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La princesa aunque se vista de arapos... [Dominique & Dimitri] 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Lucien Greymark Mar Ene 25, 2011 2:12 pm

Por fin una noche de absoluta tranquilidad, desde que había vuelto a Paris hace un par de semanas había sido salir de una para meterse en otra. Entre el vampiro que acabo muerto hace un par de días y las reuniones para mantener la haciendo estable no había tenido ni un solo segundo de paz, y sin duda la mejor manera de relajarse después de unas duras jornadas de trabajo era ir con los compañeros a la taberna, beber unas cervezas y, si surgía el caso, jugar unas partidas de dados. Para mí no resultaba extraño salir de esa manera con mis trabajadores, del mismo modo que ellos no se extrañaban porque lo hiciese. Cuando trabajas con un hombre a tu lado, en vez de servirle y nunca verle, acababas por verlo como uno más, un ser humano como tú.

Entramos por la puerta riéndonos de las típicas gracias que solían tener los hombres, y por supuesto no tardamos en ocupar una de las grandes mesas de la sala cerca de donde estaban los reservados. Uno de mis capataces llamo a voz en grito al tabernero y le pidió una ronda de cervezas para todos. La noche prometía ser interesante, sobre todo porque la mayoría de aquellos hombres eran solteros y querían encontrar a una bella mujer con la que pasar su noche libre. Yo no me opondría por supuesto, eran buenos hombres incluso estando borrachos y no obligarían a nadie a hacer nada que no quisieran, así no me sentía preocupado por ello. Las cervezas llegaron enseguida y así comenzó la primera hora de la noche, con más risas, música y partidas de dados entre los distintos comensales.

- ¡¡¡Caballeros!!! – Dijo uno de los que nos acompañaban. – Propongo un brindis… Por nuestro señor de Greymark, porque no puede haber nadie mejor para pagarte una ronda. – Todos estallaron en carcajadas, incluso yo mismo me permití hacerlo. Pocas veces se tenía un momento para reírse de verdad, y evidentemente nadie más de la taberna sabia que ese lord estaba presente, así que por un momento, me gusto pensar que el noble que debía ser a veces se había evaporado.


Última edición por Lucian Greymark el Miér Mar 02, 2011 2:13 am, editado 2 veces
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Mensaje por Lydia Sforza Miér Ene 26, 2011 3:30 pm


---No seas ridículo, llevas una espada en el jubón y el rifle en tu espalda. ¿Cómo tenerle miedo a los bandidos pordioseros de aquí que pelean por un par de centavos? Gastan su dinero en alcohol o mujeres, no en buen armamento--- Respondí, aunque sabía bien que el miedo de mi soldado no era por su persona, sino por su protegida. La excéntrica princesa a la que ayudaba a escapar cada noche. Una cosa era llevarla a algún teatro, a la orquesta, al escondite de un amante incluso!, pero… ¿Por qué esos barrios donde se respiraba pobreza y no era extraño tropezar con el cadáver de algún desdichado? La voz vibrante de mi chofer mientras aguardaba afuera del carruaje delataba todos sus miedos, y yo no hice más que reírme y tomar una de las dagas que había en el carruaje, acomodándomela estratégicamente en la pierna izquierda, siendo oculta bajo mi faldón. Con optimismo Salí del transporte, siendo ayudada por el quien tenía en la punto de sus labios la frase… ¿Y si algo me pasaba?, No era preocupación por mi persona verdaderamente, sino por la idea… ¿Qué pasaría entonces si lo descubrían?

--- Volveré en unas horas. Quédate aquí y deja de llorar--- Respondí con cierta burla, caminando rumbo a mí destino. Era muy distinta la convicción que se tenía cuando decidía el momento de mis salidas, incluso… cuando seguía en la carroza. A la hora de estar caminado sola por esas callejuelas, con la única protección de mi capucha, me entraba una ligera ansiedad y el recuerdo de los vagabundos y el vampiro se repetía constantemente. Quizás la única razón por la que no me devolvía corriendo, era el orgullo.

Me adentre por el camino de siempre y entre a la taberna. Irreconocibles eran los aromas a vulgaridad y vicio de aquel lugar. Esa noche estaba inundada de gente, hombres perdidos que tenían una especie de celebración, bebiendo y cantando a voz a cuello. Arquee la ceja y mi expresión de reproche fue tal… que no dude en acercarme al cantinero, sin embargo no podía atenderme, estaba demasiado ocupado sirviéndoles las tandas de cerveza para todos aquellos varones con complejo de marino.

Me senté en una de las mesas apartadas, esperando a que la quietud volviera en la zona de la barra. De todos modos… aún tenía mucho tiempo, faltaba un tanto para la media noche. Con aire ausente observe los rostros de aquellos marinos, que al parecer la gran mayoría estaban aglomerados en una de las mesas del centro, festejando algo… o a alguien.
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Mensaje por Lucien Greymark Vie Ene 28, 2011 5:06 am

La noche se volvía mas animada por momentos, y como siempre la cerveza corría a raudales garganta abajo. La mayoría de los que estaban allí ya se encontraban medio borrachos, por suerte mi estomago era un tanto más fuerte y no le afectaba el alcohol con tanta rapidez, nunca he sabido si es por mi o por mi condición, en cualquier caso era mejor que alguien mantuviese la cabeza fría el máximo tiempo posible. Me gustaba tenerlos controlados por si acaso, a pesar de que fuesen buenas personas cualquiera podía desmadrarse y meterse en un lio sin que los demás lo notasen hasta que ya fuese demasiado tarde.

- Mirad lo que acaba de entrar… - Dijo uno de los hombres sentados a mi lado sacándome de cualquier distracción. Una mujer acababa de entrar por la puerta, era esbelta y de una generosa melena castaño oscura apenas tapada por la capucha de su abrigo. En cuanto reconocí esos ojos azules casi tire la cerveza al suelo. “Es imposible.” No podía ser de otro modo, sin duda el alcohol ya empezaba a afectarme porque no podía ser verdad que esa mujer fuese quien yo creía, la última vez que la vi era una adolescente sí, pero esa forma de andar y esa expresión con la cabeza levantada, llegando a parecer incluso soberbia a pesar de que solo vestía un traje de lana sencillo era inconfundible. La última vez que la había visto también tenia esa mirada, como escrutándolo todo en una mezcla entre curiosidad y, en algunos aspectos, incluso desdén.

La joven fue a sentarse a una de las mesas del fondo, solo a una ligera distancia de la nuestra, y ya mucha gente la miraba con curiosidad. “Estas llamando demasiado la atención.” El como había llegado aquí me lo podía imaginar, el por qué me temo que tendría que esperar a otro momento porque no pasaron ni treinta segundos hasta que uno de mis hombres quiso levantarse para ir a hacer compañía de, en lo que a él respecta, fuese posiblemente una chica con algún que otro aire. – Creo que ya es hora de hacer las cosas bien caballeros. – Sin pensármelo un segundo le agarre por el hombro, obligándole a sentarse, no podía dejar que se acercase a ella, no por lo menos borracho como estaba, o seguramente esto acabaría en un baño de sangre. – Discúlpame Rand, pero creo que esta la cogeré yo. – Mejor que pensasen que prefería ligármela yo a que supiesen que solo quería alejarlos de ella. En parte era por su bien.

Me levante de la mesa acompañado de más de una sonrisa cómplice, esto tenía que hacerlo muy bien o las cosas podrían complicarse muchísimo. Avance hasta la mesa y, sin esperar invitación, me senté al lado de ella con una cerveza en la mano. – ¿Se supone que esto es discreción por tu parte “princess”? – Así era como los alemanes llamaban a las hijas reales, pues que mejor forma de referirme a la princesa de Francia. – Llevas un vestido muy apropiado pero un anillo que delata un poco tu condición de rica para todo aquel que se fije, por no mencionas que caminas como una noble y que tu perfume es tan sutil que cualquiera que prestase atención vería que es caro. – Mire ligeramente por encima de la capucha de su capa, para ver esos ojos azules que tanto se parecían a los de su madre.


Última edición por Lucian Greymark el Miér Feb 16, 2011 2:15 am, editado 1 vez
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Mensaje por Lydia Sforza Vie Ene 28, 2011 3:52 pm

En la mesa que estaba aún lado de mí un anciano balbuceaba frases y aferraba el cuello de la botella con su mano izquierda, de vez en cuando intentaba levantarse pero caía irremediablemente a la silla de nuevo, presa del delirio. Más que causar lastima provocaba una gran repugnancia. Y luego porque me preguntaban las razones de mi repudio a la prole colectiva. Mas risas, mas chiflidos, la gente parecía no ponerle fin a su festejo pidiendo más licor, buscando alguna cortesana con que pasar la noche. El grupo de tipejos más amplio no dejaba de mirarme, lo cual me produjo cierto fastidio… así que me volví con impaciencia hacia el cantinero que se sorprendió un poco de verme, y con cierto nervioso se apresuró a servirle a los demás. Creo que mi cara delataba el reclamo de que quería estar en mi habitación rentada a la de “ya”.

