AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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E mi ritrovo a non capire... [Privado]
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E mi ritrovo a non capire... [Privado]
¿Qué podía llevarme a salir otra vez del Sanatorio? ¿Por qué no entendía que cada salida iba a ser otro error? Otra piedra más en el pozo... otra más para cerrar aún más el muro que lo hacía todo oscuro a mi alrededor. Pero debía salir, vencer aunque fuera por un momento, la batalla al miedo y enfrentarme al mundo... un mundo vacío, inservible. Un mundo cuyo sentido se había perdido a lo largo del camino, al menos, sí para mí...
Cállate, me aburre oírte siempre. Solo te quejas
Suspiré molesto ante aquella queja, ¿por qué siempre lograba callarme? ¿Acaso mandaba él y no yo? Lo último que necesitaba era una pelea, un debate mental para el cual no tenía fuerzas.
Necesitaba acallar los gritos de mi vacío pecho, que pedía algo desconocido, ¿sangre? ¿O era tal vez algo más? Otro largo suspiro rompió el silencio de la noche, y caminé, caminé perdido por las calles sin rumbo ni destino, sin guía ni camino.
A las afueras de la ciudad apenas había gente, nadie se acercaba nunca al sanatorio. Por miedo, suponía, ya que cada vez había más muertes en aquel lugar... nunca de internos, claro, siempre de los guardias. Mi mente se rió ante aquel pensamiento, y puse los ojos en blancos, agotado de tener siempre que aguantar sus aires de poder. ¿Cómo podíamos ser tan diferentes? ¿Por qué tenía que verme torturado por otra personalidad, una tan desalmada?
Antes no pensabas lo mismo, solo te importa ser bueno por él. Por Flavio.
Cuando pronunció aquel nombre me detuve, en un escalofrío que recorrió mi columna de arriba a abajo. Flavio, susurré cerrando los ojos.
Razón perdida por la que todo alcanzaba un sentido, razón por la que mi pecho se compungía cada noche con su ausencia.
Después de aquello mis pies parecían descoordinados, continuaron el camino arrastrándose de forma lenta y pesada. Finalmente, me llevaron a alguna parte, llena de luces y rodeada de una gran multitud que hablaba en murmullos.
Alcé la mirada para encontrarme con un gran teatro, de hermosa arquitectura. Por un momento una media sonrisa curvó mis labios, con aquello que podía ser denominado de "orgullo patriótico". Pensé con aquella sonrisa curvando mis labios que cualquier teatro italiano era más hermoso que aquel, pero no podía despreciar su belleza.
De entre aquella multitud, un hombre chocó con fuerza contra mí, haciéndome casi caer.
-¡Apártese! ¿No ve que tenemos prisa?.- exclamó molesto, mirándome con superioridad. Arañaba un par de centímetros más que yo, pero la diferencia no era abrumadora. Su gesto de superioridad logró molestarme incluso con lo débil que me encontraba. Tomé su brazo para arrastrarle con fuerza hasta un callejón cercano, clavando mi mirada en la suya. -¡Qué hace!
-¡Oh cállate!.- exclamé con creciente mal humor. Acaba con él, vamos, sonrió mi mente.
Un fuerte puñetazo golpeó en mi cara antes de que pudiera hacer nada, y aquello fue la gota que colmó el vaso, acabando con mi paciencia. Lo empujé hasta el final del callejón, y tapando su boca clavé los colmillos en su cuello.
Resultó su sangre mucho más amarga de lo esperado, y limpié los restos de sangre de mis labios con el dorso de la mano, lamiendo luego ésta con delicadeza. Sonreí con frialdad al ver al cuerpo de aquel fuerte hombre caído en el suelo, sin color y con rostro desfigurado.
Me agaché a buscar en los bolsillos del hombre, y apenas encontré unos cuantos billetes de alto valor y un par de entradas para el teatro. Desdichado el acompañante de aquel desgraciado...
¿No lo ves? En el fondo te encanta ser así...
Aquellas palabras, pronunciadas al levantarme, lograron que me tambalease mareado. Me había dejado vencer por su odio y había olvidado de nuevo, como tantas otras veces, la parte "humana" que había renacido con el recuerdo de Flavio.
Suspiré frotándome la frente, notando como el ruido de la multitud ya había desaparecido. Salí del callejón tras arrastrar el cadáver hasta la zona más oscura, y me dispuse a entrar en el teatro. Justo entonces, una oscura figura, desentonando con la claridad de las luces de la zona. Completamente vestido de negro y con piel pálida, su presencia parecía estar claramente marcada por la condena de la noche. Fruncí el ceño cuando aquella figura se acercó más, pues me resultaba familiar. Me apoyé en la pared del teatro, aguardando a que sus pasos le acercaran más, para descubrir tal vez que se trataba de un conocido.
Cállate, me aburre oírte siempre. Solo te quejas
Suspiré molesto ante aquella queja, ¿por qué siempre lograba callarme? ¿Acaso mandaba él y no yo? Lo último que necesitaba era una pelea, un debate mental para el cual no tenía fuerzas.
Necesitaba acallar los gritos de mi vacío pecho, que pedía algo desconocido, ¿sangre? ¿O era tal vez algo más? Otro largo suspiro rompió el silencio de la noche, y caminé, caminé perdido por las calles sin rumbo ni destino, sin guía ni camino.
A las afueras de la ciudad apenas había gente, nadie se acercaba nunca al sanatorio. Por miedo, suponía, ya que cada vez había más muertes en aquel lugar... nunca de internos, claro, siempre de los guardias. Mi mente se rió ante aquel pensamiento, y puse los ojos en blancos, agotado de tener siempre que aguantar sus aires de poder. ¿Cómo podíamos ser tan diferentes? ¿Por qué tenía que verme torturado por otra personalidad, una tan desalmada?
Antes no pensabas lo mismo, solo te importa ser bueno por él. Por Flavio.
Cuando pronunció aquel nombre me detuve, en un escalofrío que recorrió mi columna de arriba a abajo. Flavio, susurré cerrando los ojos.
Razón perdida por la que todo alcanzaba un sentido, razón por la que mi pecho se compungía cada noche con su ausencia.
Después de aquello mis pies parecían descoordinados, continuaron el camino arrastrándose de forma lenta y pesada. Finalmente, me llevaron a alguna parte, llena de luces y rodeada de una gran multitud que hablaba en murmullos.
Alcé la mirada para encontrarme con un gran teatro, de hermosa arquitectura. Por un momento una media sonrisa curvó mis labios, con aquello que podía ser denominado de "orgullo patriótico". Pensé con aquella sonrisa curvando mis labios que cualquier teatro italiano era más hermoso que aquel, pero no podía despreciar su belleza.
De entre aquella multitud, un hombre chocó con fuerza contra mí, haciéndome casi caer.
-¡Apártese! ¿No ve que tenemos prisa?.- exclamó molesto, mirándome con superioridad. Arañaba un par de centímetros más que yo, pero la diferencia no era abrumadora. Su gesto de superioridad logró molestarme incluso con lo débil que me encontraba. Tomé su brazo para arrastrarle con fuerza hasta un callejón cercano, clavando mi mirada en la suya. -¡Qué hace!
-¡Oh cállate!.- exclamé con creciente mal humor. Acaba con él, vamos, sonrió mi mente.
Un fuerte puñetazo golpeó en mi cara antes de que pudiera hacer nada, y aquello fue la gota que colmó el vaso, acabando con mi paciencia. Lo empujé hasta el final del callejón, y tapando su boca clavé los colmillos en su cuello.
Resultó su sangre mucho más amarga de lo esperado, y limpié los restos de sangre de mis labios con el dorso de la mano, lamiendo luego ésta con delicadeza. Sonreí con frialdad al ver al cuerpo de aquel fuerte hombre caído en el suelo, sin color y con rostro desfigurado.
