Dejar todo atrás... ¿es acaso una opción? - Privado

por **Isabelle Campionibusa** Lun Abr 16, 2018 9:24 pm

¿Cuantos años había servido a la Inquisición? diez, quince años ¿quizás? ¿y en todos esos años, en que había arriesgado su vida, asesinado en nombre de la iglesia y de su propio odio, ¿había logrado ser por fin feliz? esas eran las preguntas que se hacía en su cabeza. ¿Cuando había sido la última ve que pensara en ello? - Ah si... cuando me encontré con ese brujo, esa herida de mi pasado - se dijo mientras, limpiaba meticulosa sus armas, - ¿y que gané? ¿que perdí? - volvió a pensar. Depositó con cuidado el cañón que acababa de pulir y le contempló, como si en realidad fuera una dulce señora de familia y se encontrara lustrando la platería. Sonrió con tristeza, cosa que era mas que raro en ella, pero en ese momento Emelia, no era ella misma, las cavilaciones habían dejado aflorar la joven que fuera alguna vez, esa que soñaba con ser una esposa comprensiva, una madre amorosa y vivir una vida tan distinta a la que ahora vivía. - ¿que he hecho de mi vida? - dijo en voz alta, - ¿como permití que el odio me consumiera? hasta ser un...demonio - se dijo, llevando las manos a la altura de sus ojos, se encontraban limpias, pero ella sabía que estaban cubiertas de sangre, de inocentes, de culpables, de sobrenaturales y de humanos, -Dios no puede perdonarme... si ni yo logro hacerlo- caviló, riendo con desgano, inspirando profundamente y dejando salir luego todo el aire de sus pulmones, mientras se dejaba caer en el respaldo del sillón en el que s encontraba. - Desearía desaparecer, comenzar una vida desde la nada, que nadie fuera capaz de reconocerme - pensó, temerosa de decirlo en voz alta, porque las paredes pueden oír, y sus enemigos estar alerta.

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Una mujer se encuentra en la estación de trenes, solo lleva una maleta de mano, un baúl, su vestido de mangas largas y puños de encaje, de un color celeste primoroso, dan un aire de dulzura y femineidad a la joven. Sus cabellos, tan blancos como la nieve, se encuentran peinados, con algunos bucles que le cubren parte de su espalda y caen a sus hombros. Se ve hermosa, con sus ojos tan celestes como su atuendo. El viento agitó sus cabellos, dejando ver el misterioso rostro, ¿quien podría creer que esa bella mujer es una peligrosa asesina? ¿que estará haciendo en un lugar así? ¿Podría acaso dejar todo su odio atrás y volver a comenzar de cero? Emelia sonríe, tranquila, solo ella sabe que está esperando allí, si es un viaje de ida, o solo un espejismo. Mientras tanto espera, a que el destino decid por ella.

por **Fabrice Laurent** Sáb Jun 30, 2018 12:07 am

Amaba su trabajo. La satisfacción que le traía cerrar sus casos, en especial cuando los mismos tenían que ver con salvar la vida de otras personas, algo que recientemente estaba llegando a sus manos mucho más seguido que en otras ocasiones y que no significaba que se estaba volviendo más famoso o habilidoso, sino que demostraba que la vida se estaba tornando más complicada para todos.

En las calles podía escucharse de desapariciones, asesinatos, inquisidores que entraban a casas alegando estar “limpiando la ciudad” y acabando por matar inocentes mientras que los verdaderos monstruos, los verdaderos culpables quedaban impunes; tal como en el caso de la señorita Reuven, en el cual debió interferir para salvar la vida de huérfanos, así como debió de seguir a una inquisidora por petición de un Grant, uno de los suyos, para salvar a su esposa secuestrada. Ahora, volvía de Italia, de seguir a un tío que decidía que secuestrar a sus sobrinos, herederos de la gran fortuna de su hermano fallecido era lo único que podría ayudarle para hacerse del dinero del difunto; afortunadamente Dylan había logrado dar con el hombre y los sobrinos, así que la madre pudo movilizarse para recuperar a sus hijos. Y ya con la misión finalizada, el Laurent regresaba en tren a París, donde seguramente tendría más trabajó aguardándole.

