I wanna be the slip that leaves you stunned [Astor Gray]

por **Aleksandra Kurdaliova** Jue Mayo 10, 2018 1:39 pm

Cuando encuentres a un caballero saluda, muestra respeto,
ten la compostura de una dama.
Una dama me suena a una esclava.
No nací para la sumisión, prefiero la revolución.

El fino tacón de las botas de cuero a medio muslo golpea el piso a cada paso que da, los pantalones son inapropiados para un sitio como éste, la camisa negra, el sombrero de copa, qué decir de la levita. Todo masculino. Lo único femenino es la percha, el paso relajado y sensual, los ojos pardos con expresión de dominación total del instante que está viviendo, la manera en que el traje se adapta a la voluptuosa figura de la mujer. El peinado dista de ser lo ordinario en una dama, levantado en la parte alta dejando que las hebras negro azuladas estén libres desde la nuca hasta la cintura donde terminan las puntas. Y con todo ello. No, a pesar de ello, Sasha sabe cómo lucir altiva y elegante por igual.

Los guantes cortos del material del pantalón, son arreglados con movimientos de sus falanges en tanto sus ojos dominan el lugar, se acerca a la barra alzando un índice llamando la atención, su delicioso trasero se coloca, no sin antes quitar la levita para que caiga hacia el sur, en el asiento frente al tablón de madera que separa la licorería de los consumidores habituales - una medida de whiskey - su francés es perfecto, nativo, su dicción es soberbia. Se mantiene en silencio esperando a que su contacto haga su aparición. Ni siquiera se desprende del sombrero cuando de un bolsillo de la levita saca una caja dorada, de ésta, extrae una boquilla para acoplar uno de los extremos de los ahora tan caros y famosos cigarrillos de tabaco cubano mezclado con menta devolviendo el contenedor a su lugar original.

Hay tres que le ofrecen fuego, en lugar de ello, apoyando el pie en la barra baja del asiento, eleva un poco el cuerpo para tomar una vela y de ésta, encender su cigarrillo sin necesidad de ayuda para decepción de los demás e indignación de muchos. Vuelve la vela a su lugar con parsimonia al igual que su constitución física, cuidando la levita, antes de desprenderse de la boquilla dejando que de sus finos labios se eleve una bocanada de humo oloroso para llevar la mano al ala del sombrero, dejándolo sobre la superficie pulida de la mesa. El vaso es entregado, el dinero intercambiado. Con el licor en la mano, voltea la cabeza a su diestra con curiosidad al notar que la hora de la cita es rebasada por cinco minutos. Impaciente, los dedos de su siniestra tamborilean rítmicos sobre la madera.

Se entretiene llevando el vaso a sus labios rojos como las fresas para dar un minúsculo trago saboreando la intensidad del licor y las mezclas de la barrica para asentir. Es un buen whiskey, vale bien el precio. Su diestra lleva la boquilla a sus labios sosteniéndola lo suficiente entre sus pliegues, la intensidad flamígera de la punta se intensifica. Tras unos instantes su boca expulsa el humo en tanto sus dedos siguen jugueteando ahora con el vaso. Alguien a sus espaldas se acerca dejando frente a ella un sobre antes de retirarse tan rápido como llegó. Lo toma con la siniestra habiendo depositado el vidrio sobre la barra para dejar el cigarrillo en la orilla de la misma de forma contraria para que la ceniza caiga al piso en tanto abre la misiva leyéndola con avidez. Que esté escrita en caracteres chinos lo hace mucho más interesante.

La información es soberbia, el cigarrillo vuelve a su boca en tanto pareciera distraída. No lo suficiente cuando coloca una mano con la palma hacia abajo sobre el diámetro del vaso evitando que el cantinero agregue más licor - Suficiente - ni siquiera despega los ojos de la misiva para observar el rostro del hombre que ahora asiente retirándose. Su mano siniestra es dirigida a su rostro, la diestra sostiene el papel. En tanto el índice golpetea suave su mejilla justo donde las mandíbulas se unen, los demás están en su barbilla con el pulgar en el hueso mandibular. Ella continúa la lectura. Al terminarla, dobla la carta devolviéndola al sobre y éste, es colocado dentro de su levita. Una nueva calada consume el cigarrillo lo suficiente para que alcance la mitad del largo, antes de que la dama lo mate en el cenicero con movimientos que se antojan drásticos para tan pequeño y delicado envoltorio de papel. Devuelve la boquilla a la caja dorada finalizada su actuación. Ahora sí, puede retirarse.

