AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un milione di sogni-Privado +18
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Un milione di sogni-Privado +18
Recuerdo del primer mensaje :
“Menti e dimmi che era tutto un sogno,
tu sei qui e mi costringerai a non lasciarmi mai andare.”
De la noche del reencuentro, habían pasado los días suficientes para ordenar sus pensamientos y encontrarse con su yo del pasado a solas, preguntándole qué debía de hacer y cómo comportarse después de todo este espacio de tiempo. Anna Gilbert, la dama que lo había salvado de cometer como ella mismo dijo, una soberana estupidez; disfrutaba de la visión del italiano sentado al piano de cola. Desde niño le fascinaba la música, gracias a su madre aprendió a tocar el piano pero nunca compuso piezas propias, él se sentía más cómodo entre fogones y horas y horas cocinando con Nanna Gianetti.
La mujer sonrió, se había salido con la suya y aunque fue un chantaje emocional, surtió efecto. La anciana alegó encontrarse indispuesta y necesitar de su compañía pues a fin de cuentas, se tenían el uno al otro. No se le ocurrió decirle cuándo sería el almuerzo con la hermosa joven Lorette, seguramente en su intento de pensar en todos menos en él mismo, se terminaría marchando con alguna excusa y palabras en italiano para que la señora no preguntase, lo entendía a medias y por no hacerse un lío, terminaba por no preguntar y dejar el tema en cuestión. Esos días, el italiano no fue el mismo, por mucho que intentó fingir para ella, no había secreto alguno, pensaba en ella, la mirada esmeralda se perdía tiznados de melancolía y tristeza, anhelo y …sí, amore.
-Se nota que te ha criado una gran mujer, sabes cómo querer y cuidar a las mujeres. No me mires así, niño, si por mí fuese te habría sacado de ese lugar donde trabajas y venirte aquí conmigo, hasta que te cases. Pagaría tus deudas, me sobra el dinero pero eres tan testarudo y modesto que prefieres seguir en tu empeño en hacerlo todo más difícil -pese a como el tono empleado al final de la frase fue brusco por parte de la fémina , la traviesa risa del italiano se camufló entre algunas notas sueltas provenientes del piano.
-Todo a su tempo, tempo al tempo. Ya haces demasiado por mí, llevo los pagos al día y llegará un día en el que ya no tenga que hacerlo. No quiero que tu nombre y menos el apellido quede reflejado en ninguna parte, investigarán y si consiguen saber quién es el generoso donante…mejor no quiero ni pensarlo ¿no vamos a almorzar? Creía que era a la hora que sueles hacerlo -la mujer simplemente se encogió de hombros, dejando escapar un suspiro desanimado, todo sería tan diferente… -Pronto, tengo que hacer tiempo para tomarme la infusión con el brebaje de los mil demonios que me ha dado ese matasanos -Éferon volvió a reír por lo bajo, las notas sueltas fueron haciéndose una pieza y la señora Gilbert se mantuvo en silencio escuchándole, la hermosa imagen del italiano acariciando el piano con sus finas y delicadas manos, como si de una mujer se tratase. La luz que entraba por uno de los ventanales, lo iluminaba como el protagonista de la gran sala, Anna sonrió con ternura, esa canción se la había oído tararear alguna vez distraído y esa tarde, la tocaba a conciencia, estaba segura que se acordaba de alguien.
La puerta principal sonó de fondo, hicieron llamar a la dama quien abandonó la estancia sin que él se diese cuenta, siguió tocando, esa faceta seguramente Lorette no la conociese, eran unos críos y pese a la pasión y el amor, no se llegaron a conocer realmente. Fue la señora Gilbert quién la recibió con una sonrisa, no solía andarse por las ramas así que fue directa como ella solo podía serlo.
-Está en la biblioteca, almorzaremos cuando sea conveniente, gracias por venir, querida ¡tengo que preparar las cartas a Éferon! Si me disculpais, he de ausentarme un momento, en cuanto baje podremos disfrutar del almuerzo -como actriz no podría llevarse ni un mísero franco, se notaba a leguas que la guiaba a las puertas del pasado en donde ambos debían afrontar y escucharse de una vez, como de jóvenes fueron incapaces de serlo.
“Menti e dimmi che era tutto un sogno,
tu sei qui e mi costringerai a non lasciarmi mai andare.”
- Traduzione:
- Miénteme y dime que todo fue un sueño, estás aquí y me obligarás a no soltarte jamás.
