La princesa aunque se vista de arapos... [Dominique & Dimitri]

por **Lucien Greymark** Mar Ene 25, 2011 2:12 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Por fin una noche de absoluta tranquilidad, desde que había vuelto a Paris hace un par de semanas había sido salir de una para meterse en otra. Entre el vampiro que acabo muerto hace un par de días y las reuniones para mantener la haciendo estable no había tenido ni un solo segundo de paz, y sin duda la mejor manera de relajarse después de unas duras jornadas de trabajo era ir con los compañeros a la taberna, beber unas cervezas y, si surgía el caso, jugar unas partidas de dados. Para mí no resultaba extraño salir de esa manera con mis trabajadores, del mismo modo que ellos no se extrañaban porque lo hiciese. Cuando trabajas con un hombre a tu lado, en vez de servirle y nunca verle, acababas por verlo como uno más, un ser humano como tú.

Entramos por la puerta riéndonos de las típicas gracias que solían tener los hombres, y por supuesto no tardamos en ocupar una de las grandes mesas de la sala cerca de donde estaban los reservados. Uno de mis capataces llamo a voz en grito al tabernero y le pidió una ronda de cervezas para todos. La noche prometía ser interesante, sobre todo porque la mayoría de aquellos hombres eran solteros y querían encontrar a una bella mujer con la que pasar su noche libre. Yo no me opondría por supuesto, eran buenos hombres incluso estando borrachos y no obligarían a nadie a hacer nada que no quisieran, así no me sentía preocupado por ello. Las cervezas llegaron enseguida y así comenzó la primera hora de la noche, con más risas, música y partidas de dados entre los distintos comensales.

- ¡¡¡Caballeros!!! – Dijo uno de los que nos acompañaban. – Propongo un brindis… Por nuestro señor de Greymark, porque no puede haber nadie mejor para pagarte una ronda. – Todos estallaron en carcajadas, incluso yo mismo me permití hacerlo. Pocas veces se tenía un momento para reírse de verdad, y evidentemente nadie más de la taberna sabia que ese lord estaba presente, así que por un momento, me gusto pensar que el noble que debía ser a veces se había evaporado.

por **Lucien Greymark** Sáb Feb 26, 2011 5:37 am

Me sentía orgullosos de ella, había aprendido como era la realidad pero sobre todo había aprendido a pensar por sí misma. Aunque sus palabras fuesen ciertas, que lo eran, seguía teniendo su propio modelo de conducta, un modelo que seguía, tal vez no por las razones apropiadas pero el criterio sí que era apropiado. Su planteamiento resultaba interesante, de acuerdo con la sociedad los únicos con derechos a juzgar a todos los demás eran los nobles y reyes, pero claro, eso daba lugar a un dilema. – Si como bien dices la sociedad deja que sean los reyes quienes digan que es lo que está bien y que está mal ¿Quién los juzga a ellos? ¿El pueblo? Me gustaría ver lo dispuestos que están los nobles a eso. - Dije riéndome. La idea simple de que un noble o un rey fuese juzgado por todos los demás de la plebe era un mero chiste hoy día, algo que sin duda pensarían como una historia barata y sin sentido, yo lo veía más bien como una meta a conseguir.

Al escuchar su definición de mi “justicia” comparándola con la de los griegos casi me echo a reír. ¿Qué soy entonces? Un arrogante, un héroe, un segador de vidas… - La diferencia entre los griegos y yo es que comprendo perfectamente las consecuencias de mis actos. Sé que algún día me juzgaran por lo que he hecho del mismo modo que yo juzgue a esas víctimas. Y lo aceptare gustoso. – La muerte nos llega a todos, lo único importante es cómo y porque. – Sinceramente prefiero ser llevado a la guillotina por darles a cucarachas humanas lo que se merecen, que morir tranquilamente en mi cama de viejo sin haber hecho nada. Mi vida habría tenido mucho más sentido. – Aquella sonrisa me resultaba conocida, hacia lo mismo de niña cuando exponía una idea que ella consideraba cierta y que nadie podía rebatirle nunca, ya que estaba demasiado bien planteada. Junte las manos encima del pecho, mirándola con la cabeza ladeada, su concepción era interesante, y distinta para tratarse de alguien de la realeza, una concepción un tanto arrogante por su parte, pero no por ello falta de razón. – Y por lo que me cuentas tú prefieres la segunda opción… No diré que mi forma de ver las cosas es la correcta porque lo más probable es que no lo sea. Creo que ningún punto de vista es el correcto, son solamente eso, puntos de vista. Es una de las razones por las que los humanos son la única especia capaz de eliminarse a sí misma.

- No dudo que ver esas cosas haya sido duro, especialmente si todavía eras una niña, el que condenen a alguien a ver la muerte de otro humano es denigrante. Y el ver que a veces el pueblo lo aplaude resulta… no sé. Entendería que aprobasen una muerte, pero no que la disfrutasen. - Y así era. Como en la antigua Roma, el pueblo se volvía eufórico, gritaba y alababa a hombres por matar a otros. Un hombre podía alcanzar la gloria y el amor del pueblo solo por hundir acero en la carne de otro, un semejante, como si fuesen animales. – ¿Sabes que es lo peor de matar a alguien? Ver como sus ojos se van oscureciendo y sentir como se le escapa la vida porque tú has decidido que es lo mejor. No le deseo esa sensación a nadie. – Y, evidentemente, no importaba tu condición social, a la hora de morir todos teníamos miedo, aunque hubiésemos vivido arrastrados por el fango con los perros o en sendas mansiones llenas de oro.

Los vampiros eran demasiados, y todos ellos lo bastante listos como para poder crearse coartadas verificables como excusa en las horas de luz. A diferencia de mi especie, los vampiros eran seres acostumbrados al lujo y al poder, les gustaba estar en bocas de todos, posiblemente por intentar darle un sentido a su vida larga e infinita. Cualquiera de los míos era capaz de retirarse a una granja con su familia y vivir en paz sin molestar a nadie. Ellos no eran tan considerados. – Pues no, no es una paranoia. La mayoría de ellos prefieren la clase alta, y se ocupan de entrar en los círculos sociales más selectos. Debes de tener muchísimo cuidado Dominique, hay vampiros que son bastante tolerantes con los humanos, o todo lo que puede serlo. Sin embargo otros te arrancarían la cabeza solo por fisgar. – Había muy pocos vampiros a los cuales respetase, y eran solo aquellos que se habían ganado una “amnistía” `por su comportamiento. Pero si hasta la mismísima reina de Italia era vampira, y no precisamente una conversa reciente.