Durante el trayecto, el Laurent tuvo el tiempo suficiente para descansar, reponer las energías que en los últimos días se vio en la necesidad de utilizar y prepararse para lo que le aguardaba de vuelta a su casa, por eso, al descender del tren y comenzar a andar por el anden, se sentía más alerta y con fuerza que nunca; quizás, fue en parte eso lo que le hizo descubrir de entre todas las personas que se encontraban en la estación, una de cabellos blanquecinos, una que hasta hace poco había estado siguiendo, una a la que conocía más de lo que hubiera deseado. La inquisidora Emelia, aquella mujer que investigo a petición de Grant y que resulto ser la secuestradora de la esposa del inquisidor y una mujer con un alma oscura.

Al descubrir a Emelia entre la multitud, Dylan pensó en que lo más prudente sería pasar de largo e irse a su hogar, más al andar y estar cada vez más cerca de ella, pudo detectar algo que durante su investigación no vio en ella, pesar. Esa nueva faceta de la inquisidora resulto ser lo suficientemente tentadora como para que sin darse cuenta de lo que hacía, el Laurent acabase por acercarse a ella y detenerse a su lado.
– Para algunas personas viajar resulta tedioso, pero a mi me resulta reconfortante, ¿No le parece a usted de esa forma? – preguntó, notando entonces que la dama no usaba las características ropas negras de los inquisidores – ¿Tomará unas vacaciones o viajara por cuestiones laborales?.

por **Isabelle Campionibusa** Sáb Ago 25, 2018 10:02 am

El tren que esperaba aún no había arribado, mas un tren entraba en la estación, uno que provenía del mismo lugar en el que en unas horas ella arribaría. Mientras unos llegaban a sus destinos, ella deseaba ir en busca de su pasado. Por muchos años había pospuesto esa búsqueda, pero ahora, tras tanto tiempo, tanto odio, la necesidad de curarse había llegado. Necesitaba encontrar a ese bebé que había tenido que entregar, y la única manera posible, consistía en recorrer el camino a la inversa, llegando hasta las mismas puertas en donde dejara a su hija.

Absorta en ello, no se dio cuenta que la galería de la estación se llenaba de personas descendiendo del tren, llevando paquetes, valijas, baúles y bolsos de mano. Algunos de aquellos viajeros, pasaron muy cerca de ella, sin saber de lo peligroso que podría haber sido, si la Borromeo, hubiera sido la misma que hasta muy poco era una maquina de matar. Pero ahora, era una mujer, que buscaba su pasado, intentando terminar con su propia locura. Aun nadie lo sabía, pero estaba dispuesta a dejar la orden, si lograba encontrar a su hija. Era consciente de que la niña, ya no sería tal, que estaba buscando a una mujer de casi veintidós o veintitrés años, pero éste era la última oportunidad de su vida para llegar a ella y decirle que jamás había podido olvidar aquello ojos que la miraban, ni las manitas que tomaban con fuerza sus dedos. Que jamás se había perdonado aquella decisión, y que esperaba que de alguna manera la perdonara, aunque tal vez eso era algo demasiado egoísta de pedir por su parte. Suspiró algo desanimada, ante la posibilidad de que la rechazaran, pero bien se lo tendría merecido, ya que ella había hecho mucho daño en su vida, y tal vez sería la forma de vengarse la vida, de su maldad.

Pensando en ello, no se dio cuenta que le hablaban hasta que sus ojos se fijaron en los de un hombre que la miraba insistentemente. Pestañeo varias veces, inclinó levemente la cabeza, antes de preguntar - ¿Que fue lo que dijo? - le preguntó frunció el entrecejo - ¿está preguntándome a mi? -, la inquisidora no era muy amiga de hablar con extraños, pero su personalidad se había comenzado a quebrar, a resquebrajar como un cristal que poco a poco va cediendo,por lo que sin saber porque, le sonrió levemente, - bueno... ¿quien no ama salir de viaje? ¿pero porque me pregunta si es por trabajo? ¿acaso nos conocemos?- dijo realmente intrigada, pues no lo reconocía.

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