AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cadenas invisibles (privado Tohrment)
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Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Recuerdo del primer mensaje :
Las luces del atardecer jugueteaban por los arobeles, dando al cielo un tono naranja, que traspasaba sus rayos por entre los arboles, la cambiente olfeteaba la brisa humeda mezclada con el olor a hierba, le gustaba bastante a la loba, que estaba apoyada en el porche mientras miraba el bosque con una manzana en la mano, a la cual de vez en cuando le daba una mordida distraida mientras disfrutaba de las vistas que ofrecía aquel recinto, lo que se alzaba a la espalda de la cambiante era un caseron, conseguido por un miembro de la santa inquisición que habia dado tanto a ella como a su hermana un lugar donde vivir, aunque la chica tenía buena posición de clase, tenía que estar bajo el amparo de un condenado licántropo, que cuidaba en cierta forma de ellas a cambio de algo naturalmente, en este caso solía ser el espionaje, ya que las habilidades de la cambiante solian ser muy buenas para ese tipo de cometido, sin contar su fino olfato, y los distitnos tamaños, aparte era mas facil para el licántropo comunicarse con ella cuando él estaba convertido en hombre lobo, y ella tenía la habilidad de comunicarse con animales, y para espiar su vista compartida era de lo más util.
Sin duda sus motivos tenía ese licántropo en mantener bajo su tutelaje a las hermanas, más ahora en esa residencia solo se encontraba Xanandra, que había estado todo el dia corriendo por el bosque en su forma de lobo y se había permitido comer algo de carne cruda de las piezas cazadas.
El caseron era considerable, con una gran chimenea que daba calidez al ambiente, y dentro las comodidades suficientes para no perder calidad de vida, habitaciones calidas, comodas con buenas camas, pequeña biblioteca y un salón acogedor, cocina, y baños, un buen hogar sin duda, todo a cambio de sopotar el temor que ese licántropo le provocaba, sin contar el respeto que le provocaba los inquisidores, pero era practicamente la unica visita que recibian al menos en esa casa, suspiraba acabandose la manzana antes de lanzarla a la hierba antes de girarse para volver dentro de la casa, quiza a leer, o simplemente a relajarse, hoy era de los dias que se dedicaba a atender más su lado lobo, pero necesitaba tambien aprovechar el tiempo para seguir culturizandose.
Más antes de entrar en la casa se detuvo pues el aire traía ese olor a incienso familiar, se acercaba un inquisidor, lo podía oler, sabían que esta zona era de Septimus, asi que sería cualquiera de su manada, o eso pensaba ella, ya que desde esa distancia no conseguía identificar quien podría identificarse, simplemente suspiró y dejó la puerta abierta y puso a calentar agua para preparar el té, antes de girarse mirando la entrada cuando el aroma a inquisidor se hiciera por momentos más potente, incluso escapandosele algún que otro gruñido lobuno de manera involuntaria, se gira a mirar a quien entra. -Buenas tardes..
"Santa condena
auto de fe"
auto de fe"
Las luces del atardecer jugueteaban por los arobeles, dando al cielo un tono naranja, que traspasaba sus rayos por entre los arboles, la cambiente olfeteaba la brisa humeda mezclada con el olor a hierba, le gustaba bastante a la loba, que estaba apoyada en el porche mientras miraba el bosque con una manzana en la mano, a la cual de vez en cuando le daba una mordida distraida mientras disfrutaba de las vistas que ofrecía aquel recinto, lo que se alzaba a la espalda de la cambiante era un caseron, conseguido por un miembro de la santa inquisición que habia dado tanto a ella como a su hermana un lugar donde vivir, aunque la chica tenía buena posición de clase, tenía que estar bajo el amparo de un condenado licántropo, que cuidaba en cierta forma de ellas a cambio de algo naturalmente, en este caso solía ser el espionaje, ya que las habilidades de la cambiante solian ser muy buenas para ese tipo de cometido, sin contar su fino olfato, y los distitnos tamaños, aparte era mas facil para el licántropo comunicarse con ella cuando él estaba convertido en hombre lobo, y ella tenía la habilidad de comunicarse con animales, y para espiar su vista compartida era de lo más util.
Sin duda sus motivos tenía ese licántropo en mantener bajo su tutelaje a las hermanas, más ahora en esa residencia solo se encontraba Xanandra, que había estado todo el dia corriendo por el bosque en su forma de lobo y se había permitido comer algo de carne cruda de las piezas cazadas.
El caseron era considerable, con una gran chimenea que daba calidez al ambiente, y dentro las comodidades suficientes para no perder calidad de vida, habitaciones calidas, comodas con buenas camas, pequeña biblioteca y un salón acogedor, cocina, y baños, un buen hogar sin duda, todo a cambio de sopotar el temor que ese licántropo le provocaba, sin contar el respeto que le provocaba los inquisidores, pero era practicamente la unica visita que recibian al menos en esa casa, suspiraba acabandose la manzana antes de lanzarla a la hierba antes de girarse para volver dentro de la casa, quiza a leer, o simplemente a relajarse, hoy era de los dias que se dedicaba a atender más su lado lobo, pero necesitaba tambien aprovechar el tiempo para seguir culturizandose.
Más antes de entrar en la casa se detuvo pues el aire traía ese olor a incienso familiar, se acercaba un inquisidor, lo podía oler, sabían que esta zona era de Septimus, asi que sería cualquiera de su manada, o eso pensaba ella, ya que desde esa distancia no conseguía identificar quien podría identificarse, simplemente suspiró y dejó la puerta abierta y puso a calentar agua para preparar el té, antes de girarse mirando la entrada cuando el aroma a inquisidor se hiciera por momentos más potente, incluso escapandosele algún que otro gruñido lobuno de manera involuntaria, se gira a mirar a quien entra. -Buenas tardes..
Xanandra Mayfair- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 15/05/2018
Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Un error de vocabulario forma otra advertencia, ella baja la cabeza avergonzada por la metedura de pata, los nervios la traicionan, y el intentar no molestarle permanentemente hace que se ponga nerviosa, Septimus en eso es más compasivo y permisivo, y eso es un error para ella, no es tan calmo como el lobo en ese aspecto, limpia, trata de poner todo a su gusto, no molestarle, pero solo mete la pata una vez tras otra, debido a sus intentos de agradarle, ¿por que? porque quiere que cuando vuelva con Septimus el hechicero diga que fue buena chica, si, "buena chica" como si fuera un perro, ella hacía mucho que se había adaptado a eso, y ese hechicero se lo recordaba muchisimo más que el propio Septimus. El corazón de la cambiante se desvocaba cada vez que este parecía molesto, pues sabía que la reprimenda era mala.
El baño de agua fria fue una mala idea, lo que hizo que se destemplara y desesperada buscara calor, lo que ella no midió es que se despertara, solo buscaba su calor el tiempo suficiente para templarse, antes de terrirarse, y confiando en eso, que el hechicero no irrumpiera su sueño solo por un par de horas en lo que recuperaba temperatura, ya que los cambiantes solían parecer tener fiebre permanentemente, pero eso se debía a su condición, y el bajar un poco indicaba que tenía frio.
La sorpresa llegó cuando el hechicero se despertó y no de buen humor. No, ella no pretendia estar a su nivel, ni siquiera se lo creia, solo quería un poco de calor, a veces Septimus la dejaba compartir cama siempre y cuando estuviera en forma de zorro por que asi no le molestaba, y le era agradable al tacto. Pero no, no era Septimus, era más cruel, más sadico al menos con ella, realmente en otro ambito no sabría decir quien era más cruel, había visto al licano comerse vivo a un hereje en plena tortura. Y una vez algo que jamás contara, la obligó a comerse a alguíen con él, eso fue bastante traumatico.
Más ahora ahora atrapada entre las crueles manos del hechicero, sus ojos fijos en los ojos ajenos, la imagen del horror por la cambiante, ahora si que tenía miedo, mientras escuchaba sus palabras cargadas de odio, como el hechizo infiltrado en ella, anulando cualquier tipo de voluntad para su terror, quiso explicarlo, explicarle que solo era hasta recuperar calor, que se iba a ir en cuanto se sintiera algo mejor, que no se sentía al nivel de él, que fue el instinto, quisó suplicar perdon, implortarlo, pero no hubo esa opción.
Sin voluntad obedeció lo pedido, se convirtió en humana, y como siendo espectadora de su cuerpo sin control, que fue hasta la bolsa sacando la cuerda de plata, sintiendo la molestía entre sus dedos, tocando la planta mientras a pesar de su cara de horror se amordazó así misma sintiendo la quemazón, emitiendo un gutural quejido de dolor, al cambiar de forma en el proceso que pasa de mujer a animal es especialmente vulnerable, lo cual agrava la quemadura de la plata, el perro se tumba en el suelo respirando agitadamente, el dolor no le deja conciliar el sueño, debilitandose por segundos, hasta que el pelo del hocico se tiñe de rojizo por la sangre de la herida que le provoca la quemazón, y ahí se queda hasta el amanecer, debilitada, destemplada, y muy dolorida, no se queja salvo por muy de vez en cuando un leve gemido de dolor, mientras el pelaje de alrededor del ojo esta humedecido por las lagrimas, más ahí se queda hasta nueva orden.
Ese hechicero es aterrador, una pesadilla, otro más que llenara la pesadillas de la cambiante uniendose a su señor por excelencia. Respiraba agitadamente, le odiaba, le temía, era su peor pesadilla, y tenía que aguantar, a pesar de todo tenía que cumplir su misión y ahora había que esforzarse al maximo para que al acabar le dijera a Septimus que fue buena chica, maldita esclavitud.
El baño de agua fria fue una mala idea, lo que hizo que se destemplara y desesperada buscara calor, lo que ella no midió es que se despertara, solo buscaba su calor el tiempo suficiente para templarse, antes de terrirarse, y confiando en eso, que el hechicero no irrumpiera su sueño solo por un par de horas en lo que recuperaba temperatura, ya que los cambiantes solían parecer tener fiebre permanentemente, pero eso se debía a su condición, y el bajar un poco indicaba que tenía frio.
La sorpresa llegó cuando el hechicero se despertó y no de buen humor. No, ella no pretendia estar a su nivel, ni siquiera se lo creia, solo quería un poco de calor, a veces Septimus la dejaba compartir cama siempre y cuando estuviera en forma de zorro por que asi no le molestaba, y le era agradable al tacto. Pero no, no era Septimus, era más cruel, más sadico al menos con ella, realmente en otro ambito no sabría decir quien era más cruel, había visto al licano comerse vivo a un hereje en plena tortura. Y una vez algo que jamás contara, la obligó a comerse a alguíen con él, eso fue bastante traumatico.
Más ahora ahora atrapada entre las crueles manos del hechicero, sus ojos fijos en los ojos ajenos, la imagen del horror por la cambiante, ahora si que tenía miedo, mientras escuchaba sus palabras cargadas de odio, como el hechizo infiltrado en ella, anulando cualquier tipo de voluntad para su terror, quiso explicarlo, explicarle que solo era hasta recuperar calor, que se iba a ir en cuanto se sintiera algo mejor, que no se sentía al nivel de él, que fue el instinto, quisó suplicar perdon, implortarlo, pero no hubo esa opción.