Me agaché a buscar en los bolsillos del hombre, y apenas encontré unos cuantos billetes de alto valor y un par de entradas para el teatro. Desdichado el acompañante de aquel desgraciado...
¿No lo ves? En el fondo te encanta ser así...
Aquellas palabras, pronunciadas al levantarme, lograron que me tambalease mareado. Me había dejado vencer por su odio y había olvidado de nuevo, como tantas otras veces, la parte "humana" que había renacido con el recuerdo de Flavio.
Suspiré frotándome la frente, notando como el ruido de la multitud ya había desaparecido. Salí del callejón tras arrastrar el cadáver hasta la zona más oscura, y me dispuse a entrar en el teatro. Justo entonces, una oscura figura, desentonando con la claridad de las luces de la zona. Completamente vestido de negro y con piel pálida, su presencia parecía estar claramente marcada por la condena de la noche. Fruncí el ceño cuando aquella figura se acercó más, pues me resultaba familiar. Me apoyé en la pared del teatro, aguardando a que sus pasos le acercaran más, para descubrir tal vez que se trataba de un conocido.
Invitado- Invitado
Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
Debería pensar más en lo que hago. ¡¿Quién me mandaría juntarme con una bruja?!... Maldita maldición.
Necesitaba como nunca poder alejarme de aquel "nuevo mundo". Necesitaba volver a sentirme libre... ¿Y no lo era acaso?, con ésta marca en el cuello que ardía cuando le apetecía ¿como coño pretendía ser libre?. Era como estar apresado, o constantemente vigilado por alguien. ¡Qué maravilla!, ahora ya no tengo por qué sentirme solo... tengo una marca propia que me hará compañía durante el resto de mi inmortalidad... ¿Debería ponerle nombre?, igual hasta me lo agradecía... Definitivamente necesitaba un nombre. ¿Alainn tal vez?, no, lo odio... ¿como podía poner el nombre de alguien a quien odio?, ¿Vithori?, parte de esto era culpa suya... "La Marca de Mi cuello", es el nombre perfecto. Bufé ante mi intento de pasar en alto aquel incidente. Malditos brujos y su mierda de brujería, los mataré a todos como no encuentre solución.
La nocturna París volvía a sumirse ante mis pies. ¿Quién no lo haría?, pues yo mismo, soportarme era mucho trabajo. ¿Qué pensaba hacer?, ¿beber más sangre humana?, tenía suficiente por ahora y matar por matar no calmaba mi ira... del todo. Relajarte, necesitas relajarte, como si no lo supiera ya. Pero, ¿qué me relaja a mi?, matar, leer, tocar el piano para imbéciles que no entienden de música, y entre otras cosas que no me apetecían, así que preferí seguir caminando sin rumbo, con mi tabaco de liar en mi boca, inundando mis muertos pulmones con su cálido humo gris.
Pero al doblar una esquina, absorto en mis no-pensamientos, distinguí una presencia más. ¿Otro solitario vampiro?, ¿venía a darme la lata?, pues ya podía hacer frente a mi mal humor. Tenía ganas de jugar, a decir verdad, así que me acerqué a paso lento, intentando indagar de quién se trataba, pues podía ser conocido, como no. Me detuve a pocos metros de él y enarqué las cejas. Vaya... mala suerte, no pelearás con nadie.
-Venía con intención de matar a alguien, hasta que me di cuenta que esos dobles pensamientos contradictorios entre sí solo podían ser tuyos... Maldita mi suerte.- Dije de forma de "saludo" para el otro vampiro que era nada más y nada menos que Eric, el vampiro al que había conocido en un sanatorio mental y al único que podría creer apto para soportar mi desquiciante carácter... casi como el suyo, pero yo era más fácil de tratar. Curvé mis labios en una media sonrisa maliciosa ante aquellos pensamientos, era una suerte para mi que él no me leyese, así mis bromas serían más divertidas... al menos para mi.
Necesitaba como nunca poder alejarme de aquel "nuevo mundo". Necesitaba volver a sentirme libre... ¿Y no lo era acaso?, con ésta marca en el cuello que ardía cuando le apetecía ¿como coño pretendía ser libre?. Era como estar apresado, o constantemente vigilado por alguien. ¡Qué maravilla!, ahora ya no tengo por qué sentirme solo... tengo una marca propia que me hará compañía durante el resto de mi inmortalidad... ¿Debería ponerle nombre?, igual hasta me lo agradecía... Definitivamente necesitaba un nombre. ¿Alainn tal vez?, no, lo odio... ¿como podía poner el nombre de alguien a quien odio?, ¿Vithori?, parte de esto era culpa suya... "La Marca de Mi cuello", es el nombre perfecto. Bufé ante mi intento de pasar en alto aquel incidente. Malditos brujos y su mierda de brujería, los mataré a todos como no encuentre solución.
La nocturna París volvía a sumirse ante mis pies. ¿Quién no lo haría?, pues yo mismo, soportarme era mucho trabajo. ¿Qué pensaba hacer?, ¿beber más sangre humana?, tenía suficiente por ahora y matar por matar no calmaba mi ira... del todo. Relajarte, necesitas relajarte, como si no lo supiera ya. Pero, ¿qué me relaja a mi?, matar, leer, tocar el piano para imbéciles que no entienden de música, y entre otras cosas que no me apetecían, así que preferí seguir caminando sin rumbo, con mi tabaco de liar en mi boca, inundando mis muertos pulmones con su cálido humo gris.
Pero al doblar una esquina, absorto en mis no-pensamientos, distinguí una presencia más. ¿Otro solitario vampiro?, ¿venía a darme la lata?, pues ya podía hacer frente a mi mal humor. Tenía ganas de jugar, a decir verdad, así que me acerqué a paso lento, intentando indagar de quién se trataba, pues podía ser conocido, como no. Me detuve a pocos metros de él y enarqué las cejas. Vaya... mala suerte, no pelearás con nadie.
-Venía con intención de matar a alguien, hasta que me di cuenta que esos dobles pensamientos contradictorios entre sí solo podían ser tuyos... Maldita mi suerte.- Dije de forma de "saludo" para el otro vampiro que era nada más y nada menos que Eric, el vampiro al que había conocido en un sanatorio mental y al único que podría creer apto para soportar mi desquiciante carácter... casi como el suyo, pero yo era más fácil de tratar. Curvé mis labios en una media sonrisa maliciosa ante aquellos pensamientos, era una suerte para mi que él no me leyese, así mis bromas serían más divertidas... al menos para mi.
Invitado- Invitado
Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
¡Estoy llorando, cabrón! Me mata este hombre hablando solo JAJAJAJ!!
Con cada paso, que parecía más lento que el anterior, aquella figura se acercaba cada vez más, parsimoniosa. Suspiré con aquella tranquilidad que le ponía el otro vampiro y me crucé de brazos. Pero todo se vio interrumpido por aquel pinchazo, aquel que ya había sentido más ocasiones cuando otro vampiro entraba en mi mente.
Fruncí el ceño masajeándome la frente levemente, y cuando finalmente estuvo a mi lado, arqueé una ceja dejando caer la mano sorprendido.
-Venía con intención de matar a alguien, hasta que me di cuenta que esos dobles pensamientos contradictorios entre sí solo podían ser tuyos... Maldita mi suerte.- dijo con aquel habitual tono de superioridad que había conocido en el sanatorio. Sí, Threishan, aquel loco con el que había coincidido en una de mis matanzas, una de tantas propiciada por mi mente.
¿Y no fue maravilloso?, se burló mi mente. Cállate, alcancé a pensar con dificultad.
La media sonrisa que curvaba los labios del otro vampiro dejaba claro que mis "peleitas" le resultaban de lo más divertido. Bufé alzando la mirada para toparme con sus fríos ojos azules y torcí la boca.