De reojo note como uno de los chicos del festejo de ponía de pie y caminaba hacia mí. Una figura alta y de brazos fuertes que manifestaba decisión con cada paso que daba, ¿Algún otro vago que se las daba de gala…? El desde no acabo a completarse cuando lo note más cerca, allí en la oscuridad de mi rincón podía notar las gracias naturales y la expresión inquieta de su rostro. Había algo fatalmente natural en ese hombre, algo que me hizo recordar a mí misma arrodillada a los pies de Abelard suplicando por la vida de un noble, o cuando caminaba entre la peste y la muerte rumbo a la fosa común, para comprobar con un alivio hasta morboso como no había ninguna cabeza conocida entre los condenados….

Parpadee confundida cuando me llego con autoridad, deslizando esa voz que me hizo atar el hilo de mis recuerdos y de la figura presente. Era… era…
¿Sinclair lo había logrado?, ¿lo había atrapado y le había hecho ir allí para demostrar que había cumplido con su persecución?, pero no tenía sentido… yo no le había avisado que iría esa noche a la taberna, y Sinclair no estaba por ningún lado.

--- “Para quien preste atención” tú lo has dicho. A estas horas y con estos hombres, solo verán las curvas que les convenga ver--- respondi en voz baja, pero con fimerza y con obstinación, requiriendo de una enorme voluntad para ocultar mi pasmo. El choque de emociones que había colapso en mi interior--- Nadie de los que están aquí conoce, ni conocerán jamás mi rostro, pensara que soy una campesina muy pomposa… con suerte--- me quite el anillo y lo deje en la mesa, frente a el--- Una cortesana algo cara.

Tras su hombro el cantinero me hacia una señal, indicándome que podía irme a la habitación ahora disponible, así que dicho lo cual para el me puse de pie, firme y con el mentón en alto pese a que me sentía tambalear. Le mire con complicidad, y luego le pase de largo caminando hacia las habitaciones traseras.
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Mensaje por Lucien Greymark Sáb Ene 29, 2011 3:26 am

Y yo que pensaba que sería una noche relajada y entretenida. Bueno lo de entretenida estaba siendo eso seguro, pero lo de relajada ya me parecía que sería del todo imposible. Por otro lado no sabía cómo enfocar esto. Una sala llena de gente que de seguro se lanzaría a por la princesa del reino como si fuese una manada de perros hambrientos por el último pedazo de carne, y ella con una tranquilidad como si estuviese paseándose por los jardines reales como si nada, ir con esa actitud era demasiado peligroso, además de un tanto estúpido.

- Te veo muy relajada… ¿Te crees que porque estén borrachos son estúpidos?- Una cosa era que un hombre no supiese distinguir a una cortesana de una noble a primera vista, pero cuando observabas a una mujer que te gustaba el “susto” de su físico, el impacto de ver unas caderas moviéndose pasaba a segundo plano, y te acababas fijando en todo lo demás, hasta acabar en los detalles.- Aunque admito que en esta ocasión las curvas son difíciles de ignorar. – Dije con una sonrisa en plan de broma, había cambiado mucho desde la última vez, no tendría más de quince años por entonces. ¿Decir que era una cortesana? Casi me dieron ganas de reírme a más no poder allí mismo, el día en que Dominique Fontaine pareciese una cortesana a mí se me pondría la piel pálida e iría por ahí chupando sangre a todo lo que se me pusiese delante. - ¿A cuántas cortesanas has visto? Porque desde luego no te pareces a ninguna.

Al ver que se levantaba para marcharse pensé que no me haría ningún caso, nunca lo había echo. Pero mira tú la sorpresa, se encamino hacia una de las habitaciones que había en el piso de arriba de la posada. “Muy lista princesita.” Me levante de la mesa, cogí el anillo que había dejado delante de mí y empecé a seguirla escaleras arriba. Antes de llegar al pie de la misma me vire para ver si alguien nos observaba, y ya lo creo que lo hacían. Mis hombres me miraban con una sonrisa socarrona como si me hubiese llevado el premio más gordo de la noche, de seguro esto se sabría en todas las casas de mis tierras antes de que pasase un día. Subí las escaleras en silencio hasta una habitación que había en el segundo piso, allí ya me estaba esperando. Cerré la puerta con cuidado y me volví hacia ella. – Hola Dominique. ¿Quieres que arrodille o te trato como esa cortesana algo cara?


Última edición por Lucian Greymark el Miér Feb 16, 2011 2:16 am, editado 1 vez
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Mensaje por Lydia Sforza Dom Ene 30, 2011 3:16 pm

Mis manos eran dominadas por un tremor ligero y yo, furiosa con ello, entrelace mis dedos sobre la falda para detenerlo, cuando escuche sus demandas. Ahh… ya, sentía en mi compañía el mismo reproche que el de mi cochero: el miedo de ser asaltada, violada, o incluso asesinada. Como le podría pasara cualquier mujerzuela que vagara por esos lares a tan adversas horas. Hice una mueca, no podía negar ese riesgo en vista que ya me había pasado, en las encantadoras temporadas que no venia sola, sino con mi hermano y guardián Jean. Si casi me habían agredido con el cerca, mas aun era el riesgo sin el… ¿estaba segura acaso de que mi estimado vampiro Dupont volviera a rescatarme?

Entre a la habitación donde la chimenea parecía caldear cual fuego eterno sus llamas humildes… la mesa y las dos sillas vacías me estremecieron, recordando la noche donde Sinclair y yo conspirábamos planes, quien diría que la razón de todos esos planes venia ahora tras de mi, cerrando la puerta. Con la expresión ausente mire la ventana cerrada, empañada de una nieve que no me dejaba ver el exterior y una cama cerca, tendida con sabanas humildes.

Me volví para encararle de frente, 13 años tenía la última vez que le había visto, una niña imberbe… pequeña y arreglada para adaptarse al protocolo. 6 años de distancia, y el seguía igual… Un segundo había bastado para que reconociera su mirar astuto, las marcas de expresión de su rostro lozano, pero mayor.

Mi mano, como dotada de su propia voluntad, se alzo para abofetearlo.

--- “¿Hola Dominique?” ¿Eso es todo lo que puedes decir? --- Le reclame sin gritar, pero con la voz unas notas mas arriba de lo normal---. ¡Después de tu anonimato voluntario, de mantener tu cabeza sobre los hombros y en Paris, y aun así no aparecer! --- Era más fácil volcar todas mis emociones en furia---. No quiero ni que me trates como Princesa ni como una estúpida cortesana, quiero que por una vez en tu vida seas sincero. Creo que después de toda mi humillación, lo merezco.
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Mensaje por Lucien Greymark Mar Feb 01, 2011 4:33 pm

En cuanto la puerta de la habitación se cerro y dije aquellas palabras supe que había metido la pata, cosa que, evidentemente, fue confirmada cuando sin previo aviso me dio un bofetón. No es que me doliese demasiado, en comparación con una herida de espada o de estaca aquello era una simple caricia. No, no era esa clase de dolor el que provocaba… había conocido a Dominique hacía varios años, por entonces solo era una niña con una sed insaciable de curiosidad, una niñita que deseaba explorar fuera de las cuatro paredes de su palacio y vivir aventuras como los grandes héroes de los cuentos. Y me temo que, en parte, aquello había sido culpa mía, resultaba un tanto extraño ser abofeteado por una persona a la que habías cuidado como si fuese tu hermana pequeña.

- Bueno también podría decirte que llevas un vestido muy bonito. Aunque creo que me habrías pegado otra vez… - Cualquiera que conociese a Dominique habría esperado que llamase a su madre para que me colgasen de un árbol. ¿Quién le hablaría así a la princesa de Francia? Pues evidentemente alguien que no teme que la princesa le haga algo, o por lo menos era así cuando era una niña. – En primer lugar mi princess te agradecería que dejases de gritar. Cuando eras pequeña y te sentabas en mis rodillas no me gritabas nunca. – Dije con una sonrisa dirigiéndome hasta la cama y sentándome en ella. No esperaba que fuese cómoda pero al menos era bastante confortable. – Y mucho menos me hubieses gritado en un lugar donde las paredes son tan finas que podría oírte hasta tu queridísima madre.

En cierto que le debía algunas explicaciones, el haber desaparecido para empezar. Cuando había salido de Paris hace apenas seis años me vi envuelto en un problema que casi me lleva a la guillotina, o eso esperaba porque la horca no habría sido muy bienvenida. Mi título no era más que una posesión… “prestada” y algunos de los familiares de la persona que tan amablemente me había dejado su puesto no parecían muy complacidos. - ¿Humillación? Vamos Dominique si quisiese haberte humillado créeme que no habría necesitado desaparecer. Podemos tener una charla tranquila como solíamos hacer antes y saberlo todo, o bien… puedes seguir gritándome y no saber nada. – En cierto modo tenía mis motivos para no haber aparecido por el palacio real, al menos de momento, me daba la impresión de que mi situación fue debida a alguien que no estaba muy contento con que alguien “como yo” estuviese cerca de la corona. Aunque por supuesto eso no tenia por que saberlo ella. Le indique con una mano que por favor se sentase, siempre con esa mirada de cariño que le dirigía siendo niña. - ¿Qué quieres saber?


