AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Pas de Deux [Silvia Ventus]
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Pas de Deux [Silvia Ventus]
Hace mucho tiempo que había dejado el ballet porque le recordaba con tristeza a su madre, sin duda era una mujer bella pero demasiado sumisa y casi invisible. Carmmine casi no tenía recuerdos de ella pues solo cuando pequeña la había visto practicar hasta incansables horas de la madrugada, pero ya cuando adolescente fue testigo de su declive y su debilidad, la que ya no le permitieron seguir practicando, razón por la cual la forzaron a ocupar todo su tiempo en el ballet.
Era buena en ello, pero no era más que un adorno, prefería pasar a escondidas leyendo sobre filosofía a pasar largas horas en puntas practicando frente a un enorme espejo. Pero ahora estaba pasando exactamente lo contrario, había escapado de la lectura en casa, para venir a dar a un viejo teatro abandonado en las afueras de la ciudad.
No era el mejor lugar para practicar, pero era mejor que dejar que la gente se enterase de su pequeño y vergonzoso secreto, pues era mujer de ciencia y filosofía no una frágil y dulce bailarina y no quería que nadie supiera esto último.
Se sentía muy segura en este lugar, estaba sola y no necesitaba nada. Podía recordar cada nota de la sinfonía del lago de los cisnes en perfecto orden, como podría recordar su nombre. La fina malla se le ceñía al cuerpo perfectamente, y aquel impecable negro contrastaba con el pálido color de su piel, pero no importaba nadie la vería así que nadie se extrañaría.
- Ojala tuviese con quien hacer el Pas de Deux – dijo en un suspiro – Pero en fin –
Y continuó practicando frente al sucio espejo, mientras pensaba que podría comprar el lugar y acondicionarlo de una forma más adecuada.
Era buena en ello, pero no era más que un adorno, prefería pasar a escondidas leyendo sobre filosofía a pasar largas horas en puntas practicando frente a un enorme espejo. Pero ahora estaba pasando exactamente lo contrario, había escapado de la lectura en casa, para venir a dar a un viejo teatro abandonado en las afueras de la ciudad.
No era el mejor lugar para practicar, pero era mejor que dejar que la gente se enterase de su pequeño y vergonzoso secreto, pues era mujer de ciencia y filosofía no una frágil y dulce bailarina y no quería que nadie supiera esto último.
Se sentía muy segura en este lugar, estaba sola y no necesitaba nada. Podía recordar cada nota de la sinfonía del lago de los cisnes en perfecto orden, como podría recordar su nombre. La fina malla se le ceñía al cuerpo perfectamente, y aquel impecable negro contrastaba con el pálido color de su piel, pero no importaba nadie la vería así que nadie se extrañaría.
- Ojala tuviese con quien hacer el Pas de Deux – dijo en un suspiro – Pero en fin –
Y continuó practicando frente al sucio espejo, mientras pensaba que podría comprar el lugar y acondicionarlo de una forma más adecuada.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
La noche había vuelto a la ciudad, y con ella las ganas de sobrevolarla. Silvia había pasado el día buscando un lugar cómodo en el que quedarse mientras las horas del brillante sol permanecían con él. Una vez acaecido el crepúsculo sus instintos aviarios afloraron por su piel y ella respondió entregándose a ellos. De pronto, la silueta esbelta de una mujer desapareció para dar paso a la delicada línea de un cisne blanco que se dirigió de inmediato al agua. Allí chapoteó y jugó un rato evadiéndose de los miedos y dudas de cuando acababa de despertar, y más tarde se quedó mirando al horizonte. Entonces sus alas se abrieron y las comenzó a batir como si ya estuviera en pleno vuelo. Sus patitas comenzaron a moverse muy rápidamente sobre el agua y ganó velocidad suficiente. Dio un pequeño salto y ya estaba volando por encima de la superficie del agua.
Fue ganando altura y pronto se encontró con que París y sus alrededores eran muy pequeños vistos desde arriba. No supo por qué, pues en su forma animal poseía menos conciencia que de humana, pero sí percibió el atisbo de que debía dejarse llevar por algo que no logró descifrar, como un código invisible que pasea por el aire y de pronto te señala para que lo intentes descubrir.
Surcó el oscuro cielo observando pequeñas luces como las farolas o el interior de algunos establecimientos y casas en los que todavía quedaba gente despierta, quizá algunos incluso trabajando aún. Ella continuó su curso sin rumbo y terminó perdiéndose en la inmediaciones de la ciudad de las luces, descubriendo siempre cosas nuevas con cada golpe de vista. Aquella noche, por ejemplo, se percató de la presencia de cierto edificio hasta ahora desconocido para la cambiaformas. De inmediato la curiosidad y el temor cogidos de la mano hicieron acto de presencia en su emplumado pecho. Empero descendió paulatinamente conforme se acercaba a esa edificación y pudo comprobar cómo estaba de descuidada. Finalmente se decidió y pegó de nuevo sus patas al suelo, trompeteando ligeramente mientras avanzaba con pequeñitos y rápidos pasos.
Logró llegar hasta una de las puertas, abierta, como si alguien hubiera entrado antes de que ella. Se metió con las pulsaciones a mil y exploró un rato, llena de pavor. Tras andar varios minutos casi a cámara lenta, comenzó a escuchar sonidos que provenían de detrás de una puerta que a ella se le antojó entreabierta. Retrocedió y estuvo a punto de marcharse asustada, pero después vio que una de las paredes estaba formada por un cristal que dejaba ver el interior. Se aproximó sigilosamente como el ave que era y observó en silencio. Exactamente no supo qué hacía aquella mujer moviéndose de aquella forma tan delicada y grácil, pero se quedó algo embelesada ya que sus movimientos le recordaban también a la de una ave y, concretamente, al ave cuya forma tenía ella tomada en ese preciso momento.
Fue ganando altura y pronto se encontró con que París y sus alrededores eran muy pequeños vistos desde arriba. No supo por qué, pues en su forma animal poseía menos conciencia que de humana, pero sí percibió el atisbo de que debía dejarse llevar por algo que no logró descifrar, como un código invisible que pasea por el aire y de pronto te señala para que lo intentes descubrir.
Surcó el oscuro cielo observando pequeñas luces como las farolas o el interior de algunos establecimientos y casas en los que todavía quedaba gente despierta, quizá algunos incluso trabajando aún. Ella continuó su curso sin rumbo y terminó perdiéndose en la inmediaciones de la ciudad de las luces, descubriendo siempre cosas nuevas con cada golpe de vista. Aquella noche, por ejemplo, se percató de la presencia de cierto edificio hasta ahora desconocido para la cambiaformas. De inmediato la curiosidad y el temor cogidos de la mano hicieron acto de presencia en su emplumado pecho. Empero descendió paulatinamente conforme se acercaba a esa edificación y pudo comprobar cómo estaba de descuidada. Finalmente se decidió y pegó de nuevo sus patas al suelo, trompeteando ligeramente mientras avanzaba con pequeñitos y rápidos pasos.
Logró llegar hasta una de las puertas, abierta, como si alguien hubiera entrado antes de que ella. Se metió con las pulsaciones a mil y exploró un rato, llena de pavor. Tras andar varios minutos casi a cámara lenta, comenzó a escuchar sonidos que provenían de detrás de una puerta que a ella se le antojó entreabierta. Retrocedió y estuvo a punto de marcharse asustada, pero después vio que una de las paredes estaba formada por un cristal que dejaba ver el interior. Se aproximó sigilosamente como el ave que era y observó en silencio. Exactamente no supo qué hacía aquella mujer moviéndose de aquella forma tan delicada y grácil, pero se quedó algo embelesada ya que sus movimientos le recordaban también a la de una ave y, concretamente, al ave cuya forma tenía ella tomada en ese preciso momento.
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Se esperaría que tuviese la frente perlada con pequeñas gotitas de sudor, pero no, dada su condición aquello era algo imposible a vez que era una gran ventaja. Su delicado cuerpo se movía con la misma gracia que un cisne, realizaba unos giros en punta dejando que su cuerpo se moviera casi por voluntad propia. Hace mucho que no se dejaba llevar de esa manera, era una especie de catarsis para dejar atrás los problemas y pensar en el siguiente paso que daría en su vida.
En ello estaba cuando comenzó a sentirse observada, no quiso detenerse hasta averiguar a quien pertenecía aquella presencia, pero sintió el leve aroma al agua del lago que tantas veces había visto desde la orilla…
- El espejo – pensó para ella misma – Cómo no me di cuenta de ello antes – se dijo con cierto entusiasmo.
¿Estaba entusiasmada? Si, aunque el sentido común diría que debería enfadarse por estar siendo espiada de forma tan descarada. Pero algo le decía que no era un humano, y ya se había encontrado en París se había encontrado con ciertos seres que solo eran considerados leyendas, al igual que su propia especie, la cuidad había ampliado su mundo, ya no solo los libros y la teoría eran dignos de estudiarse y admirarse, sino que también los fenómenos que se dan en la realidad que parecían guiados por una caótica orquesta que en su conjunto conseguía lograr cierta armonía, ninguna nota estaba fuera de lugar, como si todo estuviese escrito ya en la partitura.
- Uno, dos, tres – pronunció en su lengua natal, el alemán, para dar paso a una intricada pirueta con la que parecía cortar el aire a su alrededor…
De pronto estrepitosamente cayó al suelo, estaba tan concentrada en aquella presencia que la observaba que no se dio cuenta de un pequeño desnivel del suelo, y ahí se quedó, tirada en el piso. Últimamente había tenido varios accidentes provocados por descuidos estúpidos, primero en la biblioteca, luego en el hospital y ahora aquí ¿Se estaba volviendo descuidada o solo era la falta de practica?