De la noche del reencuentro, habían pasado los días suficientes para ordenar sus pensamientos y encontrarse con su yo del pasado a solas, preguntándole qué debía de hacer y cómo comportarse después de todo este espacio de tiempo. Anna Gilbert, la dama que lo había salvado de cometer como ella mismo dijo, una soberana estupidez; disfrutaba de la visión del italiano sentado al piano de cola. Desde niño le fascinaba la música, gracias a su madre aprendió a tocar el piano pero nunca compuso piezas propias, él se sentía más cómodo entre fogones y horas y horas cocinando con Nanna Gianetti.
La mujer sonrió, se había salido con la suya y aunque fue un chantaje emocional, surtió efecto. La anciana alegó encontrarse indispuesta y necesitar de su compañía pues a fin de cuentas, se tenían el uno al otro. No se le ocurrió decirle cuándo sería el almuerzo con la hermosa joven Lorette, seguramente en su intento de pensar en todos menos en él mismo, se terminaría marchando con alguna excusa y palabras en italiano para que la señora no preguntase, lo entendía a medias y por no hacerse un lío, terminaba por no preguntar y dejar el tema en cuestión. Esos días, el italiano no fue el mismo, por mucho que intentó fingir para ella, no había secreto alguno, pensaba en ella, la mirada esmeralda se perdía tiznados de melancolía y tristeza, anhelo y …sí, amore.
-Se nota que te ha criado una gran mujer, sabes cómo querer y cuidar a las mujeres. No me mires así, niño, si por mí fuese te habría sacado de ese lugar donde trabajas y venirte aquí conmigo, hasta que te cases. Pagaría tus deudas, me sobra el dinero pero eres tan testarudo y modesto que prefieres seguir en tu empeño en hacerlo todo más difícil -pese a como el tono empleado al final de la frase fue brusco por parte de la fémina , la traviesa risa del italiano se camufló entre algunas notas sueltas provenientes del piano.
-Todo a su tempo, tempo al tempo. Ya haces demasiado por mí, llevo los pagos al día y llegará un día en el que ya no tenga que hacerlo. No quiero que tu nombre y menos el apellido quede reflejado en ninguna parte, investigarán y si consiguen saber quién es el generoso donante…mejor no quiero ni pensarlo ¿no vamos a almorzar? Creía que era a la hora que sueles hacerlo -la mujer simplemente se encogió de hombros, dejando escapar un suspiro desanimado, todo sería tan diferente… -Pronto, tengo que hacer tiempo para tomarme la infusión con el brebaje de los mil demonios que me ha dado ese matasanos -Éferon volvió a reír por lo bajo, las notas sueltas fueron haciéndose una pieza y la señora Gilbert se mantuvo en silencio escuchándole, la hermosa imagen del italiano acariciando el piano con sus finas y delicadas manos, como si de una mujer se tratase. La luz que entraba por uno de los ventanales, lo iluminaba como el protagonista de la gran sala, Anna sonrió con ternura, esa canción se la había oído tararear alguna vez distraído y esa tarde, la tocaba a conciencia, estaba segura que se acordaba de alguien.
La puerta principal sonó de fondo, hicieron llamar a la dama quien abandonó la estancia sin que él se diese cuenta, siguió tocando, esa faceta seguramente Lorette no la conociese, eran unos críos y pese a la pasión y el amor, no se llegaron a conocer realmente. Fue la señora Gilbert quién la recibió con una sonrisa, no solía andarse por las ramas así que fue directa como ella solo podía serlo.
-Está en la biblioteca, almorzaremos cuando sea conveniente, gracias por venir, querida ¡tengo que preparar las cartas a Éferon! Si me disculpais, he de ausentarme un momento, en cuanto baje podremos disfrutar del almuerzo -como actriz no podría llevarse ni un mísero franco, se notaba a leguas que la guiaba a las puertas del pasado en donde ambos debían afrontar y escucharse de una vez, como de jóvenes fueron incapaces de serlo.
- Canzone:
Última edición por Éferon Gianetti el Mar Nov 20, 2018 6:27 pm, editado 1 vez
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/01/2016
Localización : La ciudad del amore , París.
Re: Un milione di sogni-Privado +18
Lorette había formulado las palabras y como si fueran una clave mágica sintió que Éferon tomaba totalmente el control de la situación y ella le dejó hacer encantada. Buscó la cercanía entre sus cuerpos, cada centímetro de su piel pegada a la de ella y tanteando sus músculos con timidez. Sus hombros, su espalda arqueada sobre ella, sus brazos y antebrazos. Depositó besos suaves sobre su cuello, alternados con algunos mordiscos mientras él hacía lo propio con el suyo, cada uno devorando una parte del cuerpo del otro, como dos leones que se buscan. Habían compartido su cuerpo con anterioridad pero aquella vez se le antojaba... diferente.
