AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Luna bonita | Privado
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Luna bonita | Privado
Vamos a enterrar nuestros yo equívocos,
quiero equivocarme de nuevas maneras a tu lado.
Julio Cortázar
quiero equivocarme de nuevas maneras a tu lado.
Julio Cortázar
Desde que conoció al matrimonio Singger, Charlize desconfió del hombre. Aurelius Singger era extraño, la miraba fijamente sin decir palabra, tan penetrantes eran sus ojos que Charlize a veces sentía que le ardía el cuerpo bajo ese escrutinio. Pero ella no se dejaba intimidar y jamás había bajado la mirada ante él. Ella, la hija menor de los Barreau, era una irreverente a la que no habían sabido poner límites, esas eran textuales palabras de su madre. A veces pensaba que, al haber tantos años de diferencia entre Margot –su única hermana, la mayor- y ella, sus padres podrían haberse olvidado de como corregirla, pero lo mismo daba porque ella ya tenía dieciocho años y creía conocer lo suficiente de la vida.
Desde que los Singger se había mudado a la casa de al lado, habían compartido alguna que otra cena con los Barreau porque Hannah Singger era muy amable y se había hecho cercana a Jeanette Barreau rápidamente. Además, Aurelius se había acercado a la casa algunas veces con la excusa de pedir los típicos favores de vecinos. Charlize desconfiaba de él cada vez más, sentía que era un hombre extraño, taimado.
Charlize Barreau siempre quiso ser una detective famosa, su padre había sido un policía de prestigio y cuando era niña le contaba historias reales de cosas que había vivido, de misterios que había resuelto. Por eso creía que tenía un instinto especial para resolver enigmas, porque siempre se ocupaba de desentramar los problemas del vecindario o de las familias de sus amigos. Desde la segunda vez en la que vio al señor Singger, Charlize se propuso descubrir qué era lo que su vecino ocultaba.
Donatien Barreau además de ser su primo era su mejor amigo y su cómplice en las investigaciones. Lo necesitaba esa noche y odió –como solía hacer- que la familia del hermano de su padre no viviese en la zona residencial de París, más cerca de ellos. Para estar con Donie tenía que atravesar media ciudad hasta el centro porque tenían su casa junto a la carpintería de la que eran propietarios y trabajadores. Charlize escapó de su hogar envuelta en una capa gruesa que su madre le había tejido, le quedaba un poco justa pues su cuerpo seguía desarrollándose y últimamente sentía sus senos mucho más llenos cosa que le molestaba realmente. Odiaba las formas de su cuerpo porque no le permitirían llevar a cabo el plan que desde pequeña se había trazado: disfrazarse de hombre para poder ser detective. Tantos años pensándolo para que la idea se arruinase por culpa de su anatomía.
Cabalgó hasta el centro de la ciudad sin detenerse en ningún momento, la iluminaba una luna casi llena sobre un cielo despejado y de brillantes estrellas. Las calles eran peligrosas, ya lo sabía porque su padre siempre se lo decía, por eso ella no se detenía ante nada. Solo lo hizo al llegar a la carpintería, en la puerta dejó a su yegua Lune –regalo de sus padres para su cumpleaños número dieciséis- y rodeó el edificio hasta ubicarse debajo de la ventana del dormitorio de su primo.
-Donatien, ¿por qué duermes tan profundo? –susurró mientras trepaba al árbol que le permitiría llegar a la ventana del primer piso. Si su primo tuviese el sueño ligero, a ella le bastaría con arrojar alguna piedra que chocase con el vidrio para que él supiese de su presencia.
Ya lo había hecho otras veces, así que pasar de la rama alta y gruesa del árbol a la ventana de su primo no fue un problema, ingresar al dormitorio tampoco, aunque aterrizar allí...
-¡Ay! –gritó cuando cayó en el interior porque aterrizó sobre un par de zapatos de su primo y eso le hizo perder estabilidad hasta acabar de espaldas en el suelo. Así y todo Donatien no se despertó. -¡Donie, despierta! –le dijo y caminó hasta la cama, se sentó junto a él y comenzó a sacudirlo-. ¡Donatien Barreau, tenemos que irnos! ¡Donie, Donie, Donie! –lo llamó con sus labios pegados al oído de él, no usaba gritos pero sí una voz firme.
¡Tenían tan poco tiempo! Si no se marchaban ya perderían el rastro de Singger, debían seguirlo hasta el puerto. Se puso en pie y comenzó a elegir la ropa que él se pondría, un pantalón grueso, la camisa que se hallaba sobre la silla -que aprobó como limpia luego de olerla-, los zapatos que la habían hecho caer… Luego destapó a su primo para tirar de sus tobillos hasta sacarle medio cuerpo de la cama, a ver si con las piernas colgando podía seguir durmiendo.
-¡Donie, he oído una conversación de Singger! –le dijo, ya perdiendo la paciencia-. Lo vi hablando con un hombre en el jardín de su casa, decía que iba a encontrarse con un tal Basilio en el puerto antes del amanecer… ¡Debemos ir a investigar, ya no puedes seguir durmiendo! Cuando estemos de regreso debes decirle a tu madre que vendrás a quedarte en mi casa unas semanas, no podemos estar así de lejos mientras dure esta investigación –concluyó, creyendo que era la mejor opción para que aquel misterio acabara resuelto por ellos.
Charlize Barreau- Humano Clase Media
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 13/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Era verano y Donatien había ido, junto a sus hermanos y unos amigos, a una fiesta que se celebraba por el final de la cosecha en una aldea próxima a París. Era una noche sólo de chicos, por eso no le había contado nada a su prima, aunque bien sabía Dios que Donie se moría de ganas de llevarla con él. Estaba seguro de que Charlize se habría divertido tanto bailando alrededor de la fogata que organizaban los campesinos… Usaban la paja que había sobrado como yesca, y la colocaban debajo de un montón de leños para que aquello durara horas y horas. Esa era la primera vez que iba a un festejo similar pero, si por él fuera, lo repetiría cada semana. La música y el buen ambiente eran contagiosos, eso sin contar con las jóvenes que siempre se arrimaban a los visitantes para animarlos a bailar.
Donatien se quedó en una esquina, botella de vino en mano, mirando cómo sus hermanos iban junto al fuego de la mano de alguna moza bien dotada. Una chiquilla algo más joven que él se acercó, tímida, y le obligó a dejar la botella a un lado para sacarlo a bailar. ¡Donatien Barreau bailando! ¡Ja! Aún así, los ojos azules de la joven fueron demasiado convincentes para el muchacho, que ya había entrado de lleno en la adolescencia y cualquier chica bonita era motivo suficiente para dejar lo que tuviera entre manos y caminar, embobado, tras ella. Las manos suaves de Monique —así se llamaba ella— lo arrastraron junto al calor del fuego y lo abrazaron por la cintura, acercándolo demasiado a su cuerpo. Él la sonreía y ella le devolvía el gesto, felices los dos, hasta que una voz conocida llamó su atención.
—¡Donatien Barreau, tenemos que irnos! —Se giró y vio que su prima se acercaba, con las manos en jarras, hasta ellos dos—. ¡Donie, Donie, Donie!
El joven se separó de Monique apurado y se acercó a su prima con las manos en alto, pero ella no parecía querer darle tregua. Tiró de él con tanta fuerza que Donatien cayó hacia atrás, aunque, por suerte, su cuerpo cayó en algo blando y caliente. ¿Dónde demonios estás, Donatien?
Para cuando se dio cuenta, supo que todo había sido un sueño, aunque todavía tenía el aroma —demasiado familiar— de Monique debajo de su nariz.
—¿Charlize?
Su voz fue más un ruido extraño que el nombre de su prima saliendo de sus labios. La joven Barreau tenía unos métodos muy peculiares cuando se trataba de despertar a su primo, tal y como había podido comprobar. Se frotó los ojos y se giró en la cama hasta quedar tumbado de lado. Sintió la brisa fresca de la ventana rozarle las pantorrillas y eso terminó espabilándolo un tanto.
—¿Qué hora es? —murmuró, sentándose en el borde de la cama—. ¿Singger? ¿Quién es…? Oh.
Empezaba a recordar la historia del vecino extraño de Charlize. Aunque quería a su prima más que a nada en el mundo, había veces en las que, según Donatien, se volvía demasiado paranoica con sus investigaciones. Había visto un par de veces a Aurelius Singger y no había notado nada extraño en él salvo, quizás, una seriedad muy marcada en su carácter. Pero, ¿qué había de malo en ello? Donatien prefería apoyar su teoría, que no era otra que a Aurelius no le gustaba relacionarse con otras personas. Se lo había dicho a Charlize, pero ella parecía que no cejaba en su empeño por averiguar lo que fuera que, según ella, ocultaba el hombre.
Respiró hondo y se levantó.
—¿Estás segura de que se iba a reunir con él ahora? —Miró por la ventana sólo para corroborar que era noche cerrada—. Es muy tarde, Charlize. ¿Y si has escuchado mal y es otro día, a una hora menos extraña? —preguntó, poniéndose los pantalones encima de la ropa de dormir. A veces, Donatien podía llegar a ser muy contradictorio—. Mañana tengo que terminar de tallar las decoraciones de las puertas del armario de los Fouquet y tengo que descansar.
Cuando terminó de ponerse la ropa la miró. Cada día que pasaba le parecía que estaba más bonita que el anterior, con su pelo corto, sus enormes ojos azules, sus labios gruesos, sus pecas y su cuerpo, que cada vez dejaba más atrás el de la niña que fue para convertirse en el de una mujer. Un escalofrío le recorrió la espalda y, simplemente, no pudo decirle que no.
—¿Me prometes que no volveremos tarde? Padre me matará si en vez de flores tallo cardos, y ya sabes que eso de los dibujos es lo que más me cuesta.
