AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Ayuda inmerecida (LIbre)
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Ayuda inmerecida (LIbre)
Empezaba a hacer calor y eso para Ricardo era algo insoportable. A él le encantaba el invierno ya que tenía demasiadas ventajas, pero el verano, cuando le daba por apretar el calor en mitad de la noche era una sensación demasiado molesta. No podía hacer a los sirvientes que estuvieran abanicándole todo el rato pero por la ventana tampoco entraba nada de aire, ni si quiera una leve brisa que le aliviara un poco aunque sea. Con el calor, Ricardo se bajó a medio vestir, tan solo con el pantalón del pantalón de cama y su pechera desnuda a vista de todo el mundo. Cuando sudaba, ponerse algo encima ya le resultaba aún mucho más molesto.
Bajó a la cocina en donde podría encontrar algo que beber. Al tener varios negocios familiares, les proporcionaban placas de hielo que tenían en los fríos sótanos guardados para que no se malgastase aunque con este calor el hielo podría malgastarse rápidamente. Ricardo fue hasta la cocina y de ahí bajo al sótano en donde pico un poco de hielo de la manera más abrupta posible con un cuchillo afilado de cocina, había que ser burro para picar hielo de esa manera ya que haciéndolo así, Ricardo se ganó un ojo morado tras no haber calculado bien la trayectoria del cuchillo.
Con los ruidos, despertó a sus padres, pero solo su madre bajó para socorrerle. Intentaron probar con hielo en el ojo pero Ricardo obtuvo en la cara un filete crudo sobre el ojo para que se le bajase la hinchazón que se le estaba poniendo. Mientras esta le “atendía” se reía del torpe de su hijo, Ricardo le decía basta y una sirvienta que tenía el sueño ligero pretendía pasar desapercibida mientras le ponía un vaso de agua al joven Ramírez. Cuando se lo puso, esta se fue directa a la alcoba con los demás sirvientes.
- ¿No puedes dormir, hijo?
- No madre – Ricardo suspiró – Hace días que no duermo bien por el calor que aprieta esta temporada. He pasado un tiempo aquí, puede que no demasiado pero no imaginaba este ardor de temperatura en París.
- Se está mejor que en España, te lo puedo asegurar hijo mío – Su madre le acerco el vaso de agua y sonriendo le dijo a este – Intenta conciliar el sueño hijo mío. Mañana nos espera un día de lo más movidito – Sonriendo y dedicándole una dulce sonrisa a su hijo, esta se fue hacia su habitación donde estaba su padre durmiendo la mona.
Ricardo en cambio, se quedó unos minutos en la cocina mientras bebía pensativo. Sus cabellos, que estaban cerca de sus ojos, se los echó hacia atrás, sintiendo la visión limpia y libre de incomodidades. Un momento. ¿Un día movidito? - ¿Qué? – Ricardo rápidamente dejó el vaso de agua sobre la mesa de la cocina y se fue directo hacia la habitación de sus padres, pero a mitad de camino, unos golpes apremian la puerta como si la vida dependiera de ello. Sus padres y Ricardo van rápidamente a ver qué ocurre. La servidumbre se despierta asustada sabiendo tampoco lo que acontecía en aquellos momentos. Ricardo fue el único que se atrevió a acercarse a la puerta y para cuando la abrió, sorprendido se quedó al ver a la persona que tenía delante suya.
- ¿Quién eres? – Pregunto a la persona desconocida que estaba aún asustada, como si hubiera estado corriendo de algo…o de alguien.
Bajó a la cocina en donde podría encontrar algo que beber. Al tener varios negocios familiares, les proporcionaban placas de hielo que tenían en los fríos sótanos guardados para que no se malgastase aunque con este calor el hielo podría malgastarse rápidamente. Ricardo fue hasta la cocina y de ahí bajo al sótano en donde pico un poco de hielo de la manera más abrupta posible con un cuchillo afilado de cocina, había que ser burro para picar hielo de esa manera ya que haciéndolo así, Ricardo se ganó un ojo morado tras no haber calculado bien la trayectoria del cuchillo.
