Deja vu-Privado

El sol otoñal pegaba en la ventana del ferrocarril, Max como buen caballero cierra la cortina para que no le moleste el sol a su amada abuela Irene, quien ya se encontraba inquieta por llegar a Paris para ir a cuidar a sus sabuesos y animales que tenía en su granja, el cazador por lo contrario sabía que tenía que llegar a trabajar con su primo, ya que este nunca dejaba de trabajar, lo consideraba un loco, uno que más que un primo era prácticamente su hermano.

Max, Max hemos llegado al fin – La suave voz de su abuela lo despertaba, se había quedado completamente dormido y mientras el cazador abría los ojos, noto la alegría de Irene al llegar a su tierra natal, donde había formado en conjunto a su esposo una gran familia, los Sinclair. – Mamie, Ya desperté – le dice con cariño, mientras se levanta y comienza a cargar las maletas de mano, los pasajeros se aprontan a bajar del vagón del ferrocarril mientras él se toma su tiempo como era de costumbre, no le irían a buscar ya que no le había avisado a su primo que llegaría precisamente hoy, así que lo primero era embarcar a su abuela que de seguro ella si había avisado a sus criadas la fecha de su arribo. Camino lleno de las maletas de manos y cuando ya estuvo afuera vio cómo su abuela se había adelantado y tenía todo el equipaje ya instalado a la espera de sus criadas que alegremente le ayudaban a la espera del chofer. Max se acercó con toda su galantería y las criadas sonrojadas por su presencia se animaron bastante al verlo. Por el contrario su abuela le pego una mirada de pocos amigos, el simplemente levanto los hombros – Mamie, esperare que te embarques y luego me iré a la casa antes tengo asuntos que resolver… ya sabes cómo es Fergus y quiero llegar con carga para el- Acabado de decir esto llegaba el chofer a tomar las maletas y en conjunto con Max cargaron el carruaje, se despide de su abuela y toma su bolso, uno no tan amplio que podía cargar con facilidad, hace una señas y el carruaje desaparece entre la multitud viajera.

El cazador agotado por el viaje de largas horas comienza a avanzar entre la multitud, donde familias eran unidas y otras separadas, la estación de ferrocarriles era para él, un lugar donde a veces se veían muchas máscaras, de personas tristes porque sus amados se iban o porque llegaban, sabía que no todo era color de rosas. Había estado fuera de Paris un mes completo en una misión especial la que había dado varios frutos, y sabía que lo primero que tenía que hacer era revisar las ganancias, no quería que Fergus le refregara en la cara que él era el único que hacia los trabajos que daban ganancias, aunque no estaba muy alejado de aquello, rio para sí mismo ante el pensamiento. Mientras avanzaba sonrió a varias jóvenes, sin prestarle mucha importancia, su cabeza estaba en otro mundo, antes de partir de Paris había vivido uno de los momentos más desconcertantes y vergonzosos, lo habían dejado en el altar, sabia el que no era momento de pensar en aquello, pero Paris le traía el recuerdo de aquella que lo había engañado. Apretó el tirante de su bolso mientras veía una pareja de enamorados besarse frente a él, respiro con fuerzas y salió de la estación.

Comenzó avanzar por la calle adoquinada a paso apresurado, tenía unas irremediables ganas de pelear o tal vez de apostar algo, daba igual, se sentía en ese momento impotente, camino sin seguir un rumbo fijo, tropezó con varias personas y se disculpó de mala gana, todo lo bueno que había traído el viaje se había opacado con aquella imagen – Malditos… ya verán que no todo es así – blasfemo más para sí mismo que para cualquier persona – Necesito… desahogarme – pensaba en voz alta mientras cruzaba una calle y un carruaje casi le atropellaba – Cuidado Forastero – una voz ronca de un chofer que tomaba las riendas de los caballos con fuerza paraba a escasos metros del Cazador, él le miro con enfado - ¿Forastero?- pronuncia con su perfecto francés, su lengua natal – Mírate primero antes de tratar a alguien de aquella manera – entrecerró lo ojos, ante la mirada de un tumulto de personas que se habían espantado por el casi arrollo de los caballos, Max estaba molesto, molesto con el mundo ya no era el joven educado sino todo lo contrario, se paró frente a los caballos de manera desafiante, sin pensar en sus acciones, poco le importaba el que dirán y ahí parado miro directo al chofer de aquel carruaje, levantando una ceja, esperando una reacción de aquel criado, con bastantes agallas para tratar a alguien como Max de aquella forma.