AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
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Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Recuerdo del primer mensaje :
Sé lo que todos y cada de uno de los criados que me aguardan despiertos piensa en el momento en el que ingreso con Kendrick junto a mí en la montura. Hasta podría leer sus pensamientos que se ven escritos en sus ojos: “Si su padre estuviera aquí, lo asesinaría y a ella la encerraría en un convento.” “Si el amo Erik la viera, no se atrevería a tales osadías…” Y muchas más. Algo distinto por cada uno según su pensamiento. Pero no me importa. Les guste o no les guste, soy la ama, la dama y señora de este lugar; y jamás podrán decir que no he sido compasiva y paciente. Nunca los trate como si fuesen esclavos, ni han sido presas de perversos caprichos. Todos y cada uno tienen un salario propio, son bien vestidos y alimentados. Tienen una vida lo más digna posible para su posición, y no serían denigrados, ni segregados por su Fe, su color de piel o educación. Sin embargo, esta sigue siendo mi casa. Soy una mujer adulta y yo decido con quién involucrarme y con quién no.
No puedo quejarme, más allá de sus miradas iniciales, toman sus tareas de inmediato, con agrado y siendo formales hacia mi acompañante, tratándolo con cuidado y respeto. Nos ayudan a bajar del caballo y entrar en la casa. – “Comida, jugos frutales, agua y baño, por favor. Lord McGrath primero.” – A pesar de que no es un Lord en sí, siendo que es escocés de clase alta y no inglés; mi padre siempre le trato como si perteneciera a lo más prominente de nuestra esfera social. No es pobre, en lo absoluto y poca compasión tengo por sus abultadas cuentas. Pero mi amado padre, trató de incluirlo, dándole todo su favor en la nobleza y acrecentando su posición y relaciones. No sabría decir si le amo como un hijo, pero si aseguro que le confió su casa, su fortuna y a su hija.
Sé; que como siempre, todo está listo, incluyendo la tina, pero sólo para uno y esta noche, seremos dos. Veo a mi caballero galante, con una leve sonrisa. Los hombres se dedican a indicarle hacia dónde y le ayudan a desvestirse y atenderse, mientras me dirijo con las señoras a otra habitación, puesto que la tina lista; es la mía. De sólo pensar que está en mi habitación me avergüenza tanto como me emociona. Tengo 18 años otra vez y el joven que me corteja es invitado a que conozca los interiores de mi casa. Estaba tan nerviosa ese día. O quizá tengo 19 y vinimos de visita a este lugar por primera vez con mi oficial y legalmente novio. Le muestro mi habitación con las mejillas sonrojadas, aunque muy bien sé que él, dormirá del otro lado del pasillo, junto a la habitación de Erik. Tengo 20 años, y la ansiedad de su cuerpo me desespera, miento sobre sentirme enferma. Mi padre le permite cuidarme y se mete en mi habitación. Conozco su torso desnudo por primera vez y me atrevo a besarlo mientras bajo por su abdomen ¿Y luego quieres que deje todos esos sentimientos atrás y siga con mi vida? Simplemente te fuiste con mi corazón en la mano y todo quedó en suspenso. ¿Cómo recuperarme de algo, con lo que ya no tuve que lidiar? Ojos que no ven, corazón que no siente. Si no te veo, no me dueles. Si no me dueles, no tengo nada que curar.
No quise decirlo, pero el brazo derecho me está matando de dolor. Siento como el musculo arde tan horriblemente que temo que se desgarre. Miro a mi nana, nada me dice, pero sé muy bien lo que piensa. Sólo una pared me separa del escocés, así que hablo bajo, rogando que el ruido a agua que lo rodee no delate mis palabras. – “Sé lo que vas a decirme, pero salvó mi vida esta noche, entre otras cosas. Muchas otras cosas que ha hecho por mí. No necesito más miradas reprochantes, necesito algo de ayuda y compasión. Por favor.” – La capa, las armas que acomodan con excesivo orden, las altas botas, la armadura parte por parte. Todo está bien, hasta que la armadura, comienza a quitarse. El primer grito. – “¡Aaaaaarrrggghhhh!” Trato de contenerlo, pero no logro hacerlo con precisión. Mi hombro esta horriblemente hinchado, y el apriete que contenía el movimiento, al ser liberado hace que comience a sentir la herida latir.
Sólo queda la prenda, la mera tela que contiene mi desnudez. Descalza, con el cabello alborotado, manchada y bastante adolorida. Justo el momento perfecto para que suene la puerta. Los sirvientes, que tan amablemente vienen a dejarme las quejas sobre Kendrick. ¿No puede ser normal? ¿No puede sólo meterse en la tina y ya? Me levanto de la cama con ímpetu, no te has ganado el cielo aún. Sé normal. Entro en la habitación para encontrarme con su perfecta imagen. Músculo por músculo, centímetro a centímetro recorro su figura. Ejercicio, mucho ejercicio. *Wow…* Para mi vergüenza personal la toalla que cubre su intimidad tan finamente en la cintura no hace diferencia a mis hormonas. Inexplicable, inentendible, impudorosamente… perfecto. No tenía esos antes. Ninguno de esos tan bien definidos abdominales que contaría hasta que olvide los números. Mi boca se abre despegando torpemente los labios. *Deja. De. Mirar. Como. Idiota.* Reacciono torpemente y finalmente me volteo a su cuerpo. Ni pudor tengo, y por lo visto él tampoco tiene mucho de eso.
- “¿Y ahora qué? ¿No puedes simplemente tomar un baño como una persona normal? ¿Qué quejas traes? Ya solicité que te den ropa de Erik. Son… como de la talla… creo. Sólo dime que requieres.” – Decir que estoy nerviosa es lo de menos. Decir que estoy excitada, es lo más seguro. Maldito hombre, ¿Por qué en lugar de ser el monstruo que deberías, te vez cada vez, más y más perfecto?
Sé lo que todos y cada de uno de los criados que me aguardan despiertos piensa en el momento en el que ingreso con Kendrick junto a mí en la montura. Hasta podría leer sus pensamientos que se ven escritos en sus ojos: “Si su padre estuviera aquí, lo asesinaría y a ella la encerraría en un convento.” “Si el amo Erik la viera, no se atrevería a tales osadías…” Y muchas más. Algo distinto por cada uno según su pensamiento. Pero no me importa. Les guste o no les guste, soy la ama, la dama y señora de este lugar; y jamás podrán decir que no he sido compasiva y paciente. Nunca los trate como si fuesen esclavos, ni han sido presas de perversos caprichos. Todos y cada uno tienen un salario propio, son bien vestidos y alimentados. Tienen una vida lo más digna posible para su posición, y no serían denigrados, ni segregados por su Fe, su color de piel o educación. Sin embargo, esta sigue siendo mi casa. Soy una mujer adulta y yo decido con quién involucrarme y con quién no.
No puedo quejarme, más allá de sus miradas iniciales, toman sus tareas de inmediato, con agrado y siendo formales hacia mi acompañante, tratándolo con cuidado y respeto. Nos ayudan a bajar del caballo y entrar en la casa. – “Comida, jugos frutales, agua y baño, por favor. Lord McGrath primero.” – A pesar de que no es un Lord en sí, siendo que es escocés de clase alta y no inglés; mi padre siempre le trato como si perteneciera a lo más prominente de nuestra esfera social. No es pobre, en lo absoluto y poca compasión tengo por sus abultadas cuentas. Pero mi amado padre, trató de incluirlo, dándole todo su favor en la nobleza y acrecentando su posición y relaciones. No sabría decir si le amo como un hijo, pero si aseguro que le confió su casa, su fortuna y a su hija.
Sé; que como siempre, todo está listo, incluyendo la tina, pero sólo para uno y esta noche, seremos dos. Veo a mi caballero galante, con una leve sonrisa. Los hombres se dedican a indicarle hacia dónde y le ayudan a desvestirse y atenderse, mientras me dirijo con las señoras a otra habitación, puesto que la tina lista; es la mía. De sólo pensar que está en mi habitación me avergüenza tanto como me emociona. Tengo 18 años otra vez y el joven que me corteja es invitado a que conozca los interiores de mi casa. Estaba tan nerviosa ese día. O quizá tengo 19 y vinimos de visita a este lugar por primera vez con mi oficial y legalmente novio. Le muestro mi habitación con las mejillas sonrojadas, aunque muy bien sé que él, dormirá del otro lado del pasillo, junto a la habitación de Erik. Tengo 20 años, y la ansiedad de su cuerpo me desespera, miento sobre sentirme enferma. Mi padre le permite cuidarme y se mete en mi habitación. Conozco su torso desnudo por primera vez y me atrevo a besarlo mientras bajo por su abdomen ¿Y luego quieres que deje todos esos sentimientos atrás y siga con mi vida? Simplemente te fuiste con mi corazón en la mano y todo quedó en suspenso. ¿Cómo recuperarme de algo, con lo que ya no tuve que lidiar? Ojos que no ven, corazón que no siente. Si no te veo, no me dueles. Si no me dueles, no tengo nada que curar.
No quise decirlo, pero el brazo derecho me está matando de dolor. Siento como el musculo arde tan horriblemente que temo que se desgarre. Miro a mi nana, nada me dice, pero sé muy bien lo que piensa. Sólo una pared me separa del escocés, así que hablo bajo, rogando que el ruido a agua que lo rodee no delate mis palabras. – “Sé lo que vas a decirme, pero salvó mi vida esta noche, entre otras cosas. Muchas otras cosas que ha hecho por mí. No necesito más miradas reprochantes, necesito algo de ayuda y compasión. Por favor.” – La capa, las armas que acomodan con excesivo orden, las altas botas, la armadura parte por parte. Todo está bien, hasta que la armadura, comienza a quitarse. El primer grito. – “¡Aaaaaarrrggghhhh!” Trato de contenerlo, pero no logro hacerlo con precisión. Mi hombro esta horriblemente hinchado, y el apriete que contenía el movimiento, al ser liberado hace que comience a sentir la herida latir.
Sólo queda la prenda, la mera tela que contiene mi desnudez. Descalza, con el cabello alborotado, manchada y bastante adolorida. Justo el momento perfecto para que suene la puerta. Los sirvientes, que tan amablemente vienen a dejarme las quejas sobre Kendrick. ¿No puede ser normal? ¿No puede sólo meterse en la tina y ya? Me levanto de la cama con ímpetu, no te has ganado el cielo aún. Sé normal. Entro en la habitación para encontrarme con su perfecta imagen. Músculo por músculo, centímetro a centímetro recorro su figura. Ejercicio, mucho ejercicio. *Wow…* Para mi vergüenza personal la toalla que cubre su intimidad tan finamente en la cintura no hace diferencia a mis hormonas. Inexplicable, inentendible, impudorosamente… perfecto. No tenía esos antes. Ninguno de esos tan bien definidos abdominales que contaría hasta que olvide los números. Mi boca se abre despegando torpemente los labios. *Deja. De. Mirar. Como. Idiota.* Reacciono torpemente y finalmente me volteo a su cuerpo. Ni pudor tengo, y por lo visto él tampoco tiene mucho de eso.
- “¿Y ahora qué? ¿No puedes simplemente tomar un baño como una persona normal? ¿Qué quejas traes? Ya solicité que te den ropa de Erik. Son… como de la talla… creo. Sólo dime que requieres.” – Decir que estoy nerviosa es lo de menos. Decir que estoy excitada, es lo más seguro. Maldito hombre, ¿Por qué en lugar de ser el monstruo que deberías, te vez cada vez, más y más perfecto?
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
- Mensajes : 173
Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
La intimidad no es algo meramente limitado al contacto físico. Es el acto de conectarse con alguien tan profundamente, que sientes que tus roces llegar a su alma. Es perder el miedo a mostrarse tal cual uno es, sin limitaciones ni restricciones. Es un acto de plena entrega total de lo que eres, con lo que él otro es. Creí, que eso era lo que tenía con él. Fue real para mí, no tenía que esconderme, ni elegir lo que era correcto para agradarle. Para él, no lo fue. Debió esconder su esencia, durante todo nuestro tiempo juntos. Ocultar la parte más importante de sí. No puedo por este acto culparle. Fueron mis prejuicios, los que promovían su silencio. Esas mismas creencias, las que nos apartaron de lo carnal, y nos condujo a vivir una aventura en sensaciones y emociones, no revolcadas y traiciones. Curiosamente, tanto como creo que la ansiedad de lo físico le consumiera, también creo que le agradaba. Que fuera pura y casta; que todo lo que tuviera para dar, sea sólo para él.
Por eso hoy me asusto con los más pequeños detalles. Esos cambios de carácter, esas formas de comportamiento, que nunca pude concebir antes en él. Me siento amenazada, estoy frente a un licántropo, un lobo. No cualquier lobo, uno grande y de tempestuoso carácter. Por eso, es la cazadora agresiva y sin titubeos la que responde. La que toma acción, antes de que el depredador lo haga. Es la humana joven y llena de ilusiones las que sufre por dentro sin poder expresar el temor y la angustia. Nada duele como ser lastimado por la persona que hemos creído, jamás nos haría daño. Aún me toma tiempo entender, que esto es hacia ambas partes, no sólo lo que yo siento es lo que está involucrado. Él también podría estar sufriendo. Tanta confianza me genera el hombre, no su dualidad; sino ese joven muchacho, no el señor maduro; que cuando comienza a acariciarme para apaciguar el dolor que él mismo causo en mí, me refugio en él. Busco que me proteja de sí mismo. ¿Acaso no es ridículo? En cuanto se posa sobre mí, como si le costara dejar la postura de superioridad frente a mis ojos, sin notar esas cuestiones, mi rostro se muestra esa expresión de pena y desagrado como una niña acongojada. El suspiro pavoroso se proyecta por mis labios cuando siento sus besos. Cierro mis ojos, como si esperara un golpe, pero no lo es.
Las disculpas no se hacen esperar. Las ternuras reconfortan, pero el miedo no se va. Se oculta nuevamente en lo profundo. Busco en su mirada a quién quiero ver y no a quién es. La veracidad de sus palabras es completamente independiente de lo que mi mente y mi corazón esperan de él. Tanto así, que se convierte en algo irrelevante. Es lo que diga, no es lo que no diga, no es como lo diga… es lo que yo quiero creer. Y siempre quiero creerle. Porque he idealizado su existencia en mi vida, y he omitido la tristeza que vivía día a día, ocultando los estragos de su ausencia en mí. No importa si es cierto o no. Importa que lo sea para mí. Dejo que sus besos me recorran y esta vez, mi respiración va relajándose. Es suave y gentil como las esferas de algodón. Su boca dulce como la miel, me entrega un roce tierno y cuidadoso, con un extraño sabor adusto que en realidad, no me agrada. No entiendo nada de esto. No entiendo tus acciones y presto atención a sus palabras buscando darle un completo sentido a las previas mientras comienzo a cubrir mi cuerpo con las sábanas. Estoy expuesta y vulnerable y eso no ayuda a que consiga razón correctamente. Lo entenderás, el día que el alma te duela como a mí.
Cada tanto entrecierro los ojos como si eso me ayudara a procesar mejor sus palabras, pero sólo es un hábito del entendimiento, o la falta de él. Un anciano dice él… Mucho mayor que mi hermano, casi la edad de mi padre. Es extraño, siendo que la experiencia esta de su lado, ¿no debería entender ya, que estoy perdida en este asunto? Sólo él marcas el ritmo de mi conocimiento sobre esto, y la ausencia del mismo es casi tan mala como saber mucho de pronto. Busca compensar acción con acción. No sé si eso es realmente lo que quiero. Mi cuerpo empieza a relajarse, y a pesar del placer inmenso que generó cada una de las marcas en la piel, sin tensión en los músculos, el escozor se hace presente. Presiono un poco mis piernas. Es difícil definir que algo duele y te gusta al mismo tiempo. - “¿Porque tengo que pedirte cosas? El amor no se trata de lo que pides, sino de lo que das libremente.”- La voz es tenue y suave, porque no quiero emitir sonidos fuertes. Cómo aquel que se recupera de una convalecencia, y necesita de la calma a su alrededor antes de reintegrarse al mundo.
Acaricio su rostro y hago un gemido de molestia, ¿O son los rastros del placer que permanecen encadenados a mi piel? “Yo soy porque tú eres. Sé lo que tú me enseñas, y jamás podría diferenciarlo de lo que desconozco. Si tú me dices que me castigas y me besas, te creeré. Y si me golpeas y lo llamas amor, así voy a entenderlo. No es justo que me pidas que comprenda lo que nunca viví antes.” – Me acomodo sentándome en la cama, aun cubriéndome con la sábana. Una mano al pecho la sostiene, y esa sensación entre mis piernas permanece sin querer que avance a la cordura. Molesta. Duele. Me gusta. Coloco mi dedo índice diestro en su boca antes de hablar –“No quiero ser tu esposa, nunca quise ser tu esposa, quiero ser el amor de tu vida; porque eso eras tú para mí. Y el camino que recorramos, no importaba, porque lo hacíamos juntos. Pensé que tener una pareja unos años mayor, sería bueno, para enseñarme cosas de la vida de una pareja que yo aún no comprendía. Pero aun así, creí que podríamos descubrir el mundo, juntos. Ahora sé que tienes la ventaja. ¿Qué podría aportarte que no vivieras ya? Quieres que actúe como antes, pero ninguno es el mismo. No…” – Bajo mi mano. Niego con la cabeza, intento encontrar as palabras adecuadas para expresar o que pienso, lo que siento y lo que quiero demostrar. – “Es… abrumador. Es tanto todo junto. ¿Y esperas que sea como solía ser?” – Inclino mi cabeza hacia la derecha y esbozo una leve sonrisa. – “Quiero hacer un trato contigo, Kendrick McGrath. Porque entrometerme en tu tina a mitad de la noche, tampoco es algo que, persona que solía ser, haría. Entiendo que estos 3 días serán… diferentes. Sin críticas, sólo reaccionar lo mejor que podamos. Luego de eso… te regresarás a tu casa, y empezaremos todo otra vez. Quiero que me invites al parque y tal vez tocar el piano juntos… esas cosas.” Asiento con la cabeza buscando su aprobación, pero sin olvidar repetirlo. – “Cuando estos 3 días terminen.”
Lo que él no sabe, es que soy feliz con tan sólo verlo. Que no necesito más que palabras para comenzar a sentir todo, otra vez. Que por más que dijera miles de cosas, que todo es diferente a mi lado; hubiese deseado vivirlo juntos desde la primera vez. Que es demasiado para procesar en estas meras horas. Que si solicito todo otra vez, es para vivirlo sincero y sin mentiras. Y si estoy dando veda de 3 días, es porque de todo, lo que más comprendo, es que ninguno está siendo sí mismo libremente, en este momento.
Por eso hoy me asusto con los más pequeños detalles. Esos cambios de carácter, esas formas de comportamiento, que nunca pude concebir antes en él. Me siento amenazada, estoy frente a un licántropo, un lobo. No cualquier lobo, uno grande y de tempestuoso carácter. Por eso, es la cazadora agresiva y sin titubeos la que responde. La que toma acción, antes de que el depredador lo haga. Es la humana joven y llena de ilusiones las que sufre por dentro sin poder expresar el temor y la angustia. Nada duele como ser lastimado por la persona que hemos creído, jamás nos haría daño. Aún me toma tiempo entender, que esto es hacia ambas partes, no sólo lo que yo siento es lo que está involucrado. Él también podría estar sufriendo. Tanta confianza me genera el hombre, no su dualidad; sino ese joven muchacho, no el señor maduro; que cuando comienza a acariciarme para apaciguar el dolor que él mismo causo en mí, me refugio en él. Busco que me proteja de sí mismo. ¿Acaso no es ridículo? En cuanto se posa sobre mí, como si le costara dejar la postura de superioridad frente a mis ojos, sin notar esas cuestiones, mi rostro se muestra esa expresión de pena y desagrado como una niña acongojada. El suspiro pavoroso se proyecta por mis labios cuando siento sus besos. Cierro mis ojos, como si esperara un golpe, pero no lo es.
Las disculpas no se hacen esperar. Las ternuras reconfortan, pero el miedo no se va. Se oculta nuevamente en lo profundo. Busco en su mirada a quién quiero ver y no a quién es. La veracidad de sus palabras es completamente independiente de lo que mi mente y mi corazón esperan de él. Tanto así, que se convierte en algo irrelevante. Es lo que diga, no es lo que no diga, no es como lo diga… es lo que yo quiero creer. Y siempre quiero creerle. Porque he idealizado su existencia en mi vida, y he omitido la tristeza que vivía día a día, ocultando los estragos de su ausencia en mí. No importa si es cierto o no. Importa que lo sea para mí. Dejo que sus besos me recorran y esta vez, mi respiración va relajándose. Es suave y gentil como las esferas de algodón. Su boca dulce como la miel, me entrega un roce tierno y cuidadoso, con un extraño sabor adusto que en realidad, no me agrada. No entiendo nada de esto. No entiendo tus acciones y presto atención a sus palabras buscando darle un completo sentido a las previas mientras comienzo a cubrir mi cuerpo con las sábanas. Estoy expuesta y vulnerable y eso no ayuda a que consiga razón correctamente. Lo entenderás, el día que el alma te duela como a mí.
