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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Arden Annice Gladstone Miér Jun 13, 2018 12:12 am

Sé lo que todos y cada de uno de los criados que me aguardan despiertos piensa en el momento en el que ingreso con Kendrick junto a mí en la montura. Hasta podría leer sus pensamientos que se ven escritos en sus ojos: “Si su padre estuviera aquí, lo asesinaría y a ella la encerraría en un convento.” “Si el amo Erik la viera, no se atrevería a tales osadías…” Y muchas más. Algo distinto por cada uno según su pensamiento. Pero no me importa. Les guste o no les guste, soy la ama, la dama y señora de este lugar; y jamás podrán decir que no he sido compasiva y paciente. Nunca los trate como si fuesen esclavos, ni han sido presas de perversos caprichos. Todos y cada uno tienen un salario propio, son bien vestidos y alimentados. Tienen una vida lo más digna posible para su posición, y no serían denigrados, ni segregados por su Fe, su color de piel o educación. Sin embargo, esta sigue siendo mi casa. Soy una mujer adulta y yo decido con quién involucrarme y con quién no.

No puedo quejarme, más allá de sus miradas iniciales, toman sus tareas de inmediato, con agrado y siendo formales hacia mi acompañante, tratándolo con cuidado y respeto. Nos ayudan a bajar del caballo y entrar en la casa.
– “Comida, jugos frutales, agua y baño, por favor. Lord McGrath primero.” – A pesar de que no es un Lord en sí, siendo que es escocés de clase alta y no inglés; mi padre siempre le trato como si perteneciera a lo más prominente de nuestra esfera social. No es pobre, en lo absoluto y poca compasión tengo por sus abultadas cuentas. Pero mi amado padre, trató de incluirlo, dándole todo su favor en la nobleza y acrecentando su posición y relaciones. No sabría decir si le amo como un hijo, pero si aseguro que le confió su casa, su fortuna y a su hija.

Sé; que como siempre, todo está listo, incluyendo la tina, pero sólo para uno y esta noche, seremos dos. Veo a mi caballero galante, con una leve sonrisa. Los hombres se dedican a indicarle hacia dónde y le ayudan a desvestirse y atenderse, mientras me dirijo con las señoras a otra habitación, puesto que la tina lista; es la mía. De sólo pensar que está en mi habitación me avergüenza tanto como me emociona. Tengo 18 años otra vez y el joven que me corteja es invitado a que conozca los interiores de mi casa. Estaba tan nerviosa ese día. O quizá tengo 19 y vinimos de visita a este lugar por primera vez con mi oficial y legalmente novio. Le muestro mi habitación con las mejillas sonrojadas, aunque muy bien sé que él, dormirá del otro lado del pasillo, junto a la habitación de Erik. Tengo 20 años, y la ansiedad de su cuerpo me desespera, miento sobre sentirme enferma. Mi padre le permite cuidarme y se mete en mi habitación. Conozco su torso desnudo por primera vez y me atrevo a besarlo mientras bajo por su abdomen ¿Y luego quieres que deje todos esos sentimientos atrás y siga con mi vida? Simplemente te fuiste con mi corazón en la mano y todo quedó en suspenso. ¿Cómo recuperarme de algo, con lo que ya no tuve que lidiar? Ojos que no ven, corazón que no siente. Si no te veo, no me dueles. Si no me dueles, no tengo nada que curar.

No quise decirlo, pero el brazo derecho me está matando de dolor. Siento como el musculo arde tan horriblemente que temo que se desgarre. Miro a mi nana, nada me dice, pero sé muy bien lo que piensa. Sólo una pared me separa del escocés, así que hablo bajo, rogando que el ruido a agua que lo rodee no delate mis palabras.
– “Sé lo que vas a decirme, pero salvó mi vida esta noche, entre otras cosas. Muchas otras cosas que ha hecho por mí. No necesito más miradas reprochantes, necesito algo de ayuda y compasión. Por favor.” – La capa, las armas que acomodan con excesivo orden, las altas botas, la armadura parte por parte. Todo está bien, hasta que la armadura, comienza a quitarse. El primer grito. – “¡Aaaaaarrrggghhhh! Trato de contenerlo, pero no logro hacerlo con precisión. Mi hombro esta horriblemente hinchado, y el apriete que contenía el movimiento, al ser liberado hace que comience a sentir la herida latir.

Sólo queda la prenda, la mera tela que contiene mi desnudez. Descalza, con el cabello alborotado, manchada y bastante adolorida. Justo el momento perfecto para que suene la puerta. Los sirvientes, que tan amablemente vienen a dejarme las quejas sobre Kendrick. ¿No puede ser normal? ¿No puede sólo meterse en la tina y ya? Me levanto de la cama con ímpetu, no te has ganado el cielo aún. Sé normal. Entro en la habitación para encontrarme con su perfecta imagen. Músculo por músculo, centímetro a centímetro recorro su figura. Ejercicio, mucho ejercicio. *Wow…* Para mi vergüenza personal la toalla que cubre su intimidad tan finamente en la cintura no hace diferencia a mis hormonas. Inexplicable, inentendible, impudorosamente… perfecto. No tenía esos antes. Ninguno de esos tan bien definidos abdominales que contaría hasta que olvide los números. Mi boca se abre despegando torpemente los labios. *Deja. De. Mirar. Como. Idiota.* Reacciono torpemente y finalmente me volteo a su cuerpo. Ni pudor tengo, y por lo visto él tampoco tiene mucho de eso.

- “¿Y ahora qué? ¿No puedes simplemente tomar un baño como una persona normal? ¿Qué quejas traes? Ya solicité que te den ropa de Erik. Son… como de la talla… creo. Sólo dime que requieres.” – Decir que estoy nerviosa es lo de menos. Decir que estoy excitada, es lo más seguro. Maldito hombre, ¿Por qué en lugar de ser el monstruo que deberías, te vez cada vez, más y más perfecto?
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Mensaje por Kendrick McGrath Miér Jun 13, 2018 2:44 am

Know I've done wrong
Left your heart torn
Is that what devils do?

Tras el episodio cerca del burdel, montado atrás tuyo en el caballo de tu propiedad, mantengo la siniestra en tu abdomen sintiendo el calor que emanas; en cada paso de la montura, aprecio tu dulce olor y la embriagante textura de tu piel que al contacto de la mía, mandan al infierno cualquier intento de alejar mis pasos de los tuyos. Con las riendas en la diestra, sentirte pegada me provoca desear que este instante sea eterno. Más los locos anhelos del lobo pocas veces se ven cumplidos, por lo que mi disfrute es corto cuando las paredes del hogar que fuera de tu madre se elevan ante mis ojos como si se tratara de un gran mausoleo o peor aún, de una prisión de la que puedo estar seguro, será imposible escapar como ponga un solo paso dentro. Esta vez, el cuento de hadas que viví cuando te acompañé en el pasado, se ha roto como la zapatilla de cristal dejando sólo heridas. ¿Podremos seguir adelante? ¿Podremos sanar, Annice?

Las expresiones de asombro de tu personal me son indiferentes. Al contrario, te aprieto un poco más contra mi pecho dejando en claro que esta vez, ningún sirviente, ni siquiera el padre Mario, ni Erik, mucho menos tu padre -de acuerdo, exageré, Lord Gladstone sí me causa respeto-, podrán separarme de tu vera. Apeo el caballo, uno de los esclavos acude para ayudar, si notan que mi propia ropa está manchada con sangre y rota, se callan la boca con prudencia. Eso me agrada de los Gladstone, crean lazos de fidelidad y fe, apoyan a sus sirvientes y éstos les corresponden cuidando de ellos. Desmonto con la única ayuda de que sujeten las bridas para que el corcel esté quieto. Alzo los brazos hacia ti sin hacer caso de aquél que te intenta bajar. Ese honor lo tengo yo. Nadie más. Una mano a tu cintura es suficiente apoyo para que desmontes. Te demuestro que estoy recuperando la fuerza dejando tus pies con cuidado en el piso besando tu frente con devoción.

Te sigo cuando avanzas. En silencio, mirando de reojo a un par de tus esclavos de contextura marcada, grandes cuya aura muestra signos de agresividad pasiva. Como si desearan advertirme que sólo hace falta un paso en falso para hacerme pedazos. Eso está por verse, con una mano en tu espalda reafirmando mi posición en este lugar, te sigo hasta el interior. Miro alrededor con curiosidad comprobando qué poco ha cambiado. Quizá un par de personas del servicio. Continúo hasta llegar al pasillo que divide las alas de la casa. Mi ceja izquierda se arquea en el instante en que tomas mi mano para guiarme hacia donde está tu habitación. Incluso me introduces hasta el baño dejando en mis ojos una fugaz visión de tu cama. Tantos recuerdos de ese lecho compartido con tus ansiosas manos explorando y buscando más mi piel provocan que por un momento tenga que concentrarme en el asqueroso olor del vampiro para rebajar mi erección. Te retiras dejándome con el par de esclavos cuyas miradas pueden helar el mismo infierno.

Se acercan a ayudarme. ¿De verdad? En mis treinta y largos años pocos me han ayudado después de obtener la bendición de la licantropía y fue en momentos cruciales. Ahora tenemos un problema cuando uno de ellos intenta alargar las manos - puedo solo, gracias - es suficiente para que se queden a mitad de camino en tanto mis manos desabrochan con rapidez cada uno de los botones habiendo recuperado el total control de éstas. Estoy levemente dolorido, aún así me desprendo del abrigo dejando a la vista la camisa hecha jirones que con descuido dejo caer. Le siguen las botas, pongo rodilla en el piso para desabrochar las agujetas - traigan cuatro baldes de agua tibia y un banco - ambos me observan extrañados - por favor - ni siquiera eso les hace moverse hasta que mis orbes se posan en uno de ellos, - ¿Para qué? - quiere saber provocando que apriete mis párpados.

En ocasiones como ésta, me arrepiento de mis decisiones. Debí pedir ir a casa, mis sirvientes entenderían para qué pido esos elementos. Un grito me hace respingar buscando su fuente, estoy casi seguro de que es tu voz, la pregunta es ¿Por qué gritarías así? ¿Qué tienes? ¿Qué te pasa? Intento dar un paso hacia la salida cuando el esclavo se entromete. Quisiera darle un par de bofetones por la osadía hasta que recuerdo que ya no eres mi prometida. ¡Golpe bajo! Así que resignado, reanudo la conversación. ¿En qué estaba? ¡Ah sí! - para bañarme, por supuesto. Me niego a meterme a la tina sin quitarme la sangre primero - me vuelvo a agachar para quitar la primer bota, voy a por la segunda - para eso está el agua de la tina, señor. Para que se lave - escucho que me explica como si fuera un crío estúpido que poco comprende lo que sucede. - Haz lo que te pido, por favor - botas fuera, pantalones siguen y al final la ropa interior en tanto el esclavo corre para obedecer. Eso pensé tomando la toalla para cubrir mi desnudez de forma parcial, hasta que escucho que se abre la puerta y apareces en el umbral más que molesta.

A veces me digo que tal vez me invento ese olor tan afrodisíaco que emana de tu cuerpo cada vez que estás furiosa, Annice. ¿Cómo vivir sin él? ¿Sin ti? ¿Sin ambos? Estás excitada, tus ojos aprecian cada parte de mi cuerpo como si quisieran devorarlo ¿Me parece o estoy juzgando mal, my darling? Por largos y dolorosos segundos me deleito en tu expresión anonadada por mi constitución física. ¿Alguna vez te dije que me encanta ver cómo te sonrojas? Ah, también cómo volteas dando la espalda fingiendo que no te quedaste arrobada con los músculos de mi abdomen. Por pura diversión cruzo mis brazos ladeando la cabeza escuchando tus reclamos antes de mirar a ambos sirvientes - de acuerdo, parece que tengo que ser un niño de mamadera para tener que explicar que la vitae de mi cuerpo está seca. Al contacto con el agua, puede introducirse en mi boca y nariz. ¿No te suena más lógico, sano y menos asqueroso que me lave en un banco primero el cuerpo antes de meterme a la tina para relajar los músculos? A menos que sea estúpido, es lo que pienso hacer. Si tus sirvientes carecen de la facultad de darme cubetas de agua y un banco, puedo ir a mi hogar - me restriego la nuca molesto por esto.

Volteo para agachar y tomar mis pantalones. - Fue mala idea venir acá - ¿Estoy bloffeando? ¡Por supuesto! Eso sólo sería visible para Erik que me conoce mejor que tú, Annice. Más eso le dará a los esclavos una comprensión mayor de que conmigo no se juega. El haberte llamado me parece estúpido. Saco del bolsillo de los pantalones una botella pequeña, los dejo caer volteando a tu presencia. Paso a paso me acerco para poner en tu mano el pequeño contenedor no más grande que mi dedo pulgar que tiene dentro una sustancia verde - tómalo y bébelo. Es para que sanes. Lo utilizo en casos de extrema urgencia y si distinguí bien, ese grito fue de dolor. Te conozco, preguntar será igual a que te escondas en tu caparazón de tortuga, así que haz el favor de beberlo o se lo daré a Gertrude, seguro que ella sabrá ponerlo en algún alimento - te cierro el puño para que esté seguro.

Beso tu frente señalando la salida - si me disculpas, me daré una ducha, ¿O quieres tallar mi espalda? - pregunto provocador conociendo de antemano lo que vas a hacer. Te vas a ofender, a fingir que estás muy abochornada cuando sabemos que eso te gustaría. Cuando volteo, ya el sirviente está trayendo dos cubetas de agua y parece que los ánimos cambiaron. Me pregunto por qué. ¿Por qué de pronto parecen apreciarme un poco más de hace unos instantes? ¿Sería por la cura que te di? ¡Qué raro!
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Mensaje por Arden Annice Gladstone Miér Jun 13, 2018 5:22 pm

Como si no estuviese ya lo suficientemente incomoda, comienza a amenazarme con que las atenciones en mi hogar no son las adecuadas. – “Kendrick, nadie aquí sabe cómo atender a un licántropo. Están siendo más que amables y…”- No es algo que los criados deban, ni quieran escuchar. Tal vez, sí escuchar, razón por la cual, conociendo bien su posición esperan junto a la puerta, evitando la conversación. Tiene razón en lo que dice; pocas veces considero el daño que hace a su raza, la sangre vampírica. Debería comenzar a tenerlo en cuenta; es de hecho, una gran arma ¿Estoy hablando de cazar a otros como mi amado? ¿Cómo me sentiría si algún otro cazador o la maldita inquisición pusieran sus manos en él? Si lo envenenaran mortalmente, sólo gozando de su dolor hasta que pereciera… ¿Me estoy replanteando toda mi vida, otra vez? Las murallas de mi mente comienzan a mostrar grietas de debilidad. Las paredes se resquebrajan y ya no me siento tan seguro de lo que hago, como lo estaba cuando partí de este lugar en busca de acción.

La excitación se había bajado cuando sus pasos sonando en el suelo casi como caricias, hicieron de mis pulsaciones, latigazos en mi cuerpo a medida que te acercas. Su espalda está más amplia, la herida me distrae de su piel, jamás quiso decirme como se la hizo. Comienzo a entender por qué. Es un hecho, que asumo está relacionado con la esencia que ahora conozco de ti. El brillo que emana, por la traspiración de la piel y la movilidad de los músculos al agacharse. Se ve tentador y perlado; el calor vuelve a expandirse por mi cuerpo. Se voltea y me ve de frente con algo a lo que no puedo prestar atención. Quiero verlo a su rostro, pero mis ojos divagan en la imagen entre piel, corpulencia y tu mirada. Quiero ser recta, quiero se educada, quiero ser casta ¿No vas a permitirlo verdad? Trago saliva nerviosa y mientras el ardor cubre mis mejillas y hasta enrojece mis orejas, veo directo al frasco.

Ahí está, parado frente a mí, sin pudor ni decoro. Veo a un lado por unos segundos. Descarado. Levanto la mirada para poder verlo. Se ve más alto. Es más que nada el efecto de mi cuerpo centímetros más abajo ahora que mi estatura es la que corresponde, sin las botas que me den elevación. Mi mano por un segundo busca el contacto. No puedo. No debo. Quiero recorrer tu cuerpo otra vez, sentir el calor de tu piel. Incluso ahora, estando manchado y con un aroma no tan agradable. Ver como mis dedos se resbalan contra tu sudor, marcando caminos que volveré a recorrer infinitamente. Mi boca otra vez se desencaja, respiro profundo a través de ella. Dios me ha dado una nariz, pero parece inundarse de vacío cuando estoy a tu lado. También me ha dado un cerebro, pero se niega a reaccionar. Su mano se ve tan grande y varonil comparadas con las mías. Entrecierro los ojos, no voy a quejarme frente a ti, ni aunque me torturen.
– “Alcohol. Alcohol es lo que necesito. Estoy bien. Y deja a mi servidumbre fuera de esto.” Y morfina en su mejor estado puro. Pero no lo suelto. El dolor es intenso y sólo parece que cede en tu presencia. Hasta al mismo dolor intimidas, mi amor.

Me besa la frente y mis ojos se cierran por impulso. Besa mis labios, no mi frente. Mi cabeza no sufre por no sentirte; mi boca arde de deseo. La sangre me hierve, ni siquiera podría describir la sensación que se forma en mi femineidad. Es como una braza calcinándose al fuego lento que crece por dentro. Quemas, y no me importa jugar con fuego. Quiero más. Estoy sumergida en todos y cada uno de los pecados que deseo consumir contigo, sin importar si me otorgan o no el perdón por ellos. Quiero darme a ti indiscriminadamente y abusar de todas las pasiones que me surjan en el camino que me dejes recorrer sobre tu ser… No quiero tallarte la espalda, quiero morderle, lamerte y devorarte. Quiero conocer tu intimidad masculina y disfrutarla para mi placer. Quiero hacer todo lo que Charles dijo que era satisfactorio para el hombre y la mujer… Pero te estás pasando.

Niego con la cabeza y mi cara de indignación toma lugar en mi rostro. Busco la prenda más cercana y se la arrojo a la cara.
– “¿Te has creído que soy tu sirvienta, tu esclava o qué? Ten un poco de decencia en mi hogar… ¡Maldito Lobo!” – Me retiro completamente ofendida, un hombre digno de llamarse a sí mismo hombre y caballero, jamás debería hacer a una joven dama tales impropias proposiciones. Suficiente que he tenido que soportar tu osadía de mostrarte tan libertino en mí presencia, ¡en mi propia casa! – “¡Denle todo lo que guste!” – Entro muy propia en mi altanería a la habitación contigua, pero más que nada, huyo antes de que me hagas perecer a tus propuestas, y ceder a todos mis instintos.
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Mensaje por Kendrick McGrath Lun Jun 18, 2018 12:17 am

Took you so low
where only fools go
I shook the angel in you.

Si me dieran un penique por cada ocasión en que adivino tus reacciones, sería más que rico. Reuniría toda mi fortuna al triple, porque eres demasiado predecible, Annice. Como invoqué, te sonrojas, cualquiera diría que es por las imágenes que pongo en tu cabeza cuando en realidad es porque conozco el rumbo de tus pensamientos, el brillo de tus ojos cuando me observas de esa forma tan hambrienta. Sí, lo ansías tanto como yo. Compartimos el mismo impulso, uno que podría llevarnos al premio mayor en el cual estarías exultante los primeros instantes hasta que recuerdes que llegarás impura al matrimonio. Algo que es poco importante para mí, jamás para tu mente y tus valores, my darling.

Me arrojas a la cara mi camisa manchada, lo que tienes más cerca a la mano. Mi diestra es más ágil quitando la prenda antes que siquiera me toque el rostro, mi sonrisa se descubre cuando bajo la tela paralela a mi figura porque estoy divertido con tus actitudes, las recuerdo todavía, sobre todo los últimos días donde parte de estas provocaciones se convirtieron en una deliciosa costumbre que me fascinaba practicar contigo, susurrando a tu oído lo que te haría dejando en tu mente esas ideas y fantasías para que te pusieras roja como la grana de ansiedad y nerviosismo. Tu timidez me mata. Pensar que un día sea inexistente me mataría mucho más, por lo que voy más que lento. Me pides decencia, me río a carcajadas sobre todo cuando me pones ese mote que jamás creí escuchar de tus labios, delicioso por la forma en que lo pronuncias como si fuera una frase normal en todo tu vocabulario. Estás aceptando mi parte licántropa, lo que celebro en todo lo alto. Por fin puedo ser el Kendrick McGrath que conocen en Escocia. Puedo ser sin cortapisas.

Como tal, las cubetas llegan junto con el banco. Tomo el paño para enjabonarlo tras desnudarme al completo sabiendo que esta vez, me dejarás en soledad. Tallo todo mi cuerpo una, dos y hasta tres veces hasta dejar la carne al rojo vivo del asco que me produce la vitae. El cabello sigue el curso de mi histérica y maniática limpieza hasta que mi olfato está convencido de que ha desaparecido todo rastro putrefacto. Ahí es donde me enjuago todo el cuerpo con el agua fría sin preocuparme por ello, sintiendo cómo la cristalina repara mi piel, dejándola impoluta y con el olor característico del lobo que sólo algunos tienen la dicha de detectar. Estiro el cuerpo a pesar de las heridas aún visibles del vampiro para sumergirme en el agua más cálida de la bañera con los aceites y las hierbas que si bien tienen olores femeninos, me preocupa poco y nada. Saber que era para ti es suficiente para dejarme llevar.