Se acercó a ella, pasó un brazo por sus hombros y le removió el pelo antes de agacharse a buscar los zapatos.
Donatien se quedó en una esquina, botella de vino en mano, mirando cómo sus hermanos iban junto al fuego de la mano de alguna moza bien dotada. Una chiquilla algo más joven que él se acercó, tímida, y le obligó a dejar la botella a un lado para sacarlo a bailar. ¡Donatien Barreau bailando! ¡Ja! Aún así, los ojos azules de la joven fueron demasiado convincentes para el muchacho, que ya había entrado de lleno en la adolescencia y cualquier chica bonita era motivo suficiente para dejar lo que tuviera entre manos y caminar, embobado, tras ella. Las manos suaves de Monique —así se llamaba ella— lo arrastraron junto al calor del fuego y lo abrazaron por la cintura, acercándolo demasiado a su cuerpo. Él la sonreía y ella le devolvía el gesto, felices los dos, hasta que una voz conocida llamó su atención.
—¡Donatien Barreau, tenemos que irnos! —Se giró y vio que su prima se acercaba, con las manos en jarras, hasta ellos dos—. ¡Donie, Donie, Donie!
El joven se separó de Monique apurado y se acercó a su prima con las manos en alto, pero ella no parecía querer darle tregua. Tiró de él con tanta fuerza que Donatien cayó hacia atrás, aunque, por suerte, su cuerpo cayó en algo blando y caliente. ¿Dónde demonios estás, Donatien?
Para cuando se dio cuenta, supo que todo había sido un sueño, aunque todavía tenía el aroma —demasiado familiar— de Monique debajo de su nariz.
—¿Charlize?
Su voz fue más un ruido extraño que el nombre de su prima saliendo de sus labios. La joven Barreau tenía unos métodos muy peculiares cuando se trataba de despertar a su primo, tal y como había podido comprobar. Se frotó los ojos y se giró en la cama hasta quedar tumbado de lado. Sintió la brisa fresca de la ventana rozarle las pantorrillas y eso terminó espabilándolo un tanto.
—¿Qué hora es? —murmuró, sentándose en el borde de la cama—. ¿Singger? ¿Quién es…? Oh.
Empezaba a recordar la historia del vecino extraño de Charlize. Aunque quería a su prima más que a nada en el mundo, había veces en las que, según Donatien, se volvía demasiado paranoica con sus investigaciones. Había visto un par de veces a Aurelius Singger y no había notado nada extraño en él salvo, quizás, una seriedad muy marcada en su carácter. Pero, ¿qué había de malo en ello? Donatien prefería apoyar su teoría, que no era otra que a Aurelius no le gustaba relacionarse con otras personas. Se lo había dicho a Charlize, pero ella parecía que no cejaba en su empeño por averiguar lo que fuera que, según ella, ocultaba el hombre.
Respiró hondo y se levantó.
—¿Estás segura de que se iba a reunir con él ahora? —Miró por la ventana sólo para corroborar que era noche cerrada—. Es muy tarde, Charlize. ¿Y si has escuchado mal y es otro día, a una hora menos extraña? —preguntó, poniéndose los pantalones encima de la ropa de dormir. A veces, Donatien podía llegar a ser muy contradictorio—. Mañana tengo que terminar de tallar las decoraciones de las puertas del armario de los Fouquet y tengo que descansar.
Cuando terminó de ponerse la ropa la miró. Cada día que pasaba le parecía que estaba más bonita que el anterior, con su pelo corto, sus enormes ojos azules, sus labios gruesos, sus pecas y su cuerpo, que cada vez dejaba más atrás el de la niña que fue para convertirse en el de una mujer. Un escalofrío le recorrió la espalda y, simplemente, no pudo decirle que no.
—¿Me prometes que no volveremos tarde? Padre me matará si en vez de flores tallo cardos, y ya sabes que eso de los dibujos es lo que más me cuesta.
Se acercó a ella, pasó un brazo por sus hombros y le removió el pelo antes de agacharse a buscar los zapatos.
Donatien Barreau- Humano Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 27/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Cuando el lindo de Donie se levantó al fin de la cama, Charlize ocupó su lugar agradeciendo el calor que él había dejado allí. Sentada sobre aquella comodidad lo observó vestirse sin la rapidez que ella habría deseado, ¿es que no había entendido que tenían prisa? Siempre había sido así, y así funcionaban, por eso Charlize ya no se esforzaba en cambiar nada de su primo. Él era la calma, la racionalidad, el realismo; ella el impulso de actuar sin pensar, la rebeldía, la fantasía.
-Escuché perfectamente, Donatien. Sabes que espiar siempre ha sido mi fuerte, estaban hablando muy cerca del jardín que tanto cuida mi madre… como si hablaran para que yo los oyera –lo dijo, aunque no lo creía porque no era tan egocéntrica como para creer que su vecino se movía alrededor de ella, ¿o sí? -¿Estás enamorado de Clarisse Fouquet todavía? –le preguntó, de pronto estaba muerta de celos-. Solo por ella tallarás las mejores flores aunque no hayas dormido, lo sé, mientras que a mí hace años que no me regalas nada… ¡No, mi cabello no! –no pudo esquivar la caricia de su primo, pese a haberse movido.
Su cabello iba corto, para indignación de su madre -a los hombros-, y bastaba con tocarlo un par de veces para que tomase volumen y ella acabase con el pelo inflado y deforme. Estuvo tentada a patearle el culo cuando Donie se agachó a recoger los zapatos, pero no lo hizo, aunque re rió ante la imagen.
-Entonces cuando regresemos me quedaré a dormir aquí, mi padre no se enfadará si le dicen que he estado aquí toda la noche, pero si me ve llegar a casa sola… estaré castigada dos meses seguidos. –Sabía que no era cierto, Charlize era la debilidad de su padre y los castigos no duraban nunca más de tres días. -¡Vamos, anda! ¡No llegaremos a tiempo!
Tomó de la mano a su primo y en silencio bajaron por las escaleras de la casa, salieron al frío de la noche y Charlize corrió hasta su caballo, tenía prisa por comenzar con aquello. Se movió en la montura para que Donatien se ubicase detrás de ella, aunque le dejaría a él las riendas porque prefería ir atenta a lo que sucediese en el recorrido.
-Crucemos la ciudad en lugar de bordearla –le sugirió, porque entendía que no tenía sentido dar toda una vuelta hasta el puerto, aunque si cruzaban por el centro nunca sabían con qué se podían encontrar-. ¡Ay, estoy emocionada! ¡Creo que estamos detrás de algo importante! ¿No lo crees?
Así lo hicieron, el caballo iba a paso rápido mientras los Barreau cruzaban la ciudad. Pasaron por el mercado, por la plaza central y la Academie. Notre Dame, imponente, los vio pasar y la calle de los burdeles los recibió con música y risas.
-¿Tu padre ya te ha traído aquí? –le preguntó a su primo mientras pasaban por la puerta del frente. Hacía muy poco, cosa de dos semanas, se había enterado de lo que era ese sitio y ya quería presumir sus conocimientos con Donie-. Al parecer los hombres le pagan a las mujeres que están allí para que ellas les hagan cosquillas en todo el cuerpo, algunos piden que ellas les laman la piel –la información no era correcta, pero ¿qué se podía esperar de Gabrielle? Era ella, la amiga de Charlize, quien le había contado que su hermano había visitado aquel lugar. –¿Entiendes? Todo el cuerpo –enfatizó y se volvió para ver el rostro de su primo antes de lanzar una sonora carcajada-. No te imagino en un sitio como este, tampoco creo que el tío Serge quisiera que unas mujeres desconocidas le hicieran cosquillas, que raros son los hombres…
No les faltaba mucho para llegar al puerto, avanzaban rápido por la ciudad. De pronto Charlize se sintió incómoda, no sabía con qué se iban a encontrar, aunque estaba muy segura de que su vecino estaría allí. Una sensación de desprotección la invadió, algo le decía que debían dar media vuelta, que no era prudente ir al puerto… pero a pesar de eso no le mencionaría nada a su primo, ya se había determinado a averiguar lo que estaba haciendo Aurelius y eso mismo haría. Ella no era de las personas que temían y retrocedían.
-Escuché perfectamente, Donatien. Sabes que espiar siempre ha sido mi fuerte, estaban hablando muy cerca del jardín que tanto cuida mi madre… como si hablaran para que yo los oyera –lo dijo, aunque no lo creía porque no era tan egocéntrica como para creer que su vecino se movía alrededor de ella, ¿o sí? -¿Estás enamorado de Clarisse Fouquet todavía? –le preguntó, de pronto estaba muerta de celos-. Solo por ella tallarás las mejores flores aunque no hayas dormido, lo sé, mientras que a mí hace años que no me regalas nada… ¡No, mi cabello no! –no pudo esquivar la caricia de su primo, pese a haberse movido.
Su cabello iba corto, para indignación de su madre -a los hombros-, y bastaba con tocarlo un par de veces para que tomase volumen y ella acabase con el pelo inflado y deforme. Estuvo tentada a patearle el culo cuando Donie se agachó a recoger los zapatos, pero no lo hizo, aunque re rió ante la imagen.
-Entonces cuando regresemos me quedaré a dormir aquí, mi padre no se enfadará si le dicen que he estado aquí toda la noche, pero si me ve llegar a casa sola… estaré castigada dos meses seguidos. –Sabía que no era cierto, Charlize era la debilidad de su padre y los castigos no duraban nunca más de tres días. -¡Vamos, anda! ¡No llegaremos a tiempo!
Tomó de la mano a su primo y en silencio bajaron por las escaleras de la casa, salieron al frío de la noche y Charlize corrió hasta su caballo, tenía prisa por comenzar con aquello. Se movió en la montura para que Donatien se ubicase detrás de ella, aunque le dejaría a él las riendas porque prefería ir atenta a lo que sucediese en el recorrido.