Cada tanto entrecierro los ojos como si eso me ayudara a procesar mejor sus palabras, pero sólo es un hábito del entendimiento, o la falta de él. Un anciano dice él… Mucho mayor que mi hermano, casi la edad de mi padre. Es extraño, siendo que la experiencia esta de su lado, ¿no debería entender ya, que estoy perdida en este asunto? Sólo él marcas el ritmo de mi conocimiento sobre esto, y la ausencia del mismo es casi tan mala como saber mucho de pronto. Busca compensar acción con acción. No sé si eso es realmente lo que quiero. Mi cuerpo empieza a relajarse, y a pesar del placer inmenso que generó cada una de las marcas en la piel, sin tensión en los músculos, el escozor se hace presente. Presiono un poco mis piernas. Es difícil definir que algo duele y te gusta al mismo tiempo. - “¿Porque tengo que pedirte cosas? El amor no se trata de lo que pides, sino de lo que das libremente.”- La voz es tenue y suave, porque no quiero emitir sonidos fuertes. Cómo aquel que se recupera de una convalecencia, y necesita de la calma a su alrededor antes de reintegrarse al mundo.
Acaricio su rostro y hago un gemido de molestia, ¿O son los rastros del placer que permanecen encadenados a mi piel? “Yo soy porque tú eres. Sé lo que tú me enseñas, y jamás podría diferenciarlo de lo que desconozco. Si tú me dices que me castigas y me besas, te creeré. Y si me golpeas y lo llamas amor, así voy a entenderlo. No es justo que me pidas que comprenda lo que nunca viví antes.” – Me acomodo sentándome en la cama, aun cubriéndome con la sábana. Una mano al pecho la sostiene, y esa sensación entre mis piernas permanece sin querer que avance a la cordura. Molesta. Duele. Me gusta. Coloco mi dedo índice diestro en su boca antes de hablar –“No quiero ser tu esposa, nunca quise ser tu esposa, quiero ser el amor de tu vida; porque eso eras tú para mí. Y el camino que recorramos, no importaba, porque lo hacíamos juntos. Pensé que tener una pareja unos años mayor, sería bueno, para enseñarme cosas de la vida de una pareja que yo aún no comprendía. Pero aun así, creí que podríamos descubrir el mundo, juntos. Ahora sé que tienes la ventaja. ¿Qué podría aportarte que no vivieras ya? Quieres que actúe como antes, pero ninguno es el mismo. No…” – Bajo mi mano. Niego con la cabeza, intento encontrar as palabras adecuadas para expresar o que pienso, lo que siento y lo que quiero demostrar. – “Es… abrumador. Es tanto todo junto. ¿Y esperas que sea como solía ser?” – Inclino mi cabeza hacia la derecha y esbozo una leve sonrisa. – “Quiero hacer un trato contigo, Kendrick McGrath. Porque entrometerme en tu tina a mitad de la noche, tampoco es algo que, persona que solía ser, haría. Entiendo que estos 3 días serán… diferentes. Sin críticas, sólo reaccionar lo mejor que podamos. Luego de eso… te regresarás a tu casa, y empezaremos todo otra vez. Quiero que me invites al parque y tal vez tocar el piano juntos… esas cosas.” Asiento con la cabeza buscando su aprobación, pero sin olvidar repetirlo. – “Cuando estos 3 días terminen.”
Lo que él no sabe, es que soy feliz con tan sólo verlo. Que no necesito más que palabras para comenzar a sentir todo, otra vez. Que por más que dijera miles de cosas, que todo es diferente a mi lado; hubiese deseado vivirlo juntos desde la primera vez. Que es demasiado para procesar en estas meras horas. Que si solicito todo otra vez, es para vivirlo sincero y sin mentiras. Y si estoy dando veda de 3 días, es porque de todo, lo que más comprendo, es que ninguno está siendo sí mismo libremente, en este momento.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
No tengo palabras para demostrarte
cuánto te amo.
cuánto te amo.
Hay momentos en los que estos veintiocho meses lejos de ti, mi adorada Annice, me tienen oxidado. ¿A qué me refiero? A que muchas de las conductas están en mi mente, puedo dibujarlas con los ojos cerrados y saber cómo actuar en consecuencia. Y sin embargo, olvido que las circunstancias que nos rodeaban eran diametralmente opuestas de las actuales. Estás en estos momentos sin un apoyo como el que era tu padre o bien, tu hermano. Te sientes como barco a la deriva, llevada por las olas del mar sin que haya un timonel que pueda conducirte a puerto seguro. La inercia es mayor cuando de una persona se trata, el tiempo no tiene misericordia de los que se quedan en el pasado y sigue avanzando a pasos agigantados. Cuando menos lo notas, tienes encima cerca de un año o bien, estos veintiocho meses sin que puedas comprender, al despertar, qué es lo que pasó y por qué estás tan lejos de lo que era antes tu tiempo perfecto. Debo ser más precavido, observo en tus ojos esa debilidad, esa forma de ser tan impropia de tu esencia donde todo te lastima al tiempo que te encierras en su caparazón sin dar oportunidad de intervenir.
¿Cómo es ésto? Cuando te tornas un poco agresiva dando golpes sin que antes fuera parte de tu comportamiento. ¿Qué tengo que hacer? La paciencia es la mayor de las virtudes, así como la comunicación entre nosotros. Darte contención, una de la que careciste estos meses alejada de tu padre y de tu hermano. Tengo que convertirme en el pilar de tu vida, dándote confianza para que puedas seguir adelante y convertirte en una nueva mujer. Me pese o no, debes evolucionar ahora que tu familia se alejó de tu vera para bien o para mal. ¿Dónde diablos estarán? Es la pregunta primordial. Puede que estén muertos y eso significa que tendré que ayudarte en todo lo que necesites, lo quieras o no. Sola con todo el peso en tus hombros, terminarás sepultada bajo éste. La precaución es uno de las columnas junto con la confianza que debo erigir a tu alrededor para que puedas soportar la carga. Se ha complicado en demasía todo ésto. No debí esperar tanto. Quizá con tu padre y con tu hermano en juego, sería más difícil acercarme a ti y hacerte ver mis intenciones reales. Las que fueron sin duda la parte medular de todo este lío: quedarme contigo.
Tus palabras respecto a mi intención de demostrar cuánto te amo, son la pauta de esta nueva mujer con la que estoy hablando y de la que debo acostumbrarme a vivir. A cohabitar. - Porque si lo que te doy no te es suficiente, si con ello todavía dudas de mí, entonces eres tú quien tiene que poner las pautas, Annice - razono contigo para que comprendas también cómo me siento. Que estoy pisando arenas movedizas cada vez que hago algo que te llena de miedo. Ese olor sigue en mi nariz y me hace rezongar una y otra vez. Toda la firmeza y la entereza con que empecé a acercarme de nueva cuenta se está yendo por las cloacas sin que pueda hacer algo para evitarlo. Me siento tan indefenso como un niño en la cuna. Tus palabras respecto a lo que te enseño y al desconocimiento que tienes respecto de otras relaciones me deja temblando de dudas. ¿Tan mal lo estoy haciendo? - De acuerdo, si soy el que te enseña y lo estoy haciendo mal, ¿Cómo puedo hacerte ver que te amo tanto que sería incapaz de hacerte daño? Estoy también confundido, Annice - confieso haciendo caer mi imagen ante ti.
Esa que demostraba tener el control de todas las situaciones. Estoy metido en un pozo del cual no puedo salir porque las paredes son de pura arena que se deshace en mis manos haciendo más grande el área en la que me encuentro. Me callas con un dedo en mis labios. Sólo es tocar una parte de mi cuerpo y los pliegues de mi boca otorgan un dulce beso en él. Escucho tus palabras, las proceso en tanto sigo pensando qué hacer ahora. Cómo hacerlo para darte la seguridad que necesitas, mi amor. Escucho tus inquietudes que son como una calca de las mías. Tengo que aclarar esta situación antes de que se me escape de las manos. Dejo que viertas todas las palabras que tienes que confesar porque con ello iré comprendiendo mejor tu psique y tus sentimientos al respecto de esta relación. Comprendo que no estás cerrando la puerta de tu vida en mis narices dando oportunidad a que pueda seguir a tu lado. Es sólo tu inseguridad al saber mi edad la que te está rompiendo por dentro.
Me incorporo de la cama para caminar hacia la ventana mirando hacia afuera unos instantes degustando todo lo que dijiste, sabe amargo, es lo que hay ahora. Aún así, sé que debo ser sincero contigo, que tienes muchas telarañas en la cabeza y que el tiempo pase para que la argenta luna me llene de vigor sólo complica las cosas. Mi mente está sumida en pensar en tanto mi cuerpo exige la liberación de la licantropía para disfrutar de la cacería y de lo que para el lobo son los mejores días para ser él mismo sin ataduras ni complicaciones. Todo ésto causa un dolor de cabeza que tardará en irse. Sumerjo mis manos en los bolsillos de mi pantalón, recargo el hombro en uno de los pilares de la habitación con desparpajo al tiempo que mi pierna diestra se cruza contra la siniestra dejando el zapato en punta contra el piso. Estoy protegiendo mis sentimientos de todo ésto que cada vez sigue siendo un mar sin control, en medio de una tempestuosa tormenta que no me llevará a ningún lado a salvo.
Como tú lo hiciste, dejando los puntos claros, debo hacerlo ahora, antes de que pase más el tiempo y sienta la necesidad de irme. Mi voz suena apagada por la posición que tengo, quizá sea difícil llegar a tus oídos por más clara que intente que sea, está ya enronqueciéndose dando muestras de lo cercana que está la noche ahora. No pasa de las once de la mañana, como compruebo mirando el reloj que descansa colgado de una de las paredes y puedo ya sentir cómo el lobo está a punto de aullar de ansiedad y nerviosismo. Me pides tres días, los cuales serán tensos como poco. De espaldas a ti, incapaz de mirarte a los ojos, empiezo a hablar: - Sea pues, te daré tus tres días. Partiré en cuanto termine de hablar contigo este punto que me acongoja como me exaspera. ¿Dices que he vivido más que tú? Es cierto. ¿Dices que aprendes lo que es una relación de lo que yo te enseño? Es parcialmente cierto. ¿Dices que no puedes aportarme algo que no tuviera ya? Es falso. Y quiero que me escuches bien, que no sea algo que entre por tu oreja derecha y salga por la izquierda - ruego porque si no lo hago, es justo lo que vas a hacer.
Estás sentenciando mis actos sin tener en cuenta lo que digo. - Vuelves a tener prejuicios conmigo. Insistes en pensar por mí. En considerar todo de forma equivocada. ¿Crees que tuve muchas mujeres antes que tú? Es cierto, la diferencia recae en que todas me dieron una sola cosa, que es lo que requería en esos momentos: sexo. Sexo puro y sin compromisos. Cierto, no fui un célibe, las relaciones sexuales son indispensables en mi vida, sobre todo estas tres noches de luna llena donde mis ánimos están exacerbados. Con el sexo desfogo todas las ansias, me deja relajado, tranquilo, dispuesto a aceptar el cambio físico en la noche. Y es eso lo que hasta ahora, hasta hace doce horas tú no me dabas. ¿Por qué crees que sigo aferrado a tenerte conmigo? ¿Te piensas que sólo quiero convertirte en mi esposa porque me gusta eso de la boda y estar en el altar para decir un juramento de "unidos hasta que los separe la muerte" para tener sólo sexo con tu delicioso cuerpo? Te equivocas. Eso entendí que querías tú, que para tenerte conmigo, como el amor de mi vida, como mi pareja, mi compañera, mi amiga, mi cómplice, necesitaba hacer para que te sintieras bien. Por mí, la boda puede irse al infierno. Doy el paso porque sé que es indispensable para la vida que concebiste. Yo sólo quiero a la Annice que conocí, que amé, que sigue atándome con cadenas de plata a su destino, a su camino. ¿Cambiaste? Bien, porque también lo hice yo. ¿Tenemos que volvernos a conocer? De acuerdo, así conocerás mi verdadera esencia - confieso en tanto mis ojos siguen fijos en la distancia.
Mi espalda se muestra relajada al parecer con esta postura, jamás verás cómo aprieto las falanges dentro de los bolsillos hasta hacer de mis manos puños. Tampoco notarás cómo mis quijadas se aprietan y la manera en que se enronquece mi voz será tu única pista de la tensión que siento con todo ésto. - Sólo no me digas que no me puedes aportar nada. De lo que siempre carecí hasta conocerte, fue de una mujer que me enamorara con su mente, con sus acciones, con su personalidad. Podrás cambiar todo lo que quieras, Annice, pero sigues siendo la misma. No puedes revertir tus principios, tu psique, tu personalidad con sólo veintiocho meses. Puede que las circunstancias no sean las mismas y actúes en consecuencia. Ambos sabemos que lo que hay dentro de ti, permanece. Como lo que viste en mí, continúa. El amor, la comprensión, la protección, la dedicación, todo lo que hice por y para ti, sigue firme en mis entrañas. Quiero amar a una mujer y esa mujer, eres tú. Y todo es nuevo ante mis ojos porque permito a una mujer entrar en mi mundo. Algo que jamás hice y que no volveré a hacer si no eres tú. Todo es nuevo para mí, me reconozco estúpido por no saber cómo actuar para que sigas queriendo ser mi mujer. Mi amada, la que me acompañe en las buenas y en las malas. Ese es el punto, Annice. Que mientras tú enloqueces con la idea de que todo lo que vivimos es algo que ya experimenté, para mí es nuevo. Es una cubetada de agua fresca. Puedo decir "te amo" cuando eres tú quien lo escucha. A quien le dirijo esa confesión. A nadie más. Ninguna me hará sentir como tú, me hará pensar en protegerla, en cuidarla, en escucharla, en comprenderla, en aceptar todos sus caprichos y complacerlos hasta lo más pequeño de éstos. Deja de pensar en mi edad y mírame como soy, un hombre que rejuvenece contigo, que ríe, que disfruta, que piensa como un adolescente porque así me haces sentir - dejo que el silencio impregne la habitación.
- Está dicho. No hay más por confesar. Espero lo entiendas. Ámame como yo te amo. Quiéreme como yo te quiero. Poseéme como yo te quiero poseer. Y cuando lo hagas, seré entonces un ser completo - y con esas últimas palabras, mi voz enronquecida se apaga al tiempo que con disgusto, me limpio las lágrimas que resbalan insolentes por mis mejillas.
Kendrick McGrath- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/06/2018
Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
A veces, el amor más intenso, se oculta detrás del silencio más profundo. Ese que duele en los labios moribundos de palabras. El silencio, es el que contesta las preguntas, que se guardan en el pensamiento; y se convierten en cómplices de ideas que podrían no ser verdad. William Shakespeare dijo: “Prefiero ser el rey de tu silencio, que esclavo de tus palabras” Para ser honesta, yo he gastado más aire de mis pulmones en esta relación, que lo que el señor McGrath, jamás lo hizo. Siempre fue avaro con las palabras, austero con sus sentires, y generoso con sus acciones. Simplemente es su forma de ser, por eso, cuando se levanta y se aleja, dejando el rastro frío a mi lado, en la cama, lo acompaño en el sosiego, y dejo que la paz reine en la habitación, sabiendo que dista mucho de nuestras mentes y corazones, en este momento. Lo observo acomodarse en la ventana. Disfruto tu deliciosa figura como en mis sueños: completamente mío. Y en la vida, como el idílico sueño que es. Ladeo un poco mi rostro, y hago a un lado un mechón de pelo, que nublaba tu imagen. Su cabello brilla con el sol, tan rubio como los trigales de España. Su espalda se ve ancha bajo la camisa, y los músculos se marcan sobre ella, sombreando los bordes de la contextura. Sus hombros, siempre se ven perfectamente nivelados; y su cuello, el de una gacela, terso y estilizado. ¿Qué azota tu mente que tu vocablo nunca puede expresar?
Me acomodo en la cama, y por instinto tiendo a cerrar las piernas, ante la apremiante sensación. ¿Cómo se llama a la mezcla de placer y dolor? Mis parpados me ciegan unos instantes, sucumbiendo a los efectos de esto. Y luego de una inspiración larga y acallada, repaso mis labios con la lengua y me dispongo a escucharte, más calmada, alejando lo que aun dejaron tus acciones en mí. Y su primera frase determina, que a pesar de todo, sigue siendo él. No sería Kendrick McGrath, si no determinara y clasificara todo antes de comenzar a disertar al respecto. Una leve sonrisa se me forma a un lado del rostro. Hay cosas, después de todo, que nunca cambian. Son pequeños detalles que nos hacen únicos frente a los ojos del mundo, identificables cuando nos observan los extraños y amados ante la mirada de Dios. Es recuperar esas características, es recordar el cómo somos, lo que nos pondrá en el camino de acordarnos, que nos hizo enamorarnos el uno del otro.
Todas las historias de amor comienzan cuando dos personas que ni soñaban con conocerse, terminan encontrándose. En el instante menos esperado, siempre sucede; pero en momento indicado. Y esto es así, porque de lo contrario, jamás hubiesen llegado a amarse, si no fuera la circunstancia correcta. Y descubrimos cosas como que somos más iguales de lo que esperamos. Tan iguales, que el hombre en la habitación y yo, tenemos los mismos temores, y cometemos similares errores. Actuamos igual, para reaccionar diferente. Esas particularidades, traviesas, románticas, enamoradizas y confrontativas. El sexo, a pesar de lo que anoche disfrute con mi amado, es aún terreno pantanoso. Siento que camino sobre el aire. Me envuelve más la fantasía de ese encuentro íntimo y sublime, donde puedo expresar con mi cuerpo todo lo que arde apasionadamente por ti, en mi alma. Y como todo acto platónico, está rodeado de mitos e ilusiones, que deseo se concreten en los términos que lo imagine. La lógica, me hace creer que esto no es así, y no debería serlo, ¿pero cómo evitarlo? Y cómo ambos estamos perdidos en esto, entiendo que ambos, le damos al tema, la misma importancia. Eso me reconforta, mientras dejo perder mi mirada en la sombra que proyecta tu cuerpo contra el suelo. Cómo un hombre gigante y fuerte, con más seguridades y ambiciones, que dudas.
El matrimonio, por otro lado, es un tema completamente diferente. Es la santa institución que un hombre y una mujer forman ante Dios, es el compromiso más profundo entre dos seres humanos de sexo opuesto. Es la manera de comprometerse, frente a la máxima autoridad divina, que serán y se darán el uno al otro por y para siempre. Eso me duele un poco más. Mis padres tuvieron eso, y me prometieron que podría vivir lo mismo. Los veía comprometerse en un amor tan sincero y profundo, que incluso cuando mi madre pereció, mi padre la honro, jamás estando con nadie más y dedicando su vida a resolver su muerte. ¿Qué más poético puede ser? ¿Qué otro camino que no fuere ese, podría yo tomar? Si aprendemos con el ejemplo, mi camino está plagado de magnánimos ejemplos. En mi mente es simple: Quiero volver a conocerte, porque quiero volver a enamorarme de ti. El comienzo es más que afortunado a tu favor. Contra todo posible pronostico, te ves aún más apuesto que cuando te conocí. Me haces sentir protegida y dejar mi soledad a un lado.
Palabras tan dulces y bellas, de aquel que poco dice, hacen que me emocione y mis ojos se inunden hasta los bordes. Lo que provocas en mí, no es comparable a ninguna otra sensación humana, y con esfuerzo silencioso, voy llevando mis pies descalzos al suelo, para llegar a ti. No mentías en algo, el mero movimiento de mis piernas, me hace recordar lo que hiciste en mi piel, en mi intimidad. Incomodo, y al mismo tiempo grato. Quizás, mis hormonas me traicionen, en lo más recóndito de mi sexualidad. El sol brilla intenso, casi segador, pero permaneces duro, como una impoluta estatua de marfil, ¿Por qué no reaccionas a tus propias palabras? Tu pedido parece una orden. Firme, robusta y contundente. Doy unos pasos cuando tu reflejo oscuro en el suelo te delata. ¿Por qué levar tu mano a tu rostro? – “¿Kendrick?” Me acerco ya sin esconder los pasos que nos separan. Abrazo tu espalda uniendo mis manos delante de ti. *Un caballero, jamás comenta sus males* Es una frase que mi padre solía decir. Algo que aplicaba tanto a las aflicciones físicas como emocionales. Es una manera de explicar, que no comentarán sus debilidades, así que lo respeto. Pero voy marcando con besos toda su columna vertebral de abajo hacia arriba.