En el fondo, no creía que su baile fuera meritorio en ningún sentido, aunque sabía que varias de las grandes bailarinas que había conocido y a las cuales secretamente había admirado eran de su especie ¡Qué decepción! No había nada de meritorio en usar la fuerza y agilidad que les había concedido la inmortalidad, para dedicarse a un arte que por naturaleza debe doler ¿Masoquismo? Probablemente.
Todas aquellas horas que había pasado sufriendo calambres y el agotamiento de la práctica cuando era una niña le enseñaron y marcaron aún más la férrea disciplina de su padre, un hábito muy difícil de dejar atrás. Así que no había nada que admirar ahora, un baile en que no se sentía ni dolor ni agotamiento no era realmente arte.
- No traigas el pasado devuelta – se ordenó a sí misma.
Su gélido cuerpo se encontraba paralizado, desconectado de su mente y de su voluntad ¿Cuánto tiempo ha estado así? Incierto, quizás esperaba que algo ocurriera, una señal, algo que la sacara de su maldito estupor.
En ello estaba cuando comenzó a sentirse observada, no quiso detenerse hasta averiguar a quien pertenecía aquella presencia, pero sintió el leve aroma al agua del lago que tantas veces había visto desde la orilla…
- El espejo – pensó para ella misma – Cómo no me di cuenta de ello antes – se dijo con cierto entusiasmo.
¿Estaba entusiasmada? Si, aunque el sentido común diría que debería enfadarse por estar siendo espiada de forma tan descarada. Pero algo le decía que no era un humano, y ya se había encontrado en París se había encontrado con ciertos seres que solo eran considerados leyendas, al igual que su propia especie, la cuidad había ampliado su mundo, ya no solo los libros y la teoría eran dignos de estudiarse y admirarse, sino que también los fenómenos que se dan en la realidad que parecían guiados por una caótica orquesta que en su conjunto conseguía lograr cierta armonía, ninguna nota estaba fuera de lugar, como si todo estuviese escrito ya en la partitura.
- Uno, dos, tres – pronunció en su lengua natal, el alemán, para dar paso a una intricada pirueta con la que parecía cortar el aire a su alrededor…
De pronto estrepitosamente cayó al suelo, estaba tan concentrada en aquella presencia que la observaba que no se dio cuenta de un pequeño desnivel del suelo, y ahí se quedó, tirada en el piso. Últimamente había tenido varios accidentes provocados por descuidos estúpidos, primero en la biblioteca, luego en el hospital y ahora aquí ¿Se estaba volviendo descuidada o solo era la falta de practica?
En el fondo, no creía que su baile fuera meritorio en ningún sentido, aunque sabía que varias de las grandes bailarinas que había conocido y a las cuales secretamente había admirado eran de su especie ¡Qué decepción! No había nada de meritorio en usar la fuerza y agilidad que les había concedido la inmortalidad, para dedicarse a un arte que por naturaleza debe doler ¿Masoquismo? Probablemente.
Todas aquellas horas que había pasado sufriendo calambres y el agotamiento de la práctica cuando era una niña le enseñaron y marcaron aún más la férrea disciplina de su padre, un hábito muy difícil de dejar atrás. Así que no había nada que admirar ahora, un baile en que no se sentía ni dolor ni agotamiento no era realmente arte.
- No traigas el pasado devuelta – se ordenó a sí misma.
Su gélido cuerpo se encontraba paralizado, desconectado de su mente y de su voluntad ¿Cuánto tiempo ha estado así? Incierto, quizás esperaba que algo ocurriera, una señal, algo que la sacara de su maldito estupor.
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Escondida en su pequeño mundo, alejada de todos los miedos que la azotaban, permanecía quieta en su morada de ave fugitiva; en silencio, embelesada y llena de curiosidad. ¿Qué hacía aquella mujer imitando a uno de los de su especie? ¿O era uno de ellos como ella? Preguntándose esas cosas llegó a avanzar varios pasos de forma inconsciente con la cabeza ladeada en señal de intriga, despacio, como un alma oceánica que existe pero sólo se siente.
Se acercó tanto que incluso ese miedo comenzó a aflorar en su interior haciéndola detenerse en el acto. Pero no apartó la vista de la mujer que se parecía a ella. Incluso llegó a abrir un poco las alas para acompañarla en su danza, como si fuera a levantar el vuelo, y levantó la cabeza, buscando sus ojos.
Así permaneció hasta que una inesperada caída la asustó y la hizo revolotear yéndose hacia atrás, trompeteando más rápido de lo que pensó. Su corazón comenzó a latir deprisa y su pequeño pecho se hinchaba y deshinchaba con rapidez. Dio pasos hacia atrás y hacia adelante, como si tuviera miedo de avanzar pero no quisiera retroceder, confusa, asustada.
Pasaron los segundos y después los minutos, y todo permaneció igual, sin modificación alguna. Los únicos sonidos existentes eran una respiración lejana que Silvia oía y sus propios quejidos de ave afónica por el miedo. Pero su curiosidad se avivó cuando la escuchó hablar. No había entendido bien sus palabras, pero la había oído hablar. ¿Le estaba hablando a ella? ¿La había visto ya? Más y más curiosidad fue creciendo dentro de ella hasta que por fin se acercó de nuevo, sólo unos pasos pequeños, pero pasos al fin y al cabo.
Con lo de trompetear me refiero a esto:
Off: No es gran cosa, lo siento, no me ha salido muy bien U_U
Se acercó tanto que incluso ese miedo comenzó a aflorar en su interior haciéndola detenerse en el acto. Pero no apartó la vista de la mujer que se parecía a ella. Incluso llegó a abrir un poco las alas para acompañarla en su danza, como si fuera a levantar el vuelo, y levantó la cabeza, buscando sus ojos.
Así permaneció hasta que una inesperada caída la asustó y la hizo revolotear yéndose hacia atrás, trompeteando más rápido de lo que pensó. Su corazón comenzó a latir deprisa y su pequeño pecho se hinchaba y deshinchaba con rapidez. Dio pasos hacia atrás y hacia adelante, como si tuviera miedo de avanzar pero no quisiera retroceder, confusa, asustada.
Pasaron los segundos y después los minutos, y todo permaneció igual, sin modificación alguna. Los únicos sonidos existentes eran una respiración lejana que Silvia oía y sus propios quejidos de ave afónica por el miedo. Pero su curiosidad se avivó cuando la escuchó hablar. No había entendido bien sus palabras, pero la había oído hablar. ¿Le estaba hablando a ella? ¿La había visto ya? Más y más curiosidad fue creciendo dentro de ella hasta que por fin se acercó de nuevo, sólo unos pasos pequeños, pero pasos al fin y al cabo.
Con lo de trompetear me refiero a esto:
- Spoiler:
- https://www.youtube.com/watch?v=RzQ7HYp53Ko&feature=related
Off: No es gran cosa, lo siento, no me ha salido muy bien U_U
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Una leve sonrisa escapó de sus labios al oír con certeza de donde provenían aquellos ruidos, donde se encontraba aquel que estaba espiándola. Fue muy buena idea captar su atención tirándose al piso, un punto para ella, un poco de agua tibia para su ego. Se aburrió de esperar que la presencia se acercara a ella, pero ya había notado lo que era, aquel sonido era inconfundible, era un cisne, pero le daba curiosidad averiguar si realmente era un ave o si en realidad era un cambiaformas, así como Louis. Antes de conocerlo jamás se le habría pasado por la cabeza pensar que aquellas leyendas sobre personas que se transformaban en animales fueran más que eso, leyendas para asustar a los niños a la hora de dormir.
- No tienes para que esconderte – dijo en voz alta pero no dirigiéndose exactamente a donde se entraba el ave – Es de mala educación espiar ¿Sabías? Así que si quieres ver, muéstrate –
Quizás había sonado un poco agresiva, pero era cierto, y no quería molestarse en buscarla porque siempre caía la posibilidad de que no fuese más que un simple cisne. La forma en que respondiera a sus palabras daría las luces sobre su verdadera naturaleza.
- Puedo oír tus pasos – dijo levantándose por fin – Incluso el sonido de los latidos de tu corazón, pero no tienes por qué tener miedo –
Eso era realmente cierto, jamás le haría daño a un animal, para ella eran igual que un niño así que los trataba de forma similar. Jamás se rebajó a beber sangre de un animal, sabía que muchos de los suyos lo hacían cuando no les quedaba otra opción, y aunque su consciencia la matara por dentro, preferiría dañar a un asesino humano que a un animal, así que el cisne no tenía nada que temer.
Se limpió las motas de polvo que se le habían impregnado con la caída y poniendo una mano sobre la barra frente al espejo para comenzar a calentar de nuevo. Suspiró antes de soltarse y volver a practicar en puntas, de no ser por la fuerza que su don le otorgaba, no podría haber continuado practicando por tanto tiempo.
- Mi madre estaría orgullosa – pensó mientras se apartaba del pasamanos para seguir con los gráciles giros.
- No tienes para que esconderte – dijo en voz alta pero no dirigiéndose exactamente a donde se entraba el ave – Es de mala educación espiar ¿Sabías? Así que si quieres ver, muéstrate –
Quizás había sonado un poco agresiva, pero era cierto, y no quería molestarse en buscarla porque siempre caía la posibilidad de que no fuese más que un simple cisne. La forma en que respondiera a sus palabras daría las luces sobre su verdadera naturaleza.
- Puedo oír tus pasos – dijo levantándose por fin – Incluso el sonido de los latidos de tu corazón, pero no tienes por qué tener miedo –
Eso era realmente cierto, jamás le haría daño a un animal, para ella eran igual que un niño así que los trataba de forma similar. Jamás se rebajó a beber sangre de un animal, sabía que muchos de los suyos lo hacían cuando no les quedaba otra opción, y aunque su consciencia la matara por dentro, preferiría dañar a un asesino humano que a un animal, así que el cisne no tenía nada que temer.