Última edición por Lucian Greymark el Miér Feb 16, 2011 2:16 am, editado 1 vez
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Mensaje por Lydia Sforza Miér Feb 02, 2011 10:09 am

No hizo amago por detener mi gesto, solo se mostro silencioso y perplejo ahí donde lo había abofeteado. Hasta que soltó uno de sus comentarios tan elocuente y burlón que hacía parecer, pese a su severa mirada y la sonrisa ausente, que las cosas le resultaba un juego. Me paso de largo pidiéndome silencio y educación, mientras se sentaba en la cama mirándome con una nostalgia y una ternura de padre que me causaron repugnancia. Era como si se hubiera quedado con mi imagen de niña incauta y se aferrara a ella.

--- Nadie entra a las habitaciones de este piso, vienen como parte de la renta de esta y abajo esta el barullo de tus amigos, puedo hacer el escandalo que me plazca.

Sin mas me quite mi capucha, dejandola sobre la mesa de la habitacion, dandole la espalda por unos momentos y dandome a mi misma tiempo.

--- ¿Te perdonaron la vida no es así, mi querido asesino? --- pregunte ahora si en un tono más bajo pero igual de satírico y frio que no dejaba ningún espacio de duda al reproche, girándome para encaminarme a la cama---. ¿Crees que lo hicieron por tu linda cara? Fui yo la que suplico a Abelard por tu vida. A eso le llamo humillarse --- Mi mirada se torno un poco mas afilada y sin resistirme al consuelo y al júbilo secreto de su presencia ahí con vida, me detuve autoritaria a unos pasos, pese a sus gestos que me invitaba a postrarme a su lado---. Para entonces a mi me negaron la petición y me encerraron en el castillo en el día de la decapitación… estas con vida, algo paso… el cómo paso y él porque yo no sabía absolutamente nada, tú me los vas a explicar --- volví a demandar.

No iba a explicar tampoco, mi búsqueda por sus restos… o mis pactos con Xinclair para que le buscara. De ser posible jamás le iba a reconocer cuanto me había dolido su muerte y cuanto me había negado a reconocerla.

--- Debiste quedarte lejos de Paris si lo que querías era olvidarte de todo cuanto te ato a este lugar, Inglaterra me parecía un lugar más pintoresco y aventurero a través de tus cartas.
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Mensaje por Lucien Greymark Sáb Feb 05, 2011 3:47 am

Levante una ceja ante aquella información. ¿Es que había estado aquí antes? Por dios si era una niña… bueno de acuerdo no era la niña de trece años que había conocido pero, supongo que en cierta medida, esperaba que siguiese siendo aquella jovencita demasiado exigente como para ser tan pequeña. Se decía que las mujeres maduraban muchísimo antes de lo que era capaz de hacer cualquier hombre, y desde luego en esta ocasión era más que evidente. Se alzaba en mitad de la habitación como si ya estuviese preparada para ser reina, imponente y hermosa como las leyendas de la antigüedad y no pude evitar sentir un ramalazo de orgullo, orgullo por ver que aquella niña que me pedía historias se hubiese vuelto una mujer adulta e independiente de lo que había en las cuatro paredes de su palacio. Algo imprudente sí, pero igualmente era impresionante.

- Me alegra ver que tienes un conocimiento tan extenso. Debería empezar a preocuparme… si me matas aquí nadie me oirá. Que problema el mio… - Dije con una sonrisa en plan de broma, en ningún momento pensé que fuese a hacerme algo, no solo por que intentarlo sería del todo imposible para ella sino porque, a pesar de que estaba enfadada, había ciertos sentimientos que no era capaz de ocultar tan bien como ella creía. Mi olfato no solo detectaba perfumes y aromas propios, sino que también exilian sutiles cambios en los efluvios dependiendo del estado de ánimo. Nunca había entendido exactamente cómo era posible ni cómo funcionaba, pero eso sí, resultaba bastante útil. El olor que despedía de ella era, en cierto modo, de alivio, alivio por verme y por que siguiese vivo, o al menos eso es lo que me agradaba pensar.

- Eso ha sido muy cruel por tu parte Dominique… - El oír como me llamaba asesino era precisamente algo que no me agradaba demasiado, era evidente que estaba enfadada conmigo y me hubiese gustado evitar eso, pero me da que por mucho que dijese no iba a estar lo suficientemente dotado de excusas para que el enfado se terminase de disipar. – Es cierto… me soltaron. – Menuda sorpresa la mía. Viajo a Londres por primera vez en un años para poder estar a tiempo para el cumpleaños de Alyssa, y lo primero que me encuentro es a un pelotón de la guardia de la reina para arrestarme por suplantar a un noble y matarle en el proceso. No es que me sintiese orgulloso de aquello, por lo menos de la parte de suplantar claro, pero aquel mentecato se lo merecía con creces. El y su familia llevaban generaciones gobernado aquellas tierras, sometiéndolas a la hambruna, dejando a los campesinos más humildes a merced de mercenarios y la mayor escoria del país. Cuando le pedí educadamente que atendiese a su gente su única pretensión fue enviarme a la horca por insubordinación. Si… se merecía lo que le paso. – No sabía nada de tu intervención, ni tampoco de la de tu padre. Esperaba que hubiesen visto la luz de los hechos, pero mucho me temo que eso era más de lo que se podía pedir de los humanos. – Decían que mi especie eran bestias, pero en realidad es que los humanos no se miraban al espejo, cometían atrocidades por codicia, por placer incluso. Al menos nosotros teníamos como excusa algo tan natural como el instinto. – Lo siento si tuviste que verte mezclada en esto. Y lo siento también por que tuvieses que suplicarle a tu padre para que intercediese por mí. Se cuanto debió de costarte.

Esto era lo problemático, quería una explicación de lo que había ocurrido. ¿Qué debía hacer? No podía decirle lo que era, eso solo significaría que la que quisiera llevarme a la guillotina fuese ella misma en persona. Sin embargo, una cosa sí que era verdad: le debía una explicación, aunque no fuese del todo completa. – Esta bien… te lo contare, pero por favor deja de estar ahí de pie como un juez a punto de dictar sentencia, si te sientas y me dejas hablar, tendrás las respuestas que me pides. – En cuanto soltó ese último comentario un tanto borde toco una fibra que era mejor que no tocase. Mis ojos verdes la miraron con rudeza, la misma con la que un padre miraría a su hija desobediente. – Mucho cuidado Dominique. Serás la princesa pero si tengo que darte un par de azotes como a una niña que ha robado tarta de la cocina lo hare sin pensármelo dos veces.- Siempre había creído que, ante todo, debíamos enseñar que todo ser vivo tenía derecho al respeto y a la dignidad, y que ningún hombre, mujer, esclavo o rey estaba por encima de esa ley.


Última edición por Lucian Greymark el Miér Feb 16, 2011 2:16 am, editado 2 veces
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Mensaje por Lydia Sforza Lun Feb 07, 2011 5:16 pm

Era toda una visión ahí donde estaba sentado, con el mentón en alto y el poderío para mantener sus ojos imponentes sobre los míos, propio de un caballero autentico... así como también el abandono de sus hombros relajados, la sonrisa fácil, sus ademanes espontáneos. Dios… nada había cambiado, ni su aspecto, ni su temperamento. Era como uno de los personajes de las buenas novelas: de voluntades elaboradas y rebuscadas, fascinantes y totalmente intemporales.

--- ¿Haber visto la luz de los hechos?--- repite alzando ambas cejas en gesto perplejo---. ¿Eso significa que eres inocente?, ¿Qué no asesinaste a nadie? ---. La posibilidad de aquello me pareció tan lejana, tan falsa, que Lucían tenia todo el derecho de sentirse ofendido y decepcionado… en ninguno momento, ni siquiera cuando rogué por su vida, había dudado de su culpabilidad. Lo único que sabía es que no “debía” morir, que perderlo no era una posibilidad valida, por más monstruo que fuera…

Y fue el mismo quien llego al meollo siniestro de este asunto con su comentario “era más de lo que se podía pedir de los humanos”, claro… el susurro de su ultima carta dio un vuelco en mi pecho. Aquella confesión a medias acerca de una nueva naturaleza que sobrepasaba todo los misterios humanos. Una existencia que era la confirmación a todo lo sublime y siniestro. “No soy humano, ya no” me había dicho entre las confesiones de su conversión y su despedida. Me había burlado de el, casi ridiculizado en la respuesta que le envie al ultimo destino que de el supe. Sin embargo a medida que ninguna carta volvió a llegar, con la aparición de los vampiros en mi vida… aquella carta y todo en el comenzó a cobrar sentido, contaminando los recuerdos inocentes que mantenía hacia Lucían.

Me quite los guantes largos en gesto ausente, dejándolos caer en la mesa. No respondí cuando me pidió que tomara asiento y por increíble que pareciera tampoco me ofendió u altero su amenaza. Y eso era sorpresivo, nadie, ni siquiera el mismo rey era capaz de hablarme en ese tono.

