitiva. Sabía que podía generar campos de fuerza y barreras con las que empujar a un enemigo o detener una lluvia de flechas, y en la Logia se encargaban de hacerla practicar cada tarde para aumentar la precisión y la potencia. Sabía también que podía insuflar energía a animales y al parecer también a personas, pero lo más sorprendente es que podía imbuir de magia también a los objetos. Podía crear ilusiones muy potentes que engañaban a todos los sentidos a la vez, pero se agotaba rápido, y la enseñarían a dominarlos sin problema. Pero su verdadera pasión fue descubierta cuando Marzia la animó a intentar la transmutación de la materia, una disciplina muy compleja y que pocos dominaban. Crear materia de la nada, absorber la energía circulante y remodelarla a placer para usarla como barrera, como ilusión o para fabricar un objeto mágico.

Los dones mentales no le interesaban demasiado y tampoco parecía haberlos despertado, así que se dedicó en cuerpo y alma a practicar sin descanso todo lo que podía hacerla ser útil en Akershus. Su objetivo era la gloria, no había más opciones, la otra la consideraba mediocre y no caería en eso. Akershus necesitaba hechicero poderosos que no sólo la defendieran de los ataques de Randulf o curasen a los heridos, necesitaban un mago de batalla que plantase cara a toda esa muerte y desolación, y sólo podría ser ella si conseguía dominar la inigualable fuente de poder que palpitaba en su interior.
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Mensaje por Talos Jue Mar 22, 2018 12:00 pm

"Hijo de Grecia" así solía llamarme Nessanie cuando me visitaba en los aquelarres donde recibí la formación necesaria para algún día servirle bien. Si alguien conocía su terrible poder era yo, desde mi mas corta infancia mis ojos se plagaron de lagrimas, fue la ultima vez que lloré, el cadáver de mi madre cayó drenado por el poder de la reina, como una pasa su piel amoratada quedó dejando fuera sus dos ojos enormes fijos en mi menudo cuerpo que acuclillado en una esquina veía aterrado lo insignificante que éramos.

Me prometí a mi mismo que nunca mas me sentiría débil y de la mano de la asesina y mi reina salí de la casa donde durante años crecí como un niño mas junto a mi madre. Me instruyeron en las artes mas oscuras de la magia, maldiciones, desintegración, fuego, no hubo secretos que no me fueron revelados y como una esponja absorbí todos y  cada uno de ellos, aunque admito que por poseer algunos quedé marcado, la magia nunca era gratuita y atravesar ciertas lineas implicaba ademas de un dolor extremo e irreversibles males que achacarían mi cuerpo. Perdí el don de poder engendrar, mas la verdad es que nunca necesitaría hacerlo, el amor no formaba parte de esta sinrazón que yo conocía como vida.

Nessanie era vengativa, pero se encargó de inculcarme un odio desmedido por Agarwaen, Principe de la otra facción. Grecia, en concreto la isla de Mykonos se encontraba dividida en dos estamentos, el de los cazadores, aquellos que protegían a los humanos de la raza superior que éramos nosotros, los que nacíamos con algún tipo de don  y que junto a seres de la noche, formábamos la segunda facción. La guerra había mantenido Mykonos sumido en el caos mas absoluto durante siglos, Nessanie planeaba el fin de una era, marcó al príncipe con sus artes oscuras a modo que cuando la oscuridad en él creciera quedaría relegado a ser un pelele, una marioneta en sus manos, pero el príncipe escapó, era escurridizo y la hechicera, incapaz de soltar presa abandonó Grecia rumbo a Paris para conseguir lo que el destino parecía negarle una y otra vez.

Yo me quedé en los aquelarres, mi formación no conocía descanso y la guerra en Mykonos se encrudecía. Para mi todo cambió cuando una carta una noche me fue entregada, en ella la hechicera Nessanie me relataba con pelos y señales el nombre de mi padre, ese que me abandonó a mi suerte, el culpable de que ella hubiera ejecutado a mi madre. Su plan parecía claro ,si ella no volvía con mi padre entre sus brazos me usaría como arma contra el mismo y así partí aquella misma noche rumbo a enfrentar a mi enemigo.

No me costó dar con él, acabada la guerra, caminaba alegre de la mano de su futura flamante mujer, en su vientre mi hermano, ninguno de ellos saldría con vida, al menos así me lo propuse aquel día. Durante días los espié, estudiando sus movimientos, cada una de sus acciones hasta que encontré el patrón y el lugar adecuado para darle muerte. El enfrentamiento se produjo, mi magia era poderosa, pero su lucha también lo era y quizás ahí descubrí por qué arrastró a la reina consigo al tártaro.
Acabe cayendo bajo su acero, rugí furibundo esperando que no hubiera perdón en su acto, pero no se bien como, ni siquiera por qué, cuando alzó su espada se detuvo en seco, como si una diosa mantuviera esta en vilo y susurrara algo en su oido, lejos de darme muerto me noqueo, cuando desperté estaba en las mazmorras de su castillo. Mi suerte no conocía parangón, tampoco mi odio y mi promesa seguía firme, lo mataría.

El tiempo transcurrió, a mi padre le costó lo suyo doblegarme, pero poco a poco nuestra relación se estrecho y empecé a salir de la cárcel donde me mantenía preso, eso si, siempre con un grillete en mi cuello que absorbía mi magia para que no pudiera usarla, su desconfianza en mi no estaba ni de lejos infundada.
Durante dos años aprendí a manejar la espada, aprendí a rastrear y todo aquello que necesitan saber los cazadores para valerse por si mismos, mi hermano había nacido, supongo que si tenía corazón, la imagen idílica de esa familia unida me lo ablandó. No quería para el niño el mismo destino que el mío, por eso cuando se descubrió que los aquelarres habían encontrado a una niña sobrina de la reina oscura con su poder y planeaban dar con ella y atraerla hasta ellos para volver a renacer como aves Fenix de sus cenizas, no lo dudé.

A mi padre le costó aceptar mi propuesta, pero nadie mejor que yo en aquel lugar conocía lo que los aquelarres eran capaces de hacer, eso por no decir que mandarían a alguien con magia a por ella, yo poseía magia y tambien ahora las capacidades y directrices de un cazador, era mi oportunidad de dar un futuro a mi hermano mejor.

Así partí hacía tierras parisinas, con un petate a mi espalda surcando el mar guiado por Poseidon, me habían quitado el grillete, por fin era libre.
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Mensaje por Shelby Morgan Vie Mar 23, 2018 5:18 pm

“Shelby Cannif”, eso ponía en su cuaderno de piel, grabado con letras doradas, Marzia se lo había regalado y en él iba escribiendo los conjuros, hechizos y técnicas que iba aprendiendo en la Logia y con los demás hechiceros que la estaban instruyendo. Pero a parte de estudiar y practicar la magia, no tenía mucho más que hacer, la mansión Sacro era silenciosa y fría y tampoco tenía muchos amigos, los brujos solían ser recelosos y no les gustaba abrirse a los demás por si les robaban el conocimiento adquirido o algo similar. Por ese motivo solía ir a la Biblioteca Nacional a perderse entre sus innumerables pasillos y sentirse rodeada de todo ese saber, algo que esperaba llegar a controlar algun día, la sabiduría, la inteligencia, la voluntad. A veces se sentaba sólo allí a leer historias de la mitología nórdica porque le recordaban a su casa, a Akershus, otras veces sacaba un libro de mapas y repasaba con los dedos los lugares donde los había llevado su madre, otras… escribía a casa. Al menos recibir cartas de Dani y Hoor, de Sirius y Elaine, de Beth, que a veces le escribían para infundirle ánimos…porque el resto de sus hermanos, incluido su gemelo eran unos verdaderos desastres para eso.

Esa tarde había sentido algo de nostalgia de su casa y tras escribir las cartas salió de la biblioteca para entregarlas al correo postal y cuando regresaba a la biblioteca se sentó en un banco bajo un árbol, en los jardines que circundaban el edificio. Pensaba en que Beth seguramente estaría colgada de algún cabo y bajaría a puerto para ir en busca de Alrek, Sirius y Elaine seguramente observando las estrellas por el telescopio, Niels liándola parda con Einar, Ragnar y otros amigos y sonrió entre dientes. Movió la mano derecha de forma instintiva arrancando unas briznas de hierba y las pasó por entre sus dedos, como si un prestidigitador hiciera el truco de la moneda y cuando la abrió de nuevo, la hierba ya no era verde, eran suaves y blancas plumas que soltó al aire, dejando que volaran libres. La transmutación de la materia cada vez formaba más parte de su ser, lo hacía de forma natural como si no tuviera que dirigir su energía a tal efecto. Le encantaba la sensación de sentir la magia en sus manos, de crear cosas donde antes no las habían, o cambiar las que no le gustaban. Ese poder sería sumamente útil en Akershus y todavía no había hecho más que empezar a trabajarlo.*

Mi llegada a Paris hacia apenas un par de semanas resulto fructífera, pues si bien era cierto poca era la información que tenia acerca de la bruja, había logrado dar con su paradero. Al parecer la joven Cannif se había instalado en casa de Lucio Sacro, un poderoso hechicero "jefe" de las logias y que estaba enseñando a la hechicera a controlar su poder. Durante esas semanas me convertí en una sigilosa sombra, estudié sus movimientos, tenia que reconocer eran bastante escasos y preparé en las afueras de la ciudad, en la zona industrial, el zulo donde la interrogaría y la mataría. Tenia que ser algo limpio, mi intención no era quedarme en Paris para sufrir la ira de las logias, así que en cuanto cumpliera mi cometido un barco me devolvería a mis tierras.

Me alojé en un hostal donde no hacían grandes preguntas, apenas necesite unos datos falsos y una suma de dinero cuantiosa para que me cedieran una habitación bastante cómoda, eso si, sin ningún tipo de ostententación.
Tal y como la iba siguiendo, podía fijarme en que no había demasiada maldad en ella, aunque su aura decía mas bien todo lo contrario, seguramente no había empezado a desarrollar la oscuridad que como en mi, anidaba en ella, podía convertirse en un ser peligroso y aun hoy siendo inocente no permitiría que los aquelarres la usaran como arma arrojadiza contra mi hermano, que solo era un niño y merecía una vida distinta a la que yo había llevado.la guerra solo traía muerte, caos y destrucción, una vida a cambio de muchas me parecía un precio justo y yo a fin de cuentas estaba ya corrompido, así que..mi corazón inerte a cambio del de mi hermano era un gran trato.

Aquella noche la seguí hasta la biblioteca, ella estudiaba allí o al menos leía libros de mitología pues pasaba allí las horas muertas sumergida entre sus paginas. Mi suerte llego cuando la joven decidió sentarse en un banco en el exterior, no había demasiada gente, así que en esta ocasión vi la oportunidad que durante semanas había buscado y con un pañuelo preparado con cloroformo, me acerqué a ella con disimulo como si mi única intención fuera preguntarle la hora.
-Buenas noches -dije con una sonrisa fingida, en cuanto la chica elevó el rostro no esperé a que pudiera ni tan siquiera fijarse en mi y llevé la diestra a su nariz ahogándola ligeramente con los efluvios del pañuelo. La joven cayó entre mis brazos casi sin ser capaz de forcejear.
-Invisibilia -susurre haciéndonos a ambos invisibles antes de que una pareja de enamorados pasara por el lado del banco y descubriera mi treta.
Cargué con su cuerpo camino al zulo, no duraría mucho el encnatamiento y necesitaba de toda mi concentracion para mantenerlo activo asi que tenia que ser rapido.*

Iba a responder con un “buenas noches” al joven que se le había acercado pero no le dio tiempo, cuando éste sujetó el pañuelo sobre su nariz se revolvió un instante al darse cuenta de lo que estaba intentado y aunque interpuso un poco de resistencia fue en vano, pues él había sido mucho más rápido y ella estaba despistada. Estaba oscuro cuando despertó y sentía el mareo del cloroformo en su cerebro, lento como si caminase entre arenas movedizas. Intentó llevarse la mano a la sien pero estaba inmovilizada por una soga áspera y el lugar olía a cerrado.

— …hola?… hay alguien?*
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Mensaje por Talos Vie Mar 23, 2018 5:21 pm

Había prendido una lumbre para calentar la estancia, sus llamas a mis espaldas distorsionaban ligeramente mi imagen encapuchada. La sala era cuadrada, sucia y los cristales estaban cubiertos con cartones, en el lateral una mesa con algunos útiles, armas en su mayoría.
Cuando la joven despertó de su letargo no parecía asumir lo que había pasado, pero sobre su cuello aquel collar que durante años mantuvo sellada mi magia ahora sellaba la suya, mi sonrisa se ladeó ligeramente, aunque con las sombras del capuchón creo paso desapercibida.
-¿Eres Shelby Cannif? -pregunté con la voz ronca sin querer intimar mucho mas con mi víctima*

Estuvo tentada de decir que no, su madre seguramente le habría dicho que en una situación desesperada como esa, mintiera, que no habría que lamentarlo si una mentira la salvaba de una muerte o algo peor, pero su cuaderno estaba a unos pocos pasos con su nombre grabado. Mierda.

— ¿Quién eres tú? ¿dónde estoy?…— tenía que ganar algo de tiempo mientras intentaba hacer algo. Se apoyó contra la pared y con las manos trataba de transmutar esa cuerda en serrín para que se deshiciera, pero la magia no le respondía. ¿Qué estaba pasando? El encapuchado era hechicero, podía ver su aura y eso no pintaba bien. ¿Le habría puesto un hechizo para anular su magia? Sabía de gente que podía hacer eso.*

-Las preguntas aquí las hago yo -sentencié moviéndome ligeramente hacia la mesa donde se encontraban los utensilios. Tomé una daga con unas runas gravadas en su hoja y la deslicé por mis dedos hasta que adquirió un tono ligeramente azulado.
-Dulce mori
Mis ojos se centraron en el cuaderno, su nombre la delataba, eso y el estudio que había hecho acerca de ella durante estas semanas.
-No te esfuerces, no puedes hacer magia -aseguré caminando hacia ella con calma, mis pasos sonaban huecos en la gran nave y el polvo se alzaba ligeramente con las pisadas.
-No es personal, pero no puedo permitir salgas de aquí con vida.*

¿Iba a morir allí? Y sin ni siquiera saber las razones? Eso era muy injusto, seguramente fuera un esbirro de Randulf que la había seguido hasta París.

