AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Viejos conocidos, nuevos amigos // Privado
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Viejos conocidos, nuevos amigos // Privado
Ya hacía meses que se había comprado la posada con el dinero que había conseguido como pirata. Muchos se gastaban los ahorros en el juego, alcohol y putas, pero Faye siempre había tenido un sueño y tras pasarse casi un año en alta mar, había decidido que era tiempo de atracar nuevamente su culo en Tierra. Le gustaba viajar, la aventura, se lo pasaba bien con la tripulación… pero después de recuperar el oído su equilibrio con las mareas había dado un giro de ciento ochenta grados que le había dejado claro que no podría dedicarse a la piratería como el resto. Eso no cambiaría su condición, solamente su medio. Siempre formaría parte de la familia del Sleipnir, pero lo haría en el puerto, siendo la que emborrachara al resto de la tripulación y les mandara a la cama cuando ya no se tuvieran en pie o se hubiesen arruinado jugando a las cartas.
Todo tabernero necesita contar con la inestimable ayuda de sus trabajadores y la rubia tenía a su mano derecha, Dio, un griego muy dicharachero que se las daba de maestro de la sidra. Nadie sabría decir si la suya era la mejor del mundo, pero desde luego estaba buena y era una de las bebidas estrella de La Sirena Borracha, la taberna-posada que la pirata regentaba. También contaba con tres meseras, dos morenas y una pelirroja, las tres rescatadas de distintos burdeles. Esa era una de las cosas que loaban a la dueña, que ofrecía trabajo a aquellas que lo necesitaban. Había sacado a más chicas de prostíbulos, pero habían seguido sus caminos, sólo ellas tres habían deseado quedarse junto a Faye y seguir viviendo en París, la ciudad de la luz. También necesitaba buenos proveedores, lo que le había traído algunos dolores de cabeza. Había tratado con tres viticultores distintos hasta dar con uno que no pareciera tomarle el pelo con los precios en contraste con los sabores de lo que le vendía. Inicialmente no había tenido cocinera ni vendido comida, se había centrado únicamente en la bebida, pero eran muchos los que se hospedaban allí que decían echar en falta poder llevarse comida a la habitación o disfrutarla en la propia taberna, rodeados de músicos y animación, así que hacía cosa de cinco meses había contratado a Inna, una mujer del este a la que habían echado de un restaurante alegando que gritaba demasiado en la cocina. Eso allí no importaba porque los clientes eran los que más alzaban la voz entre cánticos y peleas. Así que era el lugar perfecto para Rusa. Su comida era fuerte, contundente y sabrosa, por lo que casaba excelentemente con las papilas gustativas adormecidas de los beodos. Y para tener a la cocinera satisfecha habían tenido que buscarse buena carne de presa, porque ella se negaba a cocinar simple ternera o cerdo. Necesitaban jabalís, gansos, corzos y hasta se arriesgaban con algo de pescado. Habían hecho tratos con un barco pesquero que traía salmones del norte, aunque ese lo servían sólo cuando era temporada, para el resto de cosas tenían tratos con un par de cazadores que traían las presas varias veces a la semana.
La ex-prostituta era osada, directa y solía caer bien a la gente, menos a aquellos a los que se les atravesaba. Faye no era ninguna santa y no se dejaba pisar por nadie. Si tenía que plantar cara, lo hacía, si tenía que defender su local o a sus chicas, desenfundaba la pistola o el sable y hacía justicia. Su justicia. Pero a rasgos generales, se llevaba bien con la mayoría. Hacía amigos cuando quería, porque tampoco era que estuviera muy dispuesta a abrirle los brazos a cualquiera. Las piernas era otra cosa y había llegado a hacerlo hasta por evadir impuestos.
