AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
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La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Había pasado ya varios siglos desde que ella había estado en aquella ciudad, una ciudad que atraía mas por su gentío que por lo demás.
Ella había decidido marcharse, espantada por la insorportable realidad traída por las eras, se había marchado bien lejos, para volver a dormir.
Pero sin saber porque, algo, la hizo despertar de aquella tumba de humedad y fría piedra, del polvo envejecido, en algun lugar de oriente comprendiendo como los tiempos había cambiado.
Y ahora estaba allí, en una París avanzada, más moderna, con paredes empapeladas de carteles donde se hablaba de su exótico espectáculo. Si no hubiese sido por aquel tipo inglés de alta clase, que la había descubierto en algun lugar de la India, o más bien donde ella le había descubierto para sus propositos, no hubiese sido posible que su fama como bailarina de danzas orientales y otras artes hubiese llegado al mismo París. Si ahora, se apodaba Lakme, si, Lakme, ya aquel noble inglés le había puesto aquel nombre por alguna ópera que se ambientaba en la India o algo por el estilo, y fingía ser una extravagante bailarina, protegida por un hombre que le atraía el mundo del exotismo, y mas que protegida por él, él mismo estaba siendo ahora su propia marioneta.
Aquel pequeño espectáculo, estaba viajando por todos los teatros, cabaret e incluso burdeles de europa, y éste iba precedido por el escándalo y la censura. Ya que en aquella época, ¿qué mujer decente bailaría de aquel modo, con tan poca ropa encima? Aunque en realidad, aquello era lo que creaba morbo a la gente, y la atraía bastante.
Ahora aquel teatro de París estaba repleto de un público con un poco más de dinero que el resto, en su mayoría podían verse hombres, pero también se podían ver a aquellas curiosas mujeres, que solo iban a señalar con el dedo.
El telón escarlata estaba echado, hasta que la iluminación de las velas se apagaron, quedando unas pocas bien encendidas. A la reacción de la oscuridad del teatro, susurros de los espectadores, los cuales, se vieron interrumpidos por la repentina música.
Unos hombres, que tenían el aspecto de ser hindues o algo similar, tocaban extraños instrumentos. Lakme los había elegido para que ellos fuesen con ella, para que se alejasen de su país y sus familias, ellos aceptaron movidos por las ansias de riquezas, y a pesar de que estaban ya bien colmados de ellas, continuaban con ella, la avaricia les movían.
De nuevo las luces cambiaron, y se sumió el escenario en un juego de sombras, el espectáculo estaba bien preparado, ya que no solo traía aquellos músicos de orientes, sino ilusionistas que juganban con las luces y las sombras de un modo hipnótico, creando una extraña sensación de magia y misterio.
De repente se la vió a ella, situada en su postura inicial, con aquellas ropas curiosas, y mostrando partes de su cuerpo, que en aquella época llamaba bien la atención, y era visto como impúdico. Sus brazos comenzaba a ondearse, al igual que su cintura y caderas una manera sensual, movida con aquella música, como si fuese una serpiente, la cual dejaba, un extraño hechizo sobrenatural, que encandilaba a los espectadores, los cuales, ahora estaba totalmente boquiabiertos.
Sus ojos seductores eran ajenos a aquellos que le rodeaban, Lakme bailaba para sí más que para ellos, aunque a ella se sentía agusto, en aquel momento, portadoras ser el centro de atención, más le gustaba la sensación de estar rompiendo ciertas reglas en su especie, como era el descubrirse a la luz entre aquellas sombras, pero a ella no le importaba estaba cansada de esconderse en las sombras, en la vergüenza como muchos decían, por ser aquellos demonios que no habían elegido, algunos, aquel medio de vida.
Las sombras se cirnieron ante ella, que desaparenció en aquella danza hipnótica, y el silencio se hizo... Un silencio demasiado largo... Hasta que alguien inicio los aplausos.
Todos la creían una mortal como cualquiera, y ella aparentemente había fingido en todo momento, tenía esa capacidad. Podía engañar tanto a mortales como a inmortales, usando diferente trucos, uno de ellos era la saciedad de la sangre que mantenía el rubor humano, el calor, e incluso el finfido palpitar del corazón al sentir correr la sangre.
Ya pasarían las horas, y el espectáculo oriental, continuaría con las funciones de los diferentes miembros de aquella pequeña compañía habia montado, gracias a aquel tipo inglés, y donde ella era su estrella. Ahora Lakme volvía a su camerino, y mirandose de nuevo al espejo aquel eterno rostro, suspiró por un instante, algo rondaba su cabeza, pero repentinamente ese gesto pensativo se torno en una sonrisa confiada. Para ella la noche solo había comenzado, y no solo la dramatización quedaba sobre los escenarios, comenzaba el momento de convertirse en una pobre victima mortal.
La puerta de atrás del teatro se abría para ella, y las calles llenas de la absoluta oscuridad jugaban con su figura, vestía como cualquier mujer de aquella sociedad, normal y corriente, pero algunos detalles revelaban el material rico de sus ropas y ciertas peculiaridades que la hacía distinta a las demás.
Ahora era aparentemente inmune, humana, su condición inmortal quedaba tapada bajo aquel aroma cálido de su piel palpitante de vida.
Ella había decidido marcharse, espantada por la insorportable realidad traída por las eras, se había marchado bien lejos, para volver a dormir.
Pero sin saber porque, algo, la hizo despertar de aquella tumba de humedad y fría piedra, del polvo envejecido, en algun lugar de oriente comprendiendo como los tiempos había cambiado.
Y ahora estaba allí, en una París avanzada, más moderna, con paredes empapeladas de carteles donde se hablaba de su exótico espectáculo. Si no hubiese sido por aquel tipo inglés de alta clase, que la había descubierto en algun lugar de la India, o más bien donde ella le había descubierto para sus propositos, no hubiese sido posible que su fama como bailarina de danzas orientales y otras artes hubiese llegado al mismo París. Si ahora, se apodaba Lakme, si, Lakme, ya aquel noble inglés le había puesto aquel nombre por alguna ópera que se ambientaba en la India o algo por el estilo, y fingía ser una extravagante bailarina, protegida por un hombre que le atraía el mundo del exotismo, y mas que protegida por él, él mismo estaba siendo ahora su propia marioneta.
Aquel pequeño espectáculo, estaba viajando por todos los teatros, cabaret e incluso burdeles de europa, y éste iba precedido por el escándalo y la censura. Ya que en aquella época, ¿qué mujer decente bailaría de aquel modo, con tan poca ropa encima? Aunque en realidad, aquello era lo que creaba morbo a la gente, y la atraía bastante.
Ahora aquel teatro de París estaba repleto de un público con un poco más de dinero que el resto, en su mayoría podían verse hombres, pero también se podían ver a aquellas curiosas mujeres, que solo iban a señalar con el dedo.
El telón escarlata estaba echado, hasta que la iluminación de las velas se apagaron, quedando unas pocas bien encendidas. A la reacción de la oscuridad del teatro, susurros de los espectadores, los cuales, se vieron interrumpidos por la repentina música.
Unos hombres, que tenían el aspecto de ser hindues o algo similar, tocaban extraños instrumentos. Lakme los había elegido para que ellos fuesen con ella, para que se alejasen de su país y sus familias, ellos aceptaron movidos por las ansias de riquezas, y a pesar de que estaban ya bien colmados de ellas, continuaban con ella, la avaricia les movían.
De nuevo las luces cambiaron, y se sumió el escenario en un juego de sombras, el espectáculo estaba bien preparado, ya que no solo traía aquellos músicos de orientes, sino ilusionistas que juganban con las luces y las sombras de un modo hipnótico, creando una extraña sensación de magia y misterio.
De repente se la vió a ella, situada en su postura inicial, con aquellas ropas curiosas, y mostrando partes de su cuerpo, que en aquella época llamaba bien la atención, y era visto como impúdico. Sus brazos comenzaba a ondearse, al igual que su cintura y caderas una manera sensual, movida con aquella música, como si fuese una serpiente, la cual dejaba, un extraño hechizo sobrenatural, que encandilaba a los espectadores, los cuales, ahora estaba totalmente boquiabiertos.
Sus ojos seductores eran ajenos a aquellos que le rodeaban, Lakme bailaba para sí más que para ellos, aunque a ella se sentía agusto, en aquel momento, portadoras ser el centro de atención, más le gustaba la sensación de estar rompiendo ciertas reglas en su especie, como era el descubrirse a la luz entre aquellas sombras, pero a ella no le importaba estaba cansada de esconderse en las sombras, en la vergüenza como muchos decían, por ser aquellos demonios que no habían elegido, algunos, aquel medio de vida.
Las sombras se cirnieron ante ella, que desaparenció en aquella danza hipnótica, y el silencio se hizo... Un silencio demasiado largo... Hasta que alguien inicio los aplausos.
Todos la creían una mortal como cualquiera, y ella aparentemente había fingido en todo momento, tenía esa capacidad. Podía engañar tanto a mortales como a inmortales, usando diferente trucos, uno de ellos era la saciedad de la sangre que mantenía el rubor humano, el calor, e incluso el finfido palpitar del corazón al sentir correr la sangre.
Ya pasarían las horas, y el espectáculo oriental, continuaría con las funciones de los diferentes miembros de aquella pequeña compañía habia montado, gracias a aquel tipo inglés, y donde ella era su estrella. Ahora Lakme volvía a su camerino, y mirandose de nuevo al espejo aquel eterno rostro, suspiró por un instante, algo rondaba su cabeza, pero repentinamente ese gesto pensativo se torno en una sonrisa confiada. Para ella la noche solo había comenzado, y no solo la dramatización quedaba sobre los escenarios, comenzaba el momento de convertirse en una pobre victima mortal.
La puerta de atrás del teatro se abría para ella, y las calles llenas de la absoluta oscuridad jugaban con su figura, vestía como cualquier mujer de aquella sociedad, normal y corriente, pero algunos detalles revelaban el material rico de sus ropas y ciertas peculiaridades que la hacía distinta a las demás.
Ahora era aparentemente inmune, humana, su condición inmortal quedaba tapada bajo aquel aroma cálido de su piel palpitante de vida.
Última edición por Lakme el Lun Dic 20, 2010 11:48 am, editado 1 vez
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Necesitaba salir del sanatorio, necesitaba alimentarme si no quería acabar con mi vida de la forma más masoquista del mundo.
Llegar hasta aquel extremo era un puro gesto de masoquismo, me negaba a alimentarme ya que solo entonces mi mente se rebelaba contra mí mostrándome más cosas de mi pasado... aunque a veces, salía demasiado caro.
Las peleas contra mi propia mente eran demasiado agotadoras, y jamás salía vencedor. Pero me gustaba creer que con todo aquello ganaba algo, tal vez, las derrotas me hacían más fuertes; tal vez, necesitaba sentirme tan frágil para saber a Flavio tan cerca de mí. Mi mente no dejaba de repetirme que me estaba engañando, pero quería creer que no era así.
Y por un momento, necesitaba callar todo aquello. Necesitaba acallar aquella voz, terminar momentáneamente con el dolor y sentir un poco de paz. Tranquilidad, pues aquello que muchos llamaban eudaimonia quedaba demasiado lejos de mí. Años, tantos como llevaba con mi vida de inmortal; tantos como había pasado sin Flavio.
Negué con la cabeza intentando olvidar todo aquello, y busqué alguna presa, algún desgraciado del que alimentarme, pues acudir de nuevo a una iglesia comenzaría a llamar la atención y me asustaba la idea de que alguien hablara sobre aquel asesinato donde Anuar había estado presente.
Caminando en las cercanías del teatro, de donde solían salir grandes y prepotentes nobles con sangre amarga, la figura de una mujer destacó entre todas las demás.
Sentía una extraña sensación, ¿era una vampiresa o era la falta de sangre la que me confundía?
[Disculpa el retraso!]
Llegar hasta aquel extremo era un puro gesto de masoquismo, me negaba a alimentarme ya que solo entonces mi mente se rebelaba contra mí mostrándome más cosas de mi pasado... aunque a veces, salía demasiado caro.
Las peleas contra mi propia mente eran demasiado agotadoras, y jamás salía vencedor. Pero me gustaba creer que con todo aquello ganaba algo, tal vez, las derrotas me hacían más fuertes; tal vez, necesitaba sentirme tan frágil para saber a Flavio tan cerca de mí. Mi mente no dejaba de repetirme que me estaba engañando, pero quería creer que no era así.
