AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
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Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
En algún momento de la vida, debería de dejar el sobrenombre de "buena samaritana" en paz. Igual, debería hacer muchas otras cosas más que ignora con tal de ayudar. En tanto da una mordida a la manzana, el crujido se escucha por el silencio del lugar, disfruta del zumo de la misma que resbala hacia el interior de su boca, dulce como la melaza y con un tinte muy leve de acidez, medita que si no fuera por eso, estaría ahora mismo en casa, echada panza arriba mirando a la nada. La vida no es vida sin un poco de emoción y de actividad. Se moriría estando sola, sin hacer algo. El pedazo de la manzana es masticado lento en tanto su lengua recorre sus labios llevándose así el resto del zumo para que no resbale hacia su barbilla. Camina en silencio, recorriendo la distancia entre su casa y la de la mujer que atendiera desde que le avisaron a media tarde hasta ahora. Por el viento que hace, entrado el otoño, han de ser las dos o tres de la mañana.
Sin preocupaciones, avanza por las desoladas calles. ¿A quién le interesaría un "hombre" que está caminando con un bolso echado al brazo, cubierto su cuerpo por una larga gabardina que tuvo mejores días, con la capucha echada y una fruta en la mano? Eso es lo que aparenta, por eso elige estos ropajes cuando sale a atender a alguien sabiendo que el tiempo se puede esfumar como arena entre los dedos. Traga jugueteando con la fruta, diez metros después vuelve a llevar la manzana a la boca para dar otro mordisco, gimiendo de felicidad por el sonido que produce esa mordida, con el zumo de nuevo en sus papilas y esta vez, succiona con los labios bien pegados a la cáscara para absorber más el sabor. Mira el rojo fruto en su mano con deleite. Como pago, debido a la escasez de dinero de la familia, le dieron un bolso con seis, siete manzanas. Por eso es que decidió empezar a engullir una de ellas, la más gorda, roja y apetitosa de todas.
Entrecierra los ojos con un rictus de total placer cuando sus oídos escuchan algo más allá de sus pasos, de sus gemidos bajos y suaves. Detiene su andar afinando el sentido, para escuchar mejor y orientarse sobre qué produce tales sonidos. Esta vez, al alejar la fruta de su nariz, huele más que el típico aroma de las calles desiertas, sucias, con orines y otras deliciosas fragancias. Sangre. Su cabeza se desvía hacia donde oído y olfato concuerdan, se encuentra la causa de su interés. No debiera. Ni siquiera sabe qué está pasando dentro de lo que pareciera ser un callejón. ¿Y si es un vampiro? La oscuridad tan profunda evita que pueda mirar más allá a pesar de sus desarrollados sentidos. Chasquea la lengua con una expresión contrariada reflejada en cada uno de sus rasgos. No debiera. ¿Y cuándo hace lo que su instinto le dice? Debiera empezar ahora. Debiera, debiera, debiera, bah.
Se adentra con paso raudo con la intención de echar un vistazo y si algo anda mal, salir de ahí a toda velocidad. Puede transformarse, no es lo ideal, pero funcionará. La soledad del sitio le genera mayor perspicacia, entiende poco y nada de lo que ahí pasó, hay algunos objetos que parecen rotos por alguna pelea incluso, una botella en un rincón tiene rastros de la sangre que ella oliera. Un par de pasos más la dejan a mitad de todo. Justo cuando va a dar media vuelta, un sonido -el sonido- le evita la huida. Sus ojos se dirigen a una multitud de basura, entre cartón, algunas láminas de metal y ropas roídas, como si fuera premeditado para ocultar algo. Se queda paralizada por un instante temiendo que su razonamiento de que fuera una trampa sea realidad. De ser así, la sangre no sería tan abundante. Sacude la cabeza de derecha a izquierda, si ya está metida de cabeza en el fango, hay que terminar lo iniciado. Terca como es, se obliga a avanzar hasta el lugar, para dejar el bolso en el piso y empezar a quitar las telas, los objetos de metal y los cartones hasta encontrar bajo todo eso, el cuerpo de un hombre malherido. - ¡Ajá! ¡Lo sabía! ¡Toma tu "debiera"! - habla sola a la nada, sonriendo triunfante por su hallazgo.
Se agacha para quitar el resto de las cosas que lo cubren, así que se pelearon con él y creyéndolo malherido de muerte, decidieron dejarlo oculto para que nadie lo encontrara. Demasiadas molestias para una persona de su porte, con las ropas de baja calidad y se nota que hasta viejas. Ha de ser un hombre que se metió donde no debía. Le ausculta con rapidez, cuidando de colocar su cuerpo en una posición adecuada para la revisión procurando no lastimar más sus heridas. Un trauma cráneo encefálico es la primera causa de tanta sangre. La segunda es una herida por algún objeto punzo-cortante en el costado. Por la posición, está comprometido el hígado. Las lesiones en el rostro son producto de una golpiza que le dieron estando consciente por la manera en que están formándose los cardenales. - Quien te hizo ésto, te quería mucho - ironiza negando con la cabeza. Este hombre necesita atención médica urgente o terminará muerto pronto por desangramiento. Frunce los labios sacando con rapidez una jeringa, tomando un poco del sedante para que no despierte antes de hacer lo que necesita y evitar también que se abra más las heridas. Una vez listo, revisa el lugar, toma las mantas sucias sabiendo que está mal, más no tiene algo adecuado a la mano.
Rompe con rapidez las telas haciendo tiras de ellas, las deja a un lado de su bolso sacando unas vendas limpias, que corta con rapidez con uno de sus cuchillos esterilizados para ponerlas sobre las heridas y vendarlas con las sucias formando torniquetes en las heridas fomentando la coagulación, de esa manera taponará evitando que pierda más el líquido vital. Revisa sus brazos, observa sus nudillos - así que diste pelea - razona al ver los hematomas en los de la diestra mano. Sigue con las piernas notando algo que se le escapaba: una herida de bala en el gemelo izquierdo. - Te digo que era tanto su amor por ti, que te dieron con muchas ganas - chasquea la lengua, vuelve al proceso del torniquete. Una vez listo, se levanta con las manos en puños colocadas en las caderas - bien, chico, vamos a moverte - deberá sacarlo de ahí lo más pronto posible antes de que alguien note su presencia. La de ambos. Por curiosidad, entorna los ojos revisando su aura para ver el estado del personaje.
Sus ojos se abren como platos. Cambiante. ¿Un cambiante en París? Desde su llegada, no se encontró con uno y ya hace mucho tiempo que está ahí. Se rasca la nuca exasperada. Su plan era llevarlo hasta un hospital, en cuanto vean que sus heridas sanan con rapidez, empezarán a sospechar y luego, llamarán a la inquisición porque tendrán a un engendro de Satán como los llaman. ¡Si lo sabrá ella, que lo ha visto con licántropos! ¿Qué hacer, qué hacer? Por inercia, mira el rostro del hombre para gruñir desde lo más profundo de su pecho - debería dejarte aquí - rezonga porque es cierto, el "debería" sigue siendo su perro de cacería personal, al que jamás le deja de plantar cara. - ¡Odio que me pase ésto! - rezonga en voz alta antes de tomar algunas vigas de metal, unirlas con el resto de la tela para formar una camilla improvisada y mirar al hombre antes de arrastrarlo encima de ésta. Lo sujeta con fuerza de los muslos y el pecho con unas viejas sogas que encuentra agradeciendo el tiradero humano.
Una vez sujeto, bien firme, se resigna. - ¡Cambié de perro a burro de carga! - se ríe por su mala suerte. Toma el resto de sus cosas para meterlas en la bolsa, se la echa al hombro y empieza a arrastrar al hombre hasta salir del callejón. Mira a un lado, al otro y cuando está segura de que nadie la ve, sigue su penoso recorrido agradeciendo que el ser cambiante le dé una fuerza superior a la normal. A mitad del camino a su casa, se detiene para descansar, limpiándose el sudor con el pañuelo que tiene en el bolso, notando que sus manos están manchadas por la sangre. Se resigna, de reojo mira su carga - deberías ponerte a dieta. ¿Sabes que estás gordo? - mentira, sólo que está cansada por la situación y estar jalando. Por fin, sólo por fin, llega a su hogar. Su nana la espera despierta y cuando ve su carga, la mira con espanto. - Niña ¿Qué hiciste? - Dáire no sabe si reír o llorar. - Es lo que me dieron de pago por atender a Marie. ¿Puedes ayudarme a llevarlo a la recámara de invitados? Tiene el peso de un cerdo - reniega.
Entre las dos mujeres, logran dejarlo en la habitación, meterlo en la cama y en tanto la nana sale corriendo a buscar agua tibia, vendajes nuevos y algo de medicamentos, Dáire se deja caer en un sillón al lado de la cama agotada. Sólo unos minutos más y seguirá con sus labores. Despierta sobresaltada al escuchar a su nana, se pone en pie de inmediato para tomar la bandeja con agua caliente dejándola sobre la mesa de ayuda. Se quita la gabardina y el suéter. Se sube las mangas de la camisa para empezar la labor. Su nana le mira intrigada, lo que provoca su sonrisa - ve a descansar, me hago cargo de él. Por si las dudas, agarra la escopeta y si escuchas un grito, le disparas - la mujer sacude la cabeza porque bien sabe las pésimas bromas de su niña. Se retira y vuelve con unas cadenas y unos grilletes - Ten cuidado, úsalos cuando termines - propone antes de retirarse de la habitación dejando a Dáire con una ceja arqueada por la imagen que le dan esos objetos.
- Otra vez solos, ma cherie y como ves, ya tengo con qué obligarte a ser mi esclavo - se burla poniéndose de nuevo seria, toma las tijeras para cortar sus ropas, es más rápido que estar desnudando con cuidado. Además, ya tiene tantas rajaduras, que seguro que no la extrañará. Se anota mentalmente que tiene que pedir más ropa para él. Seguro que tienen en la bodega de su talla. Una vez sin más prenda que sus calzoncillos, recorre la mirada para saber por dónde empezar. - Si no fuera tan profesional como lo soy, te quitaría esa tela para ver si es cierto lo que dicen sobre los hombres atractivos y su orgullo masculino - se mofa después de aplicarle otra inyección reforzando el sedante. Mira su rostro pasando un paño con agua tibia por él, tiene facciones muy interesantes que le hacen atractivo sin duda. Se dedica a limpiarlo con cuidado, con profesional tacto, procurando no ser tan invasiva con las heridas, limpiándolas una vez que tiene desinfectadas las demás, el sedante ayudará para que no despierte durante el tratamiento y de paso, para que aminore el dolor. Asiente al ver que su naturaleza cambiante está ayudando en su proceso de cicatrización y sanación.
Se esmera en coser con cuidado las que son más profundas, tarareando una canción que escuchara con su madre. Una vez termina, asiente con la cabeza por el trabajo hecho, - ¡Así se hace, Dáire, ahora te mereces ir a la cama y dormir! - se frota las manos con entusiasmo mirando por el rabillo del ojo que el sol está saliendo. Eso sería muy bueno si no tuviera más pacientes por atender o muy malo porque no recuerda a qué horas tiene que hacerlo. Por inercia, va a salir de la habitación cuando recuerda el consejo de su nana - ¡Cierto! No te queremos rondando en calzoncillos por toda la casa, ma cherié, seguro que despiertas las bajas pasiones de la nana y ya está muy vieja para que se pongan a jugar a la casita. Prefiero atarte a la cama y que me consideren una torturadora de hombres - se mofa tomando los grilletes y colocándoselo en el pie izquierdo, uniendo el otro extremo a la base de la cama. Una vez segura de que no escapará -según ella, porque si levantara la cama, se daría cuenta de que queda en completa libertad-, estira los brazos al techo, poniéndose de puntitas para ir a su recámara. Se asea colocándose un camisón, tomando el edredón de su cama, regresando a la habitación donde está el paciente y se deja caer -literalmente- en el sillón al lado del hombre, tomando las mantas para abrigarse y hacerse bollito sobre su costado izquierdo. No pasan ni dos minutos cuando se queda por completo dormida creyendo que el hombre está sujeto a la cama y que no causará problemas. Ilusa, es otro de sus sobrenombres.
Sin preocupaciones, avanza por las desoladas calles. ¿A quién le interesaría un "hombre" que está caminando con un bolso echado al brazo, cubierto su cuerpo por una larga gabardina que tuvo mejores días, con la capucha echada y una fruta en la mano? Eso es lo que aparenta, por eso elige estos ropajes cuando sale a atender a alguien sabiendo que el tiempo se puede esfumar como arena entre los dedos. Traga jugueteando con la fruta, diez metros después vuelve a llevar la manzana a la boca para dar otro mordisco, gimiendo de felicidad por el sonido que produce esa mordida, con el zumo de nuevo en sus papilas y esta vez, succiona con los labios bien pegados a la cáscara para absorber más el sabor. Mira el rojo fruto en su mano con deleite. Como pago, debido a la escasez de dinero de la familia, le dieron un bolso con seis, siete manzanas. Por eso es que decidió empezar a engullir una de ellas, la más gorda, roja y apetitosa de todas.
Entrecierra los ojos con un rictus de total placer cuando sus oídos escuchan algo más allá de sus pasos, de sus gemidos bajos y suaves. Detiene su andar afinando el sentido, para escuchar mejor y orientarse sobre qué produce tales sonidos. Esta vez, al alejar la fruta de su nariz, huele más que el típico aroma de las calles desiertas, sucias, con orines y otras deliciosas fragancias. Sangre. Su cabeza se desvía hacia donde oído y olfato concuerdan, se encuentra la causa de su interés. No debiera. Ni siquiera sabe qué está pasando dentro de lo que pareciera ser un callejón. ¿Y si es un vampiro? La oscuridad tan profunda evita que pueda mirar más allá a pesar de sus desarrollados sentidos. Chasquea la lengua con una expresión contrariada reflejada en cada uno de sus rasgos. No debiera. ¿Y cuándo hace lo que su instinto le dice? Debiera empezar ahora. Debiera, debiera, debiera, bah.
Se adentra con paso raudo con la intención de echar un vistazo y si algo anda mal, salir de ahí a toda velocidad. Puede transformarse, no es lo ideal, pero funcionará. La soledad del sitio le genera mayor perspicacia, entiende poco y nada de lo que ahí pasó, hay algunos objetos que parecen rotos por alguna pelea incluso, una botella en un rincón tiene rastros de la sangre que ella oliera. Un par de pasos más la dejan a mitad de todo. Justo cuando va a dar media vuelta, un sonido -el sonido- le evita la huida. Sus ojos se dirigen a una multitud de basura, entre cartón, algunas láminas de metal y ropas roídas, como si fuera premeditado para ocultar algo. Se queda paralizada por un instante temiendo que su razonamiento de que fuera una trampa sea realidad. De ser así, la sangre no sería tan abundante. Sacude la cabeza de derecha a izquierda, si ya está metida de cabeza en el fango, hay que terminar lo iniciado. Terca como es, se obliga a avanzar hasta el lugar, para dejar el bolso en el piso y empezar a quitar las telas, los objetos de metal y los cartones hasta encontrar bajo todo eso, el cuerpo de un hombre malherido. - ¡Ajá! ¡Lo sabía! ¡Toma tu "debiera"! - habla sola a la nada, sonriendo triunfante por su hallazgo.
Se agacha para quitar el resto de las cosas que lo cubren, así que se pelearon con él y creyéndolo malherido de muerte, decidieron dejarlo oculto para que nadie lo encontrara. Demasiadas molestias para una persona de su porte, con las ropas de baja calidad y se nota que hasta viejas. Ha de ser un hombre que se metió donde no debía. Le ausculta con rapidez, cuidando de colocar su cuerpo en una posición adecuada para la revisión procurando no lastimar más sus heridas. Un trauma cráneo encefálico es la primera causa de tanta sangre. La segunda es una herida por algún objeto punzo-cortante en el costado. Por la posición, está comprometido el hígado. Las lesiones en el rostro son producto de una golpiza que le dieron estando consciente por la manera en que están formándose los cardenales. - Quien te hizo ésto, te quería mucho - ironiza negando con la cabeza. Este hombre necesita atención médica urgente o terminará muerto pronto por desangramiento. Frunce los labios sacando con rapidez una jeringa, tomando un poco del sedante para que no despierte antes de hacer lo que necesita y evitar también que se abra más las heridas. Una vez listo, revisa el lugar, toma las mantas sucias sabiendo que está mal, más no tiene algo adecuado a la mano.
Rompe con rapidez las telas haciendo tiras de ellas, las deja a un lado de su bolso sacando unas vendas limpias, que corta con rapidez con uno de sus cuchillos esterilizados para ponerlas sobre las heridas y vendarlas con las sucias formando torniquetes en las heridas fomentando la coagulación, de esa manera taponará evitando que pierda más el líquido vital. Revisa sus brazos, observa sus nudillos - así que diste pelea - razona al ver los hematomas en los de la diestra mano. Sigue con las piernas notando algo que se le escapaba: una herida de bala en el gemelo izquierdo. - Te digo que era tanto su amor por ti, que te dieron con muchas ganas - chasquea la lengua, vuelve al proceso del torniquete. Una vez listo, se levanta con las manos en puños colocadas en las caderas - bien, chico, vamos a moverte - deberá sacarlo de ahí lo más pronto posible antes de que alguien note su presencia. La de ambos. Por curiosidad, entorna los ojos revisando su aura para ver el estado del personaje.
Sus ojos se abren como platos. Cambiante. ¿Un cambiante en París? Desde su llegada, no se encontró con uno y ya hace mucho tiempo que está ahí. Se rasca la nuca exasperada. Su plan era llevarlo hasta un hospital, en cuanto vean que sus heridas sanan con rapidez, empezarán a sospechar y luego, llamarán a la inquisición porque tendrán a un engendro de Satán como los llaman. ¡Si lo sabrá ella, que lo ha visto con licántropos! ¿Qué hacer, qué hacer? Por inercia, mira el rostro del hombre para gruñir desde lo más profundo de su pecho - debería dejarte aquí - rezonga porque es cierto, el "debería" sigue siendo su perro de cacería personal, al que jamás le deja de plantar cara. - ¡Odio que me pase ésto! - rezonga en voz alta antes de tomar algunas vigas de metal, unirlas con el resto de la tela para formar una camilla improvisada y mirar al hombre antes de arrastrarlo encima de ésta. Lo sujeta con fuerza de los muslos y el pecho con unas viejas sogas que encuentra agradeciendo el tiradero humano.
Una vez sujeto, bien firme, se resigna. - ¡Cambié de perro a burro de carga! - se ríe por su mala suerte. Toma el resto de sus cosas para meterlas en la bolsa, se la echa al hombro y empieza a arrastrar al hombre hasta salir del callejón. Mira a un lado, al otro y cuando está segura de que nadie la ve, sigue su penoso recorrido agradeciendo que el ser cambiante le dé una fuerza superior a la normal. A mitad del camino a su casa, se detiene para descansar, limpiándose el sudor con el pañuelo que tiene en el bolso, notando que sus manos están manchadas por la sangre. Se resigna, de reojo mira su carga - deberías ponerte a dieta. ¿Sabes que estás gordo? - mentira, sólo que está cansada por la situación y estar jalando. Por fin, sólo por fin, llega a su hogar. Su nana la espera despierta y cuando ve su carga, la mira con espanto. - Niña ¿Qué hiciste? - Dáire no sabe si reír o llorar. - Es lo que me dieron de pago por atender a Marie. ¿Puedes ayudarme a llevarlo a la recámara de invitados? Tiene el peso de un cerdo - reniega.
Entre las dos mujeres, logran dejarlo en la habitación, meterlo en la cama y en tanto la nana sale corriendo a buscar agua tibia, vendajes nuevos y algo de medicamentos, Dáire se deja caer en un sillón al lado de la cama agotada. Sólo unos minutos más y seguirá con sus labores. Despierta sobresaltada al escuchar a su nana, se pone en pie de inmediato para tomar la bandeja con agua caliente dejándola sobre la mesa de ayuda. Se quita la gabardina y el suéter. Se sube las mangas de la camisa para empezar la labor. Su nana le mira intrigada, lo que provoca su sonrisa - ve a descansar, me hago cargo de él. Por si las dudas, agarra la escopeta y si escuchas un grito, le disparas - la mujer sacude la cabeza porque bien sabe las pésimas bromas de su niña. Se retira y vuelve con unas cadenas y unos grilletes - Ten cuidado, úsalos cuando termines - propone antes de retirarse de la habitación dejando a Dáire con una ceja arqueada por la imagen que le dan esos objetos.
- Otra vez solos, ma cherie y como ves, ya tengo con qué obligarte a ser mi esclavo - se burla poniéndose de nuevo seria, toma las tijeras para cortar sus ropas, es más rápido que estar desnudando con cuidado. Además, ya tiene tantas rajaduras, que seguro que no la extrañará. Se anota mentalmente que tiene que pedir más ropa para él. Seguro que tienen en la bodega de su talla. Una vez sin más prenda que sus calzoncillos, recorre la mirada para saber por dónde empezar. - Si no fuera tan profesional como lo soy, te quitaría esa tela para ver si es cierto lo que dicen sobre los hombres atractivos y su orgullo masculino - se mofa después de aplicarle otra inyección reforzando el sedante. Mira su rostro pasando un paño con agua tibia por él, tiene facciones muy interesantes que le hacen atractivo sin duda. Se dedica a limpiarlo con cuidado, con profesional tacto, procurando no ser tan invasiva con las heridas, limpiándolas una vez que tiene desinfectadas las demás, el sedante ayudará para que no despierte durante el tratamiento y de paso, para que aminore el dolor. Asiente al ver que su naturaleza cambiante está ayudando en su proceso de cicatrización y sanación.