- “Tengo algo que confesar.” – Mantengo la voz en un tono bajo y pego mi frente a su espalda. – “No fueron más que unos meses más tarde luego de que te fuiste. Estábamos de cacería una luna llena. Terminamos separados, y perseguí a quién creía era una hembra por su tamaño. El amanecer llegó, y tomó la forma de un joven. Un niño en realidad, no podía tener más de 13 años. Me miró en terror, y no pude hacerlo. No… no, no quise. Pensé que… es un niño. ¿Qué culpa puede tener?” – Lo aprieto más fuerte, esta es solo la punta del iceberg. – “Hace…” – Trago saliva y restriego mi cabeza contra el brevemente. – “Hace 2 lunas atrás, estaba cazando cuando… Llegó el amanecer. Me miró con la misma cara de pena que el niño. Me rogó, me pidió ayuda. Me dijo todo lo que hubiese deseado escuchar de ti ‘esa’ mañana. Su nombre es Bernard, es joven, no puede controlarse y tiene miedo. La luna pasada… Me encontré con un amigo. La licántropa que estaba cazando era, es su… algo.” – Camino frente a él, bloqueando la visión de la ventana. – “Si el universo supiera cuanto te amo, le avergonzaría ser tan pequeño. Incluso tu ausencia, me cambio. Siento… Siento que ya no puedo hacer esto. No en la luna llena, al menos.” – Bajo mi mirada verecunda. – “¿Lo entiendes? Sólo quiero. No quiero que te vayas. Necesito cuidarte. Desayunaremos, y haremos todo lo que tú… lobo necesite. Pero… con paciencia.” Levanto mi mirada con la timidez en ella. Acarició su mejilla. - "Lamento si te hice sentir que no te apreciaba. Que no apreciaba lo que haces por mi. Pero necesito que me dejes protegerte esta noche." - El beso no se hace esperar, soy yo quién lo busca, con la presión entre las piernas y el amor entre los brazos.
Me acomodo en la cama, y por instinto tiendo a cerrar las piernas, ante la apremiante sensación. ¿Cómo se llama a la mezcla de placer y dolor? Mis parpados me ciegan unos instantes, sucumbiendo a los efectos de esto. Y luego de una inspiración larga y acallada, repaso mis labios con la lengua y me dispongo a escucharte, más calmada, alejando lo que aun dejaron tus acciones en mí. Y su primera frase determina, que a pesar de todo, sigue siendo él. No sería Kendrick McGrath, si no determinara y clasificara todo antes de comenzar a disertar al respecto. Una leve sonrisa se me forma a un lado del rostro. Hay cosas, después de todo, que nunca cambian. Son pequeños detalles que nos hacen únicos frente a los ojos del mundo, identificables cuando nos observan los extraños y amados ante la mirada de Dios. Es recuperar esas características, es recordar el cómo somos, lo que nos pondrá en el camino de acordarnos, que nos hizo enamorarnos el uno del otro.
Todas las historias de amor comienzan cuando dos personas que ni soñaban con conocerse, terminan encontrándose. En el instante menos esperado, siempre sucede; pero en momento indicado. Y esto es así, porque de lo contrario, jamás hubiesen llegado a amarse, si no fuera la circunstancia correcta. Y descubrimos cosas como que somos más iguales de lo que esperamos. Tan iguales, que el hombre en la habitación y yo, tenemos los mismos temores, y cometemos similares errores. Actuamos igual, para reaccionar diferente. Esas particularidades, traviesas, románticas, enamoradizas y confrontativas. El sexo, a pesar de lo que anoche disfrute con mi amado, es aún terreno pantanoso. Siento que camino sobre el aire. Me envuelve más la fantasía de ese encuentro íntimo y sublime, donde puedo expresar con mi cuerpo todo lo que arde apasionadamente por ti, en mi alma. Y como todo acto platónico, está rodeado de mitos e ilusiones, que deseo se concreten en los términos que lo imagine. La lógica, me hace creer que esto no es así, y no debería serlo, ¿pero cómo evitarlo? Y cómo ambos estamos perdidos en esto, entiendo que ambos, le damos al tema, la misma importancia. Eso me reconforta, mientras dejo perder mi mirada en la sombra que proyecta tu cuerpo contra el suelo. Cómo un hombre gigante y fuerte, con más seguridades y ambiciones, que dudas.
El matrimonio, por otro lado, es un tema completamente diferente. Es la santa institución que un hombre y una mujer forman ante Dios, es el compromiso más profundo entre dos seres humanos de sexo opuesto. Es la manera de comprometerse, frente a la máxima autoridad divina, que serán y se darán el uno al otro por y para siempre. Eso me duele un poco más. Mis padres tuvieron eso, y me prometieron que podría vivir lo mismo. Los veía comprometerse en un amor tan sincero y profundo, que incluso cuando mi madre pereció, mi padre la honro, jamás estando con nadie más y dedicando su vida a resolver su muerte. ¿Qué más poético puede ser? ¿Qué otro camino que no fuere ese, podría yo tomar? Si aprendemos con el ejemplo, mi camino está plagado de magnánimos ejemplos. En mi mente es simple: Quiero volver a conocerte, porque quiero volver a enamorarme de ti. El comienzo es más que afortunado a tu favor. Contra todo posible pronostico, te ves aún más apuesto que cuando te conocí. Me haces sentir protegida y dejar mi soledad a un lado.
Palabras tan dulces y bellas, de aquel que poco dice, hacen que me emocione y mis ojos se inunden hasta los bordes. Lo que provocas en mí, no es comparable a ninguna otra sensación humana, y con esfuerzo silencioso, voy llevando mis pies descalzos al suelo, para llegar a ti. No mentías en algo, el mero movimiento de mis piernas, me hace recordar lo que hiciste en mi piel, en mi intimidad. Incomodo, y al mismo tiempo grato. Quizás, mis hormonas me traicionen, en lo más recóndito de mi sexualidad. El sol brilla intenso, casi segador, pero permaneces duro, como una impoluta estatua de marfil, ¿Por qué no reaccionas a tus propias palabras? Tu pedido parece una orden. Firme, robusta y contundente. Doy unos pasos cuando tu reflejo oscuro en el suelo te delata. ¿Por qué levar tu mano a tu rostro? – “¿Kendrick?” Me acerco ya sin esconder los pasos que nos separan. Abrazo tu espalda uniendo mis manos delante de ti. *Un caballero, jamás comenta sus males* Es una frase que mi padre solía decir. Algo que aplicaba tanto a las aflicciones físicas como emocionales. Es una manera de explicar, que no comentarán sus debilidades, así que lo respeto. Pero voy marcando con besos toda su columna vertebral de abajo hacia arriba.
- “Tengo algo que confesar.” – Mantengo la voz en un tono bajo y pego mi frente a su espalda. – “No fueron más que unos meses más tarde luego de que te fuiste. Estábamos de cacería una luna llena. Terminamos separados, y perseguí a quién creía era una hembra por su tamaño. El amanecer llegó, y tomó la forma de un joven. Un niño en realidad, no podía tener más de 13 años. Me miró en terror, y no pude hacerlo. No… no, no quise. Pensé que… es un niño. ¿Qué culpa puede tener?” – Lo aprieto más fuerte, esta es solo la punta del iceberg. – “Hace…” – Trago saliva y restriego mi cabeza contra el brevemente. – “Hace 2 lunas atrás, estaba cazando cuando… Llegó el amanecer. Me miró con la misma cara de pena que el niño. Me rogó, me pidió ayuda. Me dijo todo lo que hubiese deseado escuchar de ti ‘esa’ mañana. Su nombre es Bernard, es joven, no puede controlarse y tiene miedo. La luna pasada… Me encontré con un amigo. La licántropa que estaba cazando era, es su… algo.” – Camino frente a él, bloqueando la visión de la ventana. – “Si el universo supiera cuanto te amo, le avergonzaría ser tan pequeño. Incluso tu ausencia, me cambio. Siento… Siento que ya no puedo hacer esto. No en la luna llena, al menos.” – Bajo mi mirada verecunda. – “¿Lo entiendes? Sólo quiero. No quiero que te vayas. Necesito cuidarte. Desayunaremos, y haremos todo lo que tú… lobo necesite. Pero… con paciencia.” Levanto mi mirada con la timidez en ella. Acarició su mejilla. - "Lamento si te hice sentir que no te apreciaba. Que no apreciaba lo que haces por mi. Pero necesito que me dejes protegerte esta noche." - El beso no se hace esperar, soy yo quién lo busca, con la presión entre las piernas y el amor entre los brazos.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/05/2018
Edad : 224
Localización : París
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Dancemos juntos, como antaño,
como cuando creías que la luna era de queso.
como cuando creías que la luna era de queso.
De verdad que estoy más que loco por ti, hago tanto por ser la pareja que querías, la que te complazca, la que te sea suficiente y sigo trabado en algo que no entiendo el qué es. Si lo pienso un poco, sé que es mi propio error al no ser sincero, al ocultar el secreto que temía que nos separa. Soy muy cabezota cuando algo se me mete en la cabeza y para sacarlo hay que desazolvar la mierda que sigue taponeando cada conducto neuronal. Quisiera regresar el tiempo para dejarte caer la noticia de que soy licántropo antes de que me descubrieras en aquella mañana desgraciada. Y no es por insultar a la mañana, es porque después de eso tuve que aguantar los días sin ti, sin ver tu sonrisa, escuchar tu voz. ¿Ves cuánto me altera tu ausencia? Más que tu presencia porque con la última soy pleno. Por más que estemos en estos momentos discutiendo el tema de que soy un hombre mayor y tú una chiquilla, sé que puedo pelear para arreglarlo. Sin ti, esa alternativa no existe.
Mi nariz vuelve a impregnarse de tu tristeza. ¿Acaso es lo único que ahora provoco en ti? Tristeza y nada más. Me repudio hasta la célula más ínfima por hacerte sufrir. Quisiera borrar de tu memoria todo recuerdo de lo que fui o de lo que soy. Justo ahora podría reír histérico porque no sé ni lo que quiero. Error, te quiero a ti. Te amo, te adoro, me apasiona estar a tu lado, veo la vida de colores contigo a mi vera. Estoy enamorado. Perdido de amor por la mujer que está en esta habitación preguntando, llamándome. Y siento cómo mis instintos, mis células claman por prestar atención a lo que deseas para complacer tus caprichos, tus deseos, que son como los míos reflejados. Siento tus brazos como cadenas de plata rodeándome para no dejar que escape jamás. Los acepto porque sé que como tú, te necesito tanto para respirar, para mandar la sangre a mi cuerpo. Sonrío de lado haciendo a un lado las últimas lágrimas de mi rostro, estúpidas e infantiles porque sin ti, siento que muero.
Cada beso que das en ascenso por mi columna genera vibraciones en cada poro de mi piel, en mis músculos que se tensan ansiando tomarte entre mis brazos y no dejarte escapar tampoco. ¿Ves cómo nos identificamos y complementamos? Somos uno, Annice. Uno separado en dos cuerpos. Un alma quizá, dirían los griegos. Que antes existían entes con dos cabezas, cuatro brazos y piernas, dos troncos, unidos por un alma que se separaron por castigo de los dioses, que tienen que buscarse hasta volver a ser uno. Y yo, ya te encontré. Mi alma gemela, mi amor, mi posesión más preciada. Mi esposa, mi amante, mi compañera, mi mujer. Echo la cabeza atrás para que la parte trasera se coloque sobre tu coronilla desestresando mi cuerpo, mi mente escuchando tus palabras. Las voy razonando, así que te cambié sin proponerlo. - Las formas crinos son mucho más grandes de las que puedes imaginar. Hay cachorros que tienen casi mi tamaño transformado. Tiene que ver con quien te mordió, quiero suponer, porque nosotros somos bastante grandes, casi descomunales comparados con otros - aclaro para que te enteres de una vez.
Bernard, que no puede controlarse. Tampoco sé si pueda hacerlo teniéndote cerca, que el lobo lo haga. Parece que lento vamos acoplándonos a ello. Dicen que algunos licántropos pueden tener el Don de Gaia, un poder que permite que el humano se funda con la bestia y ambos estén conscientes durante la transformación. Quisiera tenerlo si eso significa que no te atacará. Tengo miedo de que eso pase, que el lobo sea incapaz de controlar sus instintos y termine mordiéndote por más que grites que no. De pensarlo, me punza la cabeza. Siento cómo te alejas, recupero la vertical para tener oportunidad de seguir estoico cuando te pones frente a mi, siendo tú la única que se queda en mi rango de visión por decisión propia. Eres la persona más hermosa que he visto jamás, ni siquiera la imagen de mi madre puede compararse a la tuya. Me restriego contra esa mano que toca mi mejilla, me encanta tu tacto, me relaja, tranquiliza mis otros instintos, los del lobo por supuesto porque aún puedo oler tu excitación y sentir cómo el libido sube. Será siempre así, vuelvo a pasear mi mejilla por tu palma ansiando alargar más estos momentos hasta que mis párpados se levantan -no sé cuándo cayeron- para regodearme en tu rostro.
Acortas la distancia, tomas mis labios contra los tuyos. Mi boca se abre para recibirte con pasión, mis manos se anclan una en tu cadera rodeando tu cintura, la otra en tus cabellos obligando a que eches atrás la cabeza para brindarte el beso más pasional y erótico que hemos tenido hasta ahora. No me dejo nada de tu interior bucal sin explorar, te robo el aliento con determinación obligando a que boquees cuando te suelto, sólo es un momento porque mi instinto es mayor, te tomo de ambas caderas para alzarte obligando a que me rodees con tus piernas la cintura para pegarte contra la pared y volver a asaltar tu boca. Sabe tan bien, tan adictivo es tu aliento que sigo saboreando cual obsesivo que soy a tu esencia. Esta vez, suelto tu boca para dejar un reguero de besos contra tu cuello en ascenso hacia tu oreja para mordisquear tu lóbulo lento y dulce - te amo, Arden Annice Gladstone. Te amo como no tienes idea, te amo a pesar de tus caprichos y por ellos mismos. Te amo porque eres tan terca como astuta. Amo a la cazadora, a la mujer, a la pequeña que se queda mirándome sorprendida por lo que hago en el piano, te amo como a nadie. ¿Quieres ser mi novia? Empecemos por eso. Seamos novios y poco a poco iré rompiendo tus barreras para que aceptes comprometerte conmigo de nuevo. Quiero una etiqueta, ¿Entiendes? Me siento tan débil, tan inseguro siendo nada contigo, sin saber qué suelo piso que me enervo - miro tus hermosos ojos aún manteniéndote en el aire.
Pegada a la pared, mi mano libre se dedica a acariciar tus labios con el pulgar diestro en tanto la otra se coloca bajo tus nalgas para sostenerte - eres el sol que ilumina mis mañanas. La luna que me da poder y la magnificencia para lograr mis metas. Lo eres todo, Annice. Sé mi novia, estoy de acuerdo en volvernos a conocer, a enamorar tu corazón de nuevo si es necesario, sólo por favor, te lo suplico, acepta esta etiqueta. Sé mi novia y yo seré capaz de ir al infierno por ti y regresar triunfante para vivir todo lo que me reste de mis años contigo. Lo juro - y deberías saber, mi amor, que no juro en balde. Que soy todo un caballero y como tal, cumplo mi palabra. Mi promesa está aquí, te quiero para mí - si aceptas, entonces vayamos a desayunar, a preparar todo para la noche. Tengo que ir a buscar un terreno que no sea propiedad de otro lycan o me verás metido en una pelea por territorio. Quiero evitarte esa visión, ¿Aceptas? - restriego mi nariz contra tu cuello en un gesto sumamente animal. Quizá después el lobo lo haga, de momento, estoy impregnando mi olfato de tu olor provocando que mi virilidad esté dura, ¿Puedes sentir con qué poco me enloqueces? Desearía desnudarte de nuevo para hacerte total y completamente mía. Sé que deberé esperar para que ese momento no sea una consecuencia de una confesión tras otra, si no más bien, el culmen de nuestra relación. Donde todos los machos sepan que eres mía, donde te marque como la hembra del lobo. Así sea.
Kendrick McGrath- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/06/2018
Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
El reposo de tu cuerpo, es el reflejo del alma, buscando la calma en mi ser. Como si cada célula de nuestros cuerpos, se abriera a remitirse en la opuesta, para encontrar la quietud de nuestras ansiedades. Podría pasar horas así. Sólo dejando que el sol caliente nuestros cuerpos, mientras que tú y yo, reconfortamos en el otro, algo mucho más profundo. Adoro ver el brillo de tu cabello. Son las imágenes que más recuerdo en tus ausencias, guardadas celosamente junto a tus sonrisas. Tus robustos labios, abriendo el paso a mostrar tu blanca y simétrica dentadura. El fino espesor de tu bello facial, que jamás deja completamente tu piel al descubierto. Por el placer de la imagen, hago el abraso más intenso con una sonrisa para mí misma, antes de verte de frente. Escucho tus palabras, como si no fueran más que otra lección de cacería, queriendo ignorar ahora, el hecho que deberemos enfrentar en la noche. Es glorioso disfrutar de tus facciones. Bienaventurados aquellos que tienen la dicha. Afortunada yo, por ser la dueña de esa mirada intensa, penetrante, que se reluce entre tus claras pestañas, cubriendo tu iris añil del reflejo matutino. No aceleres los tiempos, no nos hagas correr a horas más perturbantes y apremiosas. Disfruta conmigo este tiempo.
Cierras tus ojos a mí, mientras mueves tu cabeza contra mi mano, buscando aumentar la intensidad del roce. Me pinchas con tu barba. Más se hace sentir en la parte baja de mi mano, junto a la muñeca. Es la primera vez en semanas, que descubro lo que mi ansiedad y angustia forja en mi cuerpo. Estoy herida, cicatriz sobre cicatriz, los rastros de mis uñas clavándose en mi piel para mitigar los gritos de mi mente. Las marcas más recientes, anoche; cuando por fin, te volví a ver, y todo lo que eso provocó en mí. Pero el beso al final de mi frase, hacen que olvide todo, mis palabras como mis pensamientos por igual. Es un beso apasionado, que consume lentamente mis labios, que derrite mi boca, y no deja nada de mí, más que un escalofrío y la piel erizada. Me robas el aliento tan irreverente. Mi corazón se traslada a mi garganta, y mi intimidad, arde otra vez. Que tiene tu cuerpo que conecta perfectamente con cada punto erógeno de mi ser; que estimula las partes más sensibles de mi existir. Te llevas todo de mí, en un acto tan sencillo que supera lo carnal. Tan puramente pecaminoso en tu descaro. Incluso me alzas, obligando a ser tú y sólo tú, mi único sostén. El rubor me exalta y me avergüenza. La inspiración profunda lleva mi cabeza hacia atrás mientras desperdicias besos que deberían seguir en mis labios. Espárcelos, pero no los gastes, porque quiero más de ti.
Rodeándolo con mis brazos por su nuca, y con mis piernas a su cintura, rozando mi sexualidad que se hace sentir más de lo que desearía contra él; la sonrisa que expone la mayor parte de mis dientes se marca en mi rostro. Si quiero ser su novia, pregunta. Me río, porque no hizo falta que lo preguntará antes. Porque si lo solicita, es porque lo desea. Tan tonta me siento, no puedo evitar ruborizarme como si fuera la primera vez que decidimos pasar tiempo a solas, ignorando el protocolo. Me abrazo a su cuerpo que se siente tan fuerte, tan envolvente en sus caricias. Me inclino hacia atrás sólo con el fin de terminar de escuchar las palabras y lleno su pulgar de besos cuando acaricia mis labios. Son los actos más sencillos, las miradas más profundas, las sonrisas más honestas, los pequeños detalles, los que hacen que me sienta feliz. No puedo evitar morder el labio inferior cuando habla de ir al infierno y regresar, toda la osadía que una joven ansiosa de amor desea escuchar. Otra vez me tiene completamente envuelta en un sueño perfecto donde todo está lleno de galantería y amor eterno.
