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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Yendra Isley Lun Abr 16, 2018 7:28 am

Recuerdo del primer mensaje :

Ferreo era el sabor que recorría la boca de la cambiante, dolía al respirar, la vista se difuminaba como un cuadro recien pintado con pintura pastel y mojados por la lluvía, a veces se gana..a veces se pierde, y hoy había tocado perder, la herida de arañazos y mordiscos no se adivinaban bajo los ropajes, pero si los cercos de sangre, tras perder el combate Yendra había coneguido salir a pie del ring frente a otro cambiante con forma de león adulto, al llegar al vestuario se había transformado en humana y había cogido sus ropajes y se había marchado, con el ego casi tan herido como su cuerpo, volvería, eso estaba claro, volvería para retomar una feroz venganza contra su vencedor de esta noche, pero ahora estaba agotada, derrotada y mal herida.

Respiró costosamente mientra abandonaba en dirección a los callejones, no sabe si sería capaz de llegar al circo donde tumbarse, sentía más frio de lo normal y sus labios se tintaban de violaceos por el descenso de temperatura por la perdida de sangre, la cambiante había abandonado el lugar de peleas, avanzaba aturdidamente, con el paso lento, y arrastrando los pies mientras, continuaba el camino, apoyandose en la pared para mantener el equilibrio y la verticalidad, mientras mentalmente repasaba el combate.
El león era ligeramente más grande que ella, y ella en su forma tigre, había fallado el primer salto por ir demasiado euforica, las garras se habían clavado en el lomo del leon y los mordiscos habían dejado su pelaje teñido, pero se había girado bien y dejado un señor zarpazo en el costado de la tigresa, y otro en el pecho, que la había tirado a la rubia contra el suelo, seguido de un señor bocado cerca de la clavicula, la que le obligó a retirarse.

Gruñó dando un puñetazo a la pared de frustración, mientras miraba el callejon en el que se había metido, más el desangre, la empezaba a vencer. Cayó al suelo de manera brusca, se levantaba con lentitud, buscando las fuerzas para mantenerse en pie, se apoyó en la pared, quedando sentada, se la notaba mareada, odiaba sentirse tan indefena, sus fosas nasales captaban el aroma de un hombre, cerca, la hizo ponerse como pudo en alerta, pero sin fuerza para ponerse en pie nisiquiera. Simplemente miraba en la dirección que le alcanzaba el aroma, ciertamente inquietandose por sentirse tan indefensa, pero trataría de atacar si se vería en circunstancia, aunque en estar en esa condiciones le hacía dudar de poder.
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Mensaje por Yendra Isley Mar Mayo 01, 2018 11:31 am

La rubia gruñía y pataeaba teniendo al hombre sobre ella con las intenciones oscuras, mirada ladina ebrio de quien ejerce poder sobre quien no puede defenderse sin consecuencias, pero lo que no se esperó es que el enorme hombre saliera del baño, llegando al rescate de la cambiante quitandoselo de encima a golpes, ella se encogió y rodó por la cama para apartarse bufando notablemente, el hombre gritó alertando a los inquisidores aunque el enorme hombre se encargó de silenciarle para toda la eternidad, viendo como este se salpicaba de la sangre que salía a borbotones, llegando unas gotas también al rostro de la cambiante rubia, que miraba como el hombre terminaba su vida ahí en el suelo, más los pasos indicaban que los inquisidores habían oido la alerta, miró a la puerta con cara de sustó aunque el enorme hombre la agarró ocultandola detras de él, en un instinto protector, que a la rubia se le antojó muy estraño para ella, miraba desde la posición semi oculta que el grandullón la ofrecía, los inquisidores invadían la casa, él tenía el cuchillo, él era el buscado, y lo peor de todo él estaba debil, el cuchillo hizo un sonoro chirrineo al impactar contra él suelo.
Los inquisidores llovieron sobre ellos, a ella la sujetaron, pensando aun que era una humana normal, con la fuerza unica para las acrobacias, ella no podía mostrar su naturaleza.
Yendra gritaba a los inquisidores que golpeaban al enorme hombre.- ¡¡No lo golpeis!! ¡¡No le hagais daño!!.- Dijo en ahogados gritos intentando ir hacía él, hasta que un golpe llegó a su nuca noqueandola siendo más facil el que ambos fueran detenidos.


La cambiante recordaba las voces, el movimiento, el calor, y entonces despertó, el olor a incienso que caracterizaba a los inquisidores, mientras los grilletes eran puestos y empujados a la celda, sacudia confusa la cabeza, sus pesadilla se habían convertido hoy por hoy en ralidad, ahí estaba, en los calabozos de la santa sede, ahora era más importante que nunca no revelar la autentica naturaleza, solo había que rezar por una cosa, pasase lo que pasase no podía demostrar su naturaleza animal y sobre todo rezar por que no hubiera un condenado sobrenatural al cargo, sacudió la cabeza y se tocó la cabeza con una mano, estaba aturdida, y la cosa solo habñia empezado a empeorar, miró a su alrededor, ella no sabía cuanto tiempo había estado incosciente, pero rezaba por que el capataz del circo tuviera la suficiente influencia para que pagase por una de sus estrellas principales, pero hasta que eso ocurriese se iba a ver negra la cosa, se giraba intentando moverse para darse cuenta que su pie estaba encadenado con unos grilletes y una cadena a la pared, pero ahora eso no era lo que importaba.


Miró a su alrededor hasta localizar al enorme hombre, por suerte en la misma celda, ella se arrastro para acercarse al hombre, sin duda él se había llevado la peor parte, estaba más que golpeado, y no tenía una simple cadena atada al pie como ella, si no que las cadenas en él era más contundente, a la cambiante rubia no se habían molestado por no ser considerada una potencial amenaza, se acercó a él y lo zarandeo para que despertase. -Señor Grand....vamos despierte....señor Grand...-Decía en un susurro buscando que este abriera esos ojos de un color tán caracteristicos, mientras ella le daba unas suaves palmaditas para espabilarlo. -Despierta...estamos en lios, nos han capturado...por favor...despierta....-Susurraba mientras miraba hacía fuera de la celda, intentando captar el olor de alguna posible amenaza que sin duda tendría, ella se mostraba nerviosa mientras limpiaba los resquicios de sangre del labio y tocaba con delicadeza un rasgullo que tenía en el rostro. -Vamos...despierta por favor...-
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Mensaje por Loyd Granchester Miér Mayo 02, 2018 3:43 pm

Sumido en la oscuridad, es fácil su transportación, cadenas y grilletes son ahora sus compañeros inseparables. Cuando despierta, un olor nauseabundo a mugre y vómito es su recepción. Hay otro olor más, que reconoce con rapidez: sangre. Sacude la cabeza intentando recobrar el conocimiento, el control de su mente y de sus miembros. No puede andar demasiado, en cuanto intenta alargar mucho la mano, una cadena se lo impide sujetándole a distancia que ni siquiera pueda tocar su rostro. Alguien le llama, por un momento confunde la voz de Yendra con otra que le atrapa el corazón con espinas y alambres de púas - Grace. ¿Grace? - abre los ojos para que se desdibuje la figura de su esposa quedando sólo la de la cambiante. Parpadea alejando sus demonios. Se sienta más las cadenas vuelven a obligarlo a sólo mantener los brazos alejados del cuerpo.

Sus ojos se acostumbran a la tenue iluminación del lugar, sólo hay antorchas a su alrededor. Desubicado, el típico gesto Moncrieff aparece en él: arruga el espacio que separan sus cejas cuando éstas se intentan unir. Siente el sabor metálico en la boca, por instinto, voltea para escupir un coágulo quedándole un sabor acre en la lengua. - ¿En dónde estamos? - susurra por lo bajo mirando a la cambiante - ¿Por qué te trajeron a ti también? Así será más difícil escapar, si descubren tu condición, impedirán tu salida - repasa el músculo bucal por sus labios dejándolos rojizos. Aún sigue sangrando una parte de su boca, se mordió tras un puñetazo.

Comprueba su cuerpo, le duele el costado derecho por supuesto, le han pegado de nuevo y al observar el vendaje, nota que sigue sangrando. De ahí ese olor que captó en el pasado. Escucha pasos venir, niega con la cabeza - finge que sigues desmayada, mujer, finge y que no te vayan a ver, si puedes transformarte, escapa de aquí y ve por ayuda. Sabes dónde está Nona. Y si te detienen los vampiros, diles que estoy en la Inquisición, sabrán qué hacer - ordena para incorporarse lento. El peso de sus heridas le cobra factura. Por fin se pone en pie, justo cuando ve a un trío de inquisidores entrando. En cuanto lo ven, se acercan para abrir la celda - a éste, al salón de interrogaciones - ordena uno de ellos, que se queda afuera de la jaula. - ¿Qué hacemos con la otra, señor? - pregunta uno de los que le engancha un largo tubo del grillete que le han puesto a Loyd en el cuello - déjala, no interesa, quizá sea una bruja - se sonríen los tres sabiendo lo que significa.

