AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Trucos de magia [Privado]
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Trucos de magia [Privado]
Arboles… estaba rodeada de ellos. Había salido de la mansión de mi madre a escondidas y usando un sencillo vestido blanco, sin adornos innecesarios. A Marie no le gustaba pero para mí era mucho más sencillo moverme, además eso era de gran ayuda en el bosque. Hacía mucho tiempo que no respiraba aire fresco, casi desde la muerte de mi padre así que esto era algo así como una recompensa que me daba a mí misma por haber sido una buena chica al cuidado de Marie.
El vestido blanco casi rozaba la tierra por la cual caminaba con total facilidad a pesar de los zapatos con tacos de 10 cm que llevaba, para mí ya era una costumbre andar con ellos por cualquier clase de terreno.
Soledad y naturaleza… ¿Qué más podía pedir? Iba lentamente mientras rozaba con las puntas de los dedos los troncos de los árboles y tarareaba una canción… Este iba a ser un día pacifico… o eso creía.
El lugar repentinamente se transformó en un escenario distinto, por supuesto que no podía verse sino sentirse, algo había cambiado. Tenía una extraña sensación de peligro pero en lugar de alejarme fui a donde se sentía con mayor intensidad.
No estaba siendo para nada cuidadosa, lo sabía, pero aun así continuaba caminando entre los árboles. Finalmente llegó el momento en que oí las pisadas de otra persona, quien fuese estaba corriendo y se acercaba a gran velocidad por lo que me oculte entre unos arbustos justo en el momento que pasaba frente a mí un hombre armado con un revolver. Paso de largo sin siquiera sospechar que yo lo observaba, el peligro había pasado…
Pude haberme ido en dirección contraria y regresar a la seguridad de mi casa pero por alguna razón decidí seguir a aquel hombre. Marie me había hablado de ellos, cazadores e inquisidores que se dedicaban a exterminar a los seres sobrenaturales como yo, pero nunca había visto a uno así que me sentía intrigada no solo por el inquisidor en si sino por lo que perseguía.
Lo seguí de cerca sin provocar sonidos que le alertaran de mi presencia, además usaba la empatía para leer cada uno de sus estados de ánimo, en cuanto el hombre descubriese algo lo sabría pero por ahora solo notaba una ira inexplicable. ¿Tanto odio tenia este hombre hacia los seres sobrenaturales?
El vestido blanco casi rozaba la tierra por la cual caminaba con total facilidad a pesar de los zapatos con tacos de 10 cm que llevaba, para mí ya era una costumbre andar con ellos por cualquier clase de terreno.
Soledad y naturaleza… ¿Qué más podía pedir? Iba lentamente mientras rozaba con las puntas de los dedos los troncos de los árboles y tarareaba una canción… Este iba a ser un día pacifico… o eso creía.
El lugar repentinamente se transformó en un escenario distinto, por supuesto que no podía verse sino sentirse, algo había cambiado. Tenía una extraña sensación de peligro pero en lugar de alejarme fui a donde se sentía con mayor intensidad.
No estaba siendo para nada cuidadosa, lo sabía, pero aun así continuaba caminando entre los árboles. Finalmente llegó el momento en que oí las pisadas de otra persona, quien fuese estaba corriendo y se acercaba a gran velocidad por lo que me oculte entre unos arbustos justo en el momento que pasaba frente a mí un hombre armado con un revolver. Paso de largo sin siquiera sospechar que yo lo observaba, el peligro había pasado…
Pude haberme ido en dirección contraria y regresar a la seguridad de mi casa pero por alguna razón decidí seguir a aquel hombre. Marie me había hablado de ellos, cazadores e inquisidores que se dedicaban a exterminar a los seres sobrenaturales como yo, pero nunca había visto a uno así que me sentía intrigada no solo por el inquisidor en si sino por lo que perseguía.
Lo seguí de cerca sin provocar sonidos que le alertaran de mi presencia, además usaba la empatía para leer cada uno de sus estados de ánimo, en cuanto el hombre descubriese algo lo sabría pero por ahora solo notaba una ira inexplicable. ¿Tanto odio tenia este hombre hacia los seres sobrenaturales?
Neru Le Course- Hechicero Clase Alta
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Re: Trucos de magia [Privado]
Como todas las mañanas, saqué la llave de uno de los pliegues de mi vestido —un vestido sencillo, de colores terrosos, algo carcomido por el tiempo—, la introduje en la puerta de casa y ésta se cerró con un chasquido. Me dirigía al mercado de la ciudad, a hacer acopio de bienes, no sin antes pasar por ciertas callejuelas que, a mi parecer, tenían un encanto particular, como ya era costumbre. Disfrutaba observando los escaparates de estos establecimientos, muchos con un toque antiguo, casi eterno, como si el tiempo no transcurriera del mismo modo para ellos. A veces incluso me atrevía a entrar dentro de alguna librería, estanco o tienda de antigüedades, simplemente por respirar ese ambiente tan particular que poseían.
Paseaba por uno de estos callejones, especialmente desierto para la hora que era, cuando escuché unos pasos pesados a pocos metros detrás de mí. Noté cómo se me erizaba el vello de la nuca y un escalofrío recorrió mi espalda de arriba abajo. Fuera quien fuese aquél que me seguía, no me daba buena espina.
Aceleré un poco el paso, inconscientemente. Giré la primera esquina a la derecha y, reflejado en el cristal de uno de los ventanales del edificio de enfrente, pude vislumbrar a un hombre alto, con el rosto oculto bajo un gran sombrero de copa y su mirada sombría clavada en mí.
Abrí mucho los ojos ante esta visión y mi corazón comenzó a bombear sangre a un ritmo frenético. Era un inquisidor, de eso estaba segura.
