AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Belleza egipcia (Vincenzo)
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Belleza egipcia (Vincenzo)
Recuerdo del primer mensaje :
Ignoro si fue por el deseo de atormentarme o por el ansia de comprender que había algo más allá de París, pero aquella tarde, cuando el sol ya no dañaba mi tostada piel acudí al puerto para observar la inmensidad del mar. Muchos barcos anclaban y fijaban los veleros a la orilla, rendidos ante la falta de luz pero contentos por la pesca obtenida.
Me apoyé sobre una barandilla y pensé que las mismas aguas que azotaban el puerto lamían las costas africanas... y los rios de aguas cristalinas de mi querido Egipto desembocaban también en ese mismo mar. Deseé poder hundir mi cuerpo, tan joven como eterno en aquel lugar para sentir más cerca mi pasado, doloroso y anhelado. Avancé sin pensarlo hacia la playa. Esquivé a los marineros que clavaban sus ojos en mi belleza exótica y me detuve solo cuando el viento húmedo me rozó las mejillas. Cerré los ojos para ocultar el dolor que me producía recordar mi tierra y el trono que se me había arrebatado. El sonido del mar calmó levemente mi angustia, dejándome aturdida.
Ignoro si fue por el deseo de atormentarme o por el ansia de comprender que había algo más allá de París, pero aquella tarde, cuando el sol ya no dañaba mi tostada piel acudí al puerto para observar la inmensidad del mar. Muchos barcos anclaban y fijaban los veleros a la orilla, rendidos ante la falta de luz pero contentos por la pesca obtenida.
Me apoyé sobre una barandilla y pensé que las mismas aguas que azotaban el puerto lamían las costas africanas... y los rios de aguas cristalinas de mi querido Egipto desembocaban también en ese mismo mar. Deseé poder hundir mi cuerpo, tan joven como eterno en aquel lugar para sentir más cerca mi pasado, doloroso y anhelado. Avancé sin pensarlo hacia la playa. Esquivé a los marineros que clavaban sus ojos en mi belleza exótica y me detuve solo cuando el viento húmedo me rozó las mejillas. Cerré los ojos para ocultar el dolor que me producía recordar mi tierra y el trono que se me había arrebatado. El sonido del mar calmó levemente mi angustia, dejándome aturdida.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Belleza egipcia (Vincenzo)
Continué avanzando con paso decidido. Había vuelto a desconectar de lo que me rodeaba, como muchas otras veces. Me dirigía por inercia hacia los barcos más grandes, así que cuando Vincenzo se paró frente a un diminuto bote, no supe cómo reaccionar. Al menos, me recompuse tan rápido como me había desconcertado. Se me daba muy bien ocultar mis sentimientos. En Egipto, nadie podía saber lo que pensaba una futura reina. Sería dejar al descubierto tus debilidades, y eso solo me habría traido futuros enemigos aventajados.
Observé la estúpida sonrisa del joven al hacer una reverencia y subirse al "barco". No se me pasó desapercibida su burla explícita en su tono y su rostro. Al parecer aun no sabía con quién estaba jugando. Llevaba años observando a las personas. Todos sus gestos eran tan ilustrativos como sus palabras. Vincenzo mentía, y lo hacía bastante mal. Esbocé mi mejor sonrisa y avancé hacia el borde del muelle. Me arrodillé frente a Vincenzo, un metro por debajo de mi. El escote del vestido se hizo más visible para él, pero esa no era mi intención en aquel instante.
-Es precioso, debeis de haber visto mucho mundo en este... barco- dije tocando levemente la madera del bote.
Con la otra mano, comencé a desatar la cuerda que lo anclaba al puerto procurando ocultar ésto con mi vestido, que se había abierto gloriosamente sobre las tablas de madera. Cuando terminé de actuar tratando de parecer una joven que no quería herir los sentimientos de un pobre marinero, me incorporé y me senté en el borde del muelle. Le enseñé a Vincenzo la cuerda desatada y recuperé mi rostro aburrido.
