Nuestra señora sobre Paris [Libre]

por **Nereza** Mar Mayo 22, 2018 9:16 am

Sus hombros desnudos sienten las ultimas gotas de agua, como una despedida de la lluvia cuando la ve salir entre lo que antes eran las estatuas de santos adornando la iglesia. Hace un año, durante la revolución, las estatuas fueran dañadas o destruidas, la iglesia dice que va a restaurarlas, pero no tiene una fecha definida, mientras eso pase, ella tiene una vista más clara y bella de la noche que viene iniciando, aunque justo debajo del vitral, de esta manera, es fácil verla.

Mira hacia abajo, viendo los transeúntes que van y vienen de la puerta principal hacia el templo, algunos a esconder sus pecados del día ante las paredes sagradas, otros a pedir perdón por los pecados que realizaran esta noche. Da un salto para elevarse con la corriente de aire hacia uno de las torres, quedándose de pie desde un punto más alto, su vestido rojo moviéndose con el viento cuando al fin llega a mayor altura.

-Perdón señor mío, hoy pecare, pero será a tu nombre y seguir sirviéndote en todo lo que necesites y me mandes

Sus palabras suenan sinceras ante el cielo que se va despejando, ante la ciudad que va cobrando vida con los faroles de gas y los interiores de las casas. El Louvre, se puede ver desde su posición, cerrado hace unos años, los rumores hablan que tendrá una reapertura el año próximo, con mejor estructura, la última dejo mucho que desear. Hace unos años se coló en la noche, a ver las obras antes de que lo cerraran durante casi un lustro.

Ella siempre ha preferido la música, el violín en específico. Nereza solía tocar el instrumento ante su amado, antes de la tragedia que la llevo a ser lo que es y antes de perderlo. Ante el recuerdo, una lagrima roja rosa su mejilla un segundo, para desaparecer por la brisa de la altura y la hora.

En la ciudad, la vida de noche se activa, como si de sus escondites las criaturas como ella salieran de su oscuro hogar, aquellos que ella debe cazar. Vampiros, licántropos, hechiceros, cambiaformas; la iglesia no tiene piedad para ninguno de ellos, aunque ella es solo un soldado, sigue ordenes de a quién debe eliminar, no puede ir matando al azar, siempre, todo en la inquisición, tiene un poco de instrucciones.

Ante sus ojos, las almas dentro de cuerpos que desfilan en las calles, toman forma y color, sabiendo perfectamente sus origines, si son monstruos o no. Con una media sonrisa, da un salto ligero hacia el suelo, directamente a un costado de la torre, oculta entre las sombras para no ser vista en su caída. Cuando sale de la penumbra, se acomoda su rojo vestido, para darle la espalda a las calles y regresar dentro de la catedral

por **Braiden Clarkson** Vie Jun 08, 2018 10:32 am

Las ultimas misiones que le habían impuesto en la sede inquisitorial de París, le había habían hecho recorrer gran parte del territorio francés. Braiden, un inquisidor de origen ingles, había disfrutado de recorrer los pequeños poblados, la campiña francesa y los extensos bosques del medio día francés. Mas luego de seis meses de arduo trabajo, deseaba pasar una temporada en la ciudad, recorrer sus calles, probar las delicias de sus restaurantes y porque no, el néctar de los labios de una mujer.

Tras recibir en su última redada, in disparo en el costado derecho de su pecho, el cual por suerte, solo había sido un rasguño, decidió, pasar mas desapercibido, uniéndose a una de las tantas diligencias que recorrían los caminos del reino rumbo al centro del poder. Así, pasó las siete horas de viaje, zangoloteando su cuerpo de un lado a otro del asiento, cada vez que el chófer tomaba algún pozo en el camino. Su carácter, le pedía a gritos moler a golpes al maldito conductor, pero su perfecta actuación le hizo comportarse como un hombre educado, adolorido por una enfermedad que le impedía viajar a caballo.

