AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
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El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Recuerdo del primer mensaje :
Los pasos sonaron huecos a través del corredor, Aren hijo del conde había llevado acabo pequeñas misiones con sus hermanos, pero la sed de venganza lo empujas con saña hacia una gesta mayor y aquel día estaba mas que dispuesto a obtener el permiso paternal para batallar en la próxima gesta en la que los ejércitos se encontraran de frente en el campo de batalla.
Golpeó con los nudillos el portón del despacho donde Höor como muchas otras veces trabajaba.
-Adelante -la voz del norteño sonó ronca y cuando la puerta fue abierta y su hijo apareció tras ella esté se reclinó en el sillón dedicándole toda su atención.
Entre los dos la relación no era especialmente fácil, Aren mantenía que sus padres fueron aquellos que lo acogieron y criado tras el fallo del conde dándolo por muerto, así que mientras Höor buscaba frente a su hijo la redención, este solo ansiaba vengar a toda su aldea.
-Höor, se que se esta preparando un ataqué masivo para liberar los pasos, para que Randulf recule nuevamente hacia su fortaleza y que apostareis varios hombres en el condado de Reidar, quiero ser uno de ellos, estoy cansado de que me mantengas en un segundo plano, con misiones sencillas cuando por contra mis hermanos son enviados a la muerte sin problemas.
-No estas preparado Aren -sentenció devolviendo su mirada a los documentos mientras el muchacho ciego apretaba uno de sus puños y con la diestra el bastón- ¿por que soy ciego? -preguntó cargado de ira.
-No, porque piensas como un herrero y no como un guerrero, no mando herreros a la batalla. Aren, no estas preparado, has de formarte, has de aprender a luchar porque lo que en el patio de armas es un entrenamiento en el campo de batalla supone tu muerte.
-Iré -sentencio Aren lleno de rabia -con tu permiso o sin el.
Höor se puso en pie dejando caer la pluma sobre los papeles y miró con gesto tenso a su hijo, era terco y en parte era fácil verse a si mismo reflejado en él.
-Bien, iremos al patio de armas, si consigues aguantar en pie un asalto o herirme en el intento, tendrás mi permiso para ir con tus hermanos a enfrentar a Randulf, por contra, si eso no pasa, obedecerás.
Pronto padre e hijo estuvieron de frente en el patio de armas, los jóvenes soldados que batallaban guiados por los generales, observaron lo que a todos los efectos era una gesta que pocas veces se producía. Aren desenvainó sus dos gemelas, Höor se mantuvo a la espera de sus primeras y no por ello no salvajes acometidas, peor el conde acostumbrado a la guerra desde que era un infante, con facilidad detuvo cada una de las embestidas de su hijo y llegado el momento, jaló su bastarda tomando la iniciativa.
Aren hizo lo que pudo por detener el silbido de aquel voraz arma, un codazo en la cara lo tumbó en el suelo y una patada en el pecho lo anchó a este mientras la punta de la espada reposaba en su gaznate.
-No estas preparado -sentenció el conde dando el asunto por zanjado.
-Iré -rugió Aren desde el suelo no respetando el pacto acordado de padre e hijo -no eres mi padre -rugió cabreado mas por el orgullo tocado que porque en parte no supiera tenia razón el conde.
-Puedes odiarme, puedes llamarme muchas cosas y en la mayoría de esos adjetivos que me dediques posiblemente tengas razón, mas si algo no puedes negar es que soy tu padre y como tal, te ordeno que obedezcas Aren, no estas preparado.
Los pasos sonaron huecos a través del corredor, Aren hijo del conde había llevado acabo pequeñas misiones con sus hermanos, pero la sed de venganza lo empujas con saña hacia una gesta mayor y aquel día estaba mas que dispuesto a obtener el permiso paternal para batallar en la próxima gesta en la que los ejércitos se encontraran de frente en el campo de batalla.
Golpeó con los nudillos el portón del despacho donde Höor como muchas otras veces trabajaba.
-Adelante -la voz del norteño sonó ronca y cuando la puerta fue abierta y su hijo apareció tras ella esté se reclinó en el sillón dedicándole toda su atención.
Entre los dos la relación no era especialmente fácil, Aren mantenía que sus padres fueron aquellos que lo acogieron y criado tras el fallo del conde dándolo por muerto, así que mientras Höor buscaba frente a su hijo la redención, este solo ansiaba vengar a toda su aldea.
-Höor, se que se esta preparando un ataqué masivo para liberar los pasos, para que Randulf recule nuevamente hacia su fortaleza y que apostareis varios hombres en el condado de Reidar, quiero ser uno de ellos, estoy cansado de que me mantengas en un segundo plano, con misiones sencillas cuando por contra mis hermanos son enviados a la muerte sin problemas.
-No estas preparado Aren -sentenció devolviendo su mirada a los documentos mientras el muchacho ciego apretaba uno de sus puños y con la diestra el bastón- ¿por que soy ciego? -preguntó cargado de ira.
-No, porque piensas como un herrero y no como un guerrero, no mando herreros a la batalla. Aren, no estas preparado, has de formarte, has de aprender a luchar porque lo que en el patio de armas es un entrenamiento en el campo de batalla supone tu muerte.
-Iré -sentencio Aren lleno de rabia -con tu permiso o sin el.
Höor se puso en pie dejando caer la pluma sobre los papeles y miró con gesto tenso a su hijo, era terco y en parte era fácil verse a si mismo reflejado en él.
-Bien, iremos al patio de armas, si consigues aguantar en pie un asalto o herirme en el intento, tendrás mi permiso para ir con tus hermanos a enfrentar a Randulf, por contra, si eso no pasa, obedecerás.
Pronto padre e hijo estuvieron de frente en el patio de armas, los jóvenes soldados que batallaban guiados por los generales, observaron lo que a todos los efectos era una gesta que pocas veces se producía. Aren desenvainó sus dos gemelas, Höor se mantuvo a la espera de sus primeras y no por ello no salvajes acometidas, peor el conde acostumbrado a la guerra desde que era un infante, con facilidad detuvo cada una de las embestidas de su hijo y llegado el momento, jaló su bastarda tomando la iniciativa.
Aren hizo lo que pudo por detener el silbido de aquel voraz arma, un codazo en la cara lo tumbó en el suelo y una patada en el pecho lo anchó a este mientras la punta de la espada reposaba en su gaznate.
-No estas preparado -sentenció el conde dando el asunto por zanjado.
-Iré -rugió Aren desde el suelo no respetando el pacto acordado de padre e hijo -no eres mi padre -rugió cabreado mas por el orgullo tocado que porque en parte no supiera tenia razón el conde.
-Puedes odiarme, puedes llamarme muchas cosas y en la mayoría de esos adjetivos que me dediques posiblemente tengas razón, mas si algo no puedes negar es que soy tu padre y como tal, te ordeno que obedezcas Aren, no estas preparado.
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Había salido a ver si cazaba algún animal. No solía poner trampas porque al vivir cerca, los animales no se dejaban caer ya en ellas. Tampoco quería que aquello se convirtiera en una masacre, así que sólo daba muerte a aquello que iban a comerse y utilizar, pues le daban finalidad a todas y cada una de las partes del animal. Le gustaba curtir pieles y su hija sabía hacer pequeñas herramientas con huesos y pezuñas. Los dientes se los llevaba a Akershus y allí se los vendía a una vieja bruja que los usaba para leer el futuro o eso era lo que ella decía. El resto, todo, se comía.
Así pues, tras pasar un par de horas fuera, regresó a casa con un jabalí como presa. Lo llevaba recargado sobre el hombro derecho y la espalda. Antes de entrar en su cabaña, escuchó la voz de Siriana y se detuvo, aguardando a su llegada con el ceño fruncido. -¿Dónde habéis estado?- No era que la chica no pudiera salir sola, llevaban ya tantos años allí que se conocía el bosque como la palma de su mano y sabía defenderse. El problema era el joven que la acompañaba. Su hija jamás se había relacionado con nadie que no fuera él mismo o su tío, el conde y la idea de que se codeara con alguien más y, encima, un varón cercano a su edad, no le hacía ninguna gracia. Si no fuera porque se trataba del hijo de Höor, tal vez, incluso le habría matado ya. Pero le debía mucho a ese hombre y gran amigo, y ese era el único motivo por el que el chaval aún conservaba sus piernas. -Siriana, ayúdame a preparar el fuego para asar esta pieza. Aren, ven conmigo, quiero tener una charla contigo. Y mentalizáos ambos, esta tarde entrenaremos juntos.- Lo importante era no dejarlos solos y siempre que pudiera tenerles puesto el ojo encima.
Dejó caer el animal en el terreno y, tras sacar un cuchillo bien afilado del caño de la bota, empezó a cortar con cuidado para despellejarlo sin romper el músculo ni exponer los órganos a la intemperie. -Trae también las hojas de parra.- Las usaban para allí dejar la carne antes de cocinarla pues evitaban que ésta tocara el suelo, se contaminara y era mucho más higiénico que usar para lo mismo una sábana.
Siriana obedeció y fue a buscar las cosas que su padre le había dicho, pero alerta, con el oído bien afinado y sin hacer casi ruido, intentando escuchar la conversación que los dos hombres mantenían al otro lado de la casa.
Así pues, tras pasar un par de horas fuera, regresó a casa con un jabalí como presa. Lo llevaba recargado sobre el hombro derecho y la espalda. Antes de entrar en su cabaña, escuchó la voz de Siriana y se detuvo, aguardando a su llegada con el ceño fruncido. -¿Dónde habéis estado?- No era que la chica no pudiera salir sola, llevaban ya tantos años allí que se conocía el bosque como la palma de su mano y sabía defenderse. El problema era el joven que la acompañaba. Su hija jamás se había relacionado con nadie que no fuera él mismo o su tío, el conde y la idea de que se codeara con alguien más y, encima, un varón cercano a su edad, no le hacía ninguna gracia. Si no fuera porque se trataba del hijo de Höor, tal vez, incluso le habría matado ya. Pero le debía mucho a ese hombre y gran amigo, y ese era el único motivo por el que el chaval aún conservaba sus piernas. -Siriana, ayúdame a preparar el fuego para asar esta pieza. Aren, ven conmigo, quiero tener una charla contigo. Y mentalizáos ambos, esta tarde entrenaremos juntos.- Lo importante era no dejarlos solos y siempre que pudiera tenerles puesto el ojo encima.
Dejó caer el animal en el terreno y, tras sacar un cuchillo bien afilado del caño de la bota, empezó a cortar con cuidado para despellejarlo sin romper el músculo ni exponer los órganos a la intemperie. -Trae también las hojas de parra.- Las usaban para allí dejar la carne antes de cocinarla pues evitaban que ésta tocara el suelo, se contaminara y era mucho más higiénico que usar para lo mismo una sábana.
Siriana obedeció y fue a buscar las cosas que su padre le había dicho, pero alerta, con el oído bien afinado y sin hacer casi ruido, intentando escuchar la conversación que los dos hombres mantenían al otro lado de la casa.