Van a llevarla a una ordalía y como la falle -todos fracasan, por supuesto- será muerta. - Serán bastardos - blasfema Loyd antes de que le den un par de puñetazos en el cuerpo para callarlo. Se agacha presa del dolor lo suficiente para que entre ambos inquisidores le jalen del tubo para obligarlo a caminar. Avanza a trompicones, intentando no caerse. Si lo hace, sabe que le levantarán con caricias propias de un hereje, como piensan que es. Avanza hacia la puerta mirando un instante hacia atrás, rogando porque Yendra pueda transformarse y escapar. Hay una reja que ella puede atravesar por arriba de sus cabezas en la celda por donde se cuela la luz de la luna - ¡No se saldrán con la suya, bastardos! - grita llamando la atención a su persona. Los tres inquisidores no dudan en darle otra paliza antes de sacarlo de ahí a rastras.
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Mensaje por Yendra Isley Vie Mayo 04, 2018 8:52 am

La cambiante clavaba su clara mirada en el enorme hombre, que nuevamente parecía ser perseguido por sus propios demonios mientras ella le intentaba despertar zarandeandole para conseguirlo, más cuando despertó escuchó ese nombre una vez más, ¿Quién era Grace? no lo sabía pero sin duda le atormentaba, ¿una posible perdida? ¿una traición tal vez? no era momento ni lugar de preguntarle nada para saber más quizás no tendrían oportunidad de volver a preguntarle, pero su curiosidad felina ahora mismo no era la que principaba en esa situación, el hombre la miraba despierto al fin, la felina estaba preocupada, como no iba a estarlo, les había capturado la santa sede, esto no pintaba necesariamente bien, más sus palabras no fueron necesariamente las más gentiles, cuando añadío a sus cuestiones que sería más dificil escapar con ella.
Yendra no pudo evitar dejar escapar un bufido de resignación mientras gruñó de una manera sumamente leve antes de cruzarse de brazos. -Estamos en las mazmorras de uno de las sedes de los inquisidores como puedes ver, y me han cogido por varias razones, defenderte, curarte, ocultarte....creo que esas cosas a ellos les es motivo suficiente.- Replico la rubia ante la protesta masculina, ese hombre era cabezota y no agradecia nada parecia ser.


Pero ahora los orgullos y las indignaciones estaban totalmente de más, gruñe y niega con la cabeza mientras le observa resignada mientras niega con la cabeza, va a tener que hacerse la desmayada, de hecho se resigna y obedece la sugerencía del hombre cuando oye los pasos a acercarse, se aleja del enorme hombre y se recuesta donde estaba fingiendo seguir desmayada cuando esto entran en escena sin piedad para el hombre, se lo van a llevar a la sala de interrogaciones, la cambiante no se mueve a pesar de desearlo, de intentar pelear para que no sufra tan inmisericorde destino.


Les escucha hablar, la confunden con una posible bruja, la estrategia de ese enorme hombre parece salir bien, ella abre ligeramente los ojos cuando el hombre la mira antes de gritar para seguir atrayendo la atención, momento que iba a esperar fingiendo el demayo cuando derrepente y de forma involuntaria totalmente empalidece de golpe, al oler a licantropo y a incienso entrar en las mazmorras, los musculos de la cambiante se tensan de sobremanera, tragando saliva y el sudor frio se empieza a notar cuando oye los pesados pasos se dirigian hacia ellos, estaban en lios y lo sabía, lo estaba descubriendo,  y no de buena manera, apestaba a licántropo incluso pudo oir como los que vinieron a por el enorme hombre se frenaron a la presencia del licano.



Septimus:



Ya estaba todo listo, uno de sus hombres se había presentado ante él informandole que habian atrapado al fin a Grandchester, eso dibujó una lupina sonrisa en el hombre, que por fin tocaba divertirse un poco. Dejó su papel y los escritos que estaba haciendo y juntó las falanges mirando al hombre informante. -Bien...voy para las mazmorras, por fin un poco de diversión....ah Dios a veces agradece dejando jugar con los renglones torcidos.- Comentó con su profunda voz que hacía eco en esa habitación, se levantó y se colocó sus guantes, iba a manejar plata asi que no iba a dejar nada al descubierto salvo su cabeza, sus ojos azules intenso brillaron mientras se abría camino hacía las mazmorras, bajando con una agilidad notable, era un hombre alto, aunque quizá no tanto como la presa que habían adquirido, los colmillos rozaban su lengua mientras bajaba a las mazmorras alzando la mano para detener a los que tenían sujetos a Loyd. -Vaya vaya...parece que te han cazado sin necesidad de tener que ir yo a buscarte....no está mal hereje...- Sonrió acercando ligeramente su cara a la del hombre que tenía frente a él.


Movió ligeramente su nariz notando asi que estaba olfateando algo e indicó con la mano que le giraran mirando a la celda mientras se acercaba a la rubia mujer que estaba en el suelo, ladeó la cabeza mirandola y miró a Loyd. -¿Es tu amiga? es un poco bajita, casi parece de una niña de 12 años de no ser por las curvas...- Sonrie de medio lado mirando a Loyd mientras sus ojos brillan de un color naranja. - Un poco tensa para estar desmayada....tiene una cara muy mona...¿Verdad señor Grandchester?- Le agarrá bruscamente por el cuello, haciendo que la cambiante abre los ojos mientras la levanta separando sus pies del suelo y viendo como su rostro se enrojece por segundos por la privación de aire, la cambiante patalea intentando liberarse inutilmente, sonrie mirando al enorme hombre mientras aguanta los golpes de la cambiante que pelea buscando aire mientras hace sonidos intentando buscar aire, el licano cuando ve que la cambiante pierde fuerza mira a Loyd esperando que diga algo, justo antes de estrellar a la cambiante contra el sueño noqueandola por completo. -Que se quede ahí, despues juego con ella...lo primero es lo primero.- Sonrié ampliamente.


Se acercó a Loyd dandole un puñetazo en la boca del estomago y sonrié mirandole de manera malevola. -Tengo nuevos juguetes para sacar confesiones a herejes....bien muchachos, llevenlo a la sala de interrogatorios de la izquierda.- Ordena mientras les sigue, mientras le llevan y le mandan que le aten a la pared, mientras el inquisidor se para y observa los objetos de plata. -Veras ya que te gustan tanto los seres sobrenaturales usaré el mismo material para contigo...que pena que a ti no te queme, pero seguro que se me ocurre algo...veamos querido...preparaté pues me vas a confesar todo lo que tu alma impura oculta....-Sonrie de maliciosa forma.
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Mensaje por Loyd Granchester Vie Mayo 04, 2018 10:02 am

Some of them want to use you
Some of them want to get used by you
Some of them want to abuse you
Some of them want to be abused

Cada instante en ese lugar va oscureciendo su destino haciéndole pensar que quizá, por un mísero momento, no tendrá escapatoria. Las condiciones empeoran cuando un Inquisidor se presenta ante él. Sus ojos destilan maldad pura que rebasa los estándares que Loyd ha visto durante su vida. Un brillo muy diferente al que inundaba los ojos de los pobladores que iban a matarle, en ellos era la rabia la que primaba. En lo que se equiparan, es que también hay una promesa de sufrimiento y muerte. El estómago del humano se contrae de sólo pensarlo. Es el inquisidor entonces, demasiado atractivo para ser tan despiadado. Las mujeres le tildarían de bello, babearían a su paso, cuchichearían con su voz, para el mortal sólo es una basura y un engendro más queriendo ser santo ocultándose en un rostro bello que disfraza la monstruosidad de su alma.

La nariz del inquisidor se mueve al parecer detectando algo. Demasiado tiempo conviviendo con los sobrenaturales alerta a Loyd. Éste no es un miembro ordinario del santo oficio. No. Éste es un Condenado. Una gota de sudor recorre su sien dirigiéndose hasta su cuello ocultándose con pavor. El miedo se instala en los miembros del hombre. Ésto va a ponerse muy, muy mal. No podrá escapar, no tendrá oportunidad por los sentidos tan desarrollados del sobrenatural. Los pasos del santo hombre le llevan hacia Yendra. Aprieta los dientes con fuerza, dicho rictus se nota por cómo se marcan las mandíbulas de tan tensas que están. Si demuestra un poco de consideración hacia la fémina, será carne de cañón. Morirá sin duda alguna. El espectáculo es brindado. El Condenado levanta con una sola mano denotando su poderío a la mujer sujetándola por el cuello.

Le mira para ver la reacción de Loyd. Éste alza la barba en gesto beligerante. - Gran-chester. Mi nombre es Loyd Gran-Chester. Para ser un Condenado tienes muy poca información. ¿Tus espías no son tan eficientes? Puede que también se hayan equivocado al juzgar a esa mujer a quien amenacé para esconderme en su casa, mátala, para mí es basura - intenta que sus palabras desvíen la atención del inquisidor de Yendra a él. Lo provoca, lo incita. Tiene que entender qué clase de sobrenatural tiene enfrente para saber cómo actuar. La escapatoria se esfuma cuando la cambiante queda en el piso desmayada por la asfixia y el golpe que la remata. Está solo. Debe atraer la atención del inquisidor para que tarde con él, así ella pueda despertar y escapar.

Tiene fe de que una de las formas de Yendra puede evadir los grilletes, subir la pared y salir por la ventila. Para eso, debe lograr que los oficiantes no piensen en ello, debe incitarlos más - Oh, vamos, creí que tus palabras eran la bienvenida a tu torneo por ver quién tiene la verga más grande y te aseguro, que tu flaco pito no se compara al de un hombre como yo - se ríe a carcajadas antes de que le calle con el puñetazo en la boca del estómago que le saca el aire y le provoca toses. Aún así, sigue sonriendo de lado. Las siguientes palabras del Condenado son un éxito nimio para Loyd que es llevado hacia la sala que ordena.

