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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Dáire MacKay Lun Sep 24, 2018 7:40 pm

Recuerdo del primer mensaje :

En algún momento de la vida, debería de dejar el sobrenombre de "buena samaritana" en paz. Igual, debería hacer muchas otras cosas más que ignora con tal de ayudar. En tanto da una mordida a la manzana, el crujido se escucha por el silencio del lugar, disfruta del zumo de la misma que resbala hacia el interior de su boca, dulce como la melaza y con un tinte muy leve de acidez, medita que si no fuera por eso, estaría ahora mismo en casa, echada panza arriba mirando a la nada. La vida no es vida sin un poco de emoción y de actividad. Se moriría estando sola, sin hacer algo. El pedazo de la manzana es masticado lento en tanto su lengua recorre sus labios llevándose así el resto del zumo para que no resbale hacia su barbilla. Camina en silencio, recorriendo la distancia entre su casa y la de la mujer que atendiera desde que le avisaron a media tarde hasta ahora. Por el viento que hace, entrado el otoño, han de ser las dos o tres de la mañana.

Sin preocupaciones, avanza por las desoladas calles. ¿A quién le interesaría un "hombre" que está caminando con un bolso echado al brazo, cubierto su cuerpo por una larga gabardina que tuvo mejores días, con la capucha echada y una fruta en la mano? Eso es lo que aparenta, por eso elige estos ropajes cuando sale a atender a alguien sabiendo que el tiempo se puede esfumar como arena entre los dedos. Traga jugueteando con la fruta, diez metros después vuelve a llevar la manzana a la boca para dar otro mordisco, gimiendo de felicidad por el sonido que produce esa mordida, con el zumo de nuevo en sus papilas y esta vez, succiona con los labios bien pegados a la cáscara para absorber más el sabor. Mira el rojo fruto en su mano con deleite. Como pago, debido a la escasez de dinero de la familia, le dieron un bolso con seis, siete manzanas. Por eso es que decidió empezar a engullir una de ellas, la más gorda, roja y apetitosa de todas.

Entrecierra los ojos con un rictus de total placer cuando sus oídos escuchan algo más allá de sus pasos, de sus gemidos bajos y suaves. Detiene su andar afinando el sentido, para escuchar mejor y orientarse sobre qué produce tales sonidos. Esta vez, al alejar la fruta de su nariz, huele más que el típico aroma de las calles desiertas, sucias, con orines y otras deliciosas fragancias. Sangre. Su cabeza se desvía hacia donde oído y olfato concuerdan, se encuentra la causa de su interés. No debiera. Ni siquiera sabe qué está pasando dentro de lo que pareciera ser un callejón. ¿Y si es un vampiro? La oscuridad tan profunda evita que pueda mirar más allá a pesar de sus desarrollados sentidos. Chasquea la lengua con una expresión contrariada reflejada en cada uno de sus rasgos. No debiera. ¿Y cuándo hace lo que su instinto le dice? Debiera empezar ahora. Debiera, debiera, debiera, bah.

Se adentra con paso raudo con la intención de echar un vistazo y si algo anda mal, salir de ahí a toda velocidad. Puede transformarse, no es lo ideal, pero funcionará. La soledad del sitio le genera mayor perspicacia, entiende poco y nada de lo que ahí pasó, hay algunos objetos que parecen rotos por alguna pelea incluso, una botella en un rincón tiene rastros de la sangre que ella oliera. Un par de pasos más la dejan a mitad de todo. Justo cuando va a dar media vuelta, un sonido -el sonido- le evita la huida. Sus ojos se dirigen a una multitud de basura, entre cartón, algunas láminas de metal y ropas roídas, como si fuera premeditado para ocultar algo. Se queda paralizada por un instante temiendo que su razonamiento de que fuera una trampa sea realidad. De ser así, la sangre no sería tan abundante. Sacude la cabeza de derecha a izquierda, si ya está metida de cabeza en el fango, hay que terminar lo iniciado. Terca como es, se obliga a avanzar hasta el lugar, para dejar el bolso en el piso y empezar a quitar las telas, los objetos de metal y los cartones hasta encontrar bajo todo eso, el cuerpo de un hombre malherido. - ¡Ajá! ¡Lo sabía! ¡Toma tu "debiera"! - habla sola a la nada, sonriendo triunfante por su hallazgo.

Se agacha para quitar el resto de las cosas que lo cubren, así que se pelearon con él y creyéndolo malherido de muerte, decidieron dejarlo oculto para que nadie lo encontrara. Demasiadas molestias para una persona de su porte, con las ropas de baja calidad y se nota que hasta viejas. Ha de ser un hombre que se metió donde no debía. Le ausculta con rapidez, cuidando de colocar su cuerpo en una posición adecuada para la revisión procurando no lastimar más sus heridas. Un trauma cráneo encefálico es la primera causa de tanta sangre. La segunda es una herida por algún objeto punzo-cortante en el costado. Por la posición, está comprometido el hígado. Las lesiones en el rostro son producto de una golpiza que le dieron estando consciente por la manera en que están formándose los cardenales. - Quien te hizo ésto, te quería mucho - ironiza negando con la cabeza. Este hombre necesita atención médica urgente o terminará muerto pronto por desangramiento. Frunce los labios sacando con rapidez una jeringa, tomando un poco del sedante para que no despierte antes de hacer lo que necesita y evitar también que se abra más las heridas. Una vez listo, revisa el lugar, toma las mantas sucias sabiendo que está mal, más no tiene algo adecuado a la mano.

Rompe con rapidez las telas haciendo tiras de ellas, las deja a un lado de su bolso sacando unas vendas limpias, que corta con rapidez con uno de sus cuchillos esterilizados para ponerlas sobre las heridas y vendarlas con las sucias formando torniquetes en las heridas fomentando la coagulación, de esa manera taponará evitando que pierda más el líquido vital. Revisa sus brazos, observa sus nudillos - así que diste pelea - razona al ver los hematomas en los de la diestra mano. Sigue con las piernas notando algo que se le escapaba: una herida de bala en el gemelo izquierdo. - Te digo que era tanto su amor por ti, que te dieron con muchas ganas - chasquea la lengua, vuelve al proceso del torniquete. Una vez listo, se levanta con las manos en puños colocadas en las caderas - bien, chico, vamos a moverte - deberá sacarlo de ahí lo más pronto posible antes de que alguien note su presencia. La de ambos. Por curiosidad, entorna los ojos revisando su aura para ver el estado del personaje.

Sus ojos se abren como platos. Cambiante. ¿Un cambiante en París? Desde su llegada, no se encontró con uno y ya hace mucho tiempo que está ahí. Se rasca la nuca exasperada. Su plan era llevarlo hasta un hospital, en cuanto vean que sus heridas sanan con rapidez, empezarán a sospechar y luego, llamarán a la inquisición porque tendrán a un engendro de Satán como los llaman. ¡Si lo sabrá ella, que lo ha visto con licántropos! ¿Qué hacer, qué hacer? Por inercia, mira el rostro del hombre para gruñir desde lo más profundo de su pecho - debería dejarte aquí - rezonga porque es cierto, el "debería" sigue siendo su perro de cacería personal, al que jamás le deja de plantar cara. - ¡Odio que me pase ésto! - rezonga en voz alta antes de tomar algunas vigas de metal, unirlas con el resto de la tela para formar una camilla improvisada y mirar al hombre antes de arrastrarlo encima de ésta. Lo sujeta con fuerza de los muslos y el pecho con unas viejas sogas que encuentra agradeciendo el tiradero humano.

Una vez sujeto, bien firme, se resigna. - ¡Cambié de perro a burro de carga! - se ríe por su mala suerte. Toma el resto de sus cosas para meterlas en la bolsa, se la echa al hombro y empieza a arrastrar al hombre hasta salir del callejón. Mira a un lado, al otro y cuando está segura de que nadie la ve, sigue su penoso recorrido agradeciendo que el ser cambiante le dé una fuerza superior a la normal. A mitad del camino a su casa, se detiene para descansar, limpiándose el sudor con el pañuelo que tiene en el bolso, notando que sus manos están manchadas por la sangre. Se resigna, de reojo mira su carga - deberías ponerte a dieta. ¿Sabes que estás gordo? - mentira, sólo que está cansada por la situación y estar jalando. Por fin, sólo por fin, llega a su hogar. Su nana la espera despierta y cuando ve su carga, la mira con espanto. - Niña ¿Qué hiciste? - Dáire no sabe si reír o llorar. - Es lo que me dieron de pago por atender a Marie. ¿Puedes ayudarme a llevarlo a la recámara de invitados? Tiene el peso de un cerdo - reniega.

Entre las dos mujeres, logran dejarlo en la habitación, meterlo en la cama y en tanto la nana sale corriendo a buscar agua tibia, vendajes nuevos y algo de medicamentos, Dáire se deja caer en un sillón al lado de la cama agotada. Sólo unos minutos más y seguirá con sus labores. Despierta sobresaltada al escuchar a su nana, se pone en pie de inmediato para tomar la bandeja con agua caliente dejándola sobre la mesa de ayuda. Se quita la gabardina y el suéter. Se sube las mangas de la camisa para empezar la labor. Su nana le mira intrigada, lo que provoca su sonrisa - ve a descansar, me hago cargo de él. Por si las dudas, agarra la escopeta y si escuchas un grito, le disparas - la mujer sacude la cabeza porque bien sabe las pésimas bromas de su niña. Se retira y vuelve con unas cadenas y unos grilletes - Ten cuidado, úsalos cuando termines - propone antes de retirarse de la habitación dejando a Dáire con una ceja arqueada por la imagen que le dan esos objetos.

- Otra vez solos, ma cherie y como ves, ya tengo con qué obligarte a ser mi esclavo - se burla poniéndose de nuevo seria, toma las tijeras para cortar sus ropas, es más rápido que estar desnudando con cuidado. Además, ya tiene tantas rajaduras, que seguro que no la extrañará. Se anota mentalmente que tiene que pedir más ropa para él. Seguro que tienen en la bodega de su talla. Una vez sin más prenda que sus calzoncillos, recorre la mirada para saber por dónde empezar. - Si no fuera tan profesional como lo soy, te quitaría esa tela para ver si es cierto lo que dicen sobre los hombres atractivos y su orgullo masculino - se mofa después de aplicarle otra inyección reforzando el sedante. Mira su rostro pasando un paño con agua tibia por él, tiene facciones muy interesantes que le hacen atractivo sin duda. Se dedica a limpiarlo con cuidado, con profesional tacto, procurando no ser tan invasiva con las heridas, limpiándolas una vez que tiene desinfectadas las demás, el sedante ayudará para que no despierte durante el tratamiento y de paso, para que aminore el dolor. Asiente al ver que su naturaleza cambiante está ayudando en su proceso de cicatrización y sanación.

Se esmera en coser con cuidado las que son más profundas, tarareando una canción que escuchara con su madre. Una vez termina, asiente con la cabeza por el trabajo hecho, - ¡Así se hace, Dáire, ahora te mereces ir a la cama y dormir! - se frota las manos con entusiasmo mirando por el rabillo del ojo que el sol está saliendo. Eso sería muy bueno si no tuviera más pacientes por atender o muy malo porque no recuerda a qué horas tiene que hacerlo. Por inercia, va a salir de la habitación cuando recuerda el consejo de su nana - ¡Cierto! No te queremos rondando en calzoncillos por toda la casa, ma cherié, seguro que despiertas las bajas pasiones de la nana y ya está muy vieja para que se pongan a jugar a la casita. Prefiero atarte a la cama y que me consideren una torturadora de hombres - se mofa tomando los grilletes y colocándoselo en el pie izquierdo, uniendo el otro extremo a la base de la cama. Una vez segura de que no escapará -según ella, porque si levantara la cama, se daría cuenta de que queda en completa libertad-, estira los brazos al techo, poniéndose de puntitas para ir a su recámara. Se asea colocándose un camisón, tomando el edredón de su cama, regresando a la habitación donde está el paciente y se deja caer -literalmente- en el sillón al lado del hombre, tomando las mantas para abrigarse y hacerse bollito sobre su costado izquierdo. No pasan ni dos minutos cuando se queda por completo dormida creyendo que el hombre está sujeto a la cama y que no causará problemas. Ilusa, es otro de sus sobrenombres.


Última edición por Dáire MacKay el Jue Oct 04, 2018 11:14 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Ezequiel O'Claude Jue Oct 04, 2018 8:47 pm

”When will it ever end? the arms of relief seem so out of reach...
But I'm here.”














En la mujeres las ganas de reaccionar eran inexistentes, por mas que trató de espantarla, no le hizo ningún caso y solo continuaba arrimándose a él, asegurándose de que no se moviera ni un centímetro de su lado. Razón que lo hizo pegar un salto cuando la voz femenina se alzó de tal manera, producto del golpe en la puerta, por su parte Ezequiel no fue capaz de contener la risa que le produjo la situación y más aun cuando la anciana fue cómplice de todo aquello. Al parecer se estaba haciendo de una aliada, y muy poderosa dentro lo que lo una anciana de ochenta y algo, podría llegar a ser.

Realizando una réplica de los movimientos que ella hizo alrededor de su cuerpo le imitó, rodeándola de nuevo para atraerla a la posición que había tenido en un inicio, misma que no ayudaba a sus instintos, mucho menos si continuaba quejándose de esa forma, ¿Importaba? Quien sabe cuando volvería a tenerla así de tranquila y cómoda con él. No cerró sus orbes, al contrario, detalló cada centímetro del cuerpo ajeno contra el suyo, como prácticamente ronroneaba cada vez que se acomodaba, como su respiración le acariciaba la piel de su cuello. Guardó receloso ese recuerdo en su mente y sonreía para si mismo.

Por lo visto la fémina estaba volviendo en si, y se apresuró a darle espacio para que realizara todos sus procesos de estiramiento que antes había visto, pero en cuanto sus miradas se entrelazaron, volvió a acercarse, jugando con la mínima distancia que mantenían. El roce del cuerpo ajeno se le estaba volviendo sumamente adictivo, y por su parte se obligaba de mantener las manos pegadas a su propio torso.
Eres una consentida, y en medio del sueño tremendo que traías encima, no me quedó más opción que quedarme aquí contigo, inmóvil, fingiendo ser otra de tus almohadas. — le explicó, con un gesto de fingida molestia para luego sonreírle, entrecerrando sus ojos con un gesto de incredulidad.
Es primera vez que uso esa técnica, ¿Y mira? Quien diría que funcionaría tan bien contigo. Pero ahora estás bien despierta, supongo, puedes darme otra respuesta si no estás de acuerdo con nuestro trato. — le aseguró, encogiéndose de hombros, aprovechando de estirar su cuello, había estado en la misma posición demasiado tiempo, todo por mantenerla cómoda a ella.