-Crucemos la ciudad en lugar de bordearla –le sugirió, porque entendía que no tenía sentido dar toda una vuelta hasta el puerto, aunque si cruzaban por el centro nunca sabían con qué se podían encontrar-. ¡Ay, estoy emocionada! ¡Creo que estamos detrás de algo importante! ¿No lo crees?
Así lo hicieron, el caballo iba a paso rápido mientras los Barreau cruzaban la ciudad. Pasaron por el mercado, por la plaza central y la Academie. Notre Dame, imponente, los vio pasar y la calle de los burdeles los recibió con música y risas.
-¿Tu padre ya te ha traído aquí? –le preguntó a su primo mientras pasaban por la puerta del frente. Hacía muy poco, cosa de dos semanas, se había enterado de lo que era ese sitio y ya quería presumir sus conocimientos con Donie-. Al parecer los hombres le pagan a las mujeres que están allí para que ellas les hagan cosquillas en todo el cuerpo, algunos piden que ellas les laman la piel –la información no era correcta, pero ¿qué se podía esperar de Gabrielle? Era ella, la amiga de Charlize, quien le había contado que su hermano había visitado aquel lugar. –¿Entiendes? Todo el cuerpo –enfatizó y se volvió para ver el rostro de su primo antes de lanzar una sonora carcajada-. No te imagino en un sitio como este, tampoco creo que el tío Serge quisiera que unas mujeres desconocidas le hicieran cosquillas, que raros son los hombres…
No les faltaba mucho para llegar al puerto, avanzaban rápido por la ciudad. De pronto Charlize se sintió incómoda, no sabía con qué se iban a encontrar, aunque estaba muy segura de que su vecino estaría allí. Una sensación de desprotección la invadió, algo le decía que debían dar media vuelta, que no era prudente ir al puerto… pero a pesar de eso no le mencionaría nada a su primo, ya se había determinado a averiguar lo que estaba haciendo Aurelius y eso mismo haría. Ella no era de las personas que temían y retrocedían.
Charlize Barreau- Humano Clase Media
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 13/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Donatien no pudo evitar sonrojarse cuando su prima mencionó a Clarisse Fouquet. Bajó la mirada, fingiendo que estaba concentrado atando los cordones de sus zapatos, y aprovechó ese tiempo para intentar dejar de pensar en la hermosa sonrisa de la menor de los Fouquet. Esas pecas que bañaban sus graciosas mejillas siempre lo habían vuelto loco, más todavía desde que, un día que entró con su padre en la carpintería, pudo apreciar el asombroso cambio que la naturaleza había hecho en su cuerpo. Ya estaba en edad casadera y él lo sabía, pero había algo —o más bien, alguien— que siempre enturbiaba el fantástico futuro que podría tener con Clarisse o con cualquier otra joven de París.
—No estoy enamorado de Clarisse —se quejó—. Me parece hermosa, eso es todo, pero es muy tímida. Casi no me habla, ni siquiera cuando le pregunto cómo quiere que talle las piezas que su padre nos encarga para su habitación —razonó, intentado que su prima lo creyera.
No siguió hablando por temor a que el comentario de Charlize propiciara que él dijera algo que estropeara la sorpresa que tenía preparada para su prima. Llevaba días buscando un trozo de madera adecuado, no demasiado duro pero sí resistente y, sobre todo, que los dibujos de la veta le permitieran tallar en ella el diseño que había hecho sólo para ella. Aún tenía tiempo hasta su cumpleaños, así que por esa parte estaba tranquilo, pero no podía dejar que Charlize imaginara que se traía algo entre manos; conociéndola como lo hacía, no pararía hasta sonsacarle hasta el más mínimo detalle, y él de verdad quería que su regalo fuera una auténtica sorpresa.
Aceptó su mano y bajó con ella hasta la planta baja, donde estaba la carpintería, para salir en busca del caballo. Aunque Donie sabía montar, su familia sólo tenía un caballo en posesión, que usaban para tirar del carro con el que traían la madera con la que trabajar. Por eso no estaba demasiado habituado a cabalgar, y nada más subirse recordó lo doloroso que le resultaba. Aun así, no dejó entrever sus molestias delante de Charlize; no quería que pensara que era un blandengue.
—Si tú crees que es algo importante, yo también —contestó mientras pasaba los brazos a ambos lados del cuerpo de ella para tomar las riendas con fuerza—. Está bien, crucemos la ciudad —aceptó—, pero mantén los ojos bien abiertos, porque no es un lugar seguro cuando cae la noche.
Se pegó a ella inconscientemente cuando dijo aquello y azuzó al caballo para que emprendiera la marcha. El puerto estaba en una zona bastante alejada, al borde del río, pero la suerte de tener la casa en el centro de la ciudad hacía que todo estuviera más cerca que si partieran de la zona residencial. Aún así, el camino era largo, y el bamboleo del caballo adormiló a Donatien. Era consciente de lo que su prima decía, pero no lo fue del todo hasta que las luces de los candiles rojos de los burdeles los iluminaron.
—¿Que si me ha traído? —repitió, irguiéndose un tanto nervioso—. No, ¡no!
¿Acaso se había vuelto loca? ¿Cómo le preguntaba si su padre lo había llevado allí? No había mentido en su respuesta, pero, de haber visitado ya a las señoritas que allí había, no le habría dicho la verdad, no a ella.
—¿Quién te ha contado esa tontería?
Azuzó más al caballo para pasar rápido aquella calle, puesto que unas mujeres comenzaron a llamarlo para que entrara a disfrutar de sus servicios. Se estaba poniendo nervioso.
—Charlize —dijo, en tono serio—, esas señoritas no están ahí para hacer cosquillas a los hombres. Bueno, es posible que les hagan cosquillas, no lo sé, pero, desde luego, no son las cosquillas que nos hacemos entre tú y yo —explicó—. Lo que hacen ahí es… otra cosa.
¿Cómo podía explicarle qué era un burdel? Por fortuna, la escasa luz de la noche no permitió que se viera sus mejillas sonrojadas, porque la vergüenza que estaba sintiendo lo estaba matando. No podía hablar de relaciones sexuales con su prima, pero, a la vez, no quería dejar que pensara que allí se iba para que le hicieran a uno cosquillas. Si lo llega a decir delante de otra persona se hubieran reído de ella, y eso era algo que Donie no pensaba permitir.
—Mi amigo Gaël ha venido aquí, lo trajo su padre —dijo—, y lo que hizo fue lo mismo que hacen los matrimonios cuando están a solas. ¿Sabes? Se juntan, se dan besos, se acarician y, bueno... —Carraspeó—. ¿Sabes lo que se hacen en las noches de bodas? Eso hacen ahí.
Siguieron caminando a buen ritmo y pronto dejaron atrás las luminosas calles de los burdeles para pasar a zonas más tranquilas, pero, a la vez, más inquietantes. Donatien empezó enseguida a notar la humedad que el río transmitía al aire y supo que el puerto no estaba lejos.
—Será mejor que dejemos al caballo algo alejado del puerto. Si lo ven, sabrán que alguien ha venido y podrían sospechar —propuso—. Lo necesitamos para volver.
Frenó al caballo junto a unos establos que había en la esquina de una manzana de casas bajas. A lo lejos, y por encima de los tejados, se podían ver los mástiles de algunos de los barcos atracados. Donatien bajó y se colocó junto al animal para ayudar a Charlize, aunque sabía que no lo necesitaba.
—Tú eres la que tiene la información, así que deberías ir la primera.
—No estoy enamorado de Clarisse —se quejó—. Me parece hermosa, eso es todo, pero es muy tímida. Casi no me habla, ni siquiera cuando le pregunto cómo quiere que talle las piezas que su padre nos encarga para su habitación —razonó, intentado que su prima lo creyera.
No siguió hablando por temor a que el comentario de Charlize propiciara que él dijera algo que estropeara la sorpresa que tenía preparada para su prima. Llevaba días buscando un trozo de madera adecuado, no demasiado duro pero sí resistente y, sobre todo, que los dibujos de la veta le permitieran tallar en ella el diseño que había hecho sólo para ella. Aún tenía tiempo hasta su cumpleaños, así que por esa parte estaba tranquilo, pero no podía dejar que Charlize imaginara que se traía algo entre manos; conociéndola como lo hacía, no pararía hasta sonsacarle hasta el más mínimo detalle, y él de verdad quería que su regalo fuera una auténtica sorpresa.
Aceptó su mano y bajó con ella hasta la planta baja, donde estaba la carpintería, para salir en busca del caballo. Aunque Donie sabía montar, su familia sólo tenía un caballo en posesión, que usaban para tirar del carro con el que traían la madera con la que trabajar. Por eso no estaba demasiado habituado a cabalgar, y nada más subirse recordó lo doloroso que le resultaba. Aun así, no dejó entrever sus molestias delante de Charlize; no quería que pensara que era un blandengue.
—Si tú crees que es algo importante, yo también —contestó mientras pasaba los brazos a ambos lados del cuerpo de ella para tomar las riendas con fuerza—. Está bien, crucemos la ciudad —aceptó—, pero mantén los ojos bien abiertos, porque no es un lugar seguro cuando cae la noche.
Se pegó a ella inconscientemente cuando dijo aquello y azuzó al caballo para que emprendiera la marcha. El puerto estaba en una zona bastante alejada, al borde del río, pero la suerte de tener la casa en el centro de la ciudad hacía que todo estuviera más cerca que si partieran de la zona residencial. Aún así, el camino era largo, y el bamboleo del caballo adormiló a Donatien. Era consciente de lo que su prima decía, pero no lo fue del todo hasta que las luces de los candiles rojos de los burdeles los iluminaron.
—¿Que si me ha traído? —repitió, irguiéndose un tanto nervioso—. No, ¡no!