- Uhmmm... ahh... –era incapaz de formular palabras conexas o con algún sentido y menos aún cuando se aproximó a sus pechos. Solo el camisón se interponía entre ellos y su boca y entonces sintió como él se lo bajaba y dejaba sus pálidos senos al descubierto. Su primer instinto fue enrojecer, pero cuando la boca de él se aventuró a ellos perdió totalmente la capacidad de pensar y se abandonó en cuerpo y alma a aquel placer que hacía que todo el cuerpo le ardiera como si tuviera la mayor de las fiebres.
Todo su cuerpo se arqueaba hacia él, como dos imanes de diferente carga que se llamaban, inseparables. Él jugaba con sus pechos y ella era incapaz de hacer nada más que abandonarse a la situación, moviendo las manos de forma casi desesperaba e intentando aferrarse a su cuello.- Yo... soy... toda tuya -dijo para complacerle, como le había pedido. Aquellas palabras le habían costado tanto que a penas fueron otro susurro ronco, ahora su boca viajaba por su vientre hacia su zona femenina y sentía que iba a estallar del calor y el ardor en cualquier momento.
Le oyó pronunciar que era suyo y sintió aquellas palabras como nunca había sentido nada en su vida. La intimidad física, la conexión, él pronunciando que era suyo, todo aquello era demasiado abrumador, demasiado embriagador para pensar en nada más en el mundo. Y entonces él le arrebató la única prenda de ropa que Lorette aún conservaba y en aquel momento se sintió vulnerable, expuesta y supo que jamás habría elegido a ninguna otra persona en todo el mundo para demostrarle su vulnerabilidad. Y comenzó el placer cuando sus labios se aventuraron en su sexo, cerró los ojos con fuerza y se dejó hacer, enloqueciendo, gimiendo suavemente y enredando sus dedos en su pelo nuevamente, tan sedoso, tan suave.
Sentía que iba a reventar del placer y algo dentro de ella la apremió a tomar el control, apartó suavemente la boca del italiano y se medio incorporó, mientras con inusitada maestría se deshacía de sus pantalones, hecho al que él no se resistió en absoluto. Ella mordió suavemente su cuello, jugueteó con él y sintió que ahora ella era la que llevaba la voz cantante en aquel momento. Con un gesto rápido, se colocó encima de él y Éferon quedó justo debajo, sentado y ella a ahorcajadas sobre él, quería tenerle a centímetros. Se recreó visualmente en su boca, sus ojos, su torso, su miembro, todo él. Volvió a tocarle, esta vez la mejilla y entonces con delicadeza, con timidez, todo típico de Lorette, casi como pidiendo permiso, le introdujo dentro de ella y buscó la conexión máxima con aquel hombre al que, ahora tenía la certeza, amaba locamente.
- Uhmmm... ahh... –era incapaz de formular palabras conexas o con algún sentido y menos aún cuando se aproximó a sus pechos. Solo el camisón se interponía entre ellos y su boca y entonces sintió como él se lo bajaba y dejaba sus pálidos senos al descubierto. Su primer instinto fue enrojecer, pero cuando la boca de él se aventuró a ellos perdió totalmente la capacidad de pensar y se abandonó en cuerpo y alma a aquel placer que hacía que todo el cuerpo le ardiera como si tuviera la mayor de las fiebres.
Todo su cuerpo se arqueaba hacia él, como dos imanes de diferente carga que se llamaban, inseparables. Él jugaba con sus pechos y ella era incapaz de hacer nada más que abandonarse a la situación, moviendo las manos de forma casi desesperaba e intentando aferrarse a su cuello.- Yo... soy... toda tuya -dijo para complacerle, como le había pedido. Aquellas palabras le habían costado tanto que a penas fueron otro susurro ronco, ahora su boca viajaba por su vientre hacia su zona femenina y sentía que iba a estallar del calor y el ardor en cualquier momento.
Le oyó pronunciar que era suyo y sintió aquellas palabras como nunca había sentido nada en su vida. La intimidad física, la conexión, él pronunciando que era suyo, todo aquello era demasiado abrumador, demasiado embriagador para pensar en nada más en el mundo. Y entonces él le arrebató la única prenda de ropa que Lorette aún conservaba y en aquel momento se sintió vulnerable, expuesta y supo que jamás habría elegido a ninguna otra persona en todo el mundo para demostrarle su vulnerabilidad. Y comenzó el placer cuando sus labios se aventuraron en su sexo, cerró los ojos con fuerza y se dejó hacer, enloqueciendo, gimiendo suavemente y enredando sus dedos en su pelo nuevamente, tan sedoso, tan suave.