Se esmera en coser con cuidado las que son más profundas, tarareando una canción que escuchara con su madre. Una vez termina, asiente con la cabeza por el trabajo hecho, - ¡Así se hace, Dáire, ahora te mereces ir a la cama y dormir! - se frota las manos con entusiasmo mirando por el rabillo del ojo que el sol está saliendo. Eso sería muy bueno si no tuviera más pacientes por atender o muy malo porque no recuerda a qué horas tiene que hacerlo. Por inercia, va a salir de la habitación cuando recuerda el consejo de su nana - ¡Cierto! No te queremos rondando en calzoncillos por toda la casa, ma cherié, seguro que despiertas las bajas pasiones de la nana y ya está muy vieja para que se pongan a jugar a la casita. Prefiero atarte a la cama y que me consideren una torturadora de hombres - se mofa tomando los grilletes y colocándoselo en el pie izquierdo, uniendo el otro extremo a la base de la cama. Una vez segura de que no escapará -según ella, porque si levantara la cama, se daría cuenta de que queda en completa libertad-, estira los brazos al techo, poniéndose de puntitas para ir a su recámara. Se asea colocándose un camisón, tomando el edredón de su cama, regresando a la habitación donde está el paciente y se deja caer -literalmente- en el sillón al lado del hombre, tomando las mantas para abrigarse y hacerse bollito sobre su costado izquierdo. No pasan ni dos minutos cuando se queda por completo dormida creyendo que el hombre está sujeto a la cama y que no causará problemas. Ilusa, es otro de sus sobrenombres.
Última edición por Dáire MacKay el Jue Oct 04, 2018 11:14 pm, editado 1 vez
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 20/09/2018
Localización : Donde sea que pueda extrañar a Ezequiel
Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
”I play Russian roulette everyday, a man's sport...
With a bullet called life... Called life.”
With a bullet called life... Called life.”
¿Cuántas veces Ezequiel había salvado al infeliz de su amo? ¿Cuántas peleas separó? ¿Cuánto le cuidó su espalda sin saber que en todas y cada una de esas ocasiones se estaba ganando un nuevo enemigo? Miles, tal vez demasiadas, ¿Le importaba? En lo absoluto, hace mucho tiempo que el sentido de autocuidado se había desvanecido, lanzándolo a una vida sin reparos, arriesgándose a propósito sin ningún motivo más que el de olvidar. Atenuar viejos recuerdos que aún en los momentos más insignificantes volvían para atormentarlo. Silencioso sufrimiento que se impartía de las memorias más inverosímiles.
El tiempo es receloso, y claramente no se haría esperar el momento que, el mismo cambiante estaba esperando hace meses, y éste solo se volvió real la noche que se vio rodeado por no menos de doce hombres armados con palos e incluso armas. Que ironía, bien podría haber adoptado su forma más inhumana y desgarrarlos uno a uno, pero no... Él no llegaría a cometer semejante masacre, no estaba en su esencia, aunque tampoco planeaba dejarse matar sin dar una buena pelea antes, y así lo hizo. Logró dar un par de golpes, y en ocasiones hasta sintió huesos ajenos cediendo tras los impactos que propinaba, fuerza sospechosa que no tardó en alertar al sujeto del arma, quien se apresuró a abrir fuego contra el cambiante, misma bala que rozó su costado, el sonido logró paralizar a todos por una milésima de segundo, y antes de que el castaño llegara a embestir al hombre, éste volvió a disparar y la pierna de Ezequiel flaqueó, dejándolo con una rodilla contra el piso, tiempo suficiente para que aquellos que aún se encontraban en condiciones menos precarias, desquitaran toda su rabia contra él.
No llegó a sentir aquel dolor insoportable, su mente estaba centrada en otro sitio, levitando en sus propios pensamientos, prácticamente entregado a lo que vendría. Si lo herían lo suficiente, lograrían su cometido y el cambiante pasaría a ser historia, y en el fondo él lo esperaba con ansias.
Los cortes, golpes, cada puñetazo le desgarraban su musculatura, provocando un considerable daño interno que sería reflejado en su exterior de manera escabrosa. Tuvo que esperar a que se cansaran, terminando por lanzar su cuerpo junto a una pila de desperdicios en donde seguramente, esperaban, fuera su tumba.
El castaño estaba exhausto, tosió con tal fuerza que le rasgó la garganta, permitiendo que la sangre descendiera por su barbilla y el cuello, sintió el húmedo calor de su ropa, conocía el aroma propio de su carne expuesta. Sus párpados cayeron y se dejó vencer, siendo arrastrado por su propio agotamiento en conjunto con la pérdida de sangre. El panorama era desalentador, oscuro desde todos los puntos que se le observara, pero ante los ojos de Ezequiel estaba perfecto, sintió calma por primera vez en mucho tiempo.
¿De quién era esa voz? No logró reconocerla, y aunque lo intentó, sus ojos, su cuerpo no respondía en lo absoluto, solo sentía un tacto sutil y luego nada... Una voz que se mofaba de sí misma, y luego nada. Un trance tras otro que solo lograban confundirlo más, hasta caer nuevamente desmayado, esta vez no por sus dolencias, si no por el sedante que recibió.
No fue consciente de cuánto tiempo había pasado, en su mente podría haber sido siglos cuando por fin consiguió abrir sus ojos, aunque le costó trabajo enfocar su visión y en cuanto intentó moverse, un excesivo dolor le recorrió cada centímetro de su maltrecho cuerpo, haciéndole soltar un quejido que lo mantuvo quieto por otro par de minutos, aunque sus manos comenzaron a moverse por su cuerpo, tanteando aquellos sitios en donde el dolor era más relevante, mismos lugares que ya había sido suturados.
Cuando finalmente sus ojos se acostumbraron a la tenue luz que recibía la habitación gracias a los rayos de sol, su mente se desconcertó nuevamente, ¿Como diablos había llegado hasta ahí? Incluso en el momento que su ceño llegó a fruncirse producto del desconcierto, una punzada de dolor le recorrió las sienes. Se esforzó para voltear su cabeza hasta uno de sus costados, sorpresa fue lo único que pudo ser vislumbrado en sus orbes. Una fémina descansaba, tal vez no muy cómoda, sobre el sillón junto a él, ¿Acaso ella estaba detrás de toda su llegada al lugar? Lo cual hubiera sido bastante difícil considerando lo menuda que se veía.
El desconcierto fue absoluto por varios minutos, en los cuales mantuvo completo silencio para no despertarla, necesitaba conocer su posición ante cualquier inconveniente. Suspiró, tomando en cuenta algo que anteriormente pasó por alto; Su aura. Y bingo, sus preguntas se respondieron por si solas, ahora todo tenía mayor sentido, aunque aún existía una interrogante en su cabeza, ¿Por qué le había ayudado?
Se forzó a un intento por sentarse en la cama, y aunque sentía punción en cada músculo continuó su lenta pero segura reincorporación, ayudándose con sus manos y codos, hasta que un tope en el tobillo reclamó toda su atención. Grilletes.
— ¿Ahora soy un maldito prisionero? Excelente. — pensó, analizando su tragicómica situación y regresando su mirada a las cadenas, una sonrisa casi burlesca se asomó en sus labios. Estaba pésimamente sujeto, bastaban un par de movimientos al catre y estaría libre. Por lo visto no se había esforzado lo suficiente para mantenerlo ahí, pero por su parte no planeaba desesperadamente escapar, por lo que se dejó caer nuevamente, descansando.
— Eres la peor a la hora de secuestrar personas. — comentó en voz alta y con un tono que sonó animado pese a toda su embarazosa situación, y todo con la firme intención de despertarla, aunque la muchacha por lo visto tenía el sueño bastante pesado, por lo que esperó y solo cuando bajo aquellas largas y finas pestañas, asomaron los orbes claros de la fémina volvió a hablarle con total tranquilidad.
— No voy a preguntar tus razones, ya que hay algo que me preocupa mucho más ahora, como, por ejemplo, ¿Dónde está mi ropa? — inquirió con una ceja alzada, bajando la mirada hacia su propio cuerpo semidesnudo de no ser por la prenda interior, y aunque en el fondo no le importaba en demasía la situación, buscaba hacerla hablar. Necesitaba saber con qué clase de mujer estaba tratando.
Última edición por Ezequiel O'Claude el Sáb Sep 29, 2018 1:53 pm, editado 2 veces
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 138
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
Si duerme entre tres y cuatro horas diarias, es demasiado. La ausencia de sueño dista de ser la causante, es por la actividad diaria que realiza. Todos los días hay alguien que le busca muy temprano como si supiera que acaba de acostarse y eligiera el momento para llevar a su enfermo a consulta. Son las ocho horas y treinta y tantos minutos del día; cubierta por la manta, deja la posición de costado para tomar una boca abajo, con los brazos metidos por debajo de la almohada, pegándola a su oreja como si no quisiera que se alejara de su lado, imitando a un apasionado y más dormido amante impertinente, porque sólo un dormido permitiría que le abrazara con tanta posesividad de lo incómodo que sería descansar con una babosa tan pegada, por que parece tener cola en el cuerpo y las manos, de la forma en que se aferra a la almohada como si fuera su tabla salvavidas. Del cansancio acumulado que se niega a ser disminuido por sus ocupaciones.
Mientras duerme, los caireles de su melena castaña son variopintos dependiendo de si el sol le acaricia o no. Ahora, el astro rey deja a la vista los mechones más dorados contrastados con los más oscuros que adornan su frente, cayendo con descuido sobre su rostro. Si es linda despierta, con ese brillo en la mirada que la hace feliz atendiendo a sus pacientes, que le llega a los labios entregando sonrisas como si fueran gratuitas. Dormida es mucho más hermosa. Pueden verse los rasgos del primer plano de su rostro, las pecas que adornan su pequeña y respingada nariz, los labios generosos, con el inferior ligeramente más grueso, los pómulos altos, el lunar más orientado hacia la mandíbula que a la siniestra comisura. Lo más llamativo dista de la armonía de sus rasgos, de su cabello que acomoda con descuido removiendo la boca. Lo que atrapa la mirada, son un par de marcas bajo sus ojos cuasi oscuras que le quitan un poco la belleza -o se la agregan, usted prefiera- porque las ojeras son perennes. Son como la boca, se la quitas y hasta se antoja rara. Llaman la curiosidad a las personas que la conocen por primera vez.
Ezequiel es inmune a esta apreciación, es igual de impertinente que los pacientes que llegan en este momento a la casa tocando la campanita haciendo que la nana empiece las labores de la mañana. Es indolente al agotamiento de la doctora. Está hablando en voz alta a sabiendas de que es muy temprano por la mañana buscando arrancarla de su reparador sueño. ¡Debería sentirse culpable! La primera vez que habla, su voz se introduce por el oído de la cambiante llevando la señal al cerebro de que algo va mal. Ella no tiene hombres en la casa. ¿De quién entonces es esa voz que suena tan cercana? ¿Será algún peligro? ¿Debería empezar el proceso de sacarla de su cama con un exabrupto? El cerebro, como buena madre hiciera, pone a descansar algunas neuronas y levanta a patadas otras para que Dáire reaccione. Esas células están de verdad cansadas. Lo que debiera ser un despertar brusco, es somnoliento, porque les cuesta arrancar, con mayor razón tomar ritmo. Cuando los párpados se levantan, con esas gruesas pestaña rizadas, sus ojos se quejan del exceso de luz.
Sin mitigar un enorme bostezo, la doctora cambia de posición hasta quedar acostada sobre la espalda justo cuando Ezequiel pregunta por sus ropas. - ¿Alguien que apague la vela? La luz me da en la cara - remolonea tomando la manta para cubrirse hasta la cabeza negada a empezar el día. ¡Si solo hace menos de tres horas que se acostó! Ni siquiera llegó a las tres. ¡Tres! Una cabeza se asoma por el marco de la puerta, la mujer de muy entrada edad, mira al hombre con apreciativo gesto - debería tener un poco más de decencia y cubrirse sus carencias. Niña, está abajo la señora Le Blonde, dice que su hijo sigue ardiendo en fiebre. Te dejo el café y unas tostadas. No bajes sin comer primero, ya preparo el agua para meter al pequeño y ver si así le baja la temperatura - ordena con una voz tan suave, que parece un susurro. No por ello deja de tener su don de mando. Coloca la bandeja en la mesa de apoyo pegada al reposabrazos donde están orientados los pies de la mujer. Antes de salir, mira al cambiante - si se porta bien, hay una bandeja igual para usted. Sea decente con mi niña - le alecciona con el dedo índice de la mano derecha levantado como si estuviera acostumbrada a tratar con hombres semi desnudos todo el tiempo.
Dáire se concede dos minutos más en silencio, con las calientes frazadas en esta mañana fría, ya se nota que están en otoño. Los vientos son más helados y la época de la gripe empieza a hacer sus maldades. Justo ciento veinte segundos después, abre los ojos con una exhalación de protesta. Se sienta, se lleva las manos en puños hacia los ojos para tallarlos. Las deja caer y un enorme bostezo muestra que aún tiene amígdalas. Se cepilla los cabellos con los dedos echando la melena hacia atrás. Parpadea intentando enfocar, no lo logra a la primera. De vuelta el ritual de tallarse los ojos y otro bostezo. - Oh dios, mi reino por otras dos horas de sueño. No pido más, dos horas - empieza el día echado la pierna derecha al piso para levantarse. Se asegura de tocar suelo con ésta por mera superstición, alza la mirada y se encuentra con el hombre a quien ve con el mismo sentimiento de alegría de quien nota que le apareció la primera arruga en el rostro. Parpadea con el cerebro aletargado, intenta comprender qué hace él en su recámara de invitados. Qué hace ella en el sillón. - Ah claro, el gordo - es su caluroso recibimiento.
Peina los cabellos tras su cabeza buscando con la mirada hasta encontrar un lazo elástico con el que se hace una coleta en la nuca. Sus neuronas necesitan café para empezar a saludar a las otras. Alarga la mano tomando la taza humeante dando el primer trago. Hay fiesta en su cabeza cuando la cafeína entra en su sistema. Las células cerebrales empiezan a hacer el calentamiento. Otras, más precoces, mandan datos. Una enorme sonrisa aparece en el rostro de la cambiante - ¿Tu ropa? Algo así dijiste ¿No? - le mira por el borde de la taza cuando da el segundo trago provocando un estallido de energía. Están listas las neuronas, lo que significa, que la paz acaba de terminar. - Ma cherié, ¿Acaso olvidaste cómo la dejaste caer en el piso mientras te apresurabas a desnudarte para meterte en mi cama? El problema no fue ese, es que te metiste a la cama equivocada y tuve que conformarme con el sofá. Eres de bajo rendimiento - ¡Listo! Ya estamos preparados para el día.
Se termina el café con dos sorbos más apreciando la reacción del hombre con diversión a sabiendas de que esos comentarios son una bomba en esta época. Se declara fascinada por ello. Deja la taza sobre la bandeja que trajera su nana, se quita las mantas de encima poniéndose en pie. Toma la muñeca siniestra con la diestra mano. Alarga los brazos hasta sentir el tirón en los hombros, los eleva por encima de su cabeza poniéndose de puntitas para elongar la columna. Suelta su muñeca y los brazos van cayendo a los costados creando un círculo apretado, sintiendo cómo todos sus músculos reaccionan a ello. Cuando llegan a la altura de los hombros, flexiona los codos, aprieta los puños y echa atrás con firmeza los brazos hasta que se escucha el crujir de su espalda. Mueve la cabeza de izquierda a derecha hasta obtener el mismo sonido de ambos lados. Un gemido ronroneante emana de su garganta. Ni siquiera se preocupa que él la vea en camisón. Lo que para algunas mujeres, sería equivalente a estar en ropa interior ante una mirada masculina. Una vez hecha la rutina de estiramiento, se activa.
Dobla la cobija con rapidez, se calza, toma una de las tostadas acercándose al hombre - soy la doctora MacKay. Eres mi paciente hasta que considere que estás listo para darte una patada en el culo y que te vayas de mi nido. Te encontré ayer muy avanzada la noche con tantas caricias que me pareció que necesitaba también tenerte conmigo. Empezamos un excitante viaje rumbo a casa, ya que quería ver si eras el garañón que las chicas decían, porque vamos, sólo a un Don Juan le dejan como santo Cristo. Y resultó que apenas te quité la ropa, te dormiste - tiene la osadía de hacer un puchero fingido. - Esa es la versión oficial. La realidad es que tienes comprometido el hígado, tienes un trauma cráneoencefálico, tu hueso de la pierna está vivo de milagro, los ligamentos no. Así que te me quedas en cama. Tus ropas las tuve que romper para atenderte, suficiente tenía con cargar el peso de cerdo que te gastas, oye, sí es cierto ¿Pensaste en ponerte a dieta? - le toma el pelo con desfachatez. Así es Mackay, irlandesa de nacimiento, deberían tenerle miedo.
Mientras duerme, los caireles de su melena castaña son variopintos dependiendo de si el sol le acaricia o no. Ahora, el astro rey deja a la vista los mechones más dorados contrastados con los más oscuros que adornan su frente, cayendo con descuido sobre su rostro. Si es linda despierta, con ese brillo en la mirada que la hace feliz atendiendo a sus pacientes, que le llega a los labios entregando sonrisas como si fueran gratuitas. Dormida es mucho más hermosa. Pueden verse los rasgos del primer plano de su rostro, las pecas que adornan su pequeña y respingada nariz, los labios generosos, con el inferior ligeramente más grueso, los pómulos altos, el lunar más orientado hacia la mandíbula que a la siniestra comisura. Lo más llamativo dista de la armonía de sus rasgos, de su cabello que acomoda con descuido removiendo la boca. Lo que atrapa la mirada, son un par de marcas bajo sus ojos cuasi oscuras que le quitan un poco la belleza -o se la agregan, usted prefiera- porque las ojeras son perennes. Son como la boca, se la quitas y hasta se antoja rara. Llaman la curiosidad a las personas que la conocen por primera vez.
Ezequiel es inmune a esta apreciación, es igual de impertinente que los pacientes que llegan en este momento a la casa tocando la campanita haciendo que la nana empiece las labores de la mañana. Es indolente al agotamiento de la doctora. Está hablando en voz alta a sabiendas de que es muy temprano por la mañana buscando arrancarla de su reparador sueño. ¡Debería sentirse culpable! La primera vez que habla, su voz se introduce por el oído de la cambiante llevando la señal al cerebro de que algo va mal. Ella no tiene hombres en la casa. ¿De quién entonces es esa voz que suena tan cercana? ¿Será algún peligro? ¿Debería empezar el proceso de sacarla de su cama con un exabrupto? El cerebro, como buena madre hiciera, pone a descansar algunas neuronas y levanta a patadas otras para que Dáire reaccione. Esas células están de verdad cansadas. Lo que debiera ser un despertar brusco, es somnoliento, porque les cuesta arrancar, con mayor razón tomar ritmo. Cuando los párpados se levantan, con esas gruesas pestaña rizadas, sus ojos se quejan del exceso de luz.
Sin mitigar un enorme bostezo, la doctora cambia de posición hasta quedar acostada sobre la espalda justo cuando Ezequiel pregunta por sus ropas. - ¿Alguien que apague la vela? La luz me da en la cara - remolonea tomando la manta para cubrirse hasta la cabeza negada a empezar el día. ¡Si solo hace menos de tres horas que se acostó! Ni siquiera llegó a las tres. ¡Tres! Una cabeza se asoma por el marco de la puerta, la mujer de muy entrada edad, mira al hombre con apreciativo gesto - debería tener un poco más de decencia y cubrirse sus carencias. Niña, está abajo la señora Le Blonde, dice que su hijo sigue ardiendo en fiebre. Te dejo el café y unas tostadas. No bajes sin comer primero, ya preparo el agua para meter al pequeño y ver si así le baja la temperatura - ordena con una voz tan suave, que parece un susurro. No por ello deja de tener su don de mando. Coloca la bandeja en la mesa de apoyo pegada al reposabrazos donde están orientados los pies de la mujer. Antes de salir, mira al cambiante - si se porta bien, hay una bandeja igual para usted. Sea decente con mi niña - le alecciona con el dedo índice de la mano derecha levantado como si estuviera acostumbrada a tratar con hombres semi desnudos todo el tiempo.
Dáire se concede dos minutos más en silencio, con las calientes frazadas en esta mañana fría, ya se nota que están en otoño. Los vientos son más helados y la época de la gripe empieza a hacer sus maldades. Justo ciento veinte segundos después, abre los ojos con una exhalación de protesta. Se sienta, se lleva las manos en puños hacia los ojos para tallarlos. Las deja caer y un enorme bostezo muestra que aún tiene amígdalas. Se cepilla los cabellos con los dedos echando la melena hacia atrás. Parpadea intentando enfocar, no lo logra a la primera. De vuelta el ritual de tallarse los ojos y otro bostezo. - Oh dios, mi reino por otras dos horas de sueño. No pido más, dos horas - empieza el día echado la pierna derecha al piso para levantarse. Se asegura de tocar suelo con ésta por mera superstición, alza la mirada y se encuentra con el hombre a quien ve con el mismo sentimiento de alegría de quien nota que le apareció la primera arruga en el rostro. Parpadea con el cerebro aletargado, intenta comprender qué hace él en su recámara de invitados. Qué hace ella en el sillón. - Ah claro, el gordo - es su caluroso recibimiento.
Peina los cabellos tras su cabeza buscando con la mirada hasta encontrar un lazo elástico con el que se hace una coleta en la nuca. Sus neuronas necesitan café para empezar a saludar a las otras. Alarga la mano tomando la taza humeante dando el primer trago. Hay fiesta en su cabeza cuando la cafeína entra en su sistema. Las células cerebrales empiezan a hacer el calentamiento. Otras, más precoces, mandan datos. Una enorme sonrisa aparece en el rostro de la cambiante - ¿Tu ropa? Algo así dijiste ¿No? - le mira por el borde de la taza cuando da el segundo trago provocando un estallido de energía. Están listas las neuronas, lo que significa, que la paz acaba de terminar. - Ma cherié, ¿Acaso olvidaste cómo la dejaste caer en el piso mientras te apresurabas a desnudarte para meterte en mi cama? El problema no fue ese, es que te metiste a la cama equivocada y tuve que conformarme con el sofá. Eres de bajo rendimiento - ¡Listo! Ya estamos preparados para el día.
Se termina el café con dos sorbos más apreciando la reacción del hombre con diversión a sabiendas de que esos comentarios son una bomba en esta época. Se declara fascinada por ello. Deja la taza sobre la bandeja que trajera su nana, se quita las mantas de encima poniéndose en pie. Toma la muñeca siniestra con la diestra mano. Alarga los brazos hasta sentir el tirón en los hombros, los eleva por encima de su cabeza poniéndose de puntitas para elongar la columna. Suelta su muñeca y los brazos van cayendo a los costados creando un círculo apretado, sintiendo cómo todos sus músculos reaccionan a ello. Cuando llegan a la altura de los hombros, flexiona los codos, aprieta los puños y echa atrás con firmeza los brazos hasta que se escucha el crujir de su espalda. Mueve la cabeza de izquierda a derecha hasta obtener el mismo sonido de ambos lados. Un gemido ronroneante emana de su garganta. Ni siquiera se preocupa que él la vea en camisón. Lo que para algunas mujeres, sería equivalente a estar en ropa interior ante una mirada masculina. Una vez hecha la rutina de estiramiento, se activa.