Y por un momento, necesitaba callar todo aquello. Necesitaba acallar aquella voz, terminar momentáneamente con el dolor y sentir un poco de paz. Tranquilidad, pues aquello que muchos llamaban eudaimonia quedaba demasiado lejos de mí. Años, tantos como llevaba con mi vida de inmortal; tantos como había pasado sin Flavio.
Negué con la cabeza intentando olvidar todo aquello, y busqué alguna presa, algún desgraciado del que alimentarme, pues acudir de nuevo a una iglesia comenzaría a llamar la atención y me asustaba la idea de que alguien hablara sobre aquel asesinato donde Anuar había estado presente.
Caminando en las cercanías del teatro, de donde solían salir grandes y prepotentes nobles con sangre amarga, la figura de una mujer destacó entre todas las demás.
Sentía una extraña sensación, ¿era una vampiresa o era la falta de sangre la que me confundía?
[Disculpa el retraso!]
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
OFF: Lo mismo digo xD
Un paso tras otro, el frío de las calles era ajeno, pero ella se había detenido en la soledad de aquella calle oculta a ajustar sus guantes de forrado internamente con piel de conejo. Para ella cubrir su cuerpo, abrigarlo, no le era necesario, ella no lo sentía como los humanos podían percibirlo, si fuera por ella iría con lo mínimo por comodidad, como solía ir en su tierra, unas tierras cálidas y deserticas, pero sería sospechoso que en una calle como aquella, se viera una mujer con tan pocas ropas, además, ahora vivía en una sociedad donde las mujeres solo enseñaban lo mínimo, incluso las piernas se veía como algo vergonzoso para enseñar.
Una sonrisa se había dibujado en sus voluptuosos labios, que exhalaba en vaho que danzaba semiinvisible con cada respiración en el aire. Aquello daba señal de calor en su interior, de que su sangre circulaba como la de un mortal. Demasiado alimentada estaba, y no solo de aquellos pobre humanos que se cruzaban en su camino.
Ella ya hacía rato que había notado su presencia, otro vampiro, pálido, vació, hambriento... Atormentado. ¿Por qué? Lo ignoraba.
De nuevo comenzó a caminar, haciendose la despistada, la ignorante de su presencia, confundiéndolo con aquel hechizo que le rodeaba, haciendola parecer demasiado humana incluso para otros vampiros, un hechizo que encandilaba, y una sangre que hacía de llamada latente, para cualquiera adicto a la sangre, de un modo inconciente éste aura de antigüedad y atracción se tornaba extraña y provocaba la contradicción.
Un paso tras otro, el frío de las calles era ajeno, pero ella se había detenido en la soledad de aquella calle oculta a ajustar sus guantes de forrado internamente con piel de conejo. Para ella cubrir su cuerpo, abrigarlo, no le era necesario, ella no lo sentía como los humanos podían percibirlo, si fuera por ella iría con lo mínimo por comodidad, como solía ir en su tierra, unas tierras cálidas y deserticas, pero sería sospechoso que en una calle como aquella, se viera una mujer con tan pocas ropas, además, ahora vivía en una sociedad donde las mujeres solo enseñaban lo mínimo, incluso las piernas se veía como algo vergonzoso para enseñar.
Una sonrisa se había dibujado en sus voluptuosos labios, que exhalaba en vaho que danzaba semiinvisible con cada respiración en el aire. Aquello daba señal de calor en su interior, de que su sangre circulaba como la de un mortal. Demasiado alimentada estaba, y no solo de aquellos pobre humanos que se cruzaban en su camino.
Ella ya hacía rato que había notado su presencia, otro vampiro, pálido, vació, hambriento... Atormentado. ¿Por qué? Lo ignoraba.
De nuevo comenzó a caminar, haciendose la despistada, la ignorante de su presencia, confundiéndolo con aquel hechizo que le rodeaba, haciendola parecer demasiado humana incluso para otros vampiros, un hechizo que encandilaba, y una sangre que hacía de llamada latente, para cualquiera adicto a la sangre, de un modo inconciente éste aura de antigüedad y atracción se tornaba extraña y provocaba la contradicción.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Continué caminando sin hacer demasiado caso a aquella presencia, pero cuando la mujer pasó por mi lado, fue inevitable seguirla con la mirada. ¿Qué demonios...?
La falta de sangre debía haberme confundido, porque aquella mujer no podía ser una vampiresa. Podía casi sentir el calor de su aliento paseándose por el aire con parsimonia, sus mejillas parecían sonrojadas como las de cualquier humana pero... ¿por qué sentía algo extraño en su presencia?
Ignorarla fue imposible, y la seguí de forma casi disimulada, tal vez embriagado por el perfume de su sangre. ¿Desde cuando me pasaban tales cosas a mí?
Aquello era irreal, y quise negarme, pero ni siquiera mi mente se atrevió a decir nada.
Incluso la mujer parecía irreal, como si estuviera rodeada de un aura invisible que la hacía increíblemente misteriosa. Y yo siguiéndola, como un estúpido.
La falta de sangre debía haberme confundido, porque aquella mujer no podía ser una vampiresa. Podía casi sentir el calor de su aliento paseándose por el aire con parsimonia, sus mejillas parecían sonrojadas como las de cualquier humana pero... ¿por qué sentía algo extraño en su presencia?
Ignorarla fue imposible, y la seguí de forma casi disimulada, tal vez embriagado por el perfume de su sangre. ¿Desde cuando me pasaban tales cosas a mí?
Aquello era irreal, y quise negarme, pero ni siquiera mi mente se atrevió a decir nada.
Incluso la mujer parecía irreal, como si estuviera rodeada de un aura invisible que la hacía increíblemente misteriosa. Y yo siguiéndola, como un estúpido.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Lakme continuó caminando por aquella calle, dandose cuenta que exactamente aquel vampiro había caído de algun modo en aquel hechizo embriagador y atrayente, ahora su juego había comenzado y posiblemente ina a ser su pequeña diversión en aquella noche.
Un paso tras otro, y la calle parecía hacerse mas larga en aquella noche. La condenada se detuvo, un instante y tomando aire, noto el frío inundar sus muertos pulmones, su piel dorada no podía percibir el ambiente exterior, no podía sentir apenas nada, ni su piel se erizaba, ni su corazón realmente latía, ni sus pulmones disfrutaban de aque aliento de vida. Ella ya se había endurecido con el tiempo, las eras había poco a poco aniquilado parte de su humanidad, y a pesar de que sus sentidos no se comportaban como los de un humano, su aspecto era de tal, que confudía a cualquiera.
Fugazmente, sus ojos verdes se clavaron en los del vampiro, en un gesto sereno, dándole a enteder que se había percatado de su presencia.
-¿Me seguis, monsieur? -Su voz se paseo aterciopelada y dulce entre el silencio que les invadía, ella había decidido dar el paso.
Un paso tras otro, y la calle parecía hacerse mas larga en aquella noche. La condenada se detuvo, un instante y tomando aire, noto el frío inundar sus muertos pulmones, su piel dorada no podía percibir el ambiente exterior, no podía sentir apenas nada, ni su piel se erizaba, ni su corazón realmente latía, ni sus pulmones disfrutaban de aque aliento de vida. Ella ya se había endurecido con el tiempo, las eras había poco a poco aniquilado parte de su humanidad, y a pesar de que sus sentidos no se comportaban como los de un humano, su aspecto era de tal, que confudía a cualquiera.
Fugazmente, sus ojos verdes se clavaron en los del vampiro, en un gesto sereno, dándole a enteder que se había percatado de su presencia.
-¿Me seguis, monsieur? -Su voz se paseo aterciopelada y dulce entre el silencio que les invadía, ella había decidido dar el paso.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Fueron bastantes los pasos dados para seguir a aquella extraña y misteriosa mujer. Aquella situación resultaba cada vez más estúpida, sin sentido alguno, y lo peor es que era incapaz de detenerla. ¿Qué estaba pasando?, me preguntaba una y otra vez, continuando con el seguimiento.
Sin más, se detuvo la mujer logrando que yo tan bien me detuviese, e incómodo intenté encontrar alguna razón por la que estar allí. ¡Haz algo, maldito torpe, tú te has metido en ésto, sácanos de aquí!, rechistó mi mente más molesta que yo por todo aquello.
Para cuando quise encontrar una solución, los ojos de aquella mujer ya estaban clavados en los míos. Verdes..., rió mi mente, burlándose del vuelco que había dado mi estómago con aquel choque de miradas.
Sí, eran verdes, no tan claros y hermosos como los de Flavio, pero lo suficientemente verdes como para recordarme a él. Tragué saliva observando su gesto sereno, carente de expresión a simple vista.
-¿Me seguís, monsieur?.- preguntó finalmente, con voz suave, cortando el silencio.
Aparté la mirada con molestia, abrumado por la sensación de que todo comenzaba a asociarlo con Flavio, cabreado por la estúpida vergüenza que me invadía por momentos.
-Tal vez solo la seguía para preguntarle la hora.- alcancé a mentir, con suma torpeza, escuchando de fondo la risa de mi propia mente.
No supe que más decir, que más hacer para disimular, y me llevé la mano a la nuca frotándola con suavidad como hacía en las escasas ocasiones que me sentía incómodo o nervioso.
Sin más, se detuvo la mujer logrando que yo tan bien me detuviese, e incómodo intenté encontrar alguna razón por la que estar allí. ¡Haz algo, maldito torpe, tú te has metido en ésto, sácanos de aquí!, rechistó mi mente más molesta que yo por todo aquello.
Para cuando quise encontrar una solución, los ojos de aquella mujer ya estaban clavados en los míos. Verdes..., rió mi mente, burlándose del vuelco que había dado mi estómago con aquel choque de miradas.
Sí, eran verdes, no tan claros y hermosos como los de Flavio, pero lo suficientemente verdes como para recordarme a él. Tragué saliva observando su gesto sereno, carente de expresión a simple vista.
-¿Me seguís, monsieur?.- preguntó finalmente, con voz suave, cortando el silencio.
Aparté la mirada con molestia, abrumado por la sensación de que todo comenzaba a asociarlo con Flavio, cabreado por la estúpida vergüenza que me invadía por momentos.
-Tal vez solo la seguía para preguntarle la hora.- alcancé a mentir, con suma torpeza, escuchando de fondo la risa de mi propia mente.
No supe que más decir, que más hacer para disimular, y me llevé la mano a la nuca frotándola con suavidad como hacía en las escasas ocasiones que me sentía incómodo o nervioso.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Detenida ella con seguridad continuaba clavando aquellos ojos verdes con aquel brillo tan extraño, que emanaba sobrenaturalidad en ella, y algo que hacía a cualquiera estremecerse dando a enteder peligrosidad y misterio.
Él contesto su pregunta levemente, pero ella parecía ignorar sus palabras a causa de su gesto sereno y examinador, ya que jugazmente de arriba abajo capto los detalles de su físico para de nuevo volver a atravesarle con sus ojos, éstos parecía buscar algo dentro de los de él, hasta que aquel contacto se rompió, y el gesto suave y pensativo que ella se había dibujado, se borro con una sonrisa de galantería, así haciendo parecer su rostro amable y cálido.
-Lo siento, nunca llevo reloj monsieur, para mí el tiempo se detiene cuando llega la noche. -Una pausa leve, y con un gesto soñador miro el cielo oscuro. -¿No parece que cuando la oscuridad más profunda llega a nuestras vidas, cuando la noche nubla los sentidos diurnos, las actividades se relantizan, tememos a la calle, y nos sumamos en el profundo sueño esperando a que el sol nos saque de nuestra otra vida? Aunque... Hay veces que algunos no despertaron del sueño, monsieur.
Algo llevando zumbando en la mente de Lakme, ella iba poco a poco captando la información que necesitaba, y él mismo poco a poco se la iba proporcionando sin querer con aquellas dudas e inseguridades que en su cabeza, surgían, además de los sentimientos que afloraban en ella.
Él contesto su pregunta levemente, pero ella parecía ignorar sus palabras a causa de su gesto sereno y examinador, ya que jugazmente de arriba abajo capto los detalles de su físico para de nuevo volver a atravesarle con sus ojos, éstos parecía buscar algo dentro de los de él, hasta que aquel contacto se rompió, y el gesto suave y pensativo que ella se había dibujado, se borro con una sonrisa de galantería, así haciendo parecer su rostro amable y cálido.