Brant- Humano Clase Baja
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 31/07/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Una risa picara se instauró en mi cara mientras caminaba tras ella siguiendo su voz, me había hecho con una rama que me servia para palpar el terreno así que iba a buen ritmo escuchándola gruñir porque mis palabras la habían hecho sentirse de menos.
-Que no te rompes tendrás que demostrármelo, no lo tengo del todo claro -aseveré sin poder contener la risa al escucharla resoplar.
Era jovial, estar con ella me había hecho dejar de pensar en el enfado que llevaba encima pro la decisión de mi padre para simplemente divertirme como un joven mas, como hacía en la aldea cuando solo era el hijo del herrero sin mayor preocupación que la de cuantas armas tendría que forjar o cuantas herraduras colocar.
Iba absorto en mis pensamientos cuando una bellota me dio en la frente.
-Au -me quejé escuchando ahora la risa de Sirina acompañando a una frase sobre lo poderosas que podían ser las ardillas y lo inútil que era yo para enfrentarlas.
Solté le palo y antes de que Sirina se girara para mirarme me lancé sobre ella haciéndola gritar, caímos rodando por el valle muertos de la risa mientras ella alegaba que eso no se valía y yo me limitaba a hacerle cosquillas.
-Eso te enseñara a no meterte con un guerrero -aseguré cuando acabamos en una llanura llenos de hierba.
Ella había quedado sobre mi quejándose de mi infame atrevimiento, aunque francamente no parecía muy enfadada por tal.
Tiró de mi mano ayudándome a ponerme en pie y me quitó varios trozos de brizna del pelo, ahora si de la mano avanzamos hacia su casa, en ese instante ella se detuvo, enarqué una ceja.
-¿que pasa? -pregunté ¿ni que hubieras visto a tu padre o a un fantasma.
Me llevé un codazo en el estomago.
-Au -repetí justo antes de escuchar el “Ups papa”
Aparté disimuladamente mi mano de la ajena mientras elevaba la cabeza alegando que buen día hacía.
Estalle en carcajadas porque no tenía sentido nada.
-¿cuando me voy a casa? -pregunté al padre de mi nueva amiga de corredurias.
-Que no te rompes tendrás que demostrármelo, no lo tengo del todo claro -aseveré sin poder contener la risa al escucharla resoplar.
Era jovial, estar con ella me había hecho dejar de pensar en el enfado que llevaba encima pro la decisión de mi padre para simplemente divertirme como un joven mas, como hacía en la aldea cuando solo era el hijo del herrero sin mayor preocupación que la de cuantas armas tendría que forjar o cuantas herraduras colocar.
Iba absorto en mis pensamientos cuando una bellota me dio en la frente.
-Au -me quejé escuchando ahora la risa de Sirina acompañando a una frase sobre lo poderosas que podían ser las ardillas y lo inútil que era yo para enfrentarlas.
Solté le palo y antes de que Sirina se girara para mirarme me lancé sobre ella haciéndola gritar, caímos rodando por el valle muertos de la risa mientras ella alegaba que eso no se valía y yo me limitaba a hacerle cosquillas.
-Eso te enseñara a no meterte con un guerrero -aseguré cuando acabamos en una llanura llenos de hierba.
Ella había quedado sobre mi quejándose de mi infame atrevimiento, aunque francamente no parecía muy enfadada por tal.
Tiró de mi mano ayudándome a ponerme en pie y me quitó varios trozos de brizna del pelo, ahora si de la mano avanzamos hacia su casa, en ese instante ella se detuvo, enarqué una ceja.
-¿que pasa? -pregunté ¿ni que hubieras visto a tu padre o a un fantasma.
Me llevé un codazo en el estomago.
-Au -repetí justo antes de escuchar el “Ups papa”
Aparté disimuladamente mi mano de la ajena mientras elevaba la cabeza alegando que buen día hacía.
Estalle en carcajadas porque no tenía sentido nada.
-¿cuando me voy a casa? -pregunté al padre de mi nueva amiga de corredurias.
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
La situación en la que les había encontrado su padre no era la mejor, aunque eso Siriana no lo sabía pues jamás se había relacionado con nadie y desconocía lo que implicaban sus inocentes actos para con un padre sobreprotector como lo era Brant. Ella únicamente se había ido a comer algo con su nuevo amigo junto al río e incluso Mic les había estado haciendo compañía. Habían charlado y reído, nada del otro mundo, aunque Aren le había contado cosas sobre la ciudad, sobre la guerra y el tirano que asolaba el país. Eran cosas que la chica sabía su padre no ansiaba que supiera, pero ella guardaría el secreto y seguro que el hijo de Höor, también lo hacía. Confiaba en él, tal vez porque nunca nadie la había engañado o porque deseaba tener un amigo que no fuera su padre.
-Le estuve enseñando el río mientras desayunábamos, papá.- Respondió la muchacha a la pregunta que le habían formulado y asintió, corriendo a la parte trasera de la cabaña para traer lo que le requería su padre. Le ayudó a colocar las hojas de parra en el terreno y mientras el jabalí era dispuesto encima, Siriana fue a por el cuchillo grande de la cocina, su padre llevaba uno en la bota, con ese hizo varios cortes y comenzó a despellejar al animal, pero necesitaba el hacha de cocina para poder despiezarlo sin problemas. -¿Entrenaremos juntos, entonces?- Quiso saber la chica, acostumbrada siempre a hacerlo sola, le entusiasmaba la idea de tener compañía. Brant era demasiado tosco y grande, tal vez con Aren sí pudiera. Le observó de reojo, mordiéndose el labio inferior. Tampoco quería aprovecharse de su ceguera, pero por lo que había comprobado en su charla matutina, era un hombre orgulloso y ansiaba vengar a su gente, luchar junto a su padre y derrocar al tirano, así que ella no le pondría facilidades y pelearía con todas sus fuerzas.
Había ido y regresado tan rápido que su padre no había tenido tiempo de hablar con el joven, así que enseguida la mandó a buscar agua al pozo, lo que fuera para que les dejara solos. La castaña arrugó la frente y la nariz, disconforme con la idea. Algo le decía que le iba a caer una bronca al pobre chaval cuando no había hecho absolutamente nada. Pero contradecir al cazador no era recomendable, nadie lo sabía mejor que su propia hija, así que tras resoplar de manera disimulada, agarró el cubo que descansaba junto a la puerta de la casa y se fue a buscar agua fresca. Atrás quedaban los dos hombres preparando el jabalí y avivando el juego, hablando de a saber qué mientras ella, por la distancia que separaba el pozal de la choza, no podía oír ni aunque fuera lo que más deseara en ese momento de su existencia.
-Le estuve enseñando el río mientras desayunábamos, papá.- Respondió la muchacha a la pregunta que le habían formulado y asintió, corriendo a la parte trasera de la cabaña para traer lo que le requería su padre. Le ayudó a colocar las hojas de parra en el terreno y mientras el jabalí era dispuesto encima, Siriana fue a por el cuchillo grande de la cocina, su padre llevaba uno en la bota, con ese hizo varios cortes y comenzó a despellejar al animal, pero necesitaba el hacha de cocina para poder despiezarlo sin problemas. -¿Entrenaremos juntos, entonces?- Quiso saber la chica, acostumbrada siempre a hacerlo sola, le entusiasmaba la idea de tener compañía. Brant era demasiado tosco y grande, tal vez con Aren sí pudiera. Le observó de reojo, mordiéndose el labio inferior. Tampoco quería aprovecharse de su ceguera, pero por lo que había comprobado en su charla matutina, era un hombre orgulloso y ansiaba vengar a su gente, luchar junto a su padre y derrocar al tirano, así que ella no le pondría facilidades y pelearía con todas sus fuerzas.
Había ido y regresado tan rápido que su padre no había tenido tiempo de hablar con el joven, así que enseguida la mandó a buscar agua al pozo, lo que fuera para que les dejara solos. La castaña arrugó la frente y la nariz, disconforme con la idea. Algo le decía que le iba a caer una bronca al pobre chaval cuando no había hecho absolutamente nada. Pero contradecir al cazador no era recomendable, nadie lo sabía mejor que su propia hija, así que tras resoplar de manera disimulada, agarró el cubo que descansaba junto a la puerta de la casa y se fue a buscar agua fresca. Atrás quedaban los dos hombres preparando el jabalí y avivando el juego, hablando de a saber qué mientras ella, por la distancia que separaba el pozal de la choza, no podía oír ni aunque fuera lo que más deseara en ese momento de su existencia.
Siriana- Humano Clase Baja
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 08/05/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
En cuanto su hija dejó las hojas de parra y se fue a por agua al pozo, el hombre alzó la cabeza y miró al muchacho, mientras con una maestría única iba despellejando al animal sin tener que echarle un vistazo siquiera. -Ven aquí, chaval, ayúdame con el fuego.- Brant no trataría al muchacho como si ser ciego le hiciera diferente, porque para él no lo era, ni para lo bueno ni para lo malo. El viejo guerrero siempre había sido así, algo que le merecía el apreció de aquellos que le conocieron cuando se relacionaba aún con la gente. Para el cazador no había distinción entre nobles y pobres, guerreros y granjeros, hombres y mujeres, visionarios y sordos o ciegos. Todos recibían exactamente el mismo trato, hasta que demostraban merecer uno distinto, para lo bueno o para lo malo. No daría ventajas a Aren, no le facilitaría las cosas, porque no le consideraba en desventaja. Podía no ver, pero el resto de sus sentidos eran superiores a los de cualquiera con dos ojos funcionales. Llevaba toda la vida con ese supuesto hándicap y era hora de que alguien le dejara claro que la vida no era para los débiles y ser tratado como al que no puede ver, era derrotarlo antes de dejar que blandiera la espada.
Observó al chico acuclillarse junto a los leños y colocarlos, preparar la yesca y buscar el modo de encenderla. -Siriana es lo único que tengo.- Comentó, antes de dar un hachazo a la pierna del cerdo, seccionándola del resto del cuerpo del animal y la apartó un poco sobre las grandes hojas verdes. -Sé que tu padre te ha traído aquí porque quiere que yo te tranquilice y saque de tu cabeza la loca idea de enfrentar a Randulf. Pero te aseguro que pocos hombres conocerás en tu vida que ansíen tanto su muerte como yo.- Llevaba dieciocho años acumulando ese resentimiento, diecinueve en realidad. Desde la violación de su esposa, que la llevara posteriormente a la muerte. Pero todo había comenzado antes, con la muerte de sus compañeros a manos de las aberraciones del tirano. Los ataques constantes obligaron a los guerreros a tomar las armas para defender Akershus y mientras ellos luchaban con valentía, protegiendo a los suyos, Randulf se coló como una lagartija, secuestró a las mujeres y las violó y marcó como si fueran reses.
