AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Mistakes [Privado]
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Mistakes [Privado]
"With or without you."
Las últimas tres noches, poco es lo que descansó. Tiene el presentimiento de que algo está por reventar de nuevo, como si su burbuja francesa estuviera a punto de ser pinchada por una aguja o peor aún, por un simple y llano dedo. Detesta movilizarse, cambiar de aires es para la humana tan desastroso como irritante. Más aún, porque ahora tiene a alguien en la ciudad con quien quisiera pasar más tiempo: Ezequiel. De todos los lazos que estrechó, él es uno de los que más anhela conservar. Irse de golpe, sería catastrófico, sobre todo porque le perdió la pista. Hace dos días que sus vecinos dejaron de verlo y en su trabajo, le indicaron que renunció. Es muy raro en él que deje todo de golpe, que abandone su hogar con sus pertenencias porque el casero asegura que las llaves las sigue teniendo su amigo. ¿Qué pasa aquí?
Temerosa porque le ocurriera algo, empezó a investigar, a rehacer sus pasos hasta llegar a un callejón en el barrio sur, el más alejado de la urbe, donde más peligro hay. La noche hace tiempo que cayó, como al otro día, ella tiene que trabajar, sólo tiene estas pocas horas para encontrar a su amigo. Los rastros terminan aquí. Con unas cuantas monedas, un hombre le dijo que entró ahí con un grupo de personas mal encaradas. Con el corazón en un puño, se introdujo sin pensar en su propia seguridad. Peinó cada lugar, cada metro cuadrado hasta que se quedó pálida. Sangre. Abre la boca intentando que el aire entre por su garganta, que sus pulmones se apiaden de ella para respirar. - ¡No, no, no! - desesperada busca una respuesta a sus plegarias, esperando que todo el sitio fuera diferente. Que estas señales signifiquen lo contrario a lo que piensa.
Jala los objetos, desacomoda todo hasta que en una esquina, encuentra la respuesta a sus preguntas, de forma que le desgarra el corazón. Un papel, una simple hoja en el piso, manchada con sangre, es la señal de que Ezequiel sufrió en este sitio. ¿Cómo lo sabe? Porque es el dibujo de ella, el que está en esta simple pista. Sus piernas flaquean, cae al piso negando con la cabeza. No, no puede ser, no puede ser. Golpea el suelo antes de aspirar fuerte, echar atrás su encefálico apéndice mirando al cielo, la luna menguante brilla en la oscuridad. Debe ser un error. Otea de nuevo, se niega a que éste sea el final de su amigo. Busca hasta encontrar algo que le llama la atención. Unas mantas en el piso fueron rasgadas, algunas de ellas todavía tienen tiras como si alguien hiciera unas improvisadas vendas. Otras, están en el piso, teñidas de rojo. Y como respuesta a sus plegarias, un envase, lo reconoce de inmediato: sedantes. Alguien se lo llevó para ser atendido. ¿A dónde? ¿Quién? Bendice a la persona en ruso en tanto se queda sin saber ahora qué hacer.
Está decidiendo cuando escucha pasos tras ella, alguien está entrando al callejón. Busca con la mirada sin encontrar algo que pueda cubrir su cuerpo. Por puro instinto de protección, toma una barra de metal ocultándola detrás de su figura, esperando a ver quién es y sobre todo, por qué está aquí. Guarda el dibujo de Ezequiel en uno de sus bolsillos de su vestido, se desprende con rapidez de las lágrimas que le cubrían el rostro sin que se diera cuenta cuándo las derramó. Su respiración es errática, su estómago tiene por visitante a un hueco que no quiere marcharse. Sus miembros tiemblan un poco, entiende que se arrinconó por su propio pie, de inicio parecía buena idea. Ahora se da cuenta de su error. - Buenas noches - exclama más por inercia que porque realmente deseé darlas. Sabe que si la atacan, poco podrá hacer con un tubo, pero un golpe bien dado, hará milagros y podría escapar. Ojalá pueda tener la oportunidad de hacer uso de su arma.
Temerosa porque le ocurriera algo, empezó a investigar, a rehacer sus pasos hasta llegar a un callejón en el barrio sur, el más alejado de la urbe, donde más peligro hay. La noche hace tiempo que cayó, como al otro día, ella tiene que trabajar, sólo tiene estas pocas horas para encontrar a su amigo. Los rastros terminan aquí. Con unas cuantas monedas, un hombre le dijo que entró ahí con un grupo de personas mal encaradas. Con el corazón en un puño, se introdujo sin pensar en su propia seguridad. Peinó cada lugar, cada metro cuadrado hasta que se quedó pálida. Sangre. Abre la boca intentando que el aire entre por su garganta, que sus pulmones se apiaden de ella para respirar. - ¡No, no, no! - desesperada busca una respuesta a sus plegarias, esperando que todo el sitio fuera diferente. Que estas señales signifiquen lo contrario a lo que piensa.
Jala los objetos, desacomoda todo hasta que en una esquina, encuentra la respuesta a sus preguntas, de forma que le desgarra el corazón. Un papel, una simple hoja en el piso, manchada con sangre, es la señal de que Ezequiel sufrió en este sitio. ¿Cómo lo sabe? Porque es el dibujo de ella, el que está en esta simple pista. Sus piernas flaquean, cae al piso negando con la cabeza. No, no puede ser, no puede ser. Golpea el suelo antes de aspirar fuerte, echar atrás su encefálico apéndice mirando al cielo, la luna menguante brilla en la oscuridad. Debe ser un error. Otea de nuevo, se niega a que éste sea el final de su amigo. Busca hasta encontrar algo que le llama la atención. Unas mantas en el piso fueron rasgadas, algunas de ellas todavía tienen tiras como si alguien hiciera unas improvisadas vendas. Otras, están en el piso, teñidas de rojo. Y como respuesta a sus plegarias, un envase, lo reconoce de inmediato: sedantes. Alguien se lo llevó para ser atendido. ¿A dónde? ¿Quién? Bendice a la persona en ruso en tanto se queda sin saber ahora qué hacer.