Camine rumbo a la cama algo pensativa, deteniéndome frente a el y posando mis manos sobre sus hombros… las yemas de mis dedos ascendieron con calma por la piel de su cuello hasta sus mejillas. Mis manos eran frías en contraste con su piel cálida, suave y natural. Completamente humana.

--- Si gustas, dentro de esta habitación nos olvidamos de los títulos o de los nombres, pero apenas de un pie afuera volveré a ser tu princesa, y me deberás de tratar como tal a menos que quieras reflejarte en el filo de la cuchilla --- advertí en un tono frio, mucho mas calmado y educado de todos los que había manejado con el esa noche---. Pero eso no te intimida, ¿Verdad?, esos castigos para los humanos ordinarios… un ejercito mortal… ¿Qué pueden significar para un autentico hombre lobo?
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Mensaje por Lucien Greymark Mar Feb 08, 2011 4:56 pm

Decir que era una persona inocente sería lo mismo que decir que el sol no salía por la mañana, es decir, negar lo obvio. ¿Qué si había matado? Claro que si, evidentemente no siempre por necesidad como en esta última ocasión pero nunca mate a nadie que no se lo mereciese. “Si descontamos aquella ocasión claro…” Solo una vez había matado sin pretenderlo y no solo a alguien que no se lo merecía, sino a la persona que más me había importado en mi vida. En cualquier caso eso ahora era lo de menos, Dominique no quería que me defendiese o que le justificase cosas, simplemente esperaba la verdad, y no se la negaría. – Sí que mate. ¿Es eso lo que querías oír? – A pesar de acabar de confesar algo que podía llevarme a la horca no me altere, seguí con los brazos cruzados en la misma postura y sin preocuparme por lo que pasase. – No te negare que me disgusta el tener que haberlo hecho, pero no tenía más remedio.

Cuando me llego la noticia de que los parientes del noble al que tan diligentemente había suplantado aparecieron, queriendo quedarse con todo solo para arrasarlo y dejar a todas las familias que vivían allí a disposición de los chacales ricos del país, supe que no tenía elección, no solo por mí, sino por todos en general. Aquellas gentes no se merecían sufrir porque sus “amos” fuesen unos pedantes ignorantes sin pizca de cerebro. – No espero que me perdones… ya sé que tengo reservado el infierno. Solo es cuestión de tiempo. – Me alce de hombros, no es que me agradase la idea de morir, no ahora desde luego, pero admito que durante mis años de vida desee acabar con mi vida más de una vez. Su expresión sin embargo… era distinta ahora. Desde el principio había estado criticona y bastante arrogante, pero ahora parecía pensativa, como si por fin entendiese ciertas cosas, y solo se me venía una cosa a la cabeza: recordaba la carta.

Desde que la conocí siempre quiso ver mundo, tener algo con lo que mirar el exterior, y aunque sabía que no debía mantener un contacto prolongado con ella, no pude evitar seguir escribiéndole. Cuando me arrestaron, y pensaba que estaba a punto de morir, quise contárselo todo, decirle porque era como era y que me había pasado. Debí de suponer que eso solo aumentaría su curiosidad. En cuanto se acerco a mí y me toco de aquella manera, que resultaba cálida y al mismo tiempo completamente indiferente por su forma de hablar, supe que ciertamente me estaba… advirtiendo. La reina que había en ella seguía saliendo de vez en cuando. – Ten cuidado con lo que propones Dominique, si aquí dentro no vas a ser la princesa, bueno… las cosas serian diferentes. – Tome una de sus manos posadas en mi mejilla y la alce para besarla como había echo cuando la conocí, siendo solo una niña.

Ahora bien el momento de tensión paso de largo cuando dijo su último comentario, que más que intimidar o preocupar me hizo reír muchísimo. – No pareces sorprendida por que afirme algo así… ¿No te doy miedo? – Mis ojos se tornaron ligeramente más brillantes en la habitación escasamente iluminada, y los colmillos de la bestia asomaron ligeramente bajo mis labios, solo fue un segundo pero tiempo suficiente para que lo viese con sus propios ojos, parecía muy convencida de que no iba a matarla allí mismo. – No te equivoques, puedo ser un licántropo, pero no por ello soy invencible, ni inmortal. Mas viejo… si, pero no eternamente.


Última edición por Lucian Greymark el Miér Feb 16, 2011 2:17 am, editado 1 vez
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Mensaje por Lydia Sforza Miér Feb 09, 2011 2:41 am

--- Un verdugo con corazón. Eso suena muy romántico --- Atine a bromear, aunque no sonreí.

Inflexible acepte su confesión, recibiéndola con una inusitada satisfacción que habría erizado hasta al hombre mas siniestro. No sabia si Lucían comprendiera de verdad y tampoco me iba a tomar la molestia de explicárselo pero mi mundo… un mundo donde sus pilares son la estrategia y el poder, no ibas a encontrar detalles como el que le había obligado a entregarme. En mundos como Versalles, hay soberbia, hay libertinaje, hay degradación maquillada, hay gente con mascaras y sonrisas congeladas. Hay mentira, hay traición, muchas veces incluso hay dolor. La verdad, por nimia o fuerte que sea su trascendencia… había sido desacreditada totalmente. No podemos ser sinceros con aquellos que queremos incitar o manipular, es sencillamente una estrategia de juego absurda. Tampoco podemos ser quienes somos realmente cuando queremos alejar a los otros de nuestras jugadas, o simplemente cuando tenemos la obligación de mantener una vida social como debe tenerla alguien con titulo real.

Yo estaba acostumbrada a esta perpetua fiesta de mascaras que era la vida, y había creado una mascara tan elaborada en mi misma que había aprendido a percibir con una precisión grotesca los antifaces de los demás. Sabia que la mitad de Versalles fingía sonrisas con tal de mostrarles mi agrado, sabia también que mi madre, Geraldine, mentía en sus proclamaciones de estabilidad y felicidad, también lo hacia mi hermano aseverando su buena conducta, también mentía Armand acerca de su naturaleza humana y por supuesto… también había mentido Lucían. No en todo, pero lo había hecho.

El hecho de estar siendo franco conmigo ahora no lo perdonaba de todo, pero si creaba nuevas estimas y gratitudes que mi austero semblante no iba evidenciar. La verdad, la confianza que suelen entregarte algunos… creaba placeres muy humildes. Tan sutiles y esporádicos que sabían como un vino añejo.

--- Todos caeremos ahí. Más tarde o más temprano ---asevere viendo como tomaba mi mano y la besaba con la candidez de un caballero a una niña---. ¿Por qué serian diferentes? --- pregunte con la misma moderación incisiva de Abelard, sin apartarme de la caricia de los dedos de Lucían. Era muy diferente y muy ordinario a lo que había esperado, la piel de Armand siempre fría y suave como la seda lograba erizarme hasta ponerme en alerta, los delataba. En cambio la de Lucían…

Tomada por sorpresa, mis uñas se crisparon y se clavaron en sus manos cuando me mostro el destello de sus caninos. Sin embargo no retrocedí ni un paso, el misterio desvelado me atraía como dulce miel a una abeja.

--- ¿Miedo? Te has perdido de mucho, me he topado con situaciones peores --- adjudique con cierta indiferencia, aunque si… por primera vez en toda la noche le di libertad a mis labios de curvearse muy sutilmente en una sonrisa efímera, rociada en ironía---. Así que no eres eterno…
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Mensaje por Lucien Greymark Vie Feb 11, 2011 4:05 pm

- No es precisamente el romanticismo lo que rige mi vida. Creo que eso ya te lo habrás imaginado. – Una cosa sí que tenía que admitir: se había vuelto más fuerte, y más peligrosa. La niña que tenía en mi memoria se habría escandalizado, habría huido. Uno de mis mayores errores de hoy en día era pensar que, por el simple hecho de que yo no envejecía, o mejor dicho envejecía mas lentamente que cualquier humano, me olvidaba de que los demás si se hacían mayores, maduraban y aprendía a base de experiencia que las cosas no eran tan simples como cuando éramos pequeños. – No me arrepiento de haberle matado, y lo volvería a hacer si tuviese otra oportunidad. – Alce los hombros con indiferencia, aquel hombre no era un hombre, solo una simple rata que se merecía muchísimo más de lo que yo había hecho con él. Si era capaz de soportar una muerte como una adulta, también sería capaz de encajar la verdad.

La corte era un nido, un nido profundo, lleno de reconvengos donde las víboras se escondían a la menos oportunidad de poder hincarte los dientes y convertirte en una de sus marionetas, esa precisamente era una de las razones por las que nunca iba allí si no era absolutamente necesario. – Has crecido Dominique, y desde luego te has vuelto toda una princesa, pero recuerda siempre, que en mi caso, no tienes por qué comportarte con etiqueta y falsedad. Siempre te diré la verdad, del mismo modo espero que hagas lo mismo. – No me habia acercado a ella hace años porque pensase que me sería útil tener a la joven princesa de mi parte, sino porque era un niñita que me había cautivado y me había echo sonreír. Por nada del mundo, perdería a aquella niña, por muy mayor que se hiciese, por muy cuerpo de mujer que tuviese, siempre haría lo imposible por conservar esa mirada que tenía cuando era pequeña.