Vuelvo a abrazarme sin verlo cuando habla de esta noche. Me preocupa. Tenía otros planes. No soy la única cazadora en París, eso lo sé bien. Hay ciertos lugares que venden cosas ‘muy específicas’, demasiado. Cosas que son sencillas de conseguir cuando no deberían serlo, eso me preocupa. No quisiera que estuviera en campo abierto. Hubiese preferido que permaneciera en el refugio del sótano. Si, la verdad es que quiero encerrarlo. Pero el miedo a perderlo es 100 veces más grande, que lo que sería el enfado del lobo, por estar prisionero. – “Tenemos, tenemos mucho que hablar de esta noche.” Vuelvo a sentir que es mi primera noche de cacería otra vez. Conozco todo lo que necesito saber, pero jamás he hecho esto antes. Un libro, rara vez tiene la capacidad de expresar concisamente, los sentimientos que van a atravesar tu pecho o los que se quedarán atorados en la garganta. El conocimiento es genérico, y deja fuera todas las emociones que implican los hechos reales en sí. Incluyendo el temor. El desconcierto se difumina en cuanto se restriega contra mi piel, y su miembro se proclama contra mi resentida entrepierna. –“mmmm…” se me escapa de la boca seguido de una inspiración profunda. Si comenzamos otra vez, jamás saldremos de esta habitación. Y considerando lo que me provoca no sé porque querría salir…
- “Desayuno…” – Necesito un evento que me traiga a la realidad. Beso rápido su mejilla y busco soltarme, necesitamos salir de este bucle interminable que siempre nos regresa a la cama. – “Desayuno primero.” Me asomo a la puerta, y ordeno el servicio para ambos, con un gran extra para Kendrick. Esta vez, estoy consciente de lo que come. Cierro la puerta y me mantengo contra ella, con las manos detrás de mi cuerpo. – “De acuerdo. Esta noche, implica más cosas de las que puedo… es como, hay mucho… Kendrick, yo sólo quiero cuidarte.” Apresuro un paso vergonzoso a sus brazos. No sé cómo expresar el amor y el temor que guardo para esta noche. El amor suficiente como para aceptar todo lo que me enseñaron a rechazar. El amor que me hace temer perderte. El miedo de que algo suceda, que algo te suceda. Un beso apasionado es el que deposito en sus labios, acariciando su nuca y su mejilla. Amor mío, cuanto te amo y no me atrevo a decirlo. La sonrisa retorna juguetona cuando un pensamiento divertido cruza mi mente. – “Respecto a lo otro… Deberás pedirle el permiso para cortejarme a Lord Charles Moncrieff, duque de Devonshire. Él es quién me ayuda con las finanzas, y se presentó como mi guardián, para que mi tío no tuviera injerencia.” – A decir verdad me causa mucha gracia, comenzar todo otra vez, que pida permiso, para que este a su lado; una vez más.
Cierras tus ojos a mí, mientras mueves tu cabeza contra mi mano, buscando aumentar la intensidad del roce. Me pinchas con tu barba. Más se hace sentir en la parte baja de mi mano, junto a la muñeca. Es la primera vez en semanas, que descubro lo que mi ansiedad y angustia forja en mi cuerpo. Estoy herida, cicatriz sobre cicatriz, los rastros de mis uñas clavándose en mi piel para mitigar los gritos de mi mente. Las marcas más recientes, anoche; cuando por fin, te volví a ver, y todo lo que eso provocó en mí. Pero el beso al final de mi frase, hacen que olvide todo, mis palabras como mis pensamientos por igual. Es un beso apasionado, que consume lentamente mis labios, que derrite mi boca, y no deja nada de mí, más que un escalofrío y la piel erizada. Me robas el aliento tan irreverente. Mi corazón se traslada a mi garganta, y mi intimidad, arde otra vez. Que tiene tu cuerpo que conecta perfectamente con cada punto erógeno de mi ser; que estimula las partes más sensibles de mi existir. Te llevas todo de mí, en un acto tan sencillo que supera lo carnal. Tan puramente pecaminoso en tu descaro. Incluso me alzas, obligando a ser tú y sólo tú, mi único sostén. El rubor me exalta y me avergüenza. La inspiración profunda lleva mi cabeza hacia atrás mientras desperdicias besos que deberían seguir en mis labios. Espárcelos, pero no los gastes, porque quiero más de ti.
Rodeándolo con mis brazos por su nuca, y con mis piernas a su cintura, rozando mi sexualidad que se hace sentir más de lo que desearía contra él; la sonrisa que expone la mayor parte de mis dientes se marca en mi rostro. Si quiero ser su novia, pregunta. Me río, porque no hizo falta que lo preguntará antes. Porque si lo solicita, es porque lo desea. Tan tonta me siento, no puedo evitar ruborizarme como si fuera la primera vez que decidimos pasar tiempo a solas, ignorando el protocolo. Me abrazo a su cuerpo que se siente tan fuerte, tan envolvente en sus caricias. Me inclino hacia atrás sólo con el fin de terminar de escuchar las palabras y lleno su pulgar de besos cuando acaricia mis labios. Son los actos más sencillos, las miradas más profundas, las sonrisas más honestas, los pequeños detalles, los que hacen que me sienta feliz. No puedo evitar morder el labio inferior cuando habla de ir al infierno y regresar, toda la osadía que una joven ansiosa de amor desea escuchar. Otra vez me tiene completamente envuelta en un sueño perfecto donde todo está lleno de galantería y amor eterno.
Vuelvo a abrazarme sin verlo cuando habla de esta noche. Me preocupa. Tenía otros planes. No soy la única cazadora en París, eso lo sé bien. Hay ciertos lugares que venden cosas ‘muy específicas’, demasiado. Cosas que son sencillas de conseguir cuando no deberían serlo, eso me preocupa. No quisiera que estuviera en campo abierto. Hubiese preferido que permaneciera en el refugio del sótano. Si, la verdad es que quiero encerrarlo. Pero el miedo a perderlo es 100 veces más grande, que lo que sería el enfado del lobo, por estar prisionero. – “Tenemos, tenemos mucho que hablar de esta noche.” Vuelvo a sentir que es mi primera noche de cacería otra vez. Conozco todo lo que necesito saber, pero jamás he hecho esto antes. Un libro, rara vez tiene la capacidad de expresar concisamente, los sentimientos que van a atravesar tu pecho o los que se quedarán atorados en la garganta. El conocimiento es genérico, y deja fuera todas las emociones que implican los hechos reales en sí. Incluyendo el temor. El desconcierto se difumina en cuanto se restriega contra mi piel, y su miembro se proclama contra mi resentida entrepierna. –“mmmm…” se me escapa de la boca seguido de una inspiración profunda. Si comenzamos otra vez, jamás saldremos de esta habitación. Y considerando lo que me provoca no sé porque querría salir…
- “Desayuno…” – Necesito un evento que me traiga a la realidad. Beso rápido su mejilla y busco soltarme, necesitamos salir de este bucle interminable que siempre nos regresa a la cama. – “Desayuno primero.” Me asomo a la puerta, y ordeno el servicio para ambos, con un gran extra para Kendrick. Esta vez, estoy consciente de lo que come. Cierro la puerta y me mantengo contra ella, con las manos detrás de mi cuerpo. – “De acuerdo. Esta noche, implica más cosas de las que puedo… es como, hay mucho… Kendrick, yo sólo quiero cuidarte.” Apresuro un paso vergonzoso a sus brazos. No sé cómo expresar el amor y el temor que guardo para esta noche. El amor suficiente como para aceptar todo lo que me enseñaron a rechazar. El amor que me hace temer perderte. El miedo de que algo suceda, que algo te suceda. Un beso apasionado es el que deposito en sus labios, acariciando su nuca y su mejilla. Amor mío, cuanto te amo y no me atrevo a decirlo. La sonrisa retorna juguetona cuando un pensamiento divertido cruza mi mente. – “Respecto a lo otro… Deberás pedirle el permiso para cortejarme a Lord Charles Moncrieff, duque de Devonshire. Él es quién me ayuda con las finanzas, y se presentó como mi guardián, para que mi tío no tuviera injerencia.” – A decir verdad me causa mucha gracia, comenzar todo otra vez, que pida permiso, para que este a su lado; una vez más.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Nuevos caminos,
antiguos viajeros.
antiguos viajeros.
Te amo tanto como necesito aire para respirar, para continuar un camino que a tu lado es tan fácil como reír o mirar. Y si tengo que vivir, que sea a tu lado es la parte que más me agrada de todas las opciones plausibles. Arropo tu cuerpo con el mío en tanto las ternuras que deben ser materializadas se otorgan el uno al otro entre besos y caricias. En un ir y venir constante porque ambos necesitamos tanto del otro que se nota en nuestras actitudes. Aspiro tu aroma cuando hablas del desayuno. Reacciono permitiendo que con lentitud te deslices de la seguridad de mis brazos que te alzan a mi altura, hasta que tus pequeños pies se depositan en el suelo. Beso tu cabeza, la coronilla de ésta llevando tu aroma, uno delicioso y encantador, a mi nariz para guardarlo de nuevo. Porque parece que ha cambiado con estos años separados. Acaricio tu espalda. Te escapas de mi presa para ir a la puerta. Me alboroto los pequeños cabellos de mi nuca observando tu andar, esas caderas que quisiera sujetar para no dejarlas ir. Ese trasero duro y bien formado que me incita a morderlo o darle un par de buenas palmadas.
De sólo pensar en ello, me hormiguea la mano. Mitigo mi ansiedad metiendo ambas -para no tener mayor tentación- en el interior de los bolsillos de mi pantalón. - Pediste demasiada comida - me acerco a la cama para atraparte a mitad del camino para disfrutar de nuevo de la mejor parte del desayuno que he tenido en años: tus labios, tu presencia, tu compañía. Besuqueo tu mejilla escuchando lo del permiso. Gruño con impaciencia alzando la cabeza para mirar tus ojos como si hubieras dado un golpe bajo - así que juegas rudo. ¿Un duque? ¿Al menos tiene tres dedos de frente para entender que busco estar contigo y no piense en mis riquezas como tu tío? Pensé que tenía que ir a con tu pariente ese - hablo con desdén de tu familia. Es así, hasta tu padre le tenía desconfianza. Un tema del que hablaba poco, pero lo hacía. Estaba latente la avaricia de tu tío en cada movimiento. Quizá por ello es que tu padre permitió que te cortejara y que nos comprometiéramos - antes de ir, espero que le digas que éramos prometidos. Para que entienda que si regreso es porque soy muy terco o porque te amo de verdad - deslizo los labios por tu diestra sien.
Te apreso la cintura con los brazos ansiando más tu calor, el contacto de tu cuerpo contra el mío - espero que no me dé un sermón del cómo un hombre debe tener el pene metido en los pantalones hasta el matrimonio - resoplo porque con tus actitudes juguetonas, será imposible de cumplir. Noto tu piel fría, te alzo de nuevo para recostarte en el lecho cubriéndote con las mantas - estás fría, amor - froto mis manos contra tus brazos para darte calor. Sólo sería necesario acomodarme para que la cama esté más que tibia, sólo que no deseo que los sirvientes se escandalicen por mis andares impropios en la casa de tu padre. De tu madre. De tu familia. Bah, como sea. Son tus ojos los que me conquistan al posarse en los míos. Te sonrío con expresión típica de un hombre enamorado. ¿Cómo fue que te colaste tan hondo sin que las alarmas sonaran? Eres toda una mujer aventurera y saber que puedo tenerte todavía a mi lado, hace que el día sea más soleado. ¿Ves cuánto me importas? ¿Cuánto es que te necesito conmigo? Te amo, te abro el corazón para que tú tomes todo lo que quieras de mí.
Si me viera mi familia, seguro que estarían sorprendidos. Lo que te dije no es mentira, sólo una mujer me ha hecho pensar en sentar cabeza. Eres tú. Mi diosa argenta, la dama más bella de todas. La guerrera más valiente y tozuda. Sé que tienes tus defectos, la diferencia es que aún y a pesar de ellos, te adoro. Beso tu nariz, tus mejillas, bajo hasta tu mentón - si alguien debe adorarte como una diosa, seré yo - susurro entre mimos, entre caricias dulces y suaves, tus brazos, tus mejillas, tus cabellos reciben mi roce. Puedo mantener los ojos cerrados en cada caricia, la diferencia es que anhelo ver tus respuestas y tus expresiones cuando paseo mi epidermis contra la tuya cubierta o no. Sé que es atrevido que esté en tu habitación ¿Y quién va a acusarnos? Ninguno de tus sirvientes tiene el peso moral para ello. De acuerdo, sólo tu nana a quien respeto porque su carácter es tan firme que me deja estático. ¿Quién más? Así que aprovecho la soledad que nos brinda la preparación del desayuno para conservar este momento entre besos y caricias, ternuras y palabras dulces donde sólo tú seas la protagonista y la única que merece mis atenciones. Por fin, mi suerte parece haber cambiado.
Kendrick McGrath- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 02/06/2018
Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
No se puede apreciar la belleza de algo si es eterno. No se puede conservar los sentimientos en un cofre. Y aunque pese, a todos y cada uno de estos seres mezquinos y efímeros que pisamos fugazmente la tierra; no se puede apreciar, lo que se da por sentado. Los movimientos envolventes de mis pies sobre el suelo, es como caminar entre nubes. Floto en su presencia, porque recuerdo las locuras del amor, esos impulsos que llevo inescrupulosamente repitiendo desde anoche con él; y que demuestran que he vivido mi enamoramiento con intensa pasión.
Que he pedido demasiada comida, dice él. Estamos a sólo minutos de probar esa teoría. Sé lo que un licántropo come, multiplícalo en una luna llena. Sólo deseo complacerlo, que vea que entiendo, o al menos, que intento entender. Aún no estoy muy segura sobre aceptarlo, pero es un hecho. Los hechos son intransgredibles, es lo que es, y nada más. O aprendo a lidiar con esto o a relación termina antes de empezar. Me río tontamente cuando interrumpe mi paso con sus brazos. Es tan simple, tan tonto y significa tanto. Los hombres sueñan con la cabeza en las nubes. Si las nubes pudieran soñar, imagino que pensarían en ti; igual que yo. ¿Acaso hay algo más utópico que el placer de desvanecer en el cálido abrazo de tu piel? Podría dormirme tranquila, sabiendo que si el infierno se desata en la tierra, de todo mal son resguardo tus brazos.
La inocencia me consume en cada minuto que dejo mi corazón consumir pasos no recorridos, con tal de volver a tener lo que perdí. Y en lo profundo, la rígida yo; la que sabe hacer las cosas adecuadamente y rara vez ignoro, se retuerce de envidia y molestia en mi interior. Impulsiva, irresponsable, pasional y entregada. Ni un pecado dejo fuera de la lista, y aún no ha llegado la noche, para cumplir a tu lado un día. Por eso es bueno, que también me recuerdes tus defectos. La soberbia de creer que nadie está a tu altura. – “¿No lo conoces aún y ya le estas criticando? Charles es un magnifico hombre… a pesar de sus gustos…” – la primera parte es un reproche, el segundo, esa niña interior otra vez haciéndose cargo de mis comentarios. Celos encubiertos, desengaño de ilusión y molestia. Me agrade o no, Cinder Grimm, es aún, una licantropa.
Por eso, lento separo nuestros cuerpos. – “Si Charles fuera un mal hombre, no hubiese insistido en ayudarme, me hubiese dejado tal como me encontró, a mi divina suerte. Y no creo que tu dinero le haga falta, ni le pique en su codicia. Es duque, tiene suficiente por si mismo. ¿Quieres que le hable de ti? Ya le hablado de ti.” – Algo para alimentar tu ego – “Creí que no era propio que una joven dama incurriera en temas de caballeros.” – Agrego con fingida inocencia. – “Pero si eso quieres… Y si te da un discurso, bien. Muy bien dado. Así sabrás tú con quién hablas y le agradecerás por cuidar de mí. Y él sabrá, que ahí en tus pantalones dónde lo tienes, se quedará hasta que decida lo contrario. ¿Cuál es la diferencia entre lo que sucedía antes?” ¡Anoche! Esa es la gran diferencia. Pero esta vez la ingenuidad no fue fingida, y me tomará varias horas de meditación entender, que un paso más a la intimidad, planeado o no planeado, modifica a la pareja.
Nuevamente me alza e irguiendo mis rodillas me apoyo sobre estas, dejando que me entibie con su piel ardiente y sus manos frotando mi piel. – “Siempre tengo frío. Siempre estoy fría para ti, que ti piel es un pequeño sol.” – Sonrisas, esa es la prueba más fehaciente de que alguien te hace feliz. Esa incontenible mueca de los labios que sólo se modifica, cuando algo entre los enamorados no va bien. Ámame, adórame y cumple todas mis promesas para que no se rompa mi corazón. – “Yo, debería cambiarme y usted, Señor McGrath, no deberías estar aquí cuando lo haga.” Deslizo mi mano por su frente. Tan suave y tersa, su imagen me engaña y hace que olvide que es tanto mayor que yo. – “Y tu deberías arreglar tu arrebatado cabello.” – La razón, pierde con todas las batallas contra el corazón. La diferencia es que mientras la razón suma y resta os caminos lógicos, el corazón ya salto al vacío deseando, esperando que pueda aprender a volar, antes de tocar el piso. Muchos se estrellan, se rompen en mil pedazos y del dolor pasan al odio, cualquier sentimiento que pueda ser más intenso que la pena. Otros aprenden a volar, incluso, cuando están en el suelo. Yo… yo sé que tú me vas a atajar, tú y todo tú; con ese arrebatado cabello.
Que he pedido demasiada comida, dice él. Estamos a sólo minutos de probar esa teoría. Sé lo que un licántropo come, multiplícalo en una luna llena. Sólo deseo complacerlo, que vea que entiendo, o al menos, que intento entender. Aún no estoy muy segura sobre aceptarlo, pero es un hecho. Los hechos son intransgredibles, es lo que es, y nada más. O aprendo a lidiar con esto o a relación termina antes de empezar. Me río tontamente cuando interrumpe mi paso con sus brazos. Es tan simple, tan tonto y significa tanto. Los hombres sueñan con la cabeza en las nubes. Si las nubes pudieran soñar, imagino que pensarían en ti; igual que yo. ¿Acaso hay algo más utópico que el placer de desvanecer en el cálido abrazo de tu piel? Podría dormirme tranquila, sabiendo que si el infierno se desata en la tierra, de todo mal son resguardo tus brazos.
La inocencia me consume en cada minuto que dejo mi corazón consumir pasos no recorridos, con tal de volver a tener lo que perdí. Y en lo profundo, la rígida yo; la que sabe hacer las cosas adecuadamente y rara vez ignoro, se retuerce de envidia y molestia en mi interior. Impulsiva, irresponsable, pasional y entregada. Ni un pecado dejo fuera de la lista, y aún no ha llegado la noche, para cumplir a tu lado un día. Por eso es bueno, que también me recuerdes tus defectos. La soberbia de creer que nadie está a tu altura. – “¿No lo conoces aún y ya le estas criticando? Charles es un magnifico hombre… a pesar de sus gustos…” – la primera parte es un reproche, el segundo, esa niña interior otra vez haciéndose cargo de mis comentarios. Celos encubiertos, desengaño de ilusión y molestia. Me agrade o no, Cinder Grimm, es aún, una licantropa.
Por eso, lento separo nuestros cuerpos. – “Si Charles fuera un mal hombre, no hubiese insistido en ayudarme, me hubiese dejado tal como me encontró, a mi divina suerte. Y no creo que tu dinero le haga falta, ni le pique en su codicia. Es duque, tiene suficiente por si mismo. ¿Quieres que le hable de ti? Ya le hablado de ti.” – Algo para alimentar tu ego – “Creí que no era propio que una joven dama incurriera en temas de caballeros.” – Agrego con fingida inocencia. – “Pero si eso quieres… Y si te da un discurso, bien. Muy bien dado. Así sabrás tú con quién hablas y le agradecerás por cuidar de mí. Y él sabrá, que ahí en tus pantalones dónde lo tienes, se quedará hasta que decida lo contrario. ¿Cuál es la diferencia entre lo que sucedía antes?” ¡Anoche! Esa es la gran diferencia. Pero esta vez la ingenuidad no fue fingida, y me tomará varias horas de meditación entender, que un paso más a la intimidad, planeado o no planeado, modifica a la pareja.
Nuevamente me alza e irguiendo mis rodillas me apoyo sobre estas, dejando que me entibie con su piel ardiente y sus manos frotando mi piel. – “Siempre tengo frío. Siempre estoy fría para ti, que ti piel es un pequeño sol.” – Sonrisas, esa es la prueba más fehaciente de que alguien te hace feliz. Esa incontenible mueca de los labios que sólo se modifica, cuando algo entre los enamorados no va bien. Ámame, adórame y cumple todas mis promesas para que no se rompa mi corazón. – “Yo, debería cambiarme y usted, Señor McGrath, no deberías estar aquí cuando lo haga.” Deslizo mi mano por su frente. Tan suave y tersa, su imagen me engaña y hace que olvide que es tanto mayor que yo. – “Y tu deberías arreglar tu arrebatado cabello.” – La razón, pierde con todas las batallas contra el corazón. La diferencia es que mientras la razón suma y resta os caminos lógicos, el corazón ya salto al vacío deseando, esperando que pueda aprender a volar, antes de tocar el piso. Muchos se estrellan, se rompen en mil pedazos y del dolor pasan al odio, cualquier sentimiento que pueda ser más intenso que la pena. Otros aprenden a volar, incluso, cuando están en el suelo. Yo… yo sé que tú me vas a atajar, tú y todo tú; con ese arrebatado cabello.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Ahí me estás reprendiendo de nuevo por catalogar con tanta facilidad a aquéllos que te rodean. ¿Acaso no sabes que soy sobreprotector desde la punta de mis cabellos hasta la planta de mis pies? Que alguien más esté rondándote, me pone de mal humor. Más si no lo conozco y por supuesto, se toma tantas atribuciones como ser el hombre a quien debo confrontar para demostrarle que te amo. Ahí vamos muy mal. - ¿A pesar de sus gustos? ¿A qué te refieres con eso? - me pica la nuca de estupor, curiosidad y un innato sentido de advertencia que perdura. Algo está muy mal. Y en lugar de contestar, me desvías la conversación alejándote de mi cuerpo. Gruño por inercia.
