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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Nika Chernova Miér Ago 15, 2018 9:28 pm

"I know the things that you do
'Cause this is déjà vu"

Había sido un día normal, como cualquier otro, casi rutinario. Despertó temprano para ir al hospital, en el camino iba sacando, con asombrosa facilidad, unos cuantos francos de los bolsillos de los turistas y de todo aquel que pareciera tener más de lo que necesitaba. Dinero que con certeza utilizaría más tarde para hacer su caridad del día. Kyle, su doctor favorito y quien en poco tiempo se había convertido también en amigo, le había repetido incontables veces que no contaba si robaba ese dinero. A lo que ella respondía que “Claro que cuenta. No lo estoy robando para gastarlos en cosas mías. Además, si no lo robo yo y se lo doy a esas pobres personas, los ricos no compartirían ni una moneda.” Esa era su excusa.

Se puso manos a la obra de inmediato apenas poner un pie en el lugar, encontrándose pronto con el licántropo / gitano que, como ella, ayudaba a los más necesitados. Él era relativamente nuevo en el hospital, pero se habían hecho inseparables amigos de turno gracias a un pequeño incidente que ni siquiera había ocurrido allí. La diferencia entre ambos, y una de las pocas cosas en las que nunca estarían de acuerdo, estaba en que él vivía en la pobreza porque quería, él podría ganar una fortuna e invertir en una cómoda casa, entre otros lujos que Euphemia se daría si tuviera los ingresos suficientes.

Con la llegada del anochecer, la jornada terminaba, larga y dura, especialmente con el gitano nunca paraba de trabajar, él era muy hiperactivo y esperaba que la enfermera que lo acompañara le siguiera el ritmo, por eso ambos buscaban siempre compartir la rutina, además de que se hacían el trabajo menos pesado mutuamente. A la salida, toda había sido igualmente común. Caminó casi 20 cuadras de regreso hasta el burdel, con los bolsillos vacíos pero el alma en paz. A esa hora las calles estaban mucho menos concurridas y la temperatura bajaba lo suficiente como para tener un clima bastante más agradable que durante el día, dado que ya estaban en verano. A su llegada, la madame la regañó por la demora, como ya era habitual, y la mandó a cambiar su vestuario más rápido que de inmediato.

Se dirigió veloz al camerino, vacío pues ya todas las demás llevaban a cabo sus labores, por lo que al menos podría arreglarse rápidamente. Se puso el único vestido que quedaba disponible y limpio, uno al que todas las bailarinas huían porque era demasiado revelador, lo que hacía que los clientes las confundieran con prostitutas y se pusieran más lascivos de lo debido. Tendría que moverse con cuidado esa noche. Para no empeorar demasiado las cosas, en lugar de usar el excesivo maquillaje que atraía la atención de los caballeros, se maquilló con bastante recato, y en lugar de usar sus poderes para alterar su apariencia y mostrar una cabellera rojiza de enormes rizos, simplemente oscureció un poco su tono rubio de cabello y lo hizo parecer más largo de lo que realmente era, extendiéndolo desde sus omoplatos hasta sus caderas.

Domingos y lunes no trabajaban, los martes y miércoles abrían solo para clientes exclusivos, algo así como los VIP, eso hacía que el local se viera medio muerto, en comparación con los viernes y sábados, pero se conseguían buenas propinas porque los clientes que iban eran principalmente los que tenían mucho dinero y querían algo más de exclusividad y privacidad. Pero ese día era jueves, y los jueves eran siempre distintos, no había manera de predecirlos. Algunas semanas parecía que el salón principal iba a reventar, mientras que otras parecían un martes, pero con malas propinas. Ésa semana parecía que todo iba a salir bien.

En el salón principal se llevaba a cabo un espectáculo por algunas de las bailarinas, los cubículos privados estaban todos ocupados, las meseras no se daban abasto y las habitaciones que se alquilaban por hora ya estaban casi todas reservadas. Sí, esa semana sería un buen jueves. Euphemia se puso entonces a trabajar con el ritmo característico del lugar. Comenzó atendiendo mesas y cubículos como mesera, en tanto alguien la pedía, lo cual no demoró en ocurrir. Después de un par de bailes, volvió a servir como mesera pues sus clientes frecuentes al parecer no se presentarían esa noche. – Hey, Eara. Lleva esta bandeja al cubículo 7, hace rato que esperan su servicio. – Le pidió uno de los encargados de la barra, a lo que asintió, y llevó la bandeja sin demora. Encontrándose con un par bien particular.

Los cubículos no eran más que pequeñas zonas para una máximo de 6 personas, con mesas redondas y asientos mullidos, rodeadas por gruesas cortinas, que si bien dejaban vislumbrar algunas sombras desde el interior si se mantenían todas las velas encendidas, se podía dejar el espacio mucho más oscuro apagando la mayor cantidad de velas posibles, a las vez que se creaba un ambiente mucho más íntimo, que permitía privacidad para sesiones rápidas, bailes eróticos, entre otras cosas que no estaban destinadas solo a las habitaciones. En el número 7, al momento en que Euphemia entrase, se encontraban dos hombres atractivos, uno rubio y otro castaño, uno quizá llegando a los 30 y otro que ya pasaba los 40, según sus cálculos, uno cambiante y otro vampiro.

Desde que entrase, y notase a los presentes, se había manejado por el reducido espacio con calculados e insinuantes movimientos en todo momento. Dejó la botella del mejor whisky en el medio de la mesa, y sirvió las dos copas mientras intentaba, sin mucho éxito debido al ruido del exterior, escuchar algo de la conversación. – ¿Puedo ofrecerles algo más? – Preguntó, apoyando las manos sobre la mesa y con una inclinación un poco exagerada, intentando llamar la atención de los caballeros a su escote. Si en verdad esos hombres tenían tanto dinero como aparentaban tener, haría bien en ganarse a alguno de esos ricachones como cliente. Y, si es que algo había aprendido en todo el tiempo que llevaba viviendo y trabajando allí, podía estar segura de que lo conseguiría.

Euphemia Douglas


Última edición por Euphemia Douglas el Vie Sep 21, 2018 1:24 am, editado 3 veces
Nika Chernova
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Mensaje por Malcolm Farlan B. Mackay Jue Ago 16, 2018 1:11 pm


Farlan había tenido diversos motivos para marcharse temporalmente de Durness. Era cierto que quería tomarse un tiempo para sí mismo, para viajar y conocer tierras extranjeras, pero también tenía una promesa que cumplir.