— Maldito bastardo!!! Da la cara!!! Eres uno de los perros de Randulf?? Apuesto a que sí!! ¿crees que matándome conseguirás algo? Mi padre no se rendirá nunca y menos si me matáis, hijos de perra!!!.— se puso en pie, aunque tenía las manos atadas y la argolla al cuello. Era una Cannif, un botín preciado para el cerdo de su tio abuelo, pero a estas alturas lo creía capaz de todo. Matarla sólo incendiaría más la llama de Akershus, así que debía tratarse de otra cosa, pero estaba completamente desorientada.*

-No se quien es ese Randulf, ni me interesa saberlo, no estoy aquí para hablar. -Extendí mi mano y una corriente ligera de aire movió el pelo de la joven norteña logrando que la silla quedara anclada al suelo y con ella la joven que tenia que reconocer tenia carácter para estar mirando a la muerte de frente -¿una ultima voluntad? -eso no se le podía negar a nadie, podía ser un asesino, pero a fin de cuentas, tenia mis reglas.*

—Que me sueltes, mira que fácil. Ese es mi último deseo.— Lo miró acerando los ojos, notando la adrenalina correr por sus venas, sin la magia sólo le quedaba el ingenio, así que trataría de pensar antes de actuar.— Vale… sí, soy Shelby Cannif ¿qué quieres saber? Si quisieras matarme ya lo habrías hecho en el parque…escucha…no tienes por qué hacerlo, te contaré lo que quieras, pero dime quién eres y por qué haces esto.— “Gana tiempo Shelby, siempre es mejor opción que morir”.*

Hace algún tiempo no hubiera sentido ningún tipo de remordimiento por lo que ahora tenia que hacer, pero tras dos años con mi padre, matar a alguien que no había cometido aun su crimen solo porque de seguir con vida podría traer la destrucción a Grecia suponía para mi cierta discrepancia. Aun así, conocía el mal que los aquelarres desataban, si la cogían seria el fin de los cazadores, de la paz y del reinado que un día ostentaría mi hermano.
-Lo siento -aseguré llevando la daga azulada a su cuello -será rápido, apenas notaras dolor, te dormirás y ya esta. -Como si eso dulcificara su muerte.*

— ¡Espera! Así no… no puedes matarme como un perro, así no alcanzaré el Valhalla y erraré por Hel hasta el ocaso del tiempo… por favor…no me desates si no quieres, pero déjame un arma, debo morir en combate… por favor…— Olía a viaje y a pensión, a sudor y a magia y un escalofrío la recorrió, no era norteño por su forma de hablar.— no temo a la muerte, pero así no podré reunirme con los míos, que han luchado con honor desde que nacieron, quizás no lo entiendas, pero es importante…*

Apreté el acero contra su cuello, cuando su grito detuvo mi diestra, su petición me sonaba extraña, mas podía comprender los rituales barbaros de alguna u otra manera pues los Griegos luchábamos por la gloria, no había para nosotros Valhalla. Solo si nos ganábamos la inmortalidad en al batalla nos convertíamos en constelaciones, muchas de ellas eran grandes ejemplos que yo admiraba en noche cerrada.
-¿Un arma? ¿pretendes que te de un arma? ¿tengo aspecto de necio?*
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Mensaje por Shelby Morgan Lun Mar 26, 2018 7:50 am

Iba a contestarle que necio o cuerdo, que se apiadase de ella pero no le dio tiempo porque la puerta del zulo se abrió con violencia, una patada o una embestida o…lo que fuera la tumbó, y por ella se colaron cendales de magia. Frente a sus ojos apareció un hombre de estatura media, pelo rizado negro y facciones claramente mediterráneas, blandiendo una vara que acababa en una especie de orbe centelleante que emitía un fulgor verdoso. Apuntó hacia el secuestrador y lanzó una onda mágica con violencia, de forma que éste la soltó para poder salvar su vida y esquivar el impacto. Shelby rodó por el suelo, incapaz de poner las manos para detener el tortazo y se golpeó el lado izquierdo de la cara haciéndose un corte en la ceja que comenzó a sangrar con profusión. Se apoyó sobre las rodillas para levantarse, ya que las manos las tenía atadas a la espalda y se pegó a la pared. Los dos desconocidos se dijeron algo en griego, que aunque había estudiado algo básico, igual que latín, hebreo y sumerio, no pudo reconocer, y de inmediato comenzaron a pelear, ambos esgrimiendo fuerza y magia. No se lo pensó dos veces, como si madre decía: a rio revuelto, ganancia de pescadores.

Se acercó a la mesa donde estaban los instrumentos que pensaba usar para torturarla cogiendo algo similar a un escalpelo; salió corriendo y atravesó la puerta reventada y corrió porque la vida se le iba en ello. Un laberinto de pasillos y paredes delimitaban el viejo almacén en el que estaba ubicado el zulo se abrió ante ella, giros, quiebros, recovecos, paredes semiderruidas, tuberías que colgaban del techo, olor a moho, polvo y ratas muertas. Corrió y corrió con el subidón de adrenalina en las venas, tropezando con los trozos de pared desconchada, desgarrándose la tela de la falda con algunos hierros que se habían retorcido en forma de amasijos en el suelo. Se detuvo a recuperar el aliento, pegándose a una pared y sujetando el pequeño escalpelo entre las manos, rascando la maroma que las sujetaba hasta cortar un buen trozo y separarlas. Tenía las muñecas enrojecidas de las marcas, el corazón desbocado y la respiración que le ardía en los pulmones.*

La puerta se abrió de golpe impulsada por una ráfaga de energía, mi cuchillo apoyado en su cuello salió despedido de la mano así como lo hicieron nuestros cuerpos por la onda expansiva dispuesta por el brujo a quien el aquelarre había enviado a por Shelby.
Apreté los dientes tensando la mandíbula y antes de que un disco de fuego azulado recorriera la habitación a ras dispuesto a separar mi cabeza del cuerpo en el ultimo momento. Alcé la diestra e interpuse un escudo de fuego que detuvo su variopinto ataque en el ultimo extremo.
Las espadas silbaron al ser desevainadas al unisono, a fin de cuentas ambos habíamos sido entrenados por el mismo maestro. Los mejores de la promoción, nuestras miradas se buscaron, en esta ocasión ya no éramos unos niños, ni siquiera luchábamos para la misma facción ,éramos enemigos acérrimos y de aquí solo uno saldría vencedor.
-¡Joder! -rugí al ver como la bruja aprovechando la encarnizada lucha salía de la cámara a toda velocidad. Hice ademan de seguirla, mas Spyros se interpuso en mi camino cortando el paso con su cuerpo, proteger a su futura reina era su cometido. Deslizo la zurda por la hoja dotándola de un tono azulado, ladeé la sonrisa, una absorbe energía. Ladeé la cabeza ligeramente imitando su gesto con mi diestra convirtiendo la propia en una hoja roja como las llamas del mismo tártaro, Ares se relamía observándonos, una absorbe almas.

Los aceros chocaron tempestivos, nuestros pies danzaban elevando una polvareda en el suelo, el duelo acalló todos los ruidos si es que en ese almacén en algún momento los hubo, solo nuestras respiraciones inundaban la estancia aunándose con los gruñidos que acompañan cada estocada. Buscabamos el flanco, dar muerte al enemigo, aunque fuera un tajo serviría para su cometido, mas el otro era consciente de que lo que esgrimía su oponente no era un arma convencional, asi que las distancias se mantenía mientras nos desafiábamos con la mirada.*

La bruja se deshizo de las ataduras pero la argolla del cuello no se la podía quitar tan fácilmente y como pudo comprobar, ésta actuaba de inhibidor de su magia. Tenía un cierre de émbolo, si conseguía extraer el clavo que atravesaba los pasadores podría abrirla, pero no tenía herramientas. Buscó a tientas entre los hierros retorcidos y encontró uno que por su tamaño podría servir, pero allí no veía nada. Lo introdujo en el agujero y comprobó que cabía, así que decidió salir del edificio y buscar algo de luz. Se encontraba en las afueras de París, en la zona industrial cerca del ensanche del rio Sena, buscó la luz del puente que cruzaba la manta de agua, a esas horas desierto, y se detuvo cerca de un farol de gas. Metió el clavo en los orificios y forcejeó un buen rato hasta que con un chasquido se soltó, quitandose la argolla y lanzándola al agua.*
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Mensaje por Talos Lun Mar 26, 2018 7:53 am

Durante un buen rato medimos nuestras fuerzas, hacía mas de dos años que no nos encontrábamos cara a cara. Nuestras manos acariciaban la empuñadura, los aceros solo se enfrentaban cuando creíamos tener la ventaja. Con la mano que a veces quedaba liberada pues portábamos bastardas conjurábamos en silencio modos de joder al otro y clavar después el acero en un renuncio , pero cada ataque era quebrado por el otro y así sucesivamente en un sin fin de oportunidades que quedaron en nada al percibir potentes auras acercarse a la nave ambos nos pusimos alerta. Inquisidores, era un grupo numeroso y si descubrían que estábamos en Paris complicarían nuestras misiones, a ninguno nos interesaba, así que digamos que la partida entraba en tablas.
-¡Nos volveremos a ver! -dije sin mas antes de romper una pequeña piedra con mi diestra que al hacerse añicos entre mis dedos me hizo desaparecer transportándome a otro sitio distinto.
El rio Sena acogió mi cuerpo que cayó jadeante sobre sus claras guas arrodillado por el esfuerzo y gasto de energía de un enfrentamiento que no preveía. Todo se complicaba, ahora la hechicera estaba avisada de que era perseguida y a su vez los aquelarres habían dado con ella, tenía que matarla o esto se me iría de las manos.*

Lanzó la argolla al agua no muy lejos de donde se encontraba Talos, y corrió atravesando el puente. Notó su aura cerca y se asomó por el puente vislumbrándolo en la orilla, a esa distancia no podría alcanzarla, pero sus miradas se encontraron y Shelby se fijó en su rostro, su envergadura y sus ropas. No volvería a pillarla despistada.

Consiguió llegar hasta una calle más principal y allí detuvo a un coche de caballos, convirtiendo unas piedras en monedas, consiguió que la llevasen hasta la mansión D’Amencourt. Estaba sucia, sangraba por una ceja y estaba asustada. ¿Quienes eran esas hombres? ¿por qué la buscaban? ¿por qué querían matarla? Muchas preguntas, que quizás Lucio pudiera contestar, pero Lucio no estaba y no volvería hasta una semana más tarde.*

Nuestras miradas se encontraron fugaces, se había quitado la argolla, la magia volvía a correr por sus venas y sabía que a partir de ahora matarla no iba a ser tan fácil, había dudado y en esa debilidad ella me había ganado.
Los dos años junto a la facción de Agarwaen me había convertido en un mejor hombre, pero también en alguien mucho menos eficaz, los sentimientos son una carga difícil de sobrellevar. En los aquelarres no existían, nos movíamos por objetivos, fuera dar o quitar vida era indiferente pues la culpa jamas nos carcomía, éramos puños ejecutores de ordenes superiores que no cuestionábamos pues no estaba en nuestro poder hacerlo.

Acabé la noche en el motel, cansado, con la ropa mojada me dejé caer sobre el lecho, necesitaba recuperar fuerzas y sobre todo poder mantenerme alerta, tampoco sabia si Spyros había llegado solo hasta allí, de haberse llevado un par de chuchos podrían estar buscando ahora mismo mi rastro, dormir era algo que no me podía permitir pero los ojos me pesaban demasiado.*


En la mansión de los Sacro se pudo dar un baño y acostarse a dormir, esa hacienda estaba llena de salvaguardas mágicas, allí nadie podía colarse sin sufrir terribles maldiciones, ya se había encargado Lucio de proteger bien a su familia antes de marcharse. Allí estaría segura al menos hasta la mañana siguiente, cuando Marzia fuera a buscarla. Trató de recordar todas las cosas que había oído sobre Grecia, y sólo le venía a la cabeza la historia de Bethania y sus padres. Sabía que su tía Nessanie a la que nunca conoció, vivió en Grecia, pero poco más. ¿Por qué dos griegos querían hacerse con ella?*

Sacudí la cabeza ligeramente, me dormía y eso podía significar mi muerte si Spyros había seguido mi rastro, me alcé en busca del pequeño zurrón donde guardaba los viales ya preparadas para el uso, hinque en uno la aguja de la jeringa y tiré del embolo hasta que el liquido paso a llenar el tubo. Con un trozo de goma anude mi brazo hasta que la vena quedó marcada, allí hundí la aguja con tino, la practica era una variable para estas cosas.
Solté la goma dejando que el liquido empezara a adentrarse en mis venas, jadeé ante la explosión de adrenalina mientras reculaba hacia la cama dejándome caer sobre esta con las pupilas completamente dilatadas, no tardé en sentir sus efectos, como si mis fuerzas se renovaran, el chute de adrenalina me despertó por completo.

En pie, pude bañarme, ponerme ropa de muda limpia y cenar algo, estaba en un grado de alerta máxima, nervioso, activo, di vueltas por la habitación como un animal acorralado sintiendo los efectos del liquido en mi torrente sanguíneo.*
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Mensaje por Shelby Morgan Miér Mar 28, 2018 2:07 am

Desde la noche del secuestro, los Sacro habían estimado conveniente que Shelby no fuera sola a ningun sitio, y para qué mentir, ella estaba más que conforme con eso, porque no le gustó un ápice que intentaran matarla y tampoco que quien era responsable de eso tuviera cuentas pendientes con otro que entró en escena y que no iba falto de poder.

¿Por qué querían liquidarla? Ella no había hecho nada a nadie, y al parecer su secuestrador no tenía tratos con Randulf. Cada pregunta llevaba a otra pregunta y no tenían respuesta, así que se centró en las enseñanzas de la Logia y descartó los demás problemas porque eran callejones sin salida. Escribía con regularidad a casa, y les contó lo sucedido. Danielle puso el grito en el cielo, pocas veces había sido tan drástica como ese día en el que le dijo a Höor que deberían regresarla a Akershus, pero pasado el pronto, recapacitó, Shelby no quería volver aún, quería estudiar, aprender y ser la mejor. ¿Podía negarle eso a su hija? Pero evidentemente no estaba tranquila, así que se personarían en París unas semanas después para ver cómo andaba todo.

Esa noche se celebraba el Año Nuevo chino. Las calles de los suburbios estaban iluminadas de farolillos de papel de colores rojos, naranjas y amarillos, la pesadilla de un daltónico como Morgan, pero gracias a Dios, Shelby no lo había heredado. Salió de la Logia con Marzia Sacro y con dos hombres más, e iban hablando de ir a ver el castillo de fuegos artificiales a la ribera del Sena, pero sería muy tarde y uno se quejaba que a la mañana siguiente tenía mucho trabajo. Se detuvo en un puesto de comida que olía a mil cosas distintas y pidió una cajita de cartón con fideos y cosas que no estaba segura de qué eran, y que se tenían que comer con palillos. Entre tanta gente, no se dio cuenta que alguien la vigilaba, oculto entre las sombras de los callejones. Una gran comitiva, un desfile con un dragón de papel inmenso, empezó a recorrer la calle y los orientales bailaban y tiraban petardos, enfundados en sus trajes tradicionales. Era una cabalgata a toda luz y color. La hechicera terminó sorbiendo los fideos porque con los palillos no se aclaraba.*

Desde mi operación fallida había seguido a la hechicera como una sombra, acechando cual pantera a la presa, esperando que llegará ese instante perfecto donde la comitiva se dispersara y ella quedara sola. Me desesperaba porque eso no ocurría, ademas tenía que permanecer alerta pues Spyros de seguro no andaría lejos esperando exactamente lo mismo aunque con fines muy distintos.

