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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Lionel D'Maine Mar Feb 01, 2011 3:45 pm

Otra vez me han dejado abandonado

-Mirando una y otra vez el reloj que tenia en la muñeca empezo a sonreir con un suspiro, habia hecho una especie de apuesta con un amigo suyo pues segun decian alli en ese teatro a media-noche cuando las obras tenian lugar habia pasado algunas cosas e incluso habian desaparecido humanos que habian ido a ver la pelicula, Lionel sabia porque era e incluso otras personas tambien lo sabian aquellos gitanos que tenian el mismo don que él.

Pero habia gente que tenia ese poder y otros que no tenian el mismo, asi que Lionel penso que podia ganar algo de dinero haciendo apuestas en las que era evidente que llevaba todas las de ganar, como aquella en la que un chico queria hacerse el valiente, siendo al final todo lo contrario. Lionel se apoyo contra la pared de la entrada del teatro ladeando el rostro con una sonrisa en los labios, su cuerpo estaba completamente apoyado en una de las paredes, dejando que su vista se marchase a las estrellas pues al comienzo que la gente entraba la tensión iba aumentando-


Mmm...

-Tenia algo de dinero para una entrada pero estaba acostumbrado a entrar solo a todos los sitios, conforme los vampiros entraban y salian se mordialos labios mientras sus cabellos continuaban cayendo por el rostro...los tenia bastantes largos quizás debia de cortarse las puntas de los cabellos algo que aunque sonara ridiculo se negaba a que sucediese...solo unas puntas significaba que tendria que cambiar su cabello, ¿cuando habia comenzando a gustarle tenerlo largo? aun no podia saberlo...habia pasado demasiado tiempo, al fín se movió dispuesto a comprar una de las entradas a pesar de las miradas que algunas personas estaban dedicándole-


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Mensaje por Invitado Vie Feb 04, 2011 4:14 pm

Amor por el arte, pasión por el teatro, aquellas dos expresiones en apariencia aplicables a cualquier persona con un mínimo interés por las manifestaciones culturas de la psique humana me definirían, en momentos como aquel, de una manera mucho más amplia que lo que las simples combinaciones de palabras podrían, en apariencia. Era una amante del arte de todas las épocas: cualquier manifestación artística en forma de pintura, arquitectura o escultura iba a gustarme, sobre todo por ser reflejos de momentos que yo misma había vivido en su complejidad y magnificencia. Era, también, una apasionada del teatro precisamente por los mismos motivos: junto con la literatura, era una manifestación cultural de los hombres que les acercaban en sus momentos más pletóricos a los seres como yo, inmortales que amábamos la belleza por encima de todo. Por ese mismo amor al teatro había acudido, hacía unas pocas noches, al teatro de Dimitri Lumière para ofrecerme como pianista; por eso, y porque tocaba el piano desde su misma invención y con una habilidad que, aún pudiendo resultar egocéntrica, no tenía nada que envidiar a la de los grandes maestros. Alguna ventaja tenía que tener ser una inmortal de más de un milenio y medio de edad, aunque también tenía sus inconvenientes. El tedio, por ejemplo, era una de ellas. Cada noche desde los últimos siglos, en los que mi maestro y creador ya no vivía conmigo porque le habían asesinado unos fanáticos religiosos, luchaba contra la monotonía de la vida vampírica y contra la monotonía del mundo que quería cambiar pero que, en aquel momento, estaba estacado en lo contrario al progreso de manos de Napoleón Bonaparte, aquel hombre tan diminuto con un ego tan enorme. Aquella noche, no fue una excepción.

Estaba tumbada en mi cama, puesto que los ataúdes siempre me habían parecido extremadamente fríos e incómodos y teniendo un hogar preparado de antemano para evitar la entrada de la luz solar, poner algo que me recordaba que no estaba viva me parecía una ironía demasiado burda para mi persona. Estaba tumbada en la cama, como decía, cavilando acerca de mi posible salida de aquella noche. Mi cuerpo dolía, rugía, anhelaba beber algo de sangre y saciar la sed que desde hacía tanto tiempo poseía, sin posibilidades de reducirla porque no me gustaba dominarme a la hora de beber de alguien...sobre todo si era en momentos en los que no tenía nada mejor que hacer. La cena, entonces, parecía inevitable, y como tantos años hacían que mi elegancia y belleza fueran naturales no me esforcé demasiado en arreglarme: sólo un simple vestido de color verde oscuro intenso con corpiño ajustado que realzaba mis curvas y la palidez espectral de mi cuerpo y, por encima, una capa de seda negra para dar la impresión de que el frío me afectaba y no se revelara el secreto de mi inmortalidad. Sigilosa como una ráfaga de viento, salí de mi hogar en dirección a los barrios bajos, donde los hombres eran atraídos por mí y se acercaban como moscas a la miel...una comparación que hasta resultaba acertada. Escogí a uno de ellos para llevármelo a un rincón apartado y beber de él hasta que la vida se escapó de sus labios con ese último aliento del que evité beber por costumbre. Su cuerpo, hábilmente oculto después de ser drenado por mí, no aparecería hasta que fuera demasiado tarde y quien se preocupara por él hubiera perdido ya la esperanza. Mi cuerpo, a su vez, estaba pletórico y con ciertos matices rosados en la piel de las mejillas, fruto de mi sangriento banquete. Ya estaba lista para mezclarme entre la multitud, y precisamente eso hice, en un vaivén continuado de personas que iban y venían en la oscuridad de aquella noche.

Un lugar del que había oído hablar llamó mi atención, un lugar aparentemente de pesadilla pero que, por mi amor por el arte, estuvo destinado a atraerme como una luz brillante en la oscuridad que rodeaba mi vida, oscuridad transformada en tedio en mi situación. El conocido como Theatre des Vampiros estaba abierto aquella noche; su función, una auténtica obra de arte del genio de Molière, que tanto me gustaba desde siempre y desde que había visto sus obras estrenadas. Era un auténtico clásico, hijo de la Francia en la que en ese momento vivía, y bastó eso para atraerme hacia las luces de aquel teatro. Ya había decidido el lugar en el que pasaría mi velada, ya sólo quedaba decidir la compañía.

Al ir acercándome a aquel lugar, la mayoría de los presentes eran vampiros que, nada más verme, mostraban cierta aura de respeto por mi edad, visible en detalles vampíricos imperceptibles para el ojo humano sin entrenar en nuestras artes y secretos...en nuestro mundo privado del que, a no ser que llamaran nuestra atención, nunca formarían parte. Uno de los cuerpos que había por allí, sin embargo, pertenecía a un humano: su olor era inconfundible; su sangre, aparentemente apetecible y, como mínimo, deliciosa. Sus largos cabellos y aspecto de estar por allí sin saber muy bien cómo actuar, amén de sus ropajes, revelaban que su clase no era demasiado alta, por no decir directamente que, por sus rasgos, no pertenecía a los círculos aristocráticos. Mejor: más diversión por mi parte. Con elegancia natural, me acerqué a la taquilla y en un comedido tono de respeto pedí una entrada para la función de aquella noche, rozando al alejarme, aparentemente por accidente, a aquel humano y permitiéndome percibir su aroma una vez más. Sin duda, exótico y delicioso. – Disculpe, monsieur. – esbocé, con tono de voz suave que casi pareció un ronroneo felino y sensual, suave como la seda y, de enfadarme, peligroso como el más agresivo de los venenos.
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Mensaje por Lionel D'Maine Sáb Feb 05, 2011 1:55 pm

-Los juicios acelerados eran capaces de corromper hasta al alma más pura de los que aquí se encontraban más nadie se libraba de ellos pues ¿no habian sido los primeros que decian un no, los que habian observado a todos lados? cualquiera que fuera humano percibia el mundo lleno de las emociones que lo catalogaban pues, por ejemplo en el circulo social de cada persona era evidente que llamarías a aquellos con los que te llevabas mejor dejando en el olvido a aquellos con quien simplemente habias descubierto que era imposible congeniar. Lo gracioso era que no sabia porqué demonios habia pensado en todo aquello, ¿que tenia que importarle? ¿porqué habria de verse vetado en todos los lugares? ya que debido al hecho de su etnia la cual a simple vista no se contemplaba en los rasgos muchas de las ocasiones pues se esperaba que los gitanos fueran de piel canela sin poseer aquella palidez en los rasgos que Lionel era evidente que poseía.

Dejo de pensar en trivialidades de ese estilo pues por ahora lo único que deseaba era continuar con el camino dando cuenta de como las personas procuraban dejar un espacio entre el cuerpo de Lionel y el suyo quizás porque debido a su raza no podrían controlarse si veían la sangre de cerca...eso era lo que le indicaba su instinto que mantenia sus hombros completamente tensos, algunas auras eran normales pero como siempre debido a las miradas de la gente se marchaban silenciosamente quedando sobre todo las miradas de los vampiros, acariciaban el cuerpo del gitano como si le acogiesen silenciosamente esperando algun sonido, algun movimiento, que se marchase igual que lo habian hecho los demás humanos pero el no se movió, siguió mirando hacia el frente acariciando como un gesto ya habitual en él las monedas de oro que tenía en su bolsillo. Sonrió de pronto como si aquella situación fuera la mas graciosa de todas pues poco a poco iba menguando la espera llegandole el turno a él.

Las miradas le ponian nervioso, claro que lo hacian pero habia aprendido a convivir con ellas, especialmente cuando se era de una clase inferior a la aristocracia, tras unos momentos sentí como una especie de aura calurosa impregnaba el bolsillo trasero de mi pantalón ¿que seria? cuando saqué la mano del bolsillo para situarla por encima de la tela me di cuenta que por unos segundos me habia olvidado de que llevaba a mis cartas conmigo, los gitanos teniamos diferentes dones especialmente los de leer el futuro, pues bien, en eso se diferenciaba Lionel del resto pues las cartas solo le decian a él lo que iba a pasar momentos antes de que sucediera más no se lo decian a nadie más, eran como las condenadas amantes que servian sin servir, las esclavas que se sabian dueñas pues cuando intentó no hacerles caso el calor se fué intensificando haciendo que Lionel resoplase.

Aquello pareció molestar a la persona de delante pero no dijo nada, como habia llegado uno de los ultimos pocas personas habia detrás de él pero al haber hecho su primer movimiento las personas mumuraban, le miraban, otras sin embargo habian entrado ya al teatro como si aquello no mereciese la pena su atención, ojala hubiera sido igual para todos los demás. Se mordió el labio inferior cuando sacó la primera carta aun sin mirarla cerrando los ojos, al cerrarlos en esos segundos pasó desapercibido aquella mujer que se adentró a aquel mundo, el hombre de delante se marchó dejando su sitio a la joven mientras Lionel continuaba esperando a ver que le depararia la carta, sus dedos se habian enrojecido ya que la carta estaba impaciente, ardiendo por impaciencia nunca se escuchó mejor expresión que aquella cuando abrió los ojos lo único que pudo saber es que un ligero roce hizo que la carta se callera-


No, no ha de disculparse en verdad reconozco que ha sido culpa mia

-La voz de Lionel sonaba suave pero firme, algo avergonzado debia de reconocer porque le hubieran visto con los ojos cerrados pensando en las cosas que le depararia el futuro. Se arrodilló para tomar la carta observando su significado, prudencia. Eso indicaba que habia de tener más cuidado del que tenia otros dias para entrar en aqueste lugar, se levantó observando los ojos de la mujer con una sonrisa en los labios cuando negó, le tocaba a el el turno en las taquillas pero el hombre que antes habia cedido su sitio no iba a dejar pasar la oportunidad y compró su entrada.

Lionel mientras aquello sucedia admiró la belleza de la mujer, cualquier hombre se postraria a sus pies pidiendo un sitio a su lado, quizás una sola mirada podria ser capaz de llenar el vacio que el deseo habia dejado, el deseo que se marchitaba cuando no le obedecias pero cual caprichoso sentimiento hacia que te marchitases con él. ¿porqué pensaba ahora aquello? alejó los pensamientos una vez más volteando la mirada cuando la persona encargada de las taquillas le hacia una señal a Lionel, apuró el paso porque no queria que las personas de atrás se quedasen con su asiento.

Tras unos segundos el gitano pudo tener la entrada en sus manos volviendo a buscar con los ojos a aquella dama para cuando lo hizo sus pies se acercaron guardando mientras la carta en el bolsillo trasero sabiendo que quizás la prudencia seria lo mejor en estos casos pero a su vez la caballerosidad, no parecia importarle aquello...se situó por primera vez delante de la dama inclinándose caballerosamente, con la mano en el pecho y el tronco inclinado hacia delante ofreciendo asi sus respetos-


Lamento haberle dejado con la miel en los labios...mis deseos por el arte a veces me hacen comportarme como un ser maleducado.


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Mensaje por Invitado Lun Feb 07, 2011 11:12 am

Yo no era como los demás vampiros que conocía y, sobre todo, como los demás vampiros que con sus presencias oscuras y casi legendarias plagaban el mundo nocturno de los humanos, amén del de sus pesadillas. Yo no era como ellos en el sentido de que, aunque me divertía castigar a los humanos que se lo merecían y disfrutaba como la que más del sabor de la sangre bajando por mi garganta y saciando la misma sed que llevaba más de un milenio de vida sintiendo, no juzgaba a las personas por sus etiquetas sociales ni por sus razas, al menos no las humanas. A los lobos, harina de otro costal aunque me atraían a su manera, les juzgaba en base a lo que eran: animales con alguna excepción que les acercaba más a lo que era yo. A los humanos, no les juzgaba por las etiquetas absurdas y totalmente humanas y convencionales de gitano, de clase baja, alta o media, mendigos, aristócratas o nobleza; no, yo les juzgaba en función a cosas que no se veían tanto como las clases sociales, que muchos arrastraban como si fueran un estigma y que otros lucían y embellecían como si se tratara de pavos reales que lucieran su abanico de plumas de colores. Las razas humanas eran convencionales, simples separaciones entre realidades de personas que, muchas veces, debían pertenecer a una diferente a la que pertenecían o que, por el contrario, se ajustaban perfectamente a lo que cada persona se merecía: era algo totalmente arbitrario. Haber vivido tantos años en tantas épocas con costumbres tan diferentes y, a la vez, separaciones sociales tan complejas y tan variadas, había hecho que terminara pensando que la de aquel momento era tan válida como la medieval o, incluso, como la separación en patricios y plebeyos en la que me había criado...o al menos en la que me habían educado para ser consciente de ella, al haber nacido en el Imperio Romano y bajo la protección del Cesar.

