AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Puppet Master - [Héctor Lebeau-Fortier]
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Puppet Master - [Héctor Lebeau-Fortier]
Recuerdo del primer mensaje :
La sociedad parisina es una calca de la ateniense. Los caballeros sonríen a todos los que a su alrededor se encuentran esperando a tener la complacencia adecuada para entablar negocios competitivos. Por supuesto, asuntos que les den los mejores dividendos a ellos, no a los demás. Las mujeres, en cambio, con el apodo de "damas de sociedad", buscan brillar entre todas las presentes. Las solteras, con la finalidad de encontrar un buen partido que les siga dando el estatus de comodidad al que están acostumbradas. Las casadas, para ver si entre algunos "caballeros" pueden tener algo más divertido que las sesiones carnales que en casa padecen de luz. ¿Es Aglaia una cínica? No. Es realista. Ha visto tanto durante su existencia que estos juegos le suponen un mortal aburrimiento.
Caminando entre las personas, es su indumentaria la que causa furor. No se ha adoptado a los cánones requeridos por la época. Su piel expuesta es demasiado para los estándares de la doble moral parisina. Unas damas la tachan de prostituta, en el mejor de los términos. Otras, de osada y una descocada. - ¡Aparecerse así en un lugar de alta alcurnia! Abrase visto tales desfiguros -. Y los cotilleos a su paso son para Aglaia susurros que la divierten. Al menos en ese aspecto, está atenta a lo que genera. Está segura que tarde que temprano, alguna de esas damas irá a su modisto para hacer algo parecido. En ocasiones, los inmortales causan esos efectos en la moda. Aventajan siglos e imponen nuevas marcas. Lo que le importa a la espartana son las miradas masculinas. Alguien de ellos es su presa, ha estado inmiscuyéndose en sus asuntos y tiene que parar.
Sus pies avanzan con tranquilidad, su cuerpo educado a las formas de la etiqueta son un regalo de un otrora Ateniense que pulió el carbón hasta transformarlo en el diamante que ahora brilla. Debiera agradecerle, más ha vuelto a desaparecer en el mundo y Aglaia no tiene intenciones, por lo menos acuciantes, para regresar al viejo cuento de la persecución del gato y el ratón. Algo que sin duda, al Puppet Master le agrada. Tirar de los hilos hasta que la situación sea perfecta y él aparezca como el más dadivoso protector o benefactor. Está cansada de los ires y venires del otrora Titán. Está agotada de su ego que estos trescientos años lejos de su mirada han sido una bendición para el carácter belicoso de la dama.
Y como si Afrodita escuchara sus plegarias, tiene ahí a su presa. El hombre que le está pisando los talones haciéndole más difícil la convivencia y su estabilidad en París. Una copa en la mano sumada con una sonrisa cautivadora son sus armas para empezar la diversión. Ya con antelación le había enviado una botella del más fino vino tinto y vertido en ella unas gotas de su sangre. El embriagante sabor del contenido sería potenciado por la vitae vampírica haciendo del hombre, quizá ya para estos momentos, un adicto a ésta. Sólo falta un empujón y tendrá otro esclavo a su conveniencia. Al llegar a su altura, lo observa dejar de platicar con otro caballero, la proporción de sus senos y caderas son suficientes para que se le antoje mantener una conversación con la dama. Aglaia sabe bien lo que causa vestida de la forma apropiada y la virilidad en los pantalones poco se oculta cuando avanza la velada y ella hace gala de algunas caricias propicias en las solapas del saco o bien, quitar una mancha en la mejilla del caballero.
El tacto helado está cubierto por guantes carmesí, así que en ese aspecto, el hombre no sabe con qué clase de especimen ponzoñoso está platicando y, tras unos nuevos minutos, él mismo inicia el camino al Tártato - ¿Le parecería ir a un lugar más discreto? Mucho me temo que tanta algarabía me impide escucharla, madame - su sonrisa es dulce, si hubiera observado sus ojos, quizá habría temido tras hacer la propuesta. Ciegos mortales, que ceden al peor de los pecados. Conducida por el brazo del humano, vagan por las habitaciones hasta entrar en una donde la decadencia transfigura las facciones masculinas al buscar los labios de la espartana que se entregan al tiempo que, astuta como zorro, uno de sus colmillos rasga la piel de su propia lengua dejando las gotas caer en la boca del humano.
