AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Perseguidos. Falsa libertad (Privado Tempest)
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Perseguidos. Falsa libertad (Privado Tempest)
“El recordar mi familia me dio fuerzas para escapar.
Pero tu me das fuerzas para vivir...”
Pero tu me das fuerzas para vivir...”
Escape de la catedral de Notre Dame, dos noches después de que mi hermana Galia apareciera, por casualidad, junto a un extraño vampiro. Pude saber su condición por su aura pálida. Se marcharon con mi promesa de que escaparía de allí. Pasaron dos largos días, los cuales permanecí encadenado, con unos trapos cubriendo mis intimidades. Hasta que vi una nueva sombra acercarse, era un sacerdote de rudo aspecto, esté cogió unas llaves que llevaba atadas, con un pequeño cordel al cinturón, desatándolo. Me miró, antes de acercarse a abrir la puerta. Yo permanecía inmóvil, con la mirada fija en el suelo, con aspecto, derrotado y triste. El sacerdote golpeó los barrotes de la celda con las llaves.
-Oye tu despierta tipo duro.- Su voz con tono burlón, me hacia sentirme enfadado y furioso, pero no, con mis nervios de acero, permanecí inmóvil, con mi mirada fija en el suelo, negándome a mirarle. El sacerdote, frunciendo el ceño, golpea de nuevo con las llaves en los barrotes, pero esta vez mas fuerte y seis veces seguidas, haciendo que sonara un tintineo molesto. Levanto mi mirada, desafiante, sin ocultar mi rabia. -Vaya, estamos rebelde hoy verdad?- Dijo, dando un paso atrás alejándose de los barrotes. Me miro sonriente, de forma sádica y abrió la celda. Entró echándose la mano derecha a la cadera, tomando una pequeña vara de olivo, fina, dura y muy flexible. -A que viene esa mirada maldito brujo!- Me dijo, a la vez que comenzó a golpearme con la vara en el pecho y brazos. Sentía cada latigazo, como una navaja cortando mi piel, pero yo tan solo miraba al sacerdote, con furia en mi mirada, no le pensaba dar el lujo de ver ni un solo gesto en mi de dolor o sufrimiento. El sacerdote siguió durante un par de minutos, golpeándome incesantemente. -Maldito, te prohíbo mirarme así, toma bastardo!! Toma!! Toma!!!- Gritaba furioso, por mi mirada mientras me golpeaba una y otra vez, dejando marcas rojas por todo mi torso. Finalmente paro, jadeando por la velocidad con la que me golpeaba.
Tras tomarse un pequeño respiro, metió su mano en el bolsillo, sacando un mendrugo grande de pan duro, lo puso en mi boca con un golpe, yo lo mordí antes de que me diera, con odio y rabia, tenia hambre, y ese pan era lo que me mantenía con vida durante estos largos meses. El sacerdote subió su mano a mi grillete de mi muñeca derecha, liberando mi brazo. _Estúpido iluso, ahora mi hermana me espera ahí afuera. ¡Mi familia sigue viva!_ Pensé en el mismo instante en que me soltó.
Mi mano se movió rápidamente, cogiendo al sacerdote de la pechera, y haciendo uso de toda la fuerza de la que disponía, golpeé su cabeza de lado contra los barrotes, cuatro veces, cinco, seis, siete. Hasta que en el octavo golpe, se escucho un “creck” sordo. Deje de mover al sacerdote mirándolo, él estaba con la mirada vacía, y su cráneo hundido por la sien. Tan grande y tan débil, pensé mirando a sus manos, en busca de las llaves, pero estas con los golpes, cayeron fuera de la celda, sin que yo pudieras cogerlas estando atado de un brazo.
Sin soltar el cadáver del sacerdote, lo miro y conjuro uno de los pocos hechizos de control de cadáveres que me enseño mi padre de pequeño, antes de que fuera capturado. -Daw ysbryd yn fyw- Dije con un susurro y de inmediato el sacerdote muerto, dio un espasmo nervioso, y lo deje en el suelo. -Recoge las llaves y dámelas.- Le ordene al zombi, el cual andando a paso torpe, salio de la celda, de su garganta solo salían sonidos burdos y guturales, se agacho, dando un pequeño traspiés, pareciendo que iba a caer, pero tras tomar las llaves se levantó de nuevo, poniéndose erguido completamente, y se giró hacia mi, entregándome las llaves pasando su brazo muerto por en medio de los barrotes, yo las cogí con mi mano libre.
En el llavero, habían mas de quince llaves. Cogí una de ellas al azar, y probé en el grillete que me mantenía unido a la húmedas y frías piedras que formaban el muro de la mazmorra, pero la llave no era la correcta, probé la siguiente llave, pero tampoco era la correcta, continué comprobando una a una, hasta que al fin la encontré. La llave giró con un crujido, abriendo los grilletes. Bajé mi mano, cogiendo mi muñeca recién liberada con mi otra mano, moviendo la mano para quitar el entumecimiento. Cogí el trozo de pan que aun mantenía en mi boca sujeto, arranqué un buen bocado, masticándolo con hambre y ansia. Era duro y rancio, pero su sabor me parecía como si fuese miel. En apenas unos segundos, dí fin al trozo de pan, y salí de la celda.
El cadáver seguía de pie frente a los barrotes, siguiéndome con su mirada entelada y vacía. Yo miré hacía mi derecha, dirección a la salida. Y a paso seguro, me dispuse a escapar. -Ven conmigo.- Ordené al cadáver, este con un gemido roto que salia desde lo mas hondo de su pecho, se giró y comenzó a caminar detrás de mí. Ambos avancemos hasta la puerta metálica del pasillo, Tiré de la picaporte, pero parecía cerrada con llave. -¡Maldición!- Grite a la vez que golpeé con mi puño en la puerta, la cual se abrió un poco con el golpe. Empuje la puerta y esta se abrió con un chirrido agudo. Y ante mi, unas escaleras de caracol que ascendían bien iluminadas, empece a subir a paso ligero, saltando de dos en dos escalones, y entonces escuché “Plof Cloc!” a mis espaldas, y vi al zombi tirado en las escaleras, había caído de boca, los brazos del cadáver permanecían a su lado, este alzo su rostro mirándome, con sus ojos muertos, su nariz rota por el impacto, estaba girada en una angulo imposible. -Ahh AAArgg!- Gimió con un sonido que parecía un quejido, mientras con furia y maldad en sus ojos, alargo sus horribles brazos agarrándose a los escalones, y empezando a subir reptando como un lagarto, arrastrando su cuerpo por los escalones, rasgando su ropa y magullando su carne. Lo observo con asco en mis ojos, jamas me ha agradado el aspecto de mis títeres, su aspecto fiero, pero sin dejar de ser humano, entraban bien dentro de mi alma, atemorizando hasta al mas valiente. Me giré de nuevo al escuchar unos murmullos en lo alto de la escalera, no pude distinguir las palabras, pero si que eran dos personas.
Yo estaba desnudo, tan solo con un trapo como taparrabos y sin armas, mire al zombi, sonreí con malicia. -Sube hasta el final de las escaleras y ataca a quien veas.- Le dije en un susurro casi inaudible, me miró con ojos primero confusos, como buscando una reacción en mi cara, pero su cara cambio a rabia y furia salvaje en apenas un segundo, subiendo por las escaleras, arrastrándose con movimientos rápidos. -Iaaaahhnngg!!!- Gritaba el cadáver sin dejar de subir los escalones, yo subí tras él, dejándole unos metros de distancia.
-¿Que ha sido eso?- Escuche decir a una voz tras el grito del muerto. -Hermano Fernando, ¿que le ah pasado? ¿Que son esas heridas? Fernando ¿que haces?!- Escuche mientras continuaba subiendo, y vi a el zombi, subiéndose sobre un tipo con traje de cuero, dando dentelladas, en brazos y pecho. -AAAAhhhh Quitámelo de encimaaa!!! AaaaaaaH!!!!!- Gritaba el inquisidor, mientras, el muerto arrancaba un pedazo del brazo del hombre con la ayuda de sus dientes. De inmediato el brazo comienza a sangrar, expulsando un pequeño chorro de sangre a presión. El hombre herido dio un mal paso hacia atrás, tropezando y con el peso del cuerpo muerto sobre él, callo de espaldas. El zombi, al caer, se lanzo sobre la cara del hombre, dándole una dentellada en la mejilla. -Aaa.. Aaaaa!! Aaa!!- gritaba el tipo del suelo, mientras empujaba al cadáver con todas sus fuerzas, pero el zombi, se aferraba a su victima con fuerza y furia, tirando su cabeza hacia arriba, rasgando la piel del la cara. En ese momento, el otro tipo reacciono, aun con cara de terror, abrazando al cadáver por detrás, tiró de él con fuerza, pero sus dientes apretaban con fuerza la carne de la cara del inquisidor, arrancándole media cara, y comenzando a sangrar abundantemente, echándose las manos a la cara, rodando por el suelo, con gemidos agudos de dolor. El zombi, escupió el trozo de cara, girándose haciendo crujir sus huesos, y doblando los brazos de maneras imposibles, cogiendo al otro inquisidor, con una mano del pelo y con la otra de la mandíbula inferior, con el pulgar metido dentro de la boca del hombre, que tan solo vio como unos dientes llenos de sangre, se acercaban a su cara. El zombi le mordió en la nariz, y siguió dando dentelladas por toda la cara. El hombre con sus últimas fuerzas, logro quitarse al cadáver de encima. Lanzándolo a un lado.