Sin voluntad obedeció lo pedido, se convirtió en humana, y como siendo espectadora de su cuerpo sin control, que fue hasta la bolsa sacando la cuerda de plata, sintiendo la molestía entre sus dedos, tocando la planta mientras a pesar de su cara de horror se amordazó así misma sintiendo la quemazón, emitiendo un gutural quejido de dolor, al cambiar de forma en el proceso que pasa de mujer a animal es especialmente vulnerable, lo cual agrava la quemadura de la plata, el perro se tumba en el suelo respirando agitadamente, el dolor no le deja conciliar el sueño, debilitandose por segundos, hasta que el pelo del hocico se tiñe de rojizo por la sangre de la herida que le provoca la quemazón, y ahí se queda hasta el amanecer, debilitada, destemplada, y muy dolorida, no se queja salvo por muy de vez en cuando un leve gemido de dolor, mientras el pelaje de alrededor del ojo esta humedecido por las lagrimas, más ahí se queda hasta nueva orden.
Ese hechicero es aterrador, una pesadilla, otro más que llenara la pesadillas de la cambiante uniendose a su señor por excelencia. Respiraba agitadamente, le odiaba, le temía, era su peor pesadilla, y tenía que aguantar, a pesar de todo tenía que cumplir su misión y ahora había que esforzarse al maximo para que al acabar le dijera a Septimus que fue buena chica, maldita esclavitud.
Xanandra Mayfair- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 15/05/2018
Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Se acomoda en la cama toda a su disposición en cuanto la fémina se aleja para obedecer sus órdenes. Alcanza con la mano una de las almohadas rodeándola con sus brazos apoyando la cabeza con placer. La musculatura se alarga en la amplitud del lecho. Los ruidos provenientes del living suenan apagados. Lo que hace la cambiante es poco interesante, para su verdugo que se conforma con descansar sabiendo que ella evitará por todos los medios hacerlo enojar y que sus razones ante los ojos de Septimus serán válidas. Así entonces, cierra los ojos para dormir profundo, tranquilo, como si mereciera dicho descanso por sus acciones del día. Los ángeles le han dado el poder y como tal, lo ejecuta a su conveniencia y con duro criterio. Pronto, concilia el sueño.
En cuanto los primeros rayos del sol penetran el vidrio tocando su rostro, abre los ojos bostezando. Más relajado que nunca, se estira cuan largo es para incorporarse yendo a lavarse el rostro y con ello, recuperar la conciencia al ciento por ciento. Se queda mirando su reflejo en el espejo, recordando lo que tiene qué hacer esta jornada. Regresa a la habitación para vestirse con ropas oscuras, saliendo de ahí para tomar sus armas que dejara en el living. No dedica mirada piadosa a la mujer, todo lo contrario, se agacha mirando cómo la cuerda sigue alrededor de su boca, cómo la herida sigue sangrando y con las llagas de las quemaduras - interesante. Es bastante curioso el efecto. Dos horas después podrás quitarte la mordaza, saldrás a por comida y volverás para cocinar. Estaré en la noche, quiero comer perdiz - es difícil conseguirlas, que se haga pedazos.
Sale para reunir la información de ambos hombres, viendo a uno en un callejón, al otro en una taberna. Los datos son entregados, las encomiendas ordenadas. Sigue por algunos lugares observando los movimientos, revisando los cargamentos a espaldas de otros en tanto utiliza sus poderes para ser inadvertido. Está por regresar cuando algo se sale de su control, otro hechicero al mismo nivel que él se planta para exigir cierta gloria de matar al inquisidor habiendo reconocido una marca que caracteriza a los Fairchest. Los movimientos se transforman en una violencia inusitada. El cielo se llena de nubes, los rayos responden a sus dueños, las descargas eléctricas caen a la tierra con ímpetu. Algunas son evadidas, otras rozan los cuerpos, más una cae directo a su objetivo.
El triunfador sale del sitio ensangrentado, con la marca del omóplato izquierdo quemando la piel al tiempo que alguien, lejos de ahí, siente cómo su omóplato derecho quema y brilla en plateado anunciando que la muerte está tocando las puertas de la mansión Fairchest, dispuesta a llevarse a uno de los gemelos. O quizá a ambos. Tohrment logra llegar a su refugio con mucha dificultad, entrando por la puerta casi a rastras, sujetándose de la pared cerrando tras él sintiendo cómo la vida se le escapa por la herida que tiene en el pecho, cerca del bronquio izquierdo. Dejará una marca imposible de borrar a menos que utilicen la magia para ocultarla. Golpea el piso cayendo de rodillas en tanto siente cómo las últimas fuerzas le abandonan antes de desmayarse en el piso, dejando pronto un pequeño charco de sangre una vez que dejó de hacer presión en la herida.
En el norte de Europa, una mujer cae al piso sintiendo cómo su omóplato izquierdo quema, el brillo dorado le advierte que la magia que la unió en algún momento con cierto hechicero, exige su vuelta a París.
En cuanto los primeros rayos del sol penetran el vidrio tocando su rostro, abre los ojos bostezando. Más relajado que nunca, se estira cuan largo es para incorporarse yendo a lavarse el rostro y con ello, recuperar la conciencia al ciento por ciento. Se queda mirando su reflejo en el espejo, recordando lo que tiene qué hacer esta jornada. Regresa a la habitación para vestirse con ropas oscuras, saliendo de ahí para tomar sus armas que dejara en el living. No dedica mirada piadosa a la mujer, todo lo contrario, se agacha mirando cómo la cuerda sigue alrededor de su boca, cómo la herida sigue sangrando y con las llagas de las quemaduras - interesante. Es bastante curioso el efecto. Dos horas después podrás quitarte la mordaza, saldrás a por comida y volverás para cocinar. Estaré en la noche, quiero comer perdiz - es difícil conseguirlas, que se haga pedazos.
Sale para reunir la información de ambos hombres, viendo a uno en un callejón, al otro en una taberna. Los datos son entregados, las encomiendas ordenadas. Sigue por algunos lugares observando los movimientos, revisando los cargamentos a espaldas de otros en tanto utiliza sus poderes para ser inadvertido. Está por regresar cuando algo se sale de su control, otro hechicero al mismo nivel que él se planta para exigir cierta gloria de matar al inquisidor habiendo reconocido una marca que caracteriza a los Fairchest. Los movimientos se transforman en una violencia inusitada. El cielo se llena de nubes, los rayos responden a sus dueños, las descargas eléctricas caen a la tierra con ímpetu. Algunas son evadidas, otras rozan los cuerpos, más una cae directo a su objetivo.
El triunfador sale del sitio ensangrentado, con la marca del omóplato izquierdo quemando la piel al tiempo que alguien, lejos de ahí, siente cómo su omóplato derecho quema y brilla en plateado anunciando que la muerte está tocando las puertas de la mansión Fairchest, dispuesta a llevarse a uno de los gemelos. O quizá a ambos. Tohrment logra llegar a su refugio con mucha dificultad, entrando por la puerta casi a rastras, sujetándose de la pared cerrando tras él sintiendo cómo la vida se le escapa por la herida que tiene en el pecho, cerca del bronquio izquierdo. Dejará una marca imposible de borrar a menos que utilicen la magia para ocultarla. Golpea el piso cayendo de rodillas en tanto siente cómo las últimas fuerzas le abandonan antes de desmayarse en el piso, dejando pronto un pequeño charco de sangre una vez que dejó de hacer presión en la herida.
En el norte de Europa, una mujer cae al piso sintiendo cómo su omóplato izquierdo quema, el brillo dorado le advierte que la magia que la unió en algún momento con cierto hechicero, exige su vuelta a París.
Tohrment Fairchest- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 05/05/2018
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Era un ser cruel no cabe duda, el odio de la cambiante por él creció como las llamas sobre hojas secas cuando examinó su ensangretado hocico despues y como le ordenó mantenerlo dos interminable horas más con plata sin compasión ninguna, más no protestó, no hizo nada, siguió sin moverse mientras él se marchaba, el cabrón encima exigía aun los deliciosos platos de la cambiante, era un monstruo sin alma ni compasión, eso Xanandra la había aprendido a las mala, dos horas despues se deshizo rapidamente de la cuerda de plata lanzandola lejos, ahogando un quejido tapandose la boca, pues había vuelto a la forma humana para quitarsela, el dolor era tremendo, ella gruñó enrabietada, mientras que con su propio musculo bucal consolaba la zona quemada, mientras buscaba la rapida recuperación, aunque las marcas de a cuerda aun permanecerían ahi algo más.
Golpeó la mesa rabiosa, malditos inquisidores, eran lo peor, eran crueles, demasiado, sacudió la cabeza para despejar la mente, había que conseguirle una jodida perdiz, y no estaba dispuesta a morder de nuevo la cuerda de plata, dolia demasiado, era denigrante, no lo iba a hacer una vez más. Convertida en perro abandonó la casa para ir a la caza, su pelo erizada indicaba un alto nivel de agresividad acumulado, mientra fue a buscar las dichosas perdices, que le llevo un par de horas, antes de volver a la casa con un par de perdices, donde recuperó la forma humana y se visitió para empezar a hacer la dichosa cena. Ella se comió un poco de su parte, no acompañaría hoy en la cena al inquisidor, de hecho intentaría evitar en lo medida de lo posibe, dejaba la cena lista para que solo fuera calentarla y servir, asegurandose asi ella estar en forma de perro para cuando él volviera, aun había marcas de la quemazón en su boca, se relamiá de vez en cuando para buscar alivio.
Más su hocico captaba un tremendo aroma a sangre, a medida que empezó a oler al inquisidor que ya volvia, ella en forma de perros se sentó esperando a que este volviera, más sus ojos bi color se abrieron como platos cuando observó en que condiciones volvía, este cerró tras de sí entrando mal herido y desplomandose, Xanandra se acercó a él volviendo a su forma humana, mirandole con suma oscuridad en sus ojos de diferente color, de manera cruel, unos segundos duró eso antes de que se agachase a por él dejando olvidada su desnudez, si se lo merecía, pero no iba a morir, no debía morir, por mucha sed de venganza que tuviera la cambiante.
No era momento, ni el lugar para esas venganzas, le levantó. -¡Eh! aguanta...tienes que aguantar..le voy a curar..¡vamos!.- Le hablaba, buscando que se mantuviera consciente o más bien comprobandolo, pues el hechicero se había desmayado, pero aun respiraba, le arrastró hasta la habitación donde le tumbó. -Bien...me encargo..- Dice la cambiante, mientras se deshace de las ropas del torso, para observarla, no mentiría, a Septimus le había visto estas heridas y las había tratado, pero Septimus se curaba rapido como ella, pero este era hechicero, no lo haría tan rapido.
