AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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The interview | Private
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The interview | Private
Después del penoso evento con Podrick, su antiguo domitor, la joven esclava de sangre no había podido dormir en casa. Pasaba los días allí, ayudando a su padre a manejar el papeleo de los negocios, pero antes del atardecer se marchaba a un hotel junto a su dama de compañía. Y, aun así, casi no había podido conciliar el sueño, con el latente temor de que el vampiro la encontrase y la matase mientras dormía. O peor. Y eran esas posibilidades, de lo mucho peor que podría resultar al ser encontrada por él, más que solo morir, lo que provocaba las horribles pesadillas cuando el cansancio le ganaba y se dejaba abrazar unas pocas horas por Morfeo. Como resultado, unas profundas y oscuras ojeras se marcaban bajo sus ojos, haciéndose incluso más notables sobre su blanquísima piel.
Desde entonces había optado por pedirle a Léa, una joven de clase alta a la que había tenido la suerte de conocer debido a los negocios de su padre, que la acompañase ocasionalmente cuando no tuviese mucho qué hacer. Al principio, Léa se había ganado el aprecio de su padre pues pensaba que era una buena influencia para ella, como una perfecta dama de sociedad, podría ayudarla a desenvolverse mejor en el entorno al que pertenecía. Luego se hicieron amigas y, tras mostrarle apenada su verdadera apariencia bajo el disfraz, compuesto por una peluca negra y excesivo maquillaje, ella le había confesado que era cazadora. Se habían aceptado mutuamente con todo y sus secretos, y eso había afianzado la relación entre ambas.
Debido a esa ocupación oculta, la menor había pedido su ayuda para poder conseguir un vampiro que le ofreciera su sangre y protección permanente, al menos hasta que la amenaza que representaba Podrick fuese eliminada. Como remuneración, Kanoy estaba dispuesta a pagar una buena suma de dinero y proporcionar al vampiro de cualquier otra cosa que necesitase. En respuesta a su solicitud, Léa había dudado un poco pero finalmente le había dicho que podía tener al candidato perfecto para la tarea. Así pues, la mayor se encargó de concertar la cita. Habían pasado ya cuatro días desde la última vez que bebiese, y comenzaba a agotársele el tiempo. Si no encontraba una nueva fuente de vitae, la recaída vendría y, con ella, una dolorosa y penosa muerte.
Para su suerte, la cazadora consiguió concertar el encuentro para la siguiente noche. La quinta sin vitae, por lo que honestamente esperaba que fuese el indicado, de lo contrario… Kanoy negó y se dio ánimos a sí misma. El vampiro sería adecuado, aceptaría su oferta, y todo estaría en orden. Su mayor temor al respecto es que su padre ni siquiera estaba en la ciudad, había salido la mañana misma del ataque y no tenía forma de comunicarse con él hasta que llegase a su nuevo destino y le mandase carta con su nueva dirección provisional.
Cuando llaman a la puerta de su habitación, la chica terminaba de acomodarse la peluca sobre la cabeza. Para la ocasión había decidido usar un vestido blanco, como la mayoría dentro de su guardarropa, muy reservado pues se cerraba completamente sobre su cuello, no queriendo dejarlo a la vista de un vampiro al que aún no conocía. El largo cabello negro de su peluca había optado por dejarlo suelto, en contra de las buenas costumbres de la época que indicaban que, a su edad, llevarlo recogido era lo correcto para ese tipo de encuentros. El excesivo maquillaje, cuyo propósito era ocultar su extrema palidez, no iba acompañado de colores sobre sus párpados o rubores sobre sus mejillas, apenas un suave rosa sobre sus labios.
– La señorita Kerino le espera. – Le avisó desde afuera su dama de compañía, ante lo que dio un último vistazo al espejo, comprobando que todo estuviese en su lugar, y salió hacia el encuentro con su amiga. Juntas, las tres mujeres salieron de la mansión en dirección al hotel donde se estaba hospedando por las noches, allí mismo había rentado una pequeña sala de reuniones donde podría recibir a su invitado tan pronto anocheciera y llevar a cabo la entrevista que determinaría su futuro. – No te preocupes por nada, Kanoy. Todo saldrá bien. Sé que vas a sorprenderte por su apariencia, pero no lo juzgues hasta hablar con él, ¿De acuerdo? Es mucho más fuerte de lo que aparenta ser. Él podrá protegerte. – Intentó tranquilizarla Léa, mientras iban de camino al hotel en el carruaje, poniendo una de sus manos sobre las de la esclava al notar su nervioso gesto.
– Lo siento. Lo sé. – Asintió infundiéndose un poco del valor que de pronto la abandonaba. – Muchas gracias por todo, Léa. No sé qué habría hecho sin ti en estas circunstancias. – La mayor le sonrió con una tranquilidad que la albina le envidiaba. Ella era tan segura de sí misma, tan capaz de hablar de cualquier cosa con cualquier persona, que la hacía sentirse pequeña a su lado. Más de lo que era, físicamente hablando. Respiró profundo y bajó del carruaje apenas este se detuvo frente a la entrada del lujoso hotel. Cuando su padre se enterase de todo lo que había estado ocurriendo en su ausencia, de seguro pondría el grito en el cielo. Pero la pequeña lo agradecía infinitamente pues, de haber estado él esa noche, no sabía si Podrick pudiese haberle hecho daño. Lo que sucede es lo mejor, intentó animarse con ello, ya que si bien la situación no era óptima seguro que podría ser peor.
Las tres jóvenes mujeres se tomaron su tiempo para cenar mientras llegaba el anochecer, momento en que Kanoy y su dama se internaron en el apartado reservado, mientras la cazadora esperaba en el Lobby a la llegada del vampiro para luego guiarlo al lugar correcto.
Apenas verlo llegar, puntualmente a la hora acordada, la mirada de Léa se endureció ligeramente, ofreciéndole su mano a manera de saludo. – Ella está esperando adentro. – Comenzó diciendo mientras iniciaba su camino, esperando que le acompañase. – Por favor, ten mucho tacto con ella, ¿De acuerdo? Todavía está un poco nerviosa por todo lo que ha pasado recientemente. Los detalles de lo que busca te los dará ella misma. – Si bien nada de aquello le agradaba en absoluto, conoce las circunstancias de su amiga y lo mucho que necesita que esta entrevista salga bien. Así como también sabe que, si bien Göran es un vampiro, es lo bastante benevolente como para dejarla vivir aun cuando ella le había atacado y él tenía la fuerza y poder para eliminarla en un parpadeo.
Al llegar a la puerta correcta, Léa toca tres veces, anunciándose, antes de abrir la puerta y dejar pasar al vampiro para cerrar la puerta tras ambos y quedarse apoyada de ella para dar espacio a que las dos partes interesadas se conocieran sin su intervención.
Kanoy, que había estado retorciéndose de nuevo las manos por los nervios mientras esperaba, sentada en el sillón tras un amplio e impoluto escritorio de oscura madera, se puso de pie en un respingo apenas escuchar el toque en la puerta, esperando ver al vampiro entrar por el marco. Tal y como Léa le hubiese advertido antes, se quedó un instante sin pronunciar palabra observando la apariencia menuda del muchacho que aparentaba prácticamente su misma edad. Miró un momento a su amiga, que le indicó con un gesto que prosiguiera, incentivo suficiente para que la chica rodeara el escritorio y extendiera su mano hacia el muchacho que, además, era apenas unos diez centímetros más alto que ella. – Kanoy Sukemura, es un placer conocerlo. – Se presentó educadamente, mientras sentía su mano, pálida y menuda, temblar al contacto frío con la mano del inmortal, antes de invitarlo a sentarse en una de las dos sillas en ese lado del escritorio y sentándose a su lado en lugar de volver a su lugar inicial.
– Yo… Bueno. No sé realmente qué tanto le habrá comentado Léa. – Se detuvo un segundo para aclararse la garganta antes de continuar. No quería darle demasiadas vueltas al asunto, por lo que fue directamente al grano, explicándole en principio su situación. – Yo padezco de una enfermedad para la que aún no existe cura. Soy japonesa y, mi padre y yo hemos intentado encontrar algún tratamiento, pero no obtuvimos ningún resultado en la medicina oriental u occidental, ni siquiera con brujos. Lo único que, hasta el momento, ha dado resultados es la sangre de vampiro. Mantiene la enfermedad dormida siempre y cuando beba al menos una vez por semana, y me da la fuerza y energía que de otra forma perdería por completo. – Aunque decidió omitir dos hechos importantes. El primero, que ya solo le quedaban dos días antes de su siguiente dosis, y el segundo que, si no cumplía con dicha dosis en ese tiempo, la recaída la mataría.
– Hasta hace poco otro vampiro, un socio comercial, se había ofrecido voluntariamente a darme de su sangre, sin embargo… Ahora se ha vuelto en mi contra. – Apretó los puños sobre su regazo al recordar la manera brusca en que había intentado colarse bajo sus faldas, y cómo la había mordido sin su consentimiento. También el aullido furioso cuando le clavó el cuchillo de plata en el pecho, que había errado por muy poco el corazón del no-muerto. – Y quiere matarme. – Concluyó la idea, sintiéndose débil de pronto, pero obligándose a mantener la compostura. – Lo que busco es alguien que pueda suplir mis dos grandes necesidades en este momento, que son: protección y sangre. Por lo que, antes de preguntarle cualquier otra cosa, ¿Estaría usted dispuesto? ¿Podría cumplir con estos dos roles para mí? – Cuestionó finalmente, luego podría darle más detalles así como preguntarle tantas otras cosas, y ambos tomarían sus decisiones en base a lo que se conversase a partir de allí.
Desde entonces había optado por pedirle a Léa, una joven de clase alta a la que había tenido la suerte de conocer debido a los negocios de su padre, que la acompañase ocasionalmente cuando no tuviese mucho qué hacer. Al principio, Léa se había ganado el aprecio de su padre pues pensaba que era una buena influencia para ella, como una perfecta dama de sociedad, podría ayudarla a desenvolverse mejor en el entorno al que pertenecía. Luego se hicieron amigas y, tras mostrarle apenada su verdadera apariencia bajo el disfraz, compuesto por una peluca negra y excesivo maquillaje, ella le había confesado que era cazadora. Se habían aceptado mutuamente con todo y sus secretos, y eso había afianzado la relación entre ambas.
Debido a esa ocupación oculta, la menor había pedido su ayuda para poder conseguir un vampiro que le ofreciera su sangre y protección permanente, al menos hasta que la amenaza que representaba Podrick fuese eliminada. Como remuneración, Kanoy estaba dispuesta a pagar una buena suma de dinero y proporcionar al vampiro de cualquier otra cosa que necesitase. En respuesta a su solicitud, Léa había dudado un poco pero finalmente le había dicho que podía tener al candidato perfecto para la tarea. Así pues, la mayor se encargó de concertar la cita. Habían pasado ya cuatro días desde la última vez que bebiese, y comenzaba a agotársele el tiempo. Si no encontraba una nueva fuente de vitae, la recaída vendría y, con ella, una dolorosa y penosa muerte.
Para su suerte, la cazadora consiguió concertar el encuentro para la siguiente noche. La quinta sin vitae, por lo que honestamente esperaba que fuese el indicado, de lo contrario… Kanoy negó y se dio ánimos a sí misma. El vampiro sería adecuado, aceptaría su oferta, y todo estaría en orden. Su mayor temor al respecto es que su padre ni siquiera estaba en la ciudad, había salido la mañana misma del ataque y no tenía forma de comunicarse con él hasta que llegase a su nuevo destino y le mandase carta con su nueva dirección provisional.
Cuando llaman a la puerta de su habitación, la chica terminaba de acomodarse la peluca sobre la cabeza. Para la ocasión había decidido usar un vestido blanco, como la mayoría dentro de su guardarropa, muy reservado pues se cerraba completamente sobre su cuello, no queriendo dejarlo a la vista de un vampiro al que aún no conocía. El largo cabello negro de su peluca había optado por dejarlo suelto, en contra de las buenas costumbres de la época que indicaban que, a su edad, llevarlo recogido era lo correcto para ese tipo de encuentros. El excesivo maquillaje, cuyo propósito era ocultar su extrema palidez, no iba acompañado de colores sobre sus párpados o rubores sobre sus mejillas, apenas un suave rosa sobre sus labios.
– La señorita Kerino le espera. – Le avisó desde afuera su dama de compañía, ante lo que dio un último vistazo al espejo, comprobando que todo estuviese en su lugar, y salió hacia el encuentro con su amiga. Juntas, las tres mujeres salieron de la mansión en dirección al hotel donde se estaba hospedando por las noches, allí mismo había rentado una pequeña sala de reuniones donde podría recibir a su invitado tan pronto anocheciera y llevar a cabo la entrevista que determinaría su futuro. – No te preocupes por nada, Kanoy. Todo saldrá bien. Sé que vas a sorprenderte por su apariencia, pero no lo juzgues hasta hablar con él, ¿De acuerdo? Es mucho más fuerte de lo que aparenta ser. Él podrá protegerte. – Intentó tranquilizarla Léa, mientras iban de camino al hotel en el carruaje, poniendo una de sus manos sobre las de la esclava al notar su nervioso gesto.
– Lo siento. Lo sé. – Asintió infundiéndose un poco del valor que de pronto la abandonaba. – Muchas gracias por todo, Léa. No sé qué habría hecho sin ti en estas circunstancias. – La mayor le sonrió con una tranquilidad que la albina le envidiaba. Ella era tan segura de sí misma, tan capaz de hablar de cualquier cosa con cualquier persona, que la hacía sentirse pequeña a su lado. Más de lo que era, físicamente hablando. Respiró profundo y bajó del carruaje apenas este se detuvo frente a la entrada del lujoso hotel. Cuando su padre se enterase de todo lo que había estado ocurriendo en su ausencia, de seguro pondría el grito en el cielo. Pero la pequeña lo agradecía infinitamente pues, de haber estado él esa noche, no sabía si Podrick pudiese haberle hecho daño. Lo que sucede es lo mejor, intentó animarse con ello, ya que si bien la situación no era óptima seguro que podría ser peor.
Las tres jóvenes mujeres se tomaron su tiempo para cenar mientras llegaba el anochecer, momento en que Kanoy y su dama se internaron en el apartado reservado, mientras la cazadora esperaba en el Lobby a la llegada del vampiro para luego guiarlo al lugar correcto.
Apenas verlo llegar, puntualmente a la hora acordada, la mirada de Léa se endureció ligeramente, ofreciéndole su mano a manera de saludo. – Ella está esperando adentro. – Comenzó diciendo mientras iniciaba su camino, esperando que le acompañase. – Por favor, ten mucho tacto con ella, ¿De acuerdo? Todavía está un poco nerviosa por todo lo que ha pasado recientemente. Los detalles de lo que busca te los dará ella misma. – Si bien nada de aquello le agradaba en absoluto, conoce las circunstancias de su amiga y lo mucho que necesita que esta entrevista salga bien. Así como también sabe que, si bien Göran es un vampiro, es lo bastante benevolente como para dejarla vivir aun cuando ella le había atacado y él tenía la fuerza y poder para eliminarla en un parpadeo.
Al llegar a la puerta correcta, Léa toca tres veces, anunciándose, antes de abrir la puerta y dejar pasar al vampiro para cerrar la puerta tras ambos y quedarse apoyada de ella para dar espacio a que las dos partes interesadas se conocieran sin su intervención.
Kanoy, que había estado retorciéndose de nuevo las manos por los nervios mientras esperaba, sentada en el sillón tras un amplio e impoluto escritorio de oscura madera, se puso de pie en un respingo apenas escuchar el toque en la puerta, esperando ver al vampiro entrar por el marco. Tal y como Léa le hubiese advertido antes, se quedó un instante sin pronunciar palabra observando la apariencia menuda del muchacho que aparentaba prácticamente su misma edad. Miró un momento a su amiga, que le indicó con un gesto que prosiguiera, incentivo suficiente para que la chica rodeara el escritorio y extendiera su mano hacia el muchacho que, además, era apenas unos diez centímetros más alto que ella. – Kanoy Sukemura, es un placer conocerlo. – Se presentó educadamente, mientras sentía su mano, pálida y menuda, temblar al contacto frío con la mano del inmortal, antes de invitarlo a sentarse en una de las dos sillas en ese lado del escritorio y sentándose a su lado en lugar de volver a su lugar inicial.
– Yo… Bueno. No sé realmente qué tanto le habrá comentado Léa. – Se detuvo un segundo para aclararse la garganta antes de continuar. No quería darle demasiadas vueltas al asunto, por lo que fue directamente al grano, explicándole en principio su situación. – Yo padezco de una enfermedad para la que aún no existe cura. Soy japonesa y, mi padre y yo hemos intentado encontrar algún tratamiento, pero no obtuvimos ningún resultado en la medicina oriental u occidental, ni siquiera con brujos. Lo único que, hasta el momento, ha dado resultados es la sangre de vampiro. Mantiene la enfermedad dormida siempre y cuando beba al menos una vez por semana, y me da la fuerza y energía que de otra forma perdería por completo. – Aunque decidió omitir dos hechos importantes. El primero, que ya solo le quedaban dos días antes de su siguiente dosis, y el segundo que, si no cumplía con dicha dosis en ese tiempo, la recaída la mataría.
– Hasta hace poco otro vampiro, un socio comercial, se había ofrecido voluntariamente a darme de su sangre, sin embargo… Ahora se ha vuelto en mi contra. – Apretó los puños sobre su regazo al recordar la manera brusca en que había intentado colarse bajo sus faldas, y cómo la había mordido sin su consentimiento. También el aullido furioso cuando le clavó el cuchillo de plata en el pecho, que había errado por muy poco el corazón del no-muerto. – Y quiere matarme. – Concluyó la idea, sintiéndose débil de pronto, pero obligándose a mantener la compostura. – Lo que busco es alguien que pueda suplir mis dos grandes necesidades en este momento, que son: protección y sangre. Por lo que, antes de preguntarle cualquier otra cosa, ¿Estaría usted dispuesto? ¿Podría cumplir con estos dos roles para mí? – Cuestionó finalmente, luego podría darle más detalles así como preguntarle tantas otras cosas, y ambos tomarían sus decisiones en base a lo que se conversase a partir de allí.
Kanoy Sukemura
Última edición por Kanoy Sukemura el Mar Oct 30, 2018 5:28 am, editado 1 vez
Kanoy Sukemura- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/09/2018
Re: The interview | Private
Si no era la soledad la privación voluntaria, o involuntaria, de compañía en la vida de una persona, era cualquier otra condición similar presente en la vida de Göran. Aquél desdichado que, a causa de cargar un enorme sufrimiento consigo, durante milenios, libraba una incesante batalla personal contra su propia naturaleza. El destino que estaba padeciendo había sido planificado desde antes que naciera y, aunque él no lo supiese a estas alturas, llevaba presente una conjetura que planteaba que fuerzas superiores a su comprensión conspiraban en su contra. Aquello era un pensamiento burdo, pero lo era aún más el hecho de considerar la posibilidad de que las casualidades existiesen por sobre las causalidades. En resumidas cuentas, como todos en este mundo, él era víctima de las circunstancias. La soledad no era más que otra circunstancia encadenada a un factor del pasado; fue una elección propia, aunque no hubiera sido de esa forma de no sufrir la maldición que padecía. La auto-reflexión era el primer paso para conocerse a sí mismo y elegir qué rasgos cambiar de su persona ¿y qué mejor complemento para ello que el aislamiento social?.. Después de todo, había acabado con muchísimas vidas, de cada tipo que pudieras imaginar, desde los tiempos en que se inventó la rueda.
Con esa premisa y objetivo vivió durante siglos, lo que para un mortal sería una eternidad, aunque no fuese nada aquél plazo en comparación al tiempo que ocupó sucumbiendo a sus instintos más básicos; nihilismo, sed de sangre y hedonismo. La evolución debía ser lenta pero progresiva y efectiva, era el "deber ser". La realidad actual no se alejaba del escenario descrito anteriormente; trascender era un medio para un fin y, durante su participación en la Revolución Francesa, Göran había encontrado aquello que vino buscando desde Escandinavia... Seres sobrenaturales.
Pero la necesidad emergente de un camuflaje ante una sociedad que estaba en pañales en el mundo del ocultismo ganaba mayor relevancia en esta época en que, con mayor diligencia, se le daba caza a toda "aberración de la naturaleza" caminante sobre la faz de la tierra. Cierto era que, aunque aquella alma milenaria se valía de su conocimiento empírico y el disfraz de un pequeño adolescente vagabundo con el que contaba, no poseía consigo —en aquellas tierras en que era extranjero— algún recurso contra aquél enemigo indeseado que lo había perseguido en cada amanecer durante miles de años...
La ironía yacía en la cualidad de habitualidad con la que, a aquél antiguo Konungr (Rey) de Escandinavia recordado por otros inmortales como The Død, se le encontraba durmiendo en prostíbulos, sótanos, y hasta en canales subterráneos para resguardarse del alba, sin tomar en cuenta el hábito de cambiar frecuentemente su posición de asentamiento para evitar ser encontrado por fanáticos religiosos, adoctrinados o simplemente enemigos. Aquél vástago de la noche podía dormir en el palacio de la mayor autoridad de Francia si él así lo quisiera; persuadir y manipular para conseguir beneficios personales que facilitasen su supervivencia sería comparable a la acción de chasquear los dedos, pero... ¿Qué sentido tendría tanto esfuerzo invertido en cambiar si eso?
El tiempo era ciertamente relativo, si, para alguien que contaba con inmortalidad y vida eterna —aunque esta fuese superficial—, por lo que la rutina no era algo que preocupase ni mucho menos afligiera a Göran; si algo bueno pudo sacar del mal que sufría, fue el don de la paciencia. Pero volviendo al término: "rutina"... Esta era otra de esas noches donde la frescura de Autumnus se evidenciaba en el clima, el follaje que amarillea y se desprende de sus árboles y el aroma a lluvia sin que ésta se presente. El joven cantinero —como era visto a ojo público— abandonaba las instalaciones de un bar tras haber prestado una ardua jornada laboral, y recorría a pie, tal como vino, los callejones de la capital francesa en busca de algún aperitivo. Para el tiempo en que aprendió a consumir sangre sin asesinar, lo hacía sólo por dos motivos: placer al ver a su presa sufrir, o preservación de algún tipo de sangre exótica que complaciese su exigente paladar. En la actualidad, el método de preservar la vida a sus víctimas está ligado a un fin meramente moral e incluso emplea sus más que considerables habilidades para evitarles el dolor o las sensaciones de pánico, y luego hacerles olvidar lo sucedido. Y eso estaba haciendo el no-muerto tras haber encontrado la presencia de una prostituta en una callejuela contigua a un burdel...
—Harás lo que te pida. No ejecutarás movimiento alguno y no conocerás el miedo ni el dolor en este momento —Indicó aquél que parecía ser un simple muchachito de la calle, habiendo establecido previo encuentro visual. En ese preciso instante la vista de la mujer parece petrificada, sin ningún tipo de gesto y más bien como si durmiera sin accionar los párpados. El muchacho, al verse superado con creces en estatura por la mujer, toma gentilmente su muñeca izquierda (en lugar de buscar su carótida) y le desnuda la mano tras retirar el guante de seda que la arropaba. No tarda en aproximar, en sincronía, la extremidad de la mujer a su boca y viceversa, apresurando el ansiado encuentro; con un movimiento, uno de sus dientes caninos hace una incisión en la piel que permite a la sangre fluir para ser bebida. Pero tras unos instantes de alimentación ininterrumpida, la actuación de su sentido auditivo, mismo que detectó los pasos de alguien a menos de 50 metros de radio de su posición, lo hace detenerse y mirar a la dama de compañía a los ojos.
—Abandona este lugar y ve a casa —Ordenó imperativamente tras haber tocado con anterioridad el mentón de ella, pues la cara de la misma debía graduar el ángulo en descenso a causa de la diferencia de altura, y ello propiciaría el contacto visual entre ambas pupilas para entrar al estado de trance. La mujer hace lo ordenado, y aquello que el ojo humano percibiría como una silueta embestida en oscuridad, a la velocidad del sonido, aparece 20 metros más adelante en el callejón. Era Göran, quien se detuvo en aquél punto, estático, tratando de dilucidar quién andaba merodeando por el sitio, pero no encontró más que una ventisca. La magnitud de esta última arrastra un montón de hojas que recreaban un festival de colores vivos como también opacos, y con ellas, destacando de entre las sombras, un papel en buen estado en forma de carta. Se agacha para tomarlo, y una vez en mano contempla un sello rojo de lacre que desprende el aroma a cera de abejas con la que fue creado; despega la circunferencia de aquella pasta colorada que impide la apertura del pliego, y al revisar el contenido del documento, sin siquiera una firma, sólo encuentra una petición adjunta a una dirección: "Hotel Des Arenes, ve allí al anochecer".
Volvió a cerrar la carta mirando hacia aquél extremo, a través del pasaje recto, que representaba la boca del callejón. Acercó aquella carta a su nariz, dejando la mirada perdida en el vacío, y su olfato sintió un aroma familiar acaparado en cada fibra textil del papel. —¿A qué juegas, ratoncita? —Murmuró para sí mismo en su lengua proto-indoeuropea mientras se lo ve desaparecer desde un panorama general en el que el sol comienza a dejar ver sus primeros rayos y da paso al amanecer.
Tras haber pasado el día en algún escondrijo o guarida temporal improvisada, y decidido ir a la cita, se apreciaba su estadía en la cúspide de un edificio vecino al Hotel Des Arenes. Aproximadamente 15 minutos fue el plazo de tiempo que le tomó planificar una estrategia de evasión o escape si aquello terminaba convirtiéndose en una trampa, puesto que trataba de reducir las probabilidades de muertos a la menor cifra posible; había analizado la infraestructura del sitio, los accesos y salidas visibles e incluso estableció una noción posicional precisa de cada habitación con tan solo verlas, desde el exterior, a través de las ventanas. Tras un abrir y cerrar de ojos, Göran se deja caer al vacío e instantáneamente aterriza de pie e intacto entre la muchedumbre presente. Por su repentina aparición y su extraña presencia, los más indiscretos no tardaron en preguntar en voz alta de dónde salió, cosa que él ignoró al abrir su paso hasta la recepción del sitio. Pronto se detuvo, al distinguir la presencia del aroma residente en la carta en el aire de los tantos que abundaban en el interior del edificio; giró la cabeza, despejada esta de dudas sobre quién estaba detrás de todo esto, en la dirección de la cual provenía la fragancia.
El encuentro cara a cara con aquella joven cazadora, con quien tuvo un altercado, hacía la noche entretenida para el milenario, pues a pesar de que matar no fuese ya un deporte para él, ni una actividad en su agenda, conocer gente que sucumbe a sus instintos como lo hacía él en un pasado lejano lo entretiene cual atracción de feria atrae un niño. El gesto de educación que ella acomete en el acto es ignorado por el muchacho, quien mira su mano tendida, a la espera de la devolución del saludo, y luego observa sus ojos sin emitir expresión o palabra alguna. Lo siguiente que dice la chica, conforme guía el avance hacia determinada dirección, deja al sueco confundido, y ello se podía contemplar en su rostro al fruncir el ceño; la sigue a sus espaldas a paso lento, con una mano tomando la muñeca de la otra extremidad al nivel de sus lumbares, comportamientos y señales de un lenguaje corporal que refleja la prudencia de alguien astuto como también los modales de una persona reservada y educada. Y escucha más información errática por parte de ella, que lo deja sumergido en una espiral decadente de incógnitas: ¿Tener cuidado con quién?; ¿Quien era "ella"?