Por un momento no supe que decir. Durante mucho tiempo Dominique me confesó su deseo de salir de palacio, de ver el mundo y viajar a sus confines, viendo todo lo que podían ofrecerle. Supongo que el tener contacto conmigo de alguna forma la sacaba de su encierro y, al mismo tiempo, le recordaba sin cesar que vivía en una jaula, una en la que estaba por seguridad pero que la estaba matando por dentro. – Sabía lo de Marcus, y te puedo asegurar que su familia no sabía nada de lo que hacía. – Gire los ojos para mirarla, una aclaración así, sin más, podía resultar un poco rara. ¿De verdad se pensaba que no había dejado espías en Paris? No en el palacio real por supuesto, mis fuentes eran de naturaleza un tanto menos… elegantes. Sin embargo siempre resultaban más útiles que el resto. – En cuanto a lo de competir… - Dije alzándome de hombros. – No debería preocuparte el orgullo de los varones. Jean siempre te ha querido tal como eras, y te ha apoyado en todo. ¿Qué más necesitas entonces? – Esa era una de las cosas que Alyssa había conseguido inculcarme antes de morir, por ser mujer no se era inferior, solamente más discreta.

El salir de palacio sola con Jean… - No es que quiera hacer de padre Dominique, pero no deberías salir con tanta ligereza. Es cierto que resulta difícil reconocerte pero no es imposible. Solo espero que tengas cuidado con lo que haces. – Vale, oficialmente parecía un padre, debía de estar haciéndome viejo. – Y hablando de eso. – Me incorpore en la cama y me levante para acercarme a la mesa donde habia dejado la capa. – Creo que ya has tenido bastantes aventuras por esta noche. Sería conveniente que volvieses al castillo. – En ese momento me di cuenta de que me faltaba algo. No haría lo que le pedía simplemente por amor al arte. – Te lo pido por favor, princesa.

por **Lydia Sforza** Mar Mar 01, 2011 1:19 am

--- Cuidar y dirigir a una nación es de por si un trabajo y una responsabilidad enorme, la recompensa es precisamente el privilegio de poner librarse de juicios, a ti y a los que te importan --- Le lance una mirada cómplice, el había sido uno de los beneficiados con esas predilecciones corruptas de la aristocracia--- Pero no todos los nobles tienen esta suerte, es por eso que viven buscando el favor del rey, los que no lo hacen, bueno… el cadáver de Marcus es una gran prueba de lo que puede llegar a suceder ---. En un principio me había sorprendido bastante la ligereza con la que trataban aquella traición familiar, hablaban de mi tío como quien habla del violador de campesinas, como si nunca se hubiera sentado en la mesa con nosotros, como si nunca hubiera abrazado y besado a mas de uno, con el tiempo yo también fui adoptando un tono frio cada vez que entonaba su nombre.

Me pregunte como le haría Lucían para poder vivir entre la muerte y la corrupción del mundo y seguir manteniendo ese aire idealista, esa convicción bondadosa que le daba brillo de inocencia a su talente de aventurero. Yo ya había visto a las personas inocentes, las conocía y llegaban a cansarme seguidas veces… pero Lucían no era inocente, al menos no del modo convencional.

--- Los griegos creían en el destino, pese a que constantemente intentaban huir de el… --- Las leyendas de Edipo venían a mi mente--- tu aceptas el destino de pagar por cada falta, eso es… admirable. Yo no estoy segura de estar dispuesta a pagar por cada pecado cometido, huiré de el todo lo que pueda… hasta que me encuentre.

La sola idea de aquello pronunciado hizo que me erizara, era como volver a sentir aquel vacio en el pecho que había nacido en una de mis charlas con Geraldine. Ella había pronunciado que sus sueños eran vernos a mi hermano y a mí casados y prósperos en una estabilidad de cuento de Hadas y yo había sentido tanta impotencia y pena por esa alma cándida que aquel vacio fue creciendo día tras día. No sabia de mi hermano pero al menos yo estaba segura que mi final aunque incierto, no seria ni por asomo cercano al que Geraldine esperaba, llamémoslo instinto pero estaba segura. Y en noches como esta donde el vino de la filosofía fluía rumbo a platicas existenciales, era cuando mas convencida quedaba.

--- La aplauden y vitorean mejor de lo aplaudirían un carnaval ambulante, he de admitir que al principio no entendía eso, luego me di cuenta del morbo que había en ello, algo tienen de fascinantes las desgracias ajenas --- Reconocí deslizando un suspiro paulatino. ¿Cómo había acabado contándole todo aquello en lo que creía? Hice mueca ante ello, una que se mantuvo cuando comenzó a describirme el reflejo de muerte en los ojos humanos, y luego las advertencias anti-vampiros.

Me dejo ahí acostada, pensativa… había pasado por tantas cosas últimamente y el encontrarme con el era la cereza al pastel de turbaciones de mis últimos días. Necesitaba alejarme de una buena vez de Lucían, pero me mantenía ahí, cómodamente acostada y terriblemente atenta.

--- Todos tienen su orgullo --- respondí, tratando de pasar por el alto el hecho de que indirectamente me estaba confesando que tenía sus contactos y espías cerca del círculo real--- Mi hermano es un absoluto encanto, nada puede negarme… pero jamás me vera como su igual, no importa que yo sigo siendo la pequeña que debe atender, mas o menos como tu me ves ahora --- acuse con sutileza, no había pasado por alto que en toda la velada me había hablado con un paternalismo marcado, sus ojos me repasaban con la añoranza de la niña perdida e incluso sus modos para aconsejarme eran los mismo que Abelard “No pretendo ordenarte nada, solo tómalo en cuenta”

Pareciera que todas las personas que pudiera considerar importantes para mi iban a tener siempre ese trato para conmigo, ya no sabia si era ventajoso o molesto. Me incorpore de la cama con cuidado, alisando la falda de mi vestido y las mangas de la parte superior… luego, pese a que le escuchaba me encamine a la ventana, asomándome al nevado exterior y comprobando que no había nadie en los alrededores, al menos no de vista.

