Un paseo extraño (Vincent)

Cabalgaba con la sensación de que era en esos instantes cuando se sentía realmente libre. Gracias al viento que profanaba su cuerpo mientras avanzaba, podía recordar cosas de su infancia, aunque fuesen solamente restos de algo no seguro...

Los cascos del caballo arremetían con una fuerza impresionante, hasta el punto de marcar sus huellas de una forma bien visible. Ese galope era incluso melodioso si se mezclaba con el ulular de algunos bhúos presentes pero escondidos entre las oscuras hojas de los árboles. Mientras su caballo avanzaba, Raxa contemplaba el lúgubre paisaje y observaba las formas que se creaban con las sombras y la luz de la luna.

De repente, se escuchó a lo lejos lo que solamente podía identificarse como un grito que se había fugado del mismísimo infierno. Raxa detuvo el animal y éste comenzó a ponerse nervioso, debido a que tras el grito, comenzaron a escucharse uns pasos que se dirigían hacia donde estaban ellos.
Raxa no tenía miedo, pero al parecer era mejor ocultarse y esperar a que el visitante llegara, quizá persiguiendo algo, quizá huyendo de algo, así que se escondió tras unos arbustos altos.

Pasaron apenas unos minutos, cuando, jadeante, una figura apreció. Miró a su alrededor como buscando aquello que iba a venir tars ella, pero no vino nadie.
Raxa no podía ver bien qué o quién era, pues la luz lunar no iluminaba justamente ese tramo del camino...

La figura cayó de rodillas al suelo, se cubrió la cara con las manos, y no hizo nada más. Raxa desmontó sigilosamente y continuó observando, pero esta vez fue acercándose cautelosamente, por si acaso...

La noche estaba oscura, bastante cerrada con nubes tremulas que apartaban la ilusión de luz que proporcionaban nitidas algunas estrellas en aquel lugar, los animales corrían despavoridos al notar mi presencia, dejando tras ellos flagrantes sonidos de ramas resquebrajadas. A mi espalda iban arrastrados cual basura, dos vandalos, criminales que habían cometido varios errores pero que por uno de ellos se habían condenado. La noche anterior me reuní con él, pocas palabras bastarón para acaptar el trato, en realidad el dinero había sido un buen incentivo y la idea de cargarme a un par de mal nacidos como ellos no me desagraría mucho.

Una hora y aún no había logrado llegar, no recordaba que fuera un camino tan largo, pensé. Pero tras un par de minutos me encontraba allí, la vieja cabaña dondé me había escondido hacía tanto tiempo, aquel lugar destrozado, viejo y ecuánime era mi hogar. Se parece a mi, reí mientras colocaba a ambos sobre un par de mesas que había llevado especificamente para la labor. desperte a uno de ellos, sus gritos liberarón aquella esencia tan especial, el miedo . Sus manos y pies fuertemente atados impedían aquel impetuoso movimiente casi epiléptico, que producia cortes y moretones en sus extremidades. Su voz aumentada callada sólo por momentos de intenso dolor hacían que su compañero, aún inconsciente abriera sus ojos. Pasarón 5 minutos antes de que me aburriera y procedí lentamente con mi daga a cortarlo por la mitad, desde su esternon hasta sus piernas, tripas y asngre salian despedidas , un olor ediendo se filtraba con el efluvio de su sangre y de carmesí manchaba el piso de madera.

Sus gritos lograban erizar mi piel, su voz en tan aguda y desesperada armonía convertían aquel instante en un obra maestra de la tortura, aquel único momento se desvaneció como una ola en la arena y no quedo más que su esencia enarbolada despegaba de su cuerpo para jamás volver...

Su compañero ávido de vida corrio a la penumbra, su razón cegaba a su instinto y por ello con sabiduría tan nula llego a cansarse cerca de la cabaña, su frustrado rostro desvanecía mientras caía al suelo callando su temor, sus manos tiritaban sobre la tierra y sólo lagrimas describían su emoción. Pero habían más almas allí, tal vez un desventurado viajero, o quizas alguien que se encontraba en el lugar incorrecto. No me importa, gruñi mientras que con un corte de mi espada su cabeza caía al suelo en un mezcla de sudor, lagrimas y sangre. Me dí media vuelta y procuré seguir mi camino, pero la presencia de lo que por su olor era una dama se acerca, me detuve y la flanquee, no iba a permitir que nadie se internase en mis planes....

Raxa se detuvo cuando vio llegar la otra figura. No había oído nada, pero su aguda visión le permitió identificar una segunda sombra fundiéndose con la noche. Identificó su olor inmediatamente: otro vampiro.

La figura del suelo olía a sangre y viva, sería un humano. En seguida se imaginó por qué corría, pues el vampiro iba rápido, y él tenía cierto olor a sangre, como si estuviera fuera de su cuerpo.
Escuchó el sonido de una espada al ser desenvainada, y no dudó en que iba a matarlo. Instantes después, la cabeza del humano estaba rodando por el suelo, su cuerpo cayendo a tierra, y su sangre saliendo de su cuerpo bañando toda la superficie terrosa.