De camino al cuarto de reunión, ni el olor a sexo, opio e incluso a sangre tibia —de un posible homicidio— provenientes de las habitaciones contiguas a su destino, incomodaron a Göran, quien se detuvo junto a su anfitriona, mirando la puerta que golpeaba siguiendo un patrón convencional. Tras derribar la cortina visual que representaba la puerta (al abrirse esta), y notar que le ceden el paso, el muchacho avanza escasos pasos al mismo tiempo en que contempla el espacio en que se encuentra y hace un conteo breve de las personas presentes. Sus reflejos magnificados le permiten percatarse de la comunicación muda, que posiblemente estableció la mujer detrás suyo, al contemplar tanto silencio y ver la distracción de aquellos ojos curiosos, aunque inseguros, pertenecientes a la jovencita de la cual resonaba en eco un acelerado ritmo cardíaco. Restó total importancia a lo anterior, y a diferencia del desaire que le hizo a la cazadora, Puer Indicum aceptó de forma educada el saludo de la fémina con piel albina, tan blanca como la luna, quien fallaba en su intento de tapar aquella ansiedad y nerviosismo que él aún no comprendía...
—El placer es mío. Puede llamarme Göran. —Respondió ofreciendo aquél regalo que muy pocos privilegiados llegaban a conocer: su nombre real. Tras ello él se sienta en la silla próxima a su posición, casi en sincronía con respecto a la chica que se sienta en otro mueble igual, a su lado. El sentido auditivo concentrado en las palabras que salían de su boca, y la vista se perdía de nuevo en la habitación, ahora desde un ángulo distinto en el que encontró una figura fijada en una pared en la cual reposar su mirada; un crucifijo con el mártir simbólico del cristianismo tiene en su rostro una mirada pintada de dolor, que persigue a Göran. Este último disiente de seguir mirando algo tan insignificante para él y el punto de enfoque de su vista periférica cambia hacia los irises de aquella que logró captar completamente su atención al hablar sobre el mal que padecía, pero sobretodo al manejarse con tanta libertad en temas que otros considerarían supersticiosos. Se mantiene circunspecto y sin demostrar emoción alguna, aún en aquella parte en que la chica (problamente contemporánea a su edad morta) confiesa con dificultad ser perseguida por el vástago de la noche del que dependía para poder seguir viviendo.
Desde el momento en que Göran entró a la habitación había presentido algo en esa chica que lo hacía sentirse identificado; detectar la inseguridad y el temor en ella aunado al impacto visual que causó su presencia fueron hechos que revivieron su vida como humano durante el desarrollo del mesolítico en su hogar natal. La apariencia de ella le tenía que suponer algún inconveniente en la sociedad contemporánea, donde, para sorpresa del nórdico, permanecían los estereotipos y los cánones de belleza, y la coerción social tras estos. El momento que duró fuera de la realidad actual concluyó cuando la jovencita, sin más preámbulos, hizo saber lo que necesitaba de él dadas las circunstancias. Apenas recomponiéndose de aquél intenso flashback, paranoico, pre-supone para qué está ahí, para qué lo había convocado aquella cazadora viperina. Ipso Facto fue el movimiento sobrenatural que acometió el vampiro desde la silla hasta la puerta del salón, donde Kanoy y su sirvienta se alertaron tras el estruendo que causó Léa al gravitar con la espalda contra la madera tras ella, siendo la mano derecha de Göran la responsable de hacerla despegar del suelo para quedar ahorcada e inmóvil bajo la voluntad del mismo.
—¿Qué juego es este?.. ¿Quién te envía? ¿Janoj? —Cuestiona severamente en su lengua natal primitiva. Los gritos que deja escapar la sirvienta hacen despertar al vástago de aquél estado irracional, y se da cuenta de que la asfixia que le está causando a Léia no le permite a esta responder sus preguntas. Deja caer su peso muerto en el suelo al liberar el agarre de su cuello, e instantáneamente, al escuchar los pasos precipitados de alguien en su espalda, se gira para afrontar aquello que acabaría con su existencia... La escena graficaba a Göran sujetando la mano armada, con una estaca de madera, de Lady Kanoy, quien en medio de la desesperación y en base a sus conocimientos en artes marciales optó por frenar la potencial amenaza que representaba aquella bestia al someter de esa manera a una de sus amigas. El muchacho, quien apenas superaba por media cabeza a la joven de piel albina, le miró fijamente a los ojos; aquellos orbes fueron testigos de su actuación, y al mirarlos le repetían esa escena una y otra vez desde un punto de vista extra-corporal. Halló en ellos los motivos suficientes para ayudarla con su situación, así que le quitó delicadamente la estaca con su otra mano y se apartó de todos para sentarse de nuevo en la silla sobre la que se paró en primer lugar.
—Después de lo que hice... Creo que lo menos que puedo hacer aceptar tu propuesta y darte lo que necesitas. —Calló, colocando la estaca sobre la mesa, a la espera de una respuesta por parte de Kanoy.
Con esa premisa y objetivo vivió durante siglos, lo que para un mortal sería una eternidad, aunque no fuese nada aquél plazo en comparación al tiempo que ocupó sucumbiendo a sus instintos más básicos; nihilismo, sed de sangre y hedonismo. La evolución debía ser lenta pero progresiva y efectiva, era el "deber ser". La realidad actual no se alejaba del escenario descrito anteriormente; trascender era un medio para un fin y, durante su participación en la Revolución Francesa, Göran había encontrado aquello que vino buscando desde Escandinavia... Seres sobrenaturales.
Pero la necesidad emergente de un camuflaje ante una sociedad que estaba en pañales en el mundo del ocultismo ganaba mayor relevancia en esta época en que, con mayor diligencia, se le daba caza a toda "aberración de la naturaleza" caminante sobre la faz de la tierra. Cierto era que, aunque aquella alma milenaria se valía de su conocimiento empírico y el disfraz de un pequeño adolescente vagabundo con el que contaba, no poseía consigo —en aquellas tierras en que era extranjero— algún recurso contra aquél enemigo indeseado que lo había perseguido en cada amanecer durante miles de años...
"Solvognen ardía incandescente cada mañana y tarde, trayendo luz para los afortunados y muerte a los condenados a vagar por toda la eternidad. Para la noche daba abasto y mostraba su lado oscuro, viajando de Oeste a Este tras ser tirado por sus caballos en su recorrido por el mundo"
La ironía yacía en la cualidad de habitualidad con la que, a aquél antiguo Konungr (Rey) de Escandinavia recordado por otros inmortales como The Død, se le encontraba durmiendo en prostíbulos, sótanos, y hasta en canales subterráneos para resguardarse del alba, sin tomar en cuenta el hábito de cambiar frecuentemente su posición de asentamiento para evitar ser encontrado por fanáticos religiosos, adoctrinados o simplemente enemigos. Aquél vástago de la noche podía dormir en el palacio de la mayor autoridad de Francia si él así lo quisiera; persuadir y manipular para conseguir beneficios personales que facilitasen su supervivencia sería comparable a la acción de chasquear los dedos, pero... ¿Qué sentido tendría tanto esfuerzo invertido en cambiar si eso?
El tiempo era ciertamente relativo, si, para alguien que contaba con inmortalidad y vida eterna —aunque esta fuese superficial—, por lo que la rutina no era algo que preocupase ni mucho menos afligiera a Göran; si algo bueno pudo sacar del mal que sufría, fue el don de la paciencia. Pero volviendo al término: "rutina"... Esta era otra de esas noches donde la frescura de Autumnus se evidenciaba en el clima, el follaje que amarillea y se desprende de sus árboles y el aroma a lluvia sin que ésta se presente. El joven cantinero —como era visto a ojo público— abandonaba las instalaciones de un bar tras haber prestado una ardua jornada laboral, y recorría a pie, tal como vino, los callejones de la capital francesa en busca de algún aperitivo. Para el tiempo en que aprendió a consumir sangre sin asesinar, lo hacía sólo por dos motivos: placer al ver a su presa sufrir, o preservación de algún tipo de sangre exótica que complaciese su exigente paladar. En la actualidad, el método de preservar la vida a sus víctimas está ligado a un fin meramente moral e incluso emplea sus más que considerables habilidades para evitarles el dolor o las sensaciones de pánico, y luego hacerles olvidar lo sucedido. Y eso estaba haciendo el no-muerto tras haber encontrado la presencia de una prostituta en una callejuela contigua a un burdel...
—Harás lo que te pida. No ejecutarás movimiento alguno y no conocerás el miedo ni el dolor en este momento —Indicó aquél que parecía ser un simple muchachito de la calle, habiendo establecido previo encuentro visual. En ese preciso instante la vista de la mujer parece petrificada, sin ningún tipo de gesto y más bien como si durmiera sin accionar los párpados. El muchacho, al verse superado con creces en estatura por la mujer, toma gentilmente su muñeca izquierda (en lugar de buscar su carótida) y le desnuda la mano tras retirar el guante de seda que la arropaba. No tarda en aproximar, en sincronía, la extremidad de la mujer a su boca y viceversa, apresurando el ansiado encuentro; con un movimiento, uno de sus dientes caninos hace una incisión en la piel que permite a la sangre fluir para ser bebida. Pero tras unos instantes de alimentación ininterrumpida, la actuación de su sentido auditivo, mismo que detectó los pasos de alguien a menos de 50 metros de radio de su posición, lo hace detenerse y mirar a la dama de compañía a los ojos.
—Abandona este lugar y ve a casa —Ordenó imperativamente tras haber tocado con anterioridad el mentón de ella, pues la cara de la misma debía graduar el ángulo en descenso a causa de la diferencia de altura, y ello propiciaría el contacto visual entre ambas pupilas para entrar al estado de trance. La mujer hace lo ordenado, y aquello que el ojo humano percibiría como una silueta embestida en oscuridad, a la velocidad del sonido, aparece 20 metros más adelante en el callejón. Era Göran, quien se detuvo en aquél punto, estático, tratando de dilucidar quién andaba merodeando por el sitio, pero no encontró más que una ventisca. La magnitud de esta última arrastra un montón de hojas que recreaban un festival de colores vivos como también opacos, y con ellas, destacando de entre las sombras, un papel en buen estado en forma de carta. Se agacha para tomarlo, y una vez en mano contempla un sello rojo de lacre que desprende el aroma a cera de abejas con la que fue creado; despega la circunferencia de aquella pasta colorada que impide la apertura del pliego, y al revisar el contenido del documento, sin siquiera una firma, sólo encuentra una petición adjunta a una dirección: "Hotel Des Arenes, ve allí al anochecer".
Volvió a cerrar la carta mirando hacia aquél extremo, a través del pasaje recto, que representaba la boca del callejón. Acercó aquella carta a su nariz, dejando la mirada perdida en el vacío, y su olfato sintió un aroma familiar acaparado en cada fibra textil del papel. —¿A qué juegas, ratoncita? —Murmuró para sí mismo en su lengua proto-indoeuropea mientras se lo ve desaparecer desde un panorama general en el que el sol comienza a dejar ver sus primeros rayos y da paso al amanecer.
Tras haber pasado el día en algún escondrijo o guarida temporal improvisada, y decidido ir a la cita, se apreciaba su estadía en la cúspide de un edificio vecino al Hotel Des Arenes. Aproximadamente 15 minutos fue el plazo de tiempo que le tomó planificar una estrategia de evasión o escape si aquello terminaba convirtiéndose en una trampa, puesto que trataba de reducir las probabilidades de muertos a la menor cifra posible; había analizado la infraestructura del sitio, los accesos y salidas visibles e incluso estableció una noción posicional precisa de cada habitación con tan solo verlas, desde el exterior, a través de las ventanas. Tras un abrir y cerrar de ojos, Göran se deja caer al vacío e instantáneamente aterriza de pie e intacto entre la muchedumbre presente. Por su repentina aparición y su extraña presencia, los más indiscretos no tardaron en preguntar en voz alta de dónde salió, cosa que él ignoró al abrir su paso hasta la recepción del sitio. Pronto se detuvo, al distinguir la presencia del aroma residente en la carta en el aire de los tantos que abundaban en el interior del edificio; giró la cabeza, despejada esta de dudas sobre quién estaba detrás de todo esto, en la dirección de la cual provenía la fragancia.
El encuentro cara a cara con aquella joven cazadora, con quien tuvo un altercado, hacía la noche entretenida para el milenario, pues a pesar de que matar no fuese ya un deporte para él, ni una actividad en su agenda, conocer gente que sucumbe a sus instintos como lo hacía él en un pasado lejano lo entretiene cual atracción de feria atrae un niño. El gesto de educación que ella acomete en el acto es ignorado por el muchacho, quien mira su mano tendida, a la espera de la devolución del saludo, y luego observa sus ojos sin emitir expresión o palabra alguna. Lo siguiente que dice la chica, conforme guía el avance hacia determinada dirección, deja al sueco confundido, y ello se podía contemplar en su rostro al fruncir el ceño; la sigue a sus espaldas a paso lento, con una mano tomando la muñeca de la otra extremidad al nivel de sus lumbares, comportamientos y señales de un lenguaje corporal que refleja la prudencia de alguien astuto como también los modales de una persona reservada y educada. Y escucha más información errática por parte de ella, que lo deja sumergido en una espiral decadente de incógnitas: ¿Tener cuidado con quién?; ¿Quien era "ella"?
De camino al cuarto de reunión, ni el olor a sexo, opio e incluso a sangre tibia —de un posible homicidio— provenientes de las habitaciones contiguas a su destino, incomodaron a Göran, quien se detuvo junto a su anfitriona, mirando la puerta que golpeaba siguiendo un patrón convencional. Tras derribar la cortina visual que representaba la puerta (al abrirse esta), y notar que le ceden el paso, el muchacho avanza escasos pasos al mismo tiempo en que contempla el espacio en que se encuentra y hace un conteo breve de las personas presentes. Sus reflejos magnificados le permiten percatarse de la comunicación muda, que posiblemente estableció la mujer detrás suyo, al contemplar tanto silencio y ver la distracción de aquellos ojos curiosos, aunque inseguros, pertenecientes a la jovencita de la cual resonaba en eco un acelerado ritmo cardíaco. Restó total importancia a lo anterior, y a diferencia del desaire que le hizo a la cazadora, Puer Indicum aceptó de forma educada el saludo de la fémina con piel albina, tan blanca como la luna, quien fallaba en su intento de tapar aquella ansiedad y nerviosismo que él aún no comprendía...
—El placer es mío. Puede llamarme Göran. —Respondió ofreciendo aquél regalo que muy pocos privilegiados llegaban a conocer: su nombre real. Tras ello él se sienta en la silla próxima a su posición, casi en sincronía con respecto a la chica que se sienta en otro mueble igual, a su lado. El sentido auditivo concentrado en las palabras que salían de su boca, y la vista se perdía de nuevo en la habitación, ahora desde un ángulo distinto en el que encontró una figura fijada en una pared en la cual reposar su mirada; un crucifijo con el mártir simbólico del cristianismo tiene en su rostro una mirada pintada de dolor, que persigue a Göran. Este último disiente de seguir mirando algo tan insignificante para él y el punto de enfoque de su vista periférica cambia hacia los irises de aquella que logró captar completamente su atención al hablar sobre el mal que padecía, pero sobretodo al manejarse con tanta libertad en temas que otros considerarían supersticiosos. Se mantiene circunspecto y sin demostrar emoción alguna, aún en aquella parte en que la chica (problamente contemporánea a su edad morta) confiesa con dificultad ser perseguida por el vástago de la noche del que dependía para poder seguir viviendo.
Desde el momento en que Göran entró a la habitación había presentido algo en esa chica que lo hacía sentirse identificado; detectar la inseguridad y el temor en ella aunado al impacto visual que causó su presencia fueron hechos que revivieron su vida como humano durante el desarrollo del mesolítico en su hogar natal. La apariencia de ella le tenía que suponer algún inconveniente en la sociedad contemporánea, donde, para sorpresa del nórdico, permanecían los estereotipos y los cánones de belleza, y la coerción social tras estos. El momento que duró fuera de la realidad actual concluyó cuando la jovencita, sin más preámbulos, hizo saber lo que necesitaba de él dadas las circunstancias. Apenas recomponiéndose de aquél intenso flashback, paranoico, pre-supone para qué está ahí, para qué lo había convocado aquella cazadora viperina. Ipso Facto fue el movimiento sobrenatural que acometió el vampiro desde la silla hasta la puerta del salón, donde Kanoy y su sirvienta se alertaron tras el estruendo que causó Léa al gravitar con la espalda contra la madera tras ella, siendo la mano derecha de Göran la responsable de hacerla despegar del suelo para quedar ahorcada e inmóvil bajo la voluntad del mismo.
—¿Qué juego es este?.. ¿Quién te envía? ¿Janoj? —Cuestiona severamente en su lengua natal primitiva. Los gritos que deja escapar la sirvienta hacen despertar al vástago de aquél estado irracional, y se da cuenta de que la asfixia que le está causando a Léia no le permite a esta responder sus preguntas. Deja caer su peso muerto en el suelo al liberar el agarre de su cuello, e instantáneamente, al escuchar los pasos precipitados de alguien en su espalda, se gira para afrontar aquello que acabaría con su existencia... La escena graficaba a Göran sujetando la mano armada, con una estaca de madera, de Lady Kanoy, quien en medio de la desesperación y en base a sus conocimientos en artes marciales optó por frenar la potencial amenaza que representaba aquella bestia al someter de esa manera a una de sus amigas. El muchacho, quien apenas superaba por media cabeza a la joven de piel albina, le miró fijamente a los ojos; aquellos orbes fueron testigos de su actuación, y al mirarlos le repetían esa escena una y otra vez desde un punto de vista extra-corporal. Halló en ellos los motivos suficientes para ayudarla con su situación, así que le quitó delicadamente la estaca con su otra mano y se apartó de todos para sentarse de nuevo en la silla sobre la que se paró en primer lugar.
—Después de lo que hice... Creo que lo menos que puedo hacer aceptar tu propuesta y darte lo que necesitas. —Calló, colocando la estaca sobre la mesa, a la espera de una respuesta por parte de Kanoy.
Última edición por Göran Niklasson el Miér Oct 31, 2018 9:57 am, editado 3 veces
Göran Niklasson- Vampiro Clase Baja
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Re: The interview | Private
Desde muy pequeña, Kanoy había sido entrenada en diversas artes marciales. A la chica siempre le había gustado practicarlos como deporte, pues eran excelentes para ayudarla a despejar su mente y relajar su cuerpo. Su padre, cuando insistió en que debía aprender aquellas disciplinas, pensaba en darle una manera de defenderse de ladrones o secuestradores, en general, otros humanos que quisieran lastimarla. Ninguno de los dos llegó nunca a sospechar lo valiosos que serían esos conocimientos llegada la adultez, especialmente por su actual condición que le obliga a tratar con los más peligrosos depredadores en el mundo. Era en parte por ese entrenamiento que Kanoy había reaccionado como lo hizo. La chica ni siquiera fue consciente del momento en que sacó la estaca de uno de los bolsillos secretos de su vestido.
Todo había sucedido demasiado rápido. En un momento estaba mirándolo fijamente al rostro, preguntándole si estaría dispuesto a hacer el trabajo luego de explicarle sus circunstancias, y al siguiente él había suspendido a Léa del suelo con la fuerza de solo uno de sus brazos, sujetándola del cuello contra la puerta. La velocidad de Podrick no podía compararse de ninguna manera a la de Göran; con el primero había tenido tiempo de pensar lo que debía hacer y cómo hacerlo, además de la fuerza para alejarlo de su cuerpo, al menos el tiempo suficiente para apuñalarlo, aunque no hubiese logrado eliminarlo, al menos él tampoco lo logró con ella; mientras que, con el segundo, ni siquiera ella misma pudo prever su reacción, simplemente fue consciente de que estaban lastimando a su amiga y se movió por puro y básico instinto.
La conciencia de sus actos llegó apenas cuando sintió la fría mano del vampiro sostenerla un poco por debajo de la muñeca, evitando así que le clavara la estaca en el pecho. Si su antiguo domitor la aterraba, no podía describir lo que la hacía sentir este otro vampiro que, con su apariencia engañosa, era realmente mucho más fuerte de lo que uno podría llegar a imaginar al verlo. Incluso por medio de su tacto y su intensa mirada, podía ahora sentir el enorme poder que escondía ese cuerpo juvenil, casi adolescente. Provocando que se preguntara cuántos siglos o milenios debía vivir una de estas criaturas nocturnas para emanar semejante poder y autoridad. Cautelosa y sumisa ante el vampiro, bajó la cabeza y aflojó el agarre sobre su arma, permitiéndole despojarla de ella sin oponer resistencia.
En cuanto él se alejó para volver a sentarse en la silla frente al escritorio, la pequeña esclava de sangre se agachó con premura junto a su amiga. Léa tosía dolorosamente, intentando recuperar el aire perdido en sus pulmones. Estaba aún en ello cuando el vampiro se pronunció, nuevamente en francés por lo que pudieron comprender sus palabras. – ¡Tú! ¡Bastardo, infeliz! ¿Crees que voy a dejarla continuar con esto después de lo que acabas de hacer? – La cazadora se puso de pie con el veneno pulsando en su boca por salir, a punto de escupirlo en forma de palabras sobre el vampiro, cuando la más joven en la habitación la imita, poniéndose lentamente en pie, y le toma la mano para negar en su dirección. Estaba temblando, lo sabía, pero debía ser más inteligente, pues no tenía tiempo para buscar a alguien más.
– Está bien, Léa. ¿Por qué no llevas a Claire a tomarse un té en el café del Lobby? – Habló Kanoy, dedicándole una mirada significativa a su amiga con la que le pedía que confiara en ella, valiéndose además del estado de shock en el que estaba su dama de compañía. Si bien Claire ya llevaba al menos tres años con ella, por lo que sabía de la existencia de vampiros, siempre la había mantenido al margen de todo lo que tenía que ver con los sobrenaturales. Léa, por su parte, quiso negarse enseguida a la petición, pero luego pareció sopesar la situación. Para la cazadora era doloroso cuando le pedía confianza a Adonis y él era incapaz de darle un voto de fe, por lo que no quería que su amiga se sintiera de esa manera. Suspiró, nerviosa, pero aceptó aun en contra de su mejor juicio. – No me hagas arrepentirme de esto, ¿de acuerdo? – Le solicitó de vuelta, ante lo que la albina sonrió y asintió, con una tranquilidad que no sentía, permaneciendo en silencio hasta ver la puerta cerrarse, dejándola a solas con el vampiro en esa pequeña habitación.
A pesar del latente miedo, Kanoy se mantuvo firme en su presencia, llegando incluso a sentarse nuevamente en el sillón a su lado. – Göran. – Pronunció por primera vez el nombre del inmortal. – Ha quedado claro para mí que podría protegerme de quien quiere matarme. Tengo la completa certeza de que su fuerza no puede hacer frente a la suya de ninguna manera. – Aquello era un hecho. Evaluando la situación con cabeza fría, con este hombre a su lado, tenía al menos la seguridad de que Podrick no la alcanzaría. No si trabajaba solo, de cualquier forma. – Pero… ¿Cómo podría confiar en usted? ¿Cómo sé si estaré a salvo de que no sea usted quien me ataque y me mate? – Esos eran sus mayores temores ahora que sabía de lo que era capaz.
Sintiéndose atrevida, acercó con cautela sus manos hasta la mano derecha del vampiro, que tomó con lentitud. Las manos, carentes de calidez, del vampiro no podían ser consideradas grandes, pero, siendo sostenida una de ellas entre las aún más pequeñas de la joven ghoul, la de él se veía enorme. Le causaba mucha curiosidad el poder que se escondía tras esas manos que parecían suaves y amables, pero qué equivocada estaba. Acercó aquella mano a su propio cuello, dejándola en la misma posición en que había tenido agarrada a Léa antes de dejar caer la suyas nuevamente sobre el regazo. Incluso a través de la tela del vestido que cubría su cuello, podía sentir el contacto frío de su piel, y, con el corazón tan acelerado como lo tenía, sospechaba que él podría incluso sentir su pulso bajo sus dedos, la sangre corriendo rauda por la arteria.
Había estado mirándolo a los ojos en todo momento, imaginando su expresión durante el momento en que sostuvo de esa manera a Léa, y le dieron escalofríos solo de pensar en el susto que debió significar el ataque para su amiga. – Necesito protección y sangre. No más miedo del que ya siento, no más terror y, sobre todo, no más pesadillas. Quiero sentirme segura. – Y eso incluía que quería sentirse segura de él, con él, por él. Si se suponía que iba a ser una especie de guardaespaldas para ella, ser su protector, atemorizarla iba en contra de su deber. – Si usted puede darme eso y prometerme que no volverá a atacar a Léa, alguno de mis sirvientes en casa o, incluso, a mí, entonces, por mi parte, tiene usted el empleo. –
Sabía que era una locura. Y que Léa, así como su padre, desaprobaría totalmente su decisión. Pero estaba decidida. Aun cuando temiese a su fuerza, había algo más en los ojos de ese vampiro que la hacían sentirse… Curiosa. – A cambio de sus servicios le ofrezco un buen salario, y un refugio dentro de mi propia casa para que pueda dormir durante el día sin temor a ser quemado por la luz de sol. ¿Hay algo más que usted desee? ¿Algo que quiera que agregue a mi oferta? – Estaba abiertamente sorprendida por sí misma y su calmada actuación. Suponía que tenía que ver con la adrenalina del momento y que, apenas tuviese un instante a solas, comenzaría nuevamente a temblar por los nervios. Eso, claro, suponiendo que Göran no la matase antes.
Todo había sucedido demasiado rápido. En un momento estaba mirándolo fijamente al rostro, preguntándole si estaría dispuesto a hacer el trabajo luego de explicarle sus circunstancias, y al siguiente él había suspendido a Léa del suelo con la fuerza de solo uno de sus brazos, sujetándola del cuello contra la puerta. La velocidad de Podrick no podía compararse de ninguna manera a la de Göran; con el primero había tenido tiempo de pensar lo que debía hacer y cómo hacerlo, además de la fuerza para alejarlo de su cuerpo, al menos el tiempo suficiente para apuñalarlo, aunque no hubiese logrado eliminarlo, al menos él tampoco lo logró con ella; mientras que, con el segundo, ni siquiera ella misma pudo prever su reacción, simplemente fue consciente de que estaban lastimando a su amiga y se movió por puro y básico instinto.
La conciencia de sus actos llegó apenas cuando sintió la fría mano del vampiro sostenerla un poco por debajo de la muñeca, evitando así que le clavara la estaca en el pecho. Si su antiguo domitor la aterraba, no podía describir lo que la hacía sentir este otro vampiro que, con su apariencia engañosa, era realmente mucho más fuerte de lo que uno podría llegar a imaginar al verlo. Incluso por medio de su tacto y su intensa mirada, podía ahora sentir el enorme poder que escondía ese cuerpo juvenil, casi adolescente. Provocando que se preguntara cuántos siglos o milenios debía vivir una de estas criaturas nocturnas para emanar semejante poder y autoridad. Cautelosa y sumisa ante el vampiro, bajó la cabeza y aflojó el agarre sobre su arma, permitiéndole despojarla de ella sin oponer resistencia.