Con los ruidos, despertó a sus padres, pero solo su madre bajó para socorrerle. Intentaron probar con hielo en el ojo pero Ricardo obtuvo en la cara un filete crudo sobre el ojo para que se le bajase la hinchazón que se le estaba poniendo. Mientras esta le “atendía” se reía del torpe de su hijo, Ricardo le decía basta y una sirvienta que tenía el sueño ligero pretendía pasar desapercibida mientras le ponía un vaso de agua al joven Ramírez. Cuando se lo puso, esta se fue directa a la alcoba con los demás sirvientes.
- ¿No puedes dormir, hijo?
- No madre – Ricardo suspiró – Hace días que no duermo bien por el calor que aprieta esta temporada. He pasado un tiempo aquí, puede que no demasiado pero no imaginaba este ardor de temperatura en París.
- Se está mejor que en España, te lo puedo asegurar hijo mío – Su madre le acerco el vaso de agua y sonriendo le dijo a este – Intenta conciliar el sueño hijo mío. Mañana nos espera un día de lo más movidito – Sonriendo y dedicándole una dulce sonrisa a su hijo, esta se fue hacia su habitación donde estaba su padre durmiendo la mona.
Ricardo en cambio, se quedó unos minutos en la cocina mientras bebía pensativo. Sus cabellos, que estaban cerca de sus ojos, se los echó hacia atrás, sintiendo la visión limpia y libre de incomodidades. Un momento. ¿Un día movidito? - ¿Qué? – Ricardo rápidamente dejó el vaso de agua sobre la mesa de la cocina y se fue directo hacia la habitación de sus padres, pero a mitad de camino, unos golpes apremian la puerta como si la vida dependiera de ello. Sus padres y Ricardo van rápidamente a ver qué ocurre. La servidumbre se despierta asustada sabiendo tampoco lo que acontecía en aquellos momentos. Ricardo fue el único que se atrevió a acercarse a la puerta y para cuando la abrió, sorprendido se quedó al ver a la persona que tenía delante suya.
- ¿Quién eres? – Pregunto a la persona desconocida que estaba aún asustada, como si hubiera estado corriendo de algo…o de alguien.
Ricardo Ramírez- Humano Clase Alta
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 23/05/2012
Re: Ayuda inmerecida (LIbre)
Muchas veces su tío le había advertido que no se quedara tan tarde en el hospital, pero Aimée rara vez le hacía caso, a pesar de que la noche le asustaba un poco pues sabía perfectamente que tipo de criaturas rondaban por las calles de París y lo cierto es que le bastaba con haberse encontrado con un vampiro cara a cara cuando su padre aun vivía. Pero esa tarde se le había pasado el tiempo como agua entre los dedos entre las mujeres y niños que solía ayudar a las monjas a cuidar, Aimée era buena en herbolaria y eso era de gran ayuda en un lugar como ese.
Cuando la madre superiora se acerco a ella para indicarle que era de madrugada, que lo mejor era que fuera a descansar a una de las habitaciones que estaban casi vacías, la joven miro el reloj que colgaba de la pared con algo de alarma, su tío la iba a matar, eso seguro. A pesar de los deseos de las monjas, la rubia se puso su capa y salio del lugar, agradeciendo nuevamente el ofrecimiento pero excusándose pues a su tío no le gustaba que se quedara ahí, su caballo estaba afuera, por lo que no tardaría mucho en llegar a casa o eso era lo que ella pensaba.
Para acortar el camino y evitar las calles transitadas de aquellos hombres que iban saliendo de las tabernas, cruzó un callejón que daba directamente a la zona residencial, pero ni siquiera logro cruzar la mitad cuando algo tiro de ella y la arrojo contra el piso, un grupo de hombres estaban justo frente a ella, su cuerpo se tenso al instante cuando uno de ellos espanto a su caballo con un golpe ocasionando que saliera a todo galope por el otro lado. -¿Estas perdida? -la burla en su voz le ocasiono a la joven un escalofrío que le recorrió por completo la espalda-. Deberíamos invitarle algo de beber ¿no creen? o enseñarle que no debe andar sola por las calles a estas horas... -pregunto otro al tiempo que se acercaba a ella y tomándole de las muñecas le obligaba a ponerse en pie, Aimée le dio una patada y trato de correr pero otro de ellos la empujo nuevamente contra la pared y le dio una fuerte bofetada.