Por todas esas razones, consideraba que las miradas de desdén de los vampiros hacia aquel chico humano y, además, de clase baja, estaban de más, así como sus aparentes intenciones de echarle de allí o, más bien, destruirle y hacer que no quedara ni una gota de sangre dentro de su cuerpo. Mi mirada, además, se alejaba de las de desprecio de todos ellos porque yo era mucho mejor como actriz que aquellos que no habían gozado de los siglos de práctica de los que yo misma había podido disfrutar para perfeccionar mi don natural. Todo lo que reflejaba mi mirada al clavarla en aquel joven humano con un olor tan particular, algo almizclado y diferente sin duda a los olores de las personas de clase alta, con diferentes estilos de vida y con las que solía relacionarme, era pura y simple curiosidad matizada con educación: absolutamente nada aparte de eso y, por una vez, era exactamente lo que estaba sintiendo respecto a él. No le despreciaba porque por nacimiento no perteneciera a los círculos aristocráticos o porque leyera las cartas, parte de su naturaleza gitana a la que no tendría que renunciar por nada al ser precisamente su propia naturaleza y no la de nadie más; no era, por eso, igual que el resto de vampiros del lugar que le miraban con desdén y apetito, como si fuera a convertirse en su cena. Le miraba con interés por ser una persona que había logrado despertar en mí un je ne sais quoi que hacía que ni me planteara usarle como postre...por el momento. Le miraba con cautela, también, al desconocer si poseía conocimiento o no de mi naturaleza no humana. Le miraba de una manera más bien fija y no huidiza, como los cánones de la época respecto a las mujeres parecían clamar en pos de una supuesta timidez adorable que buscaban los hombres. Le miraba atenta a sus movimientos, como aquel de recoger la carta que tras mi roce curioso se le había caído al suelo; le miraba, viendo de reojo que la carta mostraba un dibujo cuyo significado podía imaginarme, algo relacionado con la cautela a juzgar por el dibujo. Las cartas habían hablado y, si de verdad se referían a mí, cautela era lo mínimo que podían aconsejarle...Por su bien y por el de su sangre, ya que nunca se sabía si acabaría de estar totalmente a salvo conmigo alguna vez. Chico listo.

Dijo, tras abrir los ojos y con la carta en la mano, que no debía disculparme porque la culpa había sido suya y entonces fue su turno de observarme a mí, mi rostro y, sobre todo, mis ojos. Se decía que los ojos eran el espejo del alma y por eso mismo mi costumbre de mirar siempre a los ojos de las personas, costumbre que al parecer él compartía y que, sólo por eso, hacía que tuviera ese detalle que aumentaba mi interés, pues no mucha gente compartía aquel descaro mezclado con la curiosidad que también conllevaba ser capaz de aguantar una mirada. No muchos, además, aguantaban mi propia mirada llena de secretos y experiencia, así que valor tampoco le faltaba a aquel chico, que después de aquella observación fue a la taquilla para adquirir una entrada para la función de aquella noche.

No me importaba esperar; de hecho, había pasado lo que era para muchos una auténtica eternidad para poder, así, descubrir la paciencia que yacía oculta dentro de todos los seres, daba igual su raza. Que él se alejara para abonar su entrada no entraba sino dentro de lo esperable en aquellas circunstancias y por eso ni mi rostro ni mi curiosidad variaron lo más mínimo durante la espera, bastante breve por la rapidez de la persona encantada de otorgarle aquel trozo de papel que le permitiría entrar en aquel lugar prohibido para muchos. Al volver a mi lado, hizo una referencia con la mano en el pecho y volvió a disculparse, aquella vez por haberme dejado con la miel en los labios porque a veces sus deseos por el arte le hacían comportarse como un maleducado. Una sonrisa torcida y divertida fue la primera respuesta a su comentario; una breve reverencia que implicó una flexión suave de mis piernas y una caída delicada, como un soufflé, de mi cuerpo, fue la segunda respuesta. Otra cosa que él y yo teníamos en común: el amor por el arte. – No se disculpe, monsieur. Es comprensible que al ser el arte una fuerza superior a muchos de nosotros, que controla nuestros deseos y nos enfoca hacia ella, se pierda a veces la noción de la realidad y de lo común en cada momento. – le respondí yo, volviendo a mi posición vertical habitual por estar en pie frente a él y dejando caer los párpados, estudiándole. – Es de suponer que ha sido ese deseo por el arte lo que le ha traído aquí esta noche, monsieur...Oh, vaya, qué falta de atención la mía. Desconozco su nombre y ni siquiera le he dicho el mío. Me llamo Amanda. – le dije, presentándome y haciendo una inclinación de cabeza, más rápida, para terminar de rematar aquella presentación. Una mirada rápida a la entrada me reveló que la obra de aquella noche era una de Molière, el dramaturgo francés por excelencia, y al alzar la mirada de nuevo a él simplemente esperé su respuesta...y su nombre.


Última edición por Amanda Smith el Jue Feb 17, 2011 9:00 am, editado 1 vez
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Mensaje por Lionel D'Maine Sáb Feb 12, 2011 7:02 am

-El mundo se volvía extrañamente vago cuando el gitano estaba cerca de aquellas puertas, los gitanos no eran tan amables con su arte como lo llegaba a ser él pues habia tenido más de una discusión debido a ello ya que era muy común que las personas de su etnia prefiriesen estar pasandolo bien con unas bebidas asi como el amor del fuego que rodeaba la figura de los mismos a estar escuchando los versos más hermosos que pudieran escuchar...no sabia porqué, ya que su padre aun cuando gustaba de las letras no era alguien como Lionel que estaba deseando reservar una parte de su paga para todas aquellas funciones que le dotaban de vida, era a veces algo cruel decir que el dia a dia no le llenaba de momentos en los que el climax de su corazón parecia estar al 100% en todos los momentos pero ¿quien se podia igualar a esas obras de shakespeare? tan famoso como para los humanos como para los no humanos.

Él de pequeño habia observado de lejos una función de teatro que unos gitanos habian hecho, tenia un amigo o mejor dicho un gitano casi de su edad que era actor callejero y se conocia todos los versos que quisieras saber, especialmente de los clasicos que es lo que la gente deseaba, ¿modernidad? sabia que el teatrro necesitaba nuevas bocas que alimentar o nuevos cerebros que llenar pero cuando te ponian aquellos clasicos como "el fantasma de la opera" "romeo y julieta" "Hamlet"¿quien no acudia a ellos con una sonrisa? incluso cuando te habias leido el libro por lo menos mil veces te gustaba volver al espacio de tu niñez saboreando cada palabra e incluso emocionandote tanto o más que como la primera vez que lo habias visto, eso le habia pasado al gitano infinidad de veces, por eso sonrió con suavidad en cuando ella habia hablado.

Parecia que los de su alrededor le tenian respeto puesto que se mantenian a una distancia alejada de nosotros además que las miradas por instantes o eran acusadoras o simplemente ignoraban el hecho de que Lionel estaba alli, la verdad no sabia decir el porqué era tan...poco importante aquello quizás porque siendo gitano te acostumbrabas a todo tipo de tratos especialmente de las miradas, las personas que tenian de más se quedaban con una sonrisa en la boca creyendose superiores asi como el estatus económico que poseían, emitió un suspiro acomodandose un mechón de cabello que debido a su longevidad habia acariciado su mejilla-


Mademoiselle, permitame decir que su nombre es incluso mas hermoso que el de la obra a la que tengo el honor de asistir.

-Sonreí cuando se inclinó de aquella manera tan rapida diciendo su nombre causando una ligera sonrisa en los labios de Lionel pues aquella sencilles era lo que mas valoraba en las personas, que la gente al menos lo pareciese {sencilla} era mas que un logro pues ultimamente cuando mas aparentabas ser mas estatus parecias poseer, siendo lo opuesto aquesta dama que aparentaba ser de una clase alta más con unos modales dignos de cualquier mujer y/u hombre Parisino. Tomó el gitano ahora el relevo de presentarse inclinandose una vez más, aun cuando fuera o constase repetitivo gustaba de exponer aquellos modales que de nuevo estaban tan extinguidos en la raza gitana-

Lionel D'Maine mademoiselle. Un placer conocerla

-Cuando se irguió con lentitud, contempló el titulo de la obra asi como la hora a la que esta daba comienzo, solo quedaban unos 15 minutos para sentarse ponerse comodo leer un poco de lo que iba...aquellos minutos de cortesia que todo amante de las artes se concedia cuando llegaba el dia de la obra, aun cuando supieras los textos o de lo que iba era casi monótono el hecho de que te pusieras a mirar de nuevo el pamfleto de la obra, por intuición tomabas el papel en tus manos...vió ya al guardia indicando que entrasen o cerraria las puertas para el primer aviso, era obvio que debian de entrar u apurar el paso más eso no lo hizo ¿quien seria un caballero que apura a una dama?-

¿Le importaria, que fuera su acompañante en la noche? por lo que puedo comprobar su amor por el arte es parecido al mío, por ello, si no es mucha petición o exceso de confianza por mi parte...¿aceptaria mi oferta?

-Carraspeó un poco, bueno él siempre habia sido torpe a la hora de acercarse al genero femenino por muy caballeroso o respetuoso que fuera, no podia evitar que los nervios le dominasen seguidos...era, no se, siempre se habia comentado de lo brutos que eran los gitanos, Lionel como si tuviera aquel peso encima siempre se quedaba en blanco cuando debia de tratar con una mujer, con sus gustos, con sus acciones, con lo que fuera realmente pero siempre se quedaba ultimamando alguna frase en su cerebro que se negaba a salir, como ahora, que estaba empezando a gruñir cuando se habia dado cuenta de lo poco caballeroso que habia sido...¿se habria molestado? conocia muy bien que los vampiros eran en exceso elegantes, siempre sabian que decir asi como cuando decirlo por ello no podia compararse con ninguno de ellos temiendo ya la negativa de la mujer-


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Mensaje por Invitado Jue Feb 17, 2011 10:47 am

La cortesía era un arte que requería, en poder de los inmortales, siglos de práctica. Cada siglo poseía sus propias normas; cada época, sus particularidades. Lo que en un momento estaba bien visto pasaba a ser algo punible en la siguiente centuria, más despacio de lo que a los humanos les daba tiempo a vivir. Ellos no eran conscientes de lo mucho que habían cambiado las circunstancias desde que había vivido como humana una mujer como yo, siempre inconformista con lo que le rodeaba, comparado con la época en la que nos encontrábamos en aquel momento. Antes, por influencia sin duda de la cerrada sociedad griega, el papel de las mujeres se veía relegado a determinados círculos y la presencia de alguien como yo en un teatro era, como mínimo, impensable. En aquel momento, aunque las cosas no fueran exactamente tan abiertas como a alguien como yo le gustaría, era mucho más permisiva, y así con todas las cosas. En el momento de mi nacimiento y mi crecimiento en el seno del Imperio Romano, ya decadente por haber nacido muy cerca de su final, que una mujer sola estuviera hablando con un joven no aceptado por la mayoría de la sociedad en medio de la noche y a las puertas de un teatro no habría sido considerado nada bien, llegando incluso a tachárseme a mí de prostituta, si no de algo peor. En aquel momento que vivíamos los dos, si bien tampoco estaba totalmente aceptado y veía las miradas del resto de vampiros, jóvenes y conservadores, sobre mí, poco me importaba. Al no ser humana no podían asignárseme las mismas normas que al resto de ellos, y lo que opinaran los vampiros que tenía alrededor, que ni en conjunto llegaban a rozar la edad que yo tenía, no podía importarme menos de lo que lo hacía...sobre todo cuando, teniendo en cuenta las circunstancias, tenía cosas mejores en las que fijarme, como eran los ojos de aquel chico gitano que al parecer era tan amante de la cultura como yo lo era.

Un halago por su parte hacia mi nombre hizo que sonriera de manera divertida, porque aquello tenía mucho más significado del que probablemente él creía. Amanda, el gerundivo del verbo amo latino...hacía honor no sólo a mis orígenes latinos, sino también a mi aparente incapacidad de amar y de encontrar el amor por alguna parte, al menos el amor que se alejaba del amor paterno-filial que había sentido cuando mi maestro me había convertido, hacía ya tanto tiempo. Mi nombre era pura ironía, de una manera muy similar a lo que mi carácter era en sus peores días por lo cercanas que estaban siempre a mi lengua las mordacidades, las ironías y los sarcasmos más o menos brutales. En días como aquel, sin embargo, no quería andarme con sutilezas tales cuando me apetecía, por el contrario, centrarme en la obra de teatro y en él...Lionel D’Maine. Un nombre hermoso y curioso para una persona también hermosa y curiosa como tenía delante, cuyo olor me atraía de manera inevitable por mi propia naturaleza pero cuya personalidad no me invitaba a acabar con su vida aquella noche. Podía considerarse afortunado...