En cuanto él se alejó para volver a sentarse en la silla frente al escritorio, la pequeña esclava de sangre se agachó con premura junto a su amiga. Léa tosía dolorosamente, intentando recuperar el aire perdido en sus pulmones. Estaba aún en ello cuando el vampiro se pronunció, nuevamente en francés por lo que pudieron comprender sus palabras. – ¡Tú! ¡Bastardo, infeliz! ¿Crees que voy a dejarla continuar con esto después de lo que acabas de hacer? – La cazadora se puso de pie con el veneno pulsando en su boca por salir, a punto de escupirlo en forma de palabras sobre el vampiro, cuando la más joven en la habitación la imita, poniéndose lentamente en pie, y le toma la mano para negar en su dirección. Estaba temblando, lo sabía, pero debía ser más inteligente, pues no tenía tiempo para buscar a alguien más.
– Está bien, Léa. ¿Por qué no llevas a Claire a tomarse un té en el café del Lobby? – Habló Kanoy, dedicándole una mirada significativa a su amiga con la que le pedía que confiara en ella, valiéndose además del estado de shock en el que estaba su dama de compañía. Si bien Claire ya llevaba al menos tres años con ella, por lo que sabía de la existencia de vampiros, siempre la había mantenido al margen de todo lo que tenía que ver con los sobrenaturales. Léa, por su parte, quiso negarse enseguida a la petición, pero luego pareció sopesar la situación. Para la cazadora era doloroso cuando le pedía confianza a Adonis y él era incapaz de darle un voto de fe, por lo que no quería que su amiga se sintiera de esa manera. Suspiró, nerviosa, pero aceptó aun en contra de su mejor juicio. – No me hagas arrepentirme de esto, ¿de acuerdo? – Le solicitó de vuelta, ante lo que la albina sonrió y asintió, con una tranquilidad que no sentía, permaneciendo en silencio hasta ver la puerta cerrarse, dejándola a solas con el vampiro en esa pequeña habitación.
A pesar del latente miedo, Kanoy se mantuvo firme en su presencia, llegando incluso a sentarse nuevamente en el sillón a su lado. – Göran. – Pronunció por primera vez el nombre del inmortal. – Ha quedado claro para mí que podría protegerme de quien quiere matarme. Tengo la completa certeza de que su fuerza no puede hacer frente a la suya de ninguna manera. – Aquello era un hecho. Evaluando la situación con cabeza fría, con este hombre a su lado, tenía al menos la seguridad de que Podrick no la alcanzaría. No si trabajaba solo, de cualquier forma. – Pero… ¿Cómo podría confiar en usted? ¿Cómo sé si estaré a salvo de que no sea usted quien me ataque y me mate? – Esos eran sus mayores temores ahora que sabía de lo que era capaz.
Sintiéndose atrevida, acercó con cautela sus manos hasta la mano derecha del vampiro, que tomó con lentitud. Las manos, carentes de calidez, del vampiro no podían ser consideradas grandes, pero, siendo sostenida una de ellas entre las aún más pequeñas de la joven ghoul, la de él se veía enorme. Le causaba mucha curiosidad el poder que se escondía tras esas manos que parecían suaves y amables, pero qué equivocada estaba. Acercó aquella mano a su propio cuello, dejándola en la misma posición en que había tenido agarrada a Léa antes de dejar caer la suyas nuevamente sobre el regazo. Incluso a través de la tela del vestido que cubría su cuello, podía sentir el contacto frío de su piel, y, con el corazón tan acelerado como lo tenía, sospechaba que él podría incluso sentir su pulso bajo sus dedos, la sangre corriendo rauda por la arteria.
Había estado mirándolo a los ojos en todo momento, imaginando su expresión durante el momento en que sostuvo de esa manera a Léa, y le dieron escalofríos solo de pensar en el susto que debió significar el ataque para su amiga. – Necesito protección y sangre. No más miedo del que ya siento, no más terror y, sobre todo, no más pesadillas. Quiero sentirme segura. – Y eso incluía que quería sentirse segura de él, con él, por él. Si se suponía que iba a ser una especie de guardaespaldas para ella, ser su protector, atemorizarla iba en contra de su deber. – Si usted puede darme eso y prometerme que no volverá a atacar a Léa, alguno de mis sirvientes en casa o, incluso, a mí, entonces, por mi parte, tiene usted el empleo. –
Sabía que era una locura. Y que Léa, así como su padre, desaprobaría totalmente su decisión. Pero estaba decidida. Aun cuando temiese a su fuerza, había algo más en los ojos de ese vampiro que la hacían sentirse… Curiosa. – A cambio de sus servicios le ofrezco un buen salario, y un refugio dentro de mi propia casa para que pueda dormir durante el día sin temor a ser quemado por la luz de sol. ¿Hay algo más que usted desee? ¿Algo que quiera que agregue a mi oferta? – Estaba abiertamente sorprendida por sí misma y su calmada actuación. Suponía que tenía que ver con la adrenalina del momento y que, apenas tuviese un instante a solas, comenzaría nuevamente a temblar por los nervios. Eso, claro, suponiendo que Göran no la matase antes.
Kanoy Sukemura
Última edición por Kanoy Sukemura el Mar Oct 30, 2018 5:26 am, editado 1 vez
Kanoy Sukemura- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: The interview | Private
Rítmicos a la tos de Léia escuchaba Göran los estruendos que provocaban los relámpagos presentes la noche que murió, en las cumbres de Vastergötland, muchísimo tiempo atrás. Había pasado más de mil años huyendo de su progenitor, que quizá estuviese muerto para la fecha; tanta especulación se debía a una circunstancia demasiado casual, como aquél trato, para creerla. Después de todo lo que ha vivido y por lo que ha pasado, pensar que aquél de quien huía como el autor de una trampa disfrazada de una humana con una vida miserable, y que requería algo de su bondad, o su lado humano, era algo más probable.
El silencio que mantiene, el instante en que la cazadora entra en cólera y lo recusa por su acto, e incluso intenta acercársele, refleja su vergüenza y la abstención a comunicar argumento alguno para justificar lo que hizo; por consecuente evita verle la cara a alguna de las damas presentes. Estaba retraído, aunque consciente, cuando Lady Kanoy solicitó a sus acompañantes salir de la habitación con el objeto de apaciguar la tensión del momento. Sentado allí, piensa en el suceso reciente y se pregunta si realmente llegó a marcar una diferencia durante los últimos siglos de su vida, en su tarea por ser alguien opuesto a aquellos de su especie que eran esclavos a su propia índole y sus deseos pasionales.
Un tanto cabizbajo, con su antebrazo izquierdo apoyado sobre el escritorio, puede fijarse que finalmente resta una sola persona en la habitación tras ver la sombra de esta enmarcada en el suelo. Aún cuando no se atreve a dar la cara a la dama se percata que esta termina sentada a su lado de nuevo, y escucha lo que ella tenga para decirle. —No debería usted confiar en mí ni en ninguna criatura de mi especie bajo ninguna circunstancia. No conoce verdaderamente nuestra naturaleza, y lo que su antiguo asociado le intentó hacer no es ni la cuarta parte de lo se me pasó por la mente hacerle a su amiga tan sólo hace unos instantes... —Aunque sigue sin poder mirarle a los ojos, en voz baja, emite aquella cruda respuesta que despejaría las dudas que ella expresó anteriormente.
Sólo cuando su sentido del tacto detecta el calor proveniente de aquellas manos que refugian la derecha de él, abandona lentamente el enfoque visual del suelo para situarlo en lo que Kanoy hace a continuación al alzarla; su mano, en el poder de aquellas que son más delicadas y pequeñas, destaca de su tono albino aún cuando la tez de él es pálida. Al darse cuenta de lo que intenta hacer la chica al dejar su extremidad en la posición en que había ahorcado a Léa, deja de observar sus acciones para encontrarse con aquellos orbes quietos, pero en alerta; puede entender todo lo que aquél gesto mudo trataba de transmitir. —Cuánta razón tiene aquella frase que reza: "Los ojos son el reflejo del alma". —Al fijarse más en ellos quedó boquiabierto, pues se percató de la inocencia, pureza, y un sinfin de virtudes descubiertas, y por descubrir, que residían en su interior. Con seguridad y autocontrol, bajó la mirada al cuello de ella cuando la magnitud con la que la vida fluye en su carótida clama su atención; aquél pulso delata su estado de ánimos alterado, y el miedo que él puede contemplar en ese preciso instante le hace recordar números, porque caras no puede ya imaginar al ser ínfimas, de víctimas que sufrieron su crueldad—. Me temes... —Devolvió una vez más la mirada al punto anterior: sus ojos.
El inusual grado de importancia que parecía darle un ser con tantas vidas vividas a este asunto que lo involucraba con una simple mortal, más allá de ser por lo que admiraba de ella, se debía al beneficio que percibía en ello. —Nadie le hará daño, y no atentaré contra la integridad de su gente, a no ser que ellos intenten algo contra usted... Tiene mi palabra. —Para una criatura como él, con su edad y que sabía que para lograr un cambio a gran escala (como terminar la guerra entre humanos y sobrenaturales) necesitaba generar primero un cambio en sí mismo, aquél trato le traería no sólo la posibilidad de extender su red de contactos y recuperar influencia en Francia, sino que también lo acercaría más a aquél lado humano que había intentado recuperar siglos atrás; quizá era hora de abandonar el aislamiento social para contagiarse de aquello que de alguna forma la hacía brillar a ella.
Aunque aquél parásito sanguinario estaba seguro de su decisión, pronto se dió cuenta de que su mano había estado todo ese tiempo en el cuello de la chica y, él, como aprende un pequeño niño de analogías, había recibido una lección de alguien más anciano sólo en años mortales. Ese sentimiento de incomodidad que radica de la ironía del asunto lo hace deshacer sutilmente el agarre suave que mantenía sobre Kanoy y enterrar aquél tema para proseguir al siguiente. —Aceptaré nada más que lo segundo... Y ello por obvias razones. —El joven dibuja una breve mueca que, mercando su mejilla, evidenciaría el movimiento de la comisura de sus labios a un lado, justo al finalizar la frase, haciendo énfasis en el hecho en que le restaba valor alguno al dinero y cualquier forma monetaria de pago—. Si protegí a un maniático religioso, que buscó su muerte en guerras durante milenios, sin recibir nada a cambio más que tortura y sufrimiento, creo que puedo protegerle a usted si cumple dos peticiones personales: No intente traicionarme, o perjudicarme, y no me cuestione en mi labor. —Hace referencia a Janoj sin nombrarlo, uno de los pocos en la lista de personas que Göran detesta realmente. Y por si no quedó claro con sólo decirlo, acompaña el diálogo con un gesto en el que usa los dedos índice y medio de una de sus manos para contar las condiciones.
—Ya habrá tiempo de sobra para que me diga los nombres y parentescos de todos sus allegados y los miembros de su círculo social, porque los necesitaré... Preciso también de toda información disponible sobre el patán de su antiguo socio. —Demandó proactivo y con premura. Tal vez comenzaría a idear un plan personalmente para convertir a aquél cazador en la presa y voltear así el tablero del juego. Cuando todo parecía estar tranquilo, tres golpes se escuchan en la puerta desde el pasillo exterior a la habitación. Por la fragancia característica de Léa, Göran deduce que se trata de ella y la acompañante de Lady Sukemura.
Antes de que hubiese otro problema, tomó con la izquierda la misma estaca con la que la joven de cabello azabache casi lo extermina y, tras usar la misma mano para remangar la prenda y desnudar el antebrazo contrario, dibuja lentamente un corte horizontal, de un extremo a otro, en su muñeca lo cual le abre las venas y apertura la salida a su vitae—. Es hora de sellar nuestro pacto, ¿no cree?.. —Abandona por última vez el arma de madera en el escritorio y se levanta de la silla, caminando sólo dos pasos para facilitarle a ella la fuente de vida que tanto le faltaba y deseaba. Los patrones de los golpes en la puerta se intensifican, acompañados esta vez de la voz de Léa, quien exige respuestas o señales de estar bien a la chica de ascendencia euro-asiática. El muchacho deja su mano izquierda reposando en el espaldar de la silla sobre la que ella está sentada, y le coloca la muñeca herida cerca de los labios, sin llegar a contactar, a la espera de que, en última instancia, tomase ella misma, o no, la decisión de seguir no sólo con aquella vida dependiente de un inmortal sino llena de peligros que ni ella ni nadie más que su ahora protector podría imaginar.
El silencio que mantiene, el instante en que la cazadora entra en cólera y lo recusa por su acto, e incluso intenta acercársele, refleja su vergüenza y la abstención a comunicar argumento alguno para justificar lo que hizo; por consecuente evita verle la cara a alguna de las damas presentes. Estaba retraído, aunque consciente, cuando Lady Kanoy solicitó a sus acompañantes salir de la habitación con el objeto de apaciguar la tensión del momento. Sentado allí, piensa en el suceso reciente y se pregunta si realmente llegó a marcar una diferencia durante los últimos siglos de su vida, en su tarea por ser alguien opuesto a aquellos de su especie que eran esclavos a su propia índole y sus deseos pasionales.
Un tanto cabizbajo, con su antebrazo izquierdo apoyado sobre el escritorio, puede fijarse que finalmente resta una sola persona en la habitación tras ver la sombra de esta enmarcada en el suelo. Aún cuando no se atreve a dar la cara a la dama se percata que esta termina sentada a su lado de nuevo, y escucha lo que ella tenga para decirle. —No debería usted confiar en mí ni en ninguna criatura de mi especie bajo ninguna circunstancia. No conoce verdaderamente nuestra naturaleza, y lo que su antiguo asociado le intentó hacer no es ni la cuarta parte de lo se me pasó por la mente hacerle a su amiga tan sólo hace unos instantes... —Aunque sigue sin poder mirarle a los ojos, en voz baja, emite aquella cruda respuesta que despejaría las dudas que ella expresó anteriormente.
Sólo cuando su sentido del tacto detecta el calor proveniente de aquellas manos que refugian la derecha de él, abandona lentamente el enfoque visual del suelo para situarlo en lo que Kanoy hace a continuación al alzarla; su mano, en el poder de aquellas que son más delicadas y pequeñas, destaca de su tono albino aún cuando la tez de él es pálida. Al darse cuenta de lo que intenta hacer la chica al dejar su extremidad en la posición en que había ahorcado a Léa, deja de observar sus acciones para encontrarse con aquellos orbes quietos, pero en alerta; puede entender todo lo que aquél gesto mudo trataba de transmitir. —Cuánta razón tiene aquella frase que reza: "Los ojos son el reflejo del alma". —Al fijarse más en ellos quedó boquiabierto, pues se percató de la inocencia, pureza, y un sinfin de virtudes descubiertas, y por descubrir, que residían en su interior. Con seguridad y autocontrol, bajó la mirada al cuello de ella cuando la magnitud con la que la vida fluye en su carótida clama su atención; aquél pulso delata su estado de ánimos alterado, y el miedo que él puede contemplar en ese preciso instante le hace recordar números, porque caras no puede ya imaginar al ser ínfimas, de víctimas que sufrieron su crueldad—. Me temes... —Devolvió una vez más la mirada al punto anterior: sus ojos.
El inusual grado de importancia que parecía darle un ser con tantas vidas vividas a este asunto que lo involucraba con una simple mortal, más allá de ser por lo que admiraba de ella, se debía al beneficio que percibía en ello. —Nadie le hará daño, y no atentaré contra la integridad de su gente, a no ser que ellos intenten algo contra usted... Tiene mi palabra. —Para una criatura como él, con su edad y que sabía que para lograr un cambio a gran escala (como terminar la guerra entre humanos y sobrenaturales) necesitaba generar primero un cambio en sí mismo, aquél trato le traería no sólo la posibilidad de extender su red de contactos y recuperar influencia en Francia, sino que también lo acercaría más a aquél lado humano que había intentado recuperar siglos atrás; quizá era hora de abandonar el aislamiento social para contagiarse de aquello que de alguna forma la hacía brillar a ella.
Aunque aquél parásito sanguinario estaba seguro de su decisión, pronto se dió cuenta de que su mano había estado todo ese tiempo en el cuello de la chica y, él, como aprende un pequeño niño de analogías, había recibido una lección de alguien más anciano sólo en años mortales. Ese sentimiento de incomodidad que radica de la ironía del asunto lo hace deshacer sutilmente el agarre suave que mantenía sobre Kanoy y enterrar aquél tema para proseguir al siguiente. —Aceptaré nada más que lo segundo... Y ello por obvias razones. —El joven dibuja una breve mueca que, mercando su mejilla, evidenciaría el movimiento de la comisura de sus labios a un lado, justo al finalizar la frase, haciendo énfasis en el hecho en que le restaba valor alguno al dinero y cualquier forma monetaria de pago—. Si protegí a un maniático religioso, que buscó su muerte en guerras durante milenios, sin recibir nada a cambio más que tortura y sufrimiento, creo que puedo protegerle a usted si cumple dos peticiones personales: No intente traicionarme, o perjudicarme, y no me cuestione en mi labor. —Hace referencia a Janoj sin nombrarlo, uno de los pocos en la lista de personas que Göran detesta realmente. Y por si no quedó claro con sólo decirlo, acompaña el diálogo con un gesto en el que usa los dedos índice y medio de una de sus manos para contar las condiciones.
—Ya habrá tiempo de sobra para que me diga los nombres y parentescos de todos sus allegados y los miembros de su círculo social, porque los necesitaré... Preciso también de toda información disponible sobre el patán de su antiguo socio. —Demandó proactivo y con premura. Tal vez comenzaría a idear un plan personalmente para convertir a aquél cazador en la presa y voltear así el tablero del juego. Cuando todo parecía estar tranquilo, tres golpes se escuchan en la puerta desde el pasillo exterior a la habitación. Por la fragancia característica de Léa, Göran deduce que se trata de ella y la acompañante de Lady Sukemura.
Antes de que hubiese otro problema, tomó con la izquierda la misma estaca con la que la joven de cabello azabache casi lo extermina y, tras usar la misma mano para remangar la prenda y desnudar el antebrazo contrario, dibuja lentamente un corte horizontal, de un extremo a otro, en su muñeca lo cual le abre las venas y apertura la salida a su vitae—. Es hora de sellar nuestro pacto, ¿no cree?.. —Abandona por última vez el arma de madera en el escritorio y se levanta de la silla, caminando sólo dos pasos para facilitarle a ella la fuente de vida que tanto le faltaba y deseaba. Los patrones de los golpes en la puerta se intensifican, acompañados esta vez de la voz de Léa, quien exige respuestas o señales de estar bien a la chica de ascendencia euro-asiática. El muchacho deja su mano izquierda reposando en el espaldar de la silla sobre la que ella está sentada, y le coloca la muñeca herida cerca de los labios, sin llegar a contactar, a la espera de que, en última instancia, tomase ella misma, o no, la decisión de seguir no sólo con aquella vida dependiente de un inmortal sino llena de peligros que ni ella ni nadie más que su ahora protector podría imaginar.
Última edición por Göran Niklasson el Mar Oct 16, 2018 4:26 pm, editado 1 vez
Göran Niklasson- Vampiro Clase Baja
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Re: The interview | Private
– Eres demasiado inocente. – Solía decirle su padre a menudo, reprochándose a sí mismo por haberla sobreprotegido, aislándola del mundo exterior. Kanoy misma a veces se preguntaba si podría ser diferente, si vería a las personas de una manera distinta de no haber sido así. Pero, ¿Cómo podía culpar a su padre por ello? Él simplemente había querido que fuera feliz, y evitarle el sufrimiento de los malos tratos de personas que, ignorantes, creían que su condición podía ser peligrosa de alguna manera. Según Kansei siempre le dijera, – No te pierdes de nada bueno, Kanoy. El mundo no es mucho más de lo que puedes ver aquí. Es el resto del mundo el que se pierde de conocer a una chica excepcional. – Aquel comentario siempre la había hecho sonreír a su pesar, aunque nunca terminase por creerlo; después de todo era normal que, a los ojos de un padre, su hija fuese la más hermosa y dulce de las criaturas.
Las palabras de Göran le recordaron a su padre de cierta manera, aunque ahora comenzaba a creer que usaba el apelativo inocente para no decirle uno mucho menos amable, y sabía de sobra que su progenitor jamás usaría con ella alguna palabra que, creyera, pudiera lastimarla. No se daba cuenta que su pequeña ya no lo era tanto y que, aunque siguiera en cierta medida aislada, comenzaba a ver a las personas por lo que eran y no por lo que mostraban. Podrick, por ejemplo, siempre se había mostrado amigable y hasta encantador, pero había algo en sus ojos que nunca le gustó, y terminó mostrándose como un monstruo ante ella. Léa, quien se mostraba dócil y obediente ante la sociedad, una chica de perfectos modales, había demostrado tener una fortaleza de espíritu y un carácter indomable que no muchos habían conocido, aunque a Kanoy le gustaban ambas versiones de su amiga. Y ella… Bueno, sabía al menos que no era el demonio que algunos creían, todavía no había muerto nadie por tener algún contacto con ella.
Ilusa, vino de pronto la palabra a su mente, como un posible apelativo un poco más correcto para describirse a sí misma, pues se negaba a creer que todos los vampiros fuesen malos, así como sabía a ciencia cierta que no todos los humanos eran buenos. Y había algo en los ojos de Göran que, a pesar de lo que había hecho a Léa y del miedo que provocaba en su ser, le impedía verlo como alguien totalmente malo. No podía decir que confiase en él, y aun así no podía explicarse qué la había movido a ejecutar una acción tan temeraria como quedarse a solas con él o, peor aún, darle por cuenta propia el poder de eliminarla con un solo movimiento de su mano. – Sí, le temo. – No era una confesión, puesto que él lo sabía de antemano. – Pero no tengo tiempo para dejar que mis acciones se vean influenciadas por ello. Aunque no me mate, si no bebo de su sangre en las próximas cuarenta y ocho horas, desearé que lo hubiera hecho. – Esa sí era una confesión pues, en el caso de que él se negara a realizar el trabajo, se vería a sí misma rogándole por una muerte rápida e indolora. Esa sería al menos una muestra de misericordia.
Para muchos, humanos o no, dar su palabra era un acto vano, vacío, sin importancia. Podía equivocarse, pero no parecía que fuese así para él. – Gracias. – Es todo lo que puede pronunciar ante la aceptación del vampiro, aunque sin duda esa sencilla y única palabra no podía expresar lo agradecida que se sentía. De haberse tratado de Léa o su padre, se habría lanzado sobre él en un efusivo abrazo, pero, aunque su impresión de él comenzaba a cambiar, especialmente luego de la breve mueca dibujada en los labios ajenos que, se preguntaba si él sería consciente, había estado muy cerca de ser una pequeña sonrisa, seguía teniendo algunas reservas. La humana podía estar pecando de ingenua, pero se agarraría de su instinto, que le decía que detrás de toda la oscuridad y peligro que podía percibirse fácilmente había escondida mucha más bondad de la que poseían muchos otros con más carisma, como si fuese un bote salvavidas en medio de vasto océano.
Milenios. Dijo él, y el corazón de Kanoy se arrugó de pesar. Ella que había sido siempre protegida y mimada, a veces llegaba a pensar que, de no haberlo sido, de haber recibido el constante menosprecio de sus iguales, estaría llena de odio y rencor hacia el resto de la humanidad a estas alturas, se preguntaba cómo sería vivir milenios recibiendo torturas y sufrimientos fuera de su comprensión y, más aún, cómo podía tal criatura estar aún cuerda. – Tal vez haya escuchado estas palabras antes, Göran. Pero yo no podría traicionarlo, se lo juro. – Intentó con ello responder a la primera de sus demandas, porque estaba segura que su segunda solicitud sería mucho más difícil de cumplir pues para cuestionarlo todo estaba hecha ella. Así que decidió hacérselo saber antes de que se sintiese traicionado de alguna manera por ella. – En cuanto a lo segundo. Le pido de antemano me disculpe, porque sé que llegado el momento comenzaré a hacer muchísimas preguntas. – Un leve rubor maquilló sus mejillas, visible incluso bajo todo el maquillaje de su rostro, delatando la verdad en sus palabras.
– Oh, no hay problema. En realidad, somos pocos en casa. – Comenzó a parlotear, cuando él pidió información. – Claire, la joven que nos acompañaba antes junto a Léa, es mi dama de compañía. Es hija de una prima de mi difunta madre, por lo que somos parientes lejanas. Ha estado conmigo desde… – En medio de su monólogo, no se dio cuenta de lo que el vampiro hacía hasta que lo ve desnudar su muñeca con la estaca en su mano. – ¡No! Espere… – Intentó detenerlo, pero ya era demasiado tarde. Los sentidos de la esclava de sangre se nublaron automáticamente, sólo podía ver el lento recorrido de la sangre al brotar de la herida y bajar por el antebrazo, solo podía oler la metálica esencia, y en sus oídos un pitido ensordecedor le impedía ser consciente de cualquier sonido.
En su lógica, los vampiros bebían sangre porque era su alimento, no había diferencia entre eso y los humanos comiendo la carne de una res, simple y llana cadena alimenticia. Pero ella… Los que eran como ella bebían sangre de vampiros por placer o por poder, y aunque Kanoy nunca había querido convertirse en eso, en una drogadicta incapaz de resistirse a la vitae, eso era ahora, y no pudo evitar el relamerse los labios ante la expectativa del sabor de la nueva sangre ofrecida a ella.
Recorrió con uno de sus dedos índices el costado del antebrazo del vampiro al notar que unas cuantas gotas caerían al suelo alfombrado de la habitación, capturándolas en el proceso, no queriendo desperdiciarlas. Acercó la mano ensangrentada a su rostro, y lamió con placer el líquido vital. Siempre supo que la sangre de cada vampiro, así como la de cada humano, era diferente, pero ninguna que hubiera probado antes tenía similitud con la de Göran, que no era amarga pero tampoco dulce, no era demasiado espesa ni demasiado líquida, y su sabor era… Un manjar de dioses en su paladar. Lentamente, como un depredador asechando a su presa, rodeó el antebrazo herido con los delgados y largos dedos de su mano derecha, mientras con la izquierda sostenía la mano de él, antes de abrir la boca para hacerse con más de su droga, sin tener mucha delicadeza al momento de succionar de él.
La sensación, aunque demasiado conocida para ella, estaba resultando totalmente distinta en cierto sentido. La potencia y vitalidad que percibía en su propio cuerpo en respuesta a la droga era incluso mayor que antes, al igual que la excitación provocada por la ingesta. La sangre de Podrick siempre había conseguido despertar deseos carnales que, para ella como doncella, eran desconocidos e inexplorados, pero nunca con esa fuerza, al punto en que su cuerpo pulsaba por lanzarse sobre él, sin saber exactamente para qué o cómo podría satisfacer la necesidad instalada en el centro de su ser. Completamente extasiada, cerró los ojos y bebió con mayor deleite de la deliciosa ambrosía que provocaba la incómoda humedad entre sus muslos. Terminaba de tragar el tercer sorbo e iba a por un cuarto cuando, de pronto, la puerta de la habitación se abrió de golpe, rebotando con un sonido sordo en la pared para dejar ver a una angustiada Léa, cuya expresión pasó en un instante de la furia a la sorpresa y luego a la vergüenza, por estar presenciando un momento tan íntimo supuso la esclava, quien sintió aún más vergüenza al verse descubierta bebiendo como animal hambriento.