Vitae, adictiva y peligrosa, vaga por las papilas gustativas del hombre que se engolosina buscando cada vez más. La droga en sus venas y su ansiedad por ella lo enloquece. Pierde los estribos intentando subir las faldas de la fémina que le mantiene las manos sujetas en la tela. - ¿Es mi imaginación o vas demasiado rápido, mon cherié? - susurra contra su oído en tanto su propia saliva cierra la herida. El mortal, hostigado por sus propios instintos, se subleva. Intenta alejarla con violencia, empujándola de los brazos para sorprenderse del hecho de que no la mueve ni un ápice. Sus ojos se abren como perlas, en toda su totalidad su cuerpo está sumido en el azoro. - Si quieres más, tendrás que acatar mis condiciones, Hugh - pronuncia su nombre con fuerza en tanto el rictus femenino se torna de complaciente a dominante.
Las manos que toman las masculinas, aprietan hasta hacerlo hincarse frente a ella presa del dolor - te has equivocado de presa. Es suficiente con tu búsqueda y tu fútil intento de obtener lo que no es tuyo. Las propiedades de los Miracle me pertenecen. Y debes dejarlas en paz, a cambio puede que te proporcione más de lo que anhelas. De esa droga que te pierde - y para reafirmar la veracidad de sus palabras, suelta el agarre de la derecha llevando su muñeca hasta la boca para rasgar la piel. Las finas perlas carmesíes resbalan y son dirigidas a la boca abierta del sorprendido mortal, que al simple contacto de la primera, se engancha a la fuente de perdición con la locura brillando en las pupilas. - Éste es tu pacto sellado con sangre, sea tu propia actuación la que lo mantenga o te haga perecer aquí ¿Entendiste? - la mente del hombre está enloquecida. Juraría sobre la figura del mismo Lucifer si con ello obtiene lo que busca. Esas gotas que lo pierden succión a succión.
"I would kneel, but you know,
being all the morning killing your men
has caused a cramp in my leg.".
being all the morning killing your men
has caused a cramp in my leg.".
La sociedad parisina es una calca de la ateniense. Los caballeros sonríen a todos los que a su alrededor se encuentran esperando a tener la complacencia adecuada para entablar negocios competitivos. Por supuesto, asuntos que les den los mejores dividendos a ellos, no a los demás. Las mujeres, en cambio, con el apodo de "damas de sociedad", buscan brillar entre todas las presentes. Las solteras, con la finalidad de encontrar un buen partido que les siga dando el estatus de comodidad al que están acostumbradas. Las casadas, para ver si entre algunos "caballeros" pueden tener algo más divertido que las sesiones carnales que en casa padecen de luz. ¿Es Aglaia una cínica? No. Es realista. Ha visto tanto durante su existencia que estos juegos le suponen un mortal aburrimiento.
Caminando entre las personas, es su indumentaria la que causa furor. No se ha adoptado a los cánones requeridos por la época. Su piel expuesta es demasiado para los estándares de la doble moral parisina. Unas damas la tachan de prostituta, en el mejor de los términos. Otras, de osada y una descocada. - ¡Aparecerse así en un lugar de alta alcurnia! Abrase visto tales desfiguros -. Y los cotilleos a su paso son para Aglaia susurros que la divierten. Al menos en ese aspecto, está atenta a lo que genera. Está segura que tarde que temprano, alguna de esas damas irá a su modisto para hacer algo parecido. En ocasiones, los inmortales causan esos efectos en la moda. Aventajan siglos e imponen nuevas marcas. Lo que le importa a la espartana son las miradas masculinas. Alguien de ellos es su presa, ha estado inmiscuyéndose en sus asuntos y tiene que parar.
Sus pies avanzan con tranquilidad, su cuerpo educado a las formas de la etiqueta son un regalo de un otrora Ateniense que pulió el carbón hasta transformarlo en el diamante que ahora brilla. Debiera agradecerle, más ha vuelto a desaparecer en el mundo y Aglaia no tiene intenciones, por lo menos acuciantes, para regresar al viejo cuento de la persecución del gato y el ratón. Algo que sin duda, al Puppet Master le agrada. Tirar de los hilos hasta que la situación sea perfecta y él aparezca como el más dadivoso protector o benefactor. Está cansada de los ires y venires del otrora Titán. Está agotada de su ego que estos trescientos años lejos de su mirada han sido una bendición para el carácter belicoso de la dama.
