Salvajes - libre-

por **Atali** Jue Abr 26, 2018 6:55 pm

El circo no era su lugar favorito en el mundo, ver tantos animales enjaulados y maltratados le hacía pensar en los cambiantes que pudieran estar presos y forzados a olvidar la humanidad que alguna vez tuvieran, todo para servir a los humanos normales, quienes en busca de poder y dinero eran capaces de destruir la vida de otro ser que al igual que ellos vivía y sufría. Atali aceptaba de hecho ir a ese sitio, únicamente como una manera de motivarse a si misma a seguir, a no rendirse, a no renunciar a la libertad que tanto se merecía y por la que tanto luchaba, ya que si se rendía y decidía no continuar probablemente sería cuestión de tiempo para que terminara en una jaula como aquellos que pertenecían a su raza.

Atali escuchaba a las personas a su alrededor ver todo con suma atención, hablar de lo interesante que eran ciertos animales y de como serían las actos que seguirían. Los veía disfrutar y reír con la degradación de la vida salvaje y eso la lastimaba pero al mismo tiempo le demostraba que los humanos comunes no merecían su compasión, que ellos eran seres malvados, mientras que la mayoría de los sobrenaturales, o al menos los que ella conocía, solo trataban de sobrevivir en aquel sitio de muerte.

Mientras que la joven cambiante se enfocaba en todos aquellos animales, sufriendo, apareció en el espectáculo un felino en el que Atali noto algo extraño. Los ojos de la cambiante se mantuvieron fijos en aquel animal, mismo que de un momento a otro pareció observarla, siendo ese el motivo en el que el corazón de la cambiante se acelero en su pecho y una terrible sensación de tristeza se impotencia se apodero de ella. Durante las veces que visito el circo nunca confirmo si se tenían ahí cambiantes aprisionados pero ese día lo confirmaba. Al toparse la miradas de los cambiantes, Atali pudo leer en la ajena un grito de ayuda siendo eso lo que termino por quebrarla. Había visto demasiado. Desesperada se levanto de su asiento y camino trastabillante entre las personas buscando la salida, esa con la que no podía dar. La desesperación que sentía la orillo entonces a sujetarse a un brazo
– Disculpa, ¿Podrías ayudarme? – pidió, aferrada al brazo de una persona desconocida.

por **Darius Von Hauf** Dom Mayo 13, 2018 11:58 am

Cuando anochece, los espíritus se hacen más presentes como el miedo de los más jóvenes.

Darius no se andaba con chiquitas esa noche. Había torturado en secreto a un par de inquisidores en la mansión, se había manchado completamente de sangre y aun así no había obtenido respuesta alguna sobre el porqué o como o que le pasó a Jocelyn aquel día que supuestamente iba a ser perfecto. Estaba en su habitación vistiéndose tranquilamente cuando una doncella le hizo llegar una carta con el sello de la casa de su querida tía. Algo en su entrepierna se removió, pero solamente se rio dejando la carta sin abrir sobre el lecho de su cama. Luego observó el uniforme de su criada y la recriminó por tener demasiado largo el bajo del vestido cuando tenía que tenerlo por encima de la rodilla como todas.

La doncella se disculpó entre lágrimas para irse a arreglar rápidamente la falda y en cuanto Darius terminó de vestirse fue hacia la puerta para poder encaminarse hacia el carruaje que lo llevaría al circo, lugar de bestias enjauladas, gente riéndose del más débil o del más gracioso. Darius en el circo intentaría buscar a su vendedor habitual de opio que le ayudaba a animarse cuando torturaba a gente que le parecía sospechosa, muchas vueltas tendría que dar para no poder ser vistos por nadie que les culpara de algo ilegal, de algo secreto que pudiera llevar incluso a más secretos.

- ¡APARTENSE! – Escuchó Darius al cochero gritar a la gente para que el carruaje pudiera pasar sin problemas hasta donde estacionaban todos los carruajes. Cuando llegaron, Darius bajó con ese desparpajo que le caracterizaba entre las féminas, dio propina al cochero y antes de que este se moviera, Darius, con un bastón que antes había cogido del paragüero detuvo al cochero presionándolo en el pecho.

- Procura venir con algo más de información esta vez. – Dejó de presionarle – A no ser que prefieras volver al cubículo.