Se limpió las motas de polvo que se le habían impregnado con la caída y poniendo una mano sobre la barra frente al espejo para comenzar a calentar de nuevo. Suspiró antes de soltarse y volver a practicar en puntas, de no ser por la fuerza que su don le otorgaba, no podría haber continuado practicando por tanto tiempo.
- Mi madre estaría orgullosa – pensó mientras se apartaba del pasamanos para seguir con los gráciles giros.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Mientras su pequeño pero fuerte corazón seguía bombeando su sangre con energía ella seguía escuchando las palabras de una mujer que parecía no atreverse a mirarla a los ojos. Silvia se los buscaba pero ella rehuía. ¿Por qué? ¿Acaso un simple e insulso cisne no era suficiente para aquellas almas solitarias que sólo vivían dejando la vida pasar?
Bajó la cabeza y se dirigió hacia ninguna parte, caminando mirando el suelo de parqué. Silvia lo notó cálido bajo sus pies palmeados a pesar del anochecer. Era madera, cálida de por sí. Lo picoteó distraídamente durante unos segundos y después devolvió la atención a la mujer que giraba elegantemente sobre sí misma embelesándola con sus movimientos. Bailaba. La mujer bailaba y la cambiaformas no hacía sino fijar su vista en ella. Inevitablemente, Silvia veía a otro cisne. ¿Qué estaba bailando? ¿La estaba acaso hechizando de alguna forma inconsciente que su inocente mente no era capaz de detectar?
Procesó sus palabras. ¿Espiar? Si supiera que era ella la que la estaba obligando a mirarla… Esa mujer era la culpable inconfesa de que sus ojos pálidos no pudieran apartar la vista de su dinámico cuerpo. ¿Y mostrarse? Pero si ella estaba delante… ¿O era acaso que sí sabía que no era un cisne normal? ¿Qué iba a hacer? ¿Mostrarse ante una desconocida de la cual seguramente huiría con la primera mirada que ésta le dedicase? Ella había dicho que no debía tener miedo, pero, ¿debía ella fiarse de las mismas palabras que le habían dicho tantas veces y que después habían terminado en viles traiciones a esa promesa?
Se quedó quieta hasta que la vio retornar al pie y entreabrió el pico dejando escapar un poco de aire para calmarse. Al fin y al cabo era una humana atrapada en el cuerpo de un ave, o lo que era lo mismo, una mezcla casi perfecta de irracionalidad animal y de emociones humanas y conscientes. Pero esa mezcla se dividía en dos a la hora de manifestarse. Unas veces ganaba esa irracionalidad. Otras veces ganaban las emociones. Y nunca se sabía qué podía pasar se alzara vencedora una u otra. Y esa noche había parecido obtener la victoria la emoción, ya que la pájara estaba dispuesta a manifestar su curiosidad de la forma menos tímida que conocía.
Cerró los ojos y en breve volvió a ser humana. Levantó la cabeza y dejó que su cabellera negra y lisa resbalara por su cuerpo hasta caer finalmente sobre su cintura, que era su límite de su vida. Tragó un poco de saliva y sintió las piernas flaquear, hecho que afortunadamente ocultó la falda de su simple vestido, azul oscuro con detalles en cuero marrón. Cerró los ojos y respiró profundamente buscando calmarse e intentando ocultar toda la timidez y todo el miedo que ahora en su pecho se agolpaban. Avanzó un paso haciéndolo sonar delicadamente y con las manos juntas en su garganta y un extremadamente pobre hilo de voz se dio a conocer - No estaba espiando… - susurró cual endeble delirio profanado por las sombras de la cordura.
Bajó la cabeza y se dirigió hacia ninguna parte, caminando mirando el suelo de parqué. Silvia lo notó cálido bajo sus pies palmeados a pesar del anochecer. Era madera, cálida de por sí. Lo picoteó distraídamente durante unos segundos y después devolvió la atención a la mujer que giraba elegantemente sobre sí misma embelesándola con sus movimientos. Bailaba. La mujer bailaba y la cambiaformas no hacía sino fijar su vista en ella. Inevitablemente, Silvia veía a otro cisne. ¿Qué estaba bailando? ¿La estaba acaso hechizando de alguna forma inconsciente que su inocente mente no era capaz de detectar?
Procesó sus palabras. ¿Espiar? Si supiera que era ella la que la estaba obligando a mirarla… Esa mujer era la culpable inconfesa de que sus ojos pálidos no pudieran apartar la vista de su dinámico cuerpo. ¿Y mostrarse? Pero si ella estaba delante… ¿O era acaso que sí sabía que no era un cisne normal? ¿Qué iba a hacer? ¿Mostrarse ante una desconocida de la cual seguramente huiría con la primera mirada que ésta le dedicase? Ella había dicho que no debía tener miedo, pero, ¿debía ella fiarse de las mismas palabras que le habían dicho tantas veces y que después habían terminado en viles traiciones a esa promesa?
Se quedó quieta hasta que la vio retornar al pie y entreabrió el pico dejando escapar un poco de aire para calmarse. Al fin y al cabo era una humana atrapada en el cuerpo de un ave, o lo que era lo mismo, una mezcla casi perfecta de irracionalidad animal y de emociones humanas y conscientes. Pero esa mezcla se dividía en dos a la hora de manifestarse. Unas veces ganaba esa irracionalidad. Otras veces ganaban las emociones. Y nunca se sabía qué podía pasar se alzara vencedora una u otra. Y esa noche había parecido obtener la victoria la emoción, ya que la pájara estaba dispuesta a manifestar su curiosidad de la forma menos tímida que conocía.
Cerró los ojos y en breve volvió a ser humana. Levantó la cabeza y dejó que su cabellera negra y lisa resbalara por su cuerpo hasta caer finalmente sobre su cintura, que era su límite de su vida. Tragó un poco de saliva y sintió las piernas flaquear, hecho que afortunadamente ocultó la falda de su simple vestido, azul oscuro con detalles en cuero marrón. Cerró los ojos y respiró profundamente buscando calmarse e intentando ocultar toda la timidez y todo el miedo que ahora en su pecho se agolpaban. Avanzó un paso haciéndolo sonar delicadamente y con las manos juntas en su garganta y un extremadamente pobre hilo de voz se dio a conocer - No estaba espiando… - susurró cual endeble delirio profanado por las sombras de la cordura.
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Finalmente Carmmine obtendría su respuesta, y sin tener siquiera que usar más dote que su propia danza, eso quería decir que pese a las décadas que habían pasado desde que no usaba aquellas frágiles zapatillas de ballet no había perdido el toque de gracia. Recordaba todas aquellas ocasiones cuando era pequeña, en que miraba embelesada a su madre… antes de que su luz se fuese apagando.
No debería pensar en ello ahora que había tenido una pequeña victoria, pero debía ser precavida y no dejar que eso le subiera el ego porque terminaría bajando la guardia, y aun no sabía con certeza las intenciones de aquel ser que al fin le mostraba su verdadera forma. Siguió girando, fingiendo algo de desinterés, mientras se producía aquel truco…
Eins, zwei, drei, giro, el cisne. Un, dos, tres, giro, una joven.
Una sonrisa se le dibujo en los labios al ver que una esbelta joven de mirada gris tomaba el lugar que otrora ocupara el cisne; comenzó a girar a su alrededor mientras sopesaba sus palabras, mientras terminaba de escrudiñar su asustadiza pero altiva bella, sin duda la misma prestancia que la del ave.
- Entiendo – dijo con una sonrisa – Tal vez soy yo la que invade su territorio –
Cuando hubo acabado esa pequeña labor, principalmente examinar si representaba algún peligro para ella, detuvo sus giros quedando frente a ella y haciendo una leve reverencia con la mano derecha detrás de su espalda, tal y como lo hubiese hecho un varón.
- Carmmine Von Misson – dijo levantándose con una sonrisa – Es un placer conocerla, y le ruego me disculpe si la asusté –
Se acercó nuevamente a la barra del espejo, mirándola de reojo mientras esperaba una respuesta, ya que al parecer la había intimidado un poco. Comenzó a arquear su espalda llegando hasta el límite al que una humana normal podría llegar, siempre apoyada por la barra de madera aunque no la necesitara realmente.
Terminado el ejercicio volvió a la posición de puntas, y esta vez sin ningún rodeo se acercó directamente a ella, tendiéndole la mano derecha suavemente, como queriendo invitarla a bailar.
No debería pensar en ello ahora que había tenido una pequeña victoria, pero debía ser precavida y no dejar que eso le subiera el ego porque terminaría bajando la guardia, y aun no sabía con certeza las intenciones de aquel ser que al fin le mostraba su verdadera forma. Siguió girando, fingiendo algo de desinterés, mientras se producía aquel truco…
Eins, zwei, drei, giro, el cisne. Un, dos, tres, giro, una joven.
Una sonrisa se le dibujo en los labios al ver que una esbelta joven de mirada gris tomaba el lugar que otrora ocupara el cisne; comenzó a girar a su alrededor mientras sopesaba sus palabras, mientras terminaba de escrudiñar su asustadiza pero altiva bella, sin duda la misma prestancia que la del ave.
- Entiendo – dijo con una sonrisa – Tal vez soy yo la que invade su territorio –
Cuando hubo acabado esa pequeña labor, principalmente examinar si representaba algún peligro para ella, detuvo sus giros quedando frente a ella y haciendo una leve reverencia con la mano derecha detrás de su espalda, tal y como lo hubiese hecho un varón.