Está decidiendo cuando escucha pasos tras ella, alguien está entrando al callejón. Busca con la mirada sin encontrar algo que pueda cubrir su cuerpo. Por puro instinto de protección, toma una barra de metal ocultándola detrás de su figura, esperando a ver quién es y sobre todo, por qué está aquí. Guarda el dibujo de Ezequiel en uno de sus bolsillos de su vestido, se desprende con rapidez de las lágrimas que le cubrían el rostro sin que se diera cuenta cuándo las derramó. Su respiración es errática, su estómago tiene por visitante a un hueco que no quiere marcharse. Sus miembros tiemblan un poco, entiende que se arrinconó por su propio pie, de inicio parecía buena idea. Ahora se da cuenta de su error. - Buenas noches - exclama más por inercia que porque realmente deseé darlas. Sabe que si la atacan, poco podrá hacer con un tubo, pero un golpe bien dado, hará milagros y podría escapar. Ojalá pueda tener la oportunidad de hacer uso de su arma.
Tatyana Holstein-Gottorp- Humano Clase Media
- Mensajes : 49
Fecha de inscripción : 31/05/2018
Re: Mistakes [Privado]
"They say before you start a war,
you better know what you're fighting for".
you better know what you're fighting for".
Su regreso a París había sido mucho más provechoso de lo que esperaba, no fueron capaz de seguirle los pasos y simplemente en silencio ingresó a la ciudad que tantas vivencias le había dado. El par de años que estuvo vagando por los países vecinos no fueron menores, demasiadas cosas habían cambiado, la gente que conocía ya no estaba y con mucha suerte podría recuperar la mansión que había dejado atrás cuando decidió partir. Finalmente el asesino siempre vuelve al lugar del crimen y así se sentía Lauren, cometió muchos errores y en lugar de enfrentarlos, prefirió huir, como tantas veces lo había hecho antes y esta vez no fue la excepción.
Mala costumbre tenía de buscar alimento entre los peores sitios de la gran ciudad, solo por tener la tranquilidad de no exponerse y mantener un perfil bajo. Más considerando el hecho de que no asesinaba a sus víctimas, sus principios de "proteger" a los humanos estaban por sobre su sed. Solo se trataba de encontrar a alguien, mas o menos decente, dejarlo inhabilitado, beber y desaparecer. Siempre usaba el mismo método, y era más aceptable si lo utilizaba con alguien a quien seguramente nadie extrañaría por unos días.
Sus pasos la llevaron a los barrios más pútridos. Avanzaba por las sombras, tranquila bajo sus vestimentas igual de oscuras, en conjunto con la capa y capucha que ocultaba su rostro. Fue indiferente a varios humanos que pasaron junto a ella, simplemente algo no le convencía, y los dejaba avanzar sin interponerse.
Estuvo a punto de desganarse y volver, cuando el aire se vio inundado por un aroma que si logró captar su atención, haciéndola voltear solo para encontrarse con una silueta femenina que doblaba en un callejón en la vereda frente a ella. Fue la siniestra sonrisa en su rostro la culpable de delatarle; Había realizado su elección de esa noche.
Alcanzó a dar medio paso al frente cuando se percató que un hombre seguía los pasos de la mujer, alguien ya le estaba acechando, probablemente desde mucho antes que ella. Ladeó la cabeza analizando al sujeto, era otro humano y todo indicaba que las cosas se volverían complicadas para la descuidada que llegaba sola a semejante lugar.
Lauren sabía que no era su problema, sería sencillo encontrar a otra persona, pero nada de eso valió la pena, ya estaba cruzando la calle para quedarse de pie en la esquina del callejón, asegurándose de no ser vista. La voz de la contraria se alzó firme sobre el silencio que reinaba en el lugar, y la vampiresa solo se cruzó de brazos, expectante. El otro no respondió, claramente no era una buena señal. La vampiresa resopló, analizando el cuerpo del varón, y el brillo que lanzó el objeto en su mano derecha le hizo agudizar más su vista, una daga.
La situación se estaba volviendo interesante, la humana volvió a hablar y nada, todos sus intentos en vano mientras el hombre se acercaba a ella con más rapidez, quizás que ideas oscuras pasaban por su mente, podría ser un ladrón, un violador o un borracho más que pronto terminaría en el suelo. Pero contra todo pronóstico y en una fracción de segundos el individuo se le fue encima, pero fue su cabeza la que retumbó al recibir un golpe con un objeto contundente, la mujer se había adelantado a los hechos. La inmortal le hubiera aplaudido, pero algo no estaba bien, se confió y le dio la espalda para salir del callejón, en ese instante los pies de Lauren de activaron pero no llegó a tiempo, el hombre se volteó como pudo y clavó la afilada hoja en la espalda de la fémina, muy cerca de su hombro.
En segundos la diestra de la vampiresa se ubicó en el pecho del agresor y lanzándolo hasta la pared del callejón logró que cayera inconsciente, aunque sus latidos aún estaban presentes, viviría.
Rápidamente volvió con la mujer, obligándola a sentarse en el suelo, no quería que sufriera algún tipo de impacto emocional y comenzara a correr delirante.
Tuvo cuidado de no descubrir su rostro, y por mayor seguridad se ubicó a espaldas de ésta, ya que no estaba segura de que hubiera visto el ataque contra el hombre y preferiría conservar su anonimato.
— No voy a hacerte daño, y te digo que me ayudarías bastante si te mantienes quieta.— le habló con seriedad y un toque de disgusto, no eran planes de beneficencia lo que tenía en mente para esta noche.
Por suerte para ella el objeto no había terminado incrustado por completo, pero sí le haría perder bastante sangre una vez que lo removiera.
— Respira.— ordenó, y en cuanto escuchó como sus pulmones realizaron la espiración, quitó de un ágil movimiento la daga y la sangre comenzó a fluir.
Agradeció el hecho de que no se viera obligada a respirar, demasiado elixir para alguien tan sediento.
Rompió un trozo de su capa, utilizando la tela para hacer presión en la herida, había visto innumerables situaciones iguales a ésta, y por ende sabía que podría controlarlo, ahora todo dependía de la humana.
