AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Misa de domingo (Silvia Ventus)
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Misa de domingo (Silvia Ventus)
Después de saber lo que hay realmente en mi hogar, con el ser que convivo y en la cual algún día me convertiría había dejado de creer mucho en la existencia de un Dios que cuida y vela por nosotros pero era ya una costumbre acudir a la misa matinal de todos los domingos aunque no pudiera ser acompañada de mi esposo Zarek ya que los rayos solares eras perjudiciales para él.
En la catedral de París, Notre Dame, no daba la misa cualquier cura sino el mismísimo obispo. Los miembros de la realeza como yo gozábamos de privilegios como estar en los asientos delante del altar, el resto como los simples ciudadanos debían gozar de la misa de pie y casi al fondo y aún así no todos tenían la suerte de entrar en la catedral como los mendigos, algo que me parecía ridículo ¿la casa de El Señor no acoge a todos sus hijos? A veces me parecía que la Iglesia era muy corrupta y pensaba tan sólo en sus propios beneficios, bueno, a veces no, más bien era lo que pensaba.
Escuché la misa que formulaban en latín, y dándole vueltas en la cabeza de porque seguía acudiendo ya que empezaba a disgustarme La Iglesia y todo lo que estuviera relacionada con ella. Ese día me prometí que aquella misa sería la última a la que acudiría. Pero debía de reconocer que aquella magnífica catedral atraía a cualquiera que apreciara el arte: sus columnas perfectamente alzadas, las cristaleras con esos colores que llenaban de luz la sala…
Las personas empezaron a salir al exterior pero yo y mi doncella, y algún miembro de la guardia real, nos quedamos para apreciar la catedral con todo detalle, admirándola ya que me acababa de prometer a mí misma que no volvería a acudir a una misa si no era por extrema necesidad como un funeral o una boda.
En la catedral de París, Notre Dame, no daba la misa cualquier cura sino el mismísimo obispo. Los miembros de la realeza como yo gozábamos de privilegios como estar en los asientos delante del altar, el resto como los simples ciudadanos debían gozar de la misa de pie y casi al fondo y aún así no todos tenían la suerte de entrar en la catedral como los mendigos, algo que me parecía ridículo ¿la casa de El Señor no acoge a todos sus hijos? A veces me parecía que la Iglesia era muy corrupta y pensaba tan sólo en sus propios beneficios, bueno, a veces no, más bien era lo que pensaba.
Escuché la misa que formulaban en latín, y dándole vueltas en la cabeza de porque seguía acudiendo ya que empezaba a disgustarme La Iglesia y todo lo que estuviera relacionada con ella. Ese día me prometí que aquella misa sería la última a la que acudiría. Pero debía de reconocer que aquella magnífica catedral atraía a cualquiera que apreciara el arte: sus columnas perfectamente alzadas, las cristaleras con esos colores que llenaban de luz la sala…
Las personas empezaron a salir al exterior pero yo y mi doncella, y algún miembro de la guardia real, nos quedamos para apreciar la catedral con todo detalle, admirándola ya que me acababa de prometer a mí misma que no volvería a acudir a una misa si no era por extrema necesidad como un funeral o una boda.
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Re: Misa de domingo (Silvia Ventus)
Podía estar orgullosa de ser un ave. Al menos los búhos comían carne, y eso la había ayudado a sobrevivir. Sin embargo, a veces añoraba las comidas en casa. Aquellos platos que con tanto mimo preparaba su madre y que tanto le gustaban. Sí… recordar era agradable, sobretodo cuando tenías el estómago casi vacío. Se había dormido en un hueco bajo un árbol, donde había escondido su ropa previamente. Al despertarse, se había sentido con ganas de caminar y se había dirigido a la ciudad. La naturaleza era su hogar, su compañera, su amiga, su hombro para llorar, su apoyo… y también en el lugar el cual siempre tenía como referencia. Por eso, cuando entró en París y escuchó las campanas de la catedral, no pudo sino dejar que sus pasos se guiaran por aquel sonido, quedando frente al hermoso pórtico que se erguía frente a ella. Silvia no recordaba haber visto nada tan bello en su vida. Comenzó a delinear con los ojos el contorno del edificio, mientras las campanas seguían repiqueteando, ahora con mayor fuerza.