Y como si Afrodita escuchara sus plegarias, tiene ahí a su presa. El hombre que le está pisando los talones haciéndole más difícil la convivencia y su estabilidad en París. Una copa en la mano sumada con una sonrisa cautivadora son sus armas para empezar la diversión. Ya con antelación le había enviado una botella del más fino vino tinto y vertido en ella unas gotas de su sangre. El embriagante sabor del contenido sería potenciado por la vitae vampírica haciendo del hombre, quizá ya para estos momentos, un adicto a ésta. Sólo falta un empujón y tendrá otro esclavo a su conveniencia. Al llegar a su altura, lo observa dejar de platicar con otro caballero, la proporción de sus senos y caderas son suficientes para que se le antoje mantener una conversación con la dama. Aglaia sabe bien lo que causa vestida de la forma apropiada y la virilidad en los pantalones poco se oculta cuando avanza la velada y ella hace gala de algunas caricias propicias en las solapas del saco o bien, quitar una mancha en la mejilla del caballero.
El tacto helado está cubierto por guantes carmesí, así que en ese aspecto, el hombre no sabe con qué clase de especimen ponzoñoso está platicando y, tras unos nuevos minutos, él mismo inicia el camino al Tártato - ¿Le parecería ir a un lugar más discreto? Mucho me temo que tanta algarabía me impide escucharla, madame - su sonrisa es dulce, si hubiera observado sus ojos, quizá habría temido tras hacer la propuesta. Ciegos mortales, que ceden al peor de los pecados. Conducida por el brazo del humano, vagan por las habitaciones hasta entrar en una donde la decadencia transfigura las facciones masculinas al buscar los labios de la espartana que se entregan al tiempo que, astuta como zorro, uno de sus colmillos rasga la piel de su propia lengua dejando las gotas caer en la boca del humano.
Vitae, adictiva y peligrosa, vaga por las papilas gustativas del hombre que se engolosina buscando cada vez más. La droga en sus venas y su ansiedad por ella lo enloquece. Pierde los estribos intentando subir las faldas de la fémina que le mantiene las manos sujetas en la tela. - ¿Es mi imaginación o vas demasiado rápido, mon cherié? - susurra contra su oído en tanto su propia saliva cierra la herida. El mortal, hostigado por sus propios instintos, se subleva. Intenta alejarla con violencia, empujándola de los brazos para sorprenderse del hecho de que no la mueve ni un ápice. Sus ojos se abren como perlas, en toda su totalidad su cuerpo está sumido en el azoro. - Si quieres más, tendrás que acatar mis condiciones, Hugh - pronuncia su nombre con fuerza en tanto el rictus femenino se torna de complaciente a dominante.
Las manos que toman las masculinas, aprietan hasta hacerlo hincarse frente a ella presa del dolor - te has equivocado de presa. Es suficiente con tu búsqueda y tu fútil intento de obtener lo que no es tuyo. Las propiedades de los Miracle me pertenecen. Y debes dejarlas en paz, a cambio puede que te proporcione más de lo que anhelas. De esa droga que te pierde - y para reafirmar la veracidad de sus palabras, suelta el agarre de la derecha llevando su muñeca hasta la boca para rasgar la piel. Las finas perlas carmesíes resbalan y son dirigidas a la boca abierta del sorprendido mortal, que al simple contacto de la primera, se engancha a la fuente de perdición con la locura brillando en las pupilas. - Éste es tu pacto sellado con sangre, sea tu propia actuación la que lo mantenga o te haga perecer aquí ¿Entendiste? - la mente del hombre está enloquecida. Juraría sobre la figura del mismo Lucifer si con ello obtiene lo que busca. Esas gotas que lo pierden succión a succión.
Aglaia- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/04/2018
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Re: Puppet Master - [Héctor Lebeau-Fortier]
Sonrió con superioridad. Tenía razón, no iba a preparar nada especial. Pero porque en su casa todo estaba siempre listo para cualquier eventualidad. Siempre había comida dispuesta para una visita inesperada, siempre estaba todo limpio y en orden. No mantenía a vampiros y humanos a la par para preocuparse de esas estupideces. Él sólo tenía que chasquear los dedos y ver cumplido el más absurdo de sus caprichos.