¿Acaso se había vuelto loca? ¿Cómo le preguntaba si su padre lo había llevado allí? No había mentido en su respuesta, pero, de haber visitado ya a las señoritas que allí había, no le habría dicho la verdad, no a ella.
—¿Quién te ha contado esa tontería?
Azuzó más al caballo para pasar rápido aquella calle, puesto que unas mujeres comenzaron a llamarlo para que entrara a disfrutar de sus servicios. Se estaba poniendo nervioso.
—Charlize —dijo, en tono serio—, esas señoritas no están ahí para hacer cosquillas a los hombres. Bueno, es posible que les hagan cosquillas, no lo sé, pero, desde luego, no son las cosquillas que nos hacemos entre tú y yo —explicó—. Lo que hacen ahí es… otra cosa.
¿Cómo podía explicarle qué era un burdel? Por fortuna, la escasa luz de la noche no permitió que se viera sus mejillas sonrojadas, porque la vergüenza que estaba sintiendo lo estaba matando. No podía hablar de relaciones sexuales con su prima, pero, a la vez, no quería dejar que pensara que allí se iba para que le hicieran a uno cosquillas. Si lo llega a decir delante de otra persona se hubieran reído de ella, y eso era algo que Donie no pensaba permitir.
—Mi amigo Gaël ha venido aquí, lo trajo su padre —dijo—, y lo que hizo fue lo mismo que hacen los matrimonios cuando están a solas. ¿Sabes? Se juntan, se dan besos, se acarician y, bueno... —Carraspeó—. ¿Sabes lo que se hacen en las noches de bodas? Eso hacen ahí.
Siguieron caminando a buen ritmo y pronto dejaron atrás las luminosas calles de los burdeles para pasar a zonas más tranquilas, pero, a la vez, más inquietantes. Donatien empezó enseguida a notar la humedad que el río transmitía al aire y supo que el puerto no estaba lejos.
—Será mejor que dejemos al caballo algo alejado del puerto. Si lo ven, sabrán que alguien ha venido y podrían sospechar —propuso—. Lo necesitamos para volver.
Frenó al caballo junto a unos establos que había en la esquina de una manzana de casas bajas. A lo lejos, y por encima de los tejados, se podían ver los mástiles de algunos de los barcos atracados. Donatien bajó y se colocó junto al animal para ayudar a Charlize, aunque sabía que no lo necesitaba.
—Tú eres la que tiene la información, así que deberías ir la primera.
Donatien Barreau- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Charlize odiaba quedar como tonta, a ella le gustaba saber de todo y hacer alarde de sus conocimientos. Los saberes de su primo acerca de los burdeles la dejaron molesta, pues había quedado en ridículo. Simplemente se apoyó en el pecho de Donie con la vista al frente, ya se le pasaría el malestar –sabía que le duraría pocos minutos-, pero hasta que eso ocurriera prefería guardar silencio.
-Supongo que debemos ir a la parte del puerto que no es comercial. Gracias –dijo, algunos minutos después, mientras se tomaba de la mano de su primo para descender de la montura-. Lo veremos, estoy segura, tengo la sensación en el pecho, Donie: resolveremos este misterio.
Caminaba a paso rápido porque no sabía si era muy temprano o muy tarde para atestiguar el encuentro de su vecino con el que le había parecido ser un socio o cómplice. No sabía bien en que zona detenerse, de hecho no sabía con certeza nada, pero Charlize tenía una corazonada y por ella se guiaba mientras su mente no hacía más que pensar en Donatien en brazos de aquellas mujeres. ¡Estaba tan celosa! Y no, no podía callarse, había nacido con el sol ariano y la prudencia no era una de sus virtudes:
-Donie, no quiero que vayas nunca a ese lugar –le pidió y tiró de su brazo para detenerlo, quería decirle aquello viéndolo a los ojos-, sabes de qué lugar te hablo... Gaël es un estúpido, si ha querido ir a ese sitio a hacer cosas inmorales allá él, pero no quiero que vayas tú ni aunque tu padre insista en llevarte. ¡Ay, me enfurece solo imaginar que te acarician esas mujeres hermosas! No quiero que te hagan cosquillas ni que tú hagas con ellas lo que hacen los esposos con sus mujeres.
¡Estaba tan celosa! Su Donie no sería tocado por ninguna desconocida, hasta prefería verlo besar a Clarisse… Movimientos en el puerto intrrumpieron sus pensamientos, Charlize tiró de la mano de su primo para que corriese junto a ella a esconderse detrás de unos arbustos que, recientemente plantados, delineaban el lugar.
-Mira, ahí está, es él… es mi vecino. –Un galope rompió el silencio de la noche, un jinete se acercaba-. Todo está pasando muy rápido –pensó en voz alta cuando lo vio desmontar y acercarse a Aurelius, realmente lo lamentaba porque la ponía solo en lugar de espectadora pero sin tiempo para sacar sus deducciones.
No entendía bien lo que ocurría, los hombres estaban muy cercanos entre sí y hablaban pero las palabras, a juzgar por sus gestos, no parecían ser amables. Rápidamente los hombres desenfundaron sus armas, cada uno le dio la espalda al otro y se alejaron unos pasos.
-¡Es un duelo! –exclamó, susurrando-. ¡Donie, es un duelo! Pero… ¿no está prohibido? No pueden… -Un disparo la interrumpió, seguido de un grito desgarrador.
Charlize se puso de pie sin pensar en que podía ser descubierta y atestiguó como su vecino le daba un segundo disparo al otro hombre, por la espalda. Aurelius había girado antes para poder dispararle a su contrincante con total deshonor.
-Supongo que debemos ir a la parte del puerto que no es comercial. Gracias –dijo, algunos minutos después, mientras se tomaba de la mano de su primo para descender de la montura-. Lo veremos, estoy segura, tengo la sensación en el pecho, Donie: resolveremos este misterio.
Caminaba a paso rápido porque no sabía si era muy temprano o muy tarde para atestiguar el encuentro de su vecino con el que le había parecido ser un socio o cómplice. No sabía bien en que zona detenerse, de hecho no sabía con certeza nada, pero Charlize tenía una corazonada y por ella se guiaba mientras su mente no hacía más que pensar en Donatien en brazos de aquellas mujeres. ¡Estaba tan celosa! Y no, no podía callarse, había nacido con el sol ariano y la prudencia no era una de sus virtudes:
-Donie, no quiero que vayas nunca a ese lugar –le pidió y tiró de su brazo para detenerlo, quería decirle aquello viéndolo a los ojos-, sabes de qué lugar te hablo... Gaël es un estúpido, si ha querido ir a ese sitio a hacer cosas inmorales allá él, pero no quiero que vayas tú ni aunque tu padre insista en llevarte. ¡Ay, me enfurece solo imaginar que te acarician esas mujeres hermosas! No quiero que te hagan cosquillas ni que tú hagas con ellas lo que hacen los esposos con sus mujeres.
¡Estaba tan celosa! Su Donie no sería tocado por ninguna desconocida, hasta prefería verlo besar a Clarisse… Movimientos en el puerto intrrumpieron sus pensamientos, Charlize tiró de la mano de su primo para que corriese junto a ella a esconderse detrás de unos arbustos que, recientemente plantados, delineaban el lugar.
-Mira, ahí está, es él… es mi vecino. –Un galope rompió el silencio de la noche, un jinete se acercaba-. Todo está pasando muy rápido –pensó en voz alta cuando lo vio desmontar y acercarse a Aurelius, realmente lo lamentaba porque la ponía solo en lugar de espectadora pero sin tiempo para sacar sus deducciones.
No entendía bien lo que ocurría, los hombres estaban muy cercanos entre sí y hablaban pero las palabras, a juzgar por sus gestos, no parecían ser amables. Rápidamente los hombres desenfundaron sus armas, cada uno le dio la espalda al otro y se alejaron unos pasos.
-¡Es un duelo! –exclamó, susurrando-. ¡Donie, es un duelo! Pero… ¿no está prohibido? No pueden… -Un disparo la interrumpió, seguido de un grito desgarrador.
Charlize se puso de pie sin pensar en que podía ser descubierta y atestiguó como su vecino le daba un segundo disparo al otro hombre, por la espalda. Aurelius había girado antes para poder dispararle a su contrincante con total deshonor.
Charlize Barreau- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Conocía a Charlize lo suficiente como para darse cuenta de que se había ofendido con sus palabras, pero ¿qué podía hacer? Prefería que hiciera el ridículo delante de él antes de que lo hiciera frente a alguien que pudiera reírse de ella, porque eso era algo que Donatien no pensaba permitir. Se enfrentaría a cualquiera que osara dejarla en ridículo con la intención de hacerla sentirse mal. Él tampoco volvió a hablar, sino que dejó que su prima se recostara en su pecho y disfrutó del paseo con mal sabor de boca.
—Pero, Charlize, no hay nada de malo en ir a esos lugares —se quejó—. No digo que quiera ir, claro, pero si lo hiciera, no tendrías por qué enfadarte —le dijo—. Mi padre dice que los hombres van ahí para aprender, porque, si no, ¿qué haré cuando me case? No quiero hacer el ridículo delante de mi esposa.
Aunque su argumento era completamente válido para él, Donatien sabía que ya no podría pisar un burdel en su vida. Si lo hacía no podría contárselo a Charlize, algo muy complicado dado que hablaban de casi todo lo que les pasaba en su día a día. Su relación era muy estrecha, y él sabía que algo así no podría esconderlo por mucho tiempo. Era como si su prima supiera leer su mente, cada idea que se le ocurría. Si bien aquello era bueno en ocasiones, en otras —como aquella— no lo era tanto.
La siguió, cabizbajo, hasta que ella lo tomó de la mano y lo empujó a esconderse tras unos setos, desde donde buscó algún hueco entre las hojas del arbusto para observar la escena.