La mirada asustada del cochero fue suficiente para Darius de que su cochero esta vez vendría con información valiosa antes que sin nada y con paso tranquilo y bastón en mano, fue encaminándose hacia donde la gente se aglomeraba, donde las bailarinas exóticas meneaban sus caderas al gusto de los hombres, donde la mujer barbuda se desplazaba cual hombre varonil en busca de su cena de la noche, sobre todo los enanos a los que siempre dejaba en ridículo…antes, ahora tiende a respetarlos ya que no quiere quedarse estéril para toda la vida.

- – Disculpa, ¿Podrías ayudarme? --

Darius escuchó una voz colgada de la manga de su abrigo cuando estaba paseando cerca de una gran carpa circense y pudo ver, a una niña de mirada perdida. No quería perder el tiempo ya que su vendedor podría estar cerca, pero sería rápido. Ayudaría a la mocosa a su lado y se iría pronto.

- ¿Qué quieres? – Preguntó mientras se zafaba del agarre de la niña.

por **Atali** Sáb Mayo 26, 2018 10:02 pm

En su angustia, Atali se había sujetado a la manga de un desconocido alguien a quien no observo sino hasta después de que la petición de ayuda hubiera fluido de entre sus labios. La persona a la que se aferraba en busca de auxilio era un hombre, un joven no demasiado mayor de porte elegante y mirada fría, que después de dar un vistazo rápido a Atali retiro con excesiva fuerza y molestia su brazo, rompiendo así el agarre de la cambiante.
– No se donde esta la salida, me he sentido mal durante la función y ahora me siento confundida – la imagen de aquel cambiante usando cadenas y gritando por ayuda dentro de la mente de la muchacha, fue suficiente para que un nuevo ataque de angustia la volviera su presa.

En esta segunda ocasión, la cambiante no se sujeto del brazo de joven, sino que permaneció quieta, con los ojos cerrados y respirando tranquilamente, buscando el aire suficiente para calmar a su acelerado corazón.
– Por favor, indíqueme donde esta la salida – pidió una vez más, solo para al abrir los ojos, toparse con los ajenos. Dentro de los ojos de aquel hombre existía magia y oscuridad, disfrute del dolor ajeno y alegría por ser él quien causara aquel dolor. Una mueca de desconcierto apareció en el rostro de la joven cambiante, quien no podía comprender como es que alguien podría tener una mirada tan fría, mostrarse tan indiferente a las necesidades ajenas y encima, mirarle como si fuese ella alguien inferior.

El ceño de la rusa se frunció y de sus labios, salió una pregunta que le intrigaba y le dolía.
–¿Eres así con todos los habitantes de las sombras?, ¿Te crees superior por algún motivo? O ¿Crees que solo los tuyos tienen derecho a ser auxiliador y vivir? – la cambiante se aparto por completo de aquel muchacho – Le pedí ayuda a la persona equivocada – y trastabillante, confusa pero ahora más que nada molesta, se giro sobre si misma, para buscar a alguien más que pudiera ayudarla.

por **Darius Von Hauf** Dom Mayo 27, 2018 4:53 pm

Esa niñata le estaba tocando la moral ya de muy pronto. Ella había sido la que le había cogido del brazo pidiéndole ayuda, pero su sonrisa se ensancho y ligeramente deslizo la punta de su bastón hasta los pies de la niña, para que esta pudiera caerse sobre el suelo – Vaya por dios, deberías de mirar por donde pisas niña – Darius se bajó para recogerla y le miro a los ojos tocando su mentón con el extremo superior del bastón – Te acompañaré a la salida, pero tienes que esperarme durante quince minutos aquí mismo si no te importa. Luego puedo darte algo de comer y algo de ropa…. – Darius encogió los hombros y se pensó mejor lo de recogerla del suelo, él se levantó solo y reorganizándose su abrigo de nuevo mientras seguía mirándola pensó en ser un poquito amable con la niña.

Darius suspiró.

Miró alrededor en donde seguía habiendo muchísima gente. Una bailarina se acercó hasta él, le dio una nota y no fue lo único que le dio al Condenado, también le dio un morreo y buen apretón en las nalgas de lo que Darius simplemente soltó una sonrisita picarona – Vaya, vaya, vas rápido ¿eh? – La muchacha salió corriendo de su lado entre risas, la vio mezclarse entre la gente y esperando el momento en que ayudara a la niña, la buscaría para poder irse con la mujer que le había dado un morreo, y al parecer algo más. Descubrió entre sus dientes lo que era una llave de latón con forma extraña, un emblema que le ardía el recuerdo. Ese emblema le sonaba de algo, puede que de….. ¡SI! ¡DE SU BODA! Rápidamente, olvidándose de la niña de antes fue corriendo tras la muchacha que antes le había besado, recorrió todo el circo pero al parecer había desaparecido. Fue cuando entonces la única pista que tenía estaba en la nota que también le habían dado.