Gruñe observando la herida, el hechicero esta desmayado y se está quedando frio, por la perdida de sangre, la cambiante se inclina y empieza a lamer la herida de este, insinto animal para limpiar la herida, y el gusto por la sangre. Se relamió y pudo ver la herida, había que taparla cuanto antes, sangraba mucho, a velocidad sobrenatural que le permitia su condición fue a por el ungüento que le recomendó, seguro que ayudaba, lo importante era que no perdiera más sangre, primero limpió la herida con agua, y olfateo asegurandose que no hubiera cuerpos extraños en su interior, seguidamente empapó el ungüento en una venda que puso sobre la herida presionando, despues empezó a vendar con vendas improvisadas con fuerza para contener la hemorragia. Le acomodó en la cama deshaciendose de su calzado dejandole con los pantalones, mientras mantenía su tratamiento sobre la herida, se visitió aceleradamente, y buscó por su bolsa, su hermana Wanda siempre le tenía un puñado de plantas antibioticas por si acaso.
Ojala Wanda estuviera aqui, le ayudaría a tratar al inquisidor, aunque de momento intentaba tenerlo más o menos controlado, sobre todo lo que intentaba era que su temperatura no descendiense, y si era posible que consiguiera despertarlo, una de las ideas que se le pasó por la cabeza era la de cauterizar la herida, pero para eso necesitaba que este estuviera despierto. -Ya está...ya está.- Dijo con voz calmada, parea buscar tranquilizarse, tapó al inquisidor para que recuperaba el calor, mientras ella buscaba en las mochilas más vendajes que cambiaba amenudo buscando la higiene y que el ungüento hiciera efecto, al igual que las plantas antibioticas que usaba para intentar que una infección las machacba con entusiasmo para ponerlas junto al remedio de él, esperando que surtiera efecto, mientras observaba con cautela al inquisidor. Preparó un caldo para cuando despertara obligarle a tomarlo, para asegurarse que tuviera las reservas que el alimento tenía hasta que mejorara lo suficiente para irse de ahí, o aullar para que los otros lobos corrieran la voz hasta Septimus, estaba algo nervosa mientras se encargaba del cuidado al inquisidor, si le pasaba algo Septimus la desollaria. La cambiante tragó saliva mientras aseguraba las vendas repetidas veces.
Golpeó la mesa rabiosa, malditos inquisidores, eran lo peor, eran crueles, demasiado, sacudió la cabeza para despejar la mente, había que conseguirle una jodida perdiz, y no estaba dispuesta a morder de nuevo la cuerda de plata, dolia demasiado, era denigrante, no lo iba a hacer una vez más. Convertida en perro abandonó la casa para ir a la caza, su pelo erizada indicaba un alto nivel de agresividad acumulado, mientra fue a buscar las dichosas perdices, que le llevo un par de horas, antes de volver a la casa con un par de perdices, donde recuperó la forma humana y se visitió para empezar a hacer la dichosa cena. Ella se comió un poco de su parte, no acompañaría hoy en la cena al inquisidor, de hecho intentaría evitar en lo medida de lo posibe, dejaba la cena lista para que solo fuera calentarla y servir, asegurandose asi ella estar en forma de perro para cuando él volviera, aun había marcas de la quemazón en su boca, se relamiá de vez en cuando para buscar alivio.
Más su hocico captaba un tremendo aroma a sangre, a medida que empezó a oler al inquisidor que ya volvia, ella en forma de perros se sentó esperando a que este volviera, más sus ojos bi color se abrieron como platos cuando observó en que condiciones volvía, este cerró tras de sí entrando mal herido y desplomandose, Xanandra se acercó a él volviendo a su forma humana, mirandole con suma oscuridad en sus ojos de diferente color, de manera cruel, unos segundos duró eso antes de que se agachase a por él dejando olvidada su desnudez, si se lo merecía, pero no iba a morir, no debía morir, por mucha sed de venganza que tuviera la cambiante.
No era momento, ni el lugar para esas venganzas, le levantó. -¡Eh! aguanta...tienes que aguantar..le voy a curar..¡vamos!.- Le hablaba, buscando que se mantuviera consciente o más bien comprobandolo, pues el hechicero se había desmayado, pero aun respiraba, le arrastró hasta la habitación donde le tumbó. -Bien...me encargo..- Dice la cambiante, mientras se deshace de las ropas del torso, para observarla, no mentiría, a Septimus le había visto estas heridas y las había tratado, pero Septimus se curaba rapido como ella, pero este era hechicero, no lo haría tan rapido.
Gruñe observando la herida, el hechicero esta desmayado y se está quedando frio, por la perdida de sangre, la cambiante se inclina y empieza a lamer la herida de este, insinto animal para limpiar la herida, y el gusto por la sangre. Se relamió y pudo ver la herida, había que taparla cuanto antes, sangraba mucho, a velocidad sobrenatural que le permitia su condición fue a por el ungüento que le recomendó, seguro que ayudaba, lo importante era que no perdiera más sangre, primero limpió la herida con agua, y olfateo asegurandose que no hubiera cuerpos extraños en su interior, seguidamente empapó el ungüento en una venda que puso sobre la herida presionando, despues empezó a vendar con vendas improvisadas con fuerza para contener la hemorragia. Le acomodó en la cama deshaciendose de su calzado dejandole con los pantalones, mientras mantenía su tratamiento sobre la herida, se visitió aceleradamente, y buscó por su bolsa, su hermana Wanda siempre le tenía un puñado de plantas antibioticas por si acaso.
Ojala Wanda estuviera aqui, le ayudaría a tratar al inquisidor, aunque de momento intentaba tenerlo más o menos controlado, sobre todo lo que intentaba era que su temperatura no descendiense, y si era posible que consiguiera despertarlo, una de las ideas que se le pasó por la cabeza era la de cauterizar la herida, pero para eso necesitaba que este estuviera despierto. -Ya está...ya está.- Dijo con voz calmada, parea buscar tranquilizarse, tapó al inquisidor para que recuperaba el calor, mientras ella buscaba en las mochilas más vendajes que cambiaba amenudo buscando la higiene y que el ungüento hiciera efecto, al igual que las plantas antibioticas que usaba para intentar que una infección las machacba con entusiasmo para ponerlas junto al remedio de él, esperando que surtiera efecto, mientras observaba con cautela al inquisidor. Preparó un caldo para cuando despertara obligarle a tomarlo, para asegurarse que tuviera las reservas que el alimento tenía hasta que mejorara lo suficiente para irse de ahí, o aullar para que los otros lobos corrieran la voz hasta Septimus, estaba algo nervosa mientras se encargaba del cuidado al inquisidor, si le pasaba algo Septimus la desollaria. La cambiante tragó saliva mientras aseguraba las vendas repetidas veces.
Xanandra Mayfair- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 15/05/2018
Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Entre sueños, Tohrment siente el dolor partir su pecho en dos, la respiración es difícil. La herida está en un lugar tal, que complica tanto el aparato circulatorio como el respiratorio. En caso de que siga así, morirá de forma irremediable. Está en el piso, golpeado, manchado, desangrándose cuando aquella a que maltratase, le ayuda a salir adelante. Le lleva a la cama para mantenerlo ahí. En ese lecho, que podría ser mortuorio como siga esperando, su cuerpo es desnudado desprendiendo de éste las armas, el abrigo, los cinturones, las prendas interiores. Sus movimientos son urgentes, llevando la pócima que el hechicero preparara con anticipación para taponear la herida. Bien hecho, tiene ciertas hierbas y un resquicio de magia que penetra la lesión para ir restaurando los tejidos más profundos, dando oportunidad a que la respiración se estabilice de igual manera que el ritmo cardíaco.
Una quemadura en París hace consciente al gemelo de Tohrment que su cita con la muerte se acerca, si bien es imposible que sienta lo que su hermano, cada movimiento que realiza es más difícil por la forma en que la runa brilla y quema su omóplato. La urgencia es palpable, ni siquiera el amuleto que los hermanos tienen puede comunicar a Sephirot con el otro que ahora mismo está desmayado, en tanto su cuerpo está procurando sanar lo más pronto posible con la ayuda de unas manos que envuelven el tórax para causar un torniquete que pueda funcionar para que la sangre deje de escapar. Necesitará pronta ayuda si quiere que el Inquisidor viva y resista más de tres días. Si bien la pócima le ayuda, el desconocer su fórmula y ya no disponer de otra dosis, hace más complicada la asistencia médica.
Treinta y ocho horas después, el hechicero está sumiéndose en un sueño más profundo, con el cuerpo en vilo, en la cuerda floja de la vida y la muerte donde un solo viento es capaz de enviarlo al inframundo, la ayuda tiene que llegar lo más pronto posible. La cambiante puede notar cómo de pronto su cuerpo empieza a temblar agitado por la fiebre que tan rápido va subiendo sin control. Como siga así, va a entrar en un paro cardíaco-respiratorio impidiendo que pueda sanar. Las gotas de sudor perlan la frente masculina, la piel se vuelve más pálida. Las falanges se sienten heladas. Es producto de la pérdida de sangre todo ésto. La cabeza se mueve de derecha a izquierda en tanto en su mente se forman imágenes que no alcanza a comprender, su voz rota susurra una y otra vez - Lynae... Lynae - sus ojos se abren de golpe sin que pueda fijar bien la vista.
Jala aire con dificultad, su rostro se torna más y más rojo, el pecho se mueve de forma intermitente haciendo visible su dificultad de respiración. En su mente, ante él, unos rubios cabellos bajan hasta su rostro, unos ojos azules se posan en los suyos al tiempo que le susurran palabras ininteligibles en el oído, haciendo que gima profundo, arqueando el cuello, rasguñando las sábanas, atrapándolas en sus falanges que forman puños. Jadea intentando controlar el subidón de temperatura, el aire a duras penas pasa por su garganta. Está delirando y en tanto lo hace, ve una sombra tras la rubia, tras esa mujer que se le escapara hace ya casi dos años o quizá más de dos años, al tiempo que extiende la mano intentando atrapar al sujeto que intenta matarla, logra detenerlo, le obliga a voltear hacia él, le quita la capucha y...
Se incorpora de golpe, sentándose en la cama con la mano extendida todavía como si tuviera en la mano esa capucha cuando grita con todas sus fuerzas negándose a aceptar quién ataca a la mujer y que no puede hacer nada contra ella. - NOOOO - porque quien ataca a Lynae, es Sephirot. Su hermano entierra la daga en la espalda de la mujer provocando una herida mortal que les obliga a los tres a caer a tierra sintiendo el dolor en el pecho. Tohrment la siente en el pecho al tiempo que cae de espaldas en la cama, entrando en paro respiratorio.