Aquella noche se celebraba el Año Nuevo chino, la hechicera había acudido con sus eternos guardaespaldas a ver el desfile del rojo dragón que bailaba por las engalardonadas calles teñidas de color. Los faroles colgaban iluminando cada sendero, lo bueno del tumulto era que era sencillo perderse entre él, un lugar perfecto para no dejarte ver.
Mis botas pisaban los petalos que había por la acera dispersos, cada vezmas cerca de la joven Cannif que tomaba unos fideos admirando con una sonrisa y despistada la grandiosidad del festival multitudinario.

En ese instante en el que vi por el rabillo del ojo como se retrasaba del resto, llevé mi diestra a su muñeca y chasqueado los dedos de la zurda un polvo blanquecino cayó sobre el adoquinado logrando que por un instante el tiempo se detuviera y solo nosotros pudimos movernos.
Tiré con fuerza de ella hacía un callejón contiguo, la hechicera forcejeaba, pero mi fuerza era superior así que logré meterla finalmente en aquella calle vacía y ausente de iluminación antes de que el tiempo se reanudara y de Shelby solo quedaran los palos de los fideos y la caja de cartón donde iban esparcida por el suelo.*

Estaba distraída probando las delicias de una comida que en su vida habría probado de encontrarse en Akershus y viendo el desfile cuando de pronto el tiempo se detuvo y alguien tiró de su mano arrastrándola hasta un callejón. Trató de soltarse forcejeando pero no lo conseguía, la fuerza del desconocido era mucho mayor, pero esta vez tenía la magia de su parte. Agarró su antebrazo y por encima de la carne discurría la tela, sin pensárselo dos veces se concentró y la tela se transformó en multitud de culebras que rápidamente ascendieron por el brazo de Talos. No era una ilusión, alguna mordió la carne dándole esa certeza al griego.

— ¡Suéltame!!! Pedazo de cabrón!! No te rindes nunca?? ¿qué coño te he hecho yo para que quieras matarme?!!.— soltó una onda de energía apartándolo de ella y pegando a la hechicera contra una pared, por la fuerza de la onda expansiva.*
En esta ocasión no la pillaba desprevenida, no había argolla en su cuello que anulara su poder, así que tendría que terminar con ella a la antigua usanza, en una batalla a mele con magia. La espada silbó a mis espaldas al ser desenvainada, ladeé la sonrisa al ver como su mirada se elevaba hasta mis pardos que la observaban pendientes de cada uno de sus movimientos.El cuerpo en la magia hablaba y si no quería ser sorprendido era mejor no bajar las defensas pues si era sobrina de Nessanie no iba a ser fácil terminar con ella.
Deslicé la zurda por encima de la hoja que tomó una tonalidad rojiza, una absorbe almas uqe la vendería a su suerte si era por la hoja alcanzada.

No dudé, si antes la explosión de energía me había lanzado contra la pared, ahora apoyando en ella mi pie tomé impulso saltando por los aires para desde las alturas tratar de morder su carne con mi acero.
-Has de morir, ya te lo dije, no es personal -rugí*

Estiró la mano y lo primero que hallaron sus dedos fue un trozo de cartón que de inmediato al tacto se convirtió en dos estrellas metálicas dentadas que lanzó con saña contra el atacante, fallando el tiro y haciendo que se clavasen en la pared contraria. Si debía defenderse, lo haría sin pensar, su vida estaba antes que la de nadie.

— ¿quien eres?!!.— le gritó mientras reculaba unos pasos y lanzaba una ilusión en la que varias Shelbys salían corriendo en distintas direcciones. Seguramente la detectaría en seguida, pero le daría un par de segundos para encontrar algo mejor con lo que defenderse.*

Una ilusión de partición después de lanzar las afiladas estrellas, había sido lista pues mientras me centraba en que las pequeñas piezas no me alcanzaran había apartado un segundo de ella la mirada y ahora no podía saber quien era la autentica hasta que el poder residual de la magia desapareciera de las falsas Shelbys.
-Talos -dije tratando de ganar tiempo con el acero ahora apresado entre mi dos manos mirando de soslayo a las mujeres que me rodeaban -este truco es bueno para perderte con un hombre en la cama -apunté con sarcasmo. Tiempo, necesitaba tiempo, el mismo que había ganado ahora que la magia empezaba a disiparse, ladeé la sonrisa al fijar mi mirada en la autentica.
-¡Tu! -rugí alzando la zurda dejando la bastarda en la diestra y lanzando una bola de fuego que la hechicera esperaba fuera incapaz de contener.*

—Mierda!.— Shelby la esquivó por los pelos, pero para eso tuvo que saltar a un lado, la bola de fuego impactó contra una canalización de gas y esta explotó en el callejón, produciendo una deflagración importante. Su cabeza rebotó contra el suelo y dejó de oir nada alrededor, sólo un pitido en ambos oídos y un mareo importante. Desde su perspectiva vio cómo alguien aporreaba por la espalda la cabeza del tal Talos y éste caía, desprevenido, igual que ella. Después sólo dolor y oscuridad.

Despertaron en un sótano o algo así, estaba oscuro, húmedo y olía a pis. No había luz y estaban encadenados con la misma cadena a una argolla de la pared.*

La implosión de la canalización de gas hizo que la hechicera cayera a mis pies derrotada, elevé la espada dispuesto a darle el final que llevaría a Grecia a mantener la paz, cuando sentí un golpe seco en mi cabeza. Apreté los dientes, mis ojos se nublaron achicándose de inmediato mientras perdía poco a poco el conocimiento cayendo al suelo primero de rodillas hasta caer del todo junto a la hechicera. Mi mirada turbia se perdió un instante en la ajena antes de que la oscuridad se adueñara de ambos y los ojos se nos cerraran casi al unísono.

Al abrir los ojos estábamos en una especie de mazmorras de fría piedra oscurecida. Unos barrotes de acero gruesos cerraban aquel pequeño habitáculo y unas cadenas ancladas a la pared nos mantenían a los dos presos de lo que quisiera nos hubiera capturado. En principio pensé en Spyros, peor no era su estilo, no la hubiera dejado conmigo, no era tan necio ¿entonces?
-Cuantos enemigos te gastas hechicera? -gruñí llevando la diestra a mi cabeza sintiendo la sangre fluir todavía por la brecha abierta.*
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Mensaje por Talos Miér Mar 28, 2018 2:10 am

Con tan poca luz no podía diferenciar sus facciones, pero al rato de estar despierta se acomodó su visión y pudo distinguir al tal Talos. ¿Cómo podía alguien tan guapo ser tan malvado? Randulf era feo y retorcido, y su idea de los villanos estaba algo distorsionada. Frunció el ceño y se separó todo lo que pudo de él, como si tuviera la peste, pero la cadena le dio un tirón.

— No tengo ni idea de qué hago aquí. Fuiste tú el que hizo explotar la tubería del gas. ¿Quién era el otro hechicero que entró al sótano donde querías matarme?.— Se frotó la sien, tratando de recuperar un poco la presencia de ánimo, si no, no podría usar la magia.*

La joven Cannif no dejaba de hacer preguntas, la inmensa mayoría no tenía la menor intención de responderlas, así que centré mi mirada todavía turbia en el exterior de la celda, no había mucho mas que una pared central de piedra gris como el resto de las celdas.
-Hay que salir de aquí -dije sin mas poniéndome en pie tambaleándome y aferrando los eslabones de las cadenas tiré con fuerza para intentar sacarlas de la pared sin mucho éxito.
-No te esfuerces en practicar magia -señalé el suelo y ese cerco que rodeaba la celda - es salvia, no tenemos poderes en este circulo.

—¿salir? Para qué? ¿Para que puedas matarme con tranquilidad?.— se sentó de nuevo, a pesar del tirón de la cadena que había recibido.

Enarqué una ceja mirándola.
-Claro, y estos que nos han capturado pretenden hacerte una fiesta de cumpleaños sorpresa, no te jode.

—Pues no pienso ayudarte a salir, si vas a matarme. Mátame ya y jódete aquí, espero que te corten los huevos o algo así.— Los ojos de Shelby eran azules y expresivos como los de su madre.

-Y yo que te violen y te corten esa lengua viperina que te gastas. Te aseguro que mi muerte sería mas rápida que la que te den estos locos.

— ¡Oh, gracias, qué detalle! Vete a la mierda, Talos o como te llames.—Apoyó la cabeza en la pared mientras escuchaba cómo se abría un cerrojo en la puerta de un pasillo y algunos pasos inundaban el sótano. Las voces se escucharon más cerca.

¿dos?
si, dos. Ibamos a por el hombre, se le ve fuerte y con gran capacidad para resistir el conjuro, pero se estaba peleando con la chica y también se la ve muy capaz de poder contener el gran poder del Amo.
bueno, si uno no pasa el conjuro, tendremos otro de repuesto.
¿qué tal? Os gusta vuestra nueva habitación? tranquilos, durará poco.- el tipo que se dirigió a ellos era bajito y dentudo y se reia como un cuervo graznando.*

Dos hombres se acercaron a los barrotes para vernos de cerca, conversaban entre ellos sobre no se que mierda de que un tal " Amo" nos poseyera. La llevaba clara si pensaban esos gilipollas que iba a morir en Paris tras haber pasado tantas cosas en mi ciudad natal.
-La habitación no tiene grandes vistas -apunté dejándome caer al lado de la bruja dispuesto a no malgastar fuerzas -pero si es momentáneo creo que podremos aguantar -puntualicé esperando que se largaran de una vez.

Me fijé en el grillete que apresaba a la bruja, tenía una especie de agujero, el recoveco donde meter la llave seguramente. Elevé la mirada hasta el pelo de la bruja, un gancho negro recogía uno de sus mechones. En cuanto el cuervo y su amigo se largaron clavé mis ojos en los de la bruja.
-¿Tregua? -pedí*

—Tregua.— contestó Shelby, que al escuchar a esos dos secuaces le quedó claro que los querían para que alguien insertara en ellos el poder su de amo. — ladrones de cuerpos. Lo leí en la sección prohibida de la biblioteca de la Logia. Algunos brujos saltan de cuerpo en cuerpo para ser inmortales. Está absolutamente prohibido, pero…aún quedan algunos.*
-Acerca tu cabeza a mi boca, déjame coger el gancho negro que llevas, creo que podremos abrir los grilletes con él.
Los aquelarres nos habían entrenado para salir airosos de todo tipo de situaciones, así que utilizar los pocos medios que tuviéramos disponibles era parte de lo que había aprendido, eso y a mantenerme alerta pues era algo mas que un hechicero.
-Acércate -pedí.

La bruja entendió lo que quería decir, iba a intentar abrir los grilletes con su horquilla del pelo, así que se desplazó hasta estar cerca y se colocó de rodillas inclinando la cabeza para que pudiera cogerla.*

Acerqué mi boca a su pelo rebuscando con mis labios el hierro negruzco que usaba como prendedor. Su pelo olía bien, una mezcla a jazmín y menta. Moví ligeramente mi nariz sintiendo como su mechones jugaban con mi rostro. Atrapé con los dientes el gancho tirando de el hasta soltarlo y dejándolo preso de mi boca se lo tendí para que lo cogiera con la propia. Después tendría que pasármelo dejándolo caer en mi diestra.*

¿En serio? Puso los ojos en blanco, eso ya era el colmo, pero no había otra forma de moverse estando atados juntos. Se acercó y cogió con la boca el gancho, estando muy cerca de sus labios, que en ese momento le parecían veneno puro y letal. Sin entretenerse, escupió la horquilla en la palma de su mano y gruñó.
—date prisa, volverán en seguida.*

-¿Que cojones crees que intento preciosa? -pregunté poniéndome de espaldas a ella e intentando meter el hierro por el agujero -estate quieta joder -gruñí palpando con la yema de mi dedo donde estaba la pequeña ranura y llevando hacía allí la punta. Forcejeé durante un buen rato hasta que escuché el "click" del mecanismo. La bruja liberó su mano y con esta suelta tomó el gancho repitiendo la operación en su otra argolla quedando ahora libre de cadenas.
-¡Suéltame! -ordene*

Haciendo caso omiso de Talos se acercó a la puerta donde otra cerradura les impedía el escape y se puso a forcejear con la ranura.

— Vas a matarme en cuanto salgamos… no te soltaré. Prométeme que no me matarás.— Siguió hurgando en el bombín del candado hasta que éste cedió.*

-He respetado la tregua, pero que podía esperar de la sobrina de Nessanie -apunté con un toque de rabia en mi voz - el pacto era colaborar hasta lograr escapar, cumple tu parte hechicera.
Vi como escapaba y corría hacia el bombín de la celda, luchaba por abrirlo hasta que de pronto cedió. Se giró para enfrentarme con una sonrisa ladeada.
-¿y bien?*

— dilo, dame tu palabra. ¿Todo esto es por mi tía? Si ni siquiera la conocí.— no podía comprender por qué quería acabar con su vida por algo que su tía habría hecho.*

-No es por tu tía, es por ti, si llegas a Grecia desataras el caos y eso trato de evitar, no es personal -moví las manos enseñándole los grilletes -suéltame.*

—No hasta que me des tu pala…— iba a plantarse en su postura, pero lo cierto es que escuchaba ruidos en el otro lado del pasillo.— Joder.— se acercó a Talos y metió la horquilla en la cerradura hurgando en ella.— pero que conste que no iré a Grecia, así que no tienes que matarme por ninguna… mierda de profecía o lo que sea.— el candado cayó al suelo y pudieron salir corriendo por el pasillo.*

Decía que no iría a Grecia, pero eso no estaba en su mano, Spyros la llevaría, lo intentaría con algún tipo de falacia y si no lo conseguía la llevaría a la fuerza, conocía a mi oponente, habíamos sido amigos antes que enemigos y conocía sus trucos sucios. Corríamos pasillo abajo, pero pronto escuché una de las puertas abrirse, alguien venia y nos encontraría de frente.
-Shhhh -susurré tirando de ella contra la pared encarcelándola con mi cuerpo quedando pegados a las piedras grises, cerré los ojos, apreté los dientes. Me habían quitado las piedras que utilizaba y sin ellas era mucho mas difícil el conjuro, sobre todo estando cansado, sin las drogas corriendo por mis venas. Nos hicimos invisibles y el cuervo pasó por nuestro lado sin percibirnos, el conjuro no solo ocultaba los cuerpos, si no las auras.*

Ahora sí podía usar la magia, y el ilusionismo para ella era un juego de niños, así que con un juego de manos apenas perceptible, realizó la ilusión de que al otro lado del pasillo resonaba un gran estruendo y empezaban a salir llamas. Cualquier distracción les daría tiempo para salir de la invisibilidad, que era algo que consumía mucha energía y correr hasta el piso superior. El cuervo pasó de largo y fue directo hacia donde salían la llamas tratando de apagarlas. Para cuando se dio cuenta que no eran reales, los dos brujos ya habían abandonado el corredor. Por el camino la hechicera agarró lo primero que encontró a su paso, un trozo de cuerdo que de inmediato se convirtió en una barra de hierro que Talos se apropió sin preguntar.*
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Mensaje por Shelby Morgan Miér Mar 28, 2018 3:59 pm


Tomé la barra de hierro permitiéndole pasar delante de mi y en cuanto atravesamos la puerta la cerré atravesando con la barra la manivela de modo que quedó encajada. No sería una solución definitiva, pero los retrasaría lo suficiente como para permitirnos escapar de esos que saltaban de cuerpo y que al parecer pretendía meter a un tal "amo" dentro del nuestro.
Corrimos sin mirar atrás, de vez en cuando empujaba por la cintura a Shelby en los quiebros para guiar su dirección, se me daba bien orientarme hasta que acabamos saliendo de aquel viejo caserón rodeado por un profundo bosque que a simple vista parecía difícil de identificar y que desde luego no conocía si tenia alguna senda..todo estaba cubierto de arboles, zarzas de complicado avance.
-¿conoces esto? -pregunté afianzando su mano derecha con la mía para emprender la carrera bosque a través.*

Se había criado en Akershus, donde los bosques y los fiordos se extendían hasta donde alcanzaba la vista y morían en el mar. No conocía esos bosques en concreto pero elevó la vista y localizó Sirio, la estrella siempre guiaba a los navegantes, así que dedujo que estaban al sudoeste de París, posiblemente Châteaufort. Se detuvo un momento a tomar aire.