Echo la cabeza atrás en el borde de la cerámica para relajar mi cuerpo agotado por el viaje tan largo en barco, sintiendo que todos mis músculos exigen que calme mis ímpetus hasta la siguiente contienda donde tendrás de nueva cuenta protagonismo. Mirando al techo, sabiendo que éste es un nuevo episodio de nuestras vidas, mis ojos lento van cerrándose sin que tenga el poder de mantenerlos abiertos. Mi respiración acompasada ayuda al arrullo en compás del agua hasta que me sumerjo en un sueño tan delicioso como reparador, donde me siento seguro del sitio que me protegerá. Así nos ataquen, tendré al menos el grito de advertencia previo a que algún enemigo tenga oportunidad siquiera de entrar por la puerta principal. Y así, me dejo vencer por el sueño.
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Mensaje por Arden Annice Gladstone Lun Jun 18, 2018 1:48 pm

Lo primero que recuerdo cuando el invento se convirtió en la novedad, es a mi padre en estado de extrema emoción. La grifería, dijo, sería un invento que cambiaría las reglas del mundo para siempre. Y con ese mismo entusiasmo hizo a principios de esta era, que fueran instaladas varias bocas en toda la casa. Jardín, cocinas, y sobre todo, en los baños. Nadie puede decir que somos anticuados, a pesar de las costumbres que se guardan en el hogar y las reglas que hemos de seguir. No es la costumbre, pero apenas dejo lo más mínimo de ropa en mi piel. Bañarse con ropajes, como papá tan bien investigo en nuestros viajes, sólo genera más infecciones en la piel. Una mínima cubre mis senos y otra mi pudor de mujer. Esta tina no es la mía. No me siento cómoda, pero nunca se lo diré a Kendrick ¿Qué clase de anfitriona sería? Miro el frasco que me ha entregado, pero no me atrevo a beberlo. Sé que jamás podría dañarme, o al menos eso quiero creer de él; pero no sé su contenido, ni como pudiera actuar en mí. Así que de momento elijo el método tradicional. Un delantal envuelto va a mi boca mientras la aguja atraviesa la piel y se instala en el músculo. El opio se libera en una mínima dosis, lo suficiente como para hacer el dolor ceder y relajar la musculatura. Deberé atenderlo correctamente en la mañana; pero ya no tengo fuerzas para eso.

Contuve el grito mordiendo lo que llevo entre mis dientes. Mi padre me hubiese dicho lo valiente que soy. Lo extraño tanto. Pero el opio se conjuga con mi cansancio y en cuanto me siento más limpia, el movimiento del agua hace estragos en mi consciente y lo convierte en inconsciente. No es hasta que siento el agua más caliente fluyendo en la tina, que me sobresalto viendo dónde me encuentro. La mujer a mi lado me calma, he estado dormida por más de una hora ¿Tan cansada estoy? No creo que sea el agotamiento físico, es el estrés emocional y me temo que el hombre en la habitación continua tiene gran influencia en ello. Lo que no puedo determinar, y mentiría si dijera que tengo idea al respecto, es si mi sueño fue por el agobio que él provoco, o por la seguridad de saber que está conmigo, es que finalmente concilio mi somnolencia. Decido salir de la tina, antes de enfermarme; no es exactamente lo que necesito justo el día antes de luna llena. Comienzo a secar mi cuerpo con ese pensamiento girando a mí alrededor. Necesito tomar una determinación, y una noción de que hacer ronda mi mente meditabunda, sin tener el valor de concluir si es la correcta, o no. De todos modos, solicito se comience con los preparativos, tampoco se me ocurre algo mejor que hacer. Coloco mi ropa de noche, algo simple, pero elegante. Mi padre me trajo esto de Italia. Si supiera lo que está a punto de provocar, asumo que jamás la hubiese comprado. La tela es muy traslucida, y no llevo nada debajo; pero por supuesto, es algo para que una dama duerma cómoda, no para que comparta impúdicamente. Por otro lado, también recuerdo que mencionó que mi madre tenía uno similar y mi madre no dormía sola, dormía con él. A veces no entiendo cómo funciona esto.

Lo único incomodo es la venda que se debió aplicar antes de la ropa. Algo para contener el movimiento y prevenir que la herida empeore. Debería ir a un médico, uno verdadero, pero desde que mi padre no está, me estoy convirtiendo cada vez más en una experta en el arte de la medicina y según los libros, podría apostar que el músculo esta desgarrado. Va a tomar meses… con suerte y si de hecho llevo adelante el correspondiente tratamiento; algo que desde hoy, sé que no haré. Iba a recostarme, pero comentario de la nana, me despertó.

- “Mi lady, Lord McGrath no ha salido de su baño, y mucho me temo que no gusta de que los hombres lo asistan. Si me da su consentimiento, haremos que lo saquen de la tina. Ha de haberse dormido, igual que usted.”

- “No” – fue la primera reacción que salió de mi boca. Pero no era por lo motivos indicados de eso estoy segura. – “Yo me ocuparé de él. No quiero verlo ahí luchando con su lado lobuno y que lo interrumpan y empeoren las cosas.” La criada protesto y hablo sobre lo indigno e inadecuado que era para una dama hacer algo como eso. Quisiera decir que no ignoré todos y cada uno de sus comentarios, pero básicamente, eso fue lo que sucedió. La mañana que llegue destrozada; el amanecer que me enseñó la verdad sobre él, ha de haber sido el día que más lloré en mi vida, puesto que se convirtió en poco más de un mes. Hasta que mi padre me obligó a volver a salir. Vivía con los comentarios negativos en mis oídos, como si todo lo que yo pensara para mí misma, no fuera suficiente. Sin embargo, mi dulce nana, fue la única que hablo de consuelos, perdón y mejores tiempos. Creo que parte de esto, fue intencional. Tome una bata, en completa combinación con mi atuendo, y no lo pensé dos veces. Iba a golpear la puerta, pero en el pasillo vacío, un susurro que no vino del exterior, me impulso a otro curso de acción. Silenciosa y con cuidado, entre en la habitación, dejando los pudores y los modales del otro lado, en el mismo instante en el que cerré.

Ni siquiera podía escuchar el agua moverse, y por un momento me asusto ¿Y si algo le había sucedido? Me acerque cautelosa y abrí la puerta del baño. La visión era perfecta. Su cuerpo reposando en mi bañera. Su cabeza sobre el borde, y brazos reposantes, semi estirados sobre los laterales. Era la imagen viva de la más íntima delicia, y un inmenso pulso me recorrió el cuerpo, activando el calor que, anteriormente, me hizo sentir. Y proviniendo siempre, de la misma zona íntima. Es como si mis genitales se acalambráran solo de verlo, pero esta ilustración era mucho más perfecta en toda la complejidad que, emocional y mentalmente representaban.
Trague saliva, con los labios entreabiertos, quiero más, mucho más. ¡El agua! El recuerdo me quita del idílico momento, y con los pies descalzos y el cabello húmedo y suelto, me acerco con cuidado. Sólo toco el agua con la yema de los dedos, pero la espuma se ha despejado y su figura llama a mis pupilas, como la luna a los lobos. Lo recorro en detalle con mi mirada, todos y cada uno de sus músculos. Sí, Todos. Me saboreo en él, y sacio toda mi curiosidad. En un mero instante, entiendo todo lo que alguna vez me fue contado, y ahora quiero hacer el resto realidad. El agua esta tibia, casi fría. Sólo el calor de la hoguera a un lado de la habitación, no permite que se congele. Quiero tocarlo. Sus labios son la fuente de todos mis mórbidos deseos. Su gracioso rostro, la fuente de todas mis sonrisas. Su cuerpo, el único responsable de todo el ardor, que el mío experimenta. Me quito la bata haciéndola a un lado, ya no tengo nada que temer. Dejo que el grifo de agua caliente gire silencioso, para dejar un hilo caer y remover el fresco. Me arrodillo y hago lo que una esposa a su marido.

Tomo la esponja vegetal, y la paso suavemente por su hombro derecho. La subo a su cuello, y el brillo perlado, termina el trabajo, que todos los demás estímulos habían causado en mí desde el momento en que, no me fui dejándote allí, en ese frío callejón en el que te encontré; como debí haber hecho. Mis labios rozan la piel. Su cuello es como el de un cisne: largo, estilizado, perfecto. Quiero más que eso. Coloco mi mano izquierda del lado contrario, para sostenerlo y lo bes. Lento pero constante, los besos se convierten en lamidas y finalmente, lo muerdo. Es exactamente como lo había deseado. Raspando su piel, arrastrando mis dientes. Jamás pensé que la excitación residía tanto en las sensaciones que se experimentan, como en las que se provocan. *Su gemido…* A pesar de que me duele, lo ignoro, ni siquiera siento el pesar y con la misma esponja como excusa, utilizo la mano derecha para recorrer su pecho y bajar hasta sus abdominales; mientras mis labios, hambrientos de él, acuden al encuentro de los suyos. Con un beso como estos no necesito palabras. Tomo su labio inferior entre los míos. Ya no siento vergüenza de que me acaricies con tu lengua, y responsa efusivamente a ella. Me aferro a su cuerpo, lanzando el molesto estropajo a un lado, para llegar directo a tu piel. Cuando sostengo tu rostro, porque no soportaría el desconsuelo, de que te separes de mí. El paraíso se forma en este momento, dónde no deseo un cordial beso de 'buenas noches', sino una noche intensa e incandescente, repleta de buenos besos.
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Mensaje por Kendrick McGrath Lun Jun 18, 2018 10:51 pm

Now I'm rising from the ground
Rising up to you.
Filled with all the strength I found
There's nothing I can't do.

Reposando de los acontecimientos pasados, en una pila de agua apacible, serena e inamovible me encuentro en este sitio donde el sueño atrapa mi ser permitiendo que el reposo combata todo el estrés, el nerviosismo y el cansancio acumulado. ¿Hace cuánto que no me permitía tener una parada a mi actividad diaria así? ¿Que mi mente se desconecta del mundo para dar a mi cuerpo el consuelo de la sensación onírica donde poco es lo que puede intranquilizarme? Demasiado al parecer. Es una hora la que me mantengo así, alejado de todo lo que acontece en la vida real, más algo perturba el descanso. Siento la tensión en mi columna recorriendo todos mis centros receptivos hasta que aprieto un poco las nalgas, mis sentidos se alertan porque algo se salió de control. Un chapoteo agua contra agua proveniente de algún lugar cerca de mis pies es el causante de esta sensación.

Es cuando a mi nariz llega tu aroma. ¿Arden? La conciencia tira con fuerza los hilos para vencer a la onírica dominación sobre mi mente. Un roce algo áspero contra la piel va ayudando a que recobre el control, un beso depositado en la epidermis del cuello estremece mi cuerpo. Annice, la preciosa mujer que me enloquece y obsesiona está causando todo ésto. Controla, demanda, obtiene, posee. Todo al mismo tiempo, sin dejarse nada en el tintero. Escribiendo la historia, un segundo capítulo en nuestras existencias que esta vez, haré que se grabe con fuego y hierro en tu piel, en tu ser. Besos suaves que incitan mi respuesta, más aún cuando recupero toda mi conciencia, que he vuelto a la vida real. Mis ojos siguen cerrados y me mantengo pasivo para ver qué es lo que buscas, anhelas y quieres obtener de todo ésto. Corresponderé en el momento preciso y no es ahora. Por lo que el control gana cuando tu lengua sale a pasear.

Le siguen tus dientes, que restriegan la piel de mi labio provocando un sonido fuerte y sexual que emana de mi garganta en forma de gemido. Mi miembro va endureciéndose por la presión de la sangre de cómo me estás provocando. El recorrido de tu mano con esa esponja baja por mi pecho, hacia mis abdominales marcados por el excesivo ejercicio en que me torturé para alejar tu recuerdo durante las mañanas o en las noches donde buscaba el agotamiento físico con tal de rasguñar unas pocas horas de sueño. El beso que me otorgas busca mi labio inferior, mi lengua se rebela a mis órdenes pasando de la quietud a la actividad probando tu boca, absorbiendo tus hormonas que son una invitación pecaminosa a lo que deseo hacer contigo. El objeto con que limpiabas mi cuerpo cae al piso, son tus falanges las que tocan la piel que por impulso se contrae y tiembla al contacto.

Tocas mi rostro buscando mantener la posición. Mis labios corresponden a tus actuares, sabiendo que es inútil fingir que sigo dormido. Es el momento de actuar, mis manos te buscan cual cazador a la presa, obteniendo su premio. Una, la firme piel de tu nuca incitando más a que profundices el beso en tanto mis pliegues se abren para dar cabida a tu lengua que juguetea con la mía, firme, ansiosa, sedienta de tu líquido cristalino que embota mis sentidos al igual que el aroma que te inunda y que para el lobo es más apreciable con la luna tan llena. La otra, se planta en tu diminuta cintura poseyendo su circunferencia antes de presionar. Te rodeo bien con el brazo haciendo fuerza para elevar tu cuerpo siendo auxiliado por la otra mano que te toma para llevarte dentro de la tina haciendo que el peso de tu cuerpo rebase el agua, que escapa a toda carrera por el borde cerámico, depositando tu trasero sobre mis piernas.

Me incorporo sentándome. Mi mano deja tu cintura, toma la corva de tus rodillas para sumergirte bien en tanto en este minúsculo espacio es imposible que nuestros cuerpos estén alejados. Tus piernas se flexionan quedando inertes sobre mis pies, me apodero de tu cintura en tanto el beso es más pasional. El contacto no es roto en todo el tiempo que ha durado esta maniobra. Recorro con la palma tu espalda hasta caer en tu nuca sujetando con fuerza, la otra corre de tu cintura a tu cadera al tiempo que mi lengua explora el interior de tu cavidad bucal. La seda es hermosa al contacto de tu piel, más aún con tu cabeza recargada contra mi hombro en tanto devoro esos labios, esa boca explorando demostrando al cazador que hay en mi interior. Si soy demasiado fogoso es porque han sido demasiados meses, veintiocho, sin ti. Y te deseo. ¿Puedes sentirlo? Bajo tus nalgas está una advertencia de que ésto puede ir demasiado lejos, en esa firmeza que incita a profundizar en esta exploración tan deliciosa como desquiciada.

Mi boca abandona la tuya para recorrer con besos suaves y casi imperceptibles tu mandíbula, bajando por tu cuello al tiempo que te voy apoyando la espalda en el otro extremo de la bañera para que quedes recargada y tus pies estirados ayudando con las manos para que sea más fácil para ti. Mi cuerpo se incorpora para hincarse a horcajadas sobre ti. Me lanzo cual lobo tras la oveja, beso de nuevo tus labios, mordiendo el inferior, arrastrándolo hasta mí, haciendo movimientos de diestra a siniestra en tanto mis manos buscan el bajo de la tela para subirlo. Si te dejo pensarlo, perderé momentos preciosos. La tela pasa en su pasional ascenso por tu cuerpo descubriendo la piel hasta que me obliga a separarme para desprenderte de ella, sacándola por tu cabeza y tus brazos al final, son los últimos en liberarse. La echo a un lado con desparpajo al tiempo que mis ojos te observan.

El rostro enrojecido, el cuello llamativo, el pecho que sube y baja por la potencia de tu respiración haciendo que tus senos se muevan al compás, esos pezones rosados, duros y firmes, erectos me llaman como una flama a la polilla, me agacho para tomar uno entre los labios, lamiendo primero para causar ansiedad antes de poseer su dureza entre mis pliegues bucales que le aprietan, le jalan acompasado, le succionan como si fuera un crío buscando la leche de su madre. Una mano te abre la pierna para colocar dentro de ese espacio mi primer rodilla. Repito la operación contra la otra, estoy ansioso por ti. En tanto, sigo atormentando esa cima con placer, con anhelo, buscando desatar en ti a esa diosa de la lujuria que compartiera conmigo la cama una noche, en el antaño. - Preciosa, dulce y preciosa Blancanieves - recorro con la lengua tu pezón en círculos mirándote a los ojos, con un brillo excitado en éstos, al tiempo que mis manos recorren los laterales de tu cuerpo para descansar en tus caderas que elevo para restregar tu vagina contra mi firmeza viril. Dando pases de arriba a abajo sin penetrarte, sólo abriendo tus labios menores dejando que la pequeña oquedad en ellos sienta cuánto te deseo. Cuánto podría darte si me lo pidieras.
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Mensaje por Arden Annice Gladstone Miér Jun 20, 2018 2:04 am

Desde el comienzo creo, que supiste, que nuestro amor sería trágico; y aún así tomaste el riesgo sin preguntarme. ¿Te lo preguntaste a ti? ¿O sólo te dejaste seducir por la forma en la que quede prendada de ti? De tus ojos, de tu boca, tu piel…  Aunque jamás lo admitiría, no me molesta pensar, que con sólo 19 años, estaba ávida de un hombre como tú. No. Te codiciaba a ti. Perfecto: dulce, elegante, educado, adinerado y maravilloso. Jamás dejaré de sonrojarme al recordar ese momento cuando nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Pero desde entonces, he crecido, madurado y no tengo anhelos de la juventud. Ahora es mayor mi ambición, desde ese beso tan inocente que promulgaste en mis labios la primera vez, mucho ha cambiado. Ese tierno beso, que me entregaste a escondidas, que jamás debió suceder, pero cambió nuestra vida para siempre. Incluso ahora, no recuerdo un momento tan intenso, tan íntimo; ni que estuviera tan sonrojada y excitada, hasta hoy. Ese fue, después de todo, el momento en el que comprendí que estaba sedienta de tu cuerpo contra el mío; de sentirme mujer en tus brazos. Y ahora, después de tan largo y sinuoso camino se cumple. Me alzas y el agua ya no se siente tan fría. No creo que se haya podido calentar tan rápido, creo que es el calor de tu piel ardiendo la que entibia el agua. Debo admitir lo caldeado que se siente el ambiente o al menos, es así como lo vive mi piel. Sí, si siento vergüenza, y me contengo de no buscar más de lo que debería... Pero, no voy a detenerme, no hoy; al menos, hasta que consiga lo que deseo.

Me abre de piernas y tiemblo, la sensación me provoca un escalofrío que durará semanas en mi piel con solo recordar tus lascivas acciones. Me siento una pluma en tus manos. Me manejas y me acomodas a tu placer, pero miento, si digo que en todo este juego, no estoy obteniendo el mío también; y aunque apenas comienzas con las caricias, un gemido resonante se escapa de mi boca y mi cabeza cae hacia atrás unos instantes. Incluso tus piernas son firmes y musculadas ¿Hay algo de ti que no sea exactamente lo que quiero?
– “Hmmm… Ken… Kendrick…” – Es lo poco que puedo pronunciar contra tus labios. Vas hacia mi cuello y te lo otorgo sin cuestionamientos, no eres el único temblando, intranquilo por la presión pasional del momento. Me siento completamente vulnerable a ti y cuando buscas despojarme de la única tela que me protege, me convierto en tu presa. Ni un solo instinto de autodefensa o protección, nada; nada en lo absoluto que pueda hacer para detenerte, sólo mirarte entregadamente mientras haces de mí, tu objeto de deseo. ¿Me ves? ¿Me estás viendo? ¿Ves cómo me tienes húmeda en todos los sentidos, sonrojada e indefensa?

Me ofrendo a la plena desnudez, me doy a ti sin reservas, intentando que el temor no me conquiste. ¿Qué más puedes pretender de mi cuerpo esta noche? Te deleitas con la imagen y no sé si eso me intimida o me pone agresiva; así que permanezco inmóvil hasta que tu lengua caliente abrasa mi pecho. Enredo mis manos en tu cabello, me haces jadear y tragas saliva ausente con mi garganta ya seca.
– “Kendrick…basta..." – un hilo de voz intenta detenerte mientras que mi cuerpo tiembla de la ansiedad y el nerviosismo. No sé cómo reaccionar, así que sólo gimo. Como me sale, impuro, inexplicable y ahogado, desde lo más profundo de mí. – “¡Kendrick!”-

Esta vez lo hago sentir cuando araño tu espalda desde la parte media hasta los hombros. ¿Blancanieves? ¿Y tú eres mi lobo presumo? ¿Es esto tan importante para ti? Pero no para mí. No en este momento. Ahora, quiero a mi… a Kendrick McGrath, quién una vez ostento el título de mi prometido. – “Detente.” Hago su cabeza hacia atrás, porque aún hay algo que deseo hacer. Un acto que se describe como una morbosa delicia y sólo contigo podría experimentarlo a gusto. Me acomodo en el borde de la tina para pararme y oculto un poco la mirada, cubriendo, por pudor mi senos con una mano. La derecha es la que se extiende a ti. – “Te deseo, ven conmigo.” Resguardo nuestros pasos ante el resbaladizo paso, pero logramos llevar a la habitación. Lo dejo exactamente donde lo quiero, de pie en el borde de la cama. Lo miro fijo antes de comenzar a besar su cuello y bajar por su pecho. Lo escucho gruñir desde el interior de su tórax y me crispa la piel. Me incorporo y tomando su rostro con la mano izquierda, hago que me vea fijo: - “Te quiero a ti, Kendrick. Te quiero a ti, mi amor. No al lobo, ¿entendiste? Esto es algo para nosotros.” – Se sonríe con un leve gruñido y me muestra lo dientes. No puedo sentirme más expuesta y sus filosos dientes se muestran listos para morderme… hasta que se reí. Frunzo el ceño y golpeo su brazo derecho, con mi mano izquierda. – “Debería dejarte así.” – Digo con malicia, a tientas de que sé, perfectamente lo que causaría en su cuerpo no liberar la presión de su prominente miembro.