-Lo siento, nunca llevo reloj monsieur, para mí el tiempo se detiene cuando llega la noche. -Una pausa leve, y con un gesto soñador miro el cielo oscuro. -¿No parece que cuando la oscuridad más profunda llega a nuestras vidas, cuando la noche nubla los sentidos diurnos, las actividades se relantizan, tememos a la calle, y nos sumamos en el profundo sueño esperando a que el sol nos saque de nuestra otra vida? Aunque... Hay veces que algunos no despertaron del sueño, monsieur.
Algo llevando zumbando en la mente de Lakme, ella iba poco a poco captando la información que necesitaba, y él mismo poco a poco se la iba proporcionando sin querer con aquellas dudas e inseguridades que en su cabeza, surgían, además de los sentimientos que afloraban en ella.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Bajé la mirada nervioso, cada vez más incómodo por aquella situación, sin atreverme aún a chocar mi mirada con la de aquella mujer. La incomodidad aumentó cuando la mujer respondió que no llevaba reloj, ¿qué excusa tenía entonces? En qué lío más estúpido me había metido...
Sería absurdo irse sin más, porque posiblemente su halo de misterio volvería a atraparme, ¿qué podía hacer entonces? ¿Fingir? La mentira nunca había sido lo mío, se notaría demasiado... claro, si no se había notado ya que la seguía por razones bien distintas a las que le había dado. Suspiré llevándome una mano al puente de la nariz, masajeándolo un momento antes de volver a hablar.
Y fue entonces, cuando al alzar la vista, mis ojos chocaron contra los suyos. Qué caro y doloroso resultó...
Aquellos ojos, verdes, con un extraño brillo, perforaron hasta el último sentido de mi cuerpo. Eran tan verdes, con aquel brillo tan...
Y sólo un pinchazo producido por una razón completamente ajena a mi entendimiento detuvo aquel instante. Aquella mujer parecía adentrarse en mi mente, parecía buscar algo oculto tras la frialdad de mi mirada, leyendo lo más profundo de mi mente. ¿Qué hacía? ¿Y por qué?
Logré alzar la mirada hasta ella y clavarla en sus ojos.
-Basta. Hagas lo que hagas... para....- ordené con voz decayente, cada vez más débil de lo deseado.
Sería absurdo irse sin más, porque posiblemente su halo de misterio volvería a atraparme, ¿qué podía hacer entonces? ¿Fingir? La mentira nunca había sido lo mío, se notaría demasiado... claro, si no se había notado ya que la seguía por razones bien distintas a las que le había dado. Suspiré llevándome una mano al puente de la nariz, masajeándolo un momento antes de volver a hablar.
Y fue entonces, cuando al alzar la vista, mis ojos chocaron contra los suyos. Qué caro y doloroso resultó...
Aquellos ojos, verdes, con un extraño brillo, perforaron hasta el último sentido de mi cuerpo. Eran tan verdes, con aquel brillo tan...
Dilo. Tan parecidos a los de Flavio.
Gemí dolorosamente echándome las manos a la cabeza, como si un arma hubiera golpeado mi cabeza. Eran tan iguales a los suyos que el revivir su recuerdo era algo obligado, un gesto involuntario de mi mente que traía los escasos recuerdos de él que tenía. Aquellos ojos clavados en los míos, la tierna sonrisa en sus labios, aquel calor, aquel abrazo que ya nunca más sentiría...Y sólo un pinchazo producido por una razón completamente ajena a mi entendimiento detuvo aquel instante. Aquella mujer parecía adentrarse en mi mente, parecía buscar algo oculto tras la frialdad de mi mirada, leyendo lo más profundo de mi mente. ¿Qué hacía? ¿Y por qué?
Logré alzar la mirada hasta ella y clavarla en sus ojos.
-Basta. Hagas lo que hagas... para....- ordené con voz decayente, cada vez más débil de lo deseado.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Aquella sonrisa demasiado cálida para aquel rostro sobrenatural, continuo en sus labios, cuando sus ojos bajaron del cielo a Eric, ahora éstos le miraban con tanta curiosidad que incluso su rostro se movió de un modo felino, como si mirase algo inédito.
Lakme se había dado cuenta de un detalle, cuando percibió aquel zumbido, y era la contrariedad de la mente de aquel vampiro, como si aquel cuerpo eterno cual cuadriga, estuviese tirado por dos caballos muy diferentes, y cómo si éstos recorriesen su camino, en un lugar desconocido lleno de oscuros agujeros con poca luz que les guiase, mas bien, perdidos.
Unos pasos atrevidos, hasta llegar muy cerca de él deteniéndose. Un guante menos que cubría su helada mano, la cual se deslizaría atrevida por el contorno de uno de sus brazos, hasta quedar posada en su hombro. Sus dedos delicado apretaron suavemente.
-Creo que no es cosa mía, caro mio.
El uso de aquel “caro mio”, con aquella voz hermosa y sedosa, fue solamente una pequeña espina lanzada, para ver lo que podía provocar usar el idioma que parecía usar él en su mente. Ella continuaba sonriéndole de aquel modo amable, incluso se pudo ver fascinación por encontrar una mente como aquella, y ahora ella lo veía como una presa que no iba a soltar fácilmente de su juego.
-Parece que es algo que hace, involuntariamente. Yo solo me detuve a observar y saborear, pero...
Su voz sonó un poco coqueta y sus ojos cálidos y curiosos fingieron inocencia, y, si, de repente, dejo de fingir ser mortal, de repente no le importo despejar sus dudas sobre lo que ella era, pero no iba a dejar sus intenciones tanto a relucir.
Su frase se quedo en el aire, se quedo incompleta, le gustaba el juego, le gustaba lo que veía, y pensó que aquello no iba a ser algo efímero, no iba a ser una noche donde llegase, tomase a su víctima vampiro y bebiese de ella de un modo insaciable tras enloquecerlo, al parecer aquel hombre iba a tener un destino respecto a ella, mucho más largo.
Lakme se había dado cuenta de un detalle, cuando percibió aquel zumbido, y era la contrariedad de la mente de aquel vampiro, como si aquel cuerpo eterno cual cuadriga, estuviese tirado por dos caballos muy diferentes, y cómo si éstos recorriesen su camino, en un lugar desconocido lleno de oscuros agujeros con poca luz que les guiase, mas bien, perdidos.
Unos pasos atrevidos, hasta llegar muy cerca de él deteniéndose. Un guante menos que cubría su helada mano, la cual se deslizaría atrevida por el contorno de uno de sus brazos, hasta quedar posada en su hombro. Sus dedos delicado apretaron suavemente.
-Creo que no es cosa mía, caro mio.
El uso de aquel “caro mio”, con aquella voz hermosa y sedosa, fue solamente una pequeña espina lanzada, para ver lo que podía provocar usar el idioma que parecía usar él en su mente. Ella continuaba sonriéndole de aquel modo amable, incluso se pudo ver fascinación por encontrar una mente como aquella, y ahora ella lo veía como una presa que no iba a soltar fácilmente de su juego.
-Parece que es algo que hace, involuntariamente. Yo solo me detuve a observar y saborear, pero...
Su voz sonó un poco coqueta y sus ojos cálidos y curiosos fingieron inocencia, y, si, de repente, dejo de fingir ser mortal, de repente no le importo despejar sus dudas sobre lo que ella era, pero no iba a dejar sus intenciones tanto a relucir.
Su frase se quedo en el aire, se quedo incompleta, le gustaba el juego, le gustaba lo que veía, y pensó que aquello no iba a ser algo efímero, no iba a ser una noche donde llegase, tomase a su víctima vampiro y bebiese de ella de un modo insaciable tras enloquecerlo, al parecer aquel hombre iba a tener un destino respecto a ella, mucho más largo.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
¿Qué esperaba con aquellas palabras? ¿Intimidarla? ¿A quién intentaba engañar? Jamás podría intimidar a nadie con aquella debilidad, con aquella absorbente fragilidad.
Ni siquiera logré que la cálida sonrisa de sus labios desapareciese. ¿Estaba acaso riéndose de mí? ¿Disfrutaba acaso de mi dolor? Maldita sea, maldita sea...
Sus ojos se clavaban en mí con gesto incomprensible, como si algo la hubiera fascinado. ¿Por qué no dejaba de mirarme así? ¿Acaso sabía lo mucho que me dolía ver aquellos verdosos ojos? Basta, duele, duele...
Llegas a ser tan patético... ¿por qué tienes que mostrarte siempre como un maldito débil? ¡No eres de cristal! Ojalá te rompieras de una vez, ojalá me dejaras tomar el control
-Cállate....- repetí, como tantas otras veces.
¿Que no era de cristal? Pues así me sentía. De cristal. Dispuesto a caer y romperme en mil pedazos, como se hallaba ya rota mi alma. ¿Tenía yo de eso?
Aquella mujer osó a caminar hasta mí, quedándose a pocos centímetros de mi cuerpo. Y ni siquiera logré dar un solo paso para alejarme de ella, ¿miedo? No, aquello no era miedo. Iba mucho más allá de aquel sentimiento que consideraba mi mejor amigo, iba mucho más allá. Necesidad. Sí. Necesidad de aquellos ojos, de aquel color verdoso en los que veía a aquel ser lejano, a aquel niño perdido en mis recuerdos. Buscaba en aquellos ojos la presencia de aquel ángel, ¿cómo sentía tantas cosas por un ser que había sido arrebatado de toda vida y que apenas recordaba?
Flavio, susurré dolorosamente cuando noté una mano sobre mi hombro. Y abrí los ojos, esperando que allí estuviera él. Sí, esperaba encontrar a mi hermano después de haberme perdido en aquellos ojos...
Iluso, se rió mi mente cuando abrí los ojos y sólo me topé con la imagen de aquella mujer.
Me tambaleé retrocediendo unos pasos cuando dijo aquellas palabras. ¿Caro mío? ¿Era acaso italiana? No podía serlo por sus ropas...
Estúpido, está leyéndote la mente
Aquellas palabras, unidas a las de aquella mujer, solo me hicieron retroceder mucho más. Era una vampiresa y estaba entrando en mi mente sin permiso, como lo había hecho Soren.
-¡Basta!.- grité llevándome las manos a la cabeza. ¿Por qué me estaba haciendo aquello? ¿Por qué su presencia me confundía tanto? -¿Qué me estás haciendo...?.- escupí arrastrando las palabras.
Ni siquiera logré que la cálida sonrisa de sus labios desapareciese. ¿Estaba acaso riéndose de mí? ¿Disfrutaba acaso de mi dolor? Maldita sea, maldita sea...
Sus ojos se clavaban en mí con gesto incomprensible, como si algo la hubiera fascinado. ¿Por qué no dejaba de mirarme así? ¿Acaso sabía lo mucho que me dolía ver aquellos verdosos ojos? Basta, duele, duele...
Llegas a ser tan patético... ¿por qué tienes que mostrarte siempre como un maldito débil? ¡No eres de cristal! Ojalá te rompieras de una vez, ojalá me dejaras tomar el control
-Cállate....- repetí, como tantas otras veces.
¿Que no era de cristal? Pues así me sentía. De cristal. Dispuesto a caer y romperme en mil pedazos, como se hallaba ya rota mi alma. ¿Tenía yo de eso?
Aquella mujer osó a caminar hasta mí, quedándose a pocos centímetros de mi cuerpo. Y ni siquiera logré dar un solo paso para alejarme de ella, ¿miedo? No, aquello no era miedo. Iba mucho más allá de aquel sentimiento que consideraba mi mejor amigo, iba mucho más allá. Necesidad. Sí. Necesidad de aquellos ojos, de aquel color verdoso en los que veía a aquel ser lejano, a aquel niño perdido en mis recuerdos. Buscaba en aquellos ojos la presencia de aquel ángel, ¿cómo sentía tantas cosas por un ser que había sido arrebatado de toda vida y que apenas recordaba?
Flavio, susurré dolorosamente cuando noté una mano sobre mi hombro. Y abrí los ojos, esperando que allí estuviera él. Sí, esperaba encontrar a mi hermano después de haberme perdido en aquellos ojos...
Iluso, se rió mi mente cuando abrí los ojos y sólo me topé con la imagen de aquella mujer.
Me tambaleé retrocediendo unos pasos cuando dijo aquellas palabras. ¿Caro mío? ¿Era acaso italiana? No podía serlo por sus ropas...
