Re: Change the world → Libre

por **Aleksandra Kurdaliova** Miér Jun 20, 2018 8:22 am

Un hombre es capaz de ser sincero.
Sobre todo, cuando te la quiere meter.
¡Aleksandra!, ¿Cómo puedes decir eso?
Porque tu esposo me lo acaba de decir antes de entrar, querida.

El control mediático del cargamento es señal de que la Corona está metiendo sus narices en el sitio exacto para que la rusa quiera soltar la guillotina para cortar por lo menos, la nariz. Si logra arrancarle la cabeza, será magnífico. Los trámites y las constantes solicitudes de informes están obligando a que su agenda sea reorganizada al menos tres veces a la semana. Es imperdonable. Si la burocracia es un sistema en proceso de modernización, entonces sus elementos humanos debieran tener las actitudes y aptitudes necesarias para solucionar cualquier proceso; en lugar de ello, están reflejando una estupidez que la obligan a presentarse en la estación de ferrocarril o bien, como en esa noche, terminar tan tarde una reunión con sus empleados para buscar las formas de evadir todas estas nimiedades. Para ella, lo son. La importancia que este cargamento tiene es crucial.

Debe llegar a Roma sí o sí. Una negativa que retrase la entrega sería fatal para los tiempos programados. Una sola hora es vital para su llegada a Roma o terminar en manos impropias. Solicitar la ayuda del Vaticano parece la mejor solución. Un salvoconducto será indispensable para variar el estatus de la carga de "comercial" a "diplomática". Así evadiría a todos los burócratas que se quedarían con un palmo de narices, sin opción a fisgonear una mercancía que es ajena a la Corona francesa. Sus impuestos están pagados, los trámites por igual. ¿Qué es lo que les hace pensar que podrían siquiera apropiarse de la más pequeña de las cajas? Sus intenciones son esas, sin lugar a dudas por lo acontecido en días pasados. Están pugnando por obtener las armas que la rusa fabricó, para venderlas en el mercado negro. Como si la rusa desconociera la clase de tipos que están metidos en estos medios. Como si la rusa les permitiera tales atrevimientos.

Sale del edificio a deshoras de la noche, la propuesta de un guardia es rechazada. ¿Quién sería si tuviera que depender de alguien para cuidar de su persona? Para eso está armada y preparada desde la más tierna infancia. Lo único que acepta es la larga capa de uno de sus empleados al dejarse la suya suponiendo que la reunión terminaría más rápido. Es demasiado tarde cuando sale colocando el sombrero sobre su cabeza ocultando el traje de montar bajo esa enorme capa que es unos talles más grande de su propia medida. Avanza por las calles solitarias hacia el establo donde le espera su montura. Sus ojos revisan el cielo, las nubes son pequeñas, la luna creciente asegura que tendrá un buen recorrido sin licántropos en el camino. Al llegar a la calle principal, poco le sorprende que esté casi vacía, sólo un hombre camina por la vereda. Es un día entre semana, al siguiente hay ocupaciones y trabajos que cumplir. Dobla a la diestra con paso seguro pasando de largo a la figura masculina por el hueco que forma el varón y la pared, ensamblando las frases que enviará a la Inquisición para obtener el salvoconducto.

Una estructura mental que se vuelve difusa cuando su instinto le avisa que dicho hombre varió el camino siguiendo sus pasos. Le quita importancia, sólo su siniestra busca por instinto el arma en las ropas comprobando que la lleva consigo. El silencio es roto por la voz masculina que exige una atención a su poseedor. Sus pasos se detienen a la distancia de dos metros. La cabeza de la rusa vira a su siniestra para mirarlo por encima de su hombro con el cuerpo aún orientado a su destino. De reojo le observa, analizando su figura. Hombre de media contextura, la forma en que la tela se estira en sus brazos por la postura denota musculatura trabajada. Firme y plantado. Podría desviar su camino o seguirlo. Irse o quedarse. Lo resuelve con la desfachatez y la altivez de que fue bendecida -o maldecida, usted elija-, el cuerpo se gira para quedar de perfil.