La cazadora, con el rostro encendido, volvió a cerrar la puerta quedándose afuera sin más que una exclamación ahogada, dejándolos nuevamente a solas, pero para entonces la joven esclava ya había apartado la fuente de alimento de sus labios. Con lágrimas silenciosas descendiendo por sus mejillas, se disculpó en apenas un murmullo mientras caminaba presurosa, con pasos torpes, hacia el lavabo anexo a la habitación que hacía las veces de sala de reuniones. Al verse en el espejo, con el rostro y parte de su vestido manchados de sangre, las lágrimas se hicieron aún más abundantes. Sabía que había muchas personas con peores destinos que el suyo, pero eso no le impedía lamentarse por verse obligada a ser ese animal que odiaba si quería vivir. Lo que daría por una vida normal, los problemas normales de una chica de su posición, incluso los problemas normales de una chica de clase baja. Al menos de esa manera no sentiría ese odio irracional por sí misma.
Tras unos minutos de compadecerse a sí misma, se lavó el rostro con el agua servida en un envase de porcelana blanca, y ni siquiera intentó reparar el daño sobre la inmaculada tela de su vestido, pues sabía que lo único que lograría sería empeorar la situación. Más tranquila y serena, dejó el lavabo para enfrentarse con el vampiro. Sabía que había sido brusca al beber, y su actitud ansiosa tampoco la hacía sentirse orgullosa, pero, por más que quisiera, no podía esconderse allí eternamente, y tampoco estaba en su naturaleza escapar de los problemas. Con sus sentidos ligeramente aumentados por la reciente ingesta, podía apreciar que Léa había decidido darles un rato más de privacidad pues no podía sentirla al otro lado de la puerta, cosa que agradecía al no saber cómo reaccionaría ahora Göran. Lo que menos quería era un nuevo enfrentamiento entre ese par.
Así pues, una vez frente a él, se inclinó en un típico gesto japonés, con el que pretendía agradecer a la vez que disculparse. No sabía ni siquiera si lo había lastimado. – Lo siento. Lo siento mucho, Göran. Yo… – Aún con el rostro inclinado, contempló los pies del varón entrar en su campo visual, por lo que cerró los ojos esperando no haber provocado su enojo. – A pesar de que llevo años siendo… Esto… Aún no logro controlar la ansiedad. De hecho, cada vez se hace peor y… Más difícil. – Hizo una breve pausa, y se atrevió a preguntar. – ¿Le hice daño? Yo, no quise… Lo siento. – Terminó disculpándose nuevamente.
Las palabras de Göran le recordaron a su padre de cierta manera, aunque ahora comenzaba a creer que usaba el apelativo inocente para no decirle uno mucho menos amable, y sabía de sobra que su progenitor jamás usaría con ella alguna palabra que, creyera, pudiera lastimarla. No se daba cuenta que su pequeña ya no lo era tanto y que, aunque siguiera en cierta medida aislada, comenzaba a ver a las personas por lo que eran y no por lo que mostraban. Podrick, por ejemplo, siempre se había mostrado amigable y hasta encantador, pero había algo en sus ojos que nunca le gustó, y terminó mostrándose como un monstruo ante ella. Léa, quien se mostraba dócil y obediente ante la sociedad, una chica de perfectos modales, había demostrado tener una fortaleza de espíritu y un carácter indomable que no muchos habían conocido, aunque a Kanoy le gustaban ambas versiones de su amiga. Y ella… Bueno, sabía al menos que no era el demonio que algunos creían, todavía no había muerto nadie por tener algún contacto con ella.
Ilusa, vino de pronto la palabra a su mente, como un posible apelativo un poco más correcto para describirse a sí misma, pues se negaba a creer que todos los vampiros fuesen malos, así como sabía a ciencia cierta que no todos los humanos eran buenos. Y había algo en los ojos de Göran que, a pesar de lo que había hecho a Léa y del miedo que provocaba en su ser, le impedía verlo como alguien totalmente malo. No podía decir que confiase en él, y aun así no podía explicarse qué la había movido a ejecutar una acción tan temeraria como quedarse a solas con él o, peor aún, darle por cuenta propia el poder de eliminarla con un solo movimiento de su mano. – Sí, le temo. – No era una confesión, puesto que él lo sabía de antemano. – Pero no tengo tiempo para dejar que mis acciones se vean influenciadas por ello. Aunque no me mate, si no bebo de su sangre en las próximas cuarenta y ocho horas, desearé que lo hubiera hecho. – Esa sí era una confesión pues, en el caso de que él se negara a realizar el trabajo, se vería a sí misma rogándole por una muerte rápida e indolora. Esa sería al menos una muestra de misericordia.
Para muchos, humanos o no, dar su palabra era un acto vano, vacío, sin importancia. Podía equivocarse, pero no parecía que fuese así para él. – Gracias. – Es todo lo que puede pronunciar ante la aceptación del vampiro, aunque sin duda esa sencilla y única palabra no podía expresar lo agradecida que se sentía. De haberse tratado de Léa o su padre, se habría lanzado sobre él en un efusivo abrazo, pero, aunque su impresión de él comenzaba a cambiar, especialmente luego de la breve mueca dibujada en los labios ajenos que, se preguntaba si él sería consciente, había estado muy cerca de ser una pequeña sonrisa, seguía teniendo algunas reservas. La humana podía estar pecando de ingenua, pero se agarraría de su instinto, que le decía que detrás de toda la oscuridad y peligro que podía percibirse fácilmente había escondida mucha más bondad de la que poseían muchos otros con más carisma, como si fuese un bote salvavidas en medio de vasto océano.
Milenios. Dijo él, y el corazón de Kanoy se arrugó de pesar. Ella que había sido siempre protegida y mimada, a veces llegaba a pensar que, de no haberlo sido, de haber recibido el constante menosprecio de sus iguales, estaría llena de odio y rencor hacia el resto de la humanidad a estas alturas, se preguntaba cómo sería vivir milenios recibiendo torturas y sufrimientos fuera de su comprensión y, más aún, cómo podía tal criatura estar aún cuerda. – Tal vez haya escuchado estas palabras antes, Göran. Pero yo no podría traicionarlo, se lo juro. – Intentó con ello responder a la primera de sus demandas, porque estaba segura que su segunda solicitud sería mucho más difícil de cumplir pues para cuestionarlo todo estaba hecha ella. Así que decidió hacérselo saber antes de que se sintiese traicionado de alguna manera por ella. – En cuanto a lo segundo. Le pido de antemano me disculpe, porque sé que llegado el momento comenzaré a hacer muchísimas preguntas. – Un leve rubor maquilló sus mejillas, visible incluso bajo todo el maquillaje de su rostro, delatando la verdad en sus palabras.
– Oh, no hay problema. En realidad, somos pocos en casa. – Comenzó a parlotear, cuando él pidió información. – Claire, la joven que nos acompañaba antes junto a Léa, es mi dama de compañía. Es hija de una prima de mi difunta madre, por lo que somos parientes lejanas. Ha estado conmigo desde… – En medio de su monólogo, no se dio cuenta de lo que el vampiro hacía hasta que lo ve desnudar su muñeca con la estaca en su mano. – ¡No! Espere… – Intentó detenerlo, pero ya era demasiado tarde. Los sentidos de la esclava de sangre se nublaron automáticamente, sólo podía ver el lento recorrido de la sangre al brotar de la herida y bajar por el antebrazo, solo podía oler la metálica esencia, y en sus oídos un pitido ensordecedor le impedía ser consciente de cualquier sonido.
En su lógica, los vampiros bebían sangre porque era su alimento, no había diferencia entre eso y los humanos comiendo la carne de una res, simple y llana cadena alimenticia. Pero ella… Los que eran como ella bebían sangre de vampiros por placer o por poder, y aunque Kanoy nunca había querido convertirse en eso, en una drogadicta incapaz de resistirse a la vitae, eso era ahora, y no pudo evitar el relamerse los labios ante la expectativa del sabor de la nueva sangre ofrecida a ella.
Recorrió con uno de sus dedos índices el costado del antebrazo del vampiro al notar que unas cuantas gotas caerían al suelo alfombrado de la habitación, capturándolas en el proceso, no queriendo desperdiciarlas. Acercó la mano ensangrentada a su rostro, y lamió con placer el líquido vital. Siempre supo que la sangre de cada vampiro, así como la de cada humano, era diferente, pero ninguna que hubiera probado antes tenía similitud con la de Göran, que no era amarga pero tampoco dulce, no era demasiado espesa ni demasiado líquida, y su sabor era… Un manjar de dioses en su paladar. Lentamente, como un depredador asechando a su presa, rodeó el antebrazo herido con los delgados y largos dedos de su mano derecha, mientras con la izquierda sostenía la mano de él, antes de abrir la boca para hacerse con más de su droga, sin tener mucha delicadeza al momento de succionar de él.
La sensación, aunque demasiado conocida para ella, estaba resultando totalmente distinta en cierto sentido. La potencia y vitalidad que percibía en su propio cuerpo en respuesta a la droga era incluso mayor que antes, al igual que la excitación provocada por la ingesta. La sangre de Podrick siempre había conseguido despertar deseos carnales que, para ella como doncella, eran desconocidos e inexplorados, pero nunca con esa fuerza, al punto en que su cuerpo pulsaba por lanzarse sobre él, sin saber exactamente para qué o cómo podría satisfacer la necesidad instalada en el centro de su ser. Completamente extasiada, cerró los ojos y bebió con mayor deleite de la deliciosa ambrosía que provocaba la incómoda humedad entre sus muslos. Terminaba de tragar el tercer sorbo e iba a por un cuarto cuando, de pronto, la puerta de la habitación se abrió de golpe, rebotando con un sonido sordo en la pared para dejar ver a una angustiada Léa, cuya expresión pasó en un instante de la furia a la sorpresa y luego a la vergüenza, por estar presenciando un momento tan íntimo supuso la esclava, quien sintió aún más vergüenza al verse descubierta bebiendo como animal hambriento.
La cazadora, con el rostro encendido, volvió a cerrar la puerta quedándose afuera sin más que una exclamación ahogada, dejándolos nuevamente a solas, pero para entonces la joven esclava ya había apartado la fuente de alimento de sus labios. Con lágrimas silenciosas descendiendo por sus mejillas, se disculpó en apenas un murmullo mientras caminaba presurosa, con pasos torpes, hacia el lavabo anexo a la habitación que hacía las veces de sala de reuniones. Al verse en el espejo, con el rostro y parte de su vestido manchados de sangre, las lágrimas se hicieron aún más abundantes. Sabía que había muchas personas con peores destinos que el suyo, pero eso no le impedía lamentarse por verse obligada a ser ese animal que odiaba si quería vivir. Lo que daría por una vida normal, los problemas normales de una chica de su posición, incluso los problemas normales de una chica de clase baja. Al menos de esa manera no sentiría ese odio irracional por sí misma.
Tras unos minutos de compadecerse a sí misma, se lavó el rostro con el agua servida en un envase de porcelana blanca, y ni siquiera intentó reparar el daño sobre la inmaculada tela de su vestido, pues sabía que lo único que lograría sería empeorar la situación. Más tranquila y serena, dejó el lavabo para enfrentarse con el vampiro. Sabía que había sido brusca al beber, y su actitud ansiosa tampoco la hacía sentirse orgullosa, pero, por más que quisiera, no podía esconderse allí eternamente, y tampoco estaba en su naturaleza escapar de los problemas. Con sus sentidos ligeramente aumentados por la reciente ingesta, podía apreciar que Léa había decidido darles un rato más de privacidad pues no podía sentirla al otro lado de la puerta, cosa que agradecía al no saber cómo reaccionaría ahora Göran. Lo que menos quería era un nuevo enfrentamiento entre ese par.
Así pues, una vez frente a él, se inclinó en un típico gesto japonés, con el que pretendía agradecer a la vez que disculparse. No sabía ni siquiera si lo había lastimado. – Lo siento. Lo siento mucho, Göran. Yo… – Aún con el rostro inclinado, contempló los pies del varón entrar en su campo visual, por lo que cerró los ojos esperando no haber provocado su enojo. – A pesar de que llevo años siendo… Esto… Aún no logro controlar la ansiedad. De hecho, cada vez se hace peor y… Más difícil. – Hizo una breve pausa, y se atrevió a preguntar. – ¿Le hice daño? Yo, no quise… Lo siento. – Terminó disculpándose nuevamente.
Kanoy Sukemura
Última edición por Kanoy Sukemura el Mar Oct 30, 2018 5:28 am, editado 1 vez
Kanoy Sukemura- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: The interview | Private
A lo largo de las eras, jamás llegó a conocer de cerca la damnación que recaía sobre aquellos mortales que se contaminaban, en contra de su voluntad o no, con la sangre de los vampiros. Hasta esta noche, lo mencionado era una de tantas leyendas que había oído de sus congéneres, quiénes le advirtieron sobre el efecto que aquella sustancia maldita que corría por sus venas surtía en los humanos. Nunca precisó usar aquél medio para subyugar a alguien, había desarrollado habilidades sobrenaturales, entre ellas una bastante recelada por los de su índole, como lo era compeler con nada más que la mirada y la manifestación imperativa de su deseo o una orden.
Omitiendo el factor de no haber alimentado con su sangre nunca a nadie, que no hubiese muerto poco tiempo después para renacer como uno de su raza, esa primera vez con la Ghoul lo hizo ver aquello como un acto, aunque circunstancial, bastante personal. No le cedió un poco de su energía vital para embriagarla o someterla, y mucho menos para convertirla en el monstruo que él era, pero sabía con exactitud que las propiedades de la sustancia eran independientes de los fines para los que se usase. Sabe que, aunque lo hizo para salvarle la vida, inevitablemente nacerá un falso sentimiento en el corazón de ella hacia él, su nuevo domitor. Quizá aquello sea un beneficio, quiere pensar él, puesto que precisará de sumisión y obediencia ante lo que le exija, en aras de preservar su seguridad. Le resulta tedioso tan sólo imaginar tener que manipular a quien debe proteger, en alguna instancia en que se pusiera en peligro ella misma, o dificultase su nuevo rol como guardián, pues aquél don, a pesar de que en ese específico caso fuese usado para un bien, representaba imposición de voluntad, y él no quería seguir obrando como hizo en el pasado.
Indiferente a lo anterior, un estado repentino de algolagnia, que no previó, al momento en que la chica, extasiada, le devora fracciones de vida al beber de su muñeca, transforma su perspectiva neutral del asunto a una erótica. Aquél sordo dolor tan familiar, que aparece cuando las venas le son vaciadas lentamente, iba acompañado de un intenso y ameno escalofrío el cual, sin llevarle al colapso, corre por sus terminaciones nerviosas y culmina en una sublime explosión de cosquillas, allá abajo, donde, estimulada, la dureza surge abultada en su entrepierna y marcada en su pantalón. A través del espacio que deja entre sus labios, boquiabierto y dejando ver sus colmillos, liberaba grandes cantidades de aire, en busca de purgar la creciente tensión sexual en su cuerpo, y con ello proliferar el auto control, porque de no hacerlo, aquél Jesucristo colgado en la pared, al que Göran miraba de reojo para distraerse, sería testigo de una noche en la que la dulce y tierna Kanoy se convertiese en aquél juguete con el que él estaba deseoso de cumplir sus más oscuras y sádicas parafilias.
El ruido radicado del trastazo, provocado por la puerta cuando se abre abruptamente, hace presenciar la aparición de quien, él, ya había advertido antes de siquiera verla ahí, parada, con el bochorno desbordando de su rostro tras hallar todo lo contrario a lo que esperaba. Evidente es la mirada de Léa viajando del rostro de Kanoy, su prioridad, a los luceros grises que tiene Göran por ojos, quien, sin intentar ocultar lo que hacía, parece satisfecho de verla en aquella posición incómoda, e incluso un —Hola —inexpresivo pronunció, hasta que esta vuelve a ceder la privacidad cerrando el portón después de abandonar el zaguán. Al devolver la atención a la jovencita, se encontró con la silla vacía, rebusca en su alrededor y la ve de espaldas, huyendo avergonzada con aquél vestido que, siendo diferente a los que frecuentaban para la época, le sentaba de maravilla... Complacido con ver a alguien de clase alta, vestido de forma no-tan-extravagante, se preguntaba cómo lograban las féminas moverse siquiera con aquellos aparatosos vestidos de gala, no llegaría a entender jamás cuán diversa, y ridícula, podría ser la moda con cada época.
No impidió que se fuese, ni se interpuso en su camino cuando ella busca su espacio personal; él también necesita un tiempo a solas después de lo acontecido. En lo su mano tapa el antebrazo cortado, al bajar la manga de la prenda, del cual la herida se cerraba tejido por tejido, hasta borrarse el rastro de sangre y cualquier lesión en la piel que tuviese, su conciencia pugnaba por no caer en ningún extremo de aquella dicotomía de realidades subjetivas, adyacentes de su mente. Una de ellas planteaba que tras lo que hizo, perpetuó el sufrimiento de la chica, confiriéndole una existencia superficial y dependiente de él, un ser imperfecto e inestable que, con el deber de protegerla, estuvo a punto de violar su código y caer en la tentación carnal. Y la otra realidad, aquella que segrega y alimenta su fé en la humanidad y la paz, contradecía a la primera con que hizo lo correcto, confiriéndole la oportunidad de conocer lo bueno y lo bello de la vida, además de sembrar una semilla de alianza que en un futuro daría sus frutos para ambos por igual.
Donde sea que hubiera ido, se escuchaba el característico ruido del agua cuando cae, lo que era indicativo de que estaba aseándose del desastre rojo resultado de la ingesta. Aprovechando su momento de intimidad, explora el cuarto hasta donde está ese tótem de un hombre crucificado, que había observado reiteradas veces desde que llegó. Göran siempre fue una persona curiosa, y como nadie se lo impedía, su cuerpo abandonó el suelo al levitar poco más de un metro, otra cualidad vampírica única que consiguió dominar tras tantos siglos, toma el crucifijo, aterriza, y camina de vuelta hacia los sillones, contemplando la figura en el trayecto.
Aquí, entre nosotros, de muerto a muerto, sigo impresionado de ver cómo aún eres el redentor a quien tanto claman salvación... Sería el susurro que emana su propia voz en su cabeza, cuando mira la representación del supuesto dios que gozaba de una fama y aceptación que, según él, no merecía. Pero la llegada de Kanoy le sorprende distraído y sus ojos persiguen aquella silueta femenina sólo cuando hace un repentino y extraño gesto del que, sin él conocer nada, discerniría de qué se trataba cuando oye las disculpas.
—Porfavor —Clama en un tono de voz suave, le despega la mirada del suelo delicadamente, con el índice en su mentón, y le devuelve la postura corporal erguida a la chica—. Soy yo quien lamenta haber actuado sin medir las consecuencias del asunto. Y no se preocupe, no es el dolor la sensación que predomina en ese proceso —Aclara y entabla una conexión visual, en esos instantes de silencio en el que su mano deja de tocarle el rostro.
—¿Conoce algo de esto? —Interroga el joven, antes de que ella insista con las disculpas, o cualquier tema relacionado a ello, exponiéndole el crucifijo—. Sabes, la mayoría aquí en Francia, por no incluirlos a todos, cree en esto, en una figura que no difiere de las de otras religiones, pero... ¿Qué hay de usted?; ¿qué postura tiene en este asunto? —Demandan sus ojos con una mirada, de cierta forma, gentil, una respuesta.
Tales métodos para buscar conversación producían un vuelco repentino del contexto que ella había abarcado, él trataba cambiar de tema con intenciones de hacerle olvidar el mal momento que le hizo empapar la cara de lágrimas. Sean cuales fuesen sus respuestas, la reacción del joven consistió en un breve estado de silencio, condimentado con un gesto sereno que, intentando ser lo más cercano a una sonrisa, alguien como él no suele frecuentar.
—Pero qué digo... Burlándome de la gente crédula cuando, siendo mortal, creía que el sol y la luna eran dioses. —Se mofó de sí mismo, y se acercó a una ventana tras la cual observó aquella reluciente estrella que citó—. Ahora mi fé está depositada en ustedes, los humanos. Ningún dios o mesías vendrá a deshacer mal alguno, sólo su raza puede acabar con tanta maldad en el mundo, e incluso tienen el poder de enseñarnos a nosotros, los que somos diferentes, a vivir en armonía y ser mejores criaturas.
Espabila luego de mirar por varios instantes la luna, cuando se percata de que estaba hablando más de la cuenta, y observa una vez más lo precioso que es el vestido, haciéndoselo saber cuando, indiscretamente, vistea de arriba abajo la silueta de su portadora. —Tenga esto. —Hace entrega de un pañuelo blanquecino perfumado que siempre solía cargar consigo—. Para las manchas... Ya sabe, necesita cuidar su imagen. —Añade antes de darle la espalda, confiriéndole privacidad para hacer lo suyo. La fragancia aromática impregnada en la prenda era similar al olor que desprende el agua de rosas, y la graduación etílica de la sustancia sería efectiva para borrar aquellas máculas de sangre.
Cuando transcurren un par de minutos, el joven de baja estatura da media vuelta para retomar la comunicación, esta vez con otro tema de por medio. —Bueno, ahora que nadie toca la puerta ni nadie está forzándola a beber sangre... Necesito saber quién más, de su círculo, conoce la existencia de vampiros, o de otro cualquier ser sobrenatural. —Le habla aún de espaldas; sus manos se acoplan tras un leve agarre, al nivel de sus lumbares—. ¿Algún otro enemigo además del evidente? Cualquier otro dato que considere importante, debe serme comunicado. —Se detiene advirtiendo.
Omitiendo el factor de no haber alimentado con su sangre nunca a nadie, que no hubiese muerto poco tiempo después para renacer como uno de su raza, esa primera vez con la Ghoul lo hizo ver aquello como un acto, aunque circunstancial, bastante personal. No le cedió un poco de su energía vital para embriagarla o someterla, y mucho menos para convertirla en el monstruo que él era, pero sabía con exactitud que las propiedades de la sustancia eran independientes de los fines para los que se usase. Sabe que, aunque lo hizo para salvarle la vida, inevitablemente nacerá un falso sentimiento en el corazón de ella hacia él, su nuevo domitor. Quizá aquello sea un beneficio, quiere pensar él, puesto que precisará de sumisión y obediencia ante lo que le exija, en aras de preservar su seguridad. Le resulta tedioso tan sólo imaginar tener que manipular a quien debe proteger, en alguna instancia en que se pusiera en peligro ella misma, o dificultase su nuevo rol como guardián, pues aquél don, a pesar de que en ese específico caso fuese usado para un bien, representaba imposición de voluntad, y él no quería seguir obrando como hizo en el pasado.
Indiferente a lo anterior, un estado repentino de algolagnia, que no previó, al momento en que la chica, extasiada, le devora fracciones de vida al beber de su muñeca, transforma su perspectiva neutral del asunto a una erótica. Aquél sordo dolor tan familiar, que aparece cuando las venas le son vaciadas lentamente, iba acompañado de un intenso y ameno escalofrío el cual, sin llevarle al colapso, corre por sus terminaciones nerviosas y culmina en una sublime explosión de cosquillas, allá abajo, donde, estimulada, la dureza surge abultada en su entrepierna y marcada en su pantalón. A través del espacio que deja entre sus labios, boquiabierto y dejando ver sus colmillos, liberaba grandes cantidades de aire, en busca de purgar la creciente tensión sexual en su cuerpo, y con ello proliferar el auto control, porque de no hacerlo, aquél Jesucristo colgado en la pared, al que Göran miraba de reojo para distraerse, sería testigo de una noche en la que la dulce y tierna Kanoy se convertiese en aquél juguete con el que él estaba deseoso de cumplir sus más oscuras y sádicas parafilias.
El ruido radicado del trastazo, provocado por la puerta cuando se abre abruptamente, hace presenciar la aparición de quien, él, ya había advertido antes de siquiera verla ahí, parada, con el bochorno desbordando de su rostro tras hallar todo lo contrario a lo que esperaba. Evidente es la mirada de Léa viajando del rostro de Kanoy, su prioridad, a los luceros grises que tiene Göran por ojos, quien, sin intentar ocultar lo que hacía, parece satisfecho de verla en aquella posición incómoda, e incluso un —Hola —inexpresivo pronunció, hasta que esta vuelve a ceder la privacidad cerrando el portón después de abandonar el zaguán. Al devolver la atención a la jovencita, se encontró con la silla vacía, rebusca en su alrededor y la ve de espaldas, huyendo avergonzada con aquél vestido que, siendo diferente a los que frecuentaban para la época, le sentaba de maravilla... Complacido con ver a alguien de clase alta, vestido de forma no-tan-extravagante, se preguntaba cómo lograban las féminas moverse siquiera con aquellos aparatosos vestidos de gala, no llegaría a entender jamás cuán diversa, y ridícula, podría ser la moda con cada época.
No impidió que se fuese, ni se interpuso en su camino cuando ella busca su espacio personal; él también necesita un tiempo a solas después de lo acontecido. En lo su mano tapa el antebrazo cortado, al bajar la manga de la prenda, del cual la herida se cerraba tejido por tejido, hasta borrarse el rastro de sangre y cualquier lesión en la piel que tuviese, su conciencia pugnaba por no caer en ningún extremo de aquella dicotomía de realidades subjetivas, adyacentes de su mente. Una de ellas planteaba que tras lo que hizo, perpetuó el sufrimiento de la chica, confiriéndole una existencia superficial y dependiente de él, un ser imperfecto e inestable que, con el deber de protegerla, estuvo a punto de violar su código y caer en la tentación carnal. Y la otra realidad, aquella que segrega y alimenta su fé en la humanidad y la paz, contradecía a la primera con que hizo lo correcto, confiriéndole la oportunidad de conocer lo bueno y lo bello de la vida, además de sembrar una semilla de alianza que en un futuro daría sus frutos para ambos por igual.
Donde sea que hubiera ido, se escuchaba el característico ruido del agua cuando cae, lo que era indicativo de que estaba aseándose del desastre rojo resultado de la ingesta. Aprovechando su momento de intimidad, explora el cuarto hasta donde está ese tótem de un hombre crucificado, que había observado reiteradas veces desde que llegó. Göran siempre fue una persona curiosa, y como nadie se lo impedía, su cuerpo abandonó el suelo al levitar poco más de un metro, otra cualidad vampírica única que consiguió dominar tras tantos siglos, toma el crucifijo, aterriza, y camina de vuelta hacia los sillones, contemplando la figura en el trayecto.