-Maldita la mía... últimamente no dejáis de entrar en mi cabeza, voy a ponerme un cartelito de "Prohibido pasar".- resoplé irguiéndome. -Llegas tarde para matar... mi mente acaba de hacerlo.- susurré señalando el callejón. ¿Por qué aquello sonaba tan estúpido? Negué con la cabeza. Porque tú eres el estúpido. Bufé, ¿cuando iba a callarse?
-¿Tendría un bastardo como yo la libertad de preguntar qué te trae por aquí? ¿Acudías al teatro o, como yo, has salido a pasear?
Empezaba a hablar demasiado, así que simplemente aguardé a que respondiera alguna de mis preguntas, guardando las manos en los bolsillos sin dejar de mirar sus ojos, aquellos que parecían el mismísimo hielo. ¿Sería una buena idea ofrecerle la otra entrada y acudir juntos a lo que fuera que hubiese aquella noche en el teatro? Que demonios, ¿acaso sabía yo si le gustaban aquellas cosas?
Con cada paso, que parecía más lento que el anterior, aquella figura se acercaba cada vez más, parsimoniosa. Suspiré con aquella tranquilidad que le ponía el otro vampiro y me crucé de brazos. Pero todo se vio interrumpido por aquel pinchazo, aquel que ya había sentido más ocasiones cuando otro vampiro entraba en mi mente.
Fruncí el ceño masajeándome la frente levemente, y cuando finalmente estuvo a mi lado, arqueé una ceja dejando caer la mano sorprendido.
-Venía con intención de matar a alguien, hasta que me di cuenta que esos dobles pensamientos contradictorios entre sí solo podían ser tuyos... Maldita mi suerte.- dijo con aquel habitual tono de superioridad que había conocido en el sanatorio. Sí, Threishan, aquel loco con el que había coincidido en una de mis matanzas, una de tantas propiciada por mi mente.
¿Y no fue maravilloso?, se burló mi mente. Cállate, alcancé a pensar con dificultad.
La media sonrisa que curvaba los labios del otro vampiro dejaba claro que mis "peleitas" le resultaban de lo más divertido. Bufé alzando la mirada para toparme con sus fríos ojos azules y torcí la boca.
-Maldita la mía... últimamente no dejáis de entrar en mi cabeza, voy a ponerme un cartelito de "Prohibido pasar".- resoplé irguiéndome. -Llegas tarde para matar... mi mente acaba de hacerlo.- susurré señalando el callejón. ¿Por qué aquello sonaba tan estúpido? Negué con la cabeza. Porque tú eres el estúpido. Bufé, ¿cuando iba a callarse?
-¿Tendría un bastardo como yo la libertad de preguntar qué te trae por aquí? ¿Acudías al teatro o, como yo, has salido a pasear?
Empezaba a hablar demasiado, así que simplemente aguardé a que respondiera alguna de mis preguntas, guardando las manos en los bolsillos sin dejar de mirar sus ojos, aquellos que parecían el mismísimo hielo. ¿Sería una buena idea ofrecerle la otra entrada y acudir juntos a lo que fuera que hubiese aquella noche en el teatro? Que demonios, ¿acaso sabía yo si le gustaban aquellas cosas?
Invitado- Invitado
Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
Y seguirá matándote... (?) xDDDDDDD
Por alguna razón sus discusiones propias me parecían graciosas, ¿como puede poseer dos personalidades tan opuestas en una misma cabeza?, yo al menos siempre estoy de acuerdo conmigo mismo. Es el primer bipolar que conozco... y sabe que es bipolar. ¡Vaya lío mental!.
-Maldita la mía... últimamente no dejáis de entrar en mi cabeza, voy a ponerme un cartelito de "Prohibido pasar".- Bufó alzando la mirada para que nuestros ojos se encontraran y cuando lo hicieron torció la boca en un gesto poco agradable... Vaya macho, ahora no me siento tan guapo, no serás de su gusto... y menos mal..-Llegas tarde para matar... mi mente acaba de hacerlo.- susurró señalando el callejón. Te has perdido la fiesta Threishan, pero siempre puedes buscarte una nueva. Sonreí de nuevo al escuchar a su mente insultarlo. Mejor no te metas, es una pelea de... ¿parejas?.
-Siempre podemos empezar una nueva matanza... ya sabes, me comprometo a todo lo que lleve sangre de por medio...- Menos a las mujeres... admítelo, últimamente pasas de ello. Paso de todo, ¡¿qué más da?!. Me atreví a mirar sus manos y observé que en ellas se encontraban dos entradas para ir al teatro. Teatro, siempre había amado el arte dramático... Una noche disfrutando de ello sería genial.
-¿Tendría un bastardo como yo la libertad de preguntar qué te trae por aquí? ¿Acudías al teatro o, como yo, has salido a pasear?- ¿Qué hacía fuera de mi cueva?... pues buscar ojos de cuervos, cola de lagartos y recetas para mis pócimas... ahora soy brujo. Negué con la cabeza y sonreí de forma absurda, ¡brujo!, claro, y de los mejores.
-No, la verdad sacaba a pasear a mi...- ¿A mi marca?, sí es mi nueva mascota. Señalé mi cuello instintivamente, para luego dejar caer mi mano con sobre actuado cansancio. -No tiene importancia. Bueno yo si creo que sería una buena idea que me invites al teatro, además si la obra era mala siempre podriamos acabar con todo el elenco.- Dije volviendo a sonreír de aquella forma tan macabra. No haces más que pensar en matar. ¡Es divertido cuando no eres el muerto!. ¿Qué otra cosa podía hacer un vampiro?.
Por alguna razón sus discusiones propias me parecían graciosas, ¿como puede poseer dos personalidades tan opuestas en una misma cabeza?, yo al menos siempre estoy de acuerdo conmigo mismo. Es el primer bipolar que conozco... y sabe que es bipolar. ¡Vaya lío mental!.
-Maldita la mía... últimamente no dejáis de entrar en mi cabeza, voy a ponerme un cartelito de "Prohibido pasar".- Bufó alzando la mirada para que nuestros ojos se encontraran y cuando lo hicieron torció la boca en un gesto poco agradable... Vaya macho, ahora no me siento tan guapo, no serás de su gusto... y menos mal..-Llegas tarde para matar... mi mente acaba de hacerlo.- susurró señalando el callejón. Te has perdido la fiesta Threishan, pero siempre puedes buscarte una nueva. Sonreí de nuevo al escuchar a su mente insultarlo. Mejor no te metas, es una pelea de... ¿parejas?.
-Siempre podemos empezar una nueva matanza... ya sabes, me comprometo a todo lo que lleve sangre de por medio...- Menos a las mujeres... admítelo, últimamente pasas de ello. Paso de todo, ¡¿qué más da?!. Me atreví a mirar sus manos y observé que en ellas se encontraban dos entradas para ir al teatro. Teatro, siempre había amado el arte dramático... Una noche disfrutando de ello sería genial.
-¿Tendría un bastardo como yo la libertad de preguntar qué te trae por aquí? ¿Acudías al teatro o, como yo, has salido a pasear?- ¿Qué hacía fuera de mi cueva?... pues buscar ojos de cuervos, cola de lagartos y recetas para mis pócimas... ahora soy brujo. Negué con la cabeza y sonreí de forma absurda, ¡brujo!, claro, y de los mejores.
-No, la verdad sacaba a pasear a mi...- ¿A mi marca?, sí es mi nueva mascota. Señalé mi cuello instintivamente, para luego dejar caer mi mano con sobre actuado cansancio. -No tiene importancia. Bueno yo si creo que sería una buena idea que me invites al teatro, además si la obra era mala siempre podriamos acabar con todo el elenco.- Dije volviendo a sonreír de aquella forma tan macabra. No haces más que pensar en matar. ¡Es divertido cuando no eres el muerto!. ¿Qué otra cosa podía hacer un vampiro?.