¿Es que acaso he detectado un timbre de... celos? Más lo siguiente que dices me deja pensando. ¿Tu divina suerte? - ¿Qué significa eso de que te hubiese dejado tal como te encontró? - ya estoy inquiriendo con preocupación. - ¿Duque? Bueno, eso podría ser bueno. ¿Le hablaste de mí? ¿Qué le dijiste? - siento todo el cuerpo en tensión. Si el hombre no tiene un buen concepto de mí, ya vamos otra vez mal. Y no mal, peor. Echo la cabeza atrás sintiendo que cada vez que abres tu linda boca, me complicas más la existencia. ¿De verdad deseo a semejante buscapleitos en mi vida? Y la respuesta me viene cuando miro tus ojos. Sí, te amo tanto, amor mío, que vale la pena todos los problemas en los que me metes con y sin intención.
Me sacudo los cabellos de la nuca con la mano haciendo que salgan por distintos caminos como si no soportaran mi tacto al escuchar todo lo que dices. Será una tarde larga cuando decida encontrarme con ese duque, ya lo estoy viendo. Al menos, podré hablar con otro hombre y conocer qué fue lo que te pasó durante mi ausencia. - De acuerdo, Annice, de acuerdo, ya hablaremos ese Charles y yo, a su debido tiempo. A menos que tengas una idea de cuándo tengamos que concertar una cita - si es un duque, supongo que tiene la agenda apretada lo cual será un alivio. Así podré estar un tiempo más contigo antes de que todo se vuelva a salir de control. Odio cuando sucede eso. Lo detesto. Me gusta que todo sea como lo planeé. ¿Hay algo de malo en ello?
Quizá es que no comprendo tu mente, quizá es que al final, por más inteligente que me sienta, por más que piense que puedo con las situaciones, sólo soy un imbécil. Un analfabeta emocional que ni siquiera sabe tratarte como mereces. Que la mayor parte del tiempo finjo estar feliz a tu lado cuando no puedo encontrar la manera de acceder a tu mente y es por eso que intento mantener oculto mi perfil, mi licantropía. ¿Ves cuán débil soy en realidad? Por más fuerza que piense que poseo, en realidad sólo es una fachada para mi vulnerable corazón. Te amo, sólo que desconozco muchas veces cómo acercarme a ti, cómo hacer que te fijes realmente en mí y dejes de temer lo que pudiera suceder. No me siento tan buena persona para ti la mayor parte del tiempo. No es por baja autoestima, es que mis capacidades son diferentes a las tuyas, que sólo tú puedes comprender cómo y cuándo actuar en tanto soy un pelele que sólo ignora cuando le dices que pare.
Hay momentos en que considero que estarías mejor sin mí. ¿Por qué me aferro a ti? Y es porque te amo. Me siento completo cuando estoy contigo, satisfecho de vivir por ti, morir por ti, sufrir por ti. Sólo no sé demostrarlo o bien, no sé cómo hacer para que lo comprendas en su totalidad. Podrás decir todo lo que quieras, pero quizá es que mi alfabetismo emocional es por completo equivocado y sí, repito, soy un reverendo imbécil. Y en tanto medito todo ésto, me pides que te deje sola para arreglarte. Asiento con la cabeza caminando hacia afuera a sabiendas de que tu intimidad es eso, sólo tuya. Mientras no aceptes ser mi pareja, mi esposa y dar un paso a la vez hasta llegar a la vejez, tienes mi alma en vilo, mi corazón en un puño y mi esperanza en tu boca. Eres tú quien determina, eres tú quien piensa y elige. ¿Acaso no te das cuenta que te amo? Tanto que duele.
Me quedo afuera esperando en silencio, recargado contra la pared. Sería tan fácil bajar las escaleras y perderme en las afueras de tu hogar hasta que no vuelvas a cruzarte conmigo nunca más, que me pregunto por qué me detengo. Quizá porque soy el mayor imbécil del mundo, sin duda alguna. Y como tal, esperaré. Sólo que antes de esperar, mejor iré a arreglarme el cabello, así dejarás de decir que estoy desaliñado.
¿Es que acaso he detectado un timbre de... celos? Más lo siguiente que dices me deja pensando. ¿Tu divina suerte? - ¿Qué significa eso de que te hubiese dejado tal como te encontró? - ya estoy inquiriendo con preocupación. - ¿Duque? Bueno, eso podría ser bueno. ¿Le hablaste de mí? ¿Qué le dijiste? - siento todo el cuerpo en tensión. Si el hombre no tiene un buen concepto de mí, ya vamos otra vez mal. Y no mal, peor. Echo la cabeza atrás sintiendo que cada vez que abres tu linda boca, me complicas más la existencia. ¿De verdad deseo a semejante buscapleitos en mi vida? Y la respuesta me viene cuando miro tus ojos. Sí, te amo tanto, amor mío, que vale la pena todos los problemas en los que me metes con y sin intención.
Me sacudo los cabellos de la nuca con la mano haciendo que salgan por distintos caminos como si no soportaran mi tacto al escuchar todo lo que dices. Será una tarde larga cuando decida encontrarme con ese duque, ya lo estoy viendo. Al menos, podré hablar con otro hombre y conocer qué fue lo que te pasó durante mi ausencia. - De acuerdo, Annice, de acuerdo, ya hablaremos ese Charles y yo, a su debido tiempo. A menos que tengas una idea de cuándo tengamos que concertar una cita - si es un duque, supongo que tiene la agenda apretada lo cual será un alivio. Así podré estar un tiempo más contigo antes de que todo se vuelva a salir de control. Odio cuando sucede eso. Lo detesto. Me gusta que todo sea como lo planeé. ¿Hay algo de malo en ello?
Quizá es que no comprendo tu mente, quizá es que al final, por más inteligente que me sienta, por más que piense que puedo con las situaciones, sólo soy un imbécil. Un analfabeta emocional que ni siquiera sabe tratarte como mereces. Que la mayor parte del tiempo finjo estar feliz a tu lado cuando no puedo encontrar la manera de acceder a tu mente y es por eso que intento mantener oculto mi perfil, mi licantropía. ¿Ves cuán débil soy en realidad? Por más fuerza que piense que poseo, en realidad sólo es una fachada para mi vulnerable corazón. Te amo, sólo que desconozco muchas veces cómo acercarme a ti, cómo hacer que te fijes realmente en mí y dejes de temer lo que pudiera suceder. No me siento tan buena persona para ti la mayor parte del tiempo. No es por baja autoestima, es que mis capacidades son diferentes a las tuyas, que sólo tú puedes comprender cómo y cuándo actuar en tanto soy un pelele que sólo ignora cuando le dices que pare.
Hay momentos en que considero que estarías mejor sin mí. ¿Por qué me aferro a ti? Y es porque te amo. Me siento completo cuando estoy contigo, satisfecho de vivir por ti, morir por ti, sufrir por ti. Sólo no sé demostrarlo o bien, no sé cómo hacer para que lo comprendas en su totalidad. Podrás decir todo lo que quieras, pero quizá es que mi alfabetismo emocional es por completo equivocado y sí, repito, soy un reverendo imbécil. Y en tanto medito todo ésto, me pides que te deje sola para arreglarte. Asiento con la cabeza caminando hacia afuera a sabiendas de que tu intimidad es eso, sólo tuya. Mientras no aceptes ser mi pareja, mi esposa y dar un paso a la vez hasta llegar a la vejez, tienes mi alma en vilo, mi corazón en un puño y mi esperanza en tu boca. Eres tú quien determina, eres tú quien piensa y elige. ¿Acaso no te das cuenta que te amo? Tanto que duele.
Me quedo afuera esperando en silencio, recargado contra la pared. Sería tan fácil bajar las escaleras y perderme en las afueras de tu hogar hasta que no vuelvas a cruzarte conmigo nunca más, que me pregunto por qué me detengo. Quizá porque soy el mayor imbécil del mundo, sin duda alguna. Y como tal, esperaré. Sólo que antes de esperar, mejor iré a arreglarme el cabello, así dejarás de decir que estoy desaliñado.
Kendrick McGrath- Licántropo Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Para alcanzar un sueño, se requiere de una voluntad firme y constante; pero además, se requiere de una inmensa capacidad de entrega. Todos debemos dar el pago del camino que transitamos. Y aunque tengamos un objetivo claro en la mira, el camino para llegar a él, no es siempre como lo imaginamos. Las subidas y las bajadas muchas veces se convierten en tropiezos, y es la fe en el deseo de alcanzar lo que tanto anhelamos, lo que nos da la fuerza para levantarnos. Si debo creer en la fe que profeso, sé que Dios no siempre nos otorga lo que queremos; pero siempre nos da lo que necesitamos. No tengo el temple de soportar vivir en la pobreza, pero si, el corazón ferviente de recibir como amado a mi enemigo. De aprender, que dejarse llevar por las impresiones, no siempre califica adecuadamente a una persona. Pero sobre todo, el amor, es lo que nos hace fuertes y hombre y mujeres de Dios. Su imagen y semejanza, está en sus capacidades, no en cómo nos vemos.
Por eso emito el comentario, que sus gustos son relacionados a que peca noche y día junto a una licantropa. Acabo de perder la capacidad, de levantar esa piedra. Charles Moncrieff es, lo que hubiese descripto en mi juventud, como el perfecto pretendiente. Audaz, atractivo, fuerte, considerado. O eso piensas, hasta que le conoces mejor. Pero hay cualidades tan altivas, que ni siquiera los defectos pueden mitigarlas; y el duque, a mi mirada aún las conserva. Pero es una conversación que deberé tener con Kendrick, utilizando palabras más acertadas, que ‘malos gustos’.
La primavera abre su paso por la ventana, por lo cual, un vestido más ligero es adecuado a la situación. Veo os rayos de sol reflejándose en el suelo de madera. Cálido, intenso. Todo puede ser como antes…
Seleccionado el vestido, me veo en la necesidad de pedir asistencia a una de las criadas. Los corsettes, mataran a alguna mujer uno de estos días. Los odio profundamente. Pero no voy a protestar por eso hoy. Quiero, deseo y ansío verme bella para él, hoy. ¡Quince minutos completos, es lo que toma poner mi cuerpo dentro de estas vestimentas! ¡Mataran a alguien sin duda! Luego de todo este tiempo, prefiero elegir algo sencillo en el cabello. No más pérdidas de tiempo inútiles. Al fin y al cabo, ya conoce como se ve mi cabello despeinado. Y sólo hago esto por él.
Al salir intento resguardar la virtud que con tanta buena gana, estuvo a punto de escurrirse entre las sábanas en el día de ayer, y me inclino ante él, esperando su aprobación. Podría verme mejor, pero no deseo hacerle esperar. El desayuno aguarda y dejo que me conduzca hasta la abundante mesa, sonrojada, como si fuera la misma niña que conoció alguna vez. – “Probemos esa teoría tuya sobre la mucha comida, ¿quieres?” – Ahora sé, cuanto come un lobo humano.
Por eso emito el comentario, que sus gustos son relacionados a que peca noche y día junto a una licantropa. Acabo de perder la capacidad, de levantar esa piedra. Charles Moncrieff es, lo que hubiese descripto en mi juventud, como el perfecto pretendiente. Audaz, atractivo, fuerte, considerado. O eso piensas, hasta que le conoces mejor. Pero hay cualidades tan altivas, que ni siquiera los defectos pueden mitigarlas; y el duque, a mi mirada aún las conserva. Pero es una conversación que deberé tener con Kendrick, utilizando palabras más acertadas, que ‘malos gustos’.
La primavera abre su paso por la ventana, por lo cual, un vestido más ligero es adecuado a la situación. Veo os rayos de sol reflejándose en el suelo de madera. Cálido, intenso. Todo puede ser como antes…
Seleccionado el vestido, me veo en la necesidad de pedir asistencia a una de las criadas. Los corsettes, mataran a alguna mujer uno de estos días. Los odio profundamente. Pero no voy a protestar por eso hoy. Quiero, deseo y ansío verme bella para él, hoy. ¡Quince minutos completos, es lo que toma poner mi cuerpo dentro de estas vestimentas! ¡Mataran a alguien sin duda! Luego de todo este tiempo, prefiero elegir algo sencillo en el cabello. No más pérdidas de tiempo inútiles. Al fin y al cabo, ya conoce como se ve mi cabello despeinado. Y sólo hago esto por él.
Al salir intento resguardar la virtud que con tanta buena gana, estuvo a punto de escurrirse entre las sábanas en el día de ayer, y me inclino ante él, esperando su aprobación. Podría verme mejor, pero no deseo hacerle esperar. El desayuno aguarda y dejo que me conduzca hasta la abundante mesa, sonrojada, como si fuera la misma niña que conoció alguna vez. – “Probemos esa teoría tuya sobre la mucha comida, ¿quieres?” – Ahora sé, cuanto come un lobo humano.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
En la habitación que me fue concedida para mis necesidades de dormir y arreglo, me dirijo al sanitario para abrir el grifo del lavabo sorprendido de que este nuevo invento hace las delicias de cualquiera porque sólo es girar una estructura y el agua llega hasta mis manos. No hay que levantar cubetas, ir al aljibe para llenarla y traerla hasta el sitio donde será utilizada. La modernidad y los avances humanos me sorprenden tras esta revolución industrial. El agua fría moja mis dedos, tomo una pastilla de jabón para hacer espuma lavando mi rostro con fuerza, intentando así alejar mis temores y pésimos pensamientos. Si vine hasta acá, no me voy a regresar a mi tierra con las manos vacías. Tengo que luchar por ti, por mi, por un nosotros. Restriego bien la cara, aclaro el jabón con más agua dejando todo limpio y pulcro.
Un poco más del líquido frenará mi cabello que parece estar listo para ser una efigie de quien metió la cara en uno de los hornos de carbón y le explotó. Lo acomodo prolijo, como te gusta, más es mi estilo el que te agrada. Arreglo mis prendas frente al espejo, deseando tener algo de mi perfume para oler mejor para ti. Salgo de nuevo para esperar paciente sabiendo que las prendas de las mujeres son más complicadas que la ciencia. Reviso mis uñas tomando nota que pronto deberé cortar las puntas. Cuando sales, estás radiante. Sonrío apreciando la tela de tu vestido, cómo se amolda a tu cuerpo, tu rostro dulce y ansioso al que consuelo con un beso en el dorso de tu mano galante. - Eres la mujer más hermosa de París - coqueto, sonrío siendo el que te conduce por una casa que ya conozco hasta el comedor.
Lo servido, podría ser para tres personas, quizá cuatro. Mis ojos se posan en los tuyos que me corresponden con el sonrojo de tus mejillas. El aire de mis pulmones sale de golpe, de una sola vez con un sonido audible. Me sonrío a pesar de todo besando tu frente sin preocuparme por lo que digan los sirvientes - te preocupas demasiado, no había necesidad de traer tanto - te ayudo a tomar asiento, te imito y empezamos a comer. Si bien es cierto que la comida va desapareciendo conforme hablamos de banalidades como su estancia en París, lo que has visitado y lo que te falta, no dejo de preocuparme porque comas debidamente - Annice, esa moda juvenil de dejar de comer no es para ti que tienes actividades extra. Está diseñada para jovencitas que no mueven un solo dedo en su hogar y por ello, no tienen un desgaste físico. Empieza a comer poco a poco y presiona un poco más tu estómago hasta que puedas consumir con el tiempo, una porción decente - tampoco es que pueda pedir que ingieras lo mismo que tu hermano o tu padre.
Tus ojos me observan, sonrío negando con la cabeza - debes estar fuerte para la noche de hoy. Si tu idea está en acompañarme, no quiero que te desmayes ¿Entiendes? No hoy, por favor. Así que come, después de ésto, tendremos que ir a mi hogar, necesito ir a recoger algo - algo como mis ropas, mi bolso post transformación y de paso, un algo para que puedas cubrirte el cuerpo y que no te ataque. Me preocupa esta noche, no quiero que vayas conmigo, pero eres demasiado terca - ¿Acaso hay forma de que te quedes encerrada en tu casa? - mi voz suena débil, estoy muy nervioso por lo que sucederá en horas. Desearía no haberte encontrado, al menos, no en esta noche de luna llena.
Un poco más del líquido frenará mi cabello que parece estar listo para ser una efigie de quien metió la cara en uno de los hornos de carbón y le explotó. Lo acomodo prolijo, como te gusta, más es mi estilo el que te agrada. Arreglo mis prendas frente al espejo, deseando tener algo de mi perfume para oler mejor para ti. Salgo de nuevo para esperar paciente sabiendo que las prendas de las mujeres son más complicadas que la ciencia. Reviso mis uñas tomando nota que pronto deberé cortar las puntas. Cuando sales, estás radiante. Sonrío apreciando la tela de tu vestido, cómo se amolda a tu cuerpo, tu rostro dulce y ansioso al que consuelo con un beso en el dorso de tu mano galante. - Eres la mujer más hermosa de París - coqueto, sonrío siendo el que te conduce por una casa que ya conozco hasta el comedor.
Lo servido, podría ser para tres personas, quizá cuatro. Mis ojos se posan en los tuyos que me corresponden con el sonrojo de tus mejillas. El aire de mis pulmones sale de golpe, de una sola vez con un sonido audible. Me sonrío a pesar de todo besando tu frente sin preocuparme por lo que digan los sirvientes - te preocupas demasiado, no había necesidad de traer tanto - te ayudo a tomar asiento, te imito y empezamos a comer. Si bien es cierto que la comida va desapareciendo conforme hablamos de banalidades como su estancia en París, lo que has visitado y lo que te falta, no dejo de preocuparme porque comas debidamente - Annice, esa moda juvenil de dejar de comer no es para ti que tienes actividades extra. Está diseñada para jovencitas que no mueven un solo dedo en su hogar y por ello, no tienen un desgaste físico. Empieza a comer poco a poco y presiona un poco más tu estómago hasta que puedas consumir con el tiempo, una porción decente - tampoco es que pueda pedir que ingieras lo mismo que tu hermano o tu padre.
Tus ojos me observan, sonrío negando con la cabeza - debes estar fuerte para la noche de hoy. Si tu idea está en acompañarme, no quiero que te desmayes ¿Entiendes? No hoy, por favor. Así que come, después de ésto, tendremos que ir a mi hogar, necesito ir a recoger algo - algo como mis ropas, mi bolso post transformación y de paso, un algo para que puedas cubrirte el cuerpo y que no te ataque. Me preocupa esta noche, no quiero que vayas conmigo, pero eres demasiado terca - ¿Acaso hay forma de que te quedes encerrada en tu casa? - mi voz suena débil, estoy muy nervioso por lo que sucederá en horas. Desearía no haberte encontrado, al menos, no en esta noche de luna llena.
Kendrick McGrath- Licántropo Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
En 1739, se publicó una imagen del ‘Plan de Turgot-Bretez’, es el mapa más completo, del proyecto que terminó llamándose: ‘París’. En la historia, encontramos las mismas huellas que en la vida real. No todo es lo que parece. Lo que debía ser de una forma, termina tomando otra por el cauce natural de las acciones diarias. En este, estaban representados, todos los caminos que recorrían la ciudad, y sus alrededores. Definitivamente, el logro arquitectónico, más ambicioso de la época. Pero como mencioné, lo que anhelamos, no siempre se convierte en lo que planificamos. A veces, termina, tal como esta ciudad, convirtiéndose en algo mucho más magnifico.
La normalidad, es como un camino pavimentado. Es sencillo de transitar, pero nada puede crecer ni perdurar sobre ese suelo. Son los caminos más rústicos, con variados tipos de tierra, los que dan frutos, y diversidad a la naturaleza. Hoy, enfrento la realidad, de que lo natural y lo normal, son dos caminos diferentes. La normalidad, es una ilusión. Lo que es normal para una araña, es el caos para la mosca. He aquí mi araña, desayunando frente a mí; y yo, siendo tan mosca. Sin embargo, compartir estos momentos mundanos, me ayudan a recuperar el sentido de la importancia de las cosas. Meses, desde la última vez, que compartí una comida con alguien más, que el sepulcral silencio.
Escaso tiempo entre un reproche y otro. ¿Acaso no sabe que sin él en mi vida, he redoblado mis esfuerzos? La alimentación en soledad me angustia. La desesperación, me frustra. La comida perdió placer hace mucho tiempo, y con eso, mis ganas de ingerirla. Un nuevo pretendiente, esperaría de mí, delgadez extrema y palidez. Con este ritmo de vida, es una consecuencia sin esfuerzo. La sonrisa se desvanece para dar paso a la seriedad – “No puedo forzar a mi estómago. Me siento satisfecha con estas porciones. Y no planeo desmayarme esta noche.”- Intento dar un bocado más, pero me cuesta masticar lo que aún tengo mareando entre mis dientes y no me atrevo a tragar. Es más mi carácter por seguir hablando educadamente, que las ganas de ingerirlo.
