AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Cuídate de los lobos - Privado
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Cuídate de los lobos - Privado
Salió de su mansión, enfadada por su mala suerte, haber herido a un compañero no le traería buenos augurios, y menos si ahora, pensaban que por la maldición que corría por sus venas, podía infectar a otros humanos, - Maldita sea, ¿en que momento todo se fue al demonio? ¿porqué mi plan tan prolijamente concebido, terminó en éste caos? Ademas, si mi arma terminó hiriendo al estúpido inquisidor, fue solo por culpa de su distracción – se quejó en voz baja, al recorrer los angostos pasadizos que conectaban los fondos de su residencia con lo callejones de la ciudad y de allí, a las amplias e iluminadas calles de París. Recordar lo ocurrido noches atrás cuando había acompañado a un inquisidor a dar caza a unos brujos en mitad del bosque, le hizo mascullar en voz baja, como si fuera el gruñido de un perro endiablado, - el muy tonto se quedó entre medio de mis disparos y los hijos del maligno, era obvio que la culpa no es mía, sino de su estupidez suprema -.
No fueron muchos minutos los que le llevó salir de los callejones y en todo momento se esforzó en pasar desapercibida, lo que menos deseaba era que alguno de los espías que las autoridades eclesiásticas le habían endosado terminaran siguiéndola por todo París. No deseaba tener a ningún inquisidor preguntando sobre la misión a la que se dirigía, una que no tenía nada que ver con la inquisición, pero que de algún modo, ésta saldría beneficiada, si sus planes funcionaban. Por eso se movió sigilosamente, aunque bien sabía que la rehuían, ya en su tiempo de monja había dejado claro que no gustaba de la compañía de Inquisidores, ni hermanas religiosas, ya que solían hacer todo un escándalo cada vez que la veían llegar hecha un cristo, con los habitos o sus ropas de inquisidor cubiertas de sangre, aunque pocas veces fuer ésta sangre derramada por sus venas.
Fue por esa razón que se había escurrido por los callejones, evadiendo las calles principales y bien iluminadas en aquella noche, hasta que se encontró lo suficientemente lejos de su residencia. El objetivo de aquella salida era informarse sobre el paradero de su hermana, una hechicera que la inquisición no parecía tener muy en cuenta, y a la que la inquisidora odiaba con todas sus fuerzas. En poco tiempo, tras buscar mas información sobre la bruja y su paradero, había descubierto que Emilia tenía un tipo de relación con un vampiro, un tipo, que parecía había pertenecido en algún momento a la inquisición, pero que hoy podía ser considerado un desertor, un traidor, lo que le hacía tener una excusa justa para ir contra su hermana y aniquilar a ambos sobrenaturales.
Pero a pesar de sus enormes ansias por destruir a su única familia, debía ter calma, por lo que se fue diciendo mentalmente que dejaría que la noche dictara cual sería su próximo movimiento. Por eso, decidió caminar por las calles de parís, vestida como una simple dama de clase alta, y permitir que el destino la sorprendiera, tal vez diera con ese vampiro que custodiaba a su hermana, enfrentándolo y si podía aniquilando aquella demoníaca existencia.
Su blanquísimo rostro y sus cabellos rubios, hasta parecer blancos como la nieve, se paseaba por la calle mas céntrica de la ciudad, se detuvo en una esquina y simuló estar esperando un carruaje de alquiler. Se había vestido como una dama de sociedad, pues aunque era una inquisidora, ex monja y que prefería vivir en un lugar apartado de toda la sociedad mundana, no dejaba de ser una rica mujer de clase alta, con buenas dotes actorales a la que le gustaba crear trampas apara sus presas. por eso allí se quedó observando las ventanas de la pequeña pero coqueta residencia de su odiada hermana Emilia, pero la misma se encontraba en completa obscuridad, -¿donde te has metido bruja del demonio? - maldijo por lo bajo, frustrada por que el trabajo de la noche había sido un fracaso, y tendría que volver a la siguiente noche, esperando encontrarla. ¿Que haría ahora? deseaba poder desahogar sus frustraciones, con el primer infeliz que se topara con ella. Fue desearlo y sentir que un cuerpo chocaba con ella, -oye, fíjate por donde caminas - dijo, girando su cuerpo y enfrentando al desconocido.