Su espíritu de ave quiso manifestarse cuando llegó a lo más alto, a esas dos torres que coronaban el cielo parisino en todo su esplendor y belleza arquitectónica. Silvia sonrió. Debía de ser maravilloso poder sobrevolar semejante maravilla, observando cada detalle con precisión, deteniéndose en cada resquicio que pudiera divisar, y posarse en lo más alto de alguna de aquellas enormes torres que, prácticamente, la llamaban a visitarlas.
De pronto, las campanas cesaron. Estuvo todo en silencio un rato, el que Silvia pasó observando aquella fachada de forma minuciosa y cuidada, como si la estuviera esculpiendo con la mirada. Sus ojos acabaron en la puerta, que justamente se abría en aquel instante y dejaba salir a la gente que se encontraba en su interior. La húngara se vio en un momento rodeada de personas que cruzaban sin apenas detenerse a nada. Ella bajó de la pequeña escalinata, intentando no molestar ni ser molestada. Sí enturbiaba su tranquilidad la multitud. Con lo bien que se encontraba en soledad…
Su espíritu de ave quiso manifestarse cuando llegó a lo más alto, a esas dos torres que coronaban el cielo parisino en todo su esplendor y belleza arquitectónica. Silvia sonrió. Debía de ser maravilloso poder sobrevolar semejante maravilla, observando cada detalle con precisión, deteniéndose en cada resquicio que pudiera divisar, y posarse en lo más alto de alguna de aquellas enormes torres que, prácticamente, la llamaban a visitarlas.
De pronto, las campanas cesaron. Estuvo todo en silencio un rato, el que Silvia pasó observando aquella fachada de forma minuciosa y cuidada, como si la estuviera esculpiendo con la mirada. Sus ojos acabaron en la puerta, que justamente se abría en aquel instante y dejaba salir a la gente que se encontraba en su interior. La húngara se vio en un momento rodeada de personas que cruzaban sin apenas detenerse a nada. Ella bajó de la pequeña escalinata, intentando no molestar ni ser molestada. Sí enturbiaba su tranquilidad la multitud. Con lo bien que se encontraba en soledad…
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Re: Misa de domingo (Silvia Ventus)
Dentro de la catedral todo estaba en silencio, tan sólo resonaba el ruido de mis tacones, casi podía escuchar el latido de mi corazón pero aún así, si se agudizaba el oído se podía oír levemente el barullo de la calle: las carretas de los campesinos que llevaban sus verduras al mercado, el trotar de los caballos... Dentro tan sólo estaba yo, mi doncella y un miembro de la guardia real, los demás estaban fuera vigilando el caro carruaje y que nadie entrara en la catedral mientras yo estuviera dentro. Los guardias se tomaban muy en serio lo de mantener mi seguridad ¿sería cosa de mi marido? No lo sé, tal vez quisieran ganarse como era debido su dinero.
Dentro de la catedral admiraba cada una de las esculturas de los santos que había en pequeñas capillas en los laterales, la de la virgen María llamaba mi atención, parecía incluso real ¿qué parte de su historia sería real? ¿sería todo basado en leyendas y cuentos populares?
Había pedido expresamente no ser molestada por el obispo que parecía como ansioso mostrar a un miembro de la realeza mostrar la catedral pero lo que estaba haciendo era admirar la obra del hombre y despidiéndome de una vez por todas de la religión, la cual tenía dudas de lo que pregonaba.
Llegué hasta una capilla que estaba bastante oscura, la capilla que levantaban en honor al santo San Pedro, me atreví a aventurarme en la oscuridad ya que había oído ruidos y o era inconsciente y estúpida o tan sólo una curiosa para averiguar de qué se trataba. Cuando ya me había internado por completo en la oscuridad se abalanzaron sobre mí una pequeña bandada de palomas, yo había perturbado su tranquilidad. Me protegí con los brazos la cabeza y no pude evitar gritar debido al susto que me llevé, en pocos segundos estaba junto a mí el guardia y mi doncella preguntándome si me encontraba bien -Estoy bien, estoy bien.- contesté mientras colocaba mi cabello.
Respiré profundamente -Volvamos.- ordené con intención de volver a casa tomando la iniciativa con paso firme. El guardia abrió la gran puerta para que pudiera salir y así lo hice seguida de mi doncella. Me dirigía a mi carruaje que me esperaba al final de la escalinata pero me llamo la atención una joven que parecía paralizada al final de esta y me detuve en mi camino observándola.
Dentro de la catedral admiraba cada una de las esculturas de los santos que había en pequeñas capillas en los laterales, la de la virgen María llamaba mi atención, parecía incluso real ¿qué parte de su historia sería real? ¿sería todo basado en leyendas y cuentos populares?