-¿Sabéis? Me habeis subestimado más de lo que creía. No sabeis con quién estáis tratando- Vincenzo hizo un amago de saltar al muelle, pero empujé con el pie el bote, haciéndole perder el equilibrio. Seguí sosteniendo la cuerda para que éste no se fuera del todo a la deriva-. No sabéis nada de mi pasado, ni de mi vida actual. Ni siquiera os habéis preguntado por qué hablo con vos, por qué os he dicho mi nombre, o por qué mi futuro me trajo a París. No esperaba encontrarme un barco majestuoso, ni tampoco que vos fuerais rico. Solo esperaba que no tratarais de ser más listo que yo. No soy una de esas chicas que podéis conquistar en la plaza solo con mirarlas con vuestros ojos azules.
Mi tono de voz denotaba cierto cansancio. Me apoyé sobre una mano espectativa y miré la cara de Vincenzo. Ni siquiera intenté parecer desafiante. Su gesto me había afectado más de lo que podía esperar. Me sentía ofendida, y contrariada, y eso me enfurecía aunque no lo demostrara. Un dolor pasado se había posado en mi pecho. Detestaba en lo que me había convertido, pero más me dolía saber que otros podían utilizar mi personalidad contra mí. Me quedé allí callada, mirando al joven viajero con espectación. ¿Cuántas cosas podía ocultar tras su máscara de pasividad? Quería averiguarlo, y si había pensado que sería fácil, estaba equivocada. ¿Cómo lograr mi objetivo sin entrelazar nuestras vidas?
-¿Tienes algo que decir antes de que suelte la cuerda y no tengáis más remedio que saltar de nuevo al agua?- dije con tono amargo sin dejar de mirarle a los ojos.
Observé la estúpida sonrisa del joven al hacer una reverencia y subirse al "barco". No se me pasó desapercibida su burla explícita en su tono y su rostro. Al parecer aun no sabía con quién estaba jugando. Llevaba años observando a las personas. Todos sus gestos eran tan ilustrativos como sus palabras. Vincenzo mentía, y lo hacía bastante mal. Esbocé mi mejor sonrisa y avancé hacia el borde del muelle. Me arrodillé frente a Vincenzo, un metro por debajo de mi. El escote del vestido se hizo más visible para él, pero esa no era mi intención en aquel instante.
-Es precioso, debeis de haber visto mucho mundo en este... barco- dije tocando levemente la madera del bote.
Con la otra mano, comencé a desatar la cuerda que lo anclaba al puerto procurando ocultar ésto con mi vestido, que se había abierto gloriosamente sobre las tablas de madera. Cuando terminé de actuar tratando de parecer una joven que no quería herir los sentimientos de un pobre marinero, me incorporé y me senté en el borde del muelle. Le enseñé a Vincenzo la cuerda desatada y recuperé mi rostro aburrido.
-¿Sabéis? Me habeis subestimado más de lo que creía. No sabeis con quién estáis tratando- Vincenzo hizo un amago de saltar al muelle, pero empujé con el pie el bote, haciéndole perder el equilibrio. Seguí sosteniendo la cuerda para que éste no se fuera del todo a la deriva-. No sabéis nada de mi pasado, ni de mi vida actual. Ni siquiera os habéis preguntado por qué hablo con vos, por qué os he dicho mi nombre, o por qué mi futuro me trajo a París. No esperaba encontrarme un barco majestuoso, ni tampoco que vos fuerais rico. Solo esperaba que no tratarais de ser más listo que yo. No soy una de esas chicas que podéis conquistar en la plaza solo con mirarlas con vuestros ojos azules.
Mi tono de voz denotaba cierto cansancio. Me apoyé sobre una mano espectativa y miré la cara de Vincenzo. Ni siquiera intenté parecer desafiante. Su gesto me había afectado más de lo que podía esperar. Me sentía ofendida, y contrariada, y eso me enfurecía aunque no lo demostrara. Un dolor pasado se había posado en mi pecho. Detestaba en lo que me había convertido, pero más me dolía saber que otros podían utilizar mi personalidad contra mí. Me quedé allí callada, mirando al joven viajero con espectación. ¿Cuántas cosas podía ocultar tras su máscara de pasividad? Quería averiguarlo, y si había pensado que sería fácil, estaba equivocada. ¿Cómo lograr mi objetivo sin entrelazar nuestras vidas?
