Nuestra Señora de París [Priv]

por **Sandra F. Gorbachivelli** Mar Mayo 20, 2014 3:09 pm

No hacía mucho frio como ayer, pero no tanto calor como el mañana. El invierno que viví había sido más frío que de costumbre, y la primavera, era igual que el invierno aunque por las mañanas el calor del sol rozaba mi piel tostada y me otorgaba vitaminas a mi cuerpo débil que a este paso, mis ganas de vivir se quedarían al borde del suicidio. No quería defraudar a mis padres muertos seguramente, no quería que aquel que me echó de todos mis bienes gaste hasta el último franco que mi padre ahorro para mi futuro y que yo no supe defender. Tendría que volver a elevarme en lo alto de la sociedad, ser una de esas personas con vestidos elegantes que parecían flotar en nubes de tanta grandeza que portaban todo el rato. Era hermoso pasear por las calles y ver todas aquellas personas con esos trajes.

Me gustaría volver a vestir uno, pero mirando la ropa que sujetaba entre mis manos con mi espalda apoyada sobre la piedra de la catedral, aquel deseo lo veía lejos de mi alcance. Todo estaba lejos de mi alcance. Todo era imposible en estos momentos. Si soñaba que tenía en mis manos las riquezas de mi padre, al instante de despertarme me veía sin nada y en una habitación con escasas cosas alrededor. Tenía una modesta casa escondida en las profundidades del bosque, con las copas de los arboles cubriendo el tejado de teja y en mis ventanas siempre había vistas hacia el lago en donde me iba a recoger agua para dos o tres días.

-¡Eh tú! –Me giré sorprendida al ver uno de los guardias que rondaba por la catedral acercándose a mi como si fuera uno de los criminales a quienes capturaban, zarandeándome como si estuviera buscando una confesión que no tenía para él, pero aun así, me zarandeaba sacándome de aquel rincón en el que estaba aún contemplando la ropa que me habían otorgado los monaguillos para que me cubriera del frio - ¿De dónde las has robado? –Me tiro contra el suelo empedrado y húmedo que componía el patio trasero de la catedral, seguramente me estaría acusando de algo que no he hecho y sobre las ropas, me las habían ofrecido.

-No he…robado nada…-Dije con sinceridad en el suelo observando al oficial vestido con ropas oscuras, casi como uno de los caballeros de mi padre. Seguía en el suelo y aquel hombre solamente me golpeo en la cara con su porra para después señalar al montón de ropa. Escupí sangre pero no note ningún diente roto. No. Nada había sido destrozado pero cuando las yemas de los dedos rozaron mi piel la quite de inmediato notando el escozor de la sangre en la mejilla. Me había herido, pero ¿eso que más daba? A nadie le importaba en absoluto y simplemente tenía pocas probabilidades de sobrevivir si me llevaba a la cárcel esa noche aun habiendo dicho la verdad- Créame…digo la verdad –Suplique al oficial desde el suelo sin moverme ni arrodillarme en absoluto. No pretendía hacer nada más, pero aquel oficial levantaba de nuevo su porra y yo esta vez, me cubrí para prevenir que mi rostro sufriera mucho más - ¡No! ¡Por favor! –Aquel oficial comenzó a golpearme por todo el cuerpo hasta que ya no podía más y termine por tumbarme en el suelo, herida, sangrando y temblando del frio por lo débil que me encontraba.

Pude observar como aquel oficial recogía la ropa que me dieron. Vi como las metía en una bolsa, en un especie de saco de tela andrajosa y por consiguiente vi cómo se las devolvía a uno de los curas que deambulaban por allá, pero yo seguía aquí, malherida y sin nadie que levantara la vista o se preocupara del bulto que obstruye la superficie plana del suelo empedrado de París.