Casi 15 años atrás, los Mackay se habían visto involucrados en los ataques a un clan de las Lowlands. Los Douglas era casi tan respetados en el sur como lo eran ellos en el norte de Escocia, y entre ambos clanes no había existido nunca enemistad alguna. La verdad de los motivos que llevaron a diversos clanes a ponerse en contra de los Douglas no la conocía, pero esa parte de la historia no era de su interés, lo que sí había querido siempre saber era el porqué dichos clanes usaron el tartan representativo de los Mackay a la hora de llevar a cabo sus ataques.

Los Douglas evidentemente habían caído en la treta, provocando que viajaran cientos de kilómetros al norte, en busca de venganza por las pérdidas provocadas por los falsos miembros del Clan Mackay. En un intento por resolver las cosas pacíficamente, antes de que hubieran más muertos innecesarios, el heredero viajó personalmente a las tierras bajas. Desconocía en el momento las circunstancias que habían llevado a los Douglas a atacar, pero no pensaba responder sin conocer al menos sus motivos.

A pocos kilómetros de llegar a su destino, fue testigo con sus propios ojos de un ataque en contra de una caravana del clan Douglas por hombres que llevaban su tartan, pero aquellos no eran sus hombres. Él los reconocería de haber sido así. Lideró entonces el ataque contra los impostores y salvó tanto como pudo de la caravana ajena antes de presentarse frente al jefe Douglas. Las muertes fueron inevitables, murió en el ataque la segunda esposa de Lord Shaw Douglas, y el último de sus hijos varones, siendo una pequeña de 5 años la única superviviente del atentado, siendo protegida por su madre.

Por suerte, y ante la entrega de los traidores así como de la pequeña niña viva, los Douglas le creyeron e hicieron una promesa de paz sin condiciones ni papeleo, era una promesa entre hombres, entre líderes, solo hubo una petición de parte de Shaw. Tras informar a Farlan el porqué su esposa se marchaba con sus dos hijos, y ante la inminente pérdida, Shaw y su gente debían permanecer en sus territorios, pero necesitaba que su hija fuera llevada lejos. La intención era mantenerla a salvo, fuera del alcance de aquellos que pudieran querer hacerle daño.

Así pues, el joven cambiaformas se comprometió a poner a la niña a salvo, donde ni siquiera el padre supiese de su paradero, y a devolverla a la edad de 20 años, cuando podría contraer matrimonio y hacerse cargo de sus obligaciones como heredera. Así pues, quince años más tarde, Farlan había llegado a París con la intención de pasar los últimos meses de su "año sabático" buscando a la niña que dejase en el pasado en un convento, al cuidado de la madre superiora, a quien había dejado una cuantiosa cantidad de dinero por mantener a la niña por 15 años hasta que viniera a por ella.

Había supuesto que sería una misión sencilla: iría con la monja, traerían a la muchacha, él pasaría un par de meses convenciéndola de que era realmente quien él le decía que era, y finalmente la llevaría con su padre quisiera o no al término del período pautado. Sin embargo, las cosas no habían salido como esperaba. Al ir al convento, lo había encontrado completamente desolado, le informaron que había sido abandonado casi 15 años atrás. Después de ello había recurrido a cada orfanato de la región, hasta por fin dar con la Euphemia que buscaba. Por supuesto, ni ella ni nadie conocía su apellido, por lo que era simplemente Euphemia, lo que había hecho más trabajosa la búsqueda.

En el orfanato le habían informado que la chica a quien buscaba había sido echada por mala conducta entre 5 y 6 años atrás, la mujer que dirigiera el lugar en la época se había retirado ya, por lo que había sido problemático conseguir hablar con ella, pero el hacerlo tampoco le dio información que le ayudase demasiado. La mujer estaba un poco trastornada y todo lo que había conseguido decirle es que se había ido del orfanato con otra niña, Eara era el nombre.

Dos semanas más de búsqueda transcurrieron hasta dar con la única Eara en todo París que podía ser la que lo guiara hasta Euphemia, y la información obtenida respecto a la chica era lo que lo había llevado hasta ese burdel. Gilbert, por supuesto, lo había acompañado. Solicitaron un cubículo privado al momento de entrar, demostrando que tenían cómo pagar su precio además de los servicios que allí podrían adquirir, fueron guiados por una joven a la que sacó discretamente información. Le dijeron que era mesera y bailarina, y fue advertido de nunca tocarla o se pondría agresiva. Pidió entonces un servicio de su whisky favorito y una sesión privada con la joven en cuestión.

La bebida llegó en las manos de una hermosa joven de apariencia juvenil, de cabellos de un rubio oscuro brillante como el oro, vestida de manera tan provocativa que eran pocos los que realmente considerarían que estaba vestida. Volteó al sentir la pesada mirada de Gilbert sobre sí, solo para descubrirlo mirándolo con reprobación ante las miradas lascivas que había echado sobre la recién llegada. - Recuerda a qué has venido. - Le advirtió su amigo y consejero, a lo que asintió sin ganas. Claro que iba a buscar sacarle toda la información posible, pero eso no tenía por qué impedirle tener también un poco de diversión esa noche.

Ante la pregunta echa por la joven, le hizo una seña al mayor para que los dejara a solas. - Busca algo de diversión para ti mismo. - Dijo en voz baja, sabiendo que, si pudiera, el vampiro le daría en ese mismo instante uno de sus largos sermones sobre que no tenían tiempo qué perder, que le quedaba solo un par de meses, que debería llevar a Euphemia con su padre antes de volver a casa a tomar su lugar, entre otras tantas cosas que no tenía ganas ni siquiera de pensar en ese momento.

- Acércate. - Pronunció con tono imperativo, acostumbrado a ver cumplida cada una de sus órdenes. - Baila para mí. - Dijo nuevamente, dejando sobre la mesa unas cuántas monedas que serían su propina antes de acomodarse con las piernas abiertas en el mullido sillón donde se encontraba sentado, para verla comenzar con su danza. El rostro de la chica era angelical, si la hubiera visto en las calles, no habría imaginado ni por asomo que se dedicara a esas labores. Y, sin embargo, la manera tan erótica en que se movía, podría despertar los más bajos instintos de cualquier hombre, él no era la excepción.