Dijó de nuevo la mirada en aquellos orbes claros y apagados. -Comprendo lo que sientes, pero también soy padre y entiendo a Höor. Le debo la mayor de las gratitudes y aunque no puedo ser quien borre de tu recuerdo la necesidad de ver muerto a ese monstruo, sí puedo ayudarte a ser mejor en el campo de batalla.- Escuchó los rápidos pasos de su hija aproximarse y chistó para que el joven Cannif no dijera nada sobre el tema. No deseaba que Siriana supiera que tenía rencillas con el tirano, porque desearía saber el motivo y era algo que no podía contar si deseaba protegerla.
Observó al chico acuclillarse junto a los leños y colocarlos, preparar la yesca y buscar el modo de encenderla. -Siriana es lo único que tengo.- Comentó, antes de dar un hachazo a la pierna del cerdo, seccionándola del resto del cuerpo del animal y la apartó un poco sobre las grandes hojas verdes. -Sé que tu padre te ha traído aquí porque quiere que yo te tranquilice y saque de tu cabeza la loca idea de enfrentar a Randulf. Pero te aseguro que pocos hombres conocerás en tu vida que ansíen tanto su muerte como yo.- Llevaba dieciocho años acumulando ese resentimiento, diecinueve en realidad. Desde la violación de su esposa, que la llevara posteriormente a la muerte. Pero todo había comenzado antes, con la muerte de sus compañeros a manos de las aberraciones del tirano. Los ataques constantes obligaron a los guerreros a tomar las armas para defender Akershus y mientras ellos luchaban con valentía, protegiendo a los suyos, Randulf se coló como una lagartija, secuestró a las mujeres y las violó y marcó como si fueran reses.
Dijó de nuevo la mirada en aquellos orbes claros y apagados. -Comprendo lo que sientes, pero también soy padre y entiendo a Höor. Le debo la mayor de las gratitudes y aunque no puedo ser quien borre de tu recuerdo la necesidad de ver muerto a ese monstruo, sí puedo ayudarte a ser mejor en el campo de batalla.- Escuchó los rápidos pasos de su hija aproximarse y chistó para que el joven Cannif no dijera nada sobre el tema. No deseaba que Siriana supiera que tenía rencillas con el tirano, porque desearía saber el motivo y era algo que no podía contar si deseaba protegerla.
Brant- Humano Clase Baja
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 31/07/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Preparaba el fuego como el padre de Sirina me indico mientras esta iba a por lago a la cocina, esperaba el momento en el que empezara su charla, porque de no ser esa su intención no hubiera mandado a su hija con una excusa fuera de la estancia.
Ladeé la sonrisa mientras golpeaba yesca contra pedernal para sacar chispas que prendieran la hoguera al escuchar su frase “ella es todo cuanto tengo”
Lo entendía, comprendía su afán por mantenerla con vida lejos de todo el mal que por desgracia Randulf extendía por tierras norteñas, mas eso no le daba derecho a convertirla en su prisionera.
-Se lo que quieres decir, se como me ves tu y como me ve padre -alegué con superioridad.
Era verdad, ser ciego me daba una gran perspectiva de las cosas, una que pocas veces erraba.
-Tampoco yo tengo nada -aseguré para que comprendiera que en eso no eramos diferentes -Tu me vez como un peligro, como el hombre que puede encandilar a tu hija y llevarla lejos de estas montañas exponiéndola al peligro del rey tirano.
Mi padre lejos de verme como un tullido, me ve como su mayor error, culpa, eso siente Höor. Culpa por haberse confundido, por meterme en una barcaza siendo un bebe dado por muerto y por prenderle fuego, culpa por no haberse dado cuenta...
Negué con la cabeza.
-La culpa corroe el alma ¿sabes porque lo se? Porque yo siento culpa por lo que le pasó a mi aldea. Randulf la recudió a cenizas cuando yo escapé de sus garras, seguramente por venganza, porque no tuviera donde volver y para que le fuera mas fácil dar conmigo después. Ni padre ni yo tenemos culpa, me lo digo cada día y aun así siento como me muerde la misma cada noche.
Dejé a un lado la yesca y el pedernal al sentir el calor de las llamas, así como el ruido sordo de los golpes de Hacha para cercenar miembros del cerdo.
-Crees que la estas protegiendo pero no es así, porque esto no es vida, ella necesita reír, hablar y no con ardillas, enamorarse, ser madre, ella necesita personas y aquí no abundan precisamente. Padre se equivoca porque si bien es cierto que no soy aun un guerrero, no aprenderé a serlo sin contiendas, sin sangre derramada por el norte.
Se que como tu tiene miedo a perderme, se que los dos pecáis de lo mismo, pero la decisión dejo de ser vuestra hace mucho.
El sonido de los pasos me hizo callar antes incluso de que el padre chistara.
Ladeé la sonrisa al sentir como se acercaba al fuego junto a mi.
-No vendrás armada con ardillas que me hagan un ataque furtivo -bromeé enarcando la ceja.
Ladeé la sonrisa mientras golpeaba yesca contra pedernal para sacar chispas que prendieran la hoguera al escuchar su frase “ella es todo cuanto tengo”
Lo entendía, comprendía su afán por mantenerla con vida lejos de todo el mal que por desgracia Randulf extendía por tierras norteñas, mas eso no le daba derecho a convertirla en su prisionera.
-Se lo que quieres decir, se como me ves tu y como me ve padre -alegué con superioridad.
Era verdad, ser ciego me daba una gran perspectiva de las cosas, una que pocas veces erraba.
-Tampoco yo tengo nada -aseguré para que comprendiera que en eso no eramos diferentes -Tu me vez como un peligro, como el hombre que puede encandilar a tu hija y llevarla lejos de estas montañas exponiéndola al peligro del rey tirano.
Mi padre lejos de verme como un tullido, me ve como su mayor error, culpa, eso siente Höor. Culpa por haberse confundido, por meterme en una barcaza siendo un bebe dado por muerto y por prenderle fuego, culpa por no haberse dado cuenta...
Negué con la cabeza.
-La culpa corroe el alma ¿sabes porque lo se? Porque yo siento culpa por lo que le pasó a mi aldea. Randulf la recudió a cenizas cuando yo escapé de sus garras, seguramente por venganza, porque no tuviera donde volver y para que le fuera mas fácil dar conmigo después. Ni padre ni yo tenemos culpa, me lo digo cada día y aun así siento como me muerde la misma cada noche.
Dejé a un lado la yesca y el pedernal al sentir el calor de las llamas, así como el ruido sordo de los golpes de Hacha para cercenar miembros del cerdo.
-Crees que la estas protegiendo pero no es así, porque esto no es vida, ella necesita reír, hablar y no con ardillas, enamorarse, ser madre, ella necesita personas y aquí no abundan precisamente. Padre se equivoca porque si bien es cierto que no soy aun un guerrero, no aprenderé a serlo sin contiendas, sin sangre derramada por el norte.
Se que como tu tiene miedo a perderme, se que los dos pecáis de lo mismo, pero la decisión dejo de ser vuestra hace mucho.
El sonido de los pasos me hizo callar antes incluso de que el padre chistara.
Ladeé la sonrisa al sentir como se acercaba al fuego junto a mi.
-No vendrás armada con ardillas que me hagan un ataque furtivo -bromeé enarcando la ceja.
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
La idea de dejarles solos no le gustaba, porque conocía bien a su padre y lo sobreprotector que era, no en vano llevaba dieciocho años siendo ocultada del resto del mundo. Lo que Siriana no sabía era el motivo por el que su existencia debía ser un secreto tan grande. Ella creía que Brant, simplemente, temía perderla a ella como le había ocurrido con su esposa Hildr, pero jamás sospechó que él no fuera su verdadero progenitor y que la mantenía alejada de las garras de aquel que había violado a su madre, plantando en ella las semillas de unos hermanos que desconocían la existencia del otro. Era descendiente del tirano Randulf, de aquel a quien todos odiaban tanto.
Regresó junto a los dos hombres que enseguida callaron al verla llegar, pero Aren lo supo disimular mejor al bromear sobre ardillas. -No, Mic salió corriendo en cuanto vio a mi padre porque le tiene miedo...- Comentó, mirando a éste de reojo mientras él se encogía de hombros. -Os he traído agua fresca del pozo.- Aseguró, dejando el cubo en el suelo al tiempo en que se acuclillaba para que el líquido no se desparramara si caía deprisa el objeto e impactaba contra el terreno. Cogió un cuenco, hundiéndolo y tras llenarlo se lo pasó al cazador que lo tomó y dio varios tragos hasta vaciarlo. Mientras, ella rellenaba otro y se levantaba, ofreciéndoselo a su nuevo amigo con cuidado, de manera que notara que le entregaba algo. -Os irá bien al estar tan cerca del fuego. Hoy es un día caluroso.- Confirmó, echando un vistazo al cielo, usando una mano como visera.
El mayor de los tres se alzó y empezó a colocar las pieza de carne de manera estratégica para que se fueran cocinando sin llegar a quemarse por fuera. La distancia y la orientación con respecto a la suave brisa que soplaba eran claves para que la comida fuera un éxito y no acabara en desastre.
Siriana metió la mano en el bolsillo y rescató un trozo de queso envuelto en cera de abeja fina y una hogaza de pan. Hizo tres trozos de cada alimento y los repartió. -Aún tardaremos en comer y, no sé vosotros, pero yo ya tengo hambre.- Comentó, riendo bajo. Notaba el ambiente tenso, cargado, y deseaba que el hijo de Höor se sintiera a gusto para que no deseara marcharse tan deprisa. Sabía que la dejaría atrás cuando partiera y volvería a quedarse sola allí arriba.
Regresó junto a los dos hombres que enseguida callaron al verla llegar, pero Aren lo supo disimular mejor al bromear sobre ardillas. -No, Mic salió corriendo en cuanto vio a mi padre porque le tiene miedo...- Comentó, mirando a éste de reojo mientras él se encogía de hombros. -Os he traído agua fresca del pozo.- Aseguró, dejando el cubo en el suelo al tiempo en que se acuclillaba para que el líquido no se desparramara si caía deprisa el objeto e impactaba contra el terreno. Cogió un cuenco, hundiéndolo y tras llenarlo se lo pasó al cazador que lo tomó y dio varios tragos hasta vaciarlo. Mientras, ella rellenaba otro y se levantaba, ofreciéndoselo a su nuevo amigo con cuidado, de manera que notara que le entregaba algo. -Os irá bien al estar tan cerca del fuego. Hoy es un día caluroso.- Confirmó, echando un vistazo al cielo, usando una mano como visera.
El mayor de los tres se alzó y empezó a colocar las pieza de carne de manera estratégica para que se fueran cocinando sin llegar a quemarse por fuera. La distancia y la orientación con respecto a la suave brisa que soplaba eran claves para que la comida fuera un éxito y no acabara en desastre.