Invitado- Invitado
Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
Lo peor es que me sentía cada vez más absurdo, cada vez más idiota. Threishan no dejaba de sonreír con cada batallita que mantenía con mi mente, dejando claro que todo aquello le resultaba gracioso.
Y como no, no tardó en hacer aparición cuando el vampiro habló de matanzas. ¡Sí! ¡Hagamos una matanza! ¡Vayamos a una iglesia! Extraño los buenos tiempos... todo era más divertido cuando no recordabas a nadie y nada te importaba, me reprochó como un niño sin su juguete favorito. La maldad siempre había sido el suyo, y había quedado enterrado con todo mal sentimiento. Aún puedo hacer que salgan a la luz... ¿te has olvidado de todos los curas muertos? ¿O como atacaste a aquella niña? ¡Nanana, fallando a tus normas morales! ¿Quién gana entonces?.
Agité la cabeza llevándome una mano a la sien sin fuerzas. ¿Cómo iba a rebatirle todo aquello si era verdad? Me negué a continuar peleando, a continuar escuchando lo que decía. Ya tenía suficiente con luchar contra la ausencia que había causado todos los males a mi mente, ¿necesitaba acaso algo más? Silencio, y un poco de tranquilidad.
Aquellos pensamientos acallaron cuando Threishan sonrió de forma absurda, como si él mismo estuviera debatiéndose algo y saliera perdedor. O tal vez se reía de si mismo, que podía saber yo si no leía mentes.
Cuando comenzó a hablar, diciendo que sacaba a pasear algo, por un momento creí que sacaría a algún animal, o tal vez a algún humano atado con una cuerda, parecía muy propio de él. Negué con la cabeza ante tal estúpida idea y alcé la vista hasta lo que había señalado.
Una enorme marca en la nuca, con forma diabólica, propia de algún rito satánico. Me sobresalté cuando dejó caer la mano en un exagerado gesto y le quitó importancia al hecho. ¿Qué demonios le había pasado? Y nunca mejor dicho...
Lo último que añadió fue aún más chocante que su marca, ¿me estaba dando permiso para invitarlo al teatro?
-Cl... ¿qué?.- alcancé a decir. ¡Matar a los actores! ¿No sería genial? Necesito sangre... así lograré que te calles, que dejes de pensar en ese maldito crío y te centres. -Creo que a mi mente le caerías bien... incluso mejor que yo.- suspiré dejando sobre su mano, de mala manera, una de las entradas. -¿Vamos? Y me cuentas que demonios te han hecho... ¿tiene nombre, por cierto?.- bromeé de mala manera, ya que él la había tratado casi como una persona, me di la libertad de imitarle.
Y como no, no tardó en hacer aparición cuando el vampiro habló de matanzas. ¡Sí! ¡Hagamos una matanza! ¡Vayamos a una iglesia! Extraño los buenos tiempos... todo era más divertido cuando no recordabas a nadie y nada te importaba, me reprochó como un niño sin su juguete favorito. La maldad siempre había sido el suyo, y había quedado enterrado con todo mal sentimiento. Aún puedo hacer que salgan a la luz... ¿te has olvidado de todos los curas muertos? ¿O como atacaste a aquella niña? ¡Nanana, fallando a tus normas morales! ¿Quién gana entonces?.
Agité la cabeza llevándome una mano a la sien sin fuerzas. ¿Cómo iba a rebatirle todo aquello si era verdad? Me negué a continuar peleando, a continuar escuchando lo que decía. Ya tenía suficiente con luchar contra la ausencia que había causado todos los males a mi mente, ¿necesitaba acaso algo más? Silencio, y un poco de tranquilidad.
Aquellos pensamientos acallaron cuando Threishan sonrió de forma absurda, como si él mismo estuviera debatiéndose algo y saliera perdedor. O tal vez se reía de si mismo, que podía saber yo si no leía mentes.
Cuando comenzó a hablar, diciendo que sacaba a pasear algo, por un momento creí que sacaría a algún animal, o tal vez a algún humano atado con una cuerda, parecía muy propio de él. Negué con la cabeza ante tal estúpida idea y alcé la vista hasta lo que había señalado.
Una enorme marca en la nuca, con forma diabólica, propia de algún rito satánico. Me sobresalté cuando dejó caer la mano en un exagerado gesto y le quitó importancia al hecho. ¿Qué demonios le había pasado? Y nunca mejor dicho...
Lo último que añadió fue aún más chocante que su marca, ¿me estaba dando permiso para invitarlo al teatro?
-Cl... ¿qué?.- alcancé a decir. ¡Matar a los actores! ¿No sería genial? Necesito sangre... así lograré que te calles, que dejes de pensar en ese maldito crío y te centres. -Creo que a mi mente le caerías bien... incluso mejor que yo.- suspiré dejando sobre su mano, de mala manera, una de las entradas. -¿Vamos? Y me cuentas que demonios te han hecho... ¿tiene nombre, por cierto?.- bromeé de mala manera, ya que él la había tratado casi como una persona, me di la libertad de imitarle.
Invitado- Invitado
Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
La idea de una matanza era tan propiamente mía y de su lado consternado de la mente. ¿Significaba eso que yo estaba realmente loco?. ¿Loco?, ¡qué cosas tienes!... ¡Majareta es lo que estás!. Asentí lentamente para mi, definitivamente no eramos normal... ni yo, ni la parte sádica de su doble personalidad. Se podría decir que rechazábamos la idea de seguir viviendo, y por no querer vencernos y dejarnos matar tan cobardemente, matábamos a otros... poco nos importaba la vida en sí, tanto nuestra como las de los demás, ¿no es así?. Siempre llevas la razón.
Cuando divisó mi nuevo sello elaborado con odio y esmero, se sobresaltó. ¿Tan malo era?. ¿No esperarás que digan que una marca diabólica era bonita?. "¿Qué demonios le había pasado? Y nunca mejor dicho...". Ese pensamiento de Eric hizo que soltara una risa por lo bajo, sí, un demonio me había pisado accidentalmente en una carrera con el diablo, o sea yo, y me había dejado esa marca. Negué con la cabeza e hice caso omiso a que Eric creyera o no que me estaba riendo de él.
-Cl... ¿qué?.- alcanzó a decir, como si no creyese lo que acababa de decir... ¿Pero qué parte?, ¿la del teatro o la de asesinar?. -Creo que a mi mente le caerías bien... incluso mejor que yo.- suspiró dejando sobre mi mano, de mala manera, una de las entradas. ¡Ahora le caerás mal!... vaya me rompe el corazón... ¡Pero por favor! ¿su mente vampírica lucha contra su parte humana?, si no tiene recuerdos... ¿qué más podía esperar?. No preguntes por el niño, podría ponerse de mal humor... ¿y te da miedo?, no, simplemente no quiero aguantar los llantos sanguíneos de nadie. Hoy no. -¿Vamos? Y me cuentas que demonios te han hecho... ¿tiene nombre, por cierto?.- bromeó, ahora no parecía tan malvado. Si no lo somos.
-Claro... se llama La Marca de Mi cuello, pero como está durmiendo no te la presentaré... da mucho trabajo despierta... es nueva y claro, cambiar pañales no es lo mío.- Respondí a su broma con otra aún peor, pero lo cierto es que cada vez que me alteraba, la marca ardía y era como si me carcomiera por dentro... odiaba esa sensación. Odiaba sentirme presa del dolor, y odiaba saber que un muerto podía manejarme de esa forma tan estúpida.-Por cierto... ¿qué obra es?, si es una romántica olvídate que te pase el brazo alrededor del hombro... Mi mascota se pondría celosa y claro, no es cuestión de ponerla mala...- ¿Qué mascota? ¿tu marca o Elideth?, ¿podía Elideth ponerse celosa?. ¡Si te odia hombre! ¿como se pondría celosa de su peor enemigo?. ¡Si no soy su enemigo!... solo un vampiro acaparador de brujas con primos psicóticos y tatuadores de signos maléficos. ¡Pero olvidas que tú también eres un brujo ahora!. ¡Claro!, y de los mejores... ¿no lo había dicho ya?.