Yo aproveche el momento, para acabar de subir, y tomar la espada de uno de los inquisidores, y sin piedad alguna, la clavo en el corazón de la última victima de mi creación. Me gire el otro tipo seguía revolviéndose, me acerque a él, y cogiendo la espada con dos manos, atravesé su corazón.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!- Grito una chica joven vestida de novicia. El zombi giro su mirada curiosa hacia ella, y una vez la ve, se lanza hacia ella, levantándose de un salto y corriendo hacia ella, gritando como un alma demoníaca. Si quería escapar de allí tenia que ser rápido, pero los gritos comenzaban a llamar a mas curiosos. Me sabia mal por las pobres almas inocentes. Tan inocentes como para mantenerme cautivo para quemarme en la hoguera, pensé contradiciéndome a mi mismo, miro los dos cadáveres del suelo. Me agaché, tome la chaqueta de uno de ellos y me la puse. Tome el cinturón con la vaina de la espada, me lo puse rápidamente y puse la espada en su lugar. Me agache en medio de los dos muertos, colocando una mano en el pecho de ambos. - Daw ysbryd yn fyw Daw ysbryd yn fyw- Dije en voz baja, los cuerpos se movieron con un espasmo incontrolado. -Alzaos!- Les ordené poniéndome en pie. Estos obedecieron en silencio, poniéndose en pie y mirándome, con sus ojos nublados con una tela blanca. -Matad a todo el que veáis.- Les ordene, los dos zombis, como si hubiesen sido activados con un interruptor, empezaron a correr, aullando y gritando con gruñidos guturales. Mire hacia a gran puerta de salida, y me dirigí hacia ella, corriendo, viendo como el primero de los zombis se daba un banquete con la novicia. Me acerque a ellos. -Detente, no dejes a nadie con vida.- Mi furia por la iglesia, no tenia fin, y todos los que le sirvan deben morir. El caminante, se dirigió a paso lento, adentrándose en un pasillo, donde decenas de mujeres empezaron a gritar, y llorar, pidiendo auxilio.
Me agache ante el cadáver de la novicia, con medio vientre devorado, mire su rostro, inmaculado eh intacto, con los ojos aun abiertos. -No debiste entrar en la iglesia chiquilla.- Le dije apenado poniendo mi mano en su pecho. - Daw ysbryd yn fyw- Volví a conjurar, mis poderes parecían flaquear, pero solo tardo unos instantes mas, su cuerpo, se agito y su cabeza se giró hacia mi mirándome con curiosidad falsa. -Mata a todos los de la iglesia.- Le ordené. La zombi de hermoso rostro, se levanto, y comenzó a caminar por la iglesia, con su habito blanco, ensangrentado y rasgado, merodeando como un alma en pena. Avance hacia la puerta, la abrí, salí al exterior cerrando la puerta tras de mi, Alejándome de la catedral, dejando tan solo gritos y muerte en su interior
-Oye tu despierta tipo duro.- Su voz con tono burlón, me hacia sentirme enfadado y furioso, pero no, con mis nervios de acero, permanecí inmóvil, con mi mirada fija en el suelo, negándome a mirarle. El sacerdote, frunciendo el ceño, golpea de nuevo con las llaves en los barrotes, pero esta vez mas fuerte y seis veces seguidas, haciendo que sonara un tintineo molesto. Levanto mi mirada, desafiante, sin ocultar mi rabia. -Vaya, estamos rebelde hoy verdad?- Dijo, dando un paso atrás alejándose de los barrotes. Me miro sonriente, de forma sádica y abrió la celda. Entró echándose la mano derecha a la cadera, tomando una pequeña vara de olivo, fina, dura y muy flexible. -A que viene esa mirada maldito brujo!- Me dijo, a la vez que comenzó a golpearme con la vara en el pecho y brazos. Sentía cada latigazo, como una navaja cortando mi piel, pero yo tan solo miraba al sacerdote, con furia en mi mirada, no le pensaba dar el lujo de ver ni un solo gesto en mi de dolor o sufrimiento. El sacerdote siguió durante un par de minutos, golpeándome incesantemente. -Maldito, te prohíbo mirarme así, toma bastardo!! Toma!! Toma!!!- Gritaba furioso, por mi mirada mientras me golpeaba una y otra vez, dejando marcas rojas por todo mi torso. Finalmente paro, jadeando por la velocidad con la que me golpeaba.
Tras tomarse un pequeño respiro, metió su mano en el bolsillo, sacando un mendrugo grande de pan duro, lo puso en mi boca con un golpe, yo lo mordí antes de que me diera, con odio y rabia, tenia hambre, y ese pan era lo que me mantenía con vida durante estos largos meses. El sacerdote subió su mano a mi grillete de mi muñeca derecha, liberando mi brazo. _Estúpido iluso, ahora mi hermana me espera ahí afuera. ¡Mi familia sigue viva!_ Pensé en el mismo instante en que me soltó.
Mi mano se movió rápidamente, cogiendo al sacerdote de la pechera, y haciendo uso de toda la fuerza de la que disponía, golpeé su cabeza de lado contra los barrotes, cuatro veces, cinco, seis, siete. Hasta que en el octavo golpe, se escucho un “creck” sordo. Deje de mover al sacerdote mirándolo, él estaba con la mirada vacía, y su cráneo hundido por la sien. Tan grande y tan débil, pensé mirando a sus manos, en busca de las llaves, pero estas con los golpes, cayeron fuera de la celda, sin que yo pudieras cogerlas estando atado de un brazo.
Sin soltar el cadáver del sacerdote, lo miro y conjuro uno de los pocos hechizos de control de cadáveres que me enseño mi padre de pequeño, antes de que fuera capturado. -Daw ysbryd yn fyw- Dije con un susurro y de inmediato el sacerdote muerto, dio un espasmo nervioso, y lo deje en el suelo. -Recoge las llaves y dámelas.- Le ordene al zombi, el cual andando a paso torpe, salio de la celda, de su garganta solo salían sonidos burdos y guturales, se agacho, dando un pequeño traspiés, pareciendo que iba a caer, pero tras tomar las llaves se levantó de nuevo, poniéndose erguido completamente, y se giró hacia mi, entregándome las llaves pasando su brazo muerto por en medio de los barrotes, yo las cogí con mi mano libre.
En el llavero, habían mas de quince llaves. Cogí una de ellas al azar, y probé en el grillete que me mantenía unido a la húmedas y frías piedras que formaban el muro de la mazmorra, pero la llave no era la correcta, probé la siguiente llave, pero tampoco era la correcta, continué comprobando una a una, hasta que al fin la encontré. La llave giró con un crujido, abriendo los grilletes. Bajé mi mano, cogiendo mi muñeca recién liberada con mi otra mano, moviendo la mano para quitar el entumecimiento. Cogí el trozo de pan que aun mantenía en mi boca sujeto, arranqué un buen bocado, masticándolo con hambre y ansia. Era duro y rancio, pero su sabor me parecía como si fuese miel. En apenas unos segundos, dí fin al trozo de pan, y salí de la celda.
El cadáver seguía de pie frente a los barrotes, siguiéndome con su mirada entelada y vacía. Yo miré hacía mi derecha, dirección a la salida. Y a paso seguro, me dispuse a escapar. -Ven conmigo.- Ordené al cadáver, este con un gemido roto que salia desde lo mas hondo de su pecho, se giró y comenzó a caminar detrás de mí. Ambos avancemos hasta la puerta metálica del pasillo, Tiré de la picaporte, pero parecía cerrada con llave. -¡Maldición!- Grite a la vez que golpeé con mi puño en la puerta, la cual se abrió un poco con el golpe. Empuje la puerta y esta se abrió con un chirrido agudo. Y ante mi, unas escaleras de caracol que ascendían bien iluminadas, empece a subir a paso ligero, saltando de dos en dos escalones, y entonces escuché “Plof Cloc!” a mis espaldas, y vi al zombi tirado en las escaleras, había caído de boca, los brazos del cadáver permanecían a su lado, este alzo su rostro mirándome, con sus ojos muertos, su nariz rota por el impacto, estaba girada en una angulo imposible. -Ahh AAArgg!- Gimió con un sonido que parecía un quejido, mientras con furia y maldad en sus ojos, alargo sus horribles brazos agarrándose a los escalones, y empezando a subir reptando como un lagarto, arrastrando su cuerpo por los escalones, rasgando su ropa y magullando su carne. Lo observo con asco en mis ojos, jamas me ha agradado el aspecto de mis títeres, su aspecto fiero, pero sin dejar de ser humano, entraban bien dentro de mi alma, atemorizando hasta al mas valiente. Me giré de nuevo al escuchar unos murmullos en lo alto de la escalera, no pude distinguir las palabras, pero si que eran dos personas.
Yo estaba desnudo, tan solo con un trapo como taparrabos y sin armas, mire al zombi, sonreí con malicia. -Sube hasta el final de las escaleras y ataca a quien veas.- Le dije en un susurro casi inaudible, me miró con ojos primero confusos, como buscando una reacción en mi cara, pero su cara cambio a rabia y furia salvaje en apenas un segundo, subiendo por las escaleras, arrastrándose con movimientos rápidos. -Iaaaahhnngg!!!- Gritaba el cadáver sin dejar de subir los escalones, yo subí tras él, dejándole unos metros de distancia.