Era hora bulliciosa y el local estaba a reventar. Las jarras golpeaban las mesas, un par de músicos animaban el lugar y en una de las mesas tenía lugar una partida de cartas algo tensa. Secando jarras con un trapo, la rubia dirigió su mirada hacia la puerta cuando ésta se abrió. -Bienvenido.- Saludó incluso antes de encontrarse un rostro conocido. La cabeza de la pirata se ladeó ligeramente al ver que su amigo llevaba el ceño fruncido. -¿Por qué traes esa cara tan larga?-
Todo tabernero necesita contar con la inestimable ayuda de sus trabajadores y la rubia tenía a su mano derecha, Dio, un griego muy dicharachero que se las daba de maestro de la sidra. Nadie sabría decir si la suya era la mejor del mundo, pero desde luego estaba buena y era una de las bebidas estrella de La Sirena Borracha, la taberna-posada que la pirata regentaba. También contaba con tres meseras, dos morenas y una pelirroja, las tres rescatadas de distintos burdeles. Esa era una de las cosas que loaban a la dueña, que ofrecía trabajo a aquellas que lo necesitaban. Había sacado a más chicas de prostíbulos, pero habían seguido sus caminos, sólo ellas tres habían deseado quedarse junto a Faye y seguir viviendo en París, la ciudad de la luz. También necesitaba buenos proveedores, lo que le había traído algunos dolores de cabeza. Había tratado con tres viticultores distintos hasta dar con uno que no pareciera tomarle el pelo con los precios en contraste con los sabores de lo que le vendía. Inicialmente no había tenido cocinera ni vendido comida, se había centrado únicamente en la bebida, pero eran muchos los que se hospedaban allí que decían echar en falta poder llevarse comida a la habitación o disfrutarla en la propia taberna, rodeados de músicos y animación, así que hacía cosa de cinco meses había contratado a Inna, una mujer del este a la que habían echado de un restaurante alegando que gritaba demasiado en la cocina. Eso allí no importaba porque los clientes eran los que más alzaban la voz entre cánticos y peleas. Así que era el lugar perfecto para Rusa. Su comida era fuerte, contundente y sabrosa, por lo que casaba excelentemente con las papilas gustativas adormecidas de los beodos. Y para tener a la cocinera satisfecha habían tenido que buscarse buena carne de presa, porque ella se negaba a cocinar simple ternera o cerdo. Necesitaban jabalís, gansos, corzos y hasta se arriesgaban con algo de pescado. Habían hecho tratos con un barco pesquero que traía salmones del norte, aunque ese lo servían sólo cuando era temporada, para el resto de cosas tenían tratos con un par de cazadores que traían las presas varias veces a la semana.
La ex-prostituta era osada, directa y solía caer bien a la gente, menos a aquellos a los que se les atravesaba. Faye no era ninguna santa y no se dejaba pisar por nadie. Si tenía que plantar cara, lo hacía, si tenía que defender su local o a sus chicas, desenfundaba la pistola o el sable y hacía justicia. Su justicia. Pero a rasgos generales, se llevaba bien con la mayoría. Hacía amigos cuando quería, porque tampoco era que estuviera muy dispuesta a abrirle los brazos a cualquiera. Las piernas era otra cosa y había llegado a hacerlo hasta por evadir impuestos.
Era hora bulliciosa y el local estaba a reventar. Las jarras golpeaban las mesas, un par de músicos animaban el lugar y en una de las mesas tenía lugar una partida de cartas algo tensa. Secando jarras con un trapo, la rubia dirigió su mirada hacia la puerta cuando ésta se abrió. -Bienvenido.- Saludó incluso antes de encontrarse un rostro conocido. La cabeza de la pirata se ladeó ligeramente al ver que su amigo llevaba el ceño fruncido. -¿Por qué traes esa cara tan larga?-
Faye- Humano Clase Baja
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 07/10/2017
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Re: Viejos conocidos, nuevos amigos // Privado
Cerré la puerta de un portazo maldiciendo en un perfecto nórdico. Odiaba París y como mi mujer parecía incapaz de comprenderme. Siempre supe que ella amaba su cultura, que para ella el trabajo de egiptóloga era importante y eso es lo que me llevó a ser yo el que sacrificara su vida en el norte con el prometedor futuro que tenia de general para así dar a mi mujer y linaje un poco de paz.
Ella había pasado gran parte de su vida sacrificada en un prostíbulo y no veía justo que ahora que por fin había alcanzado su sueño tuviera que dejarlo por mí, mas eso no restaba que París para mi era un lugar gris, uno que lograba frustrarme pues no solo estaba mas solo que la una, incapaz de hacer amigos entre los eruditos con los que mi esposa se codeaba y reía, si no que ademas apenas daba uso a la espada, entrenaba como un imbécil, cazaba ..en eso me había convertido en un maldito peletero y cazador, y si, estaba muy jodido.
Sin mas ropa que la puesta me dirigí directo a la taberna de la sirena borracha, sabía que Faye me daría alojamiento al menos para esa noche, habíamos entablado algo de amistad, mas por el negocio al que yo suministraba de buena carnaza, ademas le había ayudado a perfeccionar esa hidromiel que antes de que yo llegara sabía demasiado agria.
Debía dar miedo porque no hubo nadie que n ose cruzara de acera al cruzarse conmigo y con esa y un gruñido atravesé la puerta de la taberna para encontrarme de frente con la media sonrisa de la pirata.