Sentía que iba a reventar del placer y algo dentro de ella la apremió a tomar el control, apartó suavemente la boca del italiano y se medio incorporó, mientras con inusitada maestría se deshacía de sus pantalones, hecho al que él no se resistió en absoluto. Ella mordió suavemente su cuello, jugueteó con él y sintió que ahora ella era la que llevaba la voz cantante en aquel momento. Con un gesto rápido, se colocó encima de él y Éferon quedó justo debajo, sentado y ella a ahorcajadas sobre él, quería tenerle a centímetros. Se recreó visualmente en su boca, sus ojos, su torso, su miembro, todo él. Volvió a tocarle, esta vez la mejilla y entonces con delicadeza, con timidez, todo típico de Lorette, casi como pidiendo permiso, le introdujo dentro de ella y buscó la conexión máxima con aquel hombre al que, ahora tenía la certeza, amaba locamente.
Última edición por Lorette D. Lefoy el Lun Dic 03, 2018 1:37 pm, editado 1 vez
Lorette D. Lefoy- Hechicero Clase Alta
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Re: Un milione di sogni-Privado +18
El deseo era mutuo, disfrutaba con verla retorcerse entre sus brazos, anhelando las caricias repartidas en su cuerpo y desear aún más pues, never enough . La imagen de Lorie, le recordaba a una flor a punto de florecer, era hermosa vestida pero desnuda…sublime, Éferon no podía apartar la mirada de ella, para el italiano lo más importante era darle todo pues le había prometido una noche.
Oír cada gemido mezclado con su nombre le erizaba la piel, el contacto no se perdía en ningún instante. La mirada del italiano centrada en cada parte de su cuerpo, descansando en los labios entreabiertos que no se detenían en recordarle que era suya, no podía sentirse aún más dichoso. Rió travieso cuando los papeles se intercambiaron, la dejó a su merced acomodándose entre las sabanas, enredando los dedos en el cabello dorado que caía en cascada en su espalda y las yemas de sus dedos, bordearon la delicada cintura.
El momento tan esperado, en el que sus almas danzarían al mismo son, bailando dentro de sus cuerpos…juntas y abrazadas, haciéndose la promesa vana de no soltarse jamás. Éferon apoyó la frente en la de Lorie, dejando un dulce beso en su nariz, reclamando suyos los labios ajenos, hinchados por los besos y mordiscos, regalándole mil más. cuando el baile dio comienzo, las manos del italiano se enredaron en su espalda, sintiendo tantas emociones que desconocía… un placer que le nubló la razón.
Como en aquella pieza de baile, el primero de ambos…éste reflejaba la necesidad y el amor profesado al otro, querían más, deseaban seguir hasta que se fundieran en uno y cuánto deseó Éferon tal cosa, ser suyo y viceversa. Bebió de su boca, marcó su cuello sin querer, llevado por el deseo desconocido, los movimientos en los que ella marcaba el control, le perdían…se abandonó al placer abrazándola contra sí, dándole todo con todo su ser.
Dos almas que se habían buscado durante estos siete años y ahora, danzaban juntas dispuestas a no dejar a la otra marchar. Éferon sonrió con la respiración entrecortada, verla danzar sobre él totalmente perdida en el placer y el deseo, el amor que mostraban los dulces ojos de Lorie…terminó por estallar en un torrente de emociones, abrazado a ella. Un abrazo del que se negaba a abandonar aún perteneciéndole, sin salir de ella…afianzándose al único pilar que lo sostenía. No dijo nada, sonreía y estaba con él, como un niño hundió su rostro en el delicado cuello ajeno al que besó con deleite, susurrando su nombre y pedirle en silencio que se quedase las noches siguientes.
Quietos, abrazados y totalmente saciados en cuerpo, sus almas brillaban en ambas miradas… perdidas en el otro, Éferon acarició su mejilla y no tuvo que decir nada, la quería y para él ningún momento se asemejaba al haberle pertenecido esa noche.
Oír cada gemido mezclado con su nombre le erizaba la piel, el contacto no se perdía en ningún instante. La mirada del italiano centrada en cada parte de su cuerpo, descansando en los labios entreabiertos que no se detenían en recordarle que era suya, no podía sentirse aún más dichoso. Rió travieso cuando los papeles se intercambiaron, la dejó a su merced acomodándose entre las sabanas, enredando los dedos en el cabello dorado que caía en cascada en su espalda y las yemas de sus dedos, bordearon la delicada cintura.
El momento tan esperado, en el que sus almas danzarían al mismo son, bailando dentro de sus cuerpos…juntas y abrazadas, haciéndose la promesa vana de no soltarse jamás. Éferon apoyó la frente en la de Lorie, dejando un dulce beso en su nariz, reclamando suyos los labios ajenos, hinchados por los besos y mordiscos, regalándole mil más. cuando el baile dio comienzo, las manos del italiano se enredaron en su espalda, sintiendo tantas emociones que desconocía… un placer que le nubló la razón.