Raxa sintió el aroma de la sangre penetrar por su nariz, y supuso que aquel humano había estado corriendo: olía ácida, como si estuviera su portador nervioso, sometido a presión.

Pudo ver a la figura asesina un instante, y sí, la escuchó darse la vuelta.
Aquello extrañó a Raxa. ¿Qué vampiro mataba con una espada, y además no bebía la sangre de su víctima?
Eso le llevó a pensar que posiblemente era un asesinato a sangre fría, y que no iba a ser algo casual.

Era un hombre. Sus movimientos y su olor lo delataban. Quizá nadie más podía verlos y oírlos, pero al fin y al cabo, Raxa era vampiresa, y claro que podía ver y oler a los de su propia especie.
Siguió a la figura y, como pudo, se colocó frente a ella. Se quedó quieta, a la espera de una reacción.

Sin embargo, durante unos instantes, no se oyó nada más que el viento acariciar las hojas de los árboles, y el sencillo aunque hermoso silencio de la noche.

La noche callada esconde en su seno algo más que un frío viento, esconde dentro, dentro esconde la prisión de tus lamentos...

El frío de la noche penetraba en mi piel, apenas si lo sentía, pero recordaba aquella sensación cuando aún mi cuerpo cálido tiritaba y huía de él, en ese entonces no me gustaban las noches y mucho menos la luna que alumbraba poco las viejas calles de la ciudad. Me detuve. No era una simple humana, era una vampireza, no puede ser. Pensé y recordé aquella lucha incansable con la condesa. Mi mente se bloqueo mientras mi cuerpo yacía escondido entre la maleza del bosque. Durante unos minutos la observe, parecía algo abstraída tratando de encontrarme y ya estaba muy cerca, así que no tuve más remedio que confrontarla.

Trague saliva y salí. Mis pasos lentos pronto fueron tomando forma y mi apariencia iba siendo descubierta para la dama. Guarde la espada y trate de limpiarme la sangre, me frustro un poco el no poderlo hacer perfectamente pero aquel momento no era para reparar en detalles. Me detuve subitamente, la observe por última vez y camine divisando su dorso.

- Buenas noches Maidmoiselle, ¿acaso no cree que estas no son horas para que una dama como usted se encuentre en tan tenebroso bosque?

Mis palabras salierón un poco tenues y poco a poco tomarón fuerza, haciendose sentir un poco la ironía con las que las pronunciaba. Pero no podía dejarla ir, ni tampoco se me apetecía enfrentarme a ella, así que decidí suavizar mis palabras y casi adyacentes a las anteriores nuevas palabras, esta vez con un tono más agradable y cálido salierón de mi boca.

- Claro esta mi lady que puedo llevar a tan hermosa dama a su lugar de residencia, si me lo permite

Llegado aquel momento, mis piernas me habían llevado a unos escazos centimetros de la dama. Tome su mano y la bese, mostrando un gesto de caballerosidad, con el cual esperaba que por lo menos bajara un poco la guardía que suponía esta situación para conmigo.

Estaba inquieto. Se le hubiera notado a la legua. ¿Qué hacía limpiándose la sangre en plena noche s no había nadie? Oh, bueno… él también sabía que ella estaba ahí. Raxa no se echó a reír por pura cortesía… ¿La saludaba después de haber matado, como si nada? Apartó la mano rápidamente tras esa indecente pregunta. Parpadeó un par de veces, pues todavía no había parecido nada igual.

- Acaba de matar a un hombre porque sí - acusó señalando las pruebas. A Raxa le daba lo mismo, pero aquello la sacó de sus casillas. Ella había aprendido a controlar su sed para no matar, y otro imbécil, seguramente novato, y que en “vida” trabajase igual, acababa de hacer delante de ella con toda normalidad lo que ella había estado intentando apartar de su vida. Sí, claro que sí estaba enfadada, y dolida.

Bajó la mirada hacia la ropa manchada del asesino, tratando de averiguar la cantidad exacta que había desprendido el humano antes de morir. Era bastante, si a esa se le sumaba la de los troncos que había rozado andando y la que se había limpiado el criminal.

Raxa le sujetó el cuello, sin hacerle daño, pero a modo de advertencia - Lárguese. No quiero volver a verle por aquí - y para enfatizar hizo una mueca de asco - Por cierto… yo tengo ojos en todas partes - y lo soltó.