No fueron muchos minutos los que le llevó salir de los callejones y en todo momento se esforzó en pasar desapercibida, lo que menos deseaba era que alguno de los espías que las autoridades eclesiásticas le habían endosado terminaran siguiéndola por todo París. No deseaba tener a ningún inquisidor preguntando sobre la misión a la que se dirigía, una que no tenía nada que ver con la inquisición, pero que de algún modo, ésta saldría beneficiada, si sus planes funcionaban. Por eso se movió sigilosamente, aunque bien sabía que la rehuían, ya en su tiempo de monja había dejado claro que no gustaba de la compañía de Inquisidores, ni hermanas religiosas, ya que solían hacer todo un escándalo cada vez que la veían llegar hecha un cristo, con los habitos o sus ropas de inquisidor cubiertas de sangre, aunque pocas veces fuer ésta sangre derramada por sus venas.
Fue por esa razón que se había escurrido por los callejones, evadiendo las calles principales y bien iluminadas en aquella noche, hasta que se encontró lo suficientemente lejos de su residencia. El objetivo de aquella salida era informarse sobre el paradero de su hermana, una hechicera que la inquisición no parecía tener muy en cuenta, y a la que la inquisidora odiaba con todas sus fuerzas. En poco tiempo, tras buscar mas información sobre la bruja y su paradero, había descubierto que Emilia tenía un tipo de relación con un vampiro, un tipo, que parecía había pertenecido en algún momento a la inquisición, pero que hoy podía ser considerado un desertor, un traidor, lo que le hacía tener una excusa justa para ir contra su hermana y aniquilar a ambos sobrenaturales.
Pero a pesar de sus enormes ansias por destruir a su única familia, debía ter calma, por lo que se fue diciendo mentalmente que dejaría que la noche dictara cual sería su próximo movimiento. Por eso, decidió caminar por las calles de parís, vestida como una simple dama de clase alta, y permitir que el destino la sorprendiera, tal vez diera con ese vampiro que custodiaba a su hermana, enfrentándolo y si podía aniquilando aquella demoníaca existencia.
Su blanquísimo rostro y sus cabellos rubios, hasta parecer blancos como la nieve, se paseaba por la calle mas céntrica de la ciudad, se detuvo en una esquina y simuló estar esperando un carruaje de alquiler. Se había vestido como una dama de sociedad, pues aunque era una inquisidora, ex monja y que prefería vivir en un lugar apartado de toda la sociedad mundana, no dejaba de ser una rica mujer de clase alta, con buenas dotes actorales a la que le gustaba crear trampas apara sus presas. por eso allí se quedó observando las ventanas de la pequeña pero coqueta residencia de su odiada hermana Emilia, pero la misma se encontraba en completa obscuridad, -¿donde te has metido bruja del demonio? - maldijo por lo bajo, frustrada por que el trabajo de la noche había sido un fracaso, y tendría que volver a la siguiente noche, esperando encontrarla. ¿Que haría ahora? deseaba poder desahogar sus frustraciones, con el primer infeliz que se topara con ella. Fue desearlo y sentir que un cuerpo chocaba con ella, -oye, fíjate por donde caminas - dijo, girando su cuerpo y enfrentando al desconocido.
Última edición por Emelia el Vie Jul 06, 2018 5:47 pm, editado 1 vez
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
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Re: Cuídate de los lobos - Privado
Nunca ha sido delicada, podría llamarse algo tosca, en cuanto enfrenta a alguien que no le cae bien, suele ser directa y odiosa, un defecto que no cae muy bien en todos, y menos en una organización donde se dedican a “hacer el bien”
Su primera misión en Paris, acabar con un sacerdote metido en los caminos incorrectos había salido bien, lo localizó entre las calles parisinas y lo arrojo, moribundo entre la gente, sin darse cuenta que aún mantenía algo de movimiento y vino a chocar contra una…licántropo.
Viendo la escena, suspira entre la oscuridad. Desde el punto donde se encuentra, puede ver el rostro y el aura de la mujer frente a él, una criatura parecida a ella, de una raza en particular donde la enemistad, por alguna estúpida razón, ha sido milenaria, nunca lo ha entendido del todo.
¿Cómo llego a esto? Fue demasiado cuidadosa, se inmiscuyo entre las monjas de la pequeña iglesia del sacerdote italiano, habiendo huido de su natal país. Claro que a la iglesia no le importa mucho que sea un desgraciado con las monjas, que embarazara a una que otra para tener una “herencia segura”. Al papa le importa un bledo eso de padres que se meten en las faldas de mujeres atractivas, supone que cree que es inevitable en un hombre, de nuevo, Nereza no entiende eso.