-¿Tienes algo que decir antes de que suelte la cuerda y no tengáis más remedio que saltar de nuevo al agua?- dije con tono amargo sin dejar de mirarle a los ojos.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Belleza egipcia (Vincenzo)
Mi rostro permaneció sereno, al tiempo que oía sus duras palabras. Al parecer se dio cuenta ella misma de que no conseguía nada con parecer alguien superior a los demás. sus palabras, todas y cada una me sonaron amargas pero no por ello dejé de permanecer sereno, aunque en mi interior me moría de ganas por pedirle disculpas por no haberme comportado como un caballero.
Su gesto, y aquella forma de amenazarme me hizo sentirme aliviado, al parecer si mostraba sentimientos, aunque a su manera, claro está.
Ella no sabía la complejidad de los barcos, desde el mas majestuoso de todos, hasta el mas pequeño y ridículo, tenía sus trucos. Tomé una bola de plomo de entre mis manos, y la dejé caer por el pequeño borde del bote, la cuerda estaba atada a ese pequeño ancla, asi que con las mismas la fuerza de la bola tiró de ella hacia el agua. A pesar de su peso, la mujer parecía tener fuerza suficiente como para elevarla, pero aquel momento la tomó por sorpresa arrojándola al agua.
Mis pies no tardaron en salpicar el agua tras ella. No quería ser un desconsiderado asi que buceé a duras penas bajo el agua para encontrarla. Estaba en su derecho de no volver a dirigirme una sola palabra, pero al menos ya sabía sus trucos o al menos parte de ellos. No era como las demás mujeres, asi que podía al menos permitirme el lujo de no tratarla como un objeto que se fuese a romper. Si eso era lo que quería, lo tendría.
Una nuve de color carmin bajo el mar me decía que la herida aun no se había disipado, aparté el agua a mi alrededor para encontrarla, aunque sabiendo que era mejor nadadora que yo no me iba a preocupar. Una vez creí ver su silueta, la tomé de la cintura para alzarla sobre el mar, bajo las bigas de madera del muelle.
- Plateados - Susurré aun reponiendome de la zambullida- son verdes con un matiz plata. - Dije simplemente. Fue cuando me di cuenta de que era ella la que ni siquiera, se había percatado de ellos.
Su gesto, y aquella forma de amenazarme me hizo sentirme aliviado, al parecer si mostraba sentimientos, aunque a su manera, claro está.
Ella no sabía la complejidad de los barcos, desde el mas majestuoso de todos, hasta el mas pequeño y ridículo, tenía sus trucos. Tomé una bola de plomo de entre mis manos, y la dejé caer por el pequeño borde del bote, la cuerda estaba atada a ese pequeño ancla, asi que con las mismas la fuerza de la bola tiró de ella hacia el agua. A pesar de su peso, la mujer parecía tener fuerza suficiente como para elevarla, pero aquel momento la tomó por sorpresa arrojándola al agua.
Mis pies no tardaron en salpicar el agua tras ella. No quería ser un desconsiderado asi que buceé a duras penas bajo el agua para encontrarla. Estaba en su derecho de no volver a dirigirme una sola palabra, pero al menos ya sabía sus trucos o al menos parte de ellos. No era como las demás mujeres, asi que podía al menos permitirme el lujo de no tratarla como un objeto que se fuese a romper. Si eso era lo que quería, lo tendría.
Una nuve de color carmin bajo el mar me decía que la herida aun no se había disipado, aparté el agua a mi alrededor para encontrarla, aunque sabiendo que era mejor nadadora que yo no me iba a preocupar. Una vez creí ver su silueta, la tomé de la cintura para alzarla sobre el mar, bajo las bigas de madera del muelle.