Se acercó al lado del humano y se agachó. Tenía un corta efectivo en el cuello, pero también en los pies, piernas y manos. Seguramente de correr y caerse mientras huía. La inmortal se levantó y se dio la vuelta hacia el novato y lo miró con odio, antes de volver a subirse a su caballo y acercarse de nuevo al cuerpo sin vida. Lo observó por última vez, y luego hizo ademán de ordenar al caballo que se diera la vuelta para irse…

La actitud de la dama me molesto, no recordaba cuanto hacía que no conocía a una dama tan terca y testaruda en mi vida, pero era mejor esperar a que se desahogara. Mientras tanto admiraba su cuerpo y su rostro sin ninguna culpabilidad, si ella iba a insultarme no estaba de más aprovechar el momento para disfrutar de la belleza feménina. Se ve muy bien enojado, pensé mientras sus palabras hacían eco en el bosque, pero que sin embargo por más vueltas que dieran no podrían entrar en mi cerebro.

Los ojos de la vampireza lo subestiman, su mirada se sobreponía a su habilidad. Debe ser más joven, me burle en secreto de la actitud de la dama. Mi mente aún estaba abstracta entre deseo y burla, cuando la encatadora dama irrumpió aquellos pensamientos y cometió el primer y fatal error. ¿ Me había atacado? ¿ Cómo se había atrevido ? pensaba mientras la ira me invadía poco a poco. Sin embargo al deje hacerlo, sus palabras eran algo cómicas para mi, y pasaba un momento agradable con ella, además sus manos suaves no eran para nada desagradables, por el contrario me gustaba el roze de ellas con mi cuello.

Aún no la entendía, era un simple violador y ladrón, ¿ acaso era siempre así de prejuiciosa ?, pensaba mientras observaba sus movimientos. Cuando se montó al caballo no tuve más opción que detenerla. Así que me moví agilmente asustando al caballo para que esté la hiciera caer, siempre daba resultado y esta no sería la excepción.

Cuando cayó me acerque inmovilizandola y la mire a los ojos.

- Es usted muy hermosa maidmoiselle, no me gusta para nada que este enojada conmigo.... - me acerque un poco más a ella presionandola un poco- Y la verdad no entiendo que de raro tiene que un vampiro sea mercenario, más cuando sus víctimas eran unos violadores , asesinos y ladrones...ó ¿ Es qué acaso no cree usted que ellos son una plaga para nuestro mundo ? - me levanté y me aleje un poco sonriendole-

Tal vez me atacaría, tal vez no... tal vez lo entendería o me daría la razon, no lo sabía bien pero de seguro sería bastante interesante saber cual sería su respuesta...

No podía creerlo. ¿Un simple mercenario se había atrevido a tratarla así, cuando ella había intentado decirle de todo, aunque educadamente? Bueno, sonaba un poco hipócrita dicho así. Mejor dijéramos que… ¿él había atacado a una pobre dama después de que ésta le recriminase su comportamiento? Sí, ese era más adecuado. Nunca antes alguien había intentado tirarla de su caballo. Lo que aquel pobre vampiro desconocía, era que Vaupaus la conocía demasiado bien como para hacerle daño. Prácticamente eran como hermanos. Vaupaus se asustó, sí, pero Raxa no cayó. Aquel hombre la sujetó, cierto, pero ella no bajó del animal.

Tras escucharlo, se irguió de nuevo sobre el caballo, con una clara ácida sonrisa en el rostro - Yo no sé quién era ese hombre - comenzó -, pero le aseguro que sí me hubiera gustado escuchar su versión, al menos para poder condenarlo con causa justa y no sólo meras suposiciones. ¿Se ha parado a pensar que alhomejor sencillamente lo acusaron porque era alguien que interfería en los planes de otro? - Era cierto. En aquellos tiempos, no tenía más que acusar a alguien de cualquier fechoría, e iban a por esa persona y la torturaban hasta hacerla confesar sí o sí - Pero claro, a usted solamente le interesa el dinero, ya sea limpio, sucio, falso o incluso robado - fue endureciendo su rostro y su tono hasta que prácticamente, ambos fueron una roca indestructible - Esta vez le permito escapar, simplemente porque no nos volveremos a ver. Pero no quiero volver a cruzarme con usted - sentenció. Vaupaus se alzó, relinchó, y ahora sí, emprendió el galope.

Cabalgó durante unos minutos hasta que llegó a un claro donde había un riachuelo, donde Raxa se apeó para que el animal bebiera. Entonces, volvió a su mente la imagen del mercenario. Un mercenario, qué ridículo… Era un vampiro, de acuerdo, pero… ¿tenía que ganarse la vida matando? La verdadera causa por la que Raxa se había enfurecido tanto, era porque había vuelto a su infancia en aquel momento. Volvió a recordar cómo mataron a sus padres delante de ella, y cómo a ella después se la llevaron lejos, muy lejos. ¿Y si resultaba que aquel hombre muerto era inocente y le habían tendido una trampa? Millones de pensamientos atacaron su mente, así que Raxa cerró los ojos y esperó a que Vaupaus terminara de beber. Entonces, montó de nuevo, y al paso se dirigió de nuevo hacia el bosque, pero esta vez en sentido contrario, buscando la tranquilidad de las cascadas…