- ¡Ja! Si hasta has aprendido lo que es el cinismo y todo. Me siento orgulloso. – Comente con cierto tono de sarcasmo, esa era una faceta que si me gustaba de la versión adulta. El cinismo te daba una visión más realista, no fatalista, sino que te permitía ver las cosas como eran, no como te gustaría que fuesen. – Dejémoslo en que lo seria, no quiero que pienses en cosas que no son posibles. – Dije guardando los dientes y sonriendo con tranquilidad mientras apartaba un mecho de pelo negro de la cara. Jamás le haría daño, no mientras pudiese evitarlo. – ¿En serio? - Dije levantando una ceja cuando hablo de situaciones peores. La verdad no creo que se hubiese dado cuenta, pero quien sabe, a lo mejor me sorprendía. – ¿Lo dices por los vampiros? – Y sí, lo había dicho en plural. – Hace mucho que se que hay varios en la corte francesa, aunque evidentemente controlarlos a todos es… complicado.

¿Era una buena idea hablarle de esto? Bueno no es que los licántropos fuésemos precisamente recelosos de nuestros secretos, salvo a lo que a la plata concernía, pero que supiese que vivíamos más de lo debido no sería nada del otro mundo, especialmente si teníamos en cuanta mi aspecto. – Siento decepcionarte princess, pero desgraciadamente no, no soy eterno. Vivo más de lo que pueda vivir cualquier humano pero nada más. En realidad, tengo la edad suficiente como para ser tu padre.
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Mensaje por Lydia Sforza Sáb Feb 12, 2011 12:34 am


--- ¿Y que es lo que la rige ahora?

Con suavidad y firmeza cada silaba de mi oración fue pronunciada. La familiaridad de la situación era casi dolorosa: El sentado siendo la respuesta de todas las cosas, el portavoz de los guerreros de España, de las geishas de Japón, de los susurros ambiciosos de Napoleón, del aullido a la luna… el mundo reducido a la elocuencia de sus labios… y yo ahí, fascinada con aquel trotamundos, deseando que el frenesí que me provocaban sus historias jamás cesara. Era increíble como aunque las heridas de sus traiciones siguieran frescas en mi espíritu, no pudiera evitar profesar por el la misma fascinación que de antaño. Quizás no para la sociedad, ni para el mismo Lucían, pero para mi propia naturaleza individualista mi cariño por el me deshonraba en gran medida, siempre había sido así. Una sonrisa picara y una disculpa y el maldito lograba desarmarme.

--- Tú tenías absolutamente toda mi confianza, Lucían, además de mi amor… y luego te fuiste con tu antifaz de noble a deslumbrar otros ojos --- Asevere con una inusitada sinceridad terriblemente extraña en mi. Yo siempre era franca, pero ese tipo de sinceridad emocional estaba completamente vedada a la expresión de la voz. Volví a tomar su rostro y me incline un poco hacia el, mirándole con gesto de entendido---. Y luego las circunstancias, y no tú… hicieron que tuvieras que arrancarte esa encantadora mascara para dejarme verte este rostro verdadero--- Sonreí burlona liberándole de mi agarre y en gesto felino me deslice para sentarme a su lado, llena de elegancia pese al desenfado--- … ¿Y así quieres que confié a pies y juntillas? Tendrías que seguir hablando de todo, explicarlo todo… y entonces yo podría meditar la posibilidad--- aclare, aunque en un fuero muy interno: Yo sabia que si confiaba en el. Lo cual me hizo sentir levemente humillada.

Coloque las palmas de mis manos, hundiéndose sobre la superficie del colchón a mis costados. Las mantas no eran tan rasposas ni tan molestas como me habían parecido a simple vista. Tampoco la habitación era tan fría como las primeras noches en las que le había visitado, las cosas progresaban para esa taberna de mala muerte.

--- ¿Hay vampiros en la corte Francesa? Ten en cuenta que esa corte esta compuesta por mi familia y allegados de ella, gente que conozco desde que naci. Creo que si hubiera algún vampiro. Lo sabría – medite un segundo---. Aunque debo admitir que esas criaturas están muy relacionadas con la nobleza extranjera, hay varios de ellos rondando nuestras ceremonias más elementales… Una vez que sabes que existen y les conoces, es fácil detectarlos. Su frialdad, su belleza, su sutileza al moverse, su magnetismo… y sobretodo su arrogancia. Su encantadora forma de menospreciar todo lo terrenal, como si vivieran en planicies elevadas e inhóspitas y vieran al mundo desde allí…. Como los Lycans es mas complicado --- le mire con descaro--- no veo forma de diferenciarlos de los seres humanos. ¿Cuál es tu verdadera edad?
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Mensaje por Lucien Greymark Sáb Feb 12, 2011 6:16 pm

¿Qué era lo que regia mi vida? Bueno desde luego el romanticismo no, aunque si que era extraño que me hiciese esa pregunta de entre todas las que podría haber formulado, podría haber dicho simplemente el porqué de mis actos o cual era el motivo por el que se lo contaba cuando, siendo lo que era, podría matarla antes de que le diese tiempo siquiera de pedir ayuda, y nadie lo sabría. Puede que la razón por la que me hacia esa pregunta era porque sabía que no le haría daño, eso me reconfortaba bastante, cuando le dije que era un licántropo siempre espere que me odiase, que fuese directamente a todos los guardias que tuviese al alcance y me condenase a muerte por ser un monstruo, una aberración. – Supongo que el juicio. No solo el que proporciona la razón, sino la idea de que tal vez, solo tal vez, pueda hacer algo que este bien. Que mi vida signifique la supervivencia de aquellos que se lo merecen. – Dicho así sonaba bastante raro, pero no me salían las palabras de otra manera. “Me estoy haciendo viejo.”

- Se te está pasando el enfado. Es bueno saberlo. – Dije mientras olía ampliamente los aromas que despedía, en ellos había frustración, pero no por no saber que decir sino esa que tienes cuando quieres enfadarte y no puedes, bastante reconfortante la verdad, en momentos como este es cuando mis poderes servían de algo. – Nunca deslumbre a nadie, es mas creo que soy bastante normal dentro de las posibilidades. ¿Sabías que mis padres eran granjeros? – Y unos bastante humildes sobra decir, mis padres eran lo que se dice gente de clase baja, pero jamás había visto un matrimonio igual de feliz, una familia igual de unida. – La máscara es precisamente eso Dominique… pero jamás me la puse por ti, fue por otros. Lo que viste cuando hablábamos y lo que has visto esta noche es real, este soy yo. Para bien o para mal. – Su carácter se había vuelto muy desconfiado, aunque teniendo en cuenta donde se había criado es lo normal, pero incluso se había vuelto cruel en algunos aspectos, y arrogante también. Y lo que era más importante a pesar de que no podía confiar en mí del todo quería que le contase las cosas. – ¿Te das cuenta de que te contradices? Por un lado, dices que no puedes confiar en mi sin más, y por el otro me pides que te lo cuente todo… ¿Cómo vas a creer lo que te digo si no confías en mi? Es complicado me parece a mí.- Ese olor… ese olor a indignación y al mismo tiempo la calma para controlarla, se había vuelto mucho mas lista, no solo atractiva, seguro que la mayoría de los nobles estarían con las manos en la cabeza con ella.

Me levante de la cama y camine hasta la mesa donde había arrojado su capa. La cogí y la doble con cuidado para ponerla encima de una silla. El orden me ayudaba, era una forma de mantener ocupada la mente y despejar las ideas. Que no supiese lo de los vampiros me ponía en un aprieto, a ellos no les gustaba que su anonimato se viese comprometido, mucho menos por alguien que podía delatarlos de forma escandalosa. Sin embargo, en mi opinión, sería mucho más arriesgado no hablarle de ellos y mantenerla en una ignorancia que podía matarla. – Ooh créeme que los hay, pero no solo de la corte francesa. Los vampiros extienden sus garras en todo: política, finanzas, comercio. En realidad se podría decir que la mayor parte de la clase alta les pertenece… ¿Sabes a que huele un vampiro? – Dije mirándola desde arriba, evidentemente ella diría algo así como: no voy oliendo a la gente por ahí. – Pues te lo explicare, huelen a muerte. Los licántropos y vampiros llevan siglos enfrentados, intentando matarse. Se podría decir, que somos enemigos por instinto. ¿Te suena el conde Antoine Ducasse? Pues es vampiro. Por ponerte un ejemplo…

Me acerque a ella de nuevo, mirando fijamente esos ojos azules que dejarían sin aliento a cualquier mortal que los mirase más de medio minuto. Aquella postura no era la de una niña, ni tampoco la forma segura y madura al hablar, estaba claro que no podía seguir considerándola como antes porque ya no lo era. Eso en cierto modo me llenaba de orgullo, pero también de tristeza. – Los Lycans somos más difíciles porque, a pesar de nuestra condición, seguimos estando vivos. Míralo como una enfermedad, una que se manifiesta una vez al mes y que tiene otros síntomas que son tan despreciables al ojo humano que parece que no existen. – Puede que a ella aquello le pareciese descarado pero en realidad me había echo el mejor cumplido del mundo, era bueno pensar que alguien seguía viendo algo de humano en mi. Con una sonrisa de quien demuestra tener malas intenciones, apoye las manos cerca de las suyas quedándome cerca de su rostro, era una mujer adulta sí, pero aun no sabía hasta que punto. – Mi nombre era David. Y naci en Inglaterra en 1748. Echa cuentas.
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Mensaje por Lydia Sforza Dom Feb 13, 2011 4:44 am


“¿Y que es lo que la rige ahora?" Le había preguntado… ese tipo de preguntas tan directas hacia la personalidad misma usualmente siempre dejaban un breve espacio de vacilación. Eran un golpe directo a la intimidad y representaban un reto: el saber y demostrar que tanto te conocías a ti mismo. Lucían tardo unos segundos, como si estuviera buscando las adecuadas palabras pero no tardo demasiado en responder, por supuesto. Ya lo esperaba, siempre había dado el aire de conocerse perfectamente así mismo, solo así podría hablar con comprensión del resto del mundo.