La advertencia del doble castigo le hizo arquear una ceja, no sabía el servir de almohada era un atrevimiento. Por lo que escuchó atento el primer "castigo", ante lo cual reprimió una risa y solo asintió, era ilógico que se negara a algo tan dulce como aquello, y así, él también podría asegurarse de que ella durmiera lo necesario, ¿Que mejor?
Será un castigo horrible realmente, ocupas toda la cama, mujer. — le recriminó, como si eso fuera posible, con lo menuda que era y considerando que prácticamente había dormido sobre el cuerpo masculino, el espacio que utilizaba en la cama era ínfimo.
¿Una curiosidad? — fue todo lo que alcanzó a pronunciar, sintiendo como la cálida palma femenina se depositó contra su mejilla y en segundo sus labios se unieron. Nunca se lo hubiera esperado, ¿Lo deseaba? Claro que sí, pero estaba conteniendo los pensamientos que le habría empujado a hacerlo, y ahora, como si ella buscara que las cosas fueran más sencillas, había roto sus propias barreras.

No supo que responder, no fue consciente en que momento, la diestra de él se instaló en la nuca femenina, mientras que la zurda rodeó su cintura para afianzarla a él, apoderándose sin restricciones nuevamente de los pétalos atrevidos que había comenzado todo.
Sus labios se entreabrieron, guiándola a hacer lo mismo, para así invadir con su lengua y de forma suave el interior de la boca ajena, inclinando su cabeza para tener mayor acceso.
Sus brazos se mantuvieron firmes en todo momento, buscando que ella imitara la posición de éstos, mientras sentía que recuperaba lo que le había sido robado segundos atrás. El tiempo pasó demasiado rápido, en cuanto la cabeza del cambiante se inclinó levemente hacia atrás para observarla, aunque se negó a soltar el abrazo, la proximidad que tenían era lo único que deseaba en ese instante.
Al parecer tu curiosidad es altamente contagiosa. — le acusó, casi rozando la punta de su nariz con la contraria, deseaba mas de ella y precisamente ese deseo hacía que toda la responsabilidad cayera sobre los hombros de la castaña. El control que antes había mantenido el varón estaba en el suelo.

Él no se arrepentiría de sus acciones, y lo repetiría cada vez que tuviera la oportunidad, es por eso que debía entender a que jugaba ella, ¿Era realmente un trato en que tendrían? ¿Lo llevarían de esa forma? En la mente del cambiante se arremolinaron un sin fin de dudas. En el fondo se sentía dichoso, pero se obligaba a ser cauteloso con ella, no quería que sus impulsos nublaran su razonamiento. Aunque ella, se lo ponía realmente difícil.


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Mensaje por Dáire MacKay Jue Oct 04, 2018 9:32 pm

Your kiss got me hoping you'll save me right now
Looking so crazy in love's got me looking
Got me looking so crazy in love

Cada frase que el varón que intenta elevar al aire para que ella reaccione, es parreada por su propio instinto que está aflorando con un compañero de su propia especie, de su forje y condición. Lo que no se atrevió a hacer con su prometido en los seis meses que duró su enlace, con Ezequiel parece tan natural, que es extraño evadir las sensaciones y necesidades que le desata. Es bizarro negarse a lo que desea, lo que él le provoca con su calor, con su aroma que intoxica sus sentidos, con cada roce contra su piel. La mirada del varón seduce sin proponérselo, la invita a dejarse llevar y ser contenida en sus musculados brazos que son agradables al tacto, suaves y dulces, delicados con ella. Al término de su desliz, donde su atrevimiento raya en la locura, no espera la respuesta.

Corrección, la mente es la que está desprovista de una experiencia que se compare a ésta, es su cuerpo quien reacciona acoplándose al del compañero que la demanda, tomando su nuca exigente, sujetando la cintura para que el escapar no sea opción. El rostro de Ezequiel va bajando conforme los segundos transcurren y esta vez, ella sabe lo que pasará. El contacto la electrifica, enviando descargas a su columna, erizando el vello de su piel, provocando a su corazón bombear la sangre con fuerza para acelerar ese ritmo que fuera pausado como respuesta a la demanda masculina. Sus labios se apoderan de los suyos ahora, imponiendo el ritmo, la manera de tocarse, de saborear al otro. Accede a la invasión abriendo las puertas de su boca para que su lengua la recorra. Un gemido es su bandera blanca. Se rinde a la experiencia del hombre al tiempo que aprende con él.

Guiada de su mano, escala la primer cima del erotismo, sintiendo su cuerpo reaccionar, ponerse duro en el busto, formar un lago de lava en el vértice de sus muslos. Sus manos se aferran a su hombro, la dañada. A sus cabellos, la sana. Apretujando, demostrando cuán intenso es para ella, en tanto sus lenguas se encuentran en una danza antigua, sinuosa y sensual, despertando los demás sentidos y abriendo las puertas a la sexualidad recién descubierta. La tierra virgen se entrega sin pudores. Y justo cuando siente que va bien, que todo es correcto, el contacto se rompe. Un gemido de protesta se abre paso por sus labios que temblorosos, se quedan expectantes. Su justificación de la respuesta a su primer impulso, tiene por respuesta una sonrisa ladeada en los labios femeninos. - Si ésto fuera una enfermedad, me declaro infectada. Y soy la doctora, por lo que no puedo equivocarme - la saliva raspa su garganta de lo difícil que es tragarla.

Entiende que el compromiso con un humano es imposible. Lo único a lo que puede acceder ahora mismo, es a tener una experiencia completa con un igual. Le tiembla el labio inferior cuando susurra con voz temblorosa, - sí soy caprichosa, ¿Cumplirás mis deseos? - desliza la mano sana por su barba, acariciando su largo, sintiendo cómo pica en sus dedos, maravillándose por ello. - Si me rindo, ¿Tomarás todo de mí? - sus ojos reflejan vulnerabilidad y por un momento, un brillo determinado se implanta en ellos. Alza la cabeza rozando la mejilla contra la suya, llegando hasta su cuello para depositar un solitario beso, subiendo con un camino de muchos compañeros que se dedican a complacer al hombre hasta llegar a su oído - Estoy dispuesta a todo... ¿Me harás esperar? ¿Tendré que llevar la batuta o me enseñarás cómo puede ser entre los nuestros? - por impulso, atrapa el lóbulo de su oreja entre los labios.

Siente algo crecer en su vientre, por la diferencia de estaturas. Jadea suave, llamando al hombre, incitando a Ezequiel - si debo elegir, te elijo a ti. ¿Es suficiente para que sigas? Quiero explorar todo contigo - su voz es ronca de pensar en lo que las prostitutas le comentaran sobre el sexo. - ¿Me harás esperar, Ezequiel? ¿O vas a tomar lo que te ofrezco? - desvía el rostro, acariciando su mejilla con su nariz, colocando de nuevo la cabeza hasta encontrar la posición que él le enseñara iba mejor. Y cual guerrera que es, atrapa sus labios con los suyos, presionando, buscando, libando el inferior con ansiedad, provocando al hombre a corresponder este acto que para ella, es único. Donde le está entregando todo, confiando en que sabrá apreciarlo, cuidarlo, despertarlo y satisfacerlo. - Házme tuya, que el mundo se venga abajo. Si finges ser mi prometido, finge que te gusto y complace mis deseos. Házme tuya, Ezequiel - muerde el pliegue de su boca demostrando cuán decidida está. No se va a arrepentir de ésto, quizá sea la única oportunidad de estar con una pareja. Con un igual. - No tengas dudas, porque no las tengo.

- En este momento, sé que eres el indicado. No me dejes sola en este deseo -
culmina mirándolo a los ojos. Esperando su respuesta.


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Mensaje por Ezequiel O'Claude Jue Oct 04, 2018 10:50 pm

”Dragonfly out in the sun,
You know what I mean, don't you know?.”













El primer gemido que nació protestante de los labios ajenos, le estremeció, deseando volver a devorar sus labios, mismos de los que se había apoderado con tanta ansiedad que ahora sentía que le faltaba una parte en su propio ser. Estaba obsesionándose con la cercanía, con el calor que emanaba sin reparos del cuerpo entre sus brazos.
Saber que no era solo él quien luchaba contra sus mas bajos instintos le alivió, al paso que le daba un nuevo empujón a continuar lo que había iniciado, donde esperaba un rechazo que jamás llegó, y en lugar de eso, solo recibió una recriminación por parte de la castaña, quien se mostraba tan impaciente como él se esforzaba en ocultar.

Disfrutó del suave tacto que le fémina dedicó en su barba, y sonrió, esta vez diferente, con sus orbes intactos por aquel brillo cómplice que compartía con ella. Preguntas exigentes, arriesgadas, de las cuales jamás dudo como responder, al contrario las palabras brotaban con una naturalidad que le dejaba completamente expuesto ante ella.
No sabes cuanto ansío complacer todos tus deseos, ni siquiera tengo la fuerza para contradecirte... Y no quiero hacerlo, no voy a negarme. Tomaré todo lo que estés dispuesta a entregarme, Dáire. — le aseguró con la voz ligeramente más ronca, misma con la cual liberó un bajo gruñido ante el placer provocado por la efímera presión que los labios femeninos ejercieron en su cuello, para que luego su respiración le diera justo contra su oído.

La atrevida voz femenina, el roce de su figura y el como se estaba entregando a él, fue suficiente para que su cuerpo reaccionara, sintiendo la presión contra la tela de los pantalones que calzaba, estaba llegando a un punto sin retorno, él lo sabía y esperaba que la mujer estuviera absolutamente segura de sus palabras.
Pero fueron sus acciones, el como volvió a buscar sus labios de forma más decidida lo que se transformó en un pase libre para él. Sus brazos le rodearon con mas fuerza, sin dejar ni un espacio entre sus cuerpos, mientras se encargaba de responder al compás ambicioso de los pétalos ajenos.

Las últimas palabras fue todo lo que necesitó para liberarse de todas las ataduras que él mismo se impuso desde que terminó de forma tan inesperada en la cama con ella. El destello de una sonrisa fue todo lo que mostraría, pues su rostro se tornó anhelante.
No va a ser necesario "fingir" que me gustas, ¿Acaso no te das cuenta? — lanzó la pregunta de forma irónica, sin entender como ella no lograba darse cuenta de lo mal que lo tenía, volviéndose loco por las ganas que tenía de lanzarse sobre ella como si ellos fueran los únicos en el lugar.

Gran detalle. No le advirtió sus intenciones y mordiéndose el labios inferior, liberó el cuerpo ajeno con pesar, dándole quizás una falsa señal. Pero el varón debía tomar precauciones básicas, evidentemente, por lo que avanzó hasta la puerta y dándole la espalda a la castaña, hizo crujir el pestillo al activarlo, no deseaba que nada ni nadie interrumpiera el momento que llegarían a compartir.
Se volteó nuevamente para enfrentarse a la mirada ajena que le observaba confundida, mientras caminaba de vuelta, se deshizo de su camisa, dejándola caer al suelo, extendiendo sus manos para sostener las ajenas, -aunque tuvo cuidado de no apretar la suya lastimada- y alzarla frente a él, dándose por primera vez el gusto de observarla con lasciva, dejando que sus manos se ubicaran en la fina cintura para luego iniciar un suave camino hasta su cadera.
No voy a dejarte sola, y no voy a hacerte esperar más. Vas a ser mía, completamente mía, Dáire. — le aseguró, haciendo que sus manos tomaran rumbo ascendente, paseando por sus brazos, y hombros hasta dar con el cuello femenino, guiando sus dedos al primer botón de la camisa, que no tardó en abrirse, y así continuó, mientras se inclinaba a besar su cuello con una contenida delicadeza.
Solo déjate llevar, déjame hacer y no te reprimas conmigo. — murmuró contra su tez de su cuello, dándose el gusto de morder suavemente la curvatura de su anatomía.

En tanto sus manos terminaron el trabajo, abrió la camisa ajena, deslizándola por sus hombros, para que esta resbalara hasta el piso junto a la que había adoptado como propia. Aunque no separó su cuerpo, esperaba que ella lo hiciera, esperaba que le mostrara su cuerpo sin vergüenza, sin culpa, que se entregara a él por completo.


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Mensaje por Dáire MacKay Vie Oct 05, 2018 12:22 am

The way that you know what I thought I knew
It's the beat that my heart skips when I'm with you
But I still don't understand
Just how your love can do what no one else can.

La sinceridad de sus palabras palió sus ansias de ser aceptada. Su inseguridad producto de ser rechazada por su prometido a poco tiempo del enlace sacramental. Si su condición cambiante era la barrera para tener una relación formal, ¿Qué quedaba? Puede ser que Ezequiel sea la respuesta a sus preguntas. Y si hay sinceridad en él, Dáire está dispuesta a dejar la mente a un lado para sólo concentrarse en lo que está pasando en esta habitación. El aquí y el ahora. Sin más contratiempos, la sonrisa del hombre es contagiosa. Siente un estremecimiento en la piel que la recorre en tanto él mantiene sus orbes fijos en los suyos dándole la seguridad de la que careciera instantes pasados y que fuera el motor para insistir esperando que no la rechazara.

Responde a su pregunta con un encogimiento de hombros - quería estar segura de que ambos lo deseábamos - es tal cual su inquietud, que se queda asombrada cuando él se aleja de sus brazos. Dejando atrás en su cuerpo, el vacío y la frialdad sin su calor, sin su aroma o su presencia, se instalan dejándola sorprendida. ¿Cuándo se volvió tan importante este hombre? La respuesta es simple: en el mismo momento en que ella lo eligió para compartir la experiencia del erotismo. Le observa ir hacia la puerta. ¿Acaso va a retirarse? El sonido extraño en esta casa del pestillo al ser colocado, le indica lo que él busca: intimidad total. El estremecimiento que nace en la boca del estómago y se extiende por toda la epidermis, es el preludio. Sus nervios y timidez se juntan al verlo voltear hacia ella, con la resolución en lo profundo de los ojos que le atraen, haciendo de su mente un revoltijo de ideas y de sus instintos una total capitulación. La primer prenda cae al piso, sin mayor anticipación que un movimiento de sus brazos.

