La libertad del mar | Privado

por **Yago Markov** Mar Ene 15, 2019 10:10 pm

Viajar en barco era insoportablemente malo para Yago, pero tenía que poder con eso pues era un hombre que se movía constantemente. Ya se lo habían dicho, el vampiro que no se mueve por el mundo acaba enloqueciendo con el paso de los años… Pero Yago no lo hacía por seguir las recomendaciones de otros que eran como él –en verdad nunca seguía las de nadie-, sino porque era algo que realmente le gustaba.

Viajaba siempre en un gran cajón que simulaba ser un arcón personal –el de Leopold porque, ¿a dónde iba a ir sin él?- y allí tenía mucho tiempo para pensar, para recordar, para planificar… Durante la noche salía y buscaba a su compañero, aunque generalmente él se hallaba cercano a la bodega, como si estuviera esperándolo.

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En su cuerpo sentía que ya era seguro salir, que la noche ya lo amparaba, pero quiso quedarse un momento más allí, una hora más, solo para mortificar a Leopold. Quería que lo extrañara, que lo necesitara y que estuviese desesperado por verlo.

Cuando al fin salió del cofre, Yago se acomodó las prendas que vestía y el cabello. Debía pasar por un pasajero más de ese enorme barco y eso no sería difícil, había tantos viajeros a bordo que nunca llegarían a sospechar que él solo aparecía durante la noche. Salió de la bodega y le asombró no sentir a Leo cerca, eso no era lo habitual. Él ya estaba teniendo sed, sed de Leo.

Caminó por algunos pasillos buscándolo, pero finalmente salió a la superficie. La noche estaba calma, ningún rastro quedaba de la locura de la tercera noche en las que las olas eran tan amenazantes que Yago creyó que se hundirían… Ah, el mar tenía sus propias reglas y sin dudas él no tenía interés en comprenderlas.

Reparó entonces en una muchachita que lloraba de cara a las aguas. En un principio se dijo que no le importaba lo que estuviera ocurriéndole, Yago quería encontrar a su compañero cuanto antes -no solo para saciar su sed, sino porque lo extrañaba-, pero al final la curiosidad pudo más y se acercó con sigilo a ella.

-No preguntaré si todo está bien pues es evidente que no es así para ti. ¿Qué te ha ocurrido, muchacha?