Elinor Cromwell ID

Descripción Psicológica
Los lazos familiares son extremadamente importantes para Elinor. El cariño que siente por sus progenitores es muy fuerte. Siendo hija única, sus padres siempre han sido las figuras que han moldeado buena parte de su manera de ser, y las personas a las que desde siempre ha mirado como poseedores de caracteres férreos y determinados, por lo que siempre ha procurado fijarse ante nada en las virtudes que ellos poseen. Sin embargo, ese mismo detalle, el de no querer fijarse en sus defectos, hace que en ocasiones se ciegue ante los mismos.

Desde siempre, se ha sentido orgullosa de ser quien es y de pertenecer a la familia a la que pertenece. Su padre le ha inculcado ese orgullo, siempre repitiéndole que es lo más importante de lo cual puede ser poseedora, y lo que siempre deberá de anteponer a todo. Por lo cual ella nunca se comportaría de ninguna manera que pudiera causar vergüenza o deshonor a los Cromwell.

Su sentido del deber está muy arraigado en ella, por lo que por lo general siempre antepondrá el mismo a otras cosas. La obediencia siempre ha formado parte de ello, pero eso no quiere decir decir que no tenga momentos en los cuales se deje llevar por algún deseo que, de tanto anhelar, le cause una neblina temporal a las normas, y se aparte de ellas. Como cuando se viste de ciudadano común y se escapa al centro de la ciudad haciéndose pasar por un plebeyo más, aunque desafortunadamente, eso se le haya vuelto extremadamente difícil de realizar desde que su padre le impuso los guardias personales.

Siente amor por la tierra que le vio nacer, por lo que el bienestar común siempre ha sido un tema en el cual ha mostrado gran interés. A su manera, pone su grano de arena cuando puede, realizando contribuciones y donaciones para diversas caridades, aunque le gustaría estar involucrada de forma más directa.

Le gustan los exteriores, el campo, el bosque y las áreas verdes. Su área favorita para retirarse a meditar, es una zona natural escondida en los terrenos de su familia, allí suele acudir cuando necesita tiempo para pensar a solas. También le gusta dedicarse a supervisar el mantenimiento de los jardines que rodean el castillo y en ocasiones se le puede ver a ella misma podando arbustos o recortando arreglos florales.

Aunque sepa que siendo mujer tiene la desventaja de que a menudo no es escuchada, si se encuentra casualmente en medio de una reunión de su padre con otros caballeros en la cual se hable de política, y no está de acuerdo con algún comentario, suele expresar su punto de vista en voz alta, aunque al final una mirada de su padre le indique que debe de dejar el asunto por la paz.

El mismo hecho de expresar sus opiniones y lo que piensa, le hacer ser bastante franca con quien sea. Puede mantener conversaciones filosóficas o simplemente expresar un distinto punto de vista suyo y los por qués de su manera de ver las cosas.

El ser hija única no le da muchas oportunidades para expresar sus maneras dulces, con sus padres no hay realmente oportunidades de hacerlo ya que ellos suelen ser bastante parcos en ese tipo de manifestaciones, por lo que a quien suele llenar de abrazos y besos cariñosos es a su aya, quien la ha acompañado desde niña y por quien siente un cariño profundo.

Siendo una idealista y muy independiente, nunca ha experimentado lo que es tener un interés sentimental o romántico por alguien del sexo opuesto, por lo que en ese aspecto es una neófita. Sin embargo, hasta el momento no ha sentido que le haga falta y teniendo otro tipo de aspiraciones personales, no siente falta de ello, por lo que tampoco ha sentido nunca el deseo de encontrar pareja o de contraer matrimonio.

Descripción física:

Historia
En el invierno de 1819, Edmund tenía treinta y cuatro años de edad y comenzaba a sentirse desesperado ante la idea de no tener descendencia legítima con su esposa Beatrix. Un hijo bastardo quedaba completamente fuera de sus planes, puesto que no tendría los mismos derechos, ni los mismos beneficios que heredaría un hijo suyo que naciera dentro del matrimonio.