—¿Ese es el señor Singger? Vaya, sí que se ha estropeado. Lo recordaba mucho más joven.
La capacidad de análisis de Donatien no llegaba, ni por asomo, a la de su prima. Él era mucho más práctico, y más simple también. Aún así, la cadencia que estaba tomando el encuentro entre Singger y aquel hombre no le estaba gustando nada. Estaban discutiendo, de eso no había duda, pero, por si acaso, todo quedó claro cuando los dos hombres se dispusieron a batirse en un duelo.
—Por supuesto que está prohibido —aseguró Donie—. Charlize, deberíamos irnos. Si ven que estamos aquí…
El sonido hueco de un disparo lo alarmó, haciendo que mirara en la dirección en la que había venido el ruido justo en el momento en el que el hombre caía, herido, al suelo. Hubo un segundo disparo, y fue ese el momento que Donatien eligió para levantarse y agarrar a su prima de la cintura, llevándola otra vez al suelo junto a él.
—¿Qué haces? No te levantes —dijo en un susurro—. ¿Y si nos ha visto? —Miró entre los setos y comprobó, para su alivio, que no había sido así—. Parece que no. Vámonos de aquí.
La agarró de la mano y tiró de ella para caminar agachado entre los arbustos. Le resultó complicado, puesto que no quería hacer ni el más mínimo ruido; lamentablemente, intentar pasar desapercibido iba a resultar más difícil que caminar sin preocupaciones. No quería abandonar la seguridad que le daba estar cubierto por las hierbas altas, así que se metió un poco más entre ellas, con la mala suerte de que su camisa quedó enganchada en una rama. El setó se movió y Donatien maldijo en voz baja. Quiso desengancharse para continuar la marcha, pero perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. Tal y como quedó, tumbado en el suelo, pudo ver al señor Singger que observaba detenidamente la zona en la que ellos se encontraban. Es más, casi le pareció que cruzaba la mirada con la suya. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal.
—Charlize —dijo, tan bajito que apenas se oyó a sí mismo—, creo que sabe que estamos aquí.
Pudo corroborar que así era cuando el hombre comenzó a caminar hacia donde los dos jóvenes se encontraban con la pistola cargada y lista para disparar.
—Pero, Charlize, no hay nada de malo en ir a esos lugares —se quejó—. No digo que quiera ir, claro, pero si lo hiciera, no tendrías por qué enfadarte —le dijo—. Mi padre dice que los hombres van ahí para aprender, porque, si no, ¿qué haré cuando me case? No quiero hacer el ridículo delante de mi esposa.
Aunque su argumento era completamente válido para él, Donatien sabía que ya no podría pisar un burdel en su vida. Si lo hacía no podría contárselo a Charlize, algo muy complicado dado que hablaban de casi todo lo que les pasaba en su día a día. Su relación era muy estrecha, y él sabía que algo así no podría esconderlo por mucho tiempo. Era como si su prima supiera leer su mente, cada idea que se le ocurría. Si bien aquello era bueno en ocasiones, en otras —como aquella— no lo era tanto.
La siguió, cabizbajo, hasta que ella lo tomó de la mano y lo empujó a esconderse tras unos setos, desde donde buscó algún hueco entre las hojas del arbusto para observar la escena.
—¿Ese es el señor Singger? Vaya, sí que se ha estropeado. Lo recordaba mucho más joven.
La capacidad de análisis de Donatien no llegaba, ni por asomo, a la de su prima. Él era mucho más práctico, y más simple también. Aún así, la cadencia que estaba tomando el encuentro entre Singger y aquel hombre no le estaba gustando nada. Estaban discutiendo, de eso no había duda, pero, por si acaso, todo quedó claro cuando los dos hombres se dispusieron a batirse en un duelo.
—Por supuesto que está prohibido —aseguró Donie—. Charlize, deberíamos irnos. Si ven que estamos aquí…
El sonido hueco de un disparo lo alarmó, haciendo que mirara en la dirección en la que había venido el ruido justo en el momento en el que el hombre caía, herido, al suelo. Hubo un segundo disparo, y fue ese el momento que Donatien eligió para levantarse y agarrar a su prima de la cintura, llevándola otra vez al suelo junto a él.
—¿Qué haces? No te levantes —dijo en un susurro—. ¿Y si nos ha visto? —Miró entre los setos y comprobó, para su alivio, que no había sido así—. Parece que no. Vámonos de aquí.
La agarró de la mano y tiró de ella para caminar agachado entre los arbustos. Le resultó complicado, puesto que no quería hacer ni el más mínimo ruido; lamentablemente, intentar pasar desapercibido iba a resultar más difícil que caminar sin preocupaciones. No quería abandonar la seguridad que le daba estar cubierto por las hierbas altas, así que se metió un poco más entre ellas, con la mala suerte de que su camisa quedó enganchada en una rama. El setó se movió y Donatien maldijo en voz baja. Quiso desengancharse para continuar la marcha, pero perdió el equilibrio y cayó hacia atrás. Tal y como quedó, tumbado en el suelo, pudo ver al señor Singger que observaba detenidamente la zona en la que ellos se encontraban. Es más, casi le pareció que cruzaba la mirada con la suya. Un escalofrío le recorrió la espina dorsal.
—Charlize —dijo, tan bajito que apenas se oyó a sí mismo—, creo que sabe que estamos aquí.
Pudo corroborar que así era cuando el hombre comenzó a caminar hacia donde los dos jóvenes se encontraban con la pistola cargada y lista para disparar.
Donatien Barreau- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Charlize no se quería ir de allí, ¿y si el hombre estaba vivo? ¡Debían ayudarlo! Bueno, no creía que hubiera muchas posibilidades de eso, le había disparado dos veces directamente al pecho... Su vecino era un asesino, ella ya sabía que él era extraño, siempre lo había dicho, pero la confirmación era demasiado fuerte y el corazón le latía desbocado por el miedo que sentía, miedo mezclado con triunfo y con deseos de ayudar al hombre que estaba tendido.
Sintió la mano de su primo que tiraba de ella y se dejó arrastrar por él, como si ya no estuviera dentro de su cuerpo. Oía todo lo que Donie le decía, pero no atinaba a responder… su vecino, el asesino, caminaba directo hacia ellos y al recién al ver que levantaba el arma Charlize pudo reaccionar.
-¡Corre, corre, corre! –le dijo a Donatien y lo empujó, asustada. Si el vecino le hacía algo a Donie su tía la mataría, estaban allí por su culpa y, para empezar, se suponía que estaban durmiendo y no en un lugar peligroso como el puerto-. Donie, Donie –lo llamaba desesperada, sin mirar atrás, pero necesitando sentirlo.
El primer disparo la hizo gritar, pero Charlize no dejó de correr, ni siquiera pensaba, sus piernas querían vivir y por eso se movían lo más rápido que le era posible. Llegada al fin a una de las calles principales, torció en una esquina justo cuando el segundo disparo quebraba el silencio de la zona. Se tocó los brazos para saber que la bala no la había impactado y miró a su primo que corría a la par de ella. Pasaron junto a la iglesia de Santa María del Mar, guardiana de los marineros, una edificación antigua y pequeña. Charlize la rodeó y decidió probar suerte con la puerta lateral, ésta abrió y sin dudarlo ingresó en el lugar, cerrando tras su primo.
-Donie, Donie, tengo miedo –le confesó susurrando y lo abrazó-. ¿Estás bien? ¿Te ha herido? Háblame, por favor, dí algo.
Lo tocó en la oscuridad fría de la iglesia y lo único que notó era que el corazón de Donatien latía tan fuerte como el suyo.
-Tengo miedo –volvió a decirle bajito y se sobresaltó porque desde el exterior llegó el claro sonido de una persona corriendo. Pero tan pronto como llegó, el sonido se fue-. No salgamos, seguro está esperando en la esquina –le dijo, y no se reconoció en esas palabras porque por primera vez en su vida estaba siendo sensata-. Ha matado a ese hombre, nos ha disparado, Donie –dijo, horrorizada y escondió el rostro en el pecho de su primo-. ¿Crees que nos haya reconocido? ¡Si me reconoció irá a mi casa a buscarme! ¡Matará a mis padres! –se tapó la boca con una mano y, ahora sí, lloró de miedo y de culpa. ¿Qué había hecho? ¿Por qué se había metido en aquello?
Sintió la mano de su primo que tiraba de ella y se dejó arrastrar por él, como si ya no estuviera dentro de su cuerpo. Oía todo lo que Donie le decía, pero no atinaba a responder… su vecino, el asesino, caminaba directo hacia ellos y al recién al ver que levantaba el arma Charlize pudo reaccionar.
-¡Corre, corre, corre! –le dijo a Donatien y lo empujó, asustada. Si el vecino le hacía algo a Donie su tía la mataría, estaban allí por su culpa y, para empezar, se suponía que estaban durmiendo y no en un lugar peligroso como el puerto-. Donie, Donie –lo llamaba desesperada, sin mirar atrás, pero necesitando sentirlo.
El primer disparo la hizo gritar, pero Charlize no dejó de correr, ni siquiera pensaba, sus piernas querían vivir y por eso se movían lo más rápido que le era posible. Llegada al fin a una de las calles principales, torció en una esquina justo cuando el segundo disparo quebraba el silencio de la zona. Se tocó los brazos para saber que la bala no la había impactado y miró a su primo que corría a la par de ella. Pasaron junto a la iglesia de Santa María del Mar, guardiana de los marineros, una edificación antigua y pequeña. Charlize la rodeó y decidió probar suerte con la puerta lateral, ésta abrió y sin dudarlo ingresó en el lugar, cerrando tras su primo.
-Donie, Donie, tengo miedo –le confesó susurrando y lo abrazó-. ¿Estás bien? ¿Te ha herido? Háblame, por favor, dí algo.