Una quemadura en París hace consciente al gemelo de Tohrment que su cita con la muerte se acerca, si bien es imposible que sienta lo que su hermano, cada movimiento que realiza es más difícil por la forma en que la runa brilla y quema su omóplato. La urgencia es palpable, ni siquiera el amuleto que los hermanos tienen puede comunicar a Sephirot con el otro que ahora mismo está desmayado, en tanto su cuerpo está procurando sanar lo más pronto posible con la ayuda de unas manos que envuelven el tórax para causar un torniquete que pueda funcionar para que la sangre deje de escapar. Necesitará pronta ayuda si quiere que el Inquisidor viva y resista más de tres días. Si bien la pócima le ayuda, el desconocer su fórmula y ya no disponer de otra dosis, hace más complicada la asistencia médica.
Treinta y ocho horas después, el hechicero está sumiéndose en un sueño más profundo, con el cuerpo en vilo, en la cuerda floja de la vida y la muerte donde un solo viento es capaz de enviarlo al inframundo, la ayuda tiene que llegar lo más pronto posible. La cambiante puede notar cómo de pronto su cuerpo empieza a temblar agitado por la fiebre que tan rápido va subiendo sin control. Como siga así, va a entrar en un paro cardíaco-respiratorio impidiendo que pueda sanar. Las gotas de sudor perlan la frente masculina, la piel se vuelve más pálida. Las falanges se sienten heladas. Es producto de la pérdida de sangre todo ésto. La cabeza se mueve de derecha a izquierda en tanto en su mente se forman imágenes que no alcanza a comprender, su voz rota susurra una y otra vez - Lynae... Lynae - sus ojos se abren de golpe sin que pueda fijar bien la vista.
Jala aire con dificultad, su rostro se torna más y más rojo, el pecho se mueve de forma intermitente haciendo visible su dificultad de respiración. En su mente, ante él, unos rubios cabellos bajan hasta su rostro, unos ojos azules se posan en los suyos al tiempo que le susurran palabras ininteligibles en el oído, haciendo que gima profundo, arqueando el cuello, rasguñando las sábanas, atrapándolas en sus falanges que forman puños. Jadea intentando controlar el subidón de temperatura, el aire a duras penas pasa por su garganta. Está delirando y en tanto lo hace, ve una sombra tras la rubia, tras esa mujer que se le escapara hace ya casi dos años o quizá más de dos años, al tiempo que extiende la mano intentando atrapar al sujeto que intenta matarla, logra detenerlo, le obliga a voltear hacia él, le quita la capucha y...
Se incorpora de golpe, sentándose en la cama con la mano extendida todavía como si tuviera en la mano esa capucha cuando grita con todas sus fuerzas negándose a aceptar quién ataca a la mujer y que no puede hacer nada contra ella. - NOOOO - porque quien ataca a Lynae, es Sephirot. Su hermano entierra la daga en la espalda de la mujer provocando una herida mortal que les obliga a los tres a caer a tierra sintiendo el dolor en el pecho. Tohrment la siente en el pecho al tiempo que cae de espaldas en la cama, entrando en paro respiratorio.
Tohrment Fairchest- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Habían pasado varios días desde que Xanandra se había ido a una misión que Septimus le había encargado, poco sabía de lo que se trataba dicha misión porque ni ella misma lo sabía ni le habían dado información, lo que me preocupaba era que le habían pedido a Septimus de nuevo a mi hermana para hacer una de las misiones que le habían sido otorgadas. El licántropo hacía eso con algunos de sus compañeros inquisidores, nos prestaba según nos necesitaran o no para sus misiones y nosotras teníamos que acompañarlos y no fallarles por miedo a que se lo dijeran al lobo y este nos castigara por no ser útil para ellos. Mi hermana era más dócil de carácter en comparación conforme era yo, siempre me estaba revelando y eso era algo que traía de cabeza al lobo que era nuestro “padre”, o lo que él creía que era para nosotras porque para mí no era nada de eso. El ser angelical que se había vendido cuando éramos pequeñas resultó ser un demonio bajo una apariencia amable que terminó por doblegarnos o intentarlo en los años que llevábamos con él, conmigo lo había intentado tantas veces que ya casi que me había hecho “inmune” a sus castigos pese a que eran dolorosos... pero ya no atemorizaba el miedo a mi cuerpo sino que sabiendo lo que me esperaba estaba tranquila. Xanandra me había dicho muchas veces que debía de callarme y pensar más las cosas, pero sin embargo era demasiado impulsiva como para hacerlo y no podía dejar pasar el que la última fuera siempre la mía. Sabía que ella no tendría problemas y que realizaría bien todo lo que pidieran por lo que Septimus estaría contenta con ella y no le haría nada, si aguantaba todo aquello era precisamente por mi hermana pero desde hacía ya un tiempo pensaba y contemplaba la opción de liberarme del yugo del licántropo, ser libre y averiguar la verdad de esa fatídica y trágica noche donde perdimos todo y nos fuimos junto al diablo, porque eso es lo que era el lobo; un diablo vestido bajo la piel de un cordero. Esa mañana como de costumbre el lobo me había hecho llamar de nuevo y esperaba que no fuera para algún trabajo que podían hacer sus secretarias, odiaba el papeleo y parecía que al lobo le divertía verme en esa tesitura sabiendo que lo odiaba por completo y que no me gustaba. Al poco de entrar en su despacho mientras él me hablaba fue cuando entonces sentí la presencia de magia en el lugar, un hechizo que había leído sobre este y de pronto tras unas llamas una nota cayó sobre el escritorio del Inquisidor, esa magia la empleaban muy pocas personas y de pie esperé a que él cogiera la nota que comenzó a leer cuando la desplegó, podía ver como la cara le iba cambiando conforme iba leyendo y supuse que algo malo debía de haber sucedido, sin evitarlo mis pensamientos fueron hacia mi hermana y la misión que tenían, ¿quizás le había pasado algo?
Fue cuando el licántropo me ordenó que tomara mis cosas lo más rápido posible y que partiera hacia el lugar que me iba a indicar en una nota, no me dijo demasiado pero sí una advertencia de que como tardara más de lo esperado en llegar al lugar acabaría con mi vida entre terribles torturas. Algo gordo y grave debía de haber pasado para que se pusiera de esa forma por lo que tras preguntarle si mi hermana estaba bien, con un grito de su parte porque no me movía del lugar y un simple y seco “está bien, ahora vete” salí de allí hacia mi camarote para coger lo que me había indicado. Al parecer alguien estaba gravemente herido y necesitaban de mi ayudara para sanarlo, cogí todo lo necesario que pudiera pensar que necesitaría ante la falta de información y tras meterlo todo bajé hacia las caballerizas donde tomé uno de los caballos y puse rumbo hacia el lugar indicado espoleando al caballo para que fuera a la mayor velocidad que pudiera mientras atravesaba la ciudad francesa mientras esperaba que Xan estuviera bien y no le hubiera pasado nada. Tardé bastante ya que no estaba en la misma ciudad francesa sino que se habían desplazado fuera de esta y de ahí que tardara mucho más de lo previsto en llegar al lugar de encuentro, mientras me iba acercando pude distinguir el aura de dos personas en el interior de la casa y una reconocible porque era la de mi propia hermana, la otra algo más débil era también la de un hechicero como yo así que cuando desmonté del animal tras llegar a la casa mi hermana, con esos sentidos aumentados por su condición de cambiante, ya había salido para recibirme sorprendida de verme allí pero pude ver el alivio de mi llegada, como si no supiera qué hacer con el hechicero cuya aura estaba debilitada y eso solo podía significar que se debatía entre la vida y la muerte. Septimus me había advertido que más me valía salvarlo si no quería pagar las consecuencias, así que tras un abrazo rápido a mi hermana al ver que estaba bien después de haber estado preocupada tomé su mano para tranquilizarla.
-Estoy aquí Xan, me ha enviado Septimus para ayudarte. Vamos –dije sin perder el tiempo dejando que me guiara hacia el interior donde en la cama yacía el hombre que se debatía entre la vida y la muerte, parecía estar delirando porque llamaba a alguien que no reconocía, mi hermana había hecho un buen trabajo intentando parar la hemorragia pero la herida que tenía pintaba mal por cómo estaba él y lo que me había podido informar ella de todo lo que había hecho en lo que yo llegaba. El hombre se despertó de pronto, entre delirios, gritando y negando mientras intentábamos hacer que se tumbara para finalmente caer inconsciente sobre el colchón sudando entre leves temblores- mierda –dije quitando la sábana sobre su cuerpo para tener mejor movimiento- Xan, necesito que traigas del bolso que llevo unos botes de hierbas, hay uno que tiene un líquido de color azul también, sácalos todos, ponlos en un bol y machaca todo hasta hacer una pasta –cogí un trapo y empecé a quitarle el sudor de su cuerpo mientras quitaba la venda para ver cuán de grave era la herida que tenía, y joder, era grave de narices. Mientras mi hermana hacía todo lo que le había pedido yo fui preparándome para el hechizo que debía de utilizar con el hombre, menos mal que siempre le daba a Xan algunas pociones para sus misiones en caso de necesitarlo y eso había hecho que la vida del hombre aguantara algo más, pero estaba mal y si no actuaba ya podríamos perderlo. Tomé lo necesario y cogí una tiza donde en el suelo dibujé un pentagrama en lo que Xan había terminado y había formado con lo que le había pedido esa pasta verdosa- bien, colócale la pasta en la herida que tiene y que la cubra por completo, que quede bien impregnada y cubierta por la pasta –mientras yo cogía unas velas que había en la habitación y las ponía en el pentagrama dibujado en cada una de las puntas, cogí un pequeño bol donde mezclé algunas hierbas y finalmente me hice un pequeño corte en la palma dejando que mi sangre fluyera hasta caer en la mezcla murmurando unas palabras, mezclé todo bien y la sangre impregnada con algo de ceniza también y las hierbas hice un dibujo en el cuerpo del hombre, en su pecho donde tenía el corazón y en su vientre mientras todo estaba preparado- bien, comencemos –sabiendo que no teníamos prisa y que la vida del hombre se escapaba comencé a pronunciar un conjuro que cada vez fue ganando fuerza, repetía las mismas palabras para que tomara forma el conjuro comenzando a titilar la luz de las velas de donde nos encontrábamos. Una pequeña brisa parecía estar en la estancia pero no era sino parte de aquel hechizo, algunos lo habían apodado “Lázarus”, porque no revivía a los muertos pero sí los sanaba a un coste que debía de ser pagado. Pronto las velas comenzaron a apagarse mientras una luz que salía del pentagrama dibujado en el suelo, y en el cuerpo del hombre, brillaba adquiriendo una luz más fuerte que iluminó la estancia hasta hacerla de un brillo blanquecino mientras notaba que el conjuro tomaba forma y podía sentir como mi propia energía menguaba en lo que la herida del hombre sanaba, necesitaba tomar mucha por la gravedad de la misma y solo paré cuando supe que al menos estaba en parte sanada y que no moriría esa noche, toda la intensidad del momento cesó de golpe dejando la estancia casi en penumbras al no haber nada más que la lumbre encendida y con la respiración agitada intenté mantenerme en pie, pero caí al suelo por la pérdida de energía ya que el costo había sido mayor de lo que había pensado. Viviría, al menos Septimus no castigaría a nadie porque nadie había muerto esa noche.