Fruncí el ceño cuando nos sentamos en nuestros asientos correspondientes. Si no piensa que eres un jodido psicópata, es que él también lo es. Me atreví a mirarlo una vez más y sonreí de medio lado. ¡Qué maravilla que no me leyera!.
-Por cierto... ¿has probado darle un dulce o algún juguete? - pregunté frunciendo el ceño de nuevo y señalando su cabeza disimuladamente, ahora con tantos imbéciles rodeándonos tenía que llamar menos la atención. Siendo vampiro lo llevas mal.
Cuando divisó mi nuevo sello elaborado con odio y esmero, se sobresaltó. ¿Tan malo era?. ¿No esperarás que digan que una marca diabólica era bonita?. "¿Qué demonios le había pasado? Y nunca mejor dicho...". Ese pensamiento de Eric hizo que soltara una risa por lo bajo, sí, un demonio me había pisado accidentalmente en una carrera con el diablo, o sea yo, y me había dejado esa marca. Negué con la cabeza e hice caso omiso a que Eric creyera o no que me estaba riendo de él.
-Cl... ¿qué?.- alcanzó a decir, como si no creyese lo que acababa de decir... ¿Pero qué parte?, ¿la del teatro o la de asesinar?. -Creo que a mi mente le caerías bien... incluso mejor que yo.- suspiró dejando sobre mi mano, de mala manera, una de las entradas. ¡Ahora le caerás mal!... vaya me rompe el corazón... ¡Pero por favor! ¿su mente vampírica lucha contra su parte humana?, si no tiene recuerdos... ¿qué más podía esperar?. No preguntes por el niño, podría ponerse de mal humor... ¿y te da miedo?, no, simplemente no quiero aguantar los llantos sanguíneos de nadie. Hoy no. -¿Vamos? Y me cuentas que demonios te han hecho... ¿tiene nombre, por cierto?.- bromeó, ahora no parecía tan malvado. Si no lo somos.
-Claro... se llama La Marca de Mi cuello, pero como está durmiendo no te la presentaré... da mucho trabajo despierta... es nueva y claro, cambiar pañales no es lo mío.- Respondí a su broma con otra aún peor, pero lo cierto es que cada vez que me alteraba, la marca ardía y era como si me carcomiera por dentro... odiaba esa sensación. Odiaba sentirme presa del dolor, y odiaba saber que un muerto podía manejarme de esa forma tan estúpida.-Por cierto... ¿qué obra es?, si es una romántica olvídate que te pase el brazo alrededor del hombro... Mi mascota se pondría celosa y claro, no es cuestión de ponerla mala...- ¿Qué mascota? ¿tu marca o Elideth?, ¿podía Elideth ponerse celosa?. ¡Si te odia hombre! ¿como se pondría celosa de su peor enemigo?. ¡Si no soy su enemigo!... solo un vampiro acaparador de brujas con primos psicóticos y tatuadores de signos maléficos. ¡Pero olvidas que tú también eres un brujo ahora!. ¡Claro!, y de los mejores... ¿no lo había dicho ya?.
Fruncí el ceño cuando nos sentamos en nuestros asientos correspondientes. Si no piensa que eres un jodido psicópata, es que él también lo es. Me atreví a mirarlo una vez más y sonreí de medio lado. ¡Qué maravilla que no me leyera!.
-Por cierto... ¿has probado darle un dulce o algún juguete? - pregunté frunciendo el ceño de nuevo y señalando su cabeza disimuladamente, ahora con tantos imbéciles rodeándonos tenía que llamar menos la atención. Siendo vampiro lo llevas mal.
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Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
-Claro... se llama La Marca de Mi cuello, pero como está durmiendo no te la presentaré... da mucho trabajo despierta... es nueva y claro, cambiar pañales no es lo mío.
- respondió con tranquilidad, logrando que arquease las cejas sorprendido para luego echarme a reír. Definitivamente, aquella iba a ser una noche de lo más peculiar. -Por cierto... ¿qué obra es?, si es una romántica olvídate que te pase el brazo alrededor del hombro... Mi mascota se pondría celosa y claro, no es cuestión de ponerla mala...- alcé la mirada para mirarle con una expresión de incredulidad en los labios, arqueando una ceja.
-Tranquilo, no me pondré cariñoso.- musité extrañamente contagiado por su humor. -Y no, no sé que obra es... no me dio tiempo a preguntarle al muerto qué iba a ver.- añadí en voz demasiado alta para el lugar al que íbamos, sonriendo aún así de medio lado.
No pude evitar dejar escapar una risita ante aquel tonto comentario, y caminamos en silencio hasta nuestros asientos. En el camino pude observar, al caminar un par de pasos por detrás de él, que la marca de su nuca parecía estar recién hecho. Asimilaba a la marca hecha por un hierro a un pobre animal. Tenía la sensación de que palpitaba, como si tuviera vida propia. ¿Qué tontería era aquella?
Agité la cabeza acomodándome, sintiéndome un tanto incómodo al no poder sentarme con la misma libertad que en un suelo.
-Por cierto... .- comenzó Threishan rompiendo el silencio -¿Has probado darle un dulce o algún juguete? - preguntó él frunciendo el ceño y señalando mi cabeza de forma disimulada.
Apreté los labios rápidamente ante aquella pregunta, y me esforcé por no echarme a reír allí mismo logrando que nos echasen. Pero no lo pude evitar y así fue, me eché a reír como un loco.
-No es una idea del todo mala....- murmuré irónico. Dame sangre para callarte, o mejor, tu cabeza y así nos dejamos de problemas... -Ya lo has oído.- reí encogiéndome de hombros, intentando dejar de prestar atención a todo lo que decía. Comenzaba a parecer un animal enjaulado, y así la mantendría...
Jugueteé un tanto inquieto con la entrada, encontrando finalmente el nombre de la obra y su autor.
-La flauta mágica, Wolfgang Amadeus Mozart....- leí en voz baja. -Vaya.- murmuré con expresión indiferente alzando la vista hasta el escenario. -No recuerdo quién soy para saber quién es este tipo....- añadí encogiéndome de hombros, dejando escapar un leve bufido.
Tenía los suficientes conocimientos de arte como para diferencia cualquier cuadro, diciendo su autor, época e incluso, el título, pero la música se mantenía fuera de mis pasiones... incluso con un cierto rechazo por alguna razón desconocida. ¿Tendría que ver con mi pasado? Supuse, amargamente, que no lo sabría por las buenas... y quizá, no llegaría nunca a saberlo.
- respondió con tranquilidad, logrando que arquease las cejas sorprendido para luego echarme a reír. Definitivamente, aquella iba a ser una noche de lo más peculiar. -Por cierto... ¿qué obra es?, si es una romántica olvídate que te pase el brazo alrededor del hombro... Mi mascota se pondría celosa y claro, no es cuestión de ponerla mala...- alcé la mirada para mirarle con una expresión de incredulidad en los labios, arqueando una ceja.
-Tranquilo, no me pondré cariñoso.- musité extrañamente contagiado por su humor. -Y no, no sé que obra es... no me dio tiempo a preguntarle al muerto qué iba a ver.- añadí en voz demasiado alta para el lugar al que íbamos, sonriendo aún así de medio lado.