Su virilidad comenzaba a reaccionar ante los "accidentales" roces de las manos o caderas femeninas, haciéndolo desear el poder sumergirse en sus profundidades cálidas y húmedas. El nombre de Euphemia se desvaneció temporalmente de su memoria, sólo estaba aquella preciosa rubia con sus sensuales movimientos. Sabiendo que si la tocaba ella se alejaría, solicitó, en lugar de seguir sus instintos, el tacto ajeno. - Tócame. -

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Mensaje por Nika Chernova Sáb Ago 18, 2018 1:00 am

"It takes a leap of faith to get things going
In your heart you must trust"

Al ver que el hombre mayor se ponía se pie y se marchaba, dejándola a solas con el joven y rubio cambiaformas, sonrió como si en todo momento hubiese sabido que aquello ocurriría, cuando en realidad, aunque estaba esperando que ocurriese algo similar, había estado rezando secretamente porque los hombres no fueran homosexuales y la echaran de allí con burlas que la harían quedar en ridículo.

Tras escuchar la primera orden salir de los labios masculinos, se acercó, obedeciendo de inmediato, pero sin mostrarse sumisa ante él, agachar la cabeza ante un hombre era algo que se había prometido no hacer nunca, especialmente después de ver en lo que podía terminar. Bailó para el hombre, tal como quería. A diferencia de con otros clientes, con él los movimientos habían salido solos, como si hubiera estado poseída por la música.

Debía admitir que, cuando los clientes era así de jóvenes y atractivos, se le hacía fácil y hasta podía disfrutar de su trabajo, pero aquellos casos eran contados. La mayoría de sus clientes era viejos y gordos, de cabello blanco, al menos los que aún tenían algo de cabello, la clase de clientes con los que en verdad no querrías acostarte ni por todo el dinero del mundo. Con él... De tener fortuna, la daría toda por yacer en los brazos de él, así era como resumía el cómo se sentía respecto al desconocido.

La última orden, sin embargo, la tomó desprevenida. Sus ojos se abrieron cuan grandes eran por la sorpresa. ¿Tocarlo? Era la primera vez que le pedían eso. Siempre eran ellos los que querían tocarlas y manosearlas, aunque ésta nueva alternativa le parecía bastante atractiva, más aún con ese monumento de hombre.

Ante la inexperiencia y sin saber realmente lo que se esperaba de ella, se sentó de pronto en el regazo del hombre, cerrándole ligeramente las piernas. Sus manos comenzaron el recorrido en las mejillas masculinas, de rubia barba recortada, moviéndolas en sentido contrario al crecimiento del vello, disfrutando del suave cosquilleo en sus palmas. Subió a la frente y se fue hasta la nuca recorriendo sus largos cabellos dorados, tan suaves como la seda misma.

Llegó hasta los hombros, notando que acompañaba con la mirada cada movimiento, lo que la hizo sonreír. Acarició el amplio pecho y los fuertes brazos, sintiendo los músculos tensarse bajo su roce, a pesar la blanca tela de la costosa camisa que llevaba se interponía entre la piel de ambos. Volvió de nuevo a su rostro, en donde podía realmente tocarlo. Le peinaba los cabellos hacia atrás, pero en vano pues, tan pronto retiraba sus dedos, ellos volvían rebeldes a posicionarse en el lugar de su preferencia, como si tuvieran voluntad propia.

Nunca había tenido la oportunidad de tocar a un hombre más allá de unos pocos roces furtivos, por lo que esa, su primera experiencia, estaba resultando maravillosa. No era un toque erótico, aunque para ella estaba resultando un momento muy íntimo.Tenía el atractivo rostro muy cerca del suyo, y fue consciente por primera vez de lo azules y brillantes que eran aquellos ojos, de lo carnosos que eran aquellos labios. Deslizó con anhelo el pulgar sobre el labio superior y luego sobre el inferior, tenía una boca de infarto.

– Puede tocarme también, si lo desea. – Concedió. Desde lo ocurrido con su mejor amiga, siempre había tenido miedo a dejarse tocar por un hombre. Pero de eso habían pasado ya casi 3 años, y sabía que había sido un caso aislado contra muchos otros que no resultaban fatales. Y, si bien no conocía a ese hombre de nada, su aura amarilla y brillante, le daba una sensación de calidez y seguridad que no sentía hace mucho. Sentía que podía confiar en él.

Sin darse cuenta, su cuerpo había encajado con el ajeno de una manera que creería impensable. Sus sexos se rozaban, aun con toda la tela de por medio, aunque ella, con toda su ignorancia en el asunto, no sabía a ciencia cierta qué era eso duro que se apretaba contra ella, provocándole un cosquilleo y una presión desde su interior. Sus senos se apretaban contra el pecho masculino, sus brazos le rodeaban el cuello y sus labios estaban a solo milímetros de besarlo. Aunque ni siquiera sabía cómo besar. – Béseme. Béseme, por favor. – La petición sonó como ruego ante un placer culposo, como si su cuerpo lo anhelara pero su mente se negara.

Euphemia Douglas


Última edición por Euphemia Douglas el Vie Sep 21, 2018 1:25 am, editado 1 vez
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Mensaje por Malcolm Farlan B. Mackay Dom Ago 19, 2018 12:35 am


Cuando le pidió que lo tocase, Farlan esperaba verla ponerse de rodillas y prodigar atenciones especiales allí donde su excitación se mostraba cada vez más evidente. El que se sentara en sus piernas y comenzara por acariciarlo con tal delicadeza lo tomó por sorpresa, dejándola hacer sin perder de vista la expresión de la bailarina en el ínterin, por lo que pudo capturar, entre otro tantos, el momento en que aquella sonrisa inesperada se dibujase en sus labios.

Ella parecía fascinada, como si fuese la primera vez que tocaba a un hombre, lo que lo descolocó un poco. De entre todas las mujeres que se había encontrado en aquel tipo de locales, era la primera que parecía genuinamente inocente, muy a pesar de la manera en que se movía al bailar, pero no se dejaría embaucar tan fácilmente.

Más tardó ella en pronunciar aquella frase, que él en tomarle la palabra. Las puntas de sus dedos le habían estado picando por tocarla, por devolver cada caricia, por descubrir si el resto de su piel era tan suave como la de sus manos. Descubrió que lo era más, mucho más tersa. Y agradeció en ese momento que actuara en la manera que lo hizo, pues gracias a ello podía tener al alcance de su mano cualquier parte del frágil cuerpo femenino.

Comenzó a recorrerla tal como lo hiciera ella, por el rostro, teniendo cuidado de no correrle demasiado el maquillaje, pero descubriendo que no llevaba mucho de eso, y que la palidez de su faz era natural. Bajó a sus hombros, y de allí a sus caderas por la espalda, logrando acercarla más a su pecho, encajando de una forma divina sus sexos, consiguiendo que su miembro se hinchara y endureciera bajo ella. Y la besó. La petición llegó justo a tiempo, porque la habría besado incluso aunque no lo pidiera.