- Carmmine Von Misson – dijo levantándose con una sonrisa – Es un placer conocerla, y le ruego me disculpe si la asusté –
Se acercó nuevamente a la barra del espejo, mirándola de reojo mientras esperaba una respuesta, ya que al parecer la había intimidado un poco. Comenzó a arquear su espalda llegando hasta el límite al que una humana normal podría llegar, siempre apoyada por la barra de madera aunque no la necesitara realmente.
Terminado el ejercicio volvió a la posición de puntas, y esta vez sin ningún rodeo se acercó directamente a ella, tendiéndole la mano derecha suavemente, como queriendo invitarla a bailar.
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Aún después de que las palabras hubieran salido de los labios de Silvia mientras su cálido aliento los acariciaba con una capa de vaho, la mujer misteriosa seguía moviéndose ante los ojos de una fascinada del arte dinámico. Era tan grácil y majestuosa que Silvia no podía quitarle los ojos de encima, ni siquiera cuando quedó frente a ella tras haberle ésta arrancado temblores de miedo del cuerpo con su gesto circular fue capaz de apartar la mirada de su pálida y esbelta figura. Tan blanca estaba que, con esa palidez y ese dinamismo, a Silvia se le antojó por un momento que estaba viendo una muñeca de porcelana. Mientras la miraba a los ojos la cambiaformas se sintió extraña a causa de la mezcla de emociones nuevas que se unían a las demás. Si antes su cuerpo poseía curiosidad y miedo ahora también albergaba ciertas dosis de comodidad, suministradas en pequeñas gotas tanto de confusión, por sus palabras, como de cierta necesidad ahora de saber por qué tenía esa facilidad para aparentar una de las aves más bellas de la Tierra. Incluso su bello nombre era elegante y exigentemente decible con reconocimiento. Carmmine…
El no demasiado largo sendero que nacía en los pálidos ojos del ave y terminaba en los azules de la mujer se vio mancillado en ciertas ocasiones por un parpadeo de asombro a raíz de los gestos de presentación hacia ella, ya que nunca la habían saludado así. Y no era de extrañar habiendo estado viviendo durante casi toda su vida en un valle y más tarde en un bosque solitario. No obstante, no le desagradó. Hizo un gesto raro con la cabeza a modo de negación e intentó decir su propio nombre, pero antes si quiera de pensarlo esa belleza andante ya se había alejado de nuevo, dejando a Silvia asombrada de nuevo. Se dio cuenta entonces de que la doble imagen del espejo intensificaba aún más la dulzura de sus movimientos al poder examinarse y divisarse desde distintas perspectivas; incluso giró un poco la cabeza de forma inconsciente buscando sus pequeños mares.
De pronto sus pensamientos quedaron calmados cuales aguas marinas en verano. Y se detuvo, mientras ella permanecía arqueada, a recordar lo que había visto desde que había entrado, y la conclusión le sirvió para poder adoptar algo de fortaleza frente a la situación: belleza. No habían divisado sus ojos sino belleza movible. Y de nuevo todo volvió a tomar una actitud de cambio ante la rápida acción de su acercamiento. La cambiaformas dio un respingo tras su ofrecimiento de mano y abrió mucho los ojos mientras esas manos en su garganta se aferraban más todavía entre sí.
Quedó completamente desconcertada, no sabía qué significaba. Pero, suponiendo sus intenciones y cavilando el riesgo o el peligro que podía estar presente y sabiéndose conocedora de salidas, y por tanto, de escapatoria, desenlazó sus manos muy poco a poco. Se la quedó mirando unos eternos momentos y finalmente fue dejando descender su temblorosa mano a través del aire. Tragó saliva y por fin un susurro abandonó su pecho - No estoy asustada… - medio mintió. Claro que lo estaba. Pero sus instintos y su curiosidad habían ganado en esa ocasión esa pugna interior, y Silvia se disponía a enviar al frente de batalla sus armas victoriosas. Medio sonrió al tocar su piel fría y cerciorarse de sus suposiciones sobre su humanidad y simplemente esperó a que la invitación de aquel ser de la noche a todavía no sabía qué llegara cargada de promesas del arte.
El no demasiado largo sendero que nacía en los pálidos ojos del ave y terminaba en los azules de la mujer se vio mancillado en ciertas ocasiones por un parpadeo de asombro a raíz de los gestos de presentación hacia ella, ya que nunca la habían saludado así. Y no era de extrañar habiendo estado viviendo durante casi toda su vida en un valle y más tarde en un bosque solitario. No obstante, no le desagradó. Hizo un gesto raro con la cabeza a modo de negación e intentó decir su propio nombre, pero antes si quiera de pensarlo esa belleza andante ya se había alejado de nuevo, dejando a Silvia asombrada de nuevo. Se dio cuenta entonces de que la doble imagen del espejo intensificaba aún más la dulzura de sus movimientos al poder examinarse y divisarse desde distintas perspectivas; incluso giró un poco la cabeza de forma inconsciente buscando sus pequeños mares.
De pronto sus pensamientos quedaron calmados cuales aguas marinas en verano. Y se detuvo, mientras ella permanecía arqueada, a recordar lo que había visto desde que había entrado, y la conclusión le sirvió para poder adoptar algo de fortaleza frente a la situación: belleza. No habían divisado sus ojos sino belleza movible. Y de nuevo todo volvió a tomar una actitud de cambio ante la rápida acción de su acercamiento. La cambiaformas dio un respingo tras su ofrecimiento de mano y abrió mucho los ojos mientras esas manos en su garganta se aferraban más todavía entre sí.
Quedó completamente desconcertada, no sabía qué significaba. Pero, suponiendo sus intenciones y cavilando el riesgo o el peligro que podía estar presente y sabiéndose conocedora de salidas, y por tanto, de escapatoria, desenlazó sus manos muy poco a poco. Se la quedó mirando unos eternos momentos y finalmente fue dejando descender su temblorosa mano a través del aire. Tragó saliva y por fin un susurro abandonó su pecho - No estoy asustada… - medio mintió. Claro que lo estaba. Pero sus instintos y su curiosidad habían ganado en esa ocasión esa pugna interior, y Silvia se disponía a enviar al frente de batalla sus armas victoriosas. Medio sonrió al tocar su piel fría y cerciorarse de sus suposiciones sobre su humanidad y simplemente esperó a que la invitación de aquel ser de la noche a todavía no sabía qué llegara cargada de promesas del arte.
Última edición por Silvia Ventus el Miér Jul 06, 2011 5:06 am, editado 1 vez
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Sin duda la había intimidado un poco, sentía que a cada paso que ella daba y que la acercaba unos centímetros más a ella, la exaltaba. Mientras esperaba que se decidiera a tomar su mano, siguió admirando sus ropas, y terminó por concluir que lo más probable era que ella no viviese en la ciudad, quizás por eso estaba tan asustada de encontrarse con alguien como ella.
No pudo evitar que esas tres entrecortadas palabras le robaran una pequeña sonrisa, estaba tratando ser fuerte, fingiendo que no tenía miedo ¿Cómo iba a engañar a otra actriz? No es que pudiese oler el miedo como bien podrían hacerlo otras de las bestias que habitaban la ciudad, pero si era lo suficientemente inteligente sabría interpretar cada señal corporal, y eso sería más honesto que cualquier palabra, más siendo una mujer.
- Me alegro que no esté asustada – dijo mientras alzaba los brazos en el aire para dar un último giro antes de volver a su posición de reverencia - ¿Cómo se llama? – le preguntó tomando la iniciativa, ya que intuía que su nerviosismo apenas le permitía hablar.
No sabía que podría hacer una joven como ella observándola en un lugar como este, se moría de ganas de preguntarle porque había decidido hacerlo, aunque en el fondo conociese la respuesta. Tampoco sabía que podían hacer ahora, y al parecer no había rechazado su pequeña invitación a bailar… aunque no se le había ocurrido pensar que podría ser que no supiese o no le gustase el ballet.
- Si le molesta que este por aquí, no tengo inconveniente en irme – dijo bajando la mirada y volviendo a una posición normal, con el talón finalmente apoyado en el piso de madera – Pero me encantaría que bailase conmigo –
Dijo mientras levantaba su mano, y con ella la de la joven, para hacerla girar en su eje, pero tuvo que volver a su posición en puntas pues era más alta que Carmmine, y no sería correcto que esa diferencia le hiciera doblar un poco el brazo, quitándole gracia a sus giros.
- Eins, zwei, drei – contó los giros en alemán – Eins, zwei, drei – dijo haciendo girar a la joven hacia el lado contrario, rogando en el fondo para que no se mareara con ello.
Todo esto le recordaba a las ocasiones en que había practicado con su madre, no podía odiarla, aunque no hubiese hecho nada para salvarla de su cautiverio, solo podía recordarla con indiferencia. Era mejor que nada. Pero no dejaría que esos molestos recuerdos se le hicieran presentes como un bache en el camino, así que volvió a forzar una sonrisa en sus labios, una sonrisa perfecta.
No pudo evitar que esas tres entrecortadas palabras le robaran una pequeña sonrisa, estaba tratando ser fuerte, fingiendo que no tenía miedo ¿Cómo iba a engañar a otra actriz? No es que pudiese oler el miedo como bien podrían hacerlo otras de las bestias que habitaban la ciudad, pero si era lo suficientemente inteligente sabría interpretar cada señal corporal, y eso sería más honesto que cualquier palabra, más siendo una mujer.
- Me alegro que no esté asustada – dijo mientras alzaba los brazos en el aire para dar un último giro antes de volver a su posición de reverencia - ¿Cómo se llama? – le preguntó tomando la iniciativa, ya que intuía que su nerviosismo apenas le permitía hablar.
