AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Pláticas de Alcoba (reservado...)
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Pláticas de Alcoba (reservado...)
-No debes amarme Morris- murmuró aún extasiada –Quien mejor que tú, sabe las falencias de mi ser, los más remarcados defectos, nunca podrás obtener de mí, el amor que tanto ansías- dijo estirando el esbelto cuerpo sobre las insudadas sábanas, mientras él, cabizbajo, suspiraba en agonía y decepción.
-Somos seres de la noche, Morris, y tan opuestos como los astros que nos cubren, si la luna acudiera al encuentro del sol, ¿crees que no sería incinerada? Moriría feliz, no lo dudo, pero… ¿qué sería del sol?- divagó desparramando seductoramente sus cabellos plagándolos en su rostro y senos.
-Las criaturas de la noche, al menos las que arrastran una irreversible inmortalidad buscamos sujetarnos a las sensaciones que prometen darnos una razón… una razón para tolerar tanto tiempo en las manos…- dijo mientras Morris Van Darsen retorcía las sábanas con las manos.
-Si las cosas fueran diferentes…- murmuró entristecido.
-Si la situación fuera diferente, no seríamos los mismos…- repuso ella.
-Entonces lo que suponía cierto… ¿en realidad se trataba de mistificadas ilusiones?- cuestionó él al borde del quebranto.
-Mírame…- ordenó Alessa poniéndose de frente al abatido sujeto… ya no importaba que ambos hubieran estado juntos, desnudos y resolviendo asuntos pendientes, ya no había nerviosismo de parte de él aun cuando había recorrido, con sus labios, cada centímetro de aquél álgido cuerpo -¿Acaso dudas de tu vital presencia en mis días?- dijo secando las súbitas lágrimas que resbalaban por las mejillas de su amante –No puedo amarte con la misma intensidad con la que tu incandescente sangre implora, y del mismo modo en que me permito ser sincera contigo, ruego que te entiendas… eres importante-
-Nunca será diferente- Morris afirmó con seguridad –Nunca me amarás porque no estoy destinado a ti, no de ése modo, y no debes adornarlo para mí, conozco tanto tu esencia que hasta podría jurar que habrá alguien ocupando el lugar que tanto ansío en ti…-
Las confesiones de Morris sorprendieron en sobremanera a Alessa, quien boquiabierta no pudo emitir comentario alguno.
-Ahora tú… mírame- ordenó tomándola por los hombros y cintura, atrayéndola hacia milímetros de su rostro -Hace mucho tiempo atrás tú y yo hicimos un pacto, y tal juramento se posicionó como eterno… así como también lo hará el amor que siento por ti- expresó atrayendo con fuerza el rostro de la princesa mientras besaba enérgicamente sus labios.
Algo en la fuerza y desesperación de Morris provocaron el cierre de los ojos de Alessa, quien se rindió a su masculinidad como una flor a ser azotada por el viento. Morris avanzó su cuerpo recostando nuevamente a la vampira y enlazados nuevamente ella murmuró…
-Lo siento tanto, Morris, es injusto para tí… lamento que la historia sea escrita de éste modo-
-Siempre estaré para ti princesa, siempre a tu lado…aun cuando la luna no pueda tocar al sol, siempre velará su sueño desde la distancia- contradijo acallando los labios de ella con un apasionado beso.
Morris abrió los ojos despertando de aquel recuerdo en forma de sueño, observando a su lado a Alessa descansar plácidamente. Era mediodía en la mansión Von Bükert, y con las frases de aquel día, el fiel esbirro de la vampiresa, sintió nuevamente sabor a amargura. Intentó rozar los bordes del rostro fino y delicado, pero se contuvo poniéndose de pié y partiendo fuera de la habitación.
Una hora después con la aristócrata ya levantada, ambos partieron hacia la ciudad.
El pedregoso camino se hacía extenso tras las negruzcas cortinas del carruaje, y mientras ella hojeaba paginas varias sobre distintos tratos de compra venta de terrenos en la ciudad, Morris como siempre entonaba en silbidos, aquella contagiosa canción.
-La vida no es color de rosa... - refunfuñó Alessa mientras, Morris a carcajadas respondió.
-Tiene razón, la nuestra es roja y negra-
-¿Acaso percibí tintes de sarcasmo, Morris?- repuso mientras sin dejar de observar el alto de papeles, levantó el ceño.
- No señorita, solo decía...- sonrió satisfecho.
De la pila de papeles que se hallaban posados en el asiento fontal del carruaje, Alessa divisó un extraño sobre lacrado, el sello era medianamente visible, pero solo bastó ver la superficie de las banderas para reconocerlo... La intrigó tanto ver la propiedad que se hallaba oculta tras el sello, y más aún su propietario, que una macabra sonrisa adornó el pálido rostro. El gobernante del país en el que se hallaba, había puesto a la venta una villa pequeña en las afueras de la zona norte de la ciudad, y para ella era irrelevante los predios y el precio, era un tanto más interesante saber que la llevaría a un encuentro que sugería ser más que esperado... había pasado tanto tiempo desde que su familia y la familia real francesa habían tenido tratos protocolares, debido a las contiendas que ambas prosapias cruzaron en las arenas de los años. Que rememorar "cortesías lejanas" le pareció una muy tentadora idea.