Se baja del banquillo para salir cuando alguien de reojo aprovecha para alargar la mano sujetando su brazo. - Me parece que aquí hay un lugar para tan gran culo - dice palmeándose las piernas. Aleksandra se digna a observar al causante de tal improperio, constitución física grande, huesos gruesos, músculos por doquier, podría ser un Adonis de no ser por su horripilante rostro surcado por granos y alguna que otra cicatriz. La inercia del siguiente tirón la obliga a dar un paso de costado hacia el sujeto que ahora se acomoda abriendo las piernas como si intentara demostrarle que su grandiosa masculinidad está para ser atendida. La sonrisa coqueta emerge en la mujer acercándose un poco contoneando las caderas atrapando la visión no sólo del que la mantiene cautiva, si no de todos a su alrededor.

Su siniestra mano en libertad, acaricia su propio cuerpo desde el hombro pasando por su busto hacia su cintura - ¿Le parece que puede con todo ésto? - susurra con voz aterciopelada, arrastrando casi las palabras dando una entonación ronca y erótica - o quizá con ésto - hace presión con el brazo sujeto para obligarlo a ir adelante en tanto la pierna izquierda se alza cual tijera para golpear con el empeine en un movimiento arte marcialista aprendido en la China, el oído del varón que grita con el impacto contra su sentido auditivo que le aturde llevándose ambas manos a las orejas.

La inercia de la patada lateral obliga a Aleksandra a darle la espalda. El hombretón agita la cabeza para levantarse poniendo los pies en el suelo al tiempo que la mujer no duda en voltear con rapidez y estampar el empeine en salva sea la parte con tal violencia, que se oye un "OH" generalizado por todos los varones en tanto el aprovechado cae de rodillas sujetándose las gónadas. - Me lo parecía - con un hábil movimiento de su pie, el sombrero que perdió en el primer movimiento, se alza en el aire lo justo para que ella lo tome y se lo coloque de nuevo en su apéndice encefálico. - Que pase buena noche, le recomiendo se coloque hielo - da media vuelta esperando esta vez, sí salir tranquila.

por **Astor Gray** Vie Jun 22, 2018 11:10 pm

Gray no es hombre de asistir a tabernas. No porque no disfrute del ambiente tan poderosamente masculino que como siempre, le hace sentirse como el alfa que es y que corre por sus venas, sino que odia aquellos sitios por la gran cantidad de estímulos que significan para sus sentidos aumentados. Así pues, sentado en una mesa muy alejada del resto de los hombres que han decidido pasar la noche en aquel lugar, Astor degusta algo de whiskey. Tiene toda una botella para él solo y aunque una botella significaría el perder la conciencia para muchos de los hombres que se encuentran en la taberna, para él no es más que agua con sabor pues su cuerpo metabolizara tan rápidamente el alcohol que no le surtirá efecto alguno y aún así, espera ingenuamente al menor sentirse confundido, pues de esa manera dejará de pensar en todo lo que esta nuevamente mal en su vida.

–Tragar la luz para dejar la oscuridad – susurra para si mismo antes de beber una cantidad considerable de whiskey y llevar de manera inevitable sus pensamientos hasta Corinne y Juliette. La primera, la mujer a la que maldijo con su mordida y a la que sin desearlo, guió al sufrimiento. La segunda, la única que podía realmente sentirse segura a su lado pues era la única mujer sin luz que ser devorada que había aparecido en su vida, de hecho, ella era lo mejor que podía aparecerle a alguien como él y sin embargo, ahí estaba, tratando de aturdirse los sentidos con los olores y sonidos de la taberna, todo para no pensar más en la mujer a la que tenía por compañera y a quien deseaba dejar para ir una vez más al encuentro de quien alguna vez lo dejara – Si serás idiota – se dijo esta vez en un mayor tono de voz y sujetando la botella, bebió de corrido el contenido.

Al dejar la botella vacía sobre la mesa se dio cuenta de la realidad de su vida. No importaba donde estuviera, no importaba lo que hiciera, nunca podría evadir sus problemas y pensamientos. Consciente pues de que haber ido a la taberna en busca de algo que anestesiara su mente, Gray se dispuso a irse, más fue la manera en que los hombres a su alrededor comenzaron a alborotarse lo que le llevó a levantar la vista en dirección a una mujer de aspecto seductor pero masculino, denotando así poderío pero sobre todo, peligro. Desde la distancia, el inquisidor la observó impedir que el trabajador que se encontraba en la barra sirviera más bebida en su vaso, así como también la vio levantarse para ser abordada bruscamente por un ebrio que creía una buena idea acosar a una mujer como aquella. Astor no pudo evitar mover la cabeza de un lado a otro, aquel hombre estaba condenado. Con diversión, fue testigo de cómo la dama ponía a sus pies a aquel hombre de dos certeras patadas antes de dirigirse rumbo a la salida.