Para la casa Cromwell, la legitimidad lo era todo. Sin un apellido noble que llevar a lo largo de la vida, bien podría uno preferir estar muerto. Afortunadamente, Edmund había nacido en una de las casas nobles más antiguas e influyentes de Inglaterra. Para él su apellido lo significaba todo y, de allí nacía la imperiosa necesidad de tener un heredero que mantuviera el prestigio de la familia en alto y llenara el apellido de las mismas glorias que muchos de sus antepasados habían obtenido a lo largo de numerosos siglos.

Beatrix tenía veintiocho años en esa misma época, había tenido ya cuatro embarazos y todos ellos habían sido infructuosos. Los tres primeros no pasaron del segundo trimestre, y el cuarto, a pesar de haber llegado a término, había culminado con un nacimiento mal logrado, la frustración de Edmund al tener que sostener en sus brazos a un hijo varón muerto que nunca vería la luz de este mundo, y el dolor lacerante de Beatrix ante la imposibilidad de llegar a tenerlo en sus brazos.

Después de ese último embarazo, el médico aconsejó que lo mejor sería que Beatrix se abstuviera de tener más hijos, pero la mera idea de detenerse en el objetivo de concebir un heredero no era algo que Edmund fuera a considerar. La propia Beatrix tampoco se planteó la idea de no seguirlo intentando, había sido criada con la idea de satisfacer las necesidades de su esposo y, debido a ello, sabía y comprendía la importancia de traer un hijo a este mundo.

Los grandes problemas a veces requerían de soluciones nada comunes. Aunque si le preguntaran lo negaría, la sirvienta que asistía a Beatrix, había comentado alguna vez -encontrándose bajo la influencia del opio- para luego nunca volver a hablar del asunto, que los señores de la casa Cromwell habían utilizado la asistencia de una mujer de aspecto perturbador y siniestro, y aire escalofriante y aterrador, para lograr con la utilización de menjurjes y métodos extraños que Beatrix volviera a quedar embarazada.

Nueve meses después de aquello, Beatrix se aproximaba al final de su embarazo. Edmund esperaba impaciente en un cuarto anexo, escuchando los gritos de su mujer durante el parto que llevaba más de nueve horas de prolongación. En la hora décima, a sus oídos llegó el sonido de un llanto, corrió hacia el dormitorio abriendo la puerta de golpe y miró a su esposa que yacia agotada y débil en la cama. Su mirada se desvió hacia la partera que sostenía al bebé en brazos. De un par de zancadas se acercó y, tomando en sus brazos a su heredero, lo observó con emoción y orgullo paterno antes de que el reconocimiento y la perplejidad se implantaran en su expresión. Con rapidez retiró la manta que envolvía al bebé y confirmó que acababa de convertirse en padre de una niña.

Elinor creció en el castillo de los Cromwell, rodeada de nanas, tutores y maestros que se encontraron con ella tan pronto fue posible iniciar su instrucción. Los Cromwell no escatimaron en poner a su disposición a los mejores maestros que le enseñarían todo lo que le fuera necesario aprender para desenvolverse de manera adecuada durante los futuros años que adquirirían el cariz más importante en cuanto alcanzase la edad casadera.

De esa manera, a la tierna edad de diez años, Elinor ya sabía todo acerca de la vida de los filósofos más importantes, dominaba cuatro idiomas y pasaba numerosas horas estudiando sobre historia, geografía, arte y música.

A los doce años, Edmund tenía ya en mente todo lo que deseaba para el futuro de Elinor. No le entregaría a su hija a cualquiera, el matrimonio de su única heredera cumpliría un propósito importante, continuando el legado de la familia, y de paso, impulsando los objetivos que tenía para si mismo.

Ajena a esos planes, Elinor creció en el castillo interesándose por todo, no solo por lo que ocurría en el interior de esas paredes, sino teniendo un ansia enorme de conocer todo lo relacionado con el exterior. Le llamaba la atención aprender sobre lo que su padre llamaba “el vulgo”. Los viajes que realizaban en ocasiones al centro de la ciudad la hacían maravillarse, quería salir del carruaje, caminar entre las plazas, conocer los mercados, detenerse frente a los espectáculos de títeres y muchas otras actividades más, que desafortunadamente, no le permitían realizar a menudo. Por lo general, preferían que se limitara a acudir a la Iglesia, adonde Elinor terminaba escuchando los intercambios de puntos de vista políticos entre su padre y otros hombres con los que se efectuaban reuniones en el sacrosanto lugar.