Mientras con su lengua se perdía en el dulce sabor de aquella boca, sus manos la recorrían más íntimamente, abriéndose espacio entre las escasas ropas, aprovechándose de la privacidad brindada por las cortinas para mover algunas prendas y dejar a la vista unos pequeños pero preciosos senos. Lamió y chupó ambos pezones hasta el cansancio para luego volver a besar esa deliciosa boca. - No puedo esperar más. Necesito entrar en ti. - Le murmuró contra los labios antes de ponerse en pie, sosteniéndola de los muslos, para sentarla sobre la mesa, buscando la manera de terminar de desvestirla.

Un leve carraspeo lo trajo a la realidad antes de que pudiera cumplir su cometido. Maldijo entre dientes y cubrió el frente desnudo de la chica con su cuerpo, evitando que Gilbert pudiera verla. Sí, era una prostituta en un burdel, pero no le gustaba compartir a sus mujeres, al menos no al mismo tiempo. Esas relaciones creativas en que dos hombres tomaban a la vez una misma mujer no eran de su gusto, incluso si solo era verle los senos, tendría que esperar su turno.

- ¡Con un demonio, Gilbert! ¿Qué sucede? - Su voz sonó gutural y ligeramente más grave, también con un ligero tono de molestia que el vampiro podría reconocer fácilmente de tanto y tan bien que se conocían. - Han dejado todas las velas encendidas. Están llamando mucho la atención a los clientes afuera, y la madame no parece nada feliz pues para lo que estabas a punto de hacer, están las habitaciones. - Le informó el mayor, dirigiendo la mirada a cualquier lugar lejos de los amantes. El menor maldijo nuevamente y ayudó a la chica a acomodarse las vestimentas.

- Recuerda a qué has venido. - Repitió, para luego hacerle saber que él se marcharía y que le esperaría en casa. Asintió a ambas cosas y vio a su amigo marcharse antes de volver la atención a la chica. - Al parecer estamos causando mucho revuelo allá afuera. - Sonrió de medio lado y procedió a alejarse de la chica para apagar unas cuantas velas.

Volvió a su sillón, tras acomodarse un poco la ropa y pasarse un par de veces las manos por el cabello. La erección no disminuiría en un rato, así que intentó sentarse lo más cómodo posible. - Siéntate. - Ordenó de nueva cuenta señalando la butaca que puso directamente frente a la suya, para poder hablar con ella cara a cara. - Necesito hacerte algunas preguntas. - Insistió al verla dudar. Ella obedeció entonces. - ¿Tu nombre es Eara, cierto? - Soltó la primera pregunta, sabía que podría hacerla sentir insegura si preguntaba directamente lo que quería saber, así que tendría que soltar también un poco de información.

Al ver que ella no asentía o negaba, le informó: - Mi nombre es Bucky. Y estoy buscando a una chica a la que, según me han dicho, tú conoces. - Tomó una de las pequeñas manos de la chica en las suyas antes de continuar. - Estoy buscando a una chica llamada Euphemia. Estuvo contigo en el orfanato, dejaron juntas ese lugar hace unos 5 o 6 años. ¿Puedes decirme dónde encontrarla? - Terminó por preguntar lo que realmente quería saber. Mientras tanto, se lamentaba mentalmente el que, de seguro, después del interrogatorio la chica no querría acostarse con él. "Maldito seas Gilbert, ¿no podías esperar un poco más?"


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Mensaje por Nika Chernova Miér Sep 12, 2018 9:56 pm

"When desire is stronger than fear"

Antes del rubio, cada vez que algún hombre le ponía si quiera un dedo encima, los recuerdos de las condiciones en que había encontrado muerta a su amiga le nublaban la mente, haciéndola entrar en pánico. Además de hacerla sentirse culpable, al fin y al cabo, Eara sólo había acudido a aquella habitación porque ella había aceptado un cliente y luego se había arrepentido. La castaña, apenas un par de años mayor, se había presentado en su lugar. De ahí que todos creyeran que había sido Euphemia quien muriese, y no Eara. De ahí que ella tomase la identidad de su amiga muerta.

Contrario a todo lo que creyese anteriormente, las manos del hombre se movían por su cuerpo como gentiles caricias, haciéndola preguntarse si había cometido un error todo aquel tiempo al impedir que nadie más la tocase, si el caso de Eara, la verdadera Eara, había sido aislado, uno en un millón, y el toque de los hombres era mayormente así de placentero. Sus manos no eran suaves, sino más bien ásperas, pero se movían sobre su piel con tal cuidado y delicadeza que la hacían desear más, cada vez más de ese hombre.

Cuando el hombre la besó finalmente, un gemido quedo escapó abiertamente de sus labios. Era también su primer beso, y estaba resultando glorioso. Imitaba los movimientos como podía y se deleitaba con el sabor amargo del whiskey en la boca ajena. Aquel licor nunca le había gustado, pero en esa boca sabía a gloria. Solo un sorbo la había embriagado de deseo, provocando un ligero ardor en el vértice entre sus muslos que la hizo frotarse con ahínco contra él. Ansiando una liberación que no sabía que existía.

No fue consciente de cuándo apartó la prende superior de su traje hasta que lo sintió acariciarle los pechos, y luego besarlos, lamerlos y chuparlos. Su cuerpo se arqueó instintivamente contra él, dándole mayor acceso para que continuara. La humedad se hacía cada vez más evidente en su intimidad, apenándola sobremanera, pero incapaz de apartarse. No podía pensar en nada, solo sentía, y todo lo que sentía era a él. Sus manos, su boca sobre sus pezones, y esa dureza cada vez más caliente contra su blanda intimidad.

Las palabras que debieron espantarla y hacerla salir corriendo, solo la hicieron asentir. Si él podía provocar todo ese mar de exquisitas sensaciones en su cuerpo, le entregaría todo con tal de seguir sintiendo el placer que la recorría entera. Antes de darse cuenta, estaba sentada sobre la mesa con él entre sus muslos hurgando en sus pantalones, y quería apresurarlo. Algo le decía que lo que venía solo podía ser mejor, mucho mejor. Y de pronto, su cuerpo se había quedado pasmado por la interrupción. Saberse observada la hizo cohibirse, y dio buen uso a la protección que el hombre brindó a su cuerpo semi desnudo.