Sus ojos verdes parecen pardos en la oscuridad, el sombrero poco ayuda a que se aprecie el color de éstos. Por educación toma con los dedos pulgar e índice de su diestra el ala del accesorio sobre su cabeza haciendo una inclinación, la sonrisa escapa de su rostro, - ¿Poco excitante? ¿Por qué debería darle mi nombre? ¿Acaso es usted un elemento policíaco? - su voz melódica tiene tintes de curiosidad y cierta ironía. ¿Acaso se piensa que por ser mujer se va a ajustar a sus deseos? Ya descubrirá que la rusa es todo, menos una potra dócil. - Tengo cosas por hacer, si sólo quiere satisfacer su curiosidad sexual, le recomiendo un burdel a unas cuadras de aquí. Puede que tenga más éxito - su índice señala atrás de ella, al tiempo que la capa se abre con el movimiento permitiendo ver un esbozo del atuendo que porta. Si algunos dijeran que es impropio para una dama, la propia personalidad de la rusa se impone obligando al silencio. - Que pase una buena noche, caballero y le sugeriría apresure el paso, las mejores puede que ya estén ocupadas - aconseja haciendo una inclinación con la cabeza con intención de continuar su camino.

por **Predbjørn Østergård** Miér Sep 12, 2018 8:45 pm

Se mofa con cinismo, aquel momento le resultaba curioso. ¿Burdel? ¿Burdeles? ¡Qué más daba! Él era el dueño del más exitoso, costoso y aclamado de Paris, sin embargo, las putas no le llenaban al deseo, al menos no el deseo que lo atravesaba.

La observó sin perder si quiera un pequeño detalle de su figura, mucho menos de sus ropajes, ella era belleza, pero no la más bella que había conocido, así que no se molestaba demasiado con tener un encuentro sexual. ¿O sí? Para nada.

— Conozco a las mujeres como tú — Volvió a burlarse sin educación. — ¿Por qué creen que tienen las de ganar? Ni siquiera la más entrenada es capaz de ganarle a la fuerza y habilidad de un hombre, incluso si el hombre puede estar ebrio como yo — Se encogió de hombros por unos momentos y después dio pasos para acortar la distancia entre ambos. No se trataba de fornicar, más bien, su interés era educar. Muchas mujeres perdían la vida por mal contestar, no entendía que la revolución femenina tenía las de perder. ¿Por qué se creían lo suficientemente fuertes? ¡Absurdas!

— ¿Qué te hace sentir segura? ¿Un arma? — Negó un par de veces, apresuró tanto el paso que ya había rebasado a la joven. Le impidió siguiera avanzando al pararse al frente. Suspiró, aunque el alcohol jugaba un poco en su contra, lo cierto es que seguía seguro de sus movimientos y habilidades, un hombre como él, con la experiencia de vida que tenía, no podía ser derrotado por unas cuantas botellas de alcohol costoso.

Si la decisión del joven era que ella no se iba a ir, entonces no se iría, porque el deseo de él era el que importaba, no él de ella.

— Me gustan los burdeles, de hecho, son el mejor lugar para conocer el verdadero yo de un ser humano, ¿acaso estuviste en uno? — Arqueó una ceja — Si no conoces alguno, podría invitarte al mío, tengo a las mujeres más bellas de París y te sorprendería saber que no están obligadas, vienen a mí por el trato, los privilegios y las ganancias, quizá te venga bien quitar esa cara de frígida intentando ser una de ellas — Carraspeó.

Predbjørrn disfrutaba haciendo enfadar a las personas, era parte de su naturaleza, era parte de ese yo que nunca dejaría de tener, porque la vida le había moldeado ese mal carácter. ¿Se culpaba o sufría al respecto? No, no lo hacía, muy por el contrario, se sentía orgulloso de ser como era.

Intrigado por la hora en la que se encontraban en medio de la nada y el carácter de la mujer, movió su cuerpo y se colocó a su lado.

— Cuénteme, ¿a dónde vamos esta fresca y peligrosa noche? Digamos que puedo ser su perro guardián. No, no se confunda, no voy a dejar que se vaya sola, así que vaya haciéndose a la idea que estaremos juntos por un largo rato — Molestó y dio los primeros pasos para continuar el camino, un camino juntos.

por **Aleksandra Kurdaliova** Vie Sep 14, 2018 10:23 am

Si un hombre está borracho, mejor hacerle caso
O pegarle donde más le duela.