El cuerpo moribundo del hombre choco contra la muchacha, manchando su vestido de algunas gotas de sangre y cuando ella se voltea a verle, el hombre cae, muerto por fin, al suelo de la calle, en un ruido sordo. La licana no se mira tonta, seguramente localizara su aura en cualquier momento, o su aroma, sabe que los lobos prefieren andar por el mundo olfateando a los otros.
Sigue recordando como el sacerdote la invito a sus aposentos y a que le mostrara su figura debajo del habito. No le molesta mostrarse desnuda frente a los hombres, de hecho, piensa que su cuerpo es un arma perfecta contra la lujuria del sexo masculino. Su ropas cayeron mostrándole el cuerpo desnudo al hombre, pero todo salió mal cuando olvido el detalle de su cruz en el pecho, aquella que le ha quemado la piel por años, aunque se la retiro para esa noche, la marca negra seguía ahí. Todo se fue al carajo cuando el idiota saco una estaca y un frasco de agua bendita, todo se fue al carajo todavía más, cuando la estaca resulto estar bendita y no se la pudo quitar de la mano.
El sacerdote no era un hombre normal, aunque era humano, tenía conocimiento de cómo enfrentarse a un vampiro y en específico, a ella. Suspiro cuando se dio cuenta de ello, el sujeto tenia conocimientos del a inquisición, por lo que, seguramente, había robado algo de información de Roma.
Toda esa historia la llevo a este momento, frente a esta residencia, donde quería dejar un mensaje claro. El lugar apesta a hechicería y más allá, apesta a un vampiro en específico, un desertor que bien pudiera haber dejado información aquí y allá. Nereza no es una espía, no se toma el tiempo de planear las cosas, ella solo mata a quien le apuntan deba matar, tal vez por eso le pasó este error.
-¿Supongo que aquí es donde peleamos o algo así?- dice saliendo de las sombras, mostrando su vestido carmesí y una mascada azul sobre el-Licana…
Su primera misión en Paris, acabar con un sacerdote metido en los caminos incorrectos había salido bien, lo localizó entre las calles parisinas y lo arrojo, moribundo entre la gente, sin darse cuenta que aún mantenía algo de movimiento y vino a chocar contra una…licántropo.
Viendo la escena, suspira entre la oscuridad. Desde el punto donde se encuentra, puede ver el rostro y el aura de la mujer frente a él, una criatura parecida a ella, de una raza en particular donde la enemistad, por alguna estúpida razón, ha sido milenaria, nunca lo ha entendido del todo.
¿Cómo llego a esto? Fue demasiado cuidadosa, se inmiscuyo entre las monjas de la pequeña iglesia del sacerdote italiano, habiendo huido de su natal país. Claro que a la iglesia no le importa mucho que sea un desgraciado con las monjas, que embarazara a una que otra para tener una “herencia segura”. Al papa le importa un bledo eso de padres que se meten en las faldas de mujeres atractivas, supone que cree que es inevitable en un hombre, de nuevo, Nereza no entiende eso.
El cuerpo moribundo del hombre choco contra la muchacha, manchando su vestido de algunas gotas de sangre y cuando ella se voltea a verle, el hombre cae, muerto por fin, al suelo de la calle, en un ruido sordo. La licana no se mira tonta, seguramente localizara su aura en cualquier momento, o su aroma, sabe que los lobos prefieren andar por el mundo olfateando a los otros.
Sigue recordando como el sacerdote la invito a sus aposentos y a que le mostrara su figura debajo del habito. No le molesta mostrarse desnuda frente a los hombres, de hecho, piensa que su cuerpo es un arma perfecta contra la lujuria del sexo masculino. Su ropas cayeron mostrándole el cuerpo desnudo al hombre, pero todo salió mal cuando olvido el detalle de su cruz en el pecho, aquella que le ha quemado la piel por años, aunque se la retiro para esa noche, la marca negra seguía ahí. Todo se fue al carajo cuando el idiota saco una estaca y un frasco de agua bendita, todo se fue al carajo todavía más, cuando la estaca resulto estar bendita y no se la pudo quitar de la mano.