Su mirada, ignorando la suerte que tenía, fue directa al panfleto de la obra que con la entrada nos habían dado, y la mía se fue un instante al hombre que, en la puerta, instaba a las personas (o no, si todos eran como yo...cosa imposible porque yo era única) a que entraran porque el momento de empezar la función iba a ser dentro de poco tiempo y teníamos que pasar al interior del teatro. Lionel, al parecer, también se había dado cuenta de eso y en el mismo instante en que volví a centrar mi mirada en él, estaba observando precisamente a aquel mismo hombre para justo después sugerirme, si no era mucho atrevimiento, ser mi acompañante aquella noche. Una sonrisa divertida salió primero; una inclinación afirmativa de cabeza, después. – Será un honor compartir la velada con usted, monsieur D’Maine, y poder intercambiar opiniones artísticas o simplemente esta noche de la ajetreada vida parisina. – le dije, corroborando con mis palabras el gesto y, en cierto modo, regocijada por dentro. La gente solía fingir aquella timidez que él parecía poseer de manera natural y quedaba estúpido y artificioso ese preciso acto sin el menor talento artístico. Cuando él dudaba a la hora de invitarme a pasar la velada con él, yo, experta en gestos y en personas por haber vivido tanto tiempo, veía que él era totalmente sincero y que lo suyo no era fingido sino genuino, característica que los usos sociales de la época confundían con la simple mojigatería... Y aquello me gustaba porque yo ya creía la originalidad y la frescura como algo perdido en aquella sociedad, amén de que auguraba una buena relación entre nosotros si, ya sin proponérselo, lograba intrigarme y fascinarme.

Agarré su brazo suavemente, con gestos sencillos y tranquilos, para después caminar junto a él en dirección al interior del teatro. Enseñamos las entradas al hombre que estaba en la puerta plantado y que miró a mi acompañante como si quisiera arrancarle la cabeza. Puse los ojos en blanco un instante por aquellos vampiros que ni siquiera sabían controlar su sed y bastó una severa mirada mía, fruto de mis siglos de vida, para ejercer sobre él la autoridad suficiente para que no dijera nada en absoluto, pues no quería que su voz contaminara el ambiente que había instalado entre Lionel y yo y que tan buenos augurios proporcionaba, al menos a mí. Con paso firme, aunque tranquilo, continuamos caminando al interior del teatro, sentándonos en el patio de butacas de enfrente del escenario uno junto al otro y, por mi parte, acomodándome en aquel asiento antes de mirarle a él de reojo, divertida. - ¿Es usted consciente, monsieur, de que se ha metido en la boca del lobo...? – le dije, haciendo un gesto con la cabeza en dirección a los vampiros de la sala que le miraban como si fuera un aperitivo o el plato principal de una cena que nunca tendrían, sencillamente porque yo no quería que así fuera.
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Mensaje por Lionel D'Maine Sáb Feb 19, 2011 7:04 am

-La calma parecia ser uno de los poderosos atributos de la joven dama que estaba al lado de Lionel, sus acciones eran parsimoniosas y elegantes sin dejar de lado aquellos atributos femeninos que siempre alardeaban con suficiencia lo cual no era un "insulto" en si sino que aquella mujer era sin duda una dama de los pies a la cabeza puesto que habia excesos de suficiencia como cometian muchas damas de la clase alta o excesos de femeneidad algo que ponia muy nervioso al gitano en cuando a relacionarse con las mujeres se trataba de ahi quizás la torpeza que siempre manipulaba al hombre. Trato de sonreir menos de lo que ya hacía mientras ella habia dado su respuesta positiva permaneciendo inconscientemente dirigiendo su mirada hacia la puerta en señal de que todo iba bien.

Lionel sin duda era más nervioso en cuando a llegar a sus aficiones se trataba, era cierto que el reloj aunque corriese no indicaba que se hubiera excedido al moverse o que hubiera pasado unos minutos más sin que el se hubiera percatado de aquello ¿porqué? la respuesta era simple, por su etnia; Los gitanos muchas veces eran rechazados en la mayor parte de los lugares era por aquello quizás que no gustaban de las obras de teatro tanto como Lionel debido a que el color de su piel era al menos de un tono menos canela que lo normal asi que la mayor parte del tiempo a no ser que el lo dijera o sus ropas le delataran no tenia que preocuparse por que fuera negado a aquellos lugares, aun así, el nerviosismo siempre aparecia cuando alguien estaba instando a las personas a que continuaran porque la obra daria comienzo en breve ¿que si al final le hechaban? ¿que si despues de todo se reirian de él dejandole atado a la soledad, al silencio de un instante que seria recordado como no demasiado agradable.

Pero aquel instante no era este...la dama incluso habia aceptado en ser la compañera de las letras de Lionel el cual aumentó la sonrisa que de por sí siempre estaba en su rostro cuando la emoción calaba en sus músculos, al actuar como un caballero ofreciendole su brazo, en efecto el toque de aquella dama estaba ausente de todo calor humano lo cual ya habia indicado desde principio su raza-


Hace tiempo que deseo entablar conversación con alguien que tuviera conocimiento artístico sin pensar que los personajes de la obra son unas furcias, unos don juanes y el escritor un muerto de hambre. Aun cuando algunos personajes lo sean el trasfondo llega a ser maravilloso cuando descubres su secreto

-Murmuró mientras ambos caminaban hacia la entrada, los cabellos de Lionel acariciaban su cuello además de sus hombros aprovechando para emitir un suspiro despejando su mente de todos aquellos pensamientos que anteriormente habian estado paseando por su cabeza...debia de abandonarlos en el recodo más oscuro de su memoria para sacarlos a relucir otra noche de teatro que el hombre saliera pidiendo las entradas, el aire frio de los alientos, las respiraciones que parecian ausentes asi como los corazones que palpitaban sin ningun sonido se fijaban en él, apesar de toda aquella presión no afirmó el brazo ni tampoco dejo que Amanda supiera lo que estaba en su mente e incluso lo que le hacia arder interiormente aun cuando a fin de cuentas ya se habia acostumbrado a todas aquellas miradas.

Cuando les tocó su turno el hombre se fijo en Lionel quien le devolvió la mirada con una sonrisa en los labios, el hombre habia sonreido pero sus ojos no estaban sinoen el cuello del gitano quizás pensando que podrían hacerse un hueco y saciar el hambre aquella noche, escucho no solo algunos siseos de advertencia sino como ella misma, Amanda le habia librado de aquel hombre con la misma elegancia como la habia conocido ¿como lo habia hecho? estaba seguro de que no queria saberlo, con una sonrisa de medio labio agachó el rostro cuando ella lo mencionó-


Lo se demasiado bien, Amanda.

-Volteó sus obres hacia aquella mujer para colocar el dedo indice cerca de sus ojos, mostrando sus pupilas que aun estaban dilatadas aun cuando no del todo, era su cualidad para conocer si estaba en terreno de alguien que no era de su misma raza, pero, lo que no mostró era la tension que acumulaba sus hombros que llegaba a resultar hasta dolorosa tratandose de aquellos vampiros peligrosos que hacian crecer su tensión era el caracter secundario de lo que sufria pues su cuerpo automaticamente enviaba a Lionel quien era peligroso y quien no, como muchas veces habia mostrado gracias a eso su vida se habia salvado en numerosos momentos.

la tension se iba relajando admirando el interior del teatro, pareciese un templo donde la divinidad no fuera otra sino el arte, la poesia...el hombre podia construir hermosos edificios que el tiempo más adelante se aseguraria de destruir o quizás lo terminaria haciendo los deseos avariciosos de los hombres, con la mirada visualizó unos sitios que estaban libres cerca de la esquina para que de ese modo no tuviera demasiado peligroa la hora de enfrentarse a las personas, caminó aun sosteniendo a Amanda con caballerosidad viendo como algunos hombres con uniforme de acomodador guiaban a las personas por las sillas, mostrando asientos libres...él habia ido al teatro por lo menos unas veces más de lo que habia esperado y afortunadamente habia salido vivo-


¿Te gustan estos asientos?

-Él preferia la esquina puesto que de ese modo si no le gustaba la obra podría salir mucho antes sin que hubiera ningún problema, el gitano era un critico con todo lo que veía negándose a contemplar absolutas obras de amor receloso o aquel amor empalagoso que solo los mas dulces podían aguantar tambien habia contemplado como algunos actores destruían un sublime guión como "romeo y julieta" transformándolo, lo que podía situar a Lionel entre un hombre que prefiria el clasicismo en cuanto a obras de grandes autores se trataba-


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Mensaje por Invitado Dom Feb 20, 2011 1:13 pm

Los vampiros más jóvenes de cierta edad, normalmente los que no llegaban ni a rozar el medio milenio de antigüedad, eran sumamente predecibles. Se creían, por ser vampiros, lo mejor que caminaba por la tierra que nos tocaba compartir con los humanos, nuestras presas y en situaciones como la que acontecía en aquel teatro aquella noche, nuestros compañeros. Aquel amago de ser diferentes de lo común se traducía en hacerlos iguales, monótonos y aburridos, desde luego inferiores a los que, para ellos, eran sus inferiores. Los humanos eran, en muchas ocasiones, mejores que los vampiros, si bien para mí había diferencias claras entre los individuos de cada clase que me impedían generalizar tanto como en ocasiones se requiere. Los mortales viven la vida con intensidad y con pasión, como si cada día fuera su último día en la Tierra y quisieran aprovecharlo al máximo. Los inmortales viven con superioridad e ignorando los aspectos de la vida territorial en pos de unos secretos a los que aspiran tontamente, pues sólo la edad y la experiencia es lo que hace de un vampiro el ser superior por excelencia. Tardabas tiempo en darte cuenta de aquello, mucho si eras un vampiro que estaba solo y poco si tu creador permanecía a tu lado y te guiaba por las sendas de la oscura y normalmente solitaria inmortalidad, como había sido mi caso. Él, mi creador, había sido el responsable de que no me olvidara nunca de mi pasado como humana, si bien muy distante en el tiempo, y de que respetara a los humanos como algo más que comida...cosa que cumplía a medias. Cuando el hambre era acuciante, tan fuerte que el olor de los humanos y de su sangre latiendo por sus venas ciega todas las demás esencias que podemos percibir, en ese momento cualquier humano es el plato principal del festín de aquel momento para el inmortal. Cuando, una vez saciado el apetito, podías ponerte a socializar con los humanos, seguían existiendo diferencias entre ellos, pues a mi criterio los había sólo con paja dentro de la cabeza y otros, como Lionel, que de un modo u otro sobresalían del resto de humanos. Podía ser por aquel gusto suyo por el arte que le acercaba a un ser como yo, podía ser porque aunque era gitano no llevaba aquello como un estigma sino como algo de lo que sentirse orgulloso, pero aquella peculiaridad suya era lo que había asegurado su supervivencia frente a la completa monotonía que, en caso de haber mostrado, habría supuesto apagar su ya extinta luz del mapa de luces nocturnas que era el París de aquella época.

El interior del llamado Theatre Des Vampires era una muestra de aquella monotonía de la que no sólo los humanos sino también los inmortales hacían gala. Todas las miradas estaban clavadas en Lionel como si de un postre se tratara; todas, también, alternaban entre él y mi apariencia tranquila, evaluando si un humano acompañado de un vampiro suponía peligro o si, por el contrario, tenían vía libre para atacar sus venas llenas de sangre y matarle. Había un sutil detalle que a muchos, por su propia juventud, se les escapaba. Cuando se decía que los vampiros podíamos calcular la edad de otros vampiros mirándolos a los ojos no se mentía, pues aunque no podías ser perfecto y determinar con exactitud los días, minutos y segundos, a grandes rasgos eras capaz de descubrir la edad del vampiro en cuestión. Ninguno estaba mirándome a mí a los ojos: sólo evaluaban mi aura que, en aquel momento, estaba tranquila, en contraste vivo con la tensión que parecía palparse en el ambiente. Si me hubieran mirado a los ojos se habrían dado cuenta de que un auditorio lleno de vampiros que con suerte llegaban a los cien años no tenía nada que hacer contra una vampiresa tan antigua como lo era yo; si me miraran a los ojos, podían darse cuenta de que aquella tranquilidad que exhibía en aquel momento era tan fácilmente rompible como un cristal y que el cambio de sosiego a furia podía darse en menos tiempo del que pensaban posible. Y no me conocían a mí furiosa, que era un auténtico peligro. Podía decirse, básicamente, que mis cambios de humor eran siempre bruscos y que de la tranquilidad bien podía pasar a la ira en apenas segundos, y sólo esperaba que en aquel momento no me obligaran a hacerlo porque si tenía que organizar un baño de sangre con seres de mi propia especie...lo haría.

Lionel, como él mismo admitió, era consciente de ser el centro de los deseos culinarios de todos aquellos vampiros, de todos excepto de mí. No parecía importarle, sin embargo, y me dejó pensativa aquel afán suyo por el peligro que al parecer era importante, tanto que ni siquiera fui yo la que nos condujo a los asientos sino él, situándonos en la esquina. Espacialmente bien colocados en caso de una huida de emergencia y aún pudiendo disfrutar de la obra en su totalidad, las razones de Lionel habían sido obvias para una mente como la mía que, sin embargo, halagó su prudencia. Al menos no tenía pensamientos autodestructivos, y eso era bueno.