Pero sus besos y caricias, siempre me convencen. Es el más delicioso de todos los frutos; el prohibido, el que una vez que lo pruebas, sólo quieres más; morbosa e insatisfechamente, más. Acaricio su espalda con cuidado, a un lateral lleva consigo la prueba de la batalla ganada esta noche. Recorro la cicatriz de su niñez con la yema de mis dedos y cuando su piel comienza a quedar marcada por mis dientes, abandono el cuello para dirigir mis atenciones a su pecho. Masculino, varonil, marcado. Me gusta, me atrae, pero no me detengo tanto como en sus abdominales. Recorro los surcos entre los músculos con mi lengua, los muerdo levemente y acaricio con mis manos. Y debajo de ellos el pubis y continuo. Salteo su pene, es completamente intencional. Lamo su ingle y la parte interna de sus muslos con mi vista fija en su rostro. *Quiere verte. Míralo, porque él va a verte a los ojos, bueno; no los ojos, pero les encanta verte como lo haces* Los consejos de las prostitutas están en mi memoria y quiero dejarlo satisfecho esta noche. Fue al burdel con una idea en su mente, saciarse; eso quiero darle. Que se sienta satisfecho y complacido, reducir su ansiedad y… saldar mi curiosidad sobre esto. Mis ojos hacen la pregunta por mí y me responde afirmativamente con la cabeza. La mano en mi nuca me lleva a dónde mi boca debe estar. Es tan ridículamente tentador… Cierro los ojos y doy una lamida desde la base de su falo, hasta el glande. No sabe mal, en lo absoluto, es… piel.

Vuelvo a su rostro con mi mirada, si, lo observa, me mira y quiero provocar mucho más que esa exhalación estridente. Lubricado, siempre ha de estar bien lubricado. Rodeo la base con mis labios para ir alejándome lento de esta. Repito lo mismo del otro lado, para cubrirla completamente con mi saliva antes de rodear el miembro con mi mano izquierda e incentivarlo con el movimiento. Se ve… enorme y dudo poder introducirlo por la cavidad bucal, pero nerviosamente proceso a intentarlo. La punta esta roja y tiene un sabor distinto en cuanto la meto en mi boca y juego con ella. La lamo estando dentro de mí y comienzo a alejar mis labios para volver a introducirla a zambullirme en la erección que me cautiva. La parte más difícil es mantener la mirada, pero se ve tan exultante y entregado al placer, como su boca se abre y los sonidos que emite, rematan mi cuerpo, avergonzándome al sentir un líquido bajar caliente por mi entrepierna de sólo oírlo. Un poco más adentro, con cada bocanada, busco hacer lugar para más. Comienza a mover levemente sus caderas, y detengo su movimiento en cuando cubre en la totalidad la entrada de aire a mi cuerpo.
– “Kendrick…” – No sé si le gusta o le disgusta. Esta serio, y quiero dejarlo satisfecho. Me relaja y me deja continuar a mi ritmo, hasta el punto que posa sus manos en mis hombros, aun intenta dirigirme y mientras no me presione, es lo que quiero que lo disfrute. – “Kendrick, quiero… que... que acabes.” No sabría de qué otra forma decirlo justo antes de aumentar el ritmo y  masturbarlo con mayor intensidad. Desfógate, te lo has ganado conmigo esta noche y yo merezco hacerte sentir lo mismo que tu provocas en mí.
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Mensaje por Kendrick McGrath Vie Jun 22, 2018 7:36 am

I need to know now
Know now, can you love me again?

Me equivoqué de cuento. Debí decir "Caperucita" o algo parecido, más estoy tan sumido en estas sensaciones donde tu cuerpo es el blanco de mis actos y movimientos que mi mente decidió irse de paseo para regresar quizá cuando el sol suplante a mi amada luna. Sí, mi argenta diosa era el símbolo del amor que podría tener por alguien hasta que apareciste en mi vida con esa expresión inocente en el rostro que quise conservar sólo para mí. ¿Ves cuánto alteraste mi existencia? Podría en cualquier momento, ser capaz de lo incapaz, de lo imposible, sólo por ti, mi cielo. Regalarte incluso a mi adorada luna por complacer tus caprichos. Lo hice en cada instante que estuve contigo, aún ahora estoy dispuesto a ello y más. Darte placer sólo es una de mis premisas, de mis objetivos. Que pueda regodearme en él, sólo es una causalidad.

Me podría reír en el instante en que me pides que pare de estar halagando tu cuerpo de no ser por la frustración que me causa. ¿Acaso hice algo mal? ¿Sobrepasé tus límites? Tus ojos reflejan la vulnerabilidad que puedo olfatear con rapidez. Miedo, más ese aroma tan almizclado provoca mi propio instinto, estás excitada. Aún sobre los olores de los jabones, las hierbas, es tan potente el olfato del lobo que alcanza a distinguir sobre el agua esa fragancia que fustiga mi instinto primario al apareamiento. Provoca una sonrisa torcida en mi rictus, como si me incitaras a danzar contigo en esta pieza musical tan antigua como el tiempo. Mi músculo bucal emerge de mi cavidad oral para rozar la firme punta de tu seno, la rodea, la presiona, la golpetea con rapidez causando que gimas mi nombre en voz alta, con ese tono tan ronco que endurece mi virilidad al límite. Estoy listo para ti, para todo lo que quieras, aún sigo paseando ese tronco de piel contra tus pliegues más íntimos.

Tus uñas en mi espalda espolean mis sentidos, un ronco sonido nace de mi pecho hasta escapar por mi boca, audible, amenazante. ¿Deberías asustarte? Negativo, lo que quiero que entiendas es que puedes hacer conmigo lo que te plazca, ordenarme lo que quieras y lo cumpliré sin reservas ni tapujos. Sólo que a veces pido demasiado de tu inocencia, de tu candor y pudor. Los extremos de tus falanges cuales garras humanas crean surcos en mi piel que en pocos instantes desaparecerán por la regeneración del lobo. En cambio, deseo más de ésto, de tus acciones desesperados donde tu mente se esfume y sea tu cuerpo el que ordene, que se deje llevar por mis actuares. Esta vez es tu mano que acariciaba mi cabeza la que reafirma el alto total. Resoplo de impaciencia, de frustración en tanto te observo con molestia en lo profundo de mis orbes. ¿Qué pasa? ¿Qué estoy haciendo mal para que quieras detenerme? ¿Acaso es tu miedo por el lobo? Te escapas.

Te alejas de mí. Por más que extiendo una mano para retenerte, te sientas en el borde de porcelana ocultando tus pechos firmes a mis ojos. ¿Crees que con eso podrías evitar que pueda ver la redondez apretada por tu brazo que se escapa queriendo más? Mis mandíbulas se presionan la una contra la otra de impaciencia. Te dejo huir, hasta que estiras la mano invitándome. Tu voz reafirma tu deseo. ¿Sabes? Es innecesaria la voz si tan sólo me basta dar una aspiración para sentir tu aroma más íntimo resbalar por tu cavidad vaginal para reconocer cuánto necesitas que te atienda. Sales de la bañera jalando mi mano para que te imite. Caminas por el piso mojado, planto bien los pies por si resbalaras, sostenerte. Estoy tan preocupado por ti, tan concentrado en todo lo que requieres que me olvido de lo que mi cuerpo exige. Y es tu cuerpo, tu olor, tu piel, tus gemidos y mi nombre exhalado entre temblores.

Estoy a tu merced, a todo lo que quieras. Me quedo quieto al lado de la cama esperando impaciente. Tus labios en mi cuello arquean mi columna, su recorrido por mi pecho satisface al lobo que se hace sentir con un sonido tan gutural que es impropio del humano. Está al acecho, para caer cuando te descuides. Lo notas, maldición, lo reconoces. Lo atrapas esta vez, estás tan sensible que me obligas a mirar tu gesto serio al tomar mi rostro, tu solicitud hace que ambos, bestia y hombre, sonriamos con ironía. ¿Quieres al que fuera tu prometido? ¿Al hombre que fingió durante veintitrés meses? ¡Qué dura eres con el lobo! Uno que muestra su frustración porque le niegues el banquete. Siento su gruñido, su muestra de rebeldía cuando desenfunda los colmillos de sus protecciones bucales. Los largos colmillos que podrían destrozar cualquier pieza de piel. Ha pasado tanto tiempo sin ti, que está dispuesto a concederte el capricho, sólo se ríe. Su risa es cínica, dolorosa, nerviosa. Un choque en mi diestro antebrazo provoca un rechinar de dientes.

Exiges demasiado, my darling. Te he prometido que haré lo que quieras, por lo que el lobo tiene que irse a su cueva. Algo harto difícil por la luz de la luna a casi toda su capacidad. Sólo exige algo a cambio. Mi mano se afirma en tu nuca al tiempo que los colmillos pasan de estar afilados a ser bien limados, lo suficiente para que al besarte como ahora lo hago, con esa ansia, esa hambre, esa pasión que desatas en mi cuerpo, sea imposible lastimarte. Mi mano baja por tu nuca deslizándose por toda tu espalda desnuda, sin nada que se interponga, hasta colarse a tu cadera, sosteniéndote de ahí para acercar más nuestras pieles y que sientas todo mi ser contra el tuyo. Fuerza y músculo contrastada con tu suavidad y tus curvas. Dominación agresiva contra la pasiva. Porque sabes que me controlas, ¿Verdad? ¿Por qué temer a algo que tú manipulas como si fuera arcilla? Nuestras lenguas se encuentran danzando la una contra la otra hasta que necesitamos aire y me obligo a separar mi boca de la tuya con sonrisa oscura. Sé lo que te he dado, lo que he dejado en tus papilas gustativas. Mi propia marca hormonal para que desquicie tu mente y te vuelvas más atrevida, para complacer tus instintos y tus deseos sexuales. Todo para ti, Annice.

Tus falanges recorren mi espalda, esa cicatriz antigua que fue la protagonista y la causante en parte, de mi actual condición licántropa. Una constante memoria a ojos de mi padre de cuánto más podría perder. La cabeza se echa atrás en consecuencia por los besos y mordidas que prodigas en mi cuello creando un cúmulo de sensaciones que disparan una pequeña gota de líquido pre-seminal en la punta de mi miembro. Mi cuerpo se estremece desde la planta de los pies hasta los cabellos de mi cabeza. Eres tan irresistible, tan magnífica. Bajas por mi tórax que provoca ardores ahí donde posas tus labios. Cuando llegas a mi abdomen me desquicio. Aprieto las manos formando puños para resistir tus embates, cada ataque contra mi piel. Mis ojos se abren bajando a mirarte. Un estremecimiento me provoca un temblor y otra gota de precum es el premio a tus andares. ¿Ves cómo aprieto las mandíbulas? ¿Cómo mis ojos se vuelven más oscuros? Desearía tomar tu cabeza para llevar tu boquita de cereza hasta mi glande para que te relamas con su sabor. De sólo pensar en ello mis dientes delanteros atrapan mi labio inferior que succiono con ganas.

Un par de mordidas en mis abultados abdominales provocan que exhale un gemido austero, que se incrementa con casi un gorgoteo de sonidos en el instante en que bajas por mi pubis. ¿Vas a...? Gruño de frustración porque desvías tus atenciones hacia mis ingles. Mis piernas tiemblan tanto que las siento debilitándose. Ansío tu boca rodeando mi miembro. Tu lengua recorriendo su piel delicada y suave. ¿Sabes lo que provocan tus ojos fijos en mí? ¿Cuánto me provocan? ¿Cuánto me excitan? Es desesperante, todo ésto, tan lento, tan delicado, como toda tú. Esta vez, cuando tus ojos se fijan en los míos, pareciera que me preguntaras sin palabras qué quiero. Ni siquiera sé cómo responder cuando mi mano se llena de tu cabellera para llevarte lento, enloquecedora y absolutamente despacio hasta mi pene que clama por tus labores. Sólo mi cabeza se mueve aceptando lo que viene, manifestando que estoy listo para soportar estas primeras caricias que al provenir de tus virginales actos, son mucho más potentes y deliciosas que nunca. Esta es la primera vez, planeo disfrutarla al máximo, Annice.

Tu músculo bucal húmedo, tibio, contrasta con la fiebre que siento en todo ese recorrido desde la base hasta la punta. Mi boca se abre, estoy boqueando de placer. Gotas cristalinas se forman en mis sienes escapando hacia el sur de tanto que me esfuerzo por hacer de ésto algo que te guste. Algo que anheles para que lo repitas y lo repitas y lo repitas. ¿Ves cómo mis abdominales se han marcado aún más? Es por el aire contenido, my darling. Porque deseo que continúes. Mis azules siguen fijos en tu rostro precioso, cuán bella eres, Annice. Cuánto te amo. Cuánto te necesito. Resoplo intermitente, mi mano se crispa en tu cabeza deseando meterte de una vez mi largo en tu boca inocente. Puro pecado que eres. Que estás hoy, esta noche. ¿Quién diría que tendría todas las fantasías que me torturaron estos veintiocho meses a menos de tres horas de reencontrarte? Engulles mi base, qué dolor. Delicioso y tormentoso dolor que me hace temblar de nuevo, todo entero. Podría enseñarte, más lo tomas con tu mano para empezar a llevar mi piel hacia afuera provocando un gemido profundo. Un boqueo le sigue, el aire emerge en intervalos de nueva cuenta.

¡Qué rico!

La corriente eléctrica de mi glande recorre todo mi ser cuando lo introduces en tu cavidad oral. Tu caliente, rica y magnífica boca. Te observo con ojos enormes resoplando de nuevo. Pareciera que no sé hacer más que eso, resoplar y resoplar. Mi mano se ajusta a tu cabeza para apretarla, así te hago saber cuánto me gusta si es que tus ojos están ciegos a mis gotas de sudor que siguen resbalando, a mis temblores corporales, a mi tensión absoluta, a la forma en que mi boca insiste en meter aire a mis pulmones porque la nariz se ha olvidado de respirar. Corrección, es que es tan insuficiente para lo que me haces sentir que necesito una ayuda extra. La introduces completa, te la empiezas a comer palmo a palmo, es tanto el sufrimiento sexual que me provocas, necesito complacer mis instintos, mi cadera quiere moverse, temo que te asustes por lo que llevo un movimiento y malditos sean mis ancestros, tan lento que podría gruñir de nuevo. Lo aceptas, por lo que continúo con pasión hasta que lo sacas para hablar. Para advertirme que es demasiado para tu virginal boca.

- ¡Merde! - blasfemo obligando a llevar ambas manos inertes a los costados, mis azules se fijan en los tuyos, esta vez puedes vislumbrar cuán intenso está el iris a comparación de lo oscuros que estaban. Es el lobo que exige su tajada. Continúas, mis manos corren a tus hombros para contener las caderas que están insistiendo en moverse para darle el máximo placer a mi parte más sensible. Ese pene que tienes entre tus manos que está a punto de soltarse, de derramarse en tu boca. Las muevo con gemidos bajos, insistentes, mucho más lento para dar oportunidad a que te acostumbres a tenerlo dentro. Y susurras. Esas palabras provocan un shock tremendo en mi cuerpo. Tus movimientos manuales y bucales se incrementan instando a mi cuerpo a corresponder. Jadeo, gimo, resoplo, todo casi al mismo tiempo, arqueo la columna antes de gruñir profundo. El lobo te mira sin dudarlo, complacido, atendido en este acto tan íntimo que le satisface. - Voy a derramarme - mi voz resuena rota antes de que empiece el proceso, de que tu boca tierna y caliente provoque el primer espasmo que rompe la quietud con el alarido del placer esperado por más de cincuenta y un meses y días. Desde que te conocí.

La simiente es expulsada, ya no sé si en tu boca, si en el aire, no me importa nada, sólo quiero mostrarte cómo un hombre disfruta satisfaciendo esa curiosidad en esta misma cama de hace años cuando te cuidé y me preguntaste qué pasaba con el orgasmo del hombre. Ésto pasa, Annice. Ésto es lo que sucede. Mi semen es expulsado de una forma incontrolable, de forma intermitente, ¿Cuándo me vacié tanto? Imposible recordarlo. Estoy sumido en el huracán de sensaciones que provocas, terminando con el culo en la cama, con la espalda cayendo a continuación en tanto sigo embargado del hormigueo del orgasmo. Tan potente, tan intenso y sólo es por ti. Mi respiración agitada, descontrolada va remitiendo, se regula, se ralentiza hasta recuperar su ritmo normal. Sólo entonces, abro los ojos. El cuerpo es tan pesado, tanta satisfacción es imposible de evaporar. Y el lobo toma el control. Se levanta de golpe para tomarte entre sus brazos, llevándote al lecho para recostarte. Quiere su premio, puede olerlo, lo anhela tanto como yo. Sólo que estoy demasiado agotado para empezar. El lobo acomoda con mimo tu cabeza en las almohadas.

Empieza el mismo recorrido tuyo, se deleita con pequeñas mordidas en tu cuello, baja por tu pecho hasta hacerse de la primera cima redondeada, la punta rosada engullendo y lamiendo por igual, en tanto la otra mano acaricia el bajo de tu otro pecho para provocarlo, llevando sus dedos índice y medio a su punta para friccionar. Continúa el recorrido hacia abajo dejando el primer pezón mojado, lame, muerde y succiona tu vientre, llega a tu pubis, abriendo tus piernas para darse espacio, dejando cada una alrededor de su cuerpo. Lame con deleite tu diestra ingle, tu muslo interior, baja hasta la pantorrilla, el tobillo. Se regodea en tu dedo gordo succionando como si fuera tu pezón. De ahí salta al siniestro, ahora en ascenso por tu tobillo, pantorrilla, muslo interior. Llega a tu ingle y deja una mordida suave para él, generando algo de dolor en tu cuerpo.

Ahí, se detiene, te mira intenso para relamerse los labios con hambre. Una que lleva años contenida. Y cual cazador que tiene a la presa más deseada ante él, baja la cabeza para olfatear primero tus fragancias mezcladas, ese acre olor en el que se regodea, que le fascina. La lengua sale a pasear, tocando el canal que separa tu cavidad vaginal de la anal, posándose en medio de éste, se reafirma apretando al tiempo que se desliza por éste para absorber con el músculo bucal toda tu esencia, llegando hasta tu oquedad más preciada, donde todo se acumula. Ahí, se detiene llevando dentro de su boca los sabores, paladeando, gruñendo de complacencia porque sabe que estás lista para ésto. Vuelve a apretar el músculo contra esa oquedad, subiendo insinuante, abriendo tus labios menores y los mayores hasta el culmen. Hasta esa perla que se oculta. La más preciada de todas, que él quiere poseer. Por ello, su músculo bucal se aprieta contra ella, dando un inicial saludo antes de que sus labios se posen alrededor de ella empezando a succionar, sosteniendo tus piernas en sus hombros, colocando la siniestra palma sobre tu abdomen para que sea imposible que te remuevas. Es su turno para saborear tu placer, no serás tú quien lo evite.
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Mensaje por Arden Annice Gladstone Sáb Jun 23, 2018 2:49 am

El sexo, hoy en día, es algo muy sencillo de conseguir y por unas simples monedas; es por esto, que el amor es tan difícil de encontrar. Está desperdigado por ahí, en entregas vacías y sin sentido, a quienes no lo reciben con la ilusión que deberían. Por otro lado, debo reconocer que, el acto en sí, aunque carezca de amor y sea un acto inocuo; es de todas las frivolidades definitivamente la mejor ¿Quién no desea sentirse cálido, exultante y en pleno goce las 24 horas del día? Si el sexo realmente no fuera tan importante, ¿entonces porque el génesis dedica páginas enteras a este "pecado"? Tan rápido cambia mi mente unas pocas caricias, y tu cara de satisfacción. ¿O será que vale la pena vivir la experiencia con quién nunca debío dejar mi lado? Lo que pretendía vivir contigo aquella noche... No es pecado el sexo pre-matrimonial, si planeas casarte, ¿o sí? Sería más sexo... prenupcial. Pero el matrimonio estaba en puerta. ¿Y hoy? Esa opción no está en la mesa. ¿Entonces? Tenme paciencia, que apenas voy comprendiendo que no se trata de las caricias; sino de quién viene. Que los mejores besos, son los de los labios que desesperados se reencuentran, y los mejores sueños son los que se hacen realidad cuando la esperanza estaba perdida. Tenme paciencia, que comienzo a entender, que no hay pecado en lo que se hace en nombre del amor; en la entrega absoluta que se concreta cuando el alma ama tan intenso, que lo expresa a través de la piel. Tenme paciencia, que levemente voy aprendiendo que el arte de amar, no se trata de como él otro te hace sentir, sino lo que puedes hacer sentir al otro. No te quiero a mi lado porque te necesito; te necesito, porque te amo. Esta noche, te has ganado todo el placer que recibes, y yo me ganado el derecho de ser quién te lo entregue.