¿Cómo ha llegado hasta mí? ¿Cómo ha descubierto lo que soy? —me preguntaba, conmovida. Llevaba toda mi existencia tratando de ocultar mis poderes ante los ojos de todos para evitar, precisamente, escenas como aquella. Seguida de este sentimiento de culpabilidad por haber cometido algún error, por mínimo que éste fuera, otra idea se abrió paso en mi mente: ¿llevaba mucho tiempo siguiéndome o había sido mera casualidad, un simple encuentro fortuito? Deseé que fuera esto último, ya que de otro modo significaría que toda la seguridad que había construido a mi alrededor durante todos estos años se había esfumado en un segundo. Aunque de ser así, un antojo del destino, implicaría que me encontraba ante un inquisidor muy experimentado, capaz de percibir mis habilidades sobrenaturales con sólo mirarme.— ¿Y qué tiene en mi contra? Si nunca he hecho nada malo a nadie.
De poco servía plantearme todas aquellas cuestiones y lamentarme de mi situación en aquel preciso instante. Más me valía concentrarme en mis pasos y en mi respiración. Un paso en falso y acabaría sirviendo de sustento a las llamas.
Crucé varias calles más y giré unas cuantas esquinas. Mi objetivo era llegar al bosque, a terreno conocido en el que pudiera despistarles con mayor facilidad. No me convenía adentrarme en las grandes y concurridas avenidas, pues ya se sabe cómo es la gente de a pie, descerebrados que apoyan cualquier matanza en nombre de Dios, por estúpida que sea. Si sobrevivía a ésta no quería que me tachasen de bruja para el resto de mis días, pues si esto fuera así, más me valía morir pronto.
Apenas quedaban dos calles más para llegar a la arboleda cuando otro hombre encapuchado salió a mi paso desenfundando un revólver de forma amenazante, cortándome la huída. Me detuve en seco y me giré, angustiada. El del sombrero de copa se acercaba corriendo hacia mi posición. Sentía cómo la muerte se abalanzaba sobre mí y, sin pensarlo dos veces, extendí una mano ante el encapuchado, recitando un rápido hechizo de dominación leve que le hiciera flaquear las piernas y caer al suelo al tiempo que echaba a correr lo más rápido que me era posible, pasando justo a su lado. Escuché dos disparos muy cercanos a mí y el hedor de la pólvora inundó el ambiente con una rapidez pasmosa.
Por suerte, había conseguido salir al bosque. Sorteé con habilidad varios árboles, arbustos y raíces que, a medida que avanzaba en mi camino, se hacían más y más densos hasta el punto que era difícil no tropezar y caer. Sentía cómo las ramas más bajas me iban arañando la piel de las piernas, pero el pánico hacía que sintiera ese dolor como algo ajeno y lejano.
En lugar de correr en línea recta, iba rodeando los árboles de tal modo que les fuera difícil acertar en el blanco. Me sentía como un cervatillo huyendo de sus cazadores, aunque en este caso ellos eran considerablemente más veloces que yo. Sólo me quedaba confiar en mi agilidad para conseguir deshacerme de ellos.
En un momento dado eché un vistazo atrás y, entre la maleza, sólo vi a uno de ellos. ¿Dónde se había metido el otro? Estaba desconcertada, asustada y cansada. Al menos me encontraba a una distancia considerable del inquisidor, así que creí prudente esconderme tras un árbol, esperando despistarle de este modo.
Cuál fue mi sorpresa cuando, al mirar a la derecha me encontré a una muchacha de ojos rasgados agazapada tras un árbol cercano. Me quedé paralizada del susto. No podía ser, otra inquisidora no, por favor…
Nói Runa Hauksdóttir- Hechicero Clase Media
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Re: Trucos de magia [Privado]
Un cambio… había un cambio en lo que podía sentir pero no venía por parte del inquisidor. Maldición, pensé mientras me giraba. Pero no había por lo que preocuparme… el cambio había sido por una joven a la que al parecer había asustado. ¿Por qué? La joven parecía haber estado corriendo por un buen rato pero eso no era lo que me llamaba la atención, sino que al parecer era ella a la que perseguía el inquisidor.
Vale, había estado siguiendo a este tipo por curiosidad pero no me esperaba encontrar con su presa tan pronto y encima… esta chica creía que yo iba a atacarle o algo por la manera en que había quedado paralizada en su sitio. Bueno, primero lo primero, convencer a la joven de que yo no era su enemiga.
Alce las manos en un tipo de gesto para indicarle que no iba a hacerle daño.
- Tranquila… no soy como ese tipo ¿vale?
¿Buen comienzo? Mi voz sonaba algo agitada, tanto por el seguimiento del inquisidor como porque la chica me había sorprendido apareciéndose repentinamente por detrás. Pero gracias a eso me había dado cuenta del error que había cometido al centrarme solo en el hombre al que seguía, ¿Qué si en lugar de la joven se hubiese aparecido otro inquisidor? Entonces habría estado en graves problemas.
Me había enderezado y permanecía con las manos en alto tratando de no asustar a la joven mientras me preguntaba por qué la estaba persiguiendo el inquisidor… Vale, preguntarse eso no tenía mucho sentido, puesto que obviamente debía ser un ser sobrenatural pero lo que yo quería saber era que tipo de ser era ella. Me acerque lentamente, esto comenzaba a preocuparme. El tipo al que seguía ya se había alejado y para colmo no era el único en estos bosques, otro inquisidor merodeaba por ahí y se estaba acercando.
- Tenemos que irnos.
Dije antes de tomar a la joven de la mano con algo de fuerza para tirar de ella en dirección contraria por la que se acercaba el inquisidor, íbamos por entre los arboles intentado mezclarnos con la naturaleza aunque eso iba a ser más sencillo para la joven que para mi puesto que mi vestido era blanco y fácilmente distinguible a distancia.
- Por cierto… mi nombre es Neru.
No era la manera en la que tenía planeado presentarme pero dadas las circunstancias… esa era la mejor manera ¿verdad? A pesar de que se suponía que estábamos huyendo no podía evitar sentirme emocionada por encontrar alguien que muy probablemente era como yo, o casi. Cuando estuve segura de que los inquisidores habían quedado atrás, al menos por el momento, me pare y le solté la mano a la joven.
- Perdón por arrastrarte tan repentinamente pero nos habrían atrapado si nos quedábamos ahí.
Comencé por disculparme como cualquier persona normal habría hecho, o lo que yo creía que era normal.
- Yo soy bruja… ¿Y tú?