Estúpido, está leyéndote la mente
Aquellas palabras, unidas a las de aquella mujer, solo me hicieron retroceder mucho más. Era una vampiresa y estaba entrando en mi mente sin permiso, como lo había hecho Soren.
-¡Basta!.- grité llevándome las manos a la cabeza. ¿Por qué me estaba haciendo aquello? ¿Por qué su presencia me confundía tanto? -¿Qué me estás haciendo...?.- escupí arrastrando las palabras.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Su mano se retiró de su hombro con el primer paso hacia atrás de él, ella se silencio y su sonrisa cálida se borro quedando así sus labios relajados, al igual que toda ella, no existían nada de tensión en sus músculos, porque ella no le veía a él como una amenaza, aunque podría convertirse en ello, animales torturados podía haber visto que habían reaccionado de un modo agresivo en su defensa, pero en ella había una cierta máscara de confianza que a veces asustaba a lo de sus alrededor.
Su mente continuaba zumbando con aquellas voces que surgían de la mente de él, y sus ojos verdes seguía examinándolos como si fuese una novedad de la cual, debía captar todo detalle.
Un rugido interno, en la inmortal se produjo, y era aquel hambre por probarlo, a pesar de estar completamente saciada, pero... Ella era insaciable, y solo respecto a la sangre, sino por todo. Y el motivo, la duda, se cuestionaba todo, y ahora se cuestionaba el “cómo” podía haber esa contradicción dentro de la mente de un semejante.
“No es adecuado que beba aun de él...” Pensó, mientra con detalle observaba su piel pálida y presentía, que aquel vampiro no estaba bien alimentado, ¿qué podía sacar de un vampiro apenas alimentado? Simplemente, la posibilidad de o dejarlo tan moribundo que podía quedar a merced del mundo o simplemente, acabar con su vida.
“Sería demasiado fácil, como beber de un vaso semivacio, ¿por qué no darle una oportunidad?”
Sus labios de un modo voluptuoso que apretaron por un instante, dándole un gesto demasiado humano, reflexivo, para luego curvarse en una leve sonrisa comprensiva. Él estaba sometido a una tortura, y su gesto de angustia le dio la señal, ella presionaba de un modo sutil aquella angustia para satisfacer su diversión, la cual, se había convertido en inquietud y curiosidad.
De nuevo aquella pregunta.
-Escucho, solo escucho. Debería alegrarte, hoy en día pocos hacen eso. -Su voz se paseo por aque helado aire de un modo delicado, incluso dulce. -¡Oh, caro! Necesitas alimentarte... Estas demasiado débil.
Mientras susurraba aquello, de nuevo, volvía a tomar contacto físico con él, ya que sus dedos al principio cautos, pero seguros y delicados, se pasearon por aquellas manos posadas en su cabeza. Y de nuevo deslizantes, dibujaron la piel de él, hasta llegar solamente su dedo indice a su rostro y romper finalmente el contacto. Por un instante, las pestañas negras sobre aquellos verdes ojos se movieron, parpadeando levemente.
Su mente continuaba zumbando con aquellas voces que surgían de la mente de él, y sus ojos verdes seguía examinándolos como si fuese una novedad de la cual, debía captar todo detalle.
Un rugido interno, en la inmortal se produjo, y era aquel hambre por probarlo, a pesar de estar completamente saciada, pero... Ella era insaciable, y solo respecto a la sangre, sino por todo. Y el motivo, la duda, se cuestionaba todo, y ahora se cuestionaba el “cómo” podía haber esa contradicción dentro de la mente de un semejante.
“No es adecuado que beba aun de él...” Pensó, mientra con detalle observaba su piel pálida y presentía, que aquel vampiro no estaba bien alimentado, ¿qué podía sacar de un vampiro apenas alimentado? Simplemente, la posibilidad de o dejarlo tan moribundo que podía quedar a merced del mundo o simplemente, acabar con su vida.
“Sería demasiado fácil, como beber de un vaso semivacio, ¿por qué no darle una oportunidad?”
Sus labios de un modo voluptuoso que apretaron por un instante, dándole un gesto demasiado humano, reflexivo, para luego curvarse en una leve sonrisa comprensiva. Él estaba sometido a una tortura, y su gesto de angustia le dio la señal, ella presionaba de un modo sutil aquella angustia para satisfacer su diversión, la cual, se había convertido en inquietud y curiosidad.
De nuevo aquella pregunta.
-Escucho, solo escucho. Debería alegrarte, hoy en día pocos hacen eso. -Su voz se paseo por aque helado aire de un modo delicado, incluso dulce. -¡Oh, caro! Necesitas alimentarte... Estas demasiado débil.
Mientras susurraba aquello, de nuevo, volvía a tomar contacto físico con él, ya que sus dedos al principio cautos, pero seguros y delicados, se pasearon por aquellas manos posadas en su cabeza. Y de nuevo deslizantes, dibujaron la piel de él, hasta llegar solamente su dedo indice a su rostro y romper finalmente el contacto. Por un instante, las pestañas negras sobre aquellos verdes ojos se movieron, parpadeando levemente.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Pero ni siquiera entonces pareció alejarse, ni siquiera se alejó un paso. No. Seguía allí, firma, detenida, expectante, con aquella maldita curiosidad en la mirada.
No me atreví a volver a mirarla, no podría ver de nuevo aquellos ojos verdes, no sería capaz de enfrentarme a aquel color de ojos que me sumía en recuerdos perdidos e inconcluso.
Acéptalo, no puedes mirarla por otro motivo... ¿te duele ver sus ojos tan llenos de vida, verdad? Porque no puedes evitar pensar que los de Flavio nunca más serán así... nunca. Porque está muerto. Muerto
Me llevé las manos a la cabeza negando con rapidez, sabiéndome perdedor de aquella batalla tan doloroso en contra de mi mente. En contra la verdad, Eric.
-¡Basta!.- grité desesperado, cerrando los ojos con fuerza.
Me sentía tan débil, tan burdamente frágil ante la necesidad. Necesidad más allá de la sangre, la misma que movía a todos los vampiros. Necesidad que alcanzaba límites masoquista y que llevaba escrito en letras grandes aquel nombre que se escondía en mi muñeca.
Intentaba tomar aire y poner orden en aquel caos, cuando aquella mujer volvió a hablar, resonando su voz en aquel lugar como una melodía perdida de algún instrumento.
-Si me alimento o no es cosa mía....- repliqué entrecerrando los ojos molesto, ¿qué sabía ella de mis motivos? ¿Se creía que por leer mi mente iba a comprenderme?
Sin embargo, sí parecía poder controlar mi dolor y mi miedo. Ya había controlado mi dolor, y se dedicó entonces a juguetear con mi miedo, paseando sus gélidas manos por las mías, finalizando aquel tétrico paseo en mi rostro.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y cerré los ojos mordiendo mi labio inferior. ¿Por qué demonios acababa siempre igual?
-No me... no me toques.- exclamé titubeante, buscando el valor perdido para gritarle. -Deja de manipularme, deja de... ¡déjame!.- grité torpemente apretando los dientes de modo hostil.
Intenté olvidar el miedo y la miré de forma fría, casi amenazante, sintiendo aún por dentro el roce de su piel con la mía. ¿Qué iba a hacer? ¿Huir?
Eres tan estúpido que no lo harás... solo porque te recuerda a él, ¡solo por él! ¡Todo es por él!
-Cállate....- musité siendo arrebatado de todo valor y fuerza. -Cállate....- repetí apretando los dientes clavando la mirada en el suelo.
Osé a alzarla para chocar con aquellos ojos verdes, y concentrándome deseé que aquel poder volviera a aparecer y la ahuyentase.
-Vete.- murmuré como una orden, notando un fuerte pinchazo en la cabeza, tal y como había sentido en las otras ocasiones que había utilizado aquel poder.
Pero cuanto más me esforzaba porque aquello surgiera efecto, cuanto más empeño ponía... más necesidad de parar sentía.
¿Lo ves? Te importa poco lo que puedan hacerte con tal de encontrar un mísero recuerdo suyo... me das pena.
Me dejé caer de rodillas perdiendo la vista en algún punto concreto. Me rendía, me rendía de nuevo al dolor, a su falta, a la necesidad. Me rendía, aceptando mi propia debilidad, asumiendo que no podía enfrentarme a nadie que me hiciera sentirle cerca.
No me atreví a volver a mirarla, no podría ver de nuevo aquellos ojos verdes, no sería capaz de enfrentarme a aquel color de ojos que me sumía en recuerdos perdidos e inconcluso.
Acéptalo, no puedes mirarla por otro motivo... ¿te duele ver sus ojos tan llenos de vida, verdad? Porque no puedes evitar pensar que los de Flavio nunca más serán así... nunca. Porque está muerto. Muerto
Me llevé las manos a la cabeza negando con rapidez, sabiéndome perdedor de aquella batalla tan doloroso en contra de mi mente. En contra la verdad, Eric.
-¡Basta!.- grité desesperado, cerrando los ojos con fuerza.
Me sentía tan débil, tan burdamente frágil ante la necesidad. Necesidad más allá de la sangre, la misma que movía a todos los vampiros. Necesidad que alcanzaba límites masoquista y que llevaba escrito en letras grandes aquel nombre que se escondía en mi muñeca.
Intentaba tomar aire y poner orden en aquel caos, cuando aquella mujer volvió a hablar, resonando su voz en aquel lugar como una melodía perdida de algún instrumento.
-Si me alimento o no es cosa mía....- repliqué entrecerrando los ojos molesto, ¿qué sabía ella de mis motivos? ¿Se creía que por leer mi mente iba a comprenderme?
Sin embargo, sí parecía poder controlar mi dolor y mi miedo. Ya había controlado mi dolor, y se dedicó entonces a juguetear con mi miedo, paseando sus gélidas manos por las mías, finalizando aquel tétrico paseo en mi rostro.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo, y cerré los ojos mordiendo mi labio inferior. ¿Por qué demonios acababa siempre igual?
-No me... no me toques.- exclamé titubeante, buscando el valor perdido para gritarle. -Deja de manipularme, deja de... ¡déjame!.- grité torpemente apretando los dientes de modo hostil.
Intenté olvidar el miedo y la miré de forma fría, casi amenazante, sintiendo aún por dentro el roce de su piel con la mía. ¿Qué iba a hacer? ¿Huir?
Eres tan estúpido que no lo harás... solo porque te recuerda a él, ¡solo por él! ¡Todo es por él!
-Cállate....- musité siendo arrebatado de todo valor y fuerza. -Cállate....- repetí apretando los dientes clavando la mirada en el suelo.
Osé a alzarla para chocar con aquellos ojos verdes, y concentrándome deseé que aquel poder volviera a aparecer y la ahuyentase.
-Vete.- murmuré como una orden, notando un fuerte pinchazo en la cabeza, tal y como había sentido en las otras ocasiones que había utilizado aquel poder.
Pero cuanto más me esforzaba porque aquello surgiera efecto, cuanto más empeño ponía... más necesidad de parar sentía.
¿Lo ves? Te importa poco lo que puedan hacerte con tal de encontrar un mísero recuerdo suyo... me das pena.
Me dejé caer de rodillas perdiendo la vista en algún punto concreto. Me rendía, me rendía de nuevo al dolor, a su falta, a la necesidad. Me rendía, aceptando mi propia debilidad, asumiendo que no podía enfrentarme a nadie que me hiciera sentirle cerca.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Pasiva en todo momento permaneció observándole simplemente. Por un instante le pareció escuchar pasos cercanos y mortales entre las calles, pero no giro su rostro ni le dio importancia, aquel que osase interrumpirle caería en el infortunio de la muerte, lo tenía bien claro.
Sus dedos aun estaban suspendidos en el aire en cuanto perdieron el contacto de la piel de él, parecían dudar en si volver a establecer el contacto, y en la duda parecían acariciar el aura que rodeaba al vampiro, de repente sintió el intento de él de defenderse desde un punto sobrenatural, pero ella no se inmuto.
Palabras que en sus labios brotaban efímeras y llenas de ruego, pero casi innecesarias, ya que más le bastaba aquellas que surgían en su mente para ella y en cuanto él cayó de rodillas, un pensamiento hizo que el gesto curioso y tan humano se borrase, la sonrisa desapareció y el hieratismo se abrió paso a la tez.
