La Sal de las Olas {Privado}

por **Erikson Draven** Vie Jun 22, 2018 1:48 pm

Era curioso como el paso del tiempo parecía implacable para muchos, para los humanos... ¿Cuántos hombres había visto en lo que llevaba de vida? ¿A cuántos les vió nacer? ¿A cuántos morir?... era el precio de ser casi un ser inmortal y vivir por tanto tiempo, un precio a veces demasiado duro.
Su mente caminaba ensimismada, perdiéndose en unos pensamientos extraños, sentándose en la orilla, sin importarle que los ropajes de campesino se le ensuciaran. Cerró los ojos dejándose llevar por aquellas corrientes, por aquellas olas que se formaban en el horizonte dirigiéndose hacia él con una fuerza imparable muriendo en la orilla, esa era la vida de las olas, imparables al principio casi hasta el final de su vida, eran tan humanas...

Respiraba aire puro, el olor del mar al principio tan extraño como nuevo a veces, ahora tan característico hizo que cerrase los ojos, la sal se pegaba a su rostro con su sabor tan propio que aún no se había habituado demasiado a él, puesto a que venía de transformarse en cuervo y ahora era humano de nuevo; un proceso que no era tan fácil de diluir en el cuerpo interior. El sol poco a poco comenzaba a perderse dejando paso a las primeras estrellas que aparecían casi en el acto con su manto plateado. Las estrellas...-pensó: ¿Cuántas veces había dormido bajo ese manto blanco?... Pero un ruido lejano hizo que se volviera a mirar a quien visitaba de casualidad o por algo más, aquella noche en la playa.

-La naturaleza bondadosa, hace un espacio para todos- Sonrió ligeramente sentándose en la arena. -¿Qué es lo que te trae aquí, extraño?- Mirando a las estrellas, luego mirando al ser detrás suyo. Miró al cielo y se quedó en silencio.

por **Lena Windsor** Miér Jun 27, 2018 10:48 am

La noche fresca y clara en territorio francés era una delicia para el séquito de ingleses que los acompañaban, no obstante, para la reina solo era tiempo perdido tras la mascara que su esposo la había obligado a adoptar por unos seis meses o hasta más. La politica los había hecho trasladarse unos días a París y mientras Alec movía los hilos para que todos cayeran rendidos a su gran poder y carisma, Lena aguardaba en su alcoba su presencia o por lo menos, cualquier señal que le indicase que ya había regresado. Para alguien como la reina que había nacido siendo educada y criada para ser una buena monarca, ser relegada a un segundo lugar pasaba factura tanto a su ego como a su mente. El hombre con quien no solo había decidido compartir su vida, sino también su trono y reino, apenas había tardado una noche en desarmarla y convertirla en títere Las primeras semanas había podido aguantar estoicamente cada uno de sus golpes, más ahora aquellas lujosas paredes que antaño habían acomodado a su familia inglesa, se comprimían a su alrededor. Agobiada y triste, la joven tras cerciorarse que todos la creyeran dormida, decidió escapar un rato; huir todo el tiempo que pudiese antes de enfrentarse a su esposo, quien tenía la costumbre de saber en todo momento que hacía y con quien estaba.

En cuanto logró salir de su cárcel sin ser avistada por ninguno de sus criados, la joven reina se atavió más con la capa blanca que la cubría y esperando que los ropajes de sus damas con los que se había vestido,fueran suficiente para que no pudieran reconocerla inmediatamente, sus pasos la llevaron a perderse en la brisa nocturna de la playa que boreaba las costas del alrededor de su hospedaje. La calma y solitud enseguida la embargaron y en la oscuridad más profunda, Lena caminó por la playa en silencio. De no ser por su respiración, podría haber parecido un fantasma melancólico. Suspiró y perdiendo la mirada en la profundidad oscura de la mar de la noche, no vigiló sus pasos hasta que una voz interrumpió sus cavilaciones y enseguida, detuvo sus pasos. En toda aquella estampa nocturna, solo la luna y las estrellas en el firmamento ofrecían un remanso de luz y aunque, le había parecido que la playa a esas horas estaba desierta, se alegraba de tener compañía. Y por su acento, podía decirse que era un subdito suyo, o por lo menos; de su gran nación y reino.

- Debo confesaros que huir es lo que me ha llevado aquí. Considero que hay ocasiones en la que se debe uno aislar del mundo que lo rodea para encontrar su propia paz interior y esta noche es perfecta para ello, - Sonrío y tomándose la confianza de tomar asiento en la arena cerca del desconocido, lo miró de reojo. - ¿Usted también intenta escapar de su realidad, señor?

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