La información que trajese consigo el vampiro consiguió hacerla ruborizarse hasta la raíz del cabello, poniéndose roja de vergüenza. Sin duda la madame le daría un buen regaño, si no es que terminaba por echarla a la calle. Una vez estuvo de nuevo a solas con el cambiaformas, se acomodó rápidamente la parte superior de su atuendo, él hizo lo propio antes de sentarse y ordenarle imitarlo en la silla frente a él.

Obedeció, pero con cada palabra que salía de su boca, provocó lo que sus caricias no lograron. Hacerla querer marcharse. Hacía mucho tiempo que no escuchaba su nombre ser pronunciado por nadie, y aquello solo le hizo pensar que el hombre buscaba a su amiga, y no a ella. Aunque eso le sorprendía, ya que de haber conocido a la verdadera Eara, Euphemia sin duda también lo habría hecho, al fin y al cabo, pasaban casi todo su tiempo juntas.

Se tornó nerviosa y aún más cohibida. Bajó la mirada un instante, no queriendo mirarlo a la cara mientras se debatía entre decirle que ella era Euphemia o decirle que ella había muerto. En el camino, sus ojos se encontraron con la inequívoca muestra de la excitación masculina, y entonces lo comprendió. Era su erección lo que había sentido contra su intimidad, esa dureza palpitante que él había estado próximo a introducir en su interior. El bulto parecía demasiado grande, y quiso saber entonces cómo lucía el miembro viril de un hombre.

Ante tales pensamientos, se puso de pie en un intento vano por aclararse la mente. No quería hablar de su amiga, no quería hablar de sí misma tampoco, a decir verdad, no quería hablar en absoluto. Quería continuar en lo que habían quedado antes, saber lo que se sentía tener a ese hombre dentro. Se debatió entre volver a ponerse sobre su regazo y comenzar a hacer sus propias preguntas, pero al final la opción vencedora fue huir. – No sé para qué la busca, pero ha llegado un poco tarde, ella murió hace ya tres años. – Le comunicó. Notando, sin comprender, la expresión sorprendida en su rostro, antes de alejarse definitivamente de él para continuar con sus labores dentro del burdel.

~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~

Corría. Corría llevándose gente por delante intentado escapar de aquel enorme hombre que parecía un oso de lo grande y gordo que era. Le había sacado unas cuantas monedas del abrigo, queriendo comprar una medicina para un bebé recién nacido en el hospital, pero el sujeto la había visto y ahora él, junto a otros dos que habían escuchado el grito de “LADRONA” y habían decidido ayudarlo. En medio de su carrera, cruzó una esquina sin mirar adelante, tropezando con lo que creía era un muro, debido a que, sin importar la fuerza con que lo había golpeado, éste ni siquiera se había tambaleado. Pero era un hombre, uno que ahora la sostenía, evitando que cayera de bruces al suelo.

Al levantar la mirada se encontró con los hermosos ojos azules del hombre en el burdel dos días atrás. Sin dudar, usó su poder para simular una cabellera castaña y un rostro ligeramente distinto al propio, antes de tomar al hombre del cuello y besarlo. Al principio lo había hecho solo por distraer la atención de quienes le perseguían, pues sabía que en la calle era incómodo ver a una pareja besándose y los pasarían por alto. Pero una vez lo hizo se arrepintió, pues volvió a sentir esa presión en el vientre que sintiera la primera vez que probara sus labios. En cuanto se separó de él, sabiendo que sus perseguidores habían seguido de largo, su apariencia volvió a ser la natural.

Habían pasado solo dos días desde que lo viera, pero ahora, frente a frente nuevamente, sentía que habían sido siglos. Aquel día la madame le había dado solo una pequeña reprimenda gracias a que, Bucky, según había dicho que se llamaba, había pagado una gran suma de dinero junto con la petición de perdonar su falta de decoro al querer seducirla en el lugar incorrecto. Había esperado ilusamente que volviera a la siguiente noche, pero suponía ahora que, dado que todo lo que buscaba era a “Euphemia” y ella ahora sabía estaba muerta, no tendría ningún motivo para regresar.

Se sintió apenada entonces por lo que acababa de hacer, por lo que prosiguió a disculparse. – Lo siento, yo… No debí. Pero esos hombres… –  Intentaba explicar y no lograba más que balbucear al tenerlo en frente. Se detuvo para calmarse un poco e intentar actuar con más naturalidad. – Lo lamento, no quise involucrarlo en mis problemas. Será mejor que lo deje continuar con su camino. – Le dedicó una sonrisa al terminar su disculpa e hizo lo propio, caminando en dirección a contraria a donde él se dirigía.

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Mensaje por Malcolm Farlan B. Mackay Jue Sep 13, 2018 10:57 pm


¿Muerta? ¿Euphemia Douglas estaba muerta? Recibir aquella información fue un baldazo de agua fría para el cambiante. Había compartido con la pequeña niña, se había comprometido con el padre a mantenerla a salvo por 15 años, y había fallado. ¿Cómo le diría aquello a Shaw? El hombre pediría su cabeza a la Reina, y dudaba que la mujer se negara. Había roto su promesa y, por su culpa, la heredera del Clan Douglas ahora se encontraba muerta. Fue tanta la impresión que ni siquiera pudo hacer algo para evitar que la joven se marchara.

Estuvo al menos 15 minutos procesando la información antes de poder moverse, y entonces decidió que, si bien necesitaba más información, necesitaba preguntarle a Eara cómo había muerto Euphemia, no lo haría en el momento. Esperaría algunos días, hasta poder pensar con claridad lo que haría a continuación, y entonces volvería a buscarla. Gilbert seguro tendría algún consejo esperanzador al respecto. O al menos eso esperaba.

Dos días transcurrieron, y todavía no se sentía preparado para buscar nuevamente a Eara, sin importar la forma en que hubiese muerto quien él se suponía que debía proteger, a Shaw Douglas no le haría nada de gracia enterarse que tal cosa había sucedido tres años en el pasado y él no le hubiera dado la noticia al momento, para preparar un funeral digno para su hija. El simple hecho de que se enterara que la joven había tenido que recurrir a la prostitución, ya era bastante malo. Y Malcolm Farlan Buchanan Mackay, nunca había sido conocido por escapar de una situación por medio de mentiras. Él sería honesto con Shaw, aunque eso lo llevara a la horca.