Lo tocó en la oscuridad fría de la iglesia y lo único que notó era que el corazón de Donatien latía tan fuerte como el suyo.
-Tengo miedo –volvió a decirle bajito y se sobresaltó porque desde el exterior llegó el claro sonido de una persona corriendo. Pero tan pronto como llegó, el sonido se fue-. No salgamos, seguro está esperando en la esquina –le dijo, y no se reconoció en esas palabras porque por primera vez en su vida estaba siendo sensata-. Ha matado a ese hombre, nos ha disparado, Donie –dijo, horrorizada y escondió el rostro en el pecho de su primo-. ¿Crees que nos haya reconocido? ¡Si me reconoció irá a mi casa a buscarme! ¡Matará a mis padres! –se tapó la boca con una mano y, ahora sí, lloró de miedo y de culpa. ¿Qué había hecho? ¿Por qué se había metido en aquello?
Charlize Barreau- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 13/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Donatien corrió detrás de Charlize sin necesidad de que ella se lo pidiera. La voz del señor Singger maldiciendo su mala suerte llegaba hasta ellos amortiguada por el ruido de los pasos rápidos que los dos jóvenes daban.
—¡Corre, corre! —gritó cuando lo llamó, empujándola para que apurara el paso.
El primer disparo lo paralizó en el sitio durante un segundo escaso, pero eso le sirvió para volver a correr con mucha más fuerza que antes. Miró atrás un momento y vio que estaba cargando la pistola, con claras intenciones de disparar otra vez, por eso el segundo no lo pilló tan desprevenido. Aún así, dio un brinco, puesto que el eco del sonido fue un verdadero estruendo. Sintió que la bala chocaba en el suelo, cerca de sus pies, pero, afortunadamente, giraron en la esquina a tiempo para no recibir el impacto.
El silencio de la pequeña iglesia le resultó abrumador en un principio, puesto que era tan puro que podía escuchar el latir de su corazón en los oídos, junto al pitido incesante producido por el sonido de los dos disparos. Tuvo que apoyarse en la pared de fría piedra para que sus piernas no le fallaran mientras respiraba profundamente, con la boca abierta, intentando captar la mayor cantidad de oxígeno.
—Estoy bien, estoy bien —susurró, abrazándola a ella también—. ¿Tú estás bien?
Le tomó el rostro entre las manos y le acarició las mejillas con toda la palma, buscando algún rastro de sangre. Aunque parecía que no tenía nada, la luz que había dentro de la iglesia era escasa, así que tampoco podía dar nada por sentado.
Donie también escuchó el sonido de unos pasos apresurados corriendo fuera de la iglesia, así que agarró a su prima y la pegó a su cuerpo, como si así se asegurara de que no podrían verlos. En realidad, estaban en el interior de un lugar sagrado, así que, mientras se mantuvieran allí, nada podría pasarles. El caballo lo habían dejado algo alejado, pero si el señor Singger lo encontraba, sabría que no habrían ido muy lejos y que, por lo tanto, seguirían en las inmediaciones.
—Aquí estamos a salvo —dijo, intentando tranquilizarla—. No sabe que hemos entrado, y tampoco puede hacernos nada dentro de la iglesia.
Recibió a Charlize cuando ésta se apoyó en su pecho y, pese a la peligrosa situación que acababan de vivir, sintió calor en el pecho, tan contradictorio como agradable. Su pulso se fue estabilizando poco a poco, algo necesario si quería que el de ella lo hiciera también.
—No nos ha reconocido, Char, estoy seguro —dijo, confiado, aunque no podía estar seguro de eso—, y tampoco sería muy inteligente de su parte ir a tu casa y hacer algo a tu familia. No, eso seguro que no pasará. Ven, vamos a sentarnos, me tiemblan las piernas.
La tomó de la mano y la llevó hasta uno de los últimos bancos, ocultos por las sombras de las columnas. Se sentó despacio para que la madera no crujiera y la instó a que ella lo hiciera a su lado.
—Tenemos que dar aviso de lo que hemos visto. El señor Singger es un asesino, Charlize. ¿Crees que si se lo decimos al tío Thibault podrá hacer algo? No puede salirse con la suya después de…
Se interrumpió al escuchar unos pasos dentro de la iglesia, provenientes de la sacristía. Una puerta crujió y apareció un hombre algo mayor que llevaba un candelabro en las manos.
—¿Quién anda ahí? —preguntó.
Donatien buscó la mano de Charlize y la apretó con fuerza, indicándole que nada le pasaría mientras estuviera él allí, con ella.
—¡Corre, corre! —gritó cuando lo llamó, empujándola para que apurara el paso.
El primer disparo lo paralizó en el sitio durante un segundo escaso, pero eso le sirvió para volver a correr con mucha más fuerza que antes. Miró atrás un momento y vio que estaba cargando la pistola, con claras intenciones de disparar otra vez, por eso el segundo no lo pilló tan desprevenido. Aún así, dio un brinco, puesto que el eco del sonido fue un verdadero estruendo. Sintió que la bala chocaba en el suelo, cerca de sus pies, pero, afortunadamente, giraron en la esquina a tiempo para no recibir el impacto.
El silencio de la pequeña iglesia le resultó abrumador en un principio, puesto que era tan puro que podía escuchar el latir de su corazón en los oídos, junto al pitido incesante producido por el sonido de los dos disparos. Tuvo que apoyarse en la pared de fría piedra para que sus piernas no le fallaran mientras respiraba profundamente, con la boca abierta, intentando captar la mayor cantidad de oxígeno.
—Estoy bien, estoy bien —susurró, abrazándola a ella también—. ¿Tú estás bien?
Le tomó el rostro entre las manos y le acarició las mejillas con toda la palma, buscando algún rastro de sangre. Aunque parecía que no tenía nada, la luz que había dentro de la iglesia era escasa, así que tampoco podía dar nada por sentado.
Donie también escuchó el sonido de unos pasos apresurados corriendo fuera de la iglesia, así que agarró a su prima y la pegó a su cuerpo, como si así se asegurara de que no podrían verlos. En realidad, estaban en el interior de un lugar sagrado, así que, mientras se mantuvieran allí, nada podría pasarles. El caballo lo habían dejado algo alejado, pero si el señor Singger lo encontraba, sabría que no habrían ido muy lejos y que, por lo tanto, seguirían en las inmediaciones.
—Aquí estamos a salvo —dijo, intentando tranquilizarla—. No sabe que hemos entrado, y tampoco puede hacernos nada dentro de la iglesia.
Recibió a Charlize cuando ésta se apoyó en su pecho y, pese a la peligrosa situación que acababan de vivir, sintió calor en el pecho, tan contradictorio como agradable. Su pulso se fue estabilizando poco a poco, algo necesario si quería que el de ella lo hiciera también.
—No nos ha reconocido, Char, estoy seguro —dijo, confiado, aunque no podía estar seguro de eso—, y tampoco sería muy inteligente de su parte ir a tu casa y hacer algo a tu familia. No, eso seguro que no pasará. Ven, vamos a sentarnos, me tiemblan las piernas.
La tomó de la mano y la llevó hasta uno de los últimos bancos, ocultos por las sombras de las columnas. Se sentó despacio para que la madera no crujiera y la instó a que ella lo hiciera a su lado.
—Tenemos que dar aviso de lo que hemos visto. El señor Singger es un asesino, Charlize. ¿Crees que si se lo decimos al tío Thibault podrá hacer algo? No puede salirse con la suya después de…
Se interrumpió al escuchar unos pasos dentro de la iglesia, provenientes de la sacristía. Una puerta crujió y apareció un hombre algo mayor que llevaba un candelabro en las manos.
—¿Quién anda ahí? —preguntó.
Donatien buscó la mano de Charlize y la apretó con fuerza, indicándole que nada le pasaría mientras estuviera él allí, con ella.
Donatien Barreau- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Qué suerte tenía al estar allí con su primo. Él siempre había representado la calma, la paz, cuando ella era más parecida a una tormenta huracanada. Sus palabras le sirvieron para entrar en razón, para poder serenarse aunque estuvieran pasando por un momento terrible. Charlize no podía ver con claridad los ojos de Donie, pero podía sentir cómo la abrazaba.
-Estamos bien, los dos estamos bien. No nos ha herido, no nos duele nada –comenzó a decir, para tranquilizarlo a él pero a ella también-. Solo tenemos que pensar cómo volveremos a casa, pero estamos bien.
Se dejó conducir por su primo y se sentó cuando él la instó a hacerlo. No soltó jamás su mano, tenía miedo de separarse de él. Se sobresaltó, moviéndose y arrastrando ligeramente el banco de madera. Al parecer, un trueno había cruzado el silencio de la ciudad. ¡Excelente! Solo eso les faltaba, que estuviera por llover. ¿Cómo encontrarían el camino hasta su caballo ahora?
-Todo nos sale mal, Donie –le dijo, con voz resignada-. ¿Cómo puede ser?
No, no quería decirle nada de aquello a su padre. Temía que el vecino acabase descubriendo que habían sido ellos dos quienes lo habían visto, después de todo no dejaban de estar separados por un pequeño jardín. ¡Vivía al lado de un asesino!
Cuando un hombre los interrumpió –Charlize suponía que era el sacerdote del lugar-, ella se puso en pie sabiendo que tendría que tomar las riendas de la situación. Se acercó al hombre y se santiguó –sin saber bien por qué lo hacía- antes de hablarle:
-Padre, disculpe que hayamos entrado así… Mi hermano y yo íbamos camino al puerto, para comprar pescado… nuestra madre nos envía cada semana, pues a estas horas se consigue el de mejor calidad traído directamente por los pescadores… ¡Y nos han querido robar! Un hombre traía un arma de fuego y nos ha querido asaltar, ¡hasta ha efectuado disparos mientras corríamos¡ ¿No ha oído los estruendos? Lamentamos profundamente habernos colado así en este lugar Santo, pero ¿qué mejor que la casa de Dios para darnos refugio? –No era del todo falso, mucho de lo que decía era cierto-. ¿Nos dejaría quedarnos un momento más? Para colmo de males está lloviendo ahora y nosotros vivimos lejos de aquí, seguramente el malhechor se ha quedado con nuestro caballo… ¡Mi madre me matará!