No pude evitar dejar escapar una risita ante aquel tonto comentario, y caminamos en silencio hasta nuestros asientos. En el camino pude observar, al caminar un par de pasos por detrás de él, que la marca de su nuca parecía estar recién hecho. Asimilaba a la marca hecha por un hierro a un pobre animal. Tenía la sensación de que palpitaba, como si tuviera vida propia. ¿Qué tontería era aquella?
Agité la cabeza acomodándome, sintiéndome un tanto incómodo al no poder sentarme con la misma libertad que en un suelo.
-Por cierto... .- comenzó Threishan rompiendo el silencio -¿Has probado darle un dulce o algún juguete? - preguntó él frunciendo el ceño y señalando mi cabeza de forma disimulada.
Apreté los labios rápidamente ante aquella pregunta, y me esforcé por no echarme a reír allí mismo logrando que nos echasen. Pero no lo pude evitar y así fue, me eché a reír como un loco.
-No es una idea del todo mala....- murmuré irónico. Dame sangre para callarte, o mejor, tu cabeza y así nos dejamos de problemas... -Ya lo has oído.- reí encogiéndome de hombros, intentando dejar de prestar atención a todo lo que decía. Comenzaba a parecer un animal enjaulado, y así la mantendría...
Jugueteé un tanto inquieto con la entrada, encontrando finalmente el nombre de la obra y su autor.
-La flauta mágica, Wolfgang Amadeus Mozart....- leí en voz baja. -Vaya.- murmuré con expresión indiferente alzando la vista hasta el escenario. -No recuerdo quién soy para saber quién es este tipo....- añadí encogiéndome de hombros, dejando escapar un leve bufido.
Tenía los suficientes conocimientos de arte como para diferencia cualquier cuadro, diciendo su autor, época e incluso, el título, pero la música se mantenía fuera de mis pasiones... incluso con un cierto rechazo por alguna razón desconocida. ¿Tendría que ver con mi pasado? Supuse, amargamente, que no lo sabría por las buenas... y quizá, no llegaría nunca a saberlo.
Última edición por Eric el Mar Ene 18, 2011 4:17 pm, editado 1 vez
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Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
Apretó los labios cuando mi broma de mal gusto chocó en sus oídos, intentaba no estallar de la risa y así no hacer ruido. ¿Pero qué mas daba?, ahí estaba yo para callar a los demás. Soy lo suficientemente persuasivo y claro que desde luego que por supuesto que Encantador.
-No es una idea del todo mala....- murmuró irónico tras su risa, pero enseguida esa doble personalidad hizo aparición en su cabeza, exigiendo sangre para mantenerse callado. Buena forma de necesitar alimentarte amigo, si no lo haces tú ya te obliga tu otra parte. Arqueé las cejas y me acomodé en mi sitio. Diferente, sí señor, muy diferente. -Ya lo has oído.- rió encogiéndose de hombros, jugueteando con la entrada. ¿Estaba incómodo con mi presencia?, es que dejas a todos patidifusos. Posé mi codo sobre el reposa brazos del asiento, ocultando mi media sonrisa tras mis dedos, e inclinándome ligeramente hacia Eric.
-La flauta mágica, Wolfgang Amadeus Mozart....- leyó en voz baja. -Vaya. No recuerdo quién soy para saber quién es este tipo....- añadió encogiéndose de hombros nuevamente y dejando escapar un leve bufido, con expresión indiferente alzando la vista hasta el escenario. Ese gesto hizo que yo enarcara una ceja. Mutta ole hyvä!
-Acepto que no conozcas nada de ti... eso es irrelevante, pero no conocer a Mozart... ¡Hasta los gitanos han oído hablar de él!- No pude evitar poner los ojos en blanco y soltar una pequeña risa, pero la verdad era que poco me importaba lo que conocía o no... No era de mi importancia. Pero no podía evitar, la música era una de mis pasiones, era algo a la cual mi vida estaba muy arraigada, así que el mínimo desprecio hacia ella, era despreciarme a mi. Y no lo soportarías ¿eh?... ¿¡Pero es que existe alguien capaz de despreciarme!? Soy yo, no lo olvides. Guiñé un ojo a Eric, sin que éste lo comprendiera, lo cierto era que me guiñaba el ojo a mi mismo, viéndome reflejado en sus oscuros y brillantes ojos. ¡Estoy loco!, no lo puedo evitar.
Las pocas velas que alumbraban el lugar empezaron a apagarse, dejando la iluminación solo a través del escenario. Uno de mis Singspiel favoritos iba a empezar, aun que lo cierto era que el que más destacaba para mi gusto era Der Schauspieldirektor, del mismo autor que ésta, aun que admito, ninguna de sus otras obras tenía una lírica como ésta, y estaba seguro que la soprano de coloratura que interpretase a La Reina de la noche, dejaría realmente impresionado al pobre Eric.
¿Pobre?, a decir verdad tenía muy poco de pobre, y por su poca memoria podía distinguir perfectamente que era pintor y que alguna vez fue aristócrata. Pfff... otro más. ¿Pero como no conocía a Mozart?. Negué con la cabeza.
-Escucha y disfruta amigo mío... a ver si ahora logras no olvidarlo.- Volví a acomodarme en aquel asiento de terciopelo rojo, predispuesto ahora a disfrutar de aquella obra magnífica. "Papageno!. ¡Papagena!..." ¡Cállate y escucha!
-No es una idea del todo mala....- murmuró irónico tras su risa, pero enseguida esa doble personalidad hizo aparición en su cabeza, exigiendo sangre para mantenerse callado. Buena forma de necesitar alimentarte amigo, si no lo haces tú ya te obliga tu otra parte. Arqueé las cejas y me acomodé en mi sitio. Diferente, sí señor, muy diferente. -Ya lo has oído.- rió encogiéndose de hombros, jugueteando con la entrada. ¿Estaba incómodo con mi presencia?, es que dejas a todos patidifusos. Posé mi codo sobre el reposa brazos del asiento, ocultando mi media sonrisa tras mis dedos, e inclinándome ligeramente hacia Eric.
-La flauta mágica, Wolfgang Amadeus Mozart....- leyó en voz baja. -Vaya. No recuerdo quién soy para saber quién es este tipo....- añadió encogiéndose de hombros nuevamente y dejando escapar un leve bufido, con expresión indiferente alzando la vista hasta el escenario. Ese gesto hizo que yo enarcara una ceja. Mutta ole hyvä!
-Acepto que no conozcas nada de ti... eso es irrelevante, pero no conocer a Mozart... ¡Hasta los gitanos han oído hablar de él!- No pude evitar poner los ojos en blanco y soltar una pequeña risa, pero la verdad era que poco me importaba lo que conocía o no... No era de mi importancia. Pero no podía evitar, la música era una de mis pasiones, era algo a la cual mi vida estaba muy arraigada, así que el mínimo desprecio hacia ella, era despreciarme a mi. Y no lo soportarías ¿eh?... ¿¡Pero es que existe alguien capaz de despreciarme!? Soy yo, no lo olvides. Guiñé un ojo a Eric, sin que éste lo comprendiera, lo cierto era que me guiñaba el ojo a mi mismo, viéndome reflejado en sus oscuros y brillantes ojos. ¡Estoy loco!, no lo puedo evitar.
Las pocas velas que alumbraban el lugar empezaron a apagarse, dejando la iluminación solo a través del escenario. Uno de mis Singspiel favoritos iba a empezar, aun que lo cierto era que el que más destacaba para mi gusto era Der Schauspieldirektor, del mismo autor que ésta, aun que admito, ninguna de sus otras obras tenía una lírica como ésta, y estaba seguro que la soprano de coloratura que interpretase a La Reina de la noche, dejaría realmente impresionado al pobre Eric.
¿Pobre?, a decir verdad tenía muy poco de pobre, y por su poca memoria podía distinguir perfectamente que era pintor y que alguna vez fue aristócrata. Pfff... otro más. ¿Pero como no conocía a Mozart?. Negué con la cabeza.