Hay varias repartidas por el lugar y desde sus interiores se pueden escuchar, aún con el oído humano, los gritos y ruegos por la vida, la salud, la esperanza que se esfuma con más alaridos. No hay piedad en esos sitios. En cuanto entran, el mortal aprieta los dientes al ver la cantidad de artefactos y utensilios que pueden utilizarse en su persona. Va a ser una noche larga. Le intentan atar contra la pared cuando Loyd, sacando fuerzas de flaqueza, noquea a uno con un cabezazo contra la nariz. Si van a torturarlo, que se lleven al menos algunos recuerdos. Los otros dos se descontrolan porque pensaban que tras la paliza de antes, no tendría tanto brío. Error. Loyd conecta un puñetazo en el cuello a otro en tanto patea al último en las gónadas. Los tres no son tan valientes cuando se tiene a un verdadero hombre frente a ellos.

La constitución física del grandulón merma las defensas, rueda por el piso para alcanzar uno de los objetos punzo cortantes esgrimiéndolo ante el inquisidor con rapidez. Tiene a uno desmayado en el piso, al segundo muerto al romperle con el puñetazo la manzana de Adán haciendo que se ahogue con la falta de aire y al tercero doliéndose en el piso sujetándose las bolas. Sólo queda uno. No es tan infantil de pensar que puede escapar, hay muchos más de donde vinieron éstos. Más sigue haciendo tiempo para que Yendra despierte. La cambiante es su única oportunidad de salir vivo de ese sitio. Sólo espera que haya comprendido su estrategia. - Sabía que ésto era un duelo de ver quién la tenía más grande, sólo no esperaba que fuera tu "querido" ¿Tanta es tu obsesión por chupármela? Ven y atrévete a hacerlo - la herida en el costado duele a raudales. Más es la adrenalina la que le mantiene en pie. Todavía.
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Mensaje por Yendra Isley Dom Mayo 06, 2018 6:23 am

La cambiante había sido abatida sin ningún miramiento por aquel licano, haciendo que su cuerpo se hubiera quedado tirado en el suelo totalmente arrollado por la tremenda fuerza que este había ejercido sobre una desprevenida cambiante, pero poco a poco empezó a fruncir el ceño con indicios de que empezaba a recuperar la consciencia despues del notable noqueo recibido por el lobo, se movío ligeramente pero tampoco mucho, pues lo primero que empezó a hacer fue olfatear asegurandose que no había nadie en la mazmorra antes de dar indició de recuperar la consciencia, no olia a Loyd, no olía nada salvo el olor a incienso, a sangre, a cadenas y agua estancada, se humedeció sus secos labios antes de ladear su cuerpo tendido en el suelo, y llevarse una mano a la cabeza, en la caida el lobo la había abierto una brecha, la rubia miró sus dedos humedecidos en sangre, aunque estaba bastante bien dentro de lo que cabía, miró aturdida hacia los barrotes preguntandose cuanto tiempo llevaba ahí totalmente incosciente, no sabía si había pasado horas o minutos.


Estaba mareada, pero a la mente le llega el ultimo recuerdo, escuchar a Loyd llamarla basura antes de que el licano la estampase, debido al aturdimiento le cuesta llegar a la deducción de que lo hizo para que ese maldito inquisidor no reparase en ella mucho más, pero aun asi tenía que conseguir ayuda, gateó mirando a su alrededor hasta ver la posible salida, no era muy grande, pero una de las formas de la felina y la muy poco usada por ella, era la de ocelote, siendo algo más grande que un gato, pero aun asi lo suficientemente esbelto y agil que cabe por casi cualquier sitio, sabe que su cambio indica perder la ropa, pero no es algo que la preocupe, pasearse desnuda es el menor de sus problemas ciertamente.


En cuanto se recuperó lo suficiente del aturdimiento sus ropajes circenses cayeron al suelo y de entre ellos salió un precioso ocelote dorado y manchado, se sacudió y saltó agilmente para escapar por la pequeña ventilación que había en la mazmorra, pasando sin mucha dificultad entre los barrotes, y moviendose hasta conseguir emerger a las Parísinas calles, tenía que buscar ayuda, y tenía que hacerlo lo más rapido posible, no sabía su tiempo de desmayo y no sabía cuanto aguantaría ese enorme hombre, entonces aquí vino una habilidad que útilizaba mucho pero jamás revelaba a nadie, la comuniación telepatica con los animales, y quien era los que más sabían de todo...las ratas...las ratas estaban en todos lados y sabían mucho, lo cual el comunicarse con una rata para que la ayudase a buscar ayuda no era nada descabellado, claro que despues pagaría a la rata con comida.


Septimus:


El licántropo miraba fijamente a Loyd, como mantenía esa actitud creida, y chulesca, un humano, un simple humano, que se revelaba con brutalidad noqueando y golpeando a sus hombres en un arrebato de adrenalina, para el lobo le fue sin problema, dió un derechazo a Loyd antes de que vinieran más hombres que sujetaran al enorme hombre que se resistía con ferocidad, pero otro puñetazo en el estomago a Loyd lo dejó sin aire, gruñó asomando una maliciosa sonrisa mirando al hombre al que no tardó en mandar colocar en el potro de tortura, y despues pedir que los dejaran solos y se llevaran a los noqueados a la enfermería, no le preocupaba mucho el estado de los hombres caidos ante esa mole humana, mientras Loyd estaba bien sujeto y ni su fuerza haria que se librase, ya que Septimus apretaba sobre manera los amarres para que estuviera bien expuesto y atado en el maldito potro de tortura, Septimus se cruzó de brazos con una sonrisa engreida en los labios, mientras se acercaba a Loyd tomandole del pelo para que alzara la cabeza y le mirara. -Ya que tienes tanta obsesión con felaciones a lo mejor te doy ciertos privilegios de chuparla mientras lloras como una mujer que ha perdido su retoño.- Dijo de manera cruel antes de darle un puñetazo en la mandibula para empezar a notar en el ambiente el aroma a sangre. Sonrió y se fue a por una pequeña cuchilla que observó con atención.- Las preguntas vendras despues primero me voy a divertir..- Comentó volviendo a dejar la cuchilla y se dirigió a Loyd, le agarró la camisa y la desgarro medio arrancandosela para dejar su torso libre, sin mediar palabra se dirigió al mecanismo del potro dandole un giro que estiró bastante a Loyd.


Volvió al lado del hombre y observó la sangrante cicatriz con puntos. -Vaya...te ha cosido bien esa enana con la que estabas, es una buena sutura desde luego.- Se dirigió de vuelta a por la cuchilla y sin cuidado ninguno cortó a Loyd para romper los puntos abriendo asi la herida nuevamente dejando que emanara la sangre de manera fluida, mientras la cabeza se le llenaba de perversiones con el aroma a sangre, sus pupilas se dilataban muchisimo mientras observaba a Loyd enseñandole asi sus colmillos. -Y dime, con lo bajita que era seguro que no necesitaba agacharse mucho para hacerte con su pecadora boca una felación, seguro que pensastes en eso ¿Verdad hereje?- Se rie, y sin dejarle ni darle tiempo a responder, dió un tirón más al mecanismo para que Loyd se estirase más, pronto empezarían los esguinces y los desgarros musculares, pero primeramente lo iba hacer sufrir.


Sonrió de medio lado y metió su dedo en la herida de Loyd, moviendole, para empezar a hacer mas profunda esa herida, sabía que ahí no era mortal pero podía permitirse que perdiera más sangre, y le gustaba meter sus dedos en las heridas de manera literal mientras veía como sus victimas se retorcían de dolor. -Bien hereje, dime donde se esconden esos renglones torcidos con los que te juntas...- Ahí fue la primera pregunta, y se aseguró de profundizar con su dedo en la herida para que le doliese bien. -Si no me respondes no solo te haré esta miniedad...si no que empezaré a apretar con el potro...tengó muchas ideas...- Amenazó, esto solo era el principio, el lobo quería jugar.
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El hombre y la bestia (priv. Loyd Granchester) - Página 2 Empty Re: El hombre y la bestia (priv. Loyd Granchester)

Mensaje por Loyd Granchester Dom Mayo 06, 2018 9:47 am

La prisión es amplia contrastando con lo pequeño de las celdas. Es algo intencional para afectar la psique del torturado. En la jaula, no encuentra más salida, causa claustrofobia aunada a la psicosis de no saber lo que se le avecina. Lo que va a encontrar en ese sitio. Las probabilidades son inmensas, como un mazo de cartas a elegir. En el instante en que se le sustrae de ese sitio, el alma de la víctima puede relajarse. Hay un instante de alivio aunado a la habitación en la que se le ingresa. Mientras más amplia, mayor la sensación de que hay probabilidades de escape. Esa es una tortura cruel y despiadada puesto que cada corte, cada golpe, cada método para sacarle la verdad, va paliando ese pensamiento hasta que la muerte es el único escape que la víctima tiene. Está tan estudiado el método, tan comprobado, que es infalible.