Su caminar está limitado por la movilidad de su pierna y ni por ello, deja de ser firme y seguro. Como todo lo que vio hasta el momento de él. Entiende que puede confiar su bienestar y que él la contendrá sin límites. Alza las manos hacia las suyas, dejando que las tome y la lleve a deslizarse a los pies de la cama, quedando de pie. Tiene que alzar la cabeza para mirar su rostro, la altura entre ambos crea una diferencia que para ella, es señal de protección y para él, de lo diminuta y frágil que es a pesar de su carácter. Sus manos varoniles se desplazan de su cintura a la cadera haciendo que la temperatura aumente en instantes, dejando recuerdos imborrables. Nota la diferencia de tamaño en esas falanges que la recorren, grandes y firmes, le provocan escalofríos y en consecuencia, el labio inferior le tiembla sin control. La resequedad de los pliegues de su boca es paliada por su músculo bucal que sale a dar un alivio lubricando la zona.

Sus palabras son la confirmación de sus anhelos, en consecuencia, su cuerpo se tensa por la anticipación a sus caricias. Sus mejillas se llenan de color y sus párpados bajan un poco intentando controlar la ansiedad y la inseguridad de quien por vez primera, experimenta los juegos previos a la unión entre un hombre y una mujer. No cede un ápice, dejar terreno para que les distancie en este precioso momento, no está en sus deseos. Las caricias en ascenso hacia su cuello fomentan escalofríos y algunos movimientos involuntarios. Un suspiro escapa sintiéndose vulnerable en el instante en que demanda con su voz besando su piel, hincando los dientes en su tez. Un gemido se atraganta. Se mantiene el aire ahí, creando un nudo impidiendo el habla. La tela cae sinuosa resbalando por sus brazos hasta terminar hecha un ovillo en el piso. Cubierta sólo por las telas íntimas, la cambiante siente la necesidad de cubrirse.

Aprieta la mano sana creando un puño por la fiereza con que combate el impulso. Alza la mirada al rostro masculino, son sus ojos quienes le dan la respuesta de lo que espera. Retrocede dos pasos hasta que sus muslos sienten el borde de la cama, se sienta en ella alzando las caderas desprendiéndose de la única prenda que crea una barrera entre ellos, deslizándola por sus piernas desnudando su cuerpo al completo, quedando expuesta por vez primera ante un hombre, a sabiendas de lo que sucederá. Conociendo un proceso en teoría, jamás experimentado. La última tela cae al piso.

La cambiante apoya las palmas en el lecho echándose hacia atrás, despacio, sin prisa, hasta que su espalda se deja caer contra las sábanas, dejándose libre de ataduras, alzando las manos hacia Ezequiel. - Ven, quiero tocarte - susurra con bajo tono esperando que él sea quien dé el siguiente paso hasta alcanzar su cuerpo y poder deslizar las palmas por su piel, aprendiendo los recovecos de su constitución física. De sólo pensar en hacer eso, se le seca la garganta.


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Mensaje por Ezequiel O'Claude Vie Oct 05, 2018 1:40 am

”It feels good to know youre all mine. Now drive me far away...
I don't care where just far away.”












De un tiempo hasta ahora las palabras había perdido valor, sin con solo una mirada ya se estaban entendiendo mucho mejor de cuando solo se mareaban el uno al otro. Por su parte, los orbes del cambiante se volvieron profundos y atentos a cada movimiento, por más mínimo que fuese, registraba el actuar del cuerpo femenino contra el suyo. El liberarle de su prenda superior dio paso al primer roce real de su piel contra la ajena, sensación que nuevamente le provocó un leve estremecimiento que no tardó en apaciguar, llevando sus manos a rozar la espina dorsal de la castaña, solo con dos de sus dedos, le recorrió sin prisa, aguardando a que se relajara, percibía el nerviosismo en ella.

No le presionaría, tenían todo el tiempo del mundo para ellos, y él lo tenía solo para ella. Aguardó, hasta sentir como la contraria daba unos pasos atrás, dejando parte de su cuerpo expuesto, situación que terminó por completarse cuando sentada en la cama se despojó de su ropa interior. Y ahí estaba, absolutamente segura y exponiéndose ante la ávida mirada del varón.
Eres absolutamente preciosa. — le confirmó por segunda vez, y avanzó de vuelta a la cama con ella, sin retirarse aún el pantalón que traía. Por lo que se recostó sobre el cuerpo femenino, sin llegar a cargar todo su peso en ella y mientras volvía a reclamar sus labios con demanda, la zurda de él comenzó un delicado viaje, explorando las curvas de la mujer.

Sentía su palma arder cada vez que su camino se desviaba, hasta dar con uno de sus pechos, el cual masajeó suavemente, estimulando el roce con sus dedos sobre el pezón que rápidamente dio respuestas al endurecerse bajo sus caricias. Reacción que le animó a continuar, buscando la mano ajena para instalarla contra el bulto de su propia virilidad. Deseaba sentirle, mostrarle que no tuviera temor a la hora de tocarlo, que finalmente eso era precisamente lo que anhelaba.
¿Te das cuenta lo que provocas? — le interrogó con voz ronca, alzando la cabeza para observarla como si estuviera a punto de devorarla, y sinceramente, no estaba lejos de eso.

Dejó que su mano libre removiera unos cuantos cabellos rebeldes que le enmarcaban el rostro, y acarició su mejilla en un gesto sumamente contenido, para luego volver a los besos contra la curva de su cuello y clavícula, más ansioso que antes, la excitación en el iba en aumento con creces que no se esforzaría en contener, ya era tarde para eso.
Deseaba indagar más sobre su cuerpo, curioso de ver las reacciones de la mujer al recibir sus eróticas atenciones. Quería escuchar esos gemidos suaves y abruptos que escapaban por la finura de sus labios.

Deseoso como se encontraba, no tuvo compasión al llevar la mano hacia la cara interna del muslo y comenzar a recorrerlo, llegando en ocasiones a una cercanía peligrosa con su intimidad, sin estar lo suficientemente próximo a tocarle. Jugaba con eso, disfrutaba de ver el brillo de la excitación en las pupilas de su compañera, y buscaría aumentarlo, quería escuchar sus peticiones.
Sus labios continuaron un desequilibrado camino hasta el pecho que no había recibido aún las atenciones de su mano, presionando sus labios en primera instancia, para luego dar paso al filo de su lengua, la cual se paseó libremente sobre la rosada prominencia del mismo, intercalando sus movimientos, para que fueran sus labios los cuales se apoderaran también de la zona atendida.

No fue consciente en cuanto su pelvis comenzó a bajar, buscando el roce contra el sexo femenino y aun con la tela que les dividía, era capaz de sentir la elevada temperatura de la zona, situación que solo conseguía descontrolarlo más. Lo suficiente para que otorgara la última lamida sobre el seno de la castaña, y volviera a alzarse, esta vez para terminar con cualquier barrera que le impidiera sentirla como debía.

Sin pensarlo demasiado llevó ambas manos a quitar el botón de los pantalones que con un poco de ayuda de sus manos terminaron cayendo al suelo, y lo único que tuvo que hacer fue mover sus pies para terminar de liberarse. Finalmente quedó en igualdad de condiciones con ella y esperó paciente a que se acostumbrara a verle así, dejaría que ella hiciera el siguiente movimiento.


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Mensaje por Dáire MacKay Vie Oct 05, 2018 9:19 am

You're the only thing I want to touch
Never knew that it could mean so much.

En los ojos del cambiante hay un brillo que le parece hambriento cuando recorre su cuerpo sin dejarse nada en el camino. Si el impulso era cubrirse, después de sus palabras, se acrecienta por la timidez propia de una inexperta. Las manos extendidas varían de posición. Con la mano buena, aprieta las sábanas; con la herida, se ocupa de rozar su muslo para no obedecer a su inseguridad. Sume el estómago en el mismo instante en que él va a por ella, obedeciendo a su llamado. Recostándose sobre ella, sus manos tampoco están ociosas. Su boca recibe la del varón, aprendiendo que un beso tiene muchas formas de expresión y en éste, la urgencia y el temor por su parte es comunicado y respondido por la tranquilidad y el erótico movimiento de sus pliegues contra los suyos tomando, marcando y dominando el estrés de la joven para darle confort. Su mano diestra -la herida-, le recorre sus rasgos, la mandíbula, la oreja con las yemas de los dedos sintiendo que pareciera quemar al contacto.

Su beso termina cuando tiene dos opciones: seguir en ese maravilloso ósculo y soltar el aire que exige su libertad. Se decanta por el segundo al apreciar su tacto contra el costado, que le produce escalofríos, una ansiedad mayor y sobre todo, una opresión en el vértice de sus muslos que se frotaría de no ser porque el cuerpo del varón está en medio de éstos. Aprieta los ojos ladeando la cabeza a un costado, en el instante mismo en que uno de sus senos es tomado con su mano, aprecia la suavidad contra la firme palma, la delicadeza de sus dedos que le dan forma, masajeando, endureciendo y erectando su cima hasta sentir incluso que su hermano exige el mismo tratamiento. Tan intenso, que duele.

Emite un pequeño respingo cuando descubre el destino del viaje que una de sus manos tiene, dirigida por la masculina. Sus ojos se abren sorprendidos al sentir su virilidad bajo la tela, sus mejillas se tiñen aún más de carmín en tanto se relame los labios inquieta. Ella quería tocarlo ¿No? En su timidez, piensa que el pecho, los hombros. Es su parte médica la que le rescata, porque es normal que los genitales se estimulen durante el acto y si no empieza ahora a acostumbrarse a él. ¿Cuando? ¿Cuando se vaya? Dáire no es una cobarde, si él quiere que mantenga ahí su mano, lo obedece, paseando sus falanges por la dureza que se siente bajo los pantalones, apretando a veces, sintiendo una pequeña humedad que roza y aprieta como si supiera que ahí es donde debe incrementar sus atenciones.

La mirada de Ezequiel si antes era hambrienta, se convierte en voraz. Hay tanta determinación en sus actos, en su porte, en su halo, que la provoca a dejarse hacer, a desviar el rostro dejando su cuello expuesto para que él la acaricie, la bese y provoque más su cuerpo. - ¿Yo te provoco? Oh, Dios, entiendo la mitad de lo que pa... ahhh - arquea el cuerpo contra el suyo en el instante en que sus labios tocan un punto en su yugular que la erotiza más de lo que hasta ahora hizo. Sus terminaciones nerviosas están atentas a su roce, a sus manos y labios que la enloquecen. Otro gemido suave sale de sus labios al sentir en su mano otra gota de líquido. Él también está excitado tanto o más que ella. Eso le da la confianza, la libertad que de momento, se corta con el roce de sus manos en la cara interna de sus muslos.

Remueve las piernas inquietas, deslizando las plantas de los pies contra las sábanas ansiosa, demostrando cuánto le erotiza este simple movimiento en su piel, ondula las caderas buscando su roce sin éxito. - Deja de torturarme, Ezequiel - exige dejando de tocar su sexo, de inmediato la mano del hombre apresa a la fugitiva y la regresa a su lugar de origen. Accede a sus demandas acusando un tormento mayor con sus labios contra su pecho, su lengua que le obliga a morderse la muñeca diestra, porque por supuesto, no puede lastimar la zona de su palma. Apaga los gemidos contra su propia piel, gruñe al sentir sus caderas bajando contra las suyas, que buscan más, en un movimiento instintivo. Maldice cuando se separa, sus ojos se posan fijos cuando le toma las manos para llevarlas a la cintura de su pantalón.

Con rapidez, ayuda a desabrochar su botón, admirando que bajo la tela, no posee absolutamente nada. La tela cae dejando a la vista el resto del cuerpo del cambiante. Ella conoce la fisionomía masculina, en estado de reposo o en excitación conforme los diagramas y algunas escenas que en la facultad de medicina llegó a observar entre sus compañeros. De nuevo, conoce la teoría, no la ha practicado. Y hacerse la mojigata de que es virgen y que no piensa tocar al hombre porque pensará que es una cualquiera, no está en su repertorio. Todo lo contrario, es lo que demuestra cuando alarga la mano tomando con cierto titubeo su miembro, rodeándolo con sus dedos, fascinada por la suavidad y la dureza a partes iguales. Lo suelta un instante, sólo para empujar su cuerpo hacia la orilla, obligando a que él se mantenga de pie. Alza la mirada hacia su rostro.

- Enséñame, sé que cada uno lleva su ritmo, que es diferente en cada hombre, enséñame - parpadea sorprendida al ver que sus palabras dejan un rastro de lubricación. Hace círculos con el dedo pulgar sobre ésta, dejando húmedo gran parte de su glande con esa acción, bajando la yema desde éste hasta la base, apreciando las venas, la forma en que se estremece. - Fascinante - habla con cierto interés médico. Por la época, era imposible que pudiera apreciar cuán hermosa es la anatomía en vivo y a todo color, sobre todo, cuando viene de un hombre tan atractivo como el cambiante. - Voltéate, hay algo que he querido hacer - asiente mirando su rostro desde su baja estatura sentada en la cama. Y cuando obedece, Dáire se siente la más afortunada de las mujeres.

Porque está cumpliendo lo que muchas pudieron soñar y ninguna obtener, la visión magnífica de la espalda masculina rematada en -y aquí suspira largo y profundo- un culo que es la mejor obra de cualquier escultor griego. - Soy una pervertida, pero tendré un amorío con tu trasero, es... per-fec-to - y reafirma cada frase acariciando la curva de sus glúteos, apretándolos, encajándoles las uñas sin mucha fuerza. Se ríe divertida sacudiendo la cabeza con el impulso, porque no le importa un bledo lo que piense este hombre de ella, así que le toma de las caderas y lleva su boca a sus redondas nalgas lamiendo, besando, recorriendo con su nariz hasta que en un alocado movimiento, le da una senda mordida mirando cómo los dientes dejan una marca. Y entonces, baja de nuevo la cabeza para dar otra, fascinada por cumplir con su capricho y su fetichismo.


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Mensaje por Ezequiel O'Claude Vie Oct 05, 2018 3:46 pm

"I watched a change in you, It's like you never had wings
Now you feel...
So alive, I've watched you change.”












No esperaba una aprobación a su desnudez, esperaba una reacción, la cual no tardó demasiado en recibir puesto que la mano femenina estuvo cercana en todo momento hasta que logró apoderarse de su miembro, el cual respondió demandante volviéndose más rígido, tanto que el cambiante sentía la presión en la zona hasta con un grado de placentero dolor.
Permitió que su cuello se estirara, dejando caer la cabeza hacia atrás, disfrutando de las sensaciones que tantas veces se reprimió, solo por buscar escapar de cualquier enlace amoroso, ¿Por qué con ella era diferente? Si se detenía a pensarlo en un momento así, "el trato" que tenían sería la excusa perfecta, pero, ¿Hasta que punto mantendrían la farsa antes de que les arrastrara dentro?