La realidad es que el afán del conocimiento en general alimentaba el espíritu de Elinor, por lo que, una vez pasó de la edad de quince años, comenzó a echar mano de ciertos subterfugios y estrategias para poder salir del castillo y visitar el exterior.

De vez en cuando se “disfrazaba” de ciudadano común, con la ropa de alguna sirvienta o sirviente y terminaba mezclándose con la gente, sintiéndose maravillada y liberada. Aunque esos sucesos no se daban a menudo y la vigilancia que tenían sus padres sobre ella aumentó cuando se convirtió en una señorita. Su padre ordenó que un número de guardias la acompañase a todos lados y la vigilancia se volvió más estrecha cuando Edmund pasó a formar parte del consejo real.

Poco antes de su inclusión en el consejo, el miembro a quien sustituyó, falleció de manera inesperada en circunstancias obscuras, aunque nunca se llegó a determinar con claridad qué era lo que en realidad le había ocasionado la súbita muerte. Tras su defunción Edmund fue nombrado parte del consejo, y con los años su posición en el mismo se cimentó, logrando consolidar su posición como uno de los hombres más influyentes en el medio y como hombre respetado por muchas familias de nobles británicos.

La casa Cromwell ascendía en notoriedad cada vez más. Elinor conocía perfectamente bien porque su padre estaba tan interesado en afianzar su posición en la vida. Para comprenderlo era necesario conocer la historia familiar que se remontaba al año 1643, durante el cual la reina falleció sin dejar herederos tras múltiples embarazos fallidos. El siguiente heredero por derecho en la línea de sucesión era un Cromwell, siendo el único pariente sanguíneo de la reina, un primo segundo que debería de haber tomado el trono. En su lugar, la iglesia católica, apoyada por el consejo, realizó sus movidas para  evitar que eso sucediera, y en su lugar, se nombrase a quien tenían en la mira para afianzar el poder de la iglesia.

Elinor temía que la ambición de su padre le llevara por caminos peligrosos, pero no terminó de percatarse de cuánto influiría en su propia vida, hasta el día en el que su progenitor la mandó a llamar para comunicarle que su vida iba a realizar un giro de ciento ochenta grados. Tenía planes para casarla.

La joven sintió que la tierra se abría bajo sus pies, hasta el momento había logrado evadir la posibilidad de un matrimonio arreglado, no tenía el menor deseo de participar en uno. No pensaba dirigirse al altar de forma obligada. JAMÁS.

Actualmente la joven se encuentra en París, adonde la familia ha viajado por causas relacionadas con el trabajo de su padre, y porque este, desea cimentar relaciones con diversas familias de nobles Beatrixes cuyo apoyo necesita para afianzar sus ideas a futuro y afianzar sus planes para que la familia Cromwell se convierta en la más importante de Inglaterra.



Datos extra

- Su padre es muy influyente entre los miembros del consejo, y de forma particular, entre la facción que no ve con buenos ojos al actual rey británico. Muchos de los opositores a Fenris Windsor, el monarca actual, consideran que es un advenedizo que se aprovechó de una reina enferma para apropiarse de una corona que no le pertenecía por derecho.

- Sabe como utilizar un rifle perfectamente, lo aprendió ya hace un par de años. Aunque en ocasiones, sus obligaciones requieren que participe en una cacería, siempre se queda rezagada o se separa del grupo, ya que no siente inclinación alguna por dispararle a las distintas presas.

- Tiene una excelente memoria para los detalles menores e ínfimos  que otros pasarían por alto. Recuerda muy bien rostros, nombres y fechas de todo tipo como aniversarios, cumpleaños y fallecimientos, entre otras. Puede recordar sucesos antiguos y recientes con mucha claridad, al igual que pasajes históricos, rememorando cuando y cómo sucedieron exactamente.

- Sus modales son impecables y sabe como conducirse siguiendo la etiqueta perfectamente. Sin embargo, le resulta sumamente aburrido tener que mantenerse en ese papel en las reuniones sociales que se realizan en el castillo.