La magia que cambia (Privado)

por **Xymena Braün** Lun Jun 25, 2018 8:17 pm

“¡volando por los bosques de París un cazador quiso cazarme! ¡Estaba loco si iba a conseguirlo! Pero conseguí escaparme con gracia y habilidad y me escondí entre la copa de un árbol y ahí estaba de nuevo aquel cazador que insistía en capturar a una bella lechuza como yo. Me moví hasta donde pudiera estar a salvo, volé y volé y me posé sobre la barandilla de la casa de un desconocido que tenía la ventana abierta. Le estuve observando durante un largo tiempo y a mis alrededores pude observar que vivía en los callejones.

Su interior parecía tener buenas pertenencias, como si fuera alguien importante, pero parecía tan enfrascado en hacer sus cosas que no quería seguir molestándole. Cuando alcé el vuelo de inmediato, pude ver debajo de mí al cazador que me había perseguido desde el bosque ¡Menuda insistencia! No tuve más remedio que entrar volando en el interior de la casa de donde me había posado en el balcón, molestando sin quererlo a quien estuviera jugando con calderos y libros raros. Fue entonces cuando me di cuenta de que tenía una flecha en el ala, justo en algún sitio en el que no me habría dado cuenta, pero a causa de aquella herida, mis fuerzas de cambiante disminuyeron haciendo que mi forma humana se desvelara en la misma habitación en la que estaba quien viviera en ese hogar.

Descubrí que en mi brazo estaba la flecha, intenté quitarla pero me dolía tanto que no llegué a quitarla del todo. Cuando me vi que estaba completamente desnuda, cogí lo primero que vi, una gran manta aterciopelada de color rojo, me la eché por encima y arrastrándome hacia atrás para estar contra la puerta”

- Po-por favor…-decía entre tartamudeos causados por el dolor – no vengo a hacerte da-daño….-levanté mi brazo herido mientras que el otro sujetaba la manta que tapaba mi desnudez. Le miraba a los ojos pero algo me estaba haciendo perder el conocimiento, me sentía mareada y por mucho que intentara mantener mis ojos claros abiertos de par en par, cada vez más me costaban mantenerlos abiertos hasta que caí desmayada y sintiéndome febril sobre el suelo frio de aquel cuarto.

-¡No! ¡DEJAME! – Comencé a gritar sin sentido cuando me desperté lo que parecía al día siguiente. Hacia sol, el aire entraba por las ventanas y estaba vestida con una camisa grande de caballero y tapada con la manta que cogí ayer intentando tapar mi desnudez. Me toque el brazo herido y estaba curado. ¿Qué había pasado? Intente mirar a los alrededores y me fijé que estaba en una cama que había en el cuarto de por dónde entré. Vi que el hombre este estaba dormido sobre la mesa y me levanté, vi que tenía una falda larga y la camisa estaría bien. Como veía que estaba vestida, cogí la manta aterciopelada y me acerque hacia el hombre que dormía sobre la mesa, se la eché sobre los hombros y silenciosamente me fui hasta la puerta pero estaba completamente cerrada

¿Qué iba a hacer?

por **Rainero Bleier** Miér Jul 25, 2018 5:36 pm

Trabajar para el embajador, era arduo, pues no se podía estar descuidado. El coreano poseía muchos enemigos, peligrosos, en especial cuando arruinaba negocios que acarrearían no solo perdidas millonarias, sino el costo de la propia vida. Por lo que Choi Min, había decidido vivir en la embajada. De esa manera, su función como guardia personal y consejero del vampiro, era mejor resuelta y mas eficaz. Pero como todo, tenía sus problemas, y uno de ellos era que la privacidad, se había esfumado. Por lo que, aún luego de meditarlo mucho, decidió mantener la residencia que había adquirido al llegar a París, Una cómoda casa de dos plantas, en la que podía distenderse, practicar sus artes mágicas, su hechicería, y ademas, conseguir esas horas de paz, que junto al guerrero insaciable, que era Gwang So, no podía disfrutar.

Así fue que trs pedir unos dias de descanso, y aprovechando que el embajador había decidido viajar llevando a otros guerreros como escoltas, él, empacó unas cuantas maletas, y partió rumbo a ése escondite - solo descubierto por el embajador, a quien no podía ocultar nada -, tal que si, la sobrina del embajador, o cualquier otro funcionario, intentaba contactar con él, sería imposible hacerlo. Sonrió satisfecho, y se dispuso a disfrutar del viaje.