— estamos… estamos al suroeste de la capital…puede que sea un bosquecillo sin más o… o que nos hayan llevado al parque nacional de Châteaufort. En cualquier caso… estamos a más de cuatro horas andando.— se dio cuenta que aún tenía agarrada la mano de Talos y lo soltó. Aún no la había matado, pero sólo “aún”.— si intentas algo te haré arder desde dentro…no lo hagas.— le dijo con el ceño fruncido. Seguramente los seguirían y rastrearían su magia. Levantó la mano y creó una pequeña ilusión olfativa que atrajo varios conejos; se agachó y agarró a uno, al que impregnó con su magia mediante un conjuro de transferencia y después lo perfeccionó con una ilusión. Quien quiera que viera ese conejo, vería a Shelby adentrándose en otra dirección por el bosque. Hizo lo mismo con otro conejo pero esta vez con aspecto de Talos y se levantó satisfecha.— Y así es como ganaba siempre a mis hermanos jugando al escondite.— Sonrió y se frotó las manos en la falda, sucias con un poco de tierra.*

-Estamos en tregua Shelby ¿recuerdas? -dije guiñándole un ojo. Si tenia razón en cuatro horas volverían a atraparos si era cierto que sacar unos conejos de la chistera era un truco que nso hacía ganar tiempo, no sería n ide lejos suficiente como para quitarnos de encima un grupo de locos que necesitaban nuestros cuerpos.
-¿entiendes de plantas? -pregunté -yo sabía utilizarlas, identificarlas, peor no era bueno encontrándolas en los bosques, tenía mis limitaciones y aunque había aprendido a rastrear y convertirme en una sombra para seguir a mi enemigo...no era un buen herbolista.
Si no me hubieran quitado los viales y las piedras podría transportarnos a otro lugar, peor sin ellos, mi concentración estaba menguada, estaba cansado y no podría dar el salto con seguridad.
-Busca Ginseng, la raiz...intentaré dar un salto espacio temporal contigo, pero para eso he de concentrarme.*

Ginseng… vale…no es que fuera muy ducha en hierbajos, para eso tenían a Öda y a Giuliana, pero esa la conocía. Buscó la planta mientras avanzaban y finalmente dio con ella, escarbando en la tierra para sacar sus raíces intactas. Cogió una corteza de árbol y la convirtió en una hoja metálica fina, con la que laminó la bulbosa raíz y se la dio a Talos.

— Creo que normalmente se cuece pero.. puedes masticarla.— guardó el aguijón metálico en su bolsillo, porque si llegaba el momento que Talos volvía a agarrarla desde detrás con una daga en su cuello, no dudaría en clavársela donde pudiera.*

Tomé la raíz, llevándola a mis labios e introduciéndola con mi diestra empecé a masticarla despacio, no tarde en sentir sus efectos revitalizantes. Mis pupilas se dilataron ligeramente, acostumbrado a drogas mucho mas fuertes, esto era una broma para mi organismo.
-¡Joder! -gruñí mas para mi mismo que para ella mientras seguía masticándola.
Necesitaba algo mas...algo que me acelerara...
-¿y si me enseñas una teta? -pregunté ladeando la sonrisa mientras me agachaba a por una piedra picuda que había en el suelo y que clavé ligeramente en mi antebrazo haciéndolo sangrar. La adrenalina se disparó y entre eso y el efecto del Ginsen cerré los ojos centrándome en la habitación del motel donde me alojaba. Ir a un sitio conocido y no demasiado alejado sería lo mas sensato, pues si por casualidad fallaba en el calculo podíamos acabar perdidos en una dimensión distinta, incluso en una realidad paralela.
-Ahora -dije pidiendole que se acercara y se cogiera a mi.*
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Mensaje por Talos Miér Mar 28, 2018 4:03 pm


Cuando el griego le dijo lo de la teta frunció el ceño y estuvo a punto de contestarle pero el portal se estaba abriendo y sólo tendrían una oportunidad, los ladrones de cuerpos les acechaban y no quería quedarse a comprobar dónde querían meterla o más bien, a quién querían meter en su cuerpo, así que se agarró a Talos y saltaron doblegando el espacio y apareciendo en una mugrienta habitación de motel. Cuando sintió los pies firmes sobre las tablas de madera no lo dudó un segundo y le dio un puñetazo en la cara al brujo.

— Eso por pedirme que te enseñe las tetas!! au…— se había hecho daño en el puño, tenía la cara muy dura.— y esto por desear que me violen!!.— le dio una patada en la espinilla, porque los huevos no estaban a tiro.*

Nada mas cruzamos el portal la bruja se revolvió, primero un puñetazo, una patada en mis espinillas mientras en tono burlón me aseguraba que no permitiría mis palabras. Mi diestra atajó la distancia hasta su cuello elevándola por el aire y haciéndola caer sobre el lecho, todavía con el subidón gruñí jadeando. Sin pensarlo subí las piernas al lecho trepando por su piel afianzando sus os muñecas con mi zurda hasta sujetarla inmóvil.
-Dejate de gilipolleces bruja, la tregua termina aquí, la próxima vez que nos encontremos, te matare.- sentencié aflojando mi agarre sin dejar de mirar sus dos enormes orbes que decididos a no ceder seguían desafiándome.*

— No habrá próxima vez…no pienso dejarme coger…— sus labios pronunciaban esas palabras que la mente estaba dictando en piloto automático, mientras los instintos decían lo contrario. ¿Cuantas veces había visto a sus hermanos empezar con una bronca monumental para acabar retozando salvajemente? Así era su cultura y aunque su madre era distinta, es lo que había visto a diario en general. Ella misma había tenido escarceos, como Einar, sólo que no iba pregonándolos, prefería ser más discreta como su padre. Sus ojos estaban fijos en ese rostro proporcionado, esa mueca divertida a la que tendía su cara y pensó que de haberse encontrado en otras circunstancias podrían haber acabado desmontando la cama con su frenesí de deseo.*

-¿que miras? -pregunté aun sobre su cuerpo, su rostro adquiría una mueca divertida, como si mis palabras lejos de molestarla le divirtiera. Por mi brazo caía el rio escarlata que moría en su muñeca

— La cara de cerdito que tienes… si te rapas la cabeza… eres como un cerdo, sonrosado y con la nariz así… oink.— lo provocó con sus chanzas, ya que el señor asesino estaba con ganas de conversar.*

¿Pero esto iba en serio? De donde cojones había salido esta mujer?
-No, no me miras así -apunté con aire engreído ensanchando la sonrisa sin apartar mi cuerpo del ajeno -a no ser que seas una guerrilla sonrosada -apunté antes de hacerme a un lado dejando mi cuerpo caer sobre el lecho animado de mas y con mi hombría abultada por la "tensión" del momento. -puedes irte -dije sin mas. Fraternizar con la mujer que pretendías matar era la peor de las ideas, eso lo estudiabas en el manual "uno" del asesino.*

¿Podía matarla en ese instante y la dejaba marchar? A qué venía eso? No entendía nada. Resopló cuando pudo por fin incorporarse, iba a decirle que como asesino era lo peor, pero mejor no tentar la suerte, hasta ese punto, había dominado su rumbo el gen Cannif, pero ahí el Morgan se impuso…prudencia, aún podía matarla.

— Lo que tenga sonrosado es cosa mia.— Pasó la mano por encima de una vieja toalla que había en esa estancia y la convirtió en un rollo de venda limpio y blanco que le lanzó al brujo.— Cuidate eso, sería muy decepcionante que murieras de tétanos.— Lo recorrió con los ojos de abajo a arriba y le sostuvo la mirada un instante más.— No soy como mi tía. Y no se me ha perdido nada en Grecia. Si en vez de matar a la gente te parases a hablar con ellos, igual te darías cuenta de a lo mejor no somos tan malos.*

-Da igual que no seas como ella, en eso te convertirán -aseguré sin hacer el menos ademan de coger la venda que la joven me había lanzado para que curara mi herida.
Ella no lo entendía pero yo había crecido inmerso en esos aquelarres conocía en mis propias carnes lo que eran capaces de hacer, un mes con ellos y nada quedaría de la esencia de esa mujer risueña, desafiante que me miraba de arriba a bajo seguramente creyendo que alguien como yo tenía redención. Era una buena mujer, pero los aquelarres eran expertos en oscurecer y pudrir el alma.
-¿quieres un consejo? huye de Paris...aunque no existirá lugar en el mundo donde no podamos encontrarte...*

— Ni tú ni nadie me dirá cómo tengo que morir… y mucho menos cómo vivir. Suerte entonces.— Abrió la puerta y salió al corredor sin molestarse en cerrarla de nuevo. Se largaría de allí y no dejaría que la volvieran a acorralar. Hablaría con Lucio, le pediría guardaespaldas para las próximas semanas y mientras informaba a sus padres de lo que sucedía, para que estuvieran al tanto. Por un lado tenía ganas de marcharse a Akershus, su hogar, donde se sentía segura a pesar de la guerra incesante. Pero por otro, nadie pisoteaba así a Shelby Cannif, nadie podía imponerle un destino que no quería y ese griego se estaba empeñando en los contrario. Una lástima…porque le habían dado ganas de besar a ese cerdito.*
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Mensaje por Shelby Morgan Lun Abr 16, 2018 3:36 pm

Los siguientes días pasaron con cierta extrañeza. Lucio estaba al tanto de los ataques sufridos por Shelby y le puso doble protección. Lo que no sabía la hija de Cannif es que en secreto había tendido una trampa a Talos y lo había capturado para sacarle información. Al ser miembro de un aquelarre griego y bastardo de la realeza, prefirió llevar el asunto con discreción, ocultándolo de la vista de cualquier brujo. Para ello lo encerró en la mansión de Erline, en el sótano que la ex-prostituta tenía acondicionado para los juegos más salvajes. Era una cámara insonorizada en las profundidades del suelo y donde había cometido algunos actos atroces.

Esa noche Erline, Lucio y Flamma estaban invitados al cumpleaños de una condesa francesa y Shelby al ser nueva en la ciudad no había recibido invitación. Se quedó estudiando hasta tarde y aunque la mansión tenía mucho servicio y guardianes, no se escuchaba ni un alma en los inmensos pasillos. Fue a la cocina a por un vaso de leche y unas galletas, pero para no cruzar por el salón principal que estaba recién encerado, dobló por una de las salitas y al pasar sobre la alfombra notó el tirón seco de un conjuro. Levantó la alfombra y vio la marca de la magia que llegaba hasta la pared, eso significaba que ocultaban algo allí. Frunció el ceño, era un hechizo protector incompleto, podía notarlo, seguramente hecho con prisa, así que lo deshizo y se acercó a la piedra donde había una hendidura, requería algun tipo de llave especial que evidentemente no tenía pero eso no era un problema para Shelby. Agarró una de las flores de un jarrón y en sus manos se deshizo generando como una sustancia viscosa que introdujo en la cerradura, endureciendola después y sacando una llave perfecta al tirar de ella, ya tenía el molde. La volvió a colocar y giró en dirección contraria a las agujas del reloj, escuchando el chasquido. Un pasillo se abria ante ella, frío y oscuro, con el aire muy cargado, y bajó los escalones cerrando tras ella, no sabía qué podía haber allí, pero no quería que nadie supiese que había estado husmeando.*

Mi ultimo encuentro con Shelby quedó en un extraño punto muerto, la dejaba ir pues así lo acordamos en la tregua, mas no volvería a fallar si la tenía de frente y así se lo hice saber antes de que cerrara la puerta a mis espaldas. Mi cuerpo se relajo sobre el colchón, llevaba varias noches sin dormir, así que por mucho que me inyectara empezaba a sentir los efectos inevitables del cansancio y sin poder evitarlo, aunque muchas fueron las veces que parpadeé sobresaltado dando un respingo, acabé cediendo ante los designios de Morfeo.

Los aquelarres pocas veces se equivocaban por echo muchos de los hechiceros tenían un animal que los acompañaba, en mi caso, al ser capturado por mi padre y terminar allí mi educación no poseía compañero que me hiciera la guardia, así que cando Lucio y sus secuaces aparecieron en la habitación por medio de un portal indetectable que solo los magos de mas alto rango eran capaces de controlar pues no dejaba rastro ni advertencia de su estado, de nada valieron mis intentos por contrarrestarlo.

Acabé inconsciente viendo como la luz se apagaba ante mis ojos que ensombrecidos acompañaron al resto de mi cuerpo cuando cayó contra el suelo a plomo. Etérea la luz cuando los abrí, apenas capaz de enfocar al que frente a mi, con una silla quedaba sentado. El foco me daba en la cara impidiéndome centrar a la figura no demasiado alta, mas si poderosa.
En mi cuello un cepo que anulaba mis poderes, bien conocía ese hechizo, uno que yo mismo use con Shelby. Alcé el mentón encarando al que sin lugar a dudas era el "jefe" de la logia de hechicería que como un depredador se plantó frente a mi con una sonrisa de superioridad que logré matizar cuando con un chasquido de dedos el foco que había a sus espaldas se apagó dejándonos en penumbra a los dos.
-como imaginaras Talos, no estamos aquí para degustar una cena romántica a la luz de las velas..mas bien mi objetivo es descubrir que se te pasa por esa mente al intentar matar a mi protegida.