Pensamientos que se vieron nublados ante el primer jadeo que liberó su garganta, todo producto del lujurioso camino del pulgar femenino sobre su glande. No se interpuso, dejaría que ella le conociera en primera instancia y por lo visto estaba bastante decida a hacerlo. Su mano alcanzó un compás que le hizo estremecer en repetidas ocasiones.
Bien podría haberse quedado ahí hasta que su bestia interna le dijera que había sido suficiente, que debía ir por ella, pero la castaña tenía otros planes en mente, y en cuanto le pidió voltearse, alzó una ceja con rareza, pero obedeció en silencio.

Tuvo que hacer un gran esfuerzo para no estallar en una carcajada en cuanto le escuchó, situación que confirmó las veces en que creía que le estaba mirando su trasero, pero la visión que le daba, tan profesional y distante, le obligaba a decirse que solo había sido su imaginación, y ahora todas sus dudas fueron aclaradas por los comentarios femeninos.
Eres una total y absoluta pervertida, que bueno que lo tengas claro. — le enmarcó cada palabra, dando un pequeño salto en cuanto tuvo incluso el descaro de morderle.
Volteando su cabeza para observarla, con una sonrisa y expresión cómica que no se molestó en reprimir.
¿Ya terminaste? — le interrogó, pero antes de que pudiera contestarle se volteó para atrapar el cuerpo que descansaba a la orilla de la cama, envolviéndole con sus brazos para volver a recostarla en la cama y él, hincado pecaminosamente entre sus piernas.

Se dio el lujo de admirar la silueta femenina, dejando que sus ojos bailaran por cada esquina de su anatomía, viendo lo frágil que aparentaba ser, diminuta pero bien proporcionada sin dudas. La sonrisa del cambiante se ensanchó, y aquella mirada hambrienta volvió a aflorar, llevando su propia diestra hasta su miembro, estimulándolo bajo la visión de la contraria que le observaba seriamente.
Luego te enseñaré como debes hacerlo, no te impacientes. — le aseguró con un tono bajo, tomando la pierna derecha que yacía a un costado de su cuerpo, alzándola hasta su hombro, dejando que la rodilla se doblara y acomodara sobre el mismo. Solo tuvo que ladear su cabeza para besar parte de su muslo, incluso en ocasiones dedicar suaves mordidas sobre la piel, dejando leves diferencias de coloración, que no tardarían en volver a la normalidad.

Con una lentitud tortuosa, incluso para él, comenzó a inclinarse, movimiento que oportunamente conseguía que los besos se acercaran peligrosamente hacia la entrepierna de la castaña. Las manos masculinas se encargaron de introducirse bajo sus muslos hasta que ambas palmas quedaron sosteniendo su trasero, acercando su pelvis al rostro masculino.
El tiempo que se tomaba era un suplicio, un mal necesario, quería visualizar y detallar cada expresión de su compañera. La doctora le había escogido sin dudarlo, y él permitiría que explorara cada aspecto de su propia sexualidad, los placeres más bajos y los enigmáticos tabúes.
Dame tu mano, vas a guiar ésto. — removió una de las suyas para alcanzar la femenina, la cual acomodó en su cabello, las acciones serían de él, pero el ritmo lo marcaría ella.

No tuvo más que seguir con el placentero camino hasta su sexo, el cual emanaba un calor sumamente atrayente, en donde se podía vislumbrar el reflejo de su propia excitación, suficiente para que el primer beso que depositó cayera sobre su monte. Delicado comenzó a descender, permitiendo que finalmente su lengua se deleitara por el sabor de la mujer, lamiendo plácidamente con el filo de su lengua entre los pliegues de su intimidad, obteniendo las primeras gotas del elixir femenino, rozando con contenida impaciencia su rosado botón, el cual respondía hinchándose frente a cada estímulo que recibía.

Ahora es cuando quiero escucharte, Dáire. — le ordenó con un tono demandante producto de la fogosidad que yacía en su interior. Por otro lado sus orbes se alzaron para entrelazar la mirada ajena, deseoso de admirar el placer el su rostro.
Tuvo que llevar nuevamente sus manos a sostenerle, no le daría paso a escapar de aquello. Ella había tenido la oportunidad de cumplir su fantasía con respecto a él, ahora debía afrontar las consecuencias de sus carnales actos, mientras la cabeza del cambiante se perdía súbitamente entre sus piernas.


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Mensaje por Dáire MacKay Vie Oct 05, 2018 5:06 pm

My luck, my love, my God,
my favorite snack, that's you.

Si hay algo que a Dáire le mata, es un trasero bien formado, que tenga las tres "M": Marcadito, Moldeadito y Mordisqueable. Y si hay algo que le viera a Ezequiel desde que se puso en pie -no mentirá al decir que lo vio desde antes porque es falso- es justamente eso. Tenerlo entre las manos es justo darse un festín que muchas veces imaginó y nunca cumplió. Es una doctora ¿Cómo se vería sobándole el culo a uno de sus pacientes? Imposible. Por un lado pensaría que no debiera hacer eso con Ezequiel de no ser porque ya pasaron la etapa de paciente y médico ¿No? La profesional, vamos, en el instante mismo en que él le atendió la mano. Si fuera más sabia, sabría que lo hizo desde el momento en que decidió tener sexo con él. - Lo reconozco, no hay nada mejor, que un buen culo, algún defecto debía tener tanta perfección ¿No crees? - ni siquiera mide la fuerza con que le da tremenda palmada dejando una marca de sus dedos en la piel que sanará rápido, pero el color rojizo, nadie se lo quitará. Aunque si pasara la lengua...

No puede terminar de analizar esa hipótesis cuando le toman desprevenida echándola en la cama. - ¡Hey, no! ¡Todavía no termino mi romance! - gruñe con fastidio porque justo estaba en el mejor momento de su vida que él arruina sin mirar atrás siquiera. - ¡Ésto es injusto! - su rostro se contrae en un puchero en tanto su siniestra mano se cierra en un puño y le da un golpecito en el hombro - ¡Rompecorazones! - se sonríe, se siente demasiado libre tras ese experimento que él aceptara tan bien. Ahora mismo, con la broma, aligera su tensión, queriendo ver qué más tiene este hombre por ofrecer. Sintiéndose ansiosa, esta vez de forma diferente porque está aprendiendo que al lado del cambiante, puede ser libre y eso le gusta tanto como le aterra. ¿Qué hará después de que se vaya?

Deja a un lado esos temas escabrosos, poniendo atención en cómo acaricia su miembro, se le reseca la boca pensando en lo que las prostitutas le dijeron sobre lo que más excita a un hombre. Si ligera de cascos no es, reconoce que le da cierto repelus la idea de tomarlo con la boca. No comprende eso de que "sienten que llegan al cielo con eso", le parecen palabrerías banas y vacías. Ver cómo su mirada vuelve a ser hambrienta le instala de nuevo ese hueco en su estómago que parece negado a irse. Tiene que aligerar el ambiente porque si no, se subirá por las paredes del cambio que hubo en ella con esa simple mirada. - Oh, por favor, para tener un romance con tu trasero no necesito que me enseñes, sola aprendo, te lo pro... meto - la voz se le pierde al sentir cómo deposita un beso en el interior de su muslo. Siente cómo esa caricia se extiende por todo su largo, haciendo que su pie tiemble en consecuencia.

Detestó cuando empezó a mordisquear su piel sensible, tuvo que morderse la lengua para no emitir los sonidos pecaminosos que pugnaban por ser escuchados. Aprieta los ojos echando atrás la cabeza, un simple boqueo es indicador de lo alto que están sus sensaciones. - Mmmhh... ah... ¿También te gusta mi trasero que lo sujetas como si fuera a escapar? - rezonga atormentada, sintiendo cómo la tensión se acumula en su útero y se extiende por oleadas por su ser, aumentando el peso de sus senos, endureciendo más las cimas. Sospecha que algo va a hacer, cuando toma su mano expresando que ella indicará el ritmo. - ¿El ritmo de qué? - en cuanto le coloca la palma en la cabeza, sus falanges se contraen atrapando sus cabellos inquieta.

- ¿Ezequiel? - su nombre fue mitad sorpresa, mitad jadeo al sentir su primer beso en su pubis. No, no haría eso... ¿O sí? La primer caricia fue una descarga eléctrica por su ser, la segunda provocó que sus cabellos fueran apretujados con mayor fuerza. Removió inquieta las piernas, intentó alejar sus caderas sin éxito, estaba tan bien sujeta que sólo podría atinar a sentir. Apretó las mandíbulas con fuerza, cada vez que su clítoris era atendido, sentía cómo se sumergía en una cueva sin ruidos, siendo sólo consciente de sus movimientos, anhelándolos y negándoselos al mismo tiempo. Sin saber si aceptar o negar. Si continuar o parar. Removió la mano contra sus rizos demostrando cuánto le gustaba y al mismo tiempo, cuánta era su sorpresa al sentir que en lugar de disminuir, sus impulsos eran cada vez más grandes y su propio ser quería más.

Su exigente demanda verbal, causa confusión. ¿Escucharla qué? ¿Cómo? Sus ojos parecían brillar de triunfo al encontrarse con los de la castaña, exultantes y retadores. Sentía la temperatura de su cuerpo elevarse y unos espasmos acomodarse en su vientre impidiendo que pudiera pensar en algo más como negarse o arruinar el momento con uno de sus atinados comentarios. Abrió la boca permitiendo que emitiera cualquier clase de sonoros ruidos sin sentido conforme él avanzaba y demostraba cómo sería ésto entre ellos. Su mano guiaba conforme ella necesitaba algo más, un movimiento más suave, otro más exigente. Presionaba y soltaba, a veces errática, otras más consistente. Su mano herida fue a su rostro, encontrando su muñeca los dientes femeninos que se encajaron intentando paliar la ansiedad que le producían sus atenciones, hasta que fue entendiendo a qué se referían las prostitutas con "alcanzar el cielo" pues era lo más parecido al placer que la partía en dos y la desprendía de esa cama. Cerrados los ojos, podría viajar a donde deseara, aunque ahora mismo, si le preguntaban, sólo quería seguir con él.

Sus temblores aumentaron, la presión en su vientre se hizo mayor y salvaje. Emitió un gruñido, ese fue el último sonido antes de que su respiración se detuviera, contenía el aliento con fuerza, al tiempo que ponía toda la presión en sus genitales intentando... no sabía el qué, más eso le daba alivio. Se atragantó los últimos instantes antes de soltar un gemido bronco cuando sintió que se deshacía entre líquidos y espasmos que eran incontrolables y si por ella fuera, seguiría así de lo bien que se sentía. Tapó la boca con el último gruñido que le arrebató cuando el orgasmo fue remitiendo dejándola boqueando, jalando aire con tal fuerza, que sus costillas se marcaban contra la piel, como si hubiera corrido durante kilómetros y kilómetros, con la epidermis perlada en sudor. - Ezequiel... ¿Qué me hiciste? - alcanza a preguntar antes de abrir más la boca jalando aire con violencia, intentando calmar su corazón desbocado y sus espasmos que la hacían sentir tan bien, que empezó a reír.


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Mensaje por Ezequiel O'Claude Sáb Oct 06, 2018 2:13 am

"You're red, soaking wet, I'm right next to you.
Let's writhe, let me see you trip. One move that will keep you wet.”












Si el cambiante se hubiera detenido a pensar como terminaría ese día, lo último que se le habría ocurrido sería el erótico encuentro que se formó entre ellos. Luego de tantas discusiones, luchas de ego y un sin fin de malas miradas y regaños, todo se detuvo en un plano más allá de su propio alcance, situación inesperada que terminó envolviéndoles hasta dejarlos suspendidos en la lujuria más auténtica. Todo nació natural entre ellos, por más que en primera instancia fue él quien le habría propuesto aquella farsa, la situación que se dio no fue una arista de aquello, ninguno de los dos podría fingir tan descaradamente. Ahí existía algo más.

Las manos del varón contuvieron en todo momento la ondulación de la cadera femenina, era lógico que buscara escapar de su boca, quizás por temor, vergüenza u otras sensaciones que él no podría descifrar. Pero su cuerpo, cada gemido que nacía con agudeza de los labios femeninos, era el impulso que ansiaba para continuar con su placentera tarea.
Su lengua fue aumentando en ritmo e intensidad, humedeciendo y saboreando cada vez que se paseaba desde el clítoris hasta su abertura y de regreso, Dejándose guiar por la fémina, aunque en ocasiones sentía como perdía fuerza el agarra y en otros, como casi si desesperadamente buscara hundirlo contra su sexo. Los temblores que recibía en respuesta eran el broche de oro, ver como encorvaba la espalda cada vez que sus labios succionaban su hinchado botón. Placentero juego el que realizaba.

Los gemidos de la fémina aumentaron, y en ocasiones vislumbró como mordía de su muñeca, buscando acallar justamente lo que el cambiante quería escuchar de ella, la próxima vez tendría que ser más explícito al momento de perdirle algo... ¿Próxima vez? ¿Realmente ya estaba considerando el hecho de que así fuera? Que más quisiera él. Aún ni siquiera había iniciado de lleno su primer encuentro y ya había iniciado a preocuparse por el segundo.

Permitió que cada tirón que ella realizaba con ayuda de su cabellera, le diera acceso libre a jugar con sus pliegues, con la excitación que iba cuesta arriba entre ambos. Ezequiel jadeaba sobre la humedad de la contraria, arremetiendo una y otra vez, dejando que su piel más animal dominara la situación.
Sus manos masajearon, apretaron y se apoderaron por completo de sus nalgas, movimiento que le ayudaba a alzarle las caderas, quedando más cómodo al momento de continuar su pecaminosa tarea. La llevaría al límite, e iría paso a paso mostrándole los placeres que hasta ahora no se había permitido con ningún hombre.

Se acomodó, dejando que el filo de su lengua se concentrara por completo en el rosado clítoris. Lo acariciaba, rozaba y succionaba con más ímpetu, recibiendo cada oleada de calor de la mujer, como sus fluidos aumentaban y terminaban siendo saboreados por el cambiante, estaba claro que conocía lo siguiente que venía.
El placer en ella le rebasó, permitiendo así que el primer orgasmo llegara con fuerza desmedida, haciéndola sacudir bruscamente su cadera, por lo que el castaño siguió sus movimientos, disminuyendo la intensidad hasta hacerla desaparecer, escuchando la respiración agitada y complacida de la fémina, aunque no por eso menos confundida.
Se relamió los labios y no pudo evitar sonreír, contento con lo que había conseguido; Aquella risa satisfecha de su compañera. El gesto le provocó un delicioso calor en su pecho.
Te hice llegar al primer orgasmo que tendrás hoy. — sus palabras fueron claras y directas, estaban recién comenzando y si ella lo permitía, continuarían avanzando juntos desde ese punto, después de todo, el tiempo estaba de su lado y que más podrían hacer que beneficiarse mutuamente.