Tu vista clavada en mí, me intimida. Mis cicatrices se han multiplicado; y no soporto la idea de que no tengas frente a ti, la tela en blanco que tanto ansiaste poseer. ¿Te gusta? ¿Al menos te gusta lo que hago? Tu mirada parece arder. Tu boca imita mis movimientos entrando y saliendo al mover la mandíbula. Quiero dejarte satisfecho. *¿Derramarte?* No comprendo lo que dices, y mi inocente mirada lo demuestra, pero continúo con el acto, recorriendo cada espacio, cada pliegue hasta que mis papilas gustativas se impregnen en tu piel. Algo comienza a llenarme la boca y me alejo dejándolo caer de mis labios abiertos. ¿Qué es esto? Oh… es tu semen, es la culminación de tu placer. Es el momento en el que confirmo que no me he equivocado en mis acciones y el fruto de lo que provoque en tu cuerpo. No es exactamente un manjar, pero si un elixir de placer y acepto gusto lo que queda en mi interior de ti, puesto que con ese bramido alborozado me demuestras cuanto te deleitas en mis atenciones. Mis mejillas están ardiendo otra vez y un espasmo recorre mi cuerpo. El sexo no entra por la vagina, mi amor; claramente, entra por los oídos, se instala en la mente y se esparce por la epidermis como una sábana recubriendo el cuerpo y dejando la sensación de contraste entre el frío y el calor. Me doy por bien servida cuando terminas sentado en la cama. No puedo evitar esa risa silenciosa de complacencia con mi actuar. Incluso podría felicitarme en este momento. Me apoyo en el borde de la cama. Estoy agotada. Es como si tu cuerpo tan relajado, hubiese enviado toda la tensión al mío. Cierro los ojos y respiro profundo. Podría dormirme aquí y en este mismo momento sin contemplaciones, más que a mi cansancio.

Tus brazos me sorprender, Morfeo ya se apoderaba de mi pesar y me hacía suya una vez más. Le rodeo con mis brazos apoyándome en su cuerpo caliente. Prefiero rendirme en ti. Me acomoda en la cómoda y pulcra cama. Estaba lista para conciliar el sueño, cuando tu terneza sobre mi cuello me acelera las pulsaciones. Comienzas con una carrera irrefrenable de ansiedades y deseos en mi organismo, que indefectiblemente, me despierta. Mis sentidos se alarman cuando bajas lento, considerando partes de mi anatomía, que habías obviado anteriormente. ¿Es esto normal? ¿No estas satisfecho aún? ¿Nunca te cansas? ¿Así será todas las veces? ¿Siempre quieres más? La pregunta indicada, la que realmente importa y la que permanece en mi mente una vez que el torrente de dudas comienza a disiparse, es: ¿Habrá más? Le permito que se explaye por mi cuerpo, a pesar de que la vergüenza me consume como la llama a las velas. Te regodeas en mis bajos instintos que sólo me hacen jadear y no lograr formar palabra.
– “Ya… Kenmmmm… ¡Ya!” – Mis palabras no hacen eco en sus oídos, y quedan perdidas entre gimoteos lujuriosos en la habitación. Lo que siento, no tengo forma de explicarlo, es una punzada en mi bajo vientre, el musculo contrayéndose a su punto máximo, como si algo estuviera a punto de explotar, y tu continuas… completamente indiferente a mis quejidos, a mis intentos de alejarte o mi fatiga. Quiero dormir contigo... Deja de acercarte y alejarte de mí zona íntima. Me incomodas, ¿Qué más pretendes de mí en esta noche? Y cuando muerdes mi ingle no lo sospecho, no pienso en el lobo, no pienso en la cacería, no pienso en mi familia, ni nada más. Mi cerebro se apaga y sólo existe un conjunto de palabras que repite aleatoriamente, pero sin variar el repertorio: No, detente, basta, aah, ouh, mmmh, aish, Kemmm, faaash. Sólo 4 son palabras, si el resto tiene algún significado, son los que tus labios le aporten contra mi piel.

Pero en el instante que instalas tu rostro contra mis órganos tan discretamente ocultos en mi entrepierna, alzo la cabeza de inmediato apoyándome en mis codos:
- “¿Kendrick? ¿Kendrick que haces? ¿Queee….? Aaaaaaaaah”- Ahí esta esa onomatopeya de significado incierto pero que ciertamente es acertada para la ocasión. Me aferro a las sábanas e intento removerme, pero su fuerza es en este momento, incomparable con la mía. – “¡No, por favor!”- No tengo manera de explicarlo. El pudor es más fuerte y por impulso llevo mi mano derecha buscando tu cabeza, como si pudiera cesar la sensación con esa mera acción. Mal movimiento, el hombro aún no está en estado de soportarlo y sólo me queda ser la víctima otra vez, en este juego incesante de placeres desconocidos. Hago presión con mis piernas sobre su espalda, buscando liberar las ataduras, olvido por un momento que aún no está en posición de soportar todo mi peso. Se hace ver siempre completamente indómito a las adversidades físicas, y siempre caigo en sus engaños. – “Kendrick ¡Ya basta!”- Me exaspera, me descontrola, me fustiga y me desarma. Los movimientos profundos dentro de mí, como si pudiera instalar parte de su ser en mi interior me consumen en la llama que provoca. Sólo gimo y me desespero suplicando que la tortura se culmine; pero solo empeora. Arqueo mi espalda hacia atrás, siento que mi pecho va a toparse con el techo. Es casi irónico, que llamen a esto ‘sexo oral’, hasta el momento, no hubo muchas palabras fútiles realmente. Me muerdo el labio, acaricio su mano en mi vientre, pero no tengo la valentía de que me vea o poder mirarle en respuesta. Su otra mano se instala justo donde Dagna mencionó que debía ir. ¿Cómo pude rechazar todos estos momentos cuando estuvimos juntos? Ahora entiendo que el sexo sin amor, es tan ridículo como el amor sin sexo. No hay manera más latente de expresar lo que siento por dentro, que mostrarlo por fuera. Los dedos de mis pies se contraen. – “¡Kendrick, ya!” – mi voz es cada vez más ahogada, es como si todo mi cuerpo fuera a explotar. Me duele la cabeza, por favor, alto. Ya no me tortures más. Las gotas de sudor se resbalan por mi frente y sólo quiero cerrar mis piernas y detener este caudal de gemidos que suena inhóspito a mis oídos.

- “Aaaaaaaaaah…” – Es lo último que pronuncio mientras mis piernas tiemblan descontroladamente. – “ya…”- no es un pedido, es un ruego desesperado en un susurro incontenible. Las lágrimas me desbordan los ojos y sacudo mi cabeza. No entiendo que me pasa, sólo sé que es la sensación más intensa que he sentido; algo tan íntimo y profundo que me siento completamente vulnerable. Paso mi pierna izquierda por sobre la derecha y me volteo, logrando zafarme de su amarre. Me protejo con mis propias manos. No más gotas por mi rostro, pero las pulsaciones aún remiten en mi cabeza. Estoy temblando y no tengo frío. Poco a poco mi respiración busca calmarse y cuando por fin, la tempestad hormonal aminora; una risa estúpida, que intento esconder entre las almohadas, se apodera de mí. ¿Qué me has hecho? ¿Por qué tan repentinamente me siento tan… bien? – “¿Qué fue eso?”
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Mensaje por Kendrick McGrath Mar Jun 26, 2018 7:19 am

It’s unforgivable,
I stole and burnt your soul
Is that what demons do?

Cada centímetro de tu piel, cada milímetro es recorrido por el músculo bucal del lobo que está disfrutando de ésto como nunca. Como lo esperara durante tanto tiempo, años y años hasta que por fin el olor de la hembra que eligió, que elegimos, está bajo sus manos. Tú, Annice, mi hermosa dama. Mi preciosa y enloquecedora mujer. Esa siniestra mano que se mantiene en el firme y sedoso abdomen, cual piel de durazno, tan tersa, fina, deliciosa. La otra, en tu siniestro muslo apresándolo contra las mantas para que se mantenga abierto en compás y darle la oportunidad de seguir fustigando y atormentando tu botón más sensible. Aquél que disparará en el momento tu orgasmo, el máximo placer que pudiera brindarle a una mujer. Está el lobo ahora con tanto ahínco y dedicación formando caricias para que puedas disfrutar como yo lo hiciera instantes antes. Tan obsesivo y absorbente que mi mente se une a la suya para ayudar, para combinar nuestros esfuerzos. Mi experiencia y su instinto entrelazados para darte la mejor noche de tu inocencia, aquélla donde descubras qué siente una mujer debidamente atendida por el hombre que eligió.

Me abrazaría al diablo sin dudar por escuchar tu voz llegando al orgasmo. Es todo lo que más quiero en esta existencia licántropa, lo que me anega de sentimientos contradictorios dirigidos hacia ti. El cariño, respeto, el profundo amor por el que sería capaz de recorrer enormes distancias sólo por estar a tu lado para proteger, contener y cuidar; así como la territorialidad, los celos, la posesividad de la que soy incapaz de separarme cuando pienso que alguien pueda rondar a mi Annice. Me generas todo lo que jamás me provocó ninguna otra. Incluso ahora, cuando estás cada vez más desesperada porque me detenga, intentando por todos los medios que pare, sigo atormentando tu cuerpo porque quiero que disfrutes tanto o más que yo. Mi egoísmo se esfumó con tus ojos que tanto me incitan, que me observan muy abiertos en tanto de tu boca salen toda clase de sonidos que atesoro para cuando esté solo. No por mucho tiempo, porque voy a pugnar de nuevo para reobtener ese compromiso que se rompiera hace tantos meses.

Oh sí, porque por nada del mundo me voy a perder de tener a la hembra que eres a mi lado, como su esposa, la madre de mis crías. Esta vez, cuando dices que ya basta, me empecino. En lugar de seguir paseando el músculo bucal, incremento todas las sensaciones al culmen. Rodeo con los pliegues bucales esa pequeña perla para dar la primera de una concatenación de succiones en tanto aprieto más las manos para evitar que puedas cerrar las piernas, escapar de mi agarre. Sé lo que provoco en ti, cómo sientes cada espasmo. Puedo olerlo, deleitarme en la fragancia más íntima de aquélla que será mi esposa. Te arqueas, la secreción se acumula en tu orificio vaginal bajando por tu canalillo en tanto aprieto más los labios, esta vez mis dientes toman tu botón para darle pequeños apretones, lo relamo, vuelvo a succionar. Mi diestro pulgar se coloca en esa entrada, presiono, golpeteo, penetro muy poco para no mancillar esa tela que me muero por atravesar con mi miembro cuando te haga mía para siempre.

El olor cada vez es mayor cuando sigues gimiendo, contrayendo tu útero, apretando a veces mi falange y otras más, soltándola violenta. Repaso la perla con el músculo bucal para recuperar la saliva que escapa de mi boca antes de tirar a matar, sabiendo lo que está a punto de suceder. Te veo tan tensa, te aprecio a punto de ruptura, tus palabras lo reafirman. Esa onomatopeya es perfecta aunada a tus espasmos, al líquido que escapa por tu vagina que no dudo en bajar para lamer de éste sediento. Son las hormonas en éste lo que enloquece mis sentidos, lo que espolea mis bajas pasiones al tiempo que limpio y relamo todo con ansiedad y nerviosismo. Al menos el poco tiempo que me das porque al haber soltado el agarre, te escapas poniéndote boca abajo en la cama, con ese suculento culo en pompa. Mi músculo bucal recorre mis labios antes de observar las heridas, las cicatrices que tienes en la espalda y algunas en las piernas que no estaban. ¿Qué hiciste, Annice?

Te veo temblando, sonrío divertido al tiempo que escucho un sonido fabuloso. Tu risa, tu franca y deliciosa risa que me da conocimiento de cuán bien te sientes ahora. Perfecto, aún opacada contra las almohadas, es audible, es fabulosa. Tomo tu cintura para voltear tu cuerpo hacia el mío abrazándote, cubriendo esa fragilidad con mi fuerza. Beso tus sienes probando tus gotas de sudor con anhelo. Me recuesto en la cama llevándote conmigo encima, que acomodes tu cabeza en mi tórax, al tiempo que mi diestra mano se coloca en tu cadera acariciando lento tu epidermis. Sonrío burlón cuando preguntas - eso, Annice. Es un orgasmo -beso tu cabeza, tu frente, tus labios dulce y cariñoso, sintiendo cómo tiemblas, cubro nuestros cuerpos con las mantas para envolverte en éstas y también, darte de mi calor corporal unos grados por encima del humano.

Tus ojos se tornan cansados, tu bostezo lo confirma, que te acurruques contra mí es un indicio de lo que muchas veces hicimos: que durmieras entre mis brazos. Esta vez, mis dedos van acariciando tus rizos colocando cada mechón tras tus orejas dejando que descanses. Remoloneas un poco, pronto estás cómoda - te amo, Annice -susurro a tu oído cuando estás a punto de quedarte dormida. Debiera hacer lo mismo, el costado aún duele, está a medio sanar, mañana será diferente. Entrecierro los ojos permitiendo que tu respiración se normalice. Paso una hora contigo hasta que reconozco el punto de no retorno, donde me alejas de tu cuerpo para darme la espalda. Te cubro con las mantas para que sigas caliente, me levanto a sabiendas de que ya no vas a despertar. Conozco bien tus fases de sueño, observo alrededor encontrando las prendas que guardaron para mí. Me visto con movimientos lentos y silenciosos antes de salir de la habitación buscando la de invitados.

Apenas entro, algo llama mi atención. Miro el vial, el remedio que te diera para mejorar está ahí. Me paso la mano por la nuca, es tan hilarante como frustrante saber que me quedo sin sanar mis heridas para que tú desprecies mis esfuerzos. Y me enojo, me enojo como pocas veces. Tomo el pequeño contenedor para regresar a tu recámara, entrar para sentarme al lado tuyo. Te coloco boca arriba, imito lo que tu hermano me dijo que hacía tu padre para darle los remedios. Echo unas gotas pequeñas en tu boca haciendo que tú misma la remuevas. Lo suficiente para que no te ahogues y vayas ingiriendo la poción. Si me tardo una hora, me importa poco. Si mi sueño es sacrificado con tal de que bebas, bien vale la pena. Sigo con esa estrategia, unas cuantas gotas y tú misma remueves el músculo bucal para pasarlas por la garganta. Sí, una hora y diez minutos tardo de tan lento que lo hago para no despertarte. El resultado valdrá la pena. Me incorporo para salir de ahí dejando el vial en el mueble al lado de la cabecera de la cama de la habitación de invitados.

Reviso mis heridas frente al espejo, si bien están sanando, espero que lo hagan rápido porque en la noche es luna llena. Me acerco a la ventana mirando cómo mi argenta diosa va desapareciendo por los rayos del sol que rompen la noche - hasta dentro de unas horas, mi señora - sonrío con anhelo. Quiero que el lobo salga, se paseé por el bosque, que cace. Tengo hambre, una de carne y sangre. Quizá venado, quizá jabalí. En ocasiones, cuando vuelvo de garou a homínido, en mi boca puedo apreciar el sabor de la presa. Incluso me atreví en algunos amaneceres a lamer mis dedos cuando desconozco qué tipo de animal cazó el otro. Ahí es donde sé que carne humana no ha consumido. No aún. Porque de ser así, sería un tipo de sangre que reconocería. Hay momentos en que regreso tras vestirme, a peinar toda la zona para ver los destrozos que hizo el lobo. Sobre todo cuando el sabor me es extraño. El olfato ayuda a reconocer dónde se encuentran las presas. Y hasta la fecha, no he encontrado que sus víctimas sean humanas.

Tampoco podría jurarlo, más de momento, mi conciencia está tranquila. Y con ese pensamiento, voy a la cama para sentarme esperando el amanecer para ir a mi hogar. No se vería bien que salga en la madrugada de la mansión sin dar explicaciones. Tampoco dejar una nota porque capaz de que te arrepientes y abandonas París. Además, quiero platicar contigo, poner en la mesa las cartas que debemos considerar para retomar su relación. Porque lo que quiero, por supuesto, es contraer matrimonio contigo.


Última edición por Kendrick McGrath el Lun Jul 02, 2018 10:17 am, editado 1 vez
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Mensaje por Arden Annice Gladstone Miér Jun 27, 2018 7:42 pm

En todos y cada uno de los días que pase a su lado, me hice una pregunta, una que se contestó por sí misma, la madrugada que el licántropo tan inusual que veía frente a mí, perdió su pelaje y musculatura, para tomar su forma humana. Una pregunta cuya respuesta me rasgo el alma en mil pedazos y me odie a misma para siempre, por haberla pronunciado en voz alta. Una duda cuyas consecuencias, lo alejaron de mí. Algo tan simple como: ¿Qué tiene de malo? Es apuesto, galante, tiene una buena fortuna y es todo un caballero. Jamás se ha impuesto como el varón en la pareja. Nunca levanto su mano contra mí; aunque supiera que tenía la fuerza para resistirla. Me halago en mis mejores días; y me consoló en los malos. Fue mi esposo antes de comprometernos. Me amor, me honró y respeto. Me fue fiel en las alegrías y en las tristezas, en la salud y en la enfermedad, todos los días que pasó a mi lado. No puede ser tan perfecto ¿Qué tiene de malo? Caminos en lados paralelos de la vida. Nos vemos, si estiramos nuestras manos, siento que podemos rozarnos… Pero nunca es suficiente. Y aun así, te tengo en mi cama. El amor construye, no debemos vivir a la altura de lo que otros esperan de nosotros. Hagamos algo nuevo sólo para nosotros. El amor permanece, cuando tu cuerpo ya no se vea tan atractivo; cuando la fuerza abandone nuestros músculos; sólo quedara nuestra compañía. El amor tiene principio y valores, no es una mera pasión, es una construcción que requiere normas en las que ambos estemos complacidos. El amor es sordo a lenguas necias. El amor, requiere tiempo y dedicación. Pero por sobre todas las cosas, y como pilar fundamental, el amor, requiere aceptación. Por eso, que no es algo que se pueda vivir con cualquier persona.

El calor de tu cuerpo me abriga una vez más. Respiro profundo, tratando de calmar los espasmos de mi cuerpo. ¿Un orgasmo? Al menos sé cómo llamarlo, porque jamás podría describirlo. Tu ternura cubre mi piel y aunque aún me siento inquieta, voy relajándome mientras veo fijo a tus ojos. La sensación que permanece en mi entre pierna es completamente inquietante, quiero pedir más de eso; y, al mismo tiempo, me genera una ansiedad tan aberrante que deseo no volver a estar como ahora jamás. Me apoya sobre tu pecho. No se siente igual que antes. Es más… duro, musculado. Es como volverlo a conocer. De momento recuerdo o que acabo de hacer y otra vez río tonta sin tener la capacidad de soportar su mirada sobre mis mejillas sonrojadas. Me muerdo el labio y no puedo encontrar como acomodarme. Estoy inquieta, algo avergonzada. Acaricio su piel bajo mi mano, a un lado de mi rostro en su tórax. Huele muy bien. Pero su boca sabe extraño. Siento demasiado decoro como para mencionarlo. Parece haberlo disfrutado tanto como yo al seguir relamiendo sus labios. Teniendo cuidado de su herida, lo aprieto fuerte como si pudiera contener todo su cuerpo en mis brazos y reducir su tamaño. No sé porque, sólo es un instinto, tenerlo, más cerca, más dentro de mí. Esto es todo que físicamente posible se puede y aun así me es insuficiente, quiero más de él. Es recién, cuando bajo las mantas, puedo encontrar tus dedos y entrelazarlos con los míos, cuando comienzo a relajarme y soltar toda la tensión contenida en ese apretón.
– “Ken… no te vayas” – Es lo último que recuerdo pronunciar antes de caer por completo en la inconsciencia de mis sueños.

No sentí cuando se fue y tampoco cuando regreso. Sólo algo amargo en mi boca, entreabrí los ojos, pero fueron dos dulces faros añil lo que estaban posados en mí. Quise preguntar qué estaba haciendo, pero sólo atine a volver a cerrar los ojos y acomodarme de lado. Me duele el brazo, pero tampoco tengo fuerzas para quejarme. Irónicamente, el desear dormir contigo fue lo que me privo del sueño durante tanto tiempo, dando vueltas en la cama y acomodando una almohada para pretender que podría ser cierto. No se trata de dormir contigo, sino de sentirme tan segura y cálida entre tus brazos, sólo para despertar y saber que sigues ahí; que no es un sueño y no lo imagine.

*Estoy corriendo por el bosque, llevo mi armadura puesto. Veo mis pasos uno delante del otro esquivando piedras, pozos y ramas caídas. Esto no es París, es Londres. El vampiro viene tras de mí, está por alcanzarme y un lobo enorme y negro lo ataca. Se deshace de mi contrincante, y yo llevo un vestido de gala, cuando el sol empieza a asomarse. Sé, porque así paso, que ese lobo es Kendrick. Pero al acercarme a él, cuando toma su forma humana, es mi hermano. Y ahora, está listo para matarme. Avanza un paso y salta sobre mi.* El sueño es tan tórrido y siniestro que me sobresalta. Me despierto desconsolada y asustada. Estoy sola en mi habitación. Estoy en Paris, y sobre todo, estoy bastante confundida. Intento levantarme y reparo en mi desnudez. Por suerte es MI habitación. Tomo algo del guardarropa, y me cubro con una bata. Salgo al pasillo, viendo a ambos lados. ¿Qué hora es? El sol esta iluminando levemente el pasillo, pero no hay nadie. Me siento desolada y no puedo explicar porque, sólo desperté con ese sentimiento de angustia y pesar que me está consumiendo sin razón. Corro hacia adentro del cuarto omitiendo todo a mi paso, mi objetivo es la tina. El agua, ya helada reposa sin movimiento. Mis prendas mojadas a un lado, la vestimenta de Kendrick también. Las de Erik que le fueron entregadas, no están. ¿Se fue? ¿Se fue y me dejo otra vez?