- Plateados - Susurré aun reponiendome de la zambullida- son verdes con un matiz plata. - Dije simplemente. Fue cuando me di cuenta de que era ella la que ni siquiera, se había percatado de ellos.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Belleza egipcia (Vincenzo)
No entendí qué ocurría hasta que sentí el agua calando de nuevo mis ropas. Me había vuelto a desconcentrar. No aguantaba la mirada de aquel joven y por ello me había distraido mirando hacia otro lado, pensativa. El tirón de la cuerda a la que me aferraba con fuerza me hizo perder el equilibrio. En mi fuero interno me reí de aquella situación. ¿Una vampira como yo cayendo en una trampa como aquella? ¿Qué demonios me ocurría?
El agua me taponó los oidos y por un momento me sentí desconcertada. No sabía hacia donde nadar, y había tomado una bocanada de aire por la impresión ya metida bajo el agua, por lo que el agua salada me había abrasado los pulmones. Me sentí completamente humana, hasta que noté otro sabor en el agua. Sabor a sangre. Me pregunté el por qué de aquello, pero sentí los brazos de Vincenzo sacándome del agua y me respondí a mi misma. Cuando noté el aire en la cara no pude más que toser y estirar un brazo para agarrarme a los tablones de madera que había sobre nuestras cabezas, impidiendo que me hundiera de nuevo. Al parecer estábamos debajo del muelle. Gruñí a duras penas cuando el aire volvió a penetrar en mi cuerpo y el sabor a sangre se me hizo más presente En mi mente algo gritó que podía tener más si mordía la yugular de quien me sostenía, pero rechacé esa tentación con cierta dificultad. Apoyé la frente en mi brazo aun tosiendo. Me sentía en cierto modo humillada, furiosa y desconcertada por aquel imprevisto. Al parecer yo también había subestimado a Vincenzo.
Escuché sus palabras y por poco me hace esbozar una sonrisa de incredulidad. Volví a mirarle los ojos con curiosidad, y descubrí que estaba en lo cierto. Sus ojos tenían un extraño color que se me antojaba sobrenatural. Mi rostro se quedó totalmente inexpresivo mientras evaluaba si sería un efecto de la luna o realmente Vincenzo tenía los ojos plateados.
-Tienes razón- dije dirigiéndome por primera vez a él de tú a tú.
Me quedé allí frente a él, sintiendo la respiración entrecortada del humano contra mi pecho mientras intentaba despejar mi mente. Nunca me había sentido tan aturdida. Desvié la mirada sin saber qué hacer y empujé levemente a Vincenzo para que diera con la espalda en uno de los pilares del muelle y pudiera sujetarse también.
-No me sueltes -dije, mientras yo soltaba los tablones superiores de madera, quedando suspendida en el agua por el brazo que él tenía alrededor de mi cintura.
Había observado la herida del joven otra vez abierta, y cada vez que le miraba a la cara la sed volvía a quemarme. Tanteé con las manos bajo el agua, y rasgué parte de las enaguas de mi vestido. Después, cogí unas algas amarillentas que crecían bajo las tablas enmohecidas del muelle y las introduje en la tira de tela que había cortado. Hice un nudo de mala manera y dudé unos segundos antes de colocársela sobre la ceja a mi compañero. No solía ayudar a nadie de forma tan explícita. Odiaba que los humanos se sintieran agradecidos conmigo, y rara vez mantenía conversaciones con ellos. Si les protegía de otro de los mios, ellos nunca se enteraban.
-Sujétate eso sobre la brecha- mi voz sonó amortiguada por el extraño sitio en el que nos encontrábamos-. Cicatrizará antes de lo que crees con un alga en vez de con agua salada, y me ahorraras otro baño de sangre. Me pone nerviosa ver heridas.
Dicho esto deshice su agarre y posé las manos en el muelle. Estaba alto, pero ¿qué narices? era una vampira. Me aupé fingiendo cierta dificultad y escurrí mi vestido. Observé con cierta amargura el roto que había hecho para ayudar a Vincenzo y me levanté sin miramientos. Comencé a alejarme con un sentimiento de agobio y enfado que me impedían decantarme por una actitud determinada. Volvía a estar bloqueada, y la pregunta sobre qué ocultaba Vincenzo me producía jaqueca. Tosí de nuevo mientras arrugaba la nariz, asqueada por el sabor a mar.