Loyd cae en esta trampa. Su mente piensa que puede escapar habiendo derribado a sus tres enemigos iniciales, portando un arma en las manos en un fútil esfuerzo sobrehumano de liberarse de las ataduras y del suplicio que puede apreciarse a simple vista con todos los utensilios al alcance de la mano del Inquisidor. Uno que no es igual a la media. Es muy superior a todo lo que el grandulón se enfrentara antes, ni siquiera su fuerza que supera la media, su resistencia, su agilidad son suficientes para evitar que el licántropo caiga cual animal sobre él para destazarlo. El primer golpe es suficiente para que su boca se llene con el regusto metálico del líquido carmesí haciéndolo desviar el rostro en sentido contrario al puño sin misericordia. El segundo impacto a su abdomen le hace escupir sangre y dejarle sin aire los pulmones sintiendo cómo sus órganos internos se quejan por el maltrato haciendo que todo su gran cuerpo cae de rodillas con tan sólo dos impactos. Dos golpes. Dos tremendos mazos contra una constitución de por sí fragmentada.

Las rodillas del grandulón se resienten al soportar todo el peso de su enorme constitución. Las manos ni siquiera pudieron moverse para atacar, han soltado su arma para proteger el estómago en tanto la herida del costado le reclama por su osadía dándole una descarga de dolor que lo obliga a ir de boca contra el suelo apenas impidiendo el golpe con una manaza extendida en éste. La tos le embarga, el pecho se contrae y expande con cada sonido repetitivo como si quisiera desprenderse de todo el tormento echando afuera no sólo gotas sanguinolentas, si no también la bilis. A tiempo le sujetan levantando esa mega humanidad entre varios arrastrando su pobre cuerpo hasta el primer instrumento de tortura donde, a pesar de todo, Loyd agradece por tener algo firme en las espaldas que están matándole.

Por un instante nimio, mira al techo con la boca muy abierta recobrando el aliento con dificultad. El costado aruña sus centrales nerviosas haciendo que sus piernas tiemblen de forma imperceptible. Manos y piernas se adhieren a la máquina de tortura con mortal habilidad y sin mucha resistencia. Sin adrenalina que le fustigara, el inglés está noqueado. Podría cerrar los ojos y dormir de no ser porque la imagen del rostro de la cambiante aparece en su mente. Irse de paseo significaría el fallecimiento de ambos. Pasa una gran cantidad de saliva y sangre por la garganta, la manzana de Adán se mueve con este intento por recobrar la conciencia. Las ataduras cortan la circulación en donde son reforzadas. Abierto de pies y manos, no puede mover demasiado el cuerpo. Ni evitar que le tomen del corto cabello para obligarlo a mirar a ese inquisidor que se burla de él.

Las palabras no aminoran un poco su espíritu, se sonríe de lado socarrón y cínico - otra vez con que te chupe el pito, ya es coincidente y redundante ¿Seguro que no eres puto? - el puñetazo le calla la irreverencia. Siente cómo una pieza dental se rompe en el interior de su boca, por fortuna -o quizá no- la pieza no se desprende de la encía. Sólo provoca un sangrado mayor. Cierra los ojos cuando el licántropo se aleja. Se prepara para lo que esa voz ansiosa de sangre promete y cumplirá, por supuesto. Aspira una y otra vez, concentrándose en pensar en Grace. Su Grace. En su rostro bello, su sonrisa de ángel. Su cabello sedoso. Ese recuerdo es su tabla de salvación en tanto la tela de su camisa es rasgada sin contemplaciones. La primera elongación de su cuerpo con el mecanismo maldito le expande los músculos hasta sentir que un poco más y se le parten en dos.

Aprieta los dientes procurando no forzar la herida del costado o empezará a desangrarse. Como si le hubiera leído el pensamiento, el licántropo habla de ésta. La cuchilla abre los puntos rasguñando la piel. El dolor es insoportable. Aprieta las mandíbulas y las costillas de su tórax parecen encajarse en los pulmones. El corazón late desbocado ante el sufrimiento que produce gotas de sudor en sus sienes. Tras la primera embestida, aspira profundo exhalando por la boca abriendo los ojos con las pestañas mojadas en sudor. Observa los largos dientes, escucha sus palabras y sólo puede sacar su lado más negro - ¡Y sigues hablando de mi verga! - se ríe a carcajadas, al menos un poco porque la tos le tapa la boca.

Por instantes, siente que se ahoga por la posición, él tira de nuevo de la palanca. Los músculos se estiran de forma insoportable. Loyd aprieta tanto las mandíbulas y las fosas nasales para no respirar y que con ello, no pueda emitir ningún sonido producto del aire que debiera salir, por lo que se olvida del costado, hace contracción sobre éste provocando una mayor hemorragia. Como siga así, las articulaciones no resistirán, los ligamentos empezarán a responder a la tortura hinchándose y en el peor de los casos, rasgándose.

La tortura no se detiene ahí. El médico esperaba que tarde o temprano apareciera la más sanguinaria actitud de su torturador y como invocándola, éste introduce los dedos en la herida que sigue fresca. Todos los músculos de Loyd pueden apreciarse por la forma en que oprime su constitución física para resistirlo sintiendo que se ahoga por el esfuerzo de no emitir un solo sonido. No va a darle el gusto de gritar tan pronto. Tiene que hacer tiempo. Grace aparece en su mente. Le acaricia el rostro, le sonríe con dulzura. Se aferra a esa ilusión con tal de no seguir ahí viviendo esta locura.

La exigencia está plagada de una malsana entonación. No importa lo que le diga, el lobo seguirá apretando, superando las expectativas. Torturando su cuerpo. Aspira aire con violencia, lo jala hacia los pulmones que exigen el vital sustento. Exhala con fuerza, audible. Las gotas resbalan por todo su rostro y perlan ahora su cuerpo. Sus dedos se esconden entre ellos dejando ver los puños que se contraen con violencia, como manera de notar cuánto le duele. - ¡En la iglesia, idiota! Ahí están todos los herejes, pendejo, tus renglones torcidos son los soldados de dios que de buenos tienen sólo el nombre - y le escupe el rostro cuando se acerca sabiendo que sólo lo provoca. No puede hacer más que sonreír cuando su escupitajo mezclado con sangre cae sobre los ojos y nariz del condenado - ¿Querías sangre? Trágatela, imbécil - aspira más profundo para recuperar un poco de fuerzas aprovechando los segundos que tiene antes de que venga el siguiente embite.

Porque va a venir. Puede jurarlo.
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Mensaje por Yendra Isley Mar Mayo 08, 2018 5:59 am

Convertida en ocelote corre escapando de esa sede de la inquisición, mira el cielo, está oscuro, anocheció entre unas cosas y otras, mira a todos lados buscando alguien que la ayude, pero lo que primero encuentra no es a alguien, si no a una enorme rata que busca por el callejón algo que llevarse a la boca, la cambiante corre hasta la enorme rata que por un segundo su instinto de conservación y superviviencia la obliga a huir del felino que es más grande que un gato, pero el ocelote la persigue hasta acorralarla, la rata se gira y la mirá erizando el lomo y haciendose una "u" invertida para mirar e intentar intimidad el que para sus ojos es un enorme felino -"no voy a comerte, escuchame, has visto a alguien que no huele a humano, que huele a otra cosa aunque tiene pinta humana".- Preguntó mentalmente el ocelote, la rata ladeo la cabeza moviendo rapidamente su morrito. -"Respondeme".- Exije la felina gruñendo enseñando los afilados dientes.


La rata atiende a la intimidación -"Si, he visto una humana que huele a muerte, pero ¿por que ayudarte? ¿que gano con eso?"- Preguntó con voz de pito el roedor, Yendra se esperaba esa respuesta, una amenaza no sería nada efectiva, y serguro que podía llegar a un buen trato con el roedor. -"Te daré comida, la que quieras, yo no soy un animal completo como tú".- Asegura el felino, mientras la rata vuelve a mover su morrito y empieza a asearse buscando calmarse. -"Oh comidita, está bien...sigueme".- Termina de acicalarse y sale corriendo por el callejón seguida del pardo felino que corre tras ella, ahora mismo no tiene comida pero no importa que la rata tome la dirección de donde reside y que coma las piezas de fruta que hay en su encimera, ademas seguro que la inquisición dejo la puerta abierta.



La rata guia al felino ante una mujer de cabellos dorados, cuerpo atletico y que sin duda huele a vampiro, la cambiante cumple su palabra y le indica a la rata donde puede encontrar comida, esta sale corriendo a toda velocidad seguramente hacía la casa de la cambiante, mientras tanto Yendra cambia su aspecto a su forma humana, está completamente desnuda, pero no es algo que le importe lo más minimo, mira a la mujer. -Eh vampiro....ayudame....¡¡¡puedo pagarte bien!!!.- Asegura lo primero antes de que se le ocurra atacara. -Si no quieres dinero puedo darte sangre...lo que quieras, pero necesito tu ayuda.- Ruega la felina mirandola, está nerviosa pero tambien desesperada.



Septimus.