Aquí, entre nosotros, de muerto a muerto, sigo impresionado de ver cómo aún eres el redentor a quien tanto claman salvación... Sería el susurro que emana su propia voz en su cabeza, cuando mira la representación del supuesto dios que gozaba de una fama y aceptación que, según él, no merecía. Pero la llegada de Kanoy le sorprende distraído y sus ojos persiguen aquella silueta femenina sólo cuando hace un repentino y extraño gesto del que, sin él conocer nada, discerniría de qué se trataba cuando oye las disculpas.
—Porfavor —Clama en un tono de voz suave, le despega la mirada del suelo delicadamente, con el índice en su mentón, y le devuelve la postura corporal erguida a la chica—. Soy yo quien lamenta haber actuado sin medir las consecuencias del asunto. Y no se preocupe, no es el dolor la sensación que predomina en ese proceso —Aclara y entabla una conexión visual, en esos instantes de silencio en el que su mano deja de tocarle el rostro.
—¿Conoce algo de esto? —Interroga el joven, antes de que ella insista con las disculpas, o cualquier tema relacionado a ello, exponiéndole el crucifijo—. Sabes, la mayoría aquí en Francia, por no incluirlos a todos, cree en esto, en una figura que no difiere de las de otras religiones, pero... ¿Qué hay de usted?; ¿qué postura tiene en este asunto? —Demandan sus ojos con una mirada, de cierta forma, gentil, una respuesta.
Tales métodos para buscar conversación producían un vuelco repentino del contexto que ella había abarcado, él trataba cambiar de tema con intenciones de hacerle olvidar el mal momento que le hizo empapar la cara de lágrimas. Sean cuales fuesen sus respuestas, la reacción del joven consistió en un breve estado de silencio, condimentado con un gesto sereno que, intentando ser lo más cercano a una sonrisa, alguien como él no suele frecuentar.
—Pero qué digo... Burlándome de la gente crédula cuando, siendo mortal, creía que el sol y la luna eran dioses. —Se mofó de sí mismo, y se acercó a una ventana tras la cual observó aquella reluciente estrella que citó—. Ahora mi fé está depositada en ustedes, los humanos. Ningún dios o mesías vendrá a deshacer mal alguno, sólo su raza puede acabar con tanta maldad en el mundo, e incluso tienen el poder de enseñarnos a nosotros, los que somos diferentes, a vivir en armonía y ser mejores criaturas.
Espabila luego de mirar por varios instantes la luna, cuando se percata de que estaba hablando más de la cuenta, y observa una vez más lo precioso que es el vestido, haciéndoselo saber cuando, indiscretamente, vistea de arriba abajo la silueta de su portadora. —Tenga esto. —Hace entrega de un pañuelo blanquecino perfumado que siempre solía cargar consigo—. Para las manchas... Ya sabe, necesita cuidar su imagen. —Añade antes de darle la espalda, confiriéndole privacidad para hacer lo suyo. La fragancia aromática impregnada en la prenda era similar al olor que desprende el agua de rosas, y la graduación etílica de la sustancia sería efectiva para borrar aquellas máculas de sangre.
Cuando transcurren un par de minutos, el joven de baja estatura da media vuelta para retomar la comunicación, esta vez con otro tema de por medio. —Bueno, ahora que nadie toca la puerta ni nadie está forzándola a beber sangre... Necesito saber quién más, de su círculo, conoce la existencia de vampiros, o de otro cualquier ser sobrenatural. —Le habla aún de espaldas; sus manos se acoplan tras un leve agarre, al nivel de sus lumbares—. ¿Algún otro enemigo además del evidente? Cualquier otro dato que considere importante, debe serme comunicado. —Se detiene advirtiendo.
Última edición por Göran Niklasson el Dom Oct 21, 2018 6:57 am, editado 1 vez
Göran Niklasson- Vampiro Clase Baja
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Re: The interview | Private
El tacto del vampiro bajo su mentón, aunque su piel fuese fría, se sintió extrañamente cálido, por lo que no dudó en subir la mirada ante su indicación. Al encontrarse sus miradas, azul pálido contra gris, y escuchar sus palabras, se sintió arder hasta la raíz del cabello, pues comprendió con ellas que, como ella, él había sufrido los “efectos secundarios” de la ingesta. Se preguntó entonces si él sería consciente, quizá con su desarrollado olfato, de la excitación que había provocado en ella, del deseo que había recorrido cada fibra de su ser, provocando humedad en algunas partes de su cuerpo y dureza en otras. Su mirada no lo abandonó a pesar de que estaba abochornada, era como si sus ojos tuvieran el poder para hipnotizarla y la tuviese en ese momento en un pequeño trance, pero dicho estado se desvaneció tan pronto como él eliminase el contacto de entre sus pieles.
Bajó la mirada hacia el objeto en su mano, que le mostraba tras cuestionarla. Asintió y luego, tras volver a mirarlo a la cara, respondió al resto de sus preguntas. – Pues, en Japón el porcentaje de personas creyentes en el cristianismo es realmente bajo, aunque conocemos sus creencias. Predominan el sintoísmo y el budismo. Y, como madre era rusa budista, y mi padre es japonés sintoísta, me crié conociendo ambas creencias, incluso tras la muerte de mi madre cuando tenía 7 años, papá se encargó de que conociera bien cómo era ella, sus gustos y pasatiempos e, incluso, su religión. A pesar de eso, siento predilección por las creencias sintoístas. – Le informó, y volvió a sonrojarse, con más intensidad si era posible, en cuanto él se burló por haber creído que el sol y la luna eran dioses, y le comunicaba en dónde estaba puesta su fe actualmente.
– En primera instancia. Por mi condición de ghoul, ya no puedo ser considerada como humana. Soy una raza intermedia entre la suya y la que ambos fuimos alguna vez. Y sí, otros como yo pueden volver a ser humanos, pero no yo. Eso requeriría de mucho tiempo sin beber vitae, y me temo que no duraría tanto tiempo viva. Apenas los primeros efectos de su sangre comienzan a mermar, tras 10 días de la ingesta anterior, la enfermedad comienza a despertar de su adormecimiento. Es por ello que debo beber sagradamente una vez por semana, al menos. – Aquel tema sirvió para informarle un poco más respecto a su condición, pero se había desviado enormemente.
Se aclaró levemente la garganta, y luego prosiguió con la verdadera cuestión. – Los sintoístas creemos también en los dioses o espíritus de la naturaleza, como la diosa del sol. Y no creo que sea motivo de burla creer en dichos espíritus. – Se acercó a él y se puso a su lado frente a la ventana, con ambas manos unidas al frente de su cuerpo, jugueteando nerviosamente. – No creo que en la salvación o en un mesías, pues no creo que los espíritus puedan, o deban, intervenir en las acciones de las criaturas terrestres. Somos nosotros quienes tomamos nuestras decisiones, y tendremos que lidiar con las consecuencias de las mismas. Su trabajo es mantener el balance natural. Noche y día. Lluvia y sequía. Bien y mal. – Sonrió a su pesar, probablemente estaba diciendo incoherencias para alguien que había vivido tanto como él.
– De cualquier forma, creo que pone usted demasiada confianza en la humanidad. Son seres tan imperfectos como cualquier otro, débiles de cuerpo y alma. Fácilmente corrompidos. No puede dejar de recordar que cada vampiro, esclavo de sangre o licántropo que haya existido, fue una vez humano, si se convirtió en alguien de bien o de mal, me parece que viene más ligado a su humanidad que a su inmortalidad, a su consciencia… – Hizo una pausa y se encogió levemente de hombros. – Pero, puedo equivocarme, al fin y al cabo, nunca he sido convertida en un vampiro, ¿no es así? – Volteó hacia él, buscando su aprobación o negación ante sus palabras, justo a tiempo para descubrirlo recorriendo su cuerpo con la mirada. Aquella inspección la hizo sentirse ligeramente incómoda, aunque, ante la novedad, también halagada. No era muy seguido que se entrevistaba con caballeros, jamás a solas, y nunca la habían mirado de esa manera, al menos no que ella fuese consciente. La manera en que Podrick la miraba era mucho más agresiva, hambrienta, como si fuese un bocadillo. Por alguna razón, a pesar de su encontronazo con Léa, no había nada de agresivo en Göran cuando la miraba a ella, en su trato, era hasta cierto punto… Dulce.
Recibió el pañuelo y lo llevó a su rostro, maravillándose con la frescura de su perfume. – Gracias. – Se sorprendió sobremanera porque era una esencia muy femenina, no era lo que se hubiera esperado de un vampiro milenario, lo que la llevó a preguntarse si sería de alguien más. Aquel pensamiento la llevó a recordar una de las confidencias que le hiciera alguna vez Léa. Ella le había comentado que estaba enamorada de un vampiro, que incluso había sido su amante, pero que él no la valoraba, era un mujeriego y tenía muchas mujeres; a pesar de ese conocimiento y aunque hacía dos años que se habían apartado el uno del otro, seguía enamorada de él. Eso se lo había dicho solo unos días atrás, debido a que había vuelto a verlo después de algún tiempo. ¿Podría ser que Göran fuese ese vampiro? ¿Llevaban ellos ese tipo de relación morbosa? Esas dudas y los pensamientos resultantes de ellas la hicieron agradecer enormemente la privacidad que él le ofreció para dejarla limpiar el pecho de su vestido.
Aplicó un par de veces el pañuelo sobre las manchas rojizas en la blanca tela de su vestido, maravillándose de la rapidez con que absorbía la sangre, reparando el daño que había creído permanente. Le hace entrega de su pañuelo y agradece el gesto antes de proseguir a responder su pregunta, aunque no puede evitar sorprenderse por ella. – No soy alguien de tanta importancia como para tener enemigos. Mi padre es un empresario honesto, sin relación algún con política o con diplomacia. El único que alguna vez se ha interesado en mí es Podrick, solo él sabrá el por qué, y quiere matarme porque yo intenté matarlo a él. Fue en defensa propia, pero aún así, supongo que no le gustó mucho tener un cuchillo de plata clavado en su pecho muy cerca del corazón. – Aunque intentó que el comentario fuese gracioso, solo para aligerar el peso que con ello traía, quería decir que el vampiro había enfurecido.
Se movió lentamente al terminar de responder y apoyó la espalda en la pared, junto al marco de la ventana, a solo medio metro de distancia de él. – Mi círculo social no es muy amplio tampoco. Claire, como intentaba decirle antes, es una familiar lejana, y está conmigo como dama de compañía. Sabe de la existencia de los vampiros, aunque prefiere mantenerse al margen. Es muy nerviosa, incluso más que yo y eso es bastante decir, por lo que yo también prefiero mantenerla alejada de todo eso. – Reflexionó en ello. Kanoy siempre había sido tímida y nerviosa, pero desde que llegase Claire con ella, había tenido que mostrarse como la fuerte o valiente en más de una ocasión. La pequeña tenía la visión de que, si las dos se aterraban, no podrían resolver nada, por lo que, en medio de su propio nerviosismo, al ver a su prima lejana en peores condiciones, se obligaba a calmarse para traer un poco de cordura a la ecuación.
– De los sirvientes en casa, dudo que alguno haya notado alguna vez la presencia de Podrick, mi anterior domitor. Siempre llegaba y se marchaba silenciosamente. Quizás el día del ataque, pero en realidad nadie comentó nada al respecto. Todos son muy discretos. – Continuó, enumerando a todos sus conocidos. – Mi padre, obviamente conoce de los sobrenaturales. Es él quien había conseguido la sangre para mí hasta ahora. Pero viaja con mucha frecuencia, y justamente se marchó de casa la mañana antes de que Podrick se rebelara en mi contra. Y, Léa, a quien ya conoce. Esos son todos mis allegados más cercanos, con quienes me relaciono en mi día a día. Conozco algunas otras personas en la ciudad, pero nadie en particular que haya que destacar. – Repasó mentalmente y, dado que ya no tenía a nadie más en mente, asintió. Eso era todo lo que había que decir.
Se hizo silencio por unos minutos, él parecía estar evaluando la información recibida, mientras que ella simplemente lo observaba. Kanoy conocía de la habilidad de los vampiros que los hacía verse sumamente atractivos a la vista de cualquiera, era una forma de atraer a sus presas, ella, ese detalle, lo encontraba más fascinante que aterrador. No sabía por qué, pero en lugar de alarmarse, encontraba calma en detallarlo de esa manera inocente y curiosa. El vampiro tenía un rostro juvenil que aparentaba ser tan joven como ella, de apariencia dulce, que la hacía preguntarse cuántos años tendría al momento de su muerte, y cuántos habían transcurrido desde entonces.
Comenzó a considerarlo un ángel caído, pues si bien tenía toda la imagen de inocencia y pureza, tenía la fuerza de un demonio y, en sus ojos, cosas oscuras se escondían. ¿Era masoquista desear descubrir todos esos secretos y sombras? ¿Lo era aún más por querer confiar en un vampiro cuando, tan recientemente, había sido traicionada por otro? Suponía que solo una persona ingenua como ella podía desear tales cosas.
Dejó escapar un sonoro suspiro y quiso interrogarlo. De alguna forma él le había dado vuelta a aquella entrevista. Se suponía que ella debía haberle hecho muchas preguntas y, en cambio, no sabía nada de él más que su nombre. Pero había muchas cosas que debía informarle antes de proseguir con sus dudas. – A partir de ahora comenzaré a vivir a su ritmo. Dormiré por el día, y estaré despierta de noche. Dudo, de cualquier forma, que pueda dormir mientras esté oscuro y Podrick pueda llegar hasta mí. Confío en usted para detenerlo, pero no en mi mente para espantar las pesadillas. – Comentó de pronto, acercándose al escritorio, del que sacó un papel, pluma y tinta para comenzar a hacer anotaciones con su delicada y pequeña letra. – Debemos ir por algo de ropa para usted, tendrá que acompañarme a algunos eventos formales y necesitará trajes. – Anotó el primer ítem de su lista, y luego continuó hablando. – Tendré que mandar a acondicionar una habitación en la mansión especialmente para usted, que no pueda entrar luz del sol, y podrá hacer las peticiones que desee al respecto. Tenemos el sótano, pero ese lugar es frío y húmedo durante el invierno, y terriblemente caluroso en verano. Además, no es nada acogedor. No voy a hospedarlo allí de ninguna manera. Estaremos durmiendo en el hotel por un par de días. – Concentrada en sus pensamientos, no se dio cuenta que comenzaba a divagar, simplemente continuó con su cháchara, anotando cosas por hacer.
Al terminar su pequeña lista, consultó el reloj de pared que marcaba pasadas las ocho de la noche y, al percatarse que tenían al menos una hora solos allí, se puso de pie. – Será mejor que salgamos. Léa y Claire deben estar preocupadas. – Mencionó, para luego dirigirse a la puerta, segura de que las encontrarían en el café. No era propio de una señorita abrir ella misma su puerta, pero esa era una de las reglas que siempre, en situaciones poco formales, decidía saltarse, así que abrió la puerta e invitó a Göran a pasar antes de cerrar con llave la pequeña habitación.
Tal como imaginó, encontraron a las dos jóvenes en el café, tomando el que parecía ser el segundo té de cada una. La cazadora se puso de pie inmediatamente al verla, acercándose a ella para comprobar que estaba bien, a pesar de que no pronunció palabra. – Estoy bien. – Le aseguró, solo para terminar de tranquilizarla. Ella asintió simplemente, sin mirar al vampiro. – Estaba pensando aprovechar la noche, dado que aún es temprano, para ir a la mansión, darle un pequeño recorrido a Göran, presentarlo con todos y pedirle a Pierre que mañana temprano haga algunas cosas para mí. – La castaña se excusó, diciendo que le encantaría acompañarla, pero tenía algunas cosas que hacer temprano por la mañana, por lo que debería ir a casa y dormir un poco, así pues, quedaron solo tres. Su prima y dama de compañía no parecía demasiado feliz de tener que permanecer tan cerca del vampiro, pero sabía que era su trabajo, así que se mantuvo en silencio.
Antes de partir, Kanoy entregó la llave de la oficina en la recepción, y solicitó un cambio en su habitación. Había contratado una habitación sencilla con dos camas, y la cambió por una suite con dos habitaciones internas. Pidió también que hicieran llamar al modisto que se encargaba de los trajes de su padre allí en París, para que viniera a primera hora de la mañana, pues era necesario que le tomaran las medidas a Göran lo más pronto posible, solo entonces subieron los tres al carruaje y se pusieron en marcha hacia la mansión Sukemura.
Mansión era quizás una palabra demasiado amplia para describir su hogar, debido a su tamaño, podía ser más considerada como una Quinta. Tenía dos pisos y era muy cómoda, pero no tenía la extensión necesaria para ser considerada como tal. En la planta baja contaba con la cocina, tres habitaciones pequeñas para el servicio, sala, comedor, la biblioteca que además hacía las veces de oficina para su padre y para ella y, por el exterior, un precioso corredor con vistas al jardín, que colindaba con el bosque a las afueras de París. En la planta alta, había otros cinco dormitorios con sus respectivos baños, de los cuales el principal pertenecía a su padre, y el contiguo a ella, y tenían tres habitaciones de huéspedes, una de ellas ocupada por Claire. Y ahora, otra sería asignada a Göran.
Presentó al vampiro con sus tres únicos empleados: Pierre, el mayordomo; Charlotte, la cocinera, y Marion, la ama de llaves, indicándoles que era su nuevo guardaespaldas y que estaría viviendo en casa a partir de unos días en adelante. Y le dio un recorrido por el lugar. Aprovechándose de que estaban a solas durante el recorrido, ya que había decidido liberar a su prima de la compañía que parecía ocasionarle tanta tensión, comenzó a hacerle preguntas mientras caminaban lentamente por el jardín. – Disculpe que lo pregunte, pero… ¿Dónde duerme usualmente? ¿No tiene un hogar en el que usted hará falta si se queda siempre conmigo? – Kanoy no conocía en absoluto las condiciones con que vivía el vampiro. Cierto era que vestía con bastante humildad, pero había aprendido que eso a veces podía no significar nada en absoluto.
Siguió su camino hasta la fuente, sentándose en el borde y esperando su respuesta, cuando de pronto se le ocurrió que había algo muy importante que había estado olvidando, una pregunta más importante que cualquier otra. – ¿Qué hay de usted? ¿Tiene algún enemigo del que deba saber? – Cuestionó, mirándolo hacia arriba dado que había optado por sentarse. Tenía tantas preguntas. Y en realidad no sabía si él aceptaría responder alguna de ellas.
Bajó la mirada hacia el objeto en su mano, que le mostraba tras cuestionarla. Asintió y luego, tras volver a mirarlo a la cara, respondió al resto de sus preguntas. – Pues, en Japón el porcentaje de personas creyentes en el cristianismo es realmente bajo, aunque conocemos sus creencias. Predominan el sintoísmo y el budismo. Y, como madre era rusa budista, y mi padre es japonés sintoísta, me crié conociendo ambas creencias, incluso tras la muerte de mi madre cuando tenía 7 años, papá se encargó de que conociera bien cómo era ella, sus gustos y pasatiempos e, incluso, su religión. A pesar de eso, siento predilección por las creencias sintoístas. – Le informó, y volvió a sonrojarse, con más intensidad si era posible, en cuanto él se burló por haber creído que el sol y la luna eran dioses, y le comunicaba en dónde estaba puesta su fe actualmente.
– En primera instancia. Por mi condición de ghoul, ya no puedo ser considerada como humana. Soy una raza intermedia entre la suya y la que ambos fuimos alguna vez. Y sí, otros como yo pueden volver a ser humanos, pero no yo. Eso requeriría de mucho tiempo sin beber vitae, y me temo que no duraría tanto tiempo viva. Apenas los primeros efectos de su sangre comienzan a mermar, tras 10 días de la ingesta anterior, la enfermedad comienza a despertar de su adormecimiento. Es por ello que debo beber sagradamente una vez por semana, al menos. – Aquel tema sirvió para informarle un poco más respecto a su condición, pero se había desviado enormemente.
Se aclaró levemente la garganta, y luego prosiguió con la verdadera cuestión. – Los sintoístas creemos también en los dioses o espíritus de la naturaleza, como la diosa del sol. Y no creo que sea motivo de burla creer en dichos espíritus. – Se acercó a él y se puso a su lado frente a la ventana, con ambas manos unidas al frente de su cuerpo, jugueteando nerviosamente. – No creo que en la salvación o en un mesías, pues no creo que los espíritus puedan, o deban, intervenir en las acciones de las criaturas terrestres. Somos nosotros quienes tomamos nuestras decisiones, y tendremos que lidiar con las consecuencias de las mismas. Su trabajo es mantener el balance natural. Noche y día. Lluvia y sequía. Bien y mal. – Sonrió a su pesar, probablemente estaba diciendo incoherencias para alguien que había vivido tanto como él.
– De cualquier forma, creo que pone usted demasiada confianza en la humanidad. Son seres tan imperfectos como cualquier otro, débiles de cuerpo y alma. Fácilmente corrompidos. No puede dejar de recordar que cada vampiro, esclavo de sangre o licántropo que haya existido, fue una vez humano, si se convirtió en alguien de bien o de mal, me parece que viene más ligado a su humanidad que a su inmortalidad, a su consciencia… – Hizo una pausa y se encogió levemente de hombros. – Pero, puedo equivocarme, al fin y al cabo, nunca he sido convertida en un vampiro, ¿no es así? – Volteó hacia él, buscando su aprobación o negación ante sus palabras, justo a tiempo para descubrirlo recorriendo su cuerpo con la mirada. Aquella inspección la hizo sentirse ligeramente incómoda, aunque, ante la novedad, también halagada. No era muy seguido que se entrevistaba con caballeros, jamás a solas, y nunca la habían mirado de esa manera, al menos no que ella fuese consciente. La manera en que Podrick la miraba era mucho más agresiva, hambrienta, como si fuese un bocadillo. Por alguna razón, a pesar de su encontronazo con Léa, no había nada de agresivo en Göran cuando la miraba a ella, en su trato, era hasta cierto punto… Dulce.
Recibió el pañuelo y lo llevó a su rostro, maravillándose con la frescura de su perfume. – Gracias. – Se sorprendió sobremanera porque era una esencia muy femenina, no era lo que se hubiera esperado de un vampiro milenario, lo que la llevó a preguntarse si sería de alguien más. Aquel pensamiento la llevó a recordar una de las confidencias que le hiciera alguna vez Léa. Ella le había comentado que estaba enamorada de un vampiro, que incluso había sido su amante, pero que él no la valoraba, era un mujeriego y tenía muchas mujeres; a pesar de ese conocimiento y aunque hacía dos años que se habían apartado el uno del otro, seguía enamorada de él. Eso se lo había dicho solo unos días atrás, debido a que había vuelto a verlo después de algún tiempo. ¿Podría ser que Göran fuese ese vampiro? ¿Llevaban ellos ese tipo de relación morbosa? Esas dudas y los pensamientos resultantes de ellas la hicieron agradecer enormemente la privacidad que él le ofreció para dejarla limpiar el pecho de su vestido.
Aplicó un par de veces el pañuelo sobre las manchas rojizas en la blanca tela de su vestido, maravillándose de la rapidez con que absorbía la sangre, reparando el daño que había creído permanente. Le hace entrega de su pañuelo y agradece el gesto antes de proseguir a responder su pregunta, aunque no puede evitar sorprenderse por ella. – No soy alguien de tanta importancia como para tener enemigos. Mi padre es un empresario honesto, sin relación algún con política o con diplomacia. El único que alguna vez se ha interesado en mí es Podrick, solo él sabrá el por qué, y quiere matarme porque yo intenté matarlo a él. Fue en defensa propia, pero aún así, supongo que no le gustó mucho tener un cuchillo de plata clavado en su pecho muy cerca del corazón. – Aunque intentó que el comentario fuese gracioso, solo para aligerar el peso que con ello traía, quería decir que el vampiro había enfurecido.
Se movió lentamente al terminar de responder y apoyó la espalda en la pared, junto al marco de la ventana, a solo medio metro de distancia de él. – Mi círculo social no es muy amplio tampoco. Claire, como intentaba decirle antes, es una familiar lejana, y está conmigo como dama de compañía. Sabe de la existencia de los vampiros, aunque prefiere mantenerse al margen. Es muy nerviosa, incluso más que yo y eso es bastante decir, por lo que yo también prefiero mantenerla alejada de todo eso. – Reflexionó en ello. Kanoy siempre había sido tímida y nerviosa, pero desde que llegase Claire con ella, había tenido que mostrarse como la fuerte o valiente en más de una ocasión. La pequeña tenía la visión de que, si las dos se aterraban, no podrían resolver nada, por lo que, en medio de su propio nerviosismo, al ver a su prima lejana en peores condiciones, se obligaba a calmarse para traer un poco de cordura a la ecuación.
– De los sirvientes en casa, dudo que alguno haya notado alguna vez la presencia de Podrick, mi anterior domitor. Siempre llegaba y se marchaba silenciosamente. Quizás el día del ataque, pero en realidad nadie comentó nada al respecto. Todos son muy discretos. – Continuó, enumerando a todos sus conocidos. – Mi padre, obviamente conoce de los sobrenaturales. Es él quien había conseguido la sangre para mí hasta ahora. Pero viaja con mucha frecuencia, y justamente se marchó de casa la mañana antes de que Podrick se rebelara en mi contra. Y, Léa, a quien ya conoce. Esos son todos mis allegados más cercanos, con quienes me relaciono en mi día a día. Conozco algunas otras personas en la ciudad, pero nadie en particular que haya que destacar. – Repasó mentalmente y, dado que ya no tenía a nadie más en mente, asintió. Eso era todo lo que había que decir.
Se hizo silencio por unos minutos, él parecía estar evaluando la información recibida, mientras que ella simplemente lo observaba. Kanoy conocía de la habilidad de los vampiros que los hacía verse sumamente atractivos a la vista de cualquiera, era una forma de atraer a sus presas, ella, ese detalle, lo encontraba más fascinante que aterrador. No sabía por qué, pero en lugar de alarmarse, encontraba calma en detallarlo de esa manera inocente y curiosa. El vampiro tenía un rostro juvenil que aparentaba ser tan joven como ella, de apariencia dulce, que la hacía preguntarse cuántos años tendría al momento de su muerte, y cuántos habían transcurrido desde entonces.
Comenzó a considerarlo un ángel caído, pues si bien tenía toda la imagen de inocencia y pureza, tenía la fuerza de un demonio y, en sus ojos, cosas oscuras se escondían. ¿Era masoquista desear descubrir todos esos secretos y sombras? ¿Lo era aún más por querer confiar en un vampiro cuando, tan recientemente, había sido traicionada por otro? Suponía que solo una persona ingenua como ella podía desear tales cosas.