La espalda de Ezequiel volvió a su posición de inicio y le observó, mientras sus manos liberaban el trasero femenino, sin antes apretarle con fuerza.
No eres la única que desarrollará un deseo por el culo ajeno, te lo aseguro. — masculló, refiriéndose a ella. Dueña de aquellas curvas que no le dejaban indiferente en ningún momento. De tal forma que no podía mantener sus manos quietas, el volver a tocarla se convertía en una codiciosa necesidad.
No pasaron más de dos minutos y su indice ya se había puesto en marcha, rozando la intimidad femenina, la cual aun se encontraba sensible ante su tacto, pero no se detuvo, y comenzó a estimularle nuevamente.
Esta vez se recostó a un costado de la anatomía ajena, para volver a la posesión de sus labios, moridéndole el inferior, jalándolo suavemente y luego soltarlo, repasando la mordida con su lengua. Todo siempre con un tono bastante amatorio.

Los labios masculinos se desviaron a besar parte de su rostro, su oreja y bajando hasta la finura del cuello que le llamaba y reclamaba atención.
No sabes cuanto deseo estar dentro de ti. — soltó la frase con sinceridad contra la tez que besaba. Su miembro continuaba ardiendo, aguardando por el momento que ambos habían buscado. Todos los juegos previos había sido necesarios para comprobar que el cambiante podría complacerla, y así fue, y anhelaba continuar haciéndolo todo el tiempo que ella se lo permitiera.


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Mensaje por Dáire MacKay Sáb Oct 06, 2018 7:39 am

You already know
That I’m all yours
What you waiting for?

Desde la ruptura de su compromiso, la traición de su novio y la huída de aquél lugar para asentarse en París, lo último que Dáire busca es tener complicada la vida con un ejemplar masculino rondándola. Esa es la razón principal del por qué le da la espalda a su primo. Al menos, una de las tantas. Un hombre es como un gato. Por más que su naturaleza canina intente comprender su conducta y su mente, tiende a terminar rasguñada o mordida. Optó por mantener lejos a los mininos, les da su debido respeto cuando se los encuentra y jamás se acerca a acariciarlos. Y con los hombres, algo parecido hizo.

¿Y Ezequiel? Ese fue peor que un gato. Ese fue más sibilino desde que ella lo metió en su vida. No puede pensar que fuera un truco el encontrarlo herido porque todas fueron decisiones suyas. El azar es raro. El destino, peor. Lo compartido con él, es tan banal -porque no recuerda algo demasiado determinante para las consecuencias-, que se pregunta si no terminó con alguna poción de amor en la taza de café. ¡OH, OH, OH, TIEMPO! ¿Amor? ¿Amor?

¿AMOR?

Ya desvarió. Eso no puede ser, se niega a pensarlo, a creer que algo así pueda pasar entre ellos porque amor, sólo el que sus padres se tuvieron y ese fue un flechazo a primera vista. Se vieron, se gustaron, se amaron. Nunca vio que se insultaran o discutieran. No como ella hacía con Ezequiel. Así que, si discute, si insulta, no es amor. Ha de ser cualquier otra cosa, pero no amor. ¡Qué clara es la lógica! Él será guapo, tendrá unas facciones varoniles que le llamen la atención, un cuerpo delicioso, unas manos divinas -justo ahora empieza a demostrar este hombre qué tan divinas son, tan grandes que le abarcan todo el trasero hasta hacerla sentir muy pequeña comparada a él-, será capaz de complacer su cuerpo -si eso fue un orgasmo ¿Por qué se lo negó toda la vida?-, tendrá un trasero con las tres "M", pero hasta ahí. No amor, no cariño, no tontunadas que luego dejan roto el corazón como lo hizo su madre al fallecer, dejando a su padre medio vivo en la inmensidad del mundo.

Eso del amor, no es para ella. Ni siquiera el compromiso y mientras esta farsa dure, piensa aprovecharse con ganas del hombre. Y no parece que él se corte en ningún momento. Tras la aclaración de lo vivido, parece por completo satisfecho, con ese brillo de orgullo en sus orbes que cada vez que los observa, tienen una connotación diferente. Este hombre es multifacético. De lo más serio y compenetrado cuando le atendió la mano; pasando por esas frases pesadas y ácidas que sólo ella puede tomar a broma; siguiendo con una insolencia absoluta cuando rueda los ojos por más amenazas que ella le lanza y llegando a esta expresión de erotismo en tanto se incorpora soltando un comentario que la hace reír de nuevo, para detenerse con una tos porque está intentando jalar aire para recuperarse y la risa es imposible de mantener cuando se hace lo primero. Cuando su rítmo cardíaco está remitiendo, se atreve a repelar, cabezota y buscapleitos que es.

- Oh, no se pueden copiar mis preferencias, ma cherie. Esas son mías, búscate las tuyas. Sé original - se sonríe mostrando los dientes sintiendo que con Ezequiel es tan fácil regresar a tener el carácter ligero que la caracterizara en su juventud. Se estira cuan larga es -que no es mucho con su estatura- llevando los brazos a los lados de su rostro, arqueando la columna para sentir que su cuerpo está más que relajado sin importar que ese movimiento alce sus senos antes de caer en el lecho con un respingo. Su rostro le observa contrariado al sentir cómo vuelve a juguetear con su intimidad, esta vez con su índice causando un corto circuito en su sexo que se extiende por su cuerpo. Sensible tras el orgasmo, en lugar de ansiar que se aleje, está deseando que continúe. - Ezequiel - alarga su nombre con un gemido complacido, temblándole el labio inferior.

Sus brazos acuden a sus hombros cuando se acerca, le recorren las yemas de los dedos la epidermis, sus labios se acoplan a los suyos, como si fueran creados para besarlo, aspira con intensidad, exhalando audible con esa mordida en su pliegue inferior, estremeciéndose cuando su lengua se une al asalto. Sus palabras la sonrojan, es increíble que tras toda la intimidad compartida, tenga ese poder de invocar a su timidez. Echa la cabeza a un lado dando espacio para que sus labios la recorran. Entreabre los ojos en mitad de este acto sensual que está incrementando su temperatura. Cuando llegan sus labios a su clavícula, toma el rostro con ambas manos, reclamando lo que quiere, besa y saborea su boca, como si fuera el mejor bocado en el mundo, que para ella, lo es. Se trasforma la caricia en una demanda que va obligando a su cuerpo a empujar a su compañero hasta tenderlo en la cama de espaldas. - ¿A qué esperas entonces? - mordisquea su pliegue inferior, liberándolo mientras baja por su mandíbula velluda que le causa picazón en su epidermis, bajando por su cuello, entre besos y jugueteos con su lengua, llevándose el salado sabor a su boca.

Le coloca las manos sobre el abdomen, pidiendo en silencio que mantenga la postura cuando encuentra una zona en su cuello que succiona, mordisquea bajando entre besos, llevando las manos a los costados dejando que contraste la suave piel de una, rematada en uñas que dejan un camino blanquecino por la presión que se tornará rosáceo y la otra, cubierta de vendajes que causan una diferencia, presionada para que disfrute. Su boca llega a la primer tetilla, la atrapa con la lengua, ancla sus labios alrededor de ésta, dando succiones y atormentándola con sus dientes tirando a veces de ella. Pasa a la segunda, entre risas, esta vez le gana la locura, liba con fuerza, acompasada contra la piel dejando una marca rojiza que dejará constancia al menos por el resto del día, de lo que estuvieron haciendo en esta intimidad. Baja por sus abdominales marcados, símbolo de su estatus social, de que es un trabajador como ella y en lugar de rechazar este detalle de su anatomía como lo harían las aristócratas, a la cambiante le parece maravilloso.

Su lengua, dientes y labios se apoderan de cada parte de él, sus manos bajan de los costados a las caderas dando las mismas impresiones de contraste. Acomoda las rodillas en medio de sus piernas para tener mejor acceso, a veces, cuando baja la cabeza, siente su miembro rozando su abdomen. En lugar de amedrentar su instinto, lo potencia. A diferencia de las humanas, Dáire tiene los sentidos más desarrollados, incluyendo el olfato. Y si hay un arma qué temer entre cambiantes, son las hormonas que segregan para atraer a la pareja. Y las de Ezequiel, hace rato que hacen mella en la mujer. Si se pusiera a pensar, reconocería ahora que no está mal dicho "macho" y "hembra". Porque tal cual, ella está reaccionando a ésto, al ambiente plagado de hormonas, de sus sentidos exacerbados y del contacto con la piel masculina que le incita al coito. Justo cuando sigue bajando, encuentra el inicio del pubis masculino adornado con los vellos oscuros, alza la mirada sonriendo provocativa - ¿Se acabó el camino? ¿O es cierto lo que dicen? Vamos a averiguarlo - tras lo que él hizo, en su mente cambió una consideración.

Si antes se negaba a la idea de tocarlo con la boca, después del orgasmo sentido, se piensa diferente. Alarga la mano buena -la zurda- tomando su pene. Recorriéndolo con la palma apreciando su dureza en tanto su boca sigue desperdigando besos por su pubis, bajando a su ingle, separando la pierna con la diestra para atrapar un bocado de piel y lastimarlo con los dientes, restregándolo con más fuerza de la necesaria, no demasiado para que él respingue. En donde él fue tierno, ella demuestra que es una bruta. Aprieta el pedazo con los labios, dejando una chupetón en él, se ríe negando con la cabeza al ver la marca que dejó - creo que eres demasiado tierno, no aguantas mucho - se mofa antes de desviar su atención al miembro erecto. En lugar de sentir el repelus inicial, opta por recordar lo que Shania le dijo sobre el sexo oral. "Primero lo tomas con tu mano" eso ya estaba hecho. "Luego, bajas la mano por su largo", lo ejecuta. "Después, lo miras a los ojos, te sonríes como si hicieras la mayor travesura de tu vida, es muy importante ese contacto porque les pone muy caliente", se ríe con esa idea antes de dirigir los orbes imitando el gesto, más en lugar de diversión, sólo hay una oscura determinación.

Recorre su labio inferior con la lengua anticipando lo que viene, "después, te acercas muy lento a la punta, que te vea hacerlo, que sepa qué vas a hacerle, que se enloquezca con la idea y justo cuando no aguante más, te la metes en la boca y chica, va a estallar" lo que para Dáire fuera una locura, de pronto se le antoja una delicia cuando obedece la instrucción, mirando sus ojos, disfrutando con sus respuestas a este acto que para ella, es un experimento para ver qué sucede. Va demasiado lento, dejando que la tensión se acumule, observando cómo el abdomen masculino se contrae más y más conforme ella se acerca, paladeando la sensación de poder. Abre la boca y... "Cómelo como si fuera el bocado más delicioso, gime contra él y tendrás un esclavo de por vida, ansioso por tener tus labios alrededor de su ser". No importa si no lo esclaviza, lo único que interesa, es ese gemido profundo que exhaló cuando terminó la última instrucción. Y si él no se vuelve adicto a tener su boca alrededor de su parte más íntima, ella descubre que se enganchó a los sonidos que él emite cuando lo hace y como tal, sigue. - ¿Ves? Ya estás dentro de mí - deja la frase al aire antes de volver y seguir con este experimento que le está dando tan buenos resultados, sus ojos se clavan en los suyos, ansiosa por ver sus reacciones.


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Mensaje por Ezequiel O'Claude Sáb Oct 06, 2018 11:57 am

”Lets fall in a long sadistic trance.
Put the keys in our hands. Fuck with me”












La inseguridad sobre lo que vendría luego incomodaba de cierta forma al castaño, ésto no duraría para siempre, en algún momento tendría que soltarle y así seguirían por unos cuánto, ¿Días? ¿Semanas? Ezequiel realmente deseaba que fuera más tiempo. El debería partir tarde o temprano, ¿Y qué le diría? "Muchas gracias, estuvo bien, fue divertido..." Claro que no, él no era así. Si bien para ella el inicio de sus actos fueron mera "curiosidad", ahora ya podía dejarse entrever que ese mismo impulso curioso había liberado todo lo que -seguramente- se había prohibido durante bastante tiempo.

En ese preciso instante que su mente nuevamente había comenzado a torturarle de forma silenciosa, el como la mujer le llamó en medio de un gemido, le regreso al presente, siendo recibido por los pétalos femeninos exigiendo apresuradamente volver a sentirlos, apoderarse de ellos como si se le fuera la vida en ello.
Estaba tan ensimismado que no se percató de sus intenciones hasta que sintió las mantas contra la piel de su espalda, siendo incapaz de reclamarle nada, porque en cuanto inició el juego sobre su cuello, los párpados del varón cayeron, disfrutando en demasía de las sensaciones que lograba provocar. Siempre manteniendo ese espíritu de descubrir con él, como si fuera el más placenteros de sus experimentos.
No estoy esperando nada, solo estoy conteniéndome y disfrutando de ti. — respondió con voz ronca, dejándose hacer.

En cuanto ella continuó bajando por su torso, la respiración del cambiante se entrecortaba por momentos, mas cuando traviesamente la doctora se encargaba de succionar en lugar que terminarían dejando vestigios de lo que sucedió ahí, casi como una firma de pertenencia. Al menos y por el momento, así era para ambos. En su interior, le gustaba aquella sensación.
Se removió suavemente al sentir las uñas por los costados, notando como aquel gesto más animal le excitaba nuevamente, siendo un llamado a su propia bestia interior, que se negaba a mantenerse quieta y disfrutar, solo pensando en abalanzarse sobre la mujer y poseerla sin restricciones. Pero su parte más humana había prometido concederle todo el tiempo que ella quisiera, para descubrirlo, y familiarizarse con su cuerpo, situación que hasta entonces iba perfectamente.

La primera mordida que realizó en su tetilla le provocó una sensación eléctrica que recorrió parte de su pecho, liberando a la par una sonrisa, mezcla de cosquillas y gusto. El antebrazo del varón se posó sobre su frente y parte de los ojos, relajándose y permitiendo que le atendiera de la manera que ella deseara. Y así lo hizo, retomó el camino descendente, amenazando sus abdominales, los cuales también registraron partes con la estampa de los labios femeninos.