Fue cuando el licántropo me ordenó que tomara mis cosas lo más rápido posible y que partiera hacia el lugar que me iba a indicar en una nota, no me dijo demasiado pero sí una advertencia de que como tardara más de lo esperado en llegar al lugar acabaría con mi vida entre terribles torturas. Algo gordo y grave debía de haber pasado para que se pusiera de esa forma por lo que tras preguntarle si mi hermana estaba bien, con un grito de su parte porque no me movía del lugar y un simple y seco “está bien, ahora vete” salí de allí hacia mi camarote para coger lo que me había indicado. Al parecer alguien estaba gravemente herido y necesitaban de mi ayudara para sanarlo, cogí todo lo necesario que pudiera pensar que necesitaría ante la falta de información y tras meterlo todo bajé hacia las caballerizas donde tomé uno de los caballos y puse rumbo hacia el lugar indicado espoleando al caballo para que fuera a la mayor velocidad que pudiera mientras atravesaba la ciudad francesa mientras esperaba que Xan estuviera bien y no le hubiera pasado nada. Tardé bastante ya que no estaba en la misma ciudad francesa sino que se habían desplazado fuera de esta y de ahí que tardara mucho más de lo previsto en llegar al lugar de encuentro, mientras me iba acercando pude distinguir el aura de dos personas en el interior de la casa y una reconocible porque era la de mi propia hermana, la otra algo más débil era también la de un hechicero como yo así que cuando desmonté del animal tras llegar a la casa mi hermana, con esos sentidos aumentados por su condición de cambiante, ya había salido para recibirme sorprendida de verme allí pero pude ver el alivio de mi llegada, como si no supiera qué hacer con el hechicero cuya aura estaba debilitada y eso solo podía significar que se debatía entre la vida y la muerte. Septimus me había advertido que más me valía salvarlo si no quería pagar las consecuencias, así que tras un abrazo rápido a mi hermana al ver que estaba bien después de haber estado preocupada tomé su mano para tranquilizarla.
-Estoy aquí Xan, me ha enviado Septimus para ayudarte. Vamos –dije sin perder el tiempo dejando que me guiara hacia el interior donde en la cama yacía el hombre que se debatía entre la vida y la muerte, parecía estar delirando porque llamaba a alguien que no reconocía, mi hermana había hecho un buen trabajo intentando parar la hemorragia pero la herida que tenía pintaba mal por cómo estaba él y lo que me había podido informar ella de todo lo que había hecho en lo que yo llegaba. El hombre se despertó de pronto, entre delirios, gritando y negando mientras intentábamos hacer que se tumbara para finalmente caer inconsciente sobre el colchón sudando entre leves temblores- mierda –dije quitando la sábana sobre su cuerpo para tener mejor movimiento- Xan, necesito que traigas del bolso que llevo unos botes de hierbas, hay uno que tiene un líquido de color azul también, sácalos todos, ponlos en un bol y machaca todo hasta hacer una pasta –cogí un trapo y empecé a quitarle el sudor de su cuerpo mientras quitaba la venda para ver cuán de grave era la herida que tenía, y joder, era grave de narices. Mientras mi hermana hacía todo lo que le había pedido yo fui preparándome para el hechizo que debía de utilizar con el hombre, menos mal que siempre le daba a Xan algunas pociones para sus misiones en caso de necesitarlo y eso había hecho que la vida del hombre aguantara algo más, pero estaba mal y si no actuaba ya podríamos perderlo. Tomé lo necesario y cogí una tiza donde en el suelo dibujé un pentagrama en lo que Xan había terminado y había formado con lo que le había pedido esa pasta verdosa- bien, colócale la pasta en la herida que tiene y que la cubra por completo, que quede bien impregnada y cubierta por la pasta –mientras yo cogía unas velas que había en la habitación y las ponía en el pentagrama dibujado en cada una de las puntas, cogí un pequeño bol donde mezclé algunas hierbas y finalmente me hice un pequeño corte en la palma dejando que mi sangre fluyera hasta caer en la mezcla murmurando unas palabras, mezclé todo bien y la sangre impregnada con algo de ceniza también y las hierbas hice un dibujo en el cuerpo del hombre, en su pecho donde tenía el corazón y en su vientre mientras todo estaba preparado- bien, comencemos –sabiendo que no teníamos prisa y que la vida del hombre se escapaba comencé a pronunciar un conjuro que cada vez fue ganando fuerza, repetía las mismas palabras para que tomara forma el conjuro comenzando a titilar la luz de las velas de donde nos encontrábamos. Una pequeña brisa parecía estar en la estancia pero no era sino parte de aquel hechizo, algunos lo habían apodado “Lázarus”, porque no revivía a los muertos pero sí los sanaba a un coste que debía de ser pagado. Pronto las velas comenzaron a apagarse mientras una luz que salía del pentagrama dibujado en el suelo, y en el cuerpo del hombre, brillaba adquiriendo una luz más fuerte que iluminó la estancia hasta hacerla de un brillo blanquecino mientras notaba que el conjuro tomaba forma y podía sentir como mi propia energía menguaba en lo que la herida del hombre sanaba, necesitaba tomar mucha por la gravedad de la misma y solo paré cuando supe que al menos estaba en parte sanada y que no moriría esa noche, toda la intensidad del momento cesó de golpe dejando la estancia casi en penumbras al no haber nada más que la lumbre encendida y con la respiración agitada intenté mantenerme en pie, pero caí al suelo por la pérdida de energía ya que el costo había sido mayor de lo que había pensado. Viviría, al menos Septimus no castigaría a nadie porque nadie había muerto esa noche.
Thyra Skarsgård- Hechicero Clase Alta
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Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Los cuidados que la cambiante propinaban no conseguían el efecto necesario, y la cosa iba a peor, la fiebre le subía, el ungüento aunque algo hizo no fue suficiente, ni las plantas curativa que Wanda siempre metía en el equipaje de Xanandra, la cambiante veía como el hechicero estaba sucumbiendo a la terrible herida, se esforzaba en recuperar al hechicero, mantenerlo vivo, tenía que estabilizarlo, y ya se pensaría como sacarlo de allí, pero la cosa iba mal, el semblante terció a poner cara de estrañeza cuando parecía llamar a una tal "Lynae" en pleno delirio debido sin duda alguna a las fiebres, la frustración de la cambiante iba en aumento, los humanos son mas delicados que un cambiante o un licano, y esto dificultaba los esfuerzos de la loba. Más un aroma agradable y conocido llegó a las fosas nasales de Xanandra que sintió un profundo alivió, saliendo a toda velocidad para recibir a su hermana dandola un calido abrazo, aunque fugaz ya que la guió al interior.
-Algo útil.- Dijo la cambiante en respuesta a que Septimus había enviado a su hermana a la ayuda, no tenía ni puñetera idea de como demonios el inquisidor había mandado a su hermana, pero desde luego se alegraba por una vez que lo hubera hecho, la tirantez en la relación entre ellos era notable, pero no quería provocar la ira del licano, menos si se trataba de uno de sus colegas, acompaño a Wanda hasta el interior de la casa cerrando tras de sí, aunque dando un vistazo comprobando que nadie metiera las narices donde no les llamaban.
Siguió a wanda llevandole hasta donde se encontraba el inquisidor, la cerebrito en estas cosas era ella, no era la primera vez que curaba a Xanandra despues de una de las misiones de Septimus, al igual que al reves, pero esos remedios los conocía por que la hechicera se los había enseñado previamente, siguió las instrucciones de su hermana moviendose exageradamente rapido llevandole lo que ella pedía. Cogía los botes y el bol para empezar a crear la pasta, no era la primera vez que hacía algo eso, asi que su hermana podía confiar en que haría bien las indicaciones. -subito.- Respondía mientras se ponía manos a la obra dejando hacer a la pelirroja lo que ella viera correspondiente para salvar al maldito hechicero.
Por mucho que lo odiase no podía dejar que muriera, volvió con la pasta hecha observando a Wanda para que le indicara cuando necesitaba dar el siguiente paso. Wanda indicó lo que debía hacer mientras tomaba velas y tiza, seguramente el estado del inquisidor necesitaba de las habilidades magicas de Wanda, ella se acercó al inquisidor y paso sus dedos por el rostro de Tohrment, aun ardiendo. Xanandra fruncia el ceño mientras empezaba a esparcir la pasta sobre la herida, con cierta delicadeza, simplemente por que de estar ella herida no le gustaría que la trataran mal.
La pasta cubria por completo la herida mientras la cambiante observaba a su hermana esperando que terminara esos dibujos rituales que eran tan sumamente utiles, a veces se preguntaba por que ella no heredó el don magico como lo había hecho la pelirroja, y eso la llevó a recordar a la rubia...si, añoraba a Lucinde.. Sacudió la cabeza para no distraerse entre los confusos recuerdos y seguir asistiendo a su hermana en la cura del condenado.
Ayudó a su hermana y se quedó quieta para no incordiar a Wanda mientras empezaba con su conjuro sobre el inquisidor que cada vez la cambiante lo olía mas perdido y sumiendose en la oscura muerte, pero su hermana había empezado el ritual, Xanandra observaba las acciones de su hermana mientras se mantenía en pie y quieta como una estatua para no perturbar lo más minimo las acciones de su hermana. Se notaba que todo aquello suponía un tremendo gasto de energía, cuando Wanda acabó parece que intentó mantenerse en pie, pero fue entonces cuando moviendose sumamente rapido, atrapó a su hermana antes de que cayera al suelo, cogiendola en brazos.
Miró a Tohrment emitiendo un receloso gruñido y llevó a su hermana en brazos para acomodara con cuidado en el sofa, mullendole los cojines y colocandola comodamente en este acercandola a la lumbre de la chimenea. -Me has salvado Wandy... descansa, te lo has ganado- Susurra besandola la cabeza de manera protectora, mientras se dispuso a preparar comida para su hermana y el inquisidor si conseguía recuperarse, pero dando prioridad a los gustos de comida de su hermana pequeña para cuando volviese a la conciencia servirla la comida para que recuperase fuerzas. Mientras alternaba tambien para antender al inquisidor comprobando que todo estuviera bien, tomandole la fiebre y humedeciendole compresas en la frente alternando asegurando la comodidad de su hermana.
-Algo útil.- Dijo la cambiante en respuesta a que Septimus había enviado a su hermana a la ayuda, no tenía ni puñetera idea de como demonios el inquisidor había mandado a su hermana, pero desde luego se alegraba por una vez que lo hubera hecho, la tirantez en la relación entre ellos era notable, pero no quería provocar la ira del licano, menos si se trataba de uno de sus colegas, acompaño a Wanda hasta el interior de la casa cerrando tras de sí, aunque dando un vistazo comprobando que nadie metiera las narices donde no les llamaban.