Como en aquella pieza de baile, el primero de ambos…éste reflejaba la necesidad y el amor profesado al otro, querían más, deseaban seguir hasta que se fundieran en uno y cuánto deseó Éferon tal cosa, ser suyo y viceversa. Bebió de su boca, marcó su cuello sin querer, llevado por el deseo desconocido, los movimientos en los que ella marcaba el control, le perdían…se abandonó al placer abrazándola contra sí, dándole todo con todo su ser.
Dos almas que se habían buscado durante estos siete años y ahora, danzaban juntas dispuestas a no dejar a la otra marchar. Éferon sonrió con la respiración entrecortada, verla danzar sobre él totalmente perdida en el placer y el deseo, el amor que mostraban los dulces ojos de Lorie…terminó por estallar en un torrente de emociones, abrazado a ella. Un abrazo del que se negaba a abandonar aún perteneciéndole, sin salir de ella…afianzándose al único pilar que lo sostenía. No dijo nada, sonreía y estaba con él, como un niño hundió su rostro en el delicado cuello ajeno al que besó con deleite, susurrando su nombre y pedirle en silencio que se quedase las noches siguientes.
Quietos, abrazados y totalmente saciados en cuerpo, sus almas brillaban en ambas miradas… perdidas en el otro, Éferon acarició su mejilla y no tuvo que decir nada, la quería y para él ningún momento se asemejaba al haberle pertenecido esa noche.
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
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Fecha de inscripción : 21/01/2016
Localización : La ciudad del amore , París.
Re: Un milione di sogni-Privado +18
Ella era suya y él era suyo, punto y final. No había pensamiento más cierto ni realidad más tangible en aquel momento en el que conectaron por fin sus cuerpos y sus almas. Todo ese deseo desató un torrente de necesidad, en el que ninguno de los dos controlaba la situación y ambos se dejaban arrastrar irremediablemente por ella, como un río totalmente desbocado, como la lluvia que caía y que se veía a través de las ventanas, total y absolutamente imparable, natural.
Ambos disfrutaban aquella noche en la que conectaban a absolutamente todos los niveles. Fue hermoso, fue apasionado y lleno de besos, caricias, miradas fugaces y sobre todo mucho fuego. Aquel fuego que parecía extinto tras 7 años estaba más vivo que nunca, llameaba con fuerza, incontrolable y amenazaba con consumirles a ambos aquella noche. Estaban totalmente abrazados, se movían en perfecta sintonía, de forma armoniosa y como si jamás hubieran sabido hacer otra cosa que estar el uno en los brazos del otro.
Aquel momento se intensificó y aumentó el placer, sus respiraciones agitadas, sus cuerpos tan pegados que si fuera posible se habrían fusionado ya en un solo ser. Sentía tanto, Lorette tenía tal torrente de emociones interno que con un gemido casi lastimero se abandonó a la situación cuando ambos alcanzaron el clímax juntos. A penas fue capaz de abrir los ojos, aturdida, extasiada, emocionada. Entonces con los ojos cerrados acarició el cabello de Éferon cuando este hundió la cara en su cuello, ambos agotados pero insultantemente felices. Y qué desgraciado era el destino, que les había dado un momento de paz antes de la mayor de las tormentas.
Totalmente rendidos pero incapaces de soltarse, ambos se recostaron sobre la cama y dejaron que la promesa del sueño se hiciera dueña de sus mentes y de sus ojos. Había muchas palabras que decir, pero no eran necesarias, se lo habían dicho todo en el silencio y la pasión de aquella noche, había sido una promesa de amor más auténtica que nada que se pudiera pronunciar. Y totalmente el uno unido al otro, dedos entrelazados, Lorette descansando la cabeza sobre el pecho de Éferon, así encontraron el sueño y el descanso. Y entonces Lorette, al final de la noche, tuvo su segunda premonición aquel día, una premonición teñida de dolor con la que supo comprender la primera.
"En esta segunda premonición vio a una mujer rubia realmente atractiva. Sus rasgos eran de lo más exuberantes y llamativos, parecía una versión mas sensual de ella misma. La mujer estaba sentada en un lugar que ella no era capaz de identificar, probablemente algún tipo de cafetería y entonces un hombre sonriente se reunía con ella, Éferon. Ambos hablaban, comentaban algo sobre una fiesta de compromiso, del anuncio que ya habían dado hacía tiempo y en el dedo de ella se podía ver, claro como el agua, un anillo de compromiso. Él tomó la mano de la mujer y la visión se desdibujó en aquel momento."