En cuanto la sintió acomodarse entre sus piernas, se aseguró de darle espacio, las palabras que acompañaron sus movimientos le fueron inesperadas, y frunciendo el ceño con curiosidad, alzó su cabeza de la almohada, encontrándose con la mirada ajena.
¿A qué te refieres? — buscó saber, pero no bastaron segundos para que la respuesta se la diera ella con sus acciones, el como rodeó su miembro con firmeza le hizo soltar un leve jadeo, que le mandó de vuelta su cabeza contra la almohada. Atenciones combinadas, mientra su mano se encargaba de estimularlo, aun sentía los labios de ella contra su piel, exageradamente cerca de su virilidad. El moretón que le dejaría esa última succión fue agradable, ¿Por qué ahora disfrutaba de sentirse marcado por ella? Al parecer estaba dejando a un lado parte de su cordura.

¿Cordura? Olvidó por completo el sentido de esa palabra en cuanto, el vaivén de la mano ajena contra su miembro inició de manera más rítmica. Alzó nuevamente la cabeza, solo para darse el placer de encontrar los claros orbes ajenos con un brillo de malicia y excitación, que no tardó en ser reflejado en los suyos en cuanto veía descender sus labios hasta la punta del glande, sintiendo como terminaba dentro de la cálida boca femenina. El gemido en respuesta de aquello fue más intenso que antes, no esperaba que ella se atreviera a hacerlo, ni siquiera lo había considerado, pero vaya como se arrepintió en cuanto observaba como la cabeza ajena se movía, succionando su miembro con un compás que lentamente lo bajaba al mismísimo pecado.
Su mirada se concentró en cada detalle, excitándose con creces al ver que los ojos de la mujer estaban respondiendo a la visión de él. Ella sabía jugar, seguía sus pasos y orgullosa como era, siempre buscaba adelantarlo.
No es la manera que tenía en mente, pero joder... Está perfecto. — reconoció en medio de los gemidos que la castaña arrancaba de lo más profundo de su garganta.

Acomodó una de las almohadas tras su nuca, para mantener la visión en las acciones de su compañera, pero descansando cómodamente. El ceño fruncido y los labios entreabiertos, no se contuvo de llevar la diestra a los cortos cabellos que caían por el borde del cuello de la mujer, enrollándolos en sus dedos, buscando aplacar el deseo que tenía de jalarle con más brusquedad producto de lo fogoso que se encontraba.
El placer era tal, que entre la mirada ardiente de la castaña y los movimientos que a cada segundos se volvían mas intensos, más perfectos, todo en el cuerpo del cambiante estaba a punto de destruirse. Tenía la musculatura contraía, tanto que llegaba a lastimarse, pero masoquista como era, se encargaba de elevar en momento su pelvis para buscar más profundidad dentro de la boca ajena. Que rápido aprendía, que maravilloso placer le entregaba.

Hubiera deseado quedarse ahí, a merced de ella por más tiempo, pero sabía lo que estaba próximo a venir y no iba a permitírselo aun. Jadeó con fuerza al sentir la cercanía del orgasmo, pero se apresuró a que la mano que se encontraba en sus cabello, la removiera de sus acciones.
Detente. — le ordenó, en cuanto removió su cadera, impulsándose para quedar hincado junto a ella y la besó, con hambre desmedida, sintiendo como su cuerpo se quejaba de no haber alcanzado la cima de su propia excitación.
Las manos le recorrieron su espalda, bajando por la marcada curva hasta sus nalgas, las cuales apretó, mientras mordisqueaba sus labios, jadeando contra su boca.
No puedo esperar más. — le aseguró, y tomándola con fuerza la mandó de vuelta a la cama de espaldas, acomodándose sobre su cuerpo y entre sus piernas con un acople perfecto, sintiendo como el sudor que cubría sus cuerpos se mezclaba, en medio del exquisito aroma que ya le daba vueltas en la cabeza, sintiendo que iba enloquecerlo rápidamente.

Mantuvo su rostro extremadamente cerca del ajeno, sin correr el riesgo de perderse sus expresiones. Le encantaba ese rostro moldeado por el placer del momento.
Mantén tu mirada en la mía, no te desvíes. — le pidió, en cuanto su diestra bajaba hasta su miembro, el cual estaba rígido al borde de la entrada de su sexo. Respiró, rozando su glande con el clítoris de la castaña, estaba tan húmeda producto del orgasmo que había tenido, que realmente esperaba que aquella lubricación le ayudara.
Lentamente se acomodó donde debía, empujando con suavidad, sosegado esperando que ella recibiera la primera parte de él. Sintió como sus piernas le apretaron con mas fuerza, su cadera se removía y él tuvo que contenerle, sosteniendo su cadera con la mano libre, volviendo a empujar hasta que la punta de su falo se adentró en ella y los orbes de la cambiante se cerraron.
Mírame, Dáire. — esta vez su voz sonó más autoritaria, bordeando el colosal deseo de no perderse nada de ella.
En cuanto le obedeció, sus movimientos fueron rápidos y precisos, hasta que su pelvis fue a dar contra la ajena, soltando un jadeo que le dejó la respiración entrecortada. Lo peor para ella había pasado, su virginidad en el pasado y ahora eran las paredes de su vagina las que tendrían que acostumbrarse a él. La frente del varón se apoyó contra la femenina y espero, inmóvil a que sus sexos se enlazaran. Ella debía dar bandera blanca para continuar.


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Mensaje por Dáire MacKay Sáb Oct 06, 2018 2:24 pm

You do not have to be the first,
you have to be the last.

Los estremecimientos del hombre reafirman la teoría de que esta exploración oral es lo que más les encanta del acto sexual. Lo demuestra con creces, El sabor es extraño para la primeriza, el olor es celestial y combinados, despiertan un hambre más primitiva y animal. Siente sus estremecimientos, esos respingos cuando disfruta más. Sus ojos se fijan en sus facciones, ahora que el desvergonzado coloca una almohada en la nuca, su rostro es perfectamente accesible para ella. Craso error, porque eso le dará más poder para reconocer cada punto vulnerable, dónde tocar, insistir para que pierda la cabeza y sólo pueda dejarse llevar como hizo con ella, sin darle oportunidad de reaccionar. Quiere esa revancha, se esmera por ello.

En tanto afirma la mano masculina en la cabeza de la cambiante que entiende para qué es, después de que le enseñase el secreto de los movimientos, se esmera en hacerlo lento o rápido conforme él le aprieta o le suelta. Incluso, la profundidad es indicada con la elevación de sus caderas o bien, con la tensión de sus falanges como si quisiera hundir más su largo en el interior de su boca. Corresponde los iniciales movimientos con sus enseñanzas mudas. No tan silenciosas porque sus gemidos a veces son más largos, más desgarradores. Descubre cómo le gusta más, en qué partes apretar o cuáles liberar y los tiempos en que enloquecen. La forma en que contrae la musculatura dejándola más visible y tensa le hace consciente de que su venganza rinde frutos.

Y justo cuando empieza a tomar el ritmo, a enloquecer con boca y lengua, con los labios que no se cansan de rodear su miembro, él hace un movimiento distinto. Le insta a alejarse dejando a su compañera sorprendida por la orden. ¿Detenerse? - ¿Por qué? ¿Es que no lo disfrutabas? - parpadea confundida. El movimiento acelerado del varón incorporándose, la toma por sorpresa también. La rodea, besándola, apoderándose de su cuerpo con simples acciones que la estrechan contra su tórax sintiendo la diferencia de tamaños. Es grande, con semejante altura, la hace sentir diminuta cuando la carga para depositarla contra las sábanas de espalda como si levantara un peso de plumas. Atina a anclarse a su nuca con las manos, correspondiendo sus besos, sus jadeos con los propios, exhalando el aire cuando siente su epidermis contra la suya, las diferencias entre hombre y mujer se acoplan a la perfección, como si hubieran sido creados para el otro.

Arquea el cuello gruñendo de satisfacción con el roce de sus pieles - ¿Esperar a qué? - para ella, es raro lo que desea, todavía sigue sin saber qué más falta. Su solicitud de no cortar el contacto visual es atendido, esa pasión en lo profundo de sus orbes la hace sentirse vulnerable, diminuta, amedrentada por la fuerza que denotan. Se mordisquea la lengua al sentir cómo baja la mano entre los cuerpos para alcanzar algo, esperaba que fuera su sexo, en lugar de eso, aprecia la punta de su miembro contra su clítoris. Un jadeo es la muestra de cuán erotizada está, sintiendo cómo la electricidad la recorre completa, con las piernas temblorosas.

El rostro tan cerca del suyo evita que pueda mover la cabeza cuando siente una opresión dirigirse desde los pliegues de su sexo introduciéndose entre ellos para empujar. El primer palmo que entra, le es incómodo. Provoca un miedo inexplicable a lo desconocido, sus piernas se mueven inquietas queriendo escapar elevando las caderas. Es imposible, un ancla se posa en esa porción de su cuerpo manteniéndola a merced del cazador. Por instinto, cierra los ojos cuando el segundo palmo ingresa rompiendo algo en su interior que irriga una punzada dolorosa. Se muerde los labios queriendo escapar sin éxito. La orden de Ezequiel de mirarlo, le hace levantar los párpados. Boquea arqueando la espalda al sentir las otras dos arremetidas que le dejan por completo en su interior. Aprieta las uñas en la espalda sin importar que él se duela, tal es su necesidad de reflejar el suplicio inicial.

El olor a sangre llega a su nariz, está hecho, el himen ha sido eliminado del camino. Gime intentando removerse, acomodarse para que la sensación de tener una parte ajena a su cuerpo, al menos sea ínfima. Se detiene por completo cuando sus frentes se unen. Son sus profundas pupilas las que le llaman la atención. Pasa saliva con dificultad temblándole el pliegue inferior de su boca. Podría decir que es un desalmado, más sería mentira. Fue paciente con ella, sólo que para romper algo, se tiene que hacer con movimientos precisos, lo que un médico como Dáire, sabe mejor que nadie. Su siniestra palma acaricia la mejilla masculina, jugueteando con su barba. Nunca le tuvo tan cerca, tan dentro. Esa comunión le derrite la última capa de hielo que se albergaba en su corazón. El miedo al coito se ha ido, queda el de los sentimientos no correspondidos. La intensidad de lo que siente por él, se refleja en sus propios ojos. Sus claros irises se llenan de inseguridades.

Oculta de inmediato el rostro en su cuello, temerosa de que vea la completa desnudez de su alma. El cuerpo es fácil de pasar por alto, su espíritu no. Tiembla entre sus brazos al saber que ésto, no volverá a suceder con otro hombre. Eligió a Ezequiel, sólo a él. Y mientras dure esta farsa, puede hacerle creer que sus sentimientos son una actuación, en eso está protegida. Recorre sus manos contra sus cabellos húmedos, aspirando su aroma, el que la relajó al punto de quedarse dormida sabiendo que no había nada de qué preocuparse. Le duele el pecho, deposita un beso en su cuello, va regando ósculos por su mandíbula, disfrutando del tacto de sus vellos faciales contra sus labios hasta llegar a sus pliegues. El beso que le da, lleva inmerso todo lo que siente. Desde la seguridad de que no habrá otro más que él, la felicidad de que él sea su amante, el primero en su vida.

Su compañero, su pareja hasta inclusive, el nerviosismo de su futura separación y la incomodidad de saber que todo tendría un fin. Lo aprieta contra ella, quisiera poseerlo así, por ahora y por toda su vida. Una lágrima resbala por su mejilla al comprender la intensidad de sus sentimientos, se le seca la garganta cuando separa sus labios de él, acariciando su rostro antes de sonreír con la comisura del labio demostrando su ironía porque todo en los pocos días que se conocieron, eran peleas y disputas. Y tal cual, la rebeldía le rescata, protegiendo su tierno -y estúpido, muy estúpido- corazón con una capa de acidez. - Bueno... ¿Y ésto es todo? Lo dicho, eres de bajo rendimiento - se mofa acariciado su espalda hasta la curva de sus nalgas, dando un apretón que le introduce un poco más - en el pecado llevo la penitencia - gruñe dolorida.


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Mensaje por Ezequiel O'Claude Miér Oct 10, 2018 12:39 am

”Let's sail in this sea of charms.
Let's drown underneath the stars..”














Aquella sonrisa llena de satisfacción y tranquilidad, misma que hace mucho tiempo no cargaba con tantas emociones, la castaña lograba sacarla una y mil veces ante sus acciones, los simples gesto que realizaba con sus manos, el como acariciaba su rostro con una delicadeza que terminaba siendo un relajo extremo para el cambiante, aunque en la situación que se encontraban, bien sabía él que sería algo momentáneo.
En cuanto la fémina se ocultó de tal forma en su cuello, aquel sentimiento de protección nació de inmediato, abrazándole en medio de la unión tan íntima que compartían, disfrutando de la calidez y suavidad de su cuerpo, de como iba acostumbrándose a las sensaciones que recibía por parte del varón. Su figura ya no temblaba por aquel temor inicial, pudiendo notar como parte de los músculos de su cuerpo se relajaban dándole más acceso entre sus piernas.
Y los sentimientos estaban tan latentes, tan peligrosos para todo lo que vendría más adelante.

El cambiante estaba decidido a dejarse llevar, si luego terminaba destrozado, poco le importaría, al menos tendría la certeza de que para él habría sido real. Situación que no compartiría con ella, ya se lo había dicho muy claro; "Fingir", una farsa, por el bien de la doctora, para resguardar su protección, jamás hablaron de sentimientos, no había espacio para ellos.
Pero que difícil sería para Ezequiel convencerse a si mismo, si mientras su mente se debatía entre ambas, la razón y el maldito corazón, los labios de la mujer se encontraban recorriendo su rostro para dar nuevamente con sus labios, a los cuales se encargó de responder casi como si estuvieran programados para ella. En cuanto alzó levemente su rostro, se percató de aquel destello que rodeó la mejilla femenina hasta caer en la almohada, pero no lo comentaría, aunque supo que no era el único que estaba guardando secretos.

En silencio agradeció que ella retomara aquel papel que había mantenido presente desde el día uno, aquel humor ácido que se albergó en una frase que recibió la primera mañana que compartieron juntos. Pensar que en ese momento lo último que hubiera podido pensar era verse inmerso en semejante situación que ahora vivían.
Que mejor momento de devolverle sus cómicas palabras hasta el fondo de su garganta.
¿Y quién te dijo a ti que eso fue todo? — le interrogó con cierto aire lascivo, mordiendo su labio inferior, para luego continuar el camino por su mandíbula, parte de su cuello, y de forma ascendente hasta el lóbulo de su oreja, el cual mordió antes de susurrar contra él.
Estoy recién comenzando contigo, cariño. — ironía en sus palabras, mismas que fueron acompañadas por un nuevo movimiento de cadera, el cual le permitió llegar hasta el fondo de su sexo nuevamente, esta vez siendo más firme en aquella estocada, solo por el gusto de escucharla gemir.
Dando por hecho que la bandera blanca había sido alzada hace un par de minutos.