Tomé asiento en el taburete frente a ella, yo no era hombre de andarme por las ramas, así que isn responder su pregunta inicial de que cojones me pasaba le dejé claro lo que necesitaba.
-Tienes la habitación libre -pregunté sin dejar de gruñir y maldecir en nórdico -la necesito para esta noche.
Faye enarcó una ceja, sabía mas o menos la vida que llevaba en París.
-Por supuesto te pagaré -aseguré dejando caer sobre la mesa unas monedas.
La mesera me sirvió una jarra tratando de calmarme, algo extremadamente difícil dado mi carácter.
Mi intención no era pedirle favores, conocía los tratos que se gastaba con el lobo pirata perro de Ysgra, no estaban precisamente en el bando de mi tío y aunque Faye no entraba en conflictos contra los Cannif tampoco olvidaba para quien eran sus favores.
Ademas Faye me había sugerido alguna que otra vez que vendiera mi espada a causas que creyera justas pero a cambio del dinero que necesitaba, pocos en París tenían mi dominio con el filo y sin duda podía sacar mucho mas que siendo un mero cazador – peletero.
Ella había pasado gran parte de su vida sacrificada en un prostíbulo y no veía justo que ahora que por fin había alcanzado su sueño tuviera que dejarlo por mí, mas eso no restaba que París para mi era un lugar gris, uno que lograba frustrarme pues no solo estaba mas solo que la una, incapaz de hacer amigos entre los eruditos con los que mi esposa se codeaba y reía, si no que ademas apenas daba uso a la espada, entrenaba como un imbécil, cazaba ..en eso me había convertido en un maldito peletero y cazador, y si, estaba muy jodido.
Sin mas ropa que la puesta me dirigí directo a la taberna de la sirena borracha, sabía que Faye me daría alojamiento al menos para esa noche, habíamos entablado algo de amistad, mas por el negocio al que yo suministraba de buena carnaza, ademas le había ayudado a perfeccionar esa hidromiel que antes de que yo llegara sabía demasiado agria.
Debía dar miedo porque no hubo nadie que n ose cruzara de acera al cruzarse conmigo y con esa y un gruñido atravesé la puerta de la taberna para encontrarme de frente con la media sonrisa de la pirata.
Tomé asiento en el taburete frente a ella, yo no era hombre de andarme por las ramas, así que isn responder su pregunta inicial de que cojones me pasaba le dejé claro lo que necesitaba.
-Tienes la habitación libre -pregunté sin dejar de gruñir y maldecir en nórdico -la necesito para esta noche.
Faye enarcó una ceja, sabía mas o menos la vida que llevaba en París.
-Por supuesto te pagaré -aseguré dejando caer sobre la mesa unas monedas.
La mesera me sirvió una jarra tratando de calmarme, algo extremadamente difícil dado mi carácter.
Mi intención no era pedirle favores, conocía los tratos que se gastaba con el lobo pirata perro de Ysgra, no estaban precisamente en el bando de mi tío y aunque Faye no entraba en conflictos contra los Cannif tampoco olvidaba para quien eran sus favores.
Ademas Faye me había sugerido alguna que otra vez que vendiera mi espada a causas que creyera justas pero a cambio del dinero que necesitaba, pocos en París tenían mi dominio con el filo y sin duda podía sacar mucho mas que siendo un mero cazador – peletero.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Viejos conocidos, nuevos amigos // Privado
El vikingo tomó asiento en la barra y en vez de responder a su pregunta empezó a gruñir en su lengua paterna. Ya hacía varios meses que se conocían y aunque no eran íntimos, a la rubia se le daba bien sonsacar información sin que los demás se dieran cuenta. Su trabajo principal, a pesar de las apariencias, dependía de ello y de su buena memoria. Sabía quién era Ubbe Cannif, conocía su procedencia y qué era lo que hacía tan alejado de sus tierras. Y aunque muchos le hubiesen tomado por loco de contar cómo había llegado a París o, mejor dicho, en aquella época, Faye había visto suficientes cosas para caerse del taburete como para no creerle. Seguramente porque jamás le había tildado de loco y parecía comprenderle, era que él se había abierto un poco y se llevaban bien.
-Si sólo tuviera una habitación, esta posada sería un jodido asco, ¿no crees?- Contestó ella con tono jocoso. Se le daba bien el humor sarcástico, algo que había afilado en su época en alta mar rodeada de zafios piratas. La tabernera era una mujer de armas tomar, algo que había empezado a aprender en el burdel pero que no llegó a desarrollar hasta que conoció a su buen amigo William.