--- Si, debo irme ya --- respondí resuelta encarando su mirada, y tomando de mi cintura una bolsita de terciopelo la cual abrí, sacando de ella dos sobres pequeños--- Se suponía que solo venia a dejar unas cartas y tratar unos asuntos ligeros, mi cochero debe de estar aterrado… --- añadí dejando caer al fuego de la chimenea uno de los sobres, la carta que se iba a enviar a Sinclair para presionar su búsqueda, el otro sobre lo coloque detrás de un cuadro de la chimenea: era dinero y unas cuantas indicaciones que el tabernero seguiría. Me encamine seguidamente a Lucían y ya estando frente a el extendí mis manos para que me entregara mis cosas---. Continua la diversion con tus ebrios compatriotas, quizás te vea en 6 años más --- Un comentario un tanto burlón.

Me daba cierta renuncia dejar las cosas asi, por un lado el riesgo de que volviera a ser tragado por la faz de la tierra, pero por otro tenia que volver, ya era demasiado tiempo robado.

por **Lucien Greymark** Dom Mar 06, 2011 3:48 am

- Una indirecta muy punzante. – Dije con una sonrisa al oír su contestación. Cierto yo me había librado en esta ocasión solo porque la realeza había intervenido, de lo contrario ni siquiera el pueblo en masa podría haber evitado que acabase con la cabeza separada de los hombros. Los nobles no gozaban de todas las comodidades, no todos, como ella bien había mencionado, pero por desgracia solo hacía falta endulzar el oído del rey lo bastante como para que te incluyese en su lista de intocables, una visión bastante desafortunada. – Es posible que tengas razón, pero a mí no me importaba morir por algo que sabía que estaba mal. En cambio, esos que quieren ganarse el favor del rey serian capaces hasta de bajarse los pantalones en plena corte para estar a salvo. – Eso y cientos de cosas más, habían existido nobles que hasta habían llegado a matar a centenares de personas solo para no perder el favor de su rey. – No confundas lo admirable con lo autodestructivo, no voy buscando la muerte, de eso ya me ocupe bastante siendo joven. Todo tiene su hora.

Los griegos tenían una idea muy… humana de lo que era a muerte. En realidad pocos se habían dado cuenta de que poco importaba lo que ellos corriesen, se creían que eso era lo peor. Siempre he sabido que hay cosas mucho peores que la muerte, ella solo hace que todo acabe, nada más. – No te preocupes por la muerte todavía, no creo que te alcance tan pronto. De todas maneras, creo que sería una idea bastante buena que, si sales más a menudo, tengas un poco más de cuidado. - Dudo mucho que dejase de salir del castillo, que dejase de intentar ver todo lo que pudiese, e intentar convencerla de lo contrario sería como darse de cabeza contra un muro de plata, pero si al menos conseguía que tuviese más precaución me daría por satisfecho.

Las desgracias ajenas no tenían nada de fascinante, al menos no para mí. Y tampoco creía que el pueblo pensase eso, sino mas bien que lo veían como una muestra del poder de su supuesta justicia, veían al malo morir como se merecía y gritaban satisfechos por ello. Solo veían traición, violación, asesinato, tantas cosas malas que ni siquiera se paraban a cuestionarse si realmente lo que estaban haciendo, si esa persona dirigiéndose al cadalso se merecía realmente estar allí, para ello solo era la muerte de un malvado, y esas muertes siempre eran bien recibidas. – El pueblo solo ve lo que le enseñan. Diles que la policía ha encontrado a un hombre cerca de un muerto con las manos ensangrentadas y no dudaran que es el culpable, cuando en realidad solo intentaba salvarlo de morir desangrado. – La primera imagen siempre es la que cuenta, y una vez conseguida esa imagen, muy pocas cosas consiguen librarte de ella. – En cuanto a los vampiros… no era mi intención que ahora fueses por ahí completamente paranoica por lo que ves, déjame a los vampiros a mí, se me dan mejor de lo que crees. - Tal vez acabase muerto antes o después por complicarles las cosas, pero antes de eso me llevaría por delante a todos los que pudiese.

Me sentí un poco culpable porque pensase que la trataba como una niña, y en cierto modo era verdad, la había conocido siendo una niña y la había tratado como tal, incluso había llegado a quererla como si fuese mía, una idea de lo más absurda pero supongo que en aquella época lo necesitaba. – Otra herida punzante por tu parte. No te niego que si pero ¿Qué puedes esperar si te conocí como una niña? No te conozco como la mujer que eres ahora, por culpa mía cierto, pero es así. – Los lobos éramos animales de costumbres, supongo que con un poco de tiempo podría habituarme a su nueva personalidad, a su nuevo físico y a todo lo que venía con ello. – ¿Te molesta que te vea así, como una hija? – Tampoco esperaba que me respondiese a esa pregunta, supongo que, al igual que su hermano, también tendría su punto de orgullo.

- Es muy posible que lo esté… - Me quede mirando como sacaba dos cartas de una pequeña bolsa y tiraba una de ellas al fuego, cosa que no entendí muy bien, pero a saber qué cosas trataría en este lugar, y porque. No estaba dispuesto a preguntarle, ella tenía sus asuntos, como siempre seria, y yo no tenía por qué intervenir en ellos. – Creo que me quedare más tranquilo si voy contigo, además imagínate lo que beneficiara mi reputación. - Dije en plan de broma sacando lo de la cortesana más cara de lo debido. Cogí su capa y, ignorando sus brazos extendidos se la coloque sobre los hombros. – Ellos pueden seguir divirtiéndose solos. - Por lo menos la acompañaría hasta el coche, una vez allí estaría a salvo. – Vamos.

Tardamos poco en salir de la posada en dirección a la calle, por suerte era bastante tarde y la gente estaba o en su casa o tomando algo. Caminamos un par de calles hasta llegar al callejón donde estaba el coche que se llevaría a Dominique, fue entonces cuando lo note… ese olor, esa sensación de frio antinatural. “No es posible… ¿Por qué aquí?” Me pare en seco, a apenas unos cinco metros del coche. – Espera Dominique… aquí pasa algo.

por **Dimitri Lumière** Dom Mar 06, 2011 7:32 am

Todavía olía a humo negro en aquella mansión de marfil. Los ángeles del infierno parecían haber bajado a buscarme, pero esta noche no me encontrarían allí. Tenía trabajo, y quizá, si todo iba como era de esperar, podría al fin cumplir mi objetivo. Por supuesto, la princesita francesa no era precisamente mi fin último. Ella era, aunque nadie lo sabía, un mero escalón más en la larga escalinata que me llevaría a reencontrarme con Él.