El cambio en el ambiente entre nosotros se dio en el momento en el que él abandonó las fórmulas de cortesía, tan necesarias según el protocolo de la época como innecesarias, desde mi punto de vista, pues seguían patrones anticuados que nada tenían que ver con las auténticas relaciones humanas. Aquel tuteo, que ignoró mi trato de monsieur, agradaba porque rozaba lo campechano y dejaba de lado tratos de favor que, en momentos como aquel, estaban de más. Su pregunta, atenta en cierto modo a las leyes de la caballerosidad al querer saber mi opinión sobre los asientos, dejó claro que él no era como los demás: él era alguien en cuyo interior se mezclaba la pureza del agua más clara de un manantial con la fuerza del ron blanco más intenso, del gusto de los mortales y también de muchos inmortales. Aquella mezcla, que para muchos resultaría imbebible, resultaba en él atrayente e interesante, lo suficiente como para que centrara mi mirada en él y le dedicara una tenue sonrisa antes de asentir con la cabeza. – Una conversación sobre arte es lo que más me atrae esta noche, en estos asientos tan bien elegidos sobre todo. Alabo precisamente esa elección porque muestra prudencia, aunque tampoco tienes que preocuparte esta noche por tu cabeza y por si seguirá sobre tus hombros en cuanto acabe la función. No voy a dejar que hagan daño a mi acompañante esta noche, Lionel...y deberías saber que soy mujer de palabra y que me aseguraré de ello. – le dije, en un tono de voz apenas neutro que, sin embargo, reveló la amenaza implícita al final porque sabía que muchos vampiros estaban escuchando la conversación para tratar de descubrir los vínculos entre nosotros y ver si él era presa fácil o no. Por desgracia para ellos, aquella noche Lionel no iba a ser su presa alimenticia, sino mi acompañante en los caminos de las artes y las letras. - ¿Qué te ha traído hasta este teatro y no otros, de los muchos que hay en la ciudad de París? ¿El peligro? ¿La calidad de la obra, tal vez? Muchos actores estropean las obras literarias con sus actuaciones: transforman seres complejos y perfectos en caricaturas de sí mismos. Por lo que he oído, este teatro no es ni mejor ni peor que otros, así que tus razones me intrigan... – añadí, ladeando la cabeza y apoyándola en la mano con suavidad, examinándole con la mirada sin intención de presionarle ni de sonsacarle nada, sino solamente con intenciones de centrar mis ojos en algo...en alguien, más bien.
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Mensaje por Lionel D'Maine Vie Feb 25, 2011 10:03 am

-¿Qué habrian pensado los demás humanos cuando hubieran visto esta belleza? no estaba seguro si la mayoria de las personas que estaban allá tenian idea de cuan afortunados eran al observar aquella artitectura tan ellan de gracia que ahora mismo estaban presenciando, no sabia si los vampiros se aburrirían alguna vez de estar allí admirando ese techo inmenso sobre sus cabezas pensando que la monotonia se habia hecho hasta un símbolo cruel con ellos...Lionel daría todo lo que pudiera si tuviera una netrada limitada a aquel recinto no solo en la noche sino también en el día cuando más tranquilo se podía estar gracias a que las miradas de los demás no rozaban contra sí.

Tragó entonces cuando su vista se nublo de la maravillosa situación de aquel teatro que vestia los colores mas orgulloso que ninguno, tenia un escenario pleno que absorbia al publico nada mas fijar su vista en él aunque era evidente que las personas no eran muy gratas de escoger los ultimos asientos además de que muy pocas se dejaban seducir por los primeros, hacian bien situarse en los asientos que estaban situados en la mitad porque de ese modo podías capturar las emociones del actor como tambien observar todo el escenario sin que nada quedara impune a la mirada.

Ambos estaban conociendose apesar de que no estaba surtiendo efecto aquellas miradas de los demás por que la mujer soltara al humano ¿que pasaria? se imagino mentalmente que seria el espectaculo de algunos leones que saltarian sobre el a chuparle la sangre mientras los dems aplaudían a un ritmico sonido dulce, amarga era la muerte muchas veces se habia sorprendido diciendo aquello, también sabia que hiciera lo que hiciera tendria que tener bstante cuidado...se sonrio cuando no consiguió aquel efecto de sorpresa en los labios ajenos quizás porque ya estaria acostumbrada a ese tipo de preguntas, no era que Lionel quisiera morir o que en el momento mas inoportuno habria decidido tener una experiencia sobrenatural, pero no le asustaba estar rodeado de vampiros hambrientos más en cambio ella hablo prometiendole protección-


Entonces, he de agradecer mademoiselle que su protección me mantenga a salvo esta noche

-Se inclino un poco al menos solo el rostro sin tener intencion de inclinarse por completo ya que una cosa era ser educado y la otra muy distinta cruzar los limites pues bien sabia que a veces cuando estabas al lado de una persona que no hacia nada más que agacharle, pedir perdon, agachar la mirada todos aquellos sinonimos de debilidad era lo que hacia que los demas se lanzaran sobre esa persona como lobos a punto de estallar...se mordio entonces los labios cuando el telon empezaba a moverse asomando un rostro maquillado que admiraba a la multitud ¿los vampiros tambien se ponian nerviosos? la mayoria de situaciones en las que habia estado era justamente al revés, quizás era porque la obra era importante o porque alguien importante estaria alli entre los invitados...volteó unos segundos el rostro de lado a lado aunque claro era algo ironico hacer aquello porque no conocia demasiadas caras, a decir verdad, ninguna.

Con un nuevo movimiento el rostro desaparecio con una rapidez sobrenatural hasta que ambos pudieron sentarse en su asiento, algunas hebras de Lionel marchaban fúnebres por su hombro escondiendolo, como si tambien formase parte squella noche del guión que estaban empleando ambos manteniendo viva la impaciencia de que comenzara la obra de teatro mientras mantenia aquella conversacion con la dama consiguiendo una sonrisa en sus labios al escucharla ¿el peligro? claro que le atraia siempre habia sido un defecto muy concurrido entre los humanos, que sentian deseos de hacer lo que no debian de sentir la adrenalina correr por sus venas-


A decir verdad por la obra, es cierto que muchos actores cuando salen al escenario mancillan los nombres de los autores e incluso se bañan en la hipocresia de soltar los parrafos sin transmitir sentimiento, pero el teatro es siempre mi pasión, un hobbie se mire donde se mire, no solo un hobbie sino algo más...por eso no podría dejar de venir a no ser que yo mismo descubriese que en verdad ese actor mediocre esta irrumpiendo la obra

-No iba a negar que muchas veces se habia marchado a mitad de la obra aun cuando tenia que esperar al descanso, relataba otras veces los movimientos se los labios de los actores sabiendo si habia alguna sonrisa escondida un toque de nerviosismo pues era cierto que eran humanos que habia errores palpables que no debian de cometer pero nadie nacia sabiendo, Lionel habia aprendido sus oficios a base de practicar puesto que si naciera de nuevo no podria saber como cocinar mejor, como moverse por paris, debia de quemarse antes de aprender, debia de perderse antes de conocer...ese era su lema especialmente despues de que la vida se hubiera portado de aquel modo con él-

¿Y usted, tiene por costumbre alegrar al teatro con su belleza de forma constante?


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Mensaje por Invitado Mar Mar 01, 2011 1:31 pm

Un agradecimiento por su parte, que me limité a aceptar con una inclinación distraída de cabeza, fue la respuesta que mi garantía de protección obtuvo en el curioso hombre que era Lionel D’Maine. Los gitanos que yo conocía y había conocido, por norma general, no eran tan...tan...como él, no sabía exactamente la mejor manera de explicar aquel cómo. No poseían su avidez por los conocimientos teatrales y literarios ni su pasión por las artes; no poseían su exquisita educación, visible en cada uno de sus gestos tanto conscientes como inconscientes; no poseían aquel encanto y aquella timidez que los hacía, para mí, tan curiosos como lo era Lionel y, por ende, tan dignos de mi protección. Enzarzarme en una pelea contra otro vampiro podía ser una soberana estupidez...para el joven inexperto contra quien me tocara enfrentarme y para quien osara juzgar la acción. Conocido de sobra era en nuestro mundo como una de las leyes no escritas que los vampiros antiguos merecen, por esa misma condición de antigüedad, más respeto y más trato de favor propio a su condición que los demás. Era también sabido por todos los iniciados en las artes vampíricas que nuestra edad nos hacía más poderosos y más experimentados, por lo que retarnos era una soberana estupidez que, sin embargo, muchos jóvenes cometían...por su propia juventud y falta de juicio respecto a lo que no conocían. Lionel era una presa perfecta para aquella clase de vampiros que se guiaban sólo por sus caprichos y no por ciertas normas. Era joven, era atractivo, y su sangre olía bien y destacaba de entre todas aquellas esencias que, en su mayor parte, pertenecían a vampiros de los cuales alimentarse no suponía sustento básico. El funcionamiento de sus simples mentes en aquel aún más simple razonamiento no tenía misterio, aunque mi mirada les había advertido de que él estaba conmigo aquella noche...y gracias a sus sentidos aumentados sobre los de los humanos, mis propias palabras habían confirmado aquello de que Lionel no iba a convertirse en el plato principal de su cena. Yo misma me encargaría de que aquel joven gitano tan educado que no dudaba en hacer reverencias cuando la situación lo requería no fuera pasto de sus naturales depredadores aunque no dejara de tener ironía que su protectora fuera uno de ellos...la mejor de ellos.

Un rostro había atraído la atención de Lionel, un rostro que tras haberse asomado por la gruesa tela del telón se escondió y un rostro que, por la palidez y por la rapidez de la que había hecho gala, gritaba a los cuatro vientos su condición vampírica que la mayoría de los presentes compartíamos. Tras aquella distracción, contestó a mi pregunta anterior, diciéndome que, si bien algunos actores salían al escenario para mancillar las obras literarias de calidad indiscutible, el teatro era una de sus pasiones y que por eso mismo no podía dejar de acudir, a no ser, claro, que descubriera con sus propios ojos que un actor estaba mancillando las obras. Y, de nuevo, no podía estar más de acuerdo. Las compañías de teatro no utilizaban los medios que un arte como aquel requería: el teatro no era, en absoluto, protegido bajo mecenazgo como lo era la pintura o la escultura. Molière, Esquilo, Sófocles, Plauto, todos ellos no eran tan bien considerados y, sin duda, no eran tachados de artistas como Bernini, Miguel Ángel o Borromini podían serlo...¿y por qué? Por el rechazo de muchos clásicos del pensamiento al teatro como arte. Era despreciado, minusvalorado, destrozado por el poco cuidado que se tenía desde siempre por cuidar los detalles como el autor de la obra quería que se cuidaran, y aún así los que lo controlaban no se esforzaban por hacerlo salir a la luz. ¿Para qué, decían? ¿Para fomentar los vicios que promueven las obras teatrales? No fomentaban los vicios, sino su contrario, las virtudes a imitar si las obras eran bien representadas y respetadas... Pero claro, aquello la gente vulgar no lo sabía y por eso se dedicaban a la destrucción de un arte similar, en calidad e importancia, a las artes tradicionales que no innovaban ni suponían una trasgresión contra lo establecido.

Su siguiente pregunta, halagando mi belleza y preguntándome si alegraba al teatro de manera constante, me hizo sonreír un instante, porque aquel elogio por su parte lograba hacerme esbozar más dulzura con él que en mucho tiempo. Recordé, también, cómo por haber sido esclava me había tocado, de humana, representar obras de teatro y cómo sabía también lo que era actuar y estar en medio del escenario: he ahí otra de las razones de mi sonrisa y que hizo que le mirara con cierto deje de diversión en la mirada aún cuando la sonrisa hubo desaparecido de mis labios. – No mentiré: siempre he sido una aficionada al teatro y ya no sólo a representar las obras ni a verlas representadas, sino también a leerlas en su versión y formato original. Te diré que sí, últimamente acostumbro a venir al teatro más a menudo y a alegrarlo con mi belleza, como dices, aunque siempre he estado ahí de una manera u otra. – comencé a decirle, bajando los párpados un instante más lentamente de lo normal para examinarle con cuidado antes de retomar el parpadeo y esbozar una media sonrisa, traviesa. – Y sí, te entiendo. A veces los actores mancillan las obras, si bien otras son capaces de elevarlas a su máximo esplender y darles la fuerza que necesitan para cumplir su función. Era la catarsis en la antigua Grecia, es el entretenimiento en la sociedad actual. Por mi parte, considero que el teatro tiene mucho de catarsis y otro tanto de entretenimiento aunque, a veces, resulte morboso encontrar dicho entretenimiento en dramas profundos como Antígona...sin duda uno de mis preferidos y obra de Sófocles. ¿Cuál es tu obra preferida, Lionel? – pregunté, con genuina curiosidad al final de la frase y enarcando una ceja.
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Mensaje por Lionel D'Maine Vie Mar 11, 2011 11:10 am

-¿Quien se lo iba a decir en otro momento? estando con una mujer de la etnia de los vampiros se encontraba tan comodo e incluso se aventuraba a tener una charla con ella que no podia tener perdida de escuchar, los vampiros ofrecian una calidad de pensamientos lo suficientemente extensa como para que todos nos rindiesemos ante la magnificencia de sus pensamientos realzados por una vida inmortal, era cierto que de los sufrimientos que aquestos poseian muy pocos le preguntarian ya que la primera cosa que se le preguntaria a un vampiro seria ¿Como conseguiste la inmortalidad? ¿que hay que hacer? la gente a menudo caia en aquel papel de juzgarles como unos hombres y mujeres con suerte mientras que al principio no mediaban todas las razones de la misma, por ejemplo si el gitano hubiera tenido que ser "inmortal" en algun momento sabia que sufriria porque aunque su cuerpo fuera eterno se cansaria de formar parte del mundo e incluso envidiaria aquello que una vez habia tenido miedo como lo era la muerte.