No sabía que podría hacer una joven como ella observándola en un lugar como este, se moría de ganas de preguntarle porque había decidido hacerlo, aunque en el fondo conociese la respuesta. Tampoco sabía que podían hacer ahora, y al parecer no había rechazado su pequeña invitación a bailar… aunque no se le había ocurrido pensar que podría ser que no supiese o no le gustase el ballet.
- Si le molesta que este por aquí, no tengo inconveniente en irme – dijo bajando la mirada y volviendo a una posición normal, con el talón finalmente apoyado en el piso de madera – Pero me encantaría que bailase conmigo –
Dijo mientras levantaba su mano, y con ella la de la joven, para hacerla girar en su eje, pero tuvo que volver a su posición en puntas pues era más alta que Carmmine, y no sería correcto que esa diferencia le hiciera doblar un poco el brazo, quitándole gracia a sus giros.
- Eins, zwei, drei – contó los giros en alemán – Eins, zwei, drei – dijo haciendo girar a la joven hacia el lado contrario, rogando en el fondo para que no se mareara con ello.
Todo esto le recordaba a las ocasiones en que había practicado con su madre, no podía odiarla, aunque no hubiese hecho nada para salvarla de su cautiverio, solo podía recordarla con indiferencia. Era mejor que nada. Pero no dejaría que esos molestos recuerdos se le hicieran presentes como un bache en el camino, así que volvió a forzar una sonrisa en sus labios, una sonrisa perfecta.
Última edición por Carmmine Von Misson el Lun Jul 25, 2011 10:03 pm, editado 1 vez
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Siguiendo con su híbrida posición entre el miedo y la curiosidad comenzó poco a poco a adoptar una actitud que, aunque cargada de temor, empezaba a dar indicios de algo mucho más profundo que el pánico. Se estiró por completo y sus ojos dejaron de estar tan abiertos para pasar a un entrecerrado que delataba aún estigmas de desconfianza por parte del ave. Comenzó a susurrar palabras en su idioma referentes a sus pensamientos, todo de forma inconsciente mientras seguía observando a la inmortal cisne. Con sus ojos la seguía y con su imaginación construía frente a sus pálidos ojos una danza en la que interactuaban las dos, como una especie de coreografía que la cambiaformas deseó desde lo más profundo de su corazón de pronto. Ahora necesitaba moverse, necesitaba hacer lo que hacía ella para poder intentar comprender cómo y porqué se sentía tan atraída hacia los movimientos de aquella mujer.
Por un instante sus ojos dejaron de fijarse en su estilizada figura y súbitamente se clavaron en los azules de la danzarina, y al escuchar su pregunta tartamudeó cuando intentó hablar - S-Si-S-Sil-Silvia… Me llamo Silvia… - confesó en un susurro de tortura que le arrancó un notable sonrojo y un descenso de la mirada hacia el suelo. Pero la volvió a subir, eso sí, lentamente, cuando la invitó a bailar. ¿Era posible que sus pensamientos de bailar podían hacerse realidad por petición de la misma profesional? Y entonces se le escapó furtivamente su primera, aunque efímera, sonrisa. Entonces su rostro mostró una dulce expresión que, aunque ocultaba el temor, delataba su reciente entusiasmo, emoción que se unió a las demás.
Sí… Silvia se comportaría esa noche como un verdadero cisne sin estar prisionera dentro del cuerpo del animal… - B-¿Bailar? Ah, es, este, est, yo… - hablaba pero se trababa, ya que ni su nerviosismo colaboraba manteniéndose dormido ni su entusiasmo ayudaba demasiado manifestándose de forma notable.
Comenzó a recordar entonces pequeños detalles de su niñez. Por sus retinas cruzaron momentáneamente imágenes de cuando una pequeña niña, en los días de viento, abría los brazos y daba vueltas en la pradera, cerca de su casa. Y recordó también algunas palabras de su madre que la animaban a seguir divirtiéndose. También recordó que sus cabellos, tanto los suyos como los de su madre, volaban con el viento y se fundían con él en una danza perfecta en la cual sincronía y armonía iban de la mano con paz.
Pensamientos que cesaron cuando la vampiresa le cogió la mano y la hizo girar sobre sí misma. Entonces las imágenes volvieron y Silvia pudo recordar con más exactitud todavía los movimientos y las sensaciones que la invadían de pequeña. Y aunque dentro del local no corría el aire, la cambiaformas abrió poco a poco el brazo y lentamente alargó la mano para poder mover los dedos y simular así, casi imperceptiblemente, el batir de alas de un ave que surca los cielos como dueña y señora de los mismos. Segundos más tarde, pasó a dejar la mirada perdida en el lúgubre paisaje y se dejó llevar por el dinamismo que gracias a la ayuda de la otra mujer ella estaba realizando. A partir de ese momento ella también se unió al recuento, pero en su idioma natal, el húngaro - Egy, kettő, három - decía al compás del alemán de Carmmine cada vez elevando más el tono de voz a medida que los giros se iban sucediendo y los cambios de sentido se iban turnando.
Ciertos momentos en los que sus miradas se cruzaron, cuando la cambiaformas terminaba un giro completo y sus ojos se encontraban, sintió escalofríos que le recorrieron la espalda de arriba abajo. No, no podía confiar del todo, su temor, su desconfianza se lo impedían. Pero Silvia quería hacerlo, quería averiguar qué era ese sentimiento que se despertaba y florecía en su pecho con cada nuevo pensamiento de poder moverse igual que su casi maestra. Acababa de empezar a moverse y ya estaba segura de que aquello le gustaría. Era un reto, y aunque ella era tímida, también era valiente.
Off: Lamento la demora, espero que valga la pena ^-^
Por un instante sus ojos dejaron de fijarse en su estilizada figura y súbitamente se clavaron en los azules de la danzarina, y al escuchar su pregunta tartamudeó cuando intentó hablar - S-Si-S-Sil-Silvia… Me llamo Silvia… - confesó en un susurro de tortura que le arrancó un notable sonrojo y un descenso de la mirada hacia el suelo. Pero la volvió a subir, eso sí, lentamente, cuando la invitó a bailar. ¿Era posible que sus pensamientos de bailar podían hacerse realidad por petición de la misma profesional? Y entonces se le escapó furtivamente su primera, aunque efímera, sonrisa. Entonces su rostro mostró una dulce expresión que, aunque ocultaba el temor, delataba su reciente entusiasmo, emoción que se unió a las demás.
Sí… Silvia se comportaría esa noche como un verdadero cisne sin estar prisionera dentro del cuerpo del animal… - B-¿Bailar? Ah, es, este, est, yo… - hablaba pero se trababa, ya que ni su nerviosismo colaboraba manteniéndose dormido ni su entusiasmo ayudaba demasiado manifestándose de forma notable.
Comenzó a recordar entonces pequeños detalles de su niñez. Por sus retinas cruzaron momentáneamente imágenes de cuando una pequeña niña, en los días de viento, abría los brazos y daba vueltas en la pradera, cerca de su casa. Y recordó también algunas palabras de su madre que la animaban a seguir divirtiéndose. También recordó que sus cabellos, tanto los suyos como los de su madre, volaban con el viento y se fundían con él en una danza perfecta en la cual sincronía y armonía iban de la mano con paz.
Pensamientos que cesaron cuando la vampiresa le cogió la mano y la hizo girar sobre sí misma. Entonces las imágenes volvieron y Silvia pudo recordar con más exactitud todavía los movimientos y las sensaciones que la invadían de pequeña. Y aunque dentro del local no corría el aire, la cambiaformas abrió poco a poco el brazo y lentamente alargó la mano para poder mover los dedos y simular así, casi imperceptiblemente, el batir de alas de un ave que surca los cielos como dueña y señora de los mismos. Segundos más tarde, pasó a dejar la mirada perdida en el lúgubre paisaje y se dejó llevar por el dinamismo que gracias a la ayuda de la otra mujer ella estaba realizando. A partir de ese momento ella también se unió al recuento, pero en su idioma natal, el húngaro - Egy, kettő, három - decía al compás del alemán de Carmmine cada vez elevando más el tono de voz a medida que los giros se iban sucediendo y los cambios de sentido se iban turnando.
Ciertos momentos en los que sus miradas se cruzaron, cuando la cambiaformas terminaba un giro completo y sus ojos se encontraban, sintió escalofríos que le recorrieron la espalda de arriba abajo. No, no podía confiar del todo, su temor, su desconfianza se lo impedían. Pero Silvia quería hacerlo, quería averiguar qué era ese sentimiento que se despertaba y florecía en su pecho con cada nuevo pensamiento de poder moverse igual que su casi maestra. Acababa de empezar a moverse y ya estaba segura de que aquello le gustaría. Era un reto, y aunque ella era tímida, también era valiente.
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Una tibia sonrisa se esbozó en su rostro al oír como su nombre trastabillaba entre sus labios, saliendo apenas para formar la palabra “Silvia”. Sin duda era el nombre perfecto para ella, rítmico y grácil como el cisne que otrora había tenido su lugar. No pudo evitar tampoco un leve rubor en su mejilla al verla así, tan tímida frente a ella, aunque secretamente esperaba que comenzara a tomarle algo más de confianza. Si iban a bailar juntas no debería tenerle miedo, pues era la confianza la que conectaba los sentidos de las personas, aún más que la técnica, el saber cuándo moverse, cuando atrapar, cuando girar; todas eran cosas que se sentían aun con los ojos cerrados.
De a poco sentía como iba soltando su cuerpo, con cada giro que daba, pero lo que ciertamente le sorprendió fueron esas palabras en un idioma que no podía reconocer exactamente, pues aparte de lo que había aprendido en los libros, Carmmine no sabía tanto de la vida como muchos otros, incluso mortales, que habían tenido el privilegio de ser libres para escoger un destino. El mismo que ella comenzaba a recorrer ahora en París, la ciudad de las luces.