Su comienzo fue bastante sosegado, las arremetidas suaves y delimitadas por el permiso que las piernas ajenas entregaban, todo a la espera de que el acceso fuera entregado con mayor deliberación. Poco a poco sus movimientos fueron cobrando intensidad y fuerza, vaivén de su propia pelvis que se retiraba y volvía a penetrar en su sexo, ayudado por la humedad de la fémina, que al parecer lentamente había empezado a recibirle con mas comodidad en cuando sus paredes se relajaron ante la continua intromisión.
Las manos masculinas pasaron de sostener su cadera hasta dar con las nalgas de la fémina, las cuales apretaba entre cada estocada, alzando levemente para tener un ángulo oportuno para él. Recibiendo dichoso de parte de ella aquellos ardientes arañazos en su espalda, que sin duda serían otra marca que tendría que sumarle a su palpitante encuentro.

El placer que el castaño sentía no se asemejaba a ninguna farsa que pudieron tramar anteriormente, la improvisación de sus actos le guiaron por una fina cuerda que desembocó en un inesperado intercambio de placer.
Los gemidos de la doctora contra sus labios, como le continuaba aferrando con tal posesión que solo conseguía excitar más al cambiante, todo era un plan siniestro del destino que les guío hasta esta noche. Los jadeos que escapaban de su garganta aumentaban cada vez que su miembro se encontraba perdido entre la intimidad ajena. El roce de su torso contra los pechos de la fémina, estimulándolos de indirecta forma, y en medio los labios del varón que se paseaban hambrientos entre su cuello, lamiendo, y reprimiendo la intensidad de las mordidas intermitentes que provocaba. De vez en cuando se inclinaba unos cuantos centímetros más para dar con sus endurecidos pezones, contorneándolos con el filo de su lengua, succionando y mordiendo cuando los espasmos de las embestidas le provocaban un nuevo gemido.
Cada fibra de su cuerpo deseaba poseer todo de ella.

No fue consciente en que momento las embestidas cobraron más fuerza, en tanto las grandes manos masculinas se empeñaron en sostenerle con una resistencia que estaba a los límites de la cordura, una falsa pertenencia que dejaría a un lado por hoy. Por hoy ambos tenían el mismo derecho sobre el otro, la misma pertenencia y el mismo deseo, ¿O acaso solo eran ideas sin sentido del cambiante? No le importaba, el placer era real y era lo que atesoraría.
Creo que la penitencia será mutua. — comentó en medio de los quejidos que emitía, recordando así las palabras femeninas, y estaba claro que no solo se refería a la penitencia por caer en aquel pecado carnal. Había mucho más involucrado.


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Mensaje por Dáire MacKay Miér Oct 10, 2018 10:24 am

I told the heart to forget you,
rudely replied that I shut up

"¡Ni dos días, Dáire! Ni dos días hace que lo conoces y le estás entregando el virgo y de paso, sentenciando tu futuro con cualquier otro hombre! ¿Acaso estás demente? ¡No puede ser que te ciegues por un don nadie!". Son las palabras que se dice en la cabeza en tanto sus manos recorren la espalda del varón con el que se encuentra. Un extraño del que sólo sabe que se llama Ezequiel, ni el apellido siquiera. Así de cascos ligeros se convirtió la seria, ácida e irónica doctora. La que mantuviera la distancia con todos los hombres que siquiera pensaran en rondar, mucho menos, cortejar. Seca, se le define. "Quizá alguien le rompió el corazón" dicen a su paso y en cierta forma es así, tenía el alma tan apagada que ni la esperanza se dignaba a presentarse para que sonriera con la ilusión de un amor.

¿Amor? Eso no es para ella. Es demasiado bruta, poco paciente, con un cerebro que desecha a todos aquéllos sin un poco de sentido común como para que alguien pueda mantener un vínculo con ella. Es el típico complejo de la mujer que se superó y a la que los hombres le tienen miedo por lo que obtuvo y lo que puede hacer: no depender de ellos. Es tan independiente y moderna, que asusta. El propio Ezequiel lo sintió, lo expresó apabullado por las atenciones y la demostración de que Dáire puede mantenerlo sin necesidad de que trabaje. Para cualquier hombre, no devolver lo que se le da en esta época, es inconcebible. Y hablamos de uno con los principios bien cimentados, cualquier otro vago estaría feliz de obtener la fórmula de la felicidad: que una mujer trabaje para que él se dedique a beber como rufián y tener todos los satisfactores sin mover un dedo. ¿El problema? Que Dáire da y así como lo hace, lo quita. Aleja de su vida a todos, no da tiempo a que se acomoden en su hogar.

"Estás mal, muy mal. Deberás guardarte tus ternuras para otro momento, para cuando se largue, porque tienes que patearle el culo. ¿Entendiste? ¡Debes sacarlo de tu vida antes de que sea demasiado tarde y se instale como amo y señor!". Sabe que es cierto, en tanto él le mantiene acomodada entre sus brazos, calentando más sus instintos que se relajaron despúes de que le arrebatara el virgo, descubre que en estos momentos no le importa nada más que esta comunión con el cambiante. - Ya está hecho, el pene entra en la vagina y listo. Eso es el sexo, eso es el coito - esa es la palabra que su mente celebra, cuando expresa en voz alta el término médico y no la cursilería de "hacer el amor". Eso calma sus ansiedades mentales, permitiendo que sea el cuerpo el que domine. La consecuencia de la pregunta del cambiante, son sus ojos azules abriéndose inconmensurables al comprender que quizá no todo es ésto. Sus labios podrían quedarse desencajados de no ser por la mordida en éstos, siguiendo un camino de besos hasta el susurro de su voz en la oreja confirmando las sospechas provocando un estremecimiento.

- ¿Qué? - no necesita que le diga Ezequiel que más tiene por hacer, el movimiento en su sexo expuesto, trae aparejado un intenso gemido de incomodidad, así como la respuesta de sus piernas que se presionan contra las caderas masculinas intentando atraparlas para que dejen de moverse. Niega con la cabeza inquieta, buscando zafarse sin éxito. Gruñe con el siguiente vaivén. Sus plantas de los pies se reafirman en las sábanas sintiendo hormigueos en éstas. Sus dedos se aprietan en su siniestra mano, la diestra se ocupa de presionar contra la piel sin mucha fuerza por la herida. Gime sacudiendo la cabeza - no me gusta - es verdad, la incomodidad de sus paredes estirándose para el grosor de su invasor, es mayor que cualquier sensación de gozo. Rechina los dientes apretando los ojos con otro gemido cuando él insiste.

Desviando la cara, maldice a este hombre cuando no se detiene, con introducciones relajadas, bien sentidas que son rechazadas en un inicio por ella. Intenta empujar su cuerpo tras dos vaivenes más cuando sus manos se detienen en su tórax perlado por vellos oscuros cuando su gemido se transforma en algo diferente. Y él lo capta porque de inmediato la arremetida que le viene es más concisa y firme. La mirada de la cambiante se fija en la suya interrogante con la boca semiabierta. ¿Acaso le está gustan...? El jadeo de la siguiente sensación de placer, le da la bienvenida a su invasor que pronto, apura el paso. La mente lógica de la doctora se apresura a analizar estas respuestas de su cuerpo como si el romanticismo fuera ajeno a un acto sexual.

Toma nota del placer que siente alrededor la abertura de su sexo, justo cuando él ingresa o sale. Con la rigidez de sus piernas alrededor de las caderas masculinas, ese vaivén es más complicado, así que las relaja y es recompensada. El ritmo aumenta, un respingo escapa de su garganta, sus ojos se cierran echando atrás la cabeza y las manos, que indicaban su negativa, se deslizan por el tórax marcado buscando con ansiedad anclarse. Siente que pierde el control, eso la atemoriza. Él se lleva sus oposiciones al tacho de basura con otras dos invasiones acompasadas. Más rápidas que encienden la pasión de la escocesa, sus uñas responden a su exigencia, clavándose en sus hombros queriendo sujetarse de algún lado. Aprieta con fuerza con las siguientes dos estocadas. Aprieta sus piernas, ahora es diferente. No quiere que se salga, que se detenga, que...

La siguiente exhalación es audible en la habitación, la humedad de su primer orgasmo y parte de la sangre del himen perforado, crean una buena lubricación para que el vaivén sea más rítmico, sentido y erótico. Las mejillas se le encienden en fuego vivo, el cuerpo le sigue en esta locura. Arquea la espalda sntiendo cómo su cuerpo es sensibilizado por el roce de la epidermis contraria. Los vellos erizan sus cimas en tanto él deja un reguero de besos y lamidas por su cuello. Emite un grititto cuando su piel es marcada por sus dientes inquietándola más de lo que la contiene. Susurra su nombre con voz entrecortada. El ronco gemido que continúa le obliga a rodear su cintura con las piernas por puro instinto. No desea que se largue de su vida, manda al diablo a su voz interna para rogar por más de este hombre. Su hombre. Y es recompensada con los besos y caricias en sus senos, con algunas mordidas que la satisfacen en tanto no da cuartel en su intimidad.

- ¡Ezequiel! - exige en esa pronunciación todo lo que pueda darle, es bien recompensada con embestidas más exigentes que la hacen delirar. Su boca no sirve más que para dejar escapar todos los sonidos de aceptación, de complacencia y de un oscuro placer que se hace más intenso conforme él continúa con esta posesión, reforzada con las manos en sus nalgas, con sus besos y mordidas en sus senos exigiendo que lo deje todo y se entregue por completo a sus demandas. Y Dáire se siente incapaz de desobedecer. Se deja someter, entrega su ser sin pudores, erotizada por la barba que castiga su piel, con sus embestidas que forman una tensión en su vientre con la que no sabe qué hacer, pero él sí.

Va escalando hacia su satisfacción, potenciando con cada erótico y experto modo de hacer de ella, su objeto de placer. Deja de respirar porque hasta eso, le duele como le incita. Le desespera que demande tanto de ella, le obliga a reforzar el agarre de los hombros varoniles por la necesidad de transmitir esa locura de forma agresiva. Los aprieta con la mano buena porque hasta la impotencia de su limitada diestra le frustra. Lo estrecha con fuerza presionando la boca contra la piel que recubre la clavícula. Le muerde firme, justo cuando un grito es sofocado con ese acto encajando las uñas en su epidermis. Desvanece en la explosión indescriptible de su cuerpo, en tanto las glándulas de Skene permiten la eyaculación. Extendiéndose en oleadas por todo su organismo el máximo placer. Las contracciones originadas en su sexo, consuelan toda su musculatura que estuvo en total tensión antes del orgasmo. Sus dientes se reafirman en la carne del varón por la potencia que le haría blasfemar de no ser porque está muy ocupada disfrutando del placer entregado.

Y tras él, queda temblorosa, sudorosa, con el corazón corriendo a toda velocidad como potro endemoniado, las respiraciones son tan potentes, que siente doler el estómago. Se aferra tanto al cambiante, que se niega a soltarlo. Sólo jadea contra su cuello sintiendo cómo él da una última embestida en su interior antes de gemir muy profundo, antes de caer con todo su peso contra ella que lo soporta. Por largos instantes, el silencio se instaura de su parte, no puede hablar siquiera en tanto recupera el aliento, acariciando con suavidad la epidermis masculina con los ojos cerrados, alargando el placer. - Te odio - es lo único que puede pronunciar antes de abrir los ojos y analizar toda la situación.

Se entregó a él, le dio su virgo, tuvo un orgasmo y se orinó en el proceso -porque a pesar de sus estudios, no sabe que las mujeres también eyaculan, así que para ella es algo lógico pensar eso-. ¡Qué magnífico cuadro! Suelta un largo suspiro pensando que le ha callado la boca con gran tino. Su mano recorre la espalda masculina con pereza hasta que mira algo que la hace abrir los ojos como platos. Ni siquiera la visión del diablo lograría el susto que se le impregna en la tez que baja su coloración hasta quedar casi igual a la nieve, porque justo frente a sus ojos, en la piel del cambiante, tiene tan tremenda mordida que, que, que...  - me parece que quiero ir al baño - le empuja con la mano, incitandole a que él caiga al lado de la cama para ponerse en pie.

¡Está hecha toda una loca! Se entregó a un hombre, le mordió, se orinó y de paso, de reojo puede ver las marcas de sus succiones en su cuerpo, como la ingle o bien, los abdominales. - Me parece que me habla mi nana, sí, eso es, me habla - intenta ponerse en pie cuando las piernas le flaquean y vuelve de culo a la cama. Se queda sorprendida comprobando su cuerpo sintiendo que le responde poco y nada - ¡Me lleva el diablo! - blasfema quedándose callada, tapándose la cara con las manos, esperando que él no le grite cuando vea todo el destrozo que armó.


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Mensaje por Ezequiel O'Claude Miér Oct 10, 2018 10:08 pm

”To the edge till we all get off.
I will take you away with me... Once and for all.”












Sin dudas lo que estaba experimentando con la castaña era lo más similar al paraíso, perdiéndose en medio del roce de sus cuerpo, los gemidos compartidos contra su tez. El como sus manos aferraban el cuerpo femenino como si sujetara el mismísimo cielo, su nueva perdición, y estaba convencido de declararse preso de aquella atracción que la fémina había desembocado en él, de una manera que no creyó posible hasta ahora.
Estaba entregándose al placer en brazos de una "desconocida", ¿Importaba? No, en lo absoluto, porque en si interior sabía que estaba haciendo lo correcto, o al menos pensarlo así le daba una tranquilidad para continuar. El temor de las consecuencias vendría después.

La cadera del cambiante se movía cada vez con mas fuerza, mientras su mirada no perdía registro de los cambios en la fémina. Su rostro que al principio mostró una incredulidad enorme, mezclada con temor, un desagrado que vino luego de aquel momento que sí, sería incómodo y tal vez lo suficientemente doloroso para desear apartarlo. Todo eso se fue desvaneciendo hasta dejar en los brazos del varón, a una mujer completamente diferente, a quien no le temblaba la mano para arañarle en cada oportunidad, su espalda, y parte de sus brazos, cosa que solo conseguía encender más al cambiante.