-Escucha y disfruta amigo mío... a ver si ahora logras no olvidarlo.- Volví a acomodarme en aquel asiento de terciopelo rojo, predispuesto ahora a disfrutar de aquella obra magnífica. "Papageno!. ¡Papagena!..." ¡Cállate y escucha!
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Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
Suspiré perdiendo la paciencia por la espera, apretando mis manos, llevando en varias ocasiones una de ellas hasta mi cara para frotarla por la ligera molestia de mi barba con el sobrecargado ambiente del lugar. Sentí como Threishan, tras acomodarse en el asiento, se inclinaba hacia mí, ocultando tras su mano una media sonrisa.
Le miré alzando la mirada para toparme con su sorprendido rostro. ¿Tan extraño resultaba que no conociera a todos esos músicos de la época? No lograba interesarme por la música, había algo en ella que lastimaba de un modo u otro. Producía una extraña sensación de vacío en mi ser, y no necesitaba aumentar aquel sentimiento.
Solo podía recordar aquella vez, en la laguna, cuando una melodía de violín había invadido mi mente. Y aún podía recordar lo que había seguido a aquella sensación... podía recordar a Flavio, el sol golpeando sus ojos, su sonrisa, el violín, "Angelo"... basta, susurré mentalmente intentando acallar todo aquello.
-Acepto que no conozcas nada de ti... eso es irrelevante, pero no conocer a Mozart... ¡Hasta los gitanos han oído hablar de él!.- me interrumpió Threishan rescatándome del pozo en el que volvía a caer. No supe si echarme a reír y golpearle cuando puso los ojos en blanco. Prefería tomarme aquel comentario a broma, aunque sentía aún las ganas de apretar su mano ligeramente hasta que le doliera y luego sonreír. Y entonces, sin que me lo esperara, me guiñó un ojo y sonrió para si mismo como si yo no existiera. Arqueé la ceja de forma exagerada, sin comprender absolutamente nada de lo que estaba haciendo. ¿Estaba loco o es que intentaba seducir a la mujer que estaba al otro lado?
Giré el rostro para comprobarlo, y la mujer que se sentaba a mi lado ni siquiera estaba mirándole. ¿Entonces? ¡Dichoso loco!
El lugar comenzó a quedarse a oscuras, y volví a acomodarme en mi asiento sin antes lanzar una fugaz mirada a los claros ojos de Threishan, que ya estaban clavados en el escenario.
-Escucha y disfruta amigo mío... a ver si ahora logras no olvidarlo.- dijo en voz decadente, acorde con el ambiente que se respiraba en el lugar.
Intenté concentrarme pues, en aquel espectáculo que parecía tan digno de admiración. Fueron varios los segundos que tardó en comenzar, y para cuando finalmente lo hizo, la melodía rebotó dentro de mi pecho como si fuera un latido. ¿Qué demonios era aquello? ¿Emoción? No, idiota, magia, me recriminé ilusionado acallando todas las preguntas de mi mente.
Que sensación tan... ¿viva? Que demonios, necesitaba continuar escuchando aquella melodía cuya letra me costaba tanto entender. ¡Pero y qué importaba! Si aquella música era maravillosa...
Le miré alzando la mirada para toparme con su sorprendido rostro. ¿Tan extraño resultaba que no conociera a todos esos músicos de la época? No lograba interesarme por la música, había algo en ella que lastimaba de un modo u otro. Producía una extraña sensación de vacío en mi ser, y no necesitaba aumentar aquel sentimiento.
Solo podía recordar aquella vez, en la laguna, cuando una melodía de violín había invadido mi mente. Y aún podía recordar lo que había seguido a aquella sensación... podía recordar a Flavio, el sol golpeando sus ojos, su sonrisa, el violín, "Angelo"... basta, susurré mentalmente intentando acallar todo aquello.
-Acepto que no conozcas nada de ti... eso es irrelevante, pero no conocer a Mozart... ¡Hasta los gitanos han oído hablar de él!.- me interrumpió Threishan rescatándome del pozo en el que volvía a caer. No supe si echarme a reír y golpearle cuando puso los ojos en blanco. Prefería tomarme aquel comentario a broma, aunque sentía aún las ganas de apretar su mano ligeramente hasta que le doliera y luego sonreír. Y entonces, sin que me lo esperara, me guiñó un ojo y sonrió para si mismo como si yo no existiera. Arqueé la ceja de forma exagerada, sin comprender absolutamente nada de lo que estaba haciendo. ¿Estaba loco o es que intentaba seducir a la mujer que estaba al otro lado?
Giré el rostro para comprobarlo, y la mujer que se sentaba a mi lado ni siquiera estaba mirándole. ¿Entonces? ¡Dichoso loco!
El lugar comenzó a quedarse a oscuras, y volví a acomodarme en mi asiento sin antes lanzar una fugaz mirada a los claros ojos de Threishan, que ya estaban clavados en el escenario.
-Escucha y disfruta amigo mío... a ver si ahora logras no olvidarlo.- dijo en voz decadente, acorde con el ambiente que se respiraba en el lugar.
Intenté concentrarme pues, en aquel espectáculo que parecía tan digno de admiración. Fueron varios los segundos que tardó en comenzar, y para cuando finalmente lo hizo, la melodía rebotó dentro de mi pecho como si fuera un latido. ¿Qué demonios era aquello? ¿Emoción? No, idiota, magia, me recriminé ilusionado acallando todas las preguntas de mi mente.
Que sensación tan... ¿viva? Que demonios, necesitaba continuar escuchando aquella melodía cuya letra me costaba tanto entender. ¡Pero y qué importaba! Si aquella música era maravillosa...
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Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
El lugar quedó por fin a oscuras, quedando solo el magnífico escenario iluminado, para poder disfrutar de la obra. La melodía dio inicio al primer acto de aquel Singspiel tan aclamado; mi curiosidad en ese momento pudo más que mi atención a la maravillosa melodía, y miré de reojo a Eric, quien parecía entrar en un círculo de emociones y sensaciones, como si la música lo hipnotizara y llevara a los confíneres de su olvido, haciéndole recordar un sentimiento olvidado o tal vez nunca vuelto. Una media sonrisa arqueó mis labios, mientras volvía los ojos al actor que hacía de Tamino, mientras pronunciaba esas líneas tan conocidas... "Zu Hilfe! Zu Hilfe!"
-Admítelo... Esto te ha dejado más que sorprendido.- susurré tan bajo que sólo él pudo oírme, desde luego solo a causa de nuestra diferente naturalidad. Desde luego ni un ser humano podía escuchar lo que nosotros sí podíamos; de aquella simple melodía que ellos escuchaban, nosotros los seres sobrenaturales podíamos sacar mil y una notas diferentes, podíamos acariciarlas y comprenderlas, y sentirlas de verdad. Todo lo que podía despertar en un simple humano, en nosotros era el doble de sensaciones y podía despertar aquello más oculto en nosotros, podía despertar sentimientos olvidados o simplemente sentimientos. Y estaba más que seguro que en Eric actuaba ahora esas sensaciones.
Decidí no interrumpir el disfrute que provocaba en él aquel maravilloso acto, pero cuando las tres Damas aparecieron ante Tamino, un perfecto violín hizo su aparición como fondo de la escena, provocando un hueco en mi estómago. Me recordaba tanto a... Sacudí la cabeza y lo escuché con atención, como si todo desapareciera de repente y solo el violín hiciera de fondo a mi abanico de sensaciones.
-Esto es algo que no lo disfrutas dos veces en la vida... o mejor dicho no-vida.- Musité cerrando los ojos y hundiéndome en mi asiento de terciopelo, disfrutando por completo de aquella melodía como si solo existiera yo, y ni los demás espectadores ni Eric me acompañaran en esa apacible noche. Mi noche.