¿Demasiado directa? Sí, pero vamos… Que nos perseguían unos inquisidores y no tenía idea de que era la chica a pesar de que estaba ayudándola.
Vale, había estado siguiendo a este tipo por curiosidad pero no me esperaba encontrar con su presa tan pronto y encima… esta chica creía que yo iba a atacarle o algo por la manera en que había quedado paralizada en su sitio. Bueno, primero lo primero, convencer a la joven de que yo no era su enemiga.
Alce las manos en un tipo de gesto para indicarle que no iba a hacerle daño.
- Tranquila… no soy como ese tipo ¿vale?
¿Buen comienzo? Mi voz sonaba algo agitada, tanto por el seguimiento del inquisidor como porque la chica me había sorprendido apareciéndose repentinamente por detrás. Pero gracias a eso me había dado cuenta del error que había cometido al centrarme solo en el hombre al que seguía, ¿Qué si en lugar de la joven se hubiese aparecido otro inquisidor? Entonces habría estado en graves problemas.
Me había enderezado y permanecía con las manos en alto tratando de no asustar a la joven mientras me preguntaba por qué la estaba persiguiendo el inquisidor… Vale, preguntarse eso no tenía mucho sentido, puesto que obviamente debía ser un ser sobrenatural pero lo que yo quería saber era que tipo de ser era ella. Me acerque lentamente, esto comenzaba a preocuparme. El tipo al que seguía ya se había alejado y para colmo no era el único en estos bosques, otro inquisidor merodeaba por ahí y se estaba acercando.
- Tenemos que irnos.
Dije antes de tomar a la joven de la mano con algo de fuerza para tirar de ella en dirección contraria por la que se acercaba el inquisidor, íbamos por entre los arboles intentado mezclarnos con la naturaleza aunque eso iba a ser más sencillo para la joven que para mi puesto que mi vestido era blanco y fácilmente distinguible a distancia.
- Por cierto… mi nombre es Neru.
No era la manera en la que tenía planeado presentarme pero dadas las circunstancias… esa era la mejor manera ¿verdad? A pesar de que se suponía que estábamos huyendo no podía evitar sentirme emocionada por encontrar alguien que muy probablemente era como yo, o casi. Cuando estuve segura de que los inquisidores habían quedado atrás, al menos por el momento, me pare y le solté la mano a la joven.
- Perdón por arrastrarte tan repentinamente pero nos habrían atrapado si nos quedábamos ahí.
Comencé por disculparme como cualquier persona normal habría hecho, o lo que yo creía que era normal.
- Yo soy bruja… ¿Y tú?
¿Demasiado directa? Sí, pero vamos… Que nos perseguían unos inquisidores y no tenía idea de que era la chica a pesar de que estaba ayudándola.
Neru Le Course- Hechicero Clase Alta
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Re: Trucos de magia [Privado]
Los pensamientos la engañaban; cada idea arremolinada dentro de su cabeza era un martillazo punzante en su cuerpo, alfileres sobre su frágil y delicada piel, miles de espadas lacerando su espalda, el torso, todo. No podía hacer nada por evitarlo; dejar de pensar en las consecuencias era realmente inevitable dado que cada decisión que tomó en el pasado había abierto el sendero por el cual hoy transitaba. Se sentía atrapada, engañada, violada por si misma. El viento sopló a su favor, llevándose con él el polvo acumulado en la calle y describiendo miles de formas con las motas del mismo. Sonrió. La presión ejercida sobre sus hombros era demasiada y, aún así, continuaba haciendo lo único que sabía, cazar. Se arrodilló para tocar el suelo observando por encima del hombro el allanamiento a la tierra. Alguien o algo cruzo los límites de la ciudad hacia el bosque, una persona que, bien podría estar perdida o huía de otro cosa. Con el ceño fruncido se puso de pie para dar marcha hacia la obscuridad del bosque. Las sombras se movían escalofriantemente en un vals casi perfecto con el viento. Las ramas de los árboles susurraban misteriosos secretos, imperceptibles al oído humano. EL miedo se respiraba en el ambiente.
Ahora, ¿Dónde se había metido esa chica? Sólo un segundo, sólo eso bastó para perder de vista su objetivo. No era la mejor semana de la Inquisidora, tampoco el mes, de hecho podría asegurar que no el año. Los acontecimientos previos a esto le hicieron una vorágine y sus sentidos se alteraron de tal forma que la concentración le resultaba fácilmente corruptible. Mordió su labio inferior. Guardó silencio. El silencio siempre tiene algo que develar, sobre todo si se trata de encontrar a alguien, al final cualquier murmullo nos dice en dónde están. El crujir de las hojas secas fue percibido por su oído. Sonrió como el niño que encuentra un franco olvidado a mitad de la calle. Espero la segunda señal y ahí estaba. No había duda alguna, esos pesados pasos moviéndose sobre el bosque eran de ella. El por qué las órdenes de cazarla, las ignoraba; cuando le dan una misión nueva nunca suele cuestionar la decisión de los altos mandos, es sólo un maldito cordero que sigue las órdenes de alguien más. Ahora lo hacía. Nunca se puso a pensar si todos aquellos condenados eran gente respetable, importante, querida… El sólo hecho de pensar que tenían una familia y que ella se las había arrancado sin más nada, le fue repulsivo. ¿Por qué? ¿Por qué si antes no se preocupo por esas trivialidades, si no había sufrido de remordimiento, ahora lo hacía? Tragó saliva. No podía continuar así.
