Cabos sueltos [Privado]

por **Konrad Zhivago** Miér Ago 22, 2018 8:31 am

La boda ya había ocurrido y su ahora esposa estaba pasando un mal momento a su lado, aún así, saber que ella sufría, no saciaba la sed de venganza que Zhivago experimentaba. Konrad tenía planes muy específicos para todos los que participaron no solo en la muerte de su amada, sino también en el plan de desterrarlo de su tierra natal. Para la asesina de Yvonne estaba él, para los demás estaba un plan mayor.

Zhivago pues había contratado una fémina tan hermosa como letal que Konrad había descubierto mediante un antiguo amigo suyo, un hombre que le aseguró que si quería deshacerse de alguien de una manera veloz y limpia, lo mejor era llamarla a ella. Zhivago no confiaba completamente en nadie de buenas a primeras, sin embargo, la enorme lista de buenos trabajos realizados por la dama le hicieron ganarse el beneficio de la duda del Zhivago, quien solo necesito ver el resultado de su primer encargo para decidir que aquella mujer se merecía con creces no solo el pago acordado sino además, un lugar especial dentro de su circulo. Con el pasar de los años la relación no solo se había vuelto laboral sino también un poco más intima. La asesina efectuaba a la perfección su trabajo y Konrad además de pagarle le ofrecía su mano y protección contra aquellos que tenían el ojo puesto sobre la asesina, así que podía decirse que eran una amistad bastante peculiar pese a que ya llevaran bastante tiempo sin ninguna clase de contacto pero hasta esos momentos, Konrad no había requerido de sus servicios y ahora que lo hacía, era para una tarea un tanto titánica.

Como le era usual, Konrad envió a la residencia de la fémina una hoja indicando un horario, un lugar y simplemente sus iniciales. Habiendo hecho eso, se dedico con calma a repasar su discurso. Todo asesino se pensaría muy detenidamente llevar a cabo algo como le que Zhivago iba a pedirle a la mujer, pues no se trataba de acabar con dos o tres personas, de aceptar, ella debería al menos eliminar a quince personas diferentes en un muy corto lapso de tiempo. La duda era normal en cualquiera a quien le pidieran algo así, sin embargo, Konrad estaba decidió a hacer que ella no dudara de hacerlo, la necesitaba a ella como la asesina y a nadie más. Una vez preparado y sabiendo que la hora de partir al punto de reunión llegaba, Zhivago se acomodó las mangas del traje azul marino y salió de su mansión, tomando el carruaje que le llevaría hasta el jardín botánico.

Al llegar al jardín botánico Zhivago abandonó el carruaje y con pasos calmos se dirigió hasta donde se encontraban las azucenas, ahí, sería su reunión.