Por un momento pareció un estatua viviente parada allí, una estatua de piel dorada y pálida, indescriptible e indescifrable, sus ojos se vieron perdidos. Ahora no fingía ser humana, simplemente reflejaba los siglos donde el reflejo de su humanidad quiso marcharse, ya que simplemente solo era aquello un espejo de algo perdido, anhelado.
Pasaron largos los minutos de descanso y calma, ni un ápice se movió, en su mente algo se había removido y algo cavilaba.
De repente su vestido se inflo al arrodillarse junto a él, sus manos delicadas quedaron sobre las telas desparramadas, y sus ojos verdes las miraba sin mostrar nada, solo sus labios voluptuosos latieron un instante, pero ni un parpadeó en aquel hieratismo. Un simple mechón de aquel negro cabello cayó sobre su mejilla, soltándose de aquel recogido, y no hubo más movimiento.
Todo fue demasiado rápido, era invisible para el ojo humano, ella era extremadamente veloz en sus movimientos que casi no podían apreciarse para un vampiro, había llegado a tomarle entre sus brazos con una mezcla de dulce delicadeza y agresiva violencia, rasgando parte de su camisa, así penetrando sus colmillos en aquel espacio entre su cuello y clavícula... Todo fue veloz, ella tomo lo justo y necesario de aquella sangre que se secaba entre sus labios, aquella escasez que poseía un vampiro hambriento, para luego retirarse, no sin antes tomar su rostro entre sus manos y fijar sus ojos verdes en los de él, ¿qué fue lo que reflejaban sus ojos? Nada, tal vez una pizca de piedad, pero ella no dejo a relucirla.
De nuevo el contacto roto, la frialdad que se marchaba, y ella de nuevo se alzaba.
-Tienes suerte... Demasiada... -Solo dijo, relamiendo sus labios de un modo voluptuoso.
Sus dedos aun estaban suspendidos en el aire en cuanto perdieron el contacto de la piel de él, parecían dudar en si volver a establecer el contacto, y en la duda parecían acariciar el aura que rodeaba al vampiro, de repente sintió el intento de él de defenderse desde un punto sobrenatural, pero ella no se inmuto.
Palabras que en sus labios brotaban efímeras y llenas de ruego, pero casi innecesarias, ya que más le bastaba aquellas que surgían en su mente para ella y en cuanto él cayó de rodillas, un pensamiento hizo que el gesto curioso y tan humano se borrase, la sonrisa desapareció y el hieratismo se abrió paso a la tez.
Por un momento pareció un estatua viviente parada allí, una estatua de piel dorada y pálida, indescriptible e indescifrable, sus ojos se vieron perdidos. Ahora no fingía ser humana, simplemente reflejaba los siglos donde el reflejo de su humanidad quiso marcharse, ya que simplemente solo era aquello un espejo de algo perdido, anhelado.
Pasaron largos los minutos de descanso y calma, ni un ápice se movió, en su mente algo se había removido y algo cavilaba.
De repente su vestido se inflo al arrodillarse junto a él, sus manos delicadas quedaron sobre las telas desparramadas, y sus ojos verdes las miraba sin mostrar nada, solo sus labios voluptuosos latieron un instante, pero ni un parpadeó en aquel hieratismo. Un simple mechón de aquel negro cabello cayó sobre su mejilla, soltándose de aquel recogido, y no hubo más movimiento.
Todo fue demasiado rápido, era invisible para el ojo humano, ella era extremadamente veloz en sus movimientos que casi no podían apreciarse para un vampiro, había llegado a tomarle entre sus brazos con una mezcla de dulce delicadeza y agresiva violencia, rasgando parte de su camisa, así penetrando sus colmillos en aquel espacio entre su cuello y clavícula... Todo fue veloz, ella tomo lo justo y necesario de aquella sangre que se secaba entre sus labios, aquella escasez que poseía un vampiro hambriento, para luego retirarse, no sin antes tomar su rostro entre sus manos y fijar sus ojos verdes en los de él, ¿qué fue lo que reflejaban sus ojos? Nada, tal vez una pizca de piedad, pero ella no dejo a relucirla.
De nuevo el contacto roto, la frialdad que se marchaba, y ella de nuevo se alzaba.
-Tienes suerte... Demasiada... -Solo dijo, relamiendo sus labios de un modo voluptuoso.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Apreté los ojos maldiciendo aquella debilidad, maldiciendo al destino que había separado aquella razón de vivir de mí, maldiciendo al cruel Dios que había permitido la muerte de un niño a mano de unos bastardos. ¿Y qué iba a hacer yo? Nada, nada.. apenas podía sumirme en aquel dolor que me devastaba. Apenas podía perderme en su sonrisa y repetirme que nunca más iba a abrazarle, a recuperarle. Solo me quedaba resignarme a buscarle en las miradas de otra gente sabiendo que ninguna sería jamás él.
Alcé la mirada buscando ciego los ojos de aquella mujer, buscando una señal, un signo que me dijera que iba a marcharse ya. No podía seguir allí, no podría soportar más aquellos ojos. Desaparece..., repetí varias veces en un susurro inaudible.
Y allí seguía ella, como una fría estatua, como si se mantuviera sin vida por el resto de sus días en aquella postura. Con aquel rostro inexpresivo que no parecía decir nada y que sin embargo, lo decía todo a la vez. Hice un esfuerzo por levantarme y salir de allí, rápido, lo más rápido posible, pero estaban allí sus ojos, otra vez. Los de ella no, los de Flavio. Mentira, sí, ¿ y qué? ¿Me quedaba acaso algo más que la simple ilusión de encontrarle en otras personas? No, ni siquiera los recuerdos.
Pero entonces todo pareció irreal. Su figura desapareció, y momentáneamente sentí como parte de mi camisa era desgarrada, sintiendo una fría mano sobre mi pecho. ¿Y luego? Luego todo fue dolor, todo fueron aquellos dos colmillos clavándose en mi cuerpo, aquellas gotas de sangre abandonando mi cuello para perderse en su boca. Ni siquiera alcancé a ver nada, ni siquiera pude sentir algo más que aquello: dolor.
Otra vez, otra vez aquellos recuerdos, otra vez los cabellos de fuego, los ojos de hielo... y el miedo. El miedo a morir que me invadía en aquel presente irreal, en aquel instante paralizado del tiempo donde nadie más que nosotros podía mirar.
Sus palabras sonaron en el viento como una brisa en un puerto, y creí que sería lo último que escucharía antes de abandonar aquel maldito mundo. Era aquel el final, pues las fuerzas habían desaparecido, mucho más de lo que lo habían hecho hasta aquel momento. ¿Qué podía hacer ya? Y sin embargo...
Una risa. Una risa macabra, cual loco que no teme a su destino, cual ladrón cuya recompensa ha alcanzado.
-Has... has hecho lo que yo no era capaz de hacer... quitarme la vida.- susurré débilmente, alzando la vista hasta sus ojos.
Aquellos ojos que ya no eran de Flavio, sino del mismísimo demonio. Esos mismos que voy a arrancar y guardar como un tesoro.
En un alarde de fuerza irreal, tanto como lo había sido todo aquel momento, me levanté tambaleándome caminando hasta ella con una sonrisa. No, ya no era el mismo de momentos atrás. Ahora mando yo
Su cuello se vio rodeado por mi mano, y apreté, apreté con toda la fuerza que mi mente alcanzó a reunir. No recriminaría nada de lo que hiciera, porque estaba protegiéndonos a los dos, protegía su existencia y la mía... Y la de Flavio
-Cállate.- murmuró mi mente como dueña entonces de mi cuerpo.
Y apretó, apretó mucho más, alzando a aquella mujer del suelo escasos centímetros, los suficientes como para verme obligado a levantar la cabeza para mirar sus verdes ojos.
Sonreí entonces, al verla así, y su cuerpo se acercó a mi boca para que mi mente realizara aquella acción: morderla. Morderla abusando de su cuello, arrancando la sangre de él, apoderándome de lo que había robado, lo que era mío. Nuestro
Aquel sabor, aquella amargura que recordaba a la sangre de los curas, sirvió para alimentar el odio de mi mente, que no se detuvo a la hora de succionar aquella sangre. Se tomó todo el tiempo que quiso y más, y cuando se vio finalmente saciada, soltó el cuerpo de la mujer como si se tratara de un trapo viejo.
-Tú sí que tienes suerte.- susurró teniendo aún el control.
Y con la sangre cayendo de mis (¿o debía decir "nuestros?") labios, caminé divertido hasta ella, obedeciendo cada una de las ordenes que mi mente daba a mi cuerpo. Tiró de su cabello hasta levantarla y arrancó parte de su vestido.
-La ropa solo la puede estropear este estúpido, no tú.- agregó con una fría sonrisa en los labios. ¿Estaba realmente protegiéndonos? ¿O usurpaba mi cuerpo para controlarlo y convertirse en el ser cruel y malvado que deseaba ser desde el principio? -No vuelvas a mordernos. Nunca.- deletreó con tono furioso, como si estuviera a punto de estallar en una brutal batalla.
Alcé la mirada buscando ciego los ojos de aquella mujer, buscando una señal, un signo que me dijera que iba a marcharse ya. No podía seguir allí, no podría soportar más aquellos ojos. Desaparece..., repetí varias veces en un susurro inaudible.
Y allí seguía ella, como una fría estatua, como si se mantuviera sin vida por el resto de sus días en aquella postura. Con aquel rostro inexpresivo que no parecía decir nada y que sin embargo, lo decía todo a la vez. Hice un esfuerzo por levantarme y salir de allí, rápido, lo más rápido posible, pero estaban allí sus ojos, otra vez. Los de ella no, los de Flavio. Mentira, sí, ¿ y qué? ¿Me quedaba acaso algo más que la simple ilusión de encontrarle en otras personas? No, ni siquiera los recuerdos.
Pero entonces todo pareció irreal. Su figura desapareció, y momentáneamente sentí como parte de mi camisa era desgarrada, sintiendo una fría mano sobre mi pecho. ¿Y luego? Luego todo fue dolor, todo fueron aquellos dos colmillos clavándose en mi cuerpo, aquellas gotas de sangre abandonando mi cuello para perderse en su boca. Ni siquiera alcancé a ver nada, ni siquiera pude sentir algo más que aquello: dolor.
Otra vez, otra vez aquellos recuerdos, otra vez los cabellos de fuego, los ojos de hielo... y el miedo. El miedo a morir que me invadía en aquel presente irreal, en aquel instante paralizado del tiempo donde nadie más que nosotros podía mirar.
Sus palabras sonaron en el viento como una brisa en un puerto, y creí que sería lo último que escucharía antes de abandonar aquel maldito mundo. Era aquel el final, pues las fuerzas habían desaparecido, mucho más de lo que lo habían hecho hasta aquel momento. ¿Qué podía hacer ya? Y sin embargo...
Una risa. Una risa macabra, cual loco que no teme a su destino, cual ladrón cuya recompensa ha alcanzado.
-Has... has hecho lo que yo no era capaz de hacer... quitarme la vida.- susurré débilmente, alzando la vista hasta sus ojos.
Aquellos ojos que ya no eran de Flavio, sino del mismísimo demonio. Esos mismos que voy a arrancar y guardar como un tesoro.
En un alarde de fuerza irreal, tanto como lo había sido todo aquel momento, me levanté tambaleándome caminando hasta ella con una sonrisa. No, ya no era el mismo de momentos atrás. Ahora mando yo
Su cuello se vio rodeado por mi mano, y apreté, apreté con toda la fuerza que mi mente alcanzó a reunir. No recriminaría nada de lo que hiciera, porque estaba protegiéndonos a los dos, protegía su existencia y la mía... Y la de Flavio
-Cállate.- murmuró mi mente como dueña entonces de mi cuerpo.
Y apretó, apretó mucho más, alzando a aquella mujer del suelo escasos centímetros, los suficientes como para verme obligado a levantar la cabeza para mirar sus verdes ojos.
Sonreí entonces, al verla así, y su cuerpo se acercó a mi boca para que mi mente realizara aquella acción: morderla. Morderla abusando de su cuello, arrancando la sangre de él, apoderándome de lo que había robado, lo que era mío. Nuestro
Aquel sabor, aquella amargura que recordaba a la sangre de los curas, sirvió para alimentar el odio de mi mente, que no se detuvo a la hora de succionar aquella sangre. Se tomó todo el tiempo que quiso y más, y cuando se vio finalmente saciada, soltó el cuerpo de la mujer como si se tratara de un trapo viejo.