-Oh, hijos míos, qué terrible. ¿Se encuentran bien? ¿Por qué no pasan a tomar una taza de té? Pueden quedarse a pasar la noche si desean, aunque me temo que eso asustará a su pobre madre, pero es lo mejor dadas las circunstancias… Han hecho bien al ingresar aquí, Dios los ha guiado.
Charlize se volteó para mirar a Donie antes de volver a hablar. Esperaba que su primo –ahora hermano- le siguiera la corriente en aquello, porque no podían permitirse acabar expulsados de aquel lugar, sería demasiado peligroso.
-Gracias, padre. Creo que lo mejor será quedarnos, no sabe cuánto se lo agradecemos. Mi nombre es Charlize y éste es mi hermano Donatien.
-Estamos bien, los dos estamos bien. No nos ha herido, no nos duele nada –comenzó a decir, para tranquilizarlo a él pero a ella también-. Solo tenemos que pensar cómo volveremos a casa, pero estamos bien.
Se dejó conducir por su primo y se sentó cuando él la instó a hacerlo. No soltó jamás su mano, tenía miedo de separarse de él. Se sobresaltó, moviéndose y arrastrando ligeramente el banco de madera. Al parecer, un trueno había cruzado el silencio de la ciudad. ¡Excelente! Solo eso les faltaba, que estuviera por llover. ¿Cómo encontrarían el camino hasta su caballo ahora?
-Todo nos sale mal, Donie –le dijo, con voz resignada-. ¿Cómo puede ser?
No, no quería decirle nada de aquello a su padre. Temía que el vecino acabase descubriendo que habían sido ellos dos quienes lo habían visto, después de todo no dejaban de estar separados por un pequeño jardín. ¡Vivía al lado de un asesino!
Cuando un hombre los interrumpió –Charlize suponía que era el sacerdote del lugar-, ella se puso en pie sabiendo que tendría que tomar las riendas de la situación. Se acercó al hombre y se santiguó –sin saber bien por qué lo hacía- antes de hablarle:
-Padre, disculpe que hayamos entrado así… Mi hermano y yo íbamos camino al puerto, para comprar pescado… nuestra madre nos envía cada semana, pues a estas horas se consigue el de mejor calidad traído directamente por los pescadores… ¡Y nos han querido robar! Un hombre traía un arma de fuego y nos ha querido asaltar, ¡hasta ha efectuado disparos mientras corríamos¡ ¿No ha oído los estruendos? Lamentamos profundamente habernos colado así en este lugar Santo, pero ¿qué mejor que la casa de Dios para darnos refugio? –No era del todo falso, mucho de lo que decía era cierto-. ¿Nos dejaría quedarnos un momento más? Para colmo de males está lloviendo ahora y nosotros vivimos lejos de aquí, seguramente el malhechor se ha quedado con nuestro caballo… ¡Mi madre me matará!
-Oh, hijos míos, qué terrible. ¿Se encuentran bien? ¿Por qué no pasan a tomar una taza de té? Pueden quedarse a pasar la noche si desean, aunque me temo que eso asustará a su pobre madre, pero es lo mejor dadas las circunstancias… Han hecho bien al ingresar aquí, Dios los ha guiado.
Charlize se volteó para mirar a Donie antes de volver a hablar. Esperaba que su primo –ahora hermano- le siguiera la corriente en aquello, porque no podían permitirse acabar expulsados de aquel lugar, sería demasiado peligroso.
-Gracias, padre. Creo que lo mejor será quedarnos, no sabe cuánto se lo agradecemos. Mi nombre es Charlize y éste es mi hermano Donatien.
Charlize Barreau- Humano Clase Media
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Re: Luna bonita | Privado
La lluvia fuera, la voz del hombre en el interior… Donatien era capaz de oír cómo el pulso retumbaba en sus oídos. Se sentía atrapado, sin poder salir, pero, a la vez, sin poder permanecer en aquella iglesia. El hombre debía ser el sacerdote de aquel lugar, al que ambos habían despertado con su intromisión. Por suerte, Charlize tomó la iniciativa y mintió sobre qué estaban haciendo ambos en aquel lugar. Donatien tragó saliva y se colocó junto a su prima, pasándole el brazo por detrás de la espalda en un gesto protector.
—Sí, padre, estamos bien —contestó Donie—. Nada nos ha hecho ese hombre, afortunadamente. No queremos molestarlo, pero le agradezco tanto que nos permita esperar aquí, al menos, a que la tormenta amaine.
No estaba seguro de que quedarse allí toda la noche fuera buena idea. Ni sus padres ni los de Charlize sabían que ambos habían salido de casa durante la noche, así que se preocuparían cuando fueran a despertarlo para comenzar el nuevo día y no lo vieran en su cama. Si eso llegaba a ocurrir y nada les pasaba a su padres por el susto, estaba convencido de que se acabarían las aventuras junto a Charlize. No es que le importara demasiado, puesto que salir de casa a medianoche nunca le había parecido buena idea, pero no quería perder eso que lo unía tanto a su prima. Ella disfrutaba mucho investigando, y él yendo con ella, así que aquello era algo que no quería perder.
El sacerdote entró en la habitación desde la que había salido y los guió, a través de pasillos que Donatien jamás creyó que una iglesia tendría, hasta lo que parecía un pequeño refectorio, pero mucho más acogedor.
—Sentaos aquí, hijos míos, ahora os traeré una taza de té y algo para que llenéis el estómago.
Se santiguó y se marchó, dejando a los dos jóvenes en un silencio tan puro que daba miedo romper, pero Donatien necesitaba hablar con su prima porque el nerviosismo lo estaba matando.
—Charlize, no podemos quedarnos a pasar la noche aquí. Mi padre empieza a trabajar temprano, por lo tanto, yo también. ¿Qué pasará si madre entra en mi cuarto y ve que no estoy? ¿Y cuando los tíos vean que tú tampoco estás en tu cama? Tenemos que marcharnos cuanto antes.
Miró la puerta por donde el hombre había desaparecido, temeroso de que volviera y descubriera la mentira.
—Nos tomaremos el té y esperaremos a que deje de llover. Será lo mejor.
El tintineo de las tazas lo alertó y supo que el cura volvía con lo prometido. Dejó una bandeja sobre la mesa con dos tazas y un platito de pastas de mantequilla, que tenían un aspecto delicioso. Donatien descubrió que estaba muerto de hambre, pero no se atrevió a ser el primero en comerlas.
—Por favor —dijo el hombre, señalando la comida con la mano—. Esto que os ha pasado no es la primera vez que ocurre aquí. Es una zona peligrosa esta del puerto, y no es seguro caminar por ella cuando no brilla el sol. ¿Habéis podido ver la cara del malhechor? Tengo entendido que la policía anda buscando a unos ladrones, quizá sean los mismos.
Donatien miró a su prima de reojo y tomó una de las tazas para darle un sorbo. No se atrevía a hablar porque mentir nunca se le había dado bien, mucho menos a un hombre santo como lo era él.
—Sí, padre, estamos bien —contestó Donie—. Nada nos ha hecho ese hombre, afortunadamente. No queremos molestarlo, pero le agradezco tanto que nos permita esperar aquí, al menos, a que la tormenta amaine.
No estaba seguro de que quedarse allí toda la noche fuera buena idea. Ni sus padres ni los de Charlize sabían que ambos habían salido de casa durante la noche, así que se preocuparían cuando fueran a despertarlo para comenzar el nuevo día y no lo vieran en su cama. Si eso llegaba a ocurrir y nada les pasaba a su padres por el susto, estaba convencido de que se acabarían las aventuras junto a Charlize. No es que le importara demasiado, puesto que salir de casa a medianoche nunca le había parecido buena idea, pero no quería perder eso que lo unía tanto a su prima. Ella disfrutaba mucho investigando, y él yendo con ella, así que aquello era algo que no quería perder.
El sacerdote entró en la habitación desde la que había salido y los guió, a través de pasillos que Donatien jamás creyó que una iglesia tendría, hasta lo que parecía un pequeño refectorio, pero mucho más acogedor.
—Sentaos aquí, hijos míos, ahora os traeré una taza de té y algo para que llenéis el estómago.
Se santiguó y se marchó, dejando a los dos jóvenes en un silencio tan puro que daba miedo romper, pero Donatien necesitaba hablar con su prima porque el nerviosismo lo estaba matando.
—Charlize, no podemos quedarnos a pasar la noche aquí. Mi padre empieza a trabajar temprano, por lo tanto, yo también. ¿Qué pasará si madre entra en mi cuarto y ve que no estoy? ¿Y cuando los tíos vean que tú tampoco estás en tu cama? Tenemos que marcharnos cuanto antes.
Miró la puerta por donde el hombre había desaparecido, temeroso de que volviera y descubriera la mentira.
—Nos tomaremos el té y esperaremos a que deje de llover. Será lo mejor.
El tintineo de las tazas lo alertó y supo que el cura volvía con lo prometido. Dejó una bandeja sobre la mesa con dos tazas y un platito de pastas de mantequilla, que tenían un aspecto delicioso. Donatien descubrió que estaba muerto de hambre, pero no se atrevió a ser el primero en comerlas.
—Por favor —dijo el hombre, señalando la comida con la mano—. Esto que os ha pasado no es la primera vez que ocurre aquí. Es una zona peligrosa esta del puerto, y no es seguro caminar por ella cuando no brilla el sol. ¿Habéis podido ver la cara del malhechor? Tengo entendido que la policía anda buscando a unos ladrones, quizá sean los mismos.