Siriana metió la mano en el bolsillo y rescató un trozo de queso envuelto en cera de abeja fina y una hogaza de pan. Hizo tres trozos de cada alimento y los repartió. -Aún tardaremos en comer y, no sé vosotros, pero yo ya tengo hambre.- Comentó, riendo bajo. Notaba el ambiente tenso, cargado, y deseaba que el hijo de Höor se sintiera a gusto para que no deseara marcharse tan deprisa. Sabía que la dejaría atrás cuando partiera y volvería a quedarse sola allí arriba.
Siriana- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 08/05/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
De no ser por la situación, el cazador se hubiese reído ante la arrogancia del chaval que tenía delante. Un joven que, claramente, era un Cannif y, como tal, pecaba de creer que lo sabía todo. Brant negó mientras el joven hablaba, mas no le interrumpió ni le refutó sus ideas y acusaciones. Aren era un peligro para su hija, pero no porque la encandilara como él había dicho, sino porque a raíz de su presencia allí, podían surgir preguntas y aunque él llevaba toda la vida de su pequeña omitiendo cosas, jamás había tenido que mentirle, deliberadamente, y eso era algo que deseaba evitar hasta el día de su muerte.
No podía negarle nada al chico, no porque tuviera razón, sino porque de hacerlo éste exigiría sus motivos. Sí, podía decirle mil patrañas porque él no era su hijo, no le dolería no ser sincero con él. Pero él podía hablar luego con Siriana e, indirectamente, acabaría por estar engañando a la única familia que tenía, por aquella por quien luchaba día tras día. Podía no estar en el frente, no empuñar una espada, pero él tenía una batalla constante con el pasado, con el miedo, con la duda. ¿Qué ocurriría si Randulf supiera que tenía una hija? Aquel tirano era capaz hasta de querer desposarse con ella para que le diera más descendencia. Era una aberración en forma de hombre, un monstruo que se pasaba la vida creando engendros con los que intentar aniquilar aquellos que poblaban el norte con rebeldía y se oponían a su yugo.
Dejó escapar el aire y antes de que su hija apareciera en escena, únicamente dejó escapar unas palabras en un susurro lo suficientemente elevado como para que alguien que había perdido la vista y tenía el resto de sentidos aumentados, lo escuchara. -Ser padre es más complicado que eso, lo comprenderás algún día...- Tomó el agua que le ofreció la muchacha y se la bebió antes de rellenarlo de nuevo e hidratar con la segunda tanda el cerdo por fuera, así costaría más que se quemara la carne que estaba expuesta a las llamas. -Sí, entrenaremos los tres juntos, porque creo que tú puedes enseñarle cosas a Aren y él, a su vez, hacerte descubrir cosas a ti.- Era bueno que viera los movimientos de alguien distinto, que entrenara con alguien cuyo pensamiento en la pelea desconocía. No debía atascarse en la rutina, por eso a veces Höor entrenaba con ella, pero seguían siendo sólo dos ejemplos y sentía que, pronto, necesitaría estar lista para protegerse a sí misma. Todo ensayo sería poco.
No podía negarle nada al chico, no porque tuviera razón, sino porque de hacerlo éste exigiría sus motivos. Sí, podía decirle mil patrañas porque él no era su hijo, no le dolería no ser sincero con él. Pero él podía hablar luego con Siriana e, indirectamente, acabaría por estar engañando a la única familia que tenía, por aquella por quien luchaba día tras día. Podía no estar en el frente, no empuñar una espada, pero él tenía una batalla constante con el pasado, con el miedo, con la duda. ¿Qué ocurriría si Randulf supiera que tenía una hija? Aquel tirano era capaz hasta de querer desposarse con ella para que le diera más descendencia. Era una aberración en forma de hombre, un monstruo que se pasaba la vida creando engendros con los que intentar aniquilar aquellos que poblaban el norte con rebeldía y se oponían a su yugo.
Dejó escapar el aire y antes de que su hija apareciera en escena, únicamente dejó escapar unas palabras en un susurro lo suficientemente elevado como para que alguien que había perdido la vista y tenía el resto de sentidos aumentados, lo escuchara. -Ser padre es más complicado que eso, lo comprenderás algún día...- Tomó el agua que le ofreció la muchacha y se la bebió antes de rellenarlo de nuevo e hidratar con la segunda tanda el cerdo por fuera, así costaría más que se quemara la carne que estaba expuesta a las llamas. -Sí, entrenaremos los tres juntos, porque creo que tú puedes enseñarle cosas a Aren y él, a su vez, hacerte descubrir cosas a ti.- Era bueno que viera los movimientos de alguien distinto, que entrenara con alguien cuyo pensamiento en la pelea desconocía. No debía atascarse en la rutina, por eso a veces Höor entrenaba con ella, pero seguían siendo sólo dos ejemplos y sentía que, pronto, necesitaría estar lista para protegerse a sí misma. Todo ensayo sería poco.
Brant- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Sirina me acercó un pequeño cuenco con aguar para que bebiera, decía que frente al fuego iba a necesitarlo, así que palpé su mano despacio para tomarlo acariciando sus dedos en el intento.
Ladeé la sonrisa al notar la mirada del hombre y su carraspeó pro lo que él pensaba seguramente era sobrepasarme con su hija.
No tardó demasiado en estar la carne pero mientras dimos unos bocados al queso que la chica tenía preparado.
-¿Así que tu padre entre otras artes espanta ardillas? -pregunté ladeando la sonrisa -quizás después de reposar la comida podamos entrenar.
No estaba allí para quedarme, eso lo había dejado claro, según padre debía aprender a ser un guerrero y no un herrero, bien cuantos antes emperezamos antes podría ejecutar mi venganza.
No temía a la muerte, nada me quedaba bueno, quizás no era cierto, mis hermanos me trataban como a uno mas, Akershus era un lugar plagado de gente llena de honor, de intenciones, de penas que vivían con alegría, todos merecían ser libres y el único modo de hacerlo era matando a ese gran hijo de puta llamado Randulf.
El padre de Sirina había decidido apartarse de todo, alejar a su hija del peligro, no era padre, no podía juzgarlo, pero ya le había dicho lo que pensaba de meter a su hija en una burbuja.
-¿que tipo de entrenamiento voy a llevar? -pregunté con curiosidad
No era malo con la espada, puede que no estuviera al nivel de mis hermanos entrenados desde niños, peor en el tiempo que había pasado en Akershus había mejorado mucho por no decir que no era la primera vez que mataba con el acero y soberbia a una gesta con ello, pocos o ningún herrero saldría de situaciones como esa, así que dudaba que mi padre tuviera la razón.
El padre de Sirina repartió la carne en silencio y entre risas y bromas empezamos a comer. La morena y yo reíamos casi susurrándonos tonterías, según la chica por la noche iba a llevarme a escuchar a los grillos, según ella también se veían las luciérnagas pero como era ciego.
-Bueno, pero puedes describirme lo que ves, será como si pudiera ver a través de tus ojos.
Ladeé la sonrisa al notar la mirada del hombre y su carraspeó pro lo que él pensaba seguramente era sobrepasarme con su hija.
No tardó demasiado en estar la carne pero mientras dimos unos bocados al queso que la chica tenía preparado.
-¿Así que tu padre entre otras artes espanta ardillas? -pregunté ladeando la sonrisa -quizás después de reposar la comida podamos entrenar.
No estaba allí para quedarme, eso lo había dejado claro, según padre debía aprender a ser un guerrero y no un herrero, bien cuantos antes emperezamos antes podría ejecutar mi venganza.
No temía a la muerte, nada me quedaba bueno, quizás no era cierto, mis hermanos me trataban como a uno mas, Akershus era un lugar plagado de gente llena de honor, de intenciones, de penas que vivían con alegría, todos merecían ser libres y el único modo de hacerlo era matando a ese gran hijo de puta llamado Randulf.
El padre de Sirina había decidido apartarse de todo, alejar a su hija del peligro, no era padre, no podía juzgarlo, pero ya le había dicho lo que pensaba de meter a su hija en una burbuja.
-¿que tipo de entrenamiento voy a llevar? -pregunté con curiosidad
No era malo con la espada, puede que no estuviera al nivel de mis hermanos entrenados desde niños, peor en el tiempo que había pasado en Akershus había mejorado mucho por no decir que no era la primera vez que mataba con el acero y soberbia a una gesta con ello, pocos o ningún herrero saldría de situaciones como esa, así que dudaba que mi padre tuviera la razón.
El padre de Sirina repartió la carne en silencio y entre risas y bromas empezamos a comer. La morena y yo reíamos casi susurrándonos tonterías, según la chica por la noche iba a llevarme a escuchar a los grillos, según ella también se veían las luciérnagas pero como era ciego.
-Bueno, pero puedes describirme lo que ves, será como si pudiera ver a través de tus ojos.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Brant era un hombre rígido en un gran abanico de sentidos, aunque no era cruel ni retorcido y siempre era justo, a su manera y bajo las normas que él mismo imponía. Sin embargo, la única de ellas que a Siriana le parecía excesiva era la de no poder irse nunca de allí, ni siquiera para visitar un pueblo. El resto eran todas comprensibles y sensatas, así que no se las reclamaba. Pero por el otro motivo discutían sin cesar, mínimo, una vez a la semana.
Sonrió cuando Aren cogió el agua que le ofrecía, sin darle ninguna importancia de más al hecho que le acariciara las manos. Para ella era normal, ya que el joven era ciego, y sus ojos estaban en las yemas de los dedos. -A mi padre se le da bien espantar en general.- Comentó entre risas y él la miró, chasqueando la lengua, aunque no negó que lo dicho por su hija fuera cierto. Porque sería mentira de hacerlo. Al cazador hacer amistades no se le daba especialmente bien con los animales, lo suyo era el trato con las personas y, aún así, después de tanto tiempo, casi hasta eso se le había olvidado.
En cuanto la carne estuvo hecha, ella y el chico dejaron de hablar sobre cosas y cogieron la comida. -Yo suelo entrenar con espada, tiro con arco y lucha cuerpo a cuerpo.- Aseguró la muchacha llena de orgullo, porque según le había dicho Brant la mayoría de jóvenes de su edad sabían solamente usar el arco y, con suerte, una espada corta. Lo del cuerpo a cuerpo no era habitual a saber por qué motivo. Disfrutaron del jabalí mientras el hombre les hablaba sobre el entrenamiento.
Cuando el padre de Siriana terminó de explicar, ella se giró para hablar de nuevo con Aren y le habló sobre el lago, los grillos y las luciérnagas. Le invitó a conocer lo que más le fascinaba del que era su hogar, de una imagen maravillosa y una música sin igual. Sin saber por qué, cuando le dijo que ella podría describirle la escena y eso sería como si viera a través de sus ojos, un extraño rubor acudió a las mejillas de la chicha y, como acto reflejo, se llevó ambas manos a tocarlas, notando el calor que su piel desprendía en la zona. Miró confusa a Brant, porque era la primera vez que algo así le sucedía y no lo entendía. -¿He enfermado de repente?- Parpadeó confusa y el cazador negó.
