Quieta, necia- libre

por **Katalina Alonso** Dom Ene 16, 2011 4:56 pm

Colocó bien su gorro. El frió comenzaba entrar en sus entrañas y su ropa no era suficiente caliente como para soportarlo. Odiaba el inverno, la gente salia menos y ello implicaba menos ganancias, al ambiente se tornaba triste y la gente con el , no había ni una sola sonrisa en los otros caminantes solitarios, solo unas horribles ganas de volver al cálido hogar. En donde comerían con opulencia sin necesidad y malgastarían lo que muchos necesitan de verdad. Que irritante es la injusticia visible.

Caminaba tranquila,sin rumbo algunom serían sus pasos quienes le guiasen aquella tarde tardía a su verdadero sino, que escondía una gran sorpresa para la morena. Asumida en sus planes de cospiración llego al puerto. El olora mar la embriago al igual que el más exquisito de los perfumes . Lo amaba y muchas veces había meditado la idea de zarpar en un barco, pero como siempre a las mujeres se le negaba ese placer.

Era un lugar de tristeza y alegría de ilusión y desilusión, solo era necesario oír los sonidos del lugar y ellos te contarían las historias marinas que escondían con recelo. De repente ,un sonido traspaso aquellos susurros misteriosos....una mujer, gritaba. Katalina levantar la vista rápidamente y horrorizada corrió hacia el lugar donde la voz procedía. Al parecer la muchacha tenia la intención firme de acabar con su vida cayendo en el abismo del mar, y nadie parecía impedírselo. Y es cuanto a mayor numero de personas aprecia a ver el lugar mas rápido las responsabilidad se diluía entre ellos.

-Quieta- le gritó minutos después de abalanzarse sobre ella, en el momento justo y exacto.

La supuesta suicida se revolvía entre sus pequeños y delgados brazos golpeando el cuerpo de katalina duramente. Recibió varios golpes el vientre, el desquicio humano daba demasiada fuerzas.

-Suéltame loca, quiero morir...-

Loca, no era ella la que iba a tirar por un puente hace dos segundos. No tenía ni las mas mínima razón de cual había sido la tragedia griega que le había llevado a tal extremo. Debía de ser importante, no todo el mundo se quita la vida todos los días...

-Joder que alguien me ayude- rugió la morena cual leona- quieres estar quieta-A duras penas conseguía mantenerla quieta, necesita ayuda. Además sabia que si la soltaba esta saldría directa como kamikaze al mar.

por **Clémence Montesquieu** Mar Ene 18, 2011 9:45 am

Hacía un frío del demonio, pero tenía curiosidad por el puerto. Era uno de los cuantos lugares que le faltaban por conocer. Todos los puertos tienen sus historias, sus rincones peligrosos y cosas misteriosas que a Clémence le atraían enormemente.

Caminó levantando su vestido, que ese día no era muy elegante, viendo a su alrededor. Marinos, familias despidiéndose, barcos de pesca, entre otras cosas. El lugar era oscuro y húmedo, pero tenía ese toque tétrico que a la chica tanto le gustaba de los puertos. Sus tacones resonaban en el espacio que en algunas partes parecía vacío, sin rastro de gente.

A lo lejos escuchó un murmullo, no... eran varios murmullos. Trotó con cuidado hasta el lugar de donde provenía el sonido y descubrió a una multitud congregada alrededor de algo o alguien. Con sus finos, pero fuertes brazos, se abrió camino entre los curiosos petrificados por la sorpresa. Cuando llegó adelante, pudo ver como una chica tenía entre sus brazos a otra que gritaba y se agitaba como loca. Nadie se movía... vale, ella tampoco era de ayudar a la gente, pero se veía que esa joven estaba mal de la cabeza y que era un peligro para los demás y para ella misma.

Corrió hasta las mujeres y ayudó como pudo. Intentó sujetar a la chica loca con fuerza, mas era casi imposible tenerla quieta. Se le ocurrió una idea que podría funcionar.- No me he presentado, mademoiselle, pero tengo que pedirle que me ayude con una idea.- Dijo Clémence casi rogando para que la chica estuviera de acuerdo.- Ayúdeme a ponerla de pie, porfavor.- Si no funcionaba... uf, no quería ni imaginarlo.

Rol Off: Me tomé la libertad de contestar. Ojalá sea de tu agrado (:

por **Katalina Alonso** Miér Ene 19, 2011 8:02 am

Oh gracias a dios que alguien tenía algo de cabeza en ese pueblo de necios. Una joven hermosa estaba decidiendo acabar con su vida y decir su ultimo a dios , y muchos solo se dedicaban a mirar como si la muerte fuese un espectáculo. Los liberales tenían razón el hombre seguía siendo igual que el mono incluso peor.

Le sonrió como pudo, como una señal de agrado, estaba intentando controlar a esa mujer y suficiente tenía con hacerle estarse quieta como para presentaciones formales educadas,además las aborrecía, lo suyo eran las entradas triunfantes.

No cuestiono lo que la desconocida pensaba hacer con la mujer, pero era su única ayuda y no iba a dejarla ir así que no tuvo mas remedio que obedecer y levantar a la muchacha, que comenzaba a perder fuerzas y susurras por lo bajo, palabras que katalina apenas pudo descifrar, pero le dieron la suficiente información como para saber que , la causa de todo fue un hombre. Lo que le faltaba, después de ésto tendría que darle una larga charla de autoestima y amor propio, pues estaba seguro que ella la necesitaría.

Al fina tras varios intentos la coloco de pie, y es que podría haber tardado menos pero no iba usar la violencia esta vez para conseguir su objetivo.

user: pero como me va importar, muchas gracias por contestar

por **Clémence Montesquieu** Miér Ene 19, 2011 5:24 pm

Clémence no era una chica que se pasara la vida ayudando, pero está situación lo meritaba. Para ella, toda su existencia había sido una basura, pero se había ido a París decidida a cambiar eso, ya que estaba segura de que la vida se haría hermosa cuando encontrara su lugar en ella.
Asumió que la chica suicida, había descubierto que lo era al escuchar los murmullos de los curiosos que no ayudaban en nada, sentía lo mismo que ella. Un desprecio por cada día, pero que no se había propuesto cambiar su vida, aquello la desquiciaba y estaba dispuesta a hacerla entrar en razón.

A pesar de que la chica perdía energías, intentaron varias veces ponerla de pie sin buenos resultados. La muchacha soltaba pequeños y débiles balbuceos que le informaron que la razón de su desdicha no era una mala vida como ella había pensado, sino que se trataba de un hombre.

Por fin habían puesto sobre sus piernas a la chica, que de vez en cuando volvía con los movimientos violetos para soltarse. Era tiempo de aplicar su plan, el único que tenía, y que si no funcionaba las metería en un problema. Contó hasta tres en su cabeza y plantó una cachetada en la mejilla derecha de la joven. El público contestó con un sonoro: "Ouch!", y también se escucharon unos cuantos "Uh!".
Clémence esperó a ver la reacción de la chica. Un segundo, dos segundos, tres, cuatro, cinco... y así hasta veinte. La muchacha la miraba fijamente mientras, muy quietecita, tocaba su mejilla con su mano.- Debo decir, chérie, que usted es difícil de manejar.- Comentó mientras, por su parte, la soltaba.- Muchas gracias por su ayuda.- Agregó hacia la chica que en primer lugar se había detenido a ayudar a la joven.

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