Siguió a wanda llevandole hasta donde se encontraba el inquisidor, la cerebrito en estas cosas era ella, no era la primera vez que curaba a Xanandra despues de una de las misiones de Septimus, al igual que al reves, pero esos remedios los conocía por que la hechicera se los había enseñado previamente, siguió las instrucciones de su hermana moviendose exageradamente rapido llevandole lo que ella pedía. Cogía los botes y el bol para empezar a crear la pasta, no era la primera vez que hacía algo eso, asi que su hermana podía confiar en que haría bien las indicaciones. -subito.- Respondía mientras se ponía manos a la obra dejando hacer a la pelirroja lo que ella viera correspondiente para salvar al maldito hechicero.
Por mucho que lo odiase no podía dejar que muriera, volvió con la pasta hecha observando a Wanda para que le indicara cuando necesitaba dar el siguiente paso. Wanda indicó lo que debía hacer mientras tomaba velas y tiza, seguramente el estado del inquisidor necesitaba de las habilidades magicas de Wanda, ella se acercó al inquisidor y paso sus dedos por el rostro de Tohrment, aun ardiendo. Xanandra fruncia el ceño mientras empezaba a esparcir la pasta sobre la herida, con cierta delicadeza, simplemente por que de estar ella herida no le gustaría que la trataran mal.
La pasta cubria por completo la herida mientras la cambiante observaba a su hermana esperando que terminara esos dibujos rituales que eran tan sumamente utiles, a veces se preguntaba por que ella no heredó el don magico como lo había hecho la pelirroja, y eso la llevó a recordar a la rubia...si, añoraba a Lucinde.. Sacudió la cabeza para no distraerse entre los confusos recuerdos y seguir asistiendo a su hermana en la cura del condenado.
Ayudó a su hermana y se quedó quieta para no incordiar a Wanda mientras empezaba con su conjuro sobre el inquisidor que cada vez la cambiante lo olía mas perdido y sumiendose en la oscura muerte, pero su hermana había empezado el ritual, Xanandra observaba las acciones de su hermana mientras se mantenía en pie y quieta como una estatua para no perturbar lo más minimo las acciones de su hermana. Se notaba que todo aquello suponía un tremendo gasto de energía, cuando Wanda acabó parece que intentó mantenerse en pie, pero fue entonces cuando moviendose sumamente rapido, atrapó a su hermana antes de que cayera al suelo, cogiendola en brazos.
Miró a Tohrment emitiendo un receloso gruñido y llevó a su hermana en brazos para acomodara con cuidado en el sofa, mullendole los cojines y colocandola comodamente en este acercandola a la lumbre de la chimenea. -Me has salvado Wandy... descansa, te lo has ganado- Susurra besandola la cabeza de manera protectora, mientras se dispuso a preparar comida para su hermana y el inquisidor si conseguía recuperarse, pero dando prioridad a los gustos de comida de su hermana pequeña para cuando volviese a la conciencia servirla la comida para que recuperase fuerzas. Mientras alternaba tambien para antender al inquisidor comprobando que todo estuviera bien, tomandole la fiebre y humedeciendole compresas en la frente alternando asegurando la comodidad de su hermana.
Xanandra Mayfair- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 141
Fecha de inscripción : 15/05/2018
Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Cada instante que transcurre, la vida del gemelo está más y más pendiendo de un hilo. Sus alucinaciones son más frecuentes, intensas, provocando las gruesas gotas de sudor que perlan su frente y empapan las vendas de su tórax. Un gemido bajo emana de vez en vez cuando la respiración se está rompiendo en su ritmo. En sus sueños, la figura de Lynae se evapora, puede verla peleando, incluso hay una imagen que le forma un hueco en el estómago, donde alguien la ataca por la espalda. Va a tocarla cuando el grito vuelve a emerger de sus pulmones, - Lynae, ¡Atrás! - nadie le escucha, en ese momento, la cambiante fue a por la hechicera fuera de la casa. Se siente tan frustrado, tan incapacitado, por más que grita no puede hacer que ella volteé.
La marca vuelve a quemar en el hombro de su gemelo, el mismo Tohrment gime de dolor al sentir cómo le obliga a arquear un poco la columna. Jala aire con dificultad al tiempo que ellas llegan hasta él. Voltea el rostro para un lado y para el otro intentando escapar de sus propios demonios. Cuando el paro respiratorio inicia, la magia hace su efecto por fin. Remitiendo el dolor, la fiebre hace lo mismo. La respiración se regulariza permitiendo que las pesadillas se alejen, así puede descansar por fin. Cuando abre los ojos, el sol está en lo alto, aspira comprobando su pecho, pasando una mano por éste en tanto mira a su alrededor. Está solo. Se incorpora apoyando la espalda en el cabecero de la cama sintiendo todo el cuerpo pringado por el sudor, por inercia se huele una axila bufando por el tufo. Se siente asqueroso.
Estira un poco la espalda comprobando qué tanto curó. Cuando se da cuenta de que va mucho mejor que el día anterior. Se queda pensando, desconoce cuánto tiempo pasó. Busca entre sus ropas el colgante con el que se comunica con Sephirot sin encontrarlo. Se extraña, tiene una venda alrededor del pecho. Ahí recuerda todo lo pasado, la pelea con el otro hechicero, la herida. Cómo llegó a duras penas a la casa. Es un milagro que siga vivo y una desconsideración de su parte porque se supone que debe cuidar a su gemelo y así no está haciendo nada por ello. Se pasa la mano por la nuca sabiéndose en soledad. Su músculo bucal lubrica los labios resecos y partidos por la pérdida de líquido. Tiene hambre, lo cual es una buena señal de que está recuperándose.
Se pone en pie sin dudar siquiera caminando hacia el baño comprobando todo su cuerpo con rapidez. El hechizo es potente, más tiene todavía ciertas fallas porque no está del todo bien. Aún así, con un par de mezclas de la familia Fairchest podrá cabalgar y llevar la información a la Inquisición. De eso se trataba todo, además sin el Hechicero, tienen una gran ventaja contra ellos. Se mete a orinar, aprovechando el agua, se lava lo mejor que puede el cuerpo para al menos sentirse bien con su olor. Cuando sale, se cambia de ropas para salir a la sala mirando a Xanandra y luego, a ¿Wanda? Cree que así se llama, no tiene la seguridad. Eso explicaría todo, su propia mejoría como la forma en que su magia está restaurada. Un ritual sin duda. - Gracias por la ayuda, ¿Alguien se ha acercado, Xanandra? - eso le preocupa, como alguien haya metido las narices.
Sobre todo si es de la banda rival donde hay más vampiros que otras razas, estarán en problemas. Saca de su bolso un contenedor de madera del cual saca un par de hierbas metidas en paños para llevarlas hasta la cocina tomando un trasto para empezar a mezclar todo con un aceite y sí, se corta el dedo índice para dejar caer unas gotas mirando de reojo a Wanda. Calcula un poco más para hacer una mezcla doble reconociendo los signos en el cuerpo de la otra hechicera. Constriñe bien los componentes para tomar una cuchara llevando el cuenco hacia Wanda - abre la boca - cuando lo obedece, le mete la cuchara con la mezcla, sabe amarga y ácida al mismo tiempo. Él toma una cucharada igual esperando a que ella termine la primera - son seis, así que ve entendiendo que mientras más rápido te la comas, más rápido terminaremos y podremos irnos. Que yo terminé mi labor aquí - espera. Porque una vez que ella termine, él comerá las seis cucharadas que le corresponden.
La marca vuelve a quemar en el hombro de su gemelo, el mismo Tohrment gime de dolor al sentir cómo le obliga a arquear un poco la columna. Jala aire con dificultad al tiempo que ellas llegan hasta él. Voltea el rostro para un lado y para el otro intentando escapar de sus propios demonios. Cuando el paro respiratorio inicia, la magia hace su efecto por fin. Remitiendo el dolor, la fiebre hace lo mismo. La respiración se regulariza permitiendo que las pesadillas se alejen, así puede descansar por fin. Cuando abre los ojos, el sol está en lo alto, aspira comprobando su pecho, pasando una mano por éste en tanto mira a su alrededor. Está solo. Se incorpora apoyando la espalda en el cabecero de la cama sintiendo todo el cuerpo pringado por el sudor, por inercia se huele una axila bufando por el tufo. Se siente asqueroso.
Estira un poco la espalda comprobando qué tanto curó. Cuando se da cuenta de que va mucho mejor que el día anterior. Se queda pensando, desconoce cuánto tiempo pasó. Busca entre sus ropas el colgante con el que se comunica con Sephirot sin encontrarlo. Se extraña, tiene una venda alrededor del pecho. Ahí recuerda todo lo pasado, la pelea con el otro hechicero, la herida. Cómo llegó a duras penas a la casa. Es un milagro que siga vivo y una desconsideración de su parte porque se supone que debe cuidar a su gemelo y así no está haciendo nada por ello. Se pasa la mano por la nuca sabiéndose en soledad. Su músculo bucal lubrica los labios resecos y partidos por la pérdida de líquido. Tiene hambre, lo cual es una buena señal de que está recuperándose.
Se pone en pie sin dudar siquiera caminando hacia el baño comprobando todo su cuerpo con rapidez. El hechizo es potente, más tiene todavía ciertas fallas porque no está del todo bien. Aún así, con un par de mezclas de la familia Fairchest podrá cabalgar y llevar la información a la Inquisición. De eso se trataba todo, además sin el Hechicero, tienen una gran ventaja contra ellos. Se mete a orinar, aprovechando el agua, se lava lo mejor que puede el cuerpo para al menos sentirse bien con su olor. Cuando sale, se cambia de ropas para salir a la sala mirando a Xanandra y luego, a ¿Wanda? Cree que así se llama, no tiene la seguridad. Eso explicaría todo, su propia mejoría como la forma en que su magia está restaurada. Un ritual sin duda. - Gracias por la ayuda, ¿Alguien se ha acercado, Xanandra? - eso le preocupa, como alguien haya metido las narices.
Sobre todo si es de la banda rival donde hay más vampiros que otras razas, estarán en problemas. Saca de su bolso un contenedor de madera del cual saca un par de hierbas metidas en paños para llevarlas hasta la cocina tomando un trasto para empezar a mezclar todo con un aceite y sí, se corta el dedo índice para dejar caer unas gotas mirando de reojo a Wanda. Calcula un poco más para hacer una mezcla doble reconociendo los signos en el cuerpo de la otra hechicera. Constriñe bien los componentes para tomar una cuchara llevando el cuenco hacia Wanda - abre la boca - cuando lo obedece, le mete la cuchara con la mezcla, sabe amarga y ácida al mismo tiempo. Él toma una cucharada igual esperando a que ella termine la primera - son seis, así que ve entendiendo que mientras más rápido te la comas, más rápido terminaremos y podremos irnos. Que yo terminé mi labor aquí - espera. Porque una vez que ella termine, él comerá las seis cucharadas que le corresponden.