En ello pensaba mientras hacía algunas compras para el piso que había alquilado durante su estadía en París. Cualquier otro con su título y posición habría comprado una mansión o un enorme castillo, sin importar que el tiempo de permanencia fuese corto, pero el decidió no hacer demasiado revuelo, no tenía intención de hacer saber a nadie de importancia que se encontraba en la ciudad, simplemente quería esa libertad de la que ahora disfrutaba, poder caminar en las calles tranquilamente, pasando totalmente desapercibido. Aun así, acostumbrado como estaba a las comodidades, había rentado un lugar amplio y cómodo en el que tanto Gilbert como él tuviesen el espacio más que suficiente para tener cada uno su propia habitación y un estudio en el que poder llevar los negocios cuando fuese necesario.

La tarea era usualmente llevada a cabo por el ama de llaves, pero había necesitado con tanta ansiedad salir y caminar, que ordenó a la mujer quedarse en casa encargándose de cualquier otra cosa mientras él salía con la lista de los pendientes. Tras comprar todos y cada uno de los ítems en la lista, por alguna razón, se detuvo también en un puesto gitano a comprar algunas flores. Él no sabía dónde se encontraba enterrada Euphemia, pero de una u otra manera quería tener un gesto con ella. Caminaba en dirección al cementerio, tras pedir algunas indicaciones para poder llegar, cuando sintió un repentino y duro golpe. Algo, o más bien alguien, lo había prácticamente arrollado, por lo que había tenido que hacer mucha fuerza para no caerse, aunque en el proceso soltase la bolsa con los víveres para evitar la caída de su agresor.

Inmensa fue su sorpresa al encontrarse con los hechiceros ojos verde aceituna de Eara, quien, antes de que él pudiera hacer otra cosa, cambió ligeramente su apariencia física ante sus ojos, antes de tomarlo por el cuello para besarlo. De lo repentino que ocurrió, ni siquiera fue capaz de cerrar los ojos, por lo que pudo darse cuenta que intentaba escaparse de unos hombres que la perseguían. Así que la tomó de la cintura profundizando el beso, lo que despertó nuevamente sus más bajos instintos. Deseaba a esa mujer, y estaba seguro de que no estaría en paz hasta poder tenerla.  

En tanto ella se alejó, lo que menos esperó escuchar fueron las palabras que salieron de su boca. Pudo notar en sus ojos la decepción, aunque no sabía qué la provocaba. – ¡Espera! – Le pidió, sosteniéndola por la muñeca antes de que continuara. Y entonces, de alguna manera, lo comprendió. – Lamento no haber vuelto, solo… Necesitaba tiempo para procesar el hecho de que Euphemia esté muerta. – Le informó, al tiempo que le hacía ver las flores. – Quería hacerle algún tipo de cumplido poniendo estas flores en su tumba. Como no sé dónde está, pensaba dejarlas en la entrada del cementerio, pero… Ya que te encuentro, ¿Podrías guiarme hasta el lugar? – Preguntó. Ella pareció dudar un momento antes de finalmente aceptar.

Antes de seguirla, se agachó a recoger la bolsa de los víveres que antes cayera de sus manos y caminó junto a ella. Una vez en el cementerio, ella lo guio hacia una zona alejada y olvidada. La lápida era demasiado sencilla, ni siquiera estaba hecha del granito tradicional, sino que estaba tallada en madera. Por lo que, gracias a que recibía sol y agua, las letras y los números se habían difuminado, tanto que ya las fechas no se distinguían y el nombre apenas se podía leer. Sintió un dolor inexplicable en el pecho, una tristeza que le dejó la boca seca.

Se agachó junto a la improvisada lápida para poner las flores y dedicó una oración a la joven. – Cuéntame de ella. ¿Cómo era en vida? ¿Cómo murió? – Le pidió, quería saber al menos cómo había vivido, si era alegre, si disfrutaba de la vida a pesar de sus circunstancias y dificultades. Quería poder imaginarse cómo había sido al crecer, pero no lo lograba. Todo lo que podía ver en su cabeza era la apariencia de la entristecida niña de 5 años que acababa de perder a su madre.

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Mensaje por Nika Chernova Lun Sep 24, 2018 12:57 pm

"Even though it's painful
I'll always cherish these sweet memories"

Cuando se disculpó e hizo ademán de marcharse, lo había hecho honestamente, no con la intensión de ser detenida. Creía que él en realidad no quería tener más nada que ver con ella, por lo que se consolaría a sí misma con aquel beso al que, al menos, él había correspondido. Y, si fue una sorpresa sentir la cálida piel de aquella enorme mano rodear su muñeca, lo fue aún más escuchar sus palabras. ¿Eso significaba lo que ella creía? ¿Acaso él en realidad quería volver a verla? No lo comprendía del todo, el creía que era una prostituta y aun así… Seguramente solo quería terminar lo que había iniciado, y una vez que la tuviera, la dejaría de lado. Teniendo esa certeza, no podía dejar de pensar en lo íntimo que se sentía su toque. No estaba intentado seducirla, no la besaba de aquella manera fogosa en que ella sabía podía hacerlo, pero la manera gentil en que la sostenía, no queriendo que se marchara, rompió algo en su interior, lo que la hizo finalmente aceptar ante su petición.

El camino hasta la tumba de su amiga lo hicieron en silencio. No dejaba de pensar que, cuando murió, solo ella había estado para recordarla, no había nadie más que llorar su muerte. Ni parientes, ni amigos. Siempre habían sido solo ellas dos, y ahora que Eara estaba muerta, cuando llegase su turno no tendría a nadie. Nadie que llorase su muerte o tallara su nombre en una lápida, si quiera, sería enterrada sin nombre y olvidada para siempre, como si nunca hubiese existido. La improvisada lápida de madera había sido tallada por la misma Euphemia, había puesto su nombre en lugar del de ella, y se había lamentado de no tener dinero para hacerle algo más bonito, algo que representara todo el amor de hermanas que habían compartido.

Las preguntas del hombre la alegraron tanto como la asustaron. Él parecía no haber conocido a Eara, ¿Sería posible entonces que la buscase a ella, la verdadera Euphemia? Pero ella tampoco lo conocía de nada, así que, ¿Por qué? Decidió entonces continuar con la farsa hasta conocer sus motivos, tenía miedo, no podía negarlo, de que este hombre quisiera hacerle daño. No lo parecía, pero… ¿Podía confiar en él? – Ella era muy valiente, una guerrera. No se amilanaba ante nadie, y hacía frente a lo que fuese que nos ocurría. Era fuerte y valiente por las dos. Aprendimos juntas de hechicería, y en eso ella también era mejor. Yo apenas logro cambiar algunos rasgos de mi apariencia, ella podía tomar la forma que quisiera, incluso la de un hombre. – Intentó describirla lo mejor que pudo, pero siempre habría cosas por recordar.