Había pedido expresamente no ser molestada por el obispo que parecía como ansioso mostrar a un miembro de la realeza mostrar la catedral pero lo que estaba haciendo era admirar la obra del hombre y despidiéndome de una vez por todas de la religión, la cual tenía dudas de lo que pregonaba.
Llegué hasta una capilla que estaba bastante oscura, la capilla que levantaban en honor al santo San Pedro, me atreví a aventurarme en la oscuridad ya que había oído ruidos y o era inconsciente y estúpida o tan sólo una curiosa para averiguar de qué se trataba. Cuando ya me había internado por completo en la oscuridad se abalanzaron sobre mí una pequeña bandada de palomas, yo había perturbado su tranquilidad. Me protegí con los brazos la cabeza y no pude evitar gritar debido al susto que me llevé, en pocos segundos estaba junto a mí el guardia y mi doncella preguntándome si me encontraba bien -Estoy bien, estoy bien.- contesté mientras colocaba mi cabello.
Respiré profundamente -Volvamos.- ordené con intención de volver a casa tomando la iniciativa con paso firme. El guardia abrió la gran puerta para que pudiera salir y así lo hice seguida de mi doncella. Me dirigía a mi carruaje que me esperaba al final de la escalinata pero me llamo la atención una joven que parecía paralizada al final de esta y me detuve en mi camino observándola.
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Re: Misa de domingo (Silvia Ventus)
Habría salido volando de no ser porque no podía transformarse delante de tantísima gente. ¡Qué agobio! Señor… nunca mejor dicho. Como pudo, volvió a quedarse sola, sin interferencias de ninguna parte que le impidieran contemplar aquel monumento del que no se cansaba. Todo iba bien hasta que de pronto una bandada de palomas salió volando del campanario y distrajeron su atención. Las miró y las envidió por un segundo, antes de sonreír recordando que pronto estaría como ellas. Bajó la cabeza y entonces vio que otra mujer la estaba mirando. ¿Por qué?
Mantuvo su mirada fija en la dama que parecía acompañada, y no la retiró. Quizá fuese por prepotencia, o quizá fuese sólo que quería decirle a aquella mujer que dejara de observarla de aquel modo. No le gustaba. Se sentía escrutada y no quería sentir eso, de modo que mientras la miraba se colocó el cabello detrás de la oreja. Sus ojos eran neutros, y su mirada limpia.
Finalmente, volvió a colocar por última vez su mirada sobre el edificio. Trató de memorizar cada detalle y volvió a mirar a la mujer, apenas un instante. Luego, se dio la vuelta, dispuesta a volver a su bosque.
Mantuvo su mirada fija en la dama que parecía acompañada, y no la retiró. Quizá fuese por prepotencia, o quizá fuese sólo que quería decirle a aquella mujer que dejara de observarla de aquel modo. No le gustaba. Se sentía escrutada y no quería sentir eso, de modo que mientras la miraba se colocó el cabello detrás de la oreja. Sus ojos eran neutros, y su mirada limpia.
Finalmente, volvió a colocar por última vez su mirada sobre el edificio. Trató de memorizar cada detalle y volvió a mirar a la mujer, apenas un instante. Luego, se dio la vuelta, dispuesta a volver a su bosque.
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Re: Misa de domingo (Silvia Ventus)
La muchacha no podía decir que me mirara de muy buen agrado pero interfería mi camino hacia mi carruaje, al observar su comportamiento ante mí, al parecer no reconocerme como un miembro alto de la realeza, observé por un instante a mi doncella que parecía también confusa. En parte me alegre no ser reconocida y se acercaran a mí enseguida para saludarme acompañado de una reverencia.
Cuando la joven empezó a apartase de donde estaba el guardia fue a acercarse a ella para exigir respeto delante de un miembro de la realeza -Detente. Déjalo así.- le ordené firmemente, el guardia protesto excusando de que no era un comportamiento adecuado -He dicho que lo dejes así.- le recordé con todavía más firmeza, clavando una mirada fija sobre él. Dicho guardia me hizo una reverencia en forma de disculpa y volvió a su posición a mi lado un poco más atrás.
Reanudé el paso hacia mi carruaje una vez que la muchacha se apartó, cogí con mis manos la parte delantera de mi elegante vestido para bajar sin problemas la escalinata de la puerta principal de la catedral.