-¿Que ha sido eso?- Escuche decir a una voz tras el grito del muerto. -Hermano Fernando, ¿que le ah pasado? ¿Que son esas heridas? Fernando ¿que haces?!- Escuche mientras continuaba subiendo, y vi a el zombi, subiéndose sobre un tipo con traje de cuero, dando dentelladas, en brazos y pecho. -AAAAhhhh Quitámelo de encimaaa!!! AaaaaaaH!!!!!- Gritaba el inquisidor, mientras, el muerto arrancaba un pedazo del brazo del hombre con la ayuda de sus dientes. De inmediato el brazo comienza a sangrar, expulsando un pequeño chorro de sangre a presión. El hombre herido dio un mal paso hacia atrás, tropezando y con el peso del cuerpo muerto sobre él, callo de espaldas. El zombi, al caer, se lanzo sobre la cara del hombre, dándole una dentellada en la mejilla. -Aaa.. Aaaaa!! Aaa!!- gritaba el tipo del suelo, mientras empujaba al cadáver con todas sus fuerzas, pero el zombi, se aferraba a su victima con fuerza y furia, tirando su cabeza hacia arriba, rasgando la piel del la cara. En ese momento, el otro tipo reacciono, aun con cara de terror, abrazando al cadáver por detrás, tiró de él con fuerza, pero sus dientes apretaban con fuerza la carne de la cara del inquisidor, arrancándole media cara, y comenzando a sangrar abundantemente, echándose las manos a la cara, rodando por el suelo, con gemidos agudos de dolor. El zombi, escupió el trozo de cara, girándose haciendo crujir sus huesos, y doblando los brazos de maneras imposibles, cogiendo al otro inquisidor, con una mano del pelo y con la otra de la mandíbula inferior, con el pulgar metido dentro de la boca del hombre, que tan solo vio como unos dientes llenos de sangre, se acercaban a su cara. El zombi le mordió en la nariz, y siguió dando dentelladas por toda la cara. El hombre con sus últimas fuerzas, logro quitarse al cadáver de encima. Lanzándolo a un lado.
Yo aproveche el momento, para acabar de subir, y tomar la espada de uno de los inquisidores, y sin piedad alguna, la clavo en el corazón de la última victima de mi creación. Me gire el otro tipo seguía revolviéndose, me acerque a él, y cogiendo la espada con dos manos, atravesé su corazón.
-Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!- Grito una chica joven vestida de novicia. El zombi giro su mirada curiosa hacia ella, y una vez la ve, se lanza hacia ella, levantándose de un salto y corriendo hacia ella, gritando como un alma demoníaca. Si quería escapar de allí tenia que ser rápido, pero los gritos comenzaban a llamar a mas curiosos. Me sabia mal por las pobres almas inocentes. Tan inocentes como para mantenerme cautivo para quemarme en la hoguera, pensé contradiciéndome a mi mismo, miro los dos cadáveres del suelo. Me agaché, tome la chaqueta de uno de ellos y me la puse. Tome el cinturón con la vaina de la espada, me lo puse rápidamente y puse la espada en su lugar. Me agache en medio de los dos muertos, colocando una mano en el pecho de ambos. - Daw ysbryd yn fyw Daw ysbryd yn fyw- Dije en voz baja, los cuerpos se movieron con un espasmo incontrolado. -Alzaos!- Les ordené poniéndome en pie. Estos obedecieron en silencio, poniéndose en pie y mirándome, con sus ojos nublados con una tela blanca. -Matad a todo el que veáis.- Les ordene, los dos zombis, como si hubiesen sido activados con un interruptor, empezaron a correr, aullando y gritando con gruñidos guturales. Mire hacia a gran puerta de salida, y me dirigí hacia ella, corriendo, viendo como el primero de los zombis se daba un banquete con la novicia. Me acerque a ellos. -Detente, no dejes a nadie con vida.- Mi furia por la iglesia, no tenia fin, y todos los que le sirvan deben morir. El caminante, se dirigió a paso lento, adentrándose en un pasillo, donde decenas de mujeres empezaron a gritar, y llorar, pidiendo auxilio.
Me agache ante el cadáver de la novicia, con medio vientre devorado, mire su rostro, inmaculado eh intacto, con los ojos aun abiertos. -No debiste entrar en la iglesia chiquilla.- Le dije apenado poniendo mi mano en su pecho. - Daw ysbryd yn fyw- Volví a conjurar, mis poderes parecían flaquear, pero solo tardo unos instantes mas, su cuerpo, se agito y su cabeza se giró hacia mi mirándome con curiosidad falsa. -Mata a todos los de la iglesia.- Le ordené. La zombi de hermoso rostro, se levanto, y comenzó a caminar por la iglesia, con su habito blanco, ensangrentado y rasgado, merodeando como un alma en pena. Avance hacia la puerta, la abrí, salí al exterior cerrando la puerta tras de mi, Alejándome de la catedral, dejando tan solo gritos y muerte en su interior
Última edición por Stoiko Moadisa el Mar Jun 11, 2013 11:22 am, editado 3 veces
Stoiko Moadisa- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 14/05/2013
Edad : 34
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Perseguidos. Falsa libertad (Privado Tempest)
La envidia y el odio van siempre unidos, se fortalecen recíprocamente por el hecho de perseguir el mismo objeto.
"Jean de la Bruyere"
Y así es el fuerte odio que nos tienen a nosotros, los brujos.
Aún recuerdo muy bien ese día, la cálida brisa jugaba en mi piel. Era un 14 de Abril, yo yacía como siempre, de un lado para otro, desde las 6 de la mañana hasta bien entrada la noche, curando a enfermos, que no podían permitirse visitar a los médicos de las altas esferas. Los de clase baja, como se les llamaba, carecían de toda riqueza, pero les sobraba solidaridad, todo se compartía en sus casas. Creaban un ambiente, en que con poco, eran más felices, que los más grandes reyes. Y en sus tristes momentos, yo aparecía, ayudándoles...devolviendo el elixir de la vida, mi magia, a aquellos, que perdidos entre el mundo de los vivos y los muertos, se mecían. Siempre en anonimato, corría por las calles, oculta en mi capa negra, iluminando la pobre vida de esas gentes.
Pero a todo héroe, que se le descubre, paga caro su osadía.
Y así, fue, ese día, encontré el horma de zapato, en una inocente niña de piel blanca, que tras sanar su herida, con la que se había rasgado su pequeña piernecita, corrió a sus padres, asustada de mi magia y me delató. Cruel fue el destino ese día, que los padres de la niña, tuvieron que ser inquisidores. Intenté escapar de la suerte, que en sus manos, me esperaría, las habladurías de la gente, de las hogueras de brujas, cada vez iba en aumento, y mi don, era necesario en este mundo, para dejarme quemar en una hoguera. Pero fue inútil, la resistencia, por más que mis pies, corrieran, y mi corazón latiera esperanzado, de poder burlar a los mismísimos diablos. Unos expertos inquisidores, contra una joven muchacha, que en su vida, había hecho más que sanar, devolver la vida. Desde el principio supe que sería escapar en vano, y cuando el primer cuchillo, se clavó profundamente en mi hombro, haciéndome caer de rodillas en el sucio suelo, buscando aire para hinchar mis pulmones, los tuve encima, y la egoísta esperanza de ver un nuevo día, se esfumó. Ahora quedan mucho atrás esos días, en que vagué por el mundo, desplegando mi magia, sirviéndome de ella, para crear un mundo mejor. Desde el infortuito encuentro, para mí, no hubo mas días soleados, solo oscuros amaneceres. Tras cogerme, me golpearon sin control alguno, hasta que caí desfallecida. Aún recuerdo el lacerante dolor, del cuchillo, saliendo de mi piel, lentamente, las risas de los inquisidores al contemplar mis lagrimas y yo, impotente, en el suelo, sin defensa, mas que mis gritos de dolor, esperando que se apiadaran de mi alma. De la que por supuesto, no se apiadaron, todo lo contrario, siguieron sin contemplación, hasta que satisfechos, al ver mi magullado cuerpo, cesaron y me sentí arrastrada por ellos, a un mundo lleno de maldad. Durante el resto de mis días, hasta el día de hoy, fui pasando de mazmorra en mazmorra, de iglesia en iglesia, maltratada, donde me golpeaban, sin alimento ni agua, durante días permanecí con apenas, más de un sorbo de agua, en una húmeda cueva, donde me mantenían encadenada, de pie.
No podía moverme, mi reseca garganta ya ni hacia el intento de hablar…¿Para qué? Nunca escuchaban los gritos, los ruegos, solo sabían que hablar y recitar fúnebres palabras sobre un dios todo poderoso, que castigaba a los infieles. El mismo dios, al que yo, en mi infancia recé miles de veces, sin respuesta alguna, y al que dejé de adorar tras ver con mis propios ojos la maldad del mundo.
***
Una piedra en el camino, hizo temblar estrepitosamente el carro en el que me encuentrana, provocando que un fuerte golpe, me diera hace dar un bote, dándome contra las barras de hierro, que impedían mi movilización. Oíunos mormullos, por delante de mí, un grito seco y de nuevo, el acelerón de los caballos que tiran del viejo carro. Asustada, me acurruqué en la pequeña jaula, donde sentada permanecía, esperando llegar a mi destino final. En la noche, había oído algo de una gran ciudad y una crema publica, y allí era donde nos dirigíamos, y por mis premoniciones, sabía que me esperaba en ese lugar. Había perdido ya hacía tiempo la esperanza, supongo que la muerte, es mi mejor suerte, tras este tiempo de condena, la recibiré con los brazos abiertos. Un nuevo bache, hizo temblar el carro y me volví a dar contra los barrotes, esta vez con la cabeza, de donde noté un liquido, rajar de ella. Un sudor frio recorrió mi piel, mi debilitado cuerpo no podía curarse a sí mismo, por lo que sufrí por las heridas, y cada violento acto en el que me habían sometido.