– Murió protegiéndome. – Comienza con la siguiente pregunta, la más difícil de responder. – Ella siempre cuidó de mí, a pesar que teníamos casi la misma edad. En el burdel, un hombre pidió por mí, pero el sujeto me aterró y quise negarme, pero ambas sabíamos que, si lo hacía, la madame nos echaría a ambas a la calle, así que ella tomó mi lugar. Su apariencia era exactamente igual a mí cuando fue con el sujeto, y él la mató. Nadie sabe por qué lo hizo, si fue porque descubrió la farsa o simplemente disfrutaba de matar a sus amantes. Si ella no lo hubiera hecho, ambas habríamos muerto en la calle, sin tener donde dormir ni qué comer, o sería yo quien yaciera en esa tumba. – Ambas posibilidades le causaban escalofríos, aunque debía admitir que el mundo habría perdido mucho menos si fuese ella quien moría. A pesar de pensar en ello, su instinto de supervivencia le hacía querer vivir, aunque fuese como una cobarde.

Las lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos en silencio, por lo que se llevó ambas manos al rostro intentando ocultar su vergüenza del hombre que aún se hallaba de cuclillas junto a la tumba de su querida amiga. Pronto los sollozos se hicieron presentes, haciéndola hipar hasta caer de rodillas, sintiéndose tonta e infantil. – Lo siento, yo… Me siento tan culpable. Ella era… Ella era mejor que yo en todo sentido, y era todo lo que tenía. Sin ella… – Un gemido de dolor escapó de sus labios, un dolor que venía del alma, por la soledad. – Cuando muera no tendré a nadie para llorarme, moriré sola y nadie recordará si quiera que existí. – Sí, ese era uno de sus mayores temores. No quería ser recordada como alguien importante para el mundo, no tenía intención alguna de hacer historia, simplemente quería una familia, personas que la amaran y recordaran con cariño. ¿Era eso mucho pedir?

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Última edición por Euphemia Douglas el Mar Oct 09, 2018 11:59 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Malcolm Farlan B. Mackay Mar Oct 09, 2018 8:14 am


Al principio, las palabras de la joven le dan cierta paz, al pensar que Euphemia había enfrentado las dificultades sin miedo y caminado por la vida con valor. Una digna heredera Douglas, a su parecer. Fue cuando ella empezó a relatar las circunstancias en que había muerto que sintió una gran angustia en su pecho, pero no por la difunta. Eara estaba realmente afectada, y lo demostró al caer de rodillas, sentada sobre sus talones, hipando por el llanto. Comprendió entonces lo cercanas que habían sido en vida, y lo mucho que, a esta chica, su hermana de crianza, todavía le afectaba todo lo sucedido.

Sin darse cuenta siquiera en qué momento se movió, abrazó a la chica y la acunó en su pecho, acariciando su espalda en un intento por tranquilizarla. – No hables así. – La regañó con suavidad, sin detener la caricia. – Estoy seguro que había muchas otras cosas en las que tú eras mejor, aunque no lo recuerdes ahora que ella se ha ido y simplemente intentes idealizarla. – Se dejó caer, sentándose en el pasto sin la menor preocupación por ensuciar su pantalón, atrayéndola más cerca al hacerla sentarse sobre su regazo.

Al pensar en lo sola que ella debía sentirse tras la pérdida de Euphemia, le susurra al oído. – Aún eres muy joven, pequeña. Conocerás a alguien digno de ti, te enamoraras y casarás. Y tendrás muchos hijos. – Siguió hablando, cada vez en tono más bajo, hasta que finalmente escuchó la respiración calma y pausada, lo que le indicó que se había quedado profundamente dormida.

Teniendo mucho cuidado de no despertarla, se levantó con ella en brazos y, sin saber qué más hacer, la llevó consigo. La tarea no fue sencilla debido a que llevaba además las manos cargadas con las bolsas de los víveres, por lo que no pudo ni siquiera abrir la puerta al llegar, tuvo que tocar y esperar a que el ama de llaves le abriese la puerta y tomase las compras mientras él se dirigía a su habitación para dejar a la jovencita sobre su cama. Algunas lágrimas aún salían de sus ojos de manera ocasional, mientras se acurrucaba, como buscando protección.

Instintivamente llevó una mano al juvenil y suave rostro, apartando con extrema delicadeza el rastro salado de las lágrimas con su pulgar. Hasta ese momento había sido consciente de su deseo por ella, pero solo entonces notó que provocaba en sí también un deseo de protegerla. Había tomado las decisiones equivocadas con Euphemia y, por su culpa, ahora había muerto. Pero no quería que esta chica, Eara, sufriera el mismo triste destino.

Se puso de pie con intención de salir en dirección a su despacho a plasmar en papel cada ínfimo detalle que se le ocurriese de su plan para ayudarla. Necesitaría eventualmente algo de asesoría legal de parte de Gilbert, pero al menos ya tendría un boceto para cuando él despertara. Grande fue su sorpresa cuando, al salir al pasillo y cerrar la puerta, se encontró al vampiro allí de pie, con los brazos cruzados y una expresión nada amigable. Sí, sin duda, él estaba pensando “Es una mala idea.”, la cual era una frase conocida por ser una de sus favoritas.

– Ya sé lo que vas a decir, Gilbert. Y no me importa. Euphemia está muerta, por mi culpa, y sé que ayudar a esta joven no va a salvarme de que Shaw me mande a la horca, pero al menos me iré con algo de paz en mi alma. – Pronunció, a la vez que le daba la espalda y caminaba por el oscuro pasillo hasta el despacho, apenas a unos pasos de distancia, y entró para cerrar las ventanas y cortinas antes de que el vampiro pudiese entrar.

– Sigue siendo una mala idea. – Dijo el mayor, confirmando lo que el menor ya sabía que diría. – Es una desconocida, Farlan. Y tú, aunque eres un gran líder, a veces tienes el corazón muy blando. Es una niña, por todos los cielos. ¿Qué vas a hacer con ella? ¿Dejarla embarazada antes de entregarte a los Douglas, solo con la esperanza de que la criatura que crezca en su vientre resulte ser un niño cambiante? – No había terminado de prenunciar su descabellada idea, en medio del enojo, cuando se dio cuenta que, en realidad, aunque seguía siendo  una mala idea, podía significar al menos un halo de esperanza para el clan Mackay.