— Está de más decirte que tuviste suerte, por poco te perfora un pulmón. Ahora solo sigue respirando y no te desvanezcas, porque te aseguro que no te llevaré conmigo.— masculló con frialdad, manteniendo la presión, y esperando que ella pusiera de su parte, ya que si no cooperaba no sería mucho el tiempo antes de que terminara desmayada.
Lauren Von Krautzs- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Mistakes [Privado]
"They say we are what we are
But we don't have to be"
But we don't have to be"
Otra vez se reprocha el carecer de la pistola que su mentor le diera y que guardara entre sus vestimentas. ¿Debía grabarse en la frente la leyenda "sal armada" para al mirarse al espejo, recordarlo? Ya está grandecita para hacer estas tonterías, se reprocha en cuanto el hombre avanza con paso determinado hacia ella con el único fin de, es seguro, hacer daño. Aprieta el arma tras sus espaldas con resolución. Si él desea dejar un rastro de sangre, será el suyo porque la rusa venderá cara su vida. Su posición se torna más rígida, el brillo de un arma en las manos masculinas es la señal justa de que ésto se pondrá feo. Sin tener a dónde correr más que regresar por donde entró, las cosas son más difíciles. Los pies bien puestos en el piso, el mentón alzado en señal de desafío, uno que el hombre se toma a pecho.
El ángulo del arma se ve limitado por el largo del brazo y la extensión de la hoja de la daga contrastados con el de su rival incrementado por el tubo, por lo que es éste quien golpea primero la sien del rival. Siente cómo se cimbra en sus manos, el sonido es verdaderamente cruento. Si él carece de piedad, recibió el mismo tratamiento. El cuerpo va al piso, lo que la rusa aprovecha para acortar las distancias hacia la salida creyendo que fue suficiente. Error. Escucha y siente antes de ver. La hoja atraviesa piel, músculo, buscando penetrar a la parte más crítica de su cuerpo, uno que se mueve al unísono de la orden que su mente da, haciendo que desvíe el camino. Todo sucede tan rápido que pierde la noción de los siguientes segundos cruciales para su vida. Unas manos más pequeñas controlan sus impulsos de irse de ahí. La fuerza con que la sientan en el suelo, podría ser mal apreciada por la intensidad y la adrenalina del momento. De reojo, entra a su rango de visión una figura más diminuta que su agresor principal. ¿De dónde salió?
Está segura que sólo estaban el hombre y ella. Obedece las órdenes porque si deseara matarla, tiempo le sobró. Sus pulmones se llenan de aire jalado por su nariz, el gemido se opaca por el atragantamiento cuando la hoja es desprendida. La sangre fluye. Como cualquier líquido, encuentra una salida para escapar. El sonido de una tela romperse, la presión sobre la herida. Las agradables palabras de consuelo. ¿Agradables? Su cuerpo se mueve por la risa irónica que emana de sus labios. - No iría contigo ni por todo el oro del mundo, mujer - sí, la voz es femenina. Mirada al frente, respeta su deseo de anonimato. - Haz un torniquete, con eso me doy por servida, ya llegaré al hospital sin tu ayuda, suficiente hiciste, samaritana - su tono es adusto.
Incluso, en su aura hay vetas de desconfianza y molestia. La cabeza le punza, sus ojos observan todo borroso. Se lleva la diestra para, con los dedos pulgar e índice, tallarse los párpados intentando así, que el enfoque sea mejor. Imposible. La respiración se entrecorta, está perdiendo demasiada sangre. Maldice por dentro. - Y todavía tengo que investigar quién es este imbécil - razona en voz alta esperando que la situación mejore. Una vez hecho el torniquete, saca fuerzas de flaqueza, se deshace del roce, pone ambas manos a los lados del cuerpo para darse impulso y recuperar la vertical. Sus pies reclaman por la presión a que son sometidos sosteniendo el resto del peso del cuerpo. ¡Que se aguanten! Su rostro voltea hacia el individuo que está en el piso, se nota que golpeó la pared. Tanta fuerza tiene la salvadora.
Se pregunta quién o qué es. Licántropo, quiere pensar porque de ser un vampiro, aprovecharía la oportunidad para pegarse a su herida y chupar. Desconoce que pueden dejar de respirar si lo desean y que algunos más antiguos, pueden resistir la visión de la vitae. - Si ya terminaste, puedes irte. Dime dónde mando el dinero para pagar tus servicios - rezonga con molestia. ¡Odia que alguien tenga que rescatarla! Avanza con paso rígido, le duele cada vez que avanza. Terca que es, ignora las punzadas. Todavía tiene la osadía de agacharse para tomar un vidrio con la mano, saca un pañuelo del bolsillo de su vestido para envolver la base y dejar la parte punzante libre. Logra su cometido, se acerca al bastardo para tomar con la mano del brazo herido fuertemente los cabellos masculinos y echar atrás la cabeza, el gemido indica que va recuperándose del golpe. El brazo reclama por tal insolencia y descuido, exigiendo que pare la tortura para ambos. Tatyana lo ignora. Presiona la punta del arma contra su yugular sin hacer demasiada fuerza - ahora dime ¿Por qué vienes tras de mí? ¿Quién te mandó? Y si piensas que no voy a degollarte, piénsalo dos veces - está harta. Agobiada de tener que escapar, cansada de las constantes persecuciones, de mirar atrás una y otra vez. - ¡Habla! - presiona un poco para dejar una pequeña herida.
La mano es firme, por más que el resto de su cuerpo tiemble de dolor.
El ángulo del arma se ve limitado por el largo del brazo y la extensión de la hoja de la daga contrastados con el de su rival incrementado por el tubo, por lo que es éste quien golpea primero la sien del rival. Siente cómo se cimbra en sus manos, el sonido es verdaderamente cruento. Si él carece de piedad, recibió el mismo tratamiento. El cuerpo va al piso, lo que la rusa aprovecha para acortar las distancias hacia la salida creyendo que fue suficiente. Error. Escucha y siente antes de ver. La hoja atraviesa piel, músculo, buscando penetrar a la parte más crítica de su cuerpo, uno que se mueve al unísono de la orden que su mente da, haciendo que desvíe el camino. Todo sucede tan rápido que pierde la noción de los siguientes segundos cruciales para su vida. Unas manos más pequeñas controlan sus impulsos de irse de ahí. La fuerza con que la sientan en el suelo, podría ser mal apreciada por la intensidad y la adrenalina del momento. De reojo, entra a su rango de visión una figura más diminuta que su agresor principal. ¿De dónde salió?