-Admítelo... Esto te ha dejado más que sorprendido.- susurré tan bajo que sólo él pudo oírme, desde luego solo a causa de nuestra diferente naturalidad. Desde luego ni un ser humano podía escuchar lo que nosotros sí podíamos; de aquella simple melodía que ellos escuchaban, nosotros los seres sobrenaturales podíamos sacar mil y una notas diferentes, podíamos acariciarlas y comprenderlas, y sentirlas de verdad. Todo lo que podía despertar en un simple humano, en nosotros era el doble de sensaciones y podía despertar aquello más oculto en nosotros, podía despertar sentimientos olvidados o simplemente sentimientos. Y estaba más que seguro que en Eric actuaba ahora esas sensaciones.
Decidí no interrumpir el disfrute que provocaba en él aquel maravilloso acto, pero cuando las tres Damas aparecieron ante Tamino, un perfecto violín hizo su aparición como fondo de la escena, provocando un hueco en mi estómago. Me recordaba tanto a... Sacudí la cabeza y lo escuché con atención, como si todo desapareciera de repente y solo el violín hiciera de fondo a mi abanico de sensaciones.
-Esto es algo que no lo disfrutas dos veces en la vida... o mejor dicho no-vida.- Musité cerrando los ojos y hundiéndome en mi asiento de terciopelo, disfrutando por completo de aquella melodía como si solo existiera yo, y ni los demás espectadores ni Eric me acompañaran en esa apacible noche. Mi noche.
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Re: E mi ritrovo a non capire... [Privado]
Sensación mágica nacida de alguna parte de mi alma, si es que yo aún podía tenerla. ¿Cómo demonios lograba que sintiera tantas cosas a la vez? Todo y nada, nada y todo. Paradoja inequívoca del que siente y no sabe el qué.
Ni siquiera alcancé a responder las palabras de Threishan, no tuve nada con lo que responder. Las palabras se habían perdido, al igual que la capacidad del habla. Cualquier movimiento que no fuera escuchar aquella melodía parecía haber sido prohibido, hasta mi propia mente lo había decidido así. ¿Qué era todo aquello?
El teatro había desaparecido para convertirse en un lienzo gigante donde mi mente pintaba por cada sonido, un color diferente que expresaba cada emoción. Colores entrelazados, tomados de la mano para dibujar siluetas abstractas sin ningún sentido para aquel que no entendiera aquella mágica sensación. ¿Por qué sentía aquello de un modo tan familiar? ¿Lo había vivido antes, verdad? Sí, tenía que ser eso.
Y entonces, en medio de aquella magia, todo desapareció. Todo se rompió al sonido de aquellas cuerdas, de aquella melodía que perforaba mi mente y la dejaba incapacitada.
Un simple pero genuino violín rompía la calma para dar lugar a algo nuevo, algo inexplicable que parecía alborotar todos mis sentidos de forma inimaginable. Apenas alcancé a apretar los puños en un intento por parar todo aquello que empezaba a suponer algo más que una mágica sensación.
Desapareció todo de nuevo, esta vez de forma mucho más intensa, y mis ojos solo pudieron ver a un muchacho, un joven de cabellos dorados con un violín apoyado en su mentón. Tocaba como si en aquel sonido se le estuviera yendo la vida, como si después de aquel instante todo fuera a terminarse. Poco a poco, la figura del joven se hizo más nítida, pudiendo datar su edad en no más de 18 años, y solo cuando su rostro se volvió completamente visible, pude entender de que se trataba todo aquello.
-Flavio.- susurró mi mente de una forma lo suficientemente cruel como para ser comparable con una puñalada.
Pero qué importaba, si le tenía allí, al alcance de mi mano. Flavio estaba allí, con su violín, tocando de forma maravillosa una melodía que acariciaba con delicadeza mis mejillas y bajaba por mi pecho para colarse directamente en mi corazón. Quise parar el tiempo y poder encerrar aquello en mi memoria, guardarlo como un tesoro. Volver aquella melodía la brisa del viento, el brillo de sus cabellos el resplendor de la luna sobre el agua, y aquellos ojos, aquellos que ahora se fijaban en mi sin saberlo, los volvería dos gemas preciosas que guardar siempre conmigo.
Cuando todo comenzaba a ser un sueño, todo terminó. Como siempre.
La imagen de Flavio muriendo a manos de los curas y cayendo muerto en mis brazos golpeó mi cabeza volviéndolo todo un punzante dolor que taladraba mi cabeza. Como un disparo que traspasaba mi cabeza de un lado a otro.
El grito de dolor que deseaba emitir quedó ahogado en mi garganta de forma doloroso, y todo quedó en un aumento en el ritmo de mi respiración, volviéndolo agitado y doloroso mientras apretaba el asiento del teatro.
Ni siquiera alcancé a responder las palabras de Threishan, no tuve nada con lo que responder. Las palabras se habían perdido, al igual que la capacidad del habla. Cualquier movimiento que no fuera escuchar aquella melodía parecía haber sido prohibido, hasta mi propia mente lo había decidido así. ¿Qué era todo aquello?
El teatro había desaparecido para convertirse en un lienzo gigante donde mi mente pintaba por cada sonido, un color diferente que expresaba cada emoción. Colores entrelazados, tomados de la mano para dibujar siluetas abstractas sin ningún sentido para aquel que no entendiera aquella mágica sensación. ¿Por qué sentía aquello de un modo tan familiar? ¿Lo había vivido antes, verdad? Sí, tenía que ser eso.
Y entonces, en medio de aquella magia, todo desapareció. Todo se rompió al sonido de aquellas cuerdas, de aquella melodía que perforaba mi mente y la dejaba incapacitada.
Un simple pero genuino violín rompía la calma para dar lugar a algo nuevo, algo inexplicable que parecía alborotar todos mis sentidos de forma inimaginable. Apenas alcancé a apretar los puños en un intento por parar todo aquello que empezaba a suponer algo más que una mágica sensación.
Desapareció todo de nuevo, esta vez de forma mucho más intensa, y mis ojos solo pudieron ver a un muchacho, un joven de cabellos dorados con un violín apoyado en su mentón. Tocaba como si en aquel sonido se le estuviera yendo la vida, como si después de aquel instante todo fuera a terminarse. Poco a poco, la figura del joven se hizo más nítida, pudiendo datar su edad en no más de 18 años, y solo cuando su rostro se volvió completamente visible, pude entender de que se trataba todo aquello.
-Flavio.- susurró mi mente de una forma lo suficientemente cruel como para ser comparable con una puñalada.
Pero qué importaba, si le tenía allí, al alcance de mi mano. Flavio estaba allí, con su violín, tocando de forma maravillosa una melodía que acariciaba con delicadeza mis mejillas y bajaba por mi pecho para colarse directamente en mi corazón. Quise parar el tiempo y poder encerrar aquello en mi memoria, guardarlo como un tesoro. Volver aquella melodía la brisa del viento, el brillo de sus cabellos el resplendor de la luna sobre el agua, y aquellos ojos, aquellos que ahora se fijaban en mi sin saberlo, los volvería dos gemas preciosas que guardar siempre conmigo.
Cuando todo comenzaba a ser un sueño, todo terminó. Como siempre.
La imagen de Flavio muriendo a manos de los curas y cayendo muerto en mis brazos golpeó mi cabeza volviéndolo todo un punzante dolor que taladraba mi cabeza. Como un disparo que traspasaba mi cabeza de un lado a otro.
El grito de dolor que deseaba emitir quedó ahogado en mi garganta de forma doloroso, y todo quedó en un aumento en el ritmo de mi respiración, volviéndolo agitado y doloroso mientras apretaba el asiento del teatro.
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