El agua me taponó los oidos y por un momento me sentí desconcertada. No sabía hacia donde nadar, y había tomado una bocanada de aire por la impresión ya metida bajo el agua, por lo que el agua salada me había abrasado los pulmones. Me sentí completamente humana, hasta que noté otro sabor en el agua. Sabor a sangre. Me pregunté el por qué de aquello, pero sentí los brazos de Vincenzo sacándome del agua y me respondí a mi misma. Cuando noté el aire en la cara no pude más que toser y estirar un brazo para agarrarme a los tablones de madera que había sobre nuestras cabezas, impidiendo que me hundiera de nuevo. Al parecer estábamos debajo del muelle. Gruñí a duras penas cuando el aire volvió a penetrar en mi cuerpo y el sabor a sangre se me hizo más presente En mi mente algo gritó que podía tener más si mordía la yugular de quien me sostenía, pero rechacé esa tentación con cierta dificultad. Apoyé la frente en mi brazo aun tosiendo. Me sentía en cierto modo humillada, furiosa y desconcertada por aquel imprevisto. Al parecer yo también había subestimado a Vincenzo.
Escuché sus palabras y por poco me hace esbozar una sonrisa de incredulidad. Volví a mirarle los ojos con curiosidad, y descubrí que estaba en lo cierto. Sus ojos tenían un extraño color que se me antojaba sobrenatural. Mi rostro se quedó totalmente inexpresivo mientras evaluaba si sería un efecto de la luna o realmente Vincenzo tenía los ojos plateados.
-Tienes razón- dije dirigiéndome por primera vez a él de tú a tú.
Me quedé allí frente a él, sintiendo la respiración entrecortada del humano contra mi pecho mientras intentaba despejar mi mente. Nunca me había sentido tan aturdida. Desvié la mirada sin saber qué hacer y empujé levemente a Vincenzo para que diera con la espalda en uno de los pilares del muelle y pudiera sujetarse también.
-No me sueltes -dije, mientras yo soltaba los tablones superiores de madera, quedando suspendida en el agua por el brazo que él tenía alrededor de mi cintura.
Había observado la herida del joven otra vez abierta, y cada vez que le miraba a la cara la sed volvía a quemarme. Tanteé con las manos bajo el agua, y rasgué parte de las enaguas de mi vestido. Después, cogí unas algas amarillentas que crecían bajo las tablas enmohecidas del muelle y las introduje en la tira de tela que había cortado. Hice un nudo de mala manera y dudé unos segundos antes de colocársela sobre la ceja a mi compañero. No solía ayudar a nadie de forma tan explícita. Odiaba que los humanos se sintieran agradecidos conmigo, y rara vez mantenía conversaciones con ellos. Si les protegía de otro de los mios, ellos nunca se enteraban.
-Sujétate eso sobre la brecha- mi voz sonó amortiguada por el extraño sitio en el que nos encontrábamos-. Cicatrizará antes de lo que crees con un alga en vez de con agua salada, y me ahorraras otro baño de sangre. Me pone nerviosa ver heridas.
Dicho esto deshice su agarre y posé las manos en el muelle. Estaba alto, pero ¿qué narices? era una vampira. Me aupé fingiendo cierta dificultad y escurrí mi vestido. Observé con cierta amargura el roto que había hecho para ayudar a Vincenzo y me levanté sin miramientos. Comencé a alejarme con un sentimiento de agobio y enfado que me impedían decantarme por una actitud determinada. Volvía a estar bloqueada, y la pregunta sobre qué ocultaba Vincenzo me producía jaqueca. Tosí de nuevo mientras arrugaba la nariz, asqueada por el sabor a mar.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Belleza egipcia (Vincenzo)
Todo iba demasiado deprisa, y pese a que mi mente solía ser rápida ésta vez no supuse lo que iba a hacer. Inexplicablemente tomó un trozo de tela bajo el agua y con ayuda de unas algas que crecían allí mismo me compuso un mejunje para mi herida. Me quedé mirándola con curiosidad, yo era el que solía mezclar cosas raras según la gente para sanarme, y esta vez no me había curado yo solo. Una vez en mis brazos, y con aquello en mi mano quise hacer algo que solamente mis instintos llevaban tiempo queriendo decirme, besarla.