Sonrió cuando Aren cogió el agua que le ofrecía, sin darle ninguna importancia de más al hecho que le acariciara las manos. Para ella era normal, ya que el joven era ciego, y sus ojos estaban en las yemas de los dedos. -A mi padre se le da bien espantar en general.- Comentó entre risas y él la miró, chasqueando la lengua, aunque no negó que lo dicho por su hija fuera cierto. Porque sería mentira de hacerlo. Al cazador hacer amistades no se le daba especialmente bien con los animales, lo suyo era el trato con las personas y, aún así, después de tanto tiempo, casi hasta eso se le había olvidado.
En cuanto la carne estuvo hecha, ella y el chico dejaron de hablar sobre cosas y cogieron la comida. -Yo suelo entrenar con espada, tiro con arco y lucha cuerpo a cuerpo.- Aseguró la muchacha llena de orgullo, porque según le había dicho Brant la mayoría de jóvenes de su edad sabían solamente usar el arco y, con suerte, una espada corta. Lo del cuerpo a cuerpo no era habitual a saber por qué motivo. Disfrutaron del jabalí mientras el hombre les hablaba sobre el entrenamiento.
Cuando el padre de Siriana terminó de explicar, ella se giró para hablar de nuevo con Aren y le habló sobre el lago, los grillos y las luciérnagas. Le invitó a conocer lo que más le fascinaba del que era su hogar, de una imagen maravillosa y una música sin igual. Sin saber por qué, cuando le dijo que ella podría describirle la escena y eso sería como si viera a través de sus ojos, un extraño rubor acudió a las mejillas de la chicha y, como acto reflejo, se llevó ambas manos a tocarlas, notando el calor que su piel desprendía en la zona. Miró confusa a Brant, porque era la primera vez que algo así le sucedía y no lo entendía. -¿He enfermado de repente?- Parpadeó confusa y el cazador negó.
Siriana- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 08/05/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Desde que su buen amigo Höor trajera a su hijo a su casa, había temido que eso pasara. Siriana no había interactuado jamás con nadie de su edad, algo que él había evitado por su bien, no porque no deseara que su niña no tuviera amigos. Las circunstancias de su concepción era algo que Brant no le podía explicar a la chiquilla y por lo que se veía obligado a mantenerla en un mundo alejado del resto de la gente que pudiera conocerla. Aren era joven, apuesto y tenía la misma labia que su padre, lo que le convertía en peligroso para las adolescentes hormonadas. Su pequeña no entraba en esa categoría, o al menos no lo había demostrado nunca, pero el rubor de sus mejillas hizo saltar en el cazador las alarmas.
-Chaval, ayúdame a recoger mientras Siriana nos prepara unos cafés.- Pidió, levantándose y se sacudió las rodillas, porque así era como había estado sentado en el terreno durante todo ese rato, con éstas hincadas en el suelo y el culo pegado a los talones. Y, porque no quería dejar en el aire la duda planteada por su hija, respondió con la mentira más plausible que se le vino a la cabeza. -Te habrá dado un golpe de calor por tanto exponerte al sol. Por eso no debes ir al claro que hay junto al río a esas horas.- Brant era experto en darle la vuelta a las cosas, ya que llevaba dieciocho años haciéndolo por el bien de su querida hija. O eso era lo que él se decía.
Apagó el fuego, porque no interesaba crear humo si no era necesario ni tampoco dispersar más el olor del delicioso jabalí asado, no fuera a atraer atenciones indeseadas a la cabaña y tuvieran que dejar el entrenamiento a un lado por defenderse de verdad del ataque de algún animal salvaje como un puma o un oso. -Os dejaré descansar una hora para que hagáis la digestión y después empezaremos.- Aseveró, esperando a que el muchacho le ayudara a recoger todas las piezas de carne y dispersar las piedras y cenizas de la hoguera, mientras Siriana se retiraba a la casa a poner a calentar algo de agua.
-Chaval, ayúdame a recoger mientras Siriana nos prepara unos cafés.- Pidió, levantándose y se sacudió las rodillas, porque así era como había estado sentado en el terreno durante todo ese rato, con éstas hincadas en el suelo y el culo pegado a los talones. Y, porque no quería dejar en el aire la duda planteada por su hija, respondió con la mentira más plausible que se le vino a la cabeza. -Te habrá dado un golpe de calor por tanto exponerte al sol. Por eso no debes ir al claro que hay junto al río a esas horas.- Brant era experto en darle la vuelta a las cosas, ya que llevaba dieciocho años haciéndolo por el bien de su querida hija. O eso era lo que él se decía.
Apagó el fuego, porque no interesaba crear humo si no era necesario ni tampoco dispersar más el olor del delicioso jabalí asado, no fuera a atraer atenciones indeseadas a la cabaña y tuvieran que dejar el entrenamiento a un lado por defenderse de verdad del ataque de algún animal salvaje como un puma o un oso. -Os dejaré descansar una hora para que hagáis la digestión y después empezaremos.- Aseveró, esperando a que el muchacho le ayudara a recoger todas las piezas de carne y dispersar las piedras y cenizas de la hoguera, mientras Siriana se retiraba a la casa a poner a calentar algo de agua.
Brant- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
“¿He enfermado?” Era incapaz de ver la escena así que no sabía exactamente que estaba ocurriendo pero por las risas anteriores de la joven parecía estar bien ¿enfermado por que?
El padre negó, lo que me llevó a enarcar una ceja esperando que alguien me aclarara que pasaba.
-¿Estas bien Sirina? -pregunté llevando mis manos para acariciar su rostro y tocar su frente – no tienes fiebre ¿estas herida?
Las manos de Sirina tomaron las mías guiándolas hacía el lugar que notaba caliente, sus mejillas, ladeé la sonrisa con un deje de diversión.
-No, no estas enferma -aseguré ladeando la sonrisa con picardía.
Iba a explicarle a Sirina lo que sucedía cuando el padre carraspeó para que cerrara mi gran bocaza. Su respuesta fue tajante, un golpe de calor, ese era su absurdo diagnostico de un padre acostumbrado a capear el temporal. De seguro de poder ver su mirada me hubiera atravesado, claro que para evitar que hablara me pidió que le ayudara a recoger mientras su hija ns preparaba el café.
Sirina entró dentro para hervir el agua dejándonos nuevamente solos.
-Tu hija necesita al verdad, no se cuales son los motivos que te han llevado a alejarla del mundo, supongo que Randulf en si mismo es suficiente motivo para meterte en estas montañas y no querer salir, peor creo que la prisión en la que la has metido es peor que afrontar los peligros que el norte vive ahora mismo.
Entendía a ese hombre, pero no le estaba haciendo un favor a su hija, ella merecía vivir, reír, soñar, enamorarse, ser madre...merecía algo mas que hablar con ardillas...
-Te arrepentirás de esto -aseguré escuchándolo gruñir malhumorado para hacerme callar.
Tomamos el café, descansamos un rato en el que me quedé adormilado en una hamaca que pendía de dos arboles meciendo mi cuerpo ligeramente y pasada la hora, el guerrero decidió era hora de empezar el entrenamiento.
En el patio de armas todo era mas complejo, al no sentir los graznidos de Altair me resultaba muy difícil cubrirme y atacar, el padre de la chica ardilla me dio por todos lados, jadeé volviendo a ponerme en pie insistiendo la sangre manar de mis labios.
Apreté los dientes gruñendo, no era de los que se rendían aunque creo que Brant estaba disfrutando muchísimo con esta pelea que cada dos por tres me llevaba a tierra.
El padre negó, lo que me llevó a enarcar una ceja esperando que alguien me aclarara que pasaba.
-¿Estas bien Sirina? -pregunté llevando mis manos para acariciar su rostro y tocar su frente – no tienes fiebre ¿estas herida?
Las manos de Sirina tomaron las mías guiándolas hacía el lugar que notaba caliente, sus mejillas, ladeé la sonrisa con un deje de diversión.
-No, no estas enferma -aseguré ladeando la sonrisa con picardía.
Iba a explicarle a Sirina lo que sucedía cuando el padre carraspeó para que cerrara mi gran bocaza. Su respuesta fue tajante, un golpe de calor, ese era su absurdo diagnostico de un padre acostumbrado a capear el temporal. De seguro de poder ver su mirada me hubiera atravesado, claro que para evitar que hablara me pidió que le ayudara a recoger mientras su hija ns preparaba el café.
Sirina entró dentro para hervir el agua dejándonos nuevamente solos.
-Tu hija necesita al verdad, no se cuales son los motivos que te han llevado a alejarla del mundo, supongo que Randulf en si mismo es suficiente motivo para meterte en estas montañas y no querer salir, peor creo que la prisión en la que la has metido es peor que afrontar los peligros que el norte vive ahora mismo.
Entendía a ese hombre, pero no le estaba haciendo un favor a su hija, ella merecía vivir, reír, soñar, enamorarse, ser madre...merecía algo mas que hablar con ardillas...
-Te arrepentirás de esto -aseguré escuchándolo gruñir malhumorado para hacerme callar.
Tomamos el café, descansamos un rato en el que me quedé adormilado en una hamaca que pendía de dos arboles meciendo mi cuerpo ligeramente y pasada la hora, el guerrero decidió era hora de empezar el entrenamiento.
En el patio de armas todo era mas complejo, al no sentir los graznidos de Altair me resultaba muy difícil cubrirme y atacar, el padre de la chica ardilla me dio por todos lados, jadeé volviendo a ponerme en pie insistiendo la sangre manar de mis labios.
Apreté los dientes gruñendo, no era de los que se rendían aunque creo que Brant estaba disfrutando muchísimo con esta pelea que cada dos por tres me llevaba a tierra.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
El muchacho pareció preocuparse cuando exclamó por haber enfermado de repente, así que le tomó de las manos y las llevó a su rostro para que no notara cuál era el motivo de tal afirmación. Aren sonrió, lo que confundió a la joven que además de arquear un poco las cejas, ladeó ligeramente la cabeza, mirándole. -¿Por qué te hace gracia?- Quiso saber ella, mas su padre se aseguró de cortar pronto aquel tema y dijo que lo que le ocurría a Siriana era que le había dado un golpe de calor. Poco a poco dejó escapar los dedos ajenos de entre los propios y se tocó la frente con el dorso de la mano. Era extraño, esa zona no estaba caliente. Despegó los labios para decir algo, pero su padre la hizo callar y la mandó a buscar café a la cabaña. Cuando se lo proponía poder ser muy gruñón y autoritario. La chica resopló antes de levantarse e ir a cumplir con la orden que se le había dado.
Sabía que fuera ellos dos discutían, por lo que fuera, pero lo hacían y a ella la excluían como si no pintara nada en ese lugar. Siempre se había sentido muy sola, pero eso ya rallaba la crueldad. Se sentía una extraña en su propia casa. Salió con los cafés, los entregó a cada uno y ella bebió un poco de leche natural. Nunca le había gustado el sabor amargo de esa semilla.