No solía usar su magia y menos contra los suyos, pero sabía como terminaría todo eso si no hacía algo, puesto que eran al menos seis hombres no pudo hacer más que sembrar en sus mentes una oscuridad que los hiciera desubicarse lo suficiente como para que ella escapara. Se desprendió de la capa cuando intentaron atraparla y corrió a la zona residencial, mirando las casa con la esperanza de que alguien le pudiera ayudar y noto con alivio la tenue luz de una vela pasar frente a una ventana, corrió tan rápido como pudo consciente de que su magia había dejado de funcionar y aporreo la puerta con tanta fuerza que callo de rodillas frente al hombre que abrió la puerta. -Por favor... me están siguiendo... por favor -hablo tan fuerte como pudo debido al miedo y la falta de aire, se puso de pie y lo miro a los ojos con la esperanza de que no la corriera de la casa, afuera se escuchaban ya los murmullos de aquellos hombres-. Por favor... -susurró una vez más.
Cuando la madre superiora se acerco a ella para indicarle que era de madrugada, que lo mejor era que fuera a descansar a una de las habitaciones que estaban casi vacías, la joven miro el reloj que colgaba de la pared con algo de alarma, su tío la iba a matar, eso seguro. A pesar de los deseos de las monjas, la rubia se puso su capa y salio del lugar, agradeciendo nuevamente el ofrecimiento pero excusándose pues a su tío no le gustaba que se quedara ahí, su caballo estaba afuera, por lo que no tardaría mucho en llegar a casa o eso era lo que ella pensaba.
Para acortar el camino y evitar las calles transitadas de aquellos hombres que iban saliendo de las tabernas, cruzó un callejón que daba directamente a la zona residencial, pero ni siquiera logro cruzar la mitad cuando algo tiro de ella y la arrojo contra el piso, un grupo de hombres estaban justo frente a ella, su cuerpo se tenso al instante cuando uno de ellos espanto a su caballo con un golpe ocasionando que saliera a todo galope por el otro lado. -¿Estas perdida? -la burla en su voz le ocasiono a la joven un escalofrío que le recorrió por completo la espalda-. Deberíamos invitarle algo de beber ¿no creen? o enseñarle que no debe andar sola por las calles a estas horas... -pregunto otro al tiempo que se acercaba a ella y tomándole de las muñecas le obligaba a ponerse en pie, Aimée le dio una patada y trato de correr pero otro de ellos la empujo nuevamente contra la pared y le dio una fuerte bofetada.
No solía usar su magia y menos contra los suyos, pero sabía como terminaría todo eso si no hacía algo, puesto que eran al menos seis hombres no pudo hacer más que sembrar en sus mentes una oscuridad que los hiciera desubicarse lo suficiente como para que ella escapara. Se desprendió de la capa cuando intentaron atraparla y corrió a la zona residencial, mirando las casa con la esperanza de que alguien le pudiera ayudar y noto con alivio la tenue luz de una vela pasar frente a una ventana, corrió tan rápido como pudo consciente de que su magia había dejado de funcionar y aporreo la puerta con tanta fuerza que callo de rodillas frente al hombre que abrió la puerta. -Por favor... me están siguiendo... por favor -hablo tan fuerte como pudo debido al miedo y la falta de aire, se puso de pie y lo miro a los ojos con la esperanza de que no la corriera de la casa, afuera se escuchaban ya los murmullos de aquellos hombres-. Por favor... -susurró una vez más.
Última edición por Aimée Leblanc el Mar Sep 25, 2018 11:21 pm, editado 2 veces
Aimée Leblanc- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 03/06/2018
Localización : Burdeos
Re: Ayuda inmerecida (LIbre)
Off: Lamento mucho la demora
No hacía falta ser experto en que alguien probablemente la estaban siguiendo, podía verlos a lo lejos, pero Ricardo, tal y como era un hombre con poco cuidado con el género femenino, la tomo de la mandíbula con una mano mientras la levantaba del suelo, la estuvo examinando y enseguida dejó tranquilo su rostro para apartarla y cerrar la puerta. Lo siguiente que hizo fue hacer algo que llevaba demasiado tiempo hacer y era activar con fuego una esfera que estaba al lado de la puerta para casos de emergencia.