Cuatro horas después, se encontraba enfrascado en sus apuntes de hechicería, probando ungüentos, y pócimas, para curar a los licantropos que trabajaban en la embajada, quienes en la última excursión, habían sido heridos, y que se recuperaban, pero por alguna extraña razón, de forma lenta, mucho mas lenta, para su condición de lobos, ¿habrían sido heridos con algún tipo de brebaje a base de plata? Era una de las tantas hipótesis que surgieron en la mente afiebrada del hechicero oriental. Ensimismado como estaba, no se había percatado que la doncella, - una hechicera, que también era su aprendiz - había dejado la ventana abierta, por la que entró una hermosa lechuza, la que se posó por unos instantes, y luego volvió a traspasar la ventana rumbo al bosque. El aleteo del ave, hizo que Choi Min, dejara los frascos y las probetas, para girar y contemplar como la lechuza huía. Sonrió al percatarse del aura que la rodeaba, - ¿Que hace un cambiante entrando por el ventanal de un hechicero? - caviló, dispuesto a caminar hasta la ventana y cerrar los postigos, pues, no estaba en sus planes, ser descubierto, ni por un espía de la inquisición, ni de su propia embajada, necesitaba privacidad, aunque mas no fuera por unas horas.

Cuando estaba por dejar su trabajo y realizar aquella acción, observó que el ave volaba en círculos y retornaba al interior de su estudio. Enarcó una ceja, mientras con suma cautela, llegaba al ventanal y lo cerraba, mientras creaba una ilusión de si mismo, haciendo que el ave pensara que se encontraba aún trabajando, y que no había sido descubierta, como ser sobrenatural. Al cerrar la ventana, comprobó que en las inmediaciones, un cazador rondaba los arboles cercanos. Por lo que tuvo que deshacer la ilusión sobre el ave y usar todas sus fuerzas, intentando cubrir con magia su residencia, por lo menos, que pareciera abandonada, por si el cazador buscaba al cambiante. Por momentos, giraba su cabeza para contemplar a la lechuza, pero volvía a concentrarse en el cazador, que parecía estar interesado en la construcción abandonada.

Cuando por fin pareció que afuera, volvía la calma, Choi Min giró con la intención de enfrentar a ese cambiante intruso, pero grande fue su sorpresa cuando descubrió que era una mujer, y que se encontraba herida. no solo eso, sino que había tomado su manto, y se intentaba cubrir con él. Sus movimientos fueron lentos, y su mirada se clavó en la ajena, - No te preocupes, no quiero hacerte daño, solo déjame ayudarte - le fue diciendo, mientras sus pasos le acercaban a la mujer. Entonces ésta se desvaneció, por lo que en un segundo él se abalanzó sobre ella, para no permitir que se golpeara al caer desvanecida. Como era d esperar, se dedicó a curar la herida de la joven, a vestirle con sus ropas, y taparla con su manto. Para luego sentarse en su escritorio y velar el sueño de aquella extraña. Tan profundo se había dormido, que no escuchó cuando a la mañana siguiente la joven se levantó y lo tapó con el manto. Pero fue el intento infructuoso de querer abrir la puerta de la residencia, lo que llamó la atención de la aprendiz del hechicero, quien se presentó con la velocidad de un rayo, para tomar a la joven por el brazo, - ¡Oye! ¿quien eres tú? - dijo con los ojos encendidos de ira, llevándolos por el cuerpo y la ropa de la intrusa - ¿y porque usas la ropa de mi maestro? -.

por **Xymena Braün** Miér Jul 25, 2018 6:29 pm

Cuando me encontró la muchacha que empezó a gritarme nada más verme quise esconderme y convertirme en ave nada más estar ahí pero apenas conocía a estas personas que tan indecorosamente me había metido en su residencia sin permiso. Me eché hacia atrás para poder tener más espacio entre una y otra, pero me choqué contra la pata de la cama en la que había descansado por la noche.

-Y-yo…lo-lo siento yo…- No sabía que decir, normalmente diría algo que mereciera la pena malgastar de mis labios pero estaba sin ideas, no sabía que decir. Podría decirse que la energía de la joven que me había gritado me había sorprendido bastante y me había cohibido – Ayer me qued…m….-no podía decir mucho, no quería que me descubriera ella también sabiendo que recordaba que el hombre que había durmiendo sobre la mesa me había visto cambiar – Yo me voy ¡Agh! –Le tome de las manos que sujetaban mi brazo y pude ver que la herida se había abierto, podría haber ya cicatrizado por la sanación acelerada pero lo mismo me habrían herido con algún tipo de esencia añadido a la punta de la flecha – Lo siento… – Diciendo esto, hui cruzando por el lado de la joven, sintiéndome avergonzada por haber abusado de la hospitalidad del hombre y saliendo de la residencia intenté que no pareciera demasiado evidente que estaba herida, pero de nuevo me tuve que caer sobre las piedras de la calle, estando apoyada contra una pared para ver si recuperaba el aliento.