El sacerdote no era un hombre normal, aunque era humano, tenía conocimiento de cómo enfrentarse a un vampiro y en específico, a ella. Suspiro cuando se dio cuenta de ello, el sujeto tenia conocimientos del a inquisición, por lo que, seguramente, había robado algo de información de Roma.
Toda esa historia la llevo a este momento, frente a esta residencia, donde quería dejar un mensaje claro. El lugar apesta a hechicería y más allá, apesta a un vampiro en específico, un desertor que bien pudiera haber dejado información aquí y allá. Nereza no es una espía, no se toma el tiempo de planear las cosas, ella solo mata a quien le apuntan deba matar, tal vez por eso le pasó este error.
-¿Supongo que aquí es donde peleamos o algo así?- dice saliendo de las sombras, mostrando su vestido carmesí y una mascada azul sobre el-Licana…
Nereza- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Cuídate de los lobos - Privado
Mientra fue humana Emelia, detestaba con cuerpo y alma, a los hechiceros. Mas al convertirse en una loba, si existía un sobrenatural que detestara a mas allá de los insoportables brujos, esos eran los Vampiros. Enemigos desde siempre de los Licantropos, no solo por su sanguinaria manera de matar, sino por la frialdad que en ellos existía, ya que aunque el lobo podía tildarse de bestial a la hora de acabar con sus enemigos, el vampiro suponía un enemigo mucho mas calculador y despreciable, por supuesto a los ojos de Emelia, quien siempre justificaba sus acciones, sus asesinatos y su moral.
Por su audición tan especial, la que se había agudizado al punto de poder oir hasta el sonido mas imperceptible, la loba se quedó atenta al escuchar que a unas calles, un incidente en verdad desastroso estaba pasando. Escuchó dos voces, una, la de un hombre, que pronto pudo identificar, como el despreciable religioso que solía entrar en el convento a altas horas de la noche y forzar a realizar actos pecaminosos a mas de una novicia. Emelia, mordió su labio inferior, mientras resoplaba, clavando sus uñas en su propias manos. Cuantas noches había querido eliminar a ese gusano, pero era un religioso que emparentaba con el arzobispo de París, en pocas palabras, un degenerado de cuidado. La siguiente voz, apenas un susurro, fue la de una mujer, y la pudo reconocer en un segundo, se trataba de una inquisidora, - Una condenada - dijo, sin percatarse que ahora ella, también pertenecía al mismo grupo. Mascullo varios improperios, al poder discernir que tras una breve lucha, el gusano había caído.
No tuvo que esperar mucho tiempo para encontrarse con la causante de tal embrollo, quien como si ella se tratase de una delincuente, y no de una aliada, se le presentó, con la intención de buscar pelea. Vestida con un traje rojo y una mascara azul que le cubría el rostro - ¿Pero en verdad pretendes pasar inadvertida llevando algo así? ¿Matando un gusano adelante de todos ? -, se burló de su ropa, y criticó sus acciones, -¿Porque pretendes pelar? ¿acaso alguien te ha mandado contra mi? - le espetó, sin dejar de mirar a los ojos que podía distinguir tras la mascara - vamos, habla maldito fantoche -.
Por su audición tan especial, la que se había agudizado al punto de poder oir hasta el sonido mas imperceptible, la loba se quedó atenta al escuchar que a unas calles, un incidente en verdad desastroso estaba pasando. Escuchó dos voces, una, la de un hombre, que pronto pudo identificar, como el despreciable religioso que solía entrar en el convento a altas horas de la noche y forzar a realizar actos pecaminosos a mas de una novicia. Emelia, mordió su labio inferior, mientras resoplaba, clavando sus uñas en su propias manos. Cuantas noches había querido eliminar a ese gusano, pero era un religioso que emparentaba con el arzobispo de París, en pocas palabras, un degenerado de cuidado. La siguiente voz, apenas un susurro, fue la de una mujer, y la pudo reconocer en un segundo, se trataba de una inquisidora, - Una condenada - dijo, sin percatarse que ahora ella, también pertenecía al mismo grupo. Mascullo varios improperios, al poder discernir que tras una breve lucha, el gusano había caído.