Lorette despertó justo al final de su premonición, completamente aturdida. Éferon dormía plácidamente a su lado y por la ventana pudo ver que la lluvia había cesado y que los primeros rayos naranjas del amanecer hacían su aparición en un cielo totalmente despejado, debía ser realmente temprano. Se llevó una mano al pecho y boqueó, sintiendo que no podía respirar. No era una falta de aire real, pero así era como se sentía en ese momento. Temblando como una hoja se separó ligeramente del abrazo del hombre, se levantó y le observó desde su altura pegada a la cama, se llevo las manos a la boca absolutamente incapaz de asumir lo que acababa de ver. Éferon estaba prometido, llevaba prometido semanas y no se lo había dicho. Sintió un dolor en el pecho totalmente nuevo, si creía haber sentido dolor el día anterior cuando hablaron sobre su marcha, aquello parecían cosquillas en comparación.
Se dobló contra sí misma y se sujeto el cuerpo, temerosa de que si no se agarraba se haría pedazos en aquel lugar. No, todo aquello tenía que ser mentira, tal vez podía despertarle, suplicarle que le dijera que había sido un sueño fruto de su imaginación. Pero lo sabía, sabía que sus premoniciones jamás se equivocaban, nunca y aquella explicaba la primera que había tenido la noche anterior. Todavía temblando se tambaleó hasta el escritorio que tenía Éferon frente a la ventana y buscó papel, pluma y tinta y empezó a escribir...
Cuando acabó miró lo que acababa de redactar y sintió que un pedazo de su corazón, un trozo marchito y desolado, iba en aquella última carta que iba a dejarle. Se levantó, se puso su ropa interior y se acercó a la cama, donde él dormía tranquilamente, completamente ajeno a lo que estaba pasando en aquel momento y al dolor que había causado en su corazón. Lorette depositó la nota en la almohada, donde debería haber estado ella, le miró una última vez más, sintiendo el ardor amargo de las lágrimas en sus ojos y se marchó del cuarto.
Entró en la habitación de invitados, se vistió a toda prisa y de mala manera, deseaba salir corriendo de aquella casa, deseaba marcharse y jamás regresar a París. No podía ser, no podía entender como el destino le había regalado la mayor de las felicidades y después se la había arrancado de cuajo. Seguía temblando, ahora de forma violenta, tuvo que agarrarse a la barandilla para poder llegar abajo y abrió la puerta de la casa a duras penas, pues no veía ya absolutamente nada en el torrente de lágrimas que salía de sus ojos, lágrimas furiosas, desoladoras y totalmente incontrolables, como había sido la lluvia el día anterior. Cuando salió a la calle ni se molestó en buscar un coche, caminó, sin rumbo, como si vagara, aturdida, llorando como una magdalena y sujetándose el corazón como si fuera a romperse.
Ambos disfrutaban aquella noche en la que conectaban a absolutamente todos los niveles. Fue hermoso, fue apasionado y lleno de besos, caricias, miradas fugaces y sobre todo mucho fuego. Aquel fuego que parecía extinto tras 7 años estaba más vivo que nunca, llameaba con fuerza, incontrolable y amenazaba con consumirles a ambos aquella noche. Estaban totalmente abrazados, se movían en perfecta sintonía, de forma armoniosa y como si jamás hubieran sabido hacer otra cosa que estar el uno en los brazos del otro.
Aquel momento se intensificó y aumentó el placer, sus respiraciones agitadas, sus cuerpos tan pegados que si fuera posible se habrían fusionado ya en un solo ser. Sentía tanto, Lorette tenía tal torrente de emociones interno que con un gemido casi lastimero se abandonó a la situación cuando ambos alcanzaron el clímax juntos. A penas fue capaz de abrir los ojos, aturdida, extasiada, emocionada. Entonces con los ojos cerrados acarició el cabello de Éferon cuando este hundió la cara en su cuello, ambos agotados pero insultantemente felices. Y qué desgraciado era el destino, que les había dado un momento de paz antes de la mayor de las tormentas.
Totalmente rendidos pero incapaces de soltarse, ambos se recostaron sobre la cama y dejaron que la promesa del sueño se hiciera dueña de sus mentes y de sus ojos. Había muchas palabras que decir, pero no eran necesarias, se lo habían dicho todo en el silencio y la pasión de aquella noche, había sido una promesa de amor más auténtica que nada que se pudiera pronunciar. Y totalmente el uno unido al otro, dedos entrelazados, Lorette descansando la cabeza sobre el pecho de Éferon, así encontraron el sueño y el descanso. Y entonces Lorette, al final de la noche, tuvo su segunda premonición aquel día, una premonición teñida de dolor con la que supo comprender la primera.