Mientras Aren descansaba en una hamaca, ella se tumbó boca arriba en la hierba y dejó que los rayos del sol acariciaran su piel ligeramente dorada. Le gustaba el hormigueo que le provocaba el agradable calor en los días de primavera. En invierno sería imposible estar al raso sin veinte pieles que la cubrieran.
Una vez terminado el descanso, fue a por los utensilios que solía utilizar para el entrenamiento y le dio una espada a al joven, de madera, pesada, elegida especialmente para que se asemejara a una de verdad. Todas las armas estaban hechas a mano por Brant.
Empezaron a moverse por el terreno, esquivando ataques y atacando ellos. Su padre había dicho que fueran los dos a por él, pero el hombre, a pesar de su edad, era sumamente bueno. Además, Aren tenía la desventaja de la visión. En alguna ocasión le gritó para salvarle de un ataque pero el guerrero le prohibió hacerlo y para asegurarse que obedecía, le puso una mordaza a su hija.
-En una guerra real no puedes andar chillando como una loca. Si quieres ayudar al chico, busca otra manera.- Dijo él, antes de asestar otro golpe que hizo que el muchacho hincara una rodilla en el suelo y escupiera sangre a un lado.
Sabía que fuera ellos dos discutían, por lo que fuera, pero lo hacían y a ella la excluían como si no pintara nada en ese lugar. Siempre se había sentido muy sola, pero eso ya rallaba la crueldad. Se sentía una extraña en su propia casa. Salió con los cafés, los entregó a cada uno y ella bebió un poco de leche natural. Nunca le había gustado el sabor amargo de esa semilla.
Mientras Aren descansaba en una hamaca, ella se tumbó boca arriba en la hierba y dejó que los rayos del sol acariciaran su piel ligeramente dorada. Le gustaba el hormigueo que le provocaba el agradable calor en los días de primavera. En invierno sería imposible estar al raso sin veinte pieles que la cubrieran.
Una vez terminado el descanso, fue a por los utensilios que solía utilizar para el entrenamiento y le dio una espada a al joven, de madera, pesada, elegida especialmente para que se asemejara a una de verdad. Todas las armas estaban hechas a mano por Brant.
Empezaron a moverse por el terreno, esquivando ataques y atacando ellos. Su padre había dicho que fueran los dos a por él, pero el hombre, a pesar de su edad, era sumamente bueno. Además, Aren tenía la desventaja de la visión. En alguna ocasión le gritó para salvarle de un ataque pero el guerrero le prohibió hacerlo y para asegurarse que obedecía, le puso una mordaza a su hija.
-En una guerra real no puedes andar chillando como una loca. Si quieres ayudar al chico, busca otra manera.- Dijo él, antes de asestar otro golpe que hizo que el muchacho hincara una rodilla en el suelo y escupiera sangre a un lado.
Siriana- Humano Clase Baja
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 08/05/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
El guerrero ni siquiera se molestó en contestar a la cantidad de sandeces que el joven soltaba por su boca como si supiera lo que era realmente conveniente para su hija. A penas la conocía y, encima, era hijo del conde Cannif, que sí, era su amigo, pero no era precisamente conocido por utilizar la cabeza con frialdad, sino por dejarse llevar por los impulsos. Lo último que le faltaba a Siriana era un alocado que le revolucionara la cabeza y las hormonas.
Mientras los chicos descansaban él fue al lago a revisar las trampas para castores. Necesitaba vender pieles y estaba a punto de terminarse la temporada en la que aquellos animales estaban más activos, pues pronto se recluirían para cuidar de sus futuras crías. Regresó cinco minutos antes, dejó los cadáveres en el secadero de detrás de la cabaña y regresó al frente para reunirse con los muchachos. -Arriba, es hora de entrenar.-
Brant no se andaba con tonterías, era duro siempre, incluso con su propia hija, y no tenía la menor intención de rebajar el nivel porque tuviera delante a un chaval ciego. Quería enfrentarse a Randulf, ¿cierto? Pues más le valía ponerse las pilas porque ninguna de sus malditas aberraciones se andaría con chiquitas. El hombre atacaba con fiereza, buscando los puntos débiles de los dos aprendices. Golpeaba las articulaciones con una vara, porque así les demostraba la diferencia que había entre ellos y el que les enseñaba, que ni siquiera necesitaba una espada para darles una paliza.
Con Siriana amordazada para no gritarle instrucciones a Aren, la actitud de la chica cambió. Estaba demasiado preocupada por cuidar de él como para concentrarse y eso lo aprovechó Brant que tras hacer vencer la rodilla del chaval contra el suelo, golpeó los nudillos de la chica y le hizo soltar su arma de madera con un quejido ahogado por el pañuelo que tenía medio metido en la boca. -Cuida de ti primero y luego mira por los demás. ¿De qué sirve salvar una vez a uno y morir en el intento? Así ya no podrás proteger a nadie más.- Espetó de mala gana y se situó tras su hija, agachándose con ella. Le quitó la mordaza unos segundos para que pudiera escupir el cúmulo de saliva que sabía tendría y después volvió a colocársela. -Llorar no os servirá de nada en el campo de batalla. Allí sólo cuentan el sudor y la sangre. Las lágrimas deben quedarse en casa.- Se dio la vuelta, haciendo girar la vara entre los dedos y giró de nuevo sobre los talones para enfrentas a los dos jóvenes con una ladina sonrisa. -Demostradme de qué sois capaces.-
Mientras los chicos descansaban él fue al lago a revisar las trampas para castores. Necesitaba vender pieles y estaba a punto de terminarse la temporada en la que aquellos animales estaban más activos, pues pronto se recluirían para cuidar de sus futuras crías. Regresó cinco minutos antes, dejó los cadáveres en el secadero de detrás de la cabaña y regresó al frente para reunirse con los muchachos. -Arriba, es hora de entrenar.-
Brant no se andaba con tonterías, era duro siempre, incluso con su propia hija, y no tenía la menor intención de rebajar el nivel porque tuviera delante a un chaval ciego. Quería enfrentarse a Randulf, ¿cierto? Pues más le valía ponerse las pilas porque ninguna de sus malditas aberraciones se andaría con chiquitas. El hombre atacaba con fiereza, buscando los puntos débiles de los dos aprendices. Golpeaba las articulaciones con una vara, porque así les demostraba la diferencia que había entre ellos y el que les enseñaba, que ni siquiera necesitaba una espada para darles una paliza.
Con Siriana amordazada para no gritarle instrucciones a Aren, la actitud de la chica cambió. Estaba demasiado preocupada por cuidar de él como para concentrarse y eso lo aprovechó Brant que tras hacer vencer la rodilla del chaval contra el suelo, golpeó los nudillos de la chica y le hizo soltar su arma de madera con un quejido ahogado por el pañuelo que tenía medio metido en la boca. -Cuida de ti primero y luego mira por los demás. ¿De qué sirve salvar una vez a uno y morir en el intento? Así ya no podrás proteger a nadie más.- Espetó de mala gana y se situó tras su hija, agachándose con ella. Le quitó la mordaza unos segundos para que pudiera escupir el cúmulo de saliva que sabía tendría y después volvió a colocársela. -Llorar no os servirá de nada en el campo de batalla. Allí sólo cuentan el sudor y la sangre. Las lágrimas deben quedarse en casa.- Se dio la vuelta, haciendo girar la vara entre los dedos y giró de nuevo sobre los talones para enfrentas a los dos jóvenes con una ladina sonrisa. -Demostradme de qué sois capaces.-
Brant- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/07/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Sirina no era mala guerrera, podía escuchar como esquivaba y asestaba golpes con rapidez mientras el padre iba corrigiendo sus posiciones al igual que lo hacía conmigo, apreté los dientes cuando con uno de los últimos golpes me dio en un costado lanzándome al suelo, escupí sangre a un lado alzándome de nuevo con la espada afianzada entre mis dedos gruñendo.
Su hija gritaba para avisarme algo que le costó acabar amordazada, según el padre así no me ayudaba, mas sin ruido alguno que me guiara solo podía tratar de centrarme en los movimientos del viejo, lo malo es que aunque muchas eran las veces que lograba adivinar por donde me iba a golpear era lento interponiendo la espada y de nuevo me atizaba con saña haciéndome caer.
Jadeé alzándome, era evidente que mis costillas se resentían, seguramente mi piel estaría llena de moratones, pero yo no era de los que se rendían y de nuevo me lanzaba al ataque como un demente, porque si su intención era demostrarme que nunca podría enfrentar a Randulf, erraba conmigo, lo haría tarde o temprano aunque Brant buscara doblegarme y que suplicara.
Se repitió la escena tantas veces como sangre recorría mis labios, apreté los dientes y volví a intentar ponerme en pie, peor esta vez fue el cuerpo femenino el que se interpuso entre su padre y yo.
Le gritó a su padre que ya bastaba, que estaba sangrando y que era suficiente, algo que hizo al hombre murmurar entre dientes que en el cuerpo a cuerpo real estaría muerto y no sangrando antes de darnos la espalda y largarse malhumorado.
Gruñí pidiéndole que siguiera mientras Sirina sin moverse un ápice buscaba calmarme pidiéndome que no me moviera y que le dejara verme el labio que estaba abierto y sangraba demasiado.
Me relamí las gotas carmesí lo tenía hinchado y me ardía.
-No puedes cuidar de mi ,soy un guerrero.
Era orgulloso como mi padre y ser ciego no iba a evitar que acabara matando a Randulf.
Su hija gritaba para avisarme algo que le costó acabar amordazada, según el padre así no me ayudaba, mas sin ruido alguno que me guiara solo podía tratar de centrarme en los movimientos del viejo, lo malo es que aunque muchas eran las veces que lograba adivinar por donde me iba a golpear era lento interponiendo la espada y de nuevo me atizaba con saña haciéndome caer.
Jadeé alzándome, era evidente que mis costillas se resentían, seguramente mi piel estaría llena de moratones, pero yo no era de los que se rendían y de nuevo me lanzaba al ataque como un demente, porque si su intención era demostrarme que nunca podría enfrentar a Randulf, erraba conmigo, lo haría tarde o temprano aunque Brant buscara doblegarme y que suplicara.
Se repitió la escena tantas veces como sangre recorría mis labios, apreté los dientes y volví a intentar ponerme en pie, peor esta vez fue el cuerpo femenino el que se interpuso entre su padre y yo.
Le gritó a su padre que ya bastaba, que estaba sangrando y que era suficiente, algo que hizo al hombre murmurar entre dientes que en el cuerpo a cuerpo real estaría muerto y no sangrando antes de darnos la espalda y largarse malhumorado.
Gruñí pidiéndole que siguiera mientras Sirina sin moverse un ápice buscaba calmarme pidiéndome que no me moviera y que le dejara verme el labio que estaba abierto y sangraba demasiado.
Me relamí las gotas carmesí lo tenía hinchado y me ardía.
-No puedes cuidar de mi ,soy un guerrero.