Le sirvió una jarra de hidromiel, golpeando la madera con el culo del vaso. -A esta invito yo, te hace falta.- Aseguró ella, cogiendo sólo parte de las monedas como pago por la habitación y la cena que le serviría más tarde. Se llevaban bien, pero no era su amigo íntimo como para que le dejara todo gratuito. Además, sabía que sus amigos no eran santo de la devoción del bárbaro, aunque era de los poco ajenos a su círculo que no la juzgaba por su pasado, seguramente porque su propia esposa se había dedicado al mismo oficio que la rubia antaño. -Quédate con el resto, al desayuno también invitaré yo.- No pretendía desplumar al hombre tampoco, porque le veía jodido de verdad y aunque nunca se las había dado de ser la alegría de la huerta, verle en ese estado no le gustaba a la egipcia.
Sirvió otra jarra, para ella y le hizo un gesto a Dio para que se pusiera en su lugar y atendiera la barra. Saltó por encima del mostrador, quedando, por unos segundos, sentada encima y cayó al otro lado sobre uno de los taburetes junto al norteño. -Y bien, ¿vas a contarme de una maldita vez lo que ocurre? Sabes que se me da bien escuchar y que escupir la mierda que uno acumula siempre sienta bien al alma, por muy pútrida que uno la tenga.- El último comentario no lo hizo refiriéndose a Ubbe, sino a algunos de los clientes que ostentaban el lugar. Faye no se andaba con rodeos ni tonterías y si opinaba algo de alguien, lo soltaba sin más. El bárbaro le caía bien o le cobraría el triple por la estancia.
-Si sólo tuviera una habitación, esta posada sería un jodido asco, ¿no crees?- Contestó ella con tono jocoso. Se le daba bien el humor sarcástico, algo que había afilado en su época en alta mar rodeada de zafios piratas. La tabernera era una mujer de armas tomar, algo que había empezado a aprender en el burdel pero que no llegó a desarrollar hasta que conoció a su buen amigo William.
Le sirvió una jarra de hidromiel, golpeando la madera con el culo del vaso. -A esta invito yo, te hace falta.- Aseguró ella, cogiendo sólo parte de las monedas como pago por la habitación y la cena que le serviría más tarde. Se llevaban bien, pero no era su amigo íntimo como para que le dejara todo gratuito. Además, sabía que sus amigos no eran santo de la devoción del bárbaro, aunque era de los poco ajenos a su círculo que no la juzgaba por su pasado, seguramente porque su propia esposa se había dedicado al mismo oficio que la rubia antaño. -Quédate con el resto, al desayuno también invitaré yo.- No pretendía desplumar al hombre tampoco, porque le veía jodido de verdad y aunque nunca se las había dado de ser la alegría de la huerta, verle en ese estado no le gustaba a la egipcia.
Sirvió otra jarra, para ella y le hizo un gesto a Dio para que se pusiera en su lugar y atendiera la barra. Saltó por encima del mostrador, quedando, por unos segundos, sentada encima y cayó al otro lado sobre uno de los taburetes junto al norteño. -Y bien, ¿vas a contarme de una maldita vez lo que ocurre? Sabes que se me da bien escuchar y que escupir la mierda que uno acumula siempre sienta bien al alma, por muy pútrida que uno la tenga.- El último comentario no lo hizo refiriéndose a Ubbe, sino a algunos de los clientes que ostentaban el lugar. Faye no se andaba con rodeos ni tonterías y si opinaba algo de alguien, lo soltaba sin más. El bárbaro le caía bien o le cobraría el triple por la estancia.
Faye- Humano Clase Baja
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 07/10/2017
Localización : .
Re: Viejos conocidos, nuevos amigos // Privado
Faye dejó caer una jarra llena de espuma en la barra, la necesitaba así que mis dedos se amoldaron alrededor del ansa para llevarla a mis labios buscando el fondo de la misma.
Me relamí, tenía habitaciones y con lo dispuesto sobre la mesa pagaría la noche y el desayuno, sabía que me había echo un buen descuento, pero eramos amigos o algo parecido, se puede decir que el único amigo que tenía en París.
Ella como mi esposa era egipcia o al menos eso es lo que me había dicho en alguna ocasión, aunque seguramente iba tan ciego que pude inventármelo incluso.
Ladeé la sonrisa cuando gateó por encima de la barra Dio la sustituyó sirviendo a los borrachos del fondo que animados pedían ahora otra botella de ron.
-Vaya, que honor, la posadera va a emborracharse conmigo.
Faye entreabrió los labios seguramente dispuesta a decir algo pero finalmente pidió a su compañero que nos trajera una buena botella de las bodegas.
-¿A esto también invita la casa? -pregunté descorchandola con los dientes una vez la trajo Dio.