-Tú sí que tienes suerte.- susurró teniendo aún el control.
Y con la sangre cayendo de mis (¿o debía decir "nuestros?") labios, caminé divertido hasta ella, obedeciendo cada una de las ordenes que mi mente daba a mi cuerpo. Tiró de su cabello hasta levantarla y arrancó parte de su vestido.
-La ropa solo la puede estropear este estúpido, no tú.- agregó con una fría sonrisa en los labios. ¿Estaba realmente protegiéndonos? ¿O usurpaba mi cuerpo para controlarlo y convertirse en el ser cruel y malvado que deseaba ser desde el principio? -No vuelvas a mordernos. Nunca.- deletreó con tono furioso, como si estuviera a punto de estallar en una brutal batalla.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Ella seguía detenida, esperando su reacción ante aquella acción provocadora, poco le servía a ella beber de la sangre de un hambriento, es más, le dejaba con un punto inquieto e insaciable, ya el comenzar a probar el férreo sabor a veces no podía dejar de beber, pero lo había hecho, y ahora su lengua se removía en el interior de su boca aprovechando al máximo aquel escaso sabor.
De repente una risa, hizo que la calma que había adoptado se viese revuelta, sin quererlo, sus finos labios se curvaron formando una sonrisa satisfecha. Él hablo, y parecía que comenzaba tomar el valor y las fuerzas de donde parecía no tenerlo, sus ojos se clavaron en los de ella.
-¿Vida? Acaso somos dueños de ella... -Dijo como respuesta a sus palabras y aquella mirada, devolviéndosela de un modo que a él le crease dudas. -Creo que hay algo en lo que erras en mí...
Susurró con un tono indescifrable, neutro, de nuevo un pensamiento ajeno zumbo en su mente, y aquella mano de hierro se aferro a su cuello, apretando, elevándola. Y a pesar de que ella era capaz de predecir los movimientos leyendo su mente, se dejo hacer por él, lo había conseguido con su gesto, había provocado su ira.
Un suspiro roto en un leve quejido, dejo escapar entre sus labios, al sentir sus colmillos clavarse en la dorada piel palpitante de aparente vida, y poco a poco el dorado fue dejando escapar el color y la calidez, palideciendo de una manera mortecina. Ansioso y furioso bebía de la inmortal, la cual, no hacía nada al respecto por detenerlo era más con sus manos se apretaba contra él, aquella punzada que le producía la mordida, hacía que su cuerpo se estremeciera de doloroso placer.
Empujada con desprecio, rompiendo aquel contacto, y creando una probable caída, ella se movió de tal modo que con ligereza evito la caída, posando con aplomo su pies, y flexionando sus piernas de modo que su mano sobre el suelo evito la caída.
“Malditos vestidos.”
Blasfemo internamente, la verdad algo que odiaba de aquella época era aquello vestidos tan complejos, llenos de capas enormes, que impedían los movimientos, volvían el cuerpo más pesado y todo ello, para tapar cualquier tipo de desnudez, considerada pecaminosa.
-Tú sí que tienes suerte. -Dijo el inmortal mientras caminaba hacia ella divertido, ella no contesto, noto de nuevo otro zumbido en su cabeza, y solo le dio tiempo a girar su cuerpo levemente por completo notando como sus mechones de pelo se deshacían de su atadura, así creando una cascada de azabache desordenado que se deslizaba por el aire, y oyendo como el vestido se rasgaba, dejando su piel inmune al aire frío.
El corsé interno había quedado intacto y al descubierto, solo unas cuantas de sus ataduras se habían partido, quedando los cordeles colgando, lo que peor había quedado era el vestido, una de las mangas se había rasgado por completo y algunas de las cuencas que formaban aquellos exóticos dibujos estaba ahora rodando por el suelo, su espalda quedaba al descubierto mostrando aquella oscuras alas tatuadas, el único reflejo de mortalidad que quedaba en su piel.
-¡Vaya! Sé de alguien que va a lamentarlo por el vestido, no sé porque les gustan tanto...
Ella estaba situada de espalda de él cuando de nuevo se alzo, no había ningún gesto en su rostro cuando se volvió a él, no había enfado ni ira, de nuevo piedad simple, pero... ¿por qué? De nuevo el sonido de la tela al rasgarse, ella misma rompió la otra manga por completo, deshaciéndose de la parte superior del vestido, ahora realmente todo le sobraba.
De nuevo una sonrisa cálida complacida, había conseguido provocarlo.
-Mmm... Que dulce suena la ira en tus labios. ¿por qué no debía de morderte? Realmente me ha sabido a poco, caro mio. -Su voz sonaba melosa, y sus ojos brillaron excitados. -Y creo que a ti te sabrá a poco, aquello que acabas de ingerir, dudo que hayas probado antes la sangre de un anciano, así que... No sabes la parte de los delirios, aunque de ellos no careces. Tiempo al tiempo.
Era cierto, ella había dado alguna que otra vez su sangre a otro inmortal, y había visto unas curiosas reacciones, cuando ésta invadía totalmente el organismo del inmortal. Y era las extrañas visiones y el reflejo de algunos de sus recuerdos, indescifrables, los gritos de sus víctimas, sus recuerdos mortales, incluso aquellos que ella no recordaba. Ella había probado dar de beber a otro inmortales, por el hecho de encontrar recuerdos perdidos, pero cuando en un pasado bien lejano, alguien los uso en su contra, dejo ésta practica atrás.
-Y de nuevo puedo afirmarte, erras en mí cuando pensaste que yo, no puedo comprenderte... Ciertamente puedo comprenderte más de lo que crees, y no por lo que me indican tus pensamientos. -Su voz sonó firme, seria, y sus palabras guardaban un cierto misterio.
De repente una risa, hizo que la calma que había adoptado se viese revuelta, sin quererlo, sus finos labios se curvaron formando una sonrisa satisfecha. Él hablo, y parecía que comenzaba tomar el valor y las fuerzas de donde parecía no tenerlo, sus ojos se clavaron en los de ella.
-¿Vida? Acaso somos dueños de ella... -Dijo como respuesta a sus palabras y aquella mirada, devolviéndosela de un modo que a él le crease dudas. -Creo que hay algo en lo que erras en mí...
Susurró con un tono indescifrable, neutro, de nuevo un pensamiento ajeno zumbo en su mente, y aquella mano de hierro se aferro a su cuello, apretando, elevándola. Y a pesar de que ella era capaz de predecir los movimientos leyendo su mente, se dejo hacer por él, lo había conseguido con su gesto, había provocado su ira.
Un suspiro roto en un leve quejido, dejo escapar entre sus labios, al sentir sus colmillos clavarse en la dorada piel palpitante de aparente vida, y poco a poco el dorado fue dejando escapar el color y la calidez, palideciendo de una manera mortecina. Ansioso y furioso bebía de la inmortal, la cual, no hacía nada al respecto por detenerlo era más con sus manos se apretaba contra él, aquella punzada que le producía la mordida, hacía que su cuerpo se estremeciera de doloroso placer.
Empujada con desprecio, rompiendo aquel contacto, y creando una probable caída, ella se movió de tal modo que con ligereza evito la caída, posando con aplomo su pies, y flexionando sus piernas de modo que su mano sobre el suelo evito la caída.
“Malditos vestidos.”
Blasfemo internamente, la verdad algo que odiaba de aquella época era aquello vestidos tan complejos, llenos de capas enormes, que impedían los movimientos, volvían el cuerpo más pesado y todo ello, para tapar cualquier tipo de desnudez, considerada pecaminosa.
-Tú sí que tienes suerte. -Dijo el inmortal mientras caminaba hacia ella divertido, ella no contesto, noto de nuevo otro zumbido en su cabeza, y solo le dio tiempo a girar su cuerpo levemente por completo notando como sus mechones de pelo se deshacían de su atadura, así creando una cascada de azabache desordenado que se deslizaba por el aire, y oyendo como el vestido se rasgaba, dejando su piel inmune al aire frío.
El corsé interno había quedado intacto y al descubierto, solo unas cuantas de sus ataduras se habían partido, quedando los cordeles colgando, lo que peor había quedado era el vestido, una de las mangas se había rasgado por completo y algunas de las cuencas que formaban aquellos exóticos dibujos estaba ahora rodando por el suelo, su espalda quedaba al descubierto mostrando aquella oscuras alas tatuadas, el único reflejo de mortalidad que quedaba en su piel.
-¡Vaya! Sé de alguien que va a lamentarlo por el vestido, no sé porque les gustan tanto...
Ella estaba situada de espalda de él cuando de nuevo se alzo, no había ningún gesto en su rostro cuando se volvió a él, no había enfado ni ira, de nuevo piedad simple, pero... ¿por qué? De nuevo el sonido de la tela al rasgarse, ella misma rompió la otra manga por completo, deshaciéndose de la parte superior del vestido, ahora realmente todo le sobraba.
De nuevo una sonrisa cálida complacida, había conseguido provocarlo.
-Mmm... Que dulce suena la ira en tus labios. ¿por qué no debía de morderte? Realmente me ha sabido a poco, caro mio. -Su voz sonaba melosa, y sus ojos brillaron excitados. -Y creo que a ti te sabrá a poco, aquello que acabas de ingerir, dudo que hayas probado antes la sangre de un anciano, así que... No sabes la parte de los delirios, aunque de ellos no careces. Tiempo al tiempo.
Era cierto, ella había dado alguna que otra vez su sangre a otro inmortal, y había visto unas curiosas reacciones, cuando ésta invadía totalmente el organismo del inmortal. Y era las extrañas visiones y el reflejo de algunos de sus recuerdos, indescifrables, los gritos de sus víctimas, sus recuerdos mortales, incluso aquellos que ella no recordaba. Ella había probado dar de beber a otro inmortales, por el hecho de encontrar recuerdos perdidos, pero cuando en un pasado bien lejano, alguien los uso en su contra, dejo ésta practica atrás.
-Y de nuevo puedo afirmarte, erras en mí cuando pensaste que yo, no puedo comprenderte... Ciertamente puedo comprenderte más de lo que crees, y no por lo que me indican tus pensamientos. -Su voz sonó firme, seria, y sus palabras guardaban un cierto misterio.
Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Ni siquiera aquellas palabras lograron intimidarlo, ni siquiera mostró un ápice de temor en nuestro rostro. Solo sonrió, de medio lado, mientras las gotas de sangre recorrían lentas las comisuras de nuestros labios.
Recogidas por la lengua, fueron saboreadas con aquella maldad solo propia en aquella parte de mí que ahora tomaba el control por encima de mi voluntad. ¿Lo hacía para protegernos? ¿O quería instalarse como la personalidad predominante? No iba a poder, no podía permitírselo... pero en una cosa estábamos de acuerdo ambos: debíamos salir de allí con vida. Y eso estaba logrando.
-¿Delirios?.- repitió, para luego echarse a reír con innata crueldad. -No le temo a nada... y menos a esos delirios, no son peores que los que ya sufrimos.- añadió con una sonrisa, llevando la mano a la camisa para intentar cubrir el tatuaje de la muñeca izquierda con ésta. ¿Le temía? ¿Temía encontrarse con aquel nombre? No iba a responder a ninguna de mis preguntas, lo sabía. -¿Qué crees conocer de mí? ¿En qué dices que estoy errando? De ti solo me importa una cosa, y es que nos has atacado. Y eso créeme... lo pagarás muy caro.- musitó ampliando aquella fría sonrisa en sus labios, mostrando los colmillos de forma casi amenazante. ¿Qué tenía planeado? ¿Una batalla?
Se llevó la mano al cuello para limpiar unas gotas de sangre que caían de la herida que aquella vampiresa nos había producido, y llevándose los dedos manchados de ésta a la boca, los lamió sin dejar de mirar a aquella mujer.
-No vas a probar ni una sola gota más... sin embargo, no puedo prometer que yo no haga lo mismo.- rió descaradamente, sin dejar de mirarla con odio invadiendo todo nuestro cuerpo.
Caminó hasta ella ocultando las manos en los bolsillos, acercándose como si fuera un depredador a punto de cazar a su presa. Cuando estuvo a escasos pasos de ella, dio un par de vueltas a su alrededor, para quedar finalmente a espaldas de ella, acercando el rostro hasta la herida de colmillos que segundos atrás él mismo había causado.
-Huele demasiado bien.- susurró a su oído, acercándose más a su cuello y lamer la herida robando unas cuantas gotas más de sangre.