Dejó escapar un sonoro suspiro y quiso interrogarlo. De alguna forma él le había dado vuelta a aquella entrevista. Se suponía que ella debía haberle hecho muchas preguntas y, en cambio, no sabía nada de él más que su nombre. Pero había muchas cosas que debía informarle antes de proseguir con sus dudas. – A partir de ahora comenzaré a vivir a su ritmo. Dormiré por el día, y estaré despierta de noche. Dudo, de cualquier forma, que pueda dormir mientras esté oscuro y Podrick pueda llegar hasta mí. Confío en usted para detenerlo, pero no en mi mente para espantar las pesadillas. – Comentó de pronto, acercándose al escritorio, del que sacó un papel, pluma y tinta para comenzar a hacer anotaciones con su delicada y pequeña letra. – Debemos ir por algo de ropa para usted, tendrá que acompañarme a algunos eventos formales y necesitará trajes. – Anotó el primer ítem de su lista, y luego continuó hablando. – Tendré que mandar a acondicionar una habitación en la mansión especialmente para usted, que no pueda entrar luz del sol, y podrá hacer las peticiones que desee al respecto. Tenemos el sótano, pero ese lugar es frío y húmedo durante el invierno, y terriblemente caluroso en verano. Además, no es nada acogedor. No voy a hospedarlo allí de ninguna manera. Estaremos durmiendo en el hotel por un par de días. – Concentrada en sus pensamientos, no se dio cuenta que comenzaba a divagar, simplemente continuó con su cháchara, anotando cosas por hacer.
Al terminar su pequeña lista, consultó el reloj de pared que marcaba pasadas las ocho de la noche y, al percatarse que tenían al menos una hora solos allí, se puso de pie. – Será mejor que salgamos. Léa y Claire deben estar preocupadas. – Mencionó, para luego dirigirse a la puerta, segura de que las encontrarían en el café. No era propio de una señorita abrir ella misma su puerta, pero esa era una de las reglas que siempre, en situaciones poco formales, decidía saltarse, así que abrió la puerta e invitó a Göran a pasar antes de cerrar con llave la pequeña habitación.
Tal como imaginó, encontraron a las dos jóvenes en el café, tomando el que parecía ser el segundo té de cada una. La cazadora se puso de pie inmediatamente al verla, acercándose a ella para comprobar que estaba bien, a pesar de que no pronunció palabra. – Estoy bien. – Le aseguró, solo para terminar de tranquilizarla. Ella asintió simplemente, sin mirar al vampiro. – Estaba pensando aprovechar la noche, dado que aún es temprano, para ir a la mansión, darle un pequeño recorrido a Göran, presentarlo con todos y pedirle a Pierre que mañana temprano haga algunas cosas para mí. – La castaña se excusó, diciendo que le encantaría acompañarla, pero tenía algunas cosas que hacer temprano por la mañana, por lo que debería ir a casa y dormir un poco, así pues, quedaron solo tres. Su prima y dama de compañía no parecía demasiado feliz de tener que permanecer tan cerca del vampiro, pero sabía que era su trabajo, así que se mantuvo en silencio.
Antes de partir, Kanoy entregó la llave de la oficina en la recepción, y solicitó un cambio en su habitación. Había contratado una habitación sencilla con dos camas, y la cambió por una suite con dos habitaciones internas. Pidió también que hicieran llamar al modisto que se encargaba de los trajes de su padre allí en París, para que viniera a primera hora de la mañana, pues era necesario que le tomaran las medidas a Göran lo más pronto posible, solo entonces subieron los tres al carruaje y se pusieron en marcha hacia la mansión Sukemura.
Mansión era quizás una palabra demasiado amplia para describir su hogar, debido a su tamaño, podía ser más considerada como una Quinta. Tenía dos pisos y era muy cómoda, pero no tenía la extensión necesaria para ser considerada como tal. En la planta baja contaba con la cocina, tres habitaciones pequeñas para el servicio, sala, comedor, la biblioteca que además hacía las veces de oficina para su padre y para ella y, por el exterior, un precioso corredor con vistas al jardín, que colindaba con el bosque a las afueras de París. En la planta alta, había otros cinco dormitorios con sus respectivos baños, de los cuales el principal pertenecía a su padre, y el contiguo a ella, y tenían tres habitaciones de huéspedes, una de ellas ocupada por Claire. Y ahora, otra sería asignada a Göran.
Presentó al vampiro con sus tres únicos empleados: Pierre, el mayordomo; Charlotte, la cocinera, y Marion, la ama de llaves, indicándoles que era su nuevo guardaespaldas y que estaría viviendo en casa a partir de unos días en adelante. Y le dio un recorrido por el lugar. Aprovechándose de que estaban a solas durante el recorrido, ya que había decidido liberar a su prima de la compañía que parecía ocasionarle tanta tensión, comenzó a hacerle preguntas mientras caminaban lentamente por el jardín. – Disculpe que lo pregunte, pero… ¿Dónde duerme usualmente? ¿No tiene un hogar en el que usted hará falta si se queda siempre conmigo? – Kanoy no conocía en absoluto las condiciones con que vivía el vampiro. Cierto era que vestía con bastante humildad, pero había aprendido que eso a veces podía no significar nada en absoluto.
Siguió su camino hasta la fuente, sentándose en el borde y esperando su respuesta, cuando de pronto se le ocurrió que había algo muy importante que había estado olvidando, una pregunta más importante que cualquier otra. – ¿Qué hay de usted? ¿Tiene algún enemigo del que deba saber? – Cuestionó, mirándolo hacia arriba dado que había optado por sentarse. Tenía tantas preguntas. Y en realidad no sabía si él aceptaría responder alguna de ellas.
Kanoy Sukemura
Kanoy Sukemura- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Re: The interview | Private
Le vuelve a dar la cara cuando se voltea, recibe el pañuelo, pretendiendo escuchar lo que tiene ella para decirle, porque aquello facilitaría su trabajo. Pero la extrañeza que muestra ella, ante lo que su domitor cuestiona, hace sentir a este último como un tonto; le cuesta comprender su ignorancia, y en realidad ¿cómo se la puede culpar? No era tan difícil entender su posición, ella posiblemente considerase que aquellas preguntas invadían su privacidad, o, incluso, que estaba siendo muy cauto. Por otro lado, él buscaba explorar su campo de trabajo e identificar o descartar posibles amenazas, para cumplir su designación más eficientemente. Tanta inocencia no le dejaba ver más allá de una mansión en la que posiblemente vive desde que nació, de sus vestidos caros, sus sirvientes y las lecciones particulares, y los mimos de sus padres; alguien que lo tuvo todo desde el principio, poco más allá podría avizorar, jura Göran, y piensa que ella, en su condición, no se imaginaría lo que podía hacer alguien realmente lleno de odio. —Dejaré que piense ingenuamente, Mademoiselle Sukemura —Contestó sin ánimos de ofender, pero firme—. No me supone ningún inconveniente que usted considere a su padre un hombre honesto y desvinculado, según lo que sabe, de la política, pues no trataré de cambiar su parecer, ya que no sé nada de él ni tengo motivos para dudar —Con un hábil ademán de manos, incluso cuando mantiene el pañuelo en una de estas, puntualiza lo que dice—... Pero debo advertirle que aún cuando eso fuese cierto, ello no significaría que alguien no pudiera perjudicarlos; siempre habrán motivos, incluso si no son justificados. No se sorprenda —Habló pausadamente, justo antes de enfatizar su voz en la úiltima palabra—, si hago preguntas que a simple vista son "exageradas", y limítese a colaborar.
Anteriormente, los criterios personales que la chica expuso, cuando él la cuestionó sobre temas desvinculados del objeto principal, saciaron la debilidad del inmortal con apariencia de niño por la conversación. Pero volviendo a lo que le ocupa: "Podrick"... Cada vez que escuchaba ese nombre, de los labios de su protegida, se cuestionaba si en determinado momento llegó a encontrarse con él, en alguna de tantas incursiones que realizó por el mundo. Miró de cerca el pañuelo entre sus manos, y tras una serie contínua de pasos ciegos en la habitación, se perdió en sus ideas en un intento por delimitar las causales de toda esta situación.
—Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto; es un hábito —Citar a Aristóteles le permite dudar de la teoría que sostiene que el agresor de la joven esclava es un inmortal antiguo—. La indiscreción de este animal, sus métodos impulsivos y erráticos contrarian cualquier patrón de conducta propio de un vampiro con medio milenio, o más, de edad —No tiene reparos en tomar una breve pausa para suspirar, antes de continuar—. Los predadores con más de cinco centurias de vida no sobrevivieron hasta la actualidad dejándose llevar por la sed, de manera tan incauta, como lo hizo este fulano.
Con tantas eras de conocimiento acumulado en su repertorio, The Død aprendió a ser cauteloso y, si bien no tiene la certeza de que este nuevo enemigo pueda atacar otra vez, se atreve a agorar que algo malo sucederá. Pero ¿por qué?; en caso de que su antiguo domitor fuese un vampiro viejo, con mucho que perder, ¿por qué cometería la imprudencia de volver a atacar a una simple presa como lo era ella?.. —Para comprender al malo, se debe pensar igual, o peor, que él —Se dice a sí mismo, sin importar si la única alma presente lo escucha, reflexionando sobre sobre la veleidad y el capricho que su especie lleva en la sangre—. Fuí peor que él, y por "peor" me refiero a que no era más tonto, sino más... Maquiavélico. Aún trato de entender por qué quiere dañarla a usted, se me dificulta comprender que tenga motivaciones tan banales como la sed o el hambre sexual —Conjeturas y más especulaciones, para el sueco tenía que haber algo más trascendental... ¿Había cometido ella algún acto para ganarse el odio de un vástago de la noche?; ¿Lo traicionó de alguna manera? En cualquier caso, calla y continúa escuchándole, evita seguir revelando sus incógnitas dado que aquellos pensamientos, aunque proliferasen su predisposición y desconfianza, lo hacen sentir preparado para lo peor. No quería a Kanoy detrás intentando desmentirle o sacarle esas expectativas de la cabeza, no piensa descartar la posibilidad de que aquella para quien trabajaría podría no ser quien decía, porque confiar significaba exponerse vulnerable a cualquier daño. De cualquier modo, él estaba ahí para cumplir un trabajo en el cual implicó su palabra, y su objetivo es cumplirla... Sin involucrarse personalmente.
Paró la caminata que pudiese no tener sentido ante la percepción de su única testigo, y si fuese así, esta demostró restarle importancia cuando se le acercó, en el momento en que halla su lugar de apoyo cerca de la ventana. Él deja el crucifijo sobre aquél escritorio de madera opaca que no estaba muy lejos, y pone su atención en los orbes de la albina, sin mediar para comentar en voz baja. —Vaya, si que saben hacer bien su trabajo —La inutilidad de los sirvientes en aquella situación emergente le pareció tan trágica a Göran que decidió disfrazar su queja con sarcasmo. Pero lo más resaltante fue el gesto de desviar la mirada hacia un lado cuando la chica indica que él conoce ya a la cazadora.
Él prefería dejar las cosas sin aclarar, puesto que el encuentro con Léa, la amiga de ella, no era un tema realmente apropiado ni lo suficientemente importante como para ser dialogado, razón por la que guardó silencio, aquél que ella también decide compartir. No parece interesarle lo que cruza por la cabeza de la chica cuando esta, aunque intenta ser discreta, no repara en observarlo fijamente, sólo supone que, como a todo humano, se siente curiosa de ver a una momia andante con tanta historia y misterios encima. Así que empleó ambas manos para doblar el pañuelo que cargaba consigo desde hacía rato, en múltiples secciones rectangulares superpuestas entre sí, y observó la sangre, aún fresca, aunque no del todo húmeda, marcada en la tela. Le hace rememorar el frenesí que tuvo cuando alimentó a la mortal, o mejor dicho... Como ella misma se denominaba: pseudo-humana, y cuando aquél agraciado bufido proveniente de su respiración vuelve a romper el silencio, las pupilas perdidas en el vacío, de Göran, vuelven en sí nuevamente.
El no-muerto frunce el ceño cuando la iniciativa proactiva de ella sale a relucir, y no puede evitar mirarla caminar hacia el escritorio mientras parloteaba desvaríos, o al menos eso eran para Göran. Parece que, después de todo, quizá se equivocase con respecto a lo que pensó en un principio... A pesar de que fuese una mujer que lo tuvo casi todo, aquella actitud emotiva y el interés repentino que ella demostraba tener en su persona, para socializar y relacionarse con él, demostraban ser factores dados por la ausencia de amigos o alguien que se dignara a escucharla, compartir con ella constantemente. Ese espíritu curioso, con ansias de explorar y aventurarse a la vida, hacía que el inmortal negase con la cabeza gacha conforme su boca trata de esconder una sonrisa ahora que no ella no podía verle. Él se acerca a esta quien, inclinada y de espaldas a él, no se percata de que este observa lo que escribe, siendo parte de lo que parafrasea...
—No creo que le haga bien a su salud tomar esos horarios, My Lady —Pronunció lo último con un acentuado inglés británico—. He visto a los suyos ir disfrazados —Sin quererlo, señala de ridículos los trajes de gala— a las fiestas... ¿Pero qué tienen de malo mis ropas? —Si se hubiese visto él mismo la cara de incomprensión que puso mientras se veía sus mismas ropas blanquecinas, cual niño pequeño, se hubiese sentido avergonzado. Era la primera vez que le daba importancia a cómo lucía con ellas, puesto que nadie nunca se había atrevido a cuestionar sobre cómo se vestía, y ahora que lo hacía aquella jovencita, fue un acto intrínseco reaccionar de tal manera.
—Húm... Creo que bailar no está en nuestro contrato —Se dió cuenta de que hablaba solo, en el instante en que la observa a ella seguir hablando y escribiendo como si no escuchase ninguna de sus sugerencias—. Y le sorprendería saber dónde puedo dormir —Advirtió de su desinterés en el sitio del que dispusieran para alojarlo a él dentro de las instalaciones; no pedía más que aislamiento del sol y cercanía a su protegida... O cliente, como él prefería decirle.
Percusión tras percusión se oye en el reloj cuando la aguja que marca cada minuto va graduando su posición con el pasar de aquél que era considerado el peor enemigo de los mortales, aunque para él fuese un desconocido... El tiempo. Inconsciente de qué era lo que la jovencita hablaba en este punto, despega la mirada de la ventana sólo cuando esta le avisa que deben salir, pues se había asentado allí, prefiriendo observar las calles siendo transitadas por los autos y carruajes antes que ser víctima de tanta cháchara, y avanza detrás de ella, quien, apresurada, no le da la oportunidad para ofrecerse a abrirle la puerta, sino que lo hace ella misma. Él le cede el paso luego de que esta cerrase la puerta, y una vez en el cafetín del hotel, conservó una actitud sobria, un porte inerte e inexpresivo, como era de costumbre. Diversidad de acentos, risas, perfumes caros y baratos, postres recién horneados... La aristocracia en su máxima expresión era parte del paisaje que pintaba el cafetín; la exposición a todo tipo de personas, en aquella ocasión en que le tocaba cuidar de alguien, no le parecía atractivo al inmortal, sin embargo no era él quien daba las órdenes, sino el que servía. Más que estar detrás de su jefa, permanecía un tanto a su costado, no obstante, sin llegar a lucir como un acompañante o alguien de su misma jerarquía, pues la intención era aparentar lo que era, un empleado. Lúcido de todo lo que su jefa hablaba con Léa, vigila todo el entorno celosamente, ya que dejó todo lo que se habló en la habitación allí para ponerse manos a la obra.
Con la noción de que partirían hacia la residencia Sukemura, Göran acompaña a la ostentadora de dicho apellido, junto a su dama de compañía, hasta la salida, donde un carruaje los esperaba. En su vida, Puer Indicum había montado jamás un carruaje, caballos sí, pero no aquellos vehículos que le parecían muy aparatosos y pomposos desde la primera vez que se usaron, en el antiguo Egipto. Esta vez la audaz Kanoy no fue lo suficientemente rápida como para adelantársele, pues antes de que ella intentase siquiera mirar el vehículo de transporte, él le estaba esperando con la puerta abierta; una vez dentro, el curioso inmortal no puede evitar inspeccionar todo tanto con la vista como con el tacto de una de su manos los asientos, la madera de la estructura, los manubrios de la puerta e incluso el sistema de tirado a caballo, llegando a asomar la cara como lo haría un canino para disfrutar de la brisa. —Admiro lo que pueden hacer aquellos que dedican su vida a las artes y las ciencias del progreso —Vuelve a acomodarse en el asiento, de lo contrario, no se le iba a escuchar con la cara asomada en la ventana—. ¿No piensa lo mismo, Mademoiselle? —Aquella pregunta, más que pedir una respuesta, se mostraba retórica, pues no era necesario emitir comentario alguno de lo que era evidente—. Es triste saber que muchos de los que comparten mi maldición vean el avance y el progreso de la humanidad como un contra; conforme los humanos se civilizan, se nos hace más difícil alimentarnos... Esa es la perspectiva de un vampiro promedio —El resto del viaje permaneció callado, como si recordar aquél mal hubiese bajoneado el repentino arranque de emoción por estar su primera vez en un carruaje.
El aroma de autumnus en un lugar medianamente campestre como aquél , en el exterior de la residencia de la familia euro-asiática, venía con una ventisca que adornaba el entorno. Era hermoso, incluso cuando la negrura de la noche apenas dejaba iluminar las farolas a gas, y parecía estar alejado de las tribulaciones del mundo, aunque menos lujoso que los castillos que tuvo alguna vez, es un mejor sitio para vivir en paz, piensa él. La trayectoria que ocupó caminar el pasaje hasta llegar al interior de las instalaciones, la usó también para ir evaluando la propiedad en sí misma; intentaba calcular puntos importantes como la altura que tenía la imponente estructura, los accesos, ventanas y hasta la antiguedad de sus muros. El sitio no parecía tener ningún punto débil... Más que el hecho de que aquél complejo residencial estuviese conexo al bosque, desde donde muchos tipos de criaturas sobrenaturales, de las cuales sólo pocos testigos habían vivido para contarla —incluido él— podrían acceder fácilmente.
—Bonsoir, un placer —Frase genérica que usa protocolarmente con desconocidos. Aunque no tenía ningún interés personal en ellos, los miraba a todos de arriba a abajo descaradamente, estudiando expresiones, conductas e incluso posturas corporales de cada uno. Por sus nombres todos eran franceses, y posiblemente hayan trabajado en este lugar gran parte de sus vidas, pero su mente maquinaba algo más... Algún plan que los involucraba como recursos para su labor, tomando en consideración la vulnerabilidad que representan en materia de seguridad tras el incidente con Podrick.
El sentimiento de incomodidad, e incluso ansiedad, en la acompañante de la esclava de sangre lo podía notar hasta un ciego. La joven muchacha estaba tan callada como un tronco, evitaba las miradas con lo que ella veía como un monstruo —¿y qué era si no?—, y cuando su encargada le confiere el permiso de retirarse, esta no dudó ni un segundo en hacerlo, pero ¿qué más da? Otro factor que a Göran "no le iba, ni le venía". —Tardó bastante en no cumplir mis primeras peticiones —Comentó serio, pero con un humor implícito para hacerle sentir incómoda adrede, aunque no le suponía problema alguno decirle la verdad—. No duermo —Una respuesta cortante, quizá la Ghoul comenzaría a acostumbrarse a estas—, me oculto allá donde el sol no pueda hacerme desaparecer de este mundo.
En la comodidad del apacible lugar que ella escoge para sentarse, piensa su respuesta en silencio mientras aprecia la detallada arquitectura de la fuente, y entre el bonancible sonido que produce el agua cayendo resalta su voz —¿Qué le hace pensar que de tener alguno en el que me echen en falta se lo diría? —No, definitivamente no tenía uno de esos. Lo más parecido a ello consistía en velar desde las sombras por aquellos que un humano denominaría "seres queridos", y aún así seguía siendo patético comparar escenarios.
Decidió entretenerse de alguna manera, puesto que sabía que ella seguiría preguntando cosas que él no iba a responder. Al menos no de la forma en la que ella deseaba. Así que, mientras escuchaba otra de esas, tomó algunas piedras, en lo posible, de superficie aplanadas, y comenzó a arrojarlas ágilmente en el agua, haciéndoles rebotar hasta más de tres veces en la superficie antes de hundirse. —Ninguno que esté vivo, o que deba preocuparle. Me temo que sólo tengo a los suyos, ya que de ahora en más sus adversarios también serán los míos —Aclaró, justo cuando el último sedimento rocoso salió disparado con dirección al bosque—. Perdone que cambie de tema, pero... ¿Habrá algún inconveniente con su padre respecto a mi presencia aquí? Después de todo, yo no querría a otro chupasangres cerca si fuera él —Aunque necesitaba una guarida estable dónde permanecer, y aquella casa tendría una posición geográfica alejada de cazadores e inquisidores (a excepción de Léa), cierto sentido del honor le hacían sentirse indispuesto por aquella duda—. Hm, si Kansei es un hombre inteligente, y no dudo que lo sea, sabiendo lo que sabe, del mundo sobrenatural, debe tener algún arma y trampas para repeler plagas; me gustaría saber dónde están, en caso de que existan tales artefactos, y solicito que, en caso de que hayan estacas, flechas de madera u objetos punzocortantes de tal material, circulando por la casa, sean retirados del alcance de sus sirvientes.
Al unísono, una serie de aullidos lupinos provenientes del bosque, no muy lejos, según lo que calcula Göran, interrumpen la conversación. Su mirada focalizada en aquellos irises, de un azul tan muerto como vivo, azul angelical y de inocencia, estaba, mientras esperaba sus respuestas, y aunque los ruidos de aquellos animales podrían significar otra cosa que simples fenómenos de la naturaleza de nada más que animales a la perspectiva de él, excepto a la de ella, este no se mostró nervioso ni ansioso en ningún momento. Todo lo contrario, la calma con la que ojeó los arbustos del bosque, al pie de los inmensos árboles, expresaba la intención de hacer sentir a Kanoy segura. Sin embargo, no sería tan estúpido como para quedarse mucho rato más. —Está haciendo algo de frío aquí fuera, y aunque yo no sufra el efecto, creo que usted sí —Tomándole suavemente de una mano para ayudarla a levantarse, le guía dentro del establecimiento, por delante de él, chequeando una vez más el jardín y los árboles mecerse con el viento a sus espaldas, antes de entrar—. Me gustaría compartir un té con usted, ¿dónde prefiere hacerlo, aquí o en el hotel?
Anteriormente, los criterios personales que la chica expuso, cuando él la cuestionó sobre temas desvinculados del objeto principal, saciaron la debilidad del inmortal con apariencia de niño por la conversación. Pero volviendo a lo que le ocupa: "Podrick"... Cada vez que escuchaba ese nombre, de los labios de su protegida, se cuestionaba si en determinado momento llegó a encontrarse con él, en alguna de tantas incursiones que realizó por el mundo. Miró de cerca el pañuelo entre sus manos, y tras una serie contínua de pasos ciegos en la habitación, se perdió en sus ideas en un intento por delimitar las causales de toda esta situación.
—Somos lo que hacemos repetidamente. La excelencia, entonces, no es un acto; es un hábito —Citar a Aristóteles le permite dudar de la teoría que sostiene que el agresor de la joven esclava es un inmortal antiguo—. La indiscreción de este animal, sus métodos impulsivos y erráticos contrarian cualquier patrón de conducta propio de un vampiro con medio milenio, o más, de edad —No tiene reparos en tomar una breve pausa para suspirar, antes de continuar—. Los predadores con más de cinco centurias de vida no sobrevivieron hasta la actualidad dejándose llevar por la sed, de manera tan incauta, como lo hizo este fulano.
Con tantas eras de conocimiento acumulado en su repertorio, The Død aprendió a ser cauteloso y, si bien no tiene la certeza de que este nuevo enemigo pueda atacar otra vez, se atreve a agorar que algo malo sucederá. Pero ¿por qué?; en caso de que su antiguo domitor fuese un vampiro viejo, con mucho que perder, ¿por qué cometería la imprudencia de volver a atacar a una simple presa como lo era ella?.. —Para comprender al malo, se debe pensar igual, o peor, que él —Se dice a sí mismo, sin importar si la única alma presente lo escucha, reflexionando sobre sobre la veleidad y el capricho que su especie lleva en la sangre—. Fuí peor que él, y por "peor" me refiero a que no era más tonto, sino más... Maquiavélico. Aún trato de entender por qué quiere dañarla a usted, se me dificulta comprender que tenga motivaciones tan banales como la sed o el hambre sexual —Conjeturas y más especulaciones, para el sueco tenía que haber algo más trascendental... ¿Había cometido ella algún acto para ganarse el odio de un vástago de la noche?; ¿Lo traicionó de alguna manera? En cualquier caso, calla y continúa escuchándole, evita seguir revelando sus incógnitas dado que aquellos pensamientos, aunque proliferasen su predisposición y desconfianza, lo hacen sentir preparado para lo peor. No quería a Kanoy detrás intentando desmentirle o sacarle esas expectativas de la cabeza, no piensa descartar la posibilidad de que aquella para quien trabajaría podría no ser quien decía, porque confiar significaba exponerse vulnerable a cualquier daño. De cualquier modo, él estaba ahí para cumplir un trabajo en el cual implicó su palabra, y su objetivo es cumplirla... Sin involucrarse personalmente.
Paró la caminata que pudiese no tener sentido ante la percepción de su única testigo, y si fuese así, esta demostró restarle importancia cuando se le acercó, en el momento en que halla su lugar de apoyo cerca de la ventana. Él deja el crucifijo sobre aquél escritorio de madera opaca que no estaba muy lejos, y pone su atención en los orbes de la albina, sin mediar para comentar en voz baja. —Vaya, si que saben hacer bien su trabajo —La inutilidad de los sirvientes en aquella situación emergente le pareció tan trágica a Göran que decidió disfrazar su queja con sarcasmo. Pero lo más resaltante fue el gesto de desviar la mirada hacia un lado cuando la chica indica que él conoce ya a la cazadora.
Él prefería dejar las cosas sin aclarar, puesto que el encuentro con Léa, la amiga de ella, no era un tema realmente apropiado ni lo suficientemente importante como para ser dialogado, razón por la que guardó silencio, aquél que ella también decide compartir. No parece interesarle lo que cruza por la cabeza de la chica cuando esta, aunque intenta ser discreta, no repara en observarlo fijamente, sólo supone que, como a todo humano, se siente curiosa de ver a una momia andante con tanta historia y misterios encima. Así que empleó ambas manos para doblar el pañuelo que cargaba consigo desde hacía rato, en múltiples secciones rectangulares superpuestas entre sí, y observó la sangre, aún fresca, aunque no del todo húmeda, marcada en la tela. Le hace rememorar el frenesí que tuvo cuando alimentó a la mortal, o mejor dicho... Como ella misma se denominaba: pseudo-humana, y cuando aquél agraciado bufido proveniente de su respiración vuelve a romper el silencio, las pupilas perdidas en el vacío, de Göran, vuelven en sí nuevamente.
El no-muerto frunce el ceño cuando la iniciativa proactiva de ella sale a relucir, y no puede evitar mirarla caminar hacia el escritorio mientras parloteaba desvaríos, o al menos eso eran para Göran. Parece que, después de todo, quizá se equivocase con respecto a lo que pensó en un principio... A pesar de que fuese una mujer que lo tuvo casi todo, aquella actitud emotiva y el interés repentino que ella demostraba tener en su persona, para socializar y relacionarse con él, demostraban ser factores dados por la ausencia de amigos o alguien que se dignara a escucharla, compartir con ella constantemente. Ese espíritu curioso, con ansias de explorar y aventurarse a la vida, hacía que el inmortal negase con la cabeza gacha conforme su boca trata de esconder una sonrisa ahora que no ella no podía verle. Él se acerca a esta quien, inclinada y de espaldas a él, no se percata de que este observa lo que escribe, siendo parte de lo que parafrasea...