Así empezó el baile, una pregunta tras otra fue de los labios del escorpión escupida y entrenado a soportar torturas lo hice estoico hasta perder mas de una vez el conocimiento, algo que no me era permitido pues un cubo de agua en la cara volvía a despertarme de nuevo.
Palizas, descargas eléctricas, agua congelada, asfixia... nada funcionó a Lucio durante esos días.
Aquella noche parecía ser distinta, mientras en mi mente trataba de elaborar un plan para escapar y con el mono corriendo por mis venas, había calculado, no sabía si de forma errónea las horas, y en esta ocasión el puntual Lucio no llegó, así que cuando escuché pasos adentrándose a la estancia no sabía bien a que atenerme. Afiancé las piernas al suelo, enganché las cadenas con las manos y traté de mostrar un porte alzado aunque ni siquiera era capaz de mantenerme en pie.*

El olor a sangre y orín hedía desde lejos, al abrir la puerta suavemente notó un aura conocida en la oscuridad, eso ha hizo recular, pero como no veía bien, agarró una antorcha que estaba apagada y en el suelo y la encendió con un conjuro básico. En el fondo de aquella cámara estaba Talos atado con cadenas. Se aproximó despacio, observando los instrumentos de tortura y la gran cantidad de fluidos que habría perdido el brujo y que impregnaban la sala. Lucio lo habría capturado y en vez de contárselo lo había mantenido allí abajo. No le correspondía a él decidir qué hacer con su captor, debería ser su padre, Höor, que estaba al caer, el que decidiera, pero Lucio se había tomado las molestias suficientes para que nadie lo supiera porque era consciente de que no estaba obrando bien.

— ¿quién te ha hecho esto?.— preguntó, como si no fuera evidente, porque quería saber qué estaba pasando allí antes de tomar ninguna decisión descabellada.*

Hundí mis orbes en las de la hechicera, me costaba mucho enfocarla, mi cuerpo temblaba, no se si tanto porque mis piernas no me sujetaban porque llevaba una semana sin comer, casi sin beber y soportando torturas o por el mono de las drogas que usaba de forma demasiado frecuente como para dejarlas de golpe.
No podía echarle nada en cara, la tregua había terminado, así que Lucio había hecho lo que cualquier otro, acabar con el peligro antes de que el peligro acabara con su "protegida" si no estaba muerto es porque necesitaba información, información seguramente sobre los motivos que me llevaban a Shelby y quien estaba detrás, conocedor que mi padre era un principie el escorpión no daba pasos en falso.
-¿importa? -respondí con la voz entrecortada ahora si dejándome vencer quedando colgando de las cadenas.
Giré e rostro para no verla, esto era mas humillante que las torturas, así que por mi podía recoger su inocencia y largarse.*

Pues claro que importaba, estaba claro que había sido Lucio, y no podía decir que la decisión le pareciese una locura, ya que había tratado de matarla. Pero lo que estaba claro es que lo había hecho con subterfugio y a escondidas, lo cual indicaba que había algo que no cuadraba con aquello, no hubiera pasado nada si se lo hubiera dicho, que Talos estaba en su poder. Pero seguramente querría extraerle la magia o algo así y quedarsela para él. Sabía que el aquelarre de los Sacro había practicado artes muy oscuras y aunque su padre lo tenía como amigo y aliado, ella había comprobado que su ética era muy poco ortodoxa.

Se aproximó a Talos y con una pequeña herramientas que no quería averiguar para qué servía y la hundió en los grilletes liberando sus muñecas. Estaban empatados y con esto de nuevo Talos le debía la vida y estaría obligado por honor a no matarla o salvar la suya… al menos por un tiempo.

Cuando se soltaron los hierros el cuerpo del griego, que estaba muy maltrecho, se vino hacia delante y Shelby lo sujetó impidiendo que se fuera de bruces contra el suelo, lo ayudó a sentarse sobre una cama cubierta con sábanas negras…desde luego los Sacro tenían gustos extraños y macabros.

— no podemos demorarnos mucho tiempo…tienes que salir de la mansión y yo regresar a mi cuarto, como si nada hubiera sucedido… borraré mis rastro.*

-Sabrá que has sido tu -aseguré tratando de afianzar mis pies en el suelo para no pesar tanto al caer todo mi peso sobre su menudo cuerpo.
Busqué con la mirada el armario donde Lucio había guardado mis pertenencias y señalándoselo traté de llegar hasta allí ayudado por la hechicera. Jadeé apoyándome contra la pared, mientras le pedía que abriera la compuerta del armario cerrada.
-Dentro de mi chaleco hay una caja metálica, dámela.
Cerré los ojos recostando mi cabeza esperando que Shelby obedeciera y no me hiciera preguntas ni juicios de valor sobre mis artes oscuras. Para salir de allí necesitaba pincharme, mi cuerpo temblaba como una hoja, no solo por la tortura recibida si no por el mono que llevaba encima.*

Rebuscó entre las pertenencias de Talos y cuando halló la caja se la tendió, sus ojos se encontraron en un instante con una expresión de “estoy confiando en ti cuando no debería”. El brujo agarró el objeto y Shelby se alejó unos pasos, desplegando las manos y recitando un conjuro de borrar rastros.*
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Mensaje por Talos Lun Abr 16, 2018 3:43 pm

Con la caja en mi diestra me dejé caer resbalando por la pared, mi pulso temblaba mientras arremangaba la manga de mi brazo izquierdo hasta subirlo por encima justo de donde se doblaba mi codo.Tomé la goma anudándola para marcar las venas y palpé con mis dedos indice y corazón si se habían engrosado lo suficiente para encontrarlas fácilmente.
Tomé el vial y en el clavé la aguja tirando del embolo hasta que toda la sustancia quedo metida en la jeringa, la hechicera que recitaba el conjuro para borrar todo su rastro de allí se detuvo mirándome justo en el instante que clavé la aguja inyectando el contenido directamente en vena.
Aflojé la goma y cerré los ojos sintiendo el subidón de la dosis. Pronto me haría efecto y podría ponerme en pie, calmarme y centrar mi mente en e mejor modo de salir de allí*

Así que era adicto, ahí estaba su talón de Aquiles y la fuente de su poder tan desmesurado. Bueno, eso era hasta de esperar, no sabía nada él, pero si era quien se dedicaba a liquidar a los demás es que era quien hacía el trabajo sucio.

— ¿Amatoxina?.— preguntó. Era una de las sustancias de la Ammanita Phalloides, la seta más venenosa y que utilizada intravenosa daba un chute terrible de adrenalina pero provocaba otros efectos secundarios peligrosos e indeseables.— no la necesitas…podrías salir de aquí sin…— sintió la proximidad del carruaje por vibraciones en el suelo.— ¡Mierda! Están aquí, de prisa.— Agarró a Talos y lo puso en pie.*

La bruja tiró de mi, abrí los ojos de forma pesada, mis pupilas estaba dilatadas y solo alcancé a asentir con la cabeza a su pregunta, era exactamente eso, pero necesitaba mas tiempo para que llegara a mi corazón e hiciera efecto.
-Un momento -pedí agotado apoyando mi frente contra la ajena -solo un momento.
Mi pecho subía y bajaba violento, pronto podría usar mis poderes de nuevo, entre ellos el de teletransporte, pero para eso necesitaba que la peligrosa droga hiciera efecto.*


Cuando Talos se acercó a ella, reposando su frente contra la de la bruja, vislumbró su debilidad. Necesitaba chutarse para realizar esa magia que podría costarle la vida. Vivía al límite y eso lo hacía peligroso, pero si descubriese que la vida era algo más que una carrera vertiginosa, quizás tuviera salvación.

— Vale…invoca el portal, yo te llevo. El único lugar donde no te pueden localizar, es el que yo forzaré cuando lo abras.— su cuarto estaba blindado y protegido contra todo tipo de magias y ataques, así lo había hecho Marzia Sacro tras el ataque, y nadie, ni siquiera Lucio podría detectar la energía de Talos. Cuando se hubieran marchado a la mañana siguiente, podrían salir.*

Estaba débil, mas aun así la corriente de adrenalina empezaba a transitar por mis venas desaforada como la lava de un volcán. Abri los ojos desmesuradamente entreabriendo los labios por el chute y empecé a murmurar las palabras magias que abrirían el portal hacía otro lugar. Era una magia complicada, sobre todo porque la iba a combinar con la de la hechicera. Mi cuerpo seguía anclado al de ella, así que esta podría llevarme a ese lugar que parecía ser libre de toda magia ajena a la nuestra o al menso ese quería creer, porque confiar en ella podia costarme muy caro, mas ¿me quedaban opciones?
-tregua -susurré acabado el conjuro hundiendo mis ojos en los de la hechicera.
Esto de salvarnos la vida el uno al otro empezaba a convertirse en una costumbre y yo no había venido a tierras francesas precisamente para eso, si no para darle muerte.*

— Tregua…vamos allá.— Se agarró a él y ambos desaparecieron por el portal apareciendo unos metros más arriba, en el cuarto de la hechicera. Aquello era como un búnker contra brujos así que recostó a Talos en la cama, dejando que se durmiera, agotado y se descalzó, cogiendo el libro de la taxonomía de las materias y empezó a recitar algunas clasificaciones y propiedades de cada materia, un arduo estudio que debía memorizar. Lo hizo en alto, paseando de arriba a abajo, como solía hacer cuando estudiaba, y no se detuvo cuando escuchó los pasos de Sacro en el pasillo que se detenían frente a su cuarto. El brujo estuvo tentado de llamar a su puerta a preguntarle, pero el servicio le dijo que no la habían visto salir de la habitación desde antes de la cena, y Shelby no tenía motivo alguno para liberar a ese desgraciado. De alguna manera había conseguido escaparse, pero no había ni rastro de él. Finalmente Sacro se alejó meditando qué hacer como siguiente paso.*

En cuanto toqué la cama caí sumido en un profundo sueño, estaba cansado, mi cuerpo me dolía y la verdad mis intentos por mantener los ojos abiertos fueron vanos. No se el tiempo que permanecí descansando en aquel cuarto que no era el mío, pero abrí los ojos algo mareado, los efectos de la droga habían mermado, fue entonces cuando paseé mi cabeza por aquel cubil, parecía ser el cuarto de la hechicera y como un búnker la magia parecía haber sellado aquel lugar para que nadie pudiera entrar.
-Vaya, si no me hubieras metido aquí no podría matarte -bromeé haciendo un esfuerzo por incorporar mi torso y tomar asiento al borde de la cama -¿he dormido mucho? Tengo que salir de aquí, es cuestión de tiempo que Lucio de conmigo.*

—Mañana por la mañana se marcharán, hay otra cosa que los reclama y yo quedé con Marzia a partir de las once, así que tenemos tiempo de que te recuperes un poco.— Estaba sentada leyendo para hacer tiempo. Cerró el libro y le tendió una palangana y una toalla para que se aseara un poco. Tenía también una jarra con agua para beber y una lata llena de pastas de té inglesas, su madre era muy fan y ella les había cogido el gusto.— deberías comer un poco…estás muy débil.— Sacó del armario una de sus camisas de dormir, la recortó porque era hasta los tobillos y se la tendió, le estaría justa pero era lo más ancho que tenía.*

Estiré la mano tomando la palangana d agua, mas elevando la mirada choqué con sus ojos que me miraba expectantes.
-¿por que? -pregunté inseguro, mas ante su desconcierto, reformulé la pregunta de nuevo -¿por que me ayudas? es evidente que he intentado matarte ¿entonces? ¿por que estas decidida a salvar mi vida cuando lo mas sensato es dejar que tu "protector" se encargue de mi?
Desabroché mi camisa roida, sajada por los cortes de látigo y ensangrentada y pasé el paño por mi torso y cuello limpiando la sangre reseca mientras esperaba una respuesta.*

—Sólo sigues órdenes. Eres un soldado. Mi padre comanda un ejército, mi madre una armada. La mayoría de mis hermanos y primos son cómo tú y morirían por cumplir su deber, por obedecer una orden. Pero si estuvieran siguiendo las instrucciones incorrectas, agradecería que alguien los salvase y les diera la oportunidad de hacer lo correcto.— Se dedicó a ordenar los libros mientras él se aseaba y se ponía la ropa femenina aunque le estuviera estrecha, porque estaba limpia y después de los días de torturas debía ser agradable ese tacto en la piel.— No me conoces, dices que soy la heredera de los poderes de mi tía…por esa regla de tres deberían encerrar y matar a todos aquellos que quizás algún día puedan cometer un delito. No tiene sentido.

Le ofreció unas galletas porque seguramente tendría hambre y después rebuscó en el armario una colcha de plumas y un almohadón, que colocó en un pequeño sofá.
— puedes quedarte en mi cama, eres más grande, a veces me duermo aquí con un libro entre las manos.*

Ella no lo entendía, no era exactamente así, si bien era cierto que era un soldado entrenado por los aquelarres para obedecer ordenes, en esta ocasión actuaba mas por decisión propia. Padre no me hubiera enviado si yo no se lo hubiera pedido y aunque era cierto, en ella existía bondad, también la oscura magia de Nessanie. Su tía llevó el caos a Grecia, me arrebató en mi mas corta infancia a mi madre, así como a muchos otros, transformándonos en monstruos fieles a su causa.
Los aquelarres la convertirían en la digna sucesora de su tía, eso trataba de evitar, que mi hermano tuviera que vivir un mundo en guerra, cuando él era portador de paz.