--- “De aquellos que se lo merecen vivir…” --- repetí sus palabras, saboreando las insinuaciones sutiles a esas palabras--- eso significa que tu la haces de jurado para esas personas, tu salvas a los que “crees” que lo valen y regalas al desprecio, el desdén e incluso la muerte a los que no. Eso rompe con todos los esquemas morales u religiosos que actualmente deben seguirse, o al menos los que a mi me han inculcado --- refute dejando a mis ojos pasear hacia el camino que me llevara a los suyos--- Tu concepto de “bondad” entonces… no puede ser el social, ni cristiano, tiene que ser uno muy particular. Uno creado por ti.

Hice una mueca de desaire cuando delato la evaporación de mis reclamos, actuaba con demasiada obviedad al no seguir quejándome ni reclamando. Pero era irremediable, casi un embrujo el sucumbir a su aparente integridad heroica y el tenia que conocer muy bien ese talento, abusando de ello. Siempre había creído que las personas (por estúpidas que algunas llegaran a ser) éramos capaces de reconocer nuestras virtudes, ya fuera la inteligencia, la gracia o la belleza, y al saberlo nos resulta inevitable el no abusar de ellas en pro de nuestros deseos.

--- ¿Granjero? --- Desprendí una risa breve y espontanea, no podía imaginarme al caballero envuelto en sedas y gracia en un cargo así---. Eres todo menos normal, cada año transcurrido debería dejártelo mas claro. Y no es que me haya pasado el coraje… sigue ahí, solo que no gano nada continuando con el escándalo.

Fruncí el ceño confusa cuando lo vi acomodar mis prendas, husmeando en la habitación quizás buscando más desorden. ¿Con que objetivo lo hacia? Aun así, me permitió unos momentos para contemplarle mejor. Había olvidado lo gallardo que era, o quizás es que de niña no me había interesado ese dato en el. Lo que había enamorado a la adolescente eran las historias, el timbre preciso de su voz al dar explicaciones, su rostro expresivo… no cuan alto, o cuan fuertes fueran sus brazos. Ahora era imposible el no verlo, me eche a reír, ¿seria aquello una falta de respeto a mis inocentes recuerdos?, ¿o para Lucían?

--- No me estoy contradiciendo --- Defendí airosa---. Te he pedido que expliques más para considerar la posibilidad de creerte. Solo la veracidad de tus palabras en cuestión a los hechos dará pauta a la credibilidad. Como veras, no confiare tanto en ti, pero valoro mi capacidad juiciosa--- la resolución de mis respuestas era apoyada con la convicción de mi expresión… una que se mermo un poco cuando me hablo de la plaga vampírica en la corte real--- ¿Ducasse? He escuchado de esa familia, incluso me parece recordar que han cenado con nosotros… --- De mis allegados, Armand era mi único sospechoso de ser vampiro pero había que admitir que muchos tenían uno o dos caracteres posibles... era interesante el considerar la posibilidad de que el mismo techo donde yo yacia estaba plagado de esas terribles y fascinantes criaturas ---. ¿Olor a muerte? Quizás tu puedas identificarlo pero los mortales como yo no sabríamos detectarlo a menos que estemos a un metro de un cadáver --- Aclare, recordando los instantes en que me había tocado ver aquellos espectáculos grotescos: las decapitaciones publicas, los cadáveres de huérfanos de la sociedad muertos de frio en las banquetas publicas, las fosas comunes… --- Vampiro vs. Hombre Lobo, Que interesante, siempre he dicho que el folklor tiene su verdad siempre.

Tan pensativa a sus palabras estaba que no me percate de que Lucian llego a mi hasta que sentí como la cama se hundía un poco ante la presión de sus manos, alce mi expresión para toparme con su rostro próximo, el cual me regalaba un gesto un tanto malintencionado, le devolví una sonrisa ladina y no retrocedí ni un centímetro, tranquila de su cercanía aunque en cualquier otra ocasión habría marcado el respeto a mi espacio.

--- 52 años… --- Me erice ante la cifra, pero trate de disimular aquello. Mis manos se adelantaron a posarse sobre las suyas y luego subieron por su ante-brazo ascendiendo en una caricia fina--- Eres más viejo que Abelard --- Era siniestramente increible su piel suave y calida, sus musculos fuertes. Mi recorrido finalizo en su garganta--- pero tu boca es la de un joven... --- añadí mirando los susodichos y luego nuevamente sus ojos--- te ves mas lozano que mi hermano, solo los ojos podrian quizas, delatar tu edad
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Mensaje por Lucien Greymark Mar Feb 15, 2011 2:35 pm

- No era eso lo que quería decir. No lo pintes como si fuese un tirano. – Nunca me tomaba la justicia por mi mano, no si esta no era necesaria y no la cumplían las autoridades antes que yo. Matar no era algo que me causase placer, todo lo contrario, cada persona a la que había quitado la vida seguía grabada a fuego en mi cabeza, en una lista que no creo que pudiese olvidar nunca, pero alguien tenía que hacerlo. – No mires esto como una labor social o como una religión Dominique, no tiene absolutamente nada que ver con ninguna de las dos. Dios solo es un chiquillo y nosotros somos su pasatiempo. Es un bromista al que le gusta mirar. – Los años me habían enseñado que, una de dos, o Dios no existía, o si existía era inimaginablemente cruel. – Respóndeme a esto: supongamos una situación, en una ciudad como esta, existe un asesino, alguien que no solo mata sino que disfruta haciéndolo, lo ve como un juego, especialmente cuando se trata de mujeres jóvenes. Las sigue, las viola, las mutila… y si tiene tiempo las mata. Ahora bien, ¿Qué es lo que hay que hacer con él?

Mi pregunta no se refería a que tenía que hacer la autoridad con él, sino que iba mas enfocada hacia aquello que el asesino se merecía. La biblia, algo a lo que por lo visto la gente se apegaba mucho, decía: “No mataras a tus semejantes. Pues ojo por ojo recibirás.” Qué forma tan curiosa tenia la religión de apoyar algo tan instintivo y violento como una venganza. ¿Y la sociedad? La sociedad solo miraba por sí misma. En un mundo en el que lo único importante era el bien común, que podían importar unos cuantos cadáveres si no tenían nada que ver contigo. Ese pensamiento, esa forma de vida por la que todos se llevaban, hacia que un sudor frio cállese columna abajo por mi espalda, evidenciando todo el miedo que sentía. Los humanos estaban hechos para destruir, todo aquello que hacían era crear muerte, el mismo fin de su camino, el final al que todos llegaban, era el mismo.

En cuanto a su enfado, solo podía causarme diversión el ver como se inventaba una excusa tan barata como: “no pienso perder el tiempo con algo tan trivial.” En realidad cualquier persona normal habría pensado que seguir enfadada, y mucho por cierto. Solo con mirar esos ojos y la dureza que mostraban ya haría que a los humanos les temblasen las piernas, una habilidad muy útil la verdad, pero en comparación con mi olfato de poco le serviría. – Déjame darte un consejo: nunca me mientas, se todo lo que pasa en tu cuerpo cuando lo haces mi princess. Te apresuras, te acaloras, ahora mismo oigo como tu corazón late desbocado. – Con un dedo acaricie su mejilla, recorriendo todos los bordes de sus facciones como un ciego que quiere saber a quien tiene delante. – Puedo oler hasta el más mínimo cambio de humor en ti. Por eso mismo te repito, nunca me mientas.