Cuando por fin llegaron a una de las plazas secundarias de la ciudad, donde solía detenerse la diligencia para que sus pasajeros pudieran bajar, y otros subieran con la intención de proseguir viaje hasta el puerto del Habre, Braiden decidió terminar su largo y molesto viaje. Solo le restaba llegar a la sede inquisitorial, que se encontraba en una de las alas anexas, allí debería pasarse toda la noche realizando el informe de su última redada, intentando explicar, como su compañera de inquisición le había disparado. Resopló pensando en aquella endemoniada inquisidora de cabellos blancos como la nieve, - es un gran problema, mantener en las filas de la organización a un ser tan desquiciado como ese - caviló, mientras levantaba la mano para hacer que se detuviera un coche de alquiler que lo conduciría a la catedral de París.

Al llegar, se apresuró a subir las escalinatas, pronto la nave se llenaría de feligreses que escucharían la última misa del día. Sus pasos resonaron en el mármol de la gran nave que aún se encontraba vacía, o mejor dicho casi vacía, pues a una corta distancia se encontraba una bella mujer de piel blanca como el alabastro, vistiendo un delicado traje de color granate. Pasó a su lado, saludó con un gesto, pensando en que la vestimenta de la joven, no parecía adecuada para ese lugar. Pero sonrió al recordar que él iba vestido como un militar, con polvo por todo el cuerpo y pareciendo mas un pobre reo que un inquisidor que llegaba a la sede inquisitorial.

por **Nereza** Vie Jun 08, 2018 3:15 pm

Sus zapatos negros, cubiertos por el largo vestido, hacen un ruido de eco en la cúpula casi vacía. Ella mira la estructura de todos los santos, las cruces, el oro, la piedra, la plata. Sonríe para sus adentros pensando en toda la riqueza que la catedral debe mostrar, de una ciudad tan importante como Paris, hundida en los pecados de las noches, la iglesia no tiene otra opción más que ser hermosa para darle la bienvenida a lo horrendo, como ella.

La poca gente casi la ignora la pasar entre las bancas que forman las filas mirando hacia el altar, algunos cuchichean al verla, asustados sobre su blanca piel, seguros que simplemente le falta salir más al sol. Nereza no suele hacerles caso, pero se mantiene al tanto de alguna sorpresa, uno nunca sabe cuándo aparece algún cazador o inquisidor que desconozca su rango y solo vea su condición, ya ha pasado antes.

Lentamente, decida tomar haciendo en una de las filas de bancas completamente vacías, y mirar hacia el altar con detenimiento, sin preguntarse muchas cosas de su existencia, solo vaciando su mente un momento. Su concentración se mantiene tan delicada como para escuchar el siguiente individuo entrando al lugar, un curioso hombre con marcas en la piel, fáciles de distinguir, difíciles de diferenciar entre un tatuaje o algo más. Aunque, ¿Quién sería tan loco para marcarse la piel entera? No puede evitar pensar en hipocresía al recordar la cruz que está cubierta por su vestido, que se encuentra entre la piel que se quema constantemente y la tela, esa piel maldita, que el metal marca constantemente, mas allá de la reparación instantánea.

Sin darse cuenta, las miradas de ella y del hombre se cruza, un sujeto de ropas algo descuidadas, como si viniera de alguna guerra que la hace pensar en la revolución que paso hace un tiempo ya. No perdió el tiempo en revisar su aura, nunca está de más, así que solo encontró un simple humano, nada más. Aunque, debería de ver, el instante justo de la mira es conveniente, de haberse quedado ahí unos segundos más, habría encontrado explicación diferente al contacto del hombre con la magia desde que su vida inicio.

Ella lo deja pasar, siguiéndolo con la vista, asegurándose de mantener su rastro incluso cuando cruce paredes, puertas o el mismo corazón de la tierra, hay algo que le llama al sujeto, como si tuviera un secreto más profundo que su naturaleza.

por **Braiden Clarkson** Dom Jul 08, 2018 4:16 pm

Transpuso las puertas que daban a los pasillos inquisitoriales, y antes de proseguir por éstos, giró su cabeza, hasta volver a contemplar a esa dama que se encontraba sentada muy cerca del altar - ¿Porque su mirada se encuentra cargada de tristeza, angustia? - se preguntó. Por un instante quiso recorrer el camino inverso y tras pararse delante de la joven, preguntarle si se encontraba bien. Se había detenido, indeciso en que debía hacer, siguió cavilando en aquella decisión, hasta que tras chasquear con su lengua, inspirar profundamente y frotarse los parpados con la yema de sus dedos, volvió a girar sus cuerpo, para proseguir su camino por los pasillos que conducían a los salones en donde solían descansar inquisidores, soldados, bibliotecarios, tecnólogos y demás facciones de la organización.