-El jueves a las diez será perfecto. Te aseguro que tu chiquilla no tendrá queja alguna de mi recibimiento.
Porque realmente podía entrar en su mente y hacerla percibir lo que a él le diera la gana. Podía llevarla a un pantano y que ella creyera estar en un palacio. Su mente recordaría sólo lo que él quisiera escribir en ella.
-No me mires así. Te prometo que no manipularé su mente. Demasiado.
Una promesa vacía, por supuesto, porque Héctor era caprichoso y voluble y su palabra sólo tenía el valor que él deseaba darle. Uno de los privilegios de su condición de deidad que había arrastrado a aquella existencia sombría que llevaba ahora.
-¿Medusa? Era bonita. Una mujer preciosa, sin duda. Pero con un ego desmedido –como si el suyo fuera finito-. En mi opinión, el castigo de Atenea fue divertido. Un tanto exagerado, pero divertido. Claro, que teniendo en cuenta que hacíamos cosas como condenar a gente a que le comieran el hígado todas las noches, o a vivir en un laberinto, o cositas así… que la hicieran tan víbora por fuera como lo era por dentro fue algo casi de andar por casa.
Desestimó la importancia del asunto con un gesto de la mano, pero la espartana tenía razón, la historia le perseguía, hiciese lo que hiciese. Y suponía que sería así por los siglos de los siglos. Como siempre había sido, como siempre sería. Los inmortales no pueden escapar del tiempo. Es irónico, pero el hecho de ser inmortal hace que siempre tengan tiempo de dar contigo para una venganza.
-Beber la sangre de alguien te abre las puertas a toda su vida. Puedes sentir en el lapso de un trago todos los momentos que la componen y que están grabados en sus venas. Cuantos más años tiene una persona, más fuerte es la sensación, cuantas más vivencias, más intenso es el sabor. Si un humano puede hacerte sentir viva de nuevo por unos segundos, imagina alguien con una vida inmortal, pero no como somos nosotros ahora, con vidas robadas, sino con un pulso, un corazón latiendo, la sangre caliente fluyendo y palpitando bajo piel viva… Te diría que es como un orgasmo, pero puede que sea incluso mejor.
-El jueves a las diez será perfecto. Te aseguro que tu chiquilla no tendrá queja alguna de mi recibimiento.
Porque realmente podía entrar en su mente y hacerla percibir lo que a él le diera la gana. Podía llevarla a un pantano y que ella creyera estar en un palacio. Su mente recordaría sólo lo que él quisiera escribir en ella.
-No me mires así. Te prometo que no manipularé su mente. Demasiado.
Una promesa vacía, por supuesto, porque Héctor era caprichoso y voluble y su palabra sólo tenía el valor que él deseaba darle. Uno de los privilegios de su condición de deidad que había arrastrado a aquella existencia sombría que llevaba ahora.
-¿Medusa? Era bonita. Una mujer preciosa, sin duda. Pero con un ego desmedido –como si el suyo fuera finito-. En mi opinión, el castigo de Atenea fue divertido. Un tanto exagerado, pero divertido. Claro, que teniendo en cuenta que hacíamos cosas como condenar a gente a que le comieran el hígado todas las noches, o a vivir en un laberinto, o cositas así… que la hicieran tan víbora por fuera como lo era por dentro fue algo casi de andar por casa.
Desestimó la importancia del asunto con un gesto de la mano, pero la espartana tenía razón, la historia le perseguía, hiciese lo que hiciese. Y suponía que sería así por los siglos de los siglos. Como siempre había sido, como siempre sería. Los inmortales no pueden escapar del tiempo. Es irónico, pero el hecho de ser inmortal hace que siempre tengan tiempo de dar contigo para una venganza.