Dobla la cobija con rapidez, se calza, toma una de las tostadas acercándose al hombre - soy la doctora MacKay. Eres mi paciente hasta que considere que estás listo para darte una patada en el culo y que te vayas de mi nido. Te encontré ayer muy avanzada la noche con tantas caricias que me pareció que necesitaba también tenerte conmigo. Empezamos un excitante viaje rumbo a casa, ya que quería ver si eras el garañón que las chicas decían, porque vamos, sólo a un Don Juan le dejan como santo Cristo. Y resultó que apenas te quité la ropa, te dormiste - tiene la osadía de hacer un puchero fingido. - Esa es la versión oficial. La realidad es que tienes comprometido el hígado, tienes un trauma cráneoencefálico, tu hueso de la pierna está vivo de milagro, los ligamentos no. Así que te me quedas en cama. Tus ropas las tuve que romper para atenderte, suficiente tenía con cargar el peso de cerdo que te gastas, oye, sí es cierto ¿Pensaste en ponerte a dieta? - le toma el pelo con desfachatez. Así es Mackay, irlandesa de nacimiento, deberían tenerle miedo.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 63
Fecha de inscripción : 20/09/2018
Localización : Donde sea que pueda extrañar a Ezequiel
Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
” Somewhere, between the sacred silence and sleep…
Disorder, disorder, disorder.”
Disorder, disorder, disorder.”
¿Qué diantres estaba sucediendo? Cuando ya pensaba estar claro con lo que había pasado, terminó por darse cuenta de que la fémina que yacía medio inerte frente a él aún no reaccionaba, y peor, estaba prácticamente delirante por el sueño que reflejaba esa mirada cansada. Ahí siendo un ovillo, claramente pudo apostar porque la castaña no había dormido lo suficiente, ¿Acaso era su culpa?
Estuviera o no en lo correcto, poca relevancia tenía en ese momento, necesitaba alguna explicación lógica de su llegada al lugar. Recordaba levemente lo que había sucedido, pero en cuento se esforzaba aún más por traer de vuelta a su memoria aquellas imágenes, su cabeza retumbaba y un dolor insoportable le carcomía la misma. Dejó de intentarlo.
Sus oídos fueron alertados por unos pasos acelerados que se acercaban a la habitación, instintivamente se puso alerta, aunque sabía que no tenía ni una posibilidad. Todas sus ideas defensivas se desplomaron cuando frente a sus ojos apareció un rostro desconocido, una mujer bastante mayor le observó de igual forma y casi pudo ver una mueca en sus facciones. Luego de escucharle, acercó una sábana que tenía junto a él en la cama, depositándola desde su cintura hasta los muslos, no pudo hacer mucho esfuerzo por cubrirse más.
No recordaba el último bocado que había probado, pero en cuanto la anciana dejó la bandeja en la habitación, el aroma a café y tostadas calientes inundó de tal forma el lugar que el estómago del castaño se revolvió.
Se limitó a mantener silencio, no consideraba que su forma de actuar fuera indecente en lo más mínimo, y el hecho de encontrarse semidesnudo no era su completa culpa ni responsabilidad, o al menos eso prefería creer.
¿Cuánto podría tardar ella en reaccionar y comenzar a explicar? Parecía que se tomara todo el tiempo del mundo a propósito, aunque cada movimiento, cada bostezo al parecer, era un pequeño paso en su letárgico proceso de "volver a la vida".
Los ojos del cambiante se centraron en ella, aguardando a que finalmente advirtiera de su presencia y dejara de ignorar sus palabras, y como si no fuera poco, lo único que recibe de ella es un comentario bastante descalificativo y aunque le causó cierta gracia, ya que se imaginaba el porqué de aquella definición.
El protagonismo y la fuerza que adquirieron las palabras femeninas lo sorprendieron... De grata manera. Un humor ácido que llegó a golpear sus oídos en una voz cantarina que reclamaba por una versión, de seguro, bastante aleja de su realidad, pero efectivamente no fue un impedimento para que Ezequiel tomara esa pequeña cuerda que le permitiría seguir la linea de conversación que ella había iniciado.
— Bajo rendimiento o no, al menos y por lo visto, yo sí alcancé a desnudarme, en cambio por tu parte aún sigues con bastante ropa. — le devolvió, rodando sus orbes, estirando su cuello hacia el lado contrario para comenzar a ejercitarlo, sentía como las heridas más superficiales sanaban, mientras que las otras luchaban por retomar su forma habitual, aunque su pierna claramente tardaría más.
Chasqueó los dientes y se removió, para adoptar una nueva posición que le permitió quedar semisentado, apoyado en los codos para no resbalarse y quedar plasmado a la cama nuevamente. Sus orbes buscaron a su inesperada compañera, quien realizaba extraños ejercicios de estiramiento, pero más que el retrato que presentaba, la mirada del cambiante recorrió su cuerpo con descaro, finalmente ambos habían visto demasiado en poco tiempo.
Detalló su figura, era menuda, de seguro mucho más baja que él, curvas marcadas sin exagerar, aunque le era difícil apreciarle por sobre el camisón que traía. Su piel tersa le entregó una extraña sensación de querer tocarle, y no se quedaría solo con la idea. Los ojos claros de la fémina estaban concentrados en otro punto de la habitación mientras él admiraba sus facciones. Que atrevida estaba siendo, quizás sin llegar a percatarse de aquello.
Aguardó pacientemente hasta que la mujer junto a él se dignó a explicarle su precaria condición. La cosa no pintaba bien por lo visto, pero ella se había encargado de llevarlo hasta un punto en que el recuperarse fuera una opción con bastante peso. La cabeza del castaño asintió por inercia y asegurándose de alargar el brazo hasta la fémina, consiguió tomarle de la muñeca que colgaba frente a él y atraerla hacia su propio cuerpo, en donde por fin logró apreciar su rostro, era hermosa de eso no había duda. El astro que alumbraba tenue la habitación consiguió iluminar su piel de una forma que la hizo parecer más suave a la vista del varón, mismo que tuvo que concentrarse nuevamente para reagrupar sus ideas y por ende, sus palabras.
— Tú y yo sabemos que mi recuperación será sospechosamente rápida. Así que descuida, me iré muy pronto. — su voz se resguardó en un tono mucho más bajo, un susurro, casi un secreto entre ambos, uno que claramente compartían. Ellos lo sabían.
Soltó su muñeca, dejándose caer de regreso a la cama, estirando sus extremidades, y aunque ésto le significaba un considerable dolor, en ese instante también se transformó en un relajo.
— Y por cierto, doctora, no planeo ponerme a dieta creo que estoy en mi peso, o al menos eso me han dicho. Así que espero que mi comportamiento haya sido adecuado, lo suficiente para ganar mi desayuno, ¿O me equivoco? — inquirió con una leve sonrisa en sus labios y suspiró adolorido sin perder de vista a la castaña, la desafiaba con la mirada mientras retomaba su ya tan adoptado silencio.
Última edición por Ezequiel O'Claude el Mar Oct 02, 2018 12:49 am, editado 1 vez
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
- Mensajes : 138
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Localización : Entre los brazos de una cambiante ~
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
Todos los pacientes de la doctora MacKay saben muy bien que si llegan antes de que se despierte, tendrán que esperar más de lo estimado. En lo que se levanta, despierta (que le cuesta). se activa, se limpia, se cambia, ya dio una hora. Fácil. Y no es que la limpieza y el cambio de ropas sean lo complicado. Por supuesto que no, si no "levantarse y despertarse". Sólo ahí pueden transcurrir hasta cincuenta minutos. ¿Por qué? ¿Es de encendido lento? Sí y no. Es la falta de descanso lo que ya está cobrando peaje. Un adulto debería dormir por lo menos seis horas. Ella duerme entre tres y cuatro. Ahí está el punto medular. A últimas fechas, su nana ya encontró cómo hacer que se active más rápido: le da un café con un pequeño combinado de hierbas para que la infusión le ponga el cerebro a la máxima actividad. Así reducen el tiempo de espera de sesenta a treinta minutos. Hoy, la señora Le Blonde tendrá que aguardar porque tiene un paciente en la recámara de invitados. No demasiado porque como su hijo tiene fiebre, ya la nana está arreglando la enorme tina que tienen con agua fría para sumergirlo y bajar así la temperatura.
Dáire, arriba, con la taza de café en los labios de nueva cuenta, tras explicarle al hombre lo que sucedió con él y permitiendo que se imagine todos los huecos que sus palabras dejan atrás, empieza a sentir esa ansiedad de movimiento tan propia en su persona. No puede quedarse quieta un instante. Para ella, que la confinen en la cama, es el peor castigo de todos. Odiaría estar como este hombre e impertinente como es, algo que incordia al máximo a su nana, suelta de nuevo - depende del cristal con que se mire. Para ti, fue un juego de competencia por ver quién se quitó primero su propia ropa, por eso dices que ganaste. Para mí, fue un juego donde cada uno le quitaba la ropa al otro, que es más interesante, ir quitando capa por capa descubriendo qué hay debajo. ¿Y qué crees? Que como no sabes dónde está tu ropa, fue justo lo que pasó y por lo tanto, eres de bajo rendimiento - a ella, nadie le gana. Mucho menos al juego de los dimes y los diretes.
Se acerca con curiosidad, mirando su cuerpo cuando se reacomoda, comprobando las heridas más superficiales con una expresión diferente, más profesional, seria, abstraída. Incluso, acomoda bien la pierna entablillada con antelación para que el hueso pueda regenerarse de forma correcta, acostumbrada a sus propias heridas y a las de su hermana, también cambiante. - Tendrá que tomar algunos remedios, entre los que se incluyen una infusión bastante amarga, le pido por favor que haga el esfuerzo, sea niño grande y se comporte como tal tomándosela. Así aceleraremos su recuperación - el tono profesional con que lo dice, es frío y distante, cual su costumbre. No permite que nadie se acerque demasiado a ella, las consecuencias ya las vivió con su ex prometido y no quiere repetir la experiencia. El movimiento del hombre es inesperado para la doctora cuando le toma de la muñeca, haciendo fuerza para que su cuerpo se quede cerca del suyo. Parpadea sorprendida arqueando la ceja izquierda porque fue inesperado el movimiento, sobre todo, el saber que en ese cuerpo delgado hay más potencia de la que podría suponer, la intriga.
Su mirada es precavida, como la de un lobo que espera el primer movimiento de su enemigo para atacar. Sus palabras le hacen notar que él también sabe lo que reside en el interior de su ser, la otra cara de la doctora. Los MacKay son un clan de cambiantes, siendo su padre uno de los doctores de su terruño, Dáire sabe bien cómo se recuperan los guerreros de esta clase de heridas. Lo ha visto de todo: altos, bajos, flacos, gordos, escuálidos, musculosos, por lo que se intriga de cómo siente hormiguear la muñeca durante el contacto con este varón. Ella no es de decir "macho" o "hembra" como algunos de sus pares. Para Dáire, todos nacieron humanos y como tal, son "hombres" y "mujeres". Parte de su instinto animal lo aplacó durante sus estudios y con posterioridad, en París. Sabe que si alguien se entera de su condición, será señalada. Es por ello que le parece extraño cómo su flujo sanguíneo se acelera por el aumento de su ritmo cardíaco que parece iniciar con el tacto de él. Sus ojos se encuentran un instante antes de que él la suelte, ella culmina la conversación tan íntima - confío en ello, aquí estás seguro. Nadie sabrá lo que te pasó porque nadie me vio llegar contigo o sabe la realidad de tu estado de salud y Nana tiene por boca un candado - en cuanto le devuelve su mano, piensa una fracción de segundo en qué hacer con él.
Podría mandarlo fuera de su casa, duda que tenga a dónde ir o a alguien que le cuide porque estaría ya pidiendo que le avisaran a alguien. Solitario, cual ella lo es, puede deducir. La petición de comida es aceptada con un movimiento de cabeza en forma de afirmativa. - De acuerdo, le recuerdo que todo lo que le dé Nana deberá comerlo o beberlo sin actitudes de niño pequeño - es su respuesta a su desafío - aguarde - se retira de la habitación para ir a la bodega, toma de la ropa acumulada unos pantalones muy viejos y una camisa. Con eso bastará. Por la temperatura corporal del hombre, duda que necesite calcetines. Vuelve a aparecerse con las prendas bajo el brazo, las deposita al flanco izquierdo del hombre - ésto bastará para que Nana considere que está decente, póngasela - se acerca al sillón, toma las llaves de los grilletes de debajo de su almohada para quitarle los objetos del pie - lamento la precaución, quería asegurarme de que estuviera en su lugar para que la pierna no recibiera más daño, aparte de que como no nos conocemos, no sé qué mañas tenga. No tengo nada de valor en la casa más que mis remedios, mi nana y mi persona. Espero sepa ser agradecido y no se convierta en un peligro. Espero no tener que demostrarle que doctor es un oficio aprendido, que oculta mi afición por la pelea - se educó entre cambiantes, así que las disputas entre niños a veces eran solucionadas con peleas en sus formas animales. Algo a lo que Dáire se acostumbró.
Toma el pantalón, lo extiende calculando la distancia, lleva la tela a su boca afilando el colmillo para rasgar un poco la tela para que le quede arriba de la rodilla, toma de ambos lados de la abertura la tela y jala a lados contrarios para desgarrar los textiles haciendo una partición cuasi perfecta. Es en la costura donde se atora, lo resuelve otra vez llevando la tela a su boca para rasgar con fuerza terminando de cortar el pantalón. - Tenga, así será más fácil ponérselo sin que afecte mi entablillado. Como se lo quite, lo cambie de postura o bien, se le ocurra pisar, va a terminar con una deformación del hueso, no estoy bromeando, lo he visto. Y para que pueda caminar bien, tendré que venir con la maza para romperle la pierna de nueva cuenta, abrir con bisturí y reconstruir el hueso. No le gustará y me voy a cabrear porque el proceso que debe tardar tres días, será ahora extendido a semanas, sea niño grande y compórtese - sus ojos lo observan con un brillo de advertencia.
No da lugar a réplica, deja los pantalones en su lugar y abandona la habitación para ir a la suya aseándose rápido, tomando la camisa blanca que se coloca por encima de la piel desnuda, sin un sostén o algo parecido. Está acostumbrada a no tener nada debajo por si necesita hacer un cambio rápido para huir o defenderse. Lo que sí se pone son unos calzoncillos de la época. Siente incomodidad con los pantalones, así que protege sus zonas íntimas. Se calza los pantalones ajustados de un negro impoluto, las botas y se recoge bien el cabello en una coleta, dejando que algunos mechones rebeldes y cortos, caigan contra su rostro creando un marco castaño.
Lista, regresa a la habitación del hombre comprobando que todo esté bien. Que no necesite ayuda. - Estaré fuera atendiendo a mis pacientes, mi nana vendrá a traerle lo que necesite. Le ruego que no sea maleducado con ella. Si la ve con cara de ajenjo, es porque tiene cara de ajenjo, amarga hasta la médula, pero es solícita y una gran mujer. Ahora, concéntrate en portarte bien, mientras más rápido te recuperes, más rápido sales de mi vida - son sus últimas palabras antes de bajar a toda velocidad para atender a Baptiste. El pequeño de los Le Blonde. Justo cuando entra, mira a su nana - debes un desayuno, nana - es su forma encriptada de pedir que atienda al paciente de arriba. Nadie sabe lo que hace, lo que hay en su casa más que en los lugares donde atiende y eso es, en las habitaciones de abajo. Mientras siga con su anonimato, las cosas fluyen. Por eso tampoco le dio su nombre al cambiante. No tiene por qué saberlo y también, no puede haber intimidad entre ellos. Lo quiere fuera de su vida rápido y con "rápido" significa: ya.
Dáire, arriba, con la taza de café en los labios de nueva cuenta, tras explicarle al hombre lo que sucedió con él y permitiendo que se imagine todos los huecos que sus palabras dejan atrás, empieza a sentir esa ansiedad de movimiento tan propia en su persona. No puede quedarse quieta un instante. Para ella, que la confinen en la cama, es el peor castigo de todos. Odiaría estar como este hombre e impertinente como es, algo que incordia al máximo a su nana, suelta de nuevo - depende del cristal con que se mire. Para ti, fue un juego de competencia por ver quién se quitó primero su propia ropa, por eso dices que ganaste. Para mí, fue un juego donde cada uno le quitaba la ropa al otro, que es más interesante, ir quitando capa por capa descubriendo qué hay debajo. ¿Y qué crees? Que como no sabes dónde está tu ropa, fue justo lo que pasó y por lo tanto, eres de bajo rendimiento - a ella, nadie le gana. Mucho menos al juego de los dimes y los diretes.
Se acerca con curiosidad, mirando su cuerpo cuando se reacomoda, comprobando las heridas más superficiales con una expresión diferente, más profesional, seria, abstraída. Incluso, acomoda bien la pierna entablillada con antelación para que el hueso pueda regenerarse de forma correcta, acostumbrada a sus propias heridas y a las de su hermana, también cambiante. - Tendrá que tomar algunos remedios, entre los que se incluyen una infusión bastante amarga, le pido por favor que haga el esfuerzo, sea niño grande y se comporte como tal tomándosela. Así aceleraremos su recuperación - el tono profesional con que lo dice, es frío y distante, cual su costumbre. No permite que nadie se acerque demasiado a ella, las consecuencias ya las vivió con su ex prometido y no quiere repetir la experiencia. El movimiento del hombre es inesperado para la doctora cuando le toma de la muñeca, haciendo fuerza para que su cuerpo se quede cerca del suyo. Parpadea sorprendida arqueando la ceja izquierda porque fue inesperado el movimiento, sobre todo, el saber que en ese cuerpo delgado hay más potencia de la que podría suponer, la intriga.
Su mirada es precavida, como la de un lobo que espera el primer movimiento de su enemigo para atacar. Sus palabras le hacen notar que él también sabe lo que reside en el interior de su ser, la otra cara de la doctora. Los MacKay son un clan de cambiantes, siendo su padre uno de los doctores de su terruño, Dáire sabe bien cómo se recuperan los guerreros de esta clase de heridas. Lo ha visto de todo: altos, bajos, flacos, gordos, escuálidos, musculosos, por lo que se intriga de cómo siente hormiguear la muñeca durante el contacto con este varón. Ella no es de decir "macho" o "hembra" como algunos de sus pares. Para Dáire, todos nacieron humanos y como tal, son "hombres" y "mujeres". Parte de su instinto animal lo aplacó durante sus estudios y con posterioridad, en París. Sabe que si alguien se entera de su condición, será señalada. Es por ello que le parece extraño cómo su flujo sanguíneo se acelera por el aumento de su ritmo cardíaco que parece iniciar con el tacto de él. Sus ojos se encuentran un instante antes de que él la suelte, ella culmina la conversación tan íntima - confío en ello, aquí estás seguro. Nadie sabrá lo que te pasó porque nadie me vio llegar contigo o sabe la realidad de tu estado de salud y Nana tiene por boca un candado - en cuanto le devuelve su mano, piensa una fracción de segundo en qué hacer con él.
Podría mandarlo fuera de su casa, duda que tenga a dónde ir o a alguien que le cuide porque estaría ya pidiendo que le avisaran a alguien. Solitario, cual ella lo es, puede deducir. La petición de comida es aceptada con un movimiento de cabeza en forma de afirmativa. - De acuerdo, le recuerdo que todo lo que le dé Nana deberá comerlo o beberlo sin actitudes de niño pequeño - es su respuesta a su desafío - aguarde - se retira de la habitación para ir a la bodega, toma de la ropa acumulada unos pantalones muy viejos y una camisa. Con eso bastará. Por la temperatura corporal del hombre, duda que necesite calcetines. Vuelve a aparecerse con las prendas bajo el brazo, las deposita al flanco izquierdo del hombre - ésto bastará para que Nana considere que está decente, póngasela - se acerca al sillón, toma las llaves de los grilletes de debajo de su almohada para quitarle los objetos del pie - lamento la precaución, quería asegurarme de que estuviera en su lugar para que la pierna no recibiera más daño, aparte de que como no nos conocemos, no sé qué mañas tenga. No tengo nada de valor en la casa más que mis remedios, mi nana y mi persona. Espero sepa ser agradecido y no se convierta en un peligro. Espero no tener que demostrarle que doctor es un oficio aprendido, que oculta mi afición por la pelea - se educó entre cambiantes, así que las disputas entre niños a veces eran solucionadas con peleas en sus formas animales. Algo a lo que Dáire se acostumbró.
Toma el pantalón, lo extiende calculando la distancia, lleva la tela a su boca afilando el colmillo para rasgar un poco la tela para que le quede arriba de la rodilla, toma de ambos lados de la abertura la tela y jala a lados contrarios para desgarrar los textiles haciendo una partición cuasi perfecta. Es en la costura donde se atora, lo resuelve otra vez llevando la tela a su boca para rasgar con fuerza terminando de cortar el pantalón. - Tenga, así será más fácil ponérselo sin que afecte mi entablillado. Como se lo quite, lo cambie de postura o bien, se le ocurra pisar, va a terminar con una deformación del hueso, no estoy bromeando, lo he visto. Y para que pueda caminar bien, tendré que venir con la maza para romperle la pierna de nueva cuenta, abrir con bisturí y reconstruir el hueso. No le gustará y me voy a cabrear porque el proceso que debe tardar tres días, será ahora extendido a semanas, sea niño grande y compórtese - sus ojos lo observan con un brillo de advertencia.
No da lugar a réplica, deja los pantalones en su lugar y abandona la habitación para ir a la suya aseándose rápido, tomando la camisa blanca que se coloca por encima de la piel desnuda, sin un sostén o algo parecido. Está acostumbrada a no tener nada debajo por si necesita hacer un cambio rápido para huir o defenderse. Lo que sí se pone son unos calzoncillos de la época. Siente incomodidad con los pantalones, así que protege sus zonas íntimas. Se calza los pantalones ajustados de un negro impoluto, las botas y se recoge bien el cabello en una coleta, dejando que algunos mechones rebeldes y cortos, caigan contra su rostro creando un marco castaño.