Cerré las puertas de mi mansión apresuradamente y palpé una última vez el bolsillo interno de mi abrigo. En efecto, allí se encontraba el arma. Crucé los jardines con avidez. Aún faltaban bastantes minutos para que ella saliera de allí, pero estaba tan deseoso de llevar a cabo aquella tarea que había decidido ir con tiempo para poder escrutar cada centímetro del terreno. No, qué digo, cada milímetro de él.
Ya estaba fuera de mi territorio, en el lejano Caserío de Longtemps. Una, dos y tres manzanas hasta que alcancé el principio del París urbano. Cuánto tiempo tardé en llegar al centro, ciertamente no lo sé. Pero juraría que tardé menos callejeando que bordeando el barrio antiguo. Ni siquiera recordaba el nombre de la taberna, pero los pies se movían solos recordando el recorrido por el que se llegaba. Efectivamente, a la salida, esperaba un coche que desvelaba que en aquella taberna había alguien que no encajaba con el perfil de habitual cliente. "Nunca hay que descuidar los detalles", me decía tan a menudo mi maestro... Y por él, precisamente por todas aquellas frases que habían constituido los pilares de mi personalidad, estaba aquella noche haciendo de sicario.

Sicario, término tan poco elegante. Y sin embargo, yo estaba formando parte de aquella locura. Desconocía los motivos de mi jefe (Mon dieu, jamás había tenido un jefe, el mero hecho de imaginarme las letras que formaban su palabra me hacían estremecer de curiosidad), pero sí conocía sus intenciones absolutamente inquebrantables. La quería muerta.

Esperé un par de minutos más, consciente de que la reunión se estaba alargando demasiado. Tenía entendido que sólo iba a pasar un tiempo allí, ni siquiera una hora. Aguardé impaciente desde el callejón contiguo a la vía donde esperaba el coche, y me pregunté si debía adentrarme más en las calles y esperarla en la puerta de la taberna.
"No", había dicho monsieur D'Avignon, "Tiene que ser cerca del coche". Sería el único modo de no despertar curiosos en la taberna, y de poder otorgar al cochero la responsabilidad total y absoluta de que la princesa hubiera muerto.

Ahora sí, escuché pasos. Sonreí sin siquiera llegar a oler el perfume embriagador que procedía de una calle abajo. Saqué la pistola de caballería francesa de mi difunto padre, y coloqué mis pétreos dedos alrededor de ella. Treinta segundos y la mademoiselle Fontaine aparecería ante mis narices, un blanco demasiado fácil para fallar. Treinta, veintinueve, veintiocho... Sí, era ella. Veintisiete, veintiséis, veinticinco, veinticuatro. Era el olor de una mujer joven, veintitrés, y el olor de una dama de alta cuna. Veintidós. Espera, Dimitri, hay alguien cerca.Veintiuno, veinte. Otro humano. No, espera. Diecinueve, dieciocho. Es un licántropo. Diecisiete, dieciséis, quince. Tranquilo, primero dispararé a la dama, y luego huiré hasta un lugar donde pueda pelear con el licántropo. Catorce, trece, doce. No, merde! No, no, no! Once, diez. El licántropo iba con ella. Si fuese humano, habría estado sudando de nerviosismo. Era imposible fallar. ¿Por qué la acompañaba un licántropo? Bueno, había tiros de sobra. Nueve, ocho. Primero a ella, luego a él. Y luego... Siete, seis, cinco. Debería estar tranquilo. Cuatro. Merde, il s'approche trop rapide. Se había dado cuenta de que yo estaba allí, venía demasiado rápido.

Y, en efecto, no hubo tres, ni dos, ni uno. Sólo hubo un disparo, y por ende, un terrible fallo. Había dado a la pared, había fallado. Había disparado antes de tiempo. Y ahora, frente a mí, la hermosa doncella y el licántropo. Apreté los dientes con fuerza y disparé de nuevo, apuntando al cráneo de mademoiselle Fontaine.
Mon dieu, por mi maestro.

por **Lydia Sforza** Lun Mar 07, 2011 12:56 am

Estudie su rostro, preguntándome hasta cuando comenzaría a aparecer algo nuevo en aquellos rasgos tan intemporales. Decía el que existiría de forma muy paulatina, probablemente no alcanzaría a verlo, por ello mismo daba realce el imaginarlo y aunque lo intente, ninguna imagen apareció. No podía concebir a Lucían de niño, muchacho u anciano, sencillamente era así… el eterno maestro, el mito perdido de algún héroe griego.

Mis rasgos, aunque prudentes en ojos que supieran leer resultaban ser delatores de mi sentir, con una mueca ligera respondí a sus discursos, “No confundas lo admirable con lo autodestructivo” había dicho, aquello era una idea interesante, sin duda, pero no era momento para profundizar en ello.

--- ¿Solo por ser joven la muerte no me alcanzara? Es curioso, pero desde hace mucho que deje de creer que el fin solo le llegaba a los viejos--- Tampoco era momento para ahondar con la muerte, la aristocracia, la vida, al pueblo o a los vampiros, aquellos eran tema casi “tabu” no iban a cambiar por mas que discutiéramos, y ambos ya sabíamos lo suficiente respecto al tema, aun así me hizo sonreír su consejo de que el se encargaría: Tampoco podía imaginarlo convertido en bestia matando a mordidas a alguien, era demasiado refinado para darme hincapié a ello--- Claro, libertador, salve todos los cuellos que pueda, tienes vida de sobra para lograr bastante –-- Alenté, percatándome de aquel tonito burlón que solía emplear cuando conocía a algún revolucionario, o artista con sueños de cambio. Era una costumbre, eso de comprender sus convicciones y sin embargo sabor como son y serán las cosas.

El humor provocado por ello no pudo durar mucho apenas comenzó a reconocer y a justificar las razones de su trato tan paternal para conmigo, y mi cuerpo no pudo evitar respingar cuando me salió con esa pregunta tan… ¿directa?. Fingí hacer un movimiento natural de frotar mi brazo derecho cuando lo hizo, simulando que era a causa del frio, pero sabia que el lo notaria, aun con 6 años de diferencia encima sabia leerme. Era natural que la gente no dejara de mirarme como la princesita, la niña de las preguntas, la hija, la hermanita… lo sabia y me molestaba, porque yo hacia todo para romper esas estampas, de hecho ya me habían preguntando lo mismo una vez, “¿Te molesta que actué como un padre? Había dicho mi hermano, y aunque había enfurecido en ese momento, no se compraba a lo experimentado en ese momento.