No creo que estuviese preparada para creerme, al menos no en todo lo que a mi concernía. Sin embargo, una cosa sí que era cierta, en lo tocante a hace seis años si que tenía que responderle, no porque se lo mereciese, sino porque también había formado parte de su vida, no solo de la mía. – Esta bien, te contare lo que debes saber, aquello que realmente te concierne, pero tengo mis secretos Dominique, necesito tenerlos. – Cuando vivías tanto tiempo como nosotros, a todos nos llegaba la horrible verdad en que la eternidad, o por lo menos lo más cercano a ella, nos resulta insoportable, te das cuenta de que tu vida, la que tan solida considerabas en tu ingenua humanidad, ahora debes vivirla solo, rodeado de la fría, oscura y baldía eternidad. Hasta que la última luna llena se reflejase en tus ojos, y por fin acabase el tormento. – Te contare lo que paso desde que me marche de Paris, sin medias tintas, todo lo que quieras de esa época. Pero no me pidas más, porque no puedo dártelo.

Baje la cabeza riendo al verla comportarse con tanta fascinación por los vampiros. Bueno eso era algo que tenia bastante asumido. Por alguna razón los humanos, y mas especialmente los jóvenes, tenían un curioso apego por conocer vampiros. A pesar del miedo que pudiese darles la idea de la inmortalidad y de ser… invulnerable era muy tentadora para ellos. – En realidad son fáciles de distinguir, incluso sin ese olor para los humanos es sencillo. La principal debilidad de los vampiros… es el sol. – Nunca he llegado a entender esa extraña alergia, es como la plata para nosotros pero bastante más molesta. – Con una simple exposición hasta el vampiro más poderoso ardería en llamas. Así que piensa ¿Quién no es visto a la luz del día?- Había más características por supuesto, pero de todas esa era la más evidente. Ningún vampiro seria visto durante el día, y si lo era, lo seria en una sala casi a oscuras. – En realidad el folklore no tiene nada que ver. Los lobos por naturaleza no se acercan a los muertos, es un instinto básico. No sé cuál es su motivo ni quiero saberlo.

- Todo un detalle por tu parte comparar mi edad con la de tu padre. – Dije con voz suave y tranquila. Sus manos resultaban extrañas tocándome de aquella manera, con una familiaridad bastante alejada de la que tiene una mujer con un amigo, quería saber en qué clase de mujer se había convertido, y ya lo sabía. Con una mano alce su rostro aun cerca del mío y la mire fijamente. Su piel era suave y tersa, como una fina capa de seda expuesta sobre su cuerpo. – Y tú, has dejado de tener ese brillo infantil. Te has hecho mayor… aunque supongo que antes o después tenía que pasar.
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Mensaje por Lydia Sforza Mar Feb 15, 2011 4:57 pm

--- ¿Tener tu propio concepto moral es ser un tirano? --- tanteo el camino, algo contrariada con su vehemencia por demostrar que era alguien bueno. No parecía que intentara convencerme a mí de ello, sino a sí mismo. Atendí a sus palabras en silencio, con la misma atención que le prestaba a mi maestra de literatura. Era interesante hasta qué punto… pensáramos tan diferente. Yo si creía que sus ideales tenían que ver con algo social o de fe, sencillamente porque ellos germinaban de una ideología. Las normas de trato social, la ética pues servía en función a la búsqueda de las acciones correctas para vivir en una sociedad buena en funcionalidad a través del libre albedrio, la religión no te daba opciones… te daba un camino bastante preciso pero el cierre de la búsqueda era el mismo: el ser buenos. Su búsqueda era la misma, a través de justicia. Una justicia primitiva, casi tan natural con su naturaleza siniestra, que le causaba conflicto consigo mismo. En ningún segundo que me hablo de ello la culpa dejo de crear destellos en sus ojos claros. Moría cada que vez que asesinaba a alguien, y volvía a morir cada que recordaba su rostro.

Que paradójico su método: seguir su naturaleza y su ideología personal, pese a que fuera tan diferente a la social y tener conflictos emocionales por ello. No me parecía funcional, pero aun así era natural… la complejidad en las personas era lo que las hacia fascinantes. ¿Qué más daba si el encanto de mi madre fueran sus sonrisas inocentes y el de Lucían su eterna culpabilidad?

--- Debe morir ---Respondí a su cuestionamiento---. No importa que si fue la sociedad misma la que lo orillo a enloquecer de esa forma. Si sufrió de niño, si también abusaban… no importa su pasado ni por qué haga las cosas, lo importante es que la trae problemas a la sociedad y esta debe erradicarle. Así funciona la ley de este siglo --- Finalice, preguntándome si esta respuesta delataba un poco de lo que yo creía. No era que yo creyera que la ley era la única palabra, que era perfecta… ¡En lo absoluto! La ley estaba hecha por hombres, y ninguno hombre era perfecto, sin embargo la sociedad era la que delimitaba esta Ética, y esta ética era la “correcta”. ¿Entendería lucían que yo aunque conocía y comprendía estos conceptos, no creía en ellos?, ¿Qué para mí la bondad, lo correcto radicaba en seguir siempre nuestra propia naturaleza sin importar que?

“No me mientas” había dicho y de ser otra persona quizás me habría reído. Pero en vez de ello, me mostré cauta y recelosa, sin frenar sus toqueteos curiosos a mis facciones. ¿Qué mi cuerpo me delataba? Una que estaba tan acostumbrada a ser la actriz ideal, siempre inalcanzable en indiferencia por más que me destrozaran las circunstancias… solo mi padre había visto una vez a esa Dominique frustrada, una que otra vez Jean… ¿y ahora venía a decirme que él podía percibirla?, ¿Qué capacidades tendrían estas criaturas?

¿Quién no es visto a la luz del día?
Abélard

“Ahh no, olvídalo. No dejes que tanta magia y misterio inflame tus ideas”

Baje un segundo los ojos, analizando esta situación… tratando de verdad de quitarme los prejuicios, las emociones y todo lo que pudiera evitarme el no meditarlo de verdad. Era el que tenía que seguir hablando, no mis pensamientos. Mis manos se movieron para tomar su brazo derecho y jalar de el para que se sentara aun lado de mí, era una forma de alentarle a hablar con más comodidad que tenerlo inclinado sobre mi sosteniéndome el rostro. Una risa suave se deslizo de mis labios.

---- Fueron más o menos 6 años los que te fuiste, ¿no? --- pregunte, dándome cuenta apenas de lo que era capaz de hacer el tiempo, quizás no con él, pero con el resto de la humanidad que estábamos limitados a las causas naturales---. Las personas crecen, ya sabes. Y no te imaginas todas las cosas que han pasado desde entonces, al menos en mi pequeño y decorativo mundo---. No dejaba de sorprenderme la seguridad con la que me miraba a los ojos, usualmente las personas le evitaban. Ya fuera por humildad y reverencia, o por ocultar algo --- Mejor ponte cómodo, si es que vas a contarme todo. ¿Como te dieron la libertad?, ¿a donde huiste?
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Mensaje por Lucien Greymark Vie Feb 18, 2011 4:38 pm

- Eso opinarían algunos. No estoy en posición de juzgar lo que unos consideran correcto y lo que no, no soy un noble. Al menos no de nacimiento. – Desde siempre los nobles tenían la concepción de que a los hombres había que gobernarlos, que no siempre se hacía de la forma correcta o no lo bastante sabiamente pero aun así había que hacerlo, y luego cuando otros los sustituían diciendo ser completamente distintos a sus predecesores cometían los mismos errores. La tiranía no era muy distinta a forzar las cosas para que saliesen como uno quería. – Desde el principio de la historia todos los tiranos han afirmado hacer las abominaciones que hacían por el bien común. Esa es la excusa generalizada, desde Neron hasta Hanibal y Napoleon.

En cuanto a mi ejemplo, dijo exactamente lo que supuse que diría. Cualquier persona que hubiese sufrido la pérdida de un ser querido precisamente por una acción como esa, lo primero que desearía es tener delante al malnacido responsable para arrancarle las tripas. La venganza era una de las cinco emociones básicas del ser humano, y es posible que una de las más fuertes y peligrosas. Sin embargo, me sorprendió sus motivos para verlo morir: “porque le trae problemas a la sociedad.” En mi opinión no era algo tan legal, tan versado en la ley humana. – Estas hablando como una política, y no es eso lo que pregunto. ¿Has visto morir a alguien alguna vez Dominique? Yo sí. – Muchos de ellos a mis manos cabe añadir, y desde luego nada agradable. Yo he matado hombres, les he oído morir, exhalar la ultima briza de aire desesperados por aferrarse a este mundo, les he visto morir y no hay nada glorioso ni poético en ello. La muerte solo es vacio. – Ese asunto hipotético que te he planteado… no tiene nada de hipotético. El asesino mato a doce mujeres, todas prostitutas. Por lo visto siempre le rechazaban, a pesar de que tenía dinero para pagarlas. Dos de ellas murieron suplicándome ayuda con el poco aire que les quedaba, antes de que le encontrase. ¿Entiendes donde esta mi pregunta? – No preguntaba qué era lo que la ley exigía que se hiciese con él, sino lo que, como despojo de ser que era, se merecía. Entendía que, como princesa, no pudiese decir que la ley era inservible en muchos aspectos, pero también esperaba que entendiese que yo no podía dejar al margen lo correcto, por mucho que la sociedad se negase.