- “¿No hay forma en la que TU te quedes encerrado en casa esta noche?” – El tono desafiante habla por sí mismo. Los cubiertos caen con poco agrado a los lados del plato. – “Kendrick, no estoy enfadada. Estoy preocupada. Hay más como yo aquí; muchos más. No sabes lo que puede suceder.” – Yo por el contrario, se exactamente lo que puede suceder. Y no quiero algo como eso. Si Charles no hubiese estado ahí esa noche… - “También hay más lobos. Y sé muy bien como caz… como… que hacer con ellos.” – Esto se complica. Se complica como actuar, se complica que decir. ¿Cómo ser decente, no insultarlo y cumplir con mis preceptos? Se complica… El suspiro se escapa de mi boca con la mirada a la vajilla frente a mí. Lo intento, realmente intento conciliarlo todo en cuestión de horas. Replantear mi vida en minutos y aceptar los nuevos hechos frente a mí. Necesito algo más, que sólo horas.
La normalidad, es como un camino pavimentado. Es sencillo de transitar, pero nada puede crecer ni perdurar sobre ese suelo. Son los caminos más rústicos, con variados tipos de tierra, los que dan frutos, y diversidad a la naturaleza. Hoy, enfrento la realidad, de que lo natural y lo normal, son dos caminos diferentes. La normalidad, es una ilusión. Lo que es normal para una araña, es el caos para la mosca. He aquí mi araña, desayunando frente a mí; y yo, siendo tan mosca. Sin embargo, compartir estos momentos mundanos, me ayudan a recuperar el sentido de la importancia de las cosas. Meses, desde la última vez, que compartí una comida con alguien más, que el sepulcral silencio.
Escaso tiempo entre un reproche y otro. ¿Acaso no sabe que sin él en mi vida, he redoblado mis esfuerzos? La alimentación en soledad me angustia. La desesperación, me frustra. La comida perdió placer hace mucho tiempo, y con eso, mis ganas de ingerirla. Un nuevo pretendiente, esperaría de mí, delgadez extrema y palidez. Con este ritmo de vida, es una consecuencia sin esfuerzo. La sonrisa se desvanece para dar paso a la seriedad – “No puedo forzar a mi estómago. Me siento satisfecha con estas porciones. Y no planeo desmayarme esta noche.”- Intento dar un bocado más, pero me cuesta masticar lo que aún tengo mareando entre mis dientes y no me atrevo a tragar. Es más mi carácter por seguir hablando educadamente, que las ganas de ingerirlo.
- “¿No hay forma en la que TU te quedes encerrado en casa esta noche?” – El tono desafiante habla por sí mismo. Los cubiertos caen con poco agrado a los lados del plato. – “Kendrick, no estoy enfadada. Estoy preocupada. Hay más como yo aquí; muchos más. No sabes lo que puede suceder.” – Yo por el contrario, se exactamente lo que puede suceder. Y no quiero algo como eso. Si Charles no hubiese estado ahí esa noche… - “También hay más lobos. Y sé muy bien como caz… como… que hacer con ellos.” – Esto se complica. Se complica como actuar, se complica que decir. ¿Cómo ser decente, no insultarlo y cumplir con mis preceptos? Se complica… El suspiro se escapa de mi boca con la mirada a la vajilla frente a mí. Lo intento, realmente intento conciliarlo todo en cuestión de horas. Replantear mi vida en minutos y aceptar los nuevos hechos frente a mí. Necesito algo más, que sólo horas.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Lo que recuerdo de ti, es que cuando nos reuníamos para almorzar o cenar, consumías más o menos una porción adecuada para tu edad y contextura física. Hoy, en tanto sigo desapareciendo la comida en los platos, me doy cuenta de que es menos lo que ingieres. Tus palabras son fuertes, hablan de momentos difíciles para que tu organismo no pueda aceptar más alimento. Que se cierre el tracto es señal de que le has obligado a tener menor cantidad de comida. ¿Acaso fue por mí? ¿Acaso fue desde que tu padre y tu hermano desaparecieron? Por el total ingerido, me parece que es lo primero. Me siento mal por ello, debí ¿Qué? ¿Regresar? Llevo mi mano diestra a mi cabello echándolo atrás con algo de frustración. Tengo que ayudarte a salir de ese hoyo en el que también te empujé, entre otros más.
La arremetida a mi reproche y mi segunda pregunta es letal. Aprovecho para meter un bocado y masticar lento, bien lento para que no dar oportunidad a que insistas porque es educado esperar a que el otro termine de comer. ¿No? Mientras tanto, medito la idea. Por mí, haría todo lo que tú quisieras. No importa el qué. Es mi lobo quien está frenético por la idea de mantenerlo encerrado entre cuatro paredes, quiere libertad, el aire del bosque, la hojarasca bajo las patas, la humedad en el pelaje. Son tantas las necesidades que dejarlo en la ciudad, le parecería una locura y se pondría muy agresivo. - Te daría todo lo que quieras, más no eso, Annice. ¿Cómo encierras a un pájaro que toda su vida fue libre y quieres que permanezca entre barrotes? Eso es lo que siente mi lobo. Ansía salir a la luz de la luna, sentir el viento mecer su pelaje, estirar las patas, rasguñar los árboles cual gato, cazar un venado o una liebre - quizá eso último no debí decirlo en voz alta.
Veo la tensión de tu cuerpo antes de que digas más. Te ataco de nuevo, para que entiendas y te pongas en sus zapatos - como lo deje encerrado, de acuerdo, va a aguantar unos meses, más tarde que temprano, todo lo que reprimes va a estallar. Y no creo que sea con aullidos o gruñidos. Va a intentar escapar y pagaremos las consecuencias cuando la luna desaparezca. Ya sea por las personas heridas o bien, por mi propio cuerpo lastimado por la plata porque sólo así podrías contenerlo. Con grandes grilletes de plata que le quemarán. Nos quemarán - llevo una mano inconsciente a mi siniestra muñeca. Alguna vez lo hice, cuando supe que estaban ustedes en plena cacería licántropa y no pude escapar de Londres. Tuve que fingir que viajé enviándote una carta con esas noticias, la verdad fue que me quedé en casa, oculto, atado con gruesas cadenas que casi ceden.
Sujeto mi cabeza con ambas manos pensando que ésto puede ser una gran equivocación - soy un licántropo, Annice. No puedo cambiar eso, me mordieron, me dieron la maldición y con ella vivo, ¿Podrías confiar un poco en que no soy un mal lobo? Si es cierto que sus instintos se desatan cuando la luna aparece redonda en todo lo alto, también lo es que jamás he probado carne humana. ¿Podrías creer que puede controlarse? - tomo la copa para dar un largo trago terminando su contenido. La observo brillar con el reflejo del sol que empieza a caer, tengo aproximadamente dos horas para ir a mi hogar, tomar mi bolso y buscar un sitio donde transformarme sin que sea un territorio de otro hombre lobo. Me preocupa eso, el no hallar un sitio seguro - tengo que irme. Si quieres acompañarme, eres bienvenida aunque por favor, Annice. Lleva tu escopeta y las balas de plata. Si estás tan empeñada en ir conmigo y verlo todo, no quiero que el lobo te ataque - no lo soportaría. Por eso es que desearía no vinieras conmigo.
Más entiendo que también es tu curiosidad la que te mueve. Estoy maldito y lo estaré más como el lobo te haga daño porque no podré convencerte de que no es peligroso. Espero que pueda controlarse. Espero que puedas controlarte.
La arremetida a mi reproche y mi segunda pregunta es letal. Aprovecho para meter un bocado y masticar lento, bien lento para que no dar oportunidad a que insistas porque es educado esperar a que el otro termine de comer. ¿No? Mientras tanto, medito la idea. Por mí, haría todo lo que tú quisieras. No importa el qué. Es mi lobo quien está frenético por la idea de mantenerlo encerrado entre cuatro paredes, quiere libertad, el aire del bosque, la hojarasca bajo las patas, la humedad en el pelaje. Son tantas las necesidades que dejarlo en la ciudad, le parecería una locura y se pondría muy agresivo. - Te daría todo lo que quieras, más no eso, Annice. ¿Cómo encierras a un pájaro que toda su vida fue libre y quieres que permanezca entre barrotes? Eso es lo que siente mi lobo. Ansía salir a la luz de la luna, sentir el viento mecer su pelaje, estirar las patas, rasguñar los árboles cual gato, cazar un venado o una liebre - quizá eso último no debí decirlo en voz alta.
Veo la tensión de tu cuerpo antes de que digas más. Te ataco de nuevo, para que entiendas y te pongas en sus zapatos - como lo deje encerrado, de acuerdo, va a aguantar unos meses, más tarde que temprano, todo lo que reprimes va a estallar. Y no creo que sea con aullidos o gruñidos. Va a intentar escapar y pagaremos las consecuencias cuando la luna desaparezca. Ya sea por las personas heridas o bien, por mi propio cuerpo lastimado por la plata porque sólo así podrías contenerlo. Con grandes grilletes de plata que le quemarán. Nos quemarán - llevo una mano inconsciente a mi siniestra muñeca. Alguna vez lo hice, cuando supe que estaban ustedes en plena cacería licántropa y no pude escapar de Londres. Tuve que fingir que viajé enviándote una carta con esas noticias, la verdad fue que me quedé en casa, oculto, atado con gruesas cadenas que casi ceden.
Sujeto mi cabeza con ambas manos pensando que ésto puede ser una gran equivocación - soy un licántropo, Annice. No puedo cambiar eso, me mordieron, me dieron la maldición y con ella vivo, ¿Podrías confiar un poco en que no soy un mal lobo? Si es cierto que sus instintos se desatan cuando la luna aparece redonda en todo lo alto, también lo es que jamás he probado carne humana. ¿Podrías creer que puede controlarse? - tomo la copa para dar un largo trago terminando su contenido. La observo brillar con el reflejo del sol que empieza a caer, tengo aproximadamente dos horas para ir a mi hogar, tomar mi bolso y buscar un sitio donde transformarme sin que sea un territorio de otro hombre lobo. Me preocupa eso, el no hallar un sitio seguro - tengo que irme. Si quieres acompañarme, eres bienvenida aunque por favor, Annice. Lleva tu escopeta y las balas de plata. Si estás tan empeñada en ir conmigo y verlo todo, no quiero que el lobo te ataque - no lo soportaría. Por eso es que desearía no vinieras conmigo.
Más entiendo que también es tu curiosidad la que te mueve. Estoy maldito y lo estaré más como el lobo te haga daño porque no podré convencerte de que no es peligroso. Espero que pueda controlarse. Espero que puedas controlarte.
Kendrick McGrath- Licántropo Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Nadie puede, ni jamás podría entender al otro, si primero no se da a la tarea de empatizar con su vida. De habitar su piel y caminar con sus contrapesos y heridas. Lo cual nos lleva al trágico punto, de que no es un ruiseñor de lo que hablamos. No es un puma de montaña, ni un perro algo enfadado. Kendrick es un hombre alto, sumemos al menos, medio metro más a eso. Ahora, tripliquemos su musculatura y agreguemos a ello algo de sed de sangre. Definitivamente, no un inocente animal. Y aun así, tan ligero en sus palabras, muy ausentes de autocrítica, habla de cohibir las libertades de uno de los más peligrosos y feroces depredadores sobre la tierra. Una ceja se alza ante esa frase que lejos de generarme pena y ternura, despierta a mi instinto cazador. – “A-ha.”
Recuerdo muy bien cuando mi padre comenzó a utilizar la ingeniosa táctica de la “culpa”. Debía tener unos 16 años, y cada vez que mis instintos me llevaban a elegir algo que no era propio de una dama, mi padre sacaba a relucir su frase favorita: “Si tú crees que a tu madre le gustaría eso… bueno, entonces supongo que está bien.” Estamos de acuerdo en que mi madre no hubiese aprobado ni una sola de las situaciones en las que mi padre utilizó su bendita frase. Aunque ahora, a la distancia y pensándolo bien, debí decirle lo mismo cuando comenzó a entrenarnos y prepararnos para una vida de cazadores. ¿Mi madre realmente hubiese aprobado este tipo de vida para sus hijos?
No es algo muy diferente a lo que Kendrick aquí está haciendo. Proyecta un supuesto a futuro, donde la toma de MIS decisiones, resultan en trágicas consecuencias gracias a su abnegado amor, que se somete a ellas sin cuestionarlas. ¡Pero qué coincidencia! Va a tener que poner más cara de cachorro abandonado si quiere que realmente considere sus palabras al pie de la letra. – “A-ha.”
Por otro lado, y para ser justa con esta situación, jamás antes he tenido la oportunidad de observar la vida de los licántropos de primera mano. De comparar sus alter egos y entonces reflexionar sobre su actuar. Se me ha dicho, y sin opción a cuestionar, he aceptado la realidad que se presenta frente a mis ojos. ¿Cómo llegar a Dios, si primero no encentro cual es el camino correcto para llegar a él? Por otro lado, la iglesia… No más dudas sobre eso, debo ver esto como una oportunidad. Sin embargo, aunque jura y perjura, ni el mismo está seguro de lo que pasó o pueda pasar. O estas consiente de que jamás ha tocado carne humana, o llevo la escopeta, ponte de acuerdo. Este no es un buen momento para poner las cosas más tensas, pero quizá esa porción extra de tarta de limón…
Lento acerco el plato con el Lemon pie reposante sobre él, buscando la oportunidad de abrirse paso hacia mi boca, casi es como si rogara que lo comiera. Pausado y gradualmente dejo que el tenedor se entierre en el contenido y lo separe de la porción. Observo el pedazo antes de deleitar mi paladar con él. Creo que puedo comerme una porción más de esta delicia. Limpio mi boca adecuadamente con la servilleta y veo a mi viejo y nuevo amante intensamente.
- “Decídite. Y piénsalo bien esta vez antes de contestar Kendrick McGrath. ¿Sabes lo que ocurre cuando entras en ese estado, o sólo adivinas cuando todo termino? ¿O soy bienvenida o voy bajo mi propio riesgo?” – Alzo la ceja nuevamente, pero segundos bastan para que deje mi actitud superior a un lado. – “Creo que tú, tienes más miedo que yo a esta noche.” – Una voz suave y cálida inunda la habitación con palabras melodiosas al pronunciarse. Vuelvo a ser yo…
Recuerdo muy bien cuando mi padre comenzó a utilizar la ingeniosa táctica de la “culpa”. Debía tener unos 16 años, y cada vez que mis instintos me llevaban a elegir algo que no era propio de una dama, mi padre sacaba a relucir su frase favorita: “Si tú crees que a tu madre le gustaría eso… bueno, entonces supongo que está bien.” Estamos de acuerdo en que mi madre no hubiese aprobado ni una sola de las situaciones en las que mi padre utilizó su bendita frase. Aunque ahora, a la distancia y pensándolo bien, debí decirle lo mismo cuando comenzó a entrenarnos y prepararnos para una vida de cazadores. ¿Mi madre realmente hubiese aprobado este tipo de vida para sus hijos?
No es algo muy diferente a lo que Kendrick aquí está haciendo. Proyecta un supuesto a futuro, donde la toma de MIS decisiones, resultan en trágicas consecuencias gracias a su abnegado amor, que se somete a ellas sin cuestionarlas. ¡Pero qué coincidencia! Va a tener que poner más cara de cachorro abandonado si quiere que realmente considere sus palabras al pie de la letra. – “A-ha.”
Por otro lado, y para ser justa con esta situación, jamás antes he tenido la oportunidad de observar la vida de los licántropos de primera mano. De comparar sus alter egos y entonces reflexionar sobre su actuar. Se me ha dicho, y sin opción a cuestionar, he aceptado la realidad que se presenta frente a mis ojos. ¿Cómo llegar a Dios, si primero no encentro cual es el camino correcto para llegar a él? Por otro lado, la iglesia… No más dudas sobre eso, debo ver esto como una oportunidad. Sin embargo, aunque jura y perjura, ni el mismo está seguro de lo que pasó o pueda pasar. O estas consiente de que jamás ha tocado carne humana, o llevo la escopeta, ponte de acuerdo. Este no es un buen momento para poner las cosas más tensas, pero quizá esa porción extra de tarta de limón…
Lento acerco el plato con el Lemon pie reposante sobre él, buscando la oportunidad de abrirse paso hacia mi boca, casi es como si rogara que lo comiera. Pausado y gradualmente dejo que el tenedor se entierre en el contenido y lo separe de la porción. Observo el pedazo antes de deleitar mi paladar con él. Creo que puedo comerme una porción más de esta delicia. Limpio mi boca adecuadamente con la servilleta y veo a mi viejo y nuevo amante intensamente.
- “Decídite. Y piénsalo bien esta vez antes de contestar Kendrick McGrath. ¿Sabes lo que ocurre cuando entras en ese estado, o sólo adivinas cuando todo termino? ¿O soy bienvenida o voy bajo mi propio riesgo?” – Alzo la ceja nuevamente, pero segundos bastan para que deje mi actitud superior a un lado. – “Creo que tú, tienes más miedo que yo a esta noche.” – Una voz suave y cálida inunda la habitación con palabras melodiosas al pronunciarse. Vuelvo a ser yo…
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
De tu boca salen esos sonidos que escuché en Londres y que por supuesto, no me dan un ápice de confianza. ¿Estamos de nuevo dudando de mis palabras? ¿Por qué debería sorprenderme que seas así, que cuestiones mis oraciones puesto que fui yo, el que también te incitó a ello? De haber sabido que utilizarías ese agudo pensamiento, hubiera hecho caso omiso a tus ojos de cordero cuando me pedías que te mostrara. Bien dicen que "cría cuervos y te sacarán los ojos". Incluso, ese que dice: "a quien alguien consiente, engorda su serpiente". Héme aquí, sentado a tu lado esperando a que digas algo más interesante que un simple "A-ha". Siento la vena de mi sien palpitar por la inquietud y el desespero. ¿Ahora qué hice mal? Cuando noto esa pregunta en mi mente, arqueo una ceja apretando los labios con fuerza. ¿Ahora? ¿Es que siempre hago algo mal? En el pasado, jamás dudaste de lo que te decía. Oh, claro, desde que descubrieras mi licantropía, resulta que cuestionas más lo que te digo.
Tu mano se alarga para tomar el plato con la rebanada de postre que debería quitarte de las manos porque si bien consumiste algo de alimento, no es la cantidad apropiada para tu musculatura. ¿Qué digo musculatura? ¡Tus carnes pegadas al hueso! Falta grasa en ese cuerpecito tuyo. Mi mano se tensa y la contengo a tiempo para permitir que lo acerques para degustar el dulce sabor combinado con la acidez del limón. El primer bocado lo cortas tan lento, que por un instante me hace recordar que lo bueno, se hace esperar. Coloco el codo en la mesa, importándome un rábano si es de educación o no. Mi siniestra mejilla descansa sobre la palma de la mano cuyo brazo sirve de apoyo. Se deforma mi cachete en consecuencia, te veo meter a la hermosa boca que tienes el tenedor con el pedazo del Lemon Pie. ¿Te he dicho alguna vez que tus labios son el manjar más exquisito que quiero estar comiendo en todo momento y lugar? Mi cerebro hace memoria y me pareciera que no.
Igualmente, el tiempo transcurrido entre aquéllos días de soleados cielos y los actuales con nubes de tormenta, perecen demasiado lejanos más allá de los veintimuchos meses que pasamos separados. ¿Por qué no llevo la cuenta? Porque estoy más atento a cómo tu boca se mueve en tanto degustas, para luego tragar. Te llevas las manos a la servilleta, limpias tus pliegues, alzas la mirada y tu pregunta me hace perder el equilibrio de mi rostro en la palma provocando un brusco movimiento de la cabeza. Me aclaro la garganta procurando llevar mis manos a mis ropas para acicalar y quitar cualquier arruga que puedan tener. ¿Por qué no me sorprende que hagas notar la discordancia en lo que dije? Mi rostro forma un rictus de incordio porque ahí está el punto medular de todo. - Confieso honestamente que no tengo el Don de Gaia y por lo tanto, a veces soy consciente de lo que hace el lobo y a veces no. Por eso te pedí que te llevaras el arma. Además, nunca vine a París en noches de luna llena ¿Lo recuerdas? Desconozco si la luna me alcance antes de encontrar un coto de cacería aceptable - razono intentando ser conciliador.