Farlan se quedó literalmente con la boca abierta al darse cuenta que el vampiro realmente estaba considerando lo que fuera que fuese aquello que había salido de su boca. – ¿Estás demente? No voy a hacerle algo como eso. Tú mismo lo dijiste. Es una niña. Además… Ella lo que desea es una familia, no un amante, mucho menos un hijo al que criar sola. – La idea de ella embarazada de su bebé provocó que una calidez desconocida hasta el momento se extendiera por todo su cuerpo. Era el tener que dejarla lo que hacía doler su pecho.

– ¡Es una prostituta, Farlan! No seas ingenuo. Ofrécele protección y fortuna por tener a tu hijo y verás como cualquier otra idea desaparece de su mente en un chasqueo de dedos. – Ante la expresión disgustada del joven cambiante, el vampiro continuó. – Bien, haz como prefieras. Eres un hombre adulto y sabes lo que te conviene y lo que no. Simplemente no hagas una estupidez. – Le advirtió antes de salir del despacho y dirigirse nuevamente a su habitación.

El cambiante se sintió repentinamente exhausto. No queriendo pensar en nada más por un rato, fue a su habitación y, acostándose frente a frente con la chica, la atrajo a su cuerpo y se quedó dormido al instante, sintiéndola cálida entre sus brazos.

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Mensaje por Nika Chernova Miér Oct 10, 2018 7:40 pm

"You don't have any intentions
Of finishing what you have started
Do you?"

La vergüenza que sintiese antes no es nada en comparación con la que se apodera de ella al sentir aquel cálido abrazo. No había nada sexual en el gesto, cosa que, para una huérfana que trabaja como bailarina en un burdel, no es nada común, aunque lo agradeció en silencio, escondiendo el rostro en su cuello. En aquella zona pudo apreciar el perfume que usaba, que, a juzgar por la exquisita fragancia masculina, debía ser muy costoso. Esperaba que él no reparara demasiado en su olor, pues lo único que podía permitirse para perfumar su cuerpo era un jabón barato.

Aunque las lágrimas continúan cayendo silenciosas por su rostro, los sollozos se hacen cada vez más débiles hasta finalmente acallarse por completo gracias a las suaves caricias en su espalda y a las preciadas palabras de consuelo. Él era un completo extraño para ella, apenas si sabían el nombre del otro, y ni siquiera porque el que él conocía de ella era una mentira, por lo que no entendía qué lo motivaba a comportarse tan dulce y preocupado, pero debía admitir que se sentía bien, se sentía muy bien sentirse cuidada por alguien. Con ese pensamiento, sin darse cuenta, se quedó profundamente dormida.

Acostumbrada a dormir sobre el suelo frío y húmedo, al despertar sobre una superficie acolchada, rodeada de una calidez desconocida y, especialmente, con los sentidos mareados por esa fragancia con la que recordaba haberse dormido, se siente completamente desubicada. Abre los ojos con lentitud y pesadez, encontrándose a sí misma abrazada del cuerpo de Bucky, su atractivo extraño. En principio se alarma, pero se queda inmóvil no queriendo despertarlo, apenas si sube la mirada hacia el rostro del hombre. Dormido, con la relajación y paz marcadas en su expresión, parecía un ángel. Un ángel rubio de preciosos ojos azules.

Lentamente, se incorpora sobre uno de sus brazos, quedándose de medio lado aun observando el rostro masculino, y extiende la mano del brazo libre para apartar un largo mechón de su rubio cabello, suave y sedoso al tacto. Sonríe sin poder evitarlo al pensar que esa era realmente la primera vez que estaba en la cama con un hombre, y ambos estaban totalmente vestidos. Todo lo que podía suponer es que la había llevado consigo dado que había caído rendida.

Suspira al pensar que Kyle debía haberse preocupado por ella al no llegar a su jornada en el hospital, suponía que luego tendría que explicarle, de alguna forma, por qué no había podido llegar. Ese pensamiento pierde completamente su importancia al sentir las cosquillas provocadas en su palma por la corta barba de Bucky al acariciarla. Él debía tener un par de días sin una debida afeitada, pero el vello facial en lugar de entorpecer su apariencia lo hacía lucir aún más guapo. ¿Existía acaso hombre más masculino y atractivo que él? Lo dudaba. Al menos a sus ojos, él era realmente perfecto.

Da un respingo de sorpresa cuando, al estar acariciando los labios del hombre con su pulgar, siente la intensa mirada sobre sí, provocando que aparte la mano de golpe. Los profundos ojos azul cielo la miran con sorpresa y… Y algo que no logra reconocer, pero parece oscuro y peligroso, hambriento. Traga con fuerza, sintiendo el rostro caliente, lo que le indicaba que debía estar más roja que un tomate maduro, antes de disculparse. – Lo siento. Yo no quise… No quise incomodarlo, solo… Tenía curiosidad. – Ante sus propias palabras, gira el rostro, no siendo capaz de mantenerle la mirada.

Al dejar de dedicar toda su atención a él, observa por primera vez a su alrededor. La habitación era masculina y sencilla, pero muy personal. Podía ver muchos de sus objetos personales perfectamente acomodados sobre las repisas y la ropa colgada en perchas dentro de un ropero que tenía una de sus puertas ligeramente abiertas. – ¿Es este su hogar? – Cuestiona de pronto, aún más apenada si eso era posible. Ese hombre definitivamente era muy extraño, lo suficiente como para llevar a una extraña a la que cree prostituta hasta su propia casa y… Y no hacer nada con ella. Al menos no aún, se advierte a sí misma. Pero, siendo sincera consigo misma, no había muchos hombres decentes que, como él, no se hubieran aprovechado de la situación para meterse entre las piernas de una “prostituta”.

Aunque parezca masoquista de su parte, esa actitud respetuosa de él no hace más que acrecentar su deseo, deseo de continuar con lo que había quedado inconcluso aquella noche. Pero no parecía tener ninguna intención de hacerlo, y eso la frustra de una manera desconocida hasta entonces. Vuelve la mirada a él, más que curiosa ahora. – ¿Por qué busca a Euphemia? Usted parece no conocerla de nada, entonces… ¿Cómo sabe de ella? ¿Qué quería con ella? – Cuestiona de pronto todo lo que había querido preguntar un par de noches antes en el burdel pero que, por temor, se había guardado para sí misma. Claro, en ese momento ella no pensó que volvería a ver a ese monumento de hombre nuevamente, pero ahí estaban los dos, acostados en la cama de él, mientras él parecía aferrarse a su cuerpo.

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