Volvió a sonreír complacida cada vez que esos orbes de un peculiar gris verdoso trataban de encontrarse con su mirada, chocando cada vez que acababa un giro, los que acabaron por volverse algo monótonos pero en el fondo era una rutina segura. Y es que no sabía si un cambio de pasos podría cerrar lo poco que había conseguido abrirse con ella, así que temía por lo que iba a hacer a continuación.
- ¿Qué tal si intentamos algo diferente, Silvia? – preguntó con un suave tono de voz, pero poniendo énfasis en su nombre – Quizás ambas podamos aprender algo –
Y es que el desplante con el que extendió sus brazos durante los giros, daban a entender que algo innato corría por su sangre, algo no que no podía aprenderse en una academia ni con la mejor instructora. Tal vez aquel instinto que el cisne poseía, se mantuviera aletargado en la mente de la joven… Si solo pudiese hacerlo florecer…
Carmmine volvió a girar a su alrededor un par de veces, hasta quedar detrás de ella para luego poner las manos en su cintura, seguramente Silvia se asustaría, así que tuvo que hacer uso de aquella facultad de que otorgaba su naturaleza para calmarla, para hacerle saber que no le haría daño. Y cuando ya estuvo segura de que ella no se exaltaría uso algo de su fuerza para levantarla con delicadeza hasta el máximo que sus brazos le permitían. Era como si quisiese hacerle sentir algo similar a aquello que debía sentir cuando con esas impecables alas surcaba las brisas, aunque claro, tal vez fuese infinitamente más pequeño, pero dejaría el mismo sabor en los labios, o eso esperaba.
De a poco sentía como iba soltando su cuerpo, con cada giro que daba, pero lo que ciertamente le sorprendió fueron esas palabras en un idioma que no podía reconocer exactamente, pues aparte de lo que había aprendido en los libros, Carmmine no sabía tanto de la vida como muchos otros, incluso mortales, que habían tenido el privilegio de ser libres para escoger un destino. El mismo que ella comenzaba a recorrer ahora en París, la ciudad de las luces.
Volvió a sonreír complacida cada vez que esos orbes de un peculiar gris verdoso trataban de encontrarse con su mirada, chocando cada vez que acababa un giro, los que acabaron por volverse algo monótonos pero en el fondo era una rutina segura. Y es que no sabía si un cambio de pasos podría cerrar lo poco que había conseguido abrirse con ella, así que temía por lo que iba a hacer a continuación.
- ¿Qué tal si intentamos algo diferente, Silvia? – preguntó con un suave tono de voz, pero poniendo énfasis en su nombre – Quizás ambas podamos aprender algo –
Y es que el desplante con el que extendió sus brazos durante los giros, daban a entender que algo innato corría por su sangre, algo no que no podía aprenderse en una academia ni con la mejor instructora. Tal vez aquel instinto que el cisne poseía, se mantuviera aletargado en la mente de la joven… Si solo pudiese hacerlo florecer…
Carmmine volvió a girar a su alrededor un par de veces, hasta quedar detrás de ella para luego poner las manos en su cintura, seguramente Silvia se asustaría, así que tuvo que hacer uso de aquella facultad de que otorgaba su naturaleza para calmarla, para hacerle saber que no le haría daño. Y cuando ya estuvo segura de que ella no se exaltaría uso algo de su fuerza para levantarla con delicadeza hasta el máximo que sus brazos le permitían. Era como si quisiese hacerle sentir algo similar a aquello que debía sentir cuando con esas impecables alas surcaba las brisas, aunque claro, tal vez fuese infinitamente más pequeño, pero dejaría el mismo sabor en los labios, o eso esperaba.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Cuántos pensamientos estaban sucediéndose en su cabeza. ¿Cuánto tiempo había pasado desde que había partido del bosque? Quizá no más de media hora y la cambiaformas ya parecía ahora alguien completamente diferente. En la vida la Silvia que se conocía habría actuado con tanta confianza o seguridad, por mucho que se estuviera viendo exteriormente que era tímida. Evidentemente quedaban restos en sus acciones, pero nada comparado a lo que podría haber hecho. Si Silvia no se hubiera sentido atraída, desde el primer instante en el que había notado alguien cerca habría huido despavorida. Es más, ni se hubiera acercado a un lugar que parecía posiblemente habitado, por muy derruido que pareciera desde fuera.
Sin embargo, ahora que ya había probado el sabor de la tentación era difícil resistirse a ella. Tentación apodada curiosidad, por cierto.
Se sentía bien, extrañamente bien; obra de aquel vaivén de giros que no cesaba y que cada vez la embelesaba más. Algo parecido a una droga que adormecía pero que cada vez exigía más para no despertar de ese sueño en el que te sumía. En esos momentos el ave se sintió un poco como en un cuento de hadas, ya que siempre volvía al mismo lugar (mirarse de frente) pero habiendo aprendido algo nuevo, por muy pequeño que fuera. Seguía dando giros en detrimento de su conciencia que aunque era fuerte no era de piedra y tanta vuelta hacía estragos, pero, de nuevo, prefería marearse a dejar de participar en aquello que empezaba a gustarle.
Y de pronto, un cambio. Un movimiento quizá algo distante y que rememoró en su memoria el principio de tal evento. Unas vueltas que volvieron a ponerla nerviosa a pesar de que se sentía relajada de alguna forma. Era como si su cuerpo y su cabeza no obedecieran sus propios pensamientos, como si alguien los controlara. Y, fuese obra de ese control o no, francamente, le daba igual sentirse así. No era de extrañar que si Silvia había sido capaz de superar sus miedos de semejante forma ahora fuera a sentirse de una forma completamente nueva para ella. Ya nada era digo de ser calificado de sorprendente. ¿O sí? Eso estaría por verse…
Al sentir a la vampiresa en su espalda la cambiaformas suspiró y, aunque algo asustada, esperó a que ese cisne, ahora interno, traspasara los límites de su piel y saliera a la luz para extender las alas y volar. Eso quiso después de que la cogieran de la cintura y la elevaran, porque al principio se quedó tiesa como un palo, pero después poco a poco su animal se fue exteriorizando hasta quedar visible en sus movimientos. Había aprendido mientras observaba a la inmortal, poco, pero había aprendido. Primeramente se relajó y después fue extendiendo paulatinamente los brazos hasta tenerlos completamente extendidos. Tras eso, que no le llevó más de un minuto quizá, si llegaba, echó también despacio la cabeza hacia atrás. Entonces se sintió un verdadero cisne de nuevo y sonrió débilmente mostrando su alegría y su sorpresa - Sí… Quiero aprender… Por favor… -
En un primer momento sus palabras referidas a un cambio la habían dejado algo confusa. Pero ahora que veía a lo que se refería ya no lo estaba, al contrario, quería continuar para ver cómo continuaba ese momento en el que ambas se habían encontrado, compartiendo un sentimiento que era provocado por lo que a primera vista parecía un simple animal. No, no señor… Un cisne era mucho más que un animal, y ambas lo sabían muy bien, de primera mano incluso. Un cisne representaba paz, equilibrio, fuerza… Sentimiento.
Movió ligeramente los brazos, como si aleteara, y cerró los ojos imaginándose en pleno vuelto a través de un bosque verde, muy verde, en el que por mucho que se volaba nunca se dejaba de ver el verdor por ninguna parte. Siempre con verdor, siempre con naturaleza… Siempre con vida.
Imaginándose eso liberó una pequeña risa que le arrancó un tremendo sonrojo a causa de sus raíces, pero que no dudó en ignorar. Comenzaba a sentirse como en casa, pero sabía que había algo más detrás de esos acontecimientos, lo intuía. Y como ave que era, no se podía esperar menos de ella que una pugna interna entre miedo y sentido de la aventura - C-Carmmine… - murmuró emitiendo un leve sonido, débil como un alma en pena que acababa de ser lanzada al olvido - Carmmine… Vuela conmigo… Enséñame qué… Qué hay detrás de esta puerta… - pidió refiriéndose a qué se buscaba con aquello.
Porque la cambiaformas sabía qué era bailar, pero no de qué forma ni de qué manera se podía llegar a hacer arte.
Sin embargo, ahora que ya había probado el sabor de la tentación era difícil resistirse a ella. Tentación apodada curiosidad, por cierto.
Se sentía bien, extrañamente bien; obra de aquel vaivén de giros que no cesaba y que cada vez la embelesaba más. Algo parecido a una droga que adormecía pero que cada vez exigía más para no despertar de ese sueño en el que te sumía. En esos momentos el ave se sintió un poco como en un cuento de hadas, ya que siempre volvía al mismo lugar (mirarse de frente) pero habiendo aprendido algo nuevo, por muy pequeño que fuera. Seguía dando giros en detrimento de su conciencia que aunque era fuerte no era de piedra y tanta vuelta hacía estragos, pero, de nuevo, prefería marearse a dejar de participar en aquello que empezaba a gustarle.