Donatien miró a su prima de reojo y tomó una de las tazas para darle un sorbo. No se atrevía a hablar porque mentir nunca se le había dado bien, mucho menos a un hombre santo como lo era él.
Donatien Barreau- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 27/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Charlize tenía dolor de cabeza de tanto pensar, de tanto crear mentiras y, principalmente, del miedo que había pasado hacía solo unos minutos. Se tapó la cara con ambas manos cuando el sacerdote se fue y se masajeó la frente. Necesitaba algo con alcohol y no un té, pero viendo sus posibilidades no se pondría demasiado pretenciosa-
-Lo sé, Donie, lo sé. ¿Pero qué podía decirle? Además no tengo ganas de salir ahora de aquí, el vecino demoníaco puede estar en cualquier lado esperándonos. Tal vez podamos partir al amanecer… ¿qué piensas? Arma tú un plan porque a mí la cabeza me está por estallar.
Tomó asiento junto a su primo a la espera de que apareciese el sacerdote con las infusiones. Estaba siendo tan amable, sin duda era un regalo de Dios que los hubiera recibido así. Charlize alzó la vista a la cruz que colgaba de una de las paredes de la habitación y prometió que nunca más se haría la enferma para faltar a la misa de los domingos y que rezaría sin falta cada noche antes de meterse en la cama. Ah, y que si podía intentaría moderarse con las mentiras, aunque eso no lo creía del todo posible.
-Mi padre sabe que me quedaba a dormir en tu casa, el problema es la tía… te agarrará de la oreja –se rió, pero rápida se cubrió la boca para acallarse a sí misma. No era momento para risas-. Tienes razón, vamos a volver. No sé cómo si no tenemos mi caballo, pero vamos a volver.
El sacerdote, amoroso, llegó y les tendió las tazas. Charlize la agradeció y le aseguró al sacerdote que estaba delicioso aquello, aunque no era del todo cierto. ¡Estaba mintiendo en una iglesia! Pero era por cortesía, Dios tendría que ser comprensivo con eso.
-No hemos podido verle, el miedo nos paralizó por un instante pero luego nos largamos a correr como si el diablo nos siguiera –eso, al menos, era cierto-. Sabemos que es peligrosa, pero ya supongo que nuestra madre no nos permitirá regresar a esta zona, al menos no de noche –concluyó-. Gracias por darnos refugio, padre. Y gracias por el ofrecimiento de pasar la noche aquí, pero mi hermano considera que nuestra madre se preocupará mucho al no vernos regresar y eso le hará mal a sus nervios. Partiremos a casa en cuanto cese la lluvia. Dios lo bendiga por tanta hospitalidad.
-Lo sé, Donie, lo sé. ¿Pero qué podía decirle? Además no tengo ganas de salir ahora de aquí, el vecino demoníaco puede estar en cualquier lado esperándonos. Tal vez podamos partir al amanecer… ¿qué piensas? Arma tú un plan porque a mí la cabeza me está por estallar.
Tomó asiento junto a su primo a la espera de que apareciese el sacerdote con las infusiones. Estaba siendo tan amable, sin duda era un regalo de Dios que los hubiera recibido así. Charlize alzó la vista a la cruz que colgaba de una de las paredes de la habitación y prometió que nunca más se haría la enferma para faltar a la misa de los domingos y que rezaría sin falta cada noche antes de meterse en la cama. Ah, y que si podía intentaría moderarse con las mentiras, aunque eso no lo creía del todo posible.
-Mi padre sabe que me quedaba a dormir en tu casa, el problema es la tía… te agarrará de la oreja –se rió, pero rápida se cubrió la boca para acallarse a sí misma. No era momento para risas-. Tienes razón, vamos a volver. No sé cómo si no tenemos mi caballo, pero vamos a volver.
El sacerdote, amoroso, llegó y les tendió las tazas. Charlize la agradeció y le aseguró al sacerdote que estaba delicioso aquello, aunque no era del todo cierto. ¡Estaba mintiendo en una iglesia! Pero era por cortesía, Dios tendría que ser comprensivo con eso.
-No hemos podido verle, el miedo nos paralizó por un instante pero luego nos largamos a correr como si el diablo nos siguiera –eso, al menos, era cierto-. Sabemos que es peligrosa, pero ya supongo que nuestra madre no nos permitirá regresar a esta zona, al menos no de noche –concluyó-. Gracias por darnos refugio, padre. Y gracias por el ofrecimiento de pasar la noche aquí, pero mi hermano considera que nuestra madre se preocupará mucho al no vernos regresar y eso le hará mal a sus nervios. Partiremos a casa en cuanto cese la lluvia. Dios lo bendiga por tanta hospitalidad.
Charlize Barreau- Humano Clase Media
- Mensajes : 14
Fecha de inscripción : 13/05/2018
Re: Luna bonita | Privado
Ver a Charlize derrumbada era algo que no ocurría todos los días. Ella era siempre la que pensaba, la que decía y proponía, mientras que Donatien era el que la seguía y, en ocasiones, frenaba sus impulsos para no terminar metidos en un lío. Un lío como aquel en el que ahora se encontraban y del que ninguno de los dos tenía ni idea de cómo salir.
—Saldremos entonces cuando cese la lluvia —decidió.
Cuando se encontraran fuera pensarían cómo volver, si a caballo o a pie, pero, de momento, lo mejor sería esperar. El sacerdote llegó con las bebidas y habló con Charlize, puesto que Donatien decidió no decir nada por miedo a meter la pata. Tuvo ganas, no obstante, de describir la cara del hombre que los había amenazado, porque ambos sabían bien cómo era su cara. Si bien hacía mucho tiempo que Donatien no veía al señor Singger, conocía los rasgos básicos para explicar cómo era su rostro sin temor a que lo confundieran con alguien inocente. Ahora sería más viejo, pero él sabía que no había cambiado tanto.
Llegado un punto, Donie pidió permiso para acercarse a un ventanuco que había al fondo y se asomó. La noche era cerrada y apenas se veía nada, pero la luz que salía de la habitación alumbraba un charco del suelo. Se fijó si había gotas impactando contra él, pero no había ondas que indicaran que así era, por lo que, supuso, la lluvia había cesado, al menos en gran medida.
—Charlize, ha dejado de llover —anunció—. Será mejor que salgamos ahora, padre. Puede que vuelva la tormenta y volveremos a estar como hasta ahora.
Se acercó a su prima y la sujetó del brazo para ayudarla a levantarse. Dio las gracias al hombre y le prometió que tendrían cuidado a partir de entonces antes de salir de la iglesia.
—Creo que dejamos el caballo en aquella dirección. Vamos, con un poco de suerte seguirá ahí.
Le dio la mano y anduvo a paso ligero hasta doblar la esquina. El animal no estaba donde lo habían dejado y Donatien maldijo su mala suerte. Se llevó una mano a la frente para poder pensar qué hacer —puesto que Charlize parecía bloqueada del todo— cuando escuchó un relincho suave que salía de la oscuridad del callejón. El caballo de su prima salió a su encuentro con las riendas rotas, pero entero y sin ninguna herida.
—Eso es, campeón, eso es. Te has escondido de la lluvia, ¿verdad? —Hizo un nudo con las riendas para poder manejarlo y lo llevó hasta donde estaba su prima—. Char, sube, corre. Tenemos que irnos.
Él subió tras ella y azuzó al caballo para salir de allí. Parecía que, al fin, todo había salido bien.
—Saldremos entonces cuando cese la lluvia —decidió.
Cuando se encontraran fuera pensarían cómo volver, si a caballo o a pie, pero, de momento, lo mejor sería esperar. El sacerdote llegó con las bebidas y habló con Charlize, puesto que Donatien decidió no decir nada por miedo a meter la pata. Tuvo ganas, no obstante, de describir la cara del hombre que los había amenazado, porque ambos sabían bien cómo era su cara. Si bien hacía mucho tiempo que Donatien no veía al señor Singger, conocía los rasgos básicos para explicar cómo era su rostro sin temor a que lo confundieran con alguien inocente. Ahora sería más viejo, pero él sabía que no había cambiado tanto.
Llegado un punto, Donie pidió permiso para acercarse a un ventanuco que había al fondo y se asomó. La noche era cerrada y apenas se veía nada, pero la luz que salía de la habitación alumbraba un charco del suelo. Se fijó si había gotas impactando contra él, pero no había ondas que indicaran que así era, por lo que, supuso, la lluvia había cesado, al menos en gran medida.
—Charlize, ha dejado de llover —anunció—. Será mejor que salgamos ahora, padre. Puede que vuelva la tormenta y volveremos a estar como hasta ahora.
Se acercó a su prima y la sujetó del brazo para ayudarla a levantarse. Dio las gracias al hombre y le prometió que tendrían cuidado a partir de entonces antes de salir de la iglesia.
—Creo que dejamos el caballo en aquella dirección. Vamos, con un poco de suerte seguirá ahí.
Le dio la mano y anduvo a paso ligero hasta doblar la esquina. El animal no estaba donde lo habían dejado y Donatien maldijo su mala suerte. Se llevó una mano a la frente para poder pensar qué hacer —puesto que Charlize parecía bloqueada del todo— cuando escuchó un relincho suave que salía de la oscuridad del callejón. El caballo de su prima salió a su encuentro con las riendas rotas, pero entero y sin ninguna herida.
—Eso es, campeón, eso es. Te has escondido de la lluvia, ¿verdad? —Hizo un nudo con las riendas para poder manejarlo y lo llevó hasta donde estaba su prima—. Char, sube, corre. Tenemos que irnos.
Él subió tras ella y azuzó al caballo para salir de allí. Parecía que, al fin, todo había salido bien.
FIN DEL TEMA
Donatien Barreau- Humano Clase Media
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 27/05/2018
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