Reí un poco al ver su reacción, o más bien olerla. Era una mujer bien entrenada, sabía bien cuando disimular y cuando dejar ver sus emociones, una virtud de lo más útil en su mundo sin duda, pero para alguien como yo, para alguien de mi especie, la sorpresa que había en su aroma, el latido extra de su corazón al frenarse por el impacto un segundo, eran cosas que delataban demasiado a los humanos. – ¿En qué piensas? – Dije al ver que se quedaba callada con respecto a los vampiros. Por lo que parece, había tocado un recuerdo al decirle la principal debilidad de los hominus nocturna, una que les delataba a cualquier ojo que estuviese atento. Moví una mano como desechando la idea de que me lo contase, vampiros había demasiados como para controlarlos, así que antes o después me enteraría de quien se trataba. – No te preocupes, no tienes que contarme lo que quiera que estes pensando. Ahora bien, si te has acordado de algo en relación a lo que te he dicho, espero que tengas cuidado. Los vampiros no son gente de fiar… y no soportaría que pasase nada malo.

Deje que sentase en a su lado en la cama, incluso me permití retroceder en ella hasta la cabecera y acostarme con más comodidad. Seis años daban para mucho, y más teniendo en cuenta todo lo ocurrido. – Bueno… por donde empiezo. – Me lleve una mano a la barbilla de forma pensativa, intentando ordenar mis ideas cronológicamente. – Nada mas irme de Paris me fui a Dinamarca, un amigo mío tenía ciertos problemas allí y me pidió que fuese a echarle una mano. Pase unos seis meses allí. – Daxos me debía una enorme después de aquello, casi me matan dos veces en menos de una semana. – Luego me marche a oriente un par de años, fue allí donde te escribí la mayoría de mis cartas, fue un viaje precioso Dominique, ojala hubieses podido ver lo que vi yo. – Los palacios imperiales de China, y las montañas heladas de Rusia, jamás había visto tanta belleza en un mismo sitio. – Mi última carta fue desde Roma. Una conocida había escrito a la familia del noble al que mate, seguramente para quitarme de en medio. Y creo que el resto ya lo sabes. Un día simplemente me soltaron sin más, que había sido un error y que podía volver a mis tierras con las bendiciones de la reina. – La verdad es que esperaba que Zoe hubiese planeado un asesinato en prisión antes que dejarme marchar, pero por lo visto lo que quería conseguir no era tan importante como para arriesgarse a matarme. – Cuando me soltaron, fui a Inglaterra, tenía… una última cosa que hacer allí.

Y eso era todo, no sé que mas podía decirle, a menos que quisiese las cosas detalle por detalle claro. Aunque es cierto que una cosa sí que me intrigaba de lo que había dicho. Es obvio que había cambiado, solo había que mirarla para darse cuenta, pero lo que ha podido pasarle es algo que si me intrigaba. – No me imagino nada, aunque espero que, después de todo este discurso, me cuetes que has estado haciendo tu.
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Mensaje por Lydia Sforza Lun Feb 21, 2011 2:55 pm

--- No hace falta ser un noble para opinar acerca de lo que se es correcto o no. Es verdad que cada quien podrá tener su definición, pese a que la oficial sea la norma socia: la que dictan los reyes, y por más vueltas emocionales que le den al hecho nada cambia que los gobernantes son los únicos con derecho a juzgar a alguien… por que la sociedad así lo dicta, vive con ello y así se empeña en continuar --- me permití dejarme caer recostada sobre la cama con el abandonado de aquellos que han trabajado mucho---. Entiendo tu concepción de las cosas, es la misma justicia heroica de los griegos: valerosa, y de una arrogancia noble, pero arrogancia al fin. Lo son por el simple hecho de plantearse como jueces definitorios de una vida, sin tener la excusa humilde de ser reyes. Más allá que tengan mil razones para condenar a su víctima, esa victima sigue siendo humana… sigue siendo una vida… --- desde mi cómoda posición ladee un poco el rostro para encontrarme de nuevo a Lucían, luego sonreí---. Hablo como Política, la misma política romana que por motivos de funcionalidad se apodero del pueblo griego---Mi sonrisa se volvió levemente más densa, Roma conquisto a los hombres, pero Grecia sin duda conquisto su cultura… y era esa mezcla de individuo grecorromano… esa filosofía funcional tan suya, la que me regia a mí---. Creo que aquellos individuos que son capaces de darse cuenta que lo “correcto” general no es otra cosa sino una farsa muy práctica para mantener a la gente tranquila, deben hacer o 1.- Adaptarse al sistema con todos sus defectos o 2. Hacer tu propia moralidad, el propio sentido de tu vida y defenderlo sin atormentarte porque la sociedad lo juzgue, después de todo ellas viven en un credo errado.

Incluso podía llegar a haber una tercera… el volverte una mezcla de las 2 primeras, pero aquello era mucho más complicado y estaba de más seguir explicando cuando posiblemente Lucían iba a juzgarme y desaprobar esa mentalidad fría con que estaba exponiendo temas tan emocionales. Mis manos subieron a mi vientre, donde entrelazadas descansaron.

--- ¿Qué si he visto morir a alguien? Si, muchas veces. Las penitencias en la Guillotina son el pan de cada día, he visto postrarse ahí a todo tipo de personas. Campesinos, prostitutas, bandidos, nobles… Es interesante como no importa quien seas, tu cabeza es partida con la misma facilidad del filo --- Un escalofrió siniestro relampagueo en mi columna vertebral al recordar esos espectáculos, siempre iguales: las lágrimas, el miedo en los ojos humanos, la convicción cedida del verdugo, la euforia del populacho. De pronto recordé la primera vez que había estado en uno de esos espectáculos, apenas era una niña pero el morbo de mis primos los había impulsado a creer que era buen momento para que aprendiera más de la vida. Todavía recuerdo cuanto había llorado el condenado, y como hasta el último minuto había rezado un padre nuestro… si bien, ningún ángel bajo del cielo para salvarlo, ni tampoco ningún héroe apareció a iluminar el dia. Todo aquello quedaba en los cuentos, el hombre había muerto, y yo había llorado tanto por el, había tenido tantas pesadillas por el que llego un punto en el que la situación tan grotesca me había causado risa.

--- No pienso en otra cosa que lo que me dices--- asegure, desviando la mirada hacia el techo de madera---, hay demasiados nobles que con la excusa de tener muchos negocios en el día solo asisten a las festividades nocturnas. Dos de mis mejores amigos entre ellos--- Finalice un tanto pensativa---. La primera vez que vi un vampiro creí que había enfermado de paranoia, y creía verlos y detectarlos en cada rostro que se me pusiera enfrente… ahora veo que no era tanto delirio…

Y así de ensimismada como estaba atendí a su historia, nuevamente una mella de indignación se retorció viendo todo lo que había hecho, viajado y visto. Si es el que él tenía una pizca del afecto yo que le profesaba, su consuelo era saber que mientras el andaba cual trotamundos, yo me mantenía en los confines de mi jaula de oro, sin embargo desde mi posición en la ignorancia de sus medias verdades lo había visto pasar por los escenarios del peligro, la locura y la muerte, siempre como protagonista. Vacile un tanto, sin encontrar palabras que evidenciaran mi sentir y buscando la voluntad suficiente para poder corresponder a su sinceridad.

--- Pues… continúe con mis lecciones, mis fiestas y mis amigos. He mejorado mucho en la equitación, me ha tentado competir con el resto de los príncipes, sé que les ganaría pero jamás lo he pedido… seria toda una discusión para que me dieran la oportunidad de demostrarlo, y todavía si sucediera y ganara, su orgullo de varón jamás los iba a dejar aceptarlo--- explique medianamente---. Por lo mismo Antonieta y yo nos abstenemos a nuestros avances secretos. ¿Recuerdas a mi Tío Marcus? Fue acusado de traición y mandando a la Guillotina, muchos de la corte estuvieron ahí para presenciarlo, incluyéndome. El resto de su familia, mis parientes, partieron a Inglaterra para refugiarse y ya no tienen relación con nosotros… quizás eran cómplices no delatados y temen ser descubiertos.

Una cierta frialdad adornaba mis palabras, pese a lo mucho que me había podido que uno de los hijos de Marcus, mi primo favorito, se hubiera marchado también. Con la costumbre de siempre cuidar mi atuendo y la estampa, me gire con cuidado sobre la cama para quedar boca abajo, usando mis codos para sostenerme y descansar mi mentón sobre las manos.

--- En vista de tus cartas se volvieron menos esporádicas y luego inexistentes, tuve que ingeniármelas para volver a conocer el mundo --- Ahora sí, la risa que invariablemente había nacido y muerto en ese pequeño instante de charla se deslizo, traicionaría por mis labios---. Convencí a Jean de aliarnos con unos guardias, para poder salir a escondidas cada noche como campesinos. Te sorprenderías, pero mi integro y correcto hermano acabo más enamorado que yo de la ciudad, pese a todos los percances por los que pasamos.
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