Dejo mi espalda deslizarse por la pared hasta que toco el suelo. Cada noche se convierte en una tortura, y las mañanas no son mejores. ¿Me utilizó y desapareció como si nada hubiese sucedido? No lo entiendo. Tal vez, yo sea mi propio problema. Dejar Londres de un día para otro, venir en busca de una familia, que debí sospechar desde el principio que no iba a encontrar. Están muertos, y creo que es hora de que lo acepte. Estoy sola, y debo ser sincera conmigo misma: Me aterroriza. Paso las noches cazando, porque de esa manera evito estar durmiendo una noche en la que los monstruos se aparezcan al pie de mi cama y me devoren tan cruelmente como puedan, devolviendo con cizaña, todo el daño que cause a sus razas… Comienzo a llorar otra vez. Nadie puede salvarme de mi propia mente, ni de la realidad. ¿Por qué no te quedaste para abrazarme? Cubro mi rostro con ambas manos, es hora de que me sincere conmigo misma. Estoy rota. No tengo la menor idea de lo que estoy haciendo. Y definitivamente, no sé cómo ser feliz. Sólo se como ser cazadora; una profesión con baja esperanza de vida.
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Mensaje por Kendrick McGrath Lun Jul 02, 2018 10:12 am

They rule the worst of me
Destroy everything,
They bring down angels like you.

En la habitación de lado, el movimiento se hace presente, puedo detectarlo con tanta facilidad como si estuviera aquí, en este lugar. Me pongo en pie arreglando mis ropas, yendo al baño para lavar los dientes, con el bicarbonato y el cepillo que por costumbre y órdenes del pater familis de los Gladstone están dispuestos para los invitados aunque para la época, este uso sea muy rudimentario en los hábitos de limpieza. Tomo la navaja para recortar rápido la barba más crecida, cuidando de que quede pulida con la intención de que tengas tiempo para ubicar tu cabeza, que sé bien cuánto te cuesta despertar a la vida. Paso mis dedos por la piel para comprobar que todo esté perfecto cuando escucho que sales de la habitación. Espero que te acerques a ésta, que tengas la conciencia de que si no estoy contigo, es porque seguro me encuentro a pocos pasos de ti.

Mi oído capta tu corazón y respiración agitados. Volteo por inercia a la siniestra con el entrecejo demostrando mi desazón. ¿Qué tienes? Dejo la navaja para limpiar mi rostro rápido desprendiéndolo del agua y el jabón para avanzar hasta el umbral saliendo por el primero, mis pasos se vuelven más acelerados cuando escucho que vuelves a tu habitación y esta vez, tu aparato circulatorio y respiratorio parecieran colapsar. ¿Qué tienes? Repito esta vez en mi mente abriendo la puerta con rapidez y cierta brusquedad para acortar la distancia a tu habitación para introducirme en ella buscando tu figura con la mirada. Por instinto, mi olfato huele las lágrimas. ¿Por qué lloras? ¿Qué tienes?

Mis pasos me llevan al baño, te veo en una posición tan derrotada, con las manos ocultando tu rostro y parte de tu cabeza que rechino los dientes. Me agacho para pasar una mano por la espalda y otra por las corvas de tus rodillas para alzarte en peso mirando tu rostro - ¿Qué te mortifica, my darling. ¿Qué es lo que te hace llorar tanto? - provoco que acomodes tu cabeza en el hueco que se forma entre mi hombro y el cuello caminando hacia tu cama dándome cuenta justo que dejé la puerta abierta. No me gustan los curiosos, por lo que me acerco para cerrarla con un movimiento de mi pie. Cuando queda bien cerrada, enfilo hacia tu lecho para depositarte con el cuidado que merece la mujer que es lo más importante en mi vida. Beso tu mejilla antes de acostarme para envolverte en mis brazos depositando otro beso, ahora en tu frente - ¿Quieres contarme qué pasa, bella? ¿Qué tienes? - alzo tu barbilla para limpiar tu rostro con besos que te liberan de las lágrimas y del rastro de éstas. Con cuidado, con devoción, con el amor que te profeso.

Sonrío contento por estar así contigo, abrazados en tu lecho. Acaricio mi nariz contra la tuya, salí tan rápido que en mi diestra mejilla hay un rastro todavía de jabón que ignoré desprender. Beso tu nariz de nuevo, busco tus labios, los poseo con los míos, acariciando, probando, degustando antes de que el lobo emita desde lo profundo de mi pecho un gran gruñido por la satisfacción que le causa estar así a tu lado. Mi lengua se encuentra contra la tuya y hasta que no escucho que intentas jalar aire, separo mi boca de la tuya para dejar un reguero de besos por toda tu mejilla hasta llegar al oído - buenos días, amor. Extrañé despertarte por las mañanas -susurro con dulzura intentando que te tranquilices para poder hablar.


Última edición por Kendrick McGrath el Vie Jul 06, 2018 10:29 am, editado 1 vez
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Mensaje por Arden Annice Gladstone Jue Jul 05, 2018 6:11 am

¿Por qué duele tanto? ¿Porque duele una herida, que ya me había acostumbrado a sentir? Fue el sueño más hermoso, tan perfecto en cada detalle. Abundaban las sonrisas, sobraban los abrazos y retumbaban los ‘te amo’, en cada habitación que recorrimos. Tan maravilloso, que el vacío que dejó en mi cuando partiste, no pude llenarlo con lágrimas. No alcanzó mi alma a curar la desolación que había, cuando otra vez, dejas mi cama fría. Si no fue amor, sino fue verdadero y real amor, fue una completa adicción. No tengo manera de explicar sino, el porqué, mi boca regresaba tan desesperadamente a tus besos, una y otra vez; como si no pudiera vivir sin ellos. Querer olvidarte, fue recordarte en cada momento en que desee que nunca hubiésemos estado juntos ahí. Te fuiste llevándote mi corazón en las manos; y mi dignidad en la suela de tus zapatos. ¿Qué puede quedar de ella, luego de incesantes ruegos a Dios y los ángeles, con tal de volver a tenerte a mi lado? La desolación, es la destrucción completa del castillo de arena que formamos con tontos deseos. Debí saberlo desde el principio, tarde o temprano iba a pasar; el cuándo, no era más que cuestión de tiempo. Me enamoré de todo, me conformé con nada; y extraño cada momento que nunca pudimos vivir. La locura es una enfermedad mental, algo que hace que una persona no funcione correctamente; pero no le sucede a cualquiera; no. Es algo por lo que hay que hacer mucho para obtener; aparentemente he hecho todos los méritos. Ignoré la realidad, me sumergí en una aventura, no razone nada de lo que viví, y me entregue plena a todos, menos a mí…

Y es en ese momento, en el segundo en que las esperanzas y a cordura atentan con irse de mí, es cuando tus brazos me alzan. Nunca aprendo; jamás aprenderé. Tenías que ser así de perfecto; y yo tenía que ser así, sólo para ti. ¿Acaso no lo ves? Cualquiera en su sano juicio, simplemente enloquecería por ti. Camino entre nubes, porque tú levas mis pasos guardados en tus pies. Me aferro tan fuerte a ti. Si es un sueño, quiero vivir en él. Dios no permita que jamás despierte. Acomodo mi cabeza sobre tu hombro, hueles tan bien. Las sábanas vuelven a sentirse tibias otra vez. No es el calor, es tu presencia. ¿Qué me pasas me preguntas? Que NO me pasa. Todo, es absolutamente todo. Es tanto, tan grande y tan inmenso que no hay palabras suficientes en este mundo para explicarlo. Eres tú. Sólo tú. Volver a verte a tus ojos azules, cuando creí que habían quedado perdidos en mi memoria; es como esa brisa de verano, que quita el sofoco de sol. Besas mi lágrimas, ¿Acaso puedes ser más dulce? Cierro los ojos, para poder sentirte mejor. Para memorizar la forma de tus labios en mis mejillas. Cierro mis ojos porque tengo miedo de abrirlos y que ya no esté ahí. Cierro mis ojos porque refiero vivir en la ilusión de tu presencia, que la realidad tortuosa de tu ausencia. ¿Cómo puedes soportarme cuando ni siquiera yo lo hago en este momento? Poco a poco normalizo mi respiración; ya no queda más que sacar, por ahora; pero tampoco sabría qué decir. Tus caricias tan suaves, tiernas y dadivosas. Tu nariz contra la mía. Su beso me devora y la temperatura se eleva un poco más. Quiero todo, otra vez. Quiero lo de anoche y o que sigue después. Quiero tu cuerpo impactando contra el mío. Quiero los gemidos. Quiero los latidos descontrolados de mi corazón desbocado y las gotas de sudor perdiéndose en la tela de mi cama
– “También yo…” – digo con voz temblorosa. Extraño despertar y saber que existes en mi vida. No necesito saber nada más que eso para volver a vivir.

- “¿Dónde estabas?” – De todo lo que pude decir, de todo lo que necesito expresar, comienzo por lo más irrelevante. Quiero escucharte, saberlo en realidad, pero no puedo. Por más que comienzas a hablar no puedo. La hora de la verdad es tan amarga y cruel como todo lo que no deseamos vivir; pero a este punto, es completamente impostergable. Mi corazón va a salírseme del pecho; y todo lo que llevo guardado de aquella noche, decide ignorar a mi razón una vez, y continuar con el curso de ideas, desbordándose de mi boca de manera cruel y lamentosa. – “Me abandonaste…” – Apenas pude pronunciarlo con la voz quebrada. Pero no requirió más de unos segundos para que la fuerza del enfado hiciera mella en mi boca. – “¡Me abandonaste!” – Un golpe a su hombro. Ni siquiera recuerdo que aún sigue herido, tanto como no noto, que mi hombro esta mejor. – “Me dejaste ahí, sola. ¡Sola! Me mentiste y… ¡¿Qué no lo sabes aún?!” Son tantas cosas al mismo tiempo, son tantas ideas mezcladas en mi mente que no puedo enfocarme sólo en una. – “Tu es sacrément!” – A veces se me va. Solamente olvido la diferencia entre un idioma y otro. El francés es más pasional y el que domina mi lengua cuando peco en mis palabras. Lo empujo, y en cuanto termino me acerco a él. La coherencia se resiste a hacerse presente en mis actos y no tengo manera de dominarme. –“Fui a buscarte ¡Fui a buscarte! Y tu estúpida casa estaba vacía ¡Vacía, Kendrick!” El llanto me domina nuevamente sin siquiera notarlo. – “¡Hubiese huido contigo!” – Niego con la cabeza, ¿Por qué me hace esto? ¿Porque me lastimo a mí misma de esta manera? – “Hubiese huido contigo…”

Me cuesta tanto respirar. Contenerme, mucho más aún. Niego con la cabeza y despojo las lágrimas de mi rostro. – “Papá desapareció hace más de un año. Erik prometió que lo encontraría…” – Muevo mi cabeza de un lado a otro. Tanto para decir y sin manera de expresarlo. – “Erik lleva desaparecido como unos 6 meses. No entiendo… Siempre… Estoy sola. Mi tío quiere deshacerse de mí y si no lo ha hecho es por Charles. Y mi única compañía es Jeremy. Mi mejor amigo es un niño de 8 años que ni siquiera habla.” No estoy segura de lo que dije, mucho menos de si es entendible para alguien más. Me siento sola, tengo miedo, ya no quiero seguir luchando, todo se arremolina en mi cabeza, la angustia me consume y dolor me empuja lentamente hacia e precipicio. Todo está ahí, a flor de piel, rasgándome por dentro. La vergüenza de mi debilidad, hace que no pueda verlo a los ojos, hasta que algo llama mi atención. Entre tanto drama, finamente veo la línea blanca. – “Tienes jabón en tu cara.”- La frase más tonta del mundo, dicha con la voz más aniñada; y como cereza en la punta, una tonta sonrisa. De todo lo que pude decir para cerrar la situación, esa no era a frase que nadie esperaba.
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Mensaje por Kendrick McGrath Vie Jul 06, 2018 11:01 am

Now I'm rising from the ground
Rising up to you.

Cada lágrima es un puñal que se clava en mi corazón, si alguna vez cometí errores, tu dios me los hace pagar con tus lágrimas. Me desespera in extremis la manera en que te veo sufrir sin poderlo remediar. Me pone irascible más que la luna en el firmamento a punto de desatar mi bestia más oculta. Me pone mal que carezca de las palabras para paliar tu tristeza y provocar tu sonrisa. Mírame, estoy aquí para ti. ¿Acaso no entiendes cuánto es lo que he hecho a un lado para perseguir tus pasos haciendo que cada uno de ellos cuente? Hago todo lo que puedo para demostrarte que soy un hombre de valía sin importar el licántropo que me fue otorgado en una mordida. ¡Soy inocente a pesar de todo! Jamás busqué ser una bestia, de saber que en mi futuro estarías tú, hubiera escapado con mi nana cuando me advirtió que mi padre cambiaría al extremo. ¡Estoy aquí y sigues llorando! ¿Cómo puedo haceros ver que te amo con la desesperación de mil cuchillos de plata atravesando cada parte de mi ser quemando todo a su paso? Sólo atino a reafirmar el abrazo contra mi cuerpo para que puedas serenar tu alma y continuar adelante con la vida.

Tu primer pregunta provoca una sonrisa trémula - en la recámara de huéspedes, por supuesto. No quiero que tu nana considere inapropiada mi presencia en tu... - me interrumpes con una exclamación que me provoca un dolor peor que el de la plata. Eso dispara todas mis alarmas porque algo en tu mente no está bien si es que escuchaste a medias mi respuesta. ¿Quizá no es la que esperabas? Insistes en que te abandoné. -  Annice, estaba en la habitación de a lado - procuro conciliar, es tu golpe en mi hombro el que provoca mi malestar. Ya van varios que me das, puedo pensar en al menos tres en menos de veinticuatro horas. Tomo asiento en el colchón pensando que ésto es diferente. Sabiendo que ésto es diferente. El dolor que tengo en el costado no se compara siquiera al que me provocan tus palabras. Me insultas, veo tu desespero en lo profundo de tus orbes. Ésto no es por dónde dormí anoche, es por algo más antiguo que se remonta a veintiocho meses atrás. Cruzo mis brazos viendo todo este estallido, catalogándolo, ubicando por dónde viene todo.

Esa explosión que ahora se vuelve insultante cuando tu francés sale a relucir como en el pasado. Estás descontrolada por lo que empezar a calmar tus ánimos sería una tontería. Tiempo mal invertido. Levanto la siniestra pierna posando la planta en el colchón para colocar el brazo sobre la rodilla y sobre éste, mi cabeza observando tu desorden mental. Donde me acercas como me alejas en cuestión de segundos. Queriendo tenerme y alejándome con ansiedad, desesperación, dolor, frustración. Necesitas sacar todo lo que traes, comprendo ahora el por qué de las lágrimas. Guardo silencio en tanto sigues y sigues. Mis ojos se abren como platos cuando aseveras que hubieras huido conmigo. ¿De verdad? ¿De verdad habrías dejado todo atrás, a tu familia, a tus enseñanzas por seguir a mi lado? Tengo una oportunidad entonces, espero que el tiempo no la aplastara. Sigues hablando, todo tiene sentido ahora. Que estés así de desesperada, que seas tú la que vaya a los burdeles a buscar información siendo que Erik corría por ello. Tu padre y tu hermano están lejos de tu vera. ¿Qué les pasó?

Tendré que hacer una búsqueda de ellos, investigar primero por dónde desaparecieron. Sé que mi hermano Sloan es mucho mejor que yo en estos menesteres. ¿Podría enviarle un telegrama y hacer que venga? De sólo pensar en su presencia, me da jaqueca. Es de todos el más ¿Cómo decirlo? ¿Femenino? Hay algo en él que no está bien, vamos. Sigues vertiendo datos que mi cabeza anota con rapidez en la enorme libreta que es mi memoria donde jamás se borrarán. Tu tío, un tal Charles, un tal Jeremy. Y de paso un mejor amigo ¿De ocho años? Rasco mi nuca sabiendo que poco te entiendo, como siga así, será menos. Sigues llorando y quitando las lágrimas al unísono hasta que tu último comentario está fuera de lugar. Por inercia llevo mi mano hacia el costado de mi rostro limpio, ignorando el sucio. Al contrario, llevas tu mano para limpiar justo ahí donde vieras mi mancha de jabón. Tu roce es suave a pesar de todo. Aspiro un poco tu aroma con ese acto, sintiendo que todo puede ir bien, sólo es cuestión de ser calmados y hacer las cosas como deben.

Tomo uno de los almohadones para ponerlo a tus espaldas para que te recargues en él como antesala de lo que acontecerá. Pongo otro en tus manos - tómalo y muerde - ordeno provocando que abras los ojos como platos. Tomo tu cabeza con la diestra y con la siniestra la almohada para llevarla a tus labios - muerde - en cuanto obedeces, asiento - voy a hablar, prohibido contestar. ¿Viste que refutara algo? Muerde - repito cuando veo que vas a soltar algo, no continúo hasta que tu boca rodea la tela apretando - bien, así será. Guardarás silencio en tanto yo hablo, cuando termine, podrás decir todo lo que quieras. ¿De acuerdo? Y aunque digas que no, lo haremos así - resuelvo rápido. Si bien tus ojos me observan sorprendidos, sé que si no utilizo esta técnica, estaremos hasta el anochecer discutiendo de forma estúpida sin arreglar nada. Es entonces cuando el poder de mi memoria da lugar a lo que a continuación empezaré a relatar - Uno. No te abandoné, ese amanecer, lo primero que dijiste fue "Go" reafirmando con un paso atrás, Annice. ¿Te recuerdo en qué estado estaba? Golpeado, mordido, había bebido vitae, rasguñado, tenía herida sobre la herida. Así que entendí eso, un "Go" y me fui. No te abandoné, tú me pediste que me fuera. ¡Muerde! - llevo mi mano hacia la almohada para hundirla en tu boca.

Estás que quieres hablar, permitirlo será una locura. - Dos. Por supuesto que te mentí. De inicio sólo eras una chica más a quién conocer, con el tiempo me enamoré de ti. Nada de lo que te dije fue mentira, sólo omití mi licantropía. ¡Muerde, Annice, muerde! - bajo tu cabeza para que calles. No con la fuerza que tengo, sólo un leve empuje para que sigas así - Tres. No sabía que me buscarías. En cuanto tuve algo de cordura y pude levantarme sin mucha ayuda, tuve el primer ataque de los vampiros que quedaron vivos. ¡Los dejaron vivos, Annice! Eran tres o cuatro y malherido que continuaba, tuve que irme de mi hogar, así lograba despistarlos en tanto me recuperaba. ¿Qué iba a saber que me buscarías? ¿Acaso me mandaste alguna carta? Sabías dónde estaban mis negocios, no hiciste más. Herido, tuve que ir a donde me sentiría seguro, en casa. En mi hogar, con mi familia - aseguro recordando cómo me habían visto, la forma en que se rió de mí Sloan por no poder "deshacerme de un chupasangres solito". - Aproveché para visitar a la familia - mis hombros se levantan desdibujando la simetría de mi cuello.

Pienso en lo siguiente - Cuatro. Tu padre y tu hermano. Pediré ayuda para buscarlos, si están vivos, les encontraremos y los traeré a tu vera - para eso tendré que invocar a Sloan. Desearía no hacerlo, sólo que tus ojos llenos de lágrimas me pueden. - Cinco. Tu tío. ¿Quieres que me deshaga de él? Lo hago. Además, todavía recuerdo que le interesaba que fuera tu esposo. Si eso sigue en pie, podemos comprometernos de nuevo. Sí, Annice. Seis. Te amo, vengo a casarme contigo. Quiero conquistarte de nueva cuenta. Quiero ser tu pareja, el padre de tus hijos. Por favor, acéptame - ruego tomando su mano para besar su dorso con ternura. - Siete. ¿Quiénes son Charles, Jeremy y el niño de ocho años? - ya era bastante mi cordura. En cuanto digo sus nombres, puedes ver cómo mis ojos se vuelven de un azul eléctrico sacando chispas de celos. Sí, soy un hombre celoso y la bestia no ayuda una mierda.
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Mensaje por Arden Annice Gladstone Miér Jul 11, 2018 6:20 am

El amor, es una de tantas palabras más en el diccionario; al menos hasta que alguien inesperadamente llega a tu vida, y poco a poco, con cada flor, con cada palabra, con cada encuentro, con cada vez que procura tus sueños, con cada vez que limpia tus lágrimas, con cada vez que te devuelve la sonrisa; comienza a darle un sentido verdadero. Aprendes, que si realmente amas a alguien, el amor verdadero, es completamente desinteresado, y sólo quieres verlo sonreír incluso si eso implica lágrimas para ti. Es la ansiedad del próximo encuentro, para estar un minuto más cerca de concretar todos los proyectos que construyen imaginariamente juntos. El amor tiene nombre y apellido, en mi caso: Kendrick McGrath. Ahora, que lo veo, con su barba más recortada, no tan abundante, con su rostro tan dulce; me cuesta imaginar que pudiese ver el amor profundo, perfecto y verdadero en alguien más. Con delicadeza deslizo mis dedos en su rostro, limpiando el jabón que ha quedado en su rostro. Perfecto, completamente perfecto. Que alguien por favor, devuelva mi coherencia y encienda mi cerebro. No puedo sentirme más alteradamente vacilante en este momento. En cierto punto me apena. Siempre me he enorgullecido de ser, a pesar de la cacería, una correcta dama. No puedo si quiera comenzar a sospechar, lo que mi ex prometido pienso de mí en este momento. La vergüenza me consume, pero esto apenas empieza. No me lo sospechaba, lo que él pensaba de mí; pero cuando me humilla haciendo que vulgarmente muerda la almohada me hago una buena idea.