--- Ya tengo un padre, Lucían--- Respondí, dejando luego que me colocara la capa y me cruce de brazos y marche con el de esas habitaciones cálidas, nuevamente rumbo a la taberna. Había menos barullo en ese lugar, sus compañeros… al menos los que estaban, tenían platicas mas silenciosas y algunos ya habían sido victimas del sueño, cayendo inconscientes sobre la mesa. Me agarre del brazo de Lucían, mas por mi costumbre siempre que andaba con algún caballero--- Pura calma, te necesitan para hacer su alboroto ---acote en un murmullo que estaba dispuesta a acompañar sus comentarios amables y hacer olvidar el vértigo de hace un momento.

Avanzamos por las calles frías, y como siempre a esa hora la ciudad dormía, ni un rostro apareció para toparse con nosotros. Vi mi coche en la esquina y a mi chofer inquieto ajustando las correas de los caballos, si… estaba asustado. Nos detuvimos junto aun y con un ademan le ordene que cayera, antes de que pudiera acotar algo, Lucían me detuvo

--- ¿Pasar que...? --- un disparo me hizo dar un brinco hacia enfrente y creo que lance un grito, los caballos relincharon escandalizados y comenzaron a hacer su escándalo. Los brazos de Daniel, mi chofer y complice, fungieron de escudo para tumbarme al piso cuando un disparo mas se escucho. Un sicario estaba allí, y el blanco era yo ¿Cómo diab…?

por **Lucien Greymark** Mar Mar 08, 2011 2:22 pm

Ya se lo había dicho a Dominique hacia un rato, aquel olor era inconfundible, aquella sensación de frialdad, de muerte aun sin concluir, todo aquello solo podía significar una cosa: vampiro. ¿Pero porque? Los vampiros no actuaban así, no se escondían y esperaban pacientes a una presa concreta, no eran cazadores tan ávidos, y menos con personas normales que pasaban por la calle. A no ser… Por una fracción de segundo me quede mirando a Dominique, ella no era una persona normal caminando por una calle de Paris, era mucho más que un objetivo apetitoso. Sin embargo, antes de poder pensar en algo mas se oyó un fuerte disparo que me paso rozando por mi lado derecho y acabo estampándose en la puerta de una casa abandonada. Esto no era una simple cacería por un alimento.

Enseguida el chofer de la princesa corrió para situarse a nuestro lado, justo cuando un pequeño click, un sonido apenas imperceptible hasta para mi, sonó al otro lado del callejón. Allí estaba, era un hombre de aparente juventud, con un arma levantada y apuntando directamente a la cabeza de Dominique. – ¡¡¡Cuidado!!! – Sin pensármelo siquiera coloque mi cuerpo en la trayectoria de la bala tapando a la princesa. La bala perforo mi cuerpo a la altura del hombro izquierdo, produciendo una sensación de quemazón como hacía años que no experimentaba, conocía aquella quemazón, aquel tacto odioso que hacía que se me revolviesen las tripas. Un alarido de dolor acompaño al impacto seguido de sangre y una incómoda corriente recorriéndome el cuerpo. “¡¡Plata!! Maldito saco de carne muerta.” Me levante del suelo rápidamente y agarre a la princesa y a su chofer, aun tirados en el suelo, y de un descomunal salto me coloque detrás del coche. – ¡¡Maldita sea!! – El chofer, completamente aterrorizado y confuso no parecía estar completamente allí, como si quisiera estar en cualquier otra parte. Sin embargo Dominique parecía incluso más confusa. - ¿Estás bien? ¿Te ha herido?

Empecé a tocar su cuerpo por donde había manchas de sangre, buscando un posible orificio por donde pudiese haber entrado una bala, no parecía herida, pero aun así prefería no arriesgarme. Me asome por uno de los bordes del coche, intentando localizar al tirador y sorprenderlo antes de que disparase de nuevo, por muy inmunes que fuésemos a las armas normales, si otra bala de plata me daba en un punto vital podía darme por muerto.- Dominique escúchame, tienes que marcharte de aquí. Saldré a distraer a ese hombre, en cuanto lo haga coge el coche y márchate. – Esto no era un tema a debatir y tampoco se lo estaba sugiriendo, no podía enfrentarme a ese vampiro si además tenía que estar preocupándome porque ella estuviese a salvo.- Hazme caso en esto.- Dije suponiendo que podría ponerse en plan rebelde cuando no era el mejor momento.

La deje allí, plantada con el chofer medio ido mientras yo me deslazaba rápido hasta una de las paredes contiguas al callejón. Allí fue donde lo vi, desde su posición de disparo, solo con verle la cara ya la ira bullo en mi interior, el animal que habitaba en mi subconsciente deseaba salir, deseaba sangre más que cualquier otra cosa. Un juego de dientes afilados y blancos salieron a relucir en la oscuridad, mientras corría a toda velocidad hacia mi presa, con rápidos movimientos utilizaba las paredes del callejón para saltar de un lado a otro, evitando que volviese a dispararme. Cuando finalmente estuve lo bastante cerca de él, arremetí con todas mis fuerzas al vampiro acabando los dos chocando y rompiendo una pared de madera de una casa avandonada.

por **Dimitri Lumière** Mar Mar 08, 2011 3:18 pm

No, si quiera por mi maestro. Había fallado. Segundo fallo. ¿Y ahora qué?
Apreté los dientes con más fuerza aún, notando a la perfección el rechinar de mis colmillos entre sí. Estúpido licántropo. ¿Qué demonios haces aquí? La ira había estallado con fuerza en el centro de mi pecho, a pesar de que la calma me llamaba con voz débil y lejana fingiendo que nada había pasado. Pero yo sabía que sí.

Escuché pasos rápidos, y al licántropo gritar de dolor. La bala había fallado, no había dado a al princesa, pero el licántorpo se la había comido de lleno. No sabría decir, no hasta unos segundos después, en qué miembro de su cuerpo había penetrado la bala argéntea, pero sin duda iba a dolerle durante unos días, si es que salía de esta. Y yo mismo me encargaría de que no lo hiciera.
Levanté la pistola de nuevo para apuntar a la princesa, pero ésta se había metido ya en el coche. Todo estaba yendo demasiado rápido a mi alrededor; no atendía a nada, tan sólo, si cabe, a aquella vocecita que gritaba en mi interior que había fracasado, y que Gilles jamás me desvelaría el paradero de mi maestro. Toda la ansia y el nerviosismo que había padecido durante tantísimo tiempo habían sido en vano.