Está segura que sólo estaban el hombre y ella. Obedece las órdenes porque si deseara matarla, tiempo le sobró. Sus pulmones se llenan de aire jalado por su nariz, el gemido se opaca por el atragantamiento cuando la hoja es desprendida. La sangre fluye. Como cualquier líquido, encuentra una salida para escapar. El sonido de una tela romperse, la presión sobre la herida. Las agradables palabras de consuelo. ¿Agradables? Su cuerpo se mueve por la risa irónica que emana de sus labios. - No iría contigo ni por todo el oro del mundo, mujer - sí, la voz es femenina. Mirada al frente, respeta su deseo de anonimato. - Haz un torniquete, con eso me doy por servida, ya llegaré al hospital sin tu ayuda, suficiente hiciste, samaritana - su tono es adusto.
Incluso, en su aura hay vetas de desconfianza y molestia. La cabeza le punza, sus ojos observan todo borroso. Se lleva la diestra para, con los dedos pulgar e índice, tallarse los párpados intentando así, que el enfoque sea mejor. Imposible. La respiración se entrecorta, está perdiendo demasiada sangre. Maldice por dentro. - Y todavía tengo que investigar quién es este imbécil - razona en voz alta esperando que la situación mejore. Una vez hecho el torniquete, saca fuerzas de flaqueza, se deshace del roce, pone ambas manos a los lados del cuerpo para darse impulso y recuperar la vertical. Sus pies reclaman por la presión a que son sometidos sosteniendo el resto del peso del cuerpo. ¡Que se aguanten! Su rostro voltea hacia el individuo que está en el piso, se nota que golpeó la pared. Tanta fuerza tiene la salvadora.
Se pregunta quién o qué es. Licántropo, quiere pensar porque de ser un vampiro, aprovecharía la oportunidad para pegarse a su herida y chupar. Desconoce que pueden dejar de respirar si lo desean y que algunos más antiguos, pueden resistir la visión de la vitae. - Si ya terminaste, puedes irte. Dime dónde mando el dinero para pagar tus servicios - rezonga con molestia. ¡Odia que alguien tenga que rescatarla! Avanza con paso rígido, le duele cada vez que avanza. Terca que es, ignora las punzadas. Todavía tiene la osadía de agacharse para tomar un vidrio con la mano, saca un pañuelo del bolsillo de su vestido para envolver la base y dejar la parte punzante libre. Logra su cometido, se acerca al bastardo para tomar con la mano del brazo herido fuertemente los cabellos masculinos y echar atrás la cabeza, el gemido indica que va recuperándose del golpe. El brazo reclama por tal insolencia y descuido, exigiendo que pare la tortura para ambos. Tatyana lo ignora. Presiona la punta del arma contra su yugular sin hacer demasiada fuerza - ahora dime ¿Por qué vienes tras de mí? ¿Quién te mandó? Y si piensas que no voy a degollarte, piénsalo dos veces - está harta. Agobiada de tener que escapar, cansada de las constantes persecuciones, de mirar atrás una y otra vez. - ¡Habla! - presiona un poco para dejar una pequeña herida.
La mano es firme, por más que el resto de su cuerpo tiemble de dolor.
Tatyana Holstein-Gottorp- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/05/2018
Re: Mistakes [Privado]
"I got lost in the blink of an eye.
And I could never get back".
And I could never get back".
De no haberse tratado de una humana, desde el momento que abrió la boca Lauren le abría dejado sola en el lugar. Hablaba más de lo que aportaba a la situación, y la inmortal comenzó a indagar en su memoria cuando fue la última vez que se topó con una mujer tan atrevida y altanera. Probablemente ninguna que se igualara a ésta, que aún con una herida importante en su carne, continuaba rezongando de una manera que le provocó la sensación de querer estamparla también a ella en la pared más lejana del mugroso callejón y largarse de ahí. Después de todo ni la situación, ni ella, ni el otro imbécil era de su incumbencia, no había nada que le retuviera en el lugar, ya se había resignado a que su cena había sido arruinada.
Exhaló con molestia y terminó por hacer el torniquete, sin cuidado, procurando que el dolor estuviera presente en todo momento, y claro, para sorpresa de la inmortal, la contraria buscó ponerse de pie sin ningún tipo de cuidado.
— Jamás conseguirías el dinero necesario para pagarme mi valioso tiempo.— le remarcó, y por sentido común o simplemente lástima, Lauren mantuvo atentas sus manos y preparadas en caso que tuviera que recibir el peso de la mujer. Nada, simplemente se puso de pie dispuesta a irse al parecer.
No, solo estaba estirando las piernas para acercarse a tomar un resto de filoso cristal y volver hacia el hombre, al parecer la contraria estaba empeñada en que el hombre le seguía por alguna razón, ¿En serio?
La vampiresa rodó los ojos, y cruzada de brazos observó la amenazante escena, mientras el individuo volvía a retomar su consciencia, observando con los ojos abiertos de par en par el cristal en su garganta. Vaya forma de despertar a alguien.
— ¡Nadie me envió! — respondió el pobre desgraciado, buscando removerse del agarre femenino, pero seguramente alguna fractura producto del impacto se lo impedía. Y la inmortal se atribuyó la culpa de sus acciones, aunque el arrepentimiento no era algo que acostumbrara, por lo que simplemente se encogió de hombros.
La inmortal percibió la herida en la piel ajena y supo que una parte de la mujer hablaba muy en serio, o actuaba ella o el otro terminaría saludando a las ratas muy de cerca.
— ¡Por favor, no, solo quería dinero! ¡Por favor!— exclamó envuelto en pánico, el alcohol, por lo visto estaba haciendo de las suyas, y de paso, el hombre estaba montando un espectáculo. Suficiente para la paciencia de Lauren, se frotó las sienes y caminó hacia el par de histéricos.