Con sonrojo y de terrible mal humor, accedo a su ridículo pedido. ¡Y que conste que sólo es porque me apena mi desvarío! Que si no… Pero no lo puedo evitar, todos sus pedidos, para mis oídos, saliendo de su rosada boca, son órdenes que me obligan a reaccionar en consecuencia. Siento que voy a desgarrar la tela de la tensión con la que muerdo. Me estresa a un punto que no puedo explicarlo y agradezco que el relleno, haga de atenuante a las uñas con mis castigadas manos que son las que están marcadas casi de manera permanente, por a frecuencia que las clavo en ellas. *NUNCA DIJE GO! DIJE… Dije No. No, porque no podía creerlo. Por supuesto que retrocedí. ¿Qué esperabas antes tal revelación?* Contengo mis lágrimas nuevamente ¿Acaso cree que esta historia no me daña? ¿Qué todo lo que no vivimos juntos y sólo se transformó en una añoranza no me cala a diario en lo profundo? Mi alma, no puede estar mejor que mis manos. Cuanto te amo, que estoy dispuesta a pecar por ti. ¡Cuánto te amo que dejo todas mis creencias porque derrames tu esencia en mi boca! Cierro mis ojos de a momentos y veo luego hacia arriba. No estoy ignorando sus palabras, sólo no quiero más llantos frente a él. Todo me golpea y me desgarra peor que en una batalla. Al menos allí puedo defenderme, aquí sólo me utilizas como saco para llenarme de golpes y dejarme con las consecuencias. Que injusto. Sí, me dejaste. Sí me mentiste. ¡Y a cambio de tu confesión presionas mi cabeza contra una almohada! E resto de la historia me apacigua. Me cuesta tragar saliva, me molesta para respirar, pero ya no importa. Mi inacción tiene una explicación, los dos hombres que están en tu punto cuatro. Me gustaría creer que tengo tu privilegiada memoria para recordar cada cosa, pero sólo espero a que llegues al final para tomar mi turno de acción.

Dejas una pregunta en el aire, y entiendo que ese es el final. Todo tu palabrerío ha terminado y como siempre, es a tu favor. La única manera de no ser víctima de tus palabras, es que hubiese nacido sorda. Así que otra vez, como antes y como siempre, te toca ganar. Una gota solitaria escapa de mis ojos. Acaricio su rostro, sus mejillas tan tersas. Te amo, pero no lo digo, en cambio, corro a tu boca desesperadamente una vez más. Beso tus labios con sed de tu dulzura, no dejes que sólo sean palabras. Acaríciame como yo lo hago contigo, siento tierna con tu rostro y tu cabello. Contén mis tus labios como yo a los tuyos. Disfruta pasionalmente conmigo, algo que sólo puede existir entre tú y yo. Nunca es suficiente, contigo, nunca lo es. Estoy muriendo de hambre por ti. Es una famélica afición que nunca se puede saciar ¿Cómo puedes dominarme así? No puedo, no pude, ni podría, permitir a otro hombre abusar de mí. Pero dejaría que me marcaras con fuego tu nombre y me dieras a la noche como tú lo haces, sólo por un minuto más de satisfacción que no será suficiente.
– “Lo siento.”- comienzo en voz baja contra tu boca. Mis ojos cerrados y mis brazos rodeando tu cuello. – “No quería que sufrieras así. No podría… no puedo.” No puedo verte sufrir. No lo tolero, y de sólo pensar que fui yo quién lo provocó. Castígame… - “Castígame.” – Cómo quieras, como lo desees, como lo pienses conveniente. No me importa, sólo quiero compensarlo. Ya he olvidado todo mi sufrimiento en esto, sólo por empatizar con el tuyo. Soy una idiota… Me acomodo a verte, con esa mirada de niña regañada. Con la tristeza en mis ojos y apenas pudiendo mantenerte la mirada. Creo que por esto, es que a mi padre siempre le agradó Kendrick; lograba convencerme, de lo que él jamás podría.

- “No quiero que vuelvas a sufrir.” – Mi prioridad se ha convertido en protegerte de otros cazadores. Las noches de luna llena pierden su sentido si no son dadas plenamente a ti. Lo acaricio, lo apoyo contra mí, lo cuido, como si una caricia pudiera quitarlo todo… Hay millones de sonrisas en el mundo y sólo la tuya me hace reaccionar de la misma manera. Hay miles de personas que sufren en el planeta, pero sólo tu dolor el que me interesa curar. Beso su frente. – “Amor, sólo no te vayas sin decirme a dónde vas…” – ¡Oh sí!  - “Y no mates a mi tío. Si, ya sé que significa encargarse de alguien. Y siempre te odio, sólo pensaba en los negocios que podía hacer con TU flota.” – No tengo idea de que más dijo, así que voy recostándome paralelamente a su lado. – “Charles es el Duque de Devonshire, alguien de casa.” – Por casa, claro, siempre me refiero a Inglaterra. – “El también quiso ocuparse y tampoco lo deje. Es un Moncrieff, mi padre era amigo de su familia, pero… algo paso. Estoy, digamos que, ayudándole a encontrar la verdad. A pesar de Cinder… Es complicado.” El calor de su cuerpo me envuelve casi al mismo tiempo que su alma contiene la mía. – “Podemos salir si quieres, aún me gusta ir al parque. Pero van a vernos mal. Usualmente le pido a Jeremy que me acompañe. Pero él es mi profesor de piano, André es su hermano. El niño.” – Mis ojos se van cerrando y me envuelvo más en sus brazos que en las sábanas. – “No conozco a tu familia. Jamás me la presentaste. ¿Son todos…?” – Aún me cuesta decirlo, si quiera pensarlo. – “¿Cómo tú? No creo que les agrade. Y no quiero que me muerdan. Dios mío, ¿cómo has podido vivir así tanto tiempo y a mi lado?” Sólo me compadezco de su existencia, como si hablara de alguien más que no es el hombre que me tiene tan plenamente a su merced en este mismo momento.
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Mensaje por Kendrick McGrath Miér Jul 11, 2018 2:03 pm

Filled with all the strength I found
There's nothing I can’t do!

Basta de llanto, por el amor del cielo, de mi madre, de la tuya. Veo cómo resbala la última gota desde tus preciosos ojos hasta tu mentón y es suficiente. Gruño con molestia por verte así, sufriendo y sé que parte, gran parte de la causa soy yo. Desprendo con delicadeza la almohada de tus brazos para suplantarla con mi cuerpo cuando te tomo de nuevo llevándote a mi regazo para acurrucarte contra mí, ocultando tu rostro en el hueco que forman mi cuello y mi hombro apretando la cabeza contra la tuya para que nadie más pueda ver el estado en el que te encuentras. Te amo demasiado, ese será siempre mi karma, mi pesar, mi dolor. Te amo tanto que me es imposible pensar en mi bienestar si tú no puedes sonreír, si necesitas de mí estaré aunque pase noches enteras sin dormir. Así es mi sacrificio por la pequeña Gladstone, la mujer que me robara -nos robara- el corazón, donde en tus manos estuvo siempre a pesar de la distancia entre nuestros cuerpos.

El roce de tus manos es correspondido por las palmas que se deslizan por tu espalda, por tu mejilla buscando, alcanzando y demandando tus labios exigentes como una calca de lo que ahora necesito y busco de ti. El beso es apasionado, es demandante, es entregado. Mi amor en una sola caricia de mi boca contra la tuya, amor mío. Tómalo, pues es para ti. Aprecia lo que hago por cada una de tus risas, de tu felicidad que es el antecedente de la mía. Estoy destrozado cuando lloras, estoy frustrado cuando mi miras con tristeza. Te amo, pequeña. Te amo con toda la intensidad de mis emociones potenciadas al ciento por ciento y mucho, mucho más. Aquí estoy, aquí me tienes, demanda y tendrás. Así funciona. ¿Dices que siempre tengo la razón? ¿Que siempre gano? Deberías meditarlo mejor, my darling porque mis memorias están plagadas de sólo cumplir tus caprichos, deseos y anhelos más profundos. ¡Iba a casarme por la iglesia en la que crees! Sería capaz de eso y más sólo por tenerte a mi vera. ¿Acaso no ves cuánto daño me hace la separación? Por eso he vuelto a tu lado, frente a ti, a tus espaldas. Fui, soy y seré tu guardián. El hombre que te ama como ningún otro, que es capaz de la muerte con tal de que vivas.

Te deshaces en disculpas, eso golpea peor mi corazón. Beso tu frente, tus mejillas, tu nariz antes de colocar la mía punta con punta mirando tus ojos bañados aún en lágrimas - ¿Por qué he de perdonar a aquélla que me hizo tan feliz durante veintitrés meses? ¿Por qué he de permitir que la mujer que amo, se deshaga en disculpas cuando soy yo quien quiere ser perdonado y que vuelvas a mi lado? ¿Por qué he de castigarte, Arden Annice Gladstone, cuando sólo quiero que seas feliz y dejes de sufrir? Me matas cuando derramas una lágrima, muero lento con cada una de ellas como si fueran dagas de plata penetrando mi corazón. Te amo, mi Annice. Te amo, por favor deja de llorar. Te lo suplico, deja de llorar, amor mío porque no sé cómo consolar tu corazón, no sé qué decir para que sonrías, mírame por favor, observa que no miento. Te amé en esos momentos, te amo ahora, te amaré siempre. ¿Acaso no puedes entender mi arrepentimiento? ¿Qué daría por dejar de ser un licántropo, amor de mi vida? Por ser un hombre común y corriente para estar a tu lado y que dejes de tener miedo - abrazo tu frágil cuerpo, lo rodeo con mis brazos más marcados aún por el desespero de desearte y no tenerte.

Beso la corona de tu cabeza, tu frente, tu nariz antes de apoyar mi mejilla contra tu mollera. Aspiro el delicioso olor de tus cabellos que tanto me calmó en momentos de desesperación y que ahora sólo es un lejano recuerdo de cuán feliz era. ¿Cuándo vas a ver que me muero por seguir lo que dejamos a la mitad? Por ser tu esposo, tu amante, el padre de tus hijos, tu compañero, tu maestro y tu alumno. Todo eso, más que eso, mil veces más. Mírame, aquí estoy. Tócame, no me iré. Bésame, toma mi corazón y hazlo mil añicos porque para eso fui creado. Por y para ti. Suspiro con tu petición mirando tus ojos - Annice, mi amor. No puedo estar reportando mi ubicación todo el tiempo, lo sabes ¿Verdad? Y de acuerdo, veré qué hacer con tu tío. Por supuesto que sé que quería mi negocio, nunca le importó hasta que descubrió que anualmente deja cientos de miles de libras en mi bolsillo - pobre no soy. Arrogante por supuesto que todo el tiempo. Saber que hice crecer ese negocio me llena de satisfacción. Que tu tío decida tomarlo con sus manos para hacerlo añicos, es diferente. Ni en sueños permitiré que el imbécil se atreva a tocar lo que es mío y eso te incluye.

Asiento al escuchar de Charles - algo escuché, es un Duque a cuya familia se le restituyeron todos los títulos y propiedades. Al parecer, alguien hizo trizas su familia -  ¿Sabes qué es más hermoso que ver tus ojos? Abrazarte. Sentir ese calor dulce y tibio contra mi cuerpo es lo más delicioso que jamás tuve en la vida. Beso tu frente, como en los viejos tiempos. No puedo estar mucho tiempo lejos de tu piel, tengo que tenerla entre las manos, en mi boca, rozando con alguna parte de mi cuerpo para ser feliz. Equilibras mi mente, permites que pueda relacionarme con los demás. Eres quien me saca de mi burbuja ya sea a pinchazos o con dulzuras. ¿Quién sería sin ti? Hasta mi familia observa mis cambios complacida. Soy un nuevo Kendrick por y para ti. - ¿Por qué habrían de vernos mal? - quiero saber. Callo cuando hablas de Jeremy, tu maestro de piano - puedo enseñarte piano, lo sabes - te recuerdo porque estoy que me subo por las paredes cuando detecto ese tono protector que tan bien reconozco. ¿Quién es ese imbécil para provocarte tales sensaciones?

Del niño, no tengo problemas. Es un infante y como tal, sé cuánto te gusta relacionarte con ellos porque en parte, sigues teniendo una nobleza y un aura de inocencia que deseo conservar. Echo atrás la cabeza cuando preguntas por mi familia, por inercia pongo un espacio entre nosotros para alejar mi cuerpo y mis pensamientos de todo ésto. Aspiro profundo mirando al techo cuando me recuesto en el colchón con los brazos apoyados en la nuca pensando cómo decirlo - sí, todos somos licántropos. La historia es demasiado larga y tiene que ver con la noche en que mi madre y mi hermano murieron. Te dije que fue en un ataque enemigo. Lo que no te dije, fue que el grupo que atacó la zona central de mi hogar estaba conformado en su mayoría por hombres lobo. Así que todo pasó demasiado rápido. Por eso la herida de mi espalda, esa que tanto te llama la atención. Tuvo que ser la licantropía la que lograra sanarla porque los galenos decían que moriría pronto - recuerdo los ojos de mi padre, taciturnos con la noticia en tanto Sloan intentaba aligerar la tensión tras las palabras del médico. - Estuve en cama más de veintitrés días y cuando por fin me pude sentar, me mordieron. Así que prácticamente estoy vivo por un licántropo - susurro bajo recordando cómo la herida había sanado tras mi mordida.

Exactamente cuatro días después, tenía esta forma que conservaría por el resto de mi vida, al parecer. Más no pudiera curarse, quiero pensar. Suelto el aire contenido en mis pulmones antes de tomar asiento de nuevo mirando tus ojos - tengo hambre, Annice. ¿Vamos a desayunar? - propongo mirando tus ojos dulces antes de tomar de nuevo tus labios besándolo como si no hubiera mañana. Como si el mundo fuera a morir exactamente un suspiro después de besarte.
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Mensaje por Arden Annice Gladstone Dom Jul 15, 2018 11:18 pm

Cuando te acaricié por primera vez, entendí que había vivido con mis manos vacías. Que mis dedos habían sido forjados para instalarse en tus mejillas y mi palma no era más que el contenedor de toda la ternura que provocas en ellas. Tus susurros entraron por mis oídos, pero llegaron a un sitio más profundo; y tus besos, se depositaron en mis labios, pero recorrieron más allá de ellos. Mi mente se niega a admitir lo que mi corazón ya sabe. Lo sabe desde el día que tus ojos azul profundo se toparon los míos, y la primera de cientos de sonrisas ruborizadas, se mostraron por primera vez frente a ti. Si el corazón tiene razones que la razón no puede entender, ¿cómo comprender lo que me sucede cuando estoy contigo? Cuando me derrito en tus manos suaves y varoniles, como si fueran rayos de sol. El amor, no es encontrar a la persona perfecta, es ver perfecta a esa persona imperfecta. Amarla no a pesar de sus defectos, sino amarla por cada uno de ellos. *’Cuando te vi, me enamoré y tu sonreíste, porque lo sabías’ – William Shakespeare, Romeo & Julieta. ¿Cómo puedo alejarme cuando mi corazón está aquí? ¿Cómo puedo seguir negándome, que te amo, y no quiero a nadie más?* Agacho mi cabeza, sabiendo que mis propias palabras me pesan en el alma, mucho más de lo que deseo admitirme. Cómo si lo supieras me consuelas, me apoyas contra tu cuerpo y a ojos cerrados inspiro tu aroma. Tan particular, y tan agradable. Raro es, encontrar un hombre como tú, que jamás huele de forma desagradable. Seguramente, porque nunca he estado en tu presencia, cuando desarrollas labores rudas y desgastantes.

Tus besos me consumen, envían mi cerebro a dormir, y me dejan presa de todos los impulsos. Olvido la dulzura en ellos, me desespero por tu boca en otra parte de mi cuerpo, tal como anoche me enseñaste. De la misma manera, deseo nuevamente, sentir tu masculinidad en mis labios, atraparlo, contenerlo y verte gozar como jamás te conocí antes. Entiendo ahora la intimidad del acto, y comprendo que es el principio de algo que puede ser mucho más profundo. No quisiera jamás entregarle el punto más vulnerable de mi existencia, a quién no me cuidara cuando no puedo controlarme, cuando mi propio cuerpo me traiciona y sólo quedo a la merced de lo que hagas con él. No se requiere legar a tanto, sus disculpas son tan intensas, y hace uso de expresiones referentes a la licantropía. Me siento tan cómoda como incomoda al respecto. Es algo que conozco y entiendo, no puedo tomarlo como un tema externo, pero en él... Es tan doloroso y tajante como una cortadura con papel. Y entonces sale un comentario a la luz que no me había planteado hasta el momento. *¿Haría lo que fuera para que dejara de temerle? Yo no le te…* ¿Le temo? No debería, usualmente no lo hago, pero es verdad que en más de una ocasión mis pensamientos me traicionaron en batalla y recuerdo a mi madre en trozos por la sala. No creo que un Vampiro fuera capaz de eso, es poco elegante y no acorde a sus Modum Operandis. Coincide más con las de un licántropo. Son, en su mayoría, bastante grandes, algunos, incluso gigantes. Si, los licántropos pueden asustarme. Pero… Kendrick no me asusta, porque no lo he planteado como un enemigo en mi vida. Mucho me temo, que quizá, su lado lobuno, no opine lo mismo que yo. Inconscientemente, tal vez le temo. Tal vez, lo que más temo, es terminar como mi madre; pero esta vez, no hay familia que me entierre.

Siento todas sus caricias, tan dulce, tan profundo; y tan animal. El restregar la cabeza contra el otro individuo, no es diferente a lo que mis perros hacen cuando buscan cariño por mi parte. No es maldad, no trato de rebajar sus actos, ni despreciar su amor. Pero la pregunta se instaló en mi mente y no puedo abandonarla. Ahora, me cuestiono todas tus formas hacia a mí. Lo que viví, lo que vivimos, lo que ya sé que dejaré que suceda antes de que surja la ocasión. Por eso la respuesta sobre como terminó siendo licántropo no me toma por sorpresa. A este punto, entiendo, que por el tamaño de la herida que lleva, que por cierto, llamaría la atención de cualquiera, no sólo mía; solo algo sobrenatural pudo haberle salvado de la muerte. Aun así, la respuesta golpea un poco mi mente, y me hace que vaya adentrándome cada vez más en su realidad. Siempre supuse, que en parte, la muerte de su madre, como a todo hijo, fue lo que le alejo de su familia; y una vez fuera del círculo que implican los clanes escoceses, ya no querría regresar a una vida de enfrentamientos y deberes con la familia. Siempre creí, que no hablar de la muerte de su madre y su hermano, era lo que lo mantenía fuerte, dejar sus debilidades detrás, pero es la segunda parte de la historia, la consecuencia de eso, lo que intentaba evitar de su relato. Mi rostro es meditabundo, mucho más porque intento interiorizarme sobre esto lo más posible, analizar cada detalle y lo mucho que le duele, sobretodo, porque me aparta de su lado para hablar sobre esto. Se siente tan incómodo como yo.

Quiero creer que es la licantropía es lo que nos separa, y no nosotros mismos. No después de lo que anoche decidí, sin pensarlo mucho, compartir a su lado. No lo pensé en lo absoluto, para ser honesta. Se me antojo y lo hice sin pensar en las consecuencias. No va a irme bien con la confesión en la tarde. No tengo hambre, la comida no es un pensamiento en mi mente en este momento, pero accedo a sus pedidos, y convengo que el cuerpo de un lycan requiere mucho más sustento que el de un humano promedio. Pobrecillo, cuantas cenas o almuerzos a nuestro lado, ha padecido hambre sin decir una palabra, con tal de disimular, con tal de pasar otro minuto a mi lado. Me hace sentir culpable y bastante. Asiento con la cabeza y me levanto de la cama. ¿Cuántos años tenía cuando perdió a su madre? Unos 15 si no mal recuerdo. Comienzo a ir hacia el guarda ropas y sólo me lleva esos pasos acomodar los números en mi cabeza. Anoche mencionó llevar 24 años con esta carga. Pero ahora dice que fue unos 23 días luego de ataque fue mordido… Conocí a Kendrick McGrath hace unos años atrás en la fiesta de unos amigos de mi padre. Él era un joven comerciante, que estaba llevando a cabo negocios con el dueño de casa, y yo una invitada más. Un joven de sólo 17 años que estaba terminando sus estudios. Claro que quiere enseñarme piano, después de todo, fue bajo esa excusa que comenzamos a reunirnos en las tardes. Amaba escucharlo tocar el piano con tanta pasión. Alegraba mis tardes, y cambiaba mis días, nunca esperamos que, una tarde, no pudiera hacer mucho con las heridas que tenía cuestas y eso llevara a preguntas que me obligarán a revelar la verdad. Cuatro largos años. Yo tenía 17, ahora tengo 21 años, casi 22. Mi entusiasta pianista se presentó como un caballero de 23 años. Dos años a su lado, 25. Dos años en su ausencia 27.