Cuando la joven empezó a apartase de donde estaba el guardia fue a acercarse a ella para exigir respeto delante de un miembro de la realeza -Detente. Déjalo así.- le ordené firmemente, el guardia protesto excusando de que no era un comportamiento adecuado -He dicho que lo dejes así.- le recordé con todavía más firmeza, clavando una mirada fija sobre él. Dicho guardia me hizo una reverencia en forma de disculpa y volvió a su posición a mi lado un poco más atrás.
Reanudé el paso hacia mi carruaje una vez que la muchacha se apartó, cogí con mis manos la parte delantera de mi elegante vestido para bajar sin problemas la escalinata de la puerta principal de la catedral.
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Re: Misa de domingo (Silvia Ventus)
Sus tripas comenzaba a rugir, y Silvia volvía a las mismas: no tenía dinero. Tuvo que elegir entre transformarse y volar rápido robando cualquier fruta o pescado, o transformarse y volver a al bosque a cazar algo. Meditó mientras avanzaba escuchando murmullo a su espalda, como una reprimenda. Era de día, de modo que debería alejarse para transformarse, más si no quería que nadie supiese su secreto.
Se propuso cruzar el puente para dirigirse al bosque, y a paso rápido, debido a que no quería que la siguieran, logró acercarse a las afueras de la ciudad en poco minutos. Buscó entonces un lugar en el que empezase a haber vegetación y se escondió tras unos arbustos. Optó entonces por su forma de águila, ya que prefería ser un búho por la noche, le iba mejor. Se acicaló el plumaje del pecho y levantó el vuelo, no sin antes esconder su ropa para ir a buscarla más tarde.
Se propuso cruzar el puente para dirigirse al bosque, y a paso rápido, debido a que no quería que la siguieran, logró acercarse a las afueras de la ciudad en poco minutos. Buscó entonces un lugar en el que empezase a haber vegetación y se escondió tras unos arbustos. Optó entonces por su forma de águila, ya que prefería ser un búho por la noche, le iba mejor. Se acicaló el plumaje del pecho y levantó el vuelo, no sin antes esconder su ropa para ir a buscarla más tarde.
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Re: Misa de domingo (Silvia Ventus)
Subí a mi lujoso carruaje con la ayuda de unos de los guardias, la chica ya había desaparecido de nuestro alcance de los ojos. Me acomodé en el cómodo asiendo, mi doncella de sentó a mi lado y uno de los guardias frente a mí mientras que los otros dos iban junto al cochero.
Oí como el látigo quebraba el aire con un sonido seco y el carruaje empezó a avanzar gracias a los cabellos blancos que tiraban de él. Miré por la ventana una última vez aquella magnífica catedral, no la admiraba por ser “la casa del Señor” sino por el impresionante trabajo que llegaba a hacer el hombre con sus manos. Mientras me alejaba recordaba todos los detalles que había visto dentro: la expresión de cada estatua santa, la forma de cada piedra, las coloridas cristaleras, aquellos perfectos arcos que decoraban el interior,…
Cuando ya había desaparecido la catedral de mis ojos me acomodé de nuevo a mi asiento mientras nos dirigíamos de nuevo a nuestra improvisada casa en París. No estaba muy segura de si Zarek llegaría adquirirla como una residencia de verano. Debía reconocer que París era una ciudad maravillosa pero lo que era ahora mi Roma no tenía nada que envidiar aunque el corazón siempre, o al menos en alguna ocasión añora su hogar natal, mi querido Glasgow al que algún día regresaría por vacaciones o por alguna visita tal vez de despedida.
Oí como el látigo quebraba el aire con un sonido seco y el carruaje empezó a avanzar gracias a los cabellos blancos que tiraban de él. Miré por la ventana una última vez aquella magnífica catedral, no la admiraba por ser “la casa del Señor” sino por el impresionante trabajo que llegaba a hacer el hombre con sus manos. Mientras me alejaba recordaba todos los detalles que había visto dentro: la expresión de cada estatua santa, la forma de cada piedra, las coloridas cristaleras, aquellos perfectos arcos que decoraban el interior,…
Cuando ya había desaparecido la catedral de mis ojos me acomodé de nuevo a mi asiento mientras nos dirigíamos de nuevo a nuestra improvisada casa en París. No estaba muy segura de si Zarek llegaría adquirirla como una residencia de verano. Debía reconocer que París era una ciudad maravillosa pero lo que era ahora mi Roma no tenía nada que envidiar aunque el corazón siempre, o al menos en alguna ocasión añora su hogar natal, mi querido Glasgow al que algún día regresaría por vacaciones o por alguna visita tal vez de despedida.
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