El camino seguía, irregular, con sus piedras y sus viles baches, en los que sin control alguna sobre mi cuerpo, me daba contra los barrotes, una y otra vez. Solo oía el tintineo del carro y las pisadas de los caballos, que tiraban del carro como de los que hacen guardia alrededor mío.
Respiré hondo, controlando los espasmos de frio, que recorrían mi cuerpo, y volví a mis pensamientos...
***
Sus torturas al principio dolieron, luego ya, mi cuerpo fue acostumbrándose al intenso dolor y lentamente, fui aceptándolo mejor. No obstante, lo peor todavía tenía que venir, y me encontró una mañana cálida, en que desde la mazmorra en que me encontraba, podías llegar a oír a los pájaros recitar.
Fue una mañana como todas, solitaria y encadenada, mi cuerpo solo se permitía un pequeño movimiento de manos, que a duras penas, aliviaba el dolor de mi cuerpo. Esa mañana, un guardia, riéndose de mi entró y me entregó un pájaro, que se había roto una ala, y se encontraba mortalmente herido. Me lo tiró como un vil alimento, el que iba a disfrutar viendo como me lo comía, vivo todavía. Yo al ver el sufrimiento del animal, por más que mi vientre rugiera desesperado por recuperar algo de fuerza, me mantuve firme, y cogiéndolo como pude entre mis manos, lo tapé con ellas y recité un conjuro. Para el soldado debió de ser una burda y ridícula plegaria, ya que no me hizo caso alguno. Pero mejor para mí, pensé, intentando usar lo que quedaba de mi magia y curarle. A los minutos, abrí las manos tras notar un picotazo en mi palma, y ahí estaba, el bonito pájaro mirándome, como el soldado impresionado y terrorífico, que vigilaba cada uno de mis pasos. En ese momento, se dieron cuenta de mi condición, me llamaban blanca bruja, así era como consideraban a las brujas buenas, y como una buena bruja, me utilizaron, obligándome a curar a los heridos de las miles de batallas, hasta que un día, dejé de hacerles falta, y me vendieron tras una cuantiosa suma de francos, a unos, que solo son traficantes... los que a su vez me entregaron a los inquisidores que me custodiaban...
***
En un golpe en seco, los caballos frenaron, volviendo a darme con los barrotes, con fuerza. Gemí de dolor ante el golpe y oí risas de los soldados e inquisidores que se encontraban más cerca de mí. Les miré con tristeza a los ojos, aún no podía comprender como seres como ellos, podían llegar a cometer tantos crimines sobre los suyos.
-Acamparemos aquí, lo caballos necesitan descansar si queremos hacer lo que queda de travesía en un solo día- dijo una voz a mis espaldas, de fondo se oía el tintineo de las armas que algunos guardaban, mientras otros discutían sobre quien haría la guardia. Me acurruque como pude, dándome calor, con mi cuerpo, apenas protegido por un viejo trapo, que en otros tiempos, había sido un sencillo vestido.
Alyssia Donovan- Cambiante Clase Media
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Re: Perseguidos. Falsa libertad (Privado Tempest)
“Y por mucho que luches por escapar, deberás enfrentarte con tu captor.
Ellos nos persiguen para matarnos. Yo los mataré por placer.”
Ellos nos persiguen para matarnos. Yo los mataré por placer.”
Avanzo por las calles de París, intentando ocultarme en las sombras. No quería ser descubierto y encerrado de nuevo, y mi atuendo no dista mas que de un vulgar hombre de los bosques, un simple trapo tapando mis virtudes y una cimitarra de hoja ancha, guardada en su vaina que llevo en mi cintura. Si cualquiera me ve se exaltaría, de eso estoy seguro, y una parte de mí, pide a gritos que salga de ese lugar, -Debo permanecer oculto.- Digo en un susurro para mi, mientras me adentro en un callejón, es oscuro, totalmente cubierto por las sombras, varios callejones discurren en linea recta, atravesados de vez en cuando por amplias calles.
En estos cruces me paraba en la esquina, observando de forma sigilosa, siempre ocultándome. Me siento vigilado, el aire libre, me gusta, pero me asfixia al mismo tiempo. La calle esta vacía, tan solo un hombre, pero esta caminando en dirección a la esquina contraria, y sin pensarlo atravieso la calle, haciendo un sprint, adentrándome en el siguiente callejón. Mientras cruzaba me pareció ver de reojo al final de la calle un campo de caquis. Sigo corriendo por el callejón, la barriga me ruge con fuerza, llego al final de la calle estrecha, es un cruce con otro callejón, un poco mas amplio, miro hacia la izquierda y puedo ver al final, una pequeña valla de madera, con un sembradío al otro lado, y en la pared solo una puerta excavada en la piedra, con bellos adornos echos a cincel.
Un silencio absoluto reina en el lugar, por lo que decido seguir avanzando hasta el campo, quiero comer algo. Pero nada mas girar la esquina, escucho unas llaves entrar en la cerradura de la puerta metálica, desde el interior de lo que parece ser una pequeña fortaleza.
Es un edificio enorme, de altos muros de un color gris oscuro, no veo forma de subir a ellos, y dos ventanas con rejas, y a unos 4 metros, justo encima dos ventas mas estas sin reja alguna. Pero no me interesa para nada entrar ahí. Sacan la llave, y veo la puerta que empieza a abrirse, doy unos pasos hacia atrás, volviendo a la esquina del callejón, pero permaneciendo observando.
-No se que demonios encontraremos, pero debemos ir a Notre Dame. ¡En marcha!-Escucho a un hombre con voz grave y profunda, desprende arrogancia. ¿Soldados? Pienso por su forma de hablar, durante mi cautiverio mas de una vez nos habíamos topado con ellos y había luchado con ellos mas aun. Y cuando los vi salir, sus trajes de cuero, sus floretes y sus sombreros, esos sombreros que me trajeron hasta aquí. Di varios pasos andando pegado a la pared, intentando pasar oculto en las sombras, y los veo pasar corriendo, pasando de largo mi callejón, son seis inquisidores que si no he escuchado mal van al lugar de donde salí, aunque no estoy seguro. Pero si es de allí, ¿alguien abra escapado? Bueno mejor que vayan, la muerte estará dichosa de recibirlos con su frio abrazo.
Espero un minuto, o tal vez mas, hasta que dejo de escuchar los pasos acompasados de los inquisidores. Se de mi fuerza, y mi manejo con las armas, pero en estos momento me encuentro débil y casi sin fuerza, si no, los seguiría y acabaría con ellos uno a uno y en silencio. Pero esta noche dejaría a mis creaciones cumplir con su función. Vuelvo al callejón de la fortaleza, y lo atravieso corriendo hasta llegar a la valla de madera, apoyando una mano en ella, y saltando con agilidad por encima de ella. El tablón cruje al saltar, casi rompiéndose, la miro y puedo ver como se ha agrietado. Observo el amplio campo, es un gran sembradío, a lo lejos en el horizonte puedo divisar un bosque, y a apenas cien metros, los arboles repletos de caquis. Me acerco a uno de los arboles, cojo tres o cuatro, dando buena cuenta de ellos, son dulces, exquisitos.. Me relamo, y cojo un par de ellos mas, comenzando a ir hacia el bosque.
Tengo que buscar a mi hermana Galia, pero no se donde esta, posiblemente en la ciudad, pero tal como estaba no podía adentrarme de nuevo en París, así que decido pasar la noche en el bosque, tomar fuerzas y mañana decidiré lo que hacer.
Por los sembradíos corre una fría brisa, y avanzo atravesando campos de distintas frutas y hortalizas, salto varias vallas acercándome cada vez mas al bosque, veo una figura a lo lejos, un hombre con los brazos en cruz, un espantapájaros, por un instante me hizo creer lo peor. Miro hacia el bosque, es pequeño, y puedo observar la luz de una hoguera y olor a comida. Avanzo agazapado, con cuidado de que quien sea que este allí no me vea por el momento. Cuando estoy algo mas cerca puedo oír varias voces. Corro el ultimo tramo, hasta ponerme tras un árbol y observar lo que parece ser un campamento de inquisidores. Que demonios estarán haciendo aquí?
En estos cruces me paraba en la esquina, observando de forma sigilosa, siempre ocultándome. Me siento vigilado, el aire libre, me gusta, pero me asfixia al mismo tiempo. La calle esta vacía, tan solo un hombre, pero esta caminando en dirección a la esquina contraria, y sin pensarlo atravieso la calle, haciendo un sprint, adentrándome en el siguiente callejón. Mientras cruzaba me pareció ver de reojo al final de la calle un campo de caquis. Sigo corriendo por el callejón, la barriga me ruge con fuerza, llego al final de la calle estrecha, es un cruce con otro callejón, un poco mas amplio, miro hacia la izquierda y puedo ver al final, una pequeña valla de madera, con un sembradío al otro lado, y en la pared solo una puerta excavada en la piedra, con bellos adornos echos a cincel.
Un silencio absoluto reina en el lugar, por lo que decido seguir avanzando hasta el campo, quiero comer algo. Pero nada mas girar la esquina, escucho unas llaves entrar en la cerradura de la puerta metálica, desde el interior de lo que parece ser una pequeña fortaleza.