Lista, regresa a la habitación del hombre comprobando que todo esté bien. Que no necesite ayuda. - Estaré fuera atendiendo a mis pacientes, mi nana vendrá a traerle lo que necesite. Le ruego que no sea maleducado con ella. Si la ve con cara de ajenjo, es porque tiene cara de ajenjo, amarga hasta la médula, pero es solícita y una gran mujer. Ahora, concéntrate en portarte bien, mientras más rápido te recuperes, más rápido sales de mi vida - son sus últimas palabras antes de bajar a toda velocidad para atender a Baptiste. El pequeño de los Le Blonde. Justo cuando entra, mira a su nana - debes un desayuno, nana - es su forma encriptada de pedir que atienda al paciente de arriba. Nadie sabe lo que hace, lo que hay en su casa más que en los lugares donde atiende y eso es, en las habitaciones de abajo. Mientras siga con su anonimato, las cosas fluyen. Por eso tampoco le dio su nombre al cambiante. No tiene por qué saberlo y también, no puede haber intimidad entre ellos. Lo quiere fuera de su vida rápido y con "rápido" significa: ya.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Fecha de inscripción : 20/09/2018
Localización : Donde sea que pueda extrañar a Ezequiel
Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
”See I wanna believe you, and I wanted to trust you...
And I wanna have faith to put away the dagger.”
And I wanna have faith to put away the dagger.”
La mirada del cambiante fue atenta en todo momento, fija en los orbes inaccesibles que le observaban con destellos frívolos y curiosos a la vez, todo pasando como lentos cuadros que le denotaban lo distante que se empeñaba en ser con él, pero claro que la entendía. Ezequiel era un completo desconocido que evidentemente no descubrió en una situación muy beneficiosa, bien podría tratarse de un demente y aun así, el profesionalismo o benevolencia - jamás sabría cual - había sido más fuerte para decidirse a llevarlo con ella, aunque quizás los grilletes en primera instancia habrían sido una idea bastante prudente, en el fondo esperaba que la próxima que lo hiciera se asegurara de que realmente funcionarían.
Lo que vino a continuación fue una lista cantada estrictamente de lo que debía hacer y lo que no, y en cada palabra solo conseguía que su rostro reflejara cierto descontento, más aun cuando mencionó el tema de la comida y por último aquello que le darían a beber, solo por el tono de voz que utilizó la castaña, ya le dejó en claro que le traerían algo francamente desagradable.
Guardó silencio, y aunque en momentos tuvo enormes ganas de reírse de la situación no lo hizo, reprimiendo incluso la sonrisa que amenazó varias veces con salir en libertad. Escuchó y acató, recordándose una y otra vez que lo estaba ayudando, y que si a duras penas, él se apegaba a sus indicaciones, más rápido podría irse, no pasó por alto cuando la fémina mencionó los tres días. Pero él estaba decidido a irse antes.
— Estaré agradecido contigo hasta el último día que tenga de vida. Puedo asegurarte que no soy un peligro en lo absoluto y sabré comportarme con la adorable abuela. — comentó con un tono sarcástico, llevaba horas consciente y ya se había percatado del carácter de la anciana.
— Y descuida, no voy a llamarla así tampoco, quiero conservar mi otra pierna. — añadió, encogiéndose de hombros, satisfecho de que aquel movimiento ya no significó un martirio, su cuerpo finalmente estaba respondiendo, lento pero seguro.
La siguió con la mirada hasta que abandonó la habitación, solo para recibirla con una tenue sonrisa cuando ésta regreso con la sencilla ropa y se sintió aliviado por eso, bien sabía que su anterior vestimenta ya había sido reducida a basura.
Alcanzó la camisa que dejó junto a él, poniéndosela con agilidad sin permitir que las puntadas que sufrió junto a las costillas le limitara, y antes de bajarla por su torso, advirtió la herida que tenía en el costado de su cuerpo, la cual había sido detalladamente suturada. Exhaló, después de todo, había tenido mucha suerte de ser encontrado por la fémina.
Aguardó a que ella hiciera y deshiciera con el pantalón que cada vez se volvía más pequeño frente a sus ojos, y dejándolo nuevamente a su alcance la vio salir de la habitación por segunda vez. La mujer vivía acelerada.
Pasa su sorpresa regresó nuevamente y solo para darle más indicaciones, realmente le trataba como un niño malcriado y eso solo conseguía causarle una gracia enorme al cambiante.
— Tranquila, Doctora MacKay, no voy a quitarme nada de la pierna y prometo no andar corriendo por toda la residencia, ni tirarme por la ventana. Vaya a atender a sus pacientes, que yo aquí esperaré a su nana con la mejor cara que pueda, lo prometo. — finalizó, retomando aquella formalidad pero de una manera más cómica, jugaba con eso y era simplemente para quitar las miles de cuchillas que la castaña depositaba en el ambiente.
No estuvo solo por mucho tiempo, a los minutos apareció la anciana con su desayuno, y por dentro estuvo muy agradecido hasta que sintió el aroma de la infusión que traía en la bandeja, al costado de las tostadas y en segundos la expresión del varón cambió enormemente, y dudó observando como la mujer dejaba la bandeja sobre la mesa junto a él. La respuesta de la anciana fue instantánea al ver que no quiere tomarse el té, alza una ceja con esa expresión de estar oliendo algo podrido.
— Como no se lo tome, molestaré a la doctora MacKay diciéndole que es un crío que no sabe respetar órdenes. Vendrá, le mirará, tomará un embudo y en tanto yo me siento sobre su pierna enferma, ella le meterá el embudo y le dejará caer la infusión caliente quemándole lengua, paladar, tráquea y estómago. Lo hemos hecho antes, por eso le sugiero de la manera más atenta, sea hombre y se tome el té. Por mí, prefiero la otra opción, le dolerá más a usted, pero me divertiré.- susurra, dando la media vuelta para salir de la habitación.
— Tiene cinco minutos para hacerlo en lo que voy por algo más, si para cuando regrese sigue una sola gota en la taza, ya sabe lo que haré. — finalmente cerró la puerta tras su espalda, a lo que Ezequiel soltó una carcajada, estaba claro de donde había heredado su carácter la cambiante.
Resopló tomando las tostadas en primer lugar, aunque se aseguró de dejar un trozo para el final y observó la infusión y arrugó la nariz, no sabía si realmente olía tan mal o sus sentidos exageraban el efecto. Después de unos minutos dudosos tomó la taza y sin respirar dio un gran sorbo, sintiendo como la amargura del liquido se apresuraba a darle una arcada, la mujer tenía razón, era horrible, aunque no alargaría el sufrimiento, y terminó por empinarse la taza, llevándose una mano a la boca para relajar sus náuseas. Respiró unos segundos antes de terminar su tostada y mientras se encontraba en eso, apareció nuevamente la anciana y en su rostro casi pudo verse una mueca de desilusión, estaba claro que hubiera preferido divertirse con el embudo.
— ¿Ve como pudo? Siga comportándose así de bien y tome, para que no siga hundido y se pudra en su aburrimiento.— comentó mientras le extendía un par de hojas blancas y carboncillo, ¿Cómo lo sabía?
La expresión de Ezequiel tuvo que ser bastante evidente, porque la mujer al instante en que retiró la bandeja de su lugar señaló los carboncillos sobre el mueble.
— Se cayeron de los bolsillos de su pantalón, evidentemente. — aclaró y se retiró. Ella era extraña, pero no podía evitar que, por muy bruja que se sintiera, realmente era servicial y eso, al varón le causaba un deje de ternura
— Le agradezco mucho. — mencionó al fin, antes de que la anciana se retirara de la habitación, dejándolo solo nuevamente.
El cambiante se acomodó en la cama, retomando una posición mas erguida y apoyo el manojo de hojas sobre su pierna buena y un carboncillo entre los dedos de su mano derecha y comenzó a realizar trazos, sin ningún patrón en un inicio, hasta que solos tomaron forma, la silueta de un rostro femenino, él supo hacia donde iría eso e inmediatamente tomó el control, de seguro a la doctora no le gustaría ver su rostro plasmado en el papel, así que por otro lado se concentró en el rostro de la anciana, retrarle fue más fácil de lo que imaginó, tenía sus facciones tan presentes al ser la última a quien vio.
Dejó que pasar las horas así, entre lineas y sombras hasta que finalmente lo terminó, dejándolo junto a él en la mesa de noche.
Estaba cansado, sus párpados le estaban pesando en demasía, por lo que observó hacia la ventana, el manto nocturno ya había cubierto la ciudad. Suspiró, pensando en lo duro que sería el trabajo de la fémina, desde temprano que estaba con pacientes y aun no la había escuchado subir, ¿Habría podido comer algo al menos? Frunció los labios en un gesto descontento. Ella se preocupada por todos lo que podía abarcar, ¿Pero quien, aparte de su nana, se preocupaba por ella? ¿Estaría casada? ¿Comprometida? No lo sabía, pero la curiosidad estaba ahí, a flor de piel aunque nunca llegaría concretar preguntas, lamentablemente no era de su incumbencia.
Sin darse cuenta, estuvo tan centrado en sus pensamientos, que cuando volvió en si, sobre el lienzo blanco ya se encontraban detallados los orbes de la cambiante, tal y como recordaba con esa mirada imperiosamente fría, pero muy profesional. Sin importar nada, estaba realmente agradecido, pero aun no la había tenido más de cinco minutos con él para detallar su gratitud, y esperaba que se diera la oportunidad antes de su salida del lugar.
Agotado, sacudió su cabeza y depositó todo en la mesa junto a él. Quedando con la mirada fija en el techo, con su brazo sosteniendo su cabeza por la parte de la nuca, y bostezó, sin darse cuenta cayó profundamente dormido en un par de minutos.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Localización : Entre los brazos de una cambiante ~
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
Baja las escaleras con rapidez, mirando todo lo que está sucediendo, sobre todo se mete en la cocina para alcanzar a su nana - nana, por favor, cuando le subas el desayuno, llévale el té, amenázalo con que si no se lo toma, utilizaremos la técnica del embudo y de paso, llévale unas tizas y unas hojas de mi despacho, parece que es dibujante, que se entretenga en algo porque no quiero que esté levantándose o bien, histérico. Sé buena, nana. No quiero ir a darle un golpe para desmayarlo - besa su sien antes de empezar el día. Si bien tiene el día complicado, sabe que puede terminar.
De acuerdo, el pequeño con fiebre no fue lo peor que tuvo que atender, pero sí lo más rápido. En cuando le mantuvieron sumergido en agua, la temperatura empezó a bajar. Unas cuantas indicaciones para la madre, remedios y después de media hora, estuvo fuera de casa. Para entonces, ya estaba el cuarto trasero (el más grande, donde tenía su "consultorio") abarrotado. Entre lesiones, gripe, dolores de estómago, estuvo atendiendo uno tras otro. Lo mejor fueron los pagos: desde una cesta de manzanas (sus favoritas) hasta una gallina (ni idea de qué hacer con ella, pero nana había dicho que ella se encargaba), se llenó de cosas increíbles; algunas más raras que otras como una vieja y destartalada caja de música que en cuanto la vio, se enamoró de ella. Ni siquiera que su nana dijera que era una baratija tuvo resultado, se quedó dándole cuerda entre paciente y paciente para escuchar su música.
Almorzó un par de cucharadas del puchero de gallina que le dio su nana cuando le visitaron para ir a ver a uno de sus enfermos. Había empeorado, no era por la mala atención de la doctora, tenía un cuadro de infección que ella temió hace tres días que como siguiera así tendría que amputar. Esa tarde, sus sospechas se hicieron realidad. Por más medicamento que le dio, el cuerpo se negaba a reaccionar. Le empezó a atender cuando ya el cuadro estaba complicado después de que varios médicos no pudieran con la infección. Así que por más que hizo, fue en balde. Se hizo a la idea, habló con la familia y una hora después, estaba amputando el miembro. Cuando salió de ahí, tenía el cuerpo agotado y los ánimos por los suelos. Qué decir de las ropas, que por más que se cubrió, terminaron manchadas de sangre.
Volvió a su hogar arrastrando los pies. Odiaba su profesión, el carecer de los medios para mejorar el estado de salud de las personas la obligaba a maldecirse. Apenas llegó a casa, puso un pie dentro, alguien ya estaba llegando a toda velocidad. Un parto. ¿De verdad? ¿Un parto? Miró a su nana con gesto resignado - dale de cenar a nuestro invitado, que se tome los medicamentos y descanse. Dile que no quieres tener que atarlo de nuevo, así que ni se le ocurra vagar por la casa - la nana asiente mirándola con cierta comprensión. - Niña, como sigas así, caerás muerta de cansancio. Anda, ve, ya me hago cargo del hombre - promete al tiempo que le da un bolso con comida para que al menos se alimente en el camino. En cuanto Dáire deja la casa, prepara la cena y le sube la bandeja mirando al enfermo. - ¿Cómo se encuentra? Espero que mejor, le dejo la cena para que coma algo. Aquí están los medicamentos que la doctora indicó que se debería tomar, hágalo sin rechistar. Igual está el té, es uno cada comida. Seguro que se siente mucho mejor. Si en la madrugada pasa la doctora a revisarlo, se me porta bien y no quiero que le diga nada. Vendrá agotada y su deber es ponerle buena cara - le entrega los medicamentos, el té y la cena consistente en un buen guiso de verduras con carne y de postre una manzana.
- ¿Algo más que necesite? Mañana podrá asearse, le traeré unas muletas y podrá caminar de a saltito como conejo, pero podrá desplazarse. Así que termine la cena, ya vengo por la bandeja al rato - le deja en soledad. Atenta como dijo, va por la bandeja después mirando complacida que se terminó todo. Recoge con eficiencia - ahora duerma. Mañana será otro día - le promete. Cuando dan las doce de la noche, nana suspira sentada en el living cosiendo a la luz del fuego de la chimenea. Sabe que Dáire no volverá hasta mitad de la madrugada porque si no, habría enviado a alguien. Se levanta para acostarse, no sin antes tomar la escopeta por si al loco de arriba se le ocurre una barbaridad.
Dan las cuatro y media de la mañana cuando por fin, Dáire pone un pie en la casa. Varón. Un niño varón es lo que Tabatha tuvo. Se sonríe pensando en lo grande que estaba, lo fuerte que berreaba. Más que ayudar a las mujeres a abortar, le gusta ayudar a los niños a venir al mundo. Entiende que los que son eliminados, no tienen mucho futuro en las vidas de las madres y que no tendrán amor. Mejor muertos que vivos. Y aunque suena cruel, para ella es una ley de vida. Se arrastra hasta su habitación para mirar complacida que la tina está llena de agua. ¡Qué bueno! Se desviste y se sumerge para bañarse. Se desprende de los olores de la sangre, la placenta y el líquido amniótico. Se tarda más de una hora en el baño, disfrutando del jabón, los aceites, el aroma de éstos. Sin proponérselo, se acomoda y cierra los ojos quedándose dormida. Cuando despierta con el timbre sonando, nota que ya amaneció, el reloj da las siete de la mañana. Aspira profundo, se levanta de la tina, se viste con rapidez y sale de la habitación.
A mitad del pasillo, recuerda que no le cambió los vendajes al hombre. Gruñe sin saber qué hacer primero. No urge tanto lo del enfermo de la habitación, baja con rapidez para ver que la urgencia es de un pequeño que tiene el brazo en pésima posición. Se arma de valor para colocárselo con rapidez. El alarido es infernal seguido por los berreos del pequeño. Venda la zona y mira a su nana - prepara el desayuno del paciente, yo se lo llevo - en cuanto la anciana sale, le da las indicaciones a la madre y la manda a casa. Va a la cocina, toma la bandeja y suspira al ver que hay dos cafés y dos platos con tostadas - mil gracias, nana. No quería decirlo, pero ¿Y la gallina? - la nana le mira con una sonrisa divertida - el gordo de arriba se la terminó de comer - la doctora estalla en carcajadas.
Todavía sonríe cuando abre la puerta de la habitación con el hombro - buenos días, ¿Cómo amanecimos? Lamento ayer mi ausencia, pero tuve algunos imprevistos - deja la bandeja en la mesa de ayuda antes de dirigirse a él - vamos a ver esas heridas, huy, cierto, me olvidé - sale con rapidez, toma el maletín de su habitación donde lo había dejado la noche pasada, vuelve con él y saca unos guantes para ponérselos, unas pinzas. - Desabroche la camisa por favor - en cuanto lo hace, le va quitando con cuidado el vendaje, le deja libre la zona y quita la gasa. Suspira con satisfacción - vamos mucho mejor, ya está cerrada, su metabolismo es perfecto - saca el bisturí para empezar a cortar los puntos y quitarlos con las pinzas con rapidez. - Sé que duele, intente no moverse demasiado porque si lo hace, le voy a cortar - alecciona.
Las ojeras son cada vez más profundas. Incluso, cuando termina de quitar los puntos, echa atrás la cabeza para destensar los músculos. Aspira profundo dejando una gasa esta vez como único parche y va a la pierna. La desentablilla con rapidez endemoniada, pasando las manos por la piel, mirando al frente como si sólo se concentrara en sentir. - De acuerdo, vamos mejor. Para mañana ya debe estar lista, por favor manténgase quieto, si es posible no camine. Puedo hacer que nana le traiga unas muletas para que pueda ir al baño y asearse, pero se me va de saltito, no apoye la pierna, por favor que todavía le falta - es cuando mira sus ojos. Todo el tiempo estuvo con la mirada en otro lado, atenta a cada parte de su cuerpo sin fijarse en él. - Espero que no le vuelva a pasar, tenga cuidado - rehace el entablillado después de cambiar las gasas, esta vez, no quita los puntos de la herida de la pierna. Pone los utensilios utilizados en la bandeja de la comida, le acerca una mesa de cama para colocar el plato con las tostadas y el café colocándola sobre su regazo, en el lecho, no puede pasar desapercibido que también hay una taza de té.
Ella toma su plato y su café para sentarse en el sillón para comer en silencio, descansando - ¿Le parecieron bien las hojas y las tizas? No, no me conteste, no tengo por qué preguntar, mientras menos sepa de usted, mejor - se corrige dándose las explicaciones a sí misma. - Ya vimos lo que hace por llamar mi atención, no quiero que se obsesione porque la siguiente vez no podré cargarlo, capaz de que decide que está bajo de peso y se pone a comer con ganas - se nota que está agotada, sus comentarios ácidos han perdido la fuerza. Bebe un trago de café deseando que sus neuronas funcionen, pero están negadas. Después de eso, no sabe en realidad qué demonios pasó. Si su falta de descanso afectó su cabeza o el qué, lo siguiente que sabe, es que la taza se le rompe en la mano quizá por haberla tomado con toda la fuerza, sintiendo que los vidrios le cortan piel, músculo y más profundo - ¡Con el diablo! - agita la mano abanicando con ello, un sangrado profundo.
Gime tomándose la muñeca con la mano contraria, su rictus es de total dolor - ¡NANA! - grita con fuerza sentada todavía porque siente cómo se le baja la presión por la hemorragia, la falta de descanso y la propia adrenalina. - ¡NANA! - mira cómo se va formando un charco de sangre apretando con más fuerza la muñeca para crear un torniquete.
De acuerdo, el pequeño con fiebre no fue lo peor que tuvo que atender, pero sí lo más rápido. En cuando le mantuvieron sumergido en agua, la temperatura empezó a bajar. Unas cuantas indicaciones para la madre, remedios y después de media hora, estuvo fuera de casa. Para entonces, ya estaba el cuarto trasero (el más grande, donde tenía su "consultorio") abarrotado. Entre lesiones, gripe, dolores de estómago, estuvo atendiendo uno tras otro. Lo mejor fueron los pagos: desde una cesta de manzanas (sus favoritas) hasta una gallina (ni idea de qué hacer con ella, pero nana había dicho que ella se encargaba), se llenó de cosas increíbles; algunas más raras que otras como una vieja y destartalada caja de música que en cuanto la vio, se enamoró de ella. Ni siquiera que su nana dijera que era una baratija tuvo resultado, se quedó dándole cuerda entre paciente y paciente para escuchar su música.
Almorzó un par de cucharadas del puchero de gallina que le dio su nana cuando le visitaron para ir a ver a uno de sus enfermos. Había empeorado, no era por la mala atención de la doctora, tenía un cuadro de infección que ella temió hace tres días que como siguiera así tendría que amputar. Esa tarde, sus sospechas se hicieron realidad. Por más medicamento que le dio, el cuerpo se negaba a reaccionar. Le empezó a atender cuando ya el cuadro estaba complicado después de que varios médicos no pudieran con la infección. Así que por más que hizo, fue en balde. Se hizo a la idea, habló con la familia y una hora después, estaba amputando el miembro. Cuando salió de ahí, tenía el cuerpo agotado y los ánimos por los suelos. Qué decir de las ropas, que por más que se cubrió, terminaron manchadas de sangre.
Volvió a su hogar arrastrando los pies. Odiaba su profesión, el carecer de los medios para mejorar el estado de salud de las personas la obligaba a maldecirse. Apenas llegó a casa, puso un pie dentro, alguien ya estaba llegando a toda velocidad. Un parto. ¿De verdad? ¿Un parto? Miró a su nana con gesto resignado - dale de cenar a nuestro invitado, que se tome los medicamentos y descanse. Dile que no quieres tener que atarlo de nuevo, así que ni se le ocurra vagar por la casa - la nana asiente mirándola con cierta comprensión. - Niña, como sigas así, caerás muerta de cansancio. Anda, ve, ya me hago cargo del hombre - promete al tiempo que le da un bolso con comida para que al menos se alimente en el camino. En cuanto Dáire deja la casa, prepara la cena y le sube la bandeja mirando al enfermo. - ¿Cómo se encuentra? Espero que mejor, le dejo la cena para que coma algo. Aquí están los medicamentos que la doctora indicó que se debería tomar, hágalo sin rechistar. Igual está el té, es uno cada comida. Seguro que se siente mucho mejor. Si en la madrugada pasa la doctora a revisarlo, se me porta bien y no quiero que le diga nada. Vendrá agotada y su deber es ponerle buena cara - le entrega los medicamentos, el té y la cena consistente en un buen guiso de verduras con carne y de postre una manzana.