Vertí el liquidó en la copa de Faye centrando mis mares en sus pardos.
-He tenido una bronca con la Egipcía, ya la conoces, tiene un carácter endiablado, ella siempre esta enfrascada en sus mierdas de trabajo y yo pues ..ya sabes -escupí con un deje de asco antes de dar un profundo trago.
Faye tomó la botella y rellenó mi vaso invitándome no solo a beber si no a continuar hablando.
-En mi tiempo era uno de los generales de Akershus, me costó mucho ganarme ese puesto y ahora soy un cazador peletero – gruñí maldiciendo -a veces creo que los dioses me castigan por abandonar el norte
Me relamí, tenía habitaciones y con lo dispuesto sobre la mesa pagaría la noche y el desayuno, sabía que me había echo un buen descuento, pero eramos amigos o algo parecido, se puede decir que el único amigo que tenía en París.
Ella como mi esposa era egipcia o al menos eso es lo que me había dicho en alguna ocasión, aunque seguramente iba tan ciego que pude inventármelo incluso.
Ladeé la sonrisa cuando gateó por encima de la barra Dio la sustituyó sirviendo a los borrachos del fondo que animados pedían ahora otra botella de ron.
-Vaya, que honor, la posadera va a emborracharse conmigo.
Faye entreabrió los labios seguramente dispuesta a decir algo pero finalmente pidió a su compañero que nos trajera una buena botella de las bodegas.
-¿A esto también invita la casa? -pregunté descorchandola con los dientes una vez la trajo Dio.
Vertí el liquidó en la copa de Faye centrando mis mares en sus pardos.
-He tenido una bronca con la Egipcía, ya la conoces, tiene un carácter endiablado, ella siempre esta enfrascada en sus mierdas de trabajo y yo pues ..ya sabes -escupí con un deje de asco antes de dar un profundo trago.
Faye tomó la botella y rellenó mi vaso invitándome no solo a beber si no a continuar hablando.
-En mi tiempo era uno de los generales de Akershus, me costó mucho ganarme ese puesto y ahora soy un cazador peletero – gruñí maldiciendo -a veces creo que los dioses me castigan por abandonar el norte
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Viejos conocidos, nuevos amigos // Privado
Sonrió de medio lado cuando el bárbaro hizo aquel obvio comentario. -¿Desde cuándo necesita una tabernera una excusa para beber hasta caer rendida? Mi taberna, mis reglas.- Aseguró, alzando su copa para que el contrario se la rellenara y luego cogió ella la botella para hacer lo mismo con la ajena. Le dio un trago largo, sin brindar ni nada, pues claramente no era momento de celebración.
Escuchó al contrario hablar sobre lo ocurrido. El hombre era bastante cerrado y desde el principio de conocerse le había costado sonsacarle información. Le dejó liberarse un poco, escupir las palabras y, a su vez, soltar la tensión que claramente acumulaba por la posición de sus hombros. La rubia era muy observadora, era parte de su trabajo, pero también un hobby entretenido. Le encantaba adivinar cosas sobre la gente por sus gestos, tics nerviosos y demás detalles que muchos dejaban pasar desapercibidos. -Si no tuviera carácter, no te hubieras casado con ella, ¿no es cierto? Un vikingo necesita a una guerrera a su lado, aunque no sea del mismo tipo.- Le dio otro trago a su copa y la dejó sobre la barra, pasándose la lengua por el labio inferior, recuperando las gotas del licor allí posadas.
Giró un poco sobre el taburete para quedar encarando al gruñón que tenía a su lado. -París no es una ciudad para los que buscan aventuras, yo lo sé bien.- Añadió Faye, usándose a sí misma como ejemplo. Había descubierto lo que significaba la acción al surcar los mares en el Sleipnir junto a una estupenda tripulación, y aunque echaba de menos esos tiempos, lo suyo había sido siempre el tratar con la gente de un modo u otro. El caso del bárbaro era el opuesto, a él la ciudad de la luz le estaba cegando y dejando en tinieblas. -Ser cazador peletero se te queda pequeño, necesitas algo más grande, algo hecho a esa altura que te gastas.- Ya le había hablado con anterioridad sobre ello, pero Ubbe se había negado siempre por un motivo o por otro, algo que la pirata achacaba realmente a su esposa. -¿Por qué no vendes tu espada a buenas causas? Esta es una ciudad aparentemente tranquila, pero hay muchas cosas turbias por aquí, créeme. Y tú necesitas sacarte el palo del culo, ese que te metiste para dar el pego junto a la egipcia.- La posadera ladeó la cabeza, observándole de pies a cabeza, hasta que las miradas de ambos se encontraron de nuevo. -Ella no se enamoró de un estirado, sino de un vikingo. No olvides nunca quién eres, Ubbe Cannif.- Alzó la jarra en un brindis silencioso que hizo tras pronunciar aquella última frase y bebió de nuevo, paladeando aquel delicioso licor de nuevo.