Su odio hacia los vampiros no cambió en lo absoluto, aún se mantenía encendida esa brecha llena de rencor y deseo de venganza hacia cualquier chupasangre que se cruzara en el camino. Los aborrecía con el alma, los repudiaba con todas sus fuerzas y, el sólo hecho de ver a Murielle como una madre le recordaba que ella jamás vería a la suya envejecer como esa anciana, disfrutar del pequeño varón que había tenido. ¡No! Sus padres jamás verían a su nieto crecer y su hijo jamás conocería a sus abuelos. ¡Esa es la razón! Aspiró profundamente ofuscando sus pensamientos melancólicos con la ira cautivada en su interior. Su mirada se clavó en la profundidad esperando la respuesta de las tinieblas. Enfocó sus sentidos en un solo objetivo y corrió con sigilo hasta colocarse a espaldas de su presa. Sus orbes se llenaron de victoria al escuchar la conversación. Dos brujas. Bendita suerte. Se preparó para el primer ataque, las rodeó un par de veces antes de posicionarse a un costado. Atacarlas de frente era una tontería, hacerlo de espaldas una cobardía pero a los lados… bueno, eso es estrategia. Procurando no hacer ruido más del que empapaba la propia soledad del bosque. Sacó una de sus flechas, tomó el arco que ataba a su espalda y apuntó hacia la chica que le mandaron detener. El Vaticano tenía sus formas de enterarse, si se lo preguntaban a Zainhé, esa chica era tan normal como las demás. Cerró el ojo izquierdo estirando la flecha hacia atrás del arco lo más que pudo, cuando la tuvo en la mira, disparó. No quería atravesarle el corazón y la primera flecha siempre era una advertencia. En este caso en lugar de darle a la mujer que buscaba, desvió el disparo hasta su compañera. Un ultimátum que gritaba ‘Aléjate’.
Ahora, ¿Dónde se había metido esa chica? Sólo un segundo, sólo eso bastó para perder de vista su objetivo. No era la mejor semana de la Inquisidora, tampoco el mes, de hecho podría asegurar que no el año. Los acontecimientos previos a esto le hicieron una vorágine y sus sentidos se alteraron de tal forma que la concentración le resultaba fácilmente corruptible. Mordió su labio inferior. Guardó silencio. El silencio siempre tiene algo que develar, sobre todo si se trata de encontrar a alguien, al final cualquier murmullo nos dice en dónde están. El crujir de las hojas secas fue percibido por su oído. Sonrió como el niño que encuentra un franco olvidado a mitad de la calle. Espero la segunda señal y ahí estaba. No había duda alguna, esos pesados pasos moviéndose sobre el bosque eran de ella. El por qué las órdenes de cazarla, las ignoraba; cuando le dan una misión nueva nunca suele cuestionar la decisión de los altos mandos, es sólo un maldito cordero que sigue las órdenes de alguien más. Ahora lo hacía. Nunca se puso a pensar si todos aquellos condenados eran gente respetable, importante, querida… El sólo hecho de pensar que tenían una familia y que ella se las había arrancado sin más nada, le fue repulsivo. ¿Por qué? ¿Por qué si antes no se preocupo por esas trivialidades, si no había sufrido de remordimiento, ahora lo hacía? Tragó saliva. No podía continuar así.
Su odio hacia los vampiros no cambió en lo absoluto, aún se mantenía encendida esa brecha llena de rencor y deseo de venganza hacia cualquier chupasangre que se cruzara en el camino. Los aborrecía con el alma, los repudiaba con todas sus fuerzas y, el sólo hecho de ver a Murielle como una madre le recordaba que ella jamás vería a la suya envejecer como esa anciana, disfrutar del pequeño varón que había tenido. ¡No! Sus padres jamás verían a su nieto crecer y su hijo jamás conocería a sus abuelos. ¡Esa es la razón! Aspiró profundamente ofuscando sus pensamientos melancólicos con la ira cautivada en su interior. Su mirada se clavó en la profundidad esperando la respuesta de las tinieblas. Enfocó sus sentidos en un solo objetivo y corrió con sigilo hasta colocarse a espaldas de su presa. Sus orbes se llenaron de victoria al escuchar la conversación. Dos brujas. Bendita suerte. Se preparó para el primer ataque, las rodeó un par de veces antes de posicionarse a un costado. Atacarlas de frente era una tontería, hacerlo de espaldas una cobardía pero a los lados… bueno, eso es estrategia. Procurando no hacer ruido más del que empapaba la propia soledad del bosque. Sacó una de sus flechas, tomó el arco que ataba a su espalda y apuntó hacia la chica que le mandaron detener. El Vaticano tenía sus formas de enterarse, si se lo preguntaban a Zainhé, esa chica era tan normal como las demás. Cerró el ojo izquierdo estirando la flecha hacia atrás del arco lo más que pudo, cuando la tuvo en la mira, disparó. No quería atravesarle el corazón y la primera flecha siempre era una advertencia. En este caso en lugar de darle a la mujer que buscaba, desvió el disparo hasta su compañera. Un ultimátum que gritaba ‘Aléjate’.
Imara Z. Horváth- Fantasma
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Re: Trucos de magia [Privado]
Las brujas eran, probablemente, de todos los seres a los que debía cazar y dar muerte, los únicos que podían llegar a inspirarle un poco de compasión. Y aún así no se las brindaba. A Târsil poco le importaban las razones que la Iglesia tenía para darle tales órdenes, a él lo único que lo movía era el hecho de matar, de acabar con cada una de esas despreciables criaturas cuyo fin de su existencia era únicamente corromper la paz de los suyos, de los humanos en general. No obstante, había algo que a Târsil no le gustaba de las brujas en particular: detestaba verlas a los ojos cuando tenía que eliminarlas. Detestaba cuando los hechiceros, especialmente las féminas, enfocaban su mirada en él y le dirigían esa súplica muda que, de alguna u otra manera, hacía eco en su interior, en su consciencia, en la humanidad que claramente aún poseía el empecinado y cabezota Líder de los Espías, humanidad que salió a relucir, una vez más, en el momento en que fue testigo de cómo Zainhé apuntaba a dos de las demonio.