Él inquisidor se divierte y su presa sigue poneiendose chulo ante su presencia, continuando sus bravatadas y negandose a hablar, el meter el dedo en la herida siembra bastante dolor en un corto plazo pero no el suficiente, sabe bien que Loyd es un hueso duro de roer, pero a él le gusta roer huesos, sonrie aun con sus ojos naranjas encendidos mientras relame la sangre del humano de su dedo, se paseó de lado a lado como un lobo acechante, mientras le mira, y entrelaza los dedos a su espalda mientras continua hablando. -No no no...esto no me vale, o empieza a ser sincero o no tendré más remedio que divertirme...que pena.- Dice en un tono notablemente ironico mientras aprieta un poco más la palanca que extira a Loyd. -Mirate...estas apunto del desgarro mira justo aqui.- Golpea el hombro apunto de salirse de Loyd con un puñetazo.



-Creo que la respiración todavía es fluida.-
Comenta mientras coge una barra de plata. -Ah...si si...que pena que no seas sobrenatural.- Comenta una vez mas, mueve habilmente la barra entre sus dedos haciendola girar, y es entonces cuando se gira mirando al enorme humano, esperando su siguiente comentario sarcastico si es que puede despues del puñetazo a su estirado hombro, el lobo sonrie y con todas sus fuerzas golpea con esa barra el costado de Loyd, quebrando asi la costilla, riendose a carcajadas. -Ups...se te ha roto la costillla, mira que color torna, perfecto...llega menos aire...bien...- Sonrie y coge un paño no muy grande.


-Nuevamente, donde escondes a los herejes sobrenaturales....- Dijo con una voz tranquila, mientras observaba a Loyd, mientras que apenas le daba tiempo a responder hacé que el potro se incline para el lado contrario quedando los pies más altos y la cabeza en una inclinación más baja, dando una sensación de que se pudiera deslizar para caer de cabeza de no haber estado atado y le pone el paño cubriendole la cara, es un paño gordo que le cubría toda la cara, sonrie y coge una jarra de agua que había detras del potro y empieza a hechar agua al paño de manera que al hombre le dara una completa sensación de estar ahogandose en el agua, le mantiene en esa agonia unos minutos de manera irrumpida para que no se ahogue y le quita el paño. -¿Y bien...?
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Mensaje por Aglaia Miér Mayo 09, 2018 5:42 am

"This is it, the Apocalypse.".

Las calles desoladas son una novedad para la espartana que observa a su alrededor con desconfianza. Por sus esclavos de sangre sabe de la redada que la Inquisición realizó en algunos sitios en particular. Está preocupada por Loyd a quien de vez en cuando le sigue la pista. Los lugares donde la iglesia entró con lujo de violencia y causando lesiones, llevándose apresados a varios, es diametralmente opuesto a la zona donde el primogénito de los Moncrieff acostumbra ir. Sólo por eso no está buscándole. Hasta los vagabundos se han retirado de sus sitios estratégicos para solicitar limosna. Se alcanza a oler el miedo en cada calle.

Como si los dioses decidieran que ella no es culpable de lo acontecido, le ofrecen una presa. Un desgraciado que ha perdido la mente por el opio, con vestimentas que pudieron ser mucho más elegantes antes de que la locura le dominase. Su mal olor corporal no evita que su vitae sea el sustento de su existencia. Una vez termina de consumir todo el líquido rojizo del que fuera un hombre, sana la herida dejándolo acomodado para que parezca que duerme. Se retira del lugar con paso relajado. El manto carmesí ondea con el viento, bajo éste, la armadura que acostumbra usar en sus combates se adapta a su cuerpo como segunda piel.

Está alejándose del sitio cuando escucha sonidos a sus espaldas, la cabeza gira hacia su derecha encontrándose a una mujer desnuda que pide ayuda. ¿Quién en sus cinco sentidos estaría corriendo sin ropa alguna? Alguien desesperado, por supuesto. Su aura indica que es una cambiante, eso le parece extraño. Está acostumbrada a que la mayoría de los sobrenaturales se alejen de ella. Esto tiene un cariz cada vez más bizarro. Gira el cuerpo hacia la mujer escuchando sus ofertas - mi nombre es Eve, ¿Qué es lo que quieres? ¿Qué ha pasado para que tuvieras que transformarte sin considerar los ropajes? - cruza los brazos, flexionando la pierna derecha, coloca la planta sobre la pared al igual que la espalda.

En el Olimpo, los dioses se están preparando para la siguiente batalla, Ares se coloca su armadura en tanto Fobos y Deimos están ansiosos por empezar la acción, más no van a apresurar a su padre, hacerlo sería desatar la furia del dios de la guerra. Curiosos, miran la fuente donde el mundo se muestra. Cada minuto es crucial, como la cambiante no hable rápido, Loyd morirá.
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Mensaje por Loyd Granchester Miér Mayo 09, 2018 6:47 am

El aire entra con dificultad por el sobre esfuerzo que realiza Loyd con cada respiración. Ya empieza a sentir el dolor en el abdomen y el tórax. Debe aguantar, más sólo es un humano. Si tuviera la constitución de un sobrenatural, no tendría que pasar estos malos tragos. Otro estiramiento provoca un jadeo profundo que significa que está llegando peligrosamente al punto de ruptura así como sus articulaciones que claman a gritos que las liberen del tormento. Exhala el aire que pasa por sus cuerdas bucales siendo audible. Aprieta los ojos intentando controlarse, no darle el placer de romperlo. De no lograr su cometido. No va a denunciar a nadie, no va a abrir la boca. Primero muerto.

Y es lo que obtiene, la muerte en forma de un dolor que le obliga a gritar cuando le dislocan el hombro con ese golpe tan brutal. Las gotas de sal se multiplican, no, triplican. Recorren todo su cuerpo de pies a cabeza. Si mueve un poco el brazo, sentirá que se lo parten en mil pedazos. Se mantiene quietito. La respiración sigue siendo irregular, más todavía es controlable para alguien como él. Siente las quijadas duras, el cuerpo le hormiguea con las terminaciones nerviosas explotando en lugares que ni siquiera sabía que existían. Los labios se resecan, la garganta exige algo de agua que no será jamás entregada sólo acaso algunas gotas de sudor que atrapa con el músculo bucal para llevar algo de sabor a su amarga cavidad oral.

Otro grito es obtenido cuando la barra de plata acaricia con crueldad su costado contrario a su herida al tiempo que el hueso se fragmenta en dos, cortando venas, su suerte es mayor cuando no toca ningún órgano vital a pesar de la saña con que fue dado el golpe. La respiración cambia esta vez, ya no puede controlarla, es inútil porque le falta la condición física para sostenerla. Colapsa, se vuelve indispensable respirar con la boca para ayudar a la nariz con lo que es un fracaso total: relajarse para absorber el aire suficiente y que su sistema respiratorio permita continuar con este calvario. Todos sus músculos están doloridos por el estiramiento y la sobre exigencia de la respiración ahora oral.

Y a pesar de ello o quizá por el mismo martirio, Loyd se niega a contestarle - en tu culo, cabrón, do-donde te meteré la verga pa-para que goces - le cuesta hablar ahora por la ausencia de un buen funcionamiento respiratorio. Una nueva descarga de electricidad de su herida abierta le hace temblar sintiendo las gotas de sudor recorrerle la espalda buscando escapar de esta locura. Más no han terminado, ni siquiera es una cuarta parte de lo que hay que aguantar. El potro gira haciéndolo quedar cabeza abajo. La sangre cambia de dirección acumulándose en su cerebro causando una baja de presión al tiempo que la cabeza empieza a sentirse dolorida con tanta acumulación del líquido vital.

Aprieta los puños, eso significa que el brazo dislocado le revienta en dolor. Para su mortificación, su rostro es cubierto por un paño dando la sensación de ahogamiento, sólo es mental, tiene los orificios necesarios para respirar. Claro, si estuviera Loyd en condiciones óptimas. Con este castigo reiterado, el paño se levanta con movimientos erráticos y potentes de la violencia con que intenta jalar aire sin mucho éxito. Las sensaciones en los pies desaparecen de la falta de circulación adecuada. Cuando por fin parece que logra respirar un instante con normalidad, un chorro de agua le obliga a tapar todos los orificios, presionando las fosas nasales para impedir el paso del líquido más es imposible.

Durante instantes interminables que a él le parecen horas, algunas gotas de agua se cuelan por su nariz traspasando sus orificios creados para el aire por lo que provoca una desazón y un desespero imposible de aliviar. Remueve el cuerpo más inquieto que nunca, el dolor del brazo se incrementa hasta que lanza un alarido que es ocupado por el agua obligándolo a volver a callar y tragar el líquido antes de ahogarse. Su cuerpo sigue temblando en convulsiones inhumanas, hasta que por fin, el martirio es retirado justo a tiempo, la conciencia de Loyd va apagándose. - Gra-Gra-ce - alcanza a susurrar a punto de la inconsciencia por la presión a su sistema circulatorio que está colapsando, al menos el rostro de su amada acude a él, sus manos resbalan en forma de gotas acariciando la epidermis del que fuera su esposo en vida.
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Mensaje por Yendra Isley Miér Mayo 09, 2018 11:49 am

La cambiante miraba a la vampiresa, no le gustaban mucho pero en situaciones desesperadas medidas desesperadas y era lo único que podía valer, por que la situación era critica, no le importaba que la viera toda la anotomia femenina que poseía la rubia, observaba a la vampiresa que para su sorpresa se presentó muy educadamete, cosa que dejó a la cambiante algo sorprendida. -Soy Yendra.- Respondió a la presentación de manera atropellada, quizá por lo nerviosa que se encontraba, mientras observaba, por unos segundos se quedó algo en blanca producto del nervio que invadía a la chica, tuvo que sacudir la cabeza para volver a encontrar la concentración, pues todo iba a contra reloj, la cambiante miró hacia atras por donde había venido, tenía que ayudar a ese enorme hombre ¿por qué? pues realmente no lo sabía pero tampoco era algo que importase en ese momento, ayudar era importante, o ese hombre no lo contaría y la cambiante tampoco era tan despiadada como para abandonarlo a su suerte.