—No creo que le haga bien a su salud tomar esos horarios, My Lady —Pronunció lo último con un acentuado inglés británico—. He visto a los suyos ir disfrazados —Sin quererlo, señala de ridículos los trajes de gala— a las fiestas... ¿Pero qué tienen de malo mis ropas? —Si se hubiese visto él mismo la cara de incomprensión que puso mientras se veía sus mismas ropas blanquecinas, cual niño pequeño, se hubiese sentido avergonzado. Era la primera vez que le daba importancia a cómo lucía con ellas, puesto que nadie nunca se había atrevido a cuestionar sobre cómo se vestía, y ahora que lo hacía aquella jovencita, fue un acto intrínseco reaccionar de tal manera.
—Húm... Creo que bailar no está en nuestro contrato —Se dió cuenta de que hablaba solo, en el instante en que la observa a ella seguir hablando y escribiendo como si no escuchase ninguna de sus sugerencias—. Y le sorprendería saber dónde puedo dormir —Advirtió de su desinterés en el sitio del que dispusieran para alojarlo a él dentro de las instalaciones; no pedía más que aislamiento del sol y cercanía a su protegida... O cliente, como él prefería decirle.
Percusión tras percusión se oye en el reloj cuando la aguja que marca cada minuto va graduando su posición con el pasar de aquél que era considerado el peor enemigo de los mortales, aunque para él fuese un desconocido... El tiempo. Inconsciente de qué era lo que la jovencita hablaba en este punto, despega la mirada de la ventana sólo cuando esta le avisa que deben salir, pues se había asentado allí, prefiriendo observar las calles siendo transitadas por los autos y carruajes antes que ser víctima de tanta cháchara, y avanza detrás de ella, quien, apresurada, no le da la oportunidad para ofrecerse a abrirle la puerta, sino que lo hace ella misma. Él le cede el paso luego de que esta cerrase la puerta, y una vez en el cafetín del hotel, conservó una actitud sobria, un porte inerte e inexpresivo, como era de costumbre. Diversidad de acentos, risas, perfumes caros y baratos, postres recién horneados... La aristocracia en su máxima expresión era parte del paisaje que pintaba el cafetín; la exposición a todo tipo de personas, en aquella ocasión en que le tocaba cuidar de alguien, no le parecía atractivo al inmortal, sin embargo no era él quien daba las órdenes, sino el que servía. Más que estar detrás de su jefa, permanecía un tanto a su costado, no obstante, sin llegar a lucir como un acompañante o alguien de su misma jerarquía, pues la intención era aparentar lo que era, un empleado. Lúcido de todo lo que su jefa hablaba con Léa, vigila todo el entorno celosamente, ya que dejó todo lo que se habló en la habitación allí para ponerse manos a la obra.
Con la noción de que partirían hacia la residencia Sukemura, Göran acompaña a la ostentadora de dicho apellido, junto a su dama de compañía, hasta la salida, donde un carruaje los esperaba. En su vida, Puer Indicum había montado jamás un carruaje, caballos sí, pero no aquellos vehículos que le parecían muy aparatosos y pomposos desde la primera vez que se usaron, en el antiguo Egipto. Esta vez la audaz Kanoy no fue lo suficientemente rápida como para adelantársele, pues antes de que ella intentase siquiera mirar el vehículo de transporte, él le estaba esperando con la puerta abierta; una vez dentro, el curioso inmortal no puede evitar inspeccionar todo tanto con la vista como con el tacto de una de su manos los asientos, la madera de la estructura, los manubrios de la puerta e incluso el sistema de tirado a caballo, llegando a asomar la cara como lo haría un canino para disfrutar de la brisa. —Admiro lo que pueden hacer aquellos que dedican su vida a las artes y las ciencias del progreso —Vuelve a acomodarse en el asiento, de lo contrario, no se le iba a escuchar con la cara asomada en la ventana—. ¿No piensa lo mismo, Mademoiselle? —Aquella pregunta, más que pedir una respuesta, se mostraba retórica, pues no era necesario emitir comentario alguno de lo que era evidente—. Es triste saber que muchos de los que comparten mi maldición vean el avance y el progreso de la humanidad como un contra; conforme los humanos se civilizan, se nos hace más difícil alimentarnos... Esa es la perspectiva de un vampiro promedio —El resto del viaje permaneció callado, como si recordar aquél mal hubiese bajoneado el repentino arranque de emoción por estar su primera vez en un carruaje.
El aroma de autumnus en un lugar medianamente campestre como aquél , en el exterior de la residencia de la familia euro-asiática, venía con una ventisca que adornaba el entorno. Era hermoso, incluso cuando la negrura de la noche apenas dejaba iluminar las farolas a gas, y parecía estar alejado de las tribulaciones del mundo, aunque menos lujoso que los castillos que tuvo alguna vez, es un mejor sitio para vivir en paz, piensa él. La trayectoria que ocupó caminar el pasaje hasta llegar al interior de las instalaciones, la usó también para ir evaluando la propiedad en sí misma; intentaba calcular puntos importantes como la altura que tenía la imponente estructura, los accesos, ventanas y hasta la antiguedad de sus muros. El sitio no parecía tener ningún punto débil... Más que el hecho de que aquél complejo residencial estuviese conexo al bosque, desde donde muchos tipos de criaturas sobrenaturales, de las cuales sólo pocos testigos habían vivido para contarla —incluido él— podrían acceder fácilmente.
—Bonsoir, un placer —Frase genérica que usa protocolarmente con desconocidos. Aunque no tenía ningún interés personal en ellos, los miraba a todos de arriba a abajo descaradamente, estudiando expresiones, conductas e incluso posturas corporales de cada uno. Por sus nombres todos eran franceses, y posiblemente hayan trabajado en este lugar gran parte de sus vidas, pero su mente maquinaba algo más... Algún plan que los involucraba como recursos para su labor, tomando en consideración la vulnerabilidad que representan en materia de seguridad tras el incidente con Podrick.
El sentimiento de incomodidad, e incluso ansiedad, en la acompañante de la esclava de sangre lo podía notar hasta un ciego. La joven muchacha estaba tan callada como un tronco, evitaba las miradas con lo que ella veía como un monstruo —¿y qué era si no?—, y cuando su encargada le confiere el permiso de retirarse, esta no dudó ni un segundo en hacerlo, pero ¿qué más da? Otro factor que a Göran "no le iba, ni le venía". —Tardó bastante en no cumplir mis primeras peticiones —Comentó serio, pero con un humor implícito para hacerle sentir incómoda adrede, aunque no le suponía problema alguno decirle la verdad—. No duermo —Una respuesta cortante, quizá la Ghoul comenzaría a acostumbrarse a estas—, me oculto allá donde el sol no pueda hacerme desaparecer de este mundo.
En la comodidad del apacible lugar que ella escoge para sentarse, piensa su respuesta en silencio mientras aprecia la detallada arquitectura de la fuente, y entre el bonancible sonido que produce el agua cayendo resalta su voz —¿Qué le hace pensar que de tener alguno en el que me echen en falta se lo diría? —No, definitivamente no tenía uno de esos. Lo más parecido a ello consistía en velar desde las sombras por aquellos que un humano denominaría "seres queridos", y aún así seguía siendo patético comparar escenarios.
Decidió entretenerse de alguna manera, puesto que sabía que ella seguiría preguntando cosas que él no iba a responder. Al menos no de la forma en la que ella deseaba. Así que, mientras escuchaba otra de esas, tomó algunas piedras, en lo posible, de superficie aplanadas, y comenzó a arrojarlas ágilmente en el agua, haciéndoles rebotar hasta más de tres veces en la superficie antes de hundirse. —Ninguno que esté vivo, o que deba preocuparle. Me temo que sólo tengo a los suyos, ya que de ahora en más sus adversarios también serán los míos —Aclaró, justo cuando el último sedimento rocoso salió disparado con dirección al bosque—. Perdone que cambie de tema, pero... ¿Habrá algún inconveniente con su padre respecto a mi presencia aquí? Después de todo, yo no querría a otro chupasangres cerca si fuera él —Aunque necesitaba una guarida estable dónde permanecer, y aquella casa tendría una posición geográfica alejada de cazadores e inquisidores (a excepción de Léa), cierto sentido del honor le hacían sentirse indispuesto por aquella duda—. Hm, si Kansei es un hombre inteligente, y no dudo que lo sea, sabiendo lo que sabe, del mundo sobrenatural, debe tener algún arma y trampas para repeler plagas; me gustaría saber dónde están, en caso de que existan tales artefactos, y solicito que, en caso de que hayan estacas, flechas de madera u objetos punzocortantes de tal material, circulando por la casa, sean retirados del alcance de sus sirvientes.
Al unísono, una serie de aullidos lupinos provenientes del bosque, no muy lejos, según lo que calcula Göran, interrumpen la conversación. Su mirada focalizada en aquellos irises, de un azul tan muerto como vivo, azul angelical y de inocencia, estaba, mientras esperaba sus respuestas, y aunque los ruidos de aquellos animales podrían significar otra cosa que simples fenómenos de la naturaleza de nada más que animales a la perspectiva de él, excepto a la de ella, este no se mostró nervioso ni ansioso en ningún momento. Todo lo contrario, la calma con la que ojeó los arbustos del bosque, al pie de los inmensos árboles, expresaba la intención de hacer sentir a Kanoy segura. Sin embargo, no sería tan estúpido como para quedarse mucho rato más. —Está haciendo algo de frío aquí fuera, y aunque yo no sufra el efecto, creo que usted sí —Tomándole suavemente de una mano para ayudarla a levantarse, le guía dentro del establecimiento, por delante de él, chequeando una vez más el jardín y los árboles mecerse con el viento a sus espaldas, antes de entrar—. Me gustaría compartir un té con usted, ¿dónde prefiere hacerlo, aquí o en el hotel?
Última edición por Göran Niklasson el Miér Oct 31, 2018 10:09 am, editado 1 vez
Göran Niklasson- Vampiro Clase Baja
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Escucharlo tachar de disfraces las vestimentas que eran consideradas apropiadas para las ocasiones más formales, por poco la hace reír pues ella misma tenía pensamientos similares. La ironía del asunto es que ella debía portar su disfraz incluso en ocasiones menos formales como aquella, escondiendo el pálido tono de su tez y el blanquecino color de su cabello. Si él la viese como realmente es, considerando que es una criatura antigua de milenios de no-vida, seguramente pensaría igual que los demás, quizás incluso peor. ¿Qué pensarían en su época de las personas que poseían sus características físicas? ¿Se enojaría con ella por haberlo tocado? ¿Por haber bebido directamente de su muñeca, siendo que podría contagiarlo? Claro, Kanoy sabía que su condición no podía ser transmitida de alguna manera no hereditaria, pero ese hecho no era conocido por muchos en aquella época, mucho menos lo habría sido milenios en el pasado.
Tras su repentina pregunta, no puede evitar sonrojarse levemente. No había sido su intención ofenderlo. – No hay nada de malo con sus ropas, Göran. Simplemente, hay eventos que requieren cierto nivel de etiqueta, de formalismo. – Hace una pausa, intentando ver al rostro de su interlocutor antes continuar. – Sé que es un requerimiento banal, pero por los negocios de mi padre se requiere que yo asista a este tipo de eventos en su ausencia y, para mantener su buen nombre en alto con sus inversionistas, debo cumplir con las reglas protocolares. – Le hace ver, sonriendo con ternura como si hablase con un niño pequeño por su expresión. – Tal vez tiene razón. Bailar no estaba declarado como una de sus tareas en el contrato, pero creí haber dejado claro que, durante las noches, necesitaría que estuviera lo más cerca posible de mí. Lo que significa que los únicos lugares donde no podrá entrar conmigo son: mi habitación, cuando vaya a cambiarme, y los cuartos de aseo, por obvias razones. – Le explica, esperando que no tenga más objeciones al respecto, antes de continuar con su lista. Cuando se trataba de negociaciones podía ser muy lista, algo que claramente había heredado de su padre.
Curiosa como era, especialmente ahora con la novedad de su nuevo domitor, no pudo evitar notar su reacción una vez en el carruaje. Para alguien con milenios de vida, parecía un niño ante tantas cosas. Él había parecido sinceramente emocionado al sentir la brisa que entraba por la ventana en su rostro, pero aquel brillo de emoción en sus ojos desapareció con la misma rapidez con que había aparecido, entristeciéndola ligeramente. ¿Cómo algo tan sencillo, algo que era dado por sentado en aquella época, podría generar tal placer en alguien como él? Se preguntaba ahora qué tantas otras cosas podrían provocar la misma reacción, y se propuso secretamente a provocarle más emociones como aquella. No podía entenderlo del todo, pero, verlo así, despreocupado y relajado, le provocó un sentimiento tibio que se extendió por todo su cuerpo.
Llegados a la fuente, y tras haber pronunciado aquellas preguntas, el comentario del vampiro hizo que su piel se tornara naturalmente rosácea por la vergüenza ante su curiosidad, aunque no se sentía culpable, ella se lo había advertido de primera mano. Era curiosa como sólo ella, y preguntaría hasta el más mínimo detalle siempre que se le ocurriera. Su padre se había encargado de que tuviera la crianza de varón, con infinito conocimiento en muchas materias que, para la época, estaban restringidas para las mujeres, y ella había respondido con la necesidad de más. Siempre que una duda surgía, preguntaba, no había nada que la detuviera en su afán de conseguir más información, y eso no cambiaría ahora. Quería saber mucho sobre él e, incluso aunque él no respondiera, ella seguiría preguntando. – Entiendo. – Respondió, sopesando la respuesta obtenida. Si bien ésta no había sido dada con la mejor disposición, Kanoy decidió pasar ese detalle por alto. Él, definitivamente, no la amedrentaría.
– Y, ¿Por qué no habría de hacerlo? No es como si tal información pudiese ser suficiente para hacerle daño, Göran. – Él no la miraba en ese momento, entreteniéndose con piedras y la fuente. Ella, en cambio, no podía apartar la mirada de él. – No voy a usar nada de lo que me diga en su contra. Creí habérselo dejado claro antes. Fui yo quien lo buscó, con un propósito, pero es usted quien tiene el poder entre ambos. No solo por su naturaleza más fuerte, sino también por el vínculo que me une a usted. – Estaba hablando de más, si él lo sabía o no, no era necesario que ella puntualizara lo que estaba a punto de decir, pero eso no la detuvo. – Como mi domitor, estoy obligada a obedecerle casi cualquier orden. – Bajo la mirada a sus manos sobre el regazo, y detuvo el movimiento nervioso que ni siquiera había sido consciente de estar haciendo. – Solo espero que no se aproveche de tal poder para manipularme. – Sonrió tristemente. Podrick nunca lo había hecho, en todo el tiempo que había cumplido con el rol, se había mostrado galante y caballeroso, ella al principio se había sentido encandilada por él, pero nunca llegó a gustarle. Había algo en ese vampiro que la hacía ponerse alerta solo con su presencia. Y al final su instinto había estado acertado, el vampiro había resultado ser lo opuesto a lo que aparentaba. Eso no sucedía con Göran. Si bien él parecía esconder muchas cosas de sí mismo, de su pasado, muchas cosas oscuras, con él no se sentía amenazada, por el contrario, se sentía protegida. Se sentía segura, y eso le daba paz.
Con la mención de su padre Kanoy no pudo evitar preocuparse. Él debía estar llegando el día siguiente a su destino, solo entonces podría escribirle y su carta no llegaría hasta dentro de unos días más. Ella no tenía manera de contactarlo hasta conocer su ubicación exacta, y solo entonces podría contarle todo lo sucedido. Respecto a Podrick y también respecto a Göran, aunque, si no quería preocuparlo, sería mejor que omitiese tanto como pudiese al respecto de ambos. Le diría que… ¿Qué le diría? En realidad, no tenía la menor idea, pero ya se le ocurriría algo llegado el momento. – Mi padre, Kansei, no sabe nada aún de lo ocurrido. Tendré que buscar la manera de explicarle el cambio sin preocuparlo. – Le respondió, informándole a su vez el nombre de su padre, mientras seguía dándole vueltas al asunto de cómo explicarle la situación.
– Mi padre tiene armas, sí, pero el depósito está debidamente protegido, y sólo él y yo poseemos llave de dicho lugar. – Intentó tranquilizarlo de cierta forma con esta información, pero en caso que no fuese suficiente, continuó. – Como le expliqué antes, no hemos dejado saber a la servidumbre de la existencia de seres sobrenaturales. A menos que lo supiesen de antes, la única en casa que conoce su condición, aparte de mí, es Claire, y ella tampoco tiene acceso al depósito de armas. Puede estar tranquilo. A mí me interesa tan poco como a usted que alguien termine haciéndole daño. – En cuanto calló, los aullidos lobunos hicieron que su cuerpo se estremeciera, aunque a la vez sentía una pesada mirada en la nunca, decidió ignorar ese hecho. No les temía a los animales, sino a la duda de si podían ser solo eso, y comprendió algo de pronto. – Si quiere acceso a las armas para procurar la seguridad de la casa, podrá sacar del depósito todo lo que desee en cuanto su habitación esté lista y podamos movernos para acá. Yo misma me encargaré de ayudarlo. – Él podría negarse si eso deseaba, pero no había sirviente en casa que pudiese ayudarlo, y ella quería conocer la posición exacta de las trampas que instalase, sería de más ayuda que pudiera mantenerse a sí misma segura en los alrededores que temer pisar una de sus propias trampas.
El siguiente comentario, pudo suponer, vino en consecuencia del estremecimiento del que había sido víctima solo momentos antes, pero no se molestó en corregirlo, aunque no tuviese frío realmente. Aceptó la ayuda, tomándole la mano y se dejó guiar al interior de su propia casa. – Será mejor volver al hotel. Me gustaría asegurarme de que las ventanas de la suite queden perfectamente selladas antes de permitirnos a ambos descansar. – No se perdonaría si, por un error suyo, Göran resultase lastimado. Es por ello que, tal como sugiriese, al llegar al hotel, aquella inspección fuese su prioridad. Revisó minuciosamente cada ventada dos veces antes de permitirse relajarse en el recibidor de la suite, donde un camarero había dejado la tetera y una bandeja de pequeñas galletas saladas. Claire, en esta ocasión, se había quedado en casa. Su prima había caído rendida durante el tiempo en que le daba el recorrido a su nuevo guardián y no quiso molestarla, así era como habían terminado siendo solo ellos dos en esa habitación.
Esperó a que Göran se sentase frente a ella y, como si él fuese humano, sirvió el té para ambos, poniéndole una cucharada de azúcar a cada taza antes de ofrecérsela. No fue hasta que él la recibió que comprendió lo inapropiado de su acción. Él era un vampiro. Incluso aunque pudiese beber el té sin resultar herido, no produciría en él ningún tipo de efecto positivo tampoco. Qué tonta era. ¿Él había sugerido el té solo para apartarla de los aullidos? ¿Había notado que su estremecimiento no era por frío y aun así había sido considerado de no delatarla? Al menos eso suponía, y no pudo evitar la ola de ternura y agradecimiento que sintió en ese momento. Eran esos pequeños detalles lo que la hacían sentirse cómoda con él. Göran era absolutamente lo contrario a Podrick, él no quería gustarle, incluso quería mantenerla al margen de él y su vida y, por otro lado, la cuidaba con tanta discreción que resultaba dulce. Bebió de su té en silencio y lo vio hacer lo mismo. Aunque no respondiese claramente a sus preguntas, se daba cuenta que aprendía de él incluso permaneciendo en silencio. Eso no la detendría de preguntar, claro está, pero tampoco impedía que se maravillara con lo sencillo que resultaba descifrar a alguien solo con prestar la suficiente atención.
Para cuando depositó la taza vacía sobre la mesa una idea vino a su mente, por lo que sacó el cuchillo escondido en el bolsillo secreto de su vestido y se acercó a él, con las manos a la vista queriendo demostrarle que no iba a atacarlo. Simplemente se acercó hasta ponerse de rodillas en el suelo frente a él, sentándose sobre los talones, una posición muy tradicional en su país, y entonces, con el cuchillo, dibujó un corte horizontal sobre su muñeca izquierda, tal como él hiciera antes en la propia, permitiendo que la sangre comenzara a brotar antes de extender el brazo hacia él. – Creo que el pacto no estará correctamente sellado hasta que ambas partes firmemos el contrato. – Dejó caer el cuchillo a un lado de su cuerpo sobre la alfombra, no sin antes haber limpiado los restos de su propia sangre con la lengua, a la espera de que él finalmente aceptara el pacto conociendo todos los detalles del mismo, incluido el hecho de que ella no cumpliría fielmente a una de sus condiciones.
Tras su repentina pregunta, no puede evitar sonrojarse levemente. No había sido su intención ofenderlo. – No hay nada de malo con sus ropas, Göran. Simplemente, hay eventos que requieren cierto nivel de etiqueta, de formalismo. – Hace una pausa, intentando ver al rostro de su interlocutor antes continuar. – Sé que es un requerimiento banal, pero por los negocios de mi padre se requiere que yo asista a este tipo de eventos en su ausencia y, para mantener su buen nombre en alto con sus inversionistas, debo cumplir con las reglas protocolares. – Le hace ver, sonriendo con ternura como si hablase con un niño pequeño por su expresión. – Tal vez tiene razón. Bailar no estaba declarado como una de sus tareas en el contrato, pero creí haber dejado claro que, durante las noches, necesitaría que estuviera lo más cerca posible de mí. Lo que significa que los únicos lugares donde no podrá entrar conmigo son: mi habitación, cuando vaya a cambiarme, y los cuartos de aseo, por obvias razones. – Le explica, esperando que no tenga más objeciones al respecto, antes de continuar con su lista. Cuando se trataba de negociaciones podía ser muy lista, algo que claramente había heredado de su padre.
Curiosa como era, especialmente ahora con la novedad de su nuevo domitor, no pudo evitar notar su reacción una vez en el carruaje. Para alguien con milenios de vida, parecía un niño ante tantas cosas. Él había parecido sinceramente emocionado al sentir la brisa que entraba por la ventana en su rostro, pero aquel brillo de emoción en sus ojos desapareció con la misma rapidez con que había aparecido, entristeciéndola ligeramente. ¿Cómo algo tan sencillo, algo que era dado por sentado en aquella época, podría generar tal placer en alguien como él? Se preguntaba ahora qué tantas otras cosas podrían provocar la misma reacción, y se propuso secretamente a provocarle más emociones como aquella. No podía entenderlo del todo, pero, verlo así, despreocupado y relajado, le provocó un sentimiento tibio que se extendió por todo su cuerpo.
Llegados a la fuente, y tras haber pronunciado aquellas preguntas, el comentario del vampiro hizo que su piel se tornara naturalmente rosácea por la vergüenza ante su curiosidad, aunque no se sentía culpable, ella se lo había advertido de primera mano. Era curiosa como sólo ella, y preguntaría hasta el más mínimo detalle siempre que se le ocurriera. Su padre se había encargado de que tuviera la crianza de varón, con infinito conocimiento en muchas materias que, para la época, estaban restringidas para las mujeres, y ella había respondido con la necesidad de más. Siempre que una duda surgía, preguntaba, no había nada que la detuviera en su afán de conseguir más información, y eso no cambiaría ahora. Quería saber mucho sobre él e, incluso aunque él no respondiera, ella seguiría preguntando. – Entiendo. – Respondió, sopesando la respuesta obtenida. Si bien ésta no había sido dada con la mejor disposición, Kanoy decidió pasar ese detalle por alto. Él, definitivamente, no la amedrentaría.
– Y, ¿Por qué no habría de hacerlo? No es como si tal información pudiese ser suficiente para hacerle daño, Göran. – Él no la miraba en ese momento, entreteniéndose con piedras y la fuente. Ella, en cambio, no podía apartar la mirada de él. – No voy a usar nada de lo que me diga en su contra. Creí habérselo dejado claro antes. Fui yo quien lo buscó, con un propósito, pero es usted quien tiene el poder entre ambos. No solo por su naturaleza más fuerte, sino también por el vínculo que me une a usted. – Estaba hablando de más, si él lo sabía o no, no era necesario que ella puntualizara lo que estaba a punto de decir, pero eso no la detuvo. – Como mi domitor, estoy obligada a obedecerle casi cualquier orden. – Bajo la mirada a sus manos sobre el regazo, y detuvo el movimiento nervioso que ni siquiera había sido consciente de estar haciendo. – Solo espero que no se aproveche de tal poder para manipularme. – Sonrió tristemente. Podrick nunca lo había hecho, en todo el tiempo que había cumplido con el rol, se había mostrado galante y caballeroso, ella al principio se había sentido encandilada por él, pero nunca llegó a gustarle. Había algo en ese vampiro que la hacía ponerse alerta solo con su presencia. Y al final su instinto había estado acertado, el vampiro había resultado ser lo opuesto a lo que aparentaba. Eso no sucedía con Göran. Si bien él parecía esconder muchas cosas de sí mismo, de su pasado, muchas cosas oscuras, con él no se sentía amenazada, por el contrario, se sentía protegida. Se sentía segura, y eso le daba paz.
Con la mención de su padre Kanoy no pudo evitar preocuparse. Él debía estar llegando el día siguiente a su destino, solo entonces podría escribirle y su carta no llegaría hasta dentro de unos días más. Ella no tenía manera de contactarlo hasta conocer su ubicación exacta, y solo entonces podría contarle todo lo sucedido. Respecto a Podrick y también respecto a Göran, aunque, si no quería preocuparlo, sería mejor que omitiese tanto como pudiese al respecto de ambos. Le diría que… ¿Qué le diría? En realidad, no tenía la menor idea, pero ya se le ocurriría algo llegado el momento. – Mi padre, Kansei, no sabe nada aún de lo ocurrido. Tendré que buscar la manera de explicarle el cambio sin preocuparlo. – Le respondió, informándole a su vez el nombre de su padre, mientras seguía dándole vueltas al asunto de cómo explicarle la situación.
– Mi padre tiene armas, sí, pero el depósito está debidamente protegido, y sólo él y yo poseemos llave de dicho lugar. – Intentó tranquilizarlo de cierta forma con esta información, pero en caso que no fuese suficiente, continuó. – Como le expliqué antes, no hemos dejado saber a la servidumbre de la existencia de seres sobrenaturales. A menos que lo supiesen de antes, la única en casa que conoce su condición, aparte de mí, es Claire, y ella tampoco tiene acceso al depósito de armas. Puede estar tranquilo. A mí me interesa tan poco como a usted que alguien termine haciéndole daño. – En cuanto calló, los aullidos lobunos hicieron que su cuerpo se estremeciera, aunque a la vez sentía una pesada mirada en la nunca, decidió ignorar ese hecho. No les temía a los animales, sino a la duda de si podían ser solo eso, y comprendió algo de pronto. – Si quiere acceso a las armas para procurar la seguridad de la casa, podrá sacar del depósito todo lo que desee en cuanto su habitación esté lista y podamos movernos para acá. Yo misma me encargaré de ayudarlo. – Él podría negarse si eso deseaba, pero no había sirviente en casa que pudiese ayudarlo, y ella quería conocer la posición exacta de las trampas que instalase, sería de más ayuda que pudiera mantenerse a sí misma segura en los alrededores que temer pisar una de sus propias trampas.