Recogidas por la lengua, fueron saboreadas con aquella maldad solo propia en aquella parte de mí que ahora tomaba el control por encima de mi voluntad. ¿Lo hacía para protegernos? ¿O quería instalarse como la personalidad predominante? No iba a poder, no podía permitírselo... pero en una cosa estábamos de acuerdo ambos: debíamos salir de allí con vida. Y eso estaba logrando.
-¿Delirios?.- repitió, para luego echarse a reír con innata crueldad. -No le temo a nada... y menos a esos delirios, no son peores que los que ya sufrimos.- añadió con una sonrisa, llevando la mano a la camisa para intentar cubrir el tatuaje de la muñeca izquierda con ésta. ¿Le temía? ¿Temía encontrarse con aquel nombre? No iba a responder a ninguna de mis preguntas, lo sabía. -¿Qué crees conocer de mí? ¿En qué dices que estoy errando? De ti solo me importa una cosa, y es que nos has atacado. Y eso créeme... lo pagarás muy caro.- musitó ampliando aquella fría sonrisa en sus labios, mostrando los colmillos de forma casi amenazante. ¿Qué tenía planeado? ¿Una batalla?
Se llevó la mano al cuello para limpiar unas gotas de sangre que caían de la herida que aquella vampiresa nos había producido, y llevándose los dedos manchados de ésta a la boca, los lamió sin dejar de mirar a aquella mujer.
-No vas a probar ni una sola gota más... sin embargo, no puedo prometer que yo no haga lo mismo.- rió descaradamente, sin dejar de mirarla con odio invadiendo todo nuestro cuerpo.
Caminó hasta ella ocultando las manos en los bolsillos, acercándose como si fuera un depredador a punto de cazar a su presa. Cuando estuvo a escasos pasos de ella, dio un par de vueltas a su alrededor, para quedar finalmente a espaldas de ella, acercando el rostro hasta la herida de colmillos que segundos atrás él mismo había causado.
-Huele demasiado bien.- susurró a su oído, acercándose más a su cuello y lamer la herida robando unas cuantas gotas más de sangre.
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Observadora siempre, escuchaba sus respuestas, con detalle captaba sus gestos, mientras él saboreaba su sangre, aun en sus labios, su antigua sangre. Uno en particular, aquel gesto con respecto a su muñeca, hizo que Lakme reafirmase aquello que por su cabeza se movía como pensamiento... “Vestigios de humanidad...”
-¿Os he atacado? -Si ahora le hablaba en “plural”. -Si os hubiese atacado, no hubiese quedado apenas gota de sangre en tu cuerpo. Solo he querido provocar vuestra sed, porque estabais y estáis hambrientos, te aseguro que seguiréis hambriento, insaciable... , no podréis olvidarla por lo que...
Su frase quedo cortada por sí misma, la dejo al aire en cuanto él había comenzado a caminar a su alrededor de aquel modo merodeador. Al principio aquellos ojos verdes le siguieron en los primeros pasos, pero luego ella dirigió su rostro y ojos al suelo de un modo sumiso, el zumbido de nuevo había comenzado, pero no en la mente de ella, sino en la de él, la sangre de ella ahora latían en su cuerpo incluso podía notarla en la propia voz del vampiro, otra vez aquel enigmático efecto. Aun ella no se explicaba por qué a veces ocurría aquello...
En la piel el aliento carente de vida podía ser sentido, muy cerca del cuello, él lamió su herida, ella inclino su largo cuello de un modo provocativo, mientras la herida se cerraba automáticamente. No fue un gesto violento, ni veloz, ella simplemente dando unos leves pasos se aparto de su lado sin mirarle.
-No puedo mirar... -De repente dijo sin tener sentido alguno aquello, su voz fue débil, y era por aquel zumbido que en la mente de él resonaba, y de nuevo pudo vislumbrar en la mente de él aquel efecto del delirio que su sangre creaba en los demás, visiones pasadas, visiones sin sentido que él podía padecer y experimentar, como si estuviese en la carne de ella en aquel pasado, si era pasado, presento o un futuro... ¿quién sabía?
Ella había dicho que “no podía mirar”, pero lo estaba haciendo, contemplar aquello desde un ventana, asomándose a la mente de él, viendo aquellos retazos suyos, pero otros que no lo eran, porque... No le pertenecían sino al de él...
Al principio eran efímeras y veloces imágenes salpicadas y sin cobrar ningún sentido, pero luego algunas se quedaban en el aire... Si el miraba sus propias manos no vería las suyas, sino las de otros... que habían estado en la sangre de ella, o incluso, el estar en la propia piel.
La oscuridad de volvía difusa, y los gritos agonizantes de una mujer. de ojos pardos.. Como flash pudo sentir los labios de ella sobre su piel con cálidas palabras susurrantes en un idioma inteligible, como si fuese otro momento confuso, para luego volver a la escena ... que gritaba en otro idioma, mientras ardía entre los troncos de aquellos gélidos y espesos bosques... Acto suicida era moverse entre el fuego, con aquel sentimiento de desesperación, cuando era sabido que el fuego los hería de un modo torturador, que hacía que la propia piel casi se derritiese y deshiciese entre aquellas lenguas de flama...
La luz le cegaba para volver de nuevo a la oscuridad de la noche, estaba en aquella calle, pero no estaba al mismo tiempo, el delirio hacía perder la noción del tiempo y la percepción de realidad misma...
El sonido de las lágrimas de las fuentes caer en la nocturna, calles lejanas y empedradas, algún que otro felino caminante, abundante en aquella ciudad... Y obras sin finalizar que ya eran duro mármol... Y aquellos ojos verdes y asustados... Rápidos pasos apresurados...
La realidad volvía una y otra vez, recordando que aquellas ilusiones creadas por ingerir la sangre de la vampiro, eran solo un fruto artificial de lo que habían sido épocas pasadas... Reconocer lo vivido y mirar con curiosidad la novedad. Los sentidos se engañaban hasta que la realidad regreso del todo, y el efecto de los delirios. Lakme no había podido evitar asomarse a ellos, a través de la mente del que los portaba. De nuevo se volvía a preguntar aquello que se había preguntado en siglos y siempre se repetía cuando sucedía aquello, y era, por qué su sangre tenía esa capacidad después de vivir los primeros siglos, y si su sangre era la única capaz de hacer aquello.
-Realmente, no conozco nada de ti, pero sé que en tu interior existe un caos, una contrariedad con aquellas ciertas reminiscencias de mortalidad, que parece temer, al fin y al cabo. -Comenzó a decir, mientras paseaba frente a él, jugueteando con su propio pelo de un modo coqueto y distraído. -¡Qué cruda es la realidad... Al fin y al cabo!
Cuando se detuvo a frente a él, volvió sus ojos verdes los de él, su mandíbula se apretó y un leve hilo de rubí comenzó a deslizarse por entre sus labios, todo fue demasiado rápido, ella se movía veloz y ágil, sus pies parecían ni tocar el suelo y por ello ningún sonido se producía. Ella le empujo contra una de las paredes de aquella calle, con su antebrazo apoyado en su pecho y sujetándole con aquella extraordinaria fuerza.
Los ojos felinos y verdes se volvieron peligrosos, y un leve lamentón en sus labios, dejando un rastro de su propia sangre.
-Huele bien, pero sabe aun... mejor... ¿no crees? Ésto me sabe a poco...
>.<
-¿Os he atacado? -Si ahora le hablaba en “plural”. -Si os hubiese atacado, no hubiese quedado apenas gota de sangre en tu cuerpo. Solo he querido provocar vuestra sed, porque estabais y estáis hambrientos, te aseguro que seguiréis hambriento, insaciable... , no podréis olvidarla por lo que...
Su frase quedo cortada por sí misma, la dejo al aire en cuanto él había comenzado a caminar a su alrededor de aquel modo merodeador. Al principio aquellos ojos verdes le siguieron en los primeros pasos, pero luego ella dirigió su rostro y ojos al suelo de un modo sumiso, el zumbido de nuevo había comenzado, pero no en la mente de ella, sino en la de él, la sangre de ella ahora latían en su cuerpo incluso podía notarla en la propia voz del vampiro, otra vez aquel enigmático efecto. Aun ella no se explicaba por qué a veces ocurría aquello...
En la piel el aliento carente de vida podía ser sentido, muy cerca del cuello, él lamió su herida, ella inclino su largo cuello de un modo provocativo, mientras la herida se cerraba automáticamente. No fue un gesto violento, ni veloz, ella simplemente dando unos leves pasos se aparto de su lado sin mirarle.
-No puedo mirar... -De repente dijo sin tener sentido alguno aquello, su voz fue débil, y era por aquel zumbido que en la mente de él resonaba, y de nuevo pudo vislumbrar en la mente de él aquel efecto del delirio que su sangre creaba en los demás, visiones pasadas, visiones sin sentido que él podía padecer y experimentar, como si estuviese en la carne de ella en aquel pasado, si era pasado, presento o un futuro... ¿quién sabía?
Ella había dicho que “no podía mirar”, pero lo estaba haciendo, contemplar aquello desde un ventana, asomándose a la mente de él, viendo aquellos retazos suyos, pero otros que no lo eran, porque... No le pertenecían sino al de él...
Al principio eran efímeras y veloces imágenes salpicadas y sin cobrar ningún sentido, pero luego algunas se quedaban en el aire... Si el miraba sus propias manos no vería las suyas, sino las de otros... que habían estado en la sangre de ella, o incluso, el estar en la propia piel.
La oscuridad de volvía difusa, y los gritos agonizantes de una mujer. de ojos pardos.. Como flash pudo sentir los labios de ella sobre su piel con cálidas palabras susurrantes en un idioma inteligible, como si fuese otro momento confuso, para luego volver a la escena ... que gritaba en otro idioma, mientras ardía entre los troncos de aquellos gélidos y espesos bosques... Acto suicida era moverse entre el fuego, con aquel sentimiento de desesperación, cuando era sabido que el fuego los hería de un modo torturador, que hacía que la propia piel casi se derritiese y deshiciese entre aquellas lenguas de flama...
La luz le cegaba para volver de nuevo a la oscuridad de la noche, estaba en aquella calle, pero no estaba al mismo tiempo, el delirio hacía perder la noción del tiempo y la percepción de realidad misma...
El sonido de las lágrimas de las fuentes caer en la nocturna, calles lejanas y empedradas, algún que otro felino caminante, abundante en aquella ciudad... Y obras sin finalizar que ya eran duro mármol... Y aquellos ojos verdes y asustados... Rápidos pasos apresurados...
La realidad volvía una y otra vez, recordando que aquellas ilusiones creadas por ingerir la sangre de la vampiro, eran solo un fruto artificial de lo que habían sido épocas pasadas... Reconocer lo vivido y mirar con curiosidad la novedad. Los sentidos se engañaban hasta que la realidad regreso del todo, y el efecto de los delirios. Lakme no había podido evitar asomarse a ellos, a través de la mente del que los portaba. De nuevo se volvía a preguntar aquello que se había preguntado en siglos y siempre se repetía cuando sucedía aquello, y era, por qué su sangre tenía esa capacidad después de vivir los primeros siglos, y si su sangre era la única capaz de hacer aquello.
-Realmente, no conozco nada de ti, pero sé que en tu interior existe un caos, una contrariedad con aquellas ciertas reminiscencias de mortalidad, que parece temer, al fin y al cabo. -Comenzó a decir, mientras paseaba frente a él, jugueteando con su propio pelo de un modo coqueto y distraído. -¡Qué cruda es la realidad... Al fin y al cabo!
Cuando se detuvo a frente a él, volvió sus ojos verdes los de él, su mandíbula se apretó y un leve hilo de rubí comenzó a deslizarse por entre sus labios, todo fue demasiado rápido, ella se movía veloz y ágil, sus pies parecían ni tocar el suelo y por ello ningún sonido se producía. Ella le empujo contra una de las paredes de aquella calle, con su antebrazo apoyado en su pecho y sujetándole con aquella extraordinaria fuerza.
Los ojos felinos y verdes se volvieron peligrosos, y un leve lamentón en sus labios, dejando un rastro de su propia sangre.
-Huele bien, pero sabe aun... mejor... ¿no crees? Ésto me sabe a poco...