La muerte, todos hablaban de ella, algunos se referian a ella con una gran aventura como si nunca pudiera llevarles, otros con visible temor, otros con suavidad como si fueran a ser escuchados pero nadie se atrevia a dar la cara cuando la muerte estaba cerca ¿que habian hecho los aventureros cuando un hombre gritaba pidiendo socorro? voltearon la cara como la mayor parte de las personas marchando a escribir entre lineas una balada de mentirosa reputacion, entonces es cuando se pregunta la gente ¿porque tanto hablar de la muerte si aun no nos habia llegado? quizas para tenerla presente en todo momento, era incluso hermoso intentar esperarla con los brazos cruzados cual tarde de verano mientras se esperaba a la brisa...aparcó por un momento los pensamientos mientras todo su alrededor seguia su camino ¿cuanto tiempo habia estado pensando? seguramente que el tiempo se habia escapado entre su cerebro y sus labios pensando en la corriente de aire que todos despegaban, el aroma de las auras vampiricas, algunos humanos atrevidos que se encontraban de todos modos nerviosos esperando que a su lado no le tocara nadie demasiado serio-


¿Cuantas obras ha podido representar? espero que alguna noche goce de vuestra presencia bajo el mar de los giones para exponer nuestra propia obra, quizás una mezcla de shakespeare, quizás una mezcla de los bandoleros, quizás el cielo se nuble celoso por su belleza joven dama y de la tumba los escritores salgan para rendirle homenaje

-Susurró con los ojos cerrados, estaba curioso por saber que obras habia representado ¿habria sido Amanda alguna vez una protagonista de aquellos escenarios? deseo entonces haber figuradoen el publico por aquel entonces para envidiar a todos aquellos porque ya la habia visto pero tambien sintio una amarga sensacion de nostalgia pensando que el tambien habria podido hacerlo, el nunca habia podido estar encima de un escenario porque debido a su etnia lo que conseguia era solamente que le tirasen un cubo de agua encima, o bien que el confundiesen con alguien que tenia que limpiar cosas de ese estilo que solo le habian sucedido a el, trago la saliva con una sonrisa en la boca mientras siguio con la mirada aquella sonrisa traviesa que habia poseido en aquellos momentos la joven, sin duda hasta el mismo shakespeare la habria tomado como una referencia de haber incluso podido la habria alzado cual musa desbordante, pues igual que Lionel cuando estaba en la naturaleza, ella se expresaba calmada, sus conocimientos, su figura, todo, era irremediablemente una figura de poder que le seguian transformando en unica-

El mercader de venecia, la igualdad, la desigualdad, como las riquezas compran hasta los sentimientos y los sentimientos son capaces de comprar el alma, los judios en cierto modo me parecian a los gitanos pues seguimos estando al filo de la cadena evolutiva, abajo, mientras las demas personas creen que poseen el derecho suficiente para coronarnos por lo que somos y no por como somos pero como dijo Sofocles "Al hombre perverso se le conoce en un sólo día; para conocer al hombre justo hace falta más tiempo."

-Tenia tanta razon, el teatro siempre estaba cayendo y subiendo segun las obras que tuvieran lugar, podrian conmover al publico, podrian satisfacer a la gran mayoria e incluso podrian ser utilizadas en la contra de las personas...muchas obras eran usadas para hacer daño, cronicas satiricas contra las personas o un grupo de las mismas, los ricos casi siempre se reian sin saber que las burlas iban para ellos, las obras que mas gustaban era ls de comedia facil, ya no se escuchaba shakespeare sino un guion enredado de un escritor mediocre que con unas simples frases camuflaba su poca imaginacion en creación pero ¿ahora valian las obras? pocos sobrevivian con los autores clasicos asi que la mayoria debia de aplicarse a la era moderna, no solo del bolsillo sino tambien a lo de las masas ricas, eran enviados a palacio, recomendados y lo unico que tenian que hacer eran rimas o situaciones enredadas que la gran parte de ellas estaban recogidas una y otra vez en formatos distintos-


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Mensaje por Invitado Sáb Mar 12, 2011 4:31 pm

Mi autocontrol en momentos como aquel no sólo me sorprendía sino que, en cierto modo, era digno de ser admirado por alguien más que mi propia persona. Al fin y al cabo, era una vampiresa que en más de un milenio de existencia jamás me había controlado lo más mínimo y había limitado mi sed y mis ansias de beber sangre, sino que además las había alentado. Así, siempre que había sentido el punzante desgarrón que producía en mis entrañas la necesidad de mi carmesí sustento, había ido directa a ser envuelta por la oscuridad de la noche en busca de algún humano desdichado que iba a encontrarse cara a cara con la muerte de cabellos pelirrojos, ojos azules y expresión angelical. Si se decía que confiar en las apariencias era malo, era precisamente por seres como yo que de benévolos o protectores sólo teníamos el aspecto. Al fin y al cabo, la mayoría de los que habíamos recibido el regalo oscuro éramos unos diablos disfrazados en ropa y aspecto de ángeles, casi como lo eran las luces de las hogueras para las polillas que, sin saberlo, están volando hacia su muerte...sin posibilidad de escape. Por eso mismo, porque yo nunca había sido el mejor ejemplo a seguir en cuanto a comportamiento virtuoso o moralmente bueno, al menos según la religión cristiana que tanto tiempo llevaba imperando en todo el mundo conocido, me resultaba extraño incluso en mi propio fuero interno que a Lionel no sólo quisiera protegerle, sino que además ese deseo no naciera de uno aún más oscuro de disponer de su sangre sólo para mí y no para las sanguijuelas que nos rodeaban. Los vampiros teníamos clase y encanto, éramos agraciados y los perfectos cazadores de presas desdichadas que no pasaban de nuestra apariencia física; aquellos seres que nos rodeaban no podían considerarse vampiros completos porque carecían de distinción y de elegancia. Eran los que los lobos bien consideraban chupasangre, y no aquella raza superior que éramos los vampiros como yo. Cosas de la edad y de nuestra propia naturaleza en los tiempos que habíamos vivido como mortales, muy pocos en mi caso y que, sin embargo, me habían dado para muchas cosas y para desarrollar una curiosidad insaciable en ningún caso.

Haber crecido y pasado mi adolescencia primero en la colonia Britannia y después en la caput mundi de la época había tenido como consecuencia que, de ser una simple esclava, a veces me hubiera escapado, y el número de distracciones en Roma era, cuando menos, considerable. Si no iba al anfiteatro Flavio a ver las luchas de gladiadores (a escondidas, por supuesto), decidía irme al teatro a ver las representaciones tanto de obras de los antiguos clásicos griegos, tanto trágicos como cómicos, y también de los propios literatos romanos. La obra de Plauto era una que en su día me había llamado la atención por su vis cómica, patente en cada diálogo y escondida bajo cada juego de palabras que tan magistralmente reflejaba la sociedad de la época a pesar de haber sido escrita tiempo antes de mis propios momentos. Con mi muerte y posterior resurrección en vampiresa, mi gusto por el teatro no sólo no había disminuido, sino que además había crecido considerablemente. Mi maestro y yo, al ir de aquelarre en aquelarre y al haber vivido en la Italia abierta del Renacimiento, habíamos incluso protagonizado obras dramáticas, siendo mis preferidas las de la antigüedad grecolatina por reflejar el mundo que me había dado a luz...y el mundo del que me habían arrancado cuando decidieron premiarme con el don oscuro. Lionel no podría entender nunca la sensación que corría por tus venas cuando sentías asesinatos a obras que tú habías visto representadas en su contexto; tampoco podría entender nunca lo que se sentía cuando se veía la magnificencia de un autor llevada a su máxima expresión. Él podía entender, sin embargo, mi pasión por el teatro porque de alguna manera diferente a la mía la llama también ardía en su interior, aquella que iluminaba su mente y le permitía tener un gusto que le separaba de los demás humanos, ignorantes de las auténticas y sublimes artes que algunos de ellos lograban conseguir en ciertos momentos.

Su pregunta acerca del número de obras que había podido representar hizo que, por un instante, me sumergiera en el mar de recuerdos de mi vida tanto mortal como inmortal, pensando después que no sería capaz de relatar el número con exactitud, pues habían sido demasiadas. Sus alabanzas no caían en saco roto a pesar de que no las contestara, pues aunque sabía que mi naturaleza estaba diseñada por algún genio creador desconocido para resultarle atrayente, al menos lo suficiente como para que él quisiera ser mi alimento de buena voluntad, que fuera tan capaz de verlo, apreciarlo y decirlo con elegancia y sin perder la caballerosidad era admirable, y sobre todo algo que muchos podrían envidiar, incluso gente de, en teoría, nivel social mayor que el suyo. Añadió, después, que su obra preferida era El Mercader de Venecia y que, en su opinión, los gitanos y los judíos estaban por debajo del resto de los hombres ya que se les miraba con desprecio en muchas ocasiones. Su cita de Sófocles hizo que sonriera sin poder evitarlo ya que, al fin y al cabo, las obras de aquel gran clásico habían sido en su día mis preferidas y era un auténtico detalle que, sin saberlo y habiendo lanzado un dardo relativamente ciego al aire, hubiera sabido acertar de tal manera.

- ¿Sinceramente? No las recuerdo. Como humana creo que no llegué a participar en ninguna como actriz, aunque sí como público cuando tenía la oportunidad. Los recuerdos de mi vida humana no son tan nítidos como podrían serlo, así que no sé hasta qué punto esto que te estoy diciendo es veraz. Como lo que soy ahora, sin embargo, subía al escenario siempre que gozaba de la oportunidad para hacerlo y trataba de ser lo más fiel posible a la obra en cuestión. Respecto a lo demás...no me importaría representar una delante de ti, si bien creo que el público no estaría a la altura a no ser que fueran conocedores selectos de las obras en cuestión. – le dije, con expresión aún pensativa y después clavando mis ojos en los suyos. – Para alguien como yo, son los humanos en general los que están al filo de la cadena...alimenticia, en realidad. Y aún así, aquí estás...tentando a la bestia, ganándote su confianza, prácticamente ignorando que en cualquier momento podría verme tentada a matarte. – añadí casi en un susurro, llevando mi dedo a su cálida mejilla y acariciándola un instante, permitiendo que se impregnara de mi frialdad inhumana y que yo hiciera lo propio con su calidez mortal. – Nunca se llega a conocer del todo a una persona, Lionel, ni humanos, ni vampiros, ni a nadie en general. Ni siquiera a los hombres injustos por mucho que parezcan iguales. Algunos lo son, por supuesto, pero otros brillan con luz propia y llaman inevitablemente la atención...como tú. ¿Quieres saber algo? No soy la única que se ha sentido atraída. En las mentes de todos los vampiros que te rodean se repite constantemente la misma frase, como un himno personal. “Quiero su sangre”, eso es lo que dicen. ¿Qué tienes, Lionel, que te has ganado la atención de un nido lleno de depredadores y la protección de probablemente la más peligrosa de todos ellos? – inquirí, bajando después la mano hasta rozar el terciopelo de la butaca y aún con la mirada clavada en la suya.
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Mensaje por Lionel D'Maine Vie Mar 25, 2011 11:28 am

-El silencio que se habia formado entre los dos, no era demasiado incomodo ni le impacientaba de ninguna forma u de otra, habia visto a mucha gente que cuando su interlocutor no respondia se ponian nerviosos, empezaban a hablar y a hablar perdiendo de vista si la otra persona se estaba enterando, al final se quedaban en ridiculo mientras la otra persona solo podia bostezar en la presencia de esas personas, en el teatro, con los murmullos y las miradas que estaban repartidas entre él y los demas humanos era como lo que se llamaria una mirada hambrienta, haciendo sentir a Lionel como si fuera un vulgar trozo de carne.

Lo raro era que a pesar del dolor en los hombros de la tension que a veces acudia a su cuerpo, se encontraba comodo en aquel sitio rodeado de vampiros, ¿Desde cuando habia empezado a sentirse comodo? Negaria si dijera que no habia estado con otros vampiros, conociendolos y demás, por ende no le suponia demasiado extraño siemrpe confiando en sus instintos que eran los mismos que le habian salvado la vida en mas de una ocasión, como el hecho de que su tension aumentase si era un sujeto peligroso y disminuyese si era alguien normal.

Ella hablaba de sus recuerdos, de la veracidad, siempre habia escuchado que los recuerdos se volvian nostalgicos, pero que como siempre sucedia se le daba mas importancia a los que poseian un rango triste que los que habian sido felices, por ejemplo él, se acordaba de los momentos felices de como el olor a tierra humeda se sentia, cuando cazo por primera vez con su padre, la primera mirada, el primer abrazo todo lo necesario para influir mientras que despues de de lo que habia sucedido recordaba incluso el olor de la sangre, los gritos que llegaban a ensordecer a cualquiera, todo lo recordaba aun cuando no quisiera hacerlo...por eso se decia y el lo debia de confirmar que solo se acordaban especialmente de las cosas que eran tristes, podias saborear la tristeza mientras los recuerdos alegres aparecian realmente difusos.


Creo que tiene razon

-Se sonrió, era cierto que para ellos dos que amaban la literatura, las obras de teatro lo que debia y no de gustar seria muy selecto imagino que se enfadarian si veian a alguien entrar porque si pero el seria un poco mas estricto aunque sus obras se harian especialmente tanto a los que gustasen del teatro como a los pequeños, los pequeños siempre serian los que sustituyeran a los grandes aunque por eso se debia de alimentar la mentalidad de ellos, para poder iniciarles adecuadamente en ese mundo que estaban.-

Nunca lo he ignorado

-La voz de Lionel salio terriblemente suave, calmado, tanto que le llego a sorprender mientras se dejaba acariciar el rostro, era cierto lo que decia, que no se habia olvidado de que ella era un vampiro y el un simple humano igual que era esa misma sinceridad de la dama la que estaba haciendole sonreir, ella podria apretarle con fuerza contra el asiento y chupar su sangre, siendo alabada e incluso aplaudida por la mayoria de los que se encontraban sentados, pero de nuevo le pregunto ¿porqué lo habia hecho? No la conocia, no podia saber si era tan peligrosa como se argumentaba ella misma pero tampoco deseaba averiguar aquello, queria poder saber que le gustaba y que no, poder charlar con ella intentar olvidar aquella mezcla de razas que al parecer nunca se podria solventar, era cierto que ahora estaban juntos sin ningun alegato pero eso no podria suceder siempre-

Nunca se llega a conocer un poco de la persona, considero que las personas son como libros, que aun cuando los releas, hay partes que miras con mas interes, otras las recuerdas, otras las ovidas, siempre hay una especie de sabor amargo y dulce al mismo tiempo.