-Beber la sangre de alguien te abre las puertas a toda su vida. Puedes sentir en el lapso de un trago todos los momentos que la componen y que están grabados en sus venas. Cuantos más años tiene una persona, más fuerte es la sensación, cuantas más vivencias, más intenso es el sabor. Si un humano puede hacerte sentir viva de nuevo por unos segundos, imagina alguien con una vida inmortal, pero no como somos nosotros ahora, con vidas robadas, sino con un pulso, un corazón latiendo, la sangre caliente fluyendo y palpitando bajo piel viva… Te diría que es como un orgasmo, pero puede que sea incluso mejor.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 176
Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: Puppet Master - [Héctor Lebeau-Fortier]
Su sonrisa es parte mofa, parte diversión - no es mi chiquilla, ni descendiente, ni ghoul, ni nada mío más que una pequeña que me parece interesante y me llamará la atención ver qué te parece a ti - podría pensar que le gustaría conversar con Annabeth, sin embargo Héctor es mucho más enigmático que una quimera y más caprichoso que la propia diosa Afrodita o peor aún, que Hera. Se cruza de brazos a la defensiva - no la manipules y listo. Sirve bastante a mis propósitos, tómalo en cuenta - como si eso pudiera hacer cambiar de parecer al vampiro. Se pregunta si al menos escucha una frase de lo que dice. De reojo, mira el reloj, ya es tarde y si quiere volver a su heaven sana y salva, sería prudente empezar a salir de ahí.
- El hígado era comido durante las horas diurnas, se regeneraba en las nocturnas - por inercia le corrige como si escuchara a alguno de sus chiquillos mencionar tal dato, tampoco le pone demasiado énfasis. Es un comentario al aire para continuar la conversación y que él sepa que sigue atenta a ésta. - A veces los dioses me sorprenden con la imaginación desmedida que poseían, poseen, bah, como sea - nunca antes vio a uno de ellos pisar la tierra, quizá lo tuvieran vedado a estas alturas del tiempo. Saber que todavía algunos héroes siguen caminando le da curiosidad. El escuchar a Héctor hablar de probar su sangre, la aumenta. - ¿A quién te comiste ya? Por cierto, me encanta platicar contigo, pero ya es tarde y necesito volver a mi heaven. Te veo el próximo jueves ¿Te parece bien? - le gustaría quedarse más tiempo, de verdad que sí, pero su heaven está al otro lado de la ciudad y tiene que irse lo más pronto posible para evitar que el sol la alcance antes de llegar.
Se acerca para depositar un beso en su mejilla, acariciando la piel del vampiro con suavidad sonriendo con benevolencia, - a pesar de todo lo que puedas pensar, me alegra volverte a encontrar, ya no te desaparezcas. Y ten cuidado odiaría que salgas corriendo porque alguien te puso una trampa, Héctor. Por más titán del conocimiento que seas, sabes que confabulados, los hombres son capaces de proezas - frunce los labios antes de acomodar un mechón del cabello masculino - odiaría que tu cabeza corriera ningún riesgo. Y si necesitas algo - toma un papel y le anota una dirección - búscame, no importa lo que sea, sabes que acudiré a tu llamado - más no puede hacer, así pues, toma el abrigo para irse de ahí y regresar a su casa con la promesa de volver el jueves con Annabeth.
- El hígado era comido durante las horas diurnas, se regeneraba en las nocturnas - por inercia le corrige como si escuchara a alguno de sus chiquillos mencionar tal dato, tampoco le pone demasiado énfasis. Es un comentario al aire para continuar la conversación y que él sepa que sigue atenta a ésta. - A veces los dioses me sorprenden con la imaginación desmedida que poseían, poseen, bah, como sea - nunca antes vio a uno de ellos pisar la tierra, quizá lo tuvieran vedado a estas alturas del tiempo. Saber que todavía algunos héroes siguen caminando le da curiosidad. El escuchar a Héctor hablar de probar su sangre, la aumenta. - ¿A quién te comiste ya? Por cierto, me encanta platicar contigo, pero ya es tarde y necesito volver a mi heaven. Te veo el próximo jueves ¿Te parece bien? - le gustaría quedarse más tiempo, de verdad que sí, pero su heaven está al otro lado de la ciudad y tiene que irse lo más pronto posible para evitar que el sol la alcance antes de llegar.
Se acerca para depositar un beso en su mejilla, acariciando la piel del vampiro con suavidad sonriendo con benevolencia, - a pesar de todo lo que puedas pensar, me alegra volverte a encontrar, ya no te desaparezcas. Y ten cuidado odiaría que salgas corriendo porque alguien te puso una trampa, Héctor. Por más titán del conocimiento que seas, sabes que confabulados, los hombres son capaces de proezas - frunce los labios antes de acomodar un mechón del cabello masculino - odiaría que tu cabeza corriera ningún riesgo. Y si necesitas algo - toma un papel y le anota una dirección - búscame, no importa lo que sea, sabes que acudiré a tu llamado - más no puede hacer, así pues, toma el abrigo para irse de ahí y regresar a su casa con la promesa de volver el jueves con Annabeth.