Clavó sus orbes en los ajenos juntando las manos en modo suplica. -Por favor...la inquisición a atrapado a...a...a..¡¡a mi amigo!! es un humano que ayuda a los sobrenaturales, los cura, los protege, a todos los sobrenaturales, y nos pillaron, no tenía tiempo de quedarme con la ropa, corre prisa.- Dijo de manera nerviosa, mirando hacia atras repetidas veces.- Se lo llevaron a la sala de interrogatorios, con un condenado licántropo, le va a matar, por favor...te lo suplico, ayudanos.- Gritó la sueca en un estado de histeria, incluso se arrodilló mirando a la vampiresa con suplica.


-Por favor, no sé si podré con ellos, no creo que pueda con todos...-Rogó una vez más mientras se colocaba a cuatro patas mirando aquella mujer.- Por favor, sigueme...es por aqui.- Tras pronunciar esa frase volvió a su forma de ocelote, la miró y hecho a correr rapidamente de vuelta a la sede, mientras esperaba que la vampiresa la siguiera a toda prisa, mientras volvia a la sede, sola o con ayuda ella iba a asaltar para intentar ayudar a ese hombre que la había curado la primera vez, volvía a colarse de nuevo para volver y pillar a un inquisidor mirando sus ropas en el suelo con desconcierto, el ocelote saltó y en el aire su forma cambió a tigre y cayendo sobre el inquisidor despedazandole de brutal forma, se convirtió en humana recogiendo la ropa y asegurandose de abrir la puerta para que la vampiresa entrase directamente arrasando, mientras ella prestaba pelea a todo aquel que se cruzase con ella.


Septimus:


Aquí el inquisidor disfrutaba de lo que hacía, de como tenia a Loyd, con la fractura en la costilla y ahogandole con el paño y el agua, dandole ese agobio, le tenía harto, harto de sus bravuconadas, solo abría la boca para ser un insolente, y eso hacía que el lobo golpease con dureza, el hombro fracturado de hecho solo por el placer de hacerlo gritar y se lo retorcia para ver el desgarró muscular de primera mano mientras se reía. -Vaya vaya...estó debe doler horrores, casi tanto como la costilla.- Asegura de maliciosa forma. Divertidamente mientras seguía hechandole más agua, disfrutando de esa agonia que le servía para dejarle ahogandose o esa era la sensación que le vendía al hombre.


Más cuando veía por el movimiento del pañuelo que subia y bajaba por la respiración agitada propia de alguien que busca oxigeno y no lo encuentra, escuchó como llamó a alguien, una tal Grace, Septimus quitó el paño humedo permitiendole respirar y lanzó el paño a un lado. -¿Quien es Grace? ¡¡¿Tú fulana?!!.- No era tanto como ignorancía si no por el placer de hacer daño con las palabras, sabía perfectamente que posiblemente se pusiera hecho un energumeno y se intentara sacudir, apretó unos milimetros más se veía casi el proximo desgarro, mientras su herida sangraba, hilos de sangre se deslizaban por la boca, más se aseguró de de golpear el hombro fracturado en la siguiente palabras del hombre.


El licantropo se movía de lado a lado, pensando en que hacer, entonces sonrió y mostró como sus ojos azules se ponian naranjas brillantes, y sus dientes crecian de sobre manera, dando paso a unos afilados dientes, un zarpazo cruzó el pecho del gran bombre, y con bastante maldad mordió el costado fracturado dejando las marcas que dejaría un canido al morder, un puñetazó a la mandibuja, todo esto asegurandose de que no perdía la conciencia, fue entonces cuando su fino oido y olfato captó los intrusos, uno el aroma a felino, y otro un aroma muy particular.


-Ah....asi que hay una invasión....-
Se acercó a Loyd a su rostro como si fuera a morderle.- Tengo tu jodido rastro...no escaparas NUNCA DE MI.- Dijo con odio acumulado mientras cogía las armas y abandonaba la sala de interrogatorios para ver que demonios pasaba, no había que ser muy listo para saber que los refuerzos eran de él, y si los paraba Loyd pagaría esta intrusión, le había selecionado como una nueva presa y solo las victimas sabían cuan buen cazador era el perro de dios.
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Mensaje por Aglaia Miér Mayo 09, 2018 1:48 pm

"Impossible objectives demand desperate actions.".

El nerviosismo es latente, lo que intriga más a la espartana. Puede oler el aroma a incienso en la cambiante ¿Quizá escapó de los inquisidores y la están persiguiendo? De sólo saber que volverá a entrar a batalla le genera una adrenalina vampírica y un buen humor impensable. Quizá pueda medirse de nuevo con esos ilotas y de paso, obtener más gloria para Esparta. Quizá obtenga una muerte hermosa, lo que sería mil veces mejor. La capa carmesí oculta parte de su indumentaria, de sus espadas gemelas listas para la afrenta y que Ares obtenga el espectáculo digno a sus ojos. Otra ofrenda para sus dioses.

Un camarada atrapado, por un momento toda la euforia que Aglaia siente se apaga. ¿Para qué ayudar a un humano común y corriente? Si fuera un sobrenatural la oportunidad seguiría, más al ser tan frágiles y los inquisidores tan crueles, no hay posibilidad de sacarlo con vida. Hasta que ella le da la descripción. ¿Cuántos humanos ayudan a los sobrenaturales y los curan? En su basto conocimiento, sólo dos. Loyd y Xavier. Su mente se llena de posibilidades, la redada no fue en dirección de los acostumbrados lugares de los que su protegido tiende a ir, entonces tiene que confirmarlo - ¿Tu amigo es muy grande, de cabellos castaños y ojos verdáceos? ¿Se hace llamar Loyd Granchester o le dicen "messié Grand"? - la urgencia de su voz es audible. En cuanto lo confirma la cambiante, el mundo cae en fuego para Aglaia.

Loyd, otra vez él. Lo creía seguro cuando en realidad está en una de las bases inquisitoriales. Y no con cualquier sujeto, con un Condenado licántropo que seguro está lastimándolo hasta morir. Tiene que ir a rescatarlo. En tanto está pensando, no observa que la otra se hinca y luego, tras estar en cuatro patas, le pide que la acompañe. Aglaia no es tonta. Su educación espartana la incita a pelear, puede entrar, eso es seguro, ¿Salir con él y con vida? No está tan segura. Entorna los ojos preocupada en tanto va deshaciendo el camino hacia la base inquisitorial por los lugares que Yendra le enseña antes de detenerse a veinte cuadras de distancia - ¡Espera! Por más milenaria que sea, no saldremos con vida sin apoyo - mira el lugar donde están y por instinto, un silbido resuena por el lugar.

Las sombras se empiezan a arremolinar, los vampiros van cayendo uno tras otro con rapidez, incitados por el llamado de su Sire que los observa con complacencia. La última en aparecer, es Aleera que mira a la cambiante en tanto los demás siguen su mirada esperando que sea ella a la que haya que castigar. Aglaia toma el control de los siete vampiros, con ella son ocho. - Loyd ha sido capturado por la Inquisición. Esta cambiante pudo escapar para dar el aviso. Está en la base sur, lo que implica que serán como entre cuarenta o sesenta inquisidores. Sé que somos sólo ocho, pero si trescientos espartanos pudieron con miles en el Peloponeso, ¡Podremos destruirlos, alimentarnos de su sangre y sacar a Loyd de ahí! ¿Quién está conmigo? - los gritos de los vampiros se elevan en la noche.

Aglaia asiente mirando a la cambiante - adelántate, te seguimos, abre la puerta y entraremos - promete, cuando se aleja los mira a todos - hay un Condenado dentro, es un licántropo. Aleera y yo nos haremos cargo de él, es quien está torturando a Loyd. Recuerden: "Give them NOTHING! But take from them EVERYTHING! - una vez dadas las órdenes, Aglaia avanza con su progenie. Entrenados por ella en el pasado, saben bien cómo pelear. En cuanto la puerta se abre por la cambiante, la hecatombe inicia.

La balanza que estaba a favor de la Inquisición se tambalea con la ruptura de seguridad. Los ocho vampiros parecieran un escuadrón tan bien entrenado, que ni siquiera sus armas de plata son capaces de contenerlos. Fustigadas por su olfato, Aleera y Aglaia se mantienen atrás esperando a que los demás limpien el camino para conservar sus fuerzas e ir por el premio gordo. Los gritos se vuelven alaridos cuando los colmillos y garras de los vampiros demuestran de qué son capaces. La cambiante puede dar fe de la brutalidad con que se mueven, cortando cabezas con las espadas, desgarrando gargantas, comiendo sin piedad, dejando a su paso miembros mutilados y cuerpos desangrados.