Era orgulloso como mi padre y ser ciego no iba a evitar que acabara matando a Randulf.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Siguieron entrenando a golpe limpio y pronto la muchacha se percató de un patrón de conducta en Brant. Arremetía demasiadas veces contra el castaño como si le tuviera en el punto de mira constante. Sin embargo, a ella la dejaba de lado y se dedicaba más a apartarla del medio, de su objetivo, que no en atacarla con la cara o con los típicos golpes en los tobillos para desequilibrarla. Llevaban demasiados años practicando juntos como para no darse cuenta que algo cegaba a su padre y que por ello se dejaba leer los pasos, algo que en un día cualquiera ni por asomo ocurriría, pues ese hombre era demasiado listo y estaba muy curtido en la batalla como para dejarse vencer por una chiquilla como ella.
La joven conocía bien a su padre y sabía que, fuera por el motivo que fuera, se le había cruzado el hijo de Höor. Y Aren, testarudo como se mostraba, no pensaba dar su brazo a torcer ni a doblegarse aunque le reventaran hasta los riñones. Aquello empezaba a ser un sinsentido más que un entrenamiento y agarrando la mordaza para liberarse la boca, se interpuso cuando su padre iba a acometer con otro golpe de vara contra el hombro derecho del muchacho. -¡Ya basta, papá! Esto ha dejado de ser un entrenamiento hace rato para ser no sé qué clase de vendetta…- Aseguró Siriana.
Brant soltó un fuerte gruñido, lanzó el palo a un lado y se marchó furibundo hacia el bosque a saber qué hacer en su estado. Se giró para ver al chico, uno que le decía que no podía cuidarle, que él era un guerrero. -¿Y acaso los guerreros no se curan las heridas cuando hay un momento de descanso en la batalla?- Replicó la joven, terminando de desanudar el pañuelo que ahora le colgaba del cuello y usó este mismo para limpiar la sangre de la ceja rota del muchacho. Le vio hacer una mueca, porque obviamente escocía. -Ven, vamos a beber un poco de agua.- Le tomó de la mano y tiró de él hacia la cabaña, esperando que no opusiera demasiada resistencia. Los tres eran testarudos, pero ella era la más sensata a pesar de todo.
La joven conocía bien a su padre y sabía que, fuera por el motivo que fuera, se le había cruzado el hijo de Höor. Y Aren, testarudo como se mostraba, no pensaba dar su brazo a torcer ni a doblegarse aunque le reventaran hasta los riñones. Aquello empezaba a ser un sinsentido más que un entrenamiento y agarrando la mordaza para liberarse la boca, se interpuso cuando su padre iba a acometer con otro golpe de vara contra el hombro derecho del muchacho. -¡Ya basta, papá! Esto ha dejado de ser un entrenamiento hace rato para ser no sé qué clase de vendetta…- Aseguró Siriana.
Brant soltó un fuerte gruñido, lanzó el palo a un lado y se marchó furibundo hacia el bosque a saber qué hacer en su estado. Se giró para ver al chico, uno que le decía que no podía cuidarle, que él era un guerrero. -¿Y acaso los guerreros no se curan las heridas cuando hay un momento de descanso en la batalla?- Replicó la joven, terminando de desanudar el pañuelo que ahora le colgaba del cuello y usó este mismo para limpiar la sangre de la ceja rota del muchacho. Le vio hacer una mueca, porque obviamente escocía. -Ven, vamos a beber un poco de agua.- Le tomó de la mano y tiró de él hacia la cabaña, esperando que no opusiera demasiada resistencia. Los tres eran testarudos, pero ella era la más sensata a pesar de todo.
Siriana- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 08/05/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Apreté los dientes cogiendo su mano para levantarme del suelo, el viejo me había dado una buena paliza pero como él decía, y no le faltaba razón, en un combate real estaría muerto a estas alturas.
Seguí a Sirina hasta el interior de la cabaña, siseé un par de veces sobre todo cuando mi peso recaía en el costado izquierdo, creo me había roto una de las costillas.
La muchacha me guió hasta el sofá y me pidió que tomara asiento mientras iba a por un balde con agua caliente para poder limpiarme las heridas.
El paño que había usado en mi ceja me pidió lo mantuviera hasta que dejara de sangrar, por el tono de su voz parecía preocupada.
-Estoy bien -asegure ladeando la sonrisa para quitar importancia al hecho.
No tardó demasiado en volver y tomando asiento me pidió me quitara la camisola para poder limpiarme bien, vendar mi costado y poner un ungüento que según ella me daría calor en la zona y me iría bien.
Asentí quitándome la camisola con un claro gesto de dolor, estaba sudado y mi piel quedaba perlada en sudor, para lo mucho que hablaba de normal la hija de Brant ahora parecía callada, tal fue así que de no ser porque oía su respiración ligeramente entrecortada hubiera pensado me había dejado solo.
-¿pasa algo? Pregunté al ver que estaba inmóvil.
Seguramente los moratones la hubieran asustado, mas pronto reacciono y paseó la lleva de sus dedos despacio por mis abdominales marcados, dibujándolos con la yema de sus dedos notando como estos se contraían bajo estos al instante.
-Es la primera vez que ves un hombre así ¿verdad?
Seguramente así fuera, casi estaba convencido que a su padre y a Höor seria los únicos a los que habría visto descamisados.
-¿te duele? -preguntó cuando deslizó sus dedos por mi costado con tanta suavidad como pudo.
-Estoy bien- aseguré humedeciendome los labios, me gustaría poder verla ahora.
De cierto modo podía, estiré mis manos atrapando su rostro, deslizando ahora yo mis dedos por cada contorno, habíamos quedado de frente, su aliento golpeaba impetuoso mi boca mientras yo trazaba en mi mente una imagen inequívoca de como era y sin duda era muy bonita.
Su labio inferior bajo empujando por la yema de mi falange.
-Eres preciosa -aseguré.
Seguí a Sirina hasta el interior de la cabaña, siseé un par de veces sobre todo cuando mi peso recaía en el costado izquierdo, creo me había roto una de las costillas.
La muchacha me guió hasta el sofá y me pidió que tomara asiento mientras iba a por un balde con agua caliente para poder limpiarme las heridas.
El paño que había usado en mi ceja me pidió lo mantuviera hasta que dejara de sangrar, por el tono de su voz parecía preocupada.
-Estoy bien -asegure ladeando la sonrisa para quitar importancia al hecho.
No tardó demasiado en volver y tomando asiento me pidió me quitara la camisola para poder limpiarme bien, vendar mi costado y poner un ungüento que según ella me daría calor en la zona y me iría bien.
Asentí quitándome la camisola con un claro gesto de dolor, estaba sudado y mi piel quedaba perlada en sudor, para lo mucho que hablaba de normal la hija de Brant ahora parecía callada, tal fue así que de no ser porque oía su respiración ligeramente entrecortada hubiera pensado me había dejado solo.
-¿pasa algo? Pregunté al ver que estaba inmóvil.
Seguramente los moratones la hubieran asustado, mas pronto reacciono y paseó la lleva de sus dedos despacio por mis abdominales marcados, dibujándolos con la yema de sus dedos notando como estos se contraían bajo estos al instante.
-Es la primera vez que ves un hombre así ¿verdad?
Seguramente así fuera, casi estaba convencido que a su padre y a Höor seria los únicos a los que habría visto descamisados.
-¿te duele? -preguntó cuando deslizó sus dedos por mi costado con tanta suavidad como pudo.
-Estoy bien- aseguré humedeciendome los labios, me gustaría poder verla ahora.
De cierto modo podía, estiré mis manos atrapando su rostro, deslizando ahora yo mis dedos por cada contorno, habíamos quedado de frente, su aliento golpeaba impetuoso mi boca mientras yo trazaba en mi mente una imagen inequívoca de como era y sin duda era muy bonita.
Su labio inferior bajo empujando por la yema de mi falange.
-Eres preciosa -aseguré.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Por suerte, el joven accedió a ir con ella y una vez en la cabaña le guio para que se sentara. Fue a buscar un balde con agua y un paño y regresó a su lado para limpiarle con cuidado los cortes. El de la ceja sangraba mucho, algo normal en esa zona del cuerpo, por ello era importante detener la hemorragia no fuera a darle un mareo. -Aprieta aquí un rato.- Le pidió, dejándole ese trapo mojado y fue a buscar otro para continuar. El resto de golpes eran más bien raspones y, sobre todo, moratones que empezaban a oscurecerse con el paso de los minutos.
-Quítate la camisa para que vea si tienes más cortes...- Se echó un poco hacia atrás para darle espacio de maniobra ya que el sofá aquel no era precisamente muy amplio. En cuanto el torso ajeno quedó al descubierto la mirada de Siriana viajó por este con curiosidad, sin percatarse de que se quedaba callada. No fue hasta que Aren preguntó si ocurría algo que se dio cuenta del silencio que se había creado hasta ese momento. -Perdona, estaba mirando...- Fue sincera porque tampoco creía que ver lo que estaba viendo fuera algo malo. Habiéndose criado a solas con su padre tenía cosas como aquella, que éste no había tenido necesidad de enseñarle lo que debía dar o no vergüenza según la sociedad y demás tonterías innecesarias.
Asintió ante la siguiente pregunta, aunque en su mente sabía dos cosas, que él no veía que ella decía que sí con la cabeza y que en el fondo eso no era cierto, porque a su padre sí lo había visto desnudo, aunque hacía muchos años de la última vez que ocurriera. Sus manos se acercaron al cuerpo ajeno y las yemas de los dedos viajaron, acariciando suavemente la piel, resiguiendo la musculatura, intentando no hacer presión alguna ni causar molestia, pues estaba el tronco lleno de marcas, de heridas recientes y también muchas pasadas. -¿Te duele?- El norteño aseguró estar bien y ésta vez fue él el que levantó los brazos y llevó las manos al rostro de la chica. Ella dejó caer los párpados y se quedó quieta, dejándole hacer. Aunque hacía poco que se conocían, la hija de Brant se dejaba llevar siempre por instinto y sabía que ahora él la estaba viendo con su tacto. Sentía cosquillas por según donde rozaban las yemas foráneas y el calor que éstas desprendían al pasar por sus mejillas y labios. Suspiró contra el pulgar del moreno cuando éste hizo descender su inferior al apoyarse en él y sonrió al escuchar sus palabras. Las palmas de Siriana se posaron sobre las de Aren, sujetando éstas con cuidado en un gesto cercano, íntimo. -Me gustaría saber cómo sientes tú el mundo, la vida...- Sabía que al perder un sentido los otros se intensificaban, pero habiendo nacido ya ciego, su manera de percibir todas las cosas había sido distinta desde el principio. Aflojó el agarre, deslizando los dedos hacia las muñecas y los antebrazos, al tiempo en que abría de nuevo los ojos y se fijaba en la proximidad del ajeno. -¿Puedes escuchar mi corazón ahora?- Porque ella notaba que latía con fuerza, golpeando casi sus costillas desde dentro hacia fuera. No tenía claro por qué, pero su respiración había cambiado y no era por el cansancio del entrenamiento, porque lejos de ser irregular simplemente se había acentuado.