Aglaia- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 112
Fecha de inscripción : 10/04/2018
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Re: Puppet Master - [Héctor Lebeau-Fortier]
Puso los ojos en blanco ante las correcciones. ¿Realmente importaba? Eran cosas que habían pasado hacía tanto tiempo que podrías discutir con cualquiera sobre su veracidad y no llegarías a una conclusión lógica.
-Ya te he dicho que no la manipularé, ¿necesitas un contrato escrito y firmado con sangre? Porque tenemos miles de ejemplos en los que esas cosas no salen como se espera.
Su intención no era moldear la mente de la muchacha, pero lo haría si lo veía necesario para mantener su seguridad. Dependería total y absolutamente de ella, de su comportamiento, de sus palabras o de los pensamientos que él pudiera cazar al vuelo a su alrededor. Confiaba ciegamente en la espartana, más de lo que le reconocería en voz alta, pero eso quedaba más que claro por la forma en que la trataba, así que si ella le recomendaba conocer a alguien, porque creía que le resultaría interesante, él se molestaba en darle, al menos, una oportunidad. Luego ya se vería.
-Me he comido a mucha gente. De muchas formas –fue su enigmática respuesta-. Hasta el jueves, pues. Estaré esperando con ansias. Y por lo de Perseo no te preocupes, que si le da por asomar la nariz antes de que nos veamos, me encargaré de concertaros una cita. –Sonrió con cierta melancolía-. No voy a huir de París, ahora hay alguien que me ata y, si ella no viene conmigo, seguiré morando en la Ciudad del Amor.
Una muestra más de lo mucho que confiaba en aquella mujer, a pesar del largo tiempo que habían estado separados. Le estaba revelando la verdad, su punto débil, que había una persona que le ataba a aquella tierra, que era importante para él, que no iba a dejar atrás. Sangre de su sangre.
-Yo también me alegro de volver a verte, encanto. Mi cabeza está a salvo –afirmó, mostrándole la nota que ella misma le había dado, dando a entender que se consideraba a salvo precisamente gracias a ella-. Nos veremos el jueves, pero estoy seguro de que no será la última vez.
-Ya te he dicho que no la manipularé, ¿necesitas un contrato escrito y firmado con sangre? Porque tenemos miles de ejemplos en los que esas cosas no salen como se espera.
Su intención no era moldear la mente de la muchacha, pero lo haría si lo veía necesario para mantener su seguridad. Dependería total y absolutamente de ella, de su comportamiento, de sus palabras o de los pensamientos que él pudiera cazar al vuelo a su alrededor. Confiaba ciegamente en la espartana, más de lo que le reconocería en voz alta, pero eso quedaba más que claro por la forma en que la trataba, así que si ella le recomendaba conocer a alguien, porque creía que le resultaría interesante, él se molestaba en darle, al menos, una oportunidad. Luego ya se vería.
-Me he comido a mucha gente. De muchas formas –fue su enigmática respuesta-. Hasta el jueves, pues. Estaré esperando con ansias. Y por lo de Perseo no te preocupes, que si le da por asomar la nariz antes de que nos veamos, me encargaré de concertaros una cita. –Sonrió con cierta melancolía-. No voy a huir de París, ahora hay alguien que me ata y, si ella no viene conmigo, seguiré morando en la Ciudad del Amor.
Una muestra más de lo mucho que confiaba en aquella mujer, a pesar del largo tiempo que habían estado separados. Le estaba revelando la verdad, su punto débil, que había una persona que le ataba a aquella tierra, que era importante para él, que no iba a dejar atrás. Sangre de su sangre.
-Yo también me alegro de volver a verte, encanto. Mi cabeza está a salvo –afirmó, mostrándole la nota que ella misma le había dado, dando a entender que se consideraba a salvo precisamente gracias a ella-. Nos veremos el jueves, pero estoy seguro de que no será la última vez.
