Nieve y Sangre

Para nosotros seis era un honor haber sido escogidos por el propio Gwang So Goryeo, nuestro líder. Nuestro hermano.

Casi podíamos saborear el triunfo cuando cruzábamos la empalizada enemiga para volver con los nuestros. Habíamos cumplido las ordenes de nuestro hermano, Gwang So Goryeo, habíamos robado los planes del enemigo y hasta habíamos conseguido asesinar a su general, pero, todo se había torció en un instante.
Dos flechas atravesaron a Seo Joon. Min Joon, perdió la cabeza al ver a su hermano herido. Al haber caído Seo Joon, ahora estaba al mando. Mis ordenes fueron claras. Debían llevar los planes a nuestro príncipe a toda costa. Para salvar las vidas de todos nuestros hermanos, debíamos sacrificarnos.

Min Joon había caído atravesado por una espada y dos flechas mortales, pero aún así, se había llevado consigo a dos de ellos. Seo Joon probablemente no llegase con vida a nuestro campamento. Ye Jun no estaba en mejores condiciones. Ju Won tenía la difícil tarea de llevar nuestro botín con una flecha clavada en su pecho.
Pero no habíamos llegado hasta allí para fracasar ahora. Si Do y yo, no necesitábamos hablar, pensábamos de manera muy parecida desde niños y, si algo puede unir a dos guerreros, sin duda es el campo de batalla. Nos quedaríamos para que pudieran llegar a nuestro campamento.

Conseguimos retenerlos lo suficiente para que pudieran escapar. Cuando nosotros también nos habíamos alejado del campamento enemigo y casi parecía que escaparíamos, dos silbidos rompieron la quietud del momento y, atónito, vi caer de rodillas a Chi Do.
No iba a dejarlo atrás, no podía hacerlo. Nuestros compañeros sin duda ya había puesto suficiente distancia para estar a salvo y yo, podría lograrlo sin duda alguna si le dejaba atrás pero ¿A que precio?
No. Ni siquiera lo dude. No condenaría a un amigo, a un hermano, a una muerte segura. Aunque, si yo me quedaba probablemente cayésemos los dos.

Park Chi Do, estaba tendido a mi lado y no sabía si respiraba. Cuando trate de levantarme, sin apenas fuerzas pude sentir como una espada atravesaba de nuevo mi pecho y a la vez que sentía un golpe en mi cabeza.

La impoluta blancura de la nieve, se teñía con la sangre de mi hermano y la mía propia.
Mientras yacíamos tendidos en la nieve, fui consciente de que aquellos eran mis últimos momentos. Ver como la nieve caía, hizo que mi mente volase muy lejos, un año atrás, donde sus sonrisa lo iluminaba todo. Donde ella convertía la nieve en un cálido y acogedor manto blanco con su simple presencia. Mi querida y dulce Hae a la que nunca volvería a ver.
La amaba, más allá de todo lo posible, más allá de todo lo impensable. Quería darle el mundo, protegerla de todo el dolor futuro y suavizar el dolor pasado. Quería que fuese feliz. Quería amarla por siempre. Me negaba a perderla, no podía. No iba a hacerlo.

El calor de la sangre fundía ligeramente la nieve dibujando unos macabros surcos por el que se escapaban nuestras vidas. El oscuro cielo salpicado de estrellas, dio paso a la negrura más absoluta en la que me hundí a pesar de luchar con todas mis fuerzas por no perder la consciencia.
Mi último pensamiento fue de esperanza. Esperanza para nuestros hermanos. Esperanza de que Padre, Madre y mi dulce hermanita superasen mi perdida. Esperanza para que Hae fuese feliz a pesar de que yo no estaría a su lado. Esperanza de volver a encontrarnos en nuestra siguiente vida, pues esta, terminaba para mi.

Sentado bajo un cerezo en flor y embriagado por el aroma de sus flores que se mecían suavemente con la briza de primavera observaba desde lejos como mi hermana Gyeong Hui acompañada por su nueva criada, la pobre Hae Soo que tanto había sufrido.
Nam no podía saberlo, madre tenía razón. Si él sabía que ella seguía viva sería peligroso. En especial para ellos y también para nuestra familia porque los asesinos que habían terminado con la familia Hae, habían esperado a que Nam no estuviese para acabar con todos los demás y eso, no era una mera coincidencía.

No. No podíamos contárselo a nadie por mucho que pesase en nuestras almas. Hae Soo debía convertirse en alguien más. Debía ser una persona distinta y dejar pasar algo de tiempo hasta poder encontrarse con su hermano.

La maravillosa tarde de primavera, parecía que iba a verse empañada por unas nubes lejanas de tormenta que amenazaban con acortar nuestra salida tan deseada en el pueblo natal de nuestra familia Shi.
Pero, la lluvia no siempre era algo malo. Para mi, era algo relajante y que traía paz. Era la misma sensación que me sentía al mirar a Hae Soo.
Es una alegría melancólica que pesa en el corazón, pero a la vez te hace sentir feliz y consigue dibujarte una dulce sonrisa sin saber muy bien por qué, te llena de una sensación de paz y añoranza por igual.