Cuando abrió la nota le tembló hasta el alma. Esas letras cursivas y tan características eran de Morgan….Prefirió quemar el papel, pero no se quemó ni una pizca y era evidentemente que la dichosa mocosa había encantado el papel. Eso significaba que pronto estaría cerca de él de nuevo. Cualquier cosa menos ser perseguido por esa loca. Volvió hasta donde estaba la niña y tirándola del brazo – Vamos – La llevo hasta donde era la salida del circo, pero cuando estaban llegando un tumulto de gente con ropas rotas entraba furiosa con antorchas.

Darius soltó el brazo de la niña y con giros y más giros de su bastón, junto con su propio cántico, aire y viento comenzó levantándose al momento, la gente comenzó a gritar asustada, las antorchas rápidamente se apagaron y cualquier antorcha que estuviera cerca. El circo se quedó a oscuras completamente. Nadie veía nada. Darius entonces paró y se tuvo que sentar de lo repentinamente cansado que se encontraba. Al parecer algo le afectaba y miro que la nota estaba aún en su bolsillo.

por **Atali** Jue Jul 05, 2018 10:43 pm

Decidida a alejarse, la rusa comenzó a caminar en busca de alguien más que pudiera auxiliarle, más antes de poner una distancia considerable entre ella y aquel muchacho, este uso su bastón para hacerla caer al suelo. Molesta, Atali giro el rostro para mirarlo desde el suelo, deteniéndose al ver como él colocaba el bastón por debajo de su mentón.
– Como si quisiera que alguien como tu me llevase a la salida – aseguró sacando el rostro con brusquedad y sintiendo como en su interior sus animales luchaban por salir y atacar a aquel muchacho, algo que no podía permitirse, pues se encontraba en un lugar con demasiada gente y sobre todo, con personas que la verían como una buena inversión para el circo en lugar de cómo un ser vivo.

Tragándose la humillación, la cambiante siguió observando al joven. Incluso lo miro seguir con deseo a una muchacha que se acercó a darle algo, algo que le perturbo tanto como para obligarlo a salir corriendo para dejar a la rusa a solas. Aliviada de no tener que lidiar más con aquel grosero joven, la cambiante se incorporo con algo de dificultad y comenzó a caminar buscando la salida del circo pues su excursión al lugar no había salido del todo como esperaba.

Así pues, a paso lento y creyendo que no se volvería a topar con el joven mago, la rusa avanzó durante un pequeño tramo, antes de ser tomada con brusquedad del brazo.
– ¿Pero qué…?– al mirar a quien le sujetaba, sus animales volvieron a alertarse – No necesito de tu ayuda – dijo antes de remover su brazo en busca de libertad – Vamos ve con la chica a la que seguías, de seguro ella ten necesita más que yo – más a pesar de sus quejas e intentos de soltarse, el hechicero le guio hasta la salida del circo, todo para que la cambiante contemplara con horror como era que un grupo de personas ingresaban con antorchas, dispuestas al parecer a quemar el lugar y a dañar a los presentes – Demonios… – susurró, luchando esta vez con mayor fuerza para liberarse.

Cuando el brujo la soltó, Atali comenzó a alejarse de él solo para después observar como es que él la dejaba ir para haciendo uso de magia, dejar al circo entero en completa oscuridad, esa que beneficiaba a los sentidos de la rusa, que pensó en escapar de inmediato, más antes de hacerlo, escuchó como alguien se sentaba y no necesitaba ver para saber que era el brujo, a quien encontró fácilmente gracias a sus sentidos aumentados.
– No pensaras quedarte aquí, ¿verdad? – preguntó al tiempo que pasaba el brazo del brujo por sobre sus hombros. Aquel muchacho era un grosero, más pese a su mala actitud había tratado de ayudarla y lo mínimo que la cambiante podía hacer, era sacarlo de ese lugar que comenzaba a sumirse en el caos que generaba la repentina oscuridad.

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