"En esta segunda premonición vio a una mujer rubia realmente atractiva. Sus rasgos eran de lo más exuberantes y llamativos, parecía una versión mas sensual de ella misma. La mujer estaba sentada en un lugar que ella no era capaz de identificar, probablemente algún tipo de cafetería y entonces un hombre sonriente se reunía con ella, Éferon. Ambos hablaban, comentaban algo sobre una fiesta de compromiso, del anuncio que ya habían dado hacía tiempo y en el dedo de ella se podía ver, claro como el agua, un anillo de compromiso. Él tomó la mano de la mujer y la visión se desdibujó en aquel momento."
Lorette despertó justo al final de su premonición, completamente aturdida. Éferon dormía plácidamente a su lado y por la ventana pudo ver que la lluvia había cesado y que los primeros rayos naranjas del amanecer hacían su aparición en un cielo totalmente despejado, debía ser realmente temprano. Se llevó una mano al pecho y boqueó, sintiendo que no podía respirar. No era una falta de aire real, pero así era como se sentía en ese momento. Temblando como una hoja se separó ligeramente del abrazo del hombre, se levantó y le observó desde su altura pegada a la cama, se llevo las manos a la boca absolutamente incapaz de asumir lo que acababa de ver. Éferon estaba prometido, llevaba prometido semanas y no se lo había dicho. Sintió un dolor en el pecho totalmente nuevo, si creía haber sentido dolor el día anterior cuando hablaron sobre su marcha, aquello parecían cosquillas en comparación.
Se dobló contra sí misma y se sujeto el cuerpo, temerosa de que si no se agarraba se haría pedazos en aquel lugar. No, todo aquello tenía que ser mentira, tal vez podía despertarle, suplicarle que le dijera que había sido un sueño fruto de su imaginación. Pero lo sabía, sabía que sus premoniciones jamás se equivocaban, nunca y aquella explicaba la primera que había tenido la noche anterior. Todavía temblando se tambaleó hasta el escritorio que tenía Éferon frente a la ventana y buscó papel, pluma y tinta y empezó a escribir...
Cuando acabó miró lo que acababa de redactar y sintió que un pedazo de su corazón, un trozo marchito y desolado, iba en aquella última carta que iba a dejarle. Se levantó, se puso su ropa interior y se acercó a la cama, donde él dormía tranquilamente, completamente ajeno a lo que estaba pasando en aquel momento y al dolor que había causado en su corazón. Lorette depositó la nota en la almohada, donde debería haber estado ella, le miró una última vez más, sintiendo el ardor amargo de las lágrimas en sus ojos y se marchó del cuarto.
- Adiós:
Entró en la habitación de invitados, se vistió a toda prisa y de mala manera, deseaba salir corriendo de aquella casa, deseaba marcharse y jamás regresar a París. No podía ser, no podía entender como el destino le había regalado la mayor de las felicidades y después se la había arrancado de cuajo. Seguía temblando, ahora de forma violenta, tuvo que agarrarse a la barandilla para poder llegar abajo y abrió la puerta de la casa a duras penas, pues no veía ya absolutamente nada en el torrente de lágrimas que salía de sus ojos, lágrimas furiosas, desoladoras y totalmente incontrolables, como había sido la lluvia el día anterior. Cuando salió a la calle ni se molestó en buscar un coche, caminó, sin rumbo, como si vagara, aturdida, llorando como una magdalena y sujetándose el corazón como si fuera a romperse.
Lorette D. Lefoy- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 176
Fecha de inscripción : 07/11/2018
Localización : París, Francia
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Re: Un milione di sogni-Privado +18
La primera vez nunca se olvidaba, cuando te entregabas a alguien en cuerpo y alma, olvidándolo todo y dejarse llevar por las emociones y sentimientos, todo lo demás carecía de sentido. La pasión se vio reflejada en sus cuerpos danzar al unísono, necesitando aún más y alcanzar el clímax ansiado, tan desconocido para el italiano mezclado con los sentimientos. Él nunca había hecho el amor, lo supo esa misma noche en la que perderse con ella borró todo rastro y esencia de cada mujer que pasó por sus brazos.
Todo lo vivido con las féminas del pasado, se volvió ceniza, no recordaba sus rostros, ni el olor de su esencia, ni la forma de sus cuerpos al tacto de sus manos, sólo necesitaba perderse una vez más en ella, sus ojos felinos le mostraron lo feliz y la satisfacción de poder tenerla entre sus brazos, podía acostumbrarse a pasar cada una de sus noches en vela tan sólo con contemplarla, por darle placer y crear mil y una caricias y besos perdidos y anclados en el tiempo.
Sonrió contra sus pétalos, abandonándose a los brazos de Morfeo donde esa noche permanecería abrazado a ella. Un suspiro de alivio, los dedos enredados en su sedoso cabello dedicándole las últimas caricias antes de caer plácidamente dormido. No solía dormir bien, muchas noches las pasaba en vela aparte de su oficio, le era imposible conciliar el sueño después de tantos años de espera, de confusión, rabia y resignación, interrogantes y respuestas incorrectas. Pero por fin había encontrado la llave de su felicidad, se había olvidado tanto de todo que no fue consciente que sus tratos y la vida forjada en ese tiempo, le impediría avanzar.