Las puertas del mueble que había abierto son cerradas abruptamente. Inmóvil frente a él jamás preste atención a los vestuarios que podía ponerme. Me volteo, y no estoy contenta. Puedes verlo en mi mirada, y si no, ¡deberías! Entrecierro los ojos y esta es la cuenta que me molesta.
– “Kendrick, mi amor” – Digo súbitamente, casi presionando los dientes. – “¿Cuántos años dices que tienes?” – Me acerco feroz hacia él increpándolo y arrinconándolo contra la pared. - “Tenías 25 años cuando nos separamos, ¿correcto? Pero anoche, mencionaste llevar más de 24 años como licántropo. Eso significa que debiste ser mordido cuando tenías 3 años. ¡Lo cual es imposible! Ningún infante menor de 5 años sobrevive a la mordida, no hay un solo caso registrado. No más mentiras.” – Niego con la cabeza y los ojos entrecerrados. Quiero terminar con toda la farsa que fue nuestra relación, ¿tanto me amas? Hora de ser honesto. – “¿Cuántos años tienes?” – Es un impulso llevar mi mano a su nuca sosteniendo fuertemente su cabello, obligandolo a que me mire a que vea mi enojo y no se atreva a inventar algo nuevo. Lo sabría, lo vería y lo olfatearía si lo hiciera. En mi mente, sé perfectamente que la condición de los sobrenaturales, les permite extender su vida. Que el envejecimiento tome mucho más tiempo siendo fútiles y activos más del doble de tiempo que cualquier humano, sin importar que tan sanos sean. Aún no alcanzo a ver las consecuencias de eso, pero de ser así, mi mente va a tener que colapsar para asimilar lo que realmente esta pasando.
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Mensaje por Kendrick McGrath Lun Jul 16, 2018 12:22 pm

Yo pensé que podía quedarme sin ti y no puedo
Es difícil mi amor, mas difícil de lo que pensé.

Si Arden pudiera dar una ojeada a sus pensamientos, a su historia, ese pasado que la atormenta, haciendo que esté en duda la mayor parte del tiempo por los comportamientos de la parte humana de Kendrick, podría relajar su mente. Sus preguntas sobre él podrían ser respondidas con tan sólo observar su conducta con ella, la manera en que la trató, la cuidó, la protegió de su propia licantropía y de sus instintos básicos, sexuales. En Kendrick se conjuntan demasiados defectos que en sintonía a sus pensamientos le convierten en un ser taciturno, al que le agrada su espacio personal. El mismo que busca mantener lejos de los demás. Proteger su intimidad es parte de su código de conducta. La cazadora tuvo una oportunidad entre miles, donde con sus sonrisas tímidas, el brillo de sus ojos y sus palabras contundentes, provocó que el licántropo decidiera abrir su puerta para dejar que pasara el umbral metiéndose hasta la parte más profunda de su ser arrebatando su posesión más preciada: sus sentimientos.

Aquellos dormidos durante su existencia, permitiendo que las clases de piano fueran el inicio para conocerse, para compartir aspectos de sus vidas que cuadraban entre ellos. Donde el escocés pudiera dar rienda suelta a su deseo de educar a alguien joven, dando conocimientos a cambio de sonrisas, viviendo momentos que para él fueron invaluables. Atesorando más todo lo que vivía con ella, exactamente porque la presencia de la inglesa era el detonante para hacer todo más intenso, más colorido, más tierno. Sí, ella provocó la ternura y los sentimientos dulces de aquél que sólo estuvo metido en una sociedad machista donde hablar de quereres se remitía a las mujeres con que compartía lecho y calores menos pudorosos que en sí, una relación. Y ella aplastó todo lo que él conocía dándole una nueva perspectiva a la palabra "pareja" llegando al grado tal, que tuvo que hablar con Lord Gladstone para que le diera la mano de su hija en matrimonio.

El hecho de que era una familia de cazadores no aplastó sus aspiraciones. Provocó a su mente, a su inteligencia nata para buscar la manera de no ser descubierto hasta que hubiera contraído matrimonio con la mujer para entonces, él mismo decir la verdad sobre su esencia. Casi lo logra, sólo a escasos días el lobo le jugó una mala pasada. Entiende que su otro yo lo hizo para defender a aquélla que el humano amaba. Sólo que con su actuar, salvó la vida de la mujer y a cambio, sepultó toda oportunidad de desposarla. ¿O no? Que Annice diga que fue a buscarlo para huir con él da otra perspectiva diferente. La había conquistado a grados tales que la locura era una semilla que germinó en la mente de la cazadora para hacer a un lado todos sus tabúes, hasta querer compartir la vida con él. Licántropo o no, el amor que los une es inevitable, indestructible. Y como tal, Kendrick desea recuperar todo lo que perdió aquélla mañana. Insiste en ello, busca la forma de tranquilizar su necio y arrebatado corazón para ir paso a paso con tal de que ella consienta a la pregunta que formulará cuando pase la luna llena. El "¿Quieres casarte conmigo?", será para él la única obsesión hasta que ella acepte. Y entonces, pugnará hasta tenerla con él como su esposa, en la iglesia que elija, con el padre Mario como testigo.

Annice se lamenta que pasó hambre con ella cuando le invitaba a cenar. Pensaría diferente de saber que sí, la primera vez que compartió la mesa con los Gladstone tuvo que contener las ganas de repetir plato para no llamar la atención del padre quien era más observador que cualquiera de los integrantes de la familia. Cuando llegó a su propia casa, vació la alacena para mitigar su hambre hasta satisfacerla. Luego de ello, Kendrick era más inteligente, por supuesto. Así que comía antes de ir a cenar o almorzar. Para cuando le servían, su estómago estaba casi tres cuartos lleno y por ello, dejaba comida en los platos como la etiqueta lo ordenaba. Porque para él, era como para el humano, dejaba espacio para el "postre" que eran los alimentos que le proporcionaban. Una vez comidos, su estómago estaba a reventar por lo que dejar algunas partes de su comida era algo bien visto. Nadie sospechó de él. Ni Erick, ni su padre, ni Annice. Se las apañó una y otra vez para ello. Aprovechando la dinámica de los cazadores, fue fácil zafarse de los encuentros en noches de luna llena, pretextando alejarse para no ser una presa de los licántropos que pudieran buscar venganza de los Gladstone. Siendo observado con buenos ojos por padre e hijo, pretextando también acumular negocios fuera en esas noches para dejarlos libres. Que también así la inglesa pudiera concentrar su atención contra los demás licántropos porque se hacía a un lado para no estorbar.

Ninguno pudo saber hasta aquélla mañana, el verdadero por qué de sus actuares. El hecho de que compartía con aquéllos la condición licántropa. Y si bien es cierto que los engañó, tampoco pueden echarle en cara el por qué se descubrió. Fue debido a su afán de proteger a la pequeña de la familia, a su amor, a su pareja. Por ello el lobo salió como alma que lleva el diablo hacia el nido de los vampiros en cuanto el olor de ultratumba reventó en sus narinas provocando que sus extremidades se pusieran las cuatro en el suelo para avanzar a toda velocidad para salvarla. Y lo hizo. Se encaró a aquél que le sacaba mayor ventaja para darle tiempo a ella de equiparse y pensar su estrategia de nueva cuenta. Por ello, sus heridas le dejaron casi incapacitado para reaccionar cuando se le acercó para rematarlo. Quiso el destino que la luna se ocultara. Le salvó la vida justo eso, que el amanecer llegó, provocando su cambio a humano, dejando a un Kendrick más herido de lo que nunca le sucedió antes.

Debilitado, su estancia en casa fue leve porque en cuanto las horas pasaron y anocheció, los vampiros que sobrevivieron, le persiguieron para vengar al que fuera su Sire de aquél lobo entrometido. Su personal le ayudó en la trifulca, aún siendo luna llena pudo transformarse para acabar a dos, otro más cayó en manos de su servicio. Uno escapó. Viendo que estaba vulnerable, el lobo decidió partir esa misma noche sin más que su propio pelaje dejando a un escocés muy cerca de su hogar. Hacerse de ropas fue lo de menos, llegar al clan Mc. Grath fue el punto medular para sobrevivir. En cuanto pisó tierras familiares, pudo llegar a la casa de un aliado quien dio el aviso a su familia para que fueran a por él. Colin fue el que acudió al llamado encontrándose a un hermano tan mal herido que su carácter burlón hizo su aparición. Aún así, era Kendrick, el pequeño de los Mc. Grath y le llevó a casa. Fue cuidado, protegido y curado. Pudo levantarse a la semana recuperado de sus heridas. ¡Una semana después! Para estándares de los hombres lobo, significa qué herido estaba para que ni siquiera su sanación acelerada fuera suficiente para darle la salud que él necesitó.

Sí, Annice, tuvo que mentirte. Ocultar demasiados aspectos para que nadie lo separara de ti. Sacrificó su hambre, su mente, su esencia. Todo para mantener el amor que entre ambos nacía y que ahora les sigue uniendo. Pocos pueden señalar con el dedo su cuerpo acusándole de ser una bestia contigo. Porque al contrario, te cuidó, te protegió, te escuchó. Por supuesto que te mintió. ¿Qué más podía hacer cuando los tuyos cazaban a los de su especie? Pudieron descubrirlo. Se las arregló para lo contrario. ¿Le culpas por ocultar su licantropía? Mejor culpa a tus enseñanzas por pensar que todos los sobrenaturales per se, son malos. Él no lo es. Su conducta le obliga a ser caritativo como viste en el pasado. A pasar una buena cantidad de dinero a obras benéficas. A procurar que los huérfanos tengan al menos algo para comer. Enviar también a Sloan recursos para sus escuelas.

Si conociera todo ésto, ¿Qué haría Arden? Quizá lo mismo que ahora que él le pide ir a comer. Levantarse con los ojos del que la ama encima suyo.

Te quedas callada cuando termino mi historia sin permitir que pueda vislumbrar a través de tus movimientos si estás nerviosa o preocupada por lo que dije. Ver que se aleja dejando la cama vacía es un sentimiento que me apena. Mantengo la actitud, flexiono las piernas para abrazar mis rodillas contra el pecho dejando un vértice entre éstas dejando ver parte de mi pecho detrás de la "V" que se forma. Estás pensando, me pregunto en el qué. Estás con esa expresión que enternece las fibras más sensibles de mi ser. ¿Alguna vez te dije cuánto me gusta verte pensar? Es cuando más puedo apreciar tus gestos. Cierro los ojos llenando mis pulmones con el aire de la habitación, impregnado de tus aromas. Incluso puedo encontrar aquél de tu secreción más íntima. Alargo la mano para tomar la tela de tus sábanas, llevándola a mi nariz para absorber éste con anhelo. Siento un latigazo de placer que me golpea la columna y se irriga hasta mi pene que se endurece. Sonrío de lado, quisiera llevarme esas sábanas para tenerlas conmigo cada noche. El lobo las quiere para él, no sólo las telas, toda tú. Y sé que voy a complacer ese capricho porque en eso, estamos de acuerdo. No te liberaremos, Annice. Serás nuestra y mis sábanas serán las que tengan este delicioso olor acre tarde que temprano. Las mantas que cubran nuestra cama de matrimonio, donde la mancha de tu virginidad tomada por mi virilidad, será guardada en una parte secreta de la casa para regodearme en ella cada vez que quiera recordar ese episodio. Lo prometo.

El golpe de la puerta me hace saltar con un respingo, por inercia, mis labios se elevan mostrando los colmillos que se alargan por la abrupta interrupción. Algo en tu ser me provoca, me hace consciente de que estás molesta. ¿Y ahora qué pasó? Me pregunto en tanto te acercas con paso firme y presuroso. Tu mente encontró algo que te disgustó. Alejo la tela dejándola a un lado con la intención de llevarme después ese maldito pedazo conmigo. Es una idea estúpida, más así me siento. Estúpido por ti. Y haces la pregunta que desaparece mis colmillos. El lobo se esconde detrás de mi apariencia humana dejándome solo ante el vendaval que eres ahora. ¿Mi edad? La puta que me parió. Me arrinconas contra la pared, siento los almohadones en la espalda en tanto estás a punto de darme una mordida. Si fueras licántropa, seguro que lo harías por la forma en que la luna nos da vigor en estos días. Empiezas a enunciar lógicamente los números. Y me preguntas exactamente cuántos años son los que tengo. Tomas los cabellos de mi nuca, lo que me provoca un gruñido desde lo profundo de mi pecho que sale por la boca al tiempo que los colmillos vuelven a hacer su aparición.

Lobo y hombre están de acuerdo en que ésto es demasiado para lo que está sucediendo. Me estás coaccionando con violencia a que conteste. Mis ojos se vuelven azules, tan azules que parecen sacar chispas. Los dientes se aprietan con fuerza provocando un sonido cual rechinar que hacen más tensa la escena. - Annice. ¿Te das cuenta que cada vez que algo no te gusta, me pegas o bien, que estás jalando de mis cabellos cuando yo no te he tocado ni uno solo jamás? ¿Quieres que continuemos así o quieres que te demuestre que dos pueden jugar a humillar al otro a base de golpes? - mi voz suena muy baja, mis ojos siguen observándote justo cuando vas soltando lento tu agarre, llevas tus manos a la espalda bajando la cabeza avergonzada. Mi cabeza se sacude con fuerza de diestra a siniestra para quitar esa sensación que provoca que mis vellos se ericen. Me concentro en lo importante, tu pregunta. - Haz cuentas. Tenía quince años cuando me mordieron. Más veinticuatro de licantropía, tengo treinta y nueve, Annice - en lugar de que me intimide esa cuestión, fueron tus actuares violentos contra mi persona lo que persiste.

Me cruzo de brazos en tanto te observo con la intensidad de mis azules - ahora yo te pregunto ¿Desde cuándo te expresas con golpes? ¿Desde cuándo te he enseñado que para obtener mis respuestas debes ser violenta? ¿Cuándo te puse una mano encima, Annice? Mira que sí, soy un licántropo. Mi fuerza es mucho más grande que la tuya y aumentó tras la separación porque estuve ejercitando mi cuerpo. Quiero que me des una respuesta. ¿Desde cuándo consideras que golpeando es la forma de ejercer presión para que te responda algo? Porque desde anoche que nos vimos, he sido sincero. Tanto o quizá más de lo que puedes soportar. Sí, soy un hombre de casi cuarenta años, eso no significa que no te ame, que no quiera verte sonriendo y hacerte feliz. ¿Acaso mis treinta y nueve años afectan en algo el cómo me ves? ¿Lo que te provoco cuando me tocas? Y si la violencia es tu forma de expresión ahora, bien. Te demostraré cuán violento puedo ser, cariño - tomo tu nuca con fuerza, aprovecho que tienes tus manos detrás para acercar tu cara a la mía y darte un beso como nunca antes. Fuerte, exigente, demandante.

Te pido respuesta con la forma en que los pliegues de mi boca abren los tuyos para sumergir mi lengua en tu boca, en esa caverna oral que me enloquece. Esta vez, dejo al humano a un lado permitiendo que el lobo sea quien te bese. Es dominante, exige que tu lengua jugueteé con la suya en tanto su mano te sostiene de la nuca con fuerza evitando que escapes. Y la otra, te toma la cintura para acercarte a su cuerpo ardiente, caliente, fuerte, vibrante. Jadea con ansiedad para bajar por tu cuello abandonando tu boca, bajando hasta tu hombro, tomando un trozo de tu piel para succionarlo una y otra y otra vez hasta que el tono de tu epidermis cambia a un rojo intenso sabiendo que con el paso del tiempo se tornará violeta. Lo libera paseando la lengua por él con un gruñido animal antes de susurrar a tu oído - mía. Cada golpe tuyo provocará una marca de posesión en tu cuerpo. Cada violento acto que emerja de ti, será respondido con uno mío, dejando ver a los demás que esta vez, tienes dueño. Ya no puedes huir, Arden. Eres y serás mía. Los demás lo entenderán cuando te vean. ¿Quieres seguir golpeando mi cuerpo? Házlo, sólo ten en cuenta que de inmediato te marcaré - baja la cabeza deslizando la mirada por tu cuerpo.

Aprecia el raso cubriendo la anatomía femenina, su mano libre desanuda el cinturón con lentitud. Sus ojos, los del lupino, se tornan más azules cuando abren la tela dejando a la vista el camisón. Baja la cabeza abriendo las piernas posicionando tu cuerpo en medio de éstas para atrapar la punta de uno de tus senos, el diestro, para succionar de nuevo, dejando un rastro de saliva. No es suficiente para él, por lo que baja la mano para subirla por tu muslo acariciando la superficie que recorre, dejando al aire tus caderas, tu cintura, hasta que el seno queda al descubierto. Entonces baja la cabeza - cuatro golpes fueron en total y un jalón de cabellos. Llevo una marca, faltan cuatro - su voz es fuerte, ronca, antes de sujetar la cintura de la fémina tomando con la otra las corvas de sus rodillas para acercarla más dejando caer la boca contra la redondez superior del seno succionando, lamiendo, mordisqueando. La segunda marca queda en la piel femenina antes de que la recueste en el lecho bajando con besos y mordidas. La tercera es realizada en el hueso de la cadera del lado diestro. Y baja.

Desciende a las profundidades del infierno hasta abrir las piernas femeninas depositando la cuarta en el muslo interior siniestro. - La quinta, no será marca física que pueda verse, pero la sentirás cada vez que te muevas - amenaza porque baja la cabeza para lamer la abertura vaginal en ascenso, desde la separación entre el ano y la vagina hasta el clítoris. Pasea su músculo bucal por los labios al tiempo que alza la mirada hacia la humana - mía, Arden. ¡Mía! - reclama cuando toma su botón entre los labios succionado despacio, con poca fuerza. Suelta golpeteando con la lengua manteniendo sus muslos separados para evitar que pueda moverse. A su nariz llega la primera exudación de feromonas, de ese olor acre de su lubricación. Quiere más, por lo que continúa golpeando su clítoris con el músculo bucal que después de ello, se pega plano a su botón. Lo lame con fuerza, en ascenso antes de bajar para succionar sus labios menores bajando hasta que su lengua relame la zona de su oquedad vaginal, la relame, la paladea, antes de seguir atacando - tu sabor es adictivo, Arden. Tanto, como lo será tu celo, seguro estoy de ello y cuando lo tengas, cuando tu olor sea tal que provoque mi erección sólo con pasear mi nariz por tu piel, voy a estar lamiendo una y otra vez así como ahora, ¿Entiendes? Sigue golpeando mi cuerpo, Arden porque así, seguiré disfrutando de ti - sentencia antes de bajar introduciendo su lengua por su vagina, provocando un espasmo que degusta con placer.
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Mensaje por Arden Annice Gladstone Lun Jul 23, 2018 5:35 am

El amor, es el sentimiento, de todos, más irracional. No existe libre albedrío, porque no tienes forma ni poder de decir cuando vas a amar, o a quién. Cuando amas crees, cuando crees no preguntas, cuando no preguntas no cuestionas, y cómo no cuestionas, no conoces otra verdad. Por eso, tonta y dulcemente, creí en todas sus palabras sin pensar más allá de lo que deseaba que pensara. Todo el vacío de mi vida, se llenó con sus frases, sus besos y caricias. Y la ignorancia hace la felicidad; lo descubrí aquella mañana, que supe más de lo que me atreví a preguntar. Acepte las mentiras, con la tácita condición de que jamás supiera la verdad, y ahora mis dudas son respondidas con gruñidos de molestia, y colmillos filosos. Hay verdades que no queremos saber. Hay mentiras que queremos vivir. *Sólo miénteme otra vez dijo ella, y él respondió: Te amo. ¿No es esto el mismo caso?* Detalles más, detalles menos, yo soy la protagonista de la historia. Permití de principio a fin que me dijera una mentira dónde me sintiera cómoda y pudiera vivir mi historia de amor, en mis términos y a mis tiempos. Que no importara que tan cierto o falso pudiera ser, siempre y cuando la irrealidad no se topara con nosotros. Y ahora pago las consecuencias, sin saber cuál es el precio que debo pagar, por la compra de sueños perfectos.