- ¿Estás bien? – Pregunto una niña que vestia muy finas ropas

- Si preciosa, pero cuidado, no vayas a mancharte tal precioso vestido.

- Ven, Giselle, no hables con escoria como la gente pobre que solo tiene piojos y ganas de hacer mal a otros.

¿Pero qué? ¿De verdad había escuchado lo que en realidad había escuchado? ¿Cómo puede haber gente de ese tipo? ¡Estaba herida! y no tenía a nadie, tan solo la cabaña del bosque de mi abuela que para mí ahora estaba completamente lejos en el estado en el que estaba – Vamos, puedo moverme – Dije para mí misma y en lo que más o menos podía estar moviéndome con rapidez, pude escuchar una voz que se me hacía familiar.

- Hola encanto. Ayer por la noche te la pasaste muy arriba del cielo, ¿no?

Giré mi cuerpo un poco para encararle, pero no podía mantenerme en pie, mi mirada estaba difusa pero todavía aguantaba con la mirada al frente.

- ¿qué quieres de mí?

-¿Yo? ¿De ti? Yo quiero tu cabeza sobre la repisa de mi chimenea sobre una metopa de oro que habré comprado cuando haya recogido la recompensa en la sede inquisitorial.

- Primero tendrás que atraparme, maldito…. – Estaba preparada para morir, pero algo pasó que me consideré salvada y con esperanzas de poder seguir viviendo un poco más de tiempo.

por **Rainero Bleier** Dom Ago 26, 2018 12:23 pm

El escándalo que se estaba armando a unos escaso metros de el hechicero que aun dormía, hizo que se despertara sobresaltado. - ¿Que está pasando? - dijo, levantándose bruscamente, por lo que la manta cayó a sus pies, y se dio cuenta que la joven se la había puesto en los hombros, al despertar. Su mirada fue directo a la de su aprendiz, -¿Que acabas de hacer? - , estaba realmente enfurecido, odiaba que lo tratasen como pertenencia de alguien, ¿acaso él en algún momento, le había hecho creer que existía una relación diferente a la de maestro aprendiz? Su miada centelló, - ya hablaremos, ahora no tengo tiempo que perder contigo -, dijo mientras pasaba a su lado y corría hasta la puerta, por donde la joven había huido.

Gotas de sangre en el piso de piedra, le hicieron alertar, - la herida se ha abierto, eso la pone en inferioridad de condiciones -, con movimientos rápidos, tomó sus armas, llegando hasta la acera, de esa calle que solía estar desierta, por estar tan cerca del bosque, y no ser muy segura, aún en pleno día. Entonces la divisó, no muy lejos de allí, estaba con una niña pequeña, que parecía preocupada por la salud de la joven. Mas en ese momento, un hombre, con apariencia de inquisidor se acercó a ella, con la intención de capturarla, a lo que ella comenzó a correr. Fue en ese instante, en que el hechicero utilizó su poder de ilusión, haciendo que una ilusión, idéntica a la joven, tomara una dirección diferente a la que ella tomara, haciendo que el inquisidor corriera tras ésta. mientras tanto, él, se cruzaba en el camino de la joven, la abrazaba y literalmente , alzaba para entrar con ella nuevamente a la casa - Nadie se va de mis dominio, enfermo, herido, o por ser capturado injustamente - dicho esto, caminó con paso seguro, hasta entrar a la construcción.

por **Xymena Braün** Mar Sep 25, 2018 6:17 pm

No tuve más remedio que dejarme llevar en los brazos de aquel al que había arropado con la espesa y suave manta, no podía hacer nada y tenía que dejarme llevar hasta que me metió de nuevo en el interior de la mansión de aquel hombre al que no paraba de sonreírle a modo de agradecimiento, fue cuando me agarré a este de manera brusca en cuanto la mirada de la otra muchacha vi que se clavaba en mí como si fuera una mosca que aplastar (si supiera en lo que me convierto…seguro que no estaría tan segura de meterse conmigo). En cuanto pudieron estar mis pies sobre el suelo de madera de aquella mansión inmediatamente me senté en donde había pasado la noche, madre mía podía sentir la mirada de la otra joven clavándose en mi cuello, era increíble estos humanos tan….homo-sapiens.