Éferon tardó en despertarse, la paz que le invadía ocasionó un sueño reparador al que no acostumbraba. Sin perder la sonrisa, estiró el brazo, dispuesto a atraer a Lorie hacia sí pero lejos de encontrarse con su piel desnuda, un papel se enredó entre sus dedos. Confuso , entreabrió sus esmeraldas buscándola con la mirada, la ropa por el suelo no se hallaba, ni algún sonido proveniente del baño, sólo los ruidos habituales de la casa… como si hubiese soñado una vez más. No, no podía haber sido un sueño, fue real. Quiso decir su nombre en voz alta, llamarla pero tuvo miedo de no recibir respuesta por lo que apretó los labios sin atreverse a moverse.
Tragó saliva, relamiéndose los labios, aún sabían a moras silvestres…el sabor inconfundible de ella, la nota rozaba sus dedos. Tardó en tomar el papel por si lo que había escrito era de su agrado, si no se encontraba y se había ido…no podía ser un “te veo más tarde”. El deseo de despertar con ella se había esfumado como dio fin la terrible tormenta de anoche, la que le entregó a sus brazos y consiguió hacerle sentir tanto. La sonrisa por los recuerdos seguía intacta, qué necio, no podía ser una despedida..y su mirada se perdió en el papel, a cada palabra su corazón comenzó a latir apresurado, la respiración se volvió incontrolable y sintió que le faltaba el aire. “Me marcho…no me busques…prometida…sé feliz…te amo”. No, no podía estar pasando, la sonrisa se le borró de golpe arrugando el papel entre sus manos, la felicidad se le había vuelto a escapar de las manos. Negó con la cabeza, imaginándose la reacción de Lorie al enterarse de su compromiso, el daño que supondría la sola idea de verlo con otra, el dolor que habría sentido al conocer la noticia y…se derrumbó.
Volvió a hacerle daño, no fue sincero y había dejado que pasase jugando con sus sentimientos. ¿cómo iba a presentarle al Éferon que se vendía a la mejor postora? Caricias y besos comprados, convirtiéndose en un actor diferente para cada mujer, actuaba a medida que ellas le pedían y nunca fue él mismo hasta anoche. Se levantó como un resorte, su mísera vida le impedía ser feliz, estaba encadenado al pasado, en el mismo día que ese maldito hombre murió. No le confesó ningún secreto y ella fue transparente en todo momento, fue sincera en la biblioteca y él…no, ¿cómo iba a perdonárselo si él mismo no lo hacía consigo mismo?
De una brazada tiró los adornos de la cómoda, se vio reflejado en el espejo, un hombre roto al que no podría recomponer aunque mil vidas pasasen. Con la respiración entrecortada, con el puño hundido en el cristal del espejo, pequeños y desiguales cristales salieron disparados, hiriendo su puño pero no dolía, dolía el hecho de saber que le había perdido, hecho el daño infinito. Éferon gritó, gritó tan fuerte que después de tantos años en los que había guardado todo ese sufrimiento, salió a flote en forma de rabia e impotencia porque no podía ir tras ella esta vez, porque debía dejarla marchar si quería que fuese de una vez feliz.
La señora Gilbert, alertada por el desastre dentro de aquella habitación donde debían estar de nuevo haciendo el amor, apreciarla con la luz del amanecer… Éferon se dejó caer con la sabana enredada en su cintura, en medio del dormitorio. La mano sangraba pero no se molestó en cortar la hemorragia, seguía con la nota en la mano leyéndola una y otra vez, ¿quién le habría podido decir lo del compromiso, porqué no fue él? ¿por qué todo era tan complicado?.
Cuando la dama entró en la habitación y lo vio en el suelo, corrió a su lado, buscando su mirada… no parpadeaba, no reaccionaba, sólo estaba allí esperando encontrar la respuesta, sintiéndose un completo miserable que había hecho daño a la única persona que amaría.
-Niño, Éferon…oh por dios, Éferon -antes de que la mujer pronunciase la última letra de su nombre, la abrazó con fuerza, llorando como un niño desolado…porque su vida estaba tan rota que jamás podría recomponer nada. Había perdido , lo había perdido todo esa noche Se lo merecía, siempre había luchado pero el destino...era tan injusto.
- Spoiler:
Éferon Gianetti- Prostituto Clase Alta
- Mensajes : 289
Fecha de inscripción : 21/01/2016
Localización : La ciudad del amore , París.
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