-No aparto los ojos de ella sonriendole con lentitud, como muchos habian dicho era un gitano travieso para algunos amigos mientras que parecia sentir la necesidad de experimentar los problemas, no era que se metiera en ellos conscientemente pero habia estado preguntandose porque ultimamente su cuerpo acudia mucho mas a aqueste teatro que a donde podia ir sin preocuparse de las miradas, era realmente extraño por no decir que el peligro a veces marchaba contra ellos, cerro los ojos mordiendose los labios cuando se aparto de sus orbes volviendo a mirar donde se situaba empezando a sonreir sutilmente.

Los acomodadores pasaban por las personas diciendo que debian de esperar un poco mas pero que la obra estaba a punto de comenzar, ademas de iniciar algunas palabras como el tipico discurso de bienvenida, ladeó el rostro alejando por un momento de ella viajando hacia los acomodadores que indicaban que la luz se apagaria en unos pocos minutos, descubrio algunas miradas que se alejaban cuando él le volvia a mirar o como los mas descarados se relamian ante el, lo cual importo muy poco al gitano que espero a que las luces se apagasen para acomodar su cuerpo en el asiento-


Espero que no le haya resultado aburrida mi presencia.


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Mensaje por Invitado Dom Mar 27, 2011 7:53 am

En realidad, sabía de sobra lo que Lionel tenía y lo hacía diferente y deseable para todos los que se encontraban allí, yo incluida. Su propia esencia humana destacaba como la luz de una luciérnaga en la noche más oscura; su aroma, puro y atrayente porque constituía aquello de lo que todos nosotros nos alimentábamos, al encontrarse atrapado entre un número muy superior a él de depredadores de su a veces débil raza, nos llamaba a abandonar todo convencionalismo social y todo aire de delicadeza y respeto frío que mantuviéramos para abandonar, también, la compostura y lanzarnos a su cuello en pos de alimentarnos de la sustancia carmesí que corría por sus venas y que, desde que nos habíamos transformado, constituía nuestros sueños y nuestros anhelos más profundos. Eran capaces, si estaban demasiado cegados por la atracción que un humano entre varias decenas de vampiros ejercía, de ignorar incluso los sutiles lazos de cortesía entre vampiros que podían conseguir que alguien como yo rompiera una de las reglas más inquebrantables entre vampiros: matar a uno de nosotros. No iba a mentir diciendo que nunca lo había hecho, ni tampoco diciendo que no podría llegado el momento, pero hacerlo suponía dejar salir un lado de mí a la luz que, en aquel momento, estaba domesticado por la cultura, por la presencia de Lionel y por la calma que se establecía entre los dos en momentos como aquellos, en los que la conversación no necesitaba fluir constantemente para que el ambiente continuara siendo cómodo y deseable a la hora de ser mantenido. Los lazos sutiles para los humanos eran muy obvios para los vampiros por ser capaces de saber, con una mirada, la edad de los vampiros con los que tratábamos. Ninguno de los que estaba allí era tan antiguo como lo era yo, y ninguno de los que estaba allí osaría atreverse a romper la amenaza no escrita pero sí patente que por haber acogido yo a Lionel y no haberle dejado al alcance de ninguno de ellos yo ostentaba. Cualquiera que lo hiciera lo lamentaría y lo sabían muy bien, demasiado diría yo, aunque no por ello sus mentes terminaban de aceptar aquella realidad y seguían intercalándose, de cuando en cuando, pensamientos acerca de lo deliciosa que sabría la sangre del humano, al que trataban como a un animal.

Un defecto de los vampiros, que muchos poseen, es que son presuntuosos a más no poder. Sólo por ser un humano ya era catalogado como comida y como nada más al margen que un envoltorio más o menos hermoso para nuestro sustento vital. En mi opinión, todos los seres parten de una misma base, da igual su raza o su posición social, y de ahí es de donde se empieza a juzgar sólo en función de su psique y de su mundo interno. Había conocido vampiros mucho más inútiles y vacíos que humanos sin posibilidades en la vida; había conocido a licántropos, en teoría mis naturales enemigos, mucho más agradables como personas que vampiros que, en teoría, eran mis iguales. Eran sólo sus características propias lo que definía a las personas y lo que las hacía valiosas y dignas de acompañar a alguien o, simplemente, vivir, y las mentes de todos los que nos rodeaban eran vacuas como pupées de porcelana con las que juegan las niñas humanas, pretendiendo ser mayores. La mente de Lionel era, por su parte, un recipiente lleno de vida y de ideas; lleno de particularidad y de ciertos detalles que le hacían diferente a lo que una vida paseando diariamente por las calles de una urbe podrían enseñarte...él valía la pena, totalmente lo contrario a los seres que se hacían llamar vampiros que nos rodeaban. Mi mente, sin embargo... Mi mente era diferente sin duda alguna a las de los conservacionistas que nos rodeaban; mi mente era fecunda en ardides y en pensamientos sobre la mayoría de los temas que pudiera cualquier imaginar; mi mente era fácilmente atraída y seducida por determinados impulsos que poseían mentes como la de Lionel, razón por la cual había decidido dejarlo con vida. No era que yo fuera inmune a los placeres de la sangre o a su aroma – de hecho, con mi tacto, sólo había conseguido atraerlo más hacia mí y tentarme más – más bien era, en realidad, que no quería desperdiciar la oportunidad de la compañía aquella noche de alguien que apreciara lo mismo que yo amaba con parte de mi corazón, medio enterrado en mi pétreo y pálido pecho.

De tan centrada que mi susodicha mente estaba en aquellos lóbregos y dispares pensamientos, ni siquiera escuché lo que él me dijo excepto lo último, que esperaba que su presencia no me hubiera resultado aburrida. Mirándole con más atención, de nuevo, se encontraba apoyado en el respaldo del asiento y mirando en dirección a la tela del telón que, en cuanto descendiera, nos permitiría observar si aquella obra merecía la pena o no. - ¿Aburrida? En absoluto, Lionel. Ha sido fascinante. – le contesté, con apenas un susurro que sólo él escuchó porque los acomodadores del teatro estaban apagando ya los candiles que mantenían la iluminación tenue de la sala, señal inequívoca de que la obra estaba a punto de comenzar. Me giré, igual que mi acompañante, en mi asiento y posé mi mirada en el telón que se abrió unos momentos después, acompañado de unos momentos de silencio sepulcral antes de que el prólogo de la obra comenzara, revelando así que uno de mis deseos de la noche se cumpliría pues aquella obra maestra de Sófocles, que ya desde el principio apuntaba en el camino correcto de la representación, era también de mis obras preferidas. La obra de aquella noche era Edipo Rey, una de las tragedias mejores de la Antigüedad y una cuyos personajes conectaban con la audiencia cultivada de una manera, sencillamente, exquisita. Por cómo había comenzado la obra, además, se veía que era una representación fiel de la misma, y mi atención pronto estuvo total y completamente centrada en ella, si bien una parte más inconsciente de mi psique no perdía detalle de lo que acontecía en las mentes de los demás vampiros que, entre verso y verso de la obra de Sófocles, planeaban apoderarse de la vida de mi acompañante de aquella noche.
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Mensaje por Lionel D'Maine Mar Abr 05, 2011 9:40 am

-Al fin podia sentir un ligero suspiro en sus labios mientras todo a su alrededor apartaban las miradas, era evidente que no todos lo querian hacer por si acaso perdian a la victima que habian coronado como suya, pero despues de todo no podia sino estar tranquilo ya que el lo habia pedido, la cercania entre Amanda y él parecia ser poco a poco menor a la que debiera era como si el espacio limite que debian de respetar fuera quebrantado por una serie de movimientos que se fueron acercando, ella debido a su hermosura y él quizás por la ineptitud con la que estaba respirando tranquilo en ese momento, querria en algun momento que se habia pasado por su mente huir a otro lado dejando consigo algo parecido que era el miedo, un camuflaje muy poco original pero se descubrio { e incluso sorprendió} de que lo que habia en su cuerpo no era precisamente miedo sino tranquilidad, el teatro era para Lionel algo mucho mas importante que lo que las otras personas pensaban, era cierto que habia tenido un buen momento imaginando como sería el gitano si hubiera nacido escritor pero seria igual que ahora, que cuando pudiera...que cuando se permitiese el gusto de poder hacerlo iria a todas las obras de teatro que hubieran o que estuvieran a su alcance, pues cuando se era gitano yno se tenia demasiado dinero no importaba si solo se veia una obra o dos al mes, se disfrutaban como si fuera la ultima vez que estuvieras planeando ir al teatro.

Edipo el rey una obra considerada como la obra maestra de Sófocles, aun cuando era demasiado dramática para muchas personas, para él era sin duda como se consideraria con el "mercader de venecia" una obra maestra, en donde un hombre que cree en el destino recibe la profecia de que moriria a manos de su propio hijo, al final creyó matar al hijo que habria tenido puesto que su mujer estaba embarazada, Edipo creció con aquel odio al "rey" que en verdad era su padre mientras que al final se enamora de su "la reina" que es su madre y asesina al "rey" para conseguirse su puesto en el trono, suicidio, sangre, pero una sola procefia en la que colocaba al destino como unico protagonista en todo aqueste percance, pues lo que nos indicaba claramente era que por mucho que lo eludas, que desees que no ocurra es cuando llega, quien sabe si aquel rey hubiera sido cariñoso con su hijo a pesar de aquella profecia que dictaba su muerte, a lo mejor las estrellas habrian cambiado debido a su misericordia pero lo que quiso fue lo distinto que debia de hacer, al final sus pecados no fueron sino congregados por los dioses a la muerte, más, ¿quien creia en dioses? ultimamente los unicos dioses que estaban alrededor eran los dioses humanos-


~~~++++~~~~~

Delante del palacio de Edipo, en Tebas. Un grupo de ancianos y de jóvenes está sentado en las gradas del altar, en actitud suplicante, portando ramas de olivo. El Sacerdote de Zeus se adelanta solo hacia el palacio. Edipo sale seguido de dos ayudantes y contempla al grupo en silencio. Después les dirige la palabra.)

EDIPO.- ¡Oh hijos, descendencia nueva del antiguo Cadmo ¿Por qué están en actitud sedente ante mí, coronados con ramos de suplicantes? La ciudad está llena de incienso, a la vez que de cantos, de súplicas y de gemidos, y yo, porque considero justo no enterarme por otros mensajeros, he venido en persona, yo, el llamado Edipo, famoso entre todos. Así que, oh anciano, ya que eres por tu condición a quien corresponde hablar, dime en nombre de todos: ¿cuál es la causa de que estén así ante mí? ¿El temor o el ruego? Piensa que yo querría ayudarlos en todo. Sería insensible si no me compadeciera ante semejante actitud.

SACERDOTE.- ¡Oh Edipo, que reinas en mi país! Ves de qué edad somos los que nos sentamos cerca de tus altares: unos, sin fuerzas aún para volar lejos; otros, torpes por la vejez, somos Sacerdotes -yo lo soy de Zeus-, y otros, escogidos entre los aún jóvenes. El resto del pueblo con sus ramos permanece sentado en las plazas en actitud de súplica, junto a los dos templos de Palas y junto a la ceniza profética de Ismeno.

La ciudad, como tú mismo puedes ver, está ya demasiado agitada y no es capaz todavía de levantar la cabeza de las profundidades por la sangrienta sacudida. Se debilita en las plantas fructíferas de la tierra, en los rebaños de bueyes que pacen y en los partos infecundos de las mujeres. Además, la divinidad que produce la peste, precipitándose, aflige la ciudad. ¡Odiosa epidemia, bajo cuyos efectos está despoblada la morada Cadmea, mientras el negro Hades se enriquece entre suspiros y lamentos! Ni yo ni estos jóvenes estamos sentados como suplicantes por considerarte igual a los dioses, pero sí el primero de los hombres en los sucesos de la vida y en las intervenciones de los dioses. Tú que, al llegar, liberaste la ciudad Cadmea del tributo que ofrecíamos a la cruel cantora y, además, sin haber visto nada más ni haber sido informado por nosotros, sino con la ayuda de un dios, se dice y se cree que enderezaste nuestra vida.