Permaneció detrás de un árbol, oculto y con su nueva y reluciente ballesta, a la que había dado el nombre de “Monique”, apoyada sobre el pecho, cargada, lista para ser disparada. Pero, no apunto, pese que tenía al objetivo frente a sus ojos. Se quedó allí, de pie, siendo espectador del sublime cuadro en el que era capaz de convertirse un acto tan bárbaro como lo era la cacería, como un completo imbécil que se ha vuelto todavía más estúpido. Observó con inexplicable detenimiento a las dos muchachas que juraban estar a salvo detrás de aquel árbol; las vio mover sus labios e intercambiar un poco de esperanza, sonreír brevemente la una a la otra, quizás esperanzadas de que ese sería su día de suerte y que llegarían a casa, sanas y salvas, con una historia de triunfo para compartir. A Târsil le parecieron tan sólo dos niñas, le pareció incluso que había mucha inocencia en sus rostros; sus tiernas y rosadas caras, similares a dos muñecas traídas desde las lejanas tierras asiáticas, le hicieron olvidar, por un momento, que se trataba de dos brujas y tuvo el impulso de dejarlas vivir. Una película de sudor cubrió su rostro y, mientras observaba, bajó su ballesta de manera inconsciente.
¿Acaso estaba volviéndose un blandengue? Esto era grave, muy grave y muy malo; era terrible.
Entornó su vista en su compañera y amiga, siendo incapaz de externar ese repentino sentimiento de culpa. Esperó internamente que ella girara su rostro y le observara, tal vez así ella lograría deducir esa necesidad de liberarlas y le apoyaría en la descabellada idea; o tal vez, con su fiera y muchas veces seductora mirada, lograría traerlo de vuelta y hacerlo entrar en razón. Pero eso no pasó. Zainhé continuó con su objetivo, aunque por alguna extraña razón estaba demorando demasiado en soltar la flecha. ¿Acaso estaba sufriendo del mismo mal? ¿De cuando acá Zainhé se tentaba el corazón? ¿Dónde había quedado su espíritu guerrillero y a menudo suculentamente sanguinario? Esto estaba mal, definitivamente mal.
— Dispara de una vez, maldita sea. — Murmuró para sí mismo el Inquisidor. No importaba quién lo hiciera, alguno de los dos debía cumplir con el objetivo. Pero, mientras él luchaba sin demasiado ímpetu por librarse de las garras del sentimentalismo ocasional, esperaba que ella tuviera las agallas para librarlo de su gran problema.
Off: Disculpen la demora y perdonen haber atrasado el tema todo este tiempo. Intentaré ser lo más constante posible.
Permaneció detrás de un árbol, oculto y con su nueva y reluciente ballesta, a la que había dado el nombre de “Monique”, apoyada sobre el pecho, cargada, lista para ser disparada. Pero, no apunto, pese que tenía al objetivo frente a sus ojos. Se quedó allí, de pie, siendo espectador del sublime cuadro en el que era capaz de convertirse un acto tan bárbaro como lo era la cacería, como un completo imbécil que se ha vuelto todavía más estúpido. Observó con inexplicable detenimiento a las dos muchachas que juraban estar a salvo detrás de aquel árbol; las vio mover sus labios e intercambiar un poco de esperanza, sonreír brevemente la una a la otra, quizás esperanzadas de que ese sería su día de suerte y que llegarían a casa, sanas y salvas, con una historia de triunfo para compartir. A Târsil le parecieron tan sólo dos niñas, le pareció incluso que había mucha inocencia en sus rostros; sus tiernas y rosadas caras, similares a dos muñecas traídas desde las lejanas tierras asiáticas, le hicieron olvidar, por un momento, que se trataba de dos brujas y tuvo el impulso de dejarlas vivir. Una película de sudor cubrió su rostro y, mientras observaba, bajó su ballesta de manera inconsciente.
¿Acaso estaba volviéndose un blandengue? Esto era grave, muy grave y muy malo; era terrible.
Entornó su vista en su compañera y amiga, siendo incapaz de externar ese repentino sentimiento de culpa. Esperó internamente que ella girara su rostro y le observara, tal vez así ella lograría deducir esa necesidad de liberarlas y le apoyaría en la descabellada idea; o tal vez, con su fiera y muchas veces seductora mirada, lograría traerlo de vuelta y hacerlo entrar en razón. Pero eso no pasó. Zainhé continuó con su objetivo, aunque por alguna extraña razón estaba demorando demasiado en soltar la flecha. ¿Acaso estaba sufriendo del mismo mal? ¿De cuando acá Zainhé se tentaba el corazón? ¿Dónde había quedado su espíritu guerrillero y a menudo suculentamente sanguinario? Esto estaba mal, definitivamente mal.
— Dispara de una vez, maldita sea. — Murmuró para sí mismo el Inquisidor. No importaba quién lo hiciera, alguno de los dos debía cumplir con el objetivo. Pero, mientras él luchaba sin demasiado ímpetu por librarse de las garras del sentimentalismo ocasional, esperaba que ella tuviera las agallas para librarlo de su gran problema.
Off: Disculpen la demora y perdonen haber atrasado el tema todo este tiempo. Intentaré ser lo más constante posible.
Târsil Valborg- Inquisidor Clase Media
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Re: Trucos de magia [Privado]
Notaba la sangre correr por mis mejillas a borbotones, como un torrente desbordado, el calor que me invadía de repente era asfixiante y estaba hiperventilando sin darme cuenta. Aún trataba de recuperar el aliento para salir huyendo de allí como malamente pudiera cuando escuché, levemente, las palabras de aquella muchacha, traídas por la brisa que se había levantado repentinamente. Aseguraba no formar parte de aquel grupo de inquisidores y, no sé si porque deseaba que sus palabras fueran ciertas o porque algo en ella me resultó convincente, la creí. De haber sido una inquisidora, le habría sobrado tiempo para deshacerse de mí. Cerré los ojos un instante e inspiré hondo, tratando de tranquilizarme un poco. Notaba cómo ella miraba nerviosa a todas partes, escrutando cada rincón del bosque. Al parecer estaba tan alterada como yo, y no era para menos. Podríamos morir en ese mismo momento a manos de un inquisidor al mínimo descuido, aunque eso era algo a lo que todos los sobrenaturales estábamos acostumbrados desde el mismo instante en el que descubríamos, para bien o para mal, nuestra verdadera naturaleza.
En un gesto imperativo, me asió de la mano y echamos a correr de nuevo entre los árboles. Apenas sentía mis pies pisar el suelo, era como si flotara sobre la tierra, me sentía ajena a mi propio cuerpo a causa del cansancio, tanto físico como emocional. Como si le diera el relevo, dejé que decidiera por mí, lo cual me ayudó a concentrarme mejor en los sonidos de alrededor, tratando de discernir dónde podrían encontrarse aquellos que querían darnos caza y que, de repente, parecían haberse esfumado.