Iba a disparar de nuevo, pero el licántropo volvió a salir del coche en dirección hacia donde yo estaba, y no tuve más remedio que correr hacia atrás y disparar de vez en cuando por si acertaba el objetivo. Cualquier precisión sobrenatural en aquel momento estaba fallándome. Allí no era más que un mortal más con unos sentimientos que cegaban por completo su visión inhumana. No tenía ningún tipo de reflejos activados, y sin duda, eso pasó factura.

El licántropo se abalanzó sobre mí, y ambos chocamos estrepitosamente en una lucha por un poder imposible. Su fuerza fue mayor entonces, puesto que él estaba furioso y yo me debilitaba, así que su salto me arrastró hasta la pared de una casa en ruinas. Caímos al suelo estrepitosamente, y sólo entonces recobré mi fuerza y mis reflejos. Agarré la pistola con fuerza, notando cada poro de la piel de mi mano derecha sobre ella. Con la izquierda, me impulsé para levantarme del suelo y apartarme. La oscuridad jugaba a mi favor, pero el lugar, no. La pared de madera se había destrozado, y el pico de cada palo de madera que ahora yacía en el suelo podía ser mi sentencia de muerte. Estábamos a empate. Su herida manaba sangre y la bala de plata quemaba su piel; si yo volvía a dispararle y acertaba, él moriría, o al menos no tendría fuerzas para seguir esa lucha. Si él conseguía atraparme y clavarme la madera, entonces...
Bueno, no permitiría que eso sucediera.

Me escondí tras un sillón a medio montar. Su tela negra serviría de escondite. En el suelo, escuché su respiración entrecortada, que desveló su situación. Sin pensarlo más, levanté mi brazo y mi cabeza y apunté con certeza al lado izquierdo de su pecho antes de disparar una de las últimas balas de mi pistola de caballería.

por **Lydia Sforza** Mar Mar 08, 2011 4:17 pm

¿Cómo diablos estaba sucediendo eso? Los brazos de Daniel eran unas zarpas de acero pesadas y de un calor grotesco, que temblaban. Escuche el grito de Lucían y con aturdimiento note su cuerpo temblar a causa de un proyectil que tuvo que haberle dado---. ¡Lucían! --- grite y quise ponerme de pie, pero Daniel no lo permitió. Todo el coraje y resentimiento formulados hace unas horas se esfumaron con la preocupación de verlo en ese estado. Maldita sea!, ¿Qué no eran resistentes? ¿Por qué esa bala parecía provocarlo un dolor tan lacerante como podría hacérselo a un humano?

Como pude me zafe del cinturón humano que me sujetaba y me coloque de pie, tratando de auxiliarle al tomar su brazo. Aunque no tenia idea de que hacer, los primeros auxilios no estaban incluidos en alguna de mis clases. De un segundo a otro el mismo herido fue quien nos empujo rumbo al coche, no sin antes haberme inspeccionado, cuidando de que estuviera entera…

--- ¿Qué si estoy herida yo? ¡Lucían, tu brazo! – le reitere frustrada y aterrada, pero el no me escucho ni me dio oportunidad de nada. Sus ojos brillaban de una cólera que me mortificaba, una expresión totalmente distinta a cualquiera que le hubiera conocido antes. Atendiendo a sus indicaciones y dejándolo marchar empuje a Daniel ---. ¿Qué no estuviste escuchando? ¡Muévete!El pobre hombre asintió y con la eficiencia del vértigo tomo su lugar tras los caballos, los cuales galoparon enardecidos por la calle fría. Mis manos se retorcían temblorosas y no podía dejar de sacar de mi mente al Lucian herido y furioso.

--- ¡No vayas demasiado lejos! --- Ordene pese a todo mi miedo, e inmediatamente vinieron las replicas. “¡Pero mi señora, era un sicario!, ¡Su seguridad!”---. Mas te vale no ir demasiado lejos porque regresaremos después! --- le especifique desde la ventanita prioritaria hacia el conductor, sin embargo, no vi que disminuyera la velocidad o diera vuelta--- Créeme que si acabo en Versalles lo primero que hare será ordenarte la cita a la guillotina --- Amenace cual reina roja, pero no podía dejar a Lucían allí abandonado.

por **Lucien Greymark** Miér Mar 09, 2011 3:03 pm

Mi brazo era lo de menos ahora mismo, había otras cosas de las que debíamos preocuparnos antes que cualquier otra cosa y era poner a Dominique a salvo a costa de lo que fuese necesario, aunque eso implicase mi vida. Por suerte la princesa no me negó mi petición y nada mas alejarme del coche en dirección al callejón para ocuparme de ese vampiro subió rápidamente al interior y se marcharon a todo correr. Eso me dio cierta tranquilidad, pues al saber que ella se alejaba de la zona me daría más libertad para moverme sin tener que estar preocupándome por su seguridad.

Tras el primer ataque contra el vampiro acabamos entrando enzarzados a golpes por la pared de la casa medio en ruinas, y sin saber cómo, logro zafarse de mi agarre y salir a la oscuridad de la casa. Me levante como pude del suelo polvoriento y me adentre en la oscuridad, siguiendo el rastro de mi presa, si es que la presa realmente era él. El brazo me dolía, era como tener una pieza de metal candente recorriéndome la sangre. Notaba como la sensibilidad del hombro izquierdo escapaba a mi control, y un ligero humillo y olor a quemado salía aun del orificio por donde había entrado la bala. Mi mente parecía bifurcada, entre la sensación de dolor y el intento inhumano de concentrarme en el problema que tenía delante, si por lo que fuese ese vampiro conseguía darme de nuevo podía darme por muerto, difícilmente podría moverme con una segunda bala de plata encajada en el cuerpo.

Mis ojos rápidamente se adaptaron a la oscuridad, moviéndome lentamente y con sigilo por la espaciosa habitación, vieja y llena de polvo. “Tranquilo, tienes que concentrarte. Olvídate del dolor ahora.” Respire hondo mientras aspiraba aire, intentando localizar el rastro del vampiro. Seguía en la habitación, de eso estaba seguro, y seguramente estaría escondido esperando la oportunidad perfecta para poder atacarme por sorpresa. A pesar de eso, y contra todo pronóstico, hable lentamente pero con claridad. – Se que estas aquí… puedo olerte. – Camine hasta colocarme cerca de una estantería en la zona derecha de la sala. – Sabia que los vampiros teníais escasez de valor pero, ¿tanto como para disparar así a una humana? Y encima pretendiendo esconderte de mi… - Algo del todo estúpido, cualquier licántropo con algo de experiencia era un cazador muchísimo más peligroso que cualquier vampiro. Nosotros no olíamos sangre sino que percibíamos los aromas propios de las personas, sus sentimientos, hasta el latido de su corazón éramos capaces de oírlo. Lo más importante es que, una vez captábamos un olor, ya no lo olvidábamos nunca.