-Quítate la camisa para que vea si tienes más cortes...- Se echó un poco hacia atrás para darle espacio de maniobra ya que el sofá aquel no era precisamente muy amplio. En cuanto el torso ajeno quedó al descubierto la mirada de Siriana viajó por este con curiosidad, sin percatarse de que se quedaba callada. No fue hasta que Aren preguntó si ocurría algo que se dio cuenta del silencio que se había creado hasta ese momento. -Perdona, estaba mirando...- Fue sincera porque tampoco creía que ver lo que estaba viendo fuera algo malo. Habiéndose criado a solas con su padre tenía cosas como aquella, que éste no había tenido necesidad de enseñarle lo que debía dar o no vergüenza según la sociedad y demás tonterías innecesarias.
Asintió ante la siguiente pregunta, aunque en su mente sabía dos cosas, que él no veía que ella decía que sí con la cabeza y que en el fondo eso no era cierto, porque a su padre sí lo había visto desnudo, aunque hacía muchos años de la última vez que ocurriera. Sus manos se acercaron al cuerpo ajeno y las yemas de los dedos viajaron, acariciando suavemente la piel, resiguiendo la musculatura, intentando no hacer presión alguna ni causar molestia, pues estaba el tronco lleno de marcas, de heridas recientes y también muchas pasadas. -¿Te duele?- El norteño aseguró estar bien y ésta vez fue él el que levantó los brazos y llevó las manos al rostro de la chica. Ella dejó caer los párpados y se quedó quieta, dejándole hacer. Aunque hacía poco que se conocían, la hija de Brant se dejaba llevar siempre por instinto y sabía que ahora él la estaba viendo con su tacto. Sentía cosquillas por según donde rozaban las yemas foráneas y el calor que éstas desprendían al pasar por sus mejillas y labios. Suspiró contra el pulgar del moreno cuando éste hizo descender su inferior al apoyarse en él y sonrió al escuchar sus palabras. Las palmas de Siriana se posaron sobre las de Aren, sujetando éstas con cuidado en un gesto cercano, íntimo. -Me gustaría saber cómo sientes tú el mundo, la vida...- Sabía que al perder un sentido los otros se intensificaban, pero habiendo nacido ya ciego, su manera de percibir todas las cosas había sido distinta desde el principio. Aflojó el agarre, deslizando los dedos hacia las muñecas y los antebrazos, al tiempo en que abría de nuevo los ojos y se fijaba en la proximidad del ajeno. -¿Puedes escuchar mi corazón ahora?- Porque ella notaba que latía con fuerza, golpeando casi sus costillas desde dentro hacia fuera. No tenía claro por qué, pero su respiración había cambiado y no era por el cansancio del entrenamiento, porque lejos de ser irregular simplemente se había acentuado.
Siriana- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 08/05/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Su hija se había interpuesto en mitad del entrenamiento, protegiendo al hijo del conde, a ese dichoso testarudo que se empeñaba en arriesgar su vida y enfrentar a Randulf. Si se enfrentara a él no duraría ni cinco minutos y eso sin contar que antes de alcanzarle siquiera tendría que enfrentar a todas sus aberraciones, con las que duraría aún menos que con el propio rey tirano. Era una causa perdida, si él no había podido derrotarle menos un muchacho ciego física y metafóricamente. Porque su ira le tenía obcecado y no veía más allá, no sólo por su disposición genética, sino porque le veía capaz de arriesgarlo todo por su venganza.
Resopló, adentrándose en el bosque. Lo que más le molestaba era que se veía reflejado en ese joven, porque él había sido así cuando Hildr regresó estando embarazada. Fue el nacimiento de su hija lo que le devolvió la sensatez, aunque durante mucho tiempo fue Höor el que se vio obligado a retenerle para que no cruzara la frontera como un loco suicida. ¿Cómo podía hacerle ver que era una insensatez lo que pretendía? Y, lo peor de todo, parecía estar haciendo buenas migas con Siriana. Ella era lo único que Brant tenía en el mundo, no la perdería.
Resopló, adentrándose en el bosque. Lo que más le molestaba era que se veía reflejado en ese joven, porque él había sido así cuando Hildr regresó estando embarazada. Fue el nacimiento de su hija lo que le devolvió la sensatez, aunque durante mucho tiempo fue Höor el que se vio obligado a retenerle para que no cruzara la frontera como un loco suicida. ¿Cómo podía hacerle ver que era una insensatez lo que pretendía? Y, lo peor de todo, parecía estar haciendo buenas migas con Siriana. Ella era lo único que Brant tenía en el mundo, no la perdería.
Brant- Humano Clase Baja
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 31/07/2018
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
-Oscuro, mi mundo se ve muy oscuro -bromeé sintiendo en mi dedo el calor de su aliento -pero hay veces que la oscuridad tiene algo de luz. No echo de menos ver, no porque nunca he podido hacerlo ¿como echar de menos lo que nunca has tenido? Te veo, en mi mente soy capaz de hacerlo, no se el color de tu pelo, pero si que es largo, suave y ligeramente ondulado. No se el color de tus ojos, pero se que son grandes y expresivos, por contra se perfectamente como es el dibujo de tus labios, lo carnosos que son y solo me falta – me relamí humedeciendo los propios -me falta -acerqué mi rostro sintiendo sobre los propios su respiración agitada -probarlos, saborearlos.
Cerré los ojos sin ser necesario y mi boca presionó con calma la ajena, sonreí cómplice al sentir su inexperiencia mientras sujetaba entre mis palmas sus mejillas.
En ese instante se abrió la puerta, nos separamos como si fuéramos unos críos que están cometiendo algún tipo de crimen o adulterio.
Siriana volvió a coger el ungüento para embadurnar los moratones de mis costillas, su padre se plantó ante nosotros con un par de zancadas, creo que era evidente que había interrumpido algo, pero seguramente desconocía el que.
-Pronto estaré recuperado, no soy de los que se queda en el lecho lamentándose, voy a matar a Randulf, y lo haré ciego y aunque me arranques los brazos y las piernas en tu entrenamiento no va a cambiar nada, iré a enfrentarlo.
Solo escuché silencio, no sabia que estaba exactamente pasando en la estancia, solo que mi vientre se contraían cada vez que los dedos de Sirina se paseaban por mi piel.
Cerré los ojos sin ser necesario y mi boca presionó con calma la ajena, sonreí cómplice al sentir su inexperiencia mientras sujetaba entre mis palmas sus mejillas.
En ese instante se abrió la puerta, nos separamos como si fuéramos unos críos que están cometiendo algún tipo de crimen o adulterio.
Siriana volvió a coger el ungüento para embadurnar los moratones de mis costillas, su padre se plantó ante nosotros con un par de zancadas, creo que era evidente que había interrumpido algo, pero seguramente desconocía el que.
-Pronto estaré recuperado, no soy de los que se queda en el lecho lamentándose, voy a matar a Randulf, y lo haré ciego y aunque me arranques los brazos y las piernas en tu entrenamiento no va a cambiar nada, iré a enfrentarlo.
Solo escuché silencio, no sabia que estaba exactamente pasando en la estancia, solo que mi vientre se contraían cada vez que los dedos de Sirina se paseaban por mi piel.
Aren Cannif- Humano Clase Media
- Mensajes : 114
Fecha de inscripción : 11/05/2017
Re: El reflejo que te devuelve el espejo (privado)
Cuando el padre se largo mi sonrisa volvió a ladearse, sentía su mano temblar cálida contra la piel de mi abdomen, su boca había dejado un rastro de saliva en mis labios que relamí de forma inconsciente rememorando aquel beso casto.
No esperé aquel movimiento, fue rápido, su boca chocó ansiosa y necesitada contra mis belfos, sintiendo de nuevo aquel calor recorrer mi cuerpo.
Mi lengua se abrió paso en su cavidad, el intercambio de fluidos retumbó junto al chisporroteo del fuego, mi diestra atrapó su nuca atrayendola mas contra mi cuerpo, haciendo que el beso se tornara mas intimo e intenso. Nos separamos un momento, su aliento golpeó mi boca mojada, mas poco tardó la misma en entreabrirse nuevamente para atacar voraz sus labios y devorarlos con suaves mordidas.
Las sierpes danzaron dentro y fuera de nuestras bocas, la suya ingenua, la mía atrevida, me estaba calentando, alzada ya mi envergadura abultó la tela de mi pantalón.
No se lo que duró aquel beso, mas perdí la noción del tiempo, sus manos acariciaban mis mejillas tirando de ellas para que no me separara y así de nuevo la voz de su padre nos hizo deteneros, su risa impacto contra mi rostro, cómplices de lo que habíamos hecho.
-He de ir -susurró dejándome a medías.
Tiré mi mano para sujetar la ajena
-Por que no te pasas luego por mi habitación -pedí -trae algo que beber y – hablamos.
Ella asintió antes de ponerse en pie para ir con su padre y ver que necesitaba, la noche pronto caería y tras la cena podríamos seguramente pasar un rato a solas.
Tras un par de horas acabamos los tres sentados a la mesa, Sirina había preparado un buen cocido, el padre servia vino para nosotros y agua para su hija y así empezó la incomoda cena.
No esperé aquel movimiento, fue rápido, su boca chocó ansiosa y necesitada contra mis belfos, sintiendo de nuevo aquel calor recorrer mi cuerpo.
Mi lengua se abrió paso en su cavidad, el intercambio de fluidos retumbó junto al chisporroteo del fuego, mi diestra atrapó su nuca atrayendola mas contra mi cuerpo, haciendo que el beso se tornara mas intimo e intenso. Nos separamos un momento, su aliento golpeó mi boca mojada, mas poco tardó la misma en entreabrirse nuevamente para atacar voraz sus labios y devorarlos con suaves mordidas.
Las sierpes danzaron dentro y fuera de nuestras bocas, la suya ingenua, la mía atrevida, me estaba calentando, alzada ya mi envergadura abultó la tela de mi pantalón.
No se lo que duró aquel beso, mas perdí la noción del tiempo, sus manos acariciaban mis mejillas tirando de ellas para que no me separara y así de nuevo la voz de su padre nos hizo deteneros, su risa impacto contra mi rostro, cómplices de lo que habíamos hecho.
-He de ir -susurró dejándome a medías.
Tiré mi mano para sujetar la ajena
-Por que no te pasas luego por mi habitación -pedí -trae algo que beber y – hablamos.
Ella asintió antes de ponerse en pie para ir con su padre y ver que necesitaba, la noche pronto caería y tras la cena podríamos seguramente pasar un rato a solas.
Tras un par de horas acabamos los tres sentados a la mesa, Sirina había preparado un buen cocido, el padre servia vino para nosotros y agua para su hija y así empezó la incomoda cena.
Aren Cannif- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 11/05/2017
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