Repentinamente me acordé de que la herida se me había abierto, con todo lo que había pasado no me había dado cuenta, no me di cuenta de que los puntos o lo que hiciera el hombre o de lo que hubiera hecho había sido en vano – Perdona por haber huido. Tu doncella me asustó – Dijo bajando el rostro, la verdad aunque la otra me estuviera asesinando el cuello con su mirada a través de la pared me había asustado y creo que por ello se me había abierto los puntos. Presionando aún en la herida mis manos ya estaban débiles no podrían sujetar la tela manchada de nuevo de sangre, por lo que no pude más que tumbarme en lo que era el sillón, diván o sofá y de un momento a otro sentí como el corazón me empezaba a arder, mis manos se fueron de la herida hasta el corazón - ¡Agh! Mi…mi corazón….-Dije jadeando como pude, mi respiración era agitada, sentía que me iban a desgarrar el corazón y no había hecho falta un inquisidor para tal trabajo.

Cuando no pude más, mis manos que agarraban mi corazón por encima de mi piel se tumbaron a ambos lados de mi cuerpo, como si de repente hubiera dejado de funcionar, pero podía notar como lentamente mi ritmo cardiaco volvía, y en cuanto volví hacia la consciencia me senté sobresaltada en el mismo sitio en el que me había tumbado con dolores en el pecho, pero había algo más esta vez. Notaba una calidez que era agradable, suave, a lo mejor agrietada por algún corte del frío, pero para cuando abrí los ojos de par en par vi lo que estaba sucediendo. Cuando me había reincorporado sentada en aquel lugar y tapada por una manta, mi sobresalto había sido repentino para el que me ayudó y ahora del sobresalto le estaba besando los labios.

- ¡AAH! ¡lo siento! ¡lo siento! –Dije con algo de temor por si alguien más nos hubiera visto, pero un pinchazo en donde estaba mi herida me alertó que los puntos estaban de nuevo bien puestos y vendados.

por **Rainero Bleier** Lun Dic 03, 2018 6:18 pm

Broehain, se apresuró a llevar a la joven herida a su habitación, en donde con sumo cuidado la acomodo en la cheslong, allí, se dedicó a contemplar la situación en la que se encontraba la muchacha. No pudo dejar de preocuparse de la mancha sanguinolenta que se extendía por el pulcro vendaje que él había realizado horas atrás. Por lo que se dedicó a buscar los utensilios necesarios para curar nuevamente la herida. Mientras realizaba aquella labor, le indicó a su ayudante que preparara una infusión de te, puesto debía calmar los nervios de la joven, ademas de calmar el dolor, que seguramente tendría. La aprendiz, quiso protestar, pero el solo hecho de posar la mirada en los orbes de la joven, y mirarla con dureza, hizo que su ayudante bajara la mirada al piso, se disculpara y abandonara la habitación dirigiéndose presurosa a la cocina, en donde la cocinera se ocuparía de los asuntos referentes al pedido de su mentor.

Al instante de quedar solos, el brujo escuchó como su invitada se quejaba, de un dolor, un dolor en su corazón. Se apresuró a buscar lo necesario para la curación, y volvió a aus lado. La joven se había desmayado, mostrando que el dolor había sido insoportable, pero a la vez, dando la posibilidad al brujo, de hacer las curaciones necesarias, mientras la mujer se encontraba desvanecida. Tras terminar de vendar nuevamente la herida, se dedicó ha contemplar a su invitada, - ¿como puede ser que una joven tan dulce, sea perseguida por un demonio como ese inquisidor? - caviló, aunque sabía muy bien, que muchas veces, detrás de una bella apariencia, se podía esconder el demonio mas temible.

Pensó en su amigo y jefe, el embajador de Corea, quien tras la muerte de su primer y único guardaespaldas, lo había contactado y admitido, para tomar tan importante lugar, no solo por su poder, sino porque le había salvado la vida. Para todos los seres que rodeaban al embajador, él era un coreano mas, llamado Choi Min, era aquel guardaespaldas y brujo, que por décadas había acompañado al oriental, pero en la soledad de la habitación imperial, él podía dejar la ilusión atrás, y los dos seres, se presentaban el uno al otro, como en realidad eran, y por sobre todo, se mostraban el gran aprecio que se tenían mutuamente.

Sonrió pensando en ello, y en como al ser abordado por la joven aquella noche, ella le había conocido como Choi Min, mas ahora, su rostro, sus facciones eran las propias, las de Broehain, ¿acaso eso no la asustaría? ¿Podría entender que su poder de ilusión era tan poderoso que sus facciones cambiaban haciéndole irreconocible? Pensando en eso se encontraba, muy cerca de la joven, quien en ese instante despertó, y de un rápido movimiento se abalanzó a él, hasta abrazarle tomándolo del cuello, y dándole un beso en los labios, que hicieron que el hechicero se sorprendiera, hasta casi caerse de la silla en la que se encontraba sentado.

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