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Lakme- Vampiro Clase Alta
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Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Ni siquiera prestó atención a todas aquellas palabras que salían de la boca de aquella mujer, despreciándolas con arrogancia, creyéndose superior. Egoísta, tanto como yo, tal vez, por creer que cualquier dolor sería una piltrafa comparado al nuestro. Sonreía cruel, sabiéndose capaz de lo que yo no era: desafiar a cualquiera, tratándolo como si fuera una miserable hormiga.
No se inmutó cuando la mujer se alejó de nuestro cuerpo, dejando escapar una frase carente de sentido que quedó colgada en el aire como una estalagmita en el interior de una cueva.
Y de pronto aquella falsa fortaleza se vio penetrada por unas imágenes inconexas, como pequeñas pinceladas de un cuadro incomplejo. Él solo ladeó la cabeza tenso, girando levemente el cuello mientras estiraba los labios molesto. Podía estar molestándolo, posiblemente, pero no tanto como lo hacía conmigo. Aquellas imágenes eran como punzadas dolorosas en una herida abierto en mi pecho el mismo día de la transformación. No sabía de qué, ni de quién o de cuando eran, pero resultaban tan molestas como las visiones incompletas que había tenido antes de que Soren abriera aquella puerta en mi cabeza.
-¿Eran estos los efectos secundarios de tu sangre?.- musitó alzando la mirada con arrogancia, con aquella sonrisa en sus labios. -Patético.- continuó, mostrando los colmillos en un gesto hostil.
Nada de lo que dijo pareció importarle, ni siquiera le inmutó, ignoró cada palabra como ignoraba cada uno de mis gritos de desesperación por aquella maldita visión que se desvanecía muy lentamente.
Sus pasos la llevaron a escasos centímetros de nosotros, y cuando su cuerpo acorraló el nuestro con una de las paredes cercanas, mi mente pareció reaccionar, despertando de la nube de egocentrismo en la que se perdía.
Aquellos verdes ojos clavados en los nuestros le tensaban, como si se enfrentara a su mayor miedo: Flavio. Apartó la mirada rápidamente, bajando hasta los labios de la vampiresa, de la cual caía un leve hilo de sangre que pareció robar toda la atención.
Y entonces su lengua lamió nuestros labios, manchándolos de sangre en ellos como una provocación.
Comenzó entonces la risa, y nuestra mano izquierda bajó a su cadera, para apretarla un momento contra nuestro cuerpo, logrando que el frío aliento de ambos comenzara a unirse para ser solo uno. Sonrió. Sonrió de forma tan macabra que al verme reflejado en los ojos de la vampiresa, yo mismo sentí respeto...
Los colmillos se clavaron en la piel que rodeaba la parte superior de su boca, y cuando la sangre llegó a nuestra boca, la escupió como si aquello que osaba entrar en nuestra boca no fuera más que un mal vino o simple e insípida agua.
Se lamió entonces los labios, sonriendo de nuevo, con ligeros rastros de la sangre que habíamos tenido en la boca.
-¿Contrariedad en mí? Solo existe uno.- rió ignorándome por completo, extendiendo los brazos en señal de victoria. -Y solo importa una cosa....- comenzó, susurrando entonces en su oído. -La sangre.- finalizó, empujando el cuerpo de la mujer separándolo del nuestro con incomodidad.
-¡Mentira! ¿Por qué te niegas entonces a ver el tatuaje? ¿Te da miedo enfrentarte a su recuerdo? ¿Te da miedo saber que tú también le necesitas? ¿Qué es más poderoso que tú.- logré decir al fin, en uno de sus momentos de aparente calma.
-Cállate.- pronunció, repitiendo con asco mis propias palabras.
No se inmutó cuando la mujer se alejó de nuestro cuerpo, dejando escapar una frase carente de sentido que quedó colgada en el aire como una estalagmita en el interior de una cueva.
Y de pronto aquella falsa fortaleza se vio penetrada por unas imágenes inconexas, como pequeñas pinceladas de un cuadro incomplejo. Él solo ladeó la cabeza tenso, girando levemente el cuello mientras estiraba los labios molesto. Podía estar molestándolo, posiblemente, pero no tanto como lo hacía conmigo. Aquellas imágenes eran como punzadas dolorosas en una herida abierto en mi pecho el mismo día de la transformación. No sabía de qué, ni de quién o de cuando eran, pero resultaban tan molestas como las visiones incompletas que había tenido antes de que Soren abriera aquella puerta en mi cabeza.
-¿Eran estos los efectos secundarios de tu sangre?.- musitó alzando la mirada con arrogancia, con aquella sonrisa en sus labios. -Patético.- continuó, mostrando los colmillos en un gesto hostil.
Nada de lo que dijo pareció importarle, ni siquiera le inmutó, ignoró cada palabra como ignoraba cada uno de mis gritos de desesperación por aquella maldita visión que se desvanecía muy lentamente.
Sus pasos la llevaron a escasos centímetros de nosotros, y cuando su cuerpo acorraló el nuestro con una de las paredes cercanas, mi mente pareció reaccionar, despertando de la nube de egocentrismo en la que se perdía.
Aquellos verdes ojos clavados en los nuestros le tensaban, como si se enfrentara a su mayor miedo: Flavio. Apartó la mirada rápidamente, bajando hasta los labios de la vampiresa, de la cual caía un leve hilo de sangre que pareció robar toda la atención.
Y entonces su lengua lamió nuestros labios, manchándolos de sangre en ellos como una provocación.
Comenzó entonces la risa, y nuestra mano izquierda bajó a su cadera, para apretarla un momento contra nuestro cuerpo, logrando que el frío aliento de ambos comenzara a unirse para ser solo uno. Sonrió. Sonrió de forma tan macabra que al verme reflejado en los ojos de la vampiresa, yo mismo sentí respeto...
Los colmillos se clavaron en la piel que rodeaba la parte superior de su boca, y cuando la sangre llegó a nuestra boca, la escupió como si aquello que osaba entrar en nuestra boca no fuera más que un mal vino o simple e insípida agua.
Se lamió entonces los labios, sonriendo de nuevo, con ligeros rastros de la sangre que habíamos tenido en la boca.
-¿Contrariedad en mí? Solo existe uno.- rió ignorándome por completo, extendiendo los brazos en señal de victoria. -Y solo importa una cosa....- comenzó, susurrando entonces en su oído. -La sangre.- finalizó, empujando el cuerpo de la mujer separándolo del nuestro con incomodidad.
-¡Mentira! ¿Por qué te niegas entonces a ver el tatuaje? ¿Te da miedo enfrentarte a su recuerdo? ¿Te da miedo saber que tú también le necesitas? ¿Qué es más poderoso que tú.- logré decir al fin, en uno de sus momentos de aparente calma.
-Cállate.- pronunció, repitiendo con asco mis propias palabras.
Invitado- Invitado
Re: La puerta de atrás, calles ocultas [Eric] ACTIVO
Lakme pudo notar en sus gestos la molestia ante aquellas efímeras visiones, las cuales a continuación rechazo, y desprecio con su palabrería. Ante ello, tan solo ella había respondido con una simple sonrisa en los labios, una sonrisa enigmática, maliciosa, como queriendo decir, que” dejaba en duda que fueran esos, los únicos efectos”. La verdad es que ella jugaba con la ventaja de que él ignoraba todo lo que suponía beber su sangre, ella no iba a revelar nada, más le valía.
Su sonrisa se borro tras su discurso, aparentemente ignorado, tras su gesto, sus ojos verdes continuaron con aquel brillo enigmático que delataba, cierto peligro. Notar que él, tomaba su cadera para apretarla contra él, y sus ojos de nuevo eran huidizos de los suyos, hizo que interiormente sonriese. Su rostro continuaba siendo una efigie pétrea, carente del sentir, incluso cuando el rió, y luego otra vez esa punzada dolorosamente placentera, pero esta vez en sus labios. Ni parpadeo ni se se quejo ante el gesto, solamente sus ojos se movieron como respuesta de aquello.
Ahora sus labios de nuevo eran, férrea escarlata, deslizante como ríos de rubíes por sus labios y tiñendo levemente el blanco, de aquel corsé interno que aun quedaba cubriendo su piel. Un susurro ligero en el aire, su herida volvía cerrarse mientras que con su propia lengua limpiaba sus labios. Y luego otro gesto de desprecio, el cual quedo suavizado, en cuanto aquel empujón iba a ser realizado y ella dio un paso hacia atrás suave previniendo.
-Ya... veo... -Soltó como si nada con un tono irónico, respondiendo ante aquello de la “contrariedad”, rompiendo su largo silencio, su pasividad, sin que sus pestañas negras parpadeasen y observando de nuevo la pequeña lucha que en su interior se libraba.
Sus manos se entrelazaron, ahora ya pálidas a falta de la sangre, cayendo sobre su regazo. De nuevo silencio, en cuanto él mismo mando a callar al otro. Ella ladeó el rostro de un lado a otro, moviendo su cuello suave y con elegancia, como si fuese un felino curioso que solo observa superficialmente.
Su rostro quedo gacho, sus ojos bajaron, y una sonrisa demasiado maquiavélica curvo sus labios, de repente comenzó a reír, con esa risa melódica y limpia. Una risa verdadera, sincera, la primera divertida desde que despertó de su pequeño letargo.
-La sangre, ya... veo. -Afirmando su primera frase, y sin parar de reír. Luego se sereno, volviendo a su actitud de piedra, mientras alzaba sus ojos verdes. -Un siglo, ¿dos? Ojala conociese, hoy en día, a alguien... vivo, por así llamarlo, serías motivo de... estarías en nuestras conversaciones... -Se corto a sí misma, por algun motivo. -Si no puedes ni mirarme a los ojos, porque ello te hiere...
Un paso hacia él precavido.
-...No puedes oír su nombre...
Otro paso, lento.
-¿Solo es sangre? -Ella sabía a quien le hablaba, y esperaba que él también. -Según esa reminiscencia que posees en tu interior, creo que no...
Su sonrisa se borro tras su discurso, aparentemente ignorado, tras su gesto, sus ojos verdes continuaron con aquel brillo enigmático que delataba, cierto peligro. Notar que él, tomaba su cadera para apretarla contra él, y sus ojos de nuevo eran huidizos de los suyos, hizo que interiormente sonriese. Su rostro continuaba siendo una efigie pétrea, carente del sentir, incluso cuando el rió, y luego otra vez esa punzada dolorosamente placentera, pero esta vez en sus labios. Ni parpadeo ni se se quejo ante el gesto, solamente sus ojos se movieron como respuesta de aquello.
Ahora sus labios de nuevo eran, férrea escarlata, deslizante como ríos de rubíes por sus labios y tiñendo levemente el blanco, de aquel corsé interno que aun quedaba cubriendo su piel. Un susurro ligero en el aire, su herida volvía cerrarse mientras que con su propia lengua limpiaba sus labios. Y luego otro gesto de desprecio, el cual quedo suavizado, en cuanto aquel empujón iba a ser realizado y ella dio un paso hacia atrás suave previniendo.
-Ya... veo... -Soltó como si nada con un tono irónico, respondiendo ante aquello de la “contrariedad”, rompiendo su largo silencio, su pasividad, sin que sus pestañas negras parpadeasen y observando de nuevo la pequeña lucha que en su interior se libraba.
Sus manos se entrelazaron, ahora ya pálidas a falta de la sangre, cayendo sobre su regazo. De nuevo silencio, en cuanto él mismo mando a callar al otro. Ella ladeó el rostro de un lado a otro, moviendo su cuello suave y con elegancia, como si fuese un felino curioso que solo observa superficialmente.
Su rostro quedo gacho, sus ojos bajaron, y una sonrisa demasiado maquiavélica curvo sus labios, de repente comenzó a reír, con esa risa melódica y limpia. Una risa verdadera, sincera, la primera divertida desde que despertó de su pequeño letargo.
-La sangre, ya... veo. -Afirmando su primera frase, y sin parar de reír. Luego se sereno, volviendo a su actitud de piedra, mientras alzaba sus ojos verdes. -Un siglo, ¿dos? Ojala conociese, hoy en día, a alguien... vivo, por así llamarlo, serías motivo de... estarías en nuestras conversaciones... -Se corto a sí misma, por algun motivo. -Si no puedes ni mirarme a los ojos, porque ello te hiere...
Un paso hacia él precavido.
-...No puedes oír su nombre...
Otro paso, lento.
-¿Solo es sangre? -Ella sabía a quien le hablaba, y esperaba que él también. -Según esa reminiscencia que posees en tu interior, creo que no...
Lakme- Vampiro Clase Alta
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