Pero se alejó un instante antes de que pudiese darme cuenta de ello, entonces me pregunté de que si era lo que en realidad quería, de si la estaba agobiando con mis artimañas, si de verdad era eso lo que pensaba de mi o simplemente era una dura máscara frente a sus ojos. Deseaba quitarle la venda, de mostrarle que no era el tipo estúpido que la arrojó al mar asi como así, que no solo pretendía… qué demonios pretendía¿!? Ni siquiera aquella pregunta tan inocente podría responderla sin antes perder el tiempo con pensamientos inútiles. Agarré con mis manos uno de los tablones, que me permitieron colgarme de ellos al tiempo que salía del agua, agarrándome a ellos como si fuese un mono. Aquel lugar tan raro, me hizo ver las cosas desde otro punto de vista. Me dieron ganas de estar el resto de la noche sentado entre los tablones, al tiempo que deshacía tan enrevesados lios en mi cabeza, saber el por qué de mis reacciones, y por qué no trataba a aquella mujer como a todas las demás, simplemente como un cassanova como estaba escrito que fuese. Ni mi naturaleza ni mis dones me podían ayudar en ello, asi que de qué servía? Miles de pensamientos en un par de segundos, demasiados para lo que iba a ocurrir a continuación.
Terminé de subir y allí estaba ella alejándose del muelle, no esperaba menos, habría roto lo que era su orgullo y su forma de tratarme cambió, pero no sabía si era eso lo que quería.
Por una vez mi tono era serio, pero incapaz de ser uniforme, no sabía que diablos estaba pasando conmigo el dia de hoy.. decidí hablarla con sinceridad.
- Sheira. – Evité los sarcasmos ni mi mala educación al llamarla por otro nombre que no era el suyo, sino el de aquella mujer de la foto antigua que me obsesionaba, al igual que.. joder!
- Disculpa mis modales en el dia de hoy, siento lo de tu vestido y si te herí en algún momento. – El sol amenazaba con salir, una estampa preciosa, pero aun no recibía respuesta por su parte. – Pagaré los desperfectos, pero mírame por favor.. – permanecí tras de ella, esperando al menos una reacción, furia, rabia, pero algo.. lo necesitaba.
Pero se alejó un instante antes de que pudiese darme cuenta de ello, entonces me pregunté de que si era lo que en realidad quería, de si la estaba agobiando con mis artimañas, si de verdad era eso lo que pensaba de mi o simplemente era una dura máscara frente a sus ojos. Deseaba quitarle la venda, de mostrarle que no era el tipo estúpido que la arrojó al mar asi como así, que no solo pretendía… qué demonios pretendía¿!? Ni siquiera aquella pregunta tan inocente podría responderla sin antes perder el tiempo con pensamientos inútiles. Agarré con mis manos uno de los tablones, que me permitieron colgarme de ellos al tiempo que salía del agua, agarrándome a ellos como si fuese un mono. Aquel lugar tan raro, me hizo ver las cosas desde otro punto de vista. Me dieron ganas de estar el resto de la noche sentado entre los tablones, al tiempo que deshacía tan enrevesados lios en mi cabeza, saber el por qué de mis reacciones, y por qué no trataba a aquella mujer como a todas las demás, simplemente como un cassanova como estaba escrito que fuese. Ni mi naturaleza ni mis dones me podían ayudar en ello, asi que de qué servía? Miles de pensamientos en un par de segundos, demasiados para lo que iba a ocurrir a continuación.
Terminé de subir y allí estaba ella alejándose del muelle, no esperaba menos, habría roto lo que era su orgullo y su forma de tratarme cambió, pero no sabía si era eso lo que quería.
Por una vez mi tono era serio, pero incapaz de ser uniforme, no sabía que diablos estaba pasando conmigo el dia de hoy.. decidí hablarla con sinceridad.
- Sheira. – Evité los sarcasmos ni mi mala educación al llamarla por otro nombre que no era el suyo, sino el de aquella mujer de la foto antigua que me obsesionaba, al igual que.. joder!