- ¿Algo más que necesite? Mañana podrá asearse, le traeré unas muletas y podrá caminar de a saltito como conejo, pero podrá desplazarse. Así que termine la cena, ya vengo por la bandeja al rato - le deja en soledad. Atenta como dijo, va por la bandeja después mirando complacida que se terminó todo. Recoge con eficiencia - ahora duerma. Mañana será otro día - le promete. Cuando dan las doce de la noche, nana suspira sentada en el living cosiendo a la luz del fuego de la chimenea. Sabe que Dáire no volverá hasta mitad de la madrugada porque si no, habría enviado a alguien. Se levanta para acostarse, no sin antes tomar la escopeta por si al loco de arriba se le ocurre una barbaridad.
Dan las cuatro y media de la mañana cuando por fin, Dáire pone un pie en la casa. Varón. Un niño varón es lo que Tabatha tuvo. Se sonríe pensando en lo grande que estaba, lo fuerte que berreaba. Más que ayudar a las mujeres a abortar, le gusta ayudar a los niños a venir al mundo. Entiende que los que son eliminados, no tienen mucho futuro en las vidas de las madres y que no tendrán amor. Mejor muertos que vivos. Y aunque suena cruel, para ella es una ley de vida. Se arrastra hasta su habitación para mirar complacida que la tina está llena de agua. ¡Qué bueno! Se desviste y se sumerge para bañarse. Se desprende de los olores de la sangre, la placenta y el líquido amniótico. Se tarda más de una hora en el baño, disfrutando del jabón, los aceites, el aroma de éstos. Sin proponérselo, se acomoda y cierra los ojos quedándose dormida. Cuando despierta con el timbre sonando, nota que ya amaneció, el reloj da las siete de la mañana. Aspira profundo, se levanta de la tina, se viste con rapidez y sale de la habitación.
A mitad del pasillo, recuerda que no le cambió los vendajes al hombre. Gruñe sin saber qué hacer primero. No urge tanto lo del enfermo de la habitación, baja con rapidez para ver que la urgencia es de un pequeño que tiene el brazo en pésima posición. Se arma de valor para colocárselo con rapidez. El alarido es infernal seguido por los berreos del pequeño. Venda la zona y mira a su nana - prepara el desayuno del paciente, yo se lo llevo - en cuanto la anciana sale, le da las indicaciones a la madre y la manda a casa. Va a la cocina, toma la bandeja y suspira al ver que hay dos cafés y dos platos con tostadas - mil gracias, nana. No quería decirlo, pero ¿Y la gallina? - la nana le mira con una sonrisa divertida - el gordo de arriba se la terminó de comer - la doctora estalla en carcajadas.
Todavía sonríe cuando abre la puerta de la habitación con el hombro - buenos días, ¿Cómo amanecimos? Lamento ayer mi ausencia, pero tuve algunos imprevistos - deja la bandeja en la mesa de ayuda antes de dirigirse a él - vamos a ver esas heridas, huy, cierto, me olvidé - sale con rapidez, toma el maletín de su habitación donde lo había dejado la noche pasada, vuelve con él y saca unos guantes para ponérselos, unas pinzas. - Desabroche la camisa por favor - en cuanto lo hace, le va quitando con cuidado el vendaje, le deja libre la zona y quita la gasa. Suspira con satisfacción - vamos mucho mejor, ya está cerrada, su metabolismo es perfecto - saca el bisturí para empezar a cortar los puntos y quitarlos con las pinzas con rapidez. - Sé que duele, intente no moverse demasiado porque si lo hace, le voy a cortar - alecciona.
Las ojeras son cada vez más profundas. Incluso, cuando termina de quitar los puntos, echa atrás la cabeza para destensar los músculos. Aspira profundo dejando una gasa esta vez como único parche y va a la pierna. La desentablilla con rapidez endemoniada, pasando las manos por la piel, mirando al frente como si sólo se concentrara en sentir. - De acuerdo, vamos mejor. Para mañana ya debe estar lista, por favor manténgase quieto, si es posible no camine. Puedo hacer que nana le traiga unas muletas para que pueda ir al baño y asearse, pero se me va de saltito, no apoye la pierna, por favor que todavía le falta - es cuando mira sus ojos. Todo el tiempo estuvo con la mirada en otro lado, atenta a cada parte de su cuerpo sin fijarse en él. - Espero que no le vuelva a pasar, tenga cuidado - rehace el entablillado después de cambiar las gasas, esta vez, no quita los puntos de la herida de la pierna. Pone los utensilios utilizados en la bandeja de la comida, le acerca una mesa de cama para colocar el plato con las tostadas y el café colocándola sobre su regazo, en el lecho, no puede pasar desapercibido que también hay una taza de té.
Ella toma su plato y su café para sentarse en el sillón para comer en silencio, descansando - ¿Le parecieron bien las hojas y las tizas? No, no me conteste, no tengo por qué preguntar, mientras menos sepa de usted, mejor - se corrige dándose las explicaciones a sí misma. - Ya vimos lo que hace por llamar mi atención, no quiero que se obsesione porque la siguiente vez no podré cargarlo, capaz de que decide que está bajo de peso y se pone a comer con ganas - se nota que está agotada, sus comentarios ácidos han perdido la fuerza. Bebe un trago de café deseando que sus neuronas funcionen, pero están negadas. Después de eso, no sabe en realidad qué demonios pasó. Si su falta de descanso afectó su cabeza o el qué, lo siguiente que sabe, es que la taza se le rompe en la mano quizá por haberla tomado con toda la fuerza, sintiendo que los vidrios le cortan piel, músculo y más profundo - ¡Con el diablo! - agita la mano abanicando con ello, un sangrado profundo.
Gime tomándose la muñeca con la mano contraria, su rictus es de total dolor - ¡NANA! - grita con fuerza sentada todavía porque siente cómo se le baja la presión por la hemorragia, la falta de descanso y la propia adrenalina. - ¡NANA! - mira cómo se va formando un charco de sangre apretando con más fuerza la muñeca para crear un torniquete.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
” So tell me when you're gonna let me in...
I'm getting tired and I need somewhere to begin.”
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Despertó de un salto cuando se abrió la puerta de la habitación, escuchando la voz autoritaria de la mujer, aunque la notó mucho más suave esta vez, quizás por el hecho de aún encontrarse algo adormilado.
Bostezó con recato, acomodándose para recibir la cena, misma que se presentaba por si sola con un aroma que le abrió el apetito de una forma que ni el mismo se esperaba. Inevitablemente se formo una sonrisa satisfactoria en su rostro, alzando la mirada para prestar atención a la las palabras de la anciana, y como lo suponía, aun no regresaba la doctora.
— Entiendo, y claro que tomaré y comeré todo, no quiero causarle más problemas a ella, imagino que debe llegar destrozada en varios sentidos. — comentó con algo de pesar, imaginando lo agitado que habría estado su día, y al parecer aún faltaba para que llegara a su fin.
— Estoy bien, no necesito nada más. — respondió al fin, sintiéndose aliviado de que finalmente mañana podría levantarse, el llevar casi dos días en cama no era agradable en lo más mínimo, el castaño era demasiado inquieto.
Comió con ganas el guiso, buscando intercalar la comida y el horrible remedio líquido, pero finalmente repitió los movimientos del desayuno y terminó por beberlo de un solo trago, las náuseas no tardaron pero se contuvo, y retomó su comida ya más tranquilo, lo peor había pasado.
Observó la bandeja y tomando la manzana, sonrió casi por inercia, aquella fruta le traía gratos recuerdos, misma razón que le llevó disfrutarla mucho más. En pocos minutos ya había dejado su plato vacío y como si la anciana le leyera la mente, no tardó en aparecer para retirar su bandeja.
— Estaba delicioso, muchas gracias. — manifestó y se acomodó nuevamente, obedeciendo de buena gana la sutil orden que recibió para continuar durmiendo, aunque le costó más trabajo, volvió pensar en la fémina, y no pudo evitar sentir lástima por ella.
No logró conciliar el sueño, hasta que luego de varias horas, en las que escuchó como la anciana subía a dormir, y entre sus propios y dispersos pensamientos, escuchó la puerta principal, no le fue difícil gracias al silencio que existía en la residencia. Prestó atención a los pasos femeninos, subiendo la escalera y más tarde otra puerta y luego nada, le costaba trabajo llegar a oírla, pero asumió que ya debía estar en su cama, descansando, o al menos eso esperaba. Con aquella idea en mente, el cambiante terminó por caer dormido.
Despierta desorientado, no tiene idea de la hora, pero el timbre le despierta repentinamente y seguido de ésto, escucha unos pasos acelerados bajando las escaleras. Al parecer el ajetreado día de la doctora ya había iniciado nuevamente.
El alarido infantil que percibió, le erizó la piel y frunció el ceño, quien sabe lo que ocurría ahí abajo mientras el descansaba cómodamente y sintiéndose completamente inútil sobre esa cama. Resopló y se irguió, quedando sentado sobre el catre, observando a pared frente a él y la ventana a un costado, estaba aclarando, y sintió nuevamente la puerta de abajo, al parecer alguien había salido y podía imaginar quien era.
Las suposiciones anteriores se vinieron al suelo cuando la vio ingresar sonriente a su habitación, y como si fuera contagioso, en los labios masculinos también se forjó una sonrisa bastante más sobria y esperó al ver que traía ella misma el desayuno para ambos, finalmente podrían compartir unos minutos decentes.
La observó en todo momento, hasta que se escabulló nuevamente volviendo con sus implementos, hasta ese momento Ezequiel no emitió palabra alguna, obedeciendo a la petición de su camisa y en cuanto se acercó a él para revisarle, y aprovechando lo concentrada que estaba quitando los puntos de sutura, los orbes del cambiante se fueron a su rostro, lo que más resaltaban eran las ojeras que traía, decorando con un tono amoratado sobre sus pómulos, su rostro se encontraba apacible a pesar de eso, de seguro era algo tan habitual que ya no llegaba a afectarle en demasía.
Se sintió aliviado de saber que mañana podría comenzar a moverse, ya que si debía pasar un día más en cama terminaría suicidándose o lanzándose por la ventana. Misma razón que le ayudó a ser consciente y permanecer quieto mientras le rehacía el entablillado de su pierna, secundario a eso, recibió su desayuno y la observó alejarse al sofá en donde la había visto la primera vez que despertó ahí.
— Quiera o no escuchar una respuesta, debo decir que fue un alivio recibir aquello, necesitaba despejar la mente y sin duda, tener un lienzo donde dibujar me ayudó. Así que gracias. — expresó con un gesto de gratitud al enterarse que la idea de traerle las tizas y demás, fue de ella realmente.
— Y descuide, tendré mas cuidado la próxima vez, no me gustaría en lo más mínimo volver a verme en esta situación tan desfavorable, ni mucho menos en calidad de bulto. — le aseguró, sonriendo antes de dar el primer sorbo a su taza de té, y luego deleitarse con las tostadas. Estar en un ambiente que lentamente se le volvía tan acogedor, lo hacía disfrutar mas de aquellos detalles tan simples como un desayuno en compañía.
Pero algo no estaba bien en ella, la observó cabecear un par de veces hasta que el estallido de su taza le alerto. Lo que vino luego fue todo en cámara lenta. La sangre, los gritos y la mujer que jamás apareció, rápidamente los recuerdos llegaron a su mente, había escuchado la puerta antes, no fue la doctora, fue la anciana que había salido, pero, ¿A dónde?
— Maldición. — masculló, al ver como la castaña se empeñaba en llamar a su Nana, mientras sostenía su muñeca con una fuerza que evidentemente no conseguía el objetivo de contener la hemorragia.
No tuvo opción, llevó sus manos a romper la inmovilidad de su pierna y se levantó de un salto de la cama. Grave error, el dolor que subió desde el talón hasta el muslo le hizo tambalear, soltando un quejido que ahogó, mientras se sostenía de la mesa de noche. Tomó aire y avanzó hacia la mujer, ignorando sus advertencias de la pierna y un sin fin de cosas más.
En cuestión de segundos, los dedos de la mano masculina se encontraban alrededor de la muñeca ajena, paralizando el sangrado con más efectividad, ella estaba cansada y casi desvanecida, el cansancio, la hemorragia, todo en ese punto le pasaba la cuenta.
— Dime como ayudarte, por favor. — le pidió con voz firme, obligando al menudo cuerpo femenino a sentarse, evitando así que deambulara gritando por la habitación. Alzó su brazo, así la sangre no fluiría tan rápido a la zona, pero poco más sabía él, aunque no era necesario ser médico para darse cuenta que la herida no pintaba nada bien.
— No volveré a descansar hasta que solucionemos ésto, así que será mejor que te ahorres cualquier comentario que estés pensando con respecto a eso, ¿Entendido? Ahora quiero saber que debo hacer. — el cambiante no buscaba ser grosero con ella, pero por las pocas palabras que habían intercambiado estaba claro que la castaña buscaba siempre mantenerse impenetrable y eso no dejaba muchas puertas abiertas para recibir órdenes de otra persona. El varón solo esperaba que dejara a un lado todo eso, y antes de que cayera desmayada, recibiera su ayuda. Una gratitud que ahora, podía ser transformada en una acción necesaria.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
But I know
I may end up failing too.
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Si la responsabilidad del médico tuviera un fin, se sentiría con el derecho de irse a recostar y perderse en el onírico mundo sin preocupaciones. Si sus pacientes observan el cansancio de la doctora, son pocos los que la comprenden en realidad porque más allá de un "doctora, se le ve cansada, debería dormir más" en tanto se levantan después de su consulta, harían algo diferente. El egoísmo humano es mayor que el de cualquier otro animal en la tierra. Y sí, los animales actúan por instinto, no es así con los hombres y mujeres que ven primero su beneficio sin importar la condición en que aquél proveedor de la salud se encuentre. El cuerpo es una máquina increíble, sólo que también se agota y empieza a desconectarse de la realidad, haciendo así que los movimientos sean más torpes, más lentos, menos conscientes. Y cuando pasa eso, ni siquiera la condición sobrenatural puede ayudar en lo más mínimo.
¿Qué pasó con la taza? Las neuronas están en un estado mitad conscientes y la otra mitad están disfrutando en los brazos de Morfeo. Agotadas, provocan un dolor de cabeza que poco a poco se conviertirá en una migraña obligando a su dueña a ir a la cama. Y antes de que eso suceda, es su falta de cálculo la que le termina ganando por goleada. Su apreciación de la realidad está afectada y su fuerza superior a la humana es la causa de sus desgracias. Al tomar la taza, no calcula y hace añicos el material creando de un todo, partes cuyas puntas atraviesan epidermis, músculo y algunas más pequeñas, se alojan en un cómodo sitio para descansar. Las venas de la palma son afectadas y con ello, el movimiento. Lo único que puede hacer, es paliar la hemorragia con un torniquete improvisado con la mano contraria en tanto su primer instinto es llamar a la que es su asistente para darle las órdenes.
Ni siquiera nota que el hombre se levanta, ese paciente cuya pierna va en recuperación, pronto está a su lado y sus ojos lo observan como si fuera una araña en medio de su cama -odia a esos insectos- sin saber qué hacer con él: si le da un buen golpe porque invade su espacio personal o salir corriendo para que no se acerque más. Es un impulso inútil, presiona con mayor fuerza - ¡Regrese a la cama! ¿Quién le dijo que podía levantarse? - a pesar de su propia herida, es la pierna de él quien le preocupa. ¿Acaso hay mejor samaritano que aquél que antepone el bienestar contrario en comparación al suyo? Sacude la cabeza cuando la presión empieza a caer. - Esa pierna no va a sanar así, dios ¡NANAA! - no registró que su fiel mujer iba a ir a hacer las compras para el almuerzo, ignorante de lo que podría ocurrir. Piensa que ella está en la casa, si fuera así, estaría ya subiendo las escaleras a toda velocidad.
No sucede nada por ese lado, es un grillete de carne y huesos quien le sujeta la muñeca dejándola levantada en tanto un brazo le rodea la cintura obligándola a tomar asiento. Ni siquiera registró que se había levantado. Se dejaría caer en el sillón, sólo que la fuerza del hombre es suficiente para que deposite el trasero con suavidad. Llevada por un impulso, recarga la cabeza en su pecho dándole lo que a ningún hombre: el control de su vida por instantes preciosos. Ya ni siente el dolor, lo que implica un corte demasiado profundo porque la sangre sigue manando en menores cantidades, conforme el proceso de coagulación inicia.
La orden penetra en su mente, acerada y cortante, la obliga a bajar las defensas. Contesta en automático - no siento el dolor característico, lo que significa que están comprometidas las venas principales. Primero, parar la hemorragia. Segundo, ir por agua y jabón neutro, están en el baño. Tercero, lavarse las manos hasta debajo de las uñas. Cuarto, lavar la herida con agua y jabón. Quinto, si hay algún objeto extraño al cuerpo, retirarlo con pinzas. Sexto, ver la profundidad de la herida. De eso dependen los siguientes movimientos. Y como te lastimes más la pierna, gordo, te voy a meter las pinzas por la nariz y no te va a gustar - se recarga contra su pecho sintiéndose contenida durante unos segundos mirando la mano que está reaccionando por la posición alzada y la sangre está dejando de manar en abundancia. - Lo que me faltaba, nana va a estar feliz, por fin me tendrá en cama como quería - reniega cerrando los ojos.
Al abrir uno de los ojos le observa, lo primero que llama su atención es su tórax fuerte que aprecia contra la mejilla, el rítmo de su corazón agitado por la situación que va relajándose. El calor de su cuerpo, ¿Hace cuánto que un hombre no la sostiene en brazos? Su padre lo hacía siempre, fuera de él, sólo su ex prometido se dio la libertad de bajar sus defensas y rodearla. Gruñe con molestia -una que le provoca su propio actuar- su voz es áspera cuando dice: - ¿Acaso no oíste? ¡Agua y jabón, vamos! No tengo todo el día - es su propia frustración la que le obliga a reaccionar agresiva. Exigente. Malhumorada. Queriendo alejar de ella a esta fuente de confort que le produce bienestar. Ella no puede depender de alguien para hacer su vida. Todos deben estar afuera, no pueden cruzar la línea que creó para alejarlos - ¡Y no apoyes el pie, vete de saltito! - vuelve a ordenar. ¡Buenos días, la doctora está de un excelente humor y usted es el único en la lista quien tendrá que soportarla!
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
”I walked across an empty land.
I knew the pathway like the back of my hand.”
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Ignoró todos los reproches que nacieron de los labios femenino, los esperaba y estaba dispuesto a pasarlos por alto en eso sentido, se lo había advertido. Por su parte solo estaba concentrado en sostener su muñeca y contenerla a ella, y por lo visto no tardó en ceder, y logró sentir como depositaba la cabeza contra su pecho, gesto que lentamente le dio más tranquilidad al cambiante quien se acercó más a ella para que se acomodara mientras dejaba a un lado los gritos y comenzaba a darle instrucciones.
Estuvo atento,y dio gracias a la buena memoria que poseía, pero debía actuar rápido, por ende sin soltarle, la afianzó a su cuerpo para levantarle desde su cintura para llevarla a la cama, en donde esperaba estaría más cómoda y con mejor ubicación.
— Sostén un segundo, y mantenla más alta — le pidió, tomando la mano libre de ella para acercarla a su muñeca, mientras las del varón tomaban las gasas que había usado anteriormente la fémina para inmovilizar su pierna, eran vendajes nuevos y al menos servirían de ayuda para que él pudiera seguir sus instrucciones. Con cuidado retiró su mano y rodeó la muñeca con la fuerza necesaria, al menos conocía la forma de realizar un torniquete, en sí mismo había tenido que aplicarlos en varias oportunidades.
Sin más, se dirigió a la puerta y solo siguió las indicaciones ajenas hasta encontrarse lejos de su vista, le era difícil hacer todo rápido dando saltos por los pasillos. Abrió dos puertas antes de dar con el baño, tomó el jabón, enjuagándose lo mejor que pudo, siendo absolutamente riguroso con las uñas, y en uno de los muebles encontró más vendajes que por lo visto se encontraban limpios y un jarro pequeño, el cual lavó un par de veces solo para asegurarse, para luego llenarlo de agua jabonosa, llevándose consigo también un par de gasas de regreso a la habitación, en donde retomó la farsa de los saltos para ingresar, siendo cuidadoso de no derramar el agua que traía.
Depositó las cosas en la mesa de noche junto a la cama y se sentó frente a la mujer, misma que aun conservaba una expresión aflicción en su rostro. Estaba intentando ser cuidadoso, no quería causarle más dolor del que seguramente ya tenía, aunque por la coloración de la mano, de seguro ya había perdido gran parte de su sensibilidad.
Miró a su alrededor, y se decidió por una de las sabanas de cama, ubicándola justo por debajo del antebrazo femenino y sin esperar más indicaciones comenzó a verter el agua sobre su mano, dejando que la sábana de abajo absorbiera los restos carmesí que goteaban.
— Yo lavaré ésto mas tarde, lo prometo. — se aseguró de mencionarlo, antes de que le regañara por ensuciar aquella tela.
Continuó limpiando hasta que vio el relucir de los restos de porcelana incrustados en su palma, ante lo cual frunció el ceño con disgusto, ya sabía lo que debía hacer pero no sería en absoluto afable a vista de la castaña.
— Alcanzo a ver algunos restos, y ahora espero que tú seas más valiente de lo que yo mismo lo fui, bicha. — comentó de forma natural, y en un tono de sutil venganza de como ella lo llamaba, consecuencia de que en ningún momento intercambiaron nombres. Finalmente las intenciones del cambiante fueron buscar alguna forma apaciguar lo que vendría a continuación, inclusive si ella llegaba a molestarse con él, al menos, eso la distraería del verdadero problema.
Para su suerte, la misma doctora antes había traído su maletín a la habitación, por lo que solo tuvo que acercarse y retirar de ahí par de pinzas y guantes, y volver para realizar lo que le había pedido.
— No será solamente tu Nana estará feliz de eso. —dejó aquel comentario de manera volátil, demasiado sincero tal vez, mientras acercaba las pinzas con cuidado para tomar uno de los trozos más pequeños, el cual no estaba demasiado profundo, por ende, logró retirarlo sin problemas. El segundo fue el mayor dilema, por poco no había terminado atravesándole la palma hasta el dorso.