-¿y si te dijera que no obedezco ordenes? ¿que creo que tu muerte traerá la paz para los míos?.-
tras lavarme me colgué la camisa y tome las galletas, estaba hambriento.
-no deberías tratar de salvarme, los hombres como yo no tenemos redención.*

—Entonces mátame mientras duermo, es tu oportunidad perfecta.— Se tendió en el sofá echándose la colcha por encima y ahuecando la almohada. Podría parecer una inconsciente, una insensata o quizás una provocadora, pero es que no sabía que más decirle, porque si no se atenía a razones, no lo iba a convencer. Era una pena que un hechicero se echase a perder así con esas toxinas que potenciaban el poder, ella quería alcanzar su máximo potencial y hacerlo servir para algo más que segar vidas y hacer el trabajo sucio de alguien.*

Ladeé la sonrisa, hasta los monstruos entendíamos el valor e la palabra tregua y a fin de cuentas, no sería inteligente por mi parte acabar con ella allí, en la casa de Lucio, con este durmiendo en las habitaciones contiguas.
-tendré que esperar -concluí tomando el vaso de agua y dandole un buen trago empujé las galletas. Mi estomago aun rugía pero estaba mucho mejor tras descansar y comer algo.
-deberías venir a la cama -dije sin mas dejándome caer en esta- hay espacio para ambos y de momento, no voy a matarte.*

—Estoy bien aquí, gracias. Una cosa es que no vayas a matarme, la otra muy distinta que creas que me interesas de algún modo, y menos cuando vistes ropa de mujer.— sonrió entre dientes, Einar le habría dicho que esa dolía en el orgullo masculino.— Si le coges el gusto, puedo dejarte mis tacones.— se revolvió tratando de encontrar la postura y finalmente la halló, casi fetal, encogida y con el brazo bajo la almohada.*

-¿quien te ha dicho que tu a mi me interesas lo suficiente como para pensar que si vienes a esta cama pasaría algo entre ambos? -pregunté con una sonrisa de autosuficiencia -si te molesta la ropa femenina puedo quitármela, quizás así encuentres tu lugar en esta parte de la cama -le lancé un mordisco divertido y acomodándome en el lecho de lado mientras mi mirada dibujó la silueta de la hechicera y los ojos se me fueron cerrando poco a poco.*
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Mensaje por Shelby Morgan Lun Mayo 07, 2018 6:16 am

Se despertó a cada hora, con cada campanada del reloj de pared que había en el pasillo, no estaba tranquila porque Lucio podía enterarse de aquello por la forma más tonta, por ejemplo si Talos tenía una pesadilla y gritaba o estornudaba…no podía conciliar el sueño. Se le escurrió el edredón y estaba incómoda, así que terminó por levantarse y estirar la espalda. Comprobó que Talos dormía profundamente y se sentó sobre la cama. Colocó su mano sobre el brazo del brujo y se conectó a la energía que desprendía su cuerpo intoxicado y trató de convertir las partículas de veneno en agua.*

Mi cuerpo parecía haber caído en un coma profundo, pues aunque mi mente trataba de mantenerse alerta, era imposible, el sueño me había vencido, el cansancio de las torturas me había dejado contra el lecho completamente ausente de todo lo que a mi alrededor acontecía, mas cuando una mano se posó en mi brazo abrí los ojos sobresaltado como si un quemazón se extendiera por mis venas en forma de lava volcánica.
-¿Que haces? -casi gruñí deteniendo mi mano a medio camino, pues de no haberla reconocido hubiera apretado el agarre de su cuello hasta estrangularla con mis propias manos.
¿Que demonios hacía?
-¿Has cambiado de opinión y vienes a la cama conmigo? -bromeé aflojando la tensión de mi cuerpo mientras la miraba ladeando la sonrisa.*

—Estaba evitando que la mierda que te metes te haga delirar o provoque pesadillas y Lucio te oiga.— soltó su brazo y se sentó al otro lado, en principio dándole la espalda y fijando los ojos en la ventana, no había luna. Se tendió a su lado mirando al techo.— ¿por qué te metiste a ser un asesino? Es una vida horrible, una forma absurda de perder el tiempo y desperdiciar tu poder. Podrías hacer grandes cosas con él y eliges esto. No lo entiendo.*

-No todos tenemos el don de elegir Shelby -no pretendía darle ningún tipo de pena, no era ese mi estilo, mas debería comprender ahora y para siempre que aquellos que la querían no te preguntaban antes si querías ser de los suyos precisamente, tomaban lo que se les antojaba y te convertían en un monstruo.
-Necesito esa droga para mantenerme alerta, mi cuerpo la necesita para desatar mas poder del que la mayoría de los hechiceros de tu logia posee…*

—¿Pero es lo que quieres? Te gustaría pasar el resto de tu vida así, siendo un vil asesino enganchado a una toxina que nunca te dará nada? No tienes sueños? Yo sueño con un Akershus libre, con un Norte en paz, con que mi padre elimine al tirano que oprime a los nuestros…y yo puedo ayudar con mis poderes si antes consigo desarrollarlos bien. Mi hermano está en Londres en contra de su voluntad, a mi me pareció bien venir a París a estudiar, porque lo que uno desea siempre requiere sacrificio.*

-yo quiero que Grecia siga en paz, durante mucho tiempo he vivido en guerra..se lo que es ser un niño perdido, el sufrimiento, el dolor, no quiero nada de eso para mi hermano, por eso estoy aquí, yo ya no tengo solución, pero él tiene una vida por delante, en ocasiones hay que dejar de soñar para que puedan tener esperanza otros.*

—Pf. Menuda gilipollez.— le salió así sin pensar, a veces tenía esos prontos tan Cannif.— Para que Grecia siga en paz y tu hermano tenga una vida normal no es necesario que tú seas un yonki desgraciado, pero si quieres verlo así…— negó con la cabeza.— No voy a dejar que me mates, porque no me lo merezco y tú ya lo sabes, así que desiste de esa idea.*

-¿y que solución planteas pequeña Cannif? porque no habrá una Grecia libre mientras tu respires..y yo no voy a consentir que mi hermano acabe pagando por mi incompetencia. Si tu mueres, los aquelarres no tendrán "diosa" a la que subir al trono y perderán fuerza, mi hermano, hijo de un humano y una licantropa se hará con el control de sobrenaturales y cazadores y la armonía reinara por fin en Mykonos ¿sobras en la ecuación y da igual si lo mereces o no?
Sobre mi..¿que te importa?*

—¿Y qué tal si en vez de creer en profecías absurdas o lo que quiera que creas, te fijas en la realidad? Yo no quiero ir a Grecia, no me interesa, y nadie en mi familia me dejaría ir aún en caso de querer. No quiero ser reina de nada y no será por mi culpa que Grecia esté en paz o no.— resopló frustrada, era imposible razonar con él. Se levantó y regresó al sofá a tumbarse allí porque le molestaba todo de él, su existencia, su debilidad, su tono prepotente…todo.*

-Ya has cambiado de opinión? -ladeé la sonrisa volviendo a recostarme con total indiferencia sobre las mullidas sabanas, tenía en algo razón, una parte de mi no quería matarla, pero nadie como yo conocía el poder de los aquelarres, yo no elegí ser lo que era, ni Spyros, ni ninguno de los niños perdidos que por poseer magia corriendo por nuestras venas acabábamos sentenciados a ser meros soldados que engrosaban sus filas.
No solo protegía a mi hermano con un acto del que no me sentía orgulloso, si no a todos aquellos niños que bajo la tiranía de los aquelarres volverían a desaparecer de los brazos de sus madres
-¿Por que no duermes conmigo? estamos en tregua ¿recuerdas?*

— ¿Para qué? Estás decidido a matarme en algún momento y da igual lo que haga o diga. Mañana por la mañana te ayudaré a salir de la mansión y ya está. Si estuviéramos en Akershus las cosas podrían ser diferentes, puede que hasta nos hubiéramos reído en la taberna o… yo que sé. Pero no, tú tienes que matarme y yo no te lo voy a permitir. No veo razón para alguna para nada más.*
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Mensaje por Talos Lun Mayo 07, 2018 6:20 am

-Vale -era justo, lógico y nada podía rebatirle. Yo iba a matarla y ella a tratar de impedir que eso sucediera -te doy un consejo -abre esa puerta y grita, dile a Lucio que estoy aquí -mis ojos se hundieron en los ajenos -tómalo como un vestigio de lo que quiera se ha creado entre nosotros o como una locura que me ha dado por la mierda que según tu recorre mi cuerpo -porque si es ilógica mi propuesta de dormir juntos, no es menos lógica tu intención de mantenerme con vida.*

Clavó sus intensos ojos azules, tormentosos como los mares que su madre recorría, heredados de ella, en los del brujo, que en eso tenía razón. ¿Por qué no quería dejarlo morir a manos de Lucio, o de los ladrones de cuerpos? Porque de alguna forma le parecía un niño perdido que seguía la senda porque hacia algun lado debía ir, pero que aún tenía salvación. Le respondió con un bufido y se acercó al griego.

— No siempre me muevo por la lógica.— se encogió de hombros y alargó la mano retirando una pluma de la colcha que se le había quedado enredada entre el cabello castaño.*

-Bien, porque necesitaras algo mas que lógica para salir de esta airosa -tiré de su brazo para tumbarla con impaciencia mientras ladeaba la sonrisa al ver que su cuerpo caía sobre el lecho contra mi cuerpo.
-No sería justo que yo estuviera descansado y tu por contra no -apunté con diversión -todo por haberme dejado dormir en la cama.- Pasé mi brazo por encima de su cintura -la cama es lo suficiente grande para los dos y si nos pilla Lucio, será mas divertido de explicar, moriré igual, pero al menos me echaré unas risas.

A la mañana siguiente tenía que abandonar la casa y la guerra volvería a empezar, pero esa noche estábamos en tregua y supongo que simplemente necesitaba algo mas que la nada en esa cama.*

Estaban exhaustos, Lucio lo había torturado a base de bien y a pesar de que Talos era un capullo drogadicto, no se merecía la muerte así. Ella creía en el Valhalla y en que todo hombre tenía derecho a morir con su arma en la mano, plantando batalla, y Talos había sido capturado por los Sacro. Lo que más le molestaba de eso es que Lucio no se lo hubiera contado, bastaba con decir que había capturado a su asesino y que lo iba a interrogar, pero había preferido mantenerlo oculto y a ella las dobleces y los juegos ocultos no le gustaban, así no hacían las cosas sus padres.

Se dejó caer a su lado y la mano que tenía sobre la cintura la notó cálida, Colocó la suya propia sobre la del griego y dejó que su energía manase renovando algunas células intoxicadas rellenándolas con agua y oxígeno puro. No sabía sanar como Giuliana, no más allá de cuatro conjuros básicos, pero sabía transmutar la materia, así que obligó a los moratones a cambiarse por tejido sano. La respiración del griego se tornó relajada y cuando se durmió del todo ella pudo relajarse también, pero por si las moscas, le devolvió la mano a su sitio e interpuso un almohadón entre ambos. Orn se carcajearía de ella hasta que cumpliera 50 años si supiera de eso, pero no podía hacer nada más, su cuarto era lo que era.

El sol entró por las ventanas bien temprano y Shelby se revolvió despertándose. Recordó que Talos dormía a su lado y se frotó los ojos incorporándose. Sacudió un poco al griego.

—despierta…shhh… no hagas ruido. Tenemos que sacarte antes de que se despierte toda la mansión.— la actividad de Lucio comenzaba más tarde, pues se solía acostar más tarde, pero a veces Erline estaba levantada porque los niños lloraban y las nanas no conseguían hacerlos callar, aunque el matrimonio en general solía tener hábitos nocturnos.— Vamos…

Abrió la puerta despacio y oteó el pasillo, nada, ni un alma, aún no se habían despertado. Tendrían que ir con cuidado, porque la entrada de los túneles entre las falsas paredes estaba en un salón de té a unos treinta metros de su cuarto. Luego ya podrían recorrer la mansión desde las entrañas y la seguridad de los pasadizos clandestinos. Tiró de la mano del asesino y cuando iban llegando a la salita escucharon unos pasos subiendo la escalera, tuvieron que entrar precipitadamente en un armario de ropa de cama. Shelby rezó para que no necesitasen sábanas para cambiarlas en algún cuarto.*

Abrí los ojos de forma precipitada, ligeramente desubicado gruñí al verla, peor pronto comprendí lo que había pasado, ella me había salvado la noche anterior de mi encierro y tortura y ahora que los primeros rayos de sol se adentraban por los postigos de la habitación pretendía sacarme de allí con vida. No entendía que la llevaba a salvar a su enemigo, esa mujer era un misterio difícil de descifrar y aun así, allí estábamos los dos, asegurando que nos mataríamos pero respetando una tregua ficticia.

Salimos de la cámara, ella tiraba de mi mano tratando que le siguiera el ritmo a través de los corredores, todo parecía ir bien, no se oía un alma, hasta que de pronto lago irrumpió obligándonos a recular y colarnos en un armario los dos.
Nuestras respiraciones chocaban airadas, mi pecho contra el suyo, su espalda contra la cara interna de la armariada, la mía contra la puerta. Mis manos la encarcelaron mientras su diestra era llevada un instante a su boca para pedirme silencio, algo no necesario pues por nada del mundo quería volver a ese sótano de las torturas.

Mis ojos se deslizaron hasta su boca y una ladeada sonrisa se pintó en la mía, no se como nos las arreglábamos pero siempre acabábamos pegados el uno al otro.
Ahora si, la cercanía de su cuerpo y ese escoté que desde la altura privilegiada que tenia veía logró alzar mi hombría que se hundió en su vientre. Me limité a encogerme de hombros cuando me miró con el ceño fruncido como única respuesta coherente.*

La ama de llaves pasó por el pasillo atravesándolo y se detuvo cerca del armario; Shelby contuvo la respiración porque si la abría se iba todo a tomar viento. Le frunció el ceño a Talos que había sonreído de forma lasciva en una situación muy poco apropiada para ese tipo de cosas, aunque debía reconocer que ella también se había puesto tensa al contacto con su cuerpo. Unos interminables segundos después la mujer abandonó esa zona de la casa y pudieron salir, alcanzando por fin la falsa pared que los llevaría a los pasadizos y con ello, rumbo a la salida de la mansión.
Alcanzaron la planta inferior y salieron por un cuartito de trastos que apenas se usaba y que estaba cerca de la salida del servicio, por allí talos podría escapar y ella volver a su cuarto, reiniciando así el contador de oportunidades que se habían dado mutuamente.

— Sal por ahí y corre, una vez fuera ya no puedo hacer nada por ti. Métete esto en la cabeza: no soy mi tía Nessanie y no se me ha perdido nada en Grecia. Que tengas buena suerte Talos, y ojalá te cures.— lo dijo haciendo referencia a su mala adicción.*

Mis ojos se desviaron hacía la puerta del servicio que Shelby me señalaba, no tardé en devolverle mi atención consciente de que nuevamente esa bruja había salvado mi vida.
-No eres ella, lo se, la conocí bien, pero te convertirán en lo que ellos quieran -sentencié.
so también lo sabía bien, yo no siempre fui el monstruo que ahora tenía ante si, yo no tenía redención pero ella aun estaba a tiempo de salir corriendo de allí, volver al norte..no se, solo trataba de buscar en mi mente enferma soluciones para no matarla. No podía mostrarme débil, mi hermano pagaría las consecuencias él y toda Grecia.
-No puedo curarme, volveremos a vernos.*
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Luz del Norte (privado) Empty Re: Luz del Norte (privado)

Mensaje por Shelby Morgan Mar Mayo 29, 2018 4:21 pm

La negra mascara cubría mi rostro mientras como un invitado mas, me movía copa de champan en mano entre los presentes. No dejaba de ser un depredador en busca de carnaza solo que en esta ocasión había cubierto mi aura con uno de los viales y como bien pude apreciar Spyros no estaba peor entrenado y se le ocurrió lo mismo.
Ambos conversaban en la balconada del edificio, desde el interior, hablando con una bella dama ataviada de abanico y mirada de gata sonreía como un estúpido tratando de no cometer errores pues no tenía mi atención la doncella si no los de fuera.
Pasó un buen rato, el suficiente como para saber que Spyros usaba toda su verborrea barata con la dama y aun así, jugando contra el reloj de arena apuró hasta el ultimo segundo antes de desaparecer entre la gente cuando el ocaso pronunció su ultima palabra.