Escuchó al contrario hablar sobre lo ocurrido. El hombre era bastante cerrado y desde el principio de conocerse le había costado sonsacarle información. Le dejó liberarse un poco, escupir las palabras y, a su vez, soltar la tensión que claramente acumulaba por la posición de sus hombros. La rubia era muy observadora, era parte de su trabajo, pero también un hobby entretenido. Le encantaba adivinar cosas sobre la gente por sus gestos, tics nerviosos y demás detalles que muchos dejaban pasar desapercibidos. -Si no tuviera carácter, no te hubieras casado con ella, ¿no es cierto? Un vikingo necesita a una guerrera a su lado, aunque no sea del mismo tipo.- Le dio otro trago a su copa y la dejó sobre la barra, pasándose la lengua por el labio inferior, recuperando las gotas del licor allí posadas.
Giró un poco sobre el taburete para quedar encarando al gruñón que tenía a su lado. -París no es una ciudad para los que buscan aventuras, yo lo sé bien.- Añadió Faye, usándose a sí misma como ejemplo. Había descubierto lo que significaba la acción al surcar los mares en el Sleipnir junto a una estupenda tripulación, y aunque echaba de menos esos tiempos, lo suyo había sido siempre el tratar con la gente de un modo u otro. El caso del bárbaro era el opuesto, a él la ciudad de la luz le estaba cegando y dejando en tinieblas. -Ser cazador peletero se te queda pequeño, necesitas algo más grande, algo hecho a esa altura que te gastas.- Ya le había hablado con anterioridad sobre ello, pero Ubbe se había negado siempre por un motivo o por otro, algo que la pirata achacaba realmente a su esposa. -¿Por qué no vendes tu espada a buenas causas? Esta es una ciudad aparentemente tranquila, pero hay muchas cosas turbias por aquí, créeme. Y tú necesitas sacarte el palo del culo, ese que te metiste para dar el pego junto a la egipcia.- La posadera ladeó la cabeza, observándole de pies a cabeza, hasta que las miradas de ambos se encontraron de nuevo. -Ella no se enamoró de un estirado, sino de un vikingo. No olvides nunca quién eres, Ubbe Cannif.- Alzó la jarra en un brindis silencioso que hizo tras pronunciar aquella última frase y bebió de nuevo, paladeando aquel delicioso licor de nuevo.
Faye- Humano Clase Baja
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 07/10/2017
Localización : .
Re: Viejos conocidos, nuevos amigos // Privado
Ladeé la sonrisa con un deje de diversión, la pirata era hábil con las palabras y a diferencia del resto de las mujeres de París tenia cojones, no era una mujer cualquiera, si no una que sabía escuchar y que no hablaba por hablar.
-Me casé con ella porque tiene unas nalgas -hice con mi mano un gesto poniéndolas cóncavas con cara de pervertido – y unas perolas -negué con la cabeza resoplando sin borrar aquella picara sonrisa mientras la pirata se reía de mis comentarios -y porque me vuelve loco, es terca, con un carácter endiablado pero estoy enamorado de ella, incluso desde antes de raptarla en le museo.
Faye abrió los ojos al escuchar que la había secuestrado mientras murmuraba un divertido “niño malo”
Me eché a reír a carcajadas, no pude evitarlo.
-Es una larga historia, ya te la contaré cuando vayamos borrachos -aseguré dando un nuevo trago de la copa -ummm, esta bueno.
Faye tenía razón en algo, París era para mi una jaula, siempre me había recomendado que pusiera mi espada al servicio de causas nobles, en algo tenía razón la pirata, Nai se había enamorado de un vikingo y los vikingos luchábamos.
-¿Sabes pirata? Yo cuando decidí dejar el norte para que Nai no tuviera que renunciar a su sueño quise para nosotros una vida corriente, hijos, no se..una utopía. Pero me he dado cuenta de algo, que ella no para de meterse en líos y yo que siento hervir mi sangre por las venas me mantengo férreo para evitar que esa utopía se desvanezca.
Di un nuevo trago hasta apurar la copa estirando el brazo nuevamente en su dirección para que lo rellenara de nuevo.
-Tienes razón, no soy solo un cazador peletero, mi padre vendió en París su espada, puedo hacer lo mismo.