Es un edificio enorme, de altos muros de un color gris oscuro, no veo forma de subir a ellos, y dos ventanas con rejas, y a unos 4 metros, justo encima dos ventas mas estas sin reja alguna. Pero no me interesa para nada entrar ahí. Sacan la llave, y veo la puerta que empieza a abrirse, doy unos pasos hacia atrás, volviendo a la esquina del callejón, pero permaneciendo observando.
-No se que demonios encontraremos, pero debemos ir a Notre Dame. ¡En marcha!-Escucho a un hombre con voz grave y profunda, desprende arrogancia. ¿Soldados? Pienso por su forma de hablar, durante mi cautiverio mas de una vez nos habíamos topado con ellos y había luchado con ellos mas aun. Y cuando los vi salir, sus trajes de cuero, sus floretes y sus sombreros, esos sombreros que me trajeron hasta aquí. Di varios pasos andando pegado a la pared, intentando pasar oculto en las sombras, y los veo pasar corriendo, pasando de largo mi callejón, son seis inquisidores que si no he escuchado mal van al lugar de donde salí, aunque no estoy seguro. Pero si es de allí, ¿alguien abra escapado? Bueno mejor que vayan, la muerte estará dichosa de recibirlos con su frio abrazo.
Espero un minuto, o tal vez mas, hasta que dejo de escuchar los pasos acompasados de los inquisidores. Se de mi fuerza, y mi manejo con las armas, pero en estos momento me encuentro débil y casi sin fuerza, si no, los seguiría y acabaría con ellos uno a uno y en silencio. Pero esta noche dejaría a mis creaciones cumplir con su función. Vuelvo al callejón de la fortaleza, y lo atravieso corriendo hasta llegar a la valla de madera, apoyando una mano en ella, y saltando con agilidad por encima de ella. El tablón cruje al saltar, casi rompiéndose, la miro y puedo ver como se ha agrietado. Observo el amplio campo, es un gran sembradío, a lo lejos en el horizonte puedo divisar un bosque, y a apenas cien metros, los arboles repletos de caquis. Me acerco a uno de los arboles, cojo tres o cuatro, dando buena cuenta de ellos, son dulces, exquisitos.. Me relamo, y cojo un par de ellos mas, comenzando a ir hacia el bosque.
Tengo que buscar a mi hermana Galia, pero no se donde esta, posiblemente en la ciudad, pero tal como estaba no podía adentrarme de nuevo en París, así que decido pasar la noche en el bosque, tomar fuerzas y mañana decidiré lo que hacer.
Por los sembradíos corre una fría brisa, y avanzo atravesando campos de distintas frutas y hortalizas, salto varias vallas acercándome cada vez mas al bosque, veo una figura a lo lejos, un hombre con los brazos en cruz, un espantapájaros, por un instante me hizo creer lo peor. Miro hacia el bosque, es pequeño, y puedo observar la luz de una hoguera y olor a comida. Avanzo agazapado, con cuidado de que quien sea que este allí no me vea por el momento. Cuando estoy algo mas cerca puedo oír varias voces. Corro el ultimo tramo, hasta ponerme tras un árbol y observar lo que parece ser un campamento de inquisidores. Que demonios estarán haciendo aquí?
Stoiko Moadisa- Hechicero Clase Alta
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DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Perseguidos. Falsa libertad (Privado Tempest)
Mientras acampaban en el claro del bosque, parecen olvidarse de mí. A mi lado unos guerreros hablan en susurros, sin importarles que mi jaula, donde me mantenían presa, estuviera al lado de ellos y pudiera escucharles, pero tenía un dolor de cabeza, que no me dejaba escuchar apenas más que mi respiración. A mi lado siguen hablando en susurro, y distingo mas conversaciones en torno a mí, conversaciones lentas y pausadas, no a gritos como en el camino. Una tela impide mi visión total del campamento, ,solo veo retazos del campamento, el que cada vez va cogiendo más fuerza y pasa de ser una pequeña tienda a cinco tiendas con un fuego en medio. Parecen ser ocho inquisidores y dos criados que yacen en el fuego, cortando verduras, preparando la cena a sus señores. Uno de los jefes de la comitiva habla con un subalterno, mientras a su alrededor, los demás aprovechan para descansar o para sacar brillo a sus armas.
Suspirando, agradezco que mi cuerpo haya dejado de temblar, a medida que iba entrando la noche, y la brisa se hacía más fresca, mi cuerpo había asimilado el frescor, hasta hacerse indiferente al cambio de temperatura que sufría el exterior. No podía negar por eso, que sentía necesidad de amparo. Añoraba mi ciudad, el amor de las gentes…el correr libremente, sentir fluir mi magia por doquier. Ahora mi magia dormía en mi interior, ya hacía tiempo no sufría de visiones ni de mis trances, y mi sanación parecía haberme abandonado, ya que ni podía sanarme a mí misma.
Alcé la mirada hacia donde se encontraba el cielo abierto, encima de mi cabeza – el que no podía ver, ya que la oscura tela impedía su visión- y recé en silencio, por mi alma, y porque me diera fuerza, por soportar el fuego en mis huesos, en mis carnes. Solo esperaba que llegado el momento fuera rápida mi partida y perdiera el conocimiento, antes de que el fuego subiera por mis piernas.
Unos pasos se aproximaron al carro donde, atada de pies y manos, permanezco bajo esa jaula. Intento vanamente hacerme pequeña, pasar desapercibida, pero el hombre de unos cincuenta años, de barba oscura, vestido con harapos de pieles y con una túnica ceñida por un cinturón, abre mi jaula- por su atuendo parece un criado- y amenazándome con un cuchillo, me suelta las ataduras de los pies. Me desata y cogiéndome de los jirones de tela que vanamente ocultan mi cuerpo, a empellones me conduce junto al fuego, bajo las atentas miradas de los demás, desata mis manos y me obliga a beber de un cazo, el agua, que termina mojando mis telas, más que dentro de mi reseca garganta, la que ruega por un poco más. Después a una señal del jefe inquisidor, me sujeta de pie a un árbol, y estira mis brazos alrededor del tronco. Siento como crujen mis articulaciones y siento como vuelve a atarme los pies, inmovilizándome de nuevo.
Me rodean varios de los inquisidores que ríen sin compasión, y me observan con burla y desagrado. Uno de ellos me levanta la barbilla para verme mejor la cara, le miro desafiante y tuerzo la cabeza con brusquedad. Al girar mi cabeza, mi cabello le roza. Él lo coge de la mano y yo intento morderle. El hombre ríe, secundado por los demás.- !Guardate tu furia, para arder en el fuego bruja¡- espeta lo ultimo con una mueca maliciosa- y tranquilízate- se me acerca al oído, intento apartar mi cabeza, apartarlo de mí, pero con su mano sujeta mi cabeza, de forma que no puedo hacer nada. Su aliento se coló en mi oído, haciéndome temblar de impotencia. Al ver mis intentos de escapar de su agarre, soltó una grave risa junto a mí- Tranquila- volvió a insistir- tu cuerpo solo nos servirá para unas pocas horas. Las brujas como tú, solo nos sirven como ganado, divertirás a los nobles con tu muerte y nos deleitaras con tus gritos de odio, cuando te hagamos de todos, bajo esta última noche tuya- temblaba de impotencia, al sentir sus manos recorriendo mi cuerpo con dureza, jade buscando aliento, mirando hacia el cielo, que repentinamente se había nublado impidiendo que viera una última vez las estrellas. ¿No merezco apenas verlas una última vez, señor? Rogué al cielo, separando mi consciencia del tacto de esas manos, que recorrían mi cuerpo ultrajando mi alma.
- Bruja, vuelve!- exclamó en mi oído, sobresaltándome, cogiéndome fuerte de la mandíbula, encarando mi rostro hacia él de nuevo. Temblé al ver sus ojos, fieros y salvajes, viles, los que me miraban con cierto oscuro deseo. Sus labios sonrieron en una mueca y río gravemente al ver mi miedo- Haces bien, temiéndome, los demás te usaran como a una cualquiera, pero yo...no soy como los demás- empezó a besar mi cuello cerré los ojos con una mueca de asco- yo te usaré por donde nadie mas te usara bruja. ¿Serás virgen de aquí?- sus manos recorrieron hasta llegar a mis nalgas, donde las golpearon, y entendí lo que quería decir. El miedo me embargó, nunca había sido tomada por ningún hombre y por allí... señor, ayúdeme...rogué de nuevo. Sentí sus manos en mis nalgas – ¡NOOO! ¡DEJEMEE!- exclamé al cielo, el que me correspondió con un rayo entre las nubes, como si dios pudiera oír mis ruegos y quisiera decirme que ahí estaba. Me removí pero el hombre me tenia bien sujeta – ¡Bruja! ¡Como mas resistas será peor!- Negué con la cabeza, sintiendo de nuevo el avance de sus manos.
A mi alrededor, los inquisidores yacían en el fuego comiendo, solo cuatro de ellos, hacían guardia. – Señor- interrumpió uno, al hombre que planeaba mancillar mi virginidad. El hombre, a regañadientes se separó de mí - ¿Qué ocurre?- su mano, pero no se separó de una de mis piernas, la que acariciaba con dulzura, riéndose de mí. Aproveché para volver la mirada al cielo gris que cubría mi cabeza, una lagrima interrumpió mi visión y volví a ver como un rayo, entre las nubes destellaba. Por un momento me sentí bien, era como si el cielo se cubriera y luchara por mí, me diera fuerzas para resistir.