Agradecí que parara, creyéndonos seguras a la sombra de dos árboles que se encontraban muy cercanos entre ellos. Aprovechó el momento para presentarse y confesar su condición de bruja. Eso mejoraba las cosas. Entendía la razón de que nos persiguieran con tanto ahínco. Qué mejor recompensa para que un inquisidor que no una bruja, sino dos. Aunque la noticia incrementaba las posibilidades de salir con vida de aquel embrollo y eso me aliviaba enormemente. Me disponía a responder, pero la sonrisa se me quedó congelada en los labios. De pronto abrí mucho los ojos, abrumada por una imagen nítida que se abría paso en mi mente, una premonición: el viento cortado por una flecha veloz que iba dirigida expresamente hacia nuestra dirección.
En un acto reflejo, me abalancé sobre Neru, exclamando un —¡Cuidado!— que se ahogó en mi garganta. Todo transcurrió muy deprisa: apenas tuve un segundo para lanzar una mirada rápida a la flecha que había quedado clavada con una precisión exquisita en uno de los árboles, para luego girarme con rapidez y contemplar el rostro de la mujer que nos apuntaba, como una señal de aviso. Mi expresión se endureció. Me levanté de un golpe, tirando de Neru para que se incorporara al mismo tiempo.
— Será mejor que nos separemos —murmuré justo antes de extender mi brazo derecho hacia la inquisidora, dejando que la energía fluyera a través de él. Mediante un hechizo de dominación, ejercí la suficiente fuerza sobre sus piernas para que cayera de rodillas al suelo, como si le pesaran cinco veces más. Sin embargo, desde esa posición aún podía disparar, por lo que opté por salir corriendo nuevamente.
Eché una mirada atrás, para comprobar que la muchacha seguía sana y salva. Sin embargo, una sombra amenazante se alzaba a unos metros detrás de ella, en línea recta, diana y blanco directo.
— ¡¡Neru, detrás de ti!! —grité con toda la fuerza que me permitían mis pulmones.
En un gesto imperativo, me asió de la mano y echamos a correr de nuevo entre los árboles. Apenas sentía mis pies pisar el suelo, era como si flotara sobre la tierra, me sentía ajena a mi propio cuerpo a causa del cansancio, tanto físico como emocional. Como si le diera el relevo, dejé que decidiera por mí, lo cual me ayudó a concentrarme mejor en los sonidos de alrededor, tratando de discernir dónde podrían encontrarse aquellos que querían darnos caza y que, de repente, parecían haberse esfumado.
Agradecí que parara, creyéndonos seguras a la sombra de dos árboles que se encontraban muy cercanos entre ellos. Aprovechó el momento para presentarse y confesar su condición de bruja. Eso mejoraba las cosas. Entendía la razón de que nos persiguieran con tanto ahínco. Qué mejor recompensa para que un inquisidor que no una bruja, sino dos. Aunque la noticia incrementaba las posibilidades de salir con vida de aquel embrollo y eso me aliviaba enormemente. Me disponía a responder, pero la sonrisa se me quedó congelada en los labios. De pronto abrí mucho los ojos, abrumada por una imagen nítida que se abría paso en mi mente, una premonición: el viento cortado por una flecha veloz que iba dirigida expresamente hacia nuestra dirección.
En un acto reflejo, me abalancé sobre Neru, exclamando un —¡Cuidado!— que se ahogó en mi garganta. Todo transcurrió muy deprisa: apenas tuve un segundo para lanzar una mirada rápida a la flecha que había quedado clavada con una precisión exquisita en uno de los árboles, para luego girarme con rapidez y contemplar el rostro de la mujer que nos apuntaba, como una señal de aviso. Mi expresión se endureció. Me levanté de un golpe, tirando de Neru para que se incorporara al mismo tiempo.
— Será mejor que nos separemos —murmuré justo antes de extender mi brazo derecho hacia la inquisidora, dejando que la energía fluyera a través de él. Mediante un hechizo de dominación, ejercí la suficiente fuerza sobre sus piernas para que cayera de rodillas al suelo, como si le pesaran cinco veces más. Sin embargo, desde esa posición aún podía disparar, por lo que opté por salir corriendo nuevamente.
Eché una mirada atrás, para comprobar que la muchacha seguía sana y salva. Sin embargo, una sombra amenazante se alzaba a unos metros detrás de ella, en línea recta, diana y blanco directo.
— ¡¡Neru, detrás de ti!! —grité con toda la fuerza que me permitían mis pulmones.
Nói Runa Hauksdóttir- Hechicero Clase Media
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Re: Trucos de magia [Privado]
Sonreí, la chica parecía confiar en mí al menos y eso era lo que más me importaba, puesto que no quería tener que pasar por lentamente demostrarle que no era su enemiga. Pero entonces descubrí que me había equivocado, no estábamos a salvo en absoluto. La flecha no me alcanzo aunque si paso bastante cerca para terminar clavada en uno de los árboles. Con los ojos bastante abiertos gire en la dirección de la que había venido la flecha y descubrí ahí a quien nos perseguía. Al ver a la mujer en un primer momento no supe que pensar, si la hubiese visto en cualquier otro lugar y situación nunca habría dicho que era una inquisidora, saber eso me aterro por un momento. Tendría que haberlo sabido por supuesto, inquisidores y cazadores eran humanos y no llevaban un letrero colgando del cuello, no podía saber que eran tan simplemente.
La chica reacciono mucho más rápido que yo obligándome a incorporarme con ella, pero apenas escuche sus palabras puesto que algo más había llamado mi atención. Detrás de uno de los árboles, había alguien más aparte de la mujer inquisidora pero… lo único que podía sentir era duda y eso no me ayudaba a saber si era otro inquisidor o solo alguien en el lugar y momento equivocado. Por el momento, decidí esperar.