Ceo Lebeau-Fortier- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 176
Fecha de inscripción : 12/04/2017
Re: Puppet Master - [Héctor Lebeau-Fortier]
Si le dieran un penique por cada vez que Héctor dice una cosa y hace otra, tendría tanto o más dinero que los reyes o incluso, que el rey Midas. A pesar de lo que pueda pensarse, el vampiro es capaz de contradecirse si al momento en que se entreviste con Annabeth descubre algo que no le agrade. Le preocupa y sabiendo cómo la conoce, él también lo sabe. Quizá por eso intenta relajar los ánimos. - Aún con el contrato firmado, eres capaz de hacer lo que te venga en gana, Héctor - reniega cruzando los brazos. Seguir insistiendo es igual que llevar comida a un muerto. Debería confiar en la joven, en que las enseñanzas de años por tantos sobrenaturales dieron su fruto.
Y que la mente de la humana es igual de perspicaz que cualquier héroe que se jacte de tener dos dedos de frente. Que será prudente en sus palabras y procederes. Por si las dudas, le dará algunos tips. Si tuviera todavía esas sensaciones humanas, sentiría que el estómago se le contrae cuando Héctor asevera que se ha comido de muchas formas a las personas. Si lo sabrá Aglaia que lleva con él desde su temprana transformación. Apurarse por ello no tiene sentido. Hará lo que tenga que hacer y por si las dudas, vendrá a con la humana. Solucionado la mayor parte de esta entrevista, se despide esperando volver a tener el tiempo y la vida para encontrarlo. La cita del jueves queda firme. - Perseo... ten cuidado con ese tipo, si dices que está tan viejo, seguro que tendrá algo que hacer y sobre todo, si tienes a alguien a quien cuidar, no te expongas a su lado - son sus recomendaciones.
Sabe que Héctor hará todo lo que se le venga en gana, que para eso es quien es. - Lo que necesites, así sea custodiar a quien te mantiene en París, avísame. No dudes en hacerlo - parece una madre cuidando de su hijo. Nada qué ver, si de algo puede estar segura Aglaia, es que Héctor sería todo, menos un hijo. Quizá un hermano mayor, un padre, más allá, está fuera de toda discusión. Poniéndose su abrigo, le da un beso en la mejilla en forma de despedida, se sonríe saliendo por la puerta, avanzando hasta la salida descubriendo que los sirvientes arreglaron el mal encuentro de hace unos instantes. El griego tiene demasiada gente que le custodia. Ruega porque siga siendo así. Odiaría tener que vengar cualquier rasguño de su rostro o su cuerpo. Se considera una de sus guardianas, a finales de cuentas, el vampiro se lo ganó a pulso.
Y que la mente de la humana es igual de perspicaz que cualquier héroe que se jacte de tener dos dedos de frente. Que será prudente en sus palabras y procederes. Por si las dudas, le dará algunos tips. Si tuviera todavía esas sensaciones humanas, sentiría que el estómago se le contrae cuando Héctor asevera que se ha comido de muchas formas a las personas. Si lo sabrá Aglaia que lleva con él desde su temprana transformación. Apurarse por ello no tiene sentido. Hará lo que tenga que hacer y por si las dudas, vendrá a con la humana. Solucionado la mayor parte de esta entrevista, se despide esperando volver a tener el tiempo y la vida para encontrarlo. La cita del jueves queda firme. - Perseo... ten cuidado con ese tipo, si dices que está tan viejo, seguro que tendrá algo que hacer y sobre todo, si tienes a alguien a quien cuidar, no te expongas a su lado - son sus recomendaciones.
Sabe que Héctor hará todo lo que se le venga en gana, que para eso es quien es. - Lo que necesites, así sea custodiar a quien te mantiene en París, avísame. No dudes en hacerlo - parece una madre cuidando de su hijo. Nada qué ver, si de algo puede estar segura Aglaia, es que Héctor sería todo, menos un hijo. Quizá un hermano mayor, un padre, más allá, está fuera de toda discusión. Poniéndose su abrigo, le da un beso en la mejilla en forma de despedida, se sonríe saliendo por la puerta, avanzando hasta la salida descubriendo que los sirvientes arreglaron el mal encuentro de hace unos instantes. El griego tiene demasiada gente que le custodia. Ruega porque siga siendo así. Odiaría tener que vengar cualquier rasguño de su rostro o su cuerpo. Se considera una de sus guardianas, a finales de cuentas, el vampiro se lo ganó a pulso.
TEMA FINALIZADO
Aglaia- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/04/2018
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