Desde ese preciso momento supe que iba a proteger a Hae Soo de todos y de todo para siempre. Nuestros destinos se habían unido en el momento en que ella salió de aquel baúl y no iba abandonarla. Ni ahora, ni nunca.
-Hermana, deberíamos regresar. El tiempo amenaza lluvia y no quiero que os mojéis.

Guarde mi libro y me levante para ir hasta donde ellas. Sonreí a mi hermana y pase un brazo al rededor del hombro de Hae Soo que apenas llegaba a mi hombro entonces.
-Sabes -dije mirándola con una sonrisa -me gustaría escoger tu segundo nombre ¿si te parece bien? Me gustaría que fuese Woo.-señale a las nubes de lluvia en el horizonte -La lluvia es algo que siempre me ha gustado. Me trae una sensación de extraña paz. Al igual que cuando te tengo a mi lado. Además, se parece a Won sonreí y la atrague un poco hacia mi para abrazarla mientras miraba a mi hermana buscando su aprobación.
Una sonrisa y un asentimiento de cabeza de Gyeong Hui fueron más que suficientes para saber que a ella también le parecía bien.

-Recuerda siempre, que aunque te hagas pasar por mi sirvienta por tu seguridad y la de Nam Yoo, para nosotros eres una más de la familia
-Ahora, eres nuestra hermana Gyeong Hui se quito un adorno con el emblema de la familia y se lo colocó a Hae Soo -Debes escoger tu primer nombre, yo también creo que es perfecto Woo. Sobre todo por se parece a Won, sin duda, vosotros estaréis unidos para siempre y eso alegra mi corazón
Gyeong Hui siempre había sido demasiado adulta para su edad, y en esa ocasión no era distinto. Había tomado a Hae Soo bajo su protección como si se tratase de su propia hija y a mi, me alegraba verlas juntas.

Aliviaba un poco la carga que sentía en mi corazón al saber que no podía hacer nada más por aliviar el dolor de Hae Soo.

Sin duda mi madre me amaba, demasiado tal vez incluso para un hijo favorito. No cabe duda que siempre había sido una madre tremendamente protectora pero, el hecho de haber creído durante un par de meses que me había perdido y ahora, ver como su hijo estaba postrado en una cama cuando debería haberse recuperado hacia tanto, la estaba volviendo loca.

No despertaba porque ella no me dejaba. Iba a quitármelo todo. Iba a quitarme la a ella.
Sentía como sus recuerdos se escapaban como la lluvia entre mis dedos. Cada semana que pasaba postrado en esa cama, sujeto por el hechizo de mi alienada tía y siendo manipulado por ella bajo las ordenes de mi madre, la perdía un poco más.

La primera sonrisa que me dedico después de pasado mucho tiempo tras su tragedia. La primera caricia que nos robamos. El primer beso con el que yo le entregue todo mi ser. Aquel momento donde nos unimos por primera y última vez. Todos y cada uno de los preciados recuerdos de ella estaban volviéndose un vacío en mi alma y dejando un ser hueco.

Sin saberlo, nuestros destinos se estaban separando. Sin poder evitarlo, nos estábamos perdiendo.
Nada más lejos de la intención de mi madre, estaba destrozando a su preciado hijo y convirtiéndolo en un ser frio sin posibilidades de ser feliz nunca más.
¿Cómo alguien que ha tenido la felicidad absoluta, podría volver a estar completo si entierras su corazón bajo capas de vacío y encierras los recuerdos de lo más preciado de su mundo en lo más profundo de su ser?

La nieve dio paso a las flores de cerezo. Las flores de cerezo dieron paso a Sambok y estos días dieron paso a mi despertar.
Si hubiese sido el mismo de siempre habría preguntado por ella, habría sonreído y abrazado a mi madre y mi hermana. Saludado a mi padre y agradecido a mi tía sus cuidados pero, nada de eso sucedió.
No pregunte por ella. Dirigí una simple frase a mi madre y mi hermana para confirmar que estaba bien. Agradecí fríamente a mi tía sus cuidados y después simplemente me sumí en mis libros y en las practicas de espada y arco con Chi Do. Pero, cada vez pasaba más tiempo practicando y leyendo solo.
Madre sabía que la magia de la tía había funcionado. Había conseguido lo que se proponía pero ¿A que precio?
Había perdido los gestos afectuosos de su hijo. Ya nunca la abrazaba y apenas sonreía. Las horas que pasaba con su hermana, apenas hablaban más de diez minutos. La alegría de que solía hacer gala había desaparecido.

Cuando Ha-Young miraba a su hijo se preguntaba si volvería a sonreír alguna vez. En momentos de debilidad debía repetirse a si misma que lo que había hecho lo había hecho por el bien de la familia. En especial por el bien de Bang Won. Prefería perder su sonrisa a perderle por completo.