Por lo visto mi provocación dio resultado, porque apenas termine de hablar el vampiro salió de su escondrijo detrás de uno de los viejos sillones al fondo de la sala, con el arma presta y a punto para disparar. Gracias a mi suerte que había oído el arma prepararse y pude desplazarme detrás de la estantería a tiempo, sintiendo como la bala rozaba ligeramente la madera del lugar donde medio segundo antes había estado yo. Ahora era el momento perfecto, no podía quedarme parado y darle la oportunidad de recargar nuevamente. Salí a toda velocidad de detrás del armario o corrí hacia su posición, saltando por encima del vampiro y dándole un golpe con mi mano sana al brazo donde tenía el arma. Veríamos si era capaz de pelear en serio si tener su plata a mano.

por **Dimitri Lumière** Vie Mar 11, 2011 6:25 am

Si mi corazón aún estuviese vivo, en ese momento mis latidos habrían sido insoportablemente rápidos y nerviosos. Quienquiera que fuese el licántropo tenía la respiración agitada también, pero se le notaba que la herida lo estaba debilitando. Lo escuché hablar, soltando las palabras al aire para obtener una respuesta. No era tan estúpido; no pensaba contestarle por un impulso egoísta, al menos no todavía. Si lo hacía, desvelaría mi posición. Sin embargo, él había desvelado la suya. Apreté con fuerza el mango de la pistola y con mi rapidez sobrehumana me levanté y disparé directamente a la cabeza del licántropo. Él se apartó, pero no olía a sangre. Joder, la ha esquivado.

-No pretendo esconderme de tí -le dije con una sonrisa- Sólo quiero jugar un rato.
Sin embargo, el licántropo aprovechó mis palabras para pillarme por sorpresa y arrebatarme el arma de un golpe. Apreté los dientes y me dirigí hacia él. - Tú no deberías estar aquí -grité- Estúpido licántropo.
Si quería una guerra cuerpo a cuerpo, la tendría. O más bien, le haría creer que la tenía. Posiblemente, su fuerza y reflejos fuesen superiores a los míos, así que lo más probable era que, si él no fallaba, fuese el ganador de una pelea justa y sin armas. Y precisamente por eso, no me interesaba. Jugaría un ratito, no demasiado para no resultar herido, y huiría en cuanto pudiera. Al fin y al cabo, ese no era mi verdadero objetivo.

Observé la pistola en el suelo. El arma de guerra de mi padre se quedaría allí. El licántropo permanecía en posición defensiva, preprado para cualquier ataque. Intenté golpearle el costado, justo el del lado del brazo herido, pero él fue más rápido y lo esquivó. Sin embargo, volví a intentarlo, esta vez seguro de que él volvería a pararme, por lo que aproveché su movimiento para golpear su otro costado. -Vamos, lobito. Saca tus dientes.

En cuanto pudiera darle un golpe fuerte, aprovecharía para huir.

por **Lucien Greymark** Dom Mar 13, 2011 5:36 am

Bueno al menos teniamos claro que este no era el típico vampiro incompetente y recién convertido que solo se dedica a besar el suelo por donde pisa su sire. Además por lo que veía era bastante rápido y no se dejaba provocar fácilmente, eso en cierto modo me dejaba mas en desventaja teniendo en cuenta que ya no podía utilizar correctamente uno de los brazos. “Debí haberme arcado en cuanto la pelea paso a este punto.” El que quisiese jugar es que no me tenía demasiado miedo, o si lo tenía sabía controlarlo. El quitarle el arma fue lo que permitió equilibrar más las cosas, ahora al menos tenía una posibilidad de librarme. – Mira quién habla… - Dije respondiendo a su insulto. - ¿Sabes a quien has estado a punto de matar? – Claro que lo sabía. Un vampiro, una pistola con balas de plata, esto no podía ser una simple coincidencia.

Ahora empezaba el verdadero combate, me había enfrentado a otros vampiros antes pero nunca de esta manera, siempre era yo el que sorprendía y atacaba primero, no a la inversa. De todas maneras no tenía muchas más opciones, me gustaba mi pellejo como para perderlo ahora mismo, y sobre todo, tenía que averiguar quién era este tipo y de donde salía. Su primer golpe intento alcanzarme el costado izquierdo, una estrategia un tanto rastrera pero efectiva, sabía que mi punto débil era mi brazo, el cual me goteaba sangre sin paras y seguía ardiendo, mientras me atacase allí tenía posibilidades de romper mi defensa y darme un paliza. Esquive el primer ataca como pude y me prepare para el siguiente, debía esperar a que hubiese un hueco en su ataque y poder responder. Volvió a repetir la misma estrategia de ataque y, prevenido de antemano, me prepare para páralo. Sin embargo, antes de que pudiese hacer nada cambio el curso del golpe para darme por la derecha. El golpe me dejo un poco aturdido, la plata ya estaba empezando a dejarme medio grogui.

- ¿Quieres jugar? pues juguemos. – Aprovechando la cercanía después de que me diese el golpe lo vi claro. La única manera de poder encontrar un hueco por donde atacarle era dejar que se acercase, esa era la clave. Con un movimiento del brazo derecho agarre la extremidad con la que me había golpeado y lance al vampiro contra uno de los armarios de cristal que había cerca de la pared contigua. Me lleve una mano al hombro dañado, esta pelea tenía que acabarse rápido o no iríamos a ninguna parte. Antes de que pudiese levantarse corrí hasta donde se había caído su arma y la recogí. No pretendía usarla pero podría serme útil mas tarde. – Vamos chupasangre, ¿eso es todo lo que tienes?

por **Dimitri Lumière** Miér Mar 16, 2011 6:29 am

Esquivé algunos golpes, pero claramente, aquello tenía que acabar antes o después. No estaba en absoluto seguro de salir victorioso, así que debía aprovechar el mínimo despiste para huir. El licántropo parecía furioso, y en parte eso jugaba a mi favor; si él se dejaba llevar por pasiones, antes o después cometería alguna estupidez. Algo que podría darme la oportunidad que estaba esperando para salir corriendo.