No tuvo que esperar mucho tiempo para encontrarse con la causante de tal embrollo, quien como si ella se tratase de una delincuente, y no de una aliada, se le presentó, con la intención de buscar pelea. Vestida con un traje rojo y una mascara azul que le cubría el rostro - ¿Pero en verdad pretendes pasar inadvertida llevando algo así? ¿Matando un gusano adelante de todos ? -, se burló de su ropa, y criticó sus acciones, -¿Porque pretendes pelar? ¿acaso alguien te ha mandado contra mi? - le espetó, sin dejar de mirar a los ojos que podía distinguir tras la mascara - vamos, habla maldito fantoche -.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
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Re: Cuídate de los lobos - Privado
Nereza sonríe de miedo lado bajo la mascada para retirársela suavemente, dejándola descansar sobre sus hombros. La mujer frente a ella es soberbia, claro, lo expresa en su forma de hablar y, sin duda, si la vampiresa no estuviera algo loca, se estaría disculpando en ese momento.
-Vamos, tenemos un rivalidad ridícula y milenario ¿No es así? Vampiros y lobos, destinados a matarse mutuamente por alguna ridicula leyenda – dice acercándose a ella y pudiendo ver bien su rostro.
Nereza es un simple soldado, no tiene idea de cada rostro, información ni siquiera sabe si pude reconocer a condenados con solo mirarlos, pero algo es verdad, la mujer frente a ella no peleara sin motivo alguno.
Alrededor, la poca gente que se mantenía pasando las miras de reojo, con algo de miedo. El cadáver del hombre yace en un espacio de sombras, sin ser descubierto aun por alguien que no haya visto la desagradable escena de su deceso. Por suerte para la condenad, parece ser que solo la licana fue testigo directo del caso, no tendría que preocuparse por guardar más secretos.
-Tengo una misión aquí y el sujeto muerto es un mensaje para esta mansión –dice manteniendo la mirada con su interlocutora- si no tienes deseos de cumplir con la enemistad dificultad de nuestra raza, mejor dejemos este lugar y que alguien encuentre el cadáver cuando las sombras desaparezcan.
Por alguna razón, parte de su ser quisiera confesarle que él era un maldito viola monjas, un ser repugnante y pervertido que amaba esconderse debajo de las faldas femeninas. Busco en su pecho la cruz que llevaba, haciendo solamente el movimiento hacia el mismo y sosteniendo la nada, recodando que la dejo en el departamento de la ciudad, para asegurarse de que su cuerpo desnudo fuera mas creíble.
-Los transeúntes nos miran, sin duda se hará un alboroto dentro de poco al descubrir al sujeto en el suelo – mantiene una voz calma y fría al acercarse a ella y luego hasta el cadáver, pateándolo sigilosamente a la oscuridad de la deja a su costado, asegurándose de que este un tanto mas fuera de la vista – Bien, al menos así podremos hablar.
Si Nereza necesitara de oxígeno para vivir, en este momento llenaría sus pulmones de aire y suspiraría fuertemente ante lo que debe de decir frente a la mujer, arriesgando su encubrimiento y con eso, posiblemente, entrando en un conflicto con ella.
-El hombre en la mansión es uno de mis objetivos, no es necesario que sepas porque, digamos que es un vampiro que se metió con…el clan equivocado. Bien en base a lo que te digo ¿Defenderás al vampiros, me ayudas a eliminarlos o tienes otra agenda pensada?
-Vamos, tenemos un rivalidad ridícula y milenario ¿No es así? Vampiros y lobos, destinados a matarse mutuamente por alguna ridicula leyenda – dice acercándose a ella y pudiendo ver bien su rostro.
Nereza es un simple soldado, no tiene idea de cada rostro, información ni siquiera sabe si pude reconocer a condenados con solo mirarlos, pero algo es verdad, la mujer frente a ella no peleara sin motivo alguno.
Alrededor, la poca gente que se mantenía pasando las miras de reojo, con algo de miedo. El cadáver del hombre yace en un espacio de sombras, sin ser descubierto aun por alguien que no haya visto la desagradable escena de su deceso. Por suerte para la condenad, parece ser que solo la licana fue testigo directo del caso, no tendría que preocuparse por guardar más secretos.
-Tengo una misión aquí y el sujeto muerto es un mensaje para esta mansión –dice manteniendo la mirada con su interlocutora- si no tienes deseos de cumplir con la enemistad dificultad de nuestra raza, mejor dejemos este lugar y que alguien encuentre el cadáver cuando las sombras desaparezcan.
Por alguna razón, parte de su ser quisiera confesarle que él era un maldito viola monjas, un ser repugnante y pervertido que amaba esconderse debajo de las faldas femeninas. Busco en su pecho la cruz que llevaba, haciendo solamente el movimiento hacia el mismo y sosteniendo la nada, recodando que la dejo en el departamento de la ciudad, para asegurarse de que su cuerpo desnudo fuera mas creíble.
