After hours — [Priv.]

por **Frédéric d'Dreux-Griezman** Sáb Dic 02, 2023 10:01 pm

Hotel Des Arenes, París, Francia.
Noviembre, 1842.
19:00
21 °C

Y luego de una extenuante gira por toda Francia, donde tocaba en diferentes eventos de gran envergadura, así como también una serie de conciertos que había acordado llevar a cabo su equipo por todo el país galo, Frédéric volvía nuevamente hacia la capital francesa. La gira había sido extensa, y con ello había pasado mucho tiempo fuera de París que ahora se había convertido en su lugar de residencia. Era necesaria para poder reafirmar la reputación que había labrado desde que se adentró en el medio del entretenimiento y que, entre otras cosas, había sido saboteada por Artus cuando ambos habían entrado en conflicto. Por lo que luego del éxito que había tenido con su presentación en Versalles, irse de gira fue la decisión más acertada.

No obstante, y con ello, se había exigido mucho a sí mismo, debido a que siempre amaba dar todo cuando de trabajar se trataba. Si iba a volver al medio, lo haría a lo grande, y así fue. Su fama era ahora mucho más grande, mucho más que previo al conflicto y saboteo con tuvo con el inmortal. Y con ello, también tenía más admiradores pero también debía cuidarse más. Por lo que fue imperativo tener que contratar escoltas que resguardaran su vida, no era de su agrado pero en ocasiones como esa, debía obedecer a su equipo debido a que era lo mejor para su persona.

El carruaje era tirado por varios caballos, a través de las calles de París en dirección hacia el Hotel Des Arenes, no tenía ganas de volver al Château d’Dreux-Griezman y toparse con su madre. Había tenido muy buena racha como para romperla con una discusión estéril con su progenitora. Delante de su carruaje iba uno, y detrás del suyo un par más. Muchas personas se arremolinaban fuera del hotel, debido a que fue anunciada su llegada a París. El muchacho temblaba ligeramente, mientras una sonrisa se asomaba en su pálido rostro. Se sentía maravilloso, y también con mucha adrenalina. Todo aquello había salido mucho mejor de lo que aspiraba cuando se embarcó en aquella gira.

Finalmente se detuvo su carruaje frente a la edificación, era el hotel por excelencia donde se hospedaban personalidades que visitaban a la capital y así mismo las altas esferas parisinas. Cientos de personas aguardaban por su persona, y por ello tuvo que salir la seguridad del hotel para poner orden y permitir la entrada exitosa del pianista, sin contratiempos. Frédéric suspiró profundamente, sabía que todo aquel revuelo era positivo para su carrera pero también ahora sería perjudicial para su privacidad y su seguridad. Pero ya todo estaba hecho, logró lo que siempre quiso, convertirse en un afamado músico.

Escuchó entonces un par de toques a la puerta de su carruaje, viajaba solo en este, y solo entonces aclaró ligeramente su voz ― Adelante, por favor ― pronunciaron sus labios, mientras el bullicio exterior podría escucharse inclusive en la comodidad y tranquilidad de su carruaje. Esperaría el momento indicado para poder salir, cuando su equipo se asegurara de ello.

por **Dante Bran** Miér Dic 27, 2023 4:00 am

Allí estaba, agazapado en la azotea más cercana al hotel, con mi abrigo abotonado hasta el cuello y la solapa del cuello subida. Era mejor no ser detectado. Era mejor ser una sombra, un fantasma. Algo que en mi profesión era estrictamente necesario. La vida de cazador no era una de lujos, ganabas lo suficiente para comer algo caliente de vez en cuando. La taberna nos daba algo de dinero extra, así como el trabajo de Luk en el teatro. Pero no era suficiente para mantenernos a nosotros y al clan, al cual seguíamos mandando dinero para la compra de provisiones, armas y medicinas.

No se como surgió la idea de vendernos como guardaespaldas también. Pero era algo puntual para ciertas personas, sobre todo aquellas que ya habían sido amenazadas o contactadas por la oscuridad que cierne este nuestro mundo. No se si este era el caso, pero Luk me había pedido el favor personal, ya que este muchacho era no solo un compañero, sino también un amigo y su reciente fama le estaba llevando a cierta clase de personas que no planeaban simplemente invitarle a un te con pastas.

El bullicio en la calle me saco de mi pequeña ensoñación. Me asomé al alfeice de aquel edificio, agarrándome a una de las gárgolas que tenía y observando a todo lo que podía parecer sospechoso. Aun había algún rayo de sol en el cielo aterciopelado del atardecer que se comenzaba a manifestar, así que por ahora estaría solo vigilando a locos humanos. El bullicio comenzaba a ser más grande y algunos gritos comenzaron a oírse en la lejanía. No gritos de miedo, sino de excitación. - Están locas estas damas parisinas. - Dije riéndome mientras me ponía de cuclillas en el borde.