- Disculpa mis modales en el dia de hoy, siento lo de tu vestido y si te herí en algún momento. – El sol amenazaba con salir, una estampa preciosa, pero aun no recibía respuesta por su parte. – Pagaré los desperfectos, pero mírame por favor.. – permanecí tras de ella, esperando al menos una reacción, furia, rabia, pero algo.. lo necesitaba.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Belleza egipcia (Vincenzo)
No podía creer lo que estaba oyendo. Es más. No quería escucharlo. Intenté seguir andando como si nada, pero su última petición desarmó mis planes. Un montón de sentimientos contradictorios quisieron salir a la luz. Estaba furiosa, deseaba con toda mi alma girarme y abofetear al engreido marinero que me había robado un tiempo precioso aquella tarde junto a mi orgullo. Desee incarle los dientes y saborear la sangre cuyo olor me desconcentraba a la hora de encararme a él... deseaba... aceptar sus disculpas y huir... pero mi altivez seguía presente y no me permitiría hacer eso.
Me di la vuelta tras unos segundos de vacilación y volví a perderme en los ojos de Vincenzo. Busqué alguna muestra de que sus palabras eran otra burla, pero no encontré ni el más minimo gesto que confirmara mi teoría. No se estaba riendo de mi. Estaba diciéndolo enserio. ¿Estaba loco? ¿A caso no era yo la que quería lanzarle al agua primero? No quería su lástima para nada. Avancé un paso al frente, con los puños apretados. Cuando abrí la boca para hablar, mis palabras sonaron desgastadas, como conteniendo la ira.
-No quiero tus disculpas- mascullé-. No quiero nada de ti. Ni siquiera tu presencia me hace bien.
Sabía que estaba siendo cruel, pero era lo mejor para zanjar aquello. No podía salir herida de aquel enfrentamiento, y aun así presentí que no conseguiría otra cosa con mis palabras. Quería saber acerca de él, acerca del muchacho que se había atrevido a desafiarme. Quería conocer todos sus secretos, y ese pensamiento ablandó mi mirada, haciéndome girar para ocultarla. Avancé hacia las calles que lidiaban con la playa y el puerto. Antes de alejarme demasiado, ladee el rostro, pero no quise volver a prenderme en los ojos de Vincenzo. El sol estaba a punto de salir... y no quería morir aquel día por una distracción más.
-No me busques...si no quieres problemas- y mi voz sonó más como una súplica que como una amenaza.
Me alejé de allí sin saber qué demonios ocurriría si me volvía a cruzar con el marinero, si ignoraba mis palabras e intentaba encontrarme en la ciudad. ¿Le mataría? ¿Le atormentaría hasta que se alejase de mi? ¿ O mi curiosidad sería superior a mi sed y a mi rencor? Nadie lo podía adivinar aquella noche.
Me di la vuelta tras unos segundos de vacilación y volví a perderme en los ojos de Vincenzo. Busqué alguna muestra de que sus palabras eran otra burla, pero no encontré ni el más minimo gesto que confirmara mi teoría. No se estaba riendo de mi. Estaba diciéndolo enserio. ¿Estaba loco? ¿A caso no era yo la que quería lanzarle al agua primero? No quería su lástima para nada. Avancé un paso al frente, con los puños apretados. Cuando abrí la boca para hablar, mis palabras sonaron desgastadas, como conteniendo la ira.
-No quiero tus disculpas- mascullé-. No quiero nada de ti. Ni siquiera tu presencia me hace bien.
Sabía que estaba siendo cruel, pero era lo mejor para zanjar aquello. No podía salir herida de aquel enfrentamiento, y aun así presentí que no conseguiría otra cosa con mis palabras. Quería saber acerca de él, acerca del muchacho que se había atrevido a desafiarme. Quería conocer todos sus secretos, y ese pensamiento ablandó mi mirada, haciéndome girar para ocultarla. Avancé hacia las calles que lidiaban con la playa y el puerto. Antes de alejarme demasiado, ladee el rostro, pero no quise volver a prenderme en los ojos de Vincenzo. El sol estaba a punto de salir... y no quería morir aquel día por una distracción más.