-¿Empezamos los turnos? No me gusta este cambio del tiempo y todos pensamos igual. Solo debe de ser una tormenta seca de otoño, pero aún así tendríamos que empezar con las guardias- sugirió el inquisidor. El hombre que mandaba, asintió – ¡Tú y tu!- señaló a dos de los inquisidores- Id a merodear por los alrededores- ordenó. Dos de los inquisidores asintieron, cogieron la lanza y uno una ballesta y se perdieron entre los árboles. Los demás, se quedaron alrededor del fuego, menos uno que fue a ver como se encontraban los caballos y otros dos más, que cogieron sus armas y se recostaron contra unos árboles, haciendo guardia en el campamento
-¿Por dónde íbamos...? Ah...sí!- el malicioso hombre se volteó, y cuando volví a tenerlo encima de mí, sentí como un objeto cortante muy frío, tocaba mi piel.- Ahora me corresponderás...y no chillaras- sentí el cuchillo rasgar una de las telas que me cubría. Quise gritar, removerme, pero una de sus manos me cerró la boca, impidiéndome ni si quiera respirar por ella. Le miré con horror, al sentir como el cuchillo rasgaba ligeramente uno de mis costados- no muy profundo, pero lo bastante para herir mi piel- ¡¡QUÉ TE HE DICHO, FULANA!!- una de sus manos impactó en mi mejilla, fuertemente. El dolor me invadió y gracias a la mano con la que me tenía sujeta la boca, no podía tomar aliento. Mi visión se tornaba confusa, cuando de las sombras, bajo la luz de un trueno que resonó en el claro, alguien se apareció.
Suspirando, agradezco que mi cuerpo haya dejado de temblar, a medida que iba entrando la noche, y la brisa se hacía más fresca, mi cuerpo había asimilado el frescor, hasta hacerse indiferente al cambio de temperatura que sufría el exterior. No podía negar por eso, que sentía necesidad de amparo. Añoraba mi ciudad, el amor de las gentes…el correr libremente, sentir fluir mi magia por doquier. Ahora mi magia dormía en mi interior, ya hacía tiempo no sufría de visiones ni de mis trances, y mi sanación parecía haberme abandonado, ya que ni podía sanarme a mí misma.
Alcé la mirada hacia donde se encontraba el cielo abierto, encima de mi cabeza – el que no podía ver, ya que la oscura tela impedía su visión- y recé en silencio, por mi alma, y porque me diera fuerza, por soportar el fuego en mis huesos, en mis carnes. Solo esperaba que llegado el momento fuera rápida mi partida y perdiera el conocimiento, antes de que el fuego subiera por mis piernas.
Unos pasos se aproximaron al carro donde, atada de pies y manos, permanezco bajo esa jaula. Intento vanamente hacerme pequeña, pasar desapercibida, pero el hombre de unos cincuenta años, de barba oscura, vestido con harapos de pieles y con una túnica ceñida por un cinturón, abre mi jaula- por su atuendo parece un criado- y amenazándome con un cuchillo, me suelta las ataduras de los pies. Me desata y cogiéndome de los jirones de tela que vanamente ocultan mi cuerpo, a empellones me conduce junto al fuego, bajo las atentas miradas de los demás, desata mis manos y me obliga a beber de un cazo, el agua, que termina mojando mis telas, más que dentro de mi reseca garganta, la que ruega por un poco más. Después a una señal del jefe inquisidor, me sujeta de pie a un árbol, y estira mis brazos alrededor del tronco. Siento como crujen mis articulaciones y siento como vuelve a atarme los pies, inmovilizándome de nuevo.
Me rodean varios de los inquisidores que ríen sin compasión, y me observan con burla y desagrado. Uno de ellos me levanta la barbilla para verme mejor la cara, le miro desafiante y tuerzo la cabeza con brusquedad. Al girar mi cabeza, mi cabello le roza. Él lo coge de la mano y yo intento morderle. El hombre ríe, secundado por los demás.- !Guardate tu furia, para arder en el fuego bruja¡- espeta lo ultimo con una mueca maliciosa- y tranquilízate- se me acerca al oído, intento apartar mi cabeza, apartarlo de mí, pero con su mano sujeta mi cabeza, de forma que no puedo hacer nada. Su aliento se coló en mi oído, haciéndome temblar de impotencia. Al ver mis intentos de escapar de su agarre, soltó una grave risa junto a mí- Tranquila- volvió a insistir- tu cuerpo solo nos servirá para unas pocas horas. Las brujas como tú, solo nos sirven como ganado, divertirás a los nobles con tu muerte y nos deleitaras con tus gritos de odio, cuando te hagamos de todos, bajo esta última noche tuya- temblaba de impotencia, al sentir sus manos recorriendo mi cuerpo con dureza, jade buscando aliento, mirando hacia el cielo, que repentinamente se había nublado impidiendo que viera una última vez las estrellas. ¿No merezco apenas verlas una última vez, señor? Rogué al cielo, separando mi consciencia del tacto de esas manos, que recorrían mi cuerpo ultrajando mi alma.
- Bruja, vuelve!- exclamó en mi oído, sobresaltándome, cogiéndome fuerte de la mandíbula, encarando mi rostro hacia él de nuevo. Temblé al ver sus ojos, fieros y salvajes, viles, los que me miraban con cierto oscuro deseo. Sus labios sonrieron en una mueca y río gravemente al ver mi miedo- Haces bien, temiéndome, los demás te usaran como a una cualquiera, pero yo...no soy como los demás- empezó a besar mi cuello cerré los ojos con una mueca de asco- yo te usaré por donde nadie mas te usara bruja. ¿Serás virgen de aquí?- sus manos recorrieron hasta llegar a mis nalgas, donde las golpearon, y entendí lo que quería decir. El miedo me embargó, nunca había sido tomada por ningún hombre y por allí... señor, ayúdeme...rogué de nuevo. Sentí sus manos en mis nalgas – ¡NOOO! ¡DEJEMEE!- exclamé al cielo, el que me correspondió con un rayo entre las nubes, como si dios pudiera oír mis ruegos y quisiera decirme que ahí estaba. Me removí pero el hombre me tenia bien sujeta – ¡Bruja! ¡Como mas resistas será peor!- Negué con la cabeza, sintiendo de nuevo el avance de sus manos.
A mi alrededor, los inquisidores yacían en el fuego comiendo, solo cuatro de ellos, hacían guardia. – Señor- interrumpió uno, al hombre que planeaba mancillar mi virginidad. El hombre, a regañadientes se separó de mí - ¿Qué ocurre?- su mano, pero no se separó de una de mis piernas, la que acariciaba con dulzura, riéndose de mí. Aproveché para volver la mirada al cielo gris que cubría mi cabeza, una lagrima interrumpió mi visión y volví a ver como un rayo, entre las nubes destellaba. Por un momento me sentí bien, era como si el cielo se cubriera y luchara por mí, me diera fuerzas para resistir.
-¿Empezamos los turnos? No me gusta este cambio del tiempo y todos pensamos igual. Solo debe de ser una tormenta seca de otoño, pero aún así tendríamos que empezar con las guardias- sugirió el inquisidor. El hombre que mandaba, asintió – ¡Tú y tu!- señaló a dos de los inquisidores- Id a merodear por los alrededores- ordenó. Dos de los inquisidores asintieron, cogieron la lanza y uno una ballesta y se perdieron entre los árboles. Los demás, se quedaron alrededor del fuego, menos uno que fue a ver como se encontraban los caballos y otros dos más, que cogieron sus armas y se recostaron contra unos árboles, haciendo guardia en el campamento
-¿Por dónde íbamos...? Ah...sí!- el malicioso hombre se volteó, y cuando volví a tenerlo encima de mí, sentí como un objeto cortante muy frío, tocaba mi piel.- Ahora me corresponderás...y no chillaras- sentí el cuchillo rasgar una de las telas que me cubría. Quise gritar, removerme, pero una de sus manos me cerró la boca, impidiéndome ni si quiera respirar por ella. Le miré con horror, al sentir como el cuchillo rasgaba ligeramente uno de mis costados- no muy profundo, pero lo bastante para herir mi piel- ¡¡QUÉ TE HE DICHO, FULANA!!- una de sus manos impactó en mi mejilla, fuertemente. El dolor me invadió y gracias a la mano con la que me tenía sujeta la boca, no podía tomar aliento. Mi visión se tornaba confusa, cuando de las sombras, bajo la luz de un trueno que resonó en el claro, alguien se apareció.
Alyssia Donovan- Cambiante Clase Media
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Re: Perseguidos. Falsa libertad (Privado Tempest)
Desde detrás de los arboles comienzo a observar el campamento, puedo observar que hay cinco tiendas montadas, haciendo un circulo alrededor de la hoguera. Paseando por el campamento puedo contar cinco inquisidores, que pasean por el campamento a paso tranquilo, y alrededor de la hoguera, dos hombres mas, por sus ropajes los identifico como sirvientes o esclavos. Uno de ellos se encamina hacia una esquina del campamento, perdiéndose tras una de las tiendas, impidiéndome ver sus movimientos. Escucho el tintineo de unas llaves, y unos instantes mas tarde lo veo aparecer de nuevo, con una chica de cabello dorado y muy largo, mi posición solo me deja verla de espaldas, y aunque sus ropas y aspecto esta algo demacrado y sucio, su figura es exuberante y hermosa.