Tus últimas palabras provocan que exhale una palabrota en celta. Jamás aprendí celta, pero las groserías, esas sí que nos las sabemos en casa. Me sobo la nuca con la palma diestra demostrando cuán agotado estoy y cuánto necesito ya, la luz de mi diosa argenta. Me desesperas como me enterneces. Es esta mujer la que amo, la que cambió después de tomar distancia y quien ahora lo es todo para mí e intento que entiendas cómo es para mí. - Repito, de todos los sabores que he tenido en la boca después de despertar de una transformación, jamás hubo algo humano o que pudiera parecerse - vuelvo a insistir mirando tus ojos, tomando tu barbilla para hacer que me observes y no sigas tan ensimismada en ese pedazo de pie que me quita tu atención. - Temo por ti, temo que te lastimen. Ansío que puedas comprender cómo me siento, la desesperación de saber que la luna está próxima a llamar a mi parte más bestial y que ésta te haga daño. No sé si evitó la mayor parte de las veces a los humanos y por eso no hubo un encuentro. No tengo la comunicación con el lobo, la comprensión de sus actos todavía. Para ello, me falta tiempo y enseñanza - tomo tu rostro con mi palma,acariciando tu mejilla con dulzura.
Lo eres todo para mí, por supuesto que estoy preocupado de lo que acontezca - hasta ahora, se portó bien. No sé si siga así o qué lo pueda descontrolar. Por favor, Arden, quédate. Te lo pido por favor - estoy rogando que entiendas cómo me siento, cómo me aprisiona el pecho este tonto corazón que se acostumbró a latir por ti. Si me viera Sloan, seguro que se atacaría de la risa. De todos mis hermanos, él es el más "sensible" por decirlo de una forma. El gran Kendrick McGrath es masilla en tus manos. Hace lo que quieres, ¿Cuándo te darás cuenta del poder que tienes? Sobre todo, ¿Cuánto te darás cuenta cómo me lastima pensar que puedas salir herida? - ten algo de compasión por mí. ¿Quieres? Deja de ser tan dura, mi cabeza no está fría ahora, hierve como el agua al fuego. Es señal de que cada vez está más cercana la hora. ¿Vamos de una vez? - pregunto cuando por fin, por fin, terminas el último pedazo del postre. Tengo cosas por hacer, demasiadas, espero que me alcance el tiempo.
Tu mano se alarga para tomar el plato con la rebanada de postre que debería quitarte de las manos porque si bien consumiste algo de alimento, no es la cantidad apropiada para tu musculatura. ¿Qué digo musculatura? ¡Tus carnes pegadas al hueso! Falta grasa en ese cuerpecito tuyo. Mi mano se tensa y la contengo a tiempo para permitir que lo acerques para degustar el dulce sabor combinado con la acidez del limón. El primer bocado lo cortas tan lento, que por un instante me hace recordar que lo bueno, se hace esperar. Coloco el codo en la mesa, importándome un rábano si es de educación o no. Mi siniestra mejilla descansa sobre la palma de la mano cuyo brazo sirve de apoyo. Se deforma mi cachete en consecuencia, te veo meter a la hermosa boca que tienes el tenedor con el pedazo del Lemon Pie. ¿Te he dicho alguna vez que tus labios son el manjar más exquisito que quiero estar comiendo en todo momento y lugar? Mi cerebro hace memoria y me pareciera que no.
Igualmente, el tiempo transcurrido entre aquéllos días de soleados cielos y los actuales con nubes de tormenta, perecen demasiado lejanos más allá de los veintimuchos meses que pasamos separados. ¿Por qué no llevo la cuenta? Porque estoy más atento a cómo tu boca se mueve en tanto degustas, para luego tragar. Te llevas las manos a la servilleta, limpias tus pliegues, alzas la mirada y tu pregunta me hace perder el equilibrio de mi rostro en la palma provocando un brusco movimiento de la cabeza. Me aclaro la garganta procurando llevar mis manos a mis ropas para acicalar y quitar cualquier arruga que puedan tener. ¿Por qué no me sorprende que hagas notar la discordancia en lo que dije? Mi rostro forma un rictus de incordio porque ahí está el punto medular de todo. - Confieso honestamente que no tengo el Don de Gaia y por lo tanto, a veces soy consciente de lo que hace el lobo y a veces no. Por eso te pedí que te llevaras el arma. Además, nunca vine a París en noches de luna llena ¿Lo recuerdas? Desconozco si la luna me alcance antes de encontrar un coto de cacería aceptable - razono intentando ser conciliador.
Tus últimas palabras provocan que exhale una palabrota en celta. Jamás aprendí celta, pero las groserías, esas sí que nos las sabemos en casa. Me sobo la nuca con la palma diestra demostrando cuán agotado estoy y cuánto necesito ya, la luz de mi diosa argenta. Me desesperas como me enterneces. Es esta mujer la que amo, la que cambió después de tomar distancia y quien ahora lo es todo para mí e intento que entiendas cómo es para mí. - Repito, de todos los sabores que he tenido en la boca después de despertar de una transformación, jamás hubo algo humano o que pudiera parecerse - vuelvo a insistir mirando tus ojos, tomando tu barbilla para hacer que me observes y no sigas tan ensimismada en ese pedazo de pie que me quita tu atención. - Temo por ti, temo que te lastimen. Ansío que puedas comprender cómo me siento, la desesperación de saber que la luna está próxima a llamar a mi parte más bestial y que ésta te haga daño. No sé si evitó la mayor parte de las veces a los humanos y por eso no hubo un encuentro. No tengo la comunicación con el lobo, la comprensión de sus actos todavía. Para ello, me falta tiempo y enseñanza - tomo tu rostro con mi palma,acariciando tu mejilla con dulzura.
Lo eres todo para mí, por supuesto que estoy preocupado de lo que acontezca - hasta ahora, se portó bien. No sé si siga así o qué lo pueda descontrolar. Por favor, Arden, quédate. Te lo pido por favor - estoy rogando que entiendas cómo me siento, cómo me aprisiona el pecho este tonto corazón que se acostumbró a latir por ti. Si me viera Sloan, seguro que se atacaría de la risa. De todos mis hermanos, él es el más "sensible" por decirlo de una forma. El gran Kendrick McGrath es masilla en tus manos. Hace lo que quieres, ¿Cuándo te darás cuenta del poder que tienes? Sobre todo, ¿Cuánto te darás cuenta cómo me lastima pensar que puedas salir herida? - ten algo de compasión por mí. ¿Quieres? Deja de ser tan dura, mi cabeza no está fría ahora, hierve como el agua al fuego. Es señal de que cada vez está más cercana la hora. ¿Vamos de una vez? - pregunto cuando por fin, por fin, terminas el último pedazo del postre. Tengo cosas por hacer, demasiadas, espero que me alcance el tiempo.
Kendrick McGrath- Licántropo Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
No es la expresión adecuada, aunque no tengo una más apropiada en la mente. Es ese dulce rostro bobalicón que deja reposando sobre su mano la que me hace pensar que estamos de vuelta en Londres, otra vez. A sonrisa quiere colarse entre mis labios, pero sería sumamente inadecuada. Los modales, ante todo; pero el gesto no puede evitarse cuando dejas tu cabeza caer ¿Por qué siempre tienes que ser la justa medida de fuerza, madurez, dulzura e inocencia? Si, incluso ahora, con el lobo dentro de ti. Lo sé, porque tus actitudes no cambian.
Son tus palabras las que retornan en mí una actitud seria, y tornar levemente la cabeza. *El don de Gaia… El don de Gaia… ¿El don de Gaia? Creo que leí algo al respecto, como un mito, algo que algunos dicen tener, pero… no puedo recordar. No hay mucho al respecto en los libros.* No me atrevo a preguntar, no aún. Ha decir verdad, me da pena reconocer, que para entenderme como ‘Experta cazadora’; no sé mucho de lo que desearía. Creo que ya lo recordé, y una vez más involucra a Charles y… Cinder. Este es un tema serio, saber dónde cazar, evitar peleas, evitar a otros cazadores. No quisiera un incidente como el que yo misma provoque. – “¿Qué dijiste?” – La frase se escapa confundida de mi boca y con una expresión acorde. Habla lenguas que no entiendo y dice cosas que quiero saber.
Todas las dudas en mi mente inquieta se disipan en el momento en que su palma tersa y caliente comienza a acariciarme. Se siente… tan bien. Huele masculino, pero agradable y me genera una sensación de falsa calma. – “Sólo necesito saber que estas bien. No, necesito asegurarme de eso.”- Susurro con los ojos cerrados. Dejo a un lado la pregunta que aun consterna mi mente. ¿Probó estando humano y consciente carne y sangre humana para poder compararlo? Eso sería… asqueroso en el mejor de los casos.
- “No” – Su pedido me despierta del sueño perfecto en el que estoy sumida. Abro los ojos con la misma contundencia que pronuncio la palabra. Me alejo. – “No voy a dejarte solo, Kendrick. Tú mismo lo dijiste. Nunca estuviste en Luna llena en París. Hay más lobos de los que piensas y más cazadores de los que imagino. No voy a dejar que alguien te quiera alejar de mí esta vez. Ni que hagas nada con lo que no puedas vivir.” –
Alejo el remanente de porción. Perdí el hambre y el gusto por el platillo. Me levanto segura. Le extiendo mi mano. – “Pero yo llevaré mi equipo también. Y si necesitamos ayuda licántropa…” – Agacho un poco la cabeza, en parte no me enorgullece, en parte, es complicado. – “Sé con quién podemos hablar.” – Aunque la definición básica de nuestra relación es prácticamente odio.
Son tus palabras las que retornan en mí una actitud seria, y tornar levemente la cabeza. *El don de Gaia… El don de Gaia… ¿El don de Gaia? Creo que leí algo al respecto, como un mito, algo que algunos dicen tener, pero… no puedo recordar. No hay mucho al respecto en los libros.* No me atrevo a preguntar, no aún. Ha decir verdad, me da pena reconocer, que para entenderme como ‘Experta cazadora’; no sé mucho de lo que desearía. Creo que ya lo recordé, y una vez más involucra a Charles y… Cinder. Este es un tema serio, saber dónde cazar, evitar peleas, evitar a otros cazadores. No quisiera un incidente como el que yo misma provoque. – “¿Qué dijiste?” – La frase se escapa confundida de mi boca y con una expresión acorde. Habla lenguas que no entiendo y dice cosas que quiero saber.
Todas las dudas en mi mente inquieta se disipan en el momento en que su palma tersa y caliente comienza a acariciarme. Se siente… tan bien. Huele masculino, pero agradable y me genera una sensación de falsa calma. – “Sólo necesito saber que estas bien. No, necesito asegurarme de eso.”- Susurro con los ojos cerrados. Dejo a un lado la pregunta que aun consterna mi mente. ¿Probó estando humano y consciente carne y sangre humana para poder compararlo? Eso sería… asqueroso en el mejor de los casos.
- “No” – Su pedido me despierta del sueño perfecto en el que estoy sumida. Abro los ojos con la misma contundencia que pronuncio la palabra. Me alejo. – “No voy a dejarte solo, Kendrick. Tú mismo lo dijiste. Nunca estuviste en Luna llena en París. Hay más lobos de los que piensas y más cazadores de los que imagino. No voy a dejar que alguien te quiera alejar de mí esta vez. Ni que hagas nada con lo que no puedas vivir.” –
Alejo el remanente de porción. Perdí el hambre y el gusto por el platillo. Me levanto segura. Le extiendo mi mano. – “Pero yo llevaré mi equipo también. Y si necesitamos ayuda licántropa…” – Agacho un poco la cabeza, en parte no me enorgullece, en parte, es complicado. – “Sé con quién podemos hablar.” – Aunque la definición básica de nuestra relación es prácticamente odio.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Ni respondo cuando te interesas en saber qué dije, como sepas que es una palabrota en celta, no tardarás ni dos minutos y estará instalada en tu futuro vocabulario. ¡Si lo sabré yo! Alguna vez se me salió una grosería en irlandés y estuviste meses con ello hasta que una noche, durante la cena, agarraste de malas a tu padre y te dijo que las señoritas de sociedad no tenían un vocabulario de taberna. Asunto arreglado, nunca más la dijiste y no es porque de verdad el señor Gladstone fuera tan cruel y sádico como para insultarte de esa forma, es por el simple hecho de que papá te regañó. Eres de líneas tan simples, que es fácil saber lo que piensas, como ahora que tus expresiones me dan una enorme idea del rumbo que va a tomar esta conversación. Ni siquiera el tacto de mi mano contra tu mejilla ayuda.
"No". Tu palabra favorita. Monosílabo si somos estrictos. Y viene la explosión de razones del por qué "no". Si supieras que ninguna me convence cuando se trata de mantenerte sana y salva. De que mi lobo esté lejos de tu presencia y de que otros licántropos lo hagan. Me pones entre la espada y la pared. Te importa poco cómo sufra con tal de hacer tu santa voluntad y yo soy el imbécil que te lo permito porque por más que me diga que no, estoy ya pensando en cómo hacer para cumplirte el capricho. ¡Nadie tiene tanto poder sobre mi persona! Nadie, excepto tú. Resoplo exasperado. - ¡Y estamos empatados porque no quiero que te pase algo! ¿Sabes lo que harían los inquisidores si te atrapan conmigo? Te creerían cómplice y te torturarían - lo pienso y siento cómo los colmillos me crecen, así como las pupilas cambian de coloración. La luna llena está demasiado cerca ya. Gruño fuerte, pero ni eso te detiene.
Te pones en pie, me ofreces la mano y de inmediato la tomo para llevarla a mi mejilla. Es tu tacto el que me devuelve las humanas facciones dejando al lobo sepultado de nueva cuenta. Me acaricio con tu dermis, deposito un suave beso. Al abrir mis párpados, enfoco la mirada en tu rostro. - Ni loco pediré ayuda de otro, pensarán que no soy capaz de encontrar mi propio territorio. No y no - me pongo en pie, ya es suficiente. - Me voy en diez minutos, ese es el tiempo que te daré para arreglarte y no por maldad, mira la hora, Annice. Estoy a punto de dejarme llevar y eso es contraproducente. Apúrate, tengo que ir a casa - suspiro restregando las manos contra mi cabeza antes de sacudirla con fuerza. - No creo llegar a tiempo. ¿Me regalas una camisa y unos pantalones de tu hermano o tu padre? Mañana te los repongo, ya no alcanzo a llegar a casa por mis ropas - es muy tarde.
Me rasco la nuca con las uñas semicrecidas, lo aprecio por la manera en que mi piel se lastima. El cielo está oscureciéndose. El sol empieza a caer - vamos, Annice, tienes ocho minutos para completar todo - te espoleo porque te conozco, de ser por ti, saldremos a las diez de la noche, justo cuando mi transformación esté en pleno apogeo. A veces, te olvidas de que eres una cazadora y regresas al hermoso papel de ser sólo una deliciosa jovencita. Aquella de la que me enamoré y sigo anhelando tener a mi lado porque hay veces como hoy, que la cazadora me exaspera.
"No". Tu palabra favorita. Monosílabo si somos estrictos. Y viene la explosión de razones del por qué "no". Si supieras que ninguna me convence cuando se trata de mantenerte sana y salva. De que mi lobo esté lejos de tu presencia y de que otros licántropos lo hagan. Me pones entre la espada y la pared. Te importa poco cómo sufra con tal de hacer tu santa voluntad y yo soy el imbécil que te lo permito porque por más que me diga que no, estoy ya pensando en cómo hacer para cumplirte el capricho. ¡Nadie tiene tanto poder sobre mi persona! Nadie, excepto tú. Resoplo exasperado. - ¡Y estamos empatados porque no quiero que te pase algo! ¿Sabes lo que harían los inquisidores si te atrapan conmigo? Te creerían cómplice y te torturarían - lo pienso y siento cómo los colmillos me crecen, así como las pupilas cambian de coloración. La luna llena está demasiado cerca ya. Gruño fuerte, pero ni eso te detiene.
Te pones en pie, me ofreces la mano y de inmediato la tomo para llevarla a mi mejilla. Es tu tacto el que me devuelve las humanas facciones dejando al lobo sepultado de nueva cuenta. Me acaricio con tu dermis, deposito un suave beso. Al abrir mis párpados, enfoco la mirada en tu rostro. - Ni loco pediré ayuda de otro, pensarán que no soy capaz de encontrar mi propio territorio. No y no - me pongo en pie, ya es suficiente. - Me voy en diez minutos, ese es el tiempo que te daré para arreglarte y no por maldad, mira la hora, Annice. Estoy a punto de dejarme llevar y eso es contraproducente. Apúrate, tengo que ir a casa - suspiro restregando las manos contra mi cabeza antes de sacudirla con fuerza. - No creo llegar a tiempo. ¿Me regalas una camisa y unos pantalones de tu hermano o tu padre? Mañana te los repongo, ya no alcanzo a llegar a casa por mis ropas - es muy tarde.
Me rasco la nuca con las uñas semicrecidas, lo aprecio por la manera en que mi piel se lastima. El cielo está oscureciéndose. El sol empieza a caer - vamos, Annice, tienes ocho minutos para completar todo - te espoleo porque te conozco, de ser por ti, saldremos a las diez de la noche, justo cuando mi transformación esté en pleno apogeo. A veces, te olvidas de que eres una cazadora y regresas al hermoso papel de ser sólo una deliciosa jovencita. Aquella de la que me enamoré y sigo anhelando tener a mi lado porque hay veces como hoy, que la cazadora me exaspera.
Kendrick McGrath- Licántropo Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Su rostro se transforma. No me asusta, pero mentiría si digo que no me altera. O sé muy bien, porque puedo sentir mis pulsaciones latiendo contra mi piel, como si ese mecanismo imperceptible en el cuerpo, se convirtieran en tambores en un cuarto vacío, imposible no sentir su retumbar. *¿Me morderías?* La duda susurrante, la que temo pronunciar me consume por dentro mientras sus colmillos me hipnotizan. Sé que está mal. Estoy consciente de lo terrible de esta maldición que condena almas y consume vidas… ¿Y entonces porque por un instante siento ese escalofrío que precede una sensación caliente que se instala en mis mejillas? Horrible, peligrosa y extremadamente igual a la que siento cuando me besas.
Necesito continuar antes de que la sensación me consuma por completo y me pongo de pie. El tacto de mi piel contra tu mejilla es lo que calma la ansiedad del lobo en tu interior. Avergonzada me siento de pensar que mientras tú te sacias de calma, mi cuerpo se llena de inquietud con el contacto. *¿Qué rayos me está pasando? Esto esta mal.* Dos rosarios no alcanzaran a cubrir el sofoco del pecado. Sonrojada, pero firme. Sé que hacer, nada ha cambiado eso, no permitiré que la seguridad que gane en este tiempo se derrita en tus caprichos. Tu eres fuerte, yo también.
Desvío la mirada un instante mientras inspiro profundamente. Esto está yéndose de las manos. Pero si no demuestro empatía en lo absoluto, ¿Cómo podré ganar su confianza una vez más? Me arrodillo frente a él y hablo directamente a su rostro manteniendo mi mirada a la suya. – “Kendrick, entiendo que este… esto es un-a situación estresante, como mínimo estresante. Nadie desconfía de ti, no quise ofenderte, pero aún tenemos bastante tiempo hasta que el sol se esconda por completo.” – Hablo con paciencia, alguno de los dos debe mantener la calma en este clima tan tenso. – “Puedes tomar lo que gustes.” Eso sonó algo más angustiado. No es por el pedido, sino porque no creo que jamás alguien regrese a reclamarlo.
Tomo sus manos, e ignorando intencionalmente y con algo de esfuerzo sus deformadas uñas, beso la yema de sus dedos. – “Tú no debes preocuparte por nada esta noche. Sólo concéntrate en lo que necesitas. Yo me ocuparé de lo demás; sí, también la inquisición. Nadie va a tocarme. Ni a ti. Lo prometo.” – Acaricio su rostro antes de incorporarme y depositar un suave beso en sus labios. – “Todo estará bien.”
*Porque si sigues exagerando, de manera tan desmedida, la luna va a ser e menor de tus problemas. Si sobrevives para llegar a la luna.*
Que no lo apruebe, no significa que va a desafiar mis órdenes. – “Nana, prepara mi equipo y mi vestimenta.” – Quieres rapidez, la tendrás. Si tú te cambiaras en el bosque, yo puedo hacer eso también. Mi condición de mujer no va a desaventajarme en esto. – “Agrega por favor mantas, comida, agua, toallas y algo de licor.” Aunque sea primavera, las noches a campo abierto son frías. – “Y elije algo apropiado para el señor McGrath.” Volviendo la mirada a mi amado le consulto. –“¿Mejor?"
Necesito continuar antes de que la sensación me consuma por completo y me pongo de pie. El tacto de mi piel contra tu mejilla es lo que calma la ansiedad del lobo en tu interior. Avergonzada me siento de pensar que mientras tú te sacias de calma, mi cuerpo se llena de inquietud con el contacto. *¿Qué rayos me está pasando? Esto esta mal.* Dos rosarios no alcanzaran a cubrir el sofoco del pecado. Sonrojada, pero firme. Sé que hacer, nada ha cambiado eso, no permitiré que la seguridad que gane en este tiempo se derrita en tus caprichos. Tu eres fuerte, yo también.