Tohrment Fairchest- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Ayudar a Xanandra con aquel hechicero había consumido gran parte de mis energías mágicas por lo que necesitaría descanso, quizás lo que restara de noche y dormir para encontrarme mejor al día siguiente... pero bien sabía que el hechizo que había empleado tardaría más en hacer que mis energías volvieran ya que había empleado parte de estas en dárselas al hechicero porque de lo contrario era imposible que se salvara, su herida era profunda y había perdido mucha sangre a pesar del esfuerzo que había hecho Xan para parar la hemorragia. Por suerte había llegado a tiempo y había podido ayudarles, sino, sabía que las consecuencias las pagaríamos ambas y que Septimus se ensañaría con nosotras por no haber ayudado al hechicero y le daría igual si para cuando llegase estuviera en mejores o en peores condiciones. Lancé un suspiro en lo que mi hermana me ayudaba a llevarme al sofá dejando que mi cuerpo reposara y descansara, apenas tardé unos minutos en los que el sueño hizo su aparición y caí rendida dejando que mi cuerpo tomara ese descanso que necesitaba y que por fue provocado por el ritual. Al menos lo habíamos salvado y eso me aliviaba, ya no podían culparnos de nada y la misión de mi hermana seguramente sería satisfactoria, yo había cumplido con mi labor y eso significaría que Septimus nos dejaría tranquilas por unos días. Odiaba enormemente a ese maldito licántropo, se creía con unos derechos que nadie le había otorgado y que él mismo los había impuesto, siempre pensé que algo malo se tramaba tras todo y estaba en la búsqueda de averiguarlo... sin embargo aún me quedaban muchos pasos que dar y recorrer pero por algo se empezaba. Caí rendida y no me enteré de lo que pasó a continuación, ni los cuidados de mi hermana hasta que finalmente cuando ya era bien entrado el día abrí los ojos, seguía en el mismo sofá con una manta sobre mi cuerpo y un baño de agua fría en mi frente. Subí mi mano hacia la gasa que había puesto mi hermana para apartarla, estiré mi cuerpo sintiéndome algo mejor tras el reparador sueño pero igualmente mi cuerpo aún notaba los efectos y la consecuencia de haber hecho tal ritual. Mis ojos fueron a mi hermana y enseguida una voz masculina hizo que girara la cabeza para ver a aquel hombre de pie, alto e imponente que me miraba agradeciendo la ayuda. Me hubiera gustado decirle que no había sido nada, pero era mentira, así que preferí callarme y asentir simplemente con la cabeza en lo que buscaba a mí hermana con la mirada. Mi función y mi labor allí habían terminado así que solo tenía que montar en mi caballo y poner rumbo de nuevo a la ciudad francesa. Miré al hechicero que estaba en la cocina preparando algo, lo cierto es que tenía algo de hambre y me levanté para acercarme a esta cuando vi que traía un cuenco entre sus manos y una cuchara, enarqué una ceja cuando me señaló la cuchara y el contenido como haciéndome saber que tenía que tomármelo. Sin decir mucho más me indicó la silla de la cocina y al sentarme me dijo tres palabras claras y sencillas “abre la boca” que me dejaba en claro que quería darme lo que hubiera preparado, seguramente, algún remedio que conociera él para recuperar fuerzas y energías. Estuve tentada de rebatirle ese tono autoritario que tenía, sin embargo quería llegar a casa y darme una ducha para descansar, por lo que abrí la boca dejando que metiera la cuchara como si fuera una niña pequeña. Hice una mueca por lo asqueroso que estaba aquello y luego tosí viendo que él se llevaba la cuchara también a la boca.
-¡Eso está asqueroso! ¿Qué narices has mezclado ahí? –Terminé de toser y lo miré enarcando una ceja esperando una contestación, una que al parecer él no iba a darme porque no le veía con cara de explicar demasiado las cosas, sin embargo sí que me dice y me advierte que son seis cucharadas lo que hay que tomar de esa cosa tan asquerosa y que aún me quedaban cinco por delante- ¿estás loco? Eso está asqueroso, tómatelo tú –rugí con la intención de levantarme, por el rabillo del ojo pude ver como Xanandra me miraba como si quisiera decirme “no empieces, déjalo y haz lo que te dice” con esa forma tan complaciente que ella tenía. Yo también había terminado allí mi labor y pensaba marcharme, sin embargo el hechicero no estaba dispuesto a dejarme ir y bufé cruzándome de brazos por aquello sintiéndome como una niña pequeña a la que le obligan a tomarse algo que no me gusta- que sea rápido entonces, esto está malísimo –abrí de nuevo la boca volviendo a hacer otra mueca por lo fuerte que estaba, entre amargo y ácido en lo que pedí un vaso de agua para poder digerirlo mejor- ¿cómo narices puedes tomarte esto? –No lo sabía pero quizás a pesar del mal sabor que tenía sus efectos fueran inmediatos y curativos. Cucharada tras cucharada por fin terminé con las cinco interminables que me faltaba hasta finalmente levantarme tras haber acabado- ¿podemos irnos ya?
-¡Eso está asqueroso! ¿Qué narices has mezclado ahí? –Terminé de toser y lo miré enarcando una ceja esperando una contestación, una que al parecer él no iba a darme porque no le veía con cara de explicar demasiado las cosas, sin embargo sí que me dice y me advierte que son seis cucharadas lo que hay que tomar de esa cosa tan asquerosa y que aún me quedaban cinco por delante- ¿estás loco? Eso está asqueroso, tómatelo tú –rugí con la intención de levantarme, por el rabillo del ojo pude ver como Xanandra me miraba como si quisiera decirme “no empieces, déjalo y haz lo que te dice” con esa forma tan complaciente que ella tenía. Yo también había terminado allí mi labor y pensaba marcharme, sin embargo el hechicero no estaba dispuesto a dejarme ir y bufé cruzándome de brazos por aquello sintiéndome como una niña pequeña a la que le obligan a tomarse algo que no me gusta- que sea rápido entonces, esto está malísimo –abrí de nuevo la boca volviendo a hacer otra mueca por lo fuerte que estaba, entre amargo y ácido en lo que pedí un vaso de agua para poder digerirlo mejor- ¿cómo narices puedes tomarte esto? –No lo sabía pero quizás a pesar del mal sabor que tenía sus efectos fueran inmediatos y curativos. Cucharada tras cucharada por fin terminé con las cinco interminables que me faltaba hasta finalmente levantarme tras haber acabado- ¿podemos irnos ya?
Thyra Skarsgård- Hechicero Clase Alta
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Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
La cambiante seguia ocupandose de su hermana, mientras su oido alcanzaba a oir los movimientos en el cuarto indicando que el inquisidor volvía en si, lo había dejado acomodado asi que no tendría queja, o asi debería ser, mientras ella seguía atendiendo a su hermana, aunque se empezaba a tensar, no le importaba aguantar el mangoneo que se traía el maldito inquisidor restregando las posiciones, o las putadas variadas por lo que el consideraba falta de respeto, pero Wanda era la hermana pequeña, la única familia real que le quedaba, y eso cambiaba un poco la situación pues la joven pelirroja despertaba su lado más protector, lo cual su humor se puso más turbio. Seguía con los cuidados a la pelirroja, mientras ladeó la cabeza para mirar de manera más severa al inquisidor cuando entró en la estancia donde se encontraba con su hermana.
La cambiante le observaba de reojo mientras acariciaba la melena de su hermana, que se despertaba practicamente a la vez que el inquisidor invadía la estancia, la postura de Xanandra ahora era rigida, en alerta, lo alerta que se está cuando se está a punto de recibir un ataque o similar.
Entrecerró los ojos ligeramente mientras observaba como Wanda se estiraba mientras la voz del inquisidor rompía el silenció, Xanandra se pusó bien y miró al inquisidor cuando preguntó si alguien había husmeado, pero lo cierto es que ella había olfateado para segurar las cosas. -No.- Respondió de manera escueta, seria, mientras volvía a mirar a su hermana, que para su alivió solo asintió, cosa que Xanandra hizo un muy leve gesto afirmativo cuando su descarada no replicó, la verdad no permetiría que el inquisidor la dañase, pero no quería echar por tierra que el inquisidor le dijera a Septimus lo útil que le fue la cambiante, aunque en este caso la que había venido al rescate había sido Wanda, o dudaba mucho que ella hubiera conseguido salvare sin desvelar nada.
Pero menos mal que había llegado a Wanda o posiblemente el hechicero hubiera caido, la cambiante se quedó pensativa, mientras observaba sus propias manos, tenía dones muy distintos a su hermana, por lo que decía Padre era herencia de su abuelo, que era cambiante como ella, aunque no le llegó a conocer nunca, y eso que eran longevos, bastante, ella misma notó como dejó de envejecer a edad temprana y quedó anclada y envejecía mucho más lento, de hecho ella tenía ya treinta y seis años, pero su visión era el de una joven de 18 años, Pareciendo más joven que su dulce hermana pequeña.
El inquisidor quiso darla un mejunje, que su hermana se mostró reaccia a tomarlo, Xanandra tomó una posición más tensa mirando al inquisidor a su hermana, colocandose de manera rigida cruzandose de brazos mientras miraba de manera sería a ambos, emitiendo un gruñido que nacía desde lo más profundo de su ser, asemejando su actitud tal vez a la de un licántropo, debido al animal en el que se convertía.
Pero ahí fueron, los reproches de su descarada hermanita pequeña, la mirada de Xanandra lo dijo todo. -Wanda..- Dijo buscando que ella no siquiera echando leña al fuego, y pudiendo colmar la paciencia del inquisidor, más por lo que había visto a Tohrment le alteraba la idea de que este se avalanzase sobre ella por mucho que ella le hubiera ayudado, asi que clavó su mirada bicolor en el inquisidor y su aura, sus gestos corporales, su actitud, cualquier cosa que le indicara que querría dañar a su hermana pequeña, de ser asi, sin duda ella interpondría su persona protegiendo a Wanda no permitiendo que este le hiciera daño a la pelirroja hechicera. -Nos iremos ya pues, si no queda más que hacer aquí, recogeré mís cosas y cambiaré de forma.- Respondió la cambiante de manera seca y malhumorada.
La cambiante le observaba de reojo mientras acariciaba la melena de su hermana, que se despertaba practicamente a la vez que el inquisidor invadía la estancia, la postura de Xanandra ahora era rigida, en alerta, lo alerta que se está cuando se está a punto de recibir un ataque o similar.
Entrecerró los ojos ligeramente mientras observaba como Wanda se estiraba mientras la voz del inquisidor rompía el silenció, Xanandra se pusó bien y miró al inquisidor cuando preguntó si alguien había husmeado, pero lo cierto es que ella había olfateado para segurar las cosas. -No.- Respondió de manera escueta, seria, mientras volvía a mirar a su hermana, que para su alivió solo asintió, cosa que Xanandra hizo un muy leve gesto afirmativo cuando su descarada no replicó, la verdad no permetiría que el inquisidor la dañase, pero no quería echar por tierra que el inquisidor le dijera a Septimus lo útil que le fue la cambiante, aunque en este caso la que había venido al rescate había sido Wanda, o dudaba mucho que ella hubiera conseguido salvare sin desvelar nada.