Otra vez, el grito de la joven a la que había ayudado me hizo darme cuenta de que ella había salido corriendo y yo me había quedado ahí donde me encontraba. Intruducir una de las muchas almas que se encontraban por ahí en la flecha no fue nada difícil y con ello logre detenerla a poca distancia de mí. Entonces comencé a correr.
- ¡No te quedes ahí!
Le grite a la chica, la inquisidora no iba a quedarse ahí a ver cómo nos escapábamos, además me preocupaba también aquella persona oculta tras el árbol. Corrí en una dirección diferente a la que había tomado la otra chica pero sin alejarme demasiado. Aunque el separarnos pudiese ayudar tampoco podía decir que era una buena idea así que era mejor no estar tan lejos en caso de que alguna necesitara ayuda.
Aquello no me gustaba, si en un principio no me gustaba las actividades de caza mucho menos me gustaba ser la presa. Y bien… ¿Quién era mi cazador?
[Perdón la demora, no me había dado cuenta de las respuestas T.T]
La chica reacciono mucho más rápido que yo obligándome a incorporarme con ella, pero apenas escuche sus palabras puesto que algo más había llamado mi atención. Detrás de uno de los árboles, había alguien más aparte de la mujer inquisidora pero… lo único que podía sentir era duda y eso no me ayudaba a saber si era otro inquisidor o solo alguien en el lugar y momento equivocado. Por el momento, decidí esperar.
Otra vez, el grito de la joven a la que había ayudado me hizo darme cuenta de que ella había salido corriendo y yo me había quedado ahí donde me encontraba. Intruducir una de las muchas almas que se encontraban por ahí en la flecha no fue nada difícil y con ello logre detenerla a poca distancia de mí. Entonces comencé a correr.
- ¡No te quedes ahí!
Le grite a la chica, la inquisidora no iba a quedarse ahí a ver cómo nos escapábamos, además me preocupaba también aquella persona oculta tras el árbol. Corrí en una dirección diferente a la que había tomado la otra chica pero sin alejarme demasiado. Aunque el separarnos pudiese ayudar tampoco podía decir que era una buena idea así que era mejor no estar tan lejos en caso de que alguna necesitara ayuda.
Aquello no me gustaba, si en un principio no me gustaba las actividades de caza mucho menos me gustaba ser la presa. Y bien… ¿Quién era mi cazador?
[Perdón la demora, no me había dado cuenta de las respuestas T.T]
Neru Le Course- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 09/10/2012
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Re: Trucos de magia [Privado]
Adrenalina; su sonrisa se extiende por sus labios, presa del placer encontrado en la acción inmediata de las brujas. Cualquiera duda que tuvo antes, se disipó con el ataque de la joven. Sus rodillas flaquean, se quiebran hasta hacerla caer. Es como si su cuerpo respondiese a alguien más y no precisamente a las órdenes de su cerebro, no puede sostenerse de pie. Chasquea la lengua golpeando la tierra con el puño, dejándose llevar por el influjo del ataque. Levanta la cabeza, agudiza la mirada. No importa que tan lejos pretendan llegar o donde se puedan esconder, dejarán huellas a su paso. El peso de sus piernas disminuye proporcional a la distancia recorrida por las brujas. Intenta ponerse de pie, pero aún se siente pesada. Se niega a si misma. Una de las razones por las cuales aún se encuentra batallando con lo sobrenatural, es por el placer que le proporciona la persecución. Una sensación indescriptible que oscila peligrosamente entre lo dulce y lo amargo. Respira profundamente, cierra sus ojos y repara las fuerzas suficientes para poder erguir su cuerpo sin lastimarse. Se apoya con el arco, sube una de las rodillas y al final la otra, con lentitud, consigue levantarse.
Sus pensamientos la traicionan de nuevo, pero no son suficientes como para detenerla. Ruge limpiándose las gotas de sudo anidadas en su frente. El desdén se observa en sus pies, camina lentamente hasta donde quedó la flecha clavada, si puede recuperarla mucho mejor. Frunce el ceño. Al tocar el objeto, le produce un escalofrío a lo largo de su mano, la cual se entumece por el frío que emana de la flecha. Resopla los labios moviendo el brazo de un lado a otro para que la sangre fluya a través de este y recuperar su calor, así como su flexibilidad y movilidad. -¿Listo para jugar?- Pregunta a su compañero. La sonrisa en Zainhé, es sardónica, preparada para cualquier percance que pudiese o no suscitarse. Las brujas decidieron separase y eso es tan típico en la cacería que lo sabe de memoria. Nunca, repito, nunca se deben separar porque mientras uno consigue el escape, el otro muere; al permanecer juntos las posibilidades aumentan ¿Por qué no se plantearon en atacarlos fusionando su fuerza? Carraspea. La respuesta que se le ocurre, no le agrada lo suficiente y no se puede dar el lujo de flaquear ahora, no cuando están tan cerca. Colgándose el arco a sus espaldas, observa la flecha detenidamente. No puede tocarla o volverá a ocurrir lo mismo hace un instante, decide olvidarla.
-No debemos permitir que lleguen al río, las perderemos- Dice lamiéndose los labios centrando su vista en la mancha obscura frente a ellos. La dirección que ambas tomaron fueron opuestas, están asustadas y correrán a campo traviesa sin observar lo que acontece a su alrededor. Desorientadas, podrían llegar a lo más profundo del bosque y perderse irremediablemente, pero ese no es el plan. Los inquisidores las necesitan y deben encontrarlas a como de lugar, al menos esa fue la indicación que se le dio a Zainhé. –Yo iré tras ella- Señala uno de los rumbos que tomaron. –Cuando terminemos, hay que regresar a este lugar y asegurarnos de estar bien. Los dos. ¿Sabes qué hacer, cierto?- Inquiere con una ceja en lo alto. No, no es necesario recordarle a Târsil lo que tiene que hacer, sin embargo, ella lo conoce y ese hombre no es el líder que, sin piedad alguna, lograría incrustar la estaca de su ballesta en el corazón de cualquier criatura. Se encamina hasta él para posar su mano en el hombro ajeno. –Recuerda que entre más utilicen su magia, más rápido se agotan sus fuerzas- ¡Notable ventaja! No sirve de nada si el hechizo que lanzan contra los inquisidores es mortal. Le guiñe un ojo. –No tenemos que matarlas ¿Verdad?- La sugerencia fue por si misma. –Siempre podemos llevarlas al claustro y que los demás se encarguen- Se encoge de hombros, despejándose de la culpa. No espero que Târsil le respondiese, ya había emprendido el camino en dirección a una de las brujas.