Mientras la mujer caminaba a paso seguro en dirección a la salida de la taberna, el inquisidor pudo observar como un grupo de hombres, posiblemente compañeros de jerga del humillado, se levantaban para comenzar a seguir a la dama. El licántropo intuía que aquella fémina sería capaz de darles una buena batalla a aquellos hombres, más era probable que al ver su masculinidad disminuida por una mujer, aquellos perdedores tratan de usar armas en contra de ella, algo que sería una lastima, en especial si se consideraba que ella no parecía tener mal cuerpo ni un feo rostro. Con pesadez, Gray se levantó entonces de su asiento y haciendo uso de las largas piernas que tenía, llegó a la dama antes de que esta saliera de la taberna y mucho antes de que los hombres la acorralasen en el callejón aledaño, así que poniéndose frente a ella sin hacer contacto visual, le hablo.
– Algunas veces no sé si las mujeres como tú son extremadamente confiadas de sus habilidades o si son extremadamente estúpidas como para crees que serán capaces solas de enfrentarse a todo un grupo de hombres furiosos – bajó la mirada hasta la cara de la fémina – Así que me gustaría saberlo de ti, ¿Eres confiada o estúpida?.

por **Aleksandra Kurdaliova** Sáb Jun 23, 2018 12:45 am

¿Qué haces cuando pones a todos en tu contra?
Busco soluciones. Si puedo con ellos sola, lo hago.
En caso contrario, ¿De verdad quieres saberlo ya o te esperarás a verlo?

Estar en este sitio sin una guardia sería seguramente la parte más osada de toda su operación. Es ese sobre el que vale la pena mil veces, le indica todos los movimientos de los aquelarres cercanos a las vías que surcarán el Sacro Imperio Romano Germánico. Sin ellos, es seguro que terminará desvalijado el vagón del tren que estará enviando en próximas fechas a Roma. La Inquisición requiere de sus servicios, de su creación y modificación de armas, así como de la transportación de las mismas. Debiera darle los medios para hacerlo, en lugar de ello, deja casi toda la carga sobre los finos hombros de una fémina que está acostumbrada a soportar eso y mucho más. Si alguien se piensa que la rusa carece de recursos para que el envío de armas llegue seguro y a tiempo, está más que equivocado. Porque los tiene.

Ahora mismo trae consigo un par de armas de poderosas consecuencias mortales para los que se atrevan a siquiera alargar la mano para tocarle un solo de sus cabellos. De reojo, los rictus y actitudes de los hombres que deja atrás con rumbo hacia la salida, dicen demasiado de lo que sucede a sus espaldas. Es innecesario girarse para darse cuenta de que si estos sujetos se acaban de callar las burlas y bajan las cabezas haciéndose a un lado, significa que alguien atrás de ella -supone que varios- están dispuestos a sentirse esta noche muy machos y mostrarle a la rusa que con ellos no se juega. El típico ritual del hombre queriendo apabullar a la mujer. Tan visto, que aburre. Sus ojos ruedan hacia su siniestra en franco ademán de fastidio. Su mente recuerda con rapidez los lugares donde podrían cercarla.

El callejón de la diestra del local podría ser una opción. Abordarla también antes de que pueda montar el caballo que está atado a la siniestra, sería la otra. Quizá si se atrevieran a ser mucho más atrevidos, lanzarían una botella contra su cabeza. Se sabe que a los machos les encanta hacer gala de su agresividad y demostrar que la tienen más larga y gruesa que otros, dando cátedra de su vulgaridad y arrogancia, creando trifulcas en lugares de este estilo para rebajar un poco el tufo de la testosterona que anega el sitio debido a tantas vergas reunidas. Demasiado tedioso para alguien que les tiene bien tomada la medida. Su cabeza se gira un instante, quedando alineada con su hombro para mirar por el rabillo del ojo durante tres segundos. Vuelve la mirada para encontrar un pedazo de pecho de considerable tamaño ante ella.