Tomó la mano de la mujer, quitándole de paso el vidrio con cuidado de no dañarla más de lo que ya estaba, y lo desintegró en su palma, dejando caer los restos de éste al suelo junto a ella. Acto seguido, removió la capucha de su rostro, dejando que su cabello se esparciera en cascada por su espalda, alzando tajante su cristalina mirada hacía la fémina.
— Aprende a controlarte, pareces una completa demente.— le dijo sin pesar y dejó que sus ojos buscaran los del hombre, necesitaba asegurarse de que lo que decía era cierto, y por ende tenía que utilizar sus habilidades con él. No fue difícil, su mente se presentó como un libro abierto y sus pensamientos solo gritaban una cosa; buscaba dinero para continuar con su vicio, el deseo de conseguir alcohol había nublado su razonamiento.
— Dice la verdad.— anunció a la humana y se irguió, dispuesta a salir del lugar, demasiada atención depositada en tan poco tiempo.
Los pasos de la vampiresa fueron firmes, pero lentos, dándole la espalda a ambos, estaba ansiosa por largarse, pero no pudo pasar por alto el descenso de los latidos de la mujer. La perdida de sangre o simplemente el estrés de la situación le pasarían la cuenta tarde o temprano, y si ella se marchaba y la contraria sufría un desvanecimiento la dejaría a merced del cretino que solo buscaba objetos de valor, y por lo visto no le molestaría matar a quien fuera para conseguirlos.
Siempre llegaba a la misma encrucijada, y aun sabiendo que no era su responsabilidad, la culpa había comenzado a golpearle la espalda, sabiendo que la otra no deseaba su ayuda, por el contrario parecía completamente arisca ante su presencia.
Lauren Von Krautzs- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Mistakes [Privado]
"Thought that I would self-destruct
But I'm still here."
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El temblor del hombre se iguala al suyo. Desconoce si es por dolor o miedo, quizá lo segundo porque sus ojos se salen de sus órbitas. Responde de inmediato, su aliento es la confirmación de lo que dice. Apesta, por primera vez en lo que va del episodio, Tatyana puede oler más allá de lo que su sentido del olfato hizo. Un aroma le aturde la cabeza. El resto de las palabras cae en saco roto. Son innecesarias porque su memoria celular está por completo alerta. El corazón late a toda marcha unos instantes haciendo que pierda más sangre de la debida. Duda que pueda mover un solo músculo sin lastimar al hombre, por lo que se mantiene en su posición. Es el rey de su aparato circulatorio el primero en ceder, la adrenalina se terminó, por lo que su caída está pronta a llegar. Una mano se apiada de ella quitándole el objeto.
Se relame los labios cuando la mujer se quita la capucha, dejando que la cabellera le caiga sobre los hombros, agitada apenas por el viento. El olor a buenos aceites es insuficienta para opacar aquél al que la rusa empieza a acostumbrarse. Los siente antes de que se presenten en la escena, en este callejón que puede ser su último lugar a residir. Desearía lo contrario, todo su ser está en alerta. El pecho le duele al igual que la herida. El tono impertinente de la otra es ignorado. Haciendo gala de una tremenda fuerza de voluntad se pone en pie. - Su aliento me lo confirmó desde antes de que te entrometieras. ¿Alguien pidió tu ayuda? Agradezco lo que hiciste, pero mejor vete, tendré visitas y espero que la mesa esté servida - los pelos de sus brazos se erizan.
Es esta sensación la que le persigue cuando decide huir y dejar atrás todo lo que le queda. Esta vez, tendrá que empezar desde cero porque carece de dinero, lo ahorrado está en su casa y regresar sería una locura. La herida está cada vez peor, la cabeza le da vueltas por fin. Se lleva una mano al rostro dando media vuelta para avanzar hacia el callejón buscando salir de ahí antes de que los otros lleguen. Siente que va a ser así, que aprovecharán la ocasión para lograr lo que han buscado desde que partió de Rusia después de la muerte de su madre. Le duele dejar atrás a Ezequiel otra vez. Le lastima tanto que siente los ojos llenos de lágrimas que con rabia, se quita con rapidez. Ahí están, por fin, su oído en su locura, cordura o quién sabe qué, logra captar los pasos que se acercan al lugar. Las figuras se presentan borrosas ante sus ojos. Tres en total. Por fin la alcanzaron.
Un vampiro y dos ghouls aparecen en el umbral del callejón. Vienen a por lo que les encargaron, por esa mujer que en este justo momento cae en el piso, sin conocimiento. Uno de ellos, avanza para decir en voz alta - doscientas monedas por la mujer. Se te pagará ahora mismo, sólo deja que nos la llevemos - es uno de los esclavos porque el vampiro sigue inmutable. Su aura brilla de ansiedad por obtener lo que durante mucho tiempo persiguió y por fin, puede tener al alcance de su mano. Su señor estará complacido, lo único que debe quitarse del camino, es a esta vampiresa que les observa con gesto adusto. - Te conviene, deja que nos la llevemos y podrás seguir tu camino. Te escuché, te observé, no es de tu incumbencia todo ésto. Vete, nadie te hará daño - avanza un par de pasos, el saco de monedas es aventado en dirección de Lauren. Doscientas monedas, un precio más que justo para la época. Una pequeña fortuna por una insolente mujer.
Se relame los labios cuando la mujer se quita la capucha, dejando que la cabellera le caiga sobre los hombros, agitada apenas por el viento. El olor a buenos aceites es insuficienta para opacar aquél al que la rusa empieza a acostumbrarse. Los siente antes de que se presenten en la escena, en este callejón que puede ser su último lugar a residir. Desearía lo contrario, todo su ser está en alerta. El pecho le duele al igual que la herida. El tono impertinente de la otra es ignorado. Haciendo gala de una tremenda fuerza de voluntad se pone en pie. - Su aliento me lo confirmó desde antes de que te entrometieras. ¿Alguien pidió tu ayuda? Agradezco lo que hiciste, pero mejor vete, tendré visitas y espero que la mesa esté servida - los pelos de sus brazos se erizan.