Esta esfera era una esfera normal y corriente, no tenía poderes de magia ni nada por el estilo, pero sí que había sido bendecida por un buen amigo suyo y dijo que con eso protegería la casa. Por lo que, cuando tomo el manillar cerca de la esfera y la giró hacia la izquierda haciendo que la esfera mirara hacia el Oeste, un temblequeo en la mansión alarmó a Ricardo, pero enseguida cesó y fue cuando podía notar la paz de la protección que la esfera le estaba dando.
Ahora si que podía ocuparse de la muchacha que había metido en su hogar a sabiendas de que era una completa desconocida.
- ¿estás bien? – Sonrió – Una cosa, estás en mi casa. Aquí son mis reglas, mis normas y si te pregunto debes responder con total sinceridad. No voy a entregarte a esos que te perseguían pero no quiero problemas. No quiero que en realidad sea yo quien te de una golpiza por lo que pido total sinceridad – Suspiró mirándola con firmeza - ¿Cómo te llamas? – Pregunto sin ni siquiera olvidar sus modales de un buen caballero aunque podría haber soñado algo autoritario. Bueno, él la había ayudado por lo que al menos le debía eso – Yo me llamo Ricardo – Siendo osado, tomó la mano de la muchacha y le besó el dorso de la mano con lentitud, sonriendo. Soltó su mano e indicó el camino hacia donde podría darle algo de ropa seca – Venga conmigo. Le dejaré al menos ropa seca mientras se seca la vuestra – Dijo andando hacia la cocina. No sabía si la seguiría, pero de todas maneras, estaba sediento de un vaso de agua.
Ricardo Ramírez- Humano Clase Alta
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 23/05/2012
Re: Ayuda inmerecida (LIbre)
Off: Descuida
Sentir los dedos de aquel hombre sobre su mandíbula le causo un escalofrió que estaba segura no pasaría desapercibido, por un momento una voz en su interior le dijo que tal vez esto era un error, lo que le causó temor, no sabia quien era él y si había encontrado la ayuda que necesitaba o si acababa de entrar a la boca del lobo. Lo observo rápida y disimuladamente en busca de algún indicio de que era peligroso y ella se había equivocado al entrar ahí, pero su aura no le pareció oscura, por lo que se obligo a relajarse un poco, apartó la mirada y la mantuvo apartada mientras él la examinaba, hasta que finalmente tomo aire con alivio cuando la hizo entrar para cerrar la puerta.
Aimée esperaba que el cobijo de la noche evitara que aquellos hombres notaran que había entrado en aquella casa, su caballo no le preocupaba pues conocía el regreso a casa, pero ¿cómo iba a regresar ella? Estaba pensando alguna solución cuando noto que él encendía lo que parecía una esfera, ladeo un poco la cabeza para ver lo que hacia con aquel extraño y luminoso artefacto mas no se atrevió a preguntar nada al respecto, él la había salvado de aquellos hombres, si, pero seguía siendo un desconocido. Toda esa situación y el hecho de que ya no tenía su capa y su vestido estaba húmedo la hizo tiritar de frío, esa noche le pareció especialmente fría por lo que se abrazo a sí misma en un intento por mantener el calor.
Abrió los ojos con sorpresa cuando él se giró hacia ella y dio un paso hacia atrás por precaución e instinto, su cuerpo a pesar de todo seguía en alerta, aunque ¿a dónde escaparía si esta no era su casa? asintió con la cabeza a su pregunta de si estaba bien pero lo que le siguió a continuación no la ayudaron a sentirse cómoda en lo más mínimo y que sonriera no minimizo para nada el nervio que le causó. -Aimée Leblanc -respondió decidiendo que era lo mejor que podía hacer, no quería meterse en más problemas y sería más fácil cooperar que volver a la calle-, no pretendo meterle en problemas, más bien diría que yo trataba de huir de ellos -escucho su nombre y observó el gesto que Ricardo hacia al besarle la mano, algo que curiosamente la calmó un poco, pero las siguientes palabras que pronunció la desconcertaron un poco y mirándole pasar a su lado rumbo a alguna parte de la casa se preguntó por un momento si lo más conveniente era seguirlo, tenía que ser prudente pero estaba cansada y eso le nublaba un el pensamiento, además tenía frío y le causaban muchos nervios quedarse ahí y encontrarse con alguien más dentro de esa casa que al no saber quien era la echara de nuevo a la calle, así que decidió que lo mejor era seguirlo-. No quiero ser una molestia, sir... aunque si le agradecería si pudiera proporcionarme al menos una manta -hablo en voz baja siguiéndole de cerca e intentando disimular el castañeo de sus dientes debido al frío- y le agradezco que no me dejara en la calle con esos hombres... me dirigía hacia mi casa cuando se cruzaron en mi camino, en realidad ni siquiera los conozco por lo que no creo meterlo en problemas.