-Somos seres de la noche, Morris, y tan opuestos como los astros que nos cubren, si la luna acudiera al encuentro del sol, ¿crees que no sería incinerada? Moriría feliz, no lo dudo, pero… ¿qué sería del sol?- divagó desparramando seductoramente sus cabellos plagándolos en su rostro y senos.
-Las criaturas de la noche, al menos las que arrastran una irreversible inmortalidad buscamos sujetarnos a las sensaciones que prometen darnos una razón… una razón para tolerar tanto tiempo en las manos…- dijo mientras Morris Van Darsen retorcía las sábanas con las manos.
-Si las cosas fueran diferentes…- murmuró entristecido.
-Si la situación fuera diferente, no seríamos los mismos…- repuso ella.
-Entonces lo que suponía cierto… ¿en realidad se trataba de mistificadas ilusiones?- cuestionó él al borde del quebranto.
-Mírame…- ordenó Alessa poniéndose de frente al abatido sujeto… ya no importaba que ambos hubieran estado juntos, desnudos y resolviendo asuntos pendientes, ya no había nerviosismo de parte de él aun cuando había recorrido, con sus labios, cada centímetro de aquél álgido cuerpo -¿Acaso dudas de tu vital presencia en mis días?- dijo secando las súbitas lágrimas que resbalaban por las mejillas de su amante –No puedo amarte con la misma intensidad con la que tu incandescente sangre implora, y del mismo modo en que me permito ser sincera contigo, ruego que te entiendas… eres importante-
-Nunca será diferente- Morris afirmó con seguridad –Nunca me amarás porque no estoy destinado a ti, no de ése modo, y no debes adornarlo para mí, conozco tanto tu esencia que hasta podría jurar que habrá alguien ocupando el lugar que tanto ansío en ti…-
Las confesiones de Morris sorprendieron en sobremanera a Alessa, quien boquiabierta no pudo emitir comentario alguno.
-Ahora tú… mírame- ordenó tomándola por los hombros y cintura, atrayéndola hacia milímetros de su rostro -Hace mucho tiempo atrás tú y yo hicimos un pacto, y tal juramento se posicionó como eterno… así como también lo hará el amor que siento por ti- expresó atrayendo con fuerza el rostro de la princesa mientras besaba enérgicamente sus labios.
Algo en la fuerza y desesperación de Morris provocaron el cierre de los ojos de Alessa, quien se rindió a su masculinidad como una flor a ser azotada por el viento. Morris avanzó su cuerpo recostando nuevamente a la vampira y enlazados nuevamente ella murmuró…
-Lo siento tanto, Morris, es injusto para tí… lamento que la historia sea escrita de éste modo-
-Siempre estaré para ti princesa, siempre a tu lado…aun cuando la luna no pueda tocar al sol, siempre velará su sueño desde la distancia- contradijo acallando los labios de ella con un apasionado beso.
Morris abrió los ojos despertando de aquel recuerdo en forma de sueño, observando a su lado a Alessa descansar plácidamente. Era mediodía en la mansión Von Bükert, y con las frases de aquel día, el fiel esbirro de la vampiresa, sintió nuevamente sabor a amargura. Intentó rozar los bordes del rostro fino y delicado, pero se contuvo poniéndose de pié y partiendo fuera de la habitación.
Una hora después con la aristócrata ya levantada, ambos partieron hacia la ciudad.
El pedregoso camino se hacía extenso tras las negruzcas cortinas del carruaje, y mientras ella hojeaba paginas varias sobre distintos tratos de compra venta de terrenos en la ciudad, Morris como siempre entonaba en silbidos, aquella contagiosa canción.
-La vida no es color de rosa... - refunfuñó Alessa mientras, Morris a carcajadas respondió.
-Tiene razón, la nuestra es roja y negra-
-¿Acaso percibí tintes de sarcasmo, Morris?- repuso mientras sin dejar de observar el alto de papeles, levantó el ceño.
- No señorita, solo decía...- sonrió satisfecho.
De la pila de papeles que se hallaban posados en el asiento fontal del carruaje, Alessa divisó un extraño sobre lacrado, el sello era medianamente visible, pero solo bastó ver la superficie de las banderas para reconocerlo... La intrigó tanto ver la propiedad que se hallaba oculta tras el sello, y más aún su propietario, que una macabra sonrisa adornó el pálido rostro. El gobernante del país en el que se hallaba, había puesto a la venta una villa pequeña en las afueras de la zona norte de la ciudad, y para ella era irrelevante los predios y el precio, era un tanto más interesante saber que la llevaría a un encuentro que sugería ser más que esperado... había pasado tanto tiempo desde que su familia y la familia real francesa habían tenido tratos protocolares, debido a las contiendas que ambas prosapias cruzaron en las arenas de los años. Que rememorar "cortesías lejanas" le pareció una muy tentadora idea.
Alessa Windsor- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 03/12/2010
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