Pero menos mal que había llegado a Wanda o posiblemente el hechicero hubiera caido, la cambiante se quedó pensativa, mientras observaba sus propias manos, tenía dones muy distintos a su hermana, por lo que decía Padre era herencia de su abuelo, que era cambiante como ella, aunque no le llegó a conocer nunca, y eso que eran longevos, bastante, ella misma notó como dejó de envejecer a edad temprana y quedó anclada y envejecía mucho más lento, de hecho ella tenía ya treinta y seis años, pero su visión era el de una joven de 18 años, Pareciendo más joven que su dulce hermana pequeña.
El inquisidor quiso darla un mejunje, que su hermana se mostró reaccia a tomarlo, Xanandra tomó una posición más tensa mirando al inquisidor a su hermana, colocandose de manera rigida cruzandose de brazos mientras miraba de manera sería a ambos, emitiendo un gruñido que nacía desde lo más profundo de su ser, asemejando su actitud tal vez a la de un licántropo, debido al animal en el que se convertía.
Pero ahí fueron, los reproches de su descarada hermanita pequeña, la mirada de Xanandra lo dijo todo. -Wanda..- Dijo buscando que ella no siquiera echando leña al fuego, y pudiendo colmar la paciencia del inquisidor, más por lo que había visto a Tohrment le alteraba la idea de que este se avalanzase sobre ella por mucho que ella le hubiera ayudado, asi que clavó su mirada bicolor en el inquisidor y su aura, sus gestos corporales, su actitud, cualquier cosa que le indicara que querría dañar a su hermana pequeña, de ser asi, sin duda ella interpondría su persona protegiendo a Wanda no permitiendo que este le hiciera daño a la pelirroja hechicera. -Nos iremos ya pues, si no queda más que hacer aquí, recogeré mís cosas y cambiaré de forma.- Respondió la cambiante de manera seca y malhumorada.
Xanandra Mayfair- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 15/05/2018
Re: Cadenas invisibles (privado Tohrment)
Es normal que la chica reniegue por el sabor de la pócima, algo que el hombre espera. En lugar de molestarse por sus actitudes, cierra los ojos para relajar los ánimos sintiendo que abusó un poco de su herida, puesto que empieza a sentir cómo baja el efecto del ritual. Da una cucharada para meterla en su cavidad bucal mostrando a la pelirroja que él también la necesita - si te portas bien y dejas de hablarme de "tú", cambiando al "usted", te daré la fórmula. Es una antigua receta celta que ayuda a reestablecer cuerpo, mente y magia de forma simultánea - si bien es un hijo de puta, con los hechiceros puede darse cierto freno. Enseñar le apasiona, sobre todo a menores e inexpertos. Reconoce que el ritual fue poderoso, si no, ni siquiera podría estar en pie.
Las siguientes cinco cucharadas fueron para ella un suplicio que tragó con agua. Con eso Tohrment la castiga al tiempo que la premia. El reconocimiento de la cambiante referente a que no hay moros en las costas le tranquiliza. Una vez terminada la dosis, el hombre come las cinco que le corresponden antes de ponerse en pie, paseando la mano por su tórax sintiendo cómo va reconstituyéndose su fuerza y su magia a partes iguales. Eso le dará oportunidad para llegar a París antes de que de nuevo su cuerpo exija otra dosis. Como se lo tome a la ligera, tendrá una recaída. - Tomen sus cosas, nos vamos ya - limpia el cuenco, guarda todos los suplementos en tanto calcula el tiempo que la pócima dará resultado para él. Dos días a lo sumo, después de ello, necesitará reposo. Si bien el ritual de la pelirroja fue efectivo, eso no significa que fuera perfecto. Faltan al menos dos más para que él pueda seguir su ritmo normal de vida.
Se ocupa de cambiar sus ropas por las de viaje. El traje de batalla es guardado en una de las bolsas para salir hacia la montura, acomodar todo y asentir. Voltea a ver a las dos hermanas - Septimus sabrá del servicio que me dieron, así que apresúrense, quiero evitar un ataque, esta vez no estamos en condiciones de dar batalla - por supuesto que lo dice por él, desconoce la potencia de la magia de la pelirroja y seguro que no es tan fuerte como la suya, que proviene de los mismos ángeles. No lo va a pronunciar en voz alta porque con los antecedentes que tiene de Wanda, seguro que se quedan discutiendo por horas y lo que apremia ahora es salir de ahí de inmediato para mandar las partidas de soldados a atacar y desmantelar estos dos grupos de sobrenaturales.
Monta en el caballo estando listo para la partida - Xanandra, ve con tu hermana, procura mantener bien el equilibrio, puede que tenga una recaída en algún momento dentro de las siguientes cuarenta y ocho horas, que es lo que dura el efecto de la poción. Estaremos justo en el límite cuando lleguemos a París - ordena con tono frío y calculando las posibilidades. En cuanto están listas, parten raudos a la ciudad donde viven. No es en balde su preocupación, cuatro horas después de abandonar su refugio, varios sujetos caen para destrozarlo buscándoles. Justo a tiempo escapan. Día y medio después, la ciudad de París está ante sus ojos, Tohrment empieza a sentir el cansancio de su cuerpo, más sabe bien lo que tiene que hacer. Dirige a ambas hermanas hacia uno de los puestos de avanzada de la Inquisición donde cambian los caballos por dos carruajes. Uno, les llevará a ellas a su hogar. El otro, le conducirá a él a la Mansión Fairchest.
En cuanto entra al carruaje, las fuerzas se desvanecen. Apoya la cabeza en el respaldo para dormitar un poco, sabe que en cuanto llegue a casa, Sephirot estará ahí para ayudarlo. Para darle los paliativos que necesita. Así pues, se deja llevar por la inconsciencia. En cuanto abre los ojos, espoleado por un sonido diferente al constante traqueteo del carruaje, la puerta permite la intromisión de un rostro que es el reflejo del suyo que vocifera con molestia antes de ayudarle a caminar con un brazo sobre los hombros para llevarle dentro. El dolor del pecho vuelve a seguir su curso. Aprieta los ojos divertido por la situación - también te extrañé, Seph - se mofa antes de ser introducido a la casa donde recibirá el resto de las atenciones médicas necesarias. - Debo dar el parte de la misión a mi superior y decirle a Septimus que sus chicas estuvieron relativamente bien - necesitará que su gemelo se haga pasar por él, pocos en el Santo Oficio deberán saber su condición física. Así que, su hermano tendrá que hacer los honores llevando la información y haciendo saber a Septimus su parecer respecto a sus dos niñas. Misión cumplida, el récord sigue casi perfecto. Y el casi, es por aquélla poseedora de los ojos más azules y cabellos rubios que persigue a Torhment en sus pesadillas.
Las siguientes cinco cucharadas fueron para ella un suplicio que tragó con agua. Con eso Tohrment la castiga al tiempo que la premia. El reconocimiento de la cambiante referente a que no hay moros en las costas le tranquiliza. Una vez terminada la dosis, el hombre come las cinco que le corresponden antes de ponerse en pie, paseando la mano por su tórax sintiendo cómo va reconstituyéndose su fuerza y su magia a partes iguales. Eso le dará oportunidad para llegar a París antes de que de nuevo su cuerpo exija otra dosis. Como se lo tome a la ligera, tendrá una recaída. - Tomen sus cosas, nos vamos ya - limpia el cuenco, guarda todos los suplementos en tanto calcula el tiempo que la pócima dará resultado para él. Dos días a lo sumo, después de ello, necesitará reposo. Si bien el ritual de la pelirroja fue efectivo, eso no significa que fuera perfecto. Faltan al menos dos más para que él pueda seguir su ritmo normal de vida.
Se ocupa de cambiar sus ropas por las de viaje. El traje de batalla es guardado en una de las bolsas para salir hacia la montura, acomodar todo y asentir. Voltea a ver a las dos hermanas - Septimus sabrá del servicio que me dieron, así que apresúrense, quiero evitar un ataque, esta vez no estamos en condiciones de dar batalla - por supuesto que lo dice por él, desconoce la potencia de la magia de la pelirroja y seguro que no es tan fuerte como la suya, que proviene de los mismos ángeles. No lo va a pronunciar en voz alta porque con los antecedentes que tiene de Wanda, seguro que se quedan discutiendo por horas y lo que apremia ahora es salir de ahí de inmediato para mandar las partidas de soldados a atacar y desmantelar estos dos grupos de sobrenaturales.
Monta en el caballo estando listo para la partida - Xanandra, ve con tu hermana, procura mantener bien el equilibrio, puede que tenga una recaída en algún momento dentro de las siguientes cuarenta y ocho horas, que es lo que dura el efecto de la poción. Estaremos justo en el límite cuando lleguemos a París - ordena con tono frío y calculando las posibilidades. En cuanto están listas, parten raudos a la ciudad donde viven. No es en balde su preocupación, cuatro horas después de abandonar su refugio, varios sujetos caen para destrozarlo buscándoles. Justo a tiempo escapan. Día y medio después, la ciudad de París está ante sus ojos, Tohrment empieza a sentir el cansancio de su cuerpo, más sabe bien lo que tiene que hacer. Dirige a ambas hermanas hacia uno de los puestos de avanzada de la Inquisición donde cambian los caballos por dos carruajes. Uno, les llevará a ellas a su hogar. El otro, le conducirá a él a la Mansión Fairchest.
En cuanto entra al carruaje, las fuerzas se desvanecen. Apoya la cabeza en el respaldo para dormitar un poco, sabe que en cuanto llegue a casa, Sephirot estará ahí para ayudarlo. Para darle los paliativos que necesita. Así pues, se deja llevar por la inconsciencia. En cuanto abre los ojos, espoleado por un sonido diferente al constante traqueteo del carruaje, la puerta permite la intromisión de un rostro que es el reflejo del suyo que vocifera con molestia antes de ayudarle a caminar con un brazo sobre los hombros para llevarle dentro. El dolor del pecho vuelve a seguir su curso. Aprieta los ojos divertido por la situación - también te extrañé, Seph - se mofa antes de ser introducido a la casa donde recibirá el resto de las atenciones médicas necesarias. - Debo dar el parte de la misión a mi superior y decirle a Septimus que sus chicas estuvieron relativamente bien - necesitará que su gemelo se haga pasar por él, pocos en el Santo Oficio deberán saber su condición física. Así que, su hermano tendrá que hacer los honores llevando la información y haciendo saber a Septimus su parecer respecto a sus dos niñas. Misión cumplida, el récord sigue casi perfecto. Y el casi, es por aquélla poseedora de los ojos más azules y cabellos rubios que persigue a Torhment en sus pesadillas.
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Tohrment Fairchest- Condenado/Hechicero/Clase Alta
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