¿Que si sabía a quién había intentado matar? Oh, le pouvre. Rompí a carcajadas y dejé que él viese mi rostro. La situación no estaba para reírse, ni mucho menos. Me habían quitado el arma, y en el combate cuerpo a cuerpo perdería. Pero necesitaba desatar tensiones, aunque sólo fuese un instante. Recuperé mi postura atacante y esperé a que fuera él quien diese el siguiente paso, pero eso no sucedió. Aproveché para golpearlo, pero pudo esquivarlo. La segunda vez, no pudo. Él se aprovechó del momento para cogerme del brazo y lanzarme contra un armario de cristal. Joder, cómo dolía. Escuché cómo activaba mi pistola mientras yo estaba en el suelo, aún convaleciente y con cristales incrustados en mi espalda. Por suerte, no había nada clavado en mi cara ni en mi cabeza. El azar me estaba ofreciendo una oportunidad; o ahora, o posiblemente más tarde no podría escapar. Aunque me sintiese un poco más débil por el golpe, si no hacía el esfuerzo ahora quizás sería mi sentencia de muerte.
Además, dudaba que él acertase con la pistola en aquella oscuridad y estando yo en movimiento. Sí, sin duda un escape dinámico era lo más sensato ahora.

Me levanté con la rapidez que caracteriza a los vampirios y rodeé la habitación hasta encontrar la pared de madera derruida por la que habíamos penetrado a la estancia. Sin pensarlo, salí de aquel lugar y me adentré en los callejones. Ahora sólo pensaba en escapar. Ya pensaría después en las consecuencias nefastas que lo que había hecho -o más bien, lo que no había hecho- traerían de por sí con Gilles.
Qué lejos me sentía ahora de Zouis, mi maestro.

por **Lydia Sforza** Jue Mar 17, 2011 1:03 am

Como era de esperarse, mi chófer no me escucho. Le temía mas al sicario del que apenas se había librado que a la Princesa enloquecida que lanzaba amenazas de muerte. Cruzamos una de las entradas laterales del castillo rumbo a las caballerizas, que era siempre la ruta de retorno. Mis manos temblaban sin que yo pudiera evitarlo, y mis pensamientos iban en una revolución incesante: ¿Quien había escupido la verdad sobre mis salidas?, ¿Como se había enterado ese asesino de la hora y lugar donde estaría mi carroza?. Muchos motivos podría haber para quererme muerta, sin embargo ¿cual era este?

Cuando la carroza se detuvo tuve miedo de salir, la proximidad de esa bala y el anuncio de una posible muerte habían alertado mis nervios a grados supremos, sentía terror de mi propia sombra... y no me sentía segura ni siquiera en Versalles. Sin embargo, salí de la carroza cuando mi chófer abrió las puertas para luego abordarme en un avalancha de disculpas y justificaciones

--- ¡ Cállate! --- Grite, caminando de un lado a otro como León enjaulado. Necesitaba pensar. Lucían estaba allá con una bala en el brazo de la cual parecía afectarle mucho y quien sabe como quedaría puesto que se empeño en seguir al atacante. Tenia que salir pese a que me muriera del miedo, tenia que encontrarlo pero... ¿como buscar?, ¿como...? ¡Maldita sea!

Mire un caballo que descansaba en su área, tan tranquilo y distante como me gustaba ser a mi siempre… y no ese manojo de nervios que apenas y podía controlar el timbre de su voz, y que deseaba desesperadamente un milagro que la ayudara.

--- Evelyn…--- El nombre salió con sorpresa, con incredulidad incluso para mi misma---. Evelyn Von Clevier… Llámala… duerme en la área de los nobles de titulo --- Demande en un hilo de voz, buscando de mis bolsillos algo personal, que me identificara. El anillo real deslumbro apenas se lo extendí a el, con una mano que se esforzaba en verse firme---. Dáselo al Guardia, a Claudio. Que es una orden m.. mia. Y tráela a ella aquí. Ahora!

--- Pero, mi señora. Usted debe entrar al Palacio, debe protegerse y…

--- ¡Te he dicho que lo hagas!--- Me miro con confusión pero aun así tomo el anillo con fuerza y montón uno de los caballos de servicio, perdiéndose en el camino. Me deje caer al piso apenas se fue, tallando mis ojos con fuerza y limpiando mis mejillas en busca del dominio. Esperando de verdad que los cuentos de magia y brujería de Evelyn fueran de verdad ciertos.

por **Evelyn von Clevier** Sáb Mar 19, 2011 5:28 am

Hállome paseando tranquilamente por las elegantes calles que solíamos frecuentar las gentes de mi clase, no iba acompañada, pues en aquellos instantes deseaba algo de tiempo para mí además de que tenía la extraña sensación de que debía permanecer en soledad, era como si una voz me exclamara en el oído que era una cuestión de vida o muerte. No obstante, deseché aquellos pensamientos de mi mente, pues pensé que podría ser producto de mi personalidad paranoide... aunque quizá tuviera que ver con mi tamaña intuición.

Entonces, como por arte de magia, un desconocido corrió hacia a mí con el nerviosismo dibujado en su rostro, tras deterse en frente de mí y coger aire, recuperó la compostura y comenzó a hablar.
-Saludos, señorita. ¿Es usted Evelyn von Clevier?.- Dijo cortés aunque presuroso, al parecer había problemas.
-Sí, así es. ¿Alguna urgencia que requiera mi presencia?-
A modo de respuesta, el guardia cuidandose de que nadie nos observaba, me tendió un anillo cuyo símbolo conocía tan bien como la palma de mi mano.
-Entiendo... por favor, lléveme con ella en cuanto antes.- Dije con un halo de preocupación.

Entonces el guardia me condujo hacia donde se hallaba Dominique, realmente me extrañó verla de aquel modo... una mujer tan decidida ahora parecía sumamente preocupada por algo. ¿Qué podía ser? Sabía que por educación lo mejor era esperar a que me llamara, pero a parte de que había cierta confianza entre nosotras, no pude resistir la tentación de ir hacia ella y descubrir qué ocurria y qué tipo de ayuda necesitaría. Era para mí una gran amiga.
-Dominique, querida...- Dije tomando una de sus manos y mirandola fijamente como quien trata de escudriñar qué se esconde detrás de una mirada. -¿Qué ocurre?-
Traté de contener la susodicha preocupación, pero evidentemente mi tono de voz me traicionó, sin embargo logré mantener la compostura.

por **Lydia Sforza** Jue Mar 24, 2011 11:40 am

Continuacion de Trama:

https://victorianvampires.foroes.org/t6984-punto-sin-retorno-priv#114974

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