No se quien sera es mujer, su cuerpo es hermoso. Pero no puedo enfrentarme ahora a ellos, me siento con pocas fuerzas. Miro a mi izquierda, viendo un árbol grande a unos cincuenta metros, donde posiblemente vea mejor todo el campamento, miro de nuevo al campamento, asegurándome de que nadie mire, me agacho y corro hacia el otro árbol, pasando entre matorrales, pero de manera sigilosa, sin casi hacer ruido. Solo una rama se rompe cuando llego al árbol, pero consigo ocultarme tras el rápidamente, uno de los inquisidores mira hacia mi posición, Pero yo permanezco escondido y el inquisidor se gira y vuelve a patrullar por el campamento.
Me asomo con cuidado, y veo como la chica, pide mas agua, la cual le dan, y el jefe hace un gesto al sirviente, el cual hace que la mujer se levante de nuevo llevándola junto a un árbol, atándola en el él de pie. Y por primera vez veo su rostro, de aspecto dulce y triste. Ella hace una mueca de dolor, cuando la atan. Y varios de los inquisidores la rodean, observándola entre risas y caras de desprecio, uno de ellos levanta la cara de la chica por la barbilla, ella intenta deshacerse del agarre. Girando con ímpetu su cara, golpeando con su cabello al hombre, esté se lo coge, diciéndole unas palabras que no puedo escuchar con claridad, y por la cara de la chica, no deben ser palabras agradables. El tipo la mantiene sujeta, mientras ella se revuelve intentando soltarse de su agarre, pero sin conseguir nada. Escucho la risa malvada del maldito inquisidor, cobardes, veo que son seis y por sus gestos y palabras, su intención va mas allá de dejar atada. Como se atreven?! Me pregunto frunciendo el ceño, posando mi mano en la empuñadura de mi cimitarra. Veo como el hombre comienza a pasar ambas manos por todo el cuerpo de la bruja mientras ella tiembla de impotencia. Me enfurece, por que tienen que tratarnos así? no somos humanos como ellos? La rabia crece en mi interior, y en el cielo mi habilidad atmokinesis se activa sola con mis oscuros pensamientos. Aprieto mi mano contra la empuñadura de la espada. Mientras en el cielo un espiral de nubes de tormenta comienza a crearse, cubriendo todo el cielo del a zona. Las nubes se iluminan con destellos blancos, se pueden ver estas luces viajando por el interior de la tormenta, que cada vez toma mas fuerza, aumentando la intensidad al ritmo que crece mi ira.
Sigo observando, con gesto serio, ya sin ocultarme, estático como una estatua junto al gran árbol, saco mi cimitarra de su vaina, aguantándola en mi mano derecha mirando a la chica, viendo como el hombre toca todos los rincones del cuerpo de la joven bruja, la cual tan solo mira al cielo, con la mente en otro lugar. Pero el hombre le grita al oído, riéndose, notando el miedo que la pobre chica desprende. Y tras unas palabras, comienza a besarle el cuello, puedo ver como ella cierra los ojos con cara de asco, _Malditos inquisidores. Soltadla!_ Pienso para mi, y es cuando la escucho gritar por primera vez, con autentica cara de terror. -Suéltala!- Susurro, haciendo que un gran rayo cruzara las nubes, silenciando mi voz y iluminando toda la zona. La chica intenta resistirse, pero esta inmovilizada y le es inútil. Otro inquisidor, se acerca a ellos. -Señor- Llamo al hombre que estaba con la mujer, este se giro y comenzaron a hablar, el cielo enfurecía junto a mi, haciendo que cada vez se formaran mas rayos en el interior de las nubes.
Sigo mirándote, viendo como la tormenta calma tu alma, sonrío, jurándome a mi mismo que la salvaría. El hombre mientras hablaba con el otro tipo, continuaba acariciando dulcemente el muslo de la bruja, Una lagrima cayo por su mejilla, un gran rayo ilumino el cielo con fuerza. Desde mi posición, veo tres cuartas partes del campamento. Los inquisidores terminan de hablar, y el que da las ordenes indica a dos de sus hombres, que fueran a patrullar. Puedo ver como ambos cogen una lanza y uno de ellos coge una ballesta también y se pierden en el bosque, otros dos hombres veo como se sientan en la hoguera, dos mas se sientan en el tronco de un árbol con sus armas en la mano, y uno que se pierde tras una de las tiendas, que es algo mas grande y no me deja ver sus movimientos. Y miro de nuevo hacia la chica, y veo algo destellar en la mano del hombre, y se gira, veo como ella se intenta remover, y el tipo le tapa la boca, apretando con fuerza.
Comienzo a correr sin ni siguiera mirar a los otros inquisidores, no voy a dejar que la toquen! Y tras gritarle insultándola con desprecio, le da un puñetazo en la cara. Salto con toda la fuerza que dispongo, con solo una cosa en mente, matar, solo matar. Un gran rayo ilumina el cielo, alzo mi espada lanzando un corte horizontal, a la altura del cuello del hombre que esta con la chica. Es un corte limpio, al hombre tan solo le da tiempo a poner cara de confusión, ante la atenta mirada de la bruja, y su cabeza, se despega del cuello cayendo al suelo. De inmediato, el cuerpo decapitado, cae de rodillas, de su cuello sale sangre como si de una fuente se tratase, salpicándote toda la ropa y la cara. Finalmente cae hacia atrás inerte. -¡¿Señor?! ¡Alerta!- Grita el hombre que no podía ver, y comienza a correr hacia mi, llevándose su mano derecha a su espada para poderla desenvainar. Sonrío, y comienzo a caminar hacia él. Desenvaina su espada. -¡A matado al jefe! ¡Apresadlo!- Grita, mientras los 4 tipos que estaban sentados ya se han levantado, y los cuatro comienzan a correr hacia mi, espada en mano. -¡¿Quien eres maldito?!- Me pregunta uno de ellos, mirándome de arriba abajo mientras se acerca. Con el rabillo del ojo veo como el que a dado la alerta, da un corte de arriba hacia abajo, doy un paso atrás, echando mi torso hacia atrás, esquivando el corte. Él al realizar el movimiento, cuando mas baja esta su espada, veo el hueco, y usando la empuñadura, le golpeo con fuerza en la nariz, haciendo levantarse de golpe, un poco mareado. Alzo mi cimitarra haciéndola apuntar hacia abajo, bajando mi brazo con velocidad, clavando la espada por completo en el pecho del tipo, hundiendo mas de la mitad de la hoja. La retiro con fuerza, de inmediato de la boca del inquisidor empieza a brotar sangre, me mira con terror, y cae al suelo de lado.
Miro al los otros que venían corriendo, y uno de ellos esta en el aire con la espada por encima de la cabeza, para lanzarme un buen corte, yo alzo mi espada, poniéndola en el camino de la suya, aguantando el golpe poniendo mi mano izquierda en la muñeca de mi mano derecha, resisto el golpe estoico y escucho a mi izquierda, desde el bosque un “Toc!” y un par de segundos después -AAAHHH!! MALDITOOOO!- Grito dolorido mirando a mi brazo creyendo que me habían golpeado con una espada, y veo una saeta clavada. El dolor es fuerte, pero, -¡NO ME VENCERAN!- Grito recordando las luchas de mi época de cautiverio, momentos en los que creía que ya estaba perdido, en mi mente gritaba, luchando por mi ansiada libertad. Dejo bajar un poco la fuerza de mi brazo dejando que su espada bajase bastante, preparándome para empujarlo con fuerza, cuando desde el bosque vuelvo a escuchar ese “Toc!”, y de inmediato aunque mi brazo esta medio dormido por el dolor, cojo al inquisidor de la pechera, poniéndolo con velocidad en la trayectoria de la saeta, mientras un nuevo rayo cruza el cielo, el trueno suena con fuerza, haciendo vibrar la tierra, y de inmediato comienza a diluviar, la saeta se clava en la espalda del inquisidor, que cierra los ojos en una mueca de mucho dolor, mirando hacia arriba, alzo mi espada, poniéndosela en el cuello, listo para degollarlo, veo como se acercan los otros tres inquisidores, dispuestos a atacarme. Miro de nuevo al tipo de delante de mi sonrió, y le corto el cuello, con fuerza dando un corte intimidatorio hacia los otros tres. Se detienen un segundo, en el cual yo suelto al degollado.
Vuelven a atacarme con furia y miedo en sus ojos, me giro mirándolos, cubierto por un manto de agua, con mi espada lista, en posición ofensiva listo para que me ataquen. Los tres se ponen rodeándome. Y yo permanezco inmóvil, observándolos, viendo en la mirada del inquisidor de mi izquierda como miraba hacia atrás, y me giro por puro instinto, y el de mi espalda me lanza una estocada, notando como la espada roza mi cintura, cortándome levemente. Y escucho de nuevo el sonido de la ballesta. Tan solo echo mi cuerpo a tierra, esperando que falle y golpee a alguien, solo escucho como pasa a gran velocidad y se clava en algo y sin mirar, pongo una mano en el suelo, alzándome mostrando los dientes, y aun agachado, doy un golpe con fuerza contra la rodilla del inquisidor mas cercano, no logrando cortar su pierna, pero si romperla, haciéndole caer al suelo aullando de dolor. La lluvia no cesa de caer.
Aprovecho el momento para correr entrando en el interior de una de las tiendas, buscando este lugar cerrado, para al menos no tener que preocuparme un rato de la ballesta.