No es que carezca de a falta de capacidad, para notar su incomodidad. La cacería requiere sobre todos los términos, agudeza en los sentidos, y destreza mental para descubrir lo que por separado hacen una respuesta en conjunto. Es la distracción de mi mente la que hace que obvie su reacción incomoda. Más que incomoda, de fastidio. Ni el crujir de sus dientes, ni la mirada asesina. No veo al lobo, no lo veo aunque insiste en mostrarse frente a mí una y otra vez. Deliberadamente, mi mente lo omite en cada interacción. Sé que es licántropo. Sé que es una parte de él. Simplemente, no puedo aceptarlo. No lo veo muy diferente a cuando mi madre falleció. Vi su cuerpo, fui a su funeral, tire tierra sobre su ataúd en el entierro. Aun así, me levantaba cada mañana y bajaba ansiosa al comedor, esperando verla sentada, sonriéndome y preguntándome si los ángeles me habían resguardado el sueño. No era, hasta el exacto instante en el que entraba en la habitación, y veía su silla vacía,  sin cubiertos ni tazas en su lugar designado en la mesa, que mi mente recordaba, que ya no estaba entre los vivos. Es estúpido y lo sé. Incluso, cuando mi mente se asentaba en la realidad, mi corazón latía pesadamente hasta que el humo que emitía e chorro de té caliente siendo servido en mi taza, me demostraba, que ahora yo era la dama de la casa, nadie más iba a ser servido antes que yo. Ridículo, como la mente omite lidiar, con todas esas cosas que le resultan tan pesadas a os sentimientos. Nos encierra en lo que queremos, porque entiende, mejor de lo que puede explicar, el martirio que representa vivir lo que nos duele. *Charles… por eso existe John.*

Me encuentro completamente consumida dentro de mi mente. Quisiera poder explicar acerca de que estoy pensando, pero mientras la única imagen mental que tengo frente a mí, es un espacio en blanco; detrás de ese telón descolorido, se encuentran el recuerdo de mi madre. La conexión entre Charles Moncrieff y su otra personalidad. Infinitas cuentas matemáticas que no me lleven nuevamente a la cuenta de que mi amado tiene casi la misma edad de mi padre. Recordar que Kendrick es licántropo. Averiguar qué hacer con un licántropo al que no vas ni a cazar ni a matar. Preguntándome cómo actuaría mi padre frente a esto. Recordando que viví besos sumamente apasionados con Jeremy a dos habitaciones de aquí y lo bien que me hizo sentir. Lo culpable que ahora me siento por esos besos. Sintiéndome sola y descontrolada; y mucho más de lo que puedo expresar… Encontré un espacio de vacío en el fondo de sus irises tan impresionantemente bellas y llamativas, utilizando uno de mis colores favoritos como conducto a un mundo oculto en mi mente. Es su voz lo que me despierta. Re enfoco la mirada. El agarre se mantuvo firme en su nuca, puesto que a ejercer fuerza y sumisión, es a lo que más me he acostumbrado en estos lúgubres meses. Es prácticamente un instinto. Pero mi reacción ante la suavidad entre algodones como es su tono de voz, sigue siendo la misma. Un leve pestañeo y recupero una expresión facial más calma, casi perdida. Mis labios se separan y comienzo a prestar atención a la persona frente a mí.

Su frase me hace consiente de mis actos, y no es agredirle lo que pretendía. Alejo mi mano de su cuerpo, sosteniéndolas detrás de la espalda, sujetando la muñeca izquierda con mi mano derecha. Agacho un poco la mirada, en verdad, estoy avergonzada de mi acción. ¿Es esto en lo que me convertí? ¿Son este curso de acciones las que sé tomar ahora? Premio o castigo, ¿Cómo si fuese un vulgar adiestrador de animales?

Hay muchas cosas que no podría soportar en la vida; pero un hombre de alma oscura y dominante, que requiere de imponerse con fuerza física para conseguir de mí, lo que pudiera lograr con lógica y cariño, está entre las principales. Kendrick tiene en mi ideal, una imagen de perfecta y pura nobleza. Mi padre jamás nos levantó una mano, y Dios sabe que lo merecimos, mi hermano y yo alguna vez. Mi madre era sumamente afortunada, y jamás, tuvo un moretón que esconder. De esa misma manera, me sentía yo con mi prometido. Más afortunada de lo que merecía. Me destrozaría, que cambiara su curso de acciones hacia mí. No sólo porque en este punto del mes, con sus poderes en su máxima expresión, podría matarme con un mero golpe de su maño contra mí; sino porque quebraría la presencia impresa en mi memoria de todo lo que él representa para mí. El
– “Lo siento”- que pronunció por lo bajo, no es lo suficientemente bueno para que justificar mis acciones, pero tampoco para negar, mi situación emocional. Pero la respuesta me afecta, por más que buscaba incansablemente formas en mi mente de que no fuera esa; lo fue. 39 años de edad. Soy una niña para él, eso es verdad. Sólo 7 años de vida le separan de mi padre y la confusión hace estragos violentos una vez más. Tan segura de mí misma que me siento en la astucia de mis cacerías.; y ahora incapaz de lidiar emocionalmente con la misma inteligencia, un dato; que al amor, le es menor.

Se cruza de brazos y mi desilusión crece. Reproches, uno tras otro. No puedo evitar ver levemente hacia un lado y que mis labios se unan sobresaliendo más de lo usual. Mis brazos igualan los suyos, aunque más que endurecerme a la situación, busco abrazarme a mí misma. ¿Lo que tú me enseñaste? Ese es terreno pantanoso, no quiero responder a eso. Porque a pesar de esas largas tardes culturales, dónde leíamos nuevos libros, jugábamos juegos de preguntas y aprendíamos sobre diversas cosas; sólo tengo dos respuestas en la mente en este momento: A mentir y sexo. Tristemente, aprendí sobre la realidad. Niego un poco con la cabeza y mis mejillas se ruborizan, ¿en verdad va a hacer uso de su adultez sobre mí y castigarme como a una niña? Humillada, así me siento. Es verdad que un hombre alecciona toda la vida a su mujer, pero este no es el mejor momento para eso. Si, cuarenta años y contando. Es verdad, los hombres mayores gustan de mujeres más jóvenes. Son más bellas, y fáciles de dominar. Pero esto distinto. Mi mirada no es afectada por un número que no se representa en su piel, es la desventaja en la vida la que va a pesarme. Un hombre adulto, experimentado, que conoce el mundo y sabe lo que quiere. No hay oportunidad de que descubramos juntos mucho más. ¿Qué pasará el día que se canse de mí? El nudo en la garganta raspa mi interior, porque comienzo a comprender, que cuando yo empiece a envejecer, él aún será igual de joven y apuesto, como lo observo hoy. Mis manos vuelven nerviosa a mi espalda, buscando clavar mis uñas contra ellas mismas una vez más.

Su advertencia y su repentina forma de tomarme de la nuca me erizan la piel. Mis ojos se sobresaltan. No más pensamientos ridículos ocultos en mi mente. Un gaspido se escapa de mi boca cuando me toma y la saliva imaginaría que trago, no ayuda a mi adolorida glotis. Ahí está. Justo ahora, en este preciso momento es que se manifiesta, y aunque odie admitirlo una vez más, tiene razón. Me amenaza con su violencia y mi cuerpo tieso se arrastra contra él mientras mis brazos aún más duros se sueltan repentinamente quedando a mis lados, no estando segura de cómo protegerme o que acción tomar. Le temo. Es cierto. Mucho peor, quiera o no lo quiera, es su derecho aleccionarme; y me lo busque. No estoy ni en posición, ni en derecho, de tomar acción contra un hombre que no ha cometido injuria contra mi piel. No lo estaba y jamás o estaré. ¿Cómo puede alguien prepararse para un golpe? Y mucho menos uno que dolerá en el cuerpo como en el ama. Pero a ojos cerrados, es otro tipo de violencia la que ejerce sobre mí, la inesperada y repentina; que causa estragos en mis hormonas y mi ya aturdida mente otra vez. Me fuerza a un beso que me devora. Me atormenta con pasión y desgarro. Me poso con mis brazos sobre su pecho, pero carezco de la fuerza como para detener cualquier acción que ese hombre con una fuerza sobrenatural aplique hoy, sobre mí.


- “Kendrick. Kendrick ya basta.” -  Mis palabras no tienen efusión y tampoco efecto cuando muerde mi cuello. Me duele, y me excita. ¿Es siquiera eso posible? Aunque quisiera ocultarlo, mi olor llegará a sus sentidos, y con el consentimiento de mi cuerpo a sus acciones, mis palabras, carecen de poder y sentido. Es ese susurro penetrante el que me hace reconocer, que esto no es un juego. No es una manera más, como las que solía tener, en engañarme a que sería algo malo, para entregarme algo bueno. Esto es otra cosa, es furia expresada en mi punto más sensible, en el que desconozco y no tengo control. Si dice que soy suya, soy suya; porque no tengo como defenderme, ni física, ni emocionalmente a eso. El marcarme no es una amenaza, es una acción que ya tomo. Siento la punzada en el cuello, pero el escalofrío que me recorre la espina dorsal y se esparce hasta mi cabeza, lo oculta. Mis jadeos nerviosos no me dejan responder y sólo observo como su lado animal toma venganza por el tiempo perdido. Horas, días y semanas, incluso meses que debió contenerse y esconderse de la mirada aguda de la cazadora en mí; que ahora, se convierte en presa. Presa de mis propias decisiones, presa de mis propios instintos, presa de mi corazón que no me permite pensar jamás que pudiera dañarme; pero lo hará. – “Lo siento.”- No suena real, suena a ‘ya suéltame’.

¿Cómo puedo desearlo y temerle al mismo tiempo? ¿Cómo si quiera puedo estar disfrutando de esta seducción nefasta mientras mi piel se eriza y mi mirada muestra horror?  - “De acuerdo, lo siento.” – Me gustaría creer que no volveré a hacerlo, pero como bien fue señalado anteriormente, pareciera que la fuerza física se ha tornado mi única manera de respuesta a la disconformidad emocional. O la expreso contra mí misma, sobre mis manos que ya suplican por no más heridas; o contra quién produce esa divergencia. Por lo cual, no estoy tan segura de que pueda cumplir con mi falsa promesa. Pero él si puede. El señor McGrath es un hombre de palabra y lo demuestra al ir tras mi pezón, esto, es sólo el comienzo. No alcanzo con a primera marca, ni con mi insistencia en retraerme en el momento en que mi seno es abordado sobre la ropa, por lo cual entre caricias convincentes me expone nuevamente a su placer. Y lleva la cuenta. Siempre lleva la cuenta de todas las cosas y todas las acciones. Siempre asumí que por eso, era tan bueno con sus finanzas; pero ahora eso me juega en contra. – “De verdad, lo siento.”- Esta vez ya soy más insistente, quiero recalcar cuanto lamento mi comportamiento, es la turbia esperanza de que esto se detendrá. Una acción completamente fútil frente a su determinación.

Quiero cerrar las piernas, me desespera, cada roce de su piel, cada ápice de dominación sobre mí. Quiero ser suya, y esa es la verdad. Castígame… Mi respiración es cada vez más agitada, y los gemidos se mezclan con los quejidos y los empujes buscando alejarlo, con cada vez menor fuerza en mis músculos. Tonta e inocente, incluso ahora, porque me dejo a su merced. Me tumba en la cama, y comienzan los ruegos.
– “Por favor, por favor, no.” – No sé qué es lo que va a hacer, pero temo que decida castigarme con mi mayor resguardo. Si estuviera en condición de recapitular nuestra relación, entendería que mi gran temor reside en que sólo en dos ocasiones peleamos. El clamor del enfado no llevo a más allá que discusiones que terminaron en gritos, muchos más de mi parte que dé a suya debo admitir. Ahora me encuentro frente a algo nuevo, y no saber qué va a pasar es lo que más me desespera. Cuatro. Muerde la cara interna de mi muslo. Saldada la cuenta. Sólo quiero detenerlo ya. No llevo ropa interior y el encontrarme tan expuesta y vulnerable me derrota incluso antes de luchar. En contra de mis temores, es el sexo oral más intenso que pudo aportarme mi castigo. Y dentro de unas horas, entenderé el concepto de sin marcas, pero recordando constantemente lo que me hizo. Extiendo mis manos a él, quiero acariciarlo, aunque no pueda verlo con mi cabeza hacia atrás, todo mi vientre subiendo y bajando de la emoción. Mis pezones erectos. – “Hm… no, no… Ken…mmmm … mmnoom, no.”- Comienza siendo perfecto, me incita a punto de no retorno, tanto que olvido su edad, o comentarios como ‘mi celo’. Este lobo tiene planes, que no creo que ni su portador humano conozca completamente.

El orgasmo llega como antesala del dolor. Me sacudo, queriendo librarme de sus amarres, niego con la cabeza, siento que me late como si fuera explotarme. Me siento mareada, acalorada y abrumada por la sensación; pero no se detiene.
– “Ya basta. ¡Ya basta! ¡Seré buena, lo prometo!” – Juraría mi lealtad a Satanás en este momento en que no soy dueña de mis acciones. – “¡Suficiente!” Comienzo a empujarlo, no sé cómo, ya que mi cuerpo se siente muerto. Mis piernas son las únicas que aún patalean en su limitado movimiento. Salvaje intenso, hasta el punto del dolor. – “Duele…”- Expreso levemente. No necesito más que eso, o al menos no lo necesite antes. – “Kendrick, duele.” – El tono se torna más agonizante, ¿Por qué no me libera? - ¡DUELE!” – La desesperación es mala consejera, pero se aventaja a la razón para tomar el control de una situación tan extenuante que no logro pensar correctamente. – “Lo siento, Lo siento, no quiero, no quiero lastimarte, Kendrick ¡Ya! ¡Por favor! Intentaré portarme bien lo prometo. Lo prometo. Soy tuya, soy tuya y de nadie más. No necesitas marcarme” – Si pudiera razonar lo que siento, entraría en una discusión filosófica acerca del hecho de que nadie, excepto Dios es dueño pleno de nuestras vidas; ni siquiera nosotros mismos. Que una pareja amorosa, es una relación donde ambas partes quieren íntimamente, ser parte de la vida del otro de manera consciente, plena y voluntaria. Si pudiera razonar…
Arden Annice Gladstone
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Mensaje por Kendrick McGrath Sáb Jul 28, 2018 9:10 am

Si en verdad eres la original,
demuéstramelo ahora.

Conquistar a esta mujer fue uno de sus más grandes retos. Tuvo que armarse de paciencia y rebajar su carácter agrio para ser encantador y conquistar así a la dama para poco a poco meterse en su interior sigiloso y contundente. En cuanto ella dio señales de corresponder a sus intenciones, las formas fueron más cuidadas. Era la criatura más deliciosa que conociera y a la que quisiera a su lado para cumplir los sueños de toda joven romántica como lo era Annice a sus dieciséis años, recién presentada a la sociedad. Tuvo que resaltar de entre todos los perros que la persiguieron haciéndose notar como el lobo que era, remarcando su territorio con algunos de los canes a espaldas de ella, en todo momento recatado, con una diferencia abrumadora. Él ansiaba tenerla con él, ningún otro podría atreverse a acercarse demasiado sin que el gruñido desde el fondo de su pecho les hiciera notar que ella ya estaba marcada por el lobo. ¿Qué perro podría oponerse a un depredador natural? ¿Qué can sería capaz de encarar a aquél cuya costumbre era cazar y conquistar a la presa? Aplastó a varios, alejó a muchos y a todos les hizo saber que él era el único que podía tenerla a su lado.

Todo ésto tenía que ser minucioso. Sus planes se alargaron por días y noches hasta asegurarse de que ese camino hacia el corazón de la fémina sólo tenía un dueño: él. La prueba fue caminarlo, ir paso a paso, detalle a detalle para que ella correspondiera a sus intenciones. A sus insistencias por compartir más tiempo a su lado. Para ello, el encanto y la galantería fueron primordiales. Si bien él atrapó su alma y sus sentimientos hasta que ella no pudiera concebir la vida sin él a su lado, esa acción tuvo otra repercusión porque la trampa también le rodeó. Sintió lo mismo, era necesario y acuciante despertar para buscarla compartiendo su espacio, su territorio antes solitario. En tanto él la enamoró, ella con sus actos y sus conductas le puso la correa contra el cuello hasta apretarla tanto que le ahoga su ausencia. Es el amor de su vida. La monotonía que otros consideran aburrido al tener a la misma mujer a su vera, para él es indispensable. Es su voz, es su aroma, son sus gestos lo que le enternecen e incitan su instinto más básico: la protección. Se rebela ante todo aquél que se burla por su domesticación, como si ello fuera un pecado cuando en realidad, para él es como el aire que respira. Básico para su supervivencia.

Bajo su mano, ese tacto tan adictivo, tiene una bestia que puede manipular a su antojo. Ese es el punto medular de esta relación. Arden es la dueña del lobo. Sus deseos son órdenes para el licántropo. Sus más nimios caprichos serán cumplidos por el hombre en tanto que sus más aberrantes odios serán alejados por el lobo. Ambos se comunican para ofrecer todo lo que en sus capacidades está para darlo a manos llenas a una joven que es mucho menor que él, lo sabe, eso hace que sea tan peligrosa. Es una pequeña que todavía no conoce el poder que tiene bajo su cintura, el lobo que se agazapa esperando sus mandatos para obedecer con tal de obtener a cambio la caricia de su mano. Le ama como a ninguna otra. La obsesión es mayor cuando los sentimientos se entremezclan. Los hombres serían insuficientes para esta fémina. ¿Acaso es tan ciega como para ignorar que su propia personalidad es la que acercó al licántropo porque él es el único que puede ofrecer todo lo que quiere?

Y ahora, en el lecho, con un lobo fustigando y castigando a la pequeña mujer, una sola palabra de ella provoca la tensión de todos sus músculos y la negación a sus propios deseos para poner por encima los suyos. Un gruñido es la señal del descontento por su ser, porque mientras la bestia ansía satisfacer sus necesidades, el hombre latiguea la espalda del primero para levantar su cabeza haciéndole consciente de la negativa del amor de su vida. Los actos se detienen. El hombre gana la partida. Eso es lo que cree, porque en realidad, quien lo maneja como quiere, es Arden. Es esa joven que sólo tiene que hablar para que el licántropo haga lo que desea.

Es tu voz la que me saca de la cueva donde el lobo me refundió. Mis ojos parpadean observando tu disgusto, uno que es el mío. Detengo todo a pesar de la necesidad que se presiona contra la tela de mis pantalones para alzar mi constitución física contra la tuya llevando una mano a tu rostro deslizando su tacto contra tu tersa piel. Mi boca se desprende de tu intimidad -el lobo todavía sigue reclamando lo suyo, por lo que se relame toda tu lubricación para al menos, tener algo tuyo- mis manos buscan acercar mi rostro al tuyo, gateo por la cama hasta quedar encima de tu cuerpo, con mi rostro frente al tuyo para seguir acariciando tu piel antes de que mis labios recorran rápido tu mejilla en ascenso hasta tus ojos, deposito besos de uno por uno para mitigar el dolor, la ansiedad, el miedo que puedo oler con intensidad. No es lo que deseo, no es lo que busco, - no, no mi Annice. Shhh, no me temas - deposito besos en tu pelo, en el hueco de tu cuello con dulzura.

Tus lagrimales amenazan con volverse agua de nuevo, me acomodo a tu vera para dar libertad a tus miembros antes de que mi boca siga susurrando a tu oído al tiempo que mi diestra pasea por tu contorno intentando calmar los ánimos - lo lamento. Lo siento, jamás te lastimaría. ¿Acaso no entiendes que la única manera en que podría hacerte daño es dándote el máximo placer para que enloquezcas? ¿Acaso crees que sería capaz de alzar una mano para lapidar tu rostro? Te amo, Arden. Amo cada parte de tu ser, seria imposible que lastime lo que amo. ¿Entiendes que mi única forma de castigar tu cuerpo es dándote placer hasta que gimas y sea imposible que puedas razonar? Te amo - mis labios bajan de tu oreja hasta tu cuello, besando, buscando, solventando la situación hasta ir en ascenso, ósculo por ósculo voy dejando un reguero de éstos hasta encontrar tu boca haciendo que tu mente se remonte tiempo atrás cuando te di el primer beso.

¿Lo recuerdas mi amor? Soy más dulce que en esa ocasión, mis labios parecen las alas de una mariposa de la forma en que toco los tuyos, temiendo romper el cristal en que te has convertido con mis actuares - perdóname si malinterpretaste la situación y ésta te atemorizó. ¿Ves que no tienes que temer? Sólo es cuestión de pedir que me detenga y lo haré. A veces me cuesta más, sobre todo en estos días de luna llena, mi argenta diosa nubla mis pensamientos provocando que mis acciones sean más bestiales. Y aún así, has visto que procuro contener mis instintos, amor mío. Todo por ti, si tengo que encadenar mis manos, lo haré. ¿Entiendes? Te amo. Nunca sentí tanto por alguien. Nunca tuve tantos deseos de alguien. Soy en tus manos un cachorro, un niño que está aprendiendo por primera vez de la vida porque tú le das un matiz siempre diferente a lo que viví antes. Contigo veo más azul el cielo, las teclas del piano se escuchan más musicales. Te amo, Arden. Jamás tuve una mujer a mi lado que provocara tanto mis sentimientos, que los catapultara al cielo como tú lo haces y que me mande la infierno con un desdén - en tanto mis palabras continúan, mis ojos se fijan en los tuyos. ¡Tienes que creerme!

- Pide lo que quieras, Arden. Pide lo que quieras porque te lo concederé. Sí, soy un anciano comparado a tu juventud, mi argento amor. Eres la luna que me da la fuerza para las proezas más grandes, eres el arma que me hiere en lo más profundo haciéndome sangrar. Sólo tú, Arden. Ninguna otra. ¿Quieres comprobarlo? Pide lo que quieras. Pide y será concedido - prometo porque es necesario. Es indispensable que el olor a miedo sea exterminado de un solo acto. Y si para ello, tengo que atarme a tus manos con gruesas cadenas y lazos de plata, lo haré para que entiendas cuánto es lo que me provocas, cuánto es lo que te amo y por lo cual, sólo tú tienes la última palabra. Pide, tus caprichos serán concedidos.
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