Es esta sensación la que le persigue cuando decide huir y dejar atrás todo lo que le queda. Esta vez, tendrá que empezar desde cero porque carece de dinero, lo ahorrado está en su casa y regresar sería una locura. La herida está cada vez peor, la cabeza le da vueltas por fin. Se lleva una mano al rostro dando media vuelta para avanzar hacia el callejón buscando salir de ahí antes de que los otros lleguen. Siente que va a ser así, que aprovecharán la ocasión para lograr lo que han buscado desde que partió de Rusia después de la muerte de su madre. Le duele dejar atrás a Ezequiel otra vez. Le lastima tanto que siente los ojos llenos de lágrimas que con rabia, se quita con rapidez. Ahí están, por fin, su oído en su locura, cordura o quién sabe qué, logra captar los pasos que se acercan al lugar. Las figuras se presentan borrosas ante sus ojos. Tres en total. Por fin la alcanzaron.
Un vampiro y dos ghouls aparecen en el umbral del callejón. Vienen a por lo que les encargaron, por esa mujer que en este justo momento cae en el piso, sin conocimiento. Uno de ellos, avanza para decir en voz alta - doscientas monedas por la mujer. Se te pagará ahora mismo, sólo deja que nos la llevemos - es uno de los esclavos porque el vampiro sigue inmutable. Su aura brilla de ansiedad por obtener lo que durante mucho tiempo persiguió y por fin, puede tener al alcance de su mano. Su señor estará complacido, lo único que debe quitarse del camino, es a esta vampiresa que les observa con gesto adusto. - Te conviene, deja que nos la llevemos y podrás seguir tu camino. Te escuché, te observé, no es de tu incumbencia todo ésto. Vete, nadie te hará daño - avanza un par de pasos, el saco de monedas es aventado en dirección de Lauren. Doscientas monedas, un precio más que justo para la época. Una pequeña fortuna por una insolente mujer.
Tatyana Holstein-Gottorp- Humano Clase Media
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Fecha de inscripción : 31/05/2018
Re: Mistakes [Privado]
"And it wasn’t you who need to change.
Now I gotta go it alone".
Now I gotta go it alone".
Fue todo. Luego de las últimas palabras de la mujer estuvo completamente segura de que ya había tenido suficiente, y la observaba con cierto molestia, ya que dejaba que su orgullo hablara por ella, no tenía idea del esfuerzo que hacía Lauren para no romperle el cuello para silenciar sus malagradecidas frases.
No iba a hacer más, sus pasos adelantaron a la misma humana y estuvo a punto de salir del callejón cuando las figuras de aquel trío se materializaron frente a sus ojos. Al parecer la fémina tampoco estaba del todo errada con su comentario, pero por otro lado la tensión del ambiente fue suficiente para que la inmortal se detuviera.
Escuchó el ofrecimiento, el dinero que efectivamente no lo necesitaba, no le hacía falta, aunque podría demostrar lo contrario, ya que siempre acostumbraba a vestir con atuendos más simples y nada cercanos a lo que era la alta sociedad. Se cruzó de brazos, viendo la bolsa de monedas que cayó a sus pies y sonrió, casi pudo percibirse como una sonrisa de gratitud. Entonces buscó anteponerse al vampiro más antiguo, era evidente que podía leer su mente, por lo que se aseguró de mantenerla ocupada con el pensamiento de falsa dicha por recibir el dinero.
Era su momento de salir de ahí, no quedarían rastros de lo que había pasado, la mujer inconsciente y el otro idiota que quizás terminaría siendo un bocadillo, todo se adaptaba a su beneficio. Asintió, inclinándose para alzar el pequeño saco de monedas y caminar por el costado del pequeño grupo.
— Toda suya, caballeros.— masculló con tranquilidad, y avanzó hasta ubicarse tras la espalda de uno de los esclavos, debía equiparar la cuenta o estaría en desventaja, sin importar los años que abalaban su experiencia frente a situaciones muy parecidas a ésta.
Las piernas de la vampiresa se movieron absolutamente veloces, y sería imposible detectarla hasta que ya fuera tarde para uno de ellos. Se enganchó a su espalda, y llevando ambas manos a la boca del ghoul desgarró su mandíbula hasta dividirle cráneo, soltando el cuerpo mientras dejaba que cayera inerte.
Las miradas de los dos restantes se posaron en ella con una expresión que bordeaba la furia y el terror por ver lo rápido que acabó con uno de ellos. El otro esclavo se descontroló, lanzando un zarpazo que alcanzó parte de la espalda de la vampiresa, desgarrando su capa y el vestido, hasta dar con su carne, efecto que le hizo jadear y retroceder unos pasos. Resopló, y buscando la mirada de la bestia que le había atacado, comenzó a torturarle con el dolor más potente que podía generar, haciendo que la criatura soltara unos gritas agudos de dolor que le llevaron a caer al suelo, quedando aturdido. No tardó en ser acompañado por la rubia, quien recibió un golpe que le provocó una luxación de su hombro izquierdo y la mandó a la otra esquina del callejón.
— Debiste tomar el dinero y largarte.— las palabras fueron siniestras, estaba claro que ya no podría tomar esa opción.
Observó como el vampiro se aproximaba a ella, y así era como Lauren se ganaba enemigos, como si fuera lo más fácil del mundo. No tenía más opciones, si no se defendía, el vampiro acabaría con ella. Era ahora que lamentaba no haberse alimentado antes de toparse con la mujer. Maldijo por lo bajo y se lanzó contra él, y cometió el error de visualizar sus acciones, por ende fueron transmitidas al contrario, quien se adelantó y la mandó de vuelta a donde estaba, el dolor de su brazo se volvía insoportable. Jadeó, no tenía mucha opciones, debía recurrir a su habilidad más entrenada.
Los orbes de la vampiresa buscaron el cuerpo de la humana, calculando la distancia y comenzó, mostrando una falsa imagen de ella, corriendo por el costado del vampiro y dando la vuelta en la esquina del callejón, mientras su cuerpo realmente no se movió en esa dirección, si no que avanzó hasta la fémina, sosteniéndola en su hombro del brazo sano, asegurándose de mantener la falsa ilusión. El vampiro se mostraba confundido, pero finalmente salió disparado en la dirección contraria a la que escogió Lauren realmente.