El camino le resulta interesante, con rastros casi imperceptibles de su presa, pero aún así lograban resaltar de entre lo estoico del bosque. Pronto sus sentidos, su respiración y los latidos de su corazón se aceleraron. Puede sentir las punzadas recorrer su cuerpo, la vitalidad de su condición humana y el cansancio por las metros dejados atrás. Con cada zancada, está más cerca de su víctima. Acelera el paso, escuchando, irrumpiendo en las entrañas del bosque. A los pocos segundos logra encontrar a la mujer, sólo se ve su silueta en las lejanías, pero con eso basta para que Zainhé se detenga a buscar el mejor ángulo posible y lanzar otra de sus flechas. No quería lastimarla, así que apuntó directo a la volátil prenda de la bruja para atraparla entre uno de los árboles y su arma. Así fue. El problema no está en haberla retenido durante escasos minutos o, posiblemente, segundos, sino en acercarse a ella lo suficiente como para dormirla sin que le haga daño. La solución es sencilla, lanzar una flecha hasta la mano que ellos utilizan para lanzar la energía y desplazar los objetos con sus poderes, ahora bien ¿Cuál es esa mano? Gruñe. Debió poner más atención a las lecciones ¿Qué estaba haciendo cuando le enseñaron eso? ¡Oh, sí! ¡El padre de su hijo! Sacude la cabeza y apunta la flecha a la mano derecha de la mujer. Dispara…
Sus pensamientos la traicionan de nuevo, pero no son suficientes como para detenerla. Ruge limpiándose las gotas de sudo anidadas en su frente. El desdén se observa en sus pies, camina lentamente hasta donde quedó la flecha clavada, si puede recuperarla mucho mejor. Frunce el ceño. Al tocar el objeto, le produce un escalofrío a lo largo de su mano, la cual se entumece por el frío que emana de la flecha. Resopla los labios moviendo el brazo de un lado a otro para que la sangre fluya a través de este y recuperar su calor, así como su flexibilidad y movilidad. -¿Listo para jugar?- Pregunta a su compañero. La sonrisa en Zainhé, es sardónica, preparada para cualquier percance que pudiese o no suscitarse. Las brujas decidieron separase y eso es tan típico en la cacería que lo sabe de memoria. Nunca, repito, nunca se deben separar porque mientras uno consigue el escape, el otro muere; al permanecer juntos las posibilidades aumentan ¿Por qué no se plantearon en atacarlos fusionando su fuerza? Carraspea. La respuesta que se le ocurre, no le agrada lo suficiente y no se puede dar el lujo de flaquear ahora, no cuando están tan cerca. Colgándose el arco a sus espaldas, observa la flecha detenidamente. No puede tocarla o volverá a ocurrir lo mismo hace un instante, decide olvidarla.
-No debemos permitir que lleguen al río, las perderemos- Dice lamiéndose los labios centrando su vista en la mancha obscura frente a ellos. La dirección que ambas tomaron fueron opuestas, están asustadas y correrán a campo traviesa sin observar lo que acontece a su alrededor. Desorientadas, podrían llegar a lo más profundo del bosque y perderse irremediablemente, pero ese no es el plan. Los inquisidores las necesitan y deben encontrarlas a como de lugar, al menos esa fue la indicación que se le dio a Zainhé. –Yo iré tras ella- Señala uno de los rumbos que tomaron. –Cuando terminemos, hay que regresar a este lugar y asegurarnos de estar bien. Los dos. ¿Sabes qué hacer, cierto?- Inquiere con una ceja en lo alto. No, no es necesario recordarle a Târsil lo que tiene que hacer, sin embargo, ella lo conoce y ese hombre no es el líder que, sin piedad alguna, lograría incrustar la estaca de su ballesta en el corazón de cualquier criatura. Se encamina hasta él para posar su mano en el hombro ajeno. –Recuerda que entre más utilicen su magia, más rápido se agotan sus fuerzas- ¡Notable ventaja! No sirve de nada si el hechizo que lanzan contra los inquisidores es mortal. Le guiñe un ojo. –No tenemos que matarlas ¿Verdad?- La sugerencia fue por si misma. –Siempre podemos llevarlas al claustro y que los demás se encarguen- Se encoge de hombros, despejándose de la culpa. No espero que Târsil le respondiese, ya había emprendido el camino en dirección a una de las brujas.
El camino le resulta interesante, con rastros casi imperceptibles de su presa, pero aún así lograban resaltar de entre lo estoico del bosque. Pronto sus sentidos, su respiración y los latidos de su corazón se aceleraron. Puede sentir las punzadas recorrer su cuerpo, la vitalidad de su condición humana y el cansancio por las metros dejados atrás. Con cada zancada, está más cerca de su víctima. Acelera el paso, escuchando, irrumpiendo en las entrañas del bosque. A los pocos segundos logra encontrar a la mujer, sólo se ve su silueta en las lejanías, pero con eso basta para que Zainhé se detenga a buscar el mejor ángulo posible y lanzar otra de sus flechas. No quería lastimarla, así que apuntó directo a la volátil prenda de la bruja para atraparla entre uno de los árboles y su arma. Así fue. El problema no está en haberla retenido durante escasos minutos o, posiblemente, segundos, sino en acercarse a ella lo suficiente como para dormirla sin que le haga daño. La solución es sencilla, lanzar una flecha hasta la mano que ellos utilizan para lanzar la energía y desplazar los objetos con sus poderes, ahora bien ¿Cuál es esa mano? Gruñe. Debió poner más atención a las lecciones ¿Qué estaba haciendo cuando le enseñaron eso? ¡Oh, sí! ¡El padre de su hijo! Sacude la cabeza y apunta la flecha a la mano derecha de la mujer. Dispara…
Imara Z. Horváth- Fantasma
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