Me despedí de la doncella siguiendo la estela fugaz de Shelby que parecía de nuevo adentrarse en las inmensidades de la marea humana rumbo a ninguna parte.
Una habitación serviría de refugio y en un descuido de su protector, mi cuerpo tiró del ajeno adentrándonos en la cámara.
Cubrí sus labios con mi diestra llevando el dedo de mi zurda a mi boca para pedirle silencio y como si fuera de fiar elevé mi mascara unos momentos.
-Soy yo -sentencié como si matarla no fuera mi propósito y ladeando la cabeza la primera pregunta salió de mis labios.-¿que quería Spyros?*

Tras la larga conversación con el brujo, a Shelby le resonaban en la cabeza unas cuantas palabras: maldición, guerra, reina, paz, Grecia. ¡Ella no era la reina de nada! No podía serlo, no era nadie, sólo tenía “suerte” de compartir la sangre de Nessanie, pero nada más. De ninguna de las maneras iba a marcharse a Grecia a ser parte de los aquelarres dejando atrás todo, y menos con aquellos desconocidos que habían intentado matarla y despues matarse entre ellos.

De pronto alguien tiró de ella hacia una habitación y se tensó, su magia se puso en guardia y agarró el pañuelo que tenía entre las manos transmutándolo en una hoja afilada y curva que colocó en el cuello del enmascarado. Entonces el hombre le dijo “soy yo”, como si eso pudiera bastar para que confiara en él. La había intentado matar varias veces.

— ¿Talos?.— claro que era él.— ¿Por qué no se lo preguntas? ¿no erais amigos?.— desde luego no iba a decirle al hechicero lo que le había dicho el otro, pues si bien no le había dado buena espina, al menos no la había intentado matar deliberadamente. Bajó el arma y puso la mano en el pomo, se marcharía por donde había venido, ella pasaba de esas guerras y esas viejas rencillas, no quería saber nada.*

-Éramos amigos, soldados en otro tiempo pero ahora servimos a clanes distintos. No aceptes, sea lo que sea que te proponga no vayas con él a Grecia, acabaras muerta..al menos la tu de ahora, y resurgirás como alguien oscuro, sin alma.
Sabía que no confiaba en mi, seguramente no debía hacerlo y yo en vez de darle consejos como un sacerdote marchito y entrado en años debería estar apuñalándola en este momento y sin embargo, de nuevo allí estábamos mirándonos de frente como si eso fuera todo lo que necesitáramos. Dejé escapar el aire algo frustrado la verla girarse para coger el pomo de la puerta y largase.De un tirón la giré para que volviera a mirarme.
-Spyros no es el bueno, créeme, lo conozco, no puedes ir a Grecia, no se que demonios te ha prometido, peor sea lo que sea, no le creas.*

Clavó sus orbes azules como el océano en los de Talos y frunció los labios antes de sonreir de medio lado.

— ¿Ahora te importa lo que pueda pasarme? Creía que debías acabar con mi vida, y si es por culpa de otro ¿a ti que mas te da? Al final el resultado es el mismo.— Cogió la mano de Talos y le colocó el filo curvo en la palma.— Hazlo. Mírame a los ojos y hazlo, recuerda este momento en el que condenaste tu podrida alma por tomar las decisiones incorrectas. Según tú…Grecia recuperará la paz con mi muerte. Mátame.— cogió la flor que Talos tenía prendida en el ojal y la convirtió en una pequeña daga que sujetó con ambas manos apuntando al suelo.— Necesito morir con mi arma en las manos o no iré al Valhalla.— levantó la barbilla, mostrando el cuello inmaculado sobre el que descansaba una joya de cristal blanco que Erline le había prestado. La máscara sólo le cubría los ojos y parte de las mejillas, sus labios perfilados y manchados con un poco de carmín, desafiaban al asesino.*

El mango de la daga quedó sumergido en mi diestra, certero sería le movimiento si tan solo lo impulsaba hacía su cuerpo. El filo quedaría dentro, quebrando su carnaza y mi misión sería cumplida, era fácil, solo tenía que empujar. Mi pechó subía y bajaba furibundo, inmóvil sentí mi diestra temblar y por un momento, ese en el que ella transformó mi flor en otra arma deseé que la usara, que se defendiera y que no me lo permitiera, mas lejos de eso, simplemente me pidió la moneda del barquero, el pase al otro lado y eso tensó mas mi cuerpo.

Sus labios rojo carmín empujaban sus palabras contra los míos entreabiertos y como si me faltara aire que entrar en ellos tomé el ajeno, gruñí furibundo cuando alzó mas su mentón y cerré los ojos dispuesto a hacerlo, mas las fuerzas me fallaron o quizás la voluntad o ambas ¿que mas da? Me giré y en un ataque de ira estampé el arma contra la pared del fondo.
No estaba acostumbrado a perder, así que, me separé de ella dando unos pasos hacia el centro de la sala.
-He de irme.*

Era lo que imaginaba, Talos no la quería matar y tenía una lucha interna al respecto. Se separó de ella para salir del cuarto y regresar a las sala, pero eran dos brujos poderosos y orgullosos, Shelby lanzó su daga curva contra el suelo justo donde el griego lo estaba pisando y de inmediato las tablas se convirtieron en agua semicongelada y resbaladiza que hizo que el asesino cayese con el trasero sobre el suelo, pero antes la agarró y ella también se fue de bruces.

—¡No! Tú no te vas todavía! Primero tienes que… Aaaargh!*

Gruñí frunciendo el ceño cuando no solo yo me caí de culo en esa improvisada pista de patinaje que había creado si no porque tras de mi lo hizo ella cayendo de bruces contra mi cuerpo.
-Siempre acabamos igual -sentencié maldiciendo su falta de habilidad.
Fue entonces cuando escuché que la puerta se abría, al parecer buscaban a Shelby que llevaba demasiado tiempo desaparecida.
-¡Mierda! -cerré los ojos rodeando su cintura con mi brazo y me concentré para hacernos invisibles a la vez que creaba una ilusión del emoquetado suelo ahora convertido en lago.
La puerta volvió a cerrarse tras unos interminables segundos, habíamos estado cerca, mi frente se apoyó en la ajena dejando escapar el aire aliviado.
-¿esto contigo es siempre así? -pregunté ladeando la sonrisa.*

¿Así cómo? Lleno de situaciones absurdas? No solía ser asi, aunque por su genio Cannif no le faltaban las ocasiones en las que cometer alguna estupidez como la que iba a cometer en ese momento. Atrapó los labios de Talos por respuesta, seguramente sería la estupidez más grande que habría cometido hasta la fecha, era su asesino, un yonki y un desconocido muy sobrado de ego…pero a veces simplemente algo tiraba de ella y la llevaba a arriesgarse a algo alocado que podía acabar fatal. Su madre seguro que resoplaría y pondría los ojos en blanco, seguramente su padre ladease la sonrisa y simplemente provocase al destino…en ese momento ganaba el gen Cannif.*
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Mensaje por Talos Mar Mayo 29, 2018 4:24 pm

No hubo respuesta, al menos no la esperada, sus labios presionaron los míos y mis ojo se abrieron como platos por el inesperado impulso de la hechicera. Mi cuerpo tenso como las cuerdas de un arpa se puso a la defensiva mientras mi mente buscaba respuestas que no encontraría, poco a poco empezó a relajarse y mi diestra recorrió la escasa distancia que la separaba de sus rizos de cuervo enredándose los dedos en su nuca para atraerla.
Entreabiertos mis belfos que se acoplaron a los ajenos, húmedos y delicados quedaron por los propios presos, fue mi lengua la primera en explorar encontrándose con la suya hambrienta y tenaz.
Un jadeo escapó al unísono cuando se acariciaron danzando mientras nuestros ojos se cerraban y sucumbíamos al beso.*

Bajo la campana de invisibilidad, todavía sobre el agua helada, la temperatura subió drásticamente entre ambos. No pensaba en nada más que no fuera el instante, ese en el que estaba sucumbiendo a un deseo que había estado latente desde los otros encuentros, un deseo que no se había permitido liberar porque estaba ganando su mente racional, pero a veces sin saber por qué, le daba el arrebato temerario como ese.

— Debería regresar, si me están buscando no tardarán en dar conmigo.— lo dijo porque en el fondo su sentido de la alerta la tenía en guardia, pero no porque le apeteciera romper el momento.*

Me relamí los labios escuchando lo único sensato en mucho tiempo ¿que cojones estaba haciendo?
-Si, has de volver -dije como un autómata, no porque quisiera que se fuera si no porque de no hacerlo no sabía que pasaría. Dejé escapar el aire y me puse en pie no sin resbalar mas de una vez y con cuidado tiré de ella para ayudarla a no caer.
-No vayas a Grecia -pedí de nuevo -y ahora ve, te están buscando.*


* * * * *

Tras aquella fiesta en la que ambos prácticamente salieron corriendo, ya que sabían que cualquier paso adelante acabaría en desastre, regresó a la rutina de estudios y prácticas de magia. Se despistaba de vez en cuando pensando en qué habría sido del hechicero y cómo iría de su adicción, ojalá la dejase ayudarlo a estar limpio, era una pena que desperdiciase así su talento.

La señorita Hickey la invitó a salir por el centro y merendar, realizar algunas compras y quizás acabar cenando en algún restaurante de la ciudad. Era una chica de rostro ovalado y pelo castaño claro, tenía los ojos juntos y nariz aguileña, pero era muy agradable y su padre era una alto cargo de la Compañía de las Indias, ella estudiaba en la Logia sobre todo magia curativa porque no le alcanzaba el don para cosas más complejas.

Salió con ella y con otra más que al parecer era su hermana y no disponía de magia. Se detuvieron en una chocolatería, pidió un café vienés, bombones y algunos dulces. No había de eso en Akershus y le gustaban esas pequeñas cosas llenas de lujo y azúcar. Estaban conversando cuando presintió un aura poderosa entrando en el local, se trataba de un no-muerto cuya presencia se imponía para todos aquellos que podían presentir las auras. Las dos brujas se miraron, la otra no se dio cuenta de nada.*

Llevaba semanas siguiendo a la bruja, siempre manteniendo las distancias, había cruzado toda lógica con el beso y si en un inicio vine a matarla ahora mi misión había dado un giro de 90 grados.
Tenia que evitar que Spyros consiguiera su cometido, llevarla a Grecia, hasta ahora había simplemente hablado con ella, peor estaba claro que tarde o temprano se desesperaría y sacaría su peor cara, ambos la teníamos, éramos adictos y las drogas que portábamos no eran infinitas, yo había empezado a estirar la dosis, pro aun así las plantas que encontraba en París para fabricar ciertas sustancias no eran las mismas y supongo que podía tomar cosas que me colocaran, pero eso no me mantendría alerta, ni centrado y eso es lo que necesitaba.

Aquella noche se había ido con un par de amigas a tomar algo, la verdad es que su vida era tediosa, creo que yo era lo único que la había sacado de su monotonía, yo y ese otro Griego al que pretendía matar en cuanto estuviera a tiro.
Oculto a una distancia prudencial ví como atravesaba el umbral de la puerta un vampiro, su aura relucía en un tono pálido, parecía ser antiguo por la intensidad de la misma y sabiendo que allí Shelby era la única sobrenatural que había con poder suficiente como para que el chupa sangres se fijara en ella no me lo pensé y atravesé la puerta.

Nuestras miradas se cruzaron de nuevo, no la saludé, no había venido de visita, lo que pasó no debía repetirse. El vampiro estaba en la barra pero bien sabía que no me quitaba el ojo de encima, era sospechosa mi entrada y las armas que sobresalían por mi espalda me delataban como cazador, así como mis botas embarradas y mi atuendo.

Tomé siento en el otro extremo de la barra y pedí una cerveza esperando ver como se sucedía todo, si el vampiro atacaba a la bruja me metería sin dudarlo, pero de no hacerlo no pensaba debilitarme mas de lo que ya estaba, eso le daría ventaja a Spyros para en cualquier momento acabar conmigo.*

Shelby sí lo vio entrar, directo y sin reparos mirando alrededor, con cierto descaro, al inmortal y las tres chicas. Agnes, la que la había invitado le dio un codazo.

— ¿lo conoces?
— ¿qué..? Creo que me lo presentaron una vez…— iba a decir que no, pero si Talos se dirigía a ella se complicarían las cosas.
—¿Y ese? ¿qué se cree? Este no es lugar para un muerto que sólo puede beber sangre!!.— la chica estaba indignada. Se levantó y fue a la barra a hablar con el jefe de sala.— Oiga…debería sacar del local a ese hombre, es mala gente su reputación podría dañar la publicidad de su establecimiento…— dijo señalando al vampiro que sonrió entre dientes, pues la había escuchado perfectamente.

— Debería meterse en sus asuntos señorita.
— Si, vámonos, Agnes, déjalo…— Shelby tiró del brazo de la bruja y miró a Talos haciéndole un gesto, una mueca, para que supiera que lo había visto.
— Esto es asunto de todos, váyase, es un peligro.— El camarero no lo comprendía porque no sabía que eran sobrenaturales.*


La situación se tensaba, la amiga de Shelby era una bocazas y yo hundí mis ojos en los de la bruja como claro reproche, si quería acabar muera salía con las personas adecuadas, para eso que me hubiera dejado a mi acabar con ella y que no hubiera complicado todo como lo había hecho con el maldito beso que no sacaba de mi cabeza.
Cuando el vampiro, seguramente cansado de la impertinencia de la joven y encontrando en ella la pieza que cobrarse para la noche se puso en pié yo también lo hice interponiendome desafiante en su camino, escuché como entre dientes musitaba un "apartate" a lo que negué con la cabeza ladeando la sonrisa.
-¡Largaos de aquí! -les dije a las dos brujas esperando que por una vez en la maldita vida de la terca "norteña" me hiciera caso*

Shelby tiró del brazo de Agnes y ambas recularon un poco, pero la chica no estaba dispuesta a dejar pasar la ofensa, sin embargo ella no controlaba la magia combativa. Entonces se interpuso el otro hechicero el ambiente se cargó de electricidad. Cuando Talos soltó la orden, la bruja arrastró a la humana sin poderes y a la otra bruja fuera del café, iban a buscar el coche de caballos cuando dos hombres grandes les cerraron el paso. Al parecer el vampiro se comunicaba mentalmente con sus ghouls, que no iban a dejarlas huir así como así. La noruega se llevó la mano al bolso y como no llevaba nada más, lo convirtió en una bola metálica llena de pinchos con cadena, la volteó y la lanzó contra uno de ellos aprovechando también la fuerza de su energía.*
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Mensaje por Shelby Morgan Lun Jun 18, 2018 4:30 am

Las cosas no pintaban bien, y aunque con gusto hubiera empujado a la amiga bocazas de la hechicera contra el vampiro para que la devorara mientras nos largábamos de allí ilesos, algo me decía que Shelby no estaría de acuerdo en eso.
Dejé escapar el aire de forma lenta por mis labios, a mis espaldas un par de Ghouls habían cortado el paso a las dos chicas. La joven Cannif fue rápida y sacando del bolsillo una especie de bola metálica aumentó su tamaño y la deformó plegándola de pinchos.