— Definitivamente éste es mucho más profundo, así que comienza a pensar en el siguiente paso. — La exhalación que realizó, fue quizás una advertencia para la fémina, que lo siguiente no sería para nada cómodo, y antes de que tuviera tiempo de prepararse, removió de un tirón el trozo de porcelana, el cual dejó caer al suelo, mientras nuevamente su mano comenzaba a sangrar. Rápidamente tomó las gasas que había traído consigo, y las depositó contra su palma, sosteniendo su mano con la propia para no perder la presión que ejercía.
En aquella posición aguardó instrucciones, esperaba que realmente hubiera hecho lo correcto, ahí la experta era ella, él solo se había guiado, y hasta quizás llegó a improvisar, producto de sus vivencias previas.
Alzó su mirada al rostro ajeno, ya que en todo momento fue solo su mano lo que captó su completa atención, la veía cada vez más pálida, incluso su voz había perdido fuerza pasados los minutos, y en su interior, Ezequiel se alegraba de una forma muy contradictoria, finalmente la doctora podría descansar, aunque no de la forma más apropiada, pero lo haría y si llegaba a permitírselo, él mismo le ayudaría en ese par de días.
— ¿Que sigue? — inquirió con más tranquilidad al ver que la hemorragia ya estaba contenida, pero se negó a soltar su mano, por seguridad, o quizás por gusto, no lo sabía, pero llegaba a sentir una sensación reconfortante que se negaría a desvanecer en tanto recibía las nuevas instrucciones.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
These wounds won't seem to heal
This pain is just too real
There's just too much that time cannot erase
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Hay una regla en la casa de los MacKay: el doctor jamás será el paciente. Podrá dejar que alguien le ayude a atenderse durante alguna enfermedad o percance, más es imposible que ceda el lugar que durante años les costó tener. Así era el padre de Dáire, el doctor Sean MacKay. Duro como el diamante, inflexible, con cara de estar mirando a un bicho raro todo el tiempo y de paso, una voz gutural que en lugar de hablar, parecía que regañaba a ton ni son. Hasta que se atravesaban las murallas, las torretas y los escudos, podría encontrarse en él, un alma brillante y magnánima. De algún lugar, el carácter samaritano de Dáire debía proceder. Y si hablamos de su madre, eso incrementa todo al infinito. Sólo que Sean tenía un terrible defecto: si como médico tenía una expresión de completo desdén -aparente, pero lo tenía-, se volvía ácida cual zumo de limón las pocas veces que enfermaba. Ni siquiera su hija tenía el temple para "buscarle las cosquillas" -como él lo llamaba- y atenderlo.
Y eso, lo vino a heredar Dáire. ¡Colmo de males! Un aspecto de su personalidad que ni su nana está dispuesta a dejar pasar por alto. Son fuertes las peleas con la doctora porque se niega a ser atendida. ¿Por qué cede el control a este extraño? Ella dice -dirá y perjurará-, que es por el cansancio. Hay una extraña razón muy oculta en todo ésto: y es que por una vez, después de todo lo vivido en el último año: de la muerte de su padre para la cual sólo tuvo una semana de duelo antes de ser requerida de nuevo por sus pacientes; de sus constantes ocupaciones profesionales; de una nana que por más que intenta hablar, termina con un muro frente a ella porque Dáire no cede; por fin, encuentra en este desconocido, una fuerza que le es útil y la aprovecha de forma egoísta: si él quiere hacerse cargo de la situación, la doctora se encuentra justo en el ánimo de dejarlo hacer lo que le venga en gana. Es más, si se termina de romper los ligamentos, que lo haga. Ella no sufrirá. Si se rompe el hueso: bah, ya verá qué hacer con eso. Quizá le haga una cirugía como lo prometió y listo.
En este momento, él que es más grande que ella, lo cual nota cuando la pone en pie para dirigirla a la cama, está en la posición que su nana habría querido ver desde la muerte de Sean hace un año aproximadamente: de total agotamiento físico, mental y sobre todo, emocional como para que este grandote (porque aún de pie, la altura de la fémina le llega a duras penas al hombro del varón) cargue con todo. No dice nada acomodándose en la cama, ni cuando le da la instrucción de sujetar su mano, mucho menos cuando toma las vendas de lo que era uno de sus mejores entablillados para utilizarlas en hacerle un torniquete de una forma que le parece muy curiosa porque se nota que para hacerlo en su propio cuerpo, es fantástico. Para hacerlo a un tercero, le falta algo. Él se aleja, va de saltitos a la puerta y después, como por arte de magia, pareciera que vuela. No es que "vuele", es que seguro que está apoyando la pierna para caminar porque de lo contrario, su fino oído seguiría escuchando el pum-pum de su azote en un solo pie.
Se queda en silencio escuchando la primera puerta abrirse. Error, esa es la de la bodega. La segunda que se abre es también equivocada -es la de la habitación de Nona- y la tercera, de acuerdo, ya lo encontró. Se recarga contra los almohadones cerrando los ojos. A su mente, acude una imagen que la hace levantar los párpados de golpe y sentarse enfurruñada. No, no se fijó en... ¿O sí? Vuelve a cerrar los ojos y ahí está de nuevo, acusándola de ser una pervertida: el bien formado trasero masculino dando tumbos por cada esfuerzo de dar saltos. Sacude la cabeza con fuerza sintiendo que en el pecado lleva la penitencia: un fuerte mareo la obliga a reacomodarse en los almohadones. alejando de su mente ese pedazo de carne que le obliga a emitir un gruñido. ¡Ella no se fija en eso! Muy digna, se reacomoda pensando que seguramente es una mala jugada de su mente.
Está a punto de dormir cuando el pum-pum reinicia. Sus ojos se fijan en la figura del varón quien por un momento lo medita: le ha hecho pasar un ridículo. Pobre hombre, lo que le reconoce es el estoicismo al llegar a su lado con la jarra con agua sin derramar más que algunas gotas. Debió pensar en indicarle primero cómo entablillarse la pierna para apoyar de la forma correcta y no hacerle pasar estos supliciois. Se pone a sí misma un tache en la frente. Suspendida, sin duda alguna. Frunce los labios porque de verdad está comportándose como una cría cuando él, se nota, sólo quiere ayudar. ¿Por qué la enternece eso? Arranca de su mente ese pensamiento porque no quiere sentir nada por nadie. Él está pagando por las atenciones brindadas, no porque le importe. Así que tal cual, en cuanto pueda, le dará "chaz-chaz" en la colita y lo mandará de nuevo a la calle. ¿Por qué ese pensamiento la hace sentir peor? Se autoconvence de que está agotada, por eso desvaría.
Lo mira buscar con ahínco, tomar una de las sábanas y colocarla bajo su brazo. El agua con jabón no duele, sólo le arde. Aprieta la mandíbula incapaz de soltar un gesto de dolor porque es la doctora ¿Cómo se vería mostrando debilidad a uno de sus pacientes y luego exigir que aguante? Exhala un largo y sonoro suspiro cuando el agua termina de vaciar, le quita importancia a sus palabras sobre lavar la tela - ya lo hará nana en cuanto aparezca - le quita la responsabilidad. Está haciendo lo que puede, además, la técnica es bastante interesante y planea aplicarla en un futuro. La sangre va desapareciendo conforme el agua corre dejando a la vista la piel y los músculos. Dáire se dedica a recargar la cabeza para no mostrar flaqueza. Sus palabras la obligan a mirarlo alzando una ceja - ¿Bicha? ¿Me viste cara de araña o qué? Peor aún, ¿Crees que soy gato para decirme así? - cierra la boca al ver que busca algo.
Alarga la mano al maletín sacando los guantes que tiene el tino de ponerse, así como las pinzas esterilizadas sabiendo qué se viene. El primer trozo es extraído con rapidez y eficiencia. Sin causar mucho dolor a pesar de ser demasiado pequeño. El segundo, ella lo aprecia desde su lugar. Ese sí será inolvidable. Herida penetrante, que necesita puntos de sutura. Eso no se lo va a decir porque seguro que perderá la mano firme que hasta el momento está sirviendo de mucho. Lo mira aspirar preparándose, exhala y siente más de lo que ve. El fino fragmento es retirado con prontitud, en tanto él lo deja caer al piso -mal hecho- y ejerce presión para provocar la coagulación. Dáire siente cómo las gotas de sudor le resbalan por sus sienes, la única muestra en todo este tiempo de cuán doloroso fue para ella. Una solitaria lágrima aparece en su ojo diestro y se deja caer antes de que ella la atrape con el dorso de la mano sana.
Se queda en silencio mirando al hombre antes de arquear una ceja sonriendo con cierta diversión malsana y un brillo elocuente en sus orbes - antiséptico y sutura. Te tengo una buena noticia y es que a pesar de todo, no está afectada ninguna vena, sólo viste lo que hacen los capilares y vasos sanguíneos al ser tocados. Si fuera una vena, estaríamos en un problema mucho mayor, tendría que reconstruirla, perdón, tendrías que reconstruirla. Lo que ves, es decir, el exceso de sangre es por la multitud de vasos sanguíneos y capilares que están concentrados en esta pequeña zona de la palma - le muestra la buena. - Así que, mira dentro del maletín, debe haber un frasco con una sustancia café, ese es el antiséptico. No se te ocurra echarme alcohol porque ésto lleva sutura y lo que harás será quemar mi piel. Lo que se pudiera unir no lo hará y quedaré con una movilidad reducida. Es la mano que más uso, así que ahora imagina, gordo, lo que te haré como resulte que no la puedo mover bien. Iré, te romperé la pierna y te juro que como no podré tener la movilidad requerida en mi mano, te quedarás cojo de por vida - no lo amenaza, sólo le hace consciente de lo que está en juego.
Para un médico, sus manos son importantes. Para un cirujano como ella, son indispensables. Es cuestión de una falla para que su carrera quede arruinada - de todas formas, no te preocupes tanto, iré indicándote por dónde meter la aguja y por dónde sacarla para que unas todos los extremos. Por cierto, házme un favor y presiona con el pulgar toda la zona. Asegúrate que no tenga algún relieve o punta, porque si lo hay, es que algún pedazo de cerámica se te escapó. Y otra cosa, los objetos que quites de una herida, no se tiran al piso. ¿Qué tal si te pones en pie descalzo y te lo encajas? Así que con cuidado, recoge el pedazo que tiraste con una venda y después, revisa la superficie - ordena intentando relajarse porque sabe mejor que nadie cómo va a doler ésto. Tiene que soportar la presión sobre sus nervios porque como se desmaye, se queda sin mano. Sabe que exagera, es la intensidad de su temor por perder su mejor instrumento con el que se gana la vida.
Última edición por Dáire MacKay el Mar Oct 16, 2018 11:06 pm, editado 1 vez
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
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Fue consciente de más detalles de los que se dio el lujo y placer de mencionar, se percató del suplicio que fue para la mujer aguantar cada paso que le dio a seguir, sentía como su cuerpo se tensaba y contenía la respiración cada vez que debía tocar la herida sobre su palma, Y aún así, a pesar de todo aquello que realizó y quizás también lo que vendría luego, ella se encargó de mostrarse inquebrantable, como si el más mínimo vistazo de dolor significara un completo fracaso en su vida. Desmesurado sería el actuar femenino, pero Ezequiel no entraría a debatir con ella su tolerancia o contención del dolor, solo se encargaría de realizar todo de forma correcta, procurando no causar más daño del ya presente.
Buscó ser lo más delicado y comprensivo con ella, era lógico que estaría disgustada por el accidente tan inoportuno, pero en el fondo debía reconocer la culpa que tenía de tan lamentable situación, ya que de haber descansando en el momento correcto, como en varias oportunidades escuchó como la anciana se lo pedía, ahora estaría contando otra historia, y no claramente no estaría a merced de un tipo tan novato como el castaño.
Intentó con todas sus fuerzas reprimir la carcajada que soltó luego de ver lo ofendida que se sintió a la forma en que se refería a ella, el rostro de la fémina al parecer ignoró el dolor porque el defender su ego fue mucho más importante, y aquello terminó por darle pistas al castaño, acerca de sus pieles, y estaba prácticamente seguro que la doctora era cambiante canina al igual que él, ningún otro podría sentirse tan ofendido con el hecho de que los confundan con gatos, como ellos.
— No, no tienes cara de araña, sinceramente creo que eres preciosa, un tanto engreída y mandona, pero son detalles añadidos a la personalidad que impones. — respondió con naturalidad, volviendo a tocar la herida más profunda con cuidado, buscando algún resto filoso del cual no se hubiera percatado y cerró los ojos, concentrándose en su tarea. Estaba limpia.
Escuchó lo que evidentemente fue una realidad, la cual llevaba un lindo broche de advertencia y por que no, amenaza, razón que hizo sonreír nuevamente al varón. Le parecía absolutamente cómico, y no terminaba de encajar todas las piezas, como en un cuerpo tan pequeño y encima lesionado, y que aun encontrándose tan débil y expuesta, continuara con sus frases como finas dagas contra él, como si encima las escogiera en el momento preciso. De seguro ella poseía un don extremadamente poderoso para mantener a raya y alejar a cualquiera, aunque debería informarse que no conseguiría hacerlo con el cambiante, o al menos hasta que él viera que había logrado su intención de ayudarle, ya luego le entregaría todo el espacio que ella requiriera.
Por inercia rodó los ojos, y liberó su mano, levantándose con un trozo de gasa en su diestra para ir por el resto de porcelana que había lanzado al piso. Esta vez ni siquiera recordó alzar su pierna herida, ya que el dolor era mucho más efímero que la primera vez que se levantó, aunque pisaba con suavidad. Envolvió el material con la gasa, dejándolo sobre la mesa de noche y revisó en el maletín, localizando el antiséptico que había mencionado.
— Tranquilízate, se la diferencia entre ésto y el alcohol, nadie va a perder la mano, ni la movilidad así que, de verdad, nos harías un gran favor a ambos si dejas de buscarme el odio a cada segundo, solo estoy tratando de ayudarte y no porque me sienta en deuda contigo, ni por culpa, es porque de verdad me preocupaste, ¿Tan difícil es de creer? — sus palabras sonaron más serias en esa ocasión, dejando a un lado la sonrisa que antes se había plasmado en sus labios. No se lo propuso, fue también producto de los nervios al saber lo que venía a continuación.
Frunció los labios, no se podría descifrar en él aquella expresión que mantenía. Aquel constante sermón que la castaña se empeñaba en darle era como un balde de agua fría, como si recibir su ayuda fuera lo último que quisiera en el jodido mundo, y en el fondo Ezequiel sentía que así era, y seguía sin comprender la razón de porque aquello le molestaba tanto a la fémina, si en unos cuantos días, quizás menos de lo que él mismo esperaba, ya estaría de regreso a su solitario hogar, y todos los momentos que vivió en la residencia Mackay se volverían un recuerdo que poco a poco se desvanecerían en el tiempo.
Sacudió la cabeza, intentando alejar de su mente aquellos pensamientos tan melancólicos y buscando en el maletín encontró su siguiente objetivo. Tomó una de las agujas ya lista con el hilo adecuado para suturas y volvió con ella, esta vez su mirada no se entrelazó con la ajena, solo se limitó a sostener su mano con los orbes fijos en la herida, y no solo porque eso sería lo correcto, si no, porque carecía de ganas de volver a unos ojos que más que espejos, se transformaban en muros.
Retiró las gasas que habían sido de ayuda para contener la segunda hemorragia y exhaló.
— Debes guiarme, no quiero causarle más problemas a tu recuperación por culpa de mi inexperiencia. — le pidió, aunque el primer enganche lo dio él, permitiendo que la aguja penetrara los bordes de su piel, y se detuvo antes de volver a incrustarla, no estaba seguro del ángulo, ni siquiera sabía si había comenzado adecuadamente, y es por ésto que aguardaría la voz especializada.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
Do you ever want to run away?
No, you don't know what it's like
When nothing feels alright.
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¿Qué importa si el rojo tiñe sus mejillas cuando le dice que es preciosa? ¿Y qué, si se siente justo vulnerable con ese halago que la saca de su bien construida estabilidad? ¿Y qué más, si está coqueteando con ella? Importa nada porque al momento en que ella abre la boca para rezongar -no sería la primera vez-, siente cómo le pasa la mano por la herida y se queda en el aire su exclamación siendo intercambiada por el primer signo de dolor que le viera en toda la sesión. Le arrebata la mano de un santiamén mirándole con furia en lo profundo de sus ojos claros. El entrecejo se frunce y lleva su palma al rostro a pocos centímetros de su nariz para observarla en silencio. - Ya fue suficiente - le deja claro que en adelante, ella seguirá cuidando de su mano.
Alza la mirada con esa expresión de lobo que a cualquiera asustaría dejando notar a la vista del cambiante que mal encaminado no está cuando supone la realidad de su bestia interna. Pocos resisten esa observación larga y medida como si buscara el punto débil para irse con los colmillos desenfundados al ataque. Colmillos, porque en garras está en desventaja con una herida. - ¿Engreída y mandona? Calcula bien tus palabras, gordo, porque te recuerdo que sigues con una pierna herida y tu movilidad es precaria. Con una sola mano puedo hacer que te arrepientas de tus palabras - ¿De dónde sale tanta agresividad al pobre hombre que sólo quiere ayudar? Quizá del hecho de que es su culpa -porque a los ojos de Dáire, jamás será suya- de que esté sintiéndose así.
Es decir, tan vulnerable y casi desnuda ante un hombre que tiene la maldita manera de hacerla sentir como lo que es: una mujer. Una que camina entre la vida y la muerte y de la que muchos dependen para seguir adelante. Es ese ego de médico que pocos pueden paliar, lo que le provoca mostrar los colmillos amenazante. No quiere perder su lugar, sentir que necesita ser cuidada y protegida, así que está de una ambivalencia que ni ella se soporta. Entre dejarse reconfortar en el primer instante y tirar la mordida al siguiente. Y él se sonríe. ¡Se sonríe! Lo que provoca que todo signo de agresividad se evapore mirándolo como a un bicho raro. ¿Qué tiene en las venas este hombre? ¿Atole? Chasquea la lengua con molestia porque sus técnicas de alejamiento están siendo infructivas. Todo lo contrario, él parece tan a gusto que la deja en duda. ¿Acaso es inmune? ¿Tan mal le han tratado en la vida que una amenaza para él es como la brisa?
¡Y le rueda los ojos! Dáire está a punto de olvidar que tiene una mano herida para apretar ambas en puños y golpear el colchón. Se contiene porque en el primer impulso, siente cómo le duele. Se mira la herida de nuevo suspirando. Sí, necesita sutura. Quizá unos cuatro o cinco puntitos por ahí, que para ella sería cuestión de unos dos, tres minutos. Para el gordo, será un suplicio porque ella estará más que irascible. ¡Es la doctora, no la paciente! ¡Para eso estudió! El gordo ni se inmuta por sus actitudes, sigue haciendo las cosas que le pidió, como quitar el vidrio del piso y buscar el antiséptico cual campante en la vida. Hay momentos en que Dáire paga todas las atrocidades que hace, éste es uno de esos, seguro.
Como si en el cielo, su madre se pusiera de acuerdo con este cambiante, le da una lección de vida con sus palabras. La deja más que golpeada y la obliga a bajar la cabeza con pesar. Suelta un gruñido de inconformidad. Pocos de sus pacientes tendrían las agallas de aguantarle en una situación de este calibre y ser tan prácticos como el cambiante. Echa la cabeza atrás contra los almohadones sintiéndose derrotada. No del todo, porque aún tiene que vivir con la sutura. Se repasa el rostro con la mano buena quitándose las gotas de sudor que se acumularon al soportar el dolor estoica. Se coloca de nuevo la gasa para absorber las pocas gotas de sangre que emanan de la herida cuando ve que busca en el maletín y saca la aguja enhebrada con el hilo de sutura. Deja que le tome la mano con ese gesto serio en su rostro que se le antoja interesante.
¡Deja de coquetear! ¡Deja de pensar que es atractivo, que tiene un cuerpo interesante y un culo de...! "Ni se te ocurra pensar de nuevo en su culo, Dáire, ¡Prohibido pensar en su culo! piensa con todas las fuerzas de su mente intentando vaciar sus pensamientos hasta que siente cómo la aguja penetra la piel, por inercia, emite un jadeo y le tiembla un poco la mano. - Suficiente, ¡No más! Dios mío. Mi nana sabe dar puntos de sutura, si quieres, la esperamos - intenta paliar la ansiedad que siente por la situación. Los ojos del varón son duros a comparación de los suyos que están más que nerviosos denotando por qué no es la paciente. - ¡La doctora soy yo, yo no soy paciente! - exclama como si eso pudiera englobar todo lo que siente. Exhala con fuerza gruñendo más antes de mirar la herida de nuevo. - Te lo voy a decir una sola vez, gordo, como se te olvide, entonces esperaremos a mi nana - le advierte con el dedo índice levantado frente a su cara.
Aspira más antes de fruncir los labios. - Dame otra aguja - ordena, en cuanto la tiene en la mano, se relame los labios cuidando de no tocar la punta con los dedos sucios - presta atención. La primer sutura va a ir de aquí a aquí - encaja la aguja para crear pequeños agujeros y que él pueda observar hasta dónde va a llevar el ángulo. - El segundo, de aquí a acá. El tercero, debe ser más pequeño, de aquí a aquí. El cuarto, dios, debo estar loca, como te tiemble el pulso, me haré cargo de que siempre te tiemble, ¿Entendiste? El cuarto es más profundo y pequeño. De aquí - se le rompe la voz al tocar el músculo sintiendo que se electrocuta con esa punción, - a acá - gruñe viendo cómo la sangre mana - tendrás que ser muy rápido, ya viste lo que hace la simple presión. Y el quinto, va arriba de éste, uniendo esta parte de la epidermis con ésta ¿Entendido? Ahora seca la zona, oh dios - deja la aguja a un lado apretando los ojos intentando no mover la mano.
Le mira directo a sus orbes, - aquí voy a pagar todos los insultos que te hice, gordo. Así que aprovecha que me tienes en tus manos, porque como aflojes el agarre, te voy a morder - más sudor recorre su rostro y esta vez, se ve más pálida que nunca. Le está doliendo como nunca - hazlo ya y para tu información, tú lo resististe bien porque lo primero que hice fue sedarte. No quería que sufrieras, pero la sedación que traía en el maletín se acabó anoche. Tendría que ir por más al consultorio, lo cual no creo lograr sin caerme y partirme el cráneo y me niego a que bajes las escaleras a por ella. Hazlo rápido y como los niños, querré mi premio cuando termines de torturarme - eso hace con los infantes. Les da una piruleta por lo valientes que se portan. En este caso, duda que haya una para ella, pero es más su ácido humor el que la rescata, que lo que puede hacer al respecto.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
”When you're here, I don't know where you are...