Y de pronto, un cambio. Un movimiento quizá algo distante y que rememoró en su memoria el principio de tal evento. Unas vueltas que volvieron a ponerla nerviosa a pesar de que se sentía relajada de alguna forma. Era como si su cuerpo y su cabeza no obedecieran sus propios pensamientos, como si alguien los controlara. Y, fuese obra de ese control o no, francamente, le daba igual sentirse así. No era de extrañar que si Silvia había sido capaz de superar sus miedos de semejante forma ahora fuera a sentirse de una forma completamente nueva para ella. Ya nada era digo de ser calificado de sorprendente. ¿O sí? Eso estaría por verse…
Al sentir a la vampiresa en su espalda la cambiaformas suspiró y, aunque algo asustada, esperó a que ese cisne, ahora interno, traspasara los límites de su piel y saliera a la luz para extender las alas y volar. Eso quiso después de que la cogieran de la cintura y la elevaran, porque al principio se quedó tiesa como un palo, pero después poco a poco su animal se fue exteriorizando hasta quedar visible en sus movimientos. Había aprendido mientras observaba a la inmortal, poco, pero había aprendido. Primeramente se relajó y después fue extendiendo paulatinamente los brazos hasta tenerlos completamente extendidos. Tras eso, que no le llevó más de un minuto quizá, si llegaba, echó también despacio la cabeza hacia atrás. Entonces se sintió un verdadero cisne de nuevo y sonrió débilmente mostrando su alegría y su sorpresa - Sí… Quiero aprender… Por favor… -
En un primer momento sus palabras referidas a un cambio la habían dejado algo confusa. Pero ahora que veía a lo que se refería ya no lo estaba, al contrario, quería continuar para ver cómo continuaba ese momento en el que ambas se habían encontrado, compartiendo un sentimiento que era provocado por lo que a primera vista parecía un simple animal. No, no señor… Un cisne era mucho más que un animal, y ambas lo sabían muy bien, de primera mano incluso. Un cisne representaba paz, equilibrio, fuerza… Sentimiento.
Movió ligeramente los brazos, como si aleteara, y cerró los ojos imaginándose en pleno vuelto a través de un bosque verde, muy verde, en el que por mucho que se volaba nunca se dejaba de ver el verdor por ninguna parte. Siempre con verdor, siempre con naturaleza… Siempre con vida.
Imaginándose eso liberó una pequeña risa que le arrancó un tremendo sonrojo a causa de sus raíces, pero que no dudó en ignorar. Comenzaba a sentirse como en casa, pero sabía que había algo más detrás de esos acontecimientos, lo intuía. Y como ave que era, no se podía esperar menos de ella que una pugna interna entre miedo y sentido de la aventura - C-Carmmine… - murmuró emitiendo un leve sonido, débil como un alma en pena que acababa de ser lanzada al olvido - Carmmine… Vuela conmigo… Enséñame qué… Qué hay detrás de esta puerta… - pidió refiriéndose a qué se buscaba con aquello.
Porque la cambiaformas sabía qué era bailar, pero no de qué forma ni de qué manera se podía llegar a hacer arte.
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Sintió la tensión del cuerpo de Silvia cuando puso las manos en sus caderas, era una reacción que se esperaba, y se hubiese extrañado de no haber sentido dicha tensión, pero poco a poco fue recuperando una soltura más normal, como la que había sentido cuando le estaba ayudando a dar aquellos giros. Eso le hizo soltar un leve suspiro de alivio.
Casi se había olvidado de que aún eran unas completas desconocidas, que aparte de sus nombres no sabían nada más la una de la otra, así que ese nivel de confianza que le demostró al deshacerse de esa tensión, la hizo sobrecogerse un poco. No se consideraba en absoluto una persona muy amigable o simpática, sino que prefería pensar que pasaba desapercibida la mayor parte del tiempo, pero desafortunadamente su físico no la ayudaba mucho en ese cometido, sus ojos refulgentes y su rojiza cabellera sobre todo. ¿Qué era lo que hacía que la cambiaformas se siéntese segura con ella?
No alcanzó a responderse esa pregunta cuando la observó mover los brazos con la misma gracia en que seguramente lo hubiese hecho con su forma animal, una gracia que no podían enseñarte en una academia o un conservatorio. No se había equivocado al pensar que los movimientos le saldrían completamente innatos de su cuerpo. Quiso mirar de reojo el espejo para ver la expresión que su rostro tendría en ese momento, pero acabó por no hacerle falta cuando escuchó su risa brotar sin ningún tapujo ni contemplación. Casi llegó a envidiar la pureza que su alma aun debía de albergar, pureza que tal vez ella nunca llegó a tener, ni siquiera cuando era humana.
Se sonrojó cuando ya escuchó hablar de nuevo, había sin duda mucho que podría enseñarle, pero no serían más que pasos y técnicas, porque lo que el elemento más importante en el ballet ella ya lo tenía, y eran esa pasión y curiosidad que debían nacer de una misma, y no ser melladas por el cansancio o el hastío. Cosa de la que absolutamente nadie tenía certeza de que llegases o no a ocurrir. Pero mientras, debía preocuparse de lo importante. Su cuerpo no tendría la misma resistencia que el de Carmmine, por motivos obvios, pero incluso ella debía realizar ciertos ejercicios antes para evitar molestias, así que se le ocurrió una forma entretenida de hacerlo.
- Para eso tu cuerpo tiene que estar preparado – le susurró mientras la bajaba, hasta que suelo de madera – Sino podrías tener molestias más tarde –
Con uno de sus pies suavemente abrió un poco los suyos, para luego alcanzar el máximo que esa posición les permitía hasta que inclinó su torso sobre el de ella, aquello para que los músculos de sus piernas y espalda no se resintieran luego de que perdiesen el calor. Volvió a levantarla, quedando las dos erguidas y dobló una de sus rodillas, haciendo que por ende, Silvia tuviese que hacer lo mismo, mientras que alejaba el otro pie de su centro. Hasta repetir lo mismo con el otro.
- Deberás decirme si en algún momento te duele ¿Esta bien? – preguntó mientras se separaba de ella para cogerle de la mano y acercarla así aún más al espejo, donde la barra podría ayudarle a mantener el equilibrio en caso de alguna eventualidad – Trata de seguir lo que haga – dijo parándose frente a la barra, aferrándose a ella con ambas manos.
Aquello no tenía nada que ver con los pasos básicos, y tampoco con mucho movimiento. Era para que notase la belleza de las posturas casi estáticas que podrían lograr su cuerpo. No hacía falta que explicase o hablase de más, solo que comenzara a moverse tal y como lo estaba haciendo antes de notar su presencia.
Soltó una de sus manos de la barra y giró su cuerpo, dándole la espalda para que pudiese ver mejor sus movimientos. Alzó una de sus piernas, en un ángulo perfecto, que comenzó a alinearse en línea recta con su cuerpo cuando inclinó su torso hacia atrás, y movía el brazo que aún estaba libre de la misma forma en que Silvia lo había hecho momentos atrás. Era como la figurita de una bailarina que tenía una cajita musical, y que comenzaba a girar en cuando se abría dicha cajita. Las admiraba, pero no podía ser una de ellas porque por su cuerpo ya no recorría el dolor ni el merecido cansancio que debería sentir.
Casi se había olvidado de que aún eran unas completas desconocidas, que aparte de sus nombres no sabían nada más la una de la otra, así que ese nivel de confianza que le demostró al deshacerse de esa tensión, la hizo sobrecogerse un poco. No se consideraba en absoluto una persona muy amigable o simpática, sino que prefería pensar que pasaba desapercibida la mayor parte del tiempo, pero desafortunadamente su físico no la ayudaba mucho en ese cometido, sus ojos refulgentes y su rojiza cabellera sobre todo. ¿Qué era lo que hacía que la cambiaformas se siéntese segura con ella?
No alcanzó a responderse esa pregunta cuando la observó mover los brazos con la misma gracia en que seguramente lo hubiese hecho con su forma animal, una gracia que no podían enseñarte en una academia o un conservatorio. No se había equivocado al pensar que los movimientos le saldrían completamente innatos de su cuerpo. Quiso mirar de reojo el espejo para ver la expresión que su rostro tendría en ese momento, pero acabó por no hacerle falta cuando escuchó su risa brotar sin ningún tapujo ni contemplación. Casi llegó a envidiar la pureza que su alma aun debía de albergar, pureza que tal vez ella nunca llegó a tener, ni siquiera cuando era humana.
Se sonrojó cuando ya escuchó hablar de nuevo, había sin duda mucho que podría enseñarle, pero no serían más que pasos y técnicas, porque lo que el elemento más importante en el ballet ella ya lo tenía, y eran esa pasión y curiosidad que debían nacer de una misma, y no ser melladas por el cansancio o el hastío. Cosa de la que absolutamente nadie tenía certeza de que llegases o no a ocurrir. Pero mientras, debía preocuparse de lo importante. Su cuerpo no tendría la misma resistencia que el de Carmmine, por motivos obvios, pero incluso ella debía realizar ciertos ejercicios antes para evitar molestias, así que se le ocurrió una forma entretenida de hacerlo.
- Para eso tu cuerpo tiene que estar preparado – le susurró mientras la bajaba, hasta que suelo de madera – Sino podrías tener molestias más tarde –
Con uno de sus pies suavemente abrió un poco los suyos, para luego alcanzar el máximo que esa posición les permitía hasta que inclinó su torso sobre el de ella, aquello para que los músculos de sus piernas y espalda no se resintieran luego de que perdiesen el calor. Volvió a levantarla, quedando las dos erguidas y dobló una de sus rodillas, haciendo que por ende, Silvia tuviese que hacer lo mismo, mientras que alejaba el otro pie de su centro. Hasta repetir lo mismo con el otro.
- Deberás decirme si en algún momento te duele ¿Esta bien? – preguntó mientras se separaba de ella para cogerle de la mano y acercarla así aún más al espejo, donde la barra podría ayudarle a mantener el equilibrio en caso de alguna eventualidad – Trata de seguir lo que haga – dijo parándose frente a la barra, aferrándose a ella con ambas manos.