El siguiente comentario, pudo suponer, vino en consecuencia del estremecimiento del que había sido víctima solo momentos antes, pero no se molestó en corregirlo, aunque no tuviese frío realmente. Aceptó la ayuda, tomándole la mano y se dejó guiar al interior de su propia casa. – Será mejor volver al hotel. Me gustaría asegurarme de que las ventanas de la suite queden perfectamente selladas antes de permitirnos a ambos descansar. – No se perdonaría si, por un error suyo, Göran resultase lastimado. Es por ello que, tal como sugiriese, al llegar al hotel, aquella inspección fuese su prioridad. Revisó minuciosamente cada ventada dos veces antes de permitirse relajarse en el recibidor de la suite, donde un camarero había dejado la tetera y una bandeja de pequeñas galletas saladas. Claire, en esta ocasión, se había quedado en casa. Su prima había caído rendida durante el tiempo en que le daba el recorrido a su nuevo guardián y no quiso molestarla, así era como habían terminado siendo solo ellos dos en esa habitación.
Esperó a que Göran se sentase frente a ella y, como si él fuese humano, sirvió el té para ambos, poniéndole una cucharada de azúcar a cada taza antes de ofrecérsela. No fue hasta que él la recibió que comprendió lo inapropiado de su acción. Él era un vampiro. Incluso aunque pudiese beber el té sin resultar herido, no produciría en él ningún tipo de efecto positivo tampoco. Qué tonta era. ¿Él había sugerido el té solo para apartarla de los aullidos? ¿Había notado que su estremecimiento no era por frío y aun así había sido considerado de no delatarla? Al menos eso suponía, y no pudo evitar la ola de ternura y agradecimiento que sintió en ese momento. Eran esos pequeños detalles lo que la hacían sentirse cómoda con él. Göran era absolutamente lo contrario a Podrick, él no quería gustarle, incluso quería mantenerla al margen de él y su vida y, por otro lado, la cuidaba con tanta discreción que resultaba dulce. Bebió de su té en silencio y lo vio hacer lo mismo. Aunque no respondiese claramente a sus preguntas, se daba cuenta que aprendía de él incluso permaneciendo en silencio. Eso no la detendría de preguntar, claro está, pero tampoco impedía que se maravillara con lo sencillo que resultaba descifrar a alguien solo con prestar la suficiente atención.
Para cuando depositó la taza vacía sobre la mesa una idea vino a su mente, por lo que sacó el cuchillo escondido en el bolsillo secreto de su vestido y se acercó a él, con las manos a la vista queriendo demostrarle que no iba a atacarlo. Simplemente se acercó hasta ponerse de rodillas en el suelo frente a él, sentándose sobre los talones, una posición muy tradicional en su país, y entonces, con el cuchillo, dibujó un corte horizontal sobre su muñeca izquierda, tal como él hiciera antes en la propia, permitiendo que la sangre comenzara a brotar antes de extender el brazo hacia él. – Creo que el pacto no estará correctamente sellado hasta que ambas partes firmemos el contrato. – Dejó caer el cuchillo a un lado de su cuerpo sobre la alfombra, no sin antes haber limpiado los restos de su propia sangre con la lengua, a la espera de que él finalmente aceptara el pacto conociendo todos los detalles del mismo, incluido el hecho de que ella no cumpliría fielmente a una de sus condiciones.
Kanoy Sukemura
Kanoy Sukemura- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/09/2018
Re: The interview | Private
A la perspectiva del inmortal, aquella chica a la que debía custodiar actuaba como aquellas mujeres entusiastas que, sin quererlo, rozaban el punto de lucir como entrometidas. El gesto de ofrecerse como voluntaria a ayudar a mover o usar algún arma de su padre, aunque simbolizase amabilidad, le llegaba a suponer un suplicio, pues lo que menos quería es que ella tuviese preocupaciones, o tan siquiera la noción de que su domitor estaba alarmado o predispuesto a cualquier clase de peligro morador a la residencia Sukemura. —No será necesario, Mademoiselle, con indicarme la ubicación del almacén cuando se instale aquí en su hogar habrá sido suficiente —Abandona la frágil y suave mano de su jefa para abrirle la puerta de acceso a la casa, desde el patio, justo antes de continuar hablando—. Le aseguro, de antemano, que mis funciones serán cumplidas.
El suceso que ocurrió en el patio, aquellos aullidos que contaminaron la tranquilidad de la residencia, rompió las barreras de sus expectativas. Él suponía que el domicilio de la joven sería un lugar seguro, no sólo de cualquier humano que, a causa de temas e intrigas relacionados a la política, pudiese tomar medidas drásticas contra ella y su familia, sino también de aquellos otros seres como él, diferentes, una rareza o deformación de la naturaleza. Había algo en la vibración audible adyacente de los sonidos que emitían aquellas criaturas, las cuales no podían ser consideradas como animales comunes por él. La magnitud de aquellos alaridos, el patrón de uno con respecto a otro, y el aroma característico que se fundía en el viento en ese momento, daban mucho de qué pensar para quien hubiese cazado licántropos durante muchos siglos. Esa fue la primera idea que se le vino a la cabeza de camino al hotel; licanos que pudiesen tener el bosque contiguo a la residencia como territorio, y que quizá estos detectasen la presencia de un no-muerto en su redil.
Sin embargo, aquellas bestias antropomórficas eran más impulsivas, y de haber sido ése el caso, en que fuesen hombres lobo y no otra cosa, posiblemente Göran no estaría de vuelta en aquél hotel, esta vez en un alojamiento más amplio, con un par de habitaciones, observando a su única acompañante. —Permítame, Lady Sukemura —Interrumpió amablemente las acciones de la mujer para sustituirle en lo que estaba haciendo, aquello de comprobar las ventanas—. Tome asiento, por favor —Era propio de él hacer sus cosas y evitar deberle algo a alguien, pero sobre todas las cosas lo movía la obligación ética y moral de evitarle trabajo a su protegida.
La convicción del vampiro guardián de que aquella sería una noche común, en la que la joven ghoul, quizá agotada por las diligencias que hizo durante todo el día, olvidara la sugerencia del té —Una excusa de él para alejarla del peligro— y llegase sólo a dormir, fue derribada en cuanto certifica que el sol no penetrará la habitación y deja de darle la espalda a esta. Verle sentada en una de las dos sillas presentes en el recibidor, percibir el aroma del té humeante y contemplar una bandeja llena de tentempiés le hizo saber que ella se tomó bastante en serio la invitación, así que él lo haría también.
Sentado, frente a ella, recibe con ambas manos la taza de té. —Merci —Acompaña lo que dice con una mirada igualmente de agradecimiento, aunque instanstánea, no era algo regular para él compartir con nadie siquiera algo tan mínimo como un momento tranquilo junto a una taza de té. El despiadado Cazador del Norte sabía demasiado sobre muchas épocas, y podía parecer interesante, pero si algo había faltado siempre entre sus incontables dones fue el tacto con los humanos en momentos íntimos; aunque intentase con todas sus ganas, siempre parecía insípido. Esta fue una de las contadas ocasiones en la que decidió tomar el riesgo para hacerle sentir a ella acompañada por uno más de los de su especie, y hacer así del escenario lo más común posible, por ello, aunque ningún tipo de comida o bebida surtiese efecto alguno en su organismo, tomó algunas galletas y las comió lentamente, acompañadas de pequeños sorbos del té caliente.
Abandonar la taza sobre la mesa, como lo hizo ella al terminar, no fue posible a causa de la distracción que causó el brillo metálico de un cuchillo. No fue peligro lo que le notificaron sus instintos en ese momento, llegó a pensar que quizá esta le quería interrogar sobre tal arma, posiblemente fuese una antigüedad o herencia familiar. Pero el acto de verle descender hasta quedar de rodillas en su frente lo deja desconcertado, y decide poner el recipiente de porcelana a un lado sobre la mesa de una vez por todas, previniendo causar algún accidente. Lo que se encuentra al devolverle la atención termina por reventar la tensión en él... —¡Suficiente! —La sorpresa que le provocó ver aquella hoja abriéndole las venas a la chica fue tan inminente que le hizo alzar la voz, y en un impulso inconsciente, sus manos le tomaron el antebrazo por debajo. Lo siguiente pudo haber sido atender la herida, pero ver cómo relame el cuchillo antes de soltarlo y la sangre carmesí que mancha la textura suave y rosada intensa de sus labios hace que su mirada se petrifique y sus irises se tornen en un rojo demoníaco al sentir como aquél fluido vital y exquisito a su paladar clamaba ser bebido.
Serpientes recorriendo su cara y todo su cuerpo, sentir como hasta el último de sus nervios arde y la necesidad de beber lo dejan hipnotizado por varios segundos. Pero de un momento a otro, cuando parecía que iba a beber de su muñeca, una de sus manos cubre suavemente, aunque firme, el mentón y la mandíbula de Kanoy, obligándola a mirar aquellos orbes impregnados del mismo infierno, presos de una maldición. —No sabe con qué se está metiendo —Advirtió con un tono de voz grave—, no me extraña que su anterior domitor casi lograse matarle —Aquellas palabras severas, su mirada hambrienta y lo grave de su voz demostraban una cosa: enojo. Pero el acto de soltarle el rostro, perforar su propio dedo pulgar con uno de sus filosos colmillos y dejar gotear su vitae en la herida de ella expresaba otra... ¿Preocupación? ¿O era sólo otro de sus instintos casi mecanizados en su mente? Ni él lo sabía, pero inherente a eso, la apertura en la piel de la muchacha comenzó a cicatrizar por el efecto de la sangre así como también por la misma capacidad innata de los Ghouls.
—Proteger a una mortal de su propio organismo que le juega en contra cada día de su vida, de otras amenazas que siquiera esta conoce... Ahora de ella misma, e incluso de mí, no es fácil —Sus ojos se apagan, volviendo a su color grisáceo, como si careciese de vida—. ¿Puede no darme más trabajo del que ya tengo? —Podría parecer que algún resentimiento quedaba en su corazón por las cosas que decía, aquellas palabras quizá lastimasen la sensibilidad de quien él debía salvaguardar, y él lo sabía. Lo cierto es que la realidad era un tanto distinta a lo que se podía apreciar superficialmente en la actitud de Göran, quien al no confiar siquiera en sí mismo ni en lo que era, y verse como una posible amenaza para ella, reaccionó bruscamente, alzándole la voz, reprochándola, y ahora despidiéndola, pues, abandonó el sillón sobre el que estaba sentado para abrirle la puerta de su habitación—. Buenas noches, Lady Sukemura —Despide secamente, sin inmutarse a lo que tuviese ella para decir antes de entrar. Tampoco le ve a los ojos, pues de cierta forma la vergüenza le consume, como también el deseo de hacerle entender a ella que aquello fue una acción estúpida.
A la medianoche, el único vestigio de existencia que brillaba de la opaca soledad en aquél balcón iba dado por la brisa de otoño que arrastraba algunas hojas secas, suspendidas en el viento, incluso en aquél piso alto. Ahí estaba él, vigilando el exterior del sitio, no sin antes haber bloqueado la puerta de salida de la suite, pues al no conciliar sueño alguno se encontraba sentado en la orilla del barandal, sin miedo a caer al vacío, pensando en aquello que parecía tan sencillo, pero que al final sin serlo, había sido algo que realmente nunca hizo. Qué equivocado estaba al pensar que cuidar a una simple muchachita sería más fácil que proteger a uno de los vampiros más temidos de la proto-historia, su creador. Todo apuntaba a que luchar en una guerra cruenta, torturar, descuartizar y matar eran cosas más fáciles que hallar la fuerza de voluntad necesaria para no sucumbir a la sed de sangre, y también entender a los humanos, porque estos eran tan diferentes entre sí... Eso último era algo tan bueno como malo de aquella especie, todo era incierto, eran impredecibles; habían malos y buenos.
Queda mucho por delante, tomando en cuenta que una esclava de sangre vive más que un humano convencional, por los efectos de la vitae, y suponía un reto aquello, que él aceptaría gustoso. Después de todo, ¿no era eso lo que él quería? Una motivación, alguien humano que le enseñase más sobre la naturaleza de su especie, y quien lo alentase a continuar su lucha. —No vestiré disfraces, ni bailaré —Reafirmó en voz baja para sí mismo, aunque mirando hacia la puerta del camerino de la joven, quien al parecer no emitía ruido alguno que él pudiese percibir. Recordó que en algunas horas el sastre llegaría para tomarle medidas, así que volvió a asegurar las ventanas, tapándolas con las cortinas, y en el interior de la suite, sentado, concentrado en el Tic-Tac del reloj y comiendo las galletas saladas restantes en la bandeja, se mantuvo custodiando el sitio a la espera de que el nuevo día diese a lugar.
El suceso que ocurrió en el patio, aquellos aullidos que contaminaron la tranquilidad de la residencia, rompió las barreras de sus expectativas. Él suponía que el domicilio de la joven sería un lugar seguro, no sólo de cualquier humano que, a causa de temas e intrigas relacionados a la política, pudiese tomar medidas drásticas contra ella y su familia, sino también de aquellos otros seres como él, diferentes, una rareza o deformación de la naturaleza. Había algo en la vibración audible adyacente de los sonidos que emitían aquellas criaturas, las cuales no podían ser consideradas como animales comunes por él. La magnitud de aquellos alaridos, el patrón de uno con respecto a otro, y el aroma característico que se fundía en el viento en ese momento, daban mucho de qué pensar para quien hubiese cazado licántropos durante muchos siglos. Esa fue la primera idea que se le vino a la cabeza de camino al hotel; licanos que pudiesen tener el bosque contiguo a la residencia como territorio, y que quizá estos detectasen la presencia de un no-muerto en su redil.
Sin embargo, aquellas bestias antropomórficas eran más impulsivas, y de haber sido ése el caso, en que fuesen hombres lobo y no otra cosa, posiblemente Göran no estaría de vuelta en aquél hotel, esta vez en un alojamiento más amplio, con un par de habitaciones, observando a su única acompañante. —Permítame, Lady Sukemura —Interrumpió amablemente las acciones de la mujer para sustituirle en lo que estaba haciendo, aquello de comprobar las ventanas—. Tome asiento, por favor —Era propio de él hacer sus cosas y evitar deberle algo a alguien, pero sobre todas las cosas lo movía la obligación ética y moral de evitarle trabajo a su protegida.
La convicción del vampiro guardián de que aquella sería una noche común, en la que la joven ghoul, quizá agotada por las diligencias que hizo durante todo el día, olvidara la sugerencia del té —Una excusa de él para alejarla del peligro— y llegase sólo a dormir, fue derribada en cuanto certifica que el sol no penetrará la habitación y deja de darle la espalda a esta. Verle sentada en una de las dos sillas presentes en el recibidor, percibir el aroma del té humeante y contemplar una bandeja llena de tentempiés le hizo saber que ella se tomó bastante en serio la invitación, así que él lo haría también.
Sentado, frente a ella, recibe con ambas manos la taza de té. —Merci —Acompaña lo que dice con una mirada igualmente de agradecimiento, aunque instanstánea, no era algo regular para él compartir con nadie siquiera algo tan mínimo como un momento tranquilo junto a una taza de té. El despiadado Cazador del Norte sabía demasiado sobre muchas épocas, y podía parecer interesante, pero si algo había faltado siempre entre sus incontables dones fue el tacto con los humanos en momentos íntimos; aunque intentase con todas sus ganas, siempre parecía insípido. Esta fue una de las contadas ocasiones en la que decidió tomar el riesgo para hacerle sentir a ella acompañada por uno más de los de su especie, y hacer así del escenario lo más común posible, por ello, aunque ningún tipo de comida o bebida surtiese efecto alguno en su organismo, tomó algunas galletas y las comió lentamente, acompañadas de pequeños sorbos del té caliente.
Abandonar la taza sobre la mesa, como lo hizo ella al terminar, no fue posible a causa de la distracción que causó el brillo metálico de un cuchillo. No fue peligro lo que le notificaron sus instintos en ese momento, llegó a pensar que quizá esta le quería interrogar sobre tal arma, posiblemente fuese una antigüedad o herencia familiar. Pero el acto de verle descender hasta quedar de rodillas en su frente lo deja desconcertado, y decide poner el recipiente de porcelana a un lado sobre la mesa de una vez por todas, previniendo causar algún accidente. Lo que se encuentra al devolverle la atención termina por reventar la tensión en él... —¡Suficiente! —La sorpresa que le provocó ver aquella hoja abriéndole las venas a la chica fue tan inminente que le hizo alzar la voz, y en un impulso inconsciente, sus manos le tomaron el antebrazo por debajo. Lo siguiente pudo haber sido atender la herida, pero ver cómo relame el cuchillo antes de soltarlo y la sangre carmesí que mancha la textura suave y rosada intensa de sus labios hace que su mirada se petrifique y sus irises se tornen en un rojo demoníaco al sentir como aquél fluido vital y exquisito a su paladar clamaba ser bebido.
Serpientes recorriendo su cara y todo su cuerpo, sentir como hasta el último de sus nervios arde y la necesidad de beber lo dejan hipnotizado por varios segundos. Pero de un momento a otro, cuando parecía que iba a beber de su muñeca, una de sus manos cubre suavemente, aunque firme, el mentón y la mandíbula de Kanoy, obligándola a mirar aquellos orbes impregnados del mismo infierno, presos de una maldición. —No sabe con qué se está metiendo —Advirtió con un tono de voz grave—, no me extraña que su anterior domitor casi lograse matarle —Aquellas palabras severas, su mirada hambrienta y lo grave de su voz demostraban una cosa: enojo. Pero el acto de soltarle el rostro, perforar su propio dedo pulgar con uno de sus filosos colmillos y dejar gotear su vitae en la herida de ella expresaba otra... ¿Preocupación? ¿O era sólo otro de sus instintos casi mecanizados en su mente? Ni él lo sabía, pero inherente a eso, la apertura en la piel de la muchacha comenzó a cicatrizar por el efecto de la sangre así como también por la misma capacidad innata de los Ghouls.
—Proteger a una mortal de su propio organismo que le juega en contra cada día de su vida, de otras amenazas que siquiera esta conoce... Ahora de ella misma, e incluso de mí, no es fácil —Sus ojos se apagan, volviendo a su color grisáceo, como si careciese de vida—. ¿Puede no darme más trabajo del que ya tengo? —Podría parecer que algún resentimiento quedaba en su corazón por las cosas que decía, aquellas palabras quizá lastimasen la sensibilidad de quien él debía salvaguardar, y él lo sabía. Lo cierto es que la realidad era un tanto distinta a lo que se podía apreciar superficialmente en la actitud de Göran, quien al no confiar siquiera en sí mismo ni en lo que era, y verse como una posible amenaza para ella, reaccionó bruscamente, alzándole la voz, reprochándola, y ahora despidiéndola, pues, abandonó el sillón sobre el que estaba sentado para abrirle la puerta de su habitación—. Buenas noches, Lady Sukemura —Despide secamente, sin inmutarse a lo que tuviese ella para decir antes de entrar. Tampoco le ve a los ojos, pues de cierta forma la vergüenza le consume, como también el deseo de hacerle entender a ella que aquello fue una acción estúpida.
A la medianoche, el único vestigio de existencia que brillaba de la opaca soledad en aquél balcón iba dado por la brisa de otoño que arrastraba algunas hojas secas, suspendidas en el viento, incluso en aquél piso alto. Ahí estaba él, vigilando el exterior del sitio, no sin antes haber bloqueado la puerta de salida de la suite, pues al no conciliar sueño alguno se encontraba sentado en la orilla del barandal, sin miedo a caer al vacío, pensando en aquello que parecía tan sencillo, pero que al final sin serlo, había sido algo que realmente nunca hizo. Qué equivocado estaba al pensar que cuidar a una simple muchachita sería más fácil que proteger a uno de los vampiros más temidos de la proto-historia, su creador. Todo apuntaba a que luchar en una guerra cruenta, torturar, descuartizar y matar eran cosas más fáciles que hallar la fuerza de voluntad necesaria para no sucumbir a la sed de sangre, y también entender a los humanos, porque estos eran tan diferentes entre sí... Eso último era algo tan bueno como malo de aquella especie, todo era incierto, eran impredecibles; habían malos y buenos.
Queda mucho por delante, tomando en cuenta que una esclava de sangre vive más que un humano convencional, por los efectos de la vitae, y suponía un reto aquello, que él aceptaría gustoso. Después de todo, ¿no era eso lo que él quería? Una motivación, alguien humano que le enseñase más sobre la naturaleza de su especie, y quien lo alentase a continuar su lucha. —No vestiré disfraces, ni bailaré —Reafirmó en voz baja para sí mismo, aunque mirando hacia la puerta del camerino de la joven, quien al parecer no emitía ruido alguno que él pudiese percibir. Recordó que en algunas horas el sastre llegaría para tomarle medidas, así que volvió a asegurar las ventanas, tapándolas con las cortinas, y en el interior de la suite, sentado, concentrado en el Tic-Tac del reloj y comiendo las galletas saladas restantes en la bandeja, se mantuvo custodiando el sitio a la espera de que el nuevo día diese a lugar.
Göran Niklasson- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 10/06/2018
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Re: The interview | Private
El movimiento rápido y repentino de Göran consiguió hacerla sobresaltarse, provocando que contuviera el aliento por la sorpresa. De alguna forma, la tenía nuevamente sujeta, obligándola a mirar fijamente en sus ojos, que habían cambiado su natural tono gris para mostrarse de un escalofriante rojo sangre. Se quedó inmóvil, no queriendo hacerlo enfadar, aunque al escucharlo hablar la siguiente vez fue fácil reconocer que ya lo estaba. La voz masculina sonó más grave y profunda que antes y, combinada con la firme sujeción en su mandíbula y la intensa mirada que le dedicaba, la hizo estremecer de pies a cabeza.
Para cualquiera habría sido un alivio deshacerse de esa mano que la obligaba a mantener el contacto visual; para ella, fue una terrible pérdida al no sentir más aquel toque suave y frío contra su piel, por lo que bajó el rostro, avergonzada, pudiendo ver el momento en que deja caer una gota de su propia sangre en la herida, haciendo que ésta cerrase al instante sin dejar cicatrices. ¿Es que acaso valía tan poco que no era merecedora de que su sangre fuese bebida por él? Se preguntó en pensamientos, conteniendo el llanto que amenazaba con hacerla perder la compostura frente a él por segunda vez en una misma noche.
No podía explicarse por qué toda la escena le resultaba tan dolorosa, sólo podía suponer que se debía a su rechazo. El vampiro había pasado completamente de ella, de sus buenas intenciones y su secreto deseo de que él compartiera aquel vínculo que se creaba entre una esclava de sangre y su domitor. - Lo siento. - Se disculpó brevemente ante las acusaciones. - No volverá a suceder. - Declaró, herida, mientras se ponía en pie por su cuenta, solo para verlo abrirle la puerta de su propia habitación. ¡La estaba despachando! Así como así, en su propio espacio. Se sintió entonces no sólo herida, sino también insultada.
Sin volver a dirigirle la mirada, se encaminó hacia el interior de la habitación, deteniéndose frente a él aun sin mirarlo para responder a su despedida. - Buenas noches… - Al percatarse de que no conocía su apellido, optó por el uso de una palabra que declaraba la posición de ambos en aquella extraña relación que, más que personal, era de negocios. - Amo. - Completó con una breve y ligera reverencia antes de finalmente internarse en sus aposentos privados, dejando que fuese él mismo quien cerrase la puerta tras su paso. Él se había encargado de dejar claro que aquello era una mera transacción, aunque ahora ni siquiera comprendía el por qué había aceptado el “trabajo” si la consideraba tan poca cosa.
Ese pensamiento provocó el llanto silencioso al que dio rienda suelta una vez recostada en aquella enorme cama de hotel, grande y cómoda. Aunque él estuviera a solo unos metros de distancia, con apenas una puerta de madera de separación entre ambos, seguía sintiéndose igual de sola que siempre, igualmente rechazada. Él no era distinto a ningún otro humano que hubiera conocido antes, aparte de Léa, por supuesto. Si no la aceptaba sin conocer la verdad que escondía su eterno disfraz, ¿Qué podría hacer pensar a cualquiera que la aceptaría aunque fuese un poco más al saber la verdad? Se abrazó con más fuerza a la almohada, de medio lado sobre la blanda superficie del colchón y, tras algunas horas de autocompadecerse, finalmente se quedó dormida.
Para cualquiera habría sido un alivio deshacerse de esa mano que la obligaba a mantener el contacto visual; para ella, fue una terrible pérdida al no sentir más aquel toque suave y frío contra su piel, por lo que bajó el rostro, avergonzada, pudiendo ver el momento en que deja caer una gota de su propia sangre en la herida, haciendo que ésta cerrase al instante sin dejar cicatrices. ¿Es que acaso valía tan poco que no era merecedora de que su sangre fuese bebida por él? Se preguntó en pensamientos, conteniendo el llanto que amenazaba con hacerla perder la compostura frente a él por segunda vez en una misma noche.
No podía explicarse por qué toda la escena le resultaba tan dolorosa, sólo podía suponer que se debía a su rechazo. El vampiro había pasado completamente de ella, de sus buenas intenciones y su secreto deseo de que él compartiera aquel vínculo que se creaba entre una esclava de sangre y su domitor. - Lo siento. - Se disculpó brevemente ante las acusaciones. - No volverá a suceder. - Declaró, herida, mientras se ponía en pie por su cuenta, solo para verlo abrirle la puerta de su propia habitación. ¡La estaba despachando! Así como así, en su propio espacio. Se sintió entonces no sólo herida, sino también insultada.
Sin volver a dirigirle la mirada, se encaminó hacia el interior de la habitación, deteniéndose frente a él aun sin mirarlo para responder a su despedida. - Buenas noches… - Al percatarse de que no conocía su apellido, optó por el uso de una palabra que declaraba la posición de ambos en aquella extraña relación que, más que personal, era de negocios. - Amo. - Completó con una breve y ligera reverencia antes de finalmente internarse en sus aposentos privados, dejando que fuese él mismo quien cerrase la puerta tras su paso. Él se había encargado de dejar claro que aquello era una mera transacción, aunque ahora ni siquiera comprendía el por qué había aceptado el “trabajo” si la consideraba tan poca cosa.
Ese pensamiento provocó el llanto silencioso al que dio rienda suelta una vez recostada en aquella enorme cama de hotel, grande y cómoda. Aunque él estuviera a solo unos metros de distancia, con apenas una puerta de madera de separación entre ambos, seguía sintiéndose igual de sola que siempre, igualmente rechazada. Él no era distinto a ningún otro humano que hubiera conocido antes, aparte de Léa, por supuesto. Si no la aceptaba sin conocer la verdad que escondía su eterno disfraz, ¿Qué podría hacer pensar a cualquiera que la aceptaría aunque fuese un poco más al saber la verdad? Se abrazó con más fuerza a la almohada, de medio lado sobre la blanda superficie del colchón y, tras algunas horas de autocompadecerse, finalmente se quedó dormida.
~ Tema finalizado ~
Kanoy Sukemura
Kanoy Sukemura- Esclavo de Sangre/Clase Alta
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