Los antebrazos de Ezequiel se colaron bajo la curvatura de la espalda femenina, forzándola a quedar mas al límite contra su miembro, embistiéndola con mas ímpetu, ayudado por las mismas piernas de la contraria, que al parecer ya se había decidido a recibirle con gusto, gimiendo de manera más descontrolada, dejando a un lado sus limitaciones, se estaba entregando por completo, al igual que él

Escuchar su nombre de los labios femeninos fue el punto culmine de la excitante situación. La cadera del cambiante se mantuvo pegada a ella, realizando movimientos circulares con su pene rozando sus paredes, y su centro frotando el clítoris de la castaña. No se permitiría llegar al climax sin ella.
Buscó cada centímetro que pudiera estimular conforme continuó moviéndose hasta sentir la presión en su pecho, como su respiración se volvía dificultosa, y la presión descendía hasta su entrepierna. Su miembro se ensanchó dentro del sexo femenino lo suficiente para cuando sintió la mordida que le dio su compañera, liberó el orgasmo, la eyaculación que le azotó con una fuerza demandante que le hizo aferrarse al cuerpo entre sus brazos, el cual sintió finalmente como suyo. Ella, completamente suya.

Realizó los últimos movimientos para luego desvanecerse sobre ella, buscando sostenerse para no caerle por completo encima, aunque no hubo mucho que pudiera hacer, sus músculos estaban débiles producto de lo contraídos que estuvieron durante todo el acto. Su respiración agitada, su piel empapada, y una sonrisa cansada en sus labios que se estampó luego de una larga exhalación.
No es cierto. — respondió a penas en un susurro ante su afirmativa de odiarlo, estaba claro que no era una opción en ese momento. Ella había disfrutado tanto como él, o al menos eso esperaba, no deseaba verla arrepentirse de lo que había compartido.

Pudo haberse quedado en esa misma posición por horas, mas cuando sentía las suaves caricias sobre su piel. Era todo lo que necesitaba en ese momento.
Pero éstas se detuvieron abruptamente, y luego de un pequeño sonido de asombro que nació de los labios ajenos, fue empujado hasta quedar de espaldas en la cama sin saber que ocurría, observando como la castaña había entrado en pánico como si quisiera escapar desesperadamente de la habitación.
¿Qué pasa? — preguntó con curiosidad, y entonces los orbes ajenos se delataron, y la mirada del cambiante viajó hasta observar su propio cuerpo y lo entendió. Incluso comenzó a sentir el satisfactorio dolor de la mordida, la cual no se alcanzaba a ver completamente, solo palpó con la yema de los dedos de su diestra.
¿Es broma? No me advertiste de tu pasión por dejar marcas. — comentó riendo suavemente, mientras se cubría el rostro con el antebrazo, la cabeza aun le daba vueltas y necesitaba un par de segundos para reponerse de la vertiginosa sensación.

Sintió el rebote en la cama mientras la contraria maldecía y no terminaba de calmarse, ¿Qué estaba tan mal para ella? El brazo del cambiante se movió de su lugar para observarla, y ella tan abatida ocultando su rostro con las propias manos. La mirada de Ezequiel se tornó más seria, y se acercó a ella, avanzando casi gateando para quedar tras la espalda femenina y le abrazó, besando su hombro con suavidad.
No voy a recriminarte nada, no te preocupes. Estoy satisfecho de ver como te dejaste llevar, Dáire. — le aseguró, con el mentón apoyado en la curva de su cuello, desde el cual aún emanaba aquel aroma que le hacía perder la cordura.
Ve al baño tu primero, también quiero asearme antes de bajar. Déjame decirte que tu Nana nos espera hace horas. — le recordó, volviendo a darle paso a esa sonrisa llena de culpa por haber dejado esperando a la anciana, pero en su situación todo había valido la pena.

Lentamente le liberó del abrazo que mantenía, no sin antes depositar un par de besos por su cuello y nuca. Avanzó hasta sentarse a su lado, sonriendo como naturalidad y se levantó de la cama, revolviéndose el pelo húmedo reflejo del propio sudor. Buscó sus pantalones con la mirada, encontrándolos a un costado cerca de la mesa de noche, y junto a ellos su camisa. Recogió ambas prendas, estirando sus brazos y de paso su columna, en la cual crujieron un par de vértebras.
Vamos, bicha, arriba. — le animó, haciéndole un gesto con la zurda para que se levantara de la cama. Tenían un farsa que montar.


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Mensaje por Dáire MacKay Jue Oct 11, 2018 8:36 pm

When you least expect it,
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Es la risa la que la saca de su mortificación. Gira la cabeza sorprendida, está sonriendo, bromeando con las marcas que le dejó. - ¿Acaso no estás molesto porque te dejé marcas? Mira tu cuerpo, mejor no. Nunca le hago daño a alguien ¿Por qué a ti sí? - eso es lo que la tiene mal. Sí, es doctora y en ocasiones tiene que provocar más dolor para sanar algunas dolencias. Eso no significa que lo haga por gusto, pero es parte de su profesión. Como cuando le entablilló el pie o cuando él le quitó los restos de la porcelana de la mano. Todo tiene un proceso y sin él, las heridas se infectan causando mayor sufrimiento en el futuro. No deseó marcar su piel como lo hizo ¿O sí? Y si es cierto, ¿Por qué? Su estupor es mayor al obtener una respuesta desde el fondo de su ser: "Porque para bien o para mal, deseo que él sea mío al menos por instantes. Me gustaría dejar una marca en su cuerpo, en su mente, para que las demás mujeres entiendan que es mío, sólo mío". Ese sentimiento tan posesivo, la deja sin aliento.

La cama se hunde cuando él empieza a gatear, le escucha acercarse, debería comprar otro colchón porque éste ya es viejo. Como sigan rebotando en él igual que hace unos minutos, esa compra será urgente. "Ni siquiera lo necesitarás porque pronto se irá, deja que cure su pierna y se alejará" medita con expresión seria. Cierra los ojos disfrutando del beso que le prodiga en su hombro, sintiendo sus fuertes brazos rodear su anatomía, pegando su espalda a su tórax. - ¿Estás seguro? Te rasguñé, mordí, moreteé, ¿Qué va a decir mi nana cuando te vea? No es cierto, vas a cubrirte bien, ¿Verdad? - el pánico llega a su voz. Jacobina no se va a tocar el corazón para darle una buena gritoniza y Dáire teme que eso le funda los oídos en el proceso. - Te voy a confesar algo, cuando mi nana grita, su voz se hace tan aguda, que me aturde los oídos y eso me provoca migraña. Por favor, no la hagas gritar ¿Quieres? - ruega sintiendo esa barba que le pica como le gusta en la curva de su cuello.

Su orden aunada al recordatorio de que su nana les espera desde hace tiempo, podría ser refutada en otro momento que no fuera éste, más se queda sentada cuando él se levanta, dejando a la vista su buen trasero que le provoca de inmediato un hormigueo en la mano de las ganas de darle una palmada. Sacude la cabeza, ¿No fue suficiente con lo que compartieron hace rato? La respuesta es seguir con los ojos esos glúteos redondos y firmes, cuando él la manda as bañar de nueva cuenta haciendo que respingue. - Ya voy, deja por favor la cama como está, ya salgo para quitar las sábanas y voltear el colchón a menos que quieras que te cambie de habitación porque no sólo me desvirgaste, no entiendo por qué cuando tuve el orgasmo, creo que sí fue ahí, pero bueno, no contuve las ganas de orinar - si es cierto que le gana la timidez al colorear sus mejillas de un rojo vibrante, se la guarda porque si no habla de este asunto, no ve la forma en que pueda salir avante y moriría como él toque las sábanas sucias. Se pone en pie sintiendo las piernas más fuertes, se dirige al baño para asearse como él indica. Toma un par de baldes con agua del enorme contenedor de agua que cada mañana llena la pobre nana.

Se sienta en un banco y talla con rapidez su cuerpo quedando un poco callada al ver la sangre ya seca entre sus piernas. Al asear esa zona, frunce los labios parte por el dolor y parte por la incomodidad. Ya no es virgen. Tiene un amante. Uno que durante el tiempo que esté en casa, podría disfrutar. Terinando de lavarse el cuerpo, continúa con sus cabellos. Una vez limpia, sale del baño para buscar sus ropas con una toalla alrededor del cuerpo. Encuentra su camisa bajo la cama y los pantalones en uno de los sillones. La ropa interna la echa en el cesto de ropa sucia y se promete ir a su recámara a vestirse, más se detiene justo cuando Ezequiel se mete al baño. No debería mirarlo ahí, más su curiosidad es mayor. Entra a asomarse y se queda boquiabierta al ver el agua recorriendo el cuerpo duro, atractivo y musculoso del cambiante. La boca se le hace agua y suspira audible haciendo notar su presencia. - Me olvidé de preguntar ¿Y si durante tu estancia aquí, quisiera repetir el coito? - si habla demasiado profesional y con un término médico, es para que él no sospeche de cuánto quiere tocar su cuerpo.

Se rasca la nuca, sabiendo que mejor espectáculo, jamás podría tener. - Vaya que eres un gordo - por supuesto, no se refiere a su cuerpo, si no a su trasero. Sacude la cabeza con fuerza saliendo de ahí, quitar las sábanas de la cama para echarlas al bote de la ropa sucia. Ahí sí, va a su habitación. Ya es suficiente de estar mirándolo. Toma un vestido muy sencillo después de que se pusiera la ropa interior sintiendo la incomodidad de la mujer recién desvirgada y optar por lo tanto, por no usar pantalón. Una vez lista y haciéndose una coleta, sale del cuarto para tocar la puerta de Ezequiel. - Te veo abajo - baja las escaleras hasta llegar con su nana que la observa con diversión - espero hayas descansado, niña, aunque por los sonidos, me parece que vas a quedarte afónica - ese comentario hace que Dáire se sonroje de pies a cabeza - nana, luego hablamos, que tengo mis dudas - susurra bajo.

La nana se ríe aceptando, sirviendo la comida en platos, en tanto Dáire ayuda a llevarlos al comedor, mirando cómo llega Ezequiel con una sonrisa contenta. Sí, a pesar de todo le agrada que él esté acompañándolas. Al menos así, no se sienten solas. Al parecer, será interesante tenerlo en casa durante algunos pocos, muy pocos, días.


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Mensaje por Ezequiel O'Claude Jue Oct 18, 2018 12:53 pm

“And if you have a minute why don't we go...
Talk about it somewhere only we know?.”












Para Ezequiel todo lo vivido con la castaña era nuevo. Si bien había compartido intimidad con otras mujeres, nunca se había sentido pleno al hacerlo, sentía como si realmente no fuera más que un placer vacío e intercambio de calor mutuo. Con ella era todo diferente, frente a los ojos del varón se abrió otro mundo, conociendo el otro ángulo de la fémina, que tan brusca se había mostrado en un inicio, ahora estaba junto a él, temblorosa y preocupada de que él no le delatara frente a la anciana, ¿Realmente era eso lo que la tenía así?
No te preocupes por eso, voy a mantener oculto tu pasional gusto de marcarme. Creo que tampoco quiero escuchar a la pobre anciana, no la hagamos pasar por eso. — la tranquilizó con voz apacible.

Escuchó el comentario que lanzó luego, observando como la piel de la mujer se teñía de un carmesí y buscaba evadir su mirada mientras confesaba las sensaciones que le había provocado luego del orgasmo. La sonrisa de Ezequiel se ensanchó y aunque tuvo toda la intención de explicarle, prefirió dejarle con la duda, solo por divertirse de verla tan compungida.
Descuida, no moveré nada, y solo para que lo tengas presente, lo que ocurrió no es lo que crees. — le aseguró, inclinándose a besar su frente, liberando la primera risa luego de tanta seriedad que había estado presente en la habitación.
Ni se te ocurra, me quedaré en esta habitación. Ya me estoy familiarizando. — le aclaró, y la vio partir rauda al baño. Por su parte se quedó cuestionando tantas cosas respecto a lo que habían hecho, ¿Por qué se dejaba llevar tanto con ella? ¿Influiría el hecho de pertenecer a la misma naturaleza?

Esperó paciente sentado a los pies de la cama, con su rostro oculto entre sus manos en una posición que podría mantener por hora... Pensando, dándole más vueltas a un asunto que se había terminado de zanjar hace horas, cuando decidieron unirse de la forma mas carnal posibles. Compartir de forma impulsiva lo que sus cuerpos reclamaron de forma inconsciente.
Escuchó la puerta del baño, viendo como la castaña avanzaba rápidamente de un lugar a otro, por lo que decidió darle espacio y en silencio se dirigió al baño.

Se quedó inmóvil por un par de segundos, para luego tomar el balde de agua, dejando que ésta cayera desde su cabeza hasta los pies, deslizándose para darle un golpe de frescura, que le estremeció por un instante. Restregó su rostro, y extremidades como si buscara despertarse, fue entonces que el suspiro de la castaña le alertó y desvió la mirada a la puerta. Ahí estaba, como una niña atrapada haciendo algo muy malo
No tengo ningún inconveniente en repetir el coito, Doctora. — respondió con aquel mismo lenguaje técnico y distante que utilizó la contraria. Después de todo continuaba empeñándose en que debían seguir un plan, y él... Estaba comenzando a olvidarlo.

Estaba terminando de vestirse cuando escuchó la voz femenina, ella estaba lista y él aun haciendo tiempo en la habitación.
Voy enseguida. — respondió poniéndose de pie, para terminar de calzarse las botas. Toda la ropa que traía encima, incluso el calzado era del padre de Dáire, y no había sido menos sorprendente para todos, que cada prenda le hubiera quedado como si se tratara de su propiedad.
Se arremangó los puños de la camisa hasta los hombros, descuidado como era y bajó las escaleras, encontrándose con ambas mujeres en el comedor. Su semblante era alegra, satisfecho y le agradara la situación o no, estaba claro que las dos sabrían el porqué. Después de todo, no habían apelado al silencio en su infame fechoría.

El cambiante tomó asiento en la mesa en cuanto estuvo todo listo y sonrió al ver la abundante cena, la anciana conseguía abrirle el apetito de una forma descomunal, y no sería el único fascinado con el pastel de carne que la mujer había preparado, era obvio que buscaba consentirlos a ambos, como si se trataran de sus propios hijos. Con Dáire era algo que lograba entender, pero ¿Con él?
Por su parte el varón dejó libre el puesto de cabecera, no se sentía digno de ubicarse ahí, ya suficiente tenía con vestirse como el Doctor Mackay, lo último que buscaría sería usurpar su lugar en el comedor.
Se ve delicioso. Muchas gracias. — le habló a la anciana, sonriendo ampliamente, paseando su mirada hasta las cambiante, y en cuanto sus miradas se entrelazaron, ésta le esquivó retomando ese tono cálido en sus mejillas, situación que hizo reír al castaño quien se dio el tiempo de atesorar el momento que estaba viviendo.
Se sentía a gusto, bienvenido... En una familia que le había acogido sin restricciones y que ahora le hacía sentir el hombre más afortunado.







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