Desvío la mirada un instante mientras inspiro profundamente. Esto está yéndose de las manos. Pero si no demuestro empatía en lo absoluto, ¿Cómo podré ganar su confianza una vez más? Me arrodillo frente a él y hablo directamente a su rostro manteniendo mi mirada a la suya. – “Kendrick, entiendo que este… esto es un-a situación estresante, como mínimo estresante. Nadie desconfía de ti, no quise ofenderte, pero aún tenemos bastante tiempo hasta que el sol se esconda por completo.” – Hablo con paciencia, alguno de los dos debe mantener la calma en este clima tan tenso. – “Puedes tomar lo que gustes.” Eso sonó algo más angustiado. No es por el pedido, sino porque no creo que jamás alguien regrese a reclamarlo.
Tomo sus manos, e ignorando intencionalmente y con algo de esfuerzo sus deformadas uñas, beso la yema de sus dedos. – “Tú no debes preocuparte por nada esta noche. Sólo concéntrate en lo que necesitas. Yo me ocuparé de lo demás; sí, también la inquisición. Nadie va a tocarme. Ni a ti. Lo prometo.” – Acaricio su rostro antes de incorporarme y depositar un suave beso en sus labios. – “Todo estará bien.”
*Porque si sigues exagerando, de manera tan desmedida, la luna va a ser e menor de tus problemas. Si sobrevives para llegar a la luna.*
Que no lo apruebe, no significa que va a desafiar mis órdenes. – “Nana, prepara mi equipo y mi vestimenta.” – Quieres rapidez, la tendrás. Si tú te cambiaras en el bosque, yo puedo hacer eso también. Mi condición de mujer no va a desaventajarme en esto. – “Agrega por favor mantas, comida, agua, toallas y algo de licor.” Aunque sea primavera, las noches a campo abierto son frías. – “Y elije algo apropiado para el señor McGrath.” Volviendo la mirada a mi amado le consulto. –“¿Mejor?"
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Mi mente empieza a desenfocarse, si bien mi lobo está en armonía la mayor parte del tiempo con mi parte racional, hay ocasiones en que lo cercano de mi diosa argenta lo desestabiliza y busca imponerse sobre el hombre. Esta vez, quisiera que no fuera así porque estoy arriesgando la parte más importante de mi vida: mi corazón. Eso eres tú, Annice, la única por la que sigo en este derrotero y por la cual, jamás aceptaré un cambio de tornas. Si no he vuelto a casa, es porque conozco a mi padre. Tarde que temprano querrá que sea como mi hermano mayor, un alfa, un hombre que como tiene una posición de superioridad, piensa que lo puede todo. Que debe hacer lo que los nobles con las personas que ponen bajo su cuidado y es incluso, abusar de su obediencia y fidelidad.
¿Te imaginas yo, como un miembro de la nobleza que es a lo que mi padre y mi hermano comparan el ser alfa de la manada, compartiendo tu lecho una vez al mes y el resto de las noches pasándolo con una mujer y otra y otra? Peor aún, ¿Exigiendo el ius primae noctis de las mujeres recién casadas? Si lo hiciera, ¿Cómo podría negar a mi hermano mayor el derecho de estar contigo en nuestra noche de bodas? Soy yo quien debe enseñarte, quien debe mostrarte cómo son los parajes del amor, a comprender y conocer tu cuerpo. ¿Por qué darle el derecho a un imbécil como mi hermano sólo porque es el alfa? Esa es una de las muchas razones por las que ni siquiera encamino mis pasos a mi hogar estos años. Mi lobo se rebela ante la idea de que alguien más pueda tocar tu piel, oler tu aroma, sentir tu calor.
Justo como ahora, con tus hormonas que me incitan al apareamiento, a tomarte entre mis brazos, llevarte a esa recámara y que me recibas antes de que el lobo llegue y te marque como suya. ¿Qué disparates estoy pensando? Sacudo la cabeza mientras me miras con esa expresión resuelta que amo. Sí, adoro la forma en que decides tus pasos. - No me pidas que me deje de preocupar por ti, Annice. Porque hacerlo, significaría perderme - acaricio tu suave rostro y de reojo veo mis garras crecidas. Guardo de inmediato mi mano insolente. ¿Cómo estoy atreviéndome a tocar tu piel con mis manos pecadoras y malditas? Bajo la cabeza asintiendo por lo que ordenas. No estoy en posición de rebelarme porque siento de pronto al lobo muy a flor de piel.
El lobo que reconoce de pronto tu aroma y en su instinto, entiende lo que significa mientras que mi mente es obsoleta en ese sentido. Sabe que te gusta. Sabe que te provoca. Sabe que te excita y como tal, está intentando encontrarte para tomar tu aroma y hacerlo suyo. Desde que te diriges a tu nana, empiezo a pelear con el lobo. Es un pulso del cual llevo las de perder como van transcurriendo los minutos. Jadeo profundo intentando contenerme. A mi memoria está todo lo que solicitaste, lo que me hace sonreír con burla. - Pareciera que estamos yendo de pícnic en lugar de a transformarme - mi mano te toma llevando tu piel a mi nariz. No deseé hacer eso. Yo no, pero él sí. Se restriega contra ella, cerrando los ojos, metiéndome en un pozo sin fondo donde no puedo hacer más que ver.
Él, se sonríe mirando tus orbes, levantándose en tanto acaricia tus cabellos, tu tez con las yemas de sus dedos cuidando de no cortar tan fina epidermis, bajando su nariz por tu mejilla hacia tu cuello tomando tu cintura y pegándote a él. Aspira tan, tan profundo y gruñe de satisfacción susurrando a tu oído con voz ronca por el deseo - también te quiero.
¿Te imaginas yo, como un miembro de la nobleza que es a lo que mi padre y mi hermano comparan el ser alfa de la manada, compartiendo tu lecho una vez al mes y el resto de las noches pasándolo con una mujer y otra y otra? Peor aún, ¿Exigiendo el ius primae noctis de las mujeres recién casadas? Si lo hiciera, ¿Cómo podría negar a mi hermano mayor el derecho de estar contigo en nuestra noche de bodas? Soy yo quien debe enseñarte, quien debe mostrarte cómo son los parajes del amor, a comprender y conocer tu cuerpo. ¿Por qué darle el derecho a un imbécil como mi hermano sólo porque es el alfa? Esa es una de las muchas razones por las que ni siquiera encamino mis pasos a mi hogar estos años. Mi lobo se rebela ante la idea de que alguien más pueda tocar tu piel, oler tu aroma, sentir tu calor.
Justo como ahora, con tus hormonas que me incitan al apareamiento, a tomarte entre mis brazos, llevarte a esa recámara y que me recibas antes de que el lobo llegue y te marque como suya. ¿Qué disparates estoy pensando? Sacudo la cabeza mientras me miras con esa expresión resuelta que amo. Sí, adoro la forma en que decides tus pasos. - No me pidas que me deje de preocupar por ti, Annice. Porque hacerlo, significaría perderme - acaricio tu suave rostro y de reojo veo mis garras crecidas. Guardo de inmediato mi mano insolente. ¿Cómo estoy atreviéndome a tocar tu piel con mis manos pecadoras y malditas? Bajo la cabeza asintiendo por lo que ordenas. No estoy en posición de rebelarme porque siento de pronto al lobo muy a flor de piel.
El lobo que reconoce de pronto tu aroma y en su instinto, entiende lo que significa mientras que mi mente es obsoleta en ese sentido. Sabe que te gusta. Sabe que te provoca. Sabe que te excita y como tal, está intentando encontrarte para tomar tu aroma y hacerlo suyo. Desde que te diriges a tu nana, empiezo a pelear con el lobo. Es un pulso del cual llevo las de perder como van transcurriendo los minutos. Jadeo profundo intentando contenerme. A mi memoria está todo lo que solicitaste, lo que me hace sonreír con burla. - Pareciera que estamos yendo de pícnic en lugar de a transformarme - mi mano te toma llevando tu piel a mi nariz. No deseé hacer eso. Yo no, pero él sí. Se restriega contra ella, cerrando los ojos, metiéndome en un pozo sin fondo donde no puedo hacer más que ver.
Él, se sonríe mirando tus orbes, levantándose en tanto acaricia tus cabellos, tu tez con las yemas de sus dedos cuidando de no cortar tan fina epidermis, bajando su nariz por tu mejilla hacia tu cuello tomando tu cintura y pegándote a él. Aspira tan, tan profundo y gruñe de satisfacción susurrando a tu oído con voz ronca por el deseo - también te quiero.
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Lo prohibido tiene sobre nuestro inconsciente el más grande de los poderes: Atracción. Te acorrala en tu mente y, se pasea por tus pensamientos alejándose del alcance de tus manos. Lo prohibido, siempre es más tentador, siempre tiene mejor aroma, y su sabor, imaginas desde antes de probarlo, que es el mayor elixir que tus paladares experimentarán. El error; el verdadero error que comenzó en el génesis, nunca fue la desobediencia; fue prohibir la manzana. Si hubiese prohibido la serpiente, se la hubiesen comido. Problema resuelto.
Y ahora, ese mundo prohibido para mí. Todo lo que ha sido condenado, está llamándome por mi nombre, y sosteniéndome la mano. Tiene los ojos más bellos, la mirada más dulce, el aroma fresco y varonil, el roce que me hace estremecer y, soy yo la que con mis dientes quiere consumir el pecado hasta regocijarme en el castigo. *No me importa. Sólo quiero morderte* YO quiero morderte A TI Así es el ser humano, atraído por lo prohibido; fascinado por lo imposible… Un manojo de pecados, con muy poco arrepentimiento. La tentación puede ser sutil, pero la paciencia tiene un fin. No quiero llegar a eso aún.
- “Oh mi amado, no quiero que dejes de preocuparte por mí; nunca jamás. Pero no soy tan egoísta como para obviar la situación; ni tan ingenua como para no saber determinar prioridades.” – Aleja sus manos de mí. Lo entiendo… o eso creo. ¿Mis órdenes le causan gracia? En cierto modo, nos instalaremos en el bosque, muy similar a un picnic. Fines muy diferentes. – “Ken, necesitaremos sustento, y bebida si estaremos toda la noche. No sé en qué condición regreses, pero las mañanas en campo abierto son frías, igual que las noches. Sólo pienso en...”- niego con la cabeza ligeramente intentando encontrar las palabras. – “Sólo quiero estar preparada para todo. O lo más posible.” Y aun así, sé que contigo jamás lo estaré. Siempre hay algo nuevo que conocer. Eso era lo que hacia nuestro mundo tan maravilloso.
Me levanta a su altura, o algo cerca siendo que me lleva varios centímetros de ventaja, pero entonces su nariz roza mi piel y no sé qué pensar. Sólo puedo sentir. El roce tan caliente, contra mi piel que parece fría porcelana comparado con el ardor que hay en ti. Poco a poco se calienta, por fuera contigo, por dentro por ti. Puedo sentir el piano sonar a lo lejos aunque nadie este tocándolo. Dejo que haga su recorrido por mi cuerpo hasta unir nuestras miradas por unos breves segundos. Y el susurro me golpea como agua helada. Por instinto, tomo su rostro con ambas de mis manos, y contemplo la imagen lasciva y posesiva, puedo observar como su naturaleza nocturna irrumpe en medio del día.
- “A ti Kendrick Aidan McGrath. Te amo sólo a ti, Kendrick.” – Puedo vivir con esto, puedo luchar por nosotros, pero sólo tú y yo. Besos sus labios, pero yo mantengo el control. Si la cruz en mis hombros no me doblega, no lo hará tampoco un ser de la noche. Mis noches, todas mis noches, las que fueron y las que vendrán, son hechas para mi esposo. Dejo mi frente sobre la suya con los ojos cerrados. – “Sólo tú y yo, Kendrick. Kendrick Aidan McGrath. Dime que te preocupa. Soy tuya y de nadie más.”
Pero aún recuerdo: La tentación puede ser sutil, pero la paciencia tiene su fin.
Y ahora, ese mundo prohibido para mí. Todo lo que ha sido condenado, está llamándome por mi nombre, y sosteniéndome la mano. Tiene los ojos más bellos, la mirada más dulce, el aroma fresco y varonil, el roce que me hace estremecer y, soy yo la que con mis dientes quiere consumir el pecado hasta regocijarme en el castigo. *No me importa. Sólo quiero morderte* YO quiero morderte A TI Así es el ser humano, atraído por lo prohibido; fascinado por lo imposible… Un manojo de pecados, con muy poco arrepentimiento. La tentación puede ser sutil, pero la paciencia tiene un fin. No quiero llegar a eso aún.
- “Oh mi amado, no quiero que dejes de preocuparte por mí; nunca jamás. Pero no soy tan egoísta como para obviar la situación; ni tan ingenua como para no saber determinar prioridades.” – Aleja sus manos de mí. Lo entiendo… o eso creo. ¿Mis órdenes le causan gracia? En cierto modo, nos instalaremos en el bosque, muy similar a un picnic. Fines muy diferentes. – “Ken, necesitaremos sustento, y bebida si estaremos toda la noche. No sé en qué condición regreses, pero las mañanas en campo abierto son frías, igual que las noches. Sólo pienso en...”- niego con la cabeza ligeramente intentando encontrar las palabras. – “Sólo quiero estar preparada para todo. O lo más posible.” Y aun así, sé que contigo jamás lo estaré. Siempre hay algo nuevo que conocer. Eso era lo que hacia nuestro mundo tan maravilloso.
Me levanta a su altura, o algo cerca siendo que me lleva varios centímetros de ventaja, pero entonces su nariz roza mi piel y no sé qué pensar. Sólo puedo sentir. El roce tan caliente, contra mi piel que parece fría porcelana comparado con el ardor que hay en ti. Poco a poco se calienta, por fuera contigo, por dentro por ti. Puedo sentir el piano sonar a lo lejos aunque nadie este tocándolo. Dejo que haga su recorrido por mi cuerpo hasta unir nuestras miradas por unos breves segundos. Y el susurro me golpea como agua helada. Por instinto, tomo su rostro con ambas de mis manos, y contemplo la imagen lasciva y posesiva, puedo observar como su naturaleza nocturna irrumpe en medio del día.
- “A ti Kendrick Aidan McGrath. Te amo sólo a ti, Kendrick.” – Puedo vivir con esto, puedo luchar por nosotros, pero sólo tú y yo. Besos sus labios, pero yo mantengo el control. Si la cruz en mis hombros no me doblega, no lo hará tampoco un ser de la noche. Mis noches, todas mis noches, las que fueron y las que vendrán, son hechas para mi esposo. Dejo mi frente sobre la suya con los ojos cerrados. – “Sólo tú y yo, Kendrick. Kendrick Aidan McGrath. Dime que te preocupa. Soy tuya y de nadie más.”
Pero aún recuerdo: La tentación puede ser sutil, pero la paciencia tiene su fin.
Arden Annice Gladstone- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/05/2018
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Re: Déjame lamer tus heridas - Parte 1 (Priv. +18)
Restriego el rostro con las palmas de mis manos sintiendo cada vez más la necesidad de dejarme llevar, de ser suplantado por el lobo y cada que él emerge, veo tu rostro e intento amagar su locura. Escucho cada palabra que me dices, pero a veces él me vence. Es más fuerte conforme mi diosa argenta emerge en su traje de completa forma. Te observa, puedo sentirlo, te olfatea, puedo apreciarlo y desespero. Procuro jalar las amarras sin éxito, veo cómo se acerca, cómo te huele y toca en tanto en lo profundo de nuestra mente casi fusionada, estoy gritando con horror rogando porque no te suceda absolutamente nada. Que no te muerda a mitad de la noche, que no te dañe. ¡Estoy perdido! Más cuando veo que va tomando el control con mayor habilidad.
¿Acaso no lo notas? ¿Las diferencias entre él y yo? Debes hacerlo, me conoces como nadie, mejor que yo inclusive. Confío en ti más de lo que crees, sé de lo que eres capaz. ¿Acaso piensas que no tengo memoria? Tengo una muy buena y firme, muy apegada a la realidad inclusive. En tanto tus sirvientes salen corriendo en todas direcciones para hacer lo que ordenaste y tener todo listo rápido, me quedo o se queda él contigo. El picnic está preparándose de una forma que sería hilarante de no estar tan tenso, tan preocupado. ¿Crees que me gusta torturarme? Para nada, odio eso, desearía salir avante sin ponerte en riesgo. Pongo mi vida a tus pies de lo tanto que te amo y ahora mismo estoy lleno de incertidumbres una más desquiciante que la otra.
El lobo intenta amedrentarte con su tamaño, con su altura y justo cuando más desespero, tomas nuestro rostro para hacer que te miremos y pronuncias mi nombre. Es oírte y de inmediato siento cómo me jalan de un cordón en mi ombligo para tomar posesión de mi cuerpo de nueva cuenta. Te atrapo la cintura anclando mi anhelo a esta realidad empujando hacia el fondo al lobo como mejor puedo. Es difícil, pero de ser fácil, cualquiera lo haría. Tu siguiente afirmación lo deja muy abajo, casi sepultado. Gruño con fuerza temblando de pies a cabeza, sintiendo el sudor recorrer mi frente. - Sólo quiero irme ya - te abrazo impaciente, con urgencia, apretando mis uñas contra tu vestimenta. - Como empiece a transformarme en el camino, estaremos en problemas - sé que es temprano, que no debería sentirme así.
Que la forma en que mi cuerpo reacciona es "exagerada". ¿Por qué si la mayor parte de mis transformaciones se dan hasta que la noche ha caído y no me duele tanto? ¿Por qué necesito ahora mismo llegar al bosque para desprenderme de mis ropas? Todavía no estoy para dar el cambio. ¿Por qué? Y de pronto, mientras esperamos y hundo mi nariz en tus cabellos, me doy cuenta del por qué. ¡Maldito hijo de puta! Me quedo estático, pálido y sacudo la cabeza intentando pensar algo diferente, pero no, suena demasiado obvio. Miro tu rostro y acaricio tu mejilla bajando hasta posar mis labios en tu mejilla con dulzura. - No quiero que vayas - susurro contra tu oído escondido. - El lobo quiere salir para ir tras de ti - gimo con rabia, con ira, con descontento. ¿Cómo puede ahora empezar a joderme? Y ¿Por qué ahora?
¿Acaso no lo notas? ¿Las diferencias entre él y yo? Debes hacerlo, me conoces como nadie, mejor que yo inclusive. Confío en ti más de lo que crees, sé de lo que eres capaz. ¿Acaso piensas que no tengo memoria? Tengo una muy buena y firme, muy apegada a la realidad inclusive. En tanto tus sirvientes salen corriendo en todas direcciones para hacer lo que ordenaste y tener todo listo rápido, me quedo o se queda él contigo. El picnic está preparándose de una forma que sería hilarante de no estar tan tenso, tan preocupado. ¿Crees que me gusta torturarme? Para nada, odio eso, desearía salir avante sin ponerte en riesgo. Pongo mi vida a tus pies de lo tanto que te amo y ahora mismo estoy lleno de incertidumbres una más desquiciante que la otra.
El lobo intenta amedrentarte con su tamaño, con su altura y justo cuando más desespero, tomas nuestro rostro para hacer que te miremos y pronuncias mi nombre. Es oírte y de inmediato siento cómo me jalan de un cordón en mi ombligo para tomar posesión de mi cuerpo de nueva cuenta. Te atrapo la cintura anclando mi anhelo a esta realidad empujando hacia el fondo al lobo como mejor puedo. Es difícil, pero de ser fácil, cualquiera lo haría. Tu siguiente afirmación lo deja muy abajo, casi sepultado. Gruño con fuerza temblando de pies a cabeza, sintiendo el sudor recorrer mi frente. - Sólo quiero irme ya - te abrazo impaciente, con urgencia, apretando mis uñas contra tu vestimenta. - Como empiece a transformarme en el camino, estaremos en problemas - sé que es temprano, que no debería sentirme así.
Que la forma en que mi cuerpo reacciona es "exagerada". ¿Por qué si la mayor parte de mis transformaciones se dan hasta que la noche ha caído y no me duele tanto? ¿Por qué necesito ahora mismo llegar al bosque para desprenderme de mis ropas? Todavía no estoy para dar el cambio. ¿Por qué? Y de pronto, mientras esperamos y hundo mi nariz en tus cabellos, me doy cuenta del por qué. ¡Maldito hijo de puta! Me quedo estático, pálido y sacudo la cabeza intentando pensar algo diferente, pero no, suena demasiado obvio. Miro tu rostro y acaricio tu mejilla bajando hasta posar mis labios en tu mejilla con dulzura. - No quiero que vayas - susurro contra tu oído escondido. - El lobo quiere salir para ir tras de ti - gimo con rabia, con ira, con descontento. ¿Cómo puede ahora empezar a joderme? Y ¿Por qué ahora?
Kendrick McGrath- Licántropo Clase Alta
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