No se quien sera es mujer, su cuerpo es hermoso. Pero no puedo enfrentarme ahora a ellos, me siento con pocas fuerzas. Miro a mi izquierda, viendo un árbol grande a unos cincuenta metros, donde posiblemente vea mejor todo el campamento, miro de nuevo al campamento, asegurándome de que nadie mire, me agacho y corro hacia el otro árbol, pasando entre matorrales, pero de manera sigilosa, sin casi hacer ruido. Solo una rama se rompe cuando llego al árbol, pero consigo ocultarme tras el rápidamente, uno de los inquisidores mira hacia mi posición, Pero yo permanezco escondido y el inquisidor se gira y vuelve a patrullar por el campamento.
Me asomo con cuidado, y veo como la chica, pide mas agua, la cual le dan, y el jefe hace un gesto al sirviente, el cual hace que la mujer se levante de nuevo llevándola junto a un árbol, atándola en el él de pie. Y por primera vez veo su rostro, de aspecto dulce y triste. Ella hace una mueca de dolor, cuando la atan. Y varios de los inquisidores la rodean, observándola entre risas y caras de desprecio, uno de ellos levanta la cara de la chica por la barbilla, ella intenta deshacerse del agarre. Girando con ímpetu su cara, golpeando con su cabello al hombre, esté se lo coge, diciéndole unas palabras que no puedo escuchar con claridad, y por la cara de la chica, no deben ser palabras agradables. El tipo la mantiene sujeta, mientras ella se revuelve intentando soltarse de su agarre, pero sin conseguir nada. Escucho la risa malvada del maldito inquisidor, cobardes, veo que son seis y por sus gestos y palabras, su intención va mas allá de dejar atada. Como se atreven?! Me pregunto frunciendo el ceño, posando mi mano en la empuñadura de mi cimitarra. Veo como el hombre comienza a pasar ambas manos por todo el cuerpo de la bruja mientras ella tiembla de impotencia. Me enfurece, por que tienen que tratarnos así? no somos humanos como ellos? La rabia crece en mi interior, y en el cielo mi habilidad atmokinesis se activa sola con mis oscuros pensamientos. Aprieto mi mano contra la empuñadura de la espada. Mientras en el cielo un espiral de nubes de tormenta comienza a crearse, cubriendo todo el cielo del a zona. Las nubes se iluminan con destellos blancos, se pueden ver estas luces viajando por el interior de la tormenta, que cada vez toma mas fuerza, aumentando la intensidad al ritmo que crece mi ira.
Sigo observando, con gesto serio, ya sin ocultarme, estático como una estatua junto al gran árbol, saco mi cimitarra de su vaina, aguantándola en mi mano derecha mirando a la chica, viendo como el hombre toca todos los rincones del cuerpo de la joven bruja, la cual tan solo mira al cielo, con la mente en otro lugar. Pero el hombre le grita al oído, riéndose, notando el miedo que la pobre chica desprende. Y tras unas palabras, comienza a besarle el cuello, puedo ver como ella cierra los ojos con cara de asco, _Malditos inquisidores. Soltadla!_ Pienso para mi, y es cuando la escucho gritar por primera vez, con autentica cara de terror. -Suéltala!- Susurro, haciendo que un gran rayo cruzara las nubes, silenciando mi voz y iluminando toda la zona. La chica intenta resistirse, pero esta inmovilizada y le es inútil. Otro inquisidor, se acerca a ellos. -Señor- Llamo al hombre que estaba con la mujer, este se giro y comenzaron a hablar, el cielo enfurecía junto a mi, haciendo que cada vez se formaran mas rayos en el interior de las nubes.
Sigo mirándote, viendo como la tormenta calma tu alma, sonrío, jurándome a mi mismo que la salvaría. El hombre mientras hablaba con el otro tipo, continuaba acariciando dulcemente el muslo de la bruja, Una lagrima cayo por su mejilla, un gran rayo ilumino el cielo con fuerza. Desde mi posición, veo tres cuartas partes del campamento. Los inquisidores terminan de hablar, y el que da las ordenes indica a dos de sus hombres, que fueran a patrullar. Puedo ver como ambos cogen una lanza y uno de ellos coge una ballesta también y se pierden en el bosque, otros dos hombres veo como se sientan en la hoguera, dos mas se sientan en el tronco de un árbol con sus armas en la mano, y uno que se pierde tras una de las tiendas, que es algo mas grande y no me deja ver sus movimientos. Y miro de nuevo hacia la chica, y veo algo destellar en la mano del hombre, y se gira, veo como ella se intenta remover, y el tipo le tapa la boca, apretando con fuerza.
Comienzo a correr sin ni siguiera mirar a los otros inquisidores, no voy a dejar que la toquen! Y tras gritarle insultándola con desprecio, le da un puñetazo en la cara. Salto con toda la fuerza que dispongo, con solo una cosa en mente, matar, solo matar. Un gran rayo ilumina el cielo, alzo mi espada lanzando un corte horizontal, a la altura del cuello del hombre que esta con la chica. Es un corte limpio, al hombre tan solo le da tiempo a poner cara de confusión, ante la atenta mirada de la bruja, y su cabeza, se despega del cuello cayendo al suelo. De inmediato, el cuerpo decapitado, cae de rodillas, de su cuello sale sangre como si de una fuente se tratase, salpicándote toda la ropa y la cara. Finalmente cae hacia atrás inerte. -¡¿Señor?! ¡Alerta!- Grita el hombre que no podía ver, y comienza a correr hacia mi, llevándose su mano derecha a su espada para poderla desenvainar. Sonrío, y comienzo a caminar hacia él. Desenvaina su espada. -¡A matado al jefe! ¡Apresadlo!- Grita, mientras los 4 tipos que estaban sentados ya se han levantado, y los cuatro comienzan a correr hacia mi, espada en mano. -¡¿Quien eres maldito?!- Me pregunta uno de ellos, mirándome de arriba abajo mientras se acerca. Con el rabillo del ojo veo como el que a dado la alerta, da un corte de arriba hacia abajo, doy un paso atrás, echando mi torso hacia atrás, esquivando el corte. Él al realizar el movimiento, cuando mas baja esta su espada, veo el hueco, y usando la empuñadura, le golpeo con fuerza en la nariz, haciendo levantarse de golpe, un poco mareado. Alzo mi cimitarra haciéndola apuntar hacia abajo, bajando mi brazo con velocidad, clavando la espada por completo en el pecho del tipo, hundiendo mas de la mitad de la hoja. La retiro con fuerza, de inmediato de la boca del inquisidor empieza a brotar sangre, me mira con terror, y cae al suelo de lado.
Miro al los otros que venían corriendo, y uno de ellos esta en el aire con la espada por encima de la cabeza, para lanzarme un buen corte, yo alzo mi espada, poniéndola en el camino de la suya, aguantando el golpe poniendo mi mano izquierda en la muñeca de mi mano derecha, resisto el golpe estoico y escucho a mi izquierda, desde el bosque un “Toc!” y un par de segundos después -AAAHHH!! MALDITOOOO!- Grito dolorido mirando a mi brazo creyendo que me habían golpeado con una espada, y veo una saeta clavada. El dolor es fuerte, pero, -¡NO ME VENCERAN!- Grito recordando las luchas de mi época de cautiverio, momentos en los que creía que ya estaba perdido, en mi mente gritaba, luchando por mi ansiada libertad. Dejo bajar un poco la fuerza de mi brazo dejando que su espada bajase bastante, preparándome para empujarlo con fuerza, cuando desde el bosque vuelvo a escuchar ese “Toc!”, y de inmediato aunque mi brazo esta medio dormido por el dolor, cojo al inquisidor de la pechera, poniéndolo con velocidad en la trayectoria de la saeta, mientras un nuevo rayo cruza el cielo, el trueno suena con fuerza, haciendo vibrar la tierra, y de inmediato comienza a diluviar, la saeta se clava en la espalda del inquisidor, que cierra los ojos en una mueca de mucho dolor, mirando hacia arriba, alzo mi espada, poniéndosela en el cuello, listo para degollarlo, veo como se acercan los otros tres inquisidores, dispuestos a atacarme. Miro de nuevo al tipo de delante de mi sonrió, y le corto el cuello, con fuerza dando un corte intimidatorio hacia los otros tres. Se detienen un segundo, en el cual yo suelto al degollado.
Vuelven a atacarme con furia y miedo en sus ojos, me giro mirándolos, cubierto por un manto de agua, con mi espada lista, en posición ofensiva listo para que me ataquen. Los tres se ponen rodeándome. Y yo permanezco inmóvil, observándolos, viendo en la mirada del inquisidor de mi izquierda como miraba hacia atrás, y me giro por puro instinto, y el de mi espalda me lanza una estocada, notando como la espada roza mi cintura, cortándome levemente. Y escucho de nuevo el sonido de la ballesta. Tan solo echo mi cuerpo a tierra, esperando que falle y golpee a alguien, solo escucho como pasa a gran velocidad y se clava en algo y sin mirar, pongo una mano en el suelo, alzándome mostrando los dientes, y aun agachado, doy un golpe con fuerza contra la rodilla del inquisidor mas cercano, no logrando cortar su pierna, pero si romperla, haciéndole caer al suelo aullando de dolor. La lluvia no cesa de caer.
Aprovecho el momento para correr entrando en el interior de una de las tiendas, buscando este lugar cerrado, para al menos no tener que preocuparme un rato de la ballesta.
Stoiko Moadisa- Hechicero Clase Alta
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