Di un nuevo trago pasando la lengua por mi labio inferior para recoger las gotas de alcohol que lo humedecía.
-¿Y tu que pirata? ¿Cuando vuelves a largarte a surcar el mar? -pregunté con un deje de diversión en mi voz.
-Me casé con ella porque tiene unas nalgas -hice con mi mano un gesto poniéndolas cóncavas con cara de pervertido – y unas perolas -negué con la cabeza resoplando sin borrar aquella picara sonrisa mientras la pirata se reía de mis comentarios -y porque me vuelve loco, es terca, con un carácter endiablado pero estoy enamorado de ella, incluso desde antes de raptarla en le museo.
Faye abrió los ojos al escuchar que la había secuestrado mientras murmuraba un divertido “niño malo”
Me eché a reír a carcajadas, no pude evitarlo.
-Es una larga historia, ya te la contaré cuando vayamos borrachos -aseguré dando un nuevo trago de la copa -ummm, esta bueno.
Faye tenía razón en algo, París era para mi una jaula, siempre me había recomendado que pusiera mi espada al servicio de causas nobles, en algo tenía razón la pirata, Nai se había enamorado de un vikingo y los vikingos luchábamos.
-¿Sabes pirata? Yo cuando decidí dejar el norte para que Nai no tuviera que renunciar a su sueño quise para nosotros una vida corriente, hijos, no se..una utopía. Pero me he dado cuenta de algo, que ella no para de meterse en líos y yo que siento hervir mi sangre por las venas me mantengo férreo para evitar que esa utopía se desvanezca.
Di un nuevo trago hasta apurar la copa estirando el brazo nuevamente en su dirección para que lo rellenara de nuevo.
-Tienes razón, no soy solo un cazador peletero, mi padre vendió en París su espada, puedo hacer lo mismo.
Di un nuevo trago pasando la lengua por mi labio inferior para recoger las gotas de alcohol que lo humedecía.
-¿Y tu que pirata? ¿Cuando vuelves a largarte a surcar el mar? -pregunté con un deje de diversión en mi voz.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
Re: Viejos conocidos, nuevos amigos // Privado
El vikingo, al igual que los piratas con los que la rubia trataba, no se andaba con rodeos. No era un francés estirado, aunque ella acabara de decirle que necesitaba sacarse el palo que llevaba metido por el culo. Ubbe no se había ofendido porque sabía que ella lo decía con toda la intención de animarle a que se dejara de tantas gilipolleces y agarrara el toro por los cuernos. Ya se conocían de hacía tiempo y y el bárbaro conocía suficientemente a Faye como para dudar de que intentara engañarle con tonterías. Ella era sincera ante todo, sin pelos en la lengua y si tenía que pegarse con alguien por defender sus ideas, lo haría aunque saliera maltrecha. Ya había perdido el oído al recibir una paliza una vez, estaba dispuesta a sacrificar hasta la vista por sus convicciones. No volverían a doblegarla de nuevo.
Observó los gestos del norteño al hacer mención del culo y los pechos de su esposa y no pudo más que echarse a reír, dándole un codazo cómplice. Faye era bisexual, aunque se había encamado con muy pocas mujeres, pero sabía reconocer a una bien atractiva y ella, particularmente, sentía fascinación por los pechos bien turgentes.
Pronto el tono de la conversación cambió, cuando el vikingo pareció detenerse a reflexionar sobre el estado de las cosas y el motivo de sus constantes discusiones con la trabajadora del museo con la que compartía su vida. -Las utopías son sólo eso, sueños inalcanzables, no metas que ponerse, bárbaro.- Usó aquella palabra para remarcarle al hombre lo que era, porque a ratos parecía olvidarlo, como si se le fuera no sólo de la cabeza, sino incluso del corazón. -Eso es, vende tu espada y no al mejor postor, sino a la causa que lo merezca. Tú eres tu propio dueño, así que elige.- Le dio otro trago a su jarra, como si brindara por aquella estupenda decisión que Ubbe parecía haber tomado.
Entonces llegó la pregunta sobre sí misma y la rubia torció un poco el gesto, negando. -Yo soy una pirata de tierra ahora. Surcaré los mares cuando mi capitán me reclame o me apetezca conocer mundo, viajes cortos y puntuales, ya sabes. Pero mi lugar está aquí, en mi taberna, junto a mi querida Sirena Borracha de pechos grandes.- Imitó el gesto que antes hiciera el rubio, refiriéndose al tallado de madera que coronaba la entrada de la posada y que, antaño, fuera el mascarón de un barco pirata.