-No me busques...si no quieres problemas- y mi voz sonó más como una súplica que como una amenaza.
Me alejé de allí sin saber qué demonios ocurriría si me volvía a cruzar con el marinero, si ignoraba mis palabras e intentaba encontrarme en la ciudad. ¿Le mataría? ¿Le atormentaría hasta que se alejase de mi? ¿ O mi curiosidad sería superior a mi sed y a mi rencor? Nadie lo podía adivinar aquella noche.
Sheira Lyzbeth- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 111
Fecha de inscripción : 07/10/2010
Re: Belleza egipcia (Vincenzo)
Nada, eso era lo que habitaba en mi mente. Un silencio que me mataba, que deseaba desahogar con pensamientos de algún que otro tipo, y pronto llegó el descontrol, mi mente parecía saturarse. Quería detenerla, quería implorarle mil y una veces perdón, por el daño que pude hacerle, pero mi forma de tratarla fue inusual incluso para mí.
Debía de haberla tratado con cortesía, con buenos modales y en algunos casos mi sangre italiana haría el resto, yo era lo que se decía un don juan, pero ésta vez me decepcioné a mi mismo. No sabía si lo que habitaba en esos momentos en mi era rabia, o incluso pena. Pena por haber perdido la oportunidad de entablar mas conversaciones con ella, e incluso aquellos juegos que en un momento en el que no me di cuenta se descontrolaron, haciéndola perder la fe en mi o incluso llegando a perder su orgullo.
Parpadeé un par de veces intentando estudiar su figura en aquellos reflejos castaños de sol, que en poco tiempo se quedaron solo en eso, un vago recuerdo de aquella mujer. Aquella por la que me sentí herido al herirla, por primera vez en la vida pensaba de esta manera.
Dejé un par de monedas de oro en aquel bote, para que el dueño al encontrárselo pudiese comprar un nuevo ancla. Tiré al mar aquel potingue, pero dejé en mis manos aquel trozo de tela, era lo único que tendría de ella, y lo único que me atormentaría con sus recuerdos. El mar ya no me parecía lo mismo sin ella, sin aquel juego simple, y el estrechar su cuerpo entre mis brazos mientras la sacaba del agua. Me dijo que no la buscase, pero y si el destino me brindaba la oportunidad de volverla a ver para así obtener su perdón? Todo era tan absurdo.. YO! Viéndome de esta guisa, frente a mi barco, emprendiendo el camino a pie hasta mi propia casa para descansar tras un dia un poco... ajetreado.
Debía de haberla tratado con cortesía, con buenos modales y en algunos casos mi sangre italiana haría el resto, yo era lo que se decía un don juan, pero ésta vez me decepcioné a mi mismo. No sabía si lo que habitaba en esos momentos en mi era rabia, o incluso pena. Pena por haber perdido la oportunidad de entablar mas conversaciones con ella, e incluso aquellos juegos que en un momento en el que no me di cuenta se descontrolaron, haciéndola perder la fe en mi o incluso llegando a perder su orgullo.
Parpadeé un par de veces intentando estudiar su figura en aquellos reflejos castaños de sol, que en poco tiempo se quedaron solo en eso, un vago recuerdo de aquella mujer. Aquella por la que me sentí herido al herirla, por primera vez en la vida pensaba de esta manera.
Dejé un par de monedas de oro en aquel bote, para que el dueño al encontrárselo pudiese comprar un nuevo ancla. Tiré al mar aquel potingue, pero dejé en mis manos aquel trozo de tela, era lo único que tendría de ella, y lo único que me atormentaría con sus recuerdos. El mar ya no me parecía lo mismo sin ella, sin aquel juego simple, y el estrechar su cuerpo entre mis brazos mientras la sacaba del agua. Me dijo que no la buscase, pero y si el destino me brindaba la oportunidad de volverla a ver para así obtener su perdón? Todo era tan absurdo.. YO! Viéndome de esta guisa, frente a mi barco, emprendiendo el camino a pie hasta mi propia casa para descansar tras un dia un poco... ajetreado.
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
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