I don't know where you've been.”
I don't know where you've been.”
Decir que la castaña estaba furiosa, sería quedarse corto. Solo con ver su expresión segundo a segundo, el cambiante sería capaz de darse cuenta el sin fin de emociones que atraviesan su semblante frente a la nueva situación. En su mente, Ezequiel trataba de ponerse en su lugar, entender el porqué le molestaba tanto recibir su ayuda y a fin de cuentas fue ella misma quien le confirmó todo aquello; Era su orgullo. La doctora lo tenía tan arraigado a su personalidad, que el permitirle a él realizar todas la maniobras que para ella eran parte de su vida diaria, le hastiaba a tal punto que el desquitarse verbalmente con él. Por su parte no le molestaba aquello, aunque en silencio esperaba que se calmara y le diera más tranquilidad para continuar.
En cuanto escuchó el jadeo y mas tarde la voz acongojada de la fémina, se detuvo y dudó de continuar, tal vez tenía razón y lo mejor sería esperar a que la anciana regresara, pero aquel pensamiento le hizo fruncir el ceño, y no tuvo más remedio que alzar su mirada hasta la ajena y suspiro.
— No sabemos cuanto vaya a tardar, y mientras más rápido terminemos, mas pronto podrás irte a la cama y dormir un poco, que bastante te hace falta. — expuso sus palabras con la mayor calma que le fue posible, fingiendo que no estaba al borde de los nervios al verla a ella tan desvanecida.
No fue necesario decir una palabra más, en cuanto ella le solicitó otra aguja supo que ya habían llegado a un acuerdo. Buscó nuevamente en el maletín, entregándole una aguja también a ella, la cual depositó en su mano sana y se concentró en cada punto que le marcó, la manera y profundidad con la que debía hacerlo. No parecía tan difícil, pero sería una tortura lenta y horrible para ella.
El cambiante tomó aire, y alzó de nuevo su mirada al rostro femenino, estaba cubierta en sudor, y todo por contenerse, por mostrarse fuerte, aunque en varias ocasiones le tembló el pulso y la voz solo con hacerle ligeras demostraciones de los pasos a seguir.
La mano del varón tomó dos trozos de gasas limpias que habían sobrado, la primera la utilizó para limpiar los restos de sangre que había emanado de la herida, dejando limpia la zona que debía saturar. Y la segunda la usó para limpiar la frente de la mujer, y en cuanto sus miradas se encontraron, volvió a sonreír con algo más de pesar.
— Haré lo mejor que pueda, lo prometo. Los roles no han cambiado, sigues siendo la doctora y no la paciente, solo diremos que eres una doctora levemente herida, ¿De acuerdo? Voy a comenzar. — le anunció, y contuvo la respiración al realizar la segunda perforación, aquella acción le ayudaba a que su pulso fuera mucho más preciso.
Terminando el segundo punto, inconscientemente comenzó a tararear, era una nana que muchas veces utilizó su madre con él cuando era pequeño, cuando llegaba llorando con ella por un raspón o algún golpe, no recordaba la letra, solo la melodía y la utilizó, sintiéndose reconfortado y de manera involuntaria buscaría darle una chispa de paz o distracción a su improvisada paciente.
Continuó con su tarea, sin dejar que los quejidos que por segundos soltaba la castaña le distrajeran o le hicieran retroceder, terminando así una sutura bastante "decente" considerando que sería la primera vez que lo haría con tanta dedicación. En ocasiones cuando él resultaba herido, simplemente utilizaba torniquetes, y esperaba a no hacer una infección, y hasta entonces ha corrido con bastante suerte.
Exhaló satisfecho y volvió a limpiar la zona con suavidad, aplicando más antiséptico para limpiar restos de sangre y dejar la zona impecable.
— ¿Vas a necesitar una venda o algo más? — le interrogó, dejando todo lo utilizado en la mesa de noche, a la espera que ella explicara que seguí a continuación.
Sin pensarlo demasiado, llevó su diestra hasta la muñeca femenina, los dedos de ambos habían dejado marcada la zona al momento que intentaban contener la hemorragia, ladeó la cabeza mientras sus dedos acariciaban la zona con cuidado, aun debía sentirlo delicado.
— A pesar de todo, con pataleta de por medio, fuiste muy valiente de seguro yo no te habría dejado terminar. Y bien, ahora puedes pedir tu premio, aunque no tengo mucho que darte la verdad. — comentó con una sonrisa levemente culpable que le hizo bajar la mirada de vuelta a su mano.
Fue cuando recordó algo que le había estado molestando desde hace un rato, y aunque asumía que el no recibiría lo mismo de vuelta no se contuvo de hacer su siguiente comentario.
— Por cierto, me llamo Ezequiel, aunque seguramente no te importaba en lo más mínimo saberlo, siento que era correcto que me presentara de la forma correcta y aprovecharé que estás conmigo ahora para agradecerte todo lo que hiciste para ayudarme, no tenías ninguna obligación y debo decirte que, la próxima vez igualmente debes ser más cuidadosa, no puedes traer a cualquier persona aquí y encima atarla tan mal a la cama, si quieres luego te enseño como habría quedado mejor. — le ofrece con una sonrisa más amplia en sus labios, sintiendo que por primera vez, estaban teniendo una conversación más tranquila, no esperaba más de ella, solo se conformaría con aquel instante que tendrían.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
I, feel something so wrong
doing the right thing.
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Cuando mencionó lo de su nana fue para tener más tiempo antes de que el martirio continuara ¿Qué pasó? Nada. El cambiante ni siquiera se dio por entendido de los intentos de la doctora para que al menos pudiera tener un poco de sedante y así, soportar mejor. Dáire llegó a pensar si es que no estaba en realidad satisfecho porque ella tuviera el accidente para así, hacerla pagar por sus impertinencias. Desestima sus argumentos indicando lo que cualquier buen asistente de la salud diría: que dejar pasar más tiempo sería contraproducente. ¡Casi parecieran sus palabras! Las de Dáire, vamos. De no ser porque en esta ocasión, es ella la que está sentada en el banquillo que tiene la etiqueta de "Paciente" y eso no lo toma nada a bien. Es bastante cabezota cuando se trata de ser atendida.
Se queda en silencio durante preciosos instantes, que él aprovecha, por supuesto. Limpia la herida y ella debería saber que se viene el martirio, en lugar de ello, se queda mirando su rostro concentrado cuando le limpia el sudor de la frente y del rostro. - De acuerdo, sólo termina pronto - frunce los labios pensando que el rictus masculino le recuerda a esa forma que su padre tenía de suturar. Hasta se le forman las mismas líneas en medio del entrecejo. Podría reír a carcajadas de no ser porque eso la asusta. No estará comparando a este hombre con su padre, ¿Verdad? Y por estar distraída en no encontrar más parecidos entre su padre y este sujeto, la punción le obliga a presionar los molares con tal fuerza, que siente la mandíbula desencajarse. De acuerdo, exageró, pero poco le faltó. Duele que si le sacaran la muela sería menor que lo sufrido ahora mismo. Sus dientes rechinan, emite un gemido ahogado con el segundo punto. No es el peor, más ya viene.
Ni siquiera mira, desvía el rostro cubriéndose los ojos con la mano exagerada que es. ¡Por eso no es paciente! Porque es una exagerada de lo peor, diría su nana. Su umbral del dolor es bastante ¿Grande? ¿Pequeño? Lo que sabe es que duele. La canción que él tararea la registra durante un instante antes de que la tercer sutura una la epidermis. De inmediato jala la almohada para morder. Mantiene todo el cuerpo quieto a base de fuerza de voluntad cuando la aguja penetra la tierna piel de la cuarta sutura. La cabeza le punza, hasta escucha un pitido en los oídos. La punta sale del otro lado y siente cómo estira el hilo. - Madre bendita, no vuelvo a hacerlo, no vuelvo a hacerlo - gimotea como cuando niña y su madre le daba una buena paliza por sus travesuras. - ¿Dónde aprendiste esa canción? Mi madre me la cantaba cuando era pequeña y mira que fui pequeña mucho tiempo - que si no, al ser cambiante, su edad era la mitad de la verdaderas. Le habla para intentar alejar de su mente el dolor de esa sutura que le acalambra la palma.
Jamás confesará algo: que le tiene pánico a las agujas. A pesar de que le enseñó cómo suturar, prefiere que lo haga sin sedante, que soportar el proceso de la inyección. ¡Menuda valiente está hecha! Cuando el quinto punto termina, afloja el agarre de su mandíbula contra la almohada importando un bledo que haya salivado en ella. Voltea de reojo mirando cómo pasea la gasa con el antiséptico. Ya terminaron. Se limpia las lágrimas que no supo que derramó con la mano buena respirando agitada por la manera en que soportó la respiración. Se mira la mano. Son bastante buenos los puntos a pesar de ser un novato. Siente su caricia en la muñeca, le observa al rostro haciendo una mueca de reproche. A pesar de todo, se encontró a un buen hombre a quien cuidar. Agradecido, paciente -vaya que lo es porque ni su nana la soporta cuando está enferma-, comprensivo y con una habilidad con las manos que ya quisieran sus compañeros de la universidad.
Aspira ruidosa por nariz. Le disculpa de inmediato cuando dice que no tiene nada qué darle por la buena conducta. Se mofa mirando sus ojos con una ceja arqueada porque hasta ella sabe que su pataleta fue titánica. - Odio ser el paciente, odio que duela, tengo un umbral del dolor muy grande, mi padre se compadecía de mí y me decía que debía controlarlo, si no, ¿Cómo daría a luz? - se encoge de hombros aspirando de nuevo con la nariz constipada por el llanto. Pasado el mal momento, siente que recupera el control de sus actos y eso significa su lengua venenosa. Su forma de disculparse habla de alguien que tuvo una educación en casa. Ni siquiera su observación sobre lo mal que lo ató le disgusta. Lo único que hace es encogerse de hombros - es lo que hay, en ocasiones se gana y en otras, se pierde. He atendido a muchas personas desde que me gradué, porque sí, me gradué. Me fui a con una hechicera para que me diera algo para cambiar mi apariencia y me hice pasar por hombre, valió la pena. Aquí nadie me pide el título, todos se conforman con que los atienda y si alguno me paga mal, en su conciencia. La mía estará limpia - se lleva la mano al rostro revisando con ojo crítico la herida y las suturas.
Una vez convencida, aspira aire profundo - házme otro favor. Tienes que poner una gasa sobre la herida. Busca en el maletín, debe haber palitos de madera pequeños. Vas a entablillar cada dedo para que mantenga la palma abierta todo el tiempo, deberás ser hábil para ello porque con que falte algo de tensión, la piel no sanará adecuadamente y perderé movimiento. Sí, es mi culpa, estoy agotada, debí descansar, pero estar echándome eso en cara servirá poco y nada. Así que, por favor, ayúdame con eso - sí, después de la crisis, vuelve la calma. O quizá no, porque la puerta se abre justo para que la nana se quede en el umbral y mire todo el caos: la sangre derramada, las sábanas manchadas, la cara de Dáire llorosa, el hombre sin el entablillado. Su expresión es un poema - ¿Alguien me explica qué pasó aquí? - y en lugar de ser sincera, de comportarse como la adulta que es, Dáire se va por la primera de sus mejores caras de espanto y horror, señalando a Ezequiel con la mano buena - ¡Ezequiel me atacó con una taza, nana! ¡Yo no fui! - suelta la desvergonzada.
La nana mira a Dáire y luego a Ezequiel, sus ojos recorren la porcelana rota. - Creo que no me dí a entender. ¿Qué pasó aquí? Y más le vale, Ezequiel, porque quiero pensar que se llama así, que sea usted el que me lo diga o les daré a ambos chaz-chaz en la colita - Dáire abre la boca ofendida. ¡No le creyó! Resopla bajando la cabeza con un mohín de congoja porque sabe que le va a ir mal. ¡Muy mal!.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
”Sometimes I feel insecure, so unsure...
But I know what i'll make it. And I'll be fine if you stay .”
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Finalmente todo el escándalo que se había armado luego del accidente de la castaña con la taza, se estaba acompasando, incluso su voz ya sonaba más viva y en consecuencia de ésto ya volvía ese humor tan característico que mantenía hace tan solo un par de horas cuando regreso con él. En el fondo Ezequiel agradecía aquello, ya que significaba que se sentía mucho mejor, y ésto también consiguió darle más ánimos a él, tanto que ya ni siquiera sentía el dolor en su pierna, quizás por haberse mantenido tan inmóvil mientras suturaba la palma femenina.
Sonrió ante el comentario de la canción, y por un segundo intentó pasarlo por alto y no responder, después de todo era algo muy personal para él y lo que había hecho acerca de tararear la música fue sencillamente por lo concentrado que estaba y la costumbre que tenía.
— Mi madre me la cantaba cuando también yo era un niño. Me hacía sentir mejor, ya que acostumbraba a estar de porrazo en porrazo. — respondió al fin, siendo honesto con ella, mientras se afianzaba al recuerdo de su progenitora, y por una milésima de segundo la extraño, buscando recordar la letra. No tuvo éxito.
Le fue más sencillo llevar su atención de vuelta a la fémina cuando comenzó a explicarle el porque de su exagerada reacción y lógicamente al cambiante se le hacía toda una tragicomedia, el hecho de haber cambiado su apariencia para lograr estudiar, que quizás cuantas veces no tuvo que ver lesiones realmente horribles, y quien sabe si practicaron entre ellos los puntos y suturas, ¿Cómo habría hecho todo aquello, sin armar el magnífico escándalo que le entregó a él?
— No logro imaginar por completo como habrán sido tus años estudiando medicina. — comenta aún con la sonrisa incrédula pincelada en sus labios.
Atiende a lo que sigue y espera que su pulso, entre juego de manos y dedos a la hora de dibujar le ayuden para ubicar cada palillo de una forma que al menos la doctora considerara digna de mantener, y no siguiera amenazándolo con el hecho de que podría perder la movilidad de su mano y cuantas cosas más que se le iban ocurriendo conforme más se tardaba en regresar con ella para continuar el largo proceso que ya llevaban prácticamente una hora.
Volvió al maletín, y al encontrarse concentrado escogiendo las varillas a utilizar, creyendo que ninguna era demasiado fina para las menudas manos femeninas, no sintió la puerta abrirse y la voz de la anciana le sobresaltó hasta hacerle botar una de ellas.
Como por si eso no fuera poco, la castaña le acusó de ser su agresor, ¡Que buena broma!
Soltó una risa y mientras asentía con la cabeza en respuesta a la Nana, se acercó a la fémina y sonrió con cierto aire de venganza, solo ella se lo había buscado. Con suavidad utilizó el dorso de su mano para limpiar un par de lágrimas que aún le cubrían la mejilla, y terminó por inclinarse muy cerca de su oído.
— Estuve a punto de ayudarte, pero, ¿Qué crees? Ya me arrepentí. — le advirtió y se irguió nuevamente para llevar la mirada a la mujer que esperaba impaciente una respuesta y era evidente que no estaba con ánimo de bromear.
Se apresuró en borrar la sonrisa que le había mostrado a la cambiante y exhaló, como si estuviera igual de cansado de ella, como si el solo hecho de permanecer con ella más de unos minutos hubiera sido un martirio, mientras en el fondo Ezequiel estaba feliz de que haya sido de esa manera.
— Pasó que la doctora fue incapaz de tomar un descanso, y terminó por quedarse dormida sobre ese sofá dejando caer la taza de su desayuno, y en cuanto se inclinó a recoger los pedazos, de seguro, estaba tan adormilada que no calculó bien y terminó con uno perforándole la palma de forma horrible. — la acusó sin reparo, aunque tuvo que cambiar ligeramente la historia, él desconocía si la mujer sabía la verdadera identidad de la castaña, ya que extraño sería que la hubiera roto de un solo apretón.
— Intenté ayudarla lo mejor que pude, pero resulta que se comportó como una niña, haciendo una pataleta monumental... Pero que va, ya está bien, controlamos la hemorragia e hice un intento de sutura, y creo que del resto deberá encargarse usted, de que duerma y descanse primero que nada. — finalizó con seriedad, y volvió la mirada a la contraria, quien le observaba con furia y estuvo a punto de volver a reír, pero se contuvo y solo sonrió, moviendo los labios para susurrarle.
— Es por tu bien. — el tono que usó fue imperceptible, así que esperaba que le hubiera leído los labios.
Solo por juzgar la mirada que tenía, bien sabía que se le venía un problema mayúsculo encima, la anciana no se andaba con juegos y daba más miedo incluso que la misma cambiante que solo era un pequeño cuerpo amenazante y hasta adorable frente a sus ojos.
Por su parte, Ezequiel volvió a sentarse junto a ella en la cama, tranquilo, y esperó a ver la reacción de ambas mujeres.
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
Without a soul my spirit's sleeping somewhere cold
until you find it there and lead it back home.
until you find it there and lead it back home.
Si alguien le preguntara a Dáire a qué le tiene miedo, real miedo, contestaría que a las agujas y si le preguntaran si una persona le hace sentir así, contestaría de inmediato que Nana. Es esta mujer de sesenta y largos años quien tuviera la ¿Desgracia? de criar a las dos pequeñas niñas de Sean MacKay. Una más traviesa que la otra. Quizá y por esto mismo, la pequeña desarrolló una fijación por ocultar todo lo que hacía con la intención de que Nana no se enojara con ella. Porque cuando lo hacía, daba unos gritos que le rompían los tímpanos de tan agudos que eran para sus entonces finos oídos. Si alguien comprendiera ésto, entendería por qué de inmediato cuando preguntó, se sintió de nuevo regresada en el tiempo y decidió señalar a Ezequiel como el culpable.
Eso provocó, por supuesto, que él se enojara, se le nota porque la observa con censura en lo profundo de sus orbes. Quisiera decirle la verdad de todo ésto, que teme ese grito porque le mata los tímpanos. Quizá a él no le pase, su hermana era igual, no entendía por qué Dáire se escandalizaba. La doctora ama a su nana, sólo que la ama sin gritos. Pierde la ayuda de Ezequiel, así que se prepara para lo que viene que seguro es confesar todo sin tapujos ni cortaprisas. Se abraza las piernas escuchando cada parte de la historia, alzando una ceja cuando le miente con la forma en que se cortó. No es desconocido para la nana, quien asiente con la cabeza interpretando las señales de lo que sucedió en esa habitación, como si fuera un gran investigador que va enlazando pista por pista hasta tener el panorama completo. En primer lugar, comprende algo que le gusta y que ni siquiera Dáire vislumbra: que él, a diferencia de su niña, tiene una visión completa de la fidelidad, del compañerismo. Algo que la doctora perdió cuando fue separada de su hermana.
En segunda, que puede confiar en él. Sus ojos vagan por la doctora que tiene la cabeza gacha y por el varón que sigue explicando lo que sucedió ahí. Tamborilea los dedos contra el brazo que mantiene cruzado contra el pecho. Asiente con la cabeza, sus ojos miran a uno, al otro y después, vuelve a asentir. Para la joven, es sentir que el mundo se viene a sus pies porque su nana le va a dar una tunda a su tamaño. Con un solo grito, es suficiente para que haga la primer mueca. Y tal cual, viene con esa voz profunda, ríspida y mortal. - ¡DÁIRE ISÓBEL MACKAY! ¿Acaso le echaste la culpa porque volviste a quedarte semi dormida y rompiste la taza? - la doctora se tapa los oídos de inmediato gruñendo con molestia. - ¡Te dije que debías irte a dormir, pero eres terca! ¿Qué diría tu padre si te viera? ¡A ver, esa mano! - con otro gruñido la muestra.
La anciana se acerca para observarla - No soy Isóbel - rezonga con gesto contrariado - está en los libros de nacimiento del ducado, así que lo eres, que al Doctor MacKay no le gustara el nombre, no significa que tu madre respetara los deseos de tu padre. Así que te lo puso - rechina los dientes en tanto la anciana revisa con rapidez la herida - buen trabajo, Ezequiel. Sobre todo porque se dejó curar por ti, eso ya es algo. Yo tendría que corretearla por toda la casa para que pudiera sentarse siquiera y mostrarme la herida, no te cuento lo que significaría suturar porque no llegaría a tanto y a ella, se le caería la mano engangrenada que dejar que alguien la atienda. Gracias, Ezequiel. ¿Cómo se dice, Dáire? - la cambiante le observa con reservas - Gracias, Ezequiel - rezonga y cuando la mira con ojos duros, vuelve a agradecer, esta vez con mejor tono. - Bien, entonces ya está hecho. Por cierto, Ezequiel ¿En qué trabajas? ¿Y tu familia? - es más el interés de la vieja que en tanto pregunta, muestra una rapidez inusitada al entablillar la mano como Dáire pedía.
Como está en el momento del regaño, la doctora se deja hacer, lo cual nana aprovecha con rapidez terminando de vendar bien la mano, para que quede rígida. - Bien, ahora hagamos algo. Tú te acuestas y te duermes, no quiero que me estés renegando. Te me duermes y tú, Ezequiel, te traeré las muletas y me vas a acompañar para que me des tu opinión en algo. Voy a ir a por las muletas, como salga de tu boca, Dáire Isóbel cualquier reclamo a este samaritano, te prometo que comes acelgas toda la semana - la sola mención del platillo ya le produce una indigestión asegurada. El gesto es épico cuando arruga la nariz con asco. - Sí, nana - y en cuanto se retira, la doctora mira a Ezequiel con fastidio.
Se recarga contra los almohadones sin decir más. Cierra los ojos y es cuando recuerda algo - si tu intención fue ocultar que soy una cambiante, no es necesario. Provengo del clan MacKay en Escocia. Un clan donde ser cambiante es lo más normal del mundo y nacer humano, es algo extraño. Nana nació humana y no por ello, deja de cuidarme. Así que no encontrarás mejor comprensión para tu condición que en esta casa - toma las cobijas con la mano buena para acomodarse mejor, aprovechando el silencio - y no soporto la voz de nana cuando grita, es tan aguda, que me rompe los tímpanos. Por favor, no la hagas gritar de nuevo. Y sí, me disculpo, no debí acusarte - se cubre hasta el cuello como puede suspirando para recargar la cabeza en las almohadas. - Ezequiel... interesante nombre ¿Te lo puso tu madre o tu padre? ¿Tienes familiares acá? - rompe todas sus barreras para conversar, sintiendo por vez primera la necesidad de estar en comunión con alguien que pareciera ser, casi tan solitario como ella.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
"Take a piece of my soul, that's where I've been faking...