A penas llegar y dejar sus pertenencias a un costado de la entrada, le fueron a recibir algunos de sus amigos, la mayoría de éstos eran inquisidores condenados, ya que por su aspecto, los inquisidores humanos, solían desconfiar de él. Eso era un prejuicio, pero en una sociedad como la europea, ¿que humano, y aun sobrenatural, no lo era? Tras los saludos de bienvenida y el brindis por la buena labor realizada, Braiden, se sentó en uno de los butacones, junto al fuego del hogar, que aún se mantenía encendido, ya que al ser una construcción de piedra, el edificio solía ser mucho mas frío, habiendo una gran diferencia entre el clima imperante fuera de la catedral y las instalaciones de la inquisición. Ya tranquilo, y contemplando su copa de vino, de un color rojizo, no pudo dejar de evocar a la joven que no hacía mucho tiempo había contemplado en la nave de la catedral. Sus cavilaciones fueron interrumpidas cuando uno de los inquisidores que se encontraba cerca de él, preguntó por una inquisidora, - ¿la han visto? es que el Arzobispo la está llamando y aún no dan con ella - había aclarado el inquisidor que o era otro que el secretario del jefe de la sede inquisitorial. - ¿A que inquisidora te refieres? - preguntó, - una condenada llamada Neresa - le respondieron.

por **Nereza** Miér Jul 18, 2018 3:54 pm

Suspira al verlo seguir su aura hasta las habitaciones y caminos de la inquisición oculta en la catedral. No le causa sorpresa ver el brillo que se mueve junto con el de otras almas entre las paredes, el techo o debajo del suelo. Prácticamente la catedral es un gigantesco nido de inquisidores que se preparan casi todas las noches. Ella se encontraba en el lugar para lo mismo de siempre, asignación de misiones y desde hace tiempo, desde que llego a Paris, sus misiones han sido directas y sencillas: llegar al objetivo y matarle. Eso es lo que hacen los soldados, al fin y al cabo, apuntar y asesinar.

Seguramente dentro alguna de esas formas de color están moviéndose de un lado a otro para buscarla, como siempre ignorando los protocolos más simples, como saludar el altar o mantener un minuto de rezo para prepararse antes de su trabajo.

Nereza vuelve a darle una última mirada al vitral de la entrada principal, admirándolo una última vez antes de seguir el camino de su compañero inquisidor. Sigue pensando en las marcas que le humano lleva por todo el cuerpo y algo que se mantuvo en duda contantemente mientras lo miraba. Su aura es diferente a la de un humano, o cualquier criatura de la noche esta, de alguna manera, manchada por oscuridad ¿Es posible algo así?
Camina entre los otros inquisidores con total calma, sabiendo de la tensión que pudiera generar, incluso se cruza la vista con su compañero marcado, mirándolo como si no estuviera consiente de que se encontraron antes.

Las misiones de Nereza suelen llegar directo de Vaticano, no es común que alguien más le asigne una en especifico, en especial por que ya ha tenido problemas con interlocutores. Incluso se ha tenido que enfrentar a miembros de la inquisición por trabajos específicos, incluyendo un sacerdote que gustaba de meterse bajo las faldas de las monjas, aún recuerda como lo dejo moribundo a pudrirse en medio de la banqueta.

-No es común que una soldado como yo sea asignada a que le dicta la misión en persona – dice al sujeto que la busca, mirándolo con el ceño fruncido – No soy una inquisidora local, así que supongo que esta misión, por extraño que parezca, será diferente.

Su francés tiene el sutil acento de la España del sur, Andalucía. Se queda mirando en respuesta y esperando que el arzobispo sea avisado, si es que es él el que le asignara la misión.

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