~~~+++~~~
Solo el principio...te deja ya sin habla

-Susurró a su acompañante, habia confianza para poder expresarlo abiertamente aun cuando no queria molestar se presentia el tono emocionado que poseía el propio Lionel pensando en todo lo que aun quedaba de obra, habia escuchado algunos suspiros nada mas empezar la obra pareciendo que muchos vampiros solamente habian venido a pasar el tiempo, se mordio el labio inferior mientras ladeaba el rostro considerando todo su alrededor como el propio escenario, era un hombre que por mucho que presumiera de conocer aquellas obras se comportaba como un niño cuando le gustaba exponiendolo por primera vez al exterior ya que nunca habia tenido la oportunidad de poder decirselo a alguien, la mayor parte de las veces se habia limitado a ver lo que estaba alli, a callar y especialmente a sonreir internamente mientras el placer seguia aumentando conforme pasabam los minutos...era un defecto del gitano que cuando estaba viendo una obra de teatro hasta su piel se erizaba-


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Mensaje por Invitado Miér Abr 06, 2011 11:14 am

Era Edipo Rey una obra que, pese a los siglos que hacía desde la primera vez que la había visto, de manera furtiva en uno de los muchos teatros de la Roma imperial, nunca podría agotarme y de la que siempre se podía sacar algo de interés. El argumento era de sobra conocido por todos: Edipo vuelve a Tebas y, allí, mata a su padre y desposa a su madre sin que ninguno de los dos sea consciente de lo que ha sucedido, ni del asesinato ni del incesto producido en la boda. Sólo al final, Edipo es consciente de la gravedad de sus actos y puede liberar a Tebas de la peste arrancándose los ojos, paralelamente al sacrificio de su madre en forma de autoinmolación. La obra podía no tener mucho de interés para la mayoría de la personas; podía pensarse, si se ignoraba la naturaleza de dicha pieza, que sólo era una historia de dos miembros de la realeza movidos por un destino y a los que les acontecen cosas que a las personas normales no les sucederían nunca, pero precisamente en eso era en lo que se equivocaban. No en la parte, por supuesto, de que le pueda pasar a cualquiera convertirse en el rey de una antigua ciudad-estado griega, casarse con su madre y asesinar a su padre, no; más bien era en la parte en la que las personalidades de los personajes eran capaces de identificarse con las de los espectadores que acudían a ver la obra. ¿Quién, en la situación de Edipo, hubiera rechazado un matrimonio con aquella bella mujer recientemente viuda? ¿Quién, en la situación de Edipo, no hubiera asesinado a un hombre al que se ha encontrado por el camino y que, además, se ha atrevido a desafiarte? Nadie, y era comprensible la lógica interna que en el fuero de los personajes sus decisiones tenían, si bien las consecuencias eran siempre tan duras que no merecía la pena actuar, a veces, con la lógica de los acontecimientos y de la personalidad.

Los actores, en aquel caso, ayudaban mucho al desarrollo de la acción dramática. Ellos eran siempre los responsables, con su tono de voz y con sus movimientos delicados sobre el escenario, de alzar una obra al estrellato o de hundirla en el Hades. Ellos eran, con su capacidad para meterse en la piel de otras personas, los que transmitían mediante aquella empatía las personalidades de los personajes que representaban y gracias a los que todos acabaríamos sufriendo una profunda catarsis, objetivo básico de la obra. Y no todos iban a sufrirla aunque los actores, vampiros en su totalidad, estuvieran dando lo mejor de sí mismos sobre el escenario. Sólo una parte del público, en la que me incluía a medias frente a la total inclusión de mi acompañante, estaba atenta a la obra representada y a las desventuras, magníficas y que te dejaban sin habla como Lionel bien había dicho, de Edipo; sólo una parte de ellos, la más reducida, era capaz de estar centrada en algo que no fuera desgarrar el tierno cuello de Lionel y alimentarse de su sangre, que caería como si de una de las fuentes de Versalles se tratara. Y yo, por mi parte, era perfectamente capaz de escuchar todos los planes mentales que todos deliberaban en sus cabezas para conseguirlo, y parte de mi atención quedaba, pues, dividida entre escuchar sus intenciones para detenerlas y la magnífica obra que se estaba desarrollando delante de nosotros.

Por esa misma razón no contesté al comentario de Lionel con palabras sino con una media sonrisa y una afirmación; por eso mismo me mantuve muy centrada en los pensamientos de los vampiros que nos rodeaban hasta el momento en el que Edipo se arrancó los ojos para acabar con su pesar y salvar a su polis de su funesto destino. En aquel momento, el leve equilibrio que nos había durado durante todo el desarrollo de la acción dramática y por el que los demás vampiros habían respetado la duración de la misma se rompió y dejó paso en su lugar a los seres que creían ser de mi especie sin serlo, pues carecían de nuestra elegancia natural y de lo que los hacía algo aparte de meros asesinos, deslizándose con lentitud de sus asientos, mayoritariamente en los palcos. El frufrú de las telas de los vestidos de las damas y el rasgueo de los terciopelos de sus tocados contrastaba vivamente, en mi oído desarrollado por encima de lo común, con sus voces en apenas susurros planeando cogerle entre todos y llevarse cada uno una parte. Si él pudiera oírlo, probablemente le repugnaría cómo luchaban por las zonas en las que clavarían los colmillos y cómo no se cortaban a la hora de describir con palabras lo deliciosa que sabría su sangre con lo sumamente sedientos que estamos...que estaban, vaya. Y eso era ya culpa suya por no ser capaces de controlarse y de beber sangre a tiempo para controlar la sed, y no mía que, mientras la obra concluía y los aplausos comenzaban, puse los ojos en blanco y tensé el cuerpo casi sin notarlo, pues enseguida los pasos que antes habían sido interrumpidos para dejar paso a los planes se retomaron, delicados y suaves al menos para un humano, detrás del estruendo de los aplausos que, aquella noche y sumado a mis propias y lánguidas palmadas, era estruendoso. Mi atención, de nuevo, quedaba sumida en los vampiros que se acercaban a nosotros y que planeaban la muerte de Lionel; mi atención, de nuevo, fue lo que evitó que uno de ellos se abalanzara sobre el cuerpo de mi acompañante porque yo fui más rápida e hice que un dolor agudo se extendiera por su mente y le impidiera herirle.

Los colmillos de aquel vampiro habían quedado a unos milímetros de abrir el cuello de Lionel; mis propios colmillos estaban descubiertos mientras yo, de pie, desafiaba al teatro lleno de vampiros con la mirada para que se atrevieran a pasarme por encima y tocar a Lionel, en una muda amenaza que todos comprendían porque sabían la diferencia que había entre nosotros. Una abismal, fruto de mi propia edad; una de rango, fruto también de mi antigüedad frente a sus juventudes; una lo suficientemente fuerte como para hacer que los vampiros implicados en el intento de ataque a mi acompañante retrocedieran y no quisieran ni mirarme a los ojos directamente, como si temieran enfrentarse a la ira de una diosa pagana que, en aquellos momentos, era lo más cercano a definirme. – Felicidades, Lionel. Acabas de sobrevivir a una conjura y acabas de demostrarte superior al insigne Cayo Julio César. – murmuré a mi acompañante, con un tono irónico muy marcado y una sonrisa torcida dirigida a él que volví amenazadora en cuanto aparté la mirada de él y la volví a centrar en el resto de vampiros que nos rodeaban y que cada vez eran menos con intenciones de atacarle o de volver a intentarlo.
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Mensaje por Lionel D'Maine Vie Abr 15, 2011 9:55 am

-Los escalofrios recorrian su cuerpo e incluso el dolor insistente en los hombros no podía frenar sus ansias irrefrenables por la cultura que estaba sintiendo, se sentía tan sediento que conforme pasaba el tiempo tragaba su propia saliva más no era sed de "agua" lo que tenia sino de continuar con la obra ya que habia de reconocer que el respeto que tenia los vamnpiros para los clásicos especialmente para estas obras de teatro era lo que le mantenía siempre al pie del peligro. No queria decir que los humanos no fueran igual de buenos pero en esto debia de aceptar que los vampiros eran mucho mejores, las pupilas del gitano siempre se mostraban dilatadas por el placer de observar la obra que tenia en frente suya, no se marcharia aquella tensión hasta que no saliera o volviera hacia su hogar donde la unica criatura que predominaba ese lugar era él, viajo con las manos por el asiento encontrando el éxtasis en las palabras ¿quien pensaria que podia amaestrarle tanto la palabra? pero como siempre se habia dicho era un arma de doble filo porque ya se habia olvidado de las miradas, se habia olvidado de los mismos escalofrios y de la tensión incluso cosa que siempre le habia dado problemas porque era incapaz de prestar atención debido a la misma, en cambio ahora, sus labios se abrian mencionando cada dialogo como si fuera él, el actor, lo canturreaba, como muchas personas cantaban las canciones sin sacar su voz a relucir o como aquellos varones que cuando la musica clásica llegaba a sus oidos mecían los dígitos de una forma que daban a entender que ellos eran los propios artistas.

Tragó de pronto saliva, ahora que estaba mirando al frente podía sentir un frío aliento en su cuello, pero antes de que pudiera hacer nada, Amanda se levantó mientras algunos rezagados presumian de palmas y vítores Lionel, de nuevo estaba sintiendose alerta. La obra habia finalizado en el culmen deseado, habia aplaudido sin casi aplaudir porque la admiración se reflejaba en su rostro pero entonces...ella se habia levantado cumpliendo aquella promesa que le habia hecho antes de encontrar esos asientos, sabia que los vampiros eran muy respetuosos en cuanto a las promesas aunque hubiera excepciones algunos casos esta vez no era este ¿porqué seria que la tension disminuía cuando estaba con Amanda? aun cuando los demás vampiros que sentian su amenaza se alejaban torpemente mirando a otro lado y volviendo a las palmas. Sonrió cuando dijo aquello, ¿superar al mismo césar? recordo algun que otro libro en latin con un hombre de gafas pronunciando muy fuerte la "C" de "Julius Caesar" incluso emocionándose cuando elevaba la mano, Lionel tambien recordaba el olor a tiempo de aquel hombre que le relataba con lagrimas en los orbes como Julio César fué traicionado por su propio amigo.

"Et tu, Brute" que quería decir "y tu, brutus" recordaba la piel de aquel brazo que se mecía con la misma tristeza que el propio hombre quien, al finalizar el reloato que tenia al gitano ( que por aquel entonces tendría una edad cercana a los 12 años ) con la boca abierta y los ojos ojipláticos mientras el hombre le preguntaba cual hubiera sido el reinado del propio cesar si nadie le hubiera matado, si no hubiera sido tan dictador o si no hubiera querido tanto a su pueblo ¿que habria pasado? Bruto, luego murió como un soldado pero siempre salió de sus labios una palabra "sin arrepentimiento" pero...habia sido consumido por el poder, poder que aun hoy día resultaba el arma de todas las venganzas, cada quien miraba su puerta a ver si el poder habia dejado algun rastro, asi, todas las noches los que no estuvieran señalados por la ira o el oro dormían tranquilos mientras que los que apretaban contra su cuerpo una bolsa de dinero eran los que prontamente se convertían en victimas-


No puedo ser más admirado que Julius Caesar pero, lo que si puedo confesar es que es gracias a ti que me han dejado sino entonces tendria miles de mordidas por todo mi cuerpo y yo no habria podido tener ningun bruto para confesar nada. Por eso, le doy mi más sincero agradecimiento aun cuando no sea un gitano que pueda ofrecerle mucho.

-Otro habria ofrecido algo de dinero por sus servicios o alguna cena, salida, podia captar la ironia que ella habia utilizado en sus palabras y como aquel vampiro que habia estado cerca de morderle siseaba silencioos marchándose igual de hambriento que como habia entrado, sus labios se abrieron discutiendo cualquier frase pero no habia salido nada más que un suspiro de sus labios ¿ya? ¿ya habia acabado? las horas se habian convertido en minutos y los minutos en remotos segundos mientras estaba disfrutando de su alrededor...dios...cuan extraño era todo para él. Como una noche de aventuras en la que aun no se habia percatado de cual era precisamente su papel, él, solo prestaba atencion al teatro con cierta nostalgia mientras observaba a Amanda con una sonrisa en los labios, queria ser travieso jugar solamente a lo que mejor se le daba que eran las escondidas por eso se acercó a ella inclinando un poco el rostro pidiendo perdon por invadir su espacio en un primer momento y murmuró-

¿Os gustan las travesuras mademoiselle o teneis algo que hacer más adelante?


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Mensaje por Invitado Sáb Abr 16, 2011 6:39 am

Algunos vampiros no merecían recibir ese título. Podía ser cierto, que de hecho lo era, la realidad de la sangre inmortal y ponzoñosa recorriendo sus venas y haciéndolos más fríos, perfectos, inmortales; podía ser cierto que habían tenido, como todos nosotros, un creador que les había dado el abrazo de la muerte y que les había conducido por las sendas de la inmortalidad; podían ser ciertas muchas cosas y podían haberse dado un sinfín de elementos estructurales que los asemejaban a los auténticos vampiros, pero la semejanza no es igualdad. No eran auténticos inmortales porque no eran capaces de respetar las jerarquías existentes entre nosotros; no eran auténticos inmortales porque no podían apreciar un sutil juego de miradas de aviso y que se había convertido, al final de todo, en una amenaza llevada a efecto por su propia ignorancia; no eran inmortales perfectos porque carecían de detalles que, a simple vista, los humanos no apreciaban. No les culpaba: sus lapsos de vida eran un simple suspiro para los vampiros y las vidas de los vampiros eran insondablemente largas como para que pudieran abarcarlas por completo. Era esa carencia, la mortalidad, lo que les hacía desconocedores de los secretos de los inmortales, pues no es hasta que no te conviertes en uno que empiezas a descubrir auténticamente qué significa ser un vampiro y, sobre todo, qué consecuencias tiene sobre los seres de tu alrededor. Tampoco voy a negar que la mortalidad tenga sus ventajas, efímeras pero ventajas al fin y al cabo. En absoluto, las tiene: esa vivacidad, esa velocidad con la que todo pasa frente a sus ojos, esas ansias de saborear la vida porque son conscientes de que al momento siguiente podrían estar muertos, esos detalles que los alejan de la inmortalidad...para muchos, son desagradables; para mí, curiosos y en ciertos momentos hasta atrayentes, si bien yo no volvería a ser humana ni aunque se me permitiera gozar de la posibilidad de nuevo. La inmortalidad también poseía sus ventajas, a las que estaba acostumbrada, y generaba un respeto que sólo por estar allí levantada, los colmillos reluciendo de entre mis labios y porte sereno, auguraba que nadie más rompería la relación de protección que con aquel joven gitano se había instaurado.