Aimée Leblanc- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 03/06/2018
Localización : Burdeos
Re: Ayuda inmerecida (LIbre)
- Bueno no debes de preocuparte. Puede que haya sonado algo imperativo, puede que algo brusco conforme a las reglas que quiero que siga, en realidad, cada persona que se encuentra bajo este techo sigue estas normas – Sonrió con ternura – Pero no debes temerme, puede que el destino te haya hecho venir a esta casa de alguna manera – Con su continua sonrisa, Ricardo preparaba un té - ¿Una manta? Eh… -Pensando en donde podría encontrar una manta, Ricardo se rompió la cabeza pero un mayordomo y una doncella enseguida aparecieron alertados.
- Señor, ¿ha pasado algo? – Dijo viendo de refilón a la muchacha.
- Nada que yo no pueda solucionar, pero ¿Puedes traer algo de ropa de mi madre que hay en la guardilla? La que usaba de joven.
- Por supuesto señor – Dijo el mayordomo dirigiéndose a su señor – Señorita…-Dijo el mayordomo educado y haciendo una reverencia a la nueva invitada empapada por la lluvia.
Cuando el mayordomo se fue y la doncella se fue también a ayudarlo a escoger algo bonito para Aimée, Ricardo estaba en la cocina con la mujer que había salvado de unos hombres que la perseguían. Fue cuando se dio la vuelta y apoyándose en el borde de la encimera justo donde cerca estaba la tetera, alzo las manos dejándolas caer como si dijera que no sabía que decir ahora, pero tras unos minutos en silencio que ya era notorio en el ambiente decidió hablar de algo - ¿Es usted de aquí? Si…estos hombres siguen por los alrededores, puedo acompañarla mañana por la mañana en uno de mis carruajes y ahora mandar algún tipo de mensaje a su familia si así lo prefiere. Es más, me parecería lo más sensato debido a la lluvia que está cayendo en estos momentos.
- Señor… -Ricardo giró su rostro hacia su izquierda en donde estaban el mayordomo y la doncella con las ropas de su madre – Aquí tiene algo que le quedará bonito a nuestra invitada.
- Gracias, podéis descansar. Lamento haberos molestado.
- No se preocupe Señor, cualquier cosa nos llama.
- Está bien.
Ricardo vio como sus sirvientes volvían a sus aposentos para poder seguir durmiendo el resto de la noche mientras él cogía las ropas de la silla y se las ofrecía a Aimée – De momento puedes cambiarte en la sala de al lado – señalo a una habitación, a un estudio a la izquierda de la cocina en la que podría cambiarse tranquilamente ya que la sala estaba completamente cubierta con las pesadas cortinas aguamarinas.
Ricardo Ramírez- Humano Clase Alta
- Mensajes : 22
Fecha de inscripción : 23/05/2012
Re: Ayuda inmerecida (LIbre)
Escuchar sus palabras la tranquilizaron un poco, estar en una casa desconocida con alguien que bien podía ser un asesino no era precisamente relajante pero por suerte él aclaro la razón por la que le había hablado así la primera vez, era de entender que fuera quien ponía las reglas el polizón era ella. El caballero se volvió como pensando en donde estaban las mantas cuando aparecieron dos criados, un hombre y una mujer, Aimée se encogió colocándose un poco tras la espalda de Ricardo y apretó los labios.