Por fin, ante las dos vampiresas, la puerta del corredor que da a la celda donde está Loyd queda ante sus ojos. Se observan un instante antes de que Aleera dé el golpe con el hombro para hacerla estallar en pedazos dejando ver que Septimus viene en camino. Aleera se queda atrás en tanto quien da la cara es Aglaia rogando a los dioses por una batalla épica, en tanto Ares baja a la tierra con un estruendo atronador para plantarse a las espaldas de su guerrera y Miguel Arcángel hace lo mismo tras su perro guardián. Como en los viejos tiempos, una antigua contienda de cuál es la religión más fuerte da inicio. Esta vez con espectadores y guerreros mortales.
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Mensaje por Loyd Granchester Miér Mayo 09, 2018 4:44 pm

La tortura continúa, el inglés está en sus últimos instantes de conciencia, se acerca cada vez más a pasos agigantados. Aspira cuando por fin el agua deja de golpearle el rostro para alcanzar algo de más lucidez esperando con fe que la cambiante pueda sacarle de ahí. Fallecer ahí es algo que le disgustaría, su misión quedaría incompleta, Hernán seguiría viviendo y él quiere que muera con su reflejo en las pupilas por lo acontecido con su fallecida esposa. El siguiente golpe le hace ver luces multicolores de la forma en que está ya agotado, el hombro se resiente de nuevo quebrándose el hueso. Eso será difícil de corregir y de curar.

Dos o tres meses fuera de circulación por lo menos. Un gemido agotado emana de su garganta adolorida. La respiración se vuelve precaria. El agua vuelve, el cuerpo se convulsiona, Loyd intenta alejar su rostro del líquido, más lo sigue. No hay escapatoria. Rechina los dientes, no quiere dejarse vencer, más el martirio es demasiado. Por fin, le quitan el paño abriendo la boca gigante tomando aire a bocanadas animales intentando recuperarse. Tose un poco, parpadeando con fuerza en tanto el licántropo le echa en cara lo de Grace. Alcanza a decir con voz trémula - N-no, a-así me dij-jo t-tu herm-ma-n-na que s-se lla-m-maba cuan-cuando me la co-cogí - ¿Por qué sigue insistiendo en hacerlo enojar? Porque así evitará llevarlo a la inconsciencia y es lo que Loyd necesita para resistir antes de que vayan por Yendra.

Así tiene oportunidad de salvar el culo. De escapar. La respuesta a su osadía es apretar más el potro y después, darle otro puñetazo. Estruja los puños sintiendo la corriente de dolor por todo el brazo por su esfuerzo y de paso, la herida del costado sangra más abriéndose la piel por el proceso. Como siga así, va a morir antes de que nadie acuda. El sabor metálico de su boca es detestable. Traga con dificultad un poco de saliva y más coágulos que nada. La cabeza le punza por la acumulación de sangre al cerebro. Tiene el rostro rojo por este proceso, así como por el dolor que le produce un silbido en los oídos. El zarpazo le arranca un alarido, siente cómo la piel se abre al tiempo que la sangre sale a borbotones. Se va a desangrar pronto.

El castigo prosiguió, la mordida en su costado lascerado es recibida con un gemido a punto de la súplica. A punto, porque se morderá la lengua antes de hacerlo. Está logrando que Loyd empiece a pensar en decirle parte de lo que acontece, sólo una pequeña parte para que cese un poco el dolor y pueda serenarse, - ¡Muérdeme el pito, puto! - escucha antes de poderlo pensar, el puñetazo a la mandíbula le calla sintiendo cómo los molares rebanan la lengua provocando otro sangrado. Las gotas carmesíes resbalan por todo su tórax llegando a la garganta, acumulándose en su mandíbula antes de recorrerle por los laterales del rostro hasta las orejas, algunas se acumulan en la cavidad auditiva. Otras continúan el camino hasta sus sienes y el cabello, las de la boca casi le ahogan. La tos es cada vez más fatal. El sudor sigue el mismo destino entremezclándose con la sangre que empieza a manar negra.

Es la señal de que sus órganos están lastimados y la muerte se aproxima. Aún entre el desmayo y la conciencia, observa con ojos rojizos por la sangre que le recorre el cuerpo cómo se le acerca amenazándolo. Ya no puede hablar, está a punto de dejarse llevar por la inconsciencia. Moviendo la cabeza errático, con temblores en todo el cuerpo, alcanza a escuchar a través del zumbido de sus oídos las palabras de salvación "invasión". Con sonrisa torcida, Loyd se deja llevar por la inconsciencia sabiendo que el Inquisidor se ha largado, desmayo que le lleva a brazos de Grace. Su Grace. Ya no hay nada qué temer, está en buenas manos.
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Mensaje por Yendra Isley Sáb Mayo 12, 2018 6:22 am

La cambiate una vez con sus ropas recuperadas abre la puerta para que entren los refuerzos, lo que la rubia no se espera es que haya tanto inquisidor en esa sede, algunos de los vampiros entran arrasando, pero algunos inquisidores son mas habiles que otro, de hecho uno intercepta a la cambiante dendole un señor derechazo en la sien que la tira hacia atras, más esta vez no se desmaya, se pone en pie y se lanza contra él saltando y aferrando sus fuertes piernas a la cadera de este, clavandole las uñas y empezando a morder, a pesar de no estar convertida en tigre sus mordidas y arañazos son contundentes sobre todo cuando derriba al inquisidor dando a la circense un aterrador aspecto con su boca chorreando la sangre ajena, ruge cuan tigre y avanza siguiendo la estela de los vampiros que entraron a ayudar, desde luego ese hombre si que tenía amigos.


La cambiante nunca habría pedido ayuda a un vampiro, pues estos no le gustan mucho, esa era la realidad pero en situaciones desesperadas medidas desesperadas, ella sola no ina a poder con esto, fue entonces cuando por los pelos esquivó una bola de fuego, ahí venía un hechicero, sin duda, la cambiante se movía rapido y ademas saltaba bastante, se lanzó tirandose contra el hombre cayendo los dos al suelo, se aferró al brazo y empezó a morderselo manteniendo ese comportamiento felino aun en estado humano, el hechizero se las ingenió para con su magia quitarse a la cambiante de encima que salió volando aterrizando sobre un cuerpo de un inquisidor caido, a juzgar por las marcas, los vampiros habían finalizado su existencia.


Yendra se levantó con algo que el hechicero no vió, y es que había recuperado una daga del cuerpo del caido que lanzó con presteza clavandose entre los ojos del siguiente inquisidor. La cambiante sonreía triunfal, creciendose de la pelea que estaba tan buena que estaba teniendo, su boca chorreaba la sangre ajena asi como su llamativo traje de circense manchado de carnesí, se giró para seguir con su venganza personal cuando se topó de frente con el inquisidor licántropo que la observaba. -¡Espera!- Gritó la rubia alzando los brazos mirandole, pero fue entonces cuando un disparo de plata se alojó en su hombro, Yendra gritó cubriendose la herida que ardía horrores, el inquisidor se acercó a ella y de un tremendo reves la tiró a un sotano que había a la izquierda que bajó la cambiante rodando, notando como la muñeca y el brazo se le fracuraba, y quedaba en el suelo rabiendo de dolor, sobre todo por ese balazo que no sabia por que, era lo más doloroso del mundo, vio como cerraba la puerta del sotano, mientras ella no podía levantarse y solo retorcerse en el suelo.

Peró consiguió sacar fuerzas de flaquezas, volviendo a cambiar a su forma de ocelote para escapar por entre las rejas del ventanal y salir al callejón contiguo, pero forma no se conseguía mantener por la plata, haciendo que apenas le diera tiempo a escabullirse para cambiar de forma, mientras gataba buscando donde esconderse ya que había tendio que dejar la ropa atras, le costaba no gritar de dolor.


Septimus.



Las burlas de Loyd le tenían frito ciertamente, ese hombre era un bocazas y tendría a bien arrancarle la lengua pero le necesitaba entero, o bueno, no tan entero, pero ahora su atención se distraia al oler a los intrusos y teniendo que dejar al enorme hombre para más tarde, había trabajo que hacer, y matar vampiros era realmente una de sus especialidades. De hecho el lobo se guardaba un As bajo la manga, salió a interceptar a los intrusos al maldito pasillo, para ver como se acercaban cuan escuadrón de la muerte, el lobo rugió empezando a entrar en una semi transformación que le dejaba a medio camino entre licano y hombre, tenia pelo, dientes afilados, ojos naranjas y garras, pero no terminaba de estar formado, pero esa forma era suficiente para hacer mucho mucho daño a un vampiro.


Más cuando estos salieron a su paso él se lanzó contra estos con daño agravante que formaba con sus garras y sus mordiscos, eso sabe que a un vampiro es lo que mas le duele, incluso más que la plata, un vampiro podia morir por mordedura de licantropo y viceversa, pero Septimus estaba bien entrenado para esto, no por ello era inmortal, o invencible y algunas heridas llegaban al licano, pero ahi estaba su estaca de madera que daba una muerte más definitvia cuando atravesaba los corazones de los vampiros que alguno que otro cayó bajo su ataque.


El lobo avanzó hasta encontrarse de bruces con la cambiante. -Hola canija.- Musitó cuando se cruzó de bruces con ella, que su "espera" sirvió de poco por que disparó a la joven con un revolver que tenía con una bala de plata algo especial, el liquido que tenía dentro de la esfera que usaba de bala hacía que esta se rompiera al impactar y liberara plata liquida dentro de la herida, eso la mantendría más suave que el algodon a la cambiante, la dió un reves para empujarla al sotano y encerrarla, serviria más adelante sin duda, ignorando que la cambiante era esperta en escabullirse.