Respecto a la alusión a César, evento que si bien no había vivido sí conocía de sobra porque aún en mi época altoimperial estaba en boca de la mayoría de los habitantes del imperio, de la clase baja entre la que me había movido yo sobre todo, sabía que no iba a dejarlo pasar. Conocía, a aquellas alturas, a aquel chico lo suficiente como para ser consciente de que su modestia y su timidez le harían incapaz de asemejarse a una figura tan importante como lo hacía sido Cayo Julio César históricamente, y por eso mismo su propia respuesta, agradeciéndome lo que había hecho, no me pilló excesivamente por sorpresa, si bien esbocé una media sonrisa de puro agradecimiento por su halago, acto reflejo grabado a fuego por las sociedades que había invadido con mi presencia y que habían hecho que, aún falsamente, apreciara todo gesto de agradecimiento dirigido hacia mi persona. Sólo que aquella vez la sonrisa no había sido totalmente falsa sino más bien sincera, y sólo que aquella vez se vio recompensada por otra sonrisa por parte de Lionel que auguraba algo diferente, quizá, a lo que había tenido lugar durante toda la noche.

Quizá nuestro viaje cultural había llegado a su fin y otra clase de viaje en el que poder embarcarnos iba a empezar a tener lugar; quizá se le había ocurrido alguna manera, mientras aquellos vampiros se iban del lugar e iban dejando el teatro libre de amenazas sin importancia para Lionel por tenerme a mí cerca; quizá aquella cercanía de su rostro en dirección al mío significaba alguna confidencia que querría compartir conmigo y que de alguna manera fomentaría aquel lazo de protección, conmigo de su protectora, que se había forjado entre nosotros...quizá. Quizá simplemente lo mejor era esperar a que él me dijera la razón de su sonrisa, de su movimiento y de su cercanía aún cuando las luces se habían encendido y la magia cultural se había quebrado.

Su pregunta, acerca de si me gustaban las travesuras o si tenía que hacer algo más adelante, tuvo como respuesta inicial una risa clara y cristalina por mi parte que duró apenas unos momentos, lo suficiente como para negar con la cabeza al final y, con los colmillos convenientemente ocultos tras mis labios, esbozar una sonrisa traviesa. – Lionel, pareces olvidar que por mi naturaleza tengo toda una eternidad para realizar cualquier actividad que tenga en mente, y eso no excluye esta noche. Cualquier obligación que pueda surgirme es susceptible de ser pospuesta en pos de una situación mejor o que atraiga más mi atención que esa misma obligación, y particularmente esta noche ni va a ser necesario posponer nada ni será preciso ignorar alguna supuesta obligación que en realidad no es tal. Tengo toda la noche, hasta el mismo amanecer, para que me enseñes a qué clase de travesuras te refieres y si, además, podré tener la oportunidad de convertirme en tu protectora en algún momento más. Pareces tener la capacidad de atraer el peligro, Lionel...y es una auténtica suerte que tu mayor peligro de esta noche la esté teniendo pacífica e incluso protectora contigo. Así que...¿cuando nos vamos? – contesté, con tono pícaro y alzando una ceja a la espera de que él empezara a guiar un juego, en el sentido literal de la palabra, del que los dos disfrutaríamos.
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Mensaje por Lionel D'Maine Vie Abr 29, 2011 12:46 pm

Antes de que el sol se ponga mademoiselle

-El gitano sonrió casi con ternura mientras permanecia observando el ambiente del teatro preguntandose si se quedaba triste una vez que todas las personas se iban porque era en aquel entonces donde mostraba su autentico rostro, salvaje, indomable oscuridad que servia para los años de cultura que se resumian en unas horas las mismas que la gente se olvidaba de vivir para quedarse absortos en un momento, cuantas veces el teatro habia recibido el aplauso tan ensordecedor que hasta el orgullo se quedase en sus propios cimientos o cuantas ocasiones habia tenido para vigilar los movimientos de la gente, siempre habia oido que no tenia vida el teatro pues la unica vida que poseia era cuando los humanos entraban y salian del mismo...¿no sabian que eso era una mentira? cada piedra que recibia el teatro era como un poco más de vida que lo hacia ser de la forma en la que era, por eso le gustaba tanto ir quizás por su etnia o las veces que habia aprendido a saber de su entorno que cuando iba a un edificio y notaba aquella sensacion tan fuerte de vida se convertia en su favorito aunque no necesariamente tenia que ser de vida humana, por ejemplo la biblioteca, el bosque, los viñedos se habian convertido en un medio para ser feliz cuando paseaba por ellos sin necesidad de ser por obligacion. Habia gente que debido a venir por obligación se quedaba sin admirar el paisaje porque estaban pendientes del reloj pero tambien se podia pensar en las admiraciones de las personas, los gestos incluso que hace la gente que está a tu lado en un momento de cansancio, era cuando más se necesitaba la obra de teatro.

Podía sonreir cuando ella habia asentido con la misma picaresca, era cierto que tenia todo el tiempo del mundo pero tambien era cierto que no queria quitarselo, ella era una persona importante en el mundo de los vampiros aunque no conocía excesivamente en ese escalafón el cual esperaba sinceramente que algun dia lo pudiese entender, sabria que habia clases cociales con mas o menos importancia segun como fuera la persona, era igual que en la sociedad en la que vivian donde estaban el rey, los nobles, los pobres...de todo un poco a decir verdad pero no podia presumir de conocer acerca de un mundo que solamente conocia una parte del mismo, como un libro se presentaba para el la raza de los vampiros porque no sabia muy bien cuando se habia saltado una palabra importante o cuando necesitaria un verbo o un paisaje o esos dibujos hechos amano del principio que nadie les presta atencion podrian a lo mejor guardar un secreto que te hicieran volver la pagina para mirarlos, quizás era porque en el juego del mundo siempre nos mostrabva un lado negandose a que descubramos el otro, siempre miramos un lado sin saber que ese lado se podia autodestruir en unos cuantos segundos, todo era un decir, todo decir era un hecho ficticio.

Tomó con suavidad la mano de Amanda, la misma suavidad que emplearia para no ser forzoso o imponer a aquel seguimiento, habia vampiros mirando la salida solo para devorar a sus presas, muchos pensarian que ahora era cuando la caza empezaba a surgir con la vida necesaria pero para Lionel empezaba otro momento, el momento que siempre habia deseado hacer y que solo una vez habia podido cumplir, el deseo de quedarse cuando el teatro cerraba las puertas, miró hacia arriba asombrandose aun de la elegancia de las escaleras e incluso de la presuntuosidad de estas que parecian como una dama con un nuevo vestido engalados, sonrió travieso a su acompañante cuando empezó a caminar hasta dirigirse a una de las puertas del servicio.-


He venido aqui otras veces aunque nunca habia podido quedarme tanto tiempo como el esperado...¿que os parece? visitar el alma del teatro en la oscuridad mientras los pasos resuenan y el silencio es una obra que se escribe en ningun muro, solo para nosotros hasta que el dia las borre si es que lo consigue con esa misma facilidad nuestra mente

-Se percato de que debido a la afluencia de vampiros que bajaban no habia muchas personas que se fijaran en ellos a decir verdad ninguna, aprovecho ese instante para abrir la puerta de servicio y pasar por ella, le costo al principio acostumbrarse a la poca luz que habia, se podian ver panfletos de entradas antiguas, recortes de periodico que un dia fueron glorisos y motivo para presumir, encendio una luz que no era muy fuerte sino mas bien demasiado suav pero al menos les hacia referencia a donde estaban, habia una ventana al final de algunas cajas que mostraban el paisaje parisino que el teatro veria todas las noches, sonrió a Amanda como si asi le indicase aun si a ella le parecia buena idea o deseaba hacer otra cosa-


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Mensaje por Invitado Dom Mayo 01, 2011 10:23 am

Que una vampiresa antigua, como lo era yo, estuviera en un teatro acompañada de un gitano y, además, le hubiera protegido de una muerte segura a mano de unos intentos de vampiro de tres al cuarto no era normal, así como tampoco lo era que la situación no se me hubiera antojado demasiado bizarra en lo que llevaba sumergida en ella, que era un buen rato. Que, además, el gitano hubiera decidido saltar al precipicio que suponía relacionarse con un asesino de los de su especie y que no sólo no se asustara de mí, sino que además hubiera sugerido con tanta libertad eso de cometer alguna travesura conmigo era, sin duda, algo que se alejaba de todo lo que hubiera podido pensar aquella noche que sucedería en mi vida. ¿Sería que él era diferente de muchos humanos, capaz también de crear en mí un vínculo de protección con él que me había hecho incluso desafiar a (o más bien marcar las distancias con) los de mi misma especie? ¿Sería que quizá el destino nos hubiera destinado, valga la redundancia, una diversión particular a los dos que se alejaba de cualquier diversión posible entre dos seres de distinta especie? ¿Sería simple casualidad, si bien yo no era muy dada a creer en las casualidades en una vida que era controlada por los hilos invisibles de algún marionetista superior a ti que controlaba tu destino? No lo sabía; podía bien ser lo que quisiera ser pero aún así sería, como era el caso, y no cabía buscar más explicación de la que tenía porque era una pérdida de energía inútil e insulsa llegado el caso. ¿Para qué esforzarse cuando no se va a llegar a ninguna conclusión útil y veraz? Era inútil, un auténtico desperdicio, y no estamos para desperdiciar ni lo estábamos, Lionel y yo, en aquel momento. Él quería divertirse; yo, seguirle a ver qué podía ofrecerme en una eternidad inmensa. ¿Qué mejor que eso, cuando no tenías nada mejor que hacer?

Él me cogió la mano, tras decirme que nos iríamos antes del amanecer (un detalle por su parte, no querer mi muerte sino mi compañía), y esperando a que la gente fuera abandonando el teatro, sin fijarse en nosotros porque ya no éramos santo de su devoción: él porque no era comida que pudieran catar, ya que no les iba a dejar yo hacerlo; yo, porque no podían desafiarme y no iban siquiera a intentarlo, teniendo mi edad y mi experiencia. Una vez el camino estuvo libre, y tras revelar sus intenciones al sugerir ver lo que se escondía detrás del teatro, sus tripas y sus interiores que siempre permanecían fuera de la vista y que sostenían, sin embargo, lo que sí se veía en cada representación, nos coló por detrás de una de las puertas de servicio, frente a la que habíamos estado desde hacía ya un buen rato.

Los pasillos que guiaban aquella puerta con el interior del teatro, con los secretos más profundos que albergaba, estaban decorados con antiguos folletos pegados en las paredes y con imágenes y pinturas de las obras y los actores que habían visto y probado el éxito entre aquellos muros, dominados por vampiros. Así, las imágenes estáticas y los recuerdos impregnaban aquel pasadizo que nos condujo, finalmente, a los camerinos de las estrellas, iluminados aún con velas y con flores frescas de admiradores de la función de aquella noche dotando al aire de una fragancia que abrumaba y que poseía todo detalle de allí mismo. El espejo, roto en un extremo, revelaba la ironía que era, en un teatro de vampiros, poner un utensilio como aquel: no necesitábamos mejorar nuestro aspecto, pues al ser depredadores naturales atraíamos a nuestras víctimas con la belleza que poseíamos; no necesitábamos mejorarnos, pues ya éramos perfectos a la vista de los demás. Supuse que aquel era un escenario, el camerino en el que estábamos, destinado a algunos humanos que también pasaban de cuando en cuando por el teatro, y eso explicaba el olor tan penetrante a humano que reinaba en el ambiente y que no venía de Lionel. No era, en realidad, posible que viniera de él porque era sangre lo que se olía en el ambiente, sangre fresca y recién salida de alguna herida que me hizo cerrar los ojos un instante. – Lionel, no te muevas... – susurré, y comencé a caminar, guiándome por todos mis sentidos excepto la vista, en dirección a la fuente de aquel olor que, si bien no me daba sed, si me intrigaba, su procedencia al menos.

Abrí los ojos en cuanto hube llegado, y una puerta de armario cerrada indicaba que aquel era el lugar del que venía la sangre que reinaba en el ambiente y que lo impregnaba todo. No necesité pensármelo dos veces antes de abrir la puerta con firmeza, y tampoco necesité mirar dos veces y ver a una joven semidesnuda y atada con grilletes al techo del armario, con heridas de colmillos recientes, para saber que aquel era, sin duda, el hábitat natural de un vampiro y que, además, probablemente anduviera cerca de nosotros, porque una vez empezada la presa se necesitaba mucho autocontrol, de varios siglos cuando menos, para dejarla sin terminar y allí no había ningún vampiro más antiguo que yo...lo sabía muy bien, porque si no habría aceptado mi desafío sin palabras al salvar a Lionel. Con un dedo acaricié una de las heridas del cuello de la joven, con suavidad tal que ni se inmutó aunque estuviera viva: esa era su debilidad. Tras cerrar los dedos en la mano, me giré hacia Lionel, examinándole. – Tú decides, a partir de aquí, lo que sucede. ¿La salvarás, arriesgándote a la ira de otro vampiro? ¿La dejarás morir, aún a pesar de que su vida cargará en tu conciencia? ¿Decidirás tú mismo o permitirás que el destino elija por ti? Es todo cosa tuya. – le dije, limpiando la sangre de mis dedos en un pañuelo de seda escondido entre los pliegues de tela de mi vestido y examinándole con la mirada de nuevo, esperando su respuesta.
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