Clavé mis ojos en los del vampiro que crecido por las circunstancias creo que se sentía vencedor de esta "batalla"
-¿Estas seguro de querer delatarte frente a tantas miradas? -pregunté ladeando la sonrisa de forma engreída en un intento no solo de hacerlo recapacitar, si no mas bien de ganar tiempo, pues de seguro el vampiro era capaz de doblegar voluntades humanas y borrar sus recuerdos, luego enfocaría esto de un modo que le interesara para salir ileso.

El inmortal como respuesta sacó sus colmillos adquiriendo sus res la tonalidad del fuego.
-Como quieras -rugí elevando las manos hasta crear frente a ellas una bola de energía rojiza que al separarlas se separó en un par de discos.*

La norteña soltó el mangual de una bola contra el ghoul que se interpuso el primero. Había entrenado en el patio con su hermano y con su padre lo justo para saber blandir un arma, en Akershus todos sabían al menos lo básico. La bola impactó contra el tórax del humano que gritó, sin esperarse algo así de una señorita bien vestida. Tiró de la cadena para desincrustarla y al hacerlo, de la fuerza que imprimió, se cayó de culo, entonces el ghoul que quedaba se lanzó hacia ella, agarrándola por la muñecas y rodando por el suelo. Era más grande y pesado que Shelby y quedó encima de ella reduciéndola, pero Agnes agarró un macetero que había a mano y se lo estampó en la cabeza llenando a la otra bruja de tierra y flores. El ghoul se quedó inconsciente y la norteña trató de salir de debajo del hombre pero era muy pesado.*

El vampiro se abalanzó sobre mi dispuesto a hundir sus colmillos en mi yugular, pero alcé el disco a modo de escudo con la diestra mientras con la zurda lo hacía girar tratando de buscar un flanco con el que morder la carnaza del inmortal.
Este era rápido, esquivaba sin grandes problemas mientras de nuevo se abalanzaba sobre mi empujándome hacia atrás.
Apreté los dientes manteniendo el enfrentamiento por fuerza, por encima del hombro vi como Shelby había caído al suelo con la mole del ghould sobre su cuerpo, entre las dos chicas trataban de empujarlo para quitárselo de encima mientras yo continuaba mi particular enfrentamiento con el chupoptero.
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Mensaje por Talos Lun Jun 18, 2018 4:31 am

Tras un par de intercambios de golpes, la velocidad sobrenatural del vampiro se impuso, abrazándome por la espalda noté el filo de sus agujas atravesar mi cuello, ladeé la sonrisa ante la estupefacción de la bruja que grito histeria.
Cerré los ojos apretando los puños mientras ladeaba el cuello para darle mas acceso.
Pronto mis venas tomaron un tono oscuro, negruzco la sangre que manchaba los labios del cainita parecía petróleo y tras un par de tirones mas cayó de bruces al suelo, viré sobre mi mismo cortándole la cabeza de cuajo con uno de los discos.

Jadeando caí de rodillas apoyando mi diestra sobre el empedrado mientras los discos se esfumaban como si nunca hubieran estado.
Mis venas recuperaban su color y ahora la sangre que fluía de la herida a borbotones era roja como la de cualquier mortal.*

Consiguieron voltear al ghoul y sacárselo de encima a Shelby , que respiraba agitadamente. Había visto desde la perspectiva invertida cómo Talos dejaba que el vampiro lo mordiera y de alguna forma había transformado su sangre en un veneno mortífero para el cainita que se debilitó y el brujo pudo seccionarle la cabeza del tronco. Pero ahora sangraba como cualquiera y los orificios no eran pequeños. Corrió hacia él y presionó con las manos sobre el cuello.

—¡Agnes! ¡Ayuda! Tú sabes de curación!! Haz algo!!!.— la chica la miró raro, porque le había parecido que se conocían, pero que no tenían una relación muy cordial, y sin embargo Shelby le pedía ahora que interviniese, que lo salvara. La norteña no sabía demasiado de esas artes, su especialidad era muy compleja y no le dejaba apenas tiempo para saber de otras cosas. Su tía Giuliana le había enseñado pociones y hechicería básica, pero eso no servía para curar algo tan aparatoso y menos una mordida de vampiro. Agnes se acercó y colocó las manos sobre Talos, concentrándose y emitiendo un ligero fulgor. Las arterias dejaron de sangrar y la chica cayó de espaldas por el esfuerzo, no estaba acostumbrada a utilizar su poder al nivel que Talos y Shelby, necesitaba aún mucho entrenamiento.

— ¿estás bien?.— escrutó los ojos de Talos en busca de la dilatación característica de las drogas que solía chutarse. Mentiría si dijera que le resultaba indiferente, pero era todo muy complicado y no podía permitirse el lujo de enredarse de esa forma con un asesino drogadicto que quería matarla en última instancia.
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Mensaje por Shelby Morgan Miér Jul 11, 2018 4:34 pm


Elevé la mirada para fijarla en la de la hechicera, había perdido sangre y emponzoñar la propia causaba debilidad, mi intento por ponerme en pie me llevo de nuevo contra el adoquinado suelo, extendí la mano para detenerla cuando hizo ademan para echarme una mano.
-Yo puedo -gruñí ofuscado. Odiaba sentirme débil, no lo era, pero el exceso de magia a todos nos pasaba factura y había ciertas magias oscuras que tenían serías consecuencias.
-Estoy bien, pero no deberías salir con amigas con tanta falta de cordura -le dije echándole el acto irresponsable en cara -si no llego a estar te hubieran podido matar.

Me incorporé finalmente ahora que el suelo no giraba, el mareo se me iba pasando, peor mi cuerpo necesitaba un aliciente, un chute para poder volver a estar en plena forma o al menso una fingida. Sabía que Spyros estaba al acecho, como yo y si sabía de mi debilidad no tardaría en darme caza y muerte, era lo único que me interponía entre los aquelarres y ella.*

Shelby se despidió de sus amigas que subieron al carro tirado por caballos y se marcharon rumbo a casa tras prometerle que no dirían nada de lo acontecido.

—no estás para irte tú sólo, te acompaño a tu hotel o dónde quiera que estés viviendo. Después mandaré recado a los guardaespaldas de Lucio para que vengan a recogerme y listo.— no iba a permitir que Talos se metiera más mierda en el cuerpo y cuando éste sacó el vial, ella en un movimiento rápido lo tocó con la mano y convirtió en un trozo de madera sin contenido alguno. Ya podía gritarle y ofuscarse, que no iba a conseguir nada distinto de ella.— vámonos cuanto antes y te curaré, con un poco de descanso estarás repuesto y verás que no necesitas de eso.*

Rugí furibundo al ver que mi vial se convertía en un mero trozo de madera.
-¿que cojones haces?!!! ¡Lo necesito!!! -busqué otro pero en el pequeño zurrón no había traído mas, el resto los tenía en la habitación del hotel -¡Mierda!! ¿quien te has creído que eres? !! ¿mi madre?!! ¡es mi elección la mierda que meto en mi cuerpo, no puedo estar sin esto, llevo inyectándome desde niño y si lo dejo...las consecuencias serán peores que si sigo. Tu no lo entiendes -dije con desdén.

Ofendido me di la vuelta apretando el gesto, estaba cansado, mareado, necesitaba el vial y ella acaba de condenarme a ir hacía el hotel expuesto a un Spyros en plena forma, si moría no sería por la droga si no bajo el filo de una espada azulada.
-¡Joder! -gruñí de nuevo empezando a caminar, con lo facil que hubiera sido transportarme.*

Levantó la mano y paró un carruaje de alquiler, un taxi victoriano, y subieron dentro. Le dieron la dirección del hotel y durante el trayecto Shelby le cogió las manos a Talos, a pesar de sus refefuños y quejas y comenzó a transformar parte del agua de su cuerpo en agua más pura y limpia, era una forma de depurar el organismo y liberarlo del veneno al que estaba sometido, el bienestar se notaba de inmediato. Ya le funcionó una vez y ahora le estaba funcionando de nuevo. Llegaron al lugar y tras pagar al cochero se encerraron en el modesto cuarto del brujo.

— ahora mandaré un mensaje a los esbirros de Lucio y que me recojan en el café que hemos pasado hace unos minutos, les diré que fuimos ahí a merendar después de que hubiera un lio en el otro. Tú deberías descansar un rato.*

-Diles que te recojan aquí, no puedes, no debes ir sola, si te has negado a acompañar a Spyros por las buenas, no dudará en llevarte por las malas, somos soldados , siempre cumplimos nuestra misión, Syros es un gran hechicero, como yo, somos útiles para los aquelarres, un día fuimos discípulos del mismo maestro, le conozco, es implacable y te levará, no puedo permitir que te vayas sola.

Se que no estaba de acuerdo, que quería que descansara, peor mi destino era mío y yo lo había elegido, seria poderoso el tiempo que mi cuerpo aguantara y no mediocre para aguantar mas años sobre la faz de este mundo. Me alcé del lecho y me acerqué a los viales que había guardado en el cajón dispuesto a inyectarme uno.
-Te acompañaré, no me verán, pero he de asegurarme que llegas bien, prometo que luego vendré aquí y dormiré toda la noche…*
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Mensaje por Talos Miér Jul 11, 2018 4:38 pm

Agarró sus manos, que estaban aferrando un vial dispuesto a metérselo y mandar todo su trabajo a la mierda. Vale que a él no le importaba nada su criterio, que estaba ofuscado con su misión, pero también debí matarla y no lo había hecho.

— no lo hagas…por favor.— de nuevo sus cuerpos estaban muy cerca, sus alientos chocaban al compás de corazones desbocados, dudó por un segundo, pero finalmente su gen Cannif salió a relucir y se metió en la boca del lobo. Atrapó sus labios en un beso fugaz, no estaba segura de lo que estaba haciendo pero sabía que lo deseaba y si mañana había consecuencias…pues mañana sería otro día.*

Su petición hubiera caído en saco roto de no ser porque sus labios apresaron los míos silenciando mis quejas, mi diestra soltó el vial dejándolo caer sobre el cajón de madera noble mientras ahora mis manos atrapaban sus nalgas alzándola en vilo contra mi cuerpo.
Sin dejar de besarnos, haciendo plausible el deseo contenido sus piernas se enredaron a mi cintura como la hiedra. La fricción de nuestros sexos me llevó a jadear contra sus labios y por los dioses que sabía que aquel acto era un error, peor mi cabeza estaba embotada por su boca, mi lengua enredada en la suya se embebía de su sabor y si mañana me arrepentiría, ahora solo podía pensar con eso que se alzaba contra su centro.
-¿te quedaras? -pregunté dirigiéndome al lecho sin dejar de perderme en cada uno de esos besos.
La pregunta podía parecer absurda, pero algo me decía que aquella mujer aprovecharía que caería dormido por el cansancio y la debilidad y se largaría.*

De seguro que era un error, pero ella no se había criado en un palacio rodeada de encajes, su padre era un bárbaro y su madre una pirata, sus hermanos frecuentaban las tabernas como el que más y aunque la mayoría habían ido encontrando sus medias naranjas, habían disfrutado bien de la vida y ella tampoco es que se hubiera cortado mucho en ese tema. Talos era un hombre muy guapo, destilaba esa seguridad de quien se sabe el mejor, tenía el punto kamikaze que tenía también su padre y su hermano y que a ella le parecía tan atractivo como desesperante, coincidiendo en eso con su madre. Hundió los dedos en la cabellera espesa del griego y dejó que el instinto la guiase.

— me quedaré… aunque los dos sepamos que esto es un error.— atacó sus labios con saña de nuevo, hacía meses que su vida se limitaba a estudiar sin ningún relajo y ya iba siendo hora de desmelenarse un poco. Sus manos acompañaron la voracidad de su lengua paseándose por los hombros y retirando la camisa del brujo.*

Una sonrisa se pinto por un instante en mis labios vencedora, podía tomarlo como una promesa, se quedaría o eso decía y sus besos evitaron que siguiera pensando en si sería mentira,
Sus dedos se deslizaron aviso por mi piel para quitarme la camisa, los mios se peleaban con la lazada de su corsé mientras el aliento nos faltaba en una consecución de besos desesperados, los mismos que saben que tras este encuentro nada volvería a ser lo mismo.

Aflojé los cordones hasta que la prenda cedió aflojándose, descubriendo sus dos alzados pechos que emergieron de la tela como una flor tras el invierno. Mi mirada se oscureció, esta vez no porque droga alguna llenara mi cuerpo de adrenalina, si no porque yo mismo la producía. Mi boca surcó su cuello, su piel, centrándome en sus dos montañas, mordiendo sus picos y coronándome dueño y señor de la cúspide. Mis manos ásperas, rudas, echas a diferencia de las de un hechicero normal, a la batalla surcaron su cintura ascendiendo hasta que la prenda floja abandono su cuerpo saliendo por su cabeza.
La melena parda acarició su espalda como una cascada, me separé un instante para admirarla, era bella, quizás demasiado, motivo por el que me había derrotado, siempre creí que sería el acero y no una mujer quien marcara mis últimos pasos y sin embargo en ese instante supe que estaba perdido. Sonreí de nuevo perdiéndome en sus ojos antes de volver a chocar contra sus belfos.*

La ropa cayó ante la urgencia de ambos, arqueó la espalda cuando recibió las caricias de su lengua, la piel se le puso de gallina debido al deseo pero también a ese punto excitante que aportaba el peligro. Sabía que Talos aún podía matarla, que si su misión lo pedía, no dudaría en hacerlo, estaba enredándose con su asesino, y eso le daba ese punto estimulante y fuera de toda regla. Los Cannif, siempre jugando con fuego. Acarició su espalda desnuda y tiró de sus pantalones hasta que estos pudieron abandonar sus piernas y caer al suelo. Metió las manos por su prenda interior y apretó los cachetes de sus nalgas, que ahora estaban a tiro por estar él encima. Estaba fuerte, definido y no quería perderse ni uno sólo de los relieves por palpar.*
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