-Los transeúntes nos miran, sin duda se hará un alboroto dentro de poco al descubrir al sujeto en el suelo – mantiene una voz calma y fría al acercarse a ella y luego hasta el cadáver, pateándolo sigilosamente a la oscuridad de la deja a su costado, asegurándose de que este un tanto mas fuera de la vista – Bien, al menos así podremos hablar.
Si Nereza necesitara de oxígeno para vivir, en este momento llenaría sus pulmones de aire y suspiraría fuertemente ante lo que debe de decir frente a la mujer, arriesgando su encubrimiento y con eso, posiblemente, entrando en un conflicto con ella.
-El hombre en la mansión es uno de mis objetivos, no es necesario que sepas porque, digamos que es un vampiro que se metió con…el clan equivocado. Bien en base a lo que te digo ¿Defenderás al vampiros, me ayudas a eliminarlos o tienes otra agenda pensada?
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Re: Cuídate de los lobos - Privado
Emelia, escucha atentamente lo que la inmortal le explica, y vigila, cautelosa, cada uno de sus movimientos. En el poco tiempo que ha sido lobo, se esforzó para dominar su cuerpo, su mente y las nuevas habilidades. Si antes odiaba a los hechiceros, tras convertirse en licantropo, sus metan han variado. aunque el odio a su hermana no. Enarca una ceja, cuando observa a la inquisidora mover el cuerpo con movimientos de su pie, mostrando para quien fuese detallista, que su fuerza es sobrehumana. Sonríe de costado y en es mueca mas que diversión, lo que demuestra es sarcasmo, - si mueves de esa manera, el cadáver, te aseguro que llamas más la atención, que si tuvieras montado aquí mismo un vodevil - dijo con una voz un tanto relajada. Aunque no se llevara muy bien con los vampiros, podría afirmar que eran unos de los pocos sobrenaturales que les parecía buenos oponentes.
Su mirada, sopesó la situación, los transeúntes que pasaban, aunque escasos, podían ver como demasiado curioso, la actitud de dos mujeres, vestidas de manera tan distintas y en un lugar entre penumbras. - Creo que tienes razón, no conviene que nos quedemos mas tiempo aquí, y con respecto a tu misión, no suelo inmiscuirme en misiones ajenas, pero una buena pelea, un buen enfrentamiento, suele ser bastante reconfortante - aseveró, - tal vez, podríamos hacer un trato, yo te ayudo y tú encuentras a mi hermana, a quien amo con todo mi corazón - mintió, pues no confiaba del todo en la vampiro, ¿como podría hacerlo, si recién se conocían y tal vez no aceptara ayudarla a aniquilar a Emilia? Elevó la mirada, buscando un carruaje, - Si, prefieres, vayamos a un lugar mas tranquilo, y pensemos en una buen estrategia para ir encontrar de ese vampiro, solo necesito saber cual es el objetivo, y como te lo he dicho antes, será divertido terminar con la existencia de un chupasangre - sonrió con malicia, puesto que su compañera de armas, era uno de ellos.
Su mirada, sopesó la situación, los transeúntes que pasaban, aunque escasos, podían ver como demasiado curioso, la actitud de dos mujeres, vestidas de manera tan distintas y en un lugar entre penumbras. - Creo que tienes razón, no conviene que nos quedemos mas tiempo aquí, y con respecto a tu misión, no suelo inmiscuirme en misiones ajenas, pero una buena pelea, un buen enfrentamiento, suele ser bastante reconfortante - aseveró, - tal vez, podríamos hacer un trato, yo te ayudo y tú encuentras a mi hermana, a quien amo con todo mi corazón - mintió, pues no confiaba del todo en la vampiro, ¿como podría hacerlo, si recién se conocían y tal vez no aceptara ayudarla a aniquilar a Emilia? Elevó la mirada, buscando un carruaje, - Si, prefieres, vayamos a un lugar mas tranquilo, y pensemos en una buen estrategia para ir encontrar de ese vampiro, solo necesito saber cual es el objetivo, y como te lo he dicho antes, será divertido terminar con la existencia de un chupasangre - sonrió con malicia, puesto que su compañera de armas, era uno de ellos.
Isabelle Campionibusa- Inquisidor Clase Alta
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