Casi chocaría con él de no ser porque justo sus pies se detienen el uno junto al otro. Si no estuviera metida en problemas, pasearía la mirada por ese tórax amplio y masculino cuyo olor le causa un cosquilleo agradable. Es imposible porque es toda una dama incapaz de meterse en tabernas repletas de hombres, vestida como uno. ¡Momento! Es justo lo que hizo. Así que adivinarás lo que sigue. ¡Claro! Sus verdáceos ojos se detienen a apreciar al tremendo ejemplar masculino que se para ante ella denotando en cada fibra de ese cuerpo pura hombría de esas que sabes que te dejarán un buen sabor de boca dentro o fuera de la cama. ¿Acaso dudaste que una mujer de tales ligerezas como lo es Aleksandra, dejaría pasar la oportunidad de apreciar a tan buen especimen? Si dijiste que no, empiezas a conocerla. De lo contrario, piensa mal y acertarás. Decir que es alto, se queda corto. Es un gigante cuya voz domina el sitio, al menos la parte más importante de éste: la rusa que tiene que echar atrás un poco la cabeza para alcanzar sus ojos.

¡Y qué ojos! ¿Debería estarse concentrando en los seis sujetos que están atrás queriendo ir a por ella, preparándose para ello? Por supuesto, más por ese instante, la díscola revolucionaria se dedica a poner una mano en la diminuta cintura para alzar la barbilla en una franca demostración de arrogancia y altivez. La frase que él suelta de sus labios le provoca que su músculo bucal acaricie su colmillo habiendo entreabierto la boca con diversión. Ya están sus siguientes siete movimientos brillando en su mente audaz y atrevida. Sabe que se divertirá como pocas veces desde su llegada a París. En el preludio de la situación, su voz suena irreverente y provocativa en el mismo instante en que se quita el sombrero para hacer una pequeña reverencia ante el caballero. Uno, calcular distancias, encontrar al enemigo más próximo en esta inclinación. Así que aprovecha ese instante para, al agacharse haciendo más obvia la reverencia, mirar a sus espaldas por el espacio creado bajo el siniestro brazo que se mantuvo extendido, en tanto la diestra mantiene el sombrero sobre su pecho como si todo fuera una reverencia de un presentador de circo. Volviendo a la vertical susurra - podrá saberlo ahora mismo, my lord - le guiña un ojo coqueta.

Dos, crear la distracción. Dejando caer el sombrero, toma de la pechera al hombretón aprovechando que está en ligera tensión para obligarlo a bajar la cabeza atrapando sus labios con los suyos en tremendo beso que dura el tiempo necesario para desestabilizar a los de sus espaldas que piensan que viene acompañada. En tanto ellos se miran los unos a los otros, ella disfruta de esa boca de tentación cuyo aliento a whiskey es atrapado por sus papilas gustativas. Tres, busca un lugar donde estar. Suelta al hombre, pasa por debajo de su brazo extendido en franca intención de utilizar su cuerpo de trampolín agarrándose de las prendas masculinas de la espalda, para dar el impulso apoyándose en su constitución física y así, subir de un salto a la mesa cercana tras él. Cuatro, busca protección. Con los pies bien plantados en la mesa, se hinca colocando el siniestro brazo alrededor del cuello del inquisidor para jalar hacia ella, poniéndolo de escudo.

Cinco, nueva distracción. Toma la botella inerte en la mesa y al tiempo que va jalando al hombretón hacia ella, la lanza con tal puntería y fuerza, que revienta en el rostro del primer enemigo más cercano. El cristal se rompe al hacer contacto con la cara del "pobre" sujeto. Con el agarre del cuello del hombre bien firme, su mano va hacia su cintura de sus pantalones. Seis, ármate. Saca la pistola oculta con la diestra haciendo un arco mortal colocando el brazo sobre el hombro del gigante que tiene con ella apuntando con rapidez. - No lo sé, cariño. ¿Aún crees que no soy lo suficientemente estúpida? - susurra contra su oído pegando su mejilla contra la suya. Sabe que si él quiere, puede zafarse del agarre. Siete, haz notar que tus intenciones no son buenas. - ¡QUIETOS PENDEJOS, AL PRIMERO QUE HAGA UN MOVIMIENTO ESTÚPIDO, LO MATO! - y para reafirmar su posición, acciona el mecanismo de disparo provocando que el arma brille con unas raras marcas que sólo Astor al estar a una distancia cercana, puede apreciar. Quizá es por ese raro brillo, que el sonido es parecido al de un fuerte aplauso, sin las típicas consecuencias de uno real, que les reventaría los tímpanos. La bala sale, directo hacia el primer idiota que da un paso adelante, con tal precisión que le revienta la rodilla haciendo notar que el arma es más que modificada puesto que tiene un poder de destrucción mayor a lo que ellos jamás podrán acceder. - ¿QUIÉN ES EL SIGUIENTE QUE CREE QUE TIENE LA VERGA MÁS GRANDE? - sigue apuntando con la mirada fija y fría.

¿Está loca? Un poco. Sólo un poco.

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