Se sentía con los nervios a flor de piel por lo que apartó la mirada ante la pregunta del mayordomo pero asintió con la cabeza ante su saludo, cuando ambos sirvientes se fueron Aimée suspiro mirando a su al rededor y escuchando cada sonido que había en la casa, pero se giro a mirarlo cuando rompió el silencio y comenzó a hablar. -Ammm... si soy de Burdeos, viaje por mucho tiempo por otros países pero años antes de que mi padre falleciera nos volvimos a establecer en Francia, él era anticuario y tenía algunos negocios con personas importantes... -respondió ella tranquilamente a su pregunta, ahora comenzaba a relajarse más-. Y no hace falta que moleste a sus empleados o los haga salir a la lluvia, mi tío sabe que ayudo en el hospital, que a veces se me pasa el tiempo y me quedo a dormir con las hermanas aunque estoy un poco preocupada por mi caballo, salió despavorido cuando esos hombres me atacaron y no lo pude detener.
Seguramente encontraría la manera de volver a casa o al hospital, por lo menos eso esperaba o habría perdido a su caballo, su platica y pensamientos se vieron interrumpidos con el regreso de los sirvientes, Aimée asintió nuevamente a modo de agradecimiento y tomo las prendas que Ricardo le extendía. -Le agradezco -murmuró con voz suave y entro en la habitación que él le indicaba. Cerró la puerta tras de sí y dejo la ropa en una silla mientras comenzaba a despojarse de la ropa húmeda, en la calle no dejaban de escucharse algunos ruidos pero por el repiqueteo de la lluvia no sabía identificarlos bien, se acercó a la ventana y con la mano movió un poco la pesada cortina solo para encontrarse con que afuera había un par de figuras oscuras merodeando por ahí, por sus auras se dio cuenta de que eran algunos fantasmas y algunas criaturas más peligrosas. Se alejo de la ventana descolorida por el miedo, nunca había estado fuera de casa tan tarde y darse cuenta de que había más de una criatura merodeando por ahi la llenaba de pánico.
Termino de vestirse rápido y envolvió su ropa en la capa para salir del salón. ¿Esa... esa esfera que puso en la puerta antes... es segura en verdad? -preguntó mirándole nerviosamente.
Se sentía con los nervios a flor de piel por lo que apartó la mirada ante la pregunta del mayordomo pero asintió con la cabeza ante su saludo, cuando ambos sirvientes se fueron Aimée suspiro mirando a su al rededor y escuchando cada sonido que había en la casa, pero se giro a mirarlo cuando rompió el silencio y comenzó a hablar. -Ammm... si soy de Burdeos, viaje por mucho tiempo por otros países pero años antes de que mi padre falleciera nos volvimos a establecer en Francia, él era anticuario y tenía algunos negocios con personas importantes... -respondió ella tranquilamente a su pregunta, ahora comenzaba a relajarse más-. Y no hace falta que moleste a sus empleados o los haga salir a la lluvia, mi tío sabe que ayudo en el hospital, que a veces se me pasa el tiempo y me quedo a dormir con las hermanas aunque estoy un poco preocupada por mi caballo, salió despavorido cuando esos hombres me atacaron y no lo pude detener.
Seguramente encontraría la manera de volver a casa o al hospital, por lo menos eso esperaba o habría perdido a su caballo, su platica y pensamientos se vieron interrumpidos con el regreso de los sirvientes, Aimée asintió nuevamente a modo de agradecimiento y tomo las prendas que Ricardo le extendía. -Le agradezco -murmuró con voz suave y entro en la habitación que él le indicaba. Cerró la puerta tras de sí y dejo la ropa en una silla mientras comenzaba a despojarse de la ropa húmeda, en la calle no dejaban de escucharse algunos ruidos pero por el repiqueteo de la lluvia no sabía identificarlos bien, se acercó a la ventana y con la mano movió un poco la pesada cortina solo para encontrarse con que afuera había un par de figuras oscuras merodeando por ahí, por sus auras se dio cuenta de que eran algunos fantasmas y algunas criaturas más peligrosas. Se alejo de la ventana descolorida por el miedo, nunca había estado fuera de casa tan tarde y darse cuenta de que había más de una criatura merodeando por ahi la llenaba de pánico.
Termino de vestirse rápido y envolvió su ropa en la capa para salir del salón. ¿Esa... esa esfera que puso en la puerta antes... es segura en verdad? -preguntó mirándole nerviosamente.
Aimée Leblanc- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 20
Fecha de inscripción : 03/06/2018
Localización : Burdeos
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