Fue cuando vi aquel enorme carruaje acercarse, lentamente calle arriba. La gente le impedía moverse con más ligereza y cuando se paró delante de la puerta del hotel, algunas manos comenzaron a golpear el nacarado carruaje, haciendo que este se tambalease y los caballos que tiraban de el se inquietasen. Dí un gran suspiro y agité mi cabeza de un lado a otro. Preferiría enfrentarme a un nosferatur que a una turba enloquecida. Bajé por la fachada hasta el callejón y me acerqué hasta el carruaje asediado. Golpeé la puerta y una voz me invitó a entrar. Abrí esta y solo asomé mi mano, extendiéndola. - Vamos, hay que darse prisa. - Le agarré por el brazo, ya que Luk me había reiterado varias veces que sus manos eran tesoros, y tiré ligeramente de el. - Le esperan dentro. -

por **Frédéric d'Dreux-Griezman** Mar Mar 05, 2024 9:54 pm

El joven francés había vivido toda su vida rodeado de lujos, comodidades y excentricidades gracias a la posición económica y social de su familia. Pues desde muchas generaciones atrás, los d’Dreux siempre habían estado estrechamente ligados a la aristocracia, por lo que no era extraño para el joven músico estar rodeado de tantas personas. No obstante, nunca había tenido tanto aprecio o amor de sus padres como hubiera deseado. Principalmente de su padre, el conde, a quién siempre admiró y veía en este un modelo a seguir debido a su carácter, su temple y principalmente la seguridad que irradiaba en cada acción o decisión que tomaba tanto para su propia familia, como para los dominios de los condados y baronías que ostentaba su casa nobiliaria. Pero desgraciadamente, aquel aprecio y amor que sentía hacia su progenitor, se convirtió en odio, desprecio y rencor debido al maltrato e indiferencia que recibía de este. Caso contrario con su mellizo, quién siempre recibió un trato notoriamente positivo por parte de su padre y su madre, aunque esta última no lo reconociera.

Fue así como Frédéric, en búsqueda de aprobación constante y amor —aunque él no lo asimilara, ni mucho menos lo reconociera—, incursionó en el mundo de la música. Era endemoniadamente bueno en lo que hacía, eso no era sujeto de discusión, sin embargo su vocación no había nacido de manera natural. Así pues, el muchacho se fue labrando una carrera llena de éxitos, donde pudo sortear las circunstancias y salir victorioso de episodios perjudiciales, como su pelea y rivalidad con Maxence Fauvel. Por lo tanto, más allá de su posición privilegiada dentro de las altas esferas europeas gracias a su familia y linaje, había crecido estratosféricamente debido a su talento y carrera.

Ahora mismo, el músico disfrutaba de parte de la cosecha que rendían los frutos de su carrera; el amor de su público. Pero también el odio y peligro de enemigos visibles y ocultos que, entre otras cosas, querían perjudicarlo e incluso asesinarle. Fue así que, muy a pesar de estar en contra, se vio obligado a tener varios escoltas para preservar su seguridad. Por lo que un fuerte cordón de seguridad, se hizo presente y comenzó a acordonar el carruaje para intentar contener a la gran multitud de personas que se reunían en las afueras del Hotel Des Arenes. Diferentes gritos y bullicios eran escuchados por los oídos del músico, quién sin borrar de su rostro aquella sonrisa real, aún no asimilaba todo el revuelo que su llegada a tierras parisinas ocasionaba. Estaba maravillado y en cierta medida, también ansioso por todo lo que aquello le generaba.

La puerta del carruaje se abrió, y con ello se adentró un hombre de gran altura, rubio y con un uniforme que intuía el dijonés, se trataría de uno de los guardias que habían sido contratados para salvaguardar su integridad. Pero antes de que pudiera pronunciar palabra alguna, este le tomó apresuradamente del antebrazo y tiró de él. No demoró el muchacho en fruncir el ceño en modo de desaprobación pero para ese momento ya estaba más afuera del carruaje que dentro de este. Dibujó entonces una sonrisa en su rostro, a medida que la bulla se intensificaba y con ello la euforia de los presentes. El pianista observaba todo con atención, mientras el otro tiraba de él ahora de una manera más recatada pero sin detenerse. Cinco guardias más le rodearon mientras hacían su camino hasta la entrada del hotel.

Una vez en el lobby, las puertas se cerraron y algunos guardias se quedaron fuera de ellas para evitar que cualquier persona se adentrara sin autorización. Aún en el rostro del muchacho, estaba aquella expresión de emoción e incredulidad por lo que acababa de ocurrir. Jamás había tenido un recibimiento de esa magnitud. Suspiró hondo y llevó una de sus manos hasta su pecho, aún sin creer lo que ocurría. No obstante, pestañeó un par de veces más rápido y cayó en cuenta de la situación. Ahora en el interior del hotel, todo era más solitario y se encontraban algunos empleados de este, quiénes le daban la bienvenida. A su lado, se encontraba ese guardia que le había tirado con fuerza. Y entre dientes, sin borrar la sonrisa de su rostro, el dijonés acercó su rostro al hombro de este ―. Que sea la última vez en tu vida, que tiras de mí de esa manera. ¿Lo has entendido? ― sentenció, con un tono de voz pasivo-agresivo, mientras dirigía su mirada hacia el gerente del hotel. Se apartó de este y dio un par de pasos adelante, para estrechar la mano del otro.

―Gracias por el recibimiento, no lo esperaba de ninguna manera ― mencionó el pianista, mientras asintió su cabeza levemente. Luego dirigió su mirada hacia el guardia, una vez más ―. Acompáñame hasta mi habitación ― sus palabras fueron acompañadas de un tono de voz ahora más suave. De nuevo, su atención volvió hasta el gerente del hotel, quién le pedía que le siguieran.

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