El buen espectador-privado

Si tú crees que puedes, puedes.
Si tú crees que no puedes, no puedes.
Tanto si piensas una cosa como la otra,
estás en lo cierto.
(Henry Ford)

El carruaje que traía a Ivanov se detuvo frente al gran portón, el licántropo se asomó para ver aquel que sería su nuevo desafío, de una garita de resguardo salió un hombre bien uniformado con los colores de la prisión, miro de manera seria el carruaje y abriendo una puerta que estaba al costado del gran portón de fierro se acercó al cochero quien con voz ronca y fuerte dicto el nombre del nuevo Director y Dueño de la prisión de París, Frederick Ivanov, el guardián del portón se mostró nervioso y haciendo un ademan otros dos hombre del interior se aprontaron abrir el gran portón, el carruaje ingreso e Ivanov sintió una oleada de nerviosismo y ansiedad, había llegado tres días antes de lo previsto, al joven le gustaba ser importuno algo que había aprendido de su padre, ya que así no les daba tiempo de enmendar errores, sino más bien podría ver la realidad de la prisión, según tenía entendido era día de visitas, así que tenía una agenda acotada de todo lo que quería hacer durante el día.

Al cabo que el carruaje se detuvo, el joven se bajó de este y varios guardias llegaron a su encuentro los cuales prontamente se formaron para darle el recibimiento, Ivanov los miro, y pudo notar que varios parecían desilusionados al ver a un joven al mando del lugar, aquello lleno de orgullo a Frederick, quien sabía que ante su llegada muchas cosas cambiarían. Los saludos a cada uno dándole un fuerte apretón de manos, quería que ellos notaran que no era cualquier indefenso, el joven demostró su fuerza física ante aquello, prontamente miro el lugar e ingreso en completo silencio. El lugar tenía un aspecto lúgubre, típico de las prisiones descuidadas, a él le gustaba lo pulcro e inmaculado, sabía que eso sería difícil de cambiar pero, tenía fe en sí mismo.

El joven camino por los pasillos acompañado del director adjunto quien lo iba guiando, mostrándole las salas de visitas privadas, la enfermería que carecía de insumos médicos cuando pasando por el comedor al cual le faltaba limpieza arrugo la frente y su sorpresa fue la cocina que destilaba a comida putrefacta para que decir de los baños que estaban nauseabundos. Se molestó y hablo sin alterarse con Gloswov (director adjunto) que se apronto a explicar que carecían de benefactores y que con lo poco que le daba el estado el intentaba hacer lo mejor – Las cosas cambiaran Gloswov – dijo el joven mientras pedía que lo guiaran al patio donde deberían estar los presos que tenían derecho a visita y a los que se les permitía estar ahí, durante ese tiempo.

Las rejas separaban los lugares de visita con la zona de entretenimiento, paseo por el lugar siendo observado por los reos, escucho más de lo que necesitaba y hasta lo habían afrontado. Miro a los guardias, les vio sus auras petulantes igual que el lugar, accedió al patio de visitas y se quedó ahí, quería mirar, escuchar y quizás conocer un poco más de la clase de personas que les habían permitido aquel privilegio, el de la visita. Ese era su primer paso para una llevadera de cambios, como bien le había enseñado su padre, lo primero era conocer a todos los reos, tanto por su número de ingreso como por su nombre, así que eso comenzaría, ya había visto una cara de la prisión, luego iría celda por celda para juzgar lo que temía seria aun peor.

Pidió a Gloswov una lista con todos los que estaban ahí en el patio de visitas, que era custodiado por ocho guardias, quienes observaban atentos a las visitas y a los reos. Además el joven pidió un listado con todos los guardias y cada expediente para que fuera llevado a su oficina, necesitaba alguien de confianza y sabía que Gloswov no seria.