Observó a las vampiresas pasar con Loyd, eso enfureció a Septimus que se movio rapidamente de la puerta del sotano viendo a esas dos mujeres rubias, la del manto carmesí se le escapo ya que fue interceptado por la mujer de largos cabellos dorados y ondulados que le bufaba, el licantropo la disparó pero esta esquivó, no iba a malgastar balas en ella, asi que la consiguió enganchar saltando sobre ella dandole un señor zarpazo en toda la espalda, ella gritó de dolor y devolvió con un dolorioso mordisco aunque el licantropo la rompio la nariz de un cabezazo, más la vampiresa herida tiró a Septimus contra una de las habitaciones cogiendo el momento perfecto para escapar.

Septimó salió de entre los escombros herido y encabritado para ver como se le habían escapado de entre los dedos. -MALDITOS HIJOS DE PUTA, HEREJES, OS ENCONTRARÉ, NO PODEIS HUIR DE MI, OS DARÉ CAZA.- Maldecía, había reconocido a una de las vampiresas, esto no iba a quedar asi, avisaria a sus compañeros condenados, momentos desesperados...medidas desesperada, había que cazar y cazar era lo suyo,
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Mensaje por Aglaia Sáb Mayo 12, 2018 8:35 am

"And now they're outside ready to bust.".
                               
La puerta cede con el violento golpe abriéndose de par en par. Ante las vampiresas, el licántropo se encuentra metros atrás del umbral de donde proviene el olor a la sangre de Loyd. El cuerpo del inquisidor está en su fase glabro, mitad humano, mitad hombre lobo. Es la máxima transformación a que puede llegar por la ausencia de la luna llena y aún así, las garras y colmillos son demasiado peligrosos. Una mirada entre las vampiresas es suficiente para tener la estrategia. La espartana va flexionando las rodillas en tanto el Condenado acorta la distancia con enormes zancadas que son más lentas que los movimientos programados por la griega. El primer salto de Aglaia la hace tocar la pared con la planta del pie izquierdo, se impulsa al frente y ahora se eleva más hacia su derecha donde la suela de la otra bota toca los ladrillos creando una fisura, con esa inercia, aprovechando su pequeña estatura de un metro sesenta y cuatro, se dispara como una bala para pasar por arriba del licántropo cayendo atrás de él con un salto de tigre.

Las manos primero tocan piso, el cuerpo hace una rodada al frente colocando primero el hombro evitando un impacto mayor, para seguir su loca carrera perdiéndose en el interior de la puerta de la sala de interrogatorios de donde proviniera el olor de Loyd. Aleera ataca desde el primer salto de su sire, es la distracción para que el licántropo no pueda siquiera reaccionar, garras al frente, intenta alcanzarlo, el disparo hacia su cuerpo es visto antes de que la bala salga, ella está ya esquivándolo haciendo que el proyectil vaya en dirección contraria a su cuerpo. El salto del lobo es recibido por el cuerpo de la vampiresa que está dándole segundos preciosos a la espartana, se cae hacia atrás por el impulso del hombre, poniendo un pie en su abdomen para echarlo atrás de ella. Hay demasiada sangre en el aire para desconocer que Loyd está en demasiados aprietos.

Hay que sanarlo antes de siquiera moverlo, para ello, deben inhabilitar al licántropo. Matarlo implicará un tiempo valioso y el riesgo de tener más enemigos. Intenta levantarse cuando el garrazo le alcanza toda la espalda, eso termina con la paciencia de Aleera que se reconoce por ser demasiado impulsiva que se gira encajando los colmillos en la carne de la bestia lupina sin probar su sangre sabiendo su toxicidad. Él contesta con un cabezazo rompiendo el tabique nasal de la vampiresa, que responde con semejante grito al tiempo que le toma de las ropas para alzarlo con toda la potencia de sus brazos y aventarlo dentro de una de las salas de interrogatorios contra los muebles y la pared haciendo un desastre en el lugar. Por impulso, toma la puerta para cerrarla. Le detendrá el tiempo suficiente para salir de ahí.

Aglaia apenas entró, desató con rapidez a Loyd para dejarlo en el piso, las heridas exigen sanar, no existe una manera de hacerlo más rápido que rasgando su lengua con los colmillos para tomar la espalda del humano elevándola en un ángulo de cuarenta y cinco grados y bajar la cabeza para darle al guerrero la ambrosía que necesita. Su poderosa vitae le ayudará a regenerarse rápido, habrá cicatrices, puede que muchas heridas no sanen más que con reposo, aún así, se lo quitará de las manos a Thanatos, el Dios de la Muerte que está apostado en una de las esquinas esperando paciente a que sea el momento - no aún, Thanatos, él sigue siendo de mi propiedad - susurra antes de que su boca se funda con la masculina para darle de beber y que no se escape ninguna de las preciosas gotas.

En el pasillo, Aleera se apresura mirando en la pared contraria cómo el lobo va incorporándose - Quédate quietito, perro - susurra en tanto coloca todos los cerrojos por fuera. - No tengo tiempo para ti - se ríe a carcajadas en tanto sus pies la encaminan hacia la habitación donde está ese persistente aroma a vitae. En cuanto llega, disfruta del espectáculo de su sire vertiendo su sangre dentro del cuerpo de Loyd en forma de un apasionado contacto boca a boca que se antoja acompañar.
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Mensaje por Loyd Granchester Dom Mayo 13, 2018 9:32 am

Dentro de la inconsciencia, las cosas se suceden con rapidez inusitada. La llegada de la caballería vampírica rompe el dique que contenía a muchos dentro de esa sede. En libertad, los ocho que entraron se convierten en más de veinte enemigos para los inquisidores. Entre tanto, la respiración va apagándose antes de que el alivio a sus músculos sea el primer indicador de que por fin, las cosas mejorarán. El cuerpo del grandulón es cuidadosamente depositado en el suelo por alguien con un olor mezclado de sangre y flores silvestres. La vampiresa le sujeta de la espalda para incorporarlo un poco y depositar en su boca esa ambrosía propia de los dioses proveniente de la lengua espartana que le acaricia con suavidad dándole a Loyd el tratamiento de un guerrero que con sus actuares se ganó.

Vitae, poderosa y sabrosa vitae. De inmediato se sumerge en el cuerpo del gigante que la recibe con anhelo y ansiedad propios de aquél que quiere seguir existiendo. Repara con su viaje las heridas más profundas, reformando venas y arterias. Apagando los incendios de dolor por todos sus centros nerviosos intercambiando esas sensaciones negativas por un placer que es igual de acuciante por tener más y más. Un golpeteo potente llega a su oído, lo ignora por sujetar esa cabeza que le ofrece el alivio más placentero con su verga dura por las sensaciones que se restriega contra su otra mano por pura y simple lujuria. Remueve los labios comiéndose la boca de quien le ofrece su ayuda sin tapujos ni restricciones permitiendo que continúe este ósculo sangriento y adictivo.

La vitae sigue manando, llenando su cuerpo de la vida que se escapaba. Las heridas cierran por completo dejando sólo unas marcas que tardarán en sanar a menos que a la noche siguiente vuelvan a ministrar tan poderoso líquido rojizo. Los ojos verdáceos se abren observando primero los rizos rubios de la cabellera corta de tan pequeña mujer. Porque lo es, mide un metro sesenta y cuatro comparado a sus casi dos metros y aún así, le mantiene bien sujeto sin posibilidad de caerse. En cuanto el ósculo termina, quiere Loyd que no se separe sujetando su cabeza en tanto en sus pantalones una mancha se extiende como señal del orgasmo tan potente que se reflejó en sus cuerdas vocales.

Ella niega con la cabeza con esa sonrisa dulce que le conociera hace ya muchos años atrás. No hay palabras qué decir, auxiliado por la inmortal y por Aleera, es extraído de la habitación de dolor y después, al pasar por el pasillo, puede dar fe de que el licántropo sigue golpeando la puerta intentando salir de ahí. Es tarde, tras ellos, los inquisidores procuran retenerle, siendo repelidos por los vampiros que quedan. Tres en total porque han caído otros tres. La retaguardia sigue su cometido hasta que son libres. Y en las calles, la rubia de manto carmesí le toma en brazos denotando la potencia de su cuerpo dando un salto de ensueño con tal peso para correr a toda velocidad por los techos de los hogares siendo imposible para los inquisidores seguirles.

¿Tuvieron suerte? Sí. Tres minutos después de su escape, los refuerzos de la Inquisición llegan para contener lo que ahora ya es una fuga masiva. Han soltado a todos los presos, así que en medio del caos, Loyd ha logrado huir. A pesar de todo, alguien le protege desde los infiernos. Una vampiresa con manto rojo y un grito de guerra que invoca a los dioses del Olimpo a cuidar sus espaldas. Siendo el inglés su protegido, no hay más que temer. Su último destino es la casa de Nona donde será atendido con los cuidados necesarios para salir de nuevo y seguir plantando cara a la Iglesia, sus Inquisidores y a todos los fanáticos religiosos.

¡Así sea!


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