Observó los gestos del norteño al hacer mención del culo y los pechos de su esposa y no pudo más que echarse a reír, dándole un codazo cómplice. Faye era bisexual, aunque se había encamado con muy pocas mujeres, pero sabía reconocer a una bien atractiva y ella, particularmente, sentía fascinación por los pechos bien turgentes.
Pronto el tono de la conversación cambió, cuando el vikingo pareció detenerse a reflexionar sobre el estado de las cosas y el motivo de sus constantes discusiones con la trabajadora del museo con la que compartía su vida. -Las utopías son sólo eso, sueños inalcanzables, no metas que ponerse, bárbaro.- Usó aquella palabra para remarcarle al hombre lo que era, porque a ratos parecía olvidarlo, como si se le fuera no sólo de la cabeza, sino incluso del corazón. -Eso es, vende tu espada y no al mejor postor, sino a la causa que lo merezca. Tú eres tu propio dueño, así que elige.- Le dio otro trago a su jarra, como si brindara por aquella estupenda decisión que Ubbe parecía haber tomado.
Entonces llegó la pregunta sobre sí misma y la rubia torció un poco el gesto, negando. -Yo soy una pirata de tierra ahora. Surcaré los mares cuando mi capitán me reclame o me apetezca conocer mundo, viajes cortos y puntuales, ya sabes. Pero mi lugar está aquí, en mi taberna, junto a mi querida Sirena Borracha de pechos grandes.- Imitó el gesto que antes hiciera el rubio, refiriéndose al tallado de madera que coronaba la entrada de la posada y que, antaño, fuera el mascarón de un barco pirata.
Faye- Humano Clase Baja
- Mensajes : 81
Fecha de inscripción : 07/10/2017
Localización : .
Re: Viejos conocidos, nuevos amigos // Privado
Ladeé la sonrisa con un deje de diversión cuando la pirata imitando mi gesto aseguró que pensaba quedarse por una buena temporada al frente de la Sirena borracha. Sus manos cóncavas y esa cara de pervertida indicaba el tamaño de las urbes de su sirena lo que logró que emitiera una carcajada tan sonora que casi regué su copa con el contenido de mi boca.
La tabernera tenía razón, al final eramos lo que eramos, yo un bárbaro, ella una pirata y mi esposa una egiptologa, yo amaba a Nai por lo que era, no necesitaba que se trasformara en guerrera, no quería una mujer distinta a la que conocía y supongo que tampoco ella.
-Tienes razón -aseguré poniéndome en pie.
Pedí una hoja a Doe donde garabateé un anuncio en el que vendía mi espada a nobles causas, yo las seleccionaría.
Y sin mas tardar me acerqué al corcho de la taberna donde ademas de carteles de todo tipo se anunciaban tipos de dudosa reputación y con una daga clavé mi papel.
-Hecho -sentencie.
Regresé junto a Faye, según ella volvería a la mar cuando la reclamara su capitán, pero también sabia que a su capitán le era útil tenerla allí, era sus ojos y sus oídos.
-Esta la noche aburrida
Si algo no aguantaba aquella mujer es que alguien insinuara que su taberna de mala muerte era aburrida, ladeé la sonrisa dando un nuevo trago de mi jarra.
-¿Tiro al cuchillo? ¡Vamos pirata, demuéstrame cuan poco oxidada estas y quizás después te enseñe como se divierten los vikingos.
La tabernera tenía razón, al final eramos lo que eramos, yo un bárbaro, ella una pirata y mi esposa una egiptologa, yo amaba a Nai por lo que era, no necesitaba que se trasformara en guerrera, no quería una mujer distinta a la que conocía y supongo que tampoco ella.
-Tienes razón -aseguré poniéndome en pie.
Pedí una hoja a Doe donde garabateé un anuncio en el que vendía mi espada a nobles causas, yo las seleccionaría.
Y sin mas tardar me acerqué al corcho de la taberna donde ademas de carteles de todo tipo se anunciaban tipos de dudosa reputación y con una daga clavé mi papel.
-Hecho -sentencie.
Regresé junto a Faye, según ella volvería a la mar cuando la reclamara su capitán, pero también sabia que a su capitán le era útil tenerla allí, era sus ojos y sus oídos.
-Esta la noche aburrida
Si algo no aguantaba aquella mujer es que alguien insinuara que su taberna de mala muerte era aburrida, ladeé la sonrisa dando un nuevo trago de mi jarra.
-¿Tiro al cuchillo? ¡Vamos pirata, demuéstrame cuan poco oxidada estas y quizás después te enseñe como se divierten los vikingos.
Ubbe Cannif- Humano Clase Alta
- Mensajes : 417
Fecha de inscripción : 25/02/2017
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