Aquello no tenía nada que ver con los pasos básicos, y tampoco con mucho movimiento. Era para que notase la belleza de las posturas casi estáticas que podrían lograr su cuerpo. No hacía falta que explicase o hablase de más, solo que comenzara a moverse tal y como lo estaba haciendo antes de notar su presencia.
Soltó una de sus manos de la barra y giró su cuerpo, dándole la espalda para que pudiese ver mejor sus movimientos. Alzó una de sus piernas, en un ángulo perfecto, que comenzó a alinearse en línea recta con su cuerpo cuando inclinó su torso hacia atrás, y movía el brazo que aún estaba libre de la misma forma en que Silvia lo había hecho momentos atrás. Era como la figurita de una bailarina que tenía una cajita musical, y que comenzaba a girar en cuando se abría dicha cajita. Las admiraba, pero no podía ser una de ellas porque por su cuerpo ya no recorría el dolor ni el merecido cansancio que debería sentir.
Carmmine Von Misson- Vampiro Clase Alta
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Re: Pas de Deux [Silvia Ventus]
Creía estar soñando mientras su cuerpo descansaba sobre una nube del más puro y suave algodón. Era un sueño hermoso en el que divisaba territorios insospechados desde las alturas, donde un batir de alas significaba mucho más que avanzar en línea recta; significaba crear un mundo dentro de otro mundo en el que ser el único protagonista. En ese mundo propio todo era conforme nacía de la imaginación y buscaba un lugar entre los recovecos de su mente. Era tan real, tan fantástico, tan palpable y tangible… Si tan sólo pudiera haberse quedado así un poco más para alcanzar una vez más el cielo y acariciarlo con sus inmaculadas plumas… Pero no alcanzó la plena altitud ya que una leve tormenta invadió sus sueños y la hizo tambalearse hasta caer y volver al mundo terrenal que habitaba. Una vez en este mundo, comprobó cómo efectivamente descendía de los brazos de aquella enigmática mujer y depositaba nuevamente sus piececitos en el suelo de parqué.
Había vuelto al interior de aquella sala del estudio de ballet. Le parecía increíble todo aquello, la seguía fascinando. Y es que, cuando uno cree, puede ver. Y ella creía desde lo más profundo de su ser que aquella noche, por muy tímida que ella fuera, lograría abrir su diezmado corazón a aquel bellísimo rostro de porcelana. Silvia podía sentir los sentimientos y las emociones, pero aquella magnificencia andante no le transmitía algo concreto. Sí percibía ganas y sueños que quizá estaban rotos, pero sueños al fin y al cabo. Eran otro aliciente más que alimentaba su atracción y su curiosidad.
Frunció levemente el ceño al escucharla hablar. ¿Molestias? ¿Cuánto hacía que no sentía unas molestias dignas de ser molestas de verdad? No era de extrañar que no supiera a qué se refería exactamente si llevaba años viviendo en un bosque y siendo prácticamente un ave en libertad. La cambiaformas no creía que una lindura de semejante envergadura pudiera jugar a dos bandas ofreciéndole un espectáculo tan extremadamente bello como aquel para después provocarle dolor. O bueno, quizá… ¿Quizá era cierto aquello que escuchó una vez, que las cosas bellas pueden ser dolorosas?
A pesar de lo que corría por su mente se propuso confiar en ella, y empezó por dejarse guiar sin sobresaltarse otra vez. Aunque le costó un poco, ya que con aquellos movimientos en sus pies y piernas parpadeó varias veces y se sonrojó por el contacto. Tuvo varios escalofríos que le recorrieron la espina dorsal a todo lo largo de su espalda y al curvarla hacia atrás emitió un par de leves jadeos como consecuencia de la presión en su tórax. Pero verdaderamente se dejó guiar y aquello le gustó después de todo, hecho que se reflejó en su sonrisa que se fue curvando cada vez más hasta que tuvo que separar los labios para emitir una etérea risita que sonrojó nuevamente sus mejillas.
Cuando estuvieron frente al espejo sus pensamientos volaron de nuevo, pero esa vez se quedaron flotando en el aire y ella flotó con ellos, sobretodo cuando comprendió que Carmmine hacía todo eso preocupándose por ella y de su bienestar posterior. Flotó porque se sintió conmovida y tan pequeñita al mismo tiempo… -Sí - contestó firmemente a su pregunta -Pe-Pero no me dolerá… Lo haré lo mejor que pueda, ya verás - continuó con su timidez. Podría parecer que en lugar de una mujer adulta hablara una niña pequeña, pero técnicamente su mente se había quedado atrapada años atrás, cuando presenció tremenda masacre en su hogar y posteriormente se perdió entre las ramas y las hojas del olvido, al borde de la civilización.
Una única expresión salió de su boca cuando la inmortal se dio la vuelta y la dejó encargada de seguirla -Quiero aprender… - confesó en un susurró y sin apenas darse cuenta comenzó a moverse de igual forma que ella, imitándola en todo lo que hacía e intentando hacerlo todo con la mayor soltura posible, que no era poca, no se sabía por qué. Después de incorporarse tras una nueva bajada (pero sin dejar de seguirla) sonrió y cerró los ojos -Si me pierdo… ¿Me encontrarás? - preguntó casi inaudiblemente y con una dulzura impresionante, como hacía años que no lo hacía. Respiró profundamente dejando que el aire llenara de frescor sus pulmones y entonces escuchó cómo pequeños ruiditos provenían desde el techo. Entreabrió los ojos y miró por la ventana, comprobando gratamente cómo las gotas de lluvia empezaban a caer sobre Francia -No me perderé. No te decepcionaré - aseguró sintiendo cómo su cisne interior asomaba por sobre su piel y acariciaba su cuerpo, dándole forma para que pudiera realizar unos movimientos cargados de ensoñaciones y fantasía hecha realidad.
OFF: Lamento de mil formas la demora, espero que haya valido la pena esperar, de verdad >.< Intentaré que no vuelva a ocurrir.
Había vuelto al interior de aquella sala del estudio de ballet. Le parecía increíble todo aquello, la seguía fascinando. Y es que, cuando uno cree, puede ver. Y ella creía desde lo más profundo de su ser que aquella noche, por muy tímida que ella fuera, lograría abrir su diezmado corazón a aquel bellísimo rostro de porcelana. Silvia podía sentir los sentimientos y las emociones, pero aquella magnificencia andante no le transmitía algo concreto. Sí percibía ganas y sueños que quizá estaban rotos, pero sueños al fin y al cabo. Eran otro aliciente más que alimentaba su atracción y su curiosidad.
Frunció levemente el ceño al escucharla hablar. ¿Molestias? ¿Cuánto hacía que no sentía unas molestias dignas de ser molestas de verdad? No era de extrañar que no supiera a qué se refería exactamente si llevaba años viviendo en un bosque y siendo prácticamente un ave en libertad. La cambiaformas no creía que una lindura de semejante envergadura pudiera jugar a dos bandas ofreciéndole un espectáculo tan extremadamente bello como aquel para después provocarle dolor. O bueno, quizá… ¿Quizá era cierto aquello que escuchó una vez, que las cosas bellas pueden ser dolorosas?
A pesar de lo que corría por su mente se propuso confiar en ella, y empezó por dejarse guiar sin sobresaltarse otra vez. Aunque le costó un poco, ya que con aquellos movimientos en sus pies y piernas parpadeó varias veces y se sonrojó por el contacto. Tuvo varios escalofríos que le recorrieron la espina dorsal a todo lo largo de su espalda y al curvarla hacia atrás emitió un par de leves jadeos como consecuencia de la presión en su tórax. Pero verdaderamente se dejó guiar y aquello le gustó después de todo, hecho que se reflejó en su sonrisa que se fue curvando cada vez más hasta que tuvo que separar los labios para emitir una etérea risita que sonrojó nuevamente sus mejillas.
Cuando estuvieron frente al espejo sus pensamientos volaron de nuevo, pero esa vez se quedaron flotando en el aire y ella flotó con ellos, sobretodo cuando comprendió que Carmmine hacía todo eso preocupándose por ella y de su bienestar posterior. Flotó porque se sintió conmovida y tan pequeñita al mismo tiempo… -Sí - contestó firmemente a su pregunta -Pe-Pero no me dolerá… Lo haré lo mejor que pueda, ya verás - continuó con su timidez. Podría parecer que en lugar de una mujer adulta hablara una niña pequeña, pero técnicamente su mente se había quedado atrapada años atrás, cuando presenció tremenda masacre en su hogar y posteriormente se perdió entre las ramas y las hojas del olvido, al borde de la civilización.
Una única expresión salió de su boca cuando la inmortal se dio la vuelta y la dejó encargada de seguirla -Quiero aprender… - confesó en un susurró y sin apenas darse cuenta comenzó a moverse de igual forma que ella, imitándola en todo lo que hacía e intentando hacerlo todo con la mayor soltura posible, que no era poca, no se sabía por qué. Después de incorporarse tras una nueva bajada (pero sin dejar de seguirla) sonrió y cerró los ojos -Si me pierdo… ¿Me encontrarás? - preguntó casi inaudiblemente y con una dulzura impresionante, como hacía años que no lo hacía. Respiró profundamente dejando que el aire llenara de frescor sus pulmones y entonces escuchó cómo pequeños ruiditos provenían desde el techo. Entreabrió los ojos y miró por la ventana, comprobando gratamente cómo las gotas de lluvia empezaban a caer sobre Francia -No me perderé. No te decepcionaré - aseguró sintiendo cómo su cisne interior asomaba por sobre su piel y acariciaba su cuerpo, dándole forma para que pudiera realizar unos movimientos cargados de ensoñaciones y fantasía hecha realidad.
OFF: Lamento de mil formas la demora, espero que haya valido la pena esperar, de verdad >.< Intentaré que no vuelva a ocurrir.
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