I'm brave enough, I'm brave enough.”
I'm brave enough, I'm brave enough.”
La voz de la anciana retumbó por toda la habitación y porque no decirlo, por toda la residencia, incluso el cambiante arrugó la frente ante el tono que usó, y tuvo que apresuradamente llevarse la diestra a cubrir su boca, ocultando la gracia que le provocaba el reto que le estaban dando a la doctora. La situación era bastante cómica viéndola desde afuera, casi como si ellos fueran dos críos y ella fuera la causante de algo contundente, de lo cual buscaba desesperadamente zafarse, aunque ya estaría pillada hasta los codos en la masa. De seguro no era su fuerte engañar a su Nana, quedó en evidencia solo al ver como se iba encogiendo al recibir para cada palabra, y ahí, finalmente Ezequiel recibió un dato sin pedirlo; Su nombre.
A mitad de la llamada de atención, al cambiante le llamó la atención un mísero detalle; No era la primera vez que pasaba por lo visto y ella conocía la verdadera razón del rompimiento de la taza. A cada segundo la situación cobraba más sentido y le daba más datos a él, por ende estaba sumamente atento a cada palabra que la anciana dijera.
Aguardó a ver como le revisaba la mano, ya que no le extrañaría recibir un reto también, quizás por haber realizado un trabajo mediocre con la sutura. Por el contrario, recibió las felicitaciones con alegría, al menos había podido ayudarla.
— No fue fácil, cuesta demasiado que se quede quieta. Y por nada, Dáire. — respondió a su agradecimiento, utilizando por fin el nombre que tanto ansiaba conocer. Atento observaba como la mujer se encargaba de vendarla, quería aprender en caso de que tuviera que ayudarla más adelante, ¿Y por qué creía que existiría otra oportunidad? Como si ella no hubiera sido lo suficientemente clara antes, al decirle que esperaba ansiosa que se recuperara y saliera de su vida. Recuerdo que le causó una puntada incómoda en el pecho.
Las preguntas que le fueron dirigidas fue capaz de responderlas al instante, no tenía recelo en contar esos detalles de su vida, ya que se encontraba tranquilo con lo que hacía, y con respecto a su familia, era un tema que estaba cerrado y asumido hace mucho.
— Yo soy cochero, trabajo para la realeza y clase alta. Esa es mi mayor fuente de ingresos, pero lo que de verdad me apasiona es dibujar, por lo que también trabajo de vez en cuando en las calles haciendo retratos a quienes buscan plasmar su imagen a través del tiempo. — contó más animado, aunque luego retomó la seriedad al mencionar a sus padres.
— Actualmente no tengo familia, vivía con mis padres en Rumanía, ahí nací. Mi madre murió cuando aún era un niño y mi padre poco después de que yo me fuera de casa. — comentó con la mirada desviada hacia una de las paredes, observando la nada, ya que en su mente la imagen de como encontró muerto a su padre, le azotó con demasiada fuerza.
Extrañamente se sintió aliviado de mencionar todo aquello en voz alta, ya no dolía como antes, ahora solo eran recuerdos más sombríos de su propio pasado, estaba acostumbrado a vivir con ellos.
Pestañeó un par de veces para concentrarse nuevamente en la castaña, quien lucía un vendaje bastante prolijo y firme, estaba claro que la mujer había tenido que vendarla varias veces antes.
— ¿Mi opinión con algo? — creyó a ver escuchado mal, pero no, eso había dicho la anciana, ante lo cual no se negaría y sencillamente asentiría con la cabeza un par de veces, dándole lugar a la fémina para que ocupara la cama en la que antes él reposó.
Observó como la anciana salía de la habitación, y aun sentado se volteó para mirar a quien ya se estaba haciendo un ovillo en la cama. Siente un alivio enorme, al fin la verá descansar y sonríe al escuchar las palabras que le dedica.
— Fue lo primero que se me ocurrió, no tenía como saberlo, pero me alegra que así sea, aunque tengo una duda, ¿Le dijiste a ella acerca de mí condición? — le interroga con voz suave, buscando no alterar el ambiente de tranquilidad que se había creado nuevamente en la habitación.
— No te preocupes por haberme acusado y si te dejé en evidencia a ti fue simplemente porque quería verte descansar, aunque sea un par de horas, las suficientes para que repongas energías y vuelvas a rezongar por todo, lanzándome tus comentarios tan dulces — claramente era sarcasmo aquello último, y ella se daría cuenta.
Atrevido podría considerarse su próximo movimiento, llevando su mano al rostro ajeno para quitar un par de mechones de cabello que tenía adheridos a su piel, sin contenerse de quedarse acariciando parte de su cabello.
— El nombre lo escogió mi madre, jamás me dijo porqué, ni siquiera sé de donde salió, pero a ella le encantaba y solo cuando se enojaba conmigo, tal cual lo hizo tu nana hace un momento, utilizaba mi segundo nombre... el cual no voy a darte ahora. — le aseguró con una leve sonrisa, y de forma juguetona le picó la punta de la nariz con el índice, para luego acunar su rostro con la diestra. Ella estaba fría, mientras que la temperatura del varón estaba mucho más elevada, por ende, mantuvo su mano hasta que sintió que la zona estaba más templada... Y no solo eso, disfrutaba el tacto de la piel femenina contra su palma y no quería separarse de eso aún, pero se obligó a retirar su mano, "No te queda mucho tiempo aquí, no te encariñes". Se recordó en silencio y suspiró, dejando caer su mano, sintiendo que cada segundo tan cerca de ella era peor.
— Voy a... Esperar a tu nana afuera, así podrás descansar mejor. — pronunció a duras penas y se levantó, pisando con suavidad sin voltearse, ¿Qué le estaba pasando?
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
When you appear, it disappears
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Para nana, esta situación en la pareja empieza a tener un sentido mayor del que esperaba cuando se dio cuenta de un particular detalle: la manera tan acelerada en que las heridas del joven sanaban. Eso le dijo demasiado de lo que sucedía. Si para saber la realidad de las acciones de su niña, sólo había de conocer su mente. Para la Nana, todo tiene solución y por más que Dáire se niegue a hacer algunos cambios en su hogar, ella sí está dispuesta a mover las fichas para obtener lo que necesita. Por eso es que pregunta y sondea el terreno respecto de la vida del hombre. Saber que es rumano y de paso, que sus padres fallecieron, si bien es triste y se nota que le acompaña en su pérdida por la manera en que le cambia el brillo en los ojos, le es conveniente. Si Ezequiel supiera que en realidad esta casa de mueve a la voz de la mujer, no le sorprendería que ésta fuera muy inquisitiva y lineal en sus preguntas.
Calla con prudencia para no alterar más el ambiente logrado, uno en el que Dáire se deja hacer porque como siga importunando a la mujer, volverá a gritar. Sí, la nana sabe cuánto le duele a su pequeña el sonido de su voz alta. No abusa de ello, más lo aprovecha para instantes como éste donde sabe que la cambiante está agotada y por más que le mande a dormir, no hará caso si no hay un evento "catastrófico" de por medio. Tan lineal es Dáire en su conducta, que un corte como éste, donde una herida de significancia importante tiene lugar, es motivo para que la doctora calle, atienda y obedezca. Algo que la nana no tirará en saco roto. Va a descansar, le guste o no. Y su puchero es señal inequívoca de que a pesar de todo, obedecerá. En tanto va por las muletas para enseñarle esa parte que quiere, Dáire oculta un bostezo contra las sábanas, intentando mantener los ojos abiertos. Tras todo el golpe de adrenalina, está agotada.
Remolonea en la cama para buscar una cómoda posición, tomando la almohada para acostarse de costado abrazándola con ambas extremidades poniendo el rostro sobre ésta como si creyera que es este objeto un cuerpo que la pudiera contener. - ¿Cómo supo nana que eres cambiante? No creo que sepa en realidad que lo eres, más bien sabe que eres un sobrenatural. Licántropo quizá, ¿Por qué no le preguntas? A ella le encantan los misterios, te asombrará lo que deduce con pocos datos - restriega la cara contra la almohada sin darse cuenta de que en realidad, ese aroma contra el que se frota, es el de Ezequiel. Su instinto le hace saber que es una fragancia que le proporciona confort sin que su mente lo registre. - Ahhh, ya veo. Me acusas para conseguir que me taladren los oídos y a cambio te quedas a gusto para ir a coquetearle a mi nana. Interesante. A ver si le coqueteas lo suficiente para que haga pastel de carne, que le queda de rechupete - intenta presionar.
Es fanática de la comida de nana, pero más del pastel de carne que la anciana hace cuando ella se porta bien y ahora mismo, no lo hizo. Que se lo pida el paciente, seguro que obtendrá su logro. El roce de las manos masculinas contra el cabello, le relaja. Busca su tacto de forma inconsciente, impulsada por el aroma que le llena las fosas nasales. Estaba tan acostumbrada a su padre, que es por la fragancia masculina que se da la libertad de consentirse. Cuando un alma está herida, puede reconocer a otra en la misma tesitura. Se identifica con él, necesita de su tacto sin que se dé cuenta. Restriega su mejilla contra la palma masculina cuando permanece más tiempo del necesario sobre su piel. El simple tacto la transporta a momentos más felices. - Ah, ya veo. No me llamo Isóbel, la nana insiste, pero papá decía que no. Mamá insistía en que sí, por lo que yo sigo la vertiente de papá. No y no. Y nana sigue diciendo sí que sí. Es una discusión tan antigua, que me recuerda a ellos. Mamá murió hace más de diez años, por eso nos fuimos de Escocia. Papá... - se le rompe le voz y niega con la cabeza ocultando más el rostro en la almohada.
Se da cuenta de algo que la libra del incómodo momento. Gimotea sacando los pies - ¿Abuso de tu consideración si te pido que me quites las botas? Me olvidé y como me vea nana con los zapatos en la cama, me va a dar chaz-chaz en la colita ¿Porfaaaa? - esa última palabra alargada tiene implícito un tono un tanto infantil. El que usa cuando quiere que la consientan. Por más edad que acumule, Dáire es demasiado caprichosa con quien tiene la confianza. Curioso, seguro que no analizó este detalle tan ínfimo. Una vez libre del calzado, desliza los pies desnudos bajo las mantas con un sonido inintelegible de placer que más bien pareciera un ronroneo que un gemido humano. - Vale, ten cuidado al bajar las escaleras, ¿Quieres? El tercer escalón está roto y no he podido pedirle a Gustav que venga a arreglarlo - bosteza dejando que él se retire en tanto ella se sumerge en el sueño de los ¿Justos?.
Apenas Ezequiel sale por la puerta, la Nana está subiendo con las muletas. Le observa y asiente con la cabeza - ¿Ya se durmió? Si está agotada, ayer seguro que llegó en la madrugada y hoy, el pequeño Pierre tuvo un accidente y hubo que acomodarle el hombro. Ten, niño, las muletas. Ahora acompáñame, cuidado con el tercer escalón, está roto. Ya me cansé de pedirle a la niña que lo mande arreglar, me parece que terminaré hoy por cerrar el consultorio y ponerme a hacerlo yo misma - independiente que es, no permitirá que alguien extraño venga y haga un ruido del demonio para que la cambiante tenga excusas de que no la dejan dormir. - Por acá - baja las escaleras con cuidado llegando al living, de ahí, gira a la derecha a una puerta bajo la escalinata que abre con llave. Atravesando el umbral, existe un pasillo largo, que toma por la izquierda para dirigirse a paso seguro hasta el fondo, donde otra puerta es abierta con llave.
El sol y la brisa de otoño les golpea, la nana trae un suéter liviano, no así Ezequiel. Colgada en una percha, hay un viejo abrigo de hombre - tenga, póngaselo antes de salir, no quiero objeciones, si se enferma, estaré complicada. Oh, cierto, ustedes no se enferman - razona, aún así, tiene extendida la prenda. No se mueve del sitio hasta que Ezequiel no se calza la prenda que le queda casi como anillo al dedo - vaya, es de la talla del doctor, eso es bueno, tengo ropa entonces para darle - sale de la casa hacia un enorme jardín que se extiende al frente y a toda la mano derecha. Basto, tiene algunos árboles frutales y plantas medicinales como puede apreciar el cambiante por el olor y la vista. Ella se dirige hasta una parte en lo profundo del jardín hasta llegar a una verja de madera. - ¿Me puede decir qué rompió ésto? - en donde señala, la madera está definitivamente rota con un objeto humano. Su deterioro no es producto del paso del tiempo, se nota que alguien intentó crear una entrada a base de fuerza.
Hay varios pedazos de astilla desperdigados, ninguno grande para llamar la atención. Incluso, está oculto el desperfecto con algo de hojarasca. - ¿Fue provocado? - quiere saber. En definitivo, es así. Frunce los labios cuando recibe la respuesta - eso temía. Ésto no estaba así anoche que me acosté, me temo que alguien está dando un mensaje muy claro. ¿Cuánto dinero quiere por quedarse y fingir que está haciendo las reparaciones en la casa que Dáire olvida? Tendrá techo, comida y al menos, trabajará en algo que no sean dibujitos o ser cochero de alguien. No tenemos mucho dinero, pero se puede costear sus honorarios. Lo que necesito es lógico: un hombre en la casa que haga cambiar de opinión a quien sea que está intentando penetrar. Es temporal lo de las reparaciones en tanto usted consigue un trabajo más o atrapamos al individuo que quiere entrar sin ser invitado. Quiero que se quede sobre todo, en las noches, que es cuando ésto sucede. Podría ser que le alquile una habitación si no tiene nada propio, así me aseguro de que estamos protegidas. De día, tenemos demasiados ojos con el consultorio - señala la construcción atrás de la casa. Sólo son dos cuartos, en lo alto del umbral principal, hay un cartel en el que se lee: "Consultorio". Se puede acceder a ellos a través de un pasillo en el lateral de la casa. Tiene una enorme campana, que seguro es ese timbre enloquecedor que suena y suena.
Ahora mismo, está otro cartel que indica: "No se encuentra la doctora". - Como consiga que mi niña empiece a cobrarles a todos una tarifa básica en lugar de aceptar gallinas y cajas de música como pago, podré tener más dinero para pagarle. Así que ayúdeme a convencerla. ¿Le viene bien el trabajo en tanto encuentra otro? ¿O ya tiene el suyo y no le interesa? Me gustaría que se decida, así veo qué hacer con la verja y de paso, con el guardián. No quiero que mi niña sepa de ésto, es preocuparla en vano. Y quiero pensar que sé quién es el causante de todo ésto, lo que me inquieta es equivocarme. ¿Qué piensa sobre alquilar una habitación? Podría incluso no cobrarle si a cambio nos cuida por las noches, pero es eso, cuidarnos. Sé que mi niña no aceptará a nadie ajeno porque es cabezota, usted tiene un punto a favor: es cambiante como ella. Eso gana sobre todos los demás prospectos, ¿Qué dice? - se queda a la espera de su respuesta. Detrás de la verja, Ezequiel detecta un olor penetrante: animal muerto, recién muerto. Tendrán que pasar un par de días para que pueda la mujer olerlo y seguro que la doctora no se pasa por ahí como para captarlo.
Dáire MacKay- Cambiante Clase Media
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Re: Haz el bien, sin mirar a quién +18 [Ezequiel O'Claude]
”I don't need anyone to tell...
Why I make my life this hell.”
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Cada momento que compartía junto a la cambiante le daba la extraña sensación de que sus historias no eran del todo diferente, sus padres tampoco estaban y aunque no alcanzó a confirmarle el deceso de su padre, pudo imaginarlo por la dolida actitud que tomó. De seguro no había sido hace demasiado tiempo para estar completamente en paz con eso. Por lo mismo no hizo más preguntas.
Antes de retirarse le fue imposible no devolverse para atender su última petición, aunque no pasó por alto lo manipuladora que podía llegar a ser cuando quería algo, había pasado de ser una insoportable y distante doctora, a convertirse en una muchacha dulce y conversadora.
— Siento que tengo muchas cosas que hablar con tu Nana. Y sabes muy bien que si lo hice fue por tu bien, ella tiene razón, eres demasiado terca y esperaste hasta un punto que ya fue extremo. No vuelvas a hacerlo, por favor. — le pidió, terminando de quitar sus botas, dejándolas ordenadas a los pies de la cama en el suelo.
Sonrió complacido, verla en la que había sido su cama le provocó un calor agradable en el pecho, y terminó por arroparla mejor, casi envolviéndole con las mantas, como si buscara mantenerla atada a al catre y que no se levantara hasta dormir por días.
— Tendré cuidado, no te preocupes, creo que mi pierna, a pesar de todo, sigue bien y no tendrás que quebrarla para volver a repararla. Tú descansa, si necesitas algo nos avisas. Iré a ver que quiere la anciana. — le anunció casi murmurando, al ver que los párpados de la castaña ya habían caído, y dedicándole una sutil caricia en su rostro, salió silenciosamente de la habitación.
Al cerrar la puerta tras su espalda, observa como la mujer ya viene de vuelta con las muletas, las cuales no son su fuerte en lo más mínimo, y al menos prefiere sostenerlas con una mano mientras se afirma de la baranda de la escalera para bajar a saltitos.
Llegando al primer piso, se acomoda y comienza a avanzar con la ayuda de los implementos tras la mujer, la cual solo la ve abrir puertas y avanzar por pasillos en los cuales se apresuró para seguirle el paso. Y en cuanto abrió la última puerta estuvo a punto de salir, cuando fue detenido y se le entregó el abrigo. El cambiante sonrió porque había pasado por alto que solo seguía con los pantalones rasgados y el torso desnudo, por lo que recibió la prenda, misma que le quedó bastante cómoda y la anciana no lo pasó por alto. Fue entonces cuando entendió que la prenda era del padre de la castaña.
Continuaron avanzando juntos hasta el jardín, la primera brisa le refrescó el cuerpo, había pasado demasiado tiempo en un habitación y no le gustaba la sensación de estar encerrado. Pero poco duró su conformidad en cuanto la mujer señaló la verja. El entrecejo del varón se frunció, avanzando hasta la misma, y no tuvo dudas y de seguro la mujer tampoco, pero buscaba de alguna forma que alguien desmintiera aquello.
— Es obra humana, otro ser habría arrasado con la mitad de la verja... Y sí, no hay duda que fue intencional. — exhaló, y en cuanto cerró los ojos para buscar algún tipo de aroma, fue uno absolutamente desagradable que llegó hasta sus fosas nasales, el cual le hizo arrugar la nariz. Pero ya se acercaría para buscar, fue la voz preocupada de la anciana y su petición lo que reclamó su atención.
— Tengo mi hogar lejos de aquí, está más en el centro de la ciudad, pero no importa eso, me quedaré y no preocupe por el dinero, la doctora me salvó la vida, y no me alcanzará la misma para pagarle lo que hizo... Hicieron por mí. Pero necesito saber un par de cosas, ¿Tienen enemigos? ¿Los tiene ella? Quien sea, cualquier información que pueda darme será útil, cualquier detalle que sepa o recuerde. — le aseguró, parándose frente a la anciana, por lo que tuvo que inclinarse un poco, ya que si Dáire era pequeña, la Nana lo era mucho más producto de su avanzada edad.
— Tengo... Tenía un trabajo, mismo que fue responsable de que la doctora me encontrara en pésimo estado, y tomando en cuenta estos dos días que llevo aquí, de seguro ya fui despedido o dado por muerto, lo único que me queda son mis... — rió levemente al pensar en como los había llamado ella antes.
— Mis dibujitos, y eso puedo hacerlo por la mañana o la tarde, cuando sepa que no estarán solas aquí, pero antes de que oscurezca me tendrá de vuelta y no serán todos los días. Me encargaré de hacer notar que no son solo ustedes en la residencia. Espero pueda convivir con dos cambiantes, aunque le aseguro que me porto mucho mejor que Dáire. — se comprometió en medio de aquel comentario, y le acarició el hombro a la mujer con suavidad.
Aún debía atender un tema, y por lo visto era algo que la anciana no había detectado, quizás porque el aroma todavía era leve, pero no tardaría en empeorar. Retomó su seria postura y caminó por la orilla de la verja, con ayuda de las muletas, las cuales cayeron al suelo ante la sorpresa que recibió; Un can... Un Husky brutalmente masacrado y bañado en sangre, tenía marcas en sus patas y el cuello, lo torturaron y no encontraron mejor acción que lanzarlo dentro del jardín, quedando escondido entre la maleza del lugar. La anciana hubiera tardado días en encontrarlo, cuando la descomposición ya surtiera efecto.
— Maldita sea. — susurra, eso es una advertencia clara para la fémina que descansa arriba, alguien lo sabía, no era casualidad, no podía serlo, y entonces descubrió que compartían mas que solo su naturaleza, también sus pieles.
Escuchó el grito ahogado de la anciana y se apresuró a interponerse en su visión, aunque sabía que ya era tarde, ella lo había visto y notaba el miedo en su rostro.
Dejó las muletas y bajó el pie para guiar a la mujer lejos de ahí, mientras ya había comenzado a escapar con varias frases que solo confirmarían las sospechas del castaño y era Dáire la que estaba en peligro.
— Yo me encargué del can, necesito ver algunas cosas, así que por favor no lo toque y no vuelva a acercarse, no es necesario, voy a deshacerme de él luego. — le aseguró para calmarla, ya que notaba que estaba al borde de una crisis nerviosa que no le daba ninguna confianza a Ezequiel, al contrario, su preocupación crecía como la maldita espuma.
— Voy a cuidar a Dáire, aunque no lo quiera, y lo haré hasta estar seguro de que atrapemos a quien está detrás de todo ésto... Por el momento será mejor no decirle nada a ella, solo se va a preocupar y al menos quiero que los dos o tres días que tarde su mano en recuperarse, que solo se enfoque en descansar en la residencia. — sus palabras sonaron decididas y más tranquilas de lo que estaba realmente, en su mente existía un sin fin de preguntas y temores, que esperaba no llegaran a cumplirse.
Ezequiel O'Claude- Cambiante Clase Media
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