Mira que encontrarse con la horma de su zapato en mitad de la noche era uno de los pensamientos más alocados que pudieron acudir a ella. Irreverente, el hombre acerca el paso demostrando que uno más del ganado, no es. Tiene ciertas aptitudes que son aplastadas por las actitudes insultantes. Conoce a los de su tipo porque son del suyo. Poseedores de una basta experiencia en ser los dueños y señores del lugar que visitan, una calle desolada no hará mella en su armadura, mucho menos en el arma que empuñan. En caso del varón, la bravuconería. En su caso, la revolucionaria actitud que fastidia a muchos.

Le da alcance, burlándose por lo del arma como si le leyera la mente. Suspira a continuación ese aire que llega a las narinas de la fémina, que es la confirmación de la ebriedad, obligando a la rusa a expulsar aire a su vez en tanto aprieta los ojos desviando el rostro y coloca la mano en la punta de su nariz intentando con su perfume, paliar semejante aroma. - Se nota que nos divertimos demasiado esta noche, caballero. La fortaleza de una mujer no está en sus habilidades físicas, al menos no en las que usted se vanagloria. Tiene razón, en un pulso hombre-mujer, usted ganaría - la astucia y las mañas son las que priman cuando un varón se acerca a una dama para hacer con ella lo que le plazca. Y eso reconoce en él, la voluntariosa necesidad de hacer lo que desea sin importar lo que ella quiera. Caprichoso es el segundo adjetivo que le dibuja en la frente con tinta invisible.

Es curiosa la manera que tiene este hombre de expresarse, dando cátedra y al mismo tiempo, entretejiendo groserías e insultos dirigidos a su interlocutor. - Gracias por el ofrecimiento, ya conozco los burdeles de París, todos ellos. Así que el suyo ni siquiera me quitó lo frígida, tan bueno no ha de ser - parecen dos bestias hambrientas buscando despojar al otro de su carne con tarascadas llenas de ponzoña. ¿Por qué le sigue el juego? Porque es divertido. Hay algo que en Aleksandra falta y es el sentido común. O bien, ese sentido está tergiversado por sus propias experiencias. Para ella, el hombre no ofrece más peligro que cualquier otro.

La siguiente afirmación le dibuja otra frase en su frente. Al paso que va, la enorme frente del hombre será insuficiente para los calificativos que va poniendo. La palabra osado, es la que sigue a las dos primeras. Aleksandra observa sus manos enguantadas jugueteando con las falanges, sus ojos se elevan hacia el rostro de su perro guardián como él mismo se ha catalogado - qué sorpresa que los insultos sean lo único que le define. ¿Hay alguna manera en que pueda perdonar al mundo por lo que le hizo y perdonarse por los pecados cometidos? ¿O sólo es la intención de obligar a los demás a pensar que es un insufrible puberto en cuerpo de un adulto? - a riesgo de ser considerado un insulto, esas dos preguntas son justo la curiosidad que le produce expresada en palabras. - Que quede asentado en acta que yo no lo insulté, fue usted mismo el que se puso el mote de "perro guardián" ¿Acaso las mujeres que conoce le tratan con la punta del pie todo el tiempo? Por cierto, no suelo ser acompañada por desconocidos, así que deberemos remediarlo - le observa con curiosidad antes de desprenderse un momento del sombrero dejando la cabellera negra, brillante y sedosa a la vista antes de hacer una reverencia como si de un noble se tratara.

Recupera la vertical poniendo el accesorio de nuevo en su cabeza - soy Aleksandra, como estás acostumbrado a la jerga de los burdeles, tendrás que llamarme "Sasha", cariño - imita a la perfección el acento de las prostitutas que tanto escuchara en sus avanzadas por esos lugares. Toma el brazo del caballero empezando a caminar - y vamos a por mi caballo, he terminado las labores, voy a descansar - señala con el diestro dedo índice hacia las caballerizas. Si él insiste en acompañarla ¿Quién es ella para negarse la compañía? Quizá otros seres más peligrosos se detengan ante la presencia de una pareja, a diferencia de una dama en soledad.

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