La inmortal se apresuró para alejarse lo más posible del lugar, odiaba escabullirse de esa manera, pero la situación se había escapado de sus manos. No tuvo otra opción. Corrió apoyada por su enorme velocidad hasta que unos kilómetros le alejaron del lugar, desde aquella distancia sus ilusiones no tendrían efecto, y debía continuar moviéndose aprovechando el valiosos tiempo que había conseguido.
No se detuvo hasta llegar a las afueras de la ciudad, observando a su alrededor, no detectó ninguna presencia y con esa seguridad, soltó con cuidado el cuerpo que traía a cuestas, dejándola sentada en el suelo, con la espalda recargada contra un la mitad de un tronco en el suelo, mismo en el que ella apoyó su espalda y tomando aire, reacomodó su hombro liberando un gemido de dolor que pronto se desvaneció.
Su mirada bajó hasta su inesperada compañía y suspiró, ¿En qué problema se había metido ahora?
Lauren Von Krautzs- Condenado/Vampiro/Clase Alta
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Re: Mistakes [Privado]
Su pecho se estruje, ante sus ojos la presencia de los tres hombres ayuda en poco a paliar esa ansiedad que la embarga de pies a cabeza. La herida en el hombro es insoportable. La respiración agitada y el corazón bombeando a toda velocidad están a punto de flaquear dejando a su paso la oscuridad. Teme eso, reconoce que es una humana y como tal, se sobre-exigió a límites imposibles. Demasiado terca que es, se mantiene de pie en tanto ellos avanzan dejando a su paso la seguridad de que estos son sus últimos instantes porque por más que la mujer a su lado sea una licántropa, duda que pueda ayudar en esta labor. Si lo hiciera, se arriesga a ser malherida. Ya hizo demasiado para estas alturas del partido. Por última vez, se reclama el venir sin armas. ¿A quién se le ocurre? A su mente, por supuesto, sumergida en la angustia de buscar a su mejor amigo.
Debió ser más cuidadosa. No hay remedio para estas alturas. Lo peor es que se los va a dejar en bandeja de plata. Las piernas le flaquean, pierde el equilibrio cayendo de rodillas, la inercia lleva su cuerpo hacia el suelo. Justo antes de que sus ojos se cierren por fin, escucha el precio a su cabeza. Doscientas monedas. Demasiadas molestias para una simple venganza. Analizaría la situación en otro momento, hoy está demasiado agotada. Su último pensamiento se desliza hacia Ezequiel. Al menos morirá en el mismo sitio donde él lo hizo. Y como si alguien se burlara en lo profundo de su mente, le recuerdan que él recibió ayuda si los sedantes son señal de ello. La oscuridad la envuelve sin más qué decir o hacer. El cuerpo se sume en el descanso que necesita para mantener el aliento de vida por más tiempo.
La mente, es diferente. Busca atar todos los hilos. Sin conciencia, su profunda psique, aquélla donde todo es extraño, sale a flote creando sueños para dilucidar lo que durante los últimos diez años de su vida, Tatyana soportó. La muerte de sus padres, de sus tutores uno por uno, guardias, sirvientes, arrastrando a la rusa por los entresijos del escape y el anonimato hasta ser encontrada de nueva cuenta y volver al juego del gato y el ratón. ¿Cómo la identifican tan rápido? ¿Cómo la encuentran? No dejó rastros de migajas para ser descubierta. ¿Cómo entonces? Quien está tras sus pasos gasta fortunas por capturarla. Hoy, lo logró. Quisiera gritar, maldecir en todos los idiomas. Lo único que su inconsciente hace, es vaciar todo esto en sus sueños. La tortura mostrando todos los puntos, los aspectos a revisar y los mezcla con vivencias pasadas, futuras, donde un enorme ser la acecha. Un monstruo con la cara de uno de los guardias que más miedo le daba cuando infante, garras de gato y cuerpo de lobo. Que aúlla estirando su cuerpo, llevando la cabeza hacia el norte buscando halagar a la luna.
Otra vez ese aullido, su monstruo personal se acerca con los dientes expuestos, agazapado, el pelaje erizado. Se acerca, la rodea, su enorme hocico de hombre está alargado como si fuera una imitación de un licántropo, sólo que es caricaturesco pues la rusa en su vida vio uno transformado. Su mente juguetea, la enloquece, la preocupa, la angustia. Gruñidos, ladridos, gritos, amenazas, el olor de la sangre, la sensación del estómago hundido, el pitido en sus oídos al enterarse de los fallecimientos, señal inequívoca de la pérdida de presión. La resequedad de la boca cuando corre alejándose con rapidez de las escenas de muerte. Los sustos constantes en su vida, esperando que la atrapen, que la maten, que la alcancen. Con un respingo, abre los ojos en un lugar diferente al inicial, gime de dolor con el brazo inmóvil. El torniquete que le salva la vida ahora es el causante de su fiebre. Sus ojos recorren el lugar, su extremidad sana lleva su mano hacia la herida.
A duras penas puede recorrer sus labios con la lengua. - ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? - recorre el lugar con la vista, sus ojos reparan en la vampiresa. En tanto lucha por mantener la conciencia un momento más, sonríe a duras penas - gracias por no aceptar las monedas. Lamento las molestias, lo lamento mucho, todos los que me rodean terminan muertos - se encoge de hombros sintiendo que está colapsando porque los ojos se le llenan de lágrimas. El movimiento es castigado con un espasmo de dolor que mitiga con un gemido echando atrás la cabeza contra el tronco del árbol. - llevas diez años corriendo, es justo que te detengas, Tatyana - susurra las palabras que le dijera uno de sus mentores, la diferencia es que no habían transcurrido diez años cuando se lo dijo, sólo llevaba dos. El último de los consejeros de su padre murió de las maneras más horrendas: resbaló de lo alto de su hogar, cayendo hacia las puntas con filo de la verja. Imposible caer así, a menos que alguien le impulsara con tremenda fuerza.
Los pasos se escuchan, alguien se acerca. La opresión de su pecho es mayor - recomendaría que te marcharas. Gracias por ayudarme, pero no tienes la fuerza para defenderte de ellos. Me buscan a mí, vete y así estarás bien - alcanza a sonreír a duras penas. Reúne todas las fuerzas de su ser para intentar levantarse y por supuesto, cae de nuevo de culo - creo que me quedaré un poco más aquí. Sí, es un bonito lugar - su voz tiene un timbre de ironía. Al menos no es el callejón, se reconforta. Emite un suspiro profundo, audible, resignado. Cierra los ojos sintiendo las ganas de dejarse llevar por la inconsciencia. - Ya es suficiente, levántate y vete - ordena con voz tensa, molesta consigo misma. Reúne toda la fuerza poniéndose en pie instada por su deseo de salir de ahí, de no morir y darle el gusto a este bastardo que la persigue. Se sujeta del tronco del árbol para obtener algo de equilibrio. Odia dar espectáculos. Exhala fuerte, con un sonido de resignación. Tiene que continuar. No va a morir aquí, no quiere, no debe. Y como tal, sigue caminando hasta perderse en pos de un lugar donde estar.
Debió ser más cuidadosa. No hay remedio para estas alturas. Lo peor es que se los va a dejar en bandeja de plata. Las piernas le flaquean, pierde el equilibrio cayendo de rodillas, la inercia lleva su cuerpo hacia el suelo. Justo antes de que sus ojos se cierren por fin, escucha el precio a su cabeza. Doscientas monedas. Demasiadas molestias para una simple venganza. Analizaría la situación en otro momento, hoy está demasiado agotada. Su último pensamiento se desliza hacia Ezequiel. Al menos morirá en el mismo sitio donde él lo hizo. Y como si alguien se burlara en lo profundo de su mente, le recuerdan que él recibió ayuda si los sedantes son señal de ello. La oscuridad la envuelve sin más qué decir o hacer. El cuerpo se sume en el descanso que necesita para mantener el aliento de vida por más tiempo.
La mente, es diferente. Busca atar todos los hilos. Sin conciencia, su profunda psique, aquélla donde todo es extraño, sale a flote creando sueños para dilucidar lo que durante los últimos diez años de su vida, Tatyana soportó. La muerte de sus padres, de sus tutores uno por uno, guardias, sirvientes, arrastrando a la rusa por los entresijos del escape y el anonimato hasta ser encontrada de nueva cuenta y volver al juego del gato y el ratón. ¿Cómo la identifican tan rápido? ¿Cómo la encuentran? No dejó rastros de migajas para ser descubierta. ¿Cómo entonces? Quien está tras sus pasos gasta fortunas por capturarla. Hoy, lo logró. Quisiera gritar, maldecir en todos los idiomas. Lo único que su inconsciente hace, es vaciar todo esto en sus sueños. La tortura mostrando todos los puntos, los aspectos a revisar y los mezcla con vivencias pasadas, futuras, donde un enorme ser la acecha. Un monstruo con la cara de uno de los guardias que más miedo le daba cuando infante, garras de gato y cuerpo de lobo. Que aúlla estirando su cuerpo, llevando la cabeza hacia el norte buscando halagar a la luna.
Otra vez ese aullido, su monstruo personal se acerca con los dientes expuestos, agazapado, el pelaje erizado. Se acerca, la rodea, su enorme hocico de hombre está alargado como si fuera una imitación de un licántropo, sólo que es caricaturesco pues la rusa en su vida vio uno transformado. Su mente juguetea, la enloquece, la preocupa, la angustia. Gruñidos, ladridos, gritos, amenazas, el olor de la sangre, la sensación del estómago hundido, el pitido en sus oídos al enterarse de los fallecimientos, señal inequívoca de la pérdida de presión. La resequedad de la boca cuando corre alejándose con rapidez de las escenas de muerte. Los sustos constantes en su vida, esperando que la atrapen, que la maten, que la alcancen. Con un respingo, abre los ojos en un lugar diferente al inicial, gime de dolor con el brazo inmóvil. El torniquete que le salva la vida ahora es el causante de su fiebre. Sus ojos recorren el lugar, su extremidad sana lleva su mano hacia la herida.
A duras penas puede recorrer sus labios con la lengua. - ¿Qué pasó? ¿Dónde estoy? - recorre el lugar con la vista, sus ojos reparan en la vampiresa. En tanto lucha por mantener la conciencia un momento más, sonríe a duras penas - gracias por no aceptar las monedas. Lamento las molestias, lo lamento mucho, todos los que me rodean terminan muertos - se encoge de hombros sintiendo que está colapsando porque los ojos se le llenan de lágrimas. El movimiento es castigado con un espasmo de dolor que mitiga con un gemido echando atrás la cabeza contra el tronco del árbol. - llevas diez años corriendo, es justo que te detengas, Tatyana - susurra las palabras que le dijera uno de sus mentores, la diferencia es que no habían transcurrido diez años cuando se lo dijo, sólo llevaba dos. El último de los consejeros de su padre murió de las maneras más horrendas: resbaló de lo alto de su hogar, cayendo hacia las puntas con filo de la verja. Imposible caer así, a menos que alguien le impulsara con tremenda fuerza.
Los pasos se escuchan, alguien se acerca. La opresión de su pecho es mayor - recomendaría que te marcharas. Gracias por ayudarme, pero no tienes la fuerza para defenderte de ellos. Me buscan a mí, vete y así estarás bien - alcanza a sonreír a duras penas. Reúne todas las fuerzas de su ser para intentar levantarse y por supuesto, cae de nuevo de culo - creo que me quedaré un poco más aquí. Sí, es un bonito lugar - su voz tiene un timbre de ironía. Al menos no es el callejón, se reconforta. Emite un suspiro profundo, audible, resignado. Cierra los ojos sintiendo las ganas de dejarse llevar por la inconsciencia. - Ya es suficiente, levántate y vete - ordena con voz tensa, molesta consigo misma. Reúne toda la fuerza poniéndose en pie instada por su deseo de salir de ahí, de no morir y darle el gusto a este bastardo que la persigue. Se sujeta del tronco del árbol para obtener algo de equilibrio. Odia dar espectáculos. Exhala fuerte, con un sonido de resignación. Tiene que continuar. No va a morir aquí, no quiere, no debe. Y como tal, sigue caminando hasta perderse en pos de un lugar donde estar.